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Viernes Santo. Oración universal.

Viernes, 15 de abril de 2022
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cristo-crucificado-con-hombre-con-cruz-2Respondemos:

Hermanos y hermanas, Jesús entregando su vida nos recuerda que el camino es el servicio, la entrega hasta el final, nuestra responsabilidad en la suerte y sufrimiento de cada ser humano porque somos llamados a ser UNO EN ÉL. Oremos con y desde el corazón por todos los crucificados de nuestro mundo.

Queremos unirnos a todos los crucificados de este mundo

Traemos a nuestra memoria y a nuestro corazón a todos los hombres, mujeres y niños que se ven obligados a dejar sus casas, su país por culpa de la guerra. Inseguros, temblorosos, paralizados por el pánico, con sus miradas tristes y perdidas, caminando hacía no saben ni dónde ni cómo. Vidas truncadas por las bombas y las balas, por nuestra deshumanización y nuestro mirar hacia otro lado. (Breve silencio)

Queremos unirnos a todos los crucificados de este mundo

Traemos a nuestra memoria y a nuestro corazón a todas las personas sin hogar por la causa que sea, aquí o en otra parte del mundo, obligados a dormir sin un techo que les cobije, helados de frío, tapados con mantas de cartón, sintiéndose invisibles o acusados por las miradas de los paseantes, necesitados y necesitadas de sentirse alguien para alguien. (Breve silencio)

Queremos unirnos a todos los crucificados de este mundo

Traemos a nuestra memoria y a nuestro corazón a todas las personas explotadas sexualmente: las mujeres y niñas violadas en contextos bélicos, los niños y niñas explotadas en los prostíbulos de tantas ciudades, las jóvenes agredidas brutalmente por manadas de hombres en nuestros países, las víctimas de abusos en el seno de nuestra Iglesia. (Breve silencio)

Queremos unirnos a todos los crucificados de este mundo

Traemos a nuestra memoria y a nuestro corazón a los que cada día se juegan la vida, y en muchas ocasiones hasta perderla, cruzando el Mediterráneo, atravesando alambradas, tratando de superar muros en busca de una vida con horizonte, dignidad y sentido. (Breve silencio)

Queremos unirnos a todos los crucificados de este mundo

Traemos a nuestra memoria y a nuestro corazón a las mujeres que sufren la violencia y sin razón de sus parejas, a las mujeres que son consideradas ciudadanas de segunda o tercera, que no tienen ni voz ni voto y han perdido sus derechos más fundamentales en Afganistán y en tantas otras partes del mundo. (Breve silencio)

Queremos unirnos a todos los crucificados de este mundo

Traemos a nuestra memoria y nuestro corazón a todos aquellos y aquellas que no se sienten reconocidos y aceptados por su identificación sexual, que se ven obligados y obligadas a esconderse para no perder su puesto de trabajo o sentirse humillados privada y públicamente. (Breve silencio)

Queremos unirnos a todos los crucificados de este mundo

Traemos a nuestra memoria y a nuestro corazón a todos los enfermos sin recursos ni esperanza, a las personas totalmente dependientes que no reciben ni las ayudas ni los cuidados que necesitan; a los enfermos sin cura que no tienen una mano amiga al lado; a los enfermos psíquicos rechazados socialmente; a los enfermos físicos que sienten la vida muy cuesta arriba, por todos y todas las que han perdido la vida a causa de la pandemia y a los que siguen sufriendo las secuelas del virus. (Breve silencio)

Queremos unirnos a todos los crucificados de este mundo

Traemos a nuestra memoria y a nuestro corazón a todos los que pasan hambre y se ven obligados a hacer colas en los bancos de alimentos, a los que han perdido su trabajo, a los que trabajan siendo explotados, a los que saben que nunca podrán ascender en la empresa porque nos son ni reconocidos ni valorados, a los que su salario no les permite llegar a fin de mes. (Breve silencio)

Queremos unirnos a todos los crucificados de este mundo

Traemos a nuestra memoria y a nuestro corazón a todas las religiones del mundo: Islam, Judaísmo, Cristianismo, Budismo, Hinduismo, incapaces, a veces, de confluir en lo que nos une, empeñados en poseer la Verdad, aferrados a tradiciones, ritos y cultos, dando más importancia a menudo a las normas y cumplimiento que a ser proclamación de un anuncio que nos trae la liberación, la dignidad y la paz.

Queremos unirnos a todos los crucificados de este mundo
Vicky Irigaray

Fuente Fe Adulta

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Una semana diferente…

Martes, 12 de abril de 2022
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En este tiempo de Guerra en Ucrania, y de tantas guerras olvidadas en diversos países, aún de Coronavirus, en tiempos de LGTBIfobia asesina en muchas partes del mundo, como vemos casi a diario en esta página Cristianos Gays,  esta Semana será muy, muy diferente…

Para algunos será una semana de confinamiento, para alguno, quizá, de vacación y ocio. Para otros, semana de fe y de oración, de Cristos yacientes y Dolorosas con lágrimas en los ojos y espadas en el corazón.

Pero si el pueblo recuerda a Jesús no es porque sufrió y murió, sino porque resucitó. Nadie evoca ni celebra la muerte de un fracasado. Ni se entiende el dolor del Viernes Santo, sin la apoteosis del Domingo de Resurrección. Por eso, la Semana Santa, no puede considerarse como una enfermiza y caduca forma de recrearse en el dolor, sino como afirmación rotunda y gozosa de que, a través de la Cruz, se llega a la Pascua.  Que es Luz, Vida y Esperanza para los creyentes. Es la base de nuestra fe cristiana.

Hay algo que los cristianos debemos evitar en Semana Santa: convertirnos en meros espectadores de la Pasión. A este Dios sólo se le entiende cuando sabemos amar a los que sufren, acercarnos a ellos y compartir su Pasión. Como la Verónica y el Cirineo del Evangelio. La Semana Santa es buena ocasión para mirar a nuestro derredor, porque  son muchos los cristos anónimos que cargan con su cruz y suben al Calvario. Arrimar el hombro al dolor de este mundo es el mejor modo de resucitar con Él.

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pintada

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Hay que salvar a Dios

En 1972, Maurice Zundel fue llamado al Vaticano por Pablo VI para predicar en el retiro de Cuaresma. Místico, teólogo, Maurice Zundel es un verdadero profeta del siglo XX.  En palabras del abbé Pierre: “Con él, nos encontrábamos en presencia de Alguien. Por su misma persona accedíamos casi naturalmente al misterio de Dios. A lo absoluto.

Os invitamos a seguir con Maurice Zundel, paso a paso, hasta Pascua …

Cristo en Auschwitz

Porque la Pasión de Jesucristo revela en el tiempo el amor eterno de Dios para con el hombre, Dios será eternamente crucificado mientras haya un único ser, una sola criatura que diga no. No hay parcialidad en Dios. Dios no es una madre que discierne entre sus hijos; cada criatura es el objeto de una ternura infinita y, mientras haya una sola que no sea recogida en las cosechas eternas, Dios será crucificado. Esto es el Infierno, el Infierno de Dios, el Infierno en la luz de la Cruz, el Infierno al cual condenamos a Dios y del cual absolutamente hay que librarlo. Es la única manera de escuchar la llamada de la Cruz. No se trata de un sacrificio ofrecido a Moloch por un inocente acosado y abandonado, se trata de esta inocencia del Dios revelado en Jesús. Se trata de la Pasión de un Dios que es madre, infinitamente más que todas las madres, y cuya justicia maternal contiene esta sustitución de la inocencia infinita a la culpabilidad ilimitada. Y si esto es verdad,  hay que revertir absolutamente todas las perspectivas: no es a nosotros, es a Dios a quien hay que salvar.  Hay que salvar a Dios de nosotros mismos, como es necesario salvar la música de nuestro ruido, la verdad de nuestros fanatismos y el amor de nuestra posesión. La Cruz finalmente es la cicatrización de todas las heridas que Dios noha cesado de sopotar en el curso de la Historia, ya que todos los males y las catástrofes que afectaron el Universo, la Vida y la humanidad, fueron otras tantas heridas en el Corazón de Dios.

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David Trullo+Ecce Homo

(David Trullo+Ecce Homo)

Señor Jesús, Tú que consentiste que te hirieran, gracias por venir para habitar mi gran herida. Dame la gracia de abandonarme en Ti en la confianza, Tú que conoces el peso de los días y la dureza del camino …

 *

Maurice Zundel
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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , ,

“La cruz del señor obispo”, por Antonio Aradillas

Jueves, 10 de febrero de 2022
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CFB24D63-E7C9-419D-9181-7A0C7C6951BFDe su blog In itinere:

Aunque el destino y la vocación definitiva no sea la cruz, sino la resurrección y la vida, antes hay que pasar por la cruz. El camino del Calvario es santo, y Jesús lo recorrió en plenitud y acompañamiento de gritos de condenas por parte de algunos, -muchos-, y de muy pocos “¡hosannas¡”, que eran los menos y de los más asustados.

Pero la cruz -crucifixión, en todas las culturas, y más en la cristiana era, y es cruz, es decir, patíbulo, tormento de esclavos y para esclavos y supremo castigo penal también religioso, sin explicación consecuente generalizada y popular, de que tras ella, amanecerá inexcusablemente el orto del sol por el horizonte de la muerte, que es -será- el comienzo de la verdadera vida.

Profanar la cruz es atentar gravemente contra la vida, que en la Teología y en el Catecismo cristiano se escribe con letras mayúsculas por aquello del santo Evangelio y de su protagonista que se definió a sí mismo“ como el “Camino, la Verdad y la Vida”, al margen de otras definiciones analfabetas, difusas o alienadamente confusas.

Absurda y lamentablemente curioso resulta el dato de que precisamente sean los obispos otros tantos actores principales en el teatro de vida real, tanto civil como eclesiástica, haciendo uso de la santa cruz, sin ocurrírseles siquiera pensar que este signo se profana hasta su misma raíz cuando se convierte en objeto de lujo o de distinción, descartando toda referencia a la contenida en los evangelios.

Así las cosas, el abuso de la cruz por parte episcopal es ciertamente grave. Y, además, habitual. Lo mismo en el “Ordo” litúrgico, que en el protocolo cívico y aún familiar. A los obispos se les distingue, y su presencia no pasa desapercibida en reuniones y solemnidades, exactamente por la cruz que reposa en el retablo, normalmente orondo, de su anatomía orgánica. Si ella, la cruz, está más y mejor enjoyada, más obispo- arzobispo se es, o se pretende ser.

La cruz -distinción, joya, premio, gracia, honra, agasajo y honor, pierde su esencial condición de signo religioso y cristiano, y profana a quienes prestan sus cuerpos para hacer del mismo “retablo pectoral”.

Cruces como estas, que son mayoría episcopal, no tendrán cabida en el Reino de Dios. Tampoco la tendrán las mitras, ni las capas magnas, anillos y “escudos de armas” con sus lemas copiados de la Filosofía o de las llamadas “Ciencias Sagradas”, y aún de los evangelios. En el Reino de Dios no tienen cabida, dado que en su aduana no hay resquicio alguno que facilite su entrada, por exigencias ascéticas del “Sin transit gloria mundo”. El mundo, solo el mundo, acompañado del demonio y de la “carne” de los catecismos, -fue y es, relicario de tales signos episcopales y aún pontificales.

En el cielo no se está. Se es. Y tal condición define a ricos y a pobres. A analfabetos e intelectuales. A varones y a féminas. A blancos, a negros, a cobrizos, a los amarillos y a los rubios más rubios. En el cielo están de más los ornamentos que se dijeron e intitularon “sagrados”. Una cruz-condecoración constituye una irreverencia y hasta puede que un sacrilegio.

Comprendo que ser y ejercer de obispo en la actualidad no deje de ser una verdadera cruz, que probablemente será más pesada de aquí en adelante. Pero en proporciones similares hay que comprender que para no pocos laicos y laicas, y también presbíteros. sus obispos son asimismo otras cruces tanto o más pesadas…

No sería ético ni moral, dejar de reseñar que, con el “precio” material de las cruces de algunos obispos, se podría -debería- atender no pocas obras de caridad -amor- que esto es lo que de verdad hace Iglesia a la Iglesia y señores, obispos a los obispos y a los arzobispos.

 

Espiritualidad ,

Tomar la Cruz

Martes, 30 de noviembre de 2021
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(Mateo 16, 21-27)

Rechazar en mí lo que me atesta de ilusiones
llegar a ser lo que soy, ser el (la) que puede seguirte.
Seguir contigo el despojo feliz de aquellos
que se conocen a sí mismos
y saben cuánto de su vida depende de sus encuentros.
Llevar mi cruz, renunciar al combate vano
que haría de mí un rey (una reina), un (una) inmortal .
Avanzar en tus pasos conociendo la ganancia
que a veces hay que perder.
Perder mi vida entre tus manos con el fin de que le des
su verdadera forma.
Renunciar contigo a mi único imaginario
que no sabe más que rumiar
lo conocido, lo deseado, el contenido, lo programable
Y zambullirse en el gran baño fresco de lo imprevisible
donde operas, cada día, asombrosas conversiones.

*

Marion Muller-Colard.
“Éclats d’Évangile”

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***

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Bendice, Señor, el espíritu quebrantado de los que sufren.

Lunes, 9 de agosto de 2021
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Con Santa Teresa Benedicta de la Cruz  (Edith Stein), mártir en Auschwitz, recordemos a las víctimas de tantos genocidios que el ser humano ha sido y sigue siendo capaz de perpetrar… Y que, a pesar de no ver, de no entender, sigamos siendo instrumentos de Paz y de Misericordia…

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Bendice, Señor
el espíritu quebrantado de los que sufren,
la pesada soledad de los hombres,
de aquél que no encuentra nunca reposo,
el sufrimiento que nunca se le confía a nadie…
Y bendice el cortejo de las gentes
que en la noche no se dejan amedrentar
por el espectro de los caminos desconocidos.
Bendice la miseria de los hombres que están muriendo ahora.
Dales, Señor, un buen fin.
Bendice los corazones, Señor, los corazones llenos de amargura.
Sobre todo, alivia a los enfermos,
concede el olvido a aquellos a quienes has privado
de su bien más querido.
No dejes que nadie en la tierra  viva angustiado
Bendice a los alegres, Señor y protégeles,
A mí nunca me has librado, hasta ahora, de la tristeza.
Y a veces me pesa demasiado;
pero Tú me das fuerza
y así puedo cargar con ella.

*

Edith Stein,
Extracto de La Ciencia de la Cruz.

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https://www.youtube.com/watch?v=OqEtID-kArE

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La séptima Morada, película sobre Edith Stein, video 1 de 8 en Youtube

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“Teología del sufrimiento”, por Gabriel Mª Otalora

Sábado, 5 de junio de 2021
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dolor-sufrimiento-muerte-guerraDe su blog Punto de encuentro:

Estas líneas están especialmente dedicadas a ti. Con que lo sepa Dios, basta.

No es este tema algo que esté de moda, pero sí de rabiosa actualidad: el dolor y el sufrimiento.

Hans Küng logró sintetizar en un párrafo algo que deberíamos grabar en nuestro corazón. Dice así: “El seguimiento de la Cruz no significa imitación ética de la vida de Jesús sino el desafío de asumir el propio sufrimiento, no buscando el dolor, sino soportándolo. No solo soportar el dolor, sino combatirlo. No solo combatirlo, sino transformarlo.” En menos palabras no se puede expresar mejor la teología de la cruz.

Estamos ante un mensaje de implicación ante el sufrimiento inevitable cuando se padece para transformarlo en madurez personal, en comprensión, en ofrenda de amor, en paz… Es una invitación a la higiene mental, pues está constatado que sufrir sin darle ningún sentido termina en la desesperación; por el contrario, puede afrontarse como una llamada que nos ofrece un sentido; una invitación para conocer nuestros resortes que sin duda existen en lo más escondido del corazón humano que esperan nuestra voluntad y nuestro esfuerzo para ser activados para superar el sufrimiento creciendo como personas. Parece claro que estamos ante una de reglas básicas de la existencia.

Me impresiono cuando pienso que muchas personas nunca han escuchado ni leído una reflexión semejante y andan desnortados dando tumbos cuando sufren los avatares más duros de la vida. ¿En qué o en quién apoyarse? No es de extrañar que existan tantas patologías y toxicologías en personas que probablemente entraron en una espiral de deshumanización por no tener fuerzas suficientes para arrostrar determinados dolores. Me imagino a esas personas desbordadas ante la incomprensión, la insensibilidad, la injusticia de quienes les denegaron ayuda… porque nadie les introdujo en la cultura de darle sentido a lo que hoy no es posible cambiar (cultura en el sentido primario de cultivar) y seguir la lógica humana de la madurez expresada por Hans Küng en los términos que hemos recogido al comienzo de esta reflexión.

Una verdadera teología de la cruz que solo puede ser liberadora con ese nombre. Ella nos lleva inevitablemente a reflexionar sobre los talentos recibidos y lo que estamos haciendo con ellos; en qué invertimos nuestras capacidades ante el dolor y el sufrimiento cercanos. Nuestra felicidad verdadera es consecuencia de la que a otros hemos procurado, sin volver la cabeza ni el corazón al dolor ajeno.

La pandemia lo ha agravado todo, pero también es una realidad que nos recuerda nuestra vocación evangelizadora: oración, anuncio y servicio. Y cuando llega el sufrimiento propio sólo el Espíritu Santo es capaz de cambiar los corazones. El Papa Francisco nos insiste: “El mandato de Jesús no tiene un carácter ‘empresarial’. Lo que tenemos que hacer se sustenta en el Espíritu”. Ese es la verdadera fuerza de la evangelización, la que nos da la fuerza que nos lleva hacia adelante y nos ilumina en el cómo evangelizar y crecer sobre todo cuando estamos marcados por el sufrimiento de cualquier tipo e intensidad.

Señor, dentro de mí todo se rebela contra el sufrimiento, necesito de tu gracia. Solo esta frase, ya es una estupena oración con la garantía de ser escuchada.

Todo tiene un significado
Bajo el peso del sufrimiento
podemos llegar a no entender
el sentido de la vida,

y maldecirla como una
desgracia irreparable.
Desde el fondo del abismo
surge una pequeña luz de esperanza:
es imposible que todo esto

no tenga un significado.
Es imposible que Aquél
que creó el cielo y la tierra
no haya dado un porqué
al sufrimiento.

*

Carlo Carreto

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Espiritualidad , , , ,

“Llevar la muerte de un lado a otro”, por Carlos Osma

Viernes, 30 de abril de 2021
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jerusalem-1762467_1920De su blog Homoprotestantes:

En el Evangelio de Juan fueron José de Arimatea y Nicodemo quienes tras la crucifixión pidieron a Pilato el cuerpo de Jesús, lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas y lo pusieron dentro de un sepulcro vacío. No eran dos personas cualquiera, José de Arimatea era miembro del Sanedrín, una asamblea o consejo de ancianos que administraba justicia interpretando la Torá, y Nicodemo un fariseo y líder religioso respetable. Ambos habían creído en Jesús, pero no se atrevieron a seguirlo públicamente, la razón nos la explicita claramente el evangelio: tenían miedo de los judíos, por eso lo seguían en secreto. [1]

No me sorprende que el evangelista utilice a estos dos personajes para transportar el cuerpo sin vida de Jesús de la cruz al sepulcro, y que finalmente no sean testigos de su resurrección. Su papel se circunscribe a llevar la muerte de un lugar a otro, en tratar de dar dignidad a un cadáver para que no acabe en una fosa común, y en mostrar respeto por el cuerpo traspasado del maestro. El miedo se lleva muy bien con la muerte, es el espacio en el que se envuelve con más seguridad, los cobardes siempre saben lo que hay que hacer con quienes otros han crucificado, y se sienten interpelados para esconder a los ajusticiados en sepulcros donde nadie pueda recordar su humillación. No es fácil para los cobardes mirar a quienes han llevado la dignidad hasta sus últimas consecuencias.

Uno aprende con el tiempo a reconocer a los Josés de Arimatea y los Nicodemos que se va encontrando por el camino, a esos respetables cristianos que encuentras al final de todas las injusticias recogiendo amorosamente los cadáveres, pero que nunca los has visto denunciarlas antes. Esos que hablan con palabras tan bonitas, profundas y bíblicas, pero son incapaces de hablar con su propia vida, reconociendo quienes son, qué piensan, a quienes aman, o qué desean. Religiosos con responsabilidades, respetados, que creen en la vida, pero que tienen demasiado miedo como para escapar de la muerte en la que se han instalado. Josés de Arimatea y Nicodemos que no han entendido qué significa ser seguidores de Jesús, a los que solo les preocupa no ser expulsados de sus congregaciones, que predican el Reino de Dios, pero son incapaces de comprometerse para que se haga presente.

La primera vez que Nicodemo había ido a encontrarse con Jesús, era de noche, buscó el momento propicio para no ser descubierto por el resto de fariseos, y cuando estuvo con él le reconoció como maestro, como enviado de Dios. Pero Jesús le advirtió que si quería ver el Reino de Dios, debía nacer de nuevo. [2] Lo que Nicodemo tenía no era vida, era otra cosa, Jesús se lo dijo claramente, pero Nicodemo no pudo o no quiso entenderlo, para él tener que estar escondido era la única vida que conocía, y la única por la que estaba dispuesto a luchar, el Reino le quedaba demasiado lejos. ¿Cómo puede un hombre nacer cuando es viejo?, [3] le preguntó a Jesús, ¿cómo puede un cristiano hablar de vida cuándo solo conoce la muerte?, podríamos preguntar hoy nosotros a tantos respetables cristianos que viven escondidos por temor a lo que puedan pensar de ellos.

José de Arimatea y Nicodemo no denunciaron la cruz de Jesús, únicamente se limitaron a tratar con humanidad y respeto a un muerto al que habían creído, y al que consideraban venido de Dios. Se apiadaron de la víctima, pero después de haberla negado públicamente. Y la pusieron dentro de un sepulcro, porque allí es donde acaba el único reino que son capaces de construir los cobardes. Pero el Reino de Dios no es un sepulcro, y eso lo olvidan los religiosos que no han nacido de nuevo. El Dios de Jesús es un Dios de vida, de luz, de verdad, de compromiso y valentía, que se pone al lado de las víctimas desde el primer momento, y que al final no las deja en un sepulcro, sino que las llama de nuevo a la vida.

No pueden ser testigos de la resurrección quienes tienen como motor de sus vidas el miedo, y lo que los demás puedan pensar de ellos; su final es un sepulcro al lado de la cruz. No hay vida para quienes se aferran a la muerte con tanta determinación. La resurrección se fundamenta en la esperanza, y la esperanza en el seguimiento, no existe cristianismo sin seguimiento ni esperanza. Abandonar una vida de muerte no es fácil, pero es posible nacer de nuevo, es posible arriesgarlo todo, dejarlo todo, para seguir la vida que Jesús representa. El miedo nunca es el camino, el Evangelio de Juan lo afirma con rotundidad: el camino, la verdad y la vida es Jesús[4].

Carlos Osma

 Notas:

[1] Jn 19,38

[2] Jn 3,3

[3] Jn 3, 4.

[4] Jn 14,6

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Lo importante es confiar

Martes, 20 de abril de 2021
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Jesús nos llama a reconocer que el gozo y la pena nunca se separan, que la alegría y la tristeza van muy juntas, y que el luto y el baile son partes de un mismo movimiento. Por eso Jesús nos pide dar gracias por cada momento que hemos vivido, y afirmar nuestro particular camino como la manera con la que Dios moldea nuestro corazón para mayor armonía con Él. La cruz es el símbolo principal de nuestra fe, y nos invita a encontrar esperanza donde vemos dolor y a reafirmar la resurrección donde vemos muerte. El llamado a ser agradecido es para confiar que cada momento de nuestra vida es un viacrucis que conduce a una nueva vida“.
*
Henri Nouwen
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En esta tarde, Cristo del Calvario.

Viernes, 2 de abril de 2021
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En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.

Amén,

*

Gabriela Mistral

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Una semana diferente…

Lunes, 29 de marzo de 2021
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En este tiempo de Coronavirus, en tiempos de LGTBIfobia asesina en muchas partes del mundo, como vemos casi a diario en esta página Cristianos Gays,  esta Semana será muy, muy diferente…

Para algunos será una semana de confinamiento, para alguno, quizá, de vacación y ocio. Para otros, semana de fe y de oración, de Cristos yacientes y Dolorosas con lágrimas en los ojos y espadas en el corazón.

Pero si el pueblo recuerda a Jesús no es porque sufrió y murió, sino porque resucitó. Nadie evoca ni celebra la muerte de un fracasado. Ni se entiende el dolor del Viernes Santo, sin la apoteosis del Domingo de Resurrección. Por eso, la Semana Santa, no puede considerarse como una enfermiza y caduca forma de recrearse en el dolor, sino como afirmación rotunda y gozosa de que, a través de la Cruz, se llega a la Pascua.  Que es Luz, Vida y Esperanza para los creyentes. Es la base de nuestra fe cristiana.

Hay algo que los cristianos debemos evitar en Semana Santa: convertirnos en meros espectadores de la Pasión. A este Dios sólo se le entiende cuando sabemos amar a los que sufren, acercarnos a ellos y compartir su Pasión. Como la Verónica y el Cirineo del Evangelio. La Semana Santa es buena ocasión para mirar a nuestro derredor, porque  son muchos los cristos anónimos que cargan con su cruz y suben al Calvario. Arrimar el hombro al dolor de este mundo es el mejor modo de resucitar con Él.

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Hay que salvar a Dios

En 1972, Maurice Zundel fue llamado al Vaticano por Pablo VI para predicar en el retiro de Cuaresma. Místico, teólogo, Maurice Zundel es un verdadero profeta del siglo XX.  En palabras del abbé Pierre: “Con él, nos encontrábamos en presencia de Alguien. Por su misma persona accedíamos casi naturalmente al misterio de Dios. A lo absoluto.

Os invitamos a seguir con Maurice Zundel, paso a paso, hasta Pascua …

Cristo en Auschwitz

Porque la Pasión de Jesucristo revela en el tiempo el amor eterno de Dios para con el hombre, Dios será eternamente crucificado mientras haya un único ser, una sola criatura que diga no. No hay parcialidad en Dios. Dios no es una madre que discierne entre sus hijos; cada criatura es el objeto de una ternura infinita y, mientras haya una sola que no sea recogida en las cosechas eternas, Dios será crucificado. Esto es el Infierno, el Infierno de Dios, el Infierno en la luz de la Cruz, el Infierno al cual condenamos a Dios y del cual absolutamente hay que librarlo. Es la única manera de escuchar la llamada de la Cruz. No se trata de un sacrificio ofrecido a Moloch por un inocente acosado y abandonado, se trata de esta inocencia del Dios revelado en Jesús. Se trata de la Pasión de un Dios que es madre, infinitamente más que todas las madres, y cuya justicia maternal contiene esta sustitución de la inocencia infinita a la culpabilidad ilimitada. Y si esto es verdad,  hay que revertir absolutamente todas las perspectivas: no es a nosotros, es a Dios a quien hay que salvar.  Hay que salvar a Dios de nosotros mismos, como es necesario salvar la música de nuestro ruido, la verdad de nuestros fanatismos y el amor de nuestra posesión. La Cruz finalmente es la cicatrización de todas las heridas que Dios noha cesado de sopotar en el curso de la Historia, ya que todos los males y las catástrofes que afectaron el Universo, la Vida y la humanidad, fueron otras tantas heridas en el Corazón de Dios.

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David Trullo+Ecce Homo(David Trullo+Ecce Homo)

Señor Jesús, Tú que consentiste que te hirieran, gracias por venir para habitar mi gran herida. Dame la gracia de abandonarme en Ti en la confianza, Tú que conoces el peso de los días y la dureza del camino …

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Maurice Zundel
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Medios pobres II

Lunes, 21 de septiembre de 2020
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Del blog Nova Bella:

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Koldo Chamorro, “El Santo Christo Ibérico”

Son los medios propios de la sabiduría, que no es muda, sino que grita en las plazas públicas, pues lo propio de la sabiduría es gritar así y necesita, por tanto, medios para hacerse oír. El error está en pensar que los mejores medios para ella son los más potentes, los más voluminosos…

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Jacques Maritain

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Medios pobres I

Viernes, 18 de septiembre de 2020
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Del blog Nova Bella:

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Koldo Chamorro, “El Santo Christo Ibérico”

“Hay medios materiales que son propios del espíritu. Son los medios materiales pobres. La cruz está con ellos. Cuanto más ligeros son en la materia, menos perceptibles, tanto más eficaces son. Porque son puros medios para la virtud del espíritu.”

*

Jacques Maritain

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Bendice, Señor, el espíritu quebrantado de los que sufren.

Lunes, 10 de agosto de 2020
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Ayer era su festividad, pero al coincidir en domingo, la recordamos hoy…

Con Santa Teresa Benedicta de la Cruz  (Edith Stein), mártir en Auschwitz, recordemos a las víctimas de tantos genocidios que el ser humano ha sido y sigue siendo capaz de perpetrar… Y que, a pesar de no ver, de no entender, sigamos siendo instrumentos de Paz y de Misericordia…

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Bendice, Señor
el espíritu quebrantado de los que sufren,
la pesada soledad de los hombres,
de aquél que no encuentra nunca reposo,
el sufrimiento que nunca se le confía a nadie…
Y bendice el cortejo de las gentes
que en la noche no se dejan amedrentar
por el espectro de los caminos desconocidos.
Bendice la miseria de los hombres que están muriendo ahora.
Dales, Señor, un buen fin.
Bendice los corazones, Señor, los corazones llenos de amargura.
Sobre todo, alivia a los enfermos,
concede el olvido a aquellos a quienes has privado
de su bien más querido.
No dejes que nadie en la tierra  viva angustiado
Bendice a los alegres, Señor y protégeles,
A mí nunca me has librado, hasta ahora, de la tristeza.
Y a veces me pesa demasiado;
pero Tú me das fuerza
y así puedo cargar con ella.

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Edith Stein,
Extracto de La Ciencia de la Cruz.

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https://www.youtube.com/watch?v=OqEtID-kArE

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La séptima Morada, película sobre Edith Dtein, video 1 de 8 en Youtube

***

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Coge tu cruz y sígueme…

Domingo, 28 de junio de 2020
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No te he negado

Por causa de Tú causa me destrozo
como un navío, viejo de aventura,
pero arbolando ya el joven gozo
de quien corona fiel la singladura.

Fiel, fiel…, es un decir. El tiempo dura
y el puerto todavía es un esbozo
entre las brumas de esta Edad oscura
que anega el mar en sangre y en sollozo.

Siempre esperé Tú paz. No Te he negado,
aunque negué el amor de muchos modos
y zozobré teniéndote a mi lado.

No pagaré mis deudas; no me cobres.
Si no he sabido hallarte siempre en todos,
nunca dejé de amarte en los más pobres.

*

Pedro Casaldáliga,
El Tiempo y la Espera, Sal Terrae 1986

***

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.”

*

Mateo 10,37-42

***

Dios, que me entrega tesoros para que los guarde, me permite que los custodie y los administre bien   Me agrada relacionarme con los demás. Mi intensa participación, me parece, irradia lo mejor y más sincero de mí; las personas se muestran sinceras conmigo, cada uno es una historia, y todos me cuentan su vida. Y mis ojos encantados no tienen que leer. […]. Soy un enfermo, no puedo hacer nada. Mas tarde enjugaré lágrimas y replegaré miedos, allá abajo. En el fondo, ya lo hago en esta cama. ¿Quizá sea por esto que tengo fiebre y mareos?. No quiero ser cronista de horrores. Ni tampoco de sucesos sensacionales.

Esta mañana le he dicho a Jopie: siempre llego a la misma conclusión, la vida es bella. Y creo en Dios. Quiero estar entre los  “horrores” y decir igualmente que la vida es bella. Ahora, con fiebre y mareos, acostado en un rincón, no puedo hacer nada. Hace poco me he despertado con la garganta seca, he aferrado mi vaso y he agradecido los sorbos de agua; he pensado: si pudiese andar entre los millares de hombres amontonadas por ahí y pudiese ofrecerles un trago… Me digo: no es nada, tranquilo, no es nada, tranquilo.

Cuando una mujer o un niño hambriento se ponía a llorar detrás de nuestras mesas de grabación, me arrimaba, le abrazaba sobre mi pecho, le apretaba, le sonreía y suavemente le decía a quien se encontraba acurrucado y aturdido: no es nada, no es nada. Me quedaba allí y, si podía, hacía algo. A veces me sentaba cerca de alguien, le ponía el brazo encima del hombro, guardaba silencio y le miraba a la cara. Nada resultaba nuevo, ninguna de aquellas expresiones de dolor humano. Todo me parecía familiar; como si ya hubiera vivido cada casa. Algunos me decían: tienes nervios de acero para resistir. No creo que tenga nervios de acero; mas bien, nervios sensibles, capaces de “resistir”. Tengo el coraje de mirar de frente al dolor. Al final de coda día me decía: ¡quiero tanto a los hombres!.

*

E. Hillesum,
Diario 1941-1943,
Milán 5i 992, 232ss.

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“Dispuestos a sufrir”. 13 Tiempo ordinario – A (Mateo 10,37-42)

Domingo, 28 de junio de 2020
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19780705_1319786741470503_7012246053480105992_oJesús no quería ver sufrir a nadie. El sufrimiento es malo. Jesús nunca lo buscó ni para sí mismo ni para los demás. Al contrario, toda su vida consistió en luchar contra el sufrimiento y el mal, que tanto daño hacen a las personas.

Las fuentes lo presentan siempre combatiendo el sufrimiento que se esconde en la enfermedad, las injusticias, la soledad, la desesperanza o la culpabilidad. Así fue Jesús: un hombre dedicado a eliminar el sufrimiento, suprimiendo injusticias y contagiando fuerza para vivir.

Pero buscar el bien y la felicidad para todos trae muchos problemas. Jesús lo sabía por experiencia. No se puede estar con los que sufren y buscar el bien de los últimos sin provocar el rechazo y la hostilidad de aquellos a los que no interesa cambio alguno. Es imposible estar con los crucificados y no verse un día «crucificado».

Jesús no lo ocultó nunca a sus seguidores. Empleó en varias ocasiones una metáfora inquietante que Mateo ha resumido así: «El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí». No podía haber elegido un lenguaje más gráfico. Todos conocían la imagen terrible del condenado que, desnudo e indefenso, era obligado a llevar sobre sus espaldas el madero horizontal de la cruz hasta el lugar de la ejecución, donde esperaba el madero vertical fijado en tierra.

«Llevar la cruz» era parte del ritual de la crucifixión. Su objetivo era que el condenado apareciera ante la sociedad como culpable, un hombre indigno de seguir viviendo entre los suyos. Todos descansarían viéndolo muerto.

Los discípulos trataban de entenderle. Jesús les venía a decir más o menos lo siguiente: «Si me seguís, tenéis que estar dispuestos a ser rechazados. Os pasará lo mismo que a mí. A los ojos de muchos pareceréis culpables. Os condenarán. Buscarán que no molestéis. Tendréis que llevar vuestra cruz. Entonces os pareceréis más a mí. Seréis dignos seguidores míos. Compartiréis la suerte de los crucificados. Con ellos entraréis un día en el reino de Dios».

Llevar la cruz no es buscar «cruces», sino aceptar la «crucifixión» que nos llegará si seguimos los pasos de Jesús. Así de claro.

José Antonio Pagola

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“El que no coge su cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros me recibe a mí.”. Domingo 28 de junio de 2020 13º Ordinario

Domingo, 28 de junio de 2020
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36-ordinarioa13Leído en Koinonia:

2Reyes 4, 8-11. 14-16a: Ese hombre de Dios es un santo, se quedará aquí.
Salmo responsorial: 88: Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Romanos 6,3-4.8-11: Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que andemos en una vida nueva.
Mateo 10,37-42: El que no coge su cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros me recibe a mí.

Las exigencias de la cruz cambian para cada generación de creyentes. En la época de Jesús existía la amenaza inminente de la muerte ignominiosa, bien fuera por la cruz, la espada o la lapidación. Los cristianos eran vistos como una amenaza para el imperio y, con frecuencia, se les acusaba falsamente de sedición. Con el tiempo, la pena capital fue cambiando de modalidad y sus cuerpos fueron quemados en locales públicos, o arrojados a leones, osos, tigres, toros y toda clase de fieras. Todas estos intentos de bloquear, anular o eliminar la novedad del evangelio fueron vanos porque la fuerza del cristianismo radica en la cruz de Cristo.

Los cristianos de los primeros siglos no anunciaban religiones de salvación, ni sanaciones individuales ni ritos de purificación. Aunque ellos anunciaran la universalización de la obra salvadora, curaran enfermos y tuvieran el símbolo del bautismo como rito de iniciación, lo que los hacía diferentes era su radical denuncia de la injusticia. Anunciar a un Mesías crucificado era, y es, ir en contra de todos los parámetros sociales, de las buenas costumbre e, incluso, de los preceptos de la religión. Ellos anunciaban como redentor a uno que el sistema lo había proscrito, condenado y sentenciado al escarnio público. El anuncio de un Mesías Crucificado era, en realidad, una denuncia vehemente de un sistema de creencias, valores e instituciones que habían hecho de la violencia, la mentira y la opresión los valores indiscutibles de la organización social. ¿Cómo iban a ver con buenos ojos las autoridades de Jerusalén, los gendarmes del imperio y el pueblo alienado que un individuo apoyado por un pequeño grupo de hombres y mujeres cuestionara directamente sus valores y anunciara que otra sociedad era posible? Imposible para la gente, pero no para Dios.

Las comunidades cristianas desde el inicio tuvieron conciencia de la magnitud de la tarea a la que se enfrentaban. La experiencia del resucitado les llevó rápidamente a descubrir que debían superar los límites de las comunidades palestinas y lanzarse a la misión universal; debían dar prioridad a la construcción de las comunidades y dejar a un lado la tentación de construirse edificios; debían enfocarse sobre los grupos excluidos y marginados y dejar de lado los centros de poder; debían asimismo retomar las opciones fundamentales de Jesús y hacerlas vida en todos los rincones del imperio. Por eso, las exigencias para seguir a Jesús se fueron formulando con una claridad y precisión asombrosas en cada comunidad. Los contenidos fundamentales se fueron adecuando a cada contexto histórico y cultural pero sin atenuar las características esenciales del mensaje.

Por tanto, no debe sorprendernos que Mateo nos diga con tanta ‘dureza’ las exigencias del seguimiento de Jesús. El evangelista retoma las tradiciones del evangelio y las actualiza de acuerdo con el lenguaje y necesidades de su comunidad. Sus palabras hieren, como el antiséptico sobre la eterna llaga, pero tienen una virtud medicinal: nos liberan de nuestros propios prejuicios y apegos.

Cuando Mateo nos dice que quien ama más a sus parientes que a Jesús no es digno de él, nos revela un problema de su comunidad. El pueblo judeocristiano, tiene una estima desmesurada por los de su propia sangre. Un afecto que fácilmente se convierte en apego paralizante. El texto usa en griego la palabra filia para denominar este afecto. Pero el proyecto de Jesús pide más: pide un amor enfocado hacia el prójimo, un amor que supere los lazos de sangre, el parentesco y la raza. Un amor como el que Dios nos tiene y que en griego se llama ágape. El cristiano que no sea capaz de trascender los estrechos limites de la familia, de la raza o de la nación, no está habilitado para experimentar y dar el amor solidario que propone el evangelio. Y por esa misma razón, el amor a Jesús no se reduce a la pura dimensión íntima, individual y privada. Amar a Jesús es amar lo que él amó, su proyecto, su ideal, su Utopía, el «Reinado de Dios», como él acostumbró a llamarla, con las palabras tradicionales de los profetas. Amar a Jesús es amar a las personas que él amó: pobres, marginados, excluidos, enfermos, abatidos, endemoniados, extranjeros. El amor de Jesús era tan grande que llegó a amar incluso a aquellos que se declararon sus enemigos. Un amor que hoy nos puede parecer desorbitado, desnaturalizado, extremo, pero que para nuestra dicha y quebranto es el amor con el que Dios nos ama. Un amor sin el cual no podemos llamarnos discípulos de Jesús.

Pablo simboliza muy bien la radicalidad del amor cristiano mediante la comparación entre la muerte y la inmersión bautismal. Ser cristiano es morir a todos los apegos irracionales hacia la propia familia, raza o nación, incluso es morir hacia un apego desordenado hacia sí mismo. La novedad cristiana se manifiesta en esa transformación sustancial de las relaciones humanas, en la resurrección a una vida nueva llena de afectos, proyectos y estilos de vida completamente volcados hacia la humanidad sufriente y marginada. Con Cristo morimos a una humanidad caduca y sin esperanza para resucitar en una nueva humanidad libre y generosa en la que el límite es el cielo, donde no hay límite. Leer más…

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28 junio 2020. Dom 13 tiempo ordinario. Quien quiera a su padre o su madre más que a mí no es digno de mi

Domingo, 28 de junio de 2020
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jehyun-sung-486247-unsplash_opt-1Del blog de Xabier Pikaza:

Así dice Jesús,como representante de aquellos a quienes él quiso y con quienes él se identifica (marginados, hambrientos, expulsados, niños sin familia…). De esa forma eleva su alternativa de “reino de Dios” frente a un tipo de estructuras de familia al servicio de intereses de clan o de grupo, en contra de los excluidos y pobres.

 Jesús no habla así contra los padres necesitados de cuidado y cariño, a quienes el 4º mandamientopide que se honre  (con Mc 7), sino contra un tipo de padres-patriarcas, que quieren perpetuar su sistema de poder excluyendo o marginando a pobres e impuros, enfermos y extranjeros, que forman su pueblo y familia mesiánica

Jesús habla como iniciador y signo de la familia de Dios, que es la humanidad fraterna, donde los más  importantes sona los que no tienen familia (padre, hijos, hermanos…), los expulsados sociales, excluidos, huérfanos y extranjeros, esclavos, descartados, encarcelados, víctimas de tratas de diverso tipo…

Ésta es la palabra clave del evangelio de este domingo 13 del tiempo ordinario (28, junio 2020), uno de los más escandalosos y necesarios, en un tiempo como el nuestro donde hay un sistema de “padres” políticos e ideológicos, económicos y sociales que olvidan y oprimen (excluyen) a los pobres.

Evangelio del domingo. Comienzo

“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí.  y el que no tome su cruz y me sigue no es digno de mí.El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará… (Mt 10, 37ss).

Tema central

Este es un tema “escandaloso”, difícil de resolver, un tema de “buenas familias”, que se protegen a sí misma, buscando su riqueza y seguridad, pase lo que pase con los otros (las familias de los sin familia, esclavos, pobres de diverso tipo)

Es un tema de política: Muchos estados y partidos políticos (especialmente los que se llaman de derechas, defensores del orden y de las llamadas “tradiciones cristianas”) buscan el bien de sus propios grupos (de sus padres‒madres‒ de sus hijos‒hijas, de sus hermanos‒hermanas), como si el mundo fuera de ellos, los demás a su servicio… El Estado Español es un buen ejemplo de esto. Grupos que se llaman de “tradición cristiana” no quieren ni hablar de esa palabra del Evangelio.

‒ Éste es un tema radical de Jesús y de su proyecto de Reino: Él ha empezado optando por los que no tienen familia, los impuros, enfermos, expulsados. Lógicamente,  le acusan de desentenderse de los suyos (de su madre y sus hermanos, de los buenos judíos, cf. Mc 3, 20‒35)…, pero él se defiende diciendo que antes que sus hermanos de buena familia están para él los que no tienen familia, excluidos, abandonados…

Éste no es un tema de mística interior (que también lo es), sino de mística social. ¿Quién está dispuesto a crear una familia como la de Jesús? La misma iglesia tiene que aprender muchísimo de este evangelio

 Bibliografía. He desarrollado este motivo en dos libros: Historia de Jesús (VD, Estella 2015 y La Familia en la Biblia,VD, Estella 2017)

Principio  del tema

 Jesús quiso realizar una trasformación radical de la vida social y familiar, pero no en clave de lucha (matando a los enemigos), sino de comunión, a partir de los itinerantes pobres, excluidos sociales, enfermos, pobres, descartados que, en general, no tenían familia. Con ellos quiso crear un nuevo tipo de familia/sociedad desde los excluidos y  “pequeños” (itinerantes), a quienes ofreció el encargo de anunciar el Reino de Dios y de iniciar su construcción.

Jesús no quiso unos pequeños retoques,  ni inició un reino puramente espiritual (intimista), sino que puso en marcha un movimiento  totalde construcción del Reino de Dios, es decir, una nueva comunidad, en esta aquella misma tierra de Israel, empezando por los rechazados, sin propiedades, ni fortuna, ni familia patriarcal (por los expulsados de la sociedad).

Su proyecto se distingue así de los sistemas de poder, que construyen sus reinos por la fuerza, y se distingue también de un tipo de instituciones espiritualistas que buscan en el fondo una evasión de tipo pseudo-religioso. Jesús no quiere que “unos” (pobres) tomen las tierras de “otros” (más ricos), arrebatándoles su propiedad, sino superar el mismo sistema de propiedad, promoviendo un movimiento donde los marginados ofrecen salud y curación a sus marginadores.

  1. En una situación opresora, de muerte, de muerte de los pobres. El Imperio de Roma se había formado, de manera descendente, desde los niveles superiores, de manera que el orden social reproducía el modelo de una “buena” familia patronal, donde los altos favorecían a los bajos (y los bajos apoyaban a los altos, como clientes), en línea de poder. En contra de eso, Jesús ha querido que surja una familia que sea simplemente familia (no patriarcalista), donde los más pobres empiezan enriqueciendo (curando) precisamente a los ricos.
  2. Como buen israelita, Jesús no ha querido transformar el poder desde arriba (el Imperio romano, los reinos/gobiernos vasallos de Galilea o Judea…), sino que ha empezado cambiando la estructura familiar, entendida en sentido extenso, como grupo social básico. No ha querido fortalecer un tipo de familia tradicional, fundada en modelos de posesión, que justifican el orden establecido, expulsando del sistema a los menos afortunados (a los que no tienen familia), sino un orden donde quepan todos, precisamente desde los más pobres, invirtiendo los modelos de poder. Estos son los elementos básicos de su propuesta:
  3. Una familia rota.No tuvo que romper directamente la familia tradicional, pues ella se encontraba rota, en muchos casos, como suponía la misma tradición antigua, cuando quería defender a los huérfanos-viudas-extranjeros, es decir, a los expulsados y marginados, a quienes Dios considera su auténtica familia (cf. Ex 22, 20-23; Dt 16, 9-15; 24, 17-22). Jesús opta precisamente por los huérfanos-viudas-extranjeros de su tiempo, es decir, por aquellos que han sido rechazados por la “buena” sociedad de su momento.
  4. De esa forma se opuso a un orden social en el que algunos, en nombre de sus privilegios patriarcales, expulsan y oprimen, utilizan y destruyen a los menos privilegiados. Por eso, ha rechazado (ha declarado rota) una forma de familia dominante, de tipo jerárquico-impositivo, fundada sobre principios de posesión, en la que unos se imponen y excluyen a otros (les expulsan del buen todo). La opción de Jesús a favor del Reino (de los excluidos) le ha llevado a oponerse a un orden familiar jerárquico que se impone y funciona expulsando a los más pobres. Actúa así para que pueda surgir una familia abierta a todos, empezando por los excluidos (cf. Mt 10, 35-37; Lc 12, 53; 14, 26). A su juicio, desde la perspectiva de los pobres, la familia estaba rota, no podía hablarse de familia.
  5. Su cambio de familia exigía un cambio de economía y sociedad. La familia tradicional estaba muy vinculada a un tipo de estructura económica, de forma que los carentes de familia solían ser básicamente los pobres, sin bienes materiales ni amparo social, los enfermos e impuros. Ciertamente, hay una riqueza que puede minar y amenazar a la familia, haciendo que ella se convierta en un espacio de egoísmo posesivo. Sin embargo, en general, lo que destruye a la familia tradicional es la pobreza y falta de recursos, que deja a los hombres sin campo, a las mujeres sin libertad y a los niños sin amparo.
  6. Por eso, los carentes de “casa/familia” eran en general los pobres, los huérfanos, viudas y extranjeros, es decir, los que no podían apoyarse en la estabilidad económica y social que ofrece la tierra. En sentido tradicional, la posesión de una familia y casa (con campos) era signo de bendición, pero esa posesión podía convertirse también en instrumento de pecado, pues la abundancia de unos se construía sobre la carencia de otros. Lógicamente, para buscar una familia de Reino, expresada en formas de gratuidad y universalidad, partiendo de los pobres, Jesús debía superar la familia clasista (patriarcalista) que había desembocado en la ruptura social y en la opresión de los pobres de Galilea.

 Un programa escandaloso:Odiar padre y madre… 

    Así formula Jesús su programa:  Quien ame al padre o madre más que a mí (= quien no supere un tipo de familia clasista, impositora) no es digno de mí.En ese contexto se entiende la exigencia de Jesús: No absolutizar al padre y a la madre (Mt 10, 37‒38). De forma paradójica, escandalosa, otra tradición del evangelio habla de odiar a padre-padre, hermanos-hermanas… (Lc 24, 26 Q; cf. EvTom 55, 1-2; 101, 1-3). “Odiar” significa dejar en un segundo plano a los que parecen más íntimos, para acompañar y ayudar a los más necesitados.

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Exigencias y recompensa. Domingo 13 TO. Ciclo A

Domingo, 28 de junio de 2020
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Cristo_abrazado_a_la_cruz_(El_Greco,_Museo_del_Prado)Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El largo discurso dirigido a los apóstoles (resumido en los domingos 11-13) termina con una serie de frases de Jesús que son, al mismo tiempo, muy severas y muy consoladoras. Las severas se dirigen a los apóstoles; las consoladoras, a quienes los acogen.

¿Quién no es digno de Jesús?

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

-El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí;

el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí;

y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí.

El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará.

            La sección comienza con tres frases que terminan de la misma manera: “no es digno de mí”. Las dos primeras están muy relacionadas: no es digno de Jesús el que ama a su padre o a su madre más que a él, o el que ama a sus hijos o a su hija más que a él.

Una opción en tiempos de conflicto

            Para comprender estas palabras tan exigentes de Jesús hay que tener en cuenta lo que dice inmediatamente antes (suprimido por la liturgia). El aviso de que pueden perder la vida (tema del domingo pasado) puede provocar en los discípulos el desconcierto. ¿A qué ha venido Jesús? A esto responde que no ha venido a traer paz sino espada. Que su persona y su mensaje crearán problemas incluso entre los miembros de la familia. Llegarán momentos en que los apóstoles, y todos los cristianos, tendrán que optar.

La opción por Dios de los levitas

            En el libro del Éxodo se cuenta que, mientras Moisés estaba en el monte Sinaí recibiendo del Señor las tablas de la Ley, los diez mandamientos, el pueblo, cansado de esperar, decidió fabricar un becerro de oro y adorarlo. Cuando Moisés baja del monte y contempla el espectáculo, rompe las tablas, se planta a la puerta del campamento y grita: «¡A mí los del Señor! Y se le juntaron todos los levitas.» Moisés les ordena: «Ciña cada uno la espada; pasad y repasad el campamento de puerta en puerta, matando, aunque sea al hermano, al compañero, al pariente». Los levitas cumplieron las órdenes de Moisés y este, al final, les dice: «¡Hoy os habéis consagrado al Señor a costa del hijo o del hermano, ganándoos hoy su bendición» (Éxodo 32,25-29).

            El historiador moderno duda que los levitas tuvieran espadas en el desierto y que llevaran a cabo esta matanza. Pero los antiguos no eran tan críticos. Aceptaban las cosas que se contaban, e incluso alaban a los levitas, ya que en un caso de grave conflicto entre los vínculos familiares y la fidelidad a Dios, optaron por lo segundo: «Dijeron a sus padres: ‘No os hago caso’; a sus hermanos: ‘No os reconozco’; a sus hijos: ‘No os conozco’. Cumplieron tus mandatos y guardaron tu alianza» (Deuteronomio 33,9).

            La opción por Jesús de los discípulos

            Se podría decir que Jesús exige a sus discípulos la misma actitud de los levitas. Pero hay dos diferencias importantísimas: 1) Jesús no ordena matar a los padres o a los hermanos en caso de conflicto. 2) Los levitas se comportaron así por fidelidad a los mandatos de Dios y a su alianza; los discípulos deben hacerlo por amor a Jesús. Al exigir este amor superior al de los seres más queridos, Jesús se está poniendo al nivel de Dios, al que hay que amar sobre todas las cosas. Los primeros cristianos, en momentos de persecución, se vieron a veces en la necesidad de optar entre el amor y la fidelidad a Jesús y el amor a la familia. La elección era dura, pero muchos la hicieron, convencidos de que recuperarían a sus padres e hijos en la vida futura. (La misma fe que confiesan la madre y sus siete hijos en el Segundo libro de los Macabeos, capítulo 7).

            La frase siguiente («el que no coge su cruz…») también se entiende mejor a la luz del texto del Deuteronomio. En él se dice que los levitas, por haber mostrado esa fidelidad a Dios, recibieron un gran premio y dignidad: «Enseñarán tus preceptos a Jacob y tu ley a Israel; ofrecerán incienso en tu presencia y holocaustos en tu altar.» Jesús no promete nada de esto a sus discípulos, solo exige.

            Amar a Jesús más que a la familia ya lo hicieron Pedro y Andrés, Santiago y Juan. Lo que ahora exige Jesús es infinitamente más duro: cargar con la cruz. ¿Hay que interpretarlo al pie de la letra o simbólicamente? Simbólicamente, pero con posibles repercusiones prácticas: hay que estar dispuestos a cargar con ella y marchar camino de la muerte. No una muerte cualquiera, sino la más infamante, típica de rebeldes contra Roma y esclavos. Cuando Jesús exige cargar con la cruz está pidiendo algo terrible desde el punto de vista físico, moral y social. Además, la exigencia no carece de macabra ironía cuando la comparamos con los vv.9-10: los que deben predicar el reino sin llevar nada, ahora tienen que seguir a Jesús cargando con la cruz.

            Dos advertencias

            Conviene advertir que el amor a la familia y el amor a Jesús no se excluyen ni se oponen. Son compatibles, con tal de mantener el orden adecuado. Los hijos de Zebedeo abandonan a su padre, pero la madre los acompaña e incluso le pide a Jesús un favor especial para ellos. María, al menos según la versión del cuarto evangelio, está al pie de la cruz. Pablo recuerda que «los demás apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas» se hacen acompañar de su esposa cristiana (1 Cor 9,5).

            En cuanto a «cargar con la cruz», conviene recordar al que no estuviera dispuesto a hacerlo que, en cualquier caso, siempre tropezará con la cruz. «Vuélvete arriba, vuélvete abajo, vuélvete afuera, vuélvete adentro, y en todo lugar hallarás la cruz». «Unas veces Dios te dejará, otras veces el prójimo te pondrá a prueba, y, lo que es peor, con frecuencia no sabrás aceptarte a ti mismo, con lo que serás para ti una cara insoportable» (Tomás de Kempis, La imitación de Cristo, libro II, capítulo 12). Es preferible cargar con la cruz y seguir a Jesús que rebelarse inútilmente contra ella.

Acogida y recompensa

            El que os recibe a vosotros me recibe a mí,

y el que me recibe, recibe al que me ha enviado.

El que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta;

y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo.

El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.»

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La última parte se dirige a las personas que acojan a los discípulos. Dos cosas les dice:

1) Recibirlos a ellos equivale a recibir a Jesús y recibir al Padre. Lo que hacen es mucho más de lo que pueden imaginar. No es solo un acto de caridad, sino un inmenso honor, mucho mayor que el de la persona que pudiese acoger en su casa a un artista, un deportista o un personaje mundialmente famoso.

2) Esa acogida tendrá su recompensa, igual que ocurrió en el Antiguo Testamento con quienes acogieron a profetas y justos. La primera lectura cuenta como un matrimonio de Sunám decidió acoger en su casa al profeta Eliseocuando pasaba por el pueblo; le construyeron una habitación en el piso de arriba y le proporcionaron una cama, una silla, una mesa y un candil. Una gran inversión para aquel tiempo. Pero recibieron su recompensa con el nacimiento de un hijo.

            En comparación con Eliseo, los discípulos pueden parecer unos “pobrecillos” sin importancia. A nadie se le ocurrirá darles alojamiento permanente. Pero basta un vaso de agua fresca (algo muy de agradecer cuando no existen bares ni agua corriente en las casas) para que esas personas reciban su recompensa.

Resumen

            Si en la primera parte entreveíamos los grandes conflictos familiares provocados por las persecuciones, en este final intuimos lo que experimentaron muchas veces los misioneros cristianos: la acogida amable y sencilla de personas que no los conocían. De estos últimos versículos, solo uno tiene paralelo en el evangelio de Marcos. El resto es original de Mateo, que ha querido redactar un final consolador, para dejarnos al final de este duro discurso un buen sabor de boca.

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28 de Junio. Domingo XIII de Tiempo Ordinario. Ciclo A

Domingo, 28 de junio de 2020
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D-XIII

“Quien encuentre su vida, la perderá, y quien pierda su vida por mí, la encontrará.”

(Mt 10, 37-42)

El evangelio de este domingo es un evangelio del “mundo al revés”. Jesús, que está hablándoles a sus discípulos, invierte el orden lógico, le da la vuelta a todo.

Perder resulta que significa ganar y encontrar perder. Lo que viene a decirnos que la lógica del Reino es siempre sorprendente. Nada convencional.

Por eso requiere de opciones que se “salen” de toda lógica humana, como puede ser el anteponer el amor a Jesús a cualquier otro vínculo por estrecho que sea. “Quien quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí.”

Y estas palabras, que de buenas a primeras pueden llegar a sonar un poco “rancias”, tienen un profundo sentido. Jesús no nos está diciendo que no amemos a nuestros padres o a nuestros hijos, no.

La propuesta de Jesús es que aprendamos a amar de manera diferente. Nos invita a amarnos, a amar a las demás personas, como él las ama. Como Dios las ama.

No se trata de renunciar al amor de nuestras familias, todo lo contrario. Se trata de amarlas más profundamente. Se trata de amar con un amor inclusivo. Como el de Dios Trinidad.

Un amor que siente como propias las alegrías y también los sufrimientos de las demás personas. Que se sabe poner en el lugar de la otra y desde ahí comprender. Servir y aliviar.

Es este amor el que hace que Dios cuando nos mira a cada una de nosotras vea la viva imagen de su Hijo querido Jesús.

Y solo ese amor será el que nos capacite para descubrir en las demás personas. En todas las demás personas. La imagen y semejanza de Dios.

Así podemos ofrecer un vaso de agua fresca o recibir a alguien como quien recibe la visita del Buen Jesús.

Oración

Gracias, por enseñarnos a amar como TÚ amas.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Si el amar a Dios se opone a otro amor, uno de los dos es falso.

Domingo, 28 de junio de 2020
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0_hospitalidadeMt 10,37-42

La manera de hablar semita, por contrastes mientras más excluyentes mejor, nos puede jugar una mala pasada si entendemos las frases literalmente. Lo que es bueno para el cuerpo, es bueno también para el espíritu. La lucha maniquea que nos han inculcado no tiene nada que ver con la experiencia de Jesús. El evangelio de hoy propone, en fórmulas concisas, varios temas esenciales para el seguimiento de Jesús. Todos tienen mucho más alcance del que podemos sospechar a primera vista. No podemos tratarlos todos. Vamos a detenernos en el primero y diremos algo sobre otros.

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. Sería interminable recordar la cantidad de tonterías que se han dicho sobre al amor a la familia y el amor a Dios. El amor a Dios no puede entrar nunca en conflicto con el amor a las criaturas, mucho menos con el amor a una madre, a un padre o a un hijo. Jesús nunca pudo decir esas palabras con el significado que tienen para nosotros hoy. Como siempre, el error parte de la idea de un Dios separado, Señor y Dueño, que plantea sus propias exigencias frente a otras instancias que requieren las suyas.

Ese Dios es un ídolo, y todos los ídolos llevan al hombre a la esclavitud, no a la libertad de ser él mismo. Hay que tener mucho cuidado al hablar del amor a Dios o a Cristo. En el evangelio de Juan está muy claro: “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. Creer que puedo amar directamente a Dios es una quimera. Solo puedo amar a Dios, amando a los demás, amándome a mí mismo como Dios manda. Jesús no pudo decir: tienes que amarme a mí más que a tu Hijo. Recordad: porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve ser y me disteis de beber…

El evangelio nos habla siempre del amor al “próximo”. Lo cual quiere decir que el amor en abstracto es otra quimera. No existe más amor que el que llega a un ser concreto. Ahora bien, lo más próximo a cada ser humano son los miembros de su propia familia. La advertencia del evangelio está encaminada a hacernos ver que, desplegar a tope esos impulsos instintivos no garantiza el más mínimo grado de calidad humana. Pero sería un error aún mayor el creer que pueden estar en contra de mi humanidad. Aquí está la clave para descubrir por qué se ha tergiversado el evangelio, haciéndole decir lo que no dice.

El evangelio no quiere decir que el amor a los hijos o a los padres sea malo y que debemos olvidarlo para amar a Jesús o a Dios. Pero nos advierte de que ese amor puede ser un egoísmo camuflado que busca la seguridad material del ego, sin tener en cuenta a los demás. El “amor” familiar se convierte entonces en un obstáculo para un crecimiento verdaderamente humano. Ese “amor” no es verdadero amor, sino egoísmo amplificado. No es bueno para el que ama con ese amor, pero tampoco es bueno para el que es amado de esa manera. El amor surge cuando el instinto es elevado a categoría humana.

Lo instintivo no va contra la persona, más que cuando el hombre utiliza su mente para potenciar su ser biológico a costa de lo humano. El hombre puede poner como objetivo de su existencia el despliegue exclusivo de su animalidad, cercenando así sus posibilidades humanas. Esto es degradarse en su ser especifico humano. Cuando estamos en esa dinámica y, además, queremos meter a los demás en ella, estamos “amando” mal, y ese “amor” se convierte en veneno. Esto es lo que quiere evitar el evangelio. Nada que no sea humano puede ser evangélico. No amar a los hijos o a los padres no sería humano.

Un verdadero amor nunca puede oponerse a otro amor auténtico. Cuando un marido se encuentra atrapado entre el amor a su madre y el amor a su esposa, algo no está funcionando bien. Habrá que analizar bien la situación, porque uno de esos amores (o los dos) está viciado. Si el “amor a Dios” está en contradicción con el amor al padre o a la madre, o no tiene idea de los que es amar a Dios o no tiene idea de lo que es amar al hombre. Sería la hora de ir a psiquiatra. ¡A cuántos hemos metido por el camino de la esquizofrenia, haciéndoles creer que, lo que Dios les pedía era que odiara a sus padres!

El que quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por mí, la encontrará. Hemos dicho muchas veces que en griego hay tres palabras que nosotros traducimos por vida, “Zoe”, “bios” y “psiques”. El texto no dice zoe ni bios, sino psiques. No se trata, pues, de la vida biológica, sino de la vida psicológica, es decir, del hombre capaz de relaciones interpersonales. En ningún caso se trataría de dejarse matar, sino de poner tu humanidad al servicio de los demás. Esto no sería “perder”, sino “ganar” humanidad. Quien pretenda reservar para sí mismo su persona (ego) está malogrando su propia existencia, porque pasará por ella sin desplegar su verdadera humanidad.

El que dé a beber un vaso de agua fresca… El ofrecer “Un vaso de agua fresca” a un desconocido que tiene sed, puede ser la manifestación de una profunda humanidad. El dar, sin esperar nada a cambio, es el fundamento de una relación verdaderamente humana. En nuestra sociedad de consumo nos estamos alejando cada vez más de esta postura. No hay absolutamente nada que no tenga un precio, todo se compra y se vende. Nuestra sociedad está montada de tal manera sobre el “toma y da acá”, que dejaría de funcionar si de repente la sacáramos de esa dinámica y nos decidiésemos a vivir el evangelio.

La misma institución religiosa está montada como un gran negocio económico, en contra de lo que decía uno de estos domingos el evangelio: “Gratis habéis recibido, dad gratis”. Hoy todos estamos de acuerdo con Lutero, en su protesta contra toda compraventa de bienes espirituales (bulas, indulgencias, etc.). Pero seguimos cobrando un precio por decir una misa de difuntos. Es verdad que debemos insistir en la colaboración de todos para la buena marcha de la comunidad, pero no podemos convertir las celebraciones litúrgicas en instrumentos de recaudación de impuestos.

El objetivo primero de todo ser vivo es mantenerse en el ser. Tres mil ochocientos millones de años de evolución han sido posibles gracias a esta norma absoluta. Pero la misma evolución ha permitido al ser humano ir más allá de los instintos biológicos y alcanzar conscientemente una meta más alta que no está en contradicción con la biología. Todo lo que le acerca a ese objetivo último le puede causar más satisfacción y felicidad que satisfacer sus instintos. La raíz última de todo acto bueno está en la misma biología, no es contrario a ella. Nada más falso que una lucha entre lo biológico y lo espiritual.

Resumiendo mucho. La trampa en la que caemos y que quiere evitarnos el evangelio, es quedarnos en el placer inmediato que nos proporciona satisfacer las necesidades de nuestra biología y perder de vista el bien total del ser humano más allá de lo biológico y lo instintivo. Ahí está la causa de tanto desajuste en la conducta humana. Debemos tomar conciencia de que lo que es malo para nuestro verdadero ser, no puede ser bueno bajo ningún aspecto del ser humano. Todo egoísmo personal o amplificado, que solo busca el bien material del individuo o la familia, nos lleva a la deshumanización.

Meditación

El amor puramente teórico no tiene consistencia.
Un vaso de agua puede ser la manifestación más auténtica de amor.
No tiene importancia ninguna lo que hagas.
Lo que vale de veras es la actitud de entrega en lo que hagas.
El amor es anterior a cualquier manifestación del mismo.
Pero si no se manifiesta no es amor.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Recordatorio

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