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Ganar la vida.

Domingo, 28 de junio de 2020
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cereal-1866559__480-e1548829502619A veces cuando se pierde, se gana (Película Más allá de los sueños)

28 junio DOMINGO XIII DEL TO

Mt. 10, 37-42

Quien se aferre a la vida la perderá, quien la pierda por mí la ganará (v 39)

“Pues Él da a todos la vida, el aliento y todas las cosas” (Hch. 17, 25, Pablo en el Areópago)

“Los que obraron bien resucitarán para la vivir” (Jn. 5, 29)

“Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida” (Ap. 2, 10)

La vida, ni se gana ni se pierde, simplemente se tiene, y esta vida, que tenemos y nos mantiene vivos, es el mayor tesoro, y cuando la perdemos, nos quedamos a la sombra.

“Y un día te das cuenta de que vivías dormido, pasabas a ciegas y sentías a medias. Si un accidente ha parado en seco tu vida, sigue soñando, pasea observando y ama apostando. Si un accidente ha parado por un momento tu vida, sabes de lo que estamos hablando”. (La vida es un regalo, María de Villota, piloto de Fórmula I y campeona).

Yo trato de potenciar mi vida sembrando semillas de nacer y crecer en cada surco que mi arado abre.

Mas lo que profundamente deseo es que, sembrada en abril, nazca en mayo y pueda recogerse en agosto, dando el ciento por uno, como contó Jesús en la Parábola del sembrador:

“Un agricultor salió a sembrar y a medida que esparcía las semillas por el campo, algunas cayeron sobre el camino, donde las pisotearon y los pájaros se las comieron. Otras cayeron entre las rocas, comenzaron a crecer, pero la planta pronto se marchitó y murió por falta de humedad; otras semillas cayeron entre espinos, los cuales crecieron junto con ellas y ahogaron los brotes.  Pero otras semillas cayeron en tierra fértil, crecieron, ¡y produjeron una cosecha que fue cien veces más numerosa de lo que se había sembrado!”

A veces, cuando se pierde, se gana, se dice en la película Más allá de los sueños, dirigida por el norteamericano Vincent Ward.

Cuando sueñas vida y siembras pensamientos mientras sueñas, el grano de esas semillas jamás se pudre y acaba llenando unos graneros que luego, quien los sembró lleva al molino, amasan la harina las dueñas de la casa, meten las hogazas en el horno, y las reparten luego entre los pobres de la vida para que se alimenten.

Y Jesús, que lo vio desde Palestina, se sonrió y les dio las gracias a todos: al sembrador, al molino, al molinero y a las mujeres de la casa que lo metieron en el horno, al horno por cocerlo, y a los pobres que con él se alimentaron.

Con lo que cumplidamente se cumplió la profecía del Apocalipsis: “Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida”, pudiendo certificar que Nietszche se había equivocado cuando dijo que Dios había muerto.

Las describió Jorge Manrique…

COPLAS POR LA MUERTE DE SU PADRE

Este mundo bueno fue
si bien usáramos de él
como debemos,

 porque, según nuestra fe,
es para ganar aquél
que atendemos.

Aun aquel hijo de dios,
para subirnos al cielo
descendió

a nacer acá entre nos,
y a vivir en este suelo
do murió

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Memoria de Pedro.

Domingo, 28 de junio de 2020
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PetersinaiLa noticia del martirio de Pedro nos había dejado consternados. No hacía mucho que Silvano nos había hecho llegar una copia de la carta que Pedro, desde Roma, había dirigido a los cristianos de la provincia de Asia. Les daba ánimos en los momentos de persecución que les estaba tocando vivir: “Amigos míos, no os extrañéis del fuego que ha prendido ahí para poneros a prueba, como si os ocurriera algo extraño. Al contrario, estad alegres en proporción a los sufrimientos que compartís con el Mesías; así también cuando se revele su gloria, desbordaréis de alegría” (1Pe 4, 12).

Releer de nuevo aquellas palabras, sabiendo que quien las había escrito había seguido a nuestro Maestro hasta dar la vida, nos dejaba sobrecogidos y silenciosos. Pedimos a Marcos que nos contara cosas de Pedro: él lo conocía bien porque lo había acompañado en su viaje a Roma y había recibido sus confidencias; éramos conscientes de que muchas de las cosas que él nos contaba acerca de Jesús, las había aprendido de labios del propio Pedro. “Nos recordaba con frecuencia las palabras de Jesús. “El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que quiera conservar la vida, la perderá, y el que la pierda por mí, la conservará”. Pedro repetía, una y otra vez, cuánto le había costado entender aquellas palabras que invitaban a sus seguidores a entrar un extraño y peligroso juego: romper con cualquier búsqueda codiciosa y obsesiva de ganar, poseer, conservar y, en lugar de ello, arriesgarnos en un camino inverso de pérdida, derroche y entrega. “Teníamos que estar dispuestos, decía Pedro, a romper con nuestras ideas y a poner en cuestión casi todo lo que nos daba seguridad. Jesús no parecía ignorar el deseo más hondo que se escondía en nuestro corazón: el de vivir, retener y poner a salvo el tesoro de la propia vida. Pero parecía ser también consciente de lo equivocados que pueden ser los caminos de conseguirlo y por eso se atrevía a proponernos el suyo. Era como si nos dijera: “Al que se venga conmigo, voy a llevarle a la ganancia por el extraño camino de la pérdida: ese es el camino mío y no conozco otro. La única condición que pongo al que quiera seguirme, es que esté dispuesto a fiarse de mí y de mi propia manera de salvar su vida, que sea capaz de confiármela, como yo la confío a Aquél de quien la recibo. La suya será siempre una vida sin garantía y sin pruebas, en el asombro siempre renovado de la confianza: por eso no puedo dar más motivos que el de “por mi causa”.

No fuimos capaces de entenderlo hasta después de su muerte y sólo a partir de la resurrección comenzamos a comprender algo de aquel juego de perder/ganar. Cuando llegó la hora, todos huimos y él recorrió el camino solo, abandonado de todos. No fui capaz de estar a su lado y sólo supe llorar amargamente después de haberle traicionado. A través de los rumores que iban y venían por la ciudad supe cómo fue perdiéndolo todo, cómo consintió en silencio a que le arrebataran todo, hasta quedarse como el hombre más despojado y empobrecido de la tierra. Al llegar al montecillo fuera de la muralla ya sólo le quedaba el manto y se lo arrancaron antes de crucificarle. Los que fueron testigos de su muerte nos dijeron que hasta la presencia de Dios en aquel momento parecía una ausencia. Y, sin embargo, Jesús, el más desolado de los desolados y oprimidos de la tierra, respondió a aquel silencio doloroso con una irrompible fidelidad desde el seno mismo del infierno. Murió abandonado pero no desesperado y, arriesgando en su juego hasta el final, se atrevió a poner su vida confiadamente en manos de su Padre.

Lo había perdido todo. Todo, menos su incomprensible amor y el inconmovible arraigo de su confianza en el Padre. Y esa fue su ganancia”.

Cuando Marcos terminó de evocar los recuerdos de Pedro, leyó este otro fragmento de su carta: “Hermanos: si hacéis el bien y además aguantáis el sufrimiento, eso dice mucho ante Dios. De hecho, a eso os llamaron, porque también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos un modelo para que sigáis sus huellas. Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas” (1Pe 2,20-25).

 

Dolores Aleixandre

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La radicalidad evangélica no es para todos.

Domingo, 28 de junio de 2020
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14437838828006Hay páginas del evangelio que nos desconciertan profundamente y preferiríamos que no estuvieran ahí. Nos parece que las tenemos que “justificar” como si fueran una exageración, una salida de tiesto que hay que arreglar.

En continuidad con el evangelio del domingo pasado Jesús apunta a una radicalidad que no es para “todos”. Jesús, o la interpretación de sus palabras hecha por las primeras comunidades cristianas, desmontan la familia patriarcal que es el origen de las diferentes escalas de jerarquía en todos los ámbitos de la sociedad.

Partiendo de que para Jesús Dios no es un Dios todopoderoso, como un Rey que ejerce su autoridad y subyuga a sus súbditos, sino un Padre, una Madre que ama profundamente y que busca la igualdad de todos y todas, este Reino que anuncia provoca disputas, enfrentamientos y violencia. ¿Por qué, si la base es el amor, el respeto, el bien común? Porque esa “igualdad” es lo que el sistema no está dispuesto a admitir.

Por eso suenan a tremenda exigencia sus palabras: “El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí”. (Mt 10, 37) ¿A qué amor se está refiriendo? ¿Podemos medir el amor? Yo creo que se refiere a la pasión por vivir y crear reino. Y eso pasa por encima del amor a los más cercanos que es muy lícito pero no lo es todo. Por eso el proyecto de Jesús no es para todos, sino para los que preguntan como el joven rico: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida definitiva?” (Mc 10, 17). Hay que asegurarse de querer oír la respuesta porque Jesús es muy radical, no combina, llega hasta las últimas consecuencias y quienes se precian de seguirle no pueden aspirar a menos.

¿Es el proyecto de Jesús el proyecto de mi vida? ¿En qué se concreta?

“El que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí”. Mt 10:38. El seguir a Jesús tiene unas consecuencias que tienen que ver más con opciones que con las circunstancias de la vida. Hemos banalizado tanto la palabra “cruz” que ha perdido su significado real. Una cruz no es la enfermedad, la pérdida de trabajo, la dificultad de educar a los hijos… Todo eso es parte de la vida de toda persona tanto si es creyente como si no. Es peligroso tener una imagen de Dios “intervencionista” que nos “manda esto o lo otro”

No, la cruz es otra cosa. Es la consecuencia de las opciones que tomo por vivir el reino de una forma más radical. Las dificultades que experimento porque mi familia y los más cercanos no me entienden y creen que ya no les amo. La pérdida forzada o voluntaria de mi trabajo porque mi conciencia no me permite seguir haciendo cosas que no apruebo. Y tantas otras opciones personales y comunitarias que vamos tomando a la luz del evangelio.

Por eso decía al principio que esa radicalidad de Jesús no es para todos… Lo que pasa es que nos ha venido muy bien decir que era para los “curas y las monjas” y criticar desde nuestro sillón la falta de coherencia: Si los que nos van por delante son así, ¿qué se puede esperar del resto? Ese cristianismo que se nos ha asignado junto con el carnet de identidad está a punto de caducar. Ya es hora de hacer una opción personal con todas las consecuencias.

Hace unas semanas se nos llenaba la boca al hablar de un joven español que perdió la vida en los atentados de Londres para salvar la de otros. Ayer celebraban en Portugal el funeral de un bombero que perdió su vida por intentar salvar en vano la vida de una familia…

Resulta curioso que en nuestro país donde la fe tiene muy poco “prestigio” y mucha gente no quiere que se le identifique como cristiano, somos según las estadísticas, de los países más dados al voluntariado, a socorrer a nuestros semejantes ante cualquier tipo de desgracia y pioneros en donación de órganos para salvar la vida de otros. No por religión sino por humanidad.

Ese rechazo visceral de la religión, incluso de las generaciones más jóvenes que no han tenido ningún contacto con la iglesia, nos habla de un acomodo del evangelio a nuestros intereses personales que hace rechazar el cristianismo incluso a quienes no lo conocen.

Para Jesús “poner al seguro la vida” es perderla, mientras que “perderla por su causa es ponerla al seguro” (Cf.10:39)

Poner en riesgo la vida para salvar otras, entregarse sin medir las fuerzas, buscar la paz hasta perder la vida violentamente… Jesús no exige nada a sus seguidores. Va por delante, marcando el camino.

Dejemos ya de lamentarnos, de juzgar a los jóvenes por su indiferencia ante nuestro cristianismo aburguesado y diluido. Ojalá pudieran decir de nosotros: “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado” (Cf.10:40)

Carmen Notario

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

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Paradoja

Domingo, 28 de junio de 2020
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Paradoja.1Domingo XIII del Tiempo Ordinario

28 junio 2020

Mt 10, 37-42

 La paradoja constituye, sin duda, una “seña de identidad” de lo profundo. Todo lo profundo -y, por tanto, lo humano- es paradójico. Lo cual se traduce en el reconocimiento de que las cosas no son lo que parecen.

               ¿A qué se debe la paradoja? Al hecho de que lo real tiene “dos niveles”. En el caso humano, esos dos niveles son la “personalidad” y la “identidad”. Tampoco nosotros somos lo que parecemos ser.

         La mente lee la paradoja como una contradicción, pero en realidad es una contradicción solo aparente. Los “dos niveles” no se excluyen, sino que se complementan, hasta el punto de hacer posible este mundo fenoménico que percibimos.

         “Vacuidad es forma y forma es vacuidad”, se afirma en el budista Sutra del corazón. Todas las formas se hallan sostenidas en la vacuidad –son vacuidad, en su realidad última– y la vacuidad se hace presente en todas ellas.

       La ignorancia consiste en ver solo la forma, sin percibir la vacuidad que es en su núcleo más profundo, o en imaginar una vacuidad ilusoria separada de las formas. Es lo que hace nuestra mente, al ser incapaz de manejarse en la paradoja. Por el contrario, la comprensión descubre ese “doble nivel”, estrecha e indisolublemente abrazado en la no-dualidad. Vacuidad y forma, forma y vacuidad, todo es no-dos.

       Jesús de Nazaret expresa nuestra paradoja en aquella expresión tan conocida como frecuentemente malinterpretada: “El que encuentre su vida, la perderá; el que la pierda por mí, la encontrará”.

         “Encontrar la vida” significa aquí reducirse a aquello que la mente percibe, es decir, identificarse con la forma (el yo). Quien se identifica con su yo, pensando que esa es su identidad, se ha “perdido” en la ignorancia y en la confusión. Ha perdido lo más valioso: la vida.

       Por el contrario, “perder la vida” significa tomar distancia del yo, verlo en lo que es –solo una “forma” transitoria– y reconocerse en la vida que somos. El “mí” del texto es una forma de expresar lo que realmente somos. De ahí que la expresión “perder su vida por mí” no significa alienarse a otro, sino reconocerse en esa identidad profunda –el evangelio de Juan la nombra como “Yo soy”– que nos constituye. Por decirlo de modo más sencillo: no se trata de seguir a Jesús ­–a partir de una creencia que fácilmente fomenta una vivencia heterónoma e incluso infantilizante–, sino de “seguir” a –vivir en conexión con– aquello que somos todos –Jesús incluido–, superada la trampa de la identificación con el yo.

 ¿Pierdo o encuentro la vida?

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La vida y el amor se tienen cuando se dan

Domingo, 28 de junio de 2020
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teresa_de_calcuta_2Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí.

El amado es la vida de quien lo ama. Pensémoslo dos veces: el amado es la vida de quien lo ama.

         No es que Jesús nos invite a menospreciar a nuestros padres o a dejar de lado los seres o realidades humanas. Más bien JesuCristo nos llama seguirle a él, a amarle a Él. Él es la vida de quienes le amamos.

         Quienes se aman, se donan, se regalan recíprocamente lo que tienen y lo que son.

Nos puede parecer un asunto muy lejano, pero tiene mucho que ver con el tema de hoy: el cielo, en cuanto realización perfecta de la vida del hombre, no es un hotel de cinco estrellas en un país, en una tierra paradisíaca, el cielo es la plenitud del amor y de la comunión con los demás. El cielo no es un lugar, el cielo es amor, porque Dios es amor, (1Jn 4,8).

  1. El que no coge la cruz, no es digno de mí.

         No es que Jesús fuese un sádico, ni el cristianismo ame y cultive el sufrimiento. (Y algo de esto sí que ha habido y se da en algunas líneas de espiritualidad: cuando se invitaba a utilizar aquellos instrumentos de tortura como el cilicio, la disciplina, las penitencias y ayunos brutales). ¿Por qué será que las religiones tienden a la prohibición de alimentos y condenar muchas, demasiadas cosas? (Son modos neuróticos de entender el cristianismo).

Jesús más bien fue un hombre que comía y bebía y muchos se lo achacaban. Jesús pasó la vida haciendo el bien, comiendo con todo el mundo, sanando enfermedades. Jesús no fue un asceta Y el cristianismo no es mera prohibición, negación y castigo.

         Todos tenemos nuestra o nuestras cruces, pero cuando llevamos nuestra cruz, no estamos solos. Jesús es nuestro Cireneo, él nos ayuda a cargar con nuestra cruz y el será elevado en la cruz con nuestras culpas.

         En esta situación de enfermedad universal que estamos viviendo ¿no nos haría bien a las personas sugerir que el amor también sana, que tenemos un Cireneo que nos ayuda en la vida?

  1. ¿evitar el sufrimiento, la cruz?

El que busca su vida, la perderá…

         Por tendencia innata tendemos a buscarnos a nosotros mismos, a pensar en nosotros, en nuestro bienestar, nuestro dinero, nuestro placer, etc. Pero la vida, el amor se tienen cuando se dan.

La persona es un ser en relación. Uno no es un individuo solo, aislado, sino que nos realizamos como personas cuando “estamos-con-los-demás-en-el-mundo”. El amor es relacional, la justicia es comunitaria-social, la familia es grupal, la amistad, la sexualidad es “personalmente comunitaria”, los pueblos, las iglesias, las congregaciones somos en comunidad. No somos seres aislados.

El individuo es aislado, se busca a sí mismo. La persona es relación.

Somos personas en tanto en cuanto empleamos y gastamos nuestra vida con y para los demás. Nos realizamos como personas en cuanto tenemos buenas relaciones, cuando vivimos en el amor que es siempre mutuo.

En cierto sentido podríamos decir que el ser humano es más persona que individuo.

  1. Entregar la vida a lo que merece la pena: el Reino de Dios.

         Al final uno es persona sensata y valiosa cuando entrega su vida a lo que de verdad vale la pena, y a ello los cristianos le llamamos Reino de Dios. Y si no se es muy creyente: se trata de vivir poniendo nuestras energías al servicio de la justicia, de la paz y del amor, que eso es el Reino de Dios: Reino de justicia de amor y de paz.

         Tal vez podremos hacer poco, tendremos pocas posibilidades, pero no las desperdiciemos. Si solamente podemos dar un vaso de agua, no dejemos de hacerlo: una limosna, cuidar a un enfermo, trabajar por los refugiados, ayudar en la medida en que nos posible. Todo eso, y más, es dar vida, eso es amar a fondo perdido el Reino de Dios.

El ser humano sólo alcanza su realización como persona si no se queda en sí mismo, sino que sale de sí y ama, entra en comunicación con otros y no emplea su libertad sólo para su propio beneficio, sino al servicio de los demás.

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Un dios murió …

Sábado, 11 de abril de 2020
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Un dios ha venido esta mañana para
Cumplir sus deberes hacia los de abajo.
Se excusó, lloró,
miró una vez a los humanos.
Los miró, los comprendió
Todos ellos, transformados, diferentes.

(…)

Esta mañana un dios ha muerto:
Y nadie en el mundo se sorprende.

Un dios ha venido esta mañana para
Cumplir sus deberes hacia los de abajo.
Se excusó, lloró,
miró una vez a los humanos.
Los miró, los comprendió
Todos ellos, transformados, diferentes.

Un dios puso pie en tierra
Para mirar alrededor de él.
La sangre del universo se pierde,
Un dios hace frente al estado de hombre.
Ya ha comprendido:
el esqueleto del mundo muerto se corroe
Condenado a romperse,
En el interior, en sí mismo
Debido al peso de todo este tiempo perdido
Hasta ahora,
Por aportar nada más que palabras.
Un dios se ha negado,
Como un hombre encerrado en un mundo moribundo.

***

Fuente traducción : almanito

***

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

Viernes 10 de Abril de 2020. “Viernes Santo”.

Viernes, 10 de abril de 2020
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De Koinonia:

Camino del Calvario

Isaías 52,13-53,12

Él fue traspasado por nuestras rebeliones

Mirad, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,
así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable
y contemplar algo inaudito.
¿Quien creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca;
como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación;
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte,
y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores,
él tomo el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.

Salmo responsorial: 30

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí. /
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cachorro inútil. R.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: “Tú eres mi Dios.”
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón, /
los que esperáis en el Señor. R.

Hebreos 4,14-16;5,7-9

Aprendió a obedecer
y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación

Hermanos:

Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Juan 18,1-19,42

Pasión de N.S.Jesucristo según san Juan

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús sabiendo todo lo que venia sobre él, se adelanto y les dijo:

+. “¿A quién buscáis?”

C. Le contestaron:

S. “A Jesús, el Nazareno.”

C. Les dijo Jesús:

+. “Yo soy.”

C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: “Yo soy”, retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:

+. “¿A quién buscáis?”

C. Ellos dijeron:

S. “A Jesús, el Nazareno.”

C. Jesús contestó:

+. “Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.”

C. Y así se cumplió lo que había dicho: “No he perdido a ninguno de los que me diste.” Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

+. “Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?”

* Llevaron a Jesús primero a Anás

C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: “Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.” Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

S. “¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?”

C. Él dijo:

S. “No lo soy.”

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentÁndose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contesto:

+. “Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.”

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:

S. “¿Así contestas al sumo sacerdote?”

C. Jesús respondió:

+. “Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?”

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy

C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:

S. “¿No eres tú también de sus discípulos?”

C. Él lo negó, diciendo:

S. “No lo soy.”

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:

S. “¿No te he visto yo con él en el huerto?”

C. Pedro volvió a negar, y enseguida canto un gallo.

Mi reino no es de este mundo

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en le pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:

S. “¿Qué acusación presentáis contra este hombre?”

C. Le contestaron:

S. “Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.”

C. Pilato les dijo:

S. “Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.”

C. Los judíos le dijeron:

S. “No estamos autorizados para dar muerte a nadie.”

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S. “¿Eres tú el rey de los judíos?”

C. Jesús le contestó:

+. “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”

C. Pilato replicó:

S. “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mi; ¿que has hecho?”

C. Jesús le contestó:

+. “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.”

C. Pilato le dijo:

S. “Conque, ¿tú eres rey?”

C. Jesús le contestó:

+. “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

C. Pilato le dijo:

S. “Y, ¿qué es la verdad?”

C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:

S. “Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?”

C. Volvieron a gritar:

S. “A ése no, a Barrabás.”

C. El tal Barrabás era un bandido.

* ¡Salve, rey de los judíos!

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los saldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:

S. “¡Salve, rey de los judíos!”

C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S. “Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.”

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S. “Aquí lo tenéis.”

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:

S. “¡Crucifícalo, crucifícalo!”

C. Pilato les dijo:

S. “Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.”

C. Los judíos le contestaron:

S. “Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.”

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

S. “¿De donde eres tú?”

C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:

S. “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?”

C. Jesús le contestó:

+. “No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.”

¡Fuera, fuera; crucifícalo!

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S. “Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.”

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “el Enlosado” (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:

S. “Aquí tenéis a vuestro rey.”

C. Ellos gritaron:

S. “¡Fuera, fuera; crucifícalo!”

C. Pilato les dijo:

S. “¿A vuestro rey voy a crucificar?”

C. Contestaron los sumos sacerdotes:

S. “No tenemos más rey que al César.”

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

Lo crucificaron, y con él a otros dos

C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “de la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: “Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.” Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S. “No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos.””

C. Pilato les contestó:

S. “Lo escrito, escrito está.”

Se repartieron mis ropas

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Y se dijeron:

S. “No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.”

C. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados.

Ahí tienes a tu hijo. – Ahí tienes a tu madre

C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

+. “Mujer, ahí tienes a tu hijo.”

C. Luego, dijo al discípulo:

+. “Ahí tienes a tu madre.”

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Está cumplido

C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

+. “Tengo sed.”

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

+. “Está cumplido.”

C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

*Todos se arrodillan, y se hace una pausa

Y al punto salió sangre y agua

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso”; y en otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron.”

Vendaron todo el cuerpo de Jesús, con los aromas

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

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*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

(24 de marzo de 1978)

Queridos hermanos:

Después de escuchar la palabra de Dios en esta tarde del Viernes Santo, narrándonos la tragedia del Calvario, mejor sería guardar silencio y con el corazón agradecido adorar al Divino Redentor. Pero es necesario, es obligación del celebrante, aplicar esta palabra eterna a los que estamos viviendo esta ceremonia. Y es que la liturgia no es simplemente un recuerdo, la liturgia es actualización; aquí en la Catedral esta tarde de marzo de 1978, Cristo nos está ofreciendo la fuente inagotable de su redención a los que hemos venido con fe, con esperanza, a contemplar este misterio de la redención.

Es como si en este momento lo que se acaba de leer estuviera pasando aquí ante nuestros ojos y fuéramos nosotros los que nos estamos salpicando con esa sangre que se derrama en el Calvario. Las tres preciosas lecturas nos dan la medida sin medida de este gesto de amor que se llama la redención.

La primera lectura nos presenta el abatimiento de Cristo hasta la profundidad de una humillación que no tiene nombre. La segunda lectura, carta a los Hebreos exalta ese personaje humillado en la cruz hasta las alturas del cielo hecho pontífice supremo de nuestra salvación. Y el precioso relato de la pasión que los jóvenes seminaristas acaban de hacer, nos dice cómo sucedió todo esto: la humillación y la exaltación. Leer más…

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Viernes Santo: Solo el amor da sentido al sufrimiento

Viernes, 10 de abril de 2020
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Una Semana Santa despojada de sus vestiduras

“Cuando los religiosos, para encubrir sus ansias de poder y sus intereses bastardos, crean una divinidad a su medida, cometen las mayores atrocidades”

Relato de la pasión y muerte de Jesús según san Juan

El evangelista no quiere hacer una crónica de lo ocurrido sino interpretar desde la fe el sentido de lo ocurrido

        “Jesús con sus discípulos pasó al otro lado del torrente Cedrón donde había un huerto donde entraron él con sus discípulos. Judas llegó con lo guardias´ enviados por los sumos sacerdotes y fariseos con linternas, antorchas y armas. Jesús que sabía todo lo que iba a suceder, se adelanta y les pregunta: ¿a quién buscáis?.Le contestaron: a Jesus Nazareno. Les dijo Yo soy. Al decir ´Yo soy´ los soldados retrocedieron y cayeron por tierra. Les preguntó de nuevo: ¿A quién buscáis?´ Ellos insistieron: ´A Jesús Nazareno`. Respondió Jesús: ´Os he dicho que Yo soy`.

El evangelista hace notar que Jesús es “El yo soy”, que, según la Biblia, es el nombre realidad de Dios mismo, ante quien los seres humanos -en este caso los soldados- deben caer por tierra.

         “Entonces los guardias prendieron a Jesús y lo ataron llevándole ante Anás suegro de Caifás Sumo Sacerdote. Este interrogó a Jesús sobre sus y su doctrina. Jesús respondió: he hablado abiertamente ante todo el mundo; pregunta a los que me han oído. Ante esa contestación uno de los guardias dio una bofetada a Jesús diciendo: ¿así contestas al Sumo Sacerdote?. Jesús respondió.” si he hablado mal prueba en qué, pero si he hablado bien ¿por què me golpeas?”

Jesús es condenado a muerte por los altos representantes de la religión;  denuncia la injusticia que están cometiendo pero no reacciona violentamente, se entrega con libertad y entereza.

         “Cuando Jesús fue llevado ante el Sumo Sacerdote, la portera preguntó Pedro: ¿no eres también de los discípulos de este hombre? Pedro contestó: “no lo soy”. Después que el gobernador romano Poncio Pilato autorizó la condena a muerte, Jesús fue crucificado “Junto a la cruz solo quedaron María, la madre de Jesús, María mujer de Cleofás María Magdalena y el discípulo ideal”. Los   discípulos que le habían acompañado por las aldeas de Galilea y celebraron con Jesús la última cena, huyeron. El Mesías muere abandonado de todos 

Jesús muere para edificar la Iglesia, la fraternidad:.

El Crucificado dijo :”todo está cumplido, e inclinando la cabeza su Espíritu”. Según la tradición patrística, Jesús entregó su Espíritu a María, a las mujeres y al discípulo ideal que estaban junto a la cruz representando a toda la comunidad cristiana. El evangelista termina su narración: “Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salieron sangre y agua”: La tradición ha visto ahí el origen de la eucaristía y del bautismo los dos sacramentos centrales en la edificación de la Iglesia.

El rechazo de los mismos religiosos económicamente bien situados contra el evangelio de Jesús –“antes es el hombre que el sábado”- salta muy pronto según vemos en el relato de Marcos. Cuando los religiosos, para encubrir sus ansias de poder y sus intereses bastardos, crean una divinidad a su medida, cometen las mayores atrocidades. Jesús en cambio hablaba de un Dios que es amor, se compadece al ver la situación inhumana que sufren los excluidos y pide una conversión la solidaridad fraterna sin discriminaciones. Un Evangelio que desmonta la divinidad y la religión encubridoras de la codicia y de la injusticia. La reacción normal de los religiosos instalados en su individualismo encubierto por una divinidad inventada por ellos, fue condenar a Jesús por blasfemo. La condena necesitaba el aval político el imperio romano que dio el gobernador Poncio Pilato.

 Jesús no buscó la muerte. Lamentó la injusticia cometida por quienes le condenaban, tuvo miedo, sufrió el abandono de todos, la tentación y la soledad angustiosa; pidió a Dios que le liberase de aquella muerte injusta. Sin embargo en su intimidad experimentaba la la presencia benevolente del “Abba”; se sentía enviado y su alimento era hacer la voluntad del que le enviaba. Respiraba el amor apasionado por construir la fraternidad; tal había sido el empeño de su vida que ahora sería sellada con su muerte. Jesús murió con terrible dolor pero con profundo gozo que da la confianza inspirada en el amor.

Ahora ya podemos preguntarnos: ¿dónde estaba Dios “Abba” mientras agonizaba Jesús? No estaba en las alturas contemplando el crimen, ni sentado en su trono recibiendo satisfacción de su honor ofendido. Estaba dentro del Crucificado dándole confianza y fuerza para entregar su vida libremente y por amor a los demás. Quiere decir que la muerte de Jesús no fue un sacrificio ofrecido para aplacar a una divinidad airada por su honor ofendido. Fue la manifestación del Dios-amor encarnado en la humanidad que transformada por ese amor, fue capaz de entregar libremente   la propia vida en favor de los demás.

En esa experiencia de amor Jesús dio sentido y destruyó el duro aguijón del sufrimiento. En este viernes santo no podemos ir al templo para adorar la cruz. La vida de nuestra sociedad castigada por un virus nefasto se ha convertido en un viacrucis; muchos caen bajo el peso de la cruz aunque también son muchos los cireneos. Mirando al Crucificado es blasfemo decir que el sufrimiento es bueno y querido por Dios.

El sufrimiento no abre camino de futuro. El sufrimiento solo encuentra sentido si se asume desde el amor gratuito que inspira una entrega libre a favor del otro.

Cuando amamos de verdad sin esperar nada a cambio, aflora  en nosotros esa Presencia de amor que nos constituye y está fundamentando también a los demás.

Fuente Religión Digital

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Debemos superar el mito de que Jesús murió por nosotros.

Viernes, 10 de abril de 2020
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Georges-Rouault-CrucifixionJn 18,1-19,42

La celebración ayer de la última cena, la celebración hoy de la muerte y la celebración mañana de la resurrección, son tres aspectos de una misma realidad: La plenitud de un ser humano que llegó a identificarse con Dios que es Amor. Este es el punto de partida para que cualquier ser humano pueda desarrollar su verdadera humanidad. Pero el amor es la meta a la que llegó Jesús y a la que tenemos que llegar nosotros. Ese amor es lo más dinámico que podemos imaginar, porque es el motor de toda acción humana.

El recuerdo puramente litúrgico de la muerte de Jesús, sin un compromiso de mantener en nuestra vida las mismas actitudes que le llevaron a la muerte, es un folclore vacío de contenido. Otro peligro, que nos acecha en esta celebración, es caer en la sensiblería. Tal vez no podamos sustraernos a los sentimientos ante la descripción de una muerte tan brutal. El peligro estaría en quedarnos ahí y no tratar de vivir lo que estamos celebrando. Nos importan los datos históricos, pero solo como medio de descubrir la cristología que en ellos se encierra: Jesús es para nosotros el modelo de lo humano y de lo divino.

No podemos presentar la muerte de Jesús como el colmo del sufri­miento. La vida de Jesús se desarrolló con relativa normalidad y con una cierta comodidad. Los sufrimientos duraron solo unas horas. Millones de personas, antes y después de Jesús, han sufrido mucho más en cantidad y en intensidad. No podemos seguir hablando de sus sufrimientos como si fueran los únicos. Fue una muerte cruel, sin duda, pero no podemos presen­tarla como el paradigma del dolor humano. El valor de la muerte de Jesús no está en el dolor, sino en la motivación de esa muerte, en la actitud de Jesús y de los que lo mataron.

Tenemos que superar la idea de que “murió por nuestros pecados”. El autor de la carta a los hebreos, (que seguramente no es de Pablo) lo que intenta es hacer ver a los judíos, que ya no tenía sentido el repetir los sacrificios que habían sido la base de su culto, porque ya estaba cumplida en Jesús toda la labor de mediación. Esta idea es posible, solo desde la perspectiva del Dios del AT que exige el pago por nuestros pecados. Este Dios no tiene nada que ver con el Dios de Jesús, que nos ama a todos siempre e infinita­mente y que, si pudiera tener alguna preferencia, sería para con los débiles o los pecadores.

¿Por qué le mataron? ¿Por qué murió? Si no hacemos esta distinción, entraremos en un callejón sin salida. Le mataron porque el Dios que él predicó no coincidía con la idea que los judíos tenían de su Dios. El Dios de Jesús no es el soberano que quiere ser servido, sino Amor absoluto que se pone al servicio del hombre. Esta idea de Dios es demoledora para todos aquellos que pretenden utilizarlo como instrumento de dominio. Ningún poder establecido puede aceptar ese Dios, porque no es manipulable ni se puede utilizar en provecho propio. Esta idea de Dios es la que no pudieron aceptar los jefes religiosos judíos. Este Dios nunca será aceptado por los jefes religiosos de ninguna época.

Jesús murió por ser fiel a sí mismo y a Dios. No se puede separar las respuestas a las dos preguntas. Jesús, como todo ser humano, tenía que morir, pero resulta que no murió, sino que le mataron. Esto último, tampoco hace de su muerte un hecho singular. La singularidad de esa muerte hay que buscarla en otra parte. La muerte de Jesús no fue un accidente, sino consecuencia de su manera de ser y de actuar. Creo que en la aceptación de las consecuen­cias de su actuación está la clave de toda la vida de Jesús.

El hecho de que no dejara de decir lo que tenía que decir, ni de hacer lo que tenía que hacer, aunque sabía que eso le costaría la vida, es la clave para compren­der que la muerte no fue un accidente, sino un hecho fundamental en su vida. El hecho de que le mataran, podía no tener mayor importancia, pero el hecho de que le importara más la defensa de sus convicciones que la vida, nos da la verdadera profundi­dad de su opción vital. Jesús fue mártir (testigo) en el sentido estricto de la palabra.

Las palabras y los gestos de Jesús en la última cena, sobre el servicio total a los demás, pueden significar la más elevada toma de conciencia de Jesús sobre el sentido de su vida. Tal vez en ese momento, cuando ya era inevitable su muerte, descubrió el verdadero sentido de una vida humana. Cuando un ser humano es capaz de consumirse por los demás, está alcanzando su plena consumación. En ese instante manifiesta un amor semejante al amor de Dios y puede decir: “Yo y el Padre somos uno”. Dios está allí donde hay verdadero amor, aunque sea con sufrimiento y muerte. Si seguimos pensando en un dios de “gloria”, será muy difícil comprender el sentido de la muerte de Jesús.

¿Qué tuvo que ver Dios en la muerte de Jesús? El gran interrogante que se plantea sobre esa muerte recae sobre Dios. No podemos pensar que planeó su muerte, ni que la exigió como pago de un recate por los pecados, ni que la permitió o la esperó. La paradoja está en que podemos decir que Dios no tuvo nada que ver en la muerte de Jesús, y podemos decir que fue precisamente Dios la causa de su muerte. Si pensamos en un Dios que actúa desde fuera, nada de lo que digamos en relación con esa muerte tiene sentido. Si pensamos que Dios era el motor de toda la vida de Jesús, de sus actitudes y de sus decisiones, entonces Él fue la causa de que Jesús fuera a la muerte.

Según todas las apariencias, Dios abandonó a Jesús a su suerte cuando le pedía a gritos que le ayudara. ¿Cómo podemos armonizar su silencio con la cercanía en el momento de morir? Aquí está la clave de comprensión del misterio Pascual. Dios no abandonó por un momento a Jesús para después revindicarlo. Dios estuvo con Jesús en su muerte. Porque fue capaz de morir antes que fallarle, demuestra esa presencia de Dios como en ningún otro momento de su vida. En la entrega total se identificó con Dios y lo hizo presente. Cualquier otro intento de demostrar la presencia de Dios en Jesús es ilusorio.

Intentemos comprender el significado que tuvo su muerte para él y para nosotros. Su muerte es el reflejo de su actitud vital. En ella podemos encontrar el verdadero sentido de su vida. Se trata de una muerte que manifiesta la verdadera Vida. No se trata de la muerte física, sino de la muerte del “ego”, que hizo posible una entrega total a los demás. Este es el mensaje que no queremos aceptar, por eso preferimos salir por peteneras y buscar soluciones que no nos exijan entrar en esa dinámica. Si nuestro “yo” sigue siendo el centro, no tiene sentido celebrar la muerte de Jesús y tampoco su resurrección.

Nosotros tenemos que separar la vida, la muerte y la resurrección de Jesús para intentar entenderlas, pero solamente las podremos entender si descubrimos la unidad de las tres. La muerte fue consecuencia inevitable de su vida, pero en esa muerte estaba ya la gloria. La trayectoria humana de Jesús terminó alcanzando la más alta meta: desplegar al máximo su humanidad, alcanzando y manifestando la plenitud de divinidad. Si no tenemos presente esto, nunca descubriremos lo que tiene de acicate para nosotros el darnos cuenta que un ser humano, en todo semejante a nosotros, pudo llegar a esa meta.

Nota: por motivos de salud pública, en medio de la pandemia por el virus Covid-19, están prohibidos los actos de culto en numerosos países. Por si alguien unirse a una celebración de la Semana Santa, facilitamos el enlace con el audio correspondiente al Viernes Santo, que se grabó el año pasado en la casa de espiritualidad de las Javerianas de Galapagar: Pincha aquí para escuchar la Eucaristía.

 

Meditación

Celebramos la muerte porque es Vida es sí misma.
Ninguna resurrección es necesaria.
La VIDA ha estado siempre en él.
Descubrirla en nosotros es la clave,
Para que no nos asuste cualquier muerte.
Y vivamos desde ahora mismo aquella Vida.

Para profundizar

Muerte y vida son dos caras de la misma moneda

En el fondo, lo que importa es la moneda

Que participa de las dos y las integra

Nuestra limitación nos impide verlas al mismo tiempo

Al fijarnos en una, olvidamos la otra

Esta limitación distorsiona la Realidad

Nos impide superar los contrarios

En la muerte está la Vida plena

Nada tiene que suceder para alcanzarla

Hoy es día de gloria no de pena

No tenemos que esperar a un tercer día

para vivir la plenitud que celebramos

Jesús no necesita resurrección alguna

Su muerte está fundida con la Vida

No hay antes y después en su andadura

El vivir en el tiempo nos traiciona

e impide la experiencia de lo eterno

Somos eternidad y somos Vida

aunque en un  frágil cuerpo confinada

Lo limitado de mi ser no consigue

borrar la huella firme de lo eterno

La misma Vida de Jesús está ya en ti

Descúbrela y despliega su grandeza

No esperes a mañana, despierta ya a la Vida

Toda la eternidad está en tu mano

Lo absoluto escondido en lo efímero

Lo divino germinando en lo humano

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Discípulos en tiempos difíciles.

Viernes, 10 de abril de 2020
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95_Maria-y-las-santas-mujeres-junto-a-la-cruz_350Este viernes santo es ciertamente especial. Recordamos la pasión y muerte de Jesús en un contexto en el que la muerte de muchos nos rodea de cerca o por lo menos no demasiado lejos.

La liturgia nos propone incorporarnos esta semana, como recordatorio vital, a la pasión de Jesús. ¿Qué puede significar para nosotros este viernes hacer memoria de la tortura y muerte de un hombre justo? ¿Quiénes lo han acompañado en este camino? ¿Cómo lo han hecho?

Los distintos personajes que propone el evangelio de Juan viven este itinerario hacia la cruz de manera diversa, cada uno según sus posibilidades y en función ya de una misión concreta.

Los discípulos Judas y Pedro aparecen, en la narración, desde una óptica muy difícil de entender. Judas lidera patrullas, guardias, soldados… y es el traidor. Pero Pedro también está bastante desorientado. ¿Qué hace Pedro con una espada? ¿Por qué corta la oreja derecha a un soldado? ¿A qué viene este uso de la violencia en este discípulo y potencial líder de la Iglesia? ¿Qué ha entendido Pedro después de tanto tiempo de seguimiento de Jesús para actuar así? Y su modo de actuar no mejora a continuación: niega a Jesús tres veces.

Ante la escena de Pedro cortando la oreja, Jesús lo detiene y cura al soldado. Pero la explicación que da para no iniciar una batalla no deja de ser misteriosa: “El cáliz que me da el Padre, ¿no lo voy a beber?” Jesús entiende el devenir de su historia, aun cuando está llena de dolor y brutalidad, como parte de la voluntad de Dios. El cáliz representa la pasión y Jesús había dicho a Santiago y a Juan que ellos podrían participar de él. El cáliz evidentemente tiene un fuerte talante eucarístico y posiblemente el evangelista hace aquí una alusión a la sangre de Jesús en su acepción eucarística pero también vital y existencial de la entrega de la vida. Esta doble dimensión recuerda que la participación en el cuerpo de Cristo implica una vida que llegue hasta sus extremos en el cumplimiento de la voluntad de Dios.

Por otro lado, otro grupo formado por María (la madre de Jesús), la hermana de la madre, María de Cleofás y María Magdalena, aparecen como la nueva comunidad de fe que se reúne al pie de la cruz (Jn 19,25), y que recibe la sangre y el agua que brotan del costado, signo de la Iglesia sacramental. Comunidad de cuatro mujeres que se mantienen firmes y reunidas en torno a su Señor. El modelo de relación por excelencia es ahora de filiación en la que María, la madre, ocupa lugar privilegiado. Y el espacio ahora señalado para las comunidades, está bajo el “techo del discípulo amado”, como símbolo de mutua acogida del discípulo y la madre (Jn 19,27).

Las otras mujeres se mantienen firmes en la compañía y el seguimiento y los evangelios sinópticos cuentan que son las que se acercarán prontamente al sepulcro. Magdalena ocupará un lugar privilegiado en los relatos que siguen a continuación inaugurando el anuncio del “amanecer” que comienza por sus palabras dirigidas a Pedro y a un discípulo amado, quienes seguirán sus pasos.

Hemos señalado distintas vivencias del seguimiento de Jesús en su pasión. Y ha habido muchas otras maneras a lo largo de los siglos, a la que nos incorporamos, cada uno de manera personal y en función de la misión específica que hemos ido descubriendo en nuestra vida. En este tiempo en que la pasión de muchos se hace presente, recuperar nuestra misión concreta en torno al dolor, al sufrimiento, a la enfermedad y a la muerte recobra importancia. Estar desorientado buscando por la fuerza soluciones imposibles, acompañar y cuidar el cuerpo de los moribundos, reformular las relaciones con los más cercanos… son algunas de las actitudes posibles. No alejarse es la clave.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Viernes Santo: el inocente muere injustamente

Viernes, 10 de abril de 2020
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CrucifixionDel blog de Luis Miguel Modino:

En este Viernes Santo ayudemos a entender a quien padece que no está sólo

A las víctimas que cada día engrosan las listas de los nuevos crucificados, casi siempre lejanos, ajenos a nuestra vida y realidad cotidianas, este año se han unido rostros que nos resultan cercanos

Crucificado, sin poder sentir la cercanía de los suyos, su experiencia nos conduce a la de tantos que hoy continúan siendo crucificados, pero también a aquellos que al pie de la Cruz se preguntan los por qués ante algo que no tiene respuesta

Tenemos por Padre a un Dios que acompaña a sus hijos, que nunca nos abandona y que siempre ofrece su mano para ayudarnos a salir del hoyo

La muerte del inocente es algo que incomoda, pero al mismo tiempo no se puede negar que siempre se ha consentido, e inclusive se ha promovido. En la tradición católica, el Viernes Santo nos lleva a hacer memoria de Jesucristo, condenado injustamente. La liturgia, a través de las lecturas, los cantos, los ritos, nos trae eso como elemento no solo de celebración y sí como instrumento de reflexión que nos lleve a descubrir que ante la muerte somos llamados a defender la vida.

 09.04.2020
A las víctimas que cada día engrosan las listas de los nuevos crucificados, casi siempre lejanos, ajenos a nuestra vida y realidad cotidianas, este año se han unido rostros que nos resultan cercanos. En algunos países, casi todo mundo conoce, con mayor o menor proximidad, a alguien que ha muerto en consecuencia del Covid-19. Son amigos, familiares, es alguien que de alguna manera forma parte de nuestro universo más próximo. Esa realidad, que, al menos en el norte planetario, es algo que a muchos les resulta desconocido, a muchos les lleva a preguntarse, cómo es posible que fulano haya muerto de esta manera, fruto de una situación que se nos escapa.

La historia a veces tiene esas cosas, de ella forman parte personajes, que representados por diferentes actores, en momentos y lugares diversos, asumen papeles siempre presentes en esa gran comedia que perennemente ha acompañado a la humanidad. Es Caifás quien condena injustamente a alguien para mantener un sistema social, económico, político o religioso, que privilegia a unos pocos en detrimento del pueblo, al que dice servir y preocuparle, pero del que se aprovecha cobardemente. Son aquellos que con discursos altisonantes encantan los oídos de sus amigos, inclusive de masas obnubiladas.

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Es Pilatos quien se lava las manos, quien se desentiende y no actúa, aunque sepa perfectamente que su negligencia está contribuyendo para que la injusticia prevalezca. Es Judas quien ha entregado al amigo, quien piensa que el otro puede ser usado cuando nos interesa y vendido cuando eso nos reporta un lucro mayor. Son muchos los personajes que aparecen en los relatos de la Pasión con los que podríamos confrontarnos, en un ejercicio de contemplación que nos lleve a descubrir y reflexionar sobre nuestras actitudes ante situaciones presentes en la historia y en nuestra vida.

Pero por encima del personaje concreto, todos ellos tienen que remitirnos a Jesús y a su forma de mirar hacia él. Crucificado, sin poder sentir la cercanía de los suyos, su experiencia nos conduce a la de tantos que hoy continúan siendo crucificados, pero también a aquellos que al pie de la Cruz se preguntan los por qués ante algo que no tiene respuesta, porque hay cosas que, en el transcurrir de la historia, suceden. Ellas nos enseñan a tener nuevas miradas de la realidad y a entender, poco a poco, aunque no sea algo fácilmente asumible, que los inocentes también mueren.

En este Viernes Santo somos llamados a suplicar a Dios ante el sufrimiento del inocente, a ayudar a entender a quien padece que no está sólo. Este sentimiento de soledad es una tentación que siempre amenaza el pensamiento de aquel que vive momentos de angustia, que incluso salió de la boca de quien desde la Cruz clama porque piensa que Dios le ha abandonado. Pero nunca podemos olvidar que tenemos por Padre a un Dios que acompaña a sus hijos, que nunca nos abandona y que siempre ofrece su mano para ayudarnos a salir del hoyo, especialmente cuando parece que nos hundimos y ya no hay vuelta atrás.

La fe es lo que siempre nos va a permitir descubrir, inclusive en situaciones donde parece que solo el dolor está presente, que Dios acompaña la vida del que sufre. Pero también que somos actores decisivos para que la realidad cambie y para que las estructuras de muerte, que se hacen presentes por acción u omisión, desaparezcan. El compromiso individual y colectivo es un elemento fundamental para que la vida triunfe, para que el Reino de Dios avance, y para que entendamos que la Cruz es camino de Salvación.

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Manuel Mandianes: “Gente sin patria, sin dinero y sin lengua son todos Cristo que ha recorrido el largo camino del Calvario”

Viernes, 10 de abril de 2020
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“Cristo de nuevo crucificado, la humanidad entera por el camino del Calvario”

“La pasión de esos cristos sanitarios que movidos, carcomidos, urgidos por el deseo de curar y sanar se tropiezan con la falta de medios y su impotencia”

“Los que se mueren en absoluta soledad sin poder despedir a los suyos, sin saber cómo quedan, sin nadie que le ponga un Crucifijo en mano, sin una mano que le ayude a brincar hasta la otra orilla”

“Dios puede prever las catástrofes y el mal hecho por el hombre, pero no los determina. Para evitarlos tendría que cambiar la naturaleza del mundo y privar de libertad al hombre”

Sólo hay una manera de conocer y amar a Dios y a su Cristo: Amar al prójimo. Y se les aparece Jesús en forma de mendigo y les dice: “Lo que hacéis con uno de estos conmigo lo hacéis”. Y en el juicio final, les dirá a unos: “Venid benditos de mi padre porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era un extranjero y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, prisionero y me fuisteis a ver”. Y a los otros: malditos porque no hicisteis conmigo nada de esto.

La pandemia del coronavirus está sometiendo la humanidad a una crisis de incertidumbre, a sentir en carne viva la impotencia frente a un enemigo invisible que la está diezmando. La humanidad, falta de serenidad, falta de información ante lo que es un virus y cómo puede actuar y matar a tanta gente, víctima del miedo, cuando no del pánico y del terror que la paraliza, está perturbada. Las víctimas de crisis económicas, sociales, políticas que, de la noche a la mañana, se ven privadas de todo lo necesario para cubrir las necesidades elementales, aumentan a pasos agigantados. La humanidad entera está andando un camino del Calvario.

Cuando están lejos suspiran por volver y cuando vuelven se lamentan de haber vuelto. “No sé si pasa el tiempo o se detiene; estoy como el primer día que llegué aquí, esperando que ocurra algo para volverme. Felizmente, hemos pasado la mayor parte del tiempo trabajando. Si hubiéramos tenido mucho tiempo para pensar nos hubiéramos vuelto locos. Somos de todas partes y de ninguna. En España nos falta esto y cuando estamos aquí echamos de menos aquello. Cuando vuelvo al pueblo, nada es lo que era. Es más, cuando vuelvo no tengo con quien compartir treinta años de mi vida. Pero cuando estoy aquí no tengo con quien compartir mi infancia que, cuando eres viejo, toma gran importancia en la memoria”, me dijo un emigrante español.

Los emigrantes que navegan en el Mediterráneo sobre su tumba, después de haber atravesado durante meses, tal vez años, tierras inhóspitas, huyendo de enemigos visibles e invisibles; los escapados de las guerras, sin maletas, sin comida, sin un lugar a donde ir, sin nadie que los espere en ningún sitio. “Agoté todo hasta las lágrimas. Solo me quedan las cuencas vacías de los ojos y la ausencia de mi hijo que perdí en las largas jornadas de caminar sin llegar a ningún lugar. Cada momento prefiero sentarme y dejarme morir, pero siento que los que aún van conmigo me necesitan como yo los necesito a ellos”. Gente sin patria, sin dinero y sin lengua son todos Cristo que ha recorrido el largo camino del Calvario

Las mujeres que han llegado a España con la promesa de un trabajo y un suelo dignos buscando una vida mejor para ellas y los suyos y las mafias las han encerrado, hacinado, en un prostíbulo a cal y canto. La gente de la calle, los sin techo que recorren durante el día las calles de las ciudades buscando en los contenedores o arrodillados en una esquina piden una limosna para procurarse algo que llevarse a la boca y al atardecer buscan el lugar más apropiado para pasar la noche, son Cristo atados a la columna como Cristo para azotarlo. ¡El camino del Calvario de las víctimas de violación, de abusos de pederastas y el de los violadores y abusadores que, en un momento, se dan cuenta del sufrimiento que hayan causado a los otros! Para darse cuenta de la tragedia del violador, del pederasta, bastará con leer atentamente “Y Dios bajó al infierno del crimen” de M. Raimond o “Crimen y castigo” de Dostoievski.

cq5dam.thumbnail.cropped.1500.844Los ancianos aislados en una residencia, sin ni siquiera la visita semanal de los suyos, llorando detrás de la ventana o acurrucados detrás de la puerta de su casa, en soledad absoluta, esperando que alguien venga a decirles: te quiero, que les curaría de su enfermedad; los que se mueren en absoluta soledad sin poder despedir a los suyos, sin saber cómo quedan, sin nadie que le ponga un Crucifijo en mano, sin una mano que le ayude a brincar hasta la otra orilla; los familiares, amigos, que saben que los suyos se están muriendo en soledad y no pueden ni pasar a cogerles de la mano para ayudarlos a dar el último paso, ni siquiera pueden darles el último beso ni hacerles un funeral y enterrarlos como quisieran.

La pasión de los que sufren Alzheimer y de las familias que tienen algún miembro que sufre la enfermedad. Los niños, que sin comerla ni beberla, por una razón u otra, no pueden moverse, y sus padres, miran con nostalgia a los compañeros corretear. Los parapléjicos que en una silla de ruedas ven la algarabía de la vida a su alrededor y ellos, como Cristo en la cruz, la ven con alegría o con rabia clavados en una silla de ruedas. Sobre ruedas en los países ricos, en una tabla con ruedas en los países sin medios técnicos ni económicos.

La pasión de muchos creyentes que frente a esta pandemia mundial se preguntan si Dios ha muerto o si, al menos, se ha sustraído y retirado del mundo dejando de su mano a la humanidad entera, consternada hasta el abatimiento, y al mundo, cegado por un mal sin medida. Dice el creyente: “Cierto, parece que Dios ha dejado de ser el fundamento. En momentos como estos se muestra más insondable y sublime que nunca. Parece que se ha retirado y la vida es un abismo”. Y responde como Job: “Si nos alegramos cuando somos felices por qué no vamos aceptar el mal” que se debe a la imperfección del mundo y a la libertad del hombre.

“¿Cómo podéis creer en un Dios todo poderoso que o quiere eliminar el mal y no puede, o quiere y no puede, o ni quiere ni puede o puede y quiere? Esta cuarta posibilidad no se da porque la realidad la contradice. Aún en el caso de que existiera, es como si no existiera. Tanto dolor, tanto sufrimiento, tanto desgarro, tanta desolación demostrarían que se ha retirado a la oscuridad y el orden del mundo a quedado perturbado y el mundo se ha convertido en algo terrorífico”, les dicen los increyentes. “Las catástrofes y otras calamidades naturales se deben a la imperfección de la naturaleza que no es perfecta. Y el mal acusado por el hombre se debe a su libertad mal usada”. Dios puede prever las catástrofes y el mal hecho por el hombre, pero no los determina. Para evitarlos tendría que cambiar la naturaleza del mundo y privar de libertad al hombre.

La pasión de los agnósticos que después de la “muerte de Dios” habían puesto su fe y su esperanza en la ciencia, el dinero, el progreso, en el futbol, “el fútbol es la fe de los que no tienen fe” se puede leer en “El fútbol (no) es así” y se dan de bruces contra sus límites. La pasión de los científicos que se ven frustrados por la impotencia de ser incapaces, de momento, de vencer un virus desconocido. La pasión de esos cristos sanitarios que movidos, carcomidos, urgidos por el deseo de curar y sanar se tropiezan con la falta de medios y su impotencia.

“Esperaba que me hablasen de la vida, de la pasión, del sufrimiento, de Jesús y aquí me hablan de la actualidad, del sufrimiento de millones de personas, de lo que se ve todos los días”, me dicen. Es más difícil amar a Dios que conocerle”, dijo alguien. La soledad de Jesús, Padre, aparta de mi este cáliz. Pero no se haga mi voluntad sino la tuya”, se hace carne viva hoy en la soledad de los aislados en las residencias de ancianos, de los moribundos en los hospitales, de los presos, de las maltratadas conviviendo encerradas con su maltratador.

Un Jesús teologizado en conceptos es necesario pero un Cristo resucitado en la vida de todos y en el humano acaecer de cada día es indispensable. Momentos como estos perturban la fe tranquila en un Dios bueno, Padre, que parece convertirse en un Dios abismo, insondable. “Ciertas naturalezas no pueden amar por un lado sin odiar por el otro” (Miserables). Es difícil ver a Cristo en el otro si no se alimenta la vida espiritual con la meditación, la plegaria y los sacramentos. Pd. Una novela de Niko Kazantzakis tiene el mismo titulo

Fuente Religión Digital

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Una semana diferente…

Lunes, 6 de abril de 2020
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En este tiempo de Coronavirus, en tiempos de homofobia asesina en muchas partes del mundo, como vemos casi a diario en esta página Cristianos Gays,  esta Semana será muy, muy diferente… Para algunos será una semana de confinamiento, para alguno, quizá, de vacación y ocio. Para otros, semana de fe y de oración, de Cristos yacientes y Dolorosas con lágrimas en los ojos y espadas en el corazón.

Pero si el pueblo recuerda a Jesús no es porque sufrió y murió, sino porque resucitó. Nadie evoca ni celebra la muerte de un fracasado. Ni se entiende el dolor del Viernes Santo, sin la apoteosis del Domingo de Resurrección. Por eso, la Semana Santa, no puede considerarse como una enfermiza y caduca forma de recrearse en el dolor, sino como afirmación rotunda y gozosa de que, a través de la Cruz, se llega a la Pascua.  Que es Luz, Vida y Esperanza para los creyentes. Es la base de nuestra fe cristiana.

Hay algo que los cristianos debemos evitar en Semana Santa: convertirnos en meros espectadores de la Pasión. A este Dios sólo se le entiende cuando sabemos amar a los que sufren, acercarnos a ellos y compartir su Pasión. Como la Verónica y el Cirineo del Evangelio. La Semana Santa es buena ocasión para mirar a nuestro derredor, porque  son muchos los cristos anónimos que cargan con su cruz y suben al Calvario. Arrimar el hombro al dolor de este mundo es el mejor modo de resucitar con Él.

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Abrazar la cruz para alcanzar tu verdad.

Sábado, 9 de noviembre de 2019
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Tu dolor es profundo y no te abandonará fácilmente. Es únicamente tuyo, porque está unido a algunas de tus previas experiencias de vida. Se te pide que hagas íntimamente tuyo ese dolor. Mientras tu parte herida permanezca extraña a tu ser de adulto, tu dolor te herirá a ti y a los demás. Sí, tienes que incorporar tu dolor a tu propia vida y hacer que dé fruto en tu corazón y en el de los demás. Es lo que quiere decir Jesús cuando te pide que cargues con tu cruz. Te anima a reconocer y abrazar tu sufrimiento único y a confiar en que tu camino de salvación está en eso. Cargar con tu cruz significa, en primer lugar, aceptar con buen ánimo tus heridas y dejar que ellas te revelen tu auténtica verdad”.

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Henri Nouwen
La voz interior del amor

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Desarraigarse

Martes, 8 de octubre de 2019
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Es necesario desarraigarse. Cortar el árbol y hacer con él una cruz, y llevarla después todos los días. La contradicción experimentada hasta el fondo del ser es la laceración, es la cruz. Hace falta un hombre justo al que imitar para que la imitación de Dios no sea una palabra vacía, pero nace falta también, a fin de que vayamos más allá de la voluntad, que sea imposible querer imitarle. No podemos querer la cruz. Podemos querer cualquier grado de ascetismo o de heroísmo, pero no la cruz, que es un sufrimiento penal.

          El misterio de la cruz de Cristo reside en una contradicción, porque es, al mismo tiempo, una ofrenda voluntaria y un castigo que sufrió a su pesar. Si sólo viéramos la ofrenda, podríamos querer lo mismo para nosotros. Pero no es posible querer un castigo padecido a pesar nuestro. Quienes conciben la crucifixión sólo bajo el aspecto de la ofrenda cancelan el misterio salvífico y la amargura salvífica. Desear el martirio es desear verdaderamente demasiado poco. La cruz es infinitamente más que el martirio […].

          La cruz es una palanca con la que un cuerpo frágil y ligero, pero que era Dios, ha levantado el peso de todo el mundo. «Dadme un punto de apoyo y levantaré el mundo.» Este punto de apoyo es la cruz. No puede haber otro. Es menester que se encuentre en la intercesión del mundo con lo que no es el mundo. La cruz es esta intercesión.

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Simone Weil

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La Cruz

Jueves, 22 de agosto de 2019
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La cruz ha sido siempre un signo de contradicción y un principio de selección entre los hombres. Con excesiva frecuencia se presenta la cruz a nuestra adoración como un símbolo de tristeza, de restricción, de remoción, más que como una meta sublime que sólo alcanzaremos superándonos a nosotros mismos.

Ahora bien, este modo de hablar acaba dando la impresión de que el Reino de Dios sólo se puede realizar con el luto, y tomando siempre por principio la dirección opuesta, a contracorriente de las energías y de las aspiraciones humanas. Siendo fieles a la Palabra, nada es menos cristiano, en el fondo, que esta perspectiva.

Considerada del modo más general, la doctrina de la cruz es aquella a la que se adhiere todo hombre convencido de que, en presencia de la agitación humana, se le abre un camino hacia alguna salida y de que este camino sube. La vida tiene un término; por consiguiente, impone una dirección a la marcha […]. Hacia las cimas, envueltas por nuestras miradas en la niebla, a donde nos invita a subir eí Crucificado, nos elevamos a través de un sendero que es el mismo camino del progreso universal. La vía real de la cruz es precisamente el camino del esfuerzo humano. El que entiende plenamente el sentido de la cruz ya no corre el riesgo de considerar triste y fea la vida. Sólo se ha vuelto más atento a su incomprensible gravedad.

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Pierre Teilhard de Chardin
El medio divino,
Taurus Ediciones, Madrid 1967

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Bendice, Señor, el espíritu quebrantado de los que sufren.

Viernes, 9 de agosto de 2019
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En la festividad de Santa Teresa Benedicta de la Cruz  (Edith Stein), mártir en Auschwitz, recordemos a las víctimas de tantos genocidios que el ser humano ha sido y sigue siendo capaz de perpetrar… Y que, a pesar de no ver, de no enteder, sigamos siendo instrumentos de Paz y de Misericordia…

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Bendice, Señor
el espíritu quebrantado de los que sufren,
la pesada soledad de los hombres,
de aquél que no encuentra nunca reposo,
el sufrimiento que nunca se le confía a nadie…
Y bendice el cortejo de las gentes
que en la noche no se dejan amedrentar
por el espectro de los caminos desconocidos.
Bendice la miseria de los hombres que están muriendo ahora.
Dales, Señor, un buen fin.
Bendice los corazones, Señor, los corazones llenos de amargura.
Sobre todo, alivia a los enfermos,
concede el olvido a aquellos a quienes has privado
de su bien más querido.
No dejes que nadie en la tierra  viva angustiado
Bendice a los alegres, Señor y protégeles,
A mí nunca me has librado, hasta ahora, de la tristeza.
Y a veces me pesa demasiado;
pero Tú me das fuerza
y así puedo cargar con ella.

*

Edith Stein,
Extracto de La Ciencia de la Cruz.

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https://www.youtube.com/watch?v=OqEtID-kArE

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La séptima Morada, película sobre Edith Dtein, video 1 de 8 en Youtube

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“La cruz y la cama”, por Carlos Osma

Sábado, 15 de junio de 2019
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cruzcamaDe su blog Homoprotestantes:

Cuentan los evangelios que mientras Jesús agonizaba en la cruz las personas que pasaban por delante de tan terrible escenario le decían: “¡Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz!”. Y es que claro, tenían razón, los Hijos de Dios tienen otros sitios más honrosos donde morir: en su cama por ejemplo. Desde entonces hasta ahora, aquellos mensajes inhumanos han cambiado mucho, y ahora los guardianes del orden nos dicen a nosotras que para ser “Hijas de Dios” hemos de descender de nuestras deshonrosas camas, y subirnos a sus maravillosas cruces de neón para que todo el mundo pueda ver lo divinas que somos. No sé, pero tengo la sensación de que para mucha gente el cristianismo es un viaje de la cruz a la cama, o de la cama a la cruz.

Es verdad que podríamos decir que, tal y como se narra en los evangelios, la vida de Jesús fue un camino de la cama a la cruz, o mejor dicho del cajón donde se daba de comer a las bestias en el que su madre lo acostó al nacer, a la cruz del Gólgota donde el poder Romano lo hizo crucificar junto a otros dos malhechores. La cama y la cruz fueron para Jesús dos lugares no escogidos en donde se hizo patente que existía un poder político, pero también religioso, que controlaba su vida de principio a fin. Fue el edicto de Julio Cesar el que motivó que sus padres tuvieran que viajar hasta Belén, y fue la condena del Gobernador Poncio Pilato la que le llevó hasta el Gólgota.

Las camas y las cruces de las personas LGTBIQ son lugares donde los poderes patriarcales y LGTBIQfóbicos nos sacan y nos meten a conveniencia. Si nos mantenemos en silencio nos crucifican, si lanzamos gritos de dolor al infinito, nos vuelven a crucificar. En ese lugar, en el Gólgota, donde nos llevan a la fuerza tras golpearnos toda la vida con sus látigos de cuero negro, nos levantan para mostrar nuestra caricatura al resto del mundo y para exponer de una forma deformada quienes somos. Allí, en cada una de las cruces que decoran sus iglesias, nos cuelgan todos los días junto a otras malhechoras. Y lo hacen mientras nos invitan a bajarnos de ellas y comportarnos como “Hijos de Dios” en alguna de sus terapias reparativas. Pero si por el contrario hemos decidido ser felices y alejarnos de sus cruces sangrientas y sus terapias diabólicas, entonces nos sitúan en la cama, y allí nos representan como depravadas sexuales que se dejan llevar por sus instintos. Ya no somos cuerpos deformes, sino puro sexo, animales salvajes y nada más. De la cama a la cruz, o de la cruz a la cama. Un círculo enfermizo nacido de mentes que no pueden estar muy sanas.

Lo interesante de Jesús es que fue consciente de la existencia de poderes que le querían condicionar, a él y al resto de seres humanos que tenía a su alrededor. Poderes que en su época se podían denominar demoníacos, pero también otros que tenían nombres propios. Y ante ellos, no optó por bajar la cabeza, no escogió ni la cruz ni la cama como lugares donde vivir ante el resto del mundo, sino los espacios en los que era necesario hacer oposición activa a cualquier poder que limitaba la libertad y la vida de las personas. Por eso me resulta tan difícil entender el cristianismo de tanta gente que no choca nunca con los poderes que pretenden condicionarlas, que les van chupando la sangre hasta dejarlas sin vida. Personas que no han escuchado a nadie merodeando en sus camas y diciendo que se puede hacer en ellas, o que jamás han visto la vida desde lo alto de una cruz hecha a su medida.

No hay otra forma para salir de la falacia que va de la cama a la cruz y de la cruz a la cama que seguir el ejemplo de Jesús, de todos aquellos momentos de su vida que él si escogió y que no le fueron impuestos de una manera absoluta. La cama y la cruz no son lugares que debamos evitar, por razones bien diversas nuestras vidas se componen también de ellos. Pero no únicamente de ellos. Lo que determina quienes somos, no está ahí, sino lo que nos lleva hasta ellos, y cómo hemos sido capaces de luchar contra esos poderes para ser más libres. Yo diría que verse a uno mismo en el prójimo, y al prójimo en uno mismo, fue el motor que sí podría definir la vida de Jesús. Ese fue el poder al que él sirvió, más allá del resto de poderes que como a cualquier mortal lo influyeron y condicionaron. Y ese, el prójimo, es el lugar que da sentido al cristianismo y que nos puede alejar de esos círculos absurdos que se construyen entre nuestras camas y nuestras cruces.

A Jesús se le expulsa de la cama, y no tanto por motivos históricos, sino porque lo que podría ocurrir en ella a la mayoría de la gente le parece poco divino, y se le sube a una cruz donde demostrar con su sufrimiento que fue fiel al mandato de su Padre. No sé lo que ocurre, o no ocurre, en la cama de estas personas para pensar de esta manera. Pero también hay veces que se le baja de la cruz a marchas forzadas porque el fracaso es demasiado desestabilizador para teologías infantiles, y se le lleva solo y envuelto en una sábana hasta la cama que será el sepulcro donde resucitará milagrosamente. Me pregunto qué vidas tan naifs tienen estas personas que son incapaces de integrar el fracaso en sus teologías.

La cama y la cruz de Jesús, y también las nuestras, son lugares vigilados por poderes que nos controlan y pretenden condicionarnos de manera absoluta. Y el mensaje de vida de Jesús es que podemos resistirnos a ellos, aunque a veces nos venzan y dejemos entrar en nuestra cama ideologías de muerte, o en nuestras cruces teologías sin experiencia. El sentido que tienen nuestras cruces y nuestras camas no se encuentran en ellas mismas, sino en lo que ocurre entre ambas. La cuna de Belén y la cruz del Gólgota solo pueden entenderse a través de la vida de Jesús, de su implicación en la vida de muchas personas que eran los daños colaterales de normas y leyes divinizadas por poderes con intereses demasiado humanos. Es en la vida compartida con el prójimo donde se puede percibir que la liberación, la salvación, es el origen y la meta de la fe cristiana. Es desde allí desde donde acabaremos con los poderes que quieren someternos. Sin prójimo, ni cama ni cruz tienen sentido.

Carlos Osma

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Viernes Santo.

Viernes, 19 de abril de 2019
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Camino del Calvario

 

De Koinonia:

Isaías 52,13-53,12

Él fue traspasado por nuestras rebeliones

Mirad, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,
así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable
y contemplar algo inaudito.
¿Quien creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca;
como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación;
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte,
y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores,
él tomo el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.

*

Salmo responsorial: 30

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí. /
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cachorro inútil. R.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: “Tú eres mi Dios.”
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón, /
los que esperáis en el Señor. R.

*

Hebreos 4,14-16;5,7-9

Aprendió a obedecer
y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación

Hermanos:

Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

 

*

Juan 18,1-19,42

Pasión de N.S.Jesucristo según san Juan

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús sabiendo todo lo que venia sobre él, se adelanto y les dijo:

+. “¿A quién buscáis?”

C. Le contestaron:

S. “A Jesús, el Nazareno.”

C. Les dijo Jesús:

+. “Yo soy.”

C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: “Yo soy”, retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:

+. “¿A quién buscáis?”

C. Ellos dijeron:

S. “A Jesús, el Nazareno.”

C. Jesús contestó:

+. “Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.”

C. Y así se cumplió lo que había dicho: “No he perdido a ninguno de los que me diste.” Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

+. “Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?”

* Llevaron a Jesús primero a Anás

C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: “Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.” Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

S. “¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?”

C. Él dijo:

S. “No lo soy.”

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentÁndose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contesto:

+. “Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.”

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:

S. “¿Así contestas al sumo sacerdote?”

C. Jesús respondió:

+. “Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?”

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy

C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:

S. “¿No eres tú también de sus discípulos?”

C. Él lo negó, diciendo:

S. “No lo soy.”

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:

S. “¿No te he visto yo con él en el huerto?”

C. Pedro volvió a negar, y enseguida canto un gallo.

Mi reino no es de este mundo

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en le pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:

S. “¿Qué acusación presentáis contra este hombre?”

C. Le contestaron:

S. “Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.”

C. Pilato les dijo:

S. “Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.”

C. Los judíos le dijeron:

S. “No estamos autorizados para dar muerte a nadie.”

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S. “¿Eres tú el rey de los judíos?”

C. Jesús le contestó:

+. “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”

C. Pilato replicó:

S. “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mi; ¿que has hecho?”

C. Jesús le contestó:

+. “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.”

C. Pilato le dijo:

S. “Conque, ¿tú eres rey?”

C. Jesús le contestó:

+. “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

C. Pilato le dijo:

S. “Y, ¿qué es la verdad?”

C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:

S. “Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?”

C. Volvieron a gritar:

S. “A ése no, a Barrabás.”

C. El tal Barrabás era un bandido.

* ¡Salve, rey de los judíos!

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los saldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:

S. “¡Salve, rey de los judíos!”

C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S. “Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.”

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S. “Aquí lo tenéis.”

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:

S. “¡Crucifícalo, crucifícalo!”

C. Pilato les dijo:

S. “Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.”

C. Los judíos le contestaron:

S. “Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.”

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

S. “¿De donde eres tú?”

C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:

S. “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?”

C. Jesús le contestó:

+. “No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.”

¡Fuera, fuera; crucifícalo!

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S. “Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.”

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “el Enlosado” (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:

S. “Aquí tenéis a vuestro rey.”

C. Ellos gritaron:

S. “¡Fuera, fuera; crucifícalo!”

C. Pilato les dijo:

S. “¿A vuestro rey voy a crucificar?”

C. Contestaron los sumos sacerdotes:

S. “No tenemos más rey que al César.”

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

Lo crucificaron, y con él a otros dos

C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “de la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: “Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.” Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S. “No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos.””

C. Pilato les contestó:

S. “Lo escrito, escrito está.”

Se repartieron mis ropas

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Y se dijeron:

S. “No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.”

C. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados.

Ahí tienes a tu hijo. – Ahí tienes a tu madre

C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

+. “Mujer, ahí tienes a tu hijo.”

C. Luego, dijo al discípulo:

+. “Ahí tienes a tu madre.”

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Está cumplido

C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

+. “Tengo sed.”

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

+. “Está cumplido.”

C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

*Todos se arrodillan, y se hace una pausa

Y al punto salió sangre y agua

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso”; y en otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron.”

Vendaron todo el cuerpo de Jesús, con los aromas

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

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Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

(24 de marzo de 1978)

Queridos hermanos:

Después de escuchar la palabra de Dios en esta tarde del Viernes Santo, narrándonos la tragedia del Calvario, mejor sería guardar silencio y con el corazón agradecido adorar al Divino Redentor. Pero es necesario, es obligación del celebrante, aplicar esta palabra eterna a los que estamos viviendo esta ceremonia. Y es que la liturgia no es simplemente un recuerdo, la liturgia es actualización; aquí en la Catedral esta tarde de marzo de 1978, Cristo nos está ofreciendo la fuente inagotable de su redención a los que hemos venido con fe, con esperanza, a contemplar este misterio de la redención.

Es como si en este momento lo que se acaba de leer estuviera pasando aquí ante nuestros ojos y fuéramos nosotros los que nos estamos salpicando con esa sangre que se derrama en el Calvario. Las tres preciosas lecturas nos dan la medida sin medida de este gesto de amor que se llama la redención.

La primera lectura nos presenta el abatimiento de Cristo hasta la profundidad de una humillación que no tiene nombre. La segunda lectura, carta a los Hebreos exalta ese personaje humillado en la cruz hasta las alturas del cielo hecho pontífice supremo de nuestra salvación. Y el precioso relato de la pasión que los jóvenes seminaristas acaban de hacer, nos dice cómo sucedió todo esto: la humillación y la exhaltación. Leer más…

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Jesús nos enseñó que Dios está en el dolor.

Viernes, 19 de abril de 2019
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Georges-Rouault-CrucifixionJn 18-9

Las tres partes en que se divide la liturgia del Viernes Santo, expresan perfectamente el sentido de la celebración. La liturgia de la palabra nos pone en contacto con los hechos que estamos conmemorando y nos abren perspectivas nuevas. La adoración de la cruz nos lleva al reconocimiento de un hecho de la vida de Jesús que tenemos que tratar de asimilar y desentrañar. La comunión nos recuerda que la principal ceremonia litúrgica de nuestra religión es la celebración de una muerte; no porque ensalcemos el sufrimiento y el dolor, sino porque descubrimos la Vida, incluso en lo que percibimos como sufrimiento y muerte.

No es nada fácil hacer una reflexión sencilla y coherente sobre el significado de la muerte de Jesús. Se ha insistido tanto en lo externo, en lo sentimental, que es imposible ir al meollo de la cuestión. No debemos seguir insistiendo en el sufrimiento. No son los azotes, ni la corona de espinas, ni los clavos, lo que nos salva. Muchísimos seres humanos has sufrido y siguen sufriendo hoy más que Jesús. Lo que nos marca el camino de la plenitud humana es la actitud de Jesús, que se manifestó durante su vida en el trato con los demás. Ese amor, manifestado en el servicio, es lo que demuestra su verdadera humanidad y, a la vez, su plena divinidad.

¿Qué añade su muerte a la buena noticia del evangelio? Aporta una increíble dosis de autenticidad. Sin esa muerte, y sin las circunstancias que la envolvieron, hubiera sido mucho más difícil para los discípulos dar el salto a la experiencia pascual. La muerte de Jesús es sobre todo un argumento definitivo a favor del amor. En la muerte, Jesús dejó claro que el amor era más importante que la vida. Si la vida natural es lo más importante para cualquier persona, podemos vislumbrar la importancia que tenía el amor para Jesús. Aquí podemos encontrar el verdadero sentido que quiso dar Jesús a su muerte.

La muerte en la cruz, analizada en profundidad, nos dice todo sobre su persona. Pero también lo dice todo sobre nosotros mismos si nuestro modelo de ser humano es el mismo que tuvo él. Además nos lo dice todo sobre el Dios de Jesús, y sobre el nuestro, si es que es el mismo. Descubrir al verdadero Dios, y la manera en la que podemos relacionarnos con Él, es la tarea más importante que puede desplegar un ser humano. Jesús, no solo lo descubrió él, sino que nos quiso comunicar ese descubrimiento y nos marcó el camino para vivir esa realidad del Dios descubierta por él. Nuestra tarea es descubrirlo también en lo hondo de nuestro ser.

La buena noticia de Jesús fue que Dios es ágape. Pero ese amor se manifiesta de una manera insospechada y desconcertante. El Dios manifestado en Jesús es tan distinto de todo lo que nosotros podemos llegar a comprender, que, aún hoy, seguimos sin asimilarlo. Como no aceptamos un Dios que se da infinitamente y sin condiciones, no acabamos de entrar en la dinámica de relación con Él, que nos enseñó Jesús. El tipo de relaciones de toma y da acá, que seguimos desplegando nosotros con relación a Dios, no puede servir para aplicarlas al Dios de Jesús. El Dios de Jesús es el que se deshace por todos y nos obliga a deshacernos.

Un Dios que siempre está callado y escondido, incluso para una persona tan fiel como Jesús, ¿qué puede aportar a mi vida? Es realmente difícil confiar en alguien que no va a manifestar nunca externamente lo que es. Es muy complicado tener que descubrirle en lo hondo de mi ser, pero sin añadir nada a mi ser, sino constituyéndose en la base y fundamento de mi ser, o mejor, que es parte de mi ser en lo que tiene de fundamental. Todo lo que puedo llegar a ser ya lo soy, no como mi ego podría esperar sino como fundamento del ser.

Nos descoloca un Dios que no va a manifestar con señales externas su preocupación por el hombre; sin darnos cuenta de que al aplicar a Dios relaciones externas, le estamos haciendo a nuestra propia imagen. Al hacerlo, nos estamos fabricando nuestro propio ídolo. Nuestra imagen de Dios siempre tendrá algo de ídolo, pero nuestra obligación es ir purificándola cada vez más. Dios no es nada fuera de mí, con quien yo pueda alternar y relacionarme como si fuera otro YO, aunque muy superior a mí. Dios está inextricablemente identificado conmigo y no hay manera de separarnos en dos. Mi verdadero ser es esa identificación absoluta y total.

Un Dios –que nos exige deshacernos, disolvernos, aniquilarnos en beneficio de los demás, no para tener en el más allá un “ego” más potente (¿los santos?) si no para quedar incorporados a su SER, que es ya ahora nuestro verdadero ser– no puede ser atrayente para nuestra conciencia de personas individuales. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, permanece solo, pero si muere da mucho fruto”, es decir produce más vida. Este es el nudo gordiano que nos es imposible desenredar. Este es el rubicón que no nos atrevemos a pasar.

La muerte de Jesús deja claro que el objetivo de su vida fue manifestar a Dios. Si Él es Padre, nuestra obligación es la de ser hijos. Ser hijo es salir al padre, imitar al padre. Esto es lo que hizo Jesús, y esta es la tarea que nos dejó, si de verdad somos sus seguidores. Pero el Padre es amor, don total, entrega incondicional a todos y en todas las circunstancias. No solo no hemos entrado en esa dinámica sino que nuestra pretensión “religiosa” es meter a Dios en nuestros egoísmos; no solo en esta vida terrena, sino garantizándonos un ego para siempre.

La muerte no fue un mal trago que tuvo que pasar Jesús para alcanzar la gloria sino la suprema gloria de un hombre al hacer presente a Dios con el don total de sí mismo, viviendo y muriendo para los demás. Dios está siempre y solo donde hay amor. Si el amor se da en el gozo, allí está Dios. Si el amor se da en el sufrimiento, allí está también Dios. Se puede salvar el hombre sin cruz, pero nunca se puede salvar sin amor. Lo que aporta la cruz es la certeza de que el amor es posible aún en las peores circunstancias que podamos imaginar.

El hecho de que no dejara de decir lo que tenía que decir, ni de hacer lo que tenía que hacer, aunque sabía que eso le costaría la vida, es la clave para compren­der que la muerte no fue un accidente, sino algo fundamental en su vida. El hecho de que le mataran podía no tener importancia; pero el hecho de que le importara más la defensa de sus convicciones que la vida nos da la profundi­dad de su opción vital. Jesús fue mártir en el sentido estricto de la palabra. Ninguna circunstancia de su vida, ni siquiera la muerte, le apartó del Padre.

Cuando un ser humano es capaz de consumirse por los demás, está alcanzando su plena consumación. En ese instante puede decir: “Yo y el Padre somos uno”. En ese instante manifiesta un amor semejante al amor de Dios. Si seguimos pensando en un dios de “gloria” ausente del sufrimiento humano, será muy difícil comprender el sentido de la muerte de Jesús. Dios no puede abandonar al hombre, y menos al que sufre. El que esté callado (en todos los sentidos) nos desconcierta, pero no quiere decir que nos haya abandonado.

Al adorar la cruz, esta tarde, debemos ver en ella el signo de todo lo que Jesús quiso trasmitirnos. Ningún otro signo abarca tanto, ni llega tan a lo hondo como el crucifijo. Pero no podemos tratarlo a la ligera. Poner la cruz en todas partes, como adorno, no garantiza una vida cristiana. Tener como signo religioso la cruz, y vivir en el hedonismo, indica una falta de coherencia que nos tenía que hacer temblar. Para poder aceptar el dolor no buscado, tenemos que aprender a aceptarlo voluntariamente el sacrificio buscado como entrenamiento.

Meditación-contemplación

La clave de una vida cristiana (humana)
está en vivir a tope la verdadera Vida,
conservando en su justo aprecio la vida, con minúscula.
Entonces descubriré que la vida biológica no es el valor supremo.
Si la VIDA es lo primero, todo tiene que estar subordinado a ella.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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