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No tentarás al Señor, tu Dios

Domingo, 10 de marzo de 2019
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¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!
Él es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.
No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Por eso, no triunfarán los malvados en el juicio,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.

*

Salmo 1

***

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.

Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.

Entonces el diablo le dijo:

“Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.”

Jesús le contestó:

– “Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre»”.

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:

“Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.”

Jesús le contestó:

“Está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto»”.

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:

“Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras»”.

Jesús le contestó:

“Está mandado: «No tentarás al Señor, tu Dios»”.

Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

*

Lucas 4, 1-13

***

El Evangelio nos presenta este duelo entre Jesús y Satanás. Jesús fue tentado. También él quiere conocer el combate entre el alma que desea permanecer fiel a Dios y el invasor que tratará de desviarla e inducirla al mal. Hay que recordar que cuanto se refiere a Jesús nos toca también a nosotros. La vida de Jesús configura la nuestra; lo que a él le acontece se refleja en nosotros.

¿Fue tentado Jesús? Tanto más podemos o debemos serlo nosotros.

Parece lógica la pregunta, puesto que vivimos en un mundo asediado y turbado por esa iniciativa oculta del que san Pablo llama “el príncipe de este mundo de tinieblas”. Estamos rodeados de algo funesto, malo, perverso, que excita nuestras pasiones, se aprovecha de nuestras debilidades, se deja insinuar en nuestras costumbres, sigue nuestros pasos y nos sugiere el mal. La tentación consiste, pues, en el encuentro entre la buena conciencia y la atracción del mal, y esto del modo más insidioso que se pueda imaginar.

El mal, de hecho, no se nos presenta con su rostro real de enemigo, como algo horripilante y espantoso. Sucede precisamente lo contrario: la tentación es simulación del bien; es el engaño del mal disfrazado de bien, es la confusión entre bien y mal. Este equívoco, que se puede presentar siempre ante nosotros, tiende a hacernos retener como bien donde, por el contrario, está el mal.

*

Pablo VI,
7 de marzo de 1965,
en U. Gamba, [ed.], Pensieri di Paolo VI per ogni giorno dell’anno, Vigodarzere 1983, 279).

***

***

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“No desviarnos de Jesús”. 1 Cuaresma – C (Lucas 4, 1-13)

Domingo, 10 de marzo de 2019
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01-CUAR-C-600x415Las primeras generaciones cristianas se interesaron mucho por las pruebas que tuvo que superar Jesús para mantenerse fiel a Dios y para vivir siempre colaborando en su proyecto de una vida más humana y digna para todos.

El relato de las tentaciones de Jesús no es un episodio aislado, que acontece en un momento y en un lugar determinado. Lucas nos advierte que, al terminar estas tentaciones «el demonio se marchó hasta otra ocasión». Las tentaciones volverán en la vida de Jesús y en la de sus seguidores.

Por eso, los evangelistas colocan el relato antes de narrar la actividad profética de Jesús. Sus seguidores han de conocer bien estas tentaciones desde el comienzo, pues son las mismas que ellos tendrán que superar a lo largo de los siglos si no quieren desviarse de él.

En la primera tentación se habla de pan. Jesús se resiste a utilizar a Dios para saciar su propia hambre: «no solo de pan vive el hombre». Lo primero para Jesús es buscar el reino de Dios y su justicia: que haya pan para todos. Por eso acudirá un día a Dios, pero será para alimentar a una muchedumbre hambrienta.

También hoy nuestra tentación es pensar solo en nuestro pan y preocuparnos exclusivamente de nuestra crisis. Nos desviamos de Jesús cuando nos creemos con derecho a tenerlo todo, y olvidamos el drama, los miedos y sufrimientos de quienes carecen de casi todo.

En la segunda tentación se habla de poder y de gloria. Jesús renuncia a todo eso. No se postrará ante el diablo que le ofrece el imperio sobre todos los reinos del mundo. Jesús no buscará nunca ser servido sino servir.

También hoy se despierta en algunos cristianos la tentación de mantener, como sea, el poder que ha tenido la Iglesia en tiempos pasados. Nos desviamos de Jesús cuando presionamos las conciencias tratando de imponer a la fuerza nuestras creencias. Al reino de Dios le abrimos caminos cuando trabajamos por un mundo más compasivo y solidario.

En la tercera tentación se le propone a Jesús que descienda de manera grandiosa ante el pueblo, sostenido por los ángeles de Dios. Jesús no se dejará engañar. Aunque se lo pidan, no hará nunca un signo espectacular del cielo. Se dedicará a hacer signos de bondad para aliviar el sufrimiento y las dolencias de la gente.

Nos desviamos de Jesús cuando confundimos nuestra propia ostentación con la gloria de Dios. Nuestra exhibición no revela la grandeza de Dios. Solo una vida de servicio humilde a los necesitados manifiesta y difunde su Amor.

José Antonio Pagola

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El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado”. Domingo 1º de Cuaresma

Domingo, 10 de marzo de 2019
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17-cuaresmaC1 cerezoLeído en Koinonia:

Deuteronomio 26, 4-10: Profesión de fe del pueblo escogido.
Salmo responsorial: 90. Está conmigo, Señor, en la tribulación.
Romanos 10, 8-13:Profesión de fe del que cree en Jesucristo.
Lucas 4, 1-13: El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado.

Análisis

El texto “mi padre era un arameo errante”, fue motivo de arduas discusiones entre los estudiosos hace muchos años. Hoy parece que las aguas se han aquietado. Se afirmó —el gran biblista alemán G. von Rad— que estamos ante un “credo primitivo”, pronunciado en el santuario de Guilgal en la liturgia, y que representa el corazón histórico de Israel. Todo el Hexateuco, sigue diciendo, se formula a partir de este texto. Hoy tenemos muchos elementos para cuestionar su antigüedad, y podemos pensar que otros “credos” (como quizás el de Núm 20,14b-16) son más antiguos. Por otra parte, el esquema opresión-clamor-liberación es muy característico del autor deuteronomista (particularmente del libro de los Jueces) como para pensar en una pura originalidad. La importancia de la tierra, como lugar del descanso, tierra dada por Yahvé también es muy importante en el deuteronomista por lo que no parece fácil seguir sosteniendo lo que von Rad decía. Sin embargo hay un elemento que es característico de los credos israelitas, y no debiera discutirse, y es su dimensión histórica. El Dios de Israel es un Dios que se revela en la historia de su pueblo, en la de ayer y la de hoy. En este sentido es muy importante notar, por un lado los usos de las primeras personas del singular, y los plurales: el orante se planta personalmente ante Dios (“mi padre”, “traigo”…) pero cuando debe hacer memoria de su pecado y la intervención salvadora de Dios recurre al plural: “nos maltrataron”, “nos oprimieron”, “nos impusieron servidumbre”, “clamamos”, “escuchó nuestra voz”… “nos trajo”). Ese cambio de personas puede resumirse diciendo “mi padre era Israel, por lo tanto nosotros somos Israel”.

Tradicionalmente esto no ha tenido dificultad, pues desde siempre la tradición cristiana ha heredado con toda naturalidad esa visión según la cual nuestra fe es una respuesta a la intervención de Dios en la historia. Siempre nos ha parecido «natural» que Dios intervenga en el mundo con hechos milagrosos para decirnos algo, o para hacer algo con su pueblo. A Dios siempre lo hemos pensado como un vecino del piso de arriba, pero como un vecino que puede bajar en cualquier momento, y de hecho está siempre pendiente de nosotros. HOY es muy problemática esta visión, porque no forma parte ya de la cosmovisión moderna entender la realidad cósmica como dos pisos: el nuestro y el de Dios. Como sugiere el título del libro de Lenaers, «No hay un Dios ahí arriba». El Dios altísimo, el dios en lo alto del cielo… ha pasado a ser una frase hecha, con sabor añejo, o rancio, que ya no se sabe bien qué significa, porque en nuestra visión moderna actual no hay dos pisos, ni creemos estar conviviendo con vecinos del segundo piso que puedan bajar a éste en cualquier momento.

Hay además un nuevo problema respecto a la historia. Esas intervenciones de Dios en la historia, bien registradas en la Biblia, están siendo cuestionadas por la arqueología científica. No es el lugar para exponerlo aquí, pero puede ser una buena recomendación para la propia formación el estudiar el tema del «nuevo paradigma arqueológico bíblico»: hay toda una nueva visión –documentada, científica, arqueológica– sobre la historicidad de hechos principales que narra la biblia, y que desde siempre creímos literalmente históricos. En realidad no es nada nuevo, pues ya hace mucho tiempo que sabemos que Moisés no escribió el Pentateuco, o que Jesús no nació el 25 de diciembre ni en Belén… pero hay nuevos datos muy llamativos sobre otros elementos cuya historicidad sería decisiva. (Véase la revista VOICES (http://eatwot.net/VOICES) y tómese su último número –en línea, gratuito–; ofrece un buen material de lectura para iniciarse en el tema).

La Iglesia nos propone el Salmo 91 (90) por ser, precisamente, el que utilizará el diablo en la tentación. Quizá para que podamos ver cómo «sacar un texto de contexto puede ser diabólico»… No es unánime la opinión de frente a qué tipo de Salmo nos encontramos, y esto condiciona la interpretación. Unos piensan en un diálogo litúrgico, otros en una homilía sapiencial.

Luego de la sección teológica de la carta a los romanos (caps 1-8) y antes de la sección parenética (caps. 12-15), Pablo introduce un paréntesis sobre Israel (caps. 9-11). Paréntesis que no es ajeno a la totalidad de la misma ya que desde el comienzo nos dijo que la salvación es para todos, pero “primero para los judíos” (1,16; 2,10). Sin embargo, sus “hermanos de raza” demoran en reconocer a Cristo, y Pablo manifiesta su dolor por ello; de todos modos lo ve como un tiempo pedagógico de Dios para dar oportunidad a la conversión de los paganos. Después -quizá movidos por los celos- todo Israel se salvará (11,26). Pero esto no exime de responsabilidad a los judíos ya que miran la justicia que les viene de ellos mismos y no la que viene de Dios. La iniciativa de Dios (gracia) es uno de los temas centrales de la teología paulina, y es grave creer que de nosotros depende. Ese es el motivo, además, por el que Pablo abunda en citas de la Escritura en esta unidad. Este es el marco del párrafo que hoy nos propone la liturgia. Es evidente, y el manejo de los textos lo confirma, que Pablo es consciente de estar polemizando.

Parece que la fuente Q –en la que el evangelio de Lucas se inspira– expresó en tres tentaciones tomadas de las tentaciones del pueblo en el desierto, las tentaciones que tuvo Jesús en su ministerio, al menos las dos últimas aparecen destacadas. Allí donde Israel no supo hacer la voluntad de Dios, Jesús surge fiel, verdadero “Hijo” como ya el Bautismo lo había mostrado. Esto confirma la intención cristológica del relato, y también su probable intencionalidad polémica con el Israel de su tiempo.

Dado que la primera hace referencia a la “palabra de Dios”, la segunda a lo político y la tercera al Templo, algunos han pensado que se estaría ante una triple tentación profética, real y sacerdotal, pero no parece que eso esté en juego aquí. Sólo la tentación real aparece clara, mientras que la profética y más aún la sacerdotal no se revelan, y más aún, parecen muy improbables. Las respuestas apuntan en otra dirección.

En el relato de Lucas, a diferencia del de Juan, Jesús va del desierto a la ciudad, y en la ciudad comienza su ministerio, como en la ciudad culminará todo para desde allí comenzar, siempre conducido por el Espíritu el tiempo nuevo de la Iglesia. En la primera tentación, el diablo no discute que Jesús sea el Hijo de Dios, lo da por supuesto, y lo tienta a convertir en pan una piedra ya que lógicamente tiene hambre. Más que un “nuevo pueblo”, Jesús es “hijo de Dios”, “el Hijo de Dios”. ¿Por qué Jesús no obra el milagro? Porque los milagros que Jesús hace son siempre para los otros, como la multiplicación de los panes: allí Jesús mismo se preocupa: “denles ustedes de comer” (9,13). La segunda es la tentación de poder (exousía) política. En tiempos donde todo el mundo conocido está sometido al imperio romano, se puede ver de un golpe de vista todo: el imperio mismo es diabólico y perverso. E idólatra. La tercera tentación no sólo tiene como característica que ocurre en Jerusalén, sino también que el diablo cita la Escritura. La Escritura mal citada, o mal leída, también puede ser diabólica, o idolátrica. Por otra parte, Jesús deja muy claro que su ministerio es para otros, no para él. No es salvarse a sí mismo, como tampoco en la cruz: “si eres… sálvate” (23,35.37.39).

Como dos rabinos, Jesús y el diablo discuten con citas bíblicas. Y nos queda claro que es falso servidor de Dios el que se sirve de su ministerio en su propio provecho, que no es propio de los fieles a Dios reclamar milagros ya que Dios puede salvar sin necesidad de estas obras “maravillosas” o “teatrales”. Jesús nos muestra -con su vida- el camino de la obediencia de hijo conducido por el espíritu.

Comentario

El evangelio de Lucas, nos pone a Jesús en paralelo con el pueblo de Israel. En las mismas circunstancias en las que el pueblo fue infiel, Jesús sale adelante; y para resaltar el paralelo entre ambas situaciones, el evangelista recurre al desierto y a citas del Deuteronomio. Allí donde Israel cayó, allí Jesús sale adelante. Más que un acontecimiento es una plataforma, un programa: unidos a Jesús nada tenemos que temer, sólo el amor cuenta. Deberíamos aprovechar la Cuaresma para revisar cuántos desencuentros, cuántas infidelidades, cuántas injusticias… Pero, al revisarlas, corregirlas; es que la Cuaresma es tiempo de conversión, y conversión significa caminar, camino de vuelta al Padre.

Mientras el pueblo de Israel, en la tentación, no fue fiel y cedió, ahora nos encontramos a Jesús en la misma situación, en la misma tentación. ¡Y triunfa! Jesús aparece en el Evangelio de hoy como el que vence la tentación. Porque es posible vencerla. Muchas voces, de dentro y de fuera buscan separarnos de Dios, de sus proyectos, de sus caminos. Pero hay una voz más fuerte, más firme, que puede vencer esas otras voces si disponemos el corazón para escucharla. Hace falta tener un oído muy fino, un silencio atento, un corazón dócil. Leer más…

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Tentaciones de Jesús, tentaciones de la Iglesia

Domingo, 10 de marzo de 2019
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latemptaciodesantantoni_1Del blog de Xabier Pikaza:

Domingo 1 Cuaresma (Lucas 4, 1-13). Estamos en el mismo lugar, con los mismos problemas, del comienzo de la Iglesia: El dinero, el poder y el deseo de dominio sobre las conciencias.  Jesús no cayó, pero nosotros corremos el riesgo de caer en ella.

El evangelio atribuye esas tentaciones a Jesús, pero en realidad son  de la Iglesia. Jesús las superó al comienzo de su itinerario, pero la Iglesia a veces no ha querido superarlas, poniendo de hecho su vela al Diablo, diciendo que lo hacía por Jesús y para bien de los pobres, a los que ella quería “redimir” a base de dinero, de poder e imposición de conciencia.

Los evangelios de Mateo y Lucas las narran de un modo paralelo.  Así las recoge esta domingo la liturgia, como recordatorio y exigencia  de conversión al comienzo de la Cuaresma, conforme a la versión de Lucas 4, 1-13:

  1. En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.Entonces el diablo le dijo: “Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.” Jesús le contestó: “Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre»”.
  2. Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: “Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.” Jesús le contestó: “Está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto»”. 
  3. Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras»”.Jesús le contestó: “Está mandado: «No tentarás al Señor, tu Dios»”.

Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión (que ha sido y sigue siendo la ocasión de la Iglesia).

Tentaciones, riesgo de la Iglesia (Imagen 1: Dalí, las tentaciones de  Antonio Abad).

 1. La primera tentación es la del pan, es decir, la del dinero. (Mammón):

A1XAxLLcfRLIdentificar a Dios con el pan, no el pan que se regala y comparte con los pobre y con los amigos, sino el pan convertido en dinero, poder, posesión, seguridad económica, aprovecharse de la religión para tener y tener (adorando al Diablo, que es Mammón, la riqueza divinizada).

«Si eres hijo de Dios di a esas piedras que se vuelvan alimento» (cf. Lc 4, 3). Así argumenta el Diablo, con buena lógica: El Reino de Dios debería resolver los problemas económicos, porque se supone que Dios es pan, dinero (cf. Mamona de Mt 6, 24). Pero Jesús responde: «No sólo de pan el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios» (Lc 4, 4; Mt 4,4; cf. Dt 8, 3).

Imagen 2: La tentación del pan-dinero:

Para Jesús, el Reino es ciertamente pan, pero un pan vinculado a la palabra, es decir, a la libertad y a la comunión entre los hombres, de un modo generoso, gratuito…Éste es el pan de la riqueza verdadera, que la palabra de todos, la confianza. En contra de ese pan de gratuidad va el Diablo‒Mammón, el inquisidor del que habla Dostoiewsky:

Tú quieres irle al mundo, y le vas con las manos desnudas, con una ofrenda de libertad que ellos, en su simpleza y su innata cortedad de luces, ni imaginar pueden… porque nunca en absoluto hubo para el hombre y para la sociedad humana nada más intolerable que la libertad. ¿Y ves tú esas piedras en este árido y abrasado desierto?… Pues conviértelas en pan, y detrás de Ti correrá la Humanidad como un rebaño, agradecida y dócil. Pero tú no quisiste privar al humano de su libertad y rechazaste la proposición, porque ¿qué libertad es esa -pensaste- que se compra con pan? (Hermanos Karamazo, Obras completas, III, Aguilar, Madrid, 1964208-209).

Era (es) tiempo de hambre y el mismo Jesús pertenecía la clase de campesinos sin tierra, artesanos precarios, mendicantes y mendigos, sometidos al poder de reyes, terratenientes y mercaderes, convertidos en dueños de un pan que ellos empleaban para imponerse sobre los pobres (para dominarles y excluirles). El Inquisidor asegura a Jesús: «De haber optado por el pan habrías respondido al general y sempiterno pensar humano: ¿Ante quién adorar?» (cf. Mt 6, 24), pues el hombre adora a quien concede pan, a quien le asegura un tipo de prosperidad económica”.

Pero Jesús sabe que el hombre es, ante todo, libertad para el amor, de manera que el pan (economía) ha de estar al servicio de la Palabra, es decir, de la comunicación y dignidad humana, de la gratuidad. Por eso él rechaza la propuesta del Diablo, que quiere imponerse por el pan (o la falta de pan), destruyendo al hombre. En contra de eso, Jesús no quiere Pan con métodos de Diablo, como harán muchos colectivos cristianos posteriores. Jesús quiere ante todo el pan de dignidad y la gratuidad, el pan de la palabra acogida, compartida por todos, en la vida hecha fiesta de gratuidad.

 2. La segunda tentación es la del Poder….

 Concebir a Dios como todo‒poderoso, en sentido impositivo, de manera que la religión sirva para dominar a los, incluso (se dice) para su bien. Por eso, muchas veces, un tipo de Iglesia o religión ha tomado el poder, pero para conseguirlo ha tenido que “adorar al Diablo.

5339b0edEl Papa corona emperador a Carlomagno, año 800 

«Mostrándole los reinos de la tierra,  el  Diablo dijo: todo esto te lo daré si me adoras, pues yo se lo doy a quien yo quiero…» (Lc 4, 5-6). Largos siglos llevaba Israel esperando la llegada de un Reino universal, sabiendo que tras muchos imperios despiadados y reyes injustos debía surgir el príncipe Mesías, el buen Cristo‒Rey emperador. Así sigue diciendo Dostoewsky:

Siempre la Humanidad, en su conjunto, se afanó por el poder universal. Muchos fueron los pueblos grandes con una gran historia; pero cuanto más grandes, tanto más intensamente que los otros han sentido el anhelo de la fusión universal de los humanos… Si hubieras aceptado el mando y la púrpura del César, habrías fundado el imperio universal y habrías dado la paz al mundo (Ibid 212-13).

El Diablo le ofrece un Imperio mundial, a la fuerza, en la línea del César de Roma, con lo que eso implica de adoración al Poder…,  pero no un poder “autoridad”, que brota y y se expande en gratuidad y diálogo (como en Is 2, 2-4). Pero Jesús rechaza su propuesta, porque un imperio y paz que se consigue y ejerce por la fuerza implica la destrucción del hombre. Él no quiere imposición, autómatas o esclavos, sino amigos e hijos de Dios, oponiéndose así al despotismo del Diablo, que crea un espléndido rebaño, pero mata al ser humano.

 Ciertamente, Jesús quiere Reino, pero en línea de Dios, no para conquistar el mundo, como el César de Roma, sino para crear y animar la vida, en gratuidad…   No ha tomado el pan sin Palabra, tampoco puede aceptar el reino sin libertad (con adoración del Diablo).

Pueden discutirse muchos rasgos del proyecto de Jesús, pero su sentido es firme: Él no ha querido el poder para dominar a otros (eso es del Diablo), sino que tiene y ejerce autoridad para crear vida, enseñar y curar en libertad. En esa línea, sin ningún impositivo, Jesús tiene y ejerce la más honda autoridad, la del que ama y anima, impulsa y crea…

     No se trata, pues, de tomar el poder (un poder que congela la vida, y la oprime), sino de regalar la vida, es decir, el amor, la palabra, sabiendo que sólo aquello que se da se conserva y aumenta.

 3. La tercera tentación es la del “milagro”:

la de atribuirse una potencia sagrada más alto, para situarse arriba y dominar sobre las conciencias, a través de un tipo de “milagros” o gestos espectaculares de dominio sobre los demás. Ésta es la última tentación: la de andar sobrados, apelando siempre a las propias razones más altas, para así deslumbrar a los demás e imponerse a ellos, sin dejarles pensar y saber y ser en libertad.

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 El Diablo colocó a Jesús sobre el pináculo del Templo y le dijo (según el texto ya citado de Dostoiewsky):

  «Si eres hijo de Dios, lánzate abajo, porque está escrito: mandaré a los ángeles que te tomarán en sus manos…» (cf. Lc 4, 9; cf. Sal 91, 11-12). Éste es el Diablo del milagro, entendido como sometimiento religioso, en contra del Dios que es libertad, pues no utiliza engaños ni domina a los demás. Así le dice el Inquisidor:

Pero tú sabías que en cuanto el hombre rechaza el milagro, inmediatamente rechaza también a Dios, porque el hombre busca no tanto a Dios como el milagro. Y no siendo capaz el hombre de quedarse sin milagro, fue y se fraguó él mismo nuevos milagros y se inclinó ante los prodigios de un mago o los ensalmos de una bruja, no obstante ser cien veces rebelde, herético y ateo. Tú no bajaste de la cruz cuando te gritaron: ¡Baja de la cruz y creeremos que eres Tú! Tú no descendiste, tampoco, porque también entonces rehusaste subyugar al humano por el milagro y estabas ansioso de fe libre… Te lo juro: el hombre es una criatura más débil y pequeña de lo que imaginaste. Al estimarlo tanto te condujiste como si dejases de compadecerlo, pues le exigías demasiado. De haberlo estimado en menos, menos le hubieses exigido, y esto habría estado más cerca del amor, porque más leve habría sido su peso (Ibid 211).

 Ésta es la última tentación: Pensar que uno (la Iglesia) tiene poderes superiores, milagros que se imponen y convencen por la fuerza. Ésta ha sido una gran tentación de Iglesia:  Reivindicar y utilizar el poder religioso para dominar a otros, apelando a la propia superioridad, como si el Reino de Dios consistiera en dominar con un tipo de prodigio de magia sobre los demás.

Muchos piensan que Jesús debía haber impuesto su Reino de manera religiosa (prodigiosa); pero él no lo ha hecho, sino que ha optado por la libertad de los hombres, en contra de muchas instituciones cristianas posteriores. Una y otra vez, un tipo de Iglesia ha querido dominar sobre la gente de a pie apelando a su poder superior sagrado, al milagro de su ciencia y potencia superior.

Pues bien, siempre que ha actuado así, con inquisiciones de tipo social y dominios de conciencia, la  iglesia ha terminado destruyéndose a sí misma, ha pervertido a Dios, ha transformado a Jesús en un tipo de poder egoísta, al servicio de algunos.

Vuélvase a leer ahora el texto de las tentaciones, aplicado a nuestra Iglesia su mensaje.

Las tentaciones de Jesús son las mismas tentaciones de la Iglesia, y viceversa. Ellas reflejan la primera experiencia de crisis creadora del evangelio. Leer más…

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Las tentaciones de Jesús. Primer Domingo de Cuaresma. Ciclo C

Domingo, 10 de marzo de 2019
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imageDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El primer domingo de Cuaresma se dedica siempre a recordar el episodio de las tentaciones de Jesús. También los evangelios sinópticos abren la vida pública de Jesús con ese famoso episodio. Es un relato programático, para que el lector del evangelio sepa desde el primer momento cómo orienta Jesús su actividad y los peligros que corre en ella. Para eso, enfrentan a Jesús con Satanás, que encarna a todas las fuerzas de oposición al plan de Dios, y que intentará apartar a Jesús de su camino.

            Marcos habla de ellas de forma escueta y misteriosa: “En seguida el Espíritu lo empujó al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, y Satanás lo ponía a prueba; estaba con las fieras y los ángeles le servían” (Mc 1,12-13). Tenemos los datos básicos que recogerán todos los evangelios (menos Juan, que no habla de las tentaciones): lugar (desierto), duración (40 días), la prueba. Pero Mc no habla del ayuno ni concreta en qué consistían las tentaciones; y el servicio de los ángeles es continuo durante esos días.

            Mateo y Lucas, utilizando una tradición paralela, han completado el relato de Marcos con las tres famosas tentaciones que todos conocemos; al mismo tiempo, presentan a Jesús ayunando durante esos cuarenta días (igual que Moisés en el Sinaí) y relegan el servicio de los ángeles al último momento.

            Las tentaciones empalman directamente con el episodio del bautis­mo y explican cómo entiende Jesús lo que dijo en ese momento la voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”. ¿Significa esto que la vida de Jesús vaya a ser cómoda y maravillosa como la de un príncipe?

1ª tentación: utilizar el poder en beneficio propio

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo:

—Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.

Jesús le contestó:

—Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre“.

Tentacion jesus

Partiendo del hecho normal del hambre después de cuarenta días de ayuno, la primera tentación es la de utilizar el poder en beneficio propio. Es la tentación de las necesidades imperiosas, la que sufrió el pueblo de Israel repetidas veces durante los cuarenta años por el desierto. Al final, cuando Moisés recuerda al pueblo todas las penalidades sufridas, le explica por qué tomó el Señor esa actitud: “(Dios) te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, para enseñarte que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios” (Dt 8,3). En la experiencia del pueblo se han dado situaciones contrarias de necesidad (hambre) y superación de la necesidad (maná). De ello debería haber aprendido dos cosas. La primera, a confiar en la providencia. La segunda, que vivir es algo mucho más amplio y profundo que el simple hecho de satisfacer las necesidades primarias. En este concepto más rico de la vida es donde cumple un papel la palabra de Dios como alimento vivificador. En realidad, el pueblo no aprendió la lección. Su concepto de la vida siguió siendo estrecho y limitado. Mientras no estuviesen satisfechas las necesidades primarias, carecía de sentido la palabra de Dios.

Lo que acabo de decir refleja el gran problema teológico de fondo. En la práctica, la tentación se deja de sutilezas y va a lo concreto: “Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”. Jesús, el nuevo Israel, no necesita quejarse del hambre, ni murmurar como el pueblo, ni acudir a Moisés. Es el Hijo de Dios. Puede resolver el problema fácilmente, por sí mismo. Pero Jesús, el nuevo Israel, demuestra que tiene aprendida desde el comienzo esa lección que el pueblo no asimiló durante años: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre”.

En realidad, la enseñanza de Jesús en esta primera tentación es tan rica que resulta imposible reducirla a una sola idea. Está el aspecto evidente de no utilizar su poder en beneficio propio. Está la idea de la confianza en Dios. Pero quizá la idea más importante, expresada de forma casi subliminar, es esa visión amplia y profunda de la vida como algo que va mucho más allá de la necesidad primaria y se alimenta de la palabra de Dios.

2ª tentación: Tener, aunque haya que arrastrarse

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:

—Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.

Jesús le contestó:

—Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto”.

Tentación de los reinos

 Este episodio siempre me trae a la memoria mi decepción cuando subí a la cumbre del monte Nebo con la esperanza de ver, como Moisés, toda la Tierra Prometida. La neblina permitía ver el Mar Muerto a duras penas. Cuanto más alto llevase Satanás a Jesús, menos vería el esplendor de todos los reinos del mundo. El episodio no debemos interpretarlo en sentido literal e histórico. Lo importante es su sentido.

La segunda tentación no es la tentación provocada por la necesidad urgente, sino por el deseo de tener todo el poder y la gloria del mundo. ¿Es esto malo, tratándose del Mesías? Los textos proféticos y algunos Salmos hablaban de su dominio cada vez mayor, universal, concedido por Dios. Pero Satanás parte de un punto de vista muy distinto, propio de la mentalidad apocalíptica: el mundo presente es malo, no está en manos de Dios, sino en las suyas; es él quien lo domina y entrega su poder a quien quiere. Solo pone como condición que se postren ante él, que lo reconozcan como dios. Jesús se niega a ello, citando de nuevo un texto del Deuteronomio: “Está escrito: al Señor tu Dios adorarás, a él solo darás culto”.

El relato es tan fantástico que cabe el peligro de no advertir su tremenda realidad. El ansia de poder y de gloria lo percibimos continuamente (mucho más en España en tiempos de elecciones y de formación de gobierno), y también queda clara la necesidad de arrastrarse para conseguir ese poder. Pero este peligro no es solo de políticos, banqueros y grandes empresarios. Todos nos creamos a menudo pequeños ídolos ante los que nos postramos y damos culto.

3ª tentación: pedir pruebas que corroboren la misión encomendada.

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:

—Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”.

Jesús le contestó:

—Está mandado: “No tentarás al Señor, tu Dios”.

Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

Tentación pináculo del templo

Pináculo del templo de Jerusalén

En 1972, cuando todavía estaba permitido llegar hasta el pináculo del Templo de Jerusalén, tuve ocasión de contemplar la impresionante vista de las murallas de Herodes prolongándose en la caída del torrente Cedrón. Una de las pocas veces en mi vida en las que he sentido vértigo. En ese escenario sitúa Satanás a Jesús para invitarlo a que se tire, confiando en que los ángeles vendrán a salvarlo.

Esta tentación se presta a interpretaciones muy distintas. Podríamos considerarla la tentación del sensacionalismo, de recurrir a procedimientos extravagantes para tener éxito en la actividad apostólica. La multitud congregada en el templo contempla el milagro y acepta a Jesús como Hijo de Dios. Pero esta interpretación olvida un detalle importante: el tentador nunca hace referencia a esa hipotética muchedumbre, lo que propone ocurre a solas entre Jesús y los ángeles de Dios.

Por eso considero más exacto decir que la tentación consiste en pedir pruebas que corroboren la misión encomendada. Nosotros no estamos acostumbrado a esto, pero es algo típico del Antiguo Testamento, como recuerdan los ejemplos de Moisés (Ex 4,1‑7), Gedeón (Jue 6,36‑40), Saúl (1 Sam 10,2‑5) y Acaz (Is 7,10‑14). Como respuesta al miedo y a la incertidumbre espontáneos ante una tarea difícil, Dios concede al elegido un signo milagroso que corrobore su misión. Da lo mismo que se trate de un bastón mágico (Moisés), de dos portentos con el rocío nocturno (Gedeón), de una serie de señales diversas (Saúl), o de un gran milagro en lo alto del cielo o en lo profundo de la tierra (Acaz). Lo importante es el derecho a pedir una señal que tranquilice y anime a cumplir la tarea.

            Jesús, a punto de comenzar su misión, tiene derecho a un signo parecido. Basándose en la promesa del Salmo 91,11‑12 (“a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en volandas para que tu pie no tropiece en la piedra”), el tentador le propone una prueba espectacular y concreta: tirarse del alero del templo. Así quedará claro si es o no el Hijo de Dios.

            Sin embargo, Jesús no acepta esta postura, y la rechaza citando de nuevo un texto del Deuteronomio: “No tentarás al Señor tu Dios” (Dt 6,16). La frase del Deuteronomio es más explícita: “No tentaréis al Señor, vuestro Dios, poniéndolo a prueba, como lo tentasteis en Masá”. ¿Qué ocurrió en Masá? Lo cuenta el libro de los Números en el c.17,1-7: el pueblo, durante la marcha por el desierto, se queja por falta de agua para beber. Y en esta queja se esconde un problema mucho más grave que el de la sed: la auténtica tentación consiste en dudar de la presencia y la protección de Dios: “¿Está o no está con nosotros el Señor?” (v.7). En el fondo, cualquier petición de signos y prodigios encubre una duda en la protección divina. Jesús confía plenamente en Dios, no quiere signos ni los pide. Su postura supera con mucho incluso la de Moisés.

            Cuando termina el relato de las tentaciones, Lucas añade que “el tentador lo dejó hasta otro momento”. Ese momento será al final de la vida de Jesús, cuando esté crucificado.

Nuestras tentaciones

Las tentaciones tienen también un valor para cada uno de nosotros y para toda la comunidad cristiana. Sirven para analizar nuestra actitud ante las necesidades, miedos y apetencias y nuestro grado de interés por Dios.

1) La necesidad primaria: afecto, comprensión.

2) ¿Está Dios en medio de nosotros?

3) La tentación de tener.

4) La tentación del dejarse arrastrar, dejar hacer a los demás, callar.

1ª lectura: recordar nuestra historia con gratitud (Deuteronomio 26, 4-10)

            El texto del Deuteronomio recoge la oración que pronuncia el israelita cuando, después de la cosecha, ofrece a Dios las primicias de los frutos. Va recordando la historia del pueblo, desde Jacob (“mi padre era un arameo errante”), la opresión de Egipto, la liberación y el don de la tierra. En el contexto de la cuaresma, esta lectura nos invita a pensar en los beneficios recibidos de Dios y a ser generosos con él. El agradecimiento a Dios es más importante incluso que la mortificación cuaresmal.

Dijo Moisés al pueblo:

—El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios. Entonces tú dirás ante el Señor, tu Dios:

Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí, con unas pocas personas. Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa. Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos. Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado“.

Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios».

2ª lectura: confesar al Señor e invocarlo (Romanos 10, 8-13)

            En este breve pasaje Pablo comenta dos frases de la Escritura, aplicándolas al tema de la salvación personal (1ª cita) y de toda la humanidad (2ª cita). ¿Cómo se alcanza la salvación? Confesando que Jesús es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los muertos. Algo que estamos tan acostumbrados a repetir que no valoramos rectamente. A mediados del siglo I, confesar a Jesús como Señor (Kyrios), cuando el Emperador romano era considerado el único Kyrios (César), suponía mucho valor. Y confesar que Dios lo había resucitado podía provocar más sonrisas y escepticismo del que podemos imaginar.

            La segunda cita «Nadie que cree en él quedará defraudado» la interpreta Pablo de forma revolucionaria. Para un judío, estas palabras sólo podrían aplicarse a los judíos, al pueblo elegido. Ellos serían los único en no quedar defraudados. En cambio Pablo la aplica a toda la humanidad, judíos y griegos. Cualquiera que invoca el nombre del Señor alcanzará la salvación.

Hermanos:

La Escritura dice:

«La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón».

Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos. Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación.

Dice la Escritura:

«Nadie que cree en él quedará defraudado».

Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará».

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I Domingo de Cuaresma. 10 marzo, 2019

Domingo, 10 de marzo de 2019
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Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”.

(Lc 4, 1-13)

Tras la fuerte e íntima experiencia de su propio Bautismo, Jesús se dirige al desierto. Acaba de conocer quién es, su identidad: “Tú eres mi Hijo amado”. Hijo y Mesías, Hijo y enviado, el Ungido.

Por la fragilidad de su condición humana necesita tiempo, espacio, pensar, asimilar su identidad y, en función de ella, reorientar su vida. Se retira al silencio y a la soledad del desierto. Con el paso de los días y lejos de las distracciones exteriores, es ahí, en la quietud del desierto, en su noche, cuando le asaltan los temores y la voz de su ego: “si eres hijo de Dios…” Reto que también le acompañará en la Cruz: “si eres hijo de Dios, sálvate a ti mismo y baja de la cruz”.

Lo es. Es Hijo de Dios, y además, Amado. Sentir esa certeza en lo más profundo de su ser es lo que le lleva a permanecer, al igual que en la cruz, hasta el final. En la soledad del desierto, en su noche, en la nada. Y sin embargo, esa misma permanencia le agudiza la escucha de la Palabra. Llenándole de confianza y seguridad, agarrándose a ella una y otra vez, y mirando cara a cara a sus temores: “Está escrito…”.

Jesús escucha la Palabra, la acoge en su corazón, la pronuncia con sus labios y la cumple por medio de sus acciones. Interesante y difícil tarea la que nos propone para, al menos, estos cuarenta días de Cuaresma. Podemos prestar especial atención a nuestra manera de escuchar la Palabra, de escuchar las palabras de quienes nos rodean. Reflexionar sobre el valor que damos a nuestras propias palabras e interrogarnos cuántas veces rompemos el Silencio pronunciando palabras absurdas.

Oración

Dios Trinidad, nuestro corazón está alegre
porque sabe que tú lo escuchas y lo miras.
Ojalá tu Palabra se sienta escuchada y acogida por nuestro corazón.
Que nuestros labios no la corrompan al pronunciarla.
Ojalá nuestras acciones sean reflejo suyo.
Amén.”

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Si vemos una sombra, es que al otro lado hay una luz

Domingo, 10 de marzo de 2019
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tentacionesLc 4, 1-13

Debemos superar el enfoque maniqueo de la cuaresma que hemos arrastrado durante demasiado tiempo. Sin embargo, el sentido profundo de la cuaresma debemos mantenerlo e incluso potenciarlo. En efecto, en ninguna época de la historia el ser humano se había dejado llevar tan masivamente por el hedonismo. A escala mundial el hombre se ha convertido en productor-consumidor. El grito de guerra de las revueltas estudiantiles del 68 en Francia, era: “No queremos vivir peor que nuestros padres”. No querían ganar menos y consumir menos; para nada hacían alusión a la posibilidad de ser más humanos.

La crisis económica nos puede ayudar a superar la trampa. ¿Queremos consumir más o nos interesa ser cada día más humanos? En teoría no hay problema para responder, pero en la práctica, todos nos dejamos llevar por el hedonismo, aún a costa de menor humanidad. Aquí está la razón de la cuaresma. Todos tenemos la obligación de pararnos a pensar hacia dónde nos dirigimos. Alcanzar plenitud de humanidad exige el esfuerzo de no instalarnos en la comodidad. Para crecer en humanidad debemos ir más allá de la satisfacción de los instintos. Este es el planteamiento de una cuaresma para la reflexión.

No debemos escandalizarnos cuando los exégetas nos dicen que los relatos de las tentaciones no son historia sino teología. Mc, que fue el primero que se escribió, reduce el relato a menos de tres líneas. No son crónicas de sucesos, pero son descarnadamente reales. Empleando símbolos conocidos por todos, nos quieren hacer ver una verdad teológica fundamental: La vida humana se presenta siempre como una lucha a muerte entre los dos aspectos de nuestro ser; por una parte lo instintivo o biológico y por otra lo espiritual o trascendente. Esa lucha no hay que plantearla en el orden del obrar sino en del conocer.

El mito del mal personificado (diablo), ha atravesado todas las culturas y religiones hasta nuestros días. No necesitamos ningún enemigo que nos tiente desde fuera. El diablo nace como necesidad de explicar el mal, que no puede venir de Dios. Lo que llamamos mal no tiene ningún misterio; es inherente a nuestra condición de criaturas. La voluntad solo es atraída por el bien, pero como nuestro conocimiento es limitado, la razón puede presentar a la voluntad un objeto como bueno, siendo en realidad malo. Todos buscamos el bien, pero nos encontramos con lo malo entre las manos, no porque lo busquemos sino por ignorancia.

El mal es consecuencia de una inteligencia limitada. Sin conocimiento, la capacidad de elección sería imposible y no podía haber mal moral. Si el conocimiento fuera perfecto, también sería imposible el mal, porque sabríamos lo que es malo, y no nos atraería. Si la voluntad va tras el mal, es siempre consecuencia de una ignorancia. Es decir, creemos que es bueno para nosotros lo que en realidad es malo. La libertad de elección solo se puede dar entre dos bienes. Plantear una lucha entre el bien y el mal, es puro maniqueísmo. La lucha se da entre el bien aparente (mal), y el bien real para mí. Esto es muy importante.

El ser humano es un proyecto que está toda su vida desarrollándose. Para que el desarrollo humano concluya con éxito, cada etapa tiene que integrar la anterior y unificarse en una personalidad, solo que más cerca del objetivo final. Que las tentaciones sean tres, no es casual. Se trata de un resumen perfecto de las relaciones que puede desarrollar un ser humano. La tentación consiste en entrar en una relación equivocada con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Una auténtica relación humana con los demás depende, querámoslo o no, de una adecuada relación con nosotros mismos y con Dios.

1ª tentación: poner la parte superior de nuestro ser al servicio de la inferior. Si eres Hijo de Dios… No se debe entender desde los conceptos dogmáticos acuñados en el s. IV. No hace referencia a la segunda persona de la Trinidad. Significa hijo en el sentido semita. Si tú has hecho en todo momento la voluntad de Dios, también Él hará lo que tú quieres. Fíjate bien que la tentación de hacer la voluntad de Dios para que después Él haga lo que yo quiero, no tiene que venir ningún diablo a sugerírnosla; es lo que estamos haciendo todos, todos los días. Jesús no es fiel a Dios porque es Hijo, sino que es Hijo porque es fiel…

Di que esta piedra se convierta en pan. La tentación permanente es dejarse llevar por los instintos, sentidos, apetitos. Es decir hacer en todo momento lo que te pide el cuerpo. Es negarse a seguir evolucionando y superarse a sí mismo, porque eso exige esfuerzo. Los instintos nos ayudan a garantizar nuestro ser animal. Si ese fuera nuestro objetivo, no habría nada de malo en seguirlos, como hacen los animales. En ellos los instintos nunca son malos. Pero si nuestro objetivo es ser más humanos, solo a través del esfuerzo lo podremos conseguir, porque debemos ir más allá de lo puramente biológico. El fallo está en utilizar la inteligencia para potenciar nuestro ser animal.

No solo de pan vive el hombre. El pan es necesario, pero, ni es lo único necesario ni es lo más importante. Para el animal sí es suficiente. Nuestro hedonismo cotidiano demuestra que aún no hemos aceptado estas palabras de Jesús. El dar al cuerpo lo que me pide es para muchos lo primero y esencial, descuidando la preocupación por todo aquello que podía elevar nuestra humanidad. El antídoto de esta tentación es el ayuno. Privarnos voluntariamente de aquello que es bueno para el cuerpo, es la mejor manera de entrenarnos para no ceder, en un momento dado, a lo que es malo aunque sea apetitoso.

2ª tentación: Si me adoras, todo será tuyo. El poder, en cualquiera de sus formas, es la idolatría suprema. El poder lleva siempre consigo la opresión, que es el único pecado que existe. Adorar a Dios no significa dar incienso a un dios exterior. Se trata de descubrir lo que de Dios hay en nosotros y vivirlo. Nuestro auténtico ser no está en el ego aparente sino más a lo hondo. Si descubro mi ser profundo, no me importará desprenderme de mi falso yo y, en vez de buscar el dominio de los demás, buscaré el servicio a todos. El antídoto es la limosna. Para no caer en la tentación de aprovecharnos de los demás, debemos hacer ejercicios de donación voluntaria de lo que tenemos y de lo que somos.

3ª tentación: Tírate de aquí abajo. Realiza un acto verdaderamente espectacular, que todo el mundo vea lo grande que eres. Todos te ensalzarán y tu vana-gloria llegará al límite. La respuesta: deja a Dios ser Dios. Acepta tu condición de criatura y desde esa condición alcanza la verdadera plenitud. Dios no tiene que darte nada. Ya se lo ha dado todo a todos. Eres tú el que debes descubrir las posibilidades de ser que tienes sin dejar de ser criatura. Ya es hora de que dejemos de acusar a Dios de haber hecho mal su obra y exigirle que rectifique. El antídoto es la oración. Al decir oración no queremos decir “rezos” sino meditación profunda. Descubrir al verdadero Dios me librará de utilizar al dios ídolo.

Decía S. Agustín: amor meus, pondus meum = mi amor es mi peso. Pero “pondus” significa también “calidad, punto de gravedad”. Otra frase del evangelio: “donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón”. El ser humano nunca conseguirá el equilibrio si no encuentra un verdadero “peso”, un valor supremo que enderece y ponga a raya todas sus tendencias.

Meditación

Para llegar a tu verdadero ser hay que atravesar tu propio desierto.
Libérate de todo lo que crees ser para llegar a lo que eres de verdad.
En el desierto, y solo, tienes que tomar la decisión definitiva.
La tierra prometida”, está ya ahí, al otro lado de tu falso yo.
Mantente en el silencio, hasta que se derrumbe el muro que te separa de ti mismo.
En tu verdadero ser ya lo eres todo.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Dejarse llevar

Domingo, 10 de marzo de 2019
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Jesus_en_el_desiertoSigue a tu corazón, pero lleva contigo a tu cerebro. (Alfred Adler)

10 de marzo. Domingo I de Cuaresma

Lc 4, 1-13

Jesús, lleno del Espíritu santo, se alejó del Jordán y se dejó llevar por es Espíritu al desierto

No es un dejarse llevar por las sirenas al mundo de los sueños, donde la mente no piensa y se pierde en pensamientos yermos que desvalijan cosechas dejando los graneros de las conciencias vacíos, ni un caminar por el desierto, tentados por el demonio con una oferta de poder, semejante a la que Lady Macbeth hacía al protagonista de la ópera Macbeth, de Giuseppe Verdi, con estas tentadoras palabras de señorío:

“¡Ven! ¡Apresúrate! ¡Quiero encender
tu frío corazón!
Yo te daré valor para cumplirl
a audaz empresa;
las videntes te prometieron
el trono de Escocia”.

Son brisas que estimulan voluntades y empujan los sentidos a recoger las mieses del verano, sembradas con esperanza en el campo personal de primavera.

“Sigue a tu corazón, pero lleva contigo a tu cerebro”, dijo el Alfred Adler, médico y psicólogo austríaco, que. me invita a poner rumbo sobre las olas hacia un perenne crecimiento.

Del viento aprendemos a dejarnos llevar. No puedes guiar al viento, pero puedes cambiar tus velas de dirección. Navegando hacia el Norte a todo trapo, descubrirás una isla de belleza desnuda, milagrosamente virginal en apariencia, aunque milagrosamente embarazada por el Espíritu Santo para que tu puedas transformarla tratándola con mimo.

Claude Debussy compuso una obra en la que invita a los niños a dejarse llevar, y disfrutar de muchas cosas. Un concierto que integra la narración, la manipulación de objetos, la visualización de obras de arte y la interpretación al piano para hacer de la música de Debussy una auténtica aventura para niños y mayores, un monumento musical construido sobre siete movimientos:

Todo comienza en París – Vals ‘La plus que lente’
Juegos bajo la lluvia – Jardins sous la pluie
Cae la noche – Claire de lune
Amigos furtivos – La danse de Puck
Nieva – The snow is dancing
Ruge la tormenta – Ce qu’a vu le vent d’ouest
Hay otros mundos – Minstrels

La Caja de Música -todo aquello que le gustaba de la vida- estaba dentro del piano  y en él cabían muchas cosas: un paraguas, un libro, la nieve, el viento…, porque el piano es la caja en la que Debussy metía sus cosas favoritas, sacando de ella esas formas convertidas en música.

¿Incluso la luna estaba dentro del piano? (“¡Chi lo sa!…”)

Cuando buscamos dentro de nosotros mismos lo encontramos siempre

En la cara oculta de esta frase: ama y haz lo que quieras, está la historia del cristiano. Jesús de Nazaret, un Maestro que con su vida en la que tienen cabida silencios y palabras; oración y acción, porque quizá, sólo con él y como él, sí que podemos decir con San Agustín “Ama Deum et fac quod vis”.

En la película X, uno de los protagonistas dice: “¿Y qué pretendes con esto?” A lo que otro responde: “Encontrarme a mí mismo”. Una búsqueda que cuando es sincera, produce siempre abundante fruto.

Escena cuarta del Acto II, de la ópera Nabuco, de Giuseppe Verid, en la que los hebreos, desterrados a Babilonia, entonan el famoso Coro “Va’, pensiero, sull’ale dorate”;

VA´, PENSIERO

¡Vuela pensamiento, con alas doradas,
pósate en las praderas y en las cimas
donde exhala su suave fragancia
el aire dulce de la tierra natal!

¡Saluda a las orillas del Jordán
y a las destruidas torres de Sión!
¡Ay, mi patria, tan bella y abandonada
¡Ay recuerdo tan grato y fatal!
Arpa de oro de los fatídicos vates,
¿por qué cuelgas silenciosa del sauce?

Revive en nuestros pechos el recuerdo,
¡háblanos del tiempo que fue!
Canta un aire de crudo lamento
al destino de Jerusalén
o que te inspire el Señor una melodía
que al padecer infunda virtud.

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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No tentarás al Señor, tu Dios

Domingo, 10 de marzo de 2019
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158524_desierto.jpgI Cuaresma. (Lc 4, 1-13)

Cuaresma y tentaciones. Cuaresma: Psicodrama de nuestra vida: Del miércoles de ceniza al domingo de la Resurrección. En compañía (comunidad) y con la confianza de un final feliz. Tentaciones: De usar a Dios a nuestro servicio o ponernos nosotros a su servicio en los hermanos.

Cuaresma es un tiempo de preparación, con ayuno, oración y limosna, para lo que nos aguarda: la Pascua de Resurrección. La Cuaresma es tiempo de reflexión, aprendizaje y discernimiento sobre la evolución y desarrollo de nuestras posibilidades como ser humano pleno. Revisión de vida, de proyectos y metas, de objetivos y rutas. Lo podemos comparar con el trabajo necesario para preparar unas oposiciones a notaría.

El primer domingo de Cuaresma, en los tres ciclos litúrgicos, leemos el relato de las tentaciones de Jesús, en sus distintas versiones: Mt 4, 1-11. (Ciclo A); Mc 1, 12-15. (ciclo B); Lc 4, 1-13. (Ciclo C). Esto nos debe hacer pensar que es importante, para la tarea de preparación a la Pascua y revisión de nuestra vida, empezar por las tentaciones, las de Jesús y las nuestras. Cuaresma y tentaciones se conjugan.

El relato de las tentaciones de Jesús en el desierto tiene un carácter simbólico que las primitivas comunidades cristianas lo supieron traducir e interpretar como mensaje de liberación para ellas. Jesús, al iniciar su tarea como mesías libertador, tuvo tentaciones que le proponían desviaciones de su propósito y misión. Que Jesús fuera tentado lo humanizaba a su vista. Que lejos de ver en las tentaciones de Jesús un menoscabo de su personalidad, las tentaciones le hacían más cercano a la vida de sus seguidores. Si Jesús fue capaz de vencer las tentaciones, con la fuerza del Espíritu, ellos también podrían. La vida de Jesús y su mensaje así les parecía un modelo posible humanamente. Nosotros también podemos sacar las mismas conclusiones y alguna más. Por ejemplo: La tentación no significa nada negativo ni desmoralizante. Es ocasión de reconocimiento de nuestra vulnerabilidad y límite, pero también de la posibilidad de superación y crecimiento.

Los textos evangélicos sitúan las tentaciones de Jesús en un lugar y tiempo muy precisos aunque esas tentaciones, por genéricas y ejemplarizantes, le debieron de rondar a Jesús, como a cada uno de nosotros, siempre y en todo lugar mientras vivió en la tierra. Las tentaciones nos presentan la humanidad de Jesús. Tentado como todo humano. Con ellas nos da ejemplo de la vivencia de la vulnerabilidad, límites, errores y debilidades que los humanos tenemos.

La tentación, en Jesús y nosotros, es la posibilidad de desviarse del buen camino emprendido. Renunciar al proyecto empezado. Es la lucha que todo humano sostiene entre las pulsiones de vida y las de muerte, el bien y el mal, la humanidad y la inhumanidad que nos constituyen. A su vez, vencer la tentación es mantenerse fiel a la misión emprendida a pesar de la duda y la incertidumbre. El afrontamiento y éxito contra la tentación exige lucidez en el discernimiento de la meta propuesta, vigilancia y esfuerzo en el camino, y fidelidad al compromiso.

El denominador común de las tres tentaciones que, a vía de ejemplo, los textos bíblicos narran es: Servir a Dios o servirse de Dios. Dios y yo.  Tomemos como prototipo la tercera tentación. “Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo, y le dijo:  Si eres hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y también: Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras. Jesús le contestó: Está mandado: No tentarás al Señor, tu Dios”.

En Jerusalén, en lo alto del templo, el maligno tienta a Jesús con la seguridad, la garantía, la tranquilidad que le dará saber que Dios hará todo por él. Que mandará a legiones de ángeles en su ayuda si lo precisa. Dios será su servidor. Estará al quite de cualquier demanda. La propuesta es “tentadora”. La respuesta es misteriosa: No tentarás al Señor, tu Dios. Es decir, si Jesús hace lo que el maligno le propone, “probar” a Dios, usar a Dios a su capricho, instrumentalizar a Dios, está tentando a Dios. Esto nos tiene que hacer pensar cuándo nosotros podemos estar tentado a Dios.

En la educación cristiana tradicional la imagen de Dios aprendida es bastante negativa para Dios y para sus creyentes.  Dios era un factotum, que  estaba en los cielos y desde allí intervenía, a su voluntad, en la marcha de la creación. El creyente, con creer (no se sabía muy bien que era eso) y cumplir los mandamientos tenía bastante. Frente a esta educación, ahora sabemos que otras imágenes de Dios y del creyente son posibles y necesarias. Que esas imágenes son evolutivas que tienen que ir cambiando al unísono con nuestra propia evolución como personas en constante desarrollo. Ejemplo de ese cambio: Del dios en los cielos al Dios encarnado en toda realidad, en la creación y en cada ser humano. Del Dios todopoderoso al Dios que me necesita, al Dios que tengo yo que ayudar (Etty Hillesum).  A su vez, la evolución de la idea de Dios arrastra la evolución de la idea de lo humano.

Si tentar a Dios es usarle de mala manera, tengo que revisar mi modo de usar a Dios desde la idea actualizada de Dios. Si pienso en un Dios encarnado en su creación como fundamento de todo lo que existe. También encarnado en mí y constituyendo mi esencia, siendo el ser de mi ser, el fondo de mi ser profundo y verdadero. Si Dios es inmanente y transcendente a la vez. Si me ha hecho a su imagen y semejanza.  Si Dios me ha creado creador para que continúe su obra, si me ha dotado de todo lo necesario para esa misión, no puedo ridiculizarle haciendo de Él un bombero que acude a todos los fueguitos que monto, ni haciéndole venir de ninguna parte. No está fuera de la creación. Tengo que poner a Dios en su sitio: en todo y descubrir la unidad de todo en el Todo, sin confusión. Y es segundo lugar tengo que asumir mi autonomía, libertad y responsabilidad en la creación.

Como conclusión: Examina tus tentaciones en este tiempo de cuaresma, tentaciones no solo ni principalmente de orden moral. También las de orden social y espiritual. Revisa cómo puedes estar “tentando” a Dios. Por ejemplo: No usando todo lo que te ha dado para tu crecimiento y logro de tu plenitud humana. Todo ya te lo ha dado. Pero tú lo tienes que poner en rendimiento. Activarlo. Tienes que desplegar tus recursos y posibilidades. Eres un ser con posibles. Ya eres lo que quieres ser. No esperes lo que ya tienes. “Tientas” a Dios si renuncias a tus posibilidades. Si renuncias a tu vocación. Dios te ha creado cocreador con Él en esta creación continuada que es la historia humana. Te ha dotado de recursos para que los gestionen en favor de tus hermanos. Lo que has recibido gratis, gratis lo tienes que dar. Este es el salto mortal que debes ensayar esta cuaresma: De pedir que Dios te ayude a ayudar tu a Dios (Etty Hillesum). Para ello: Oración, ayuno y limosna.

África de La Cruz Tomé

Fuente Fe Adulta

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Tener, poder, aparentar

Domingo, 10 de marzo de 2019
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Peru_Hunger_Cloth_Luke4_71010 marzo 2019

Lc  4, 1-13

Los evangelios sinópticos –Marcos (1,12-13) apenas mencionándolo; Mateo (4,1-11) y Lucas (4,1-13) desarrollándolo ampliamente– construyen el “relato de las tentaciones” de Jesús, justo al inicio de su actividad pública, con una clara intencionalidad: mostrar que esas trampas acecharían al Maestro a lo largo de toda su existencia.

De hecho, una de ellas –la tercera, en el relato de Lucas; la segunda, en el de Mateo– aparecerá incluso con las mismas palabras en las imprecaciones que dirigen al crucificado: “Si es rey de Israel, que baje ahora de la cruz, y creeremos en él” (Mt 27,42).

Que se trata de una “construcción” legendaria parece claro, no solo por el hecho de que no aparece en el evangelio de Marcos, al que los otros dos siguen, sino porque, tal como lo relatan, es claro que no hubo ningún testigo de lo que ahí se narra.

La finalidad del relato es, por tanto, teológica y, más profundamente aún, antropológica. Por un lado, muestra a Jesús enfrentándose al mal –personificado en el diablo– y venciéndolo. Por otro, nombra con precisión las que constituyen las trampas que acechan a todo ser humano y que se erigen en programa de vida en cuanto nos identificamos con el ego.

Dado que el ego se define por la carencia, todo su empeño consiste en tratar de colmarla. Como un parásito que vive de la energía que roba, el ego funciona a través del mecanismo de la apropiación, aferrándose a todo aquello que puede otorgarle una sensación de existir. Y tal afán se concreta, justamente, en el tener, el poder y el aparentar.

Mientras ve que posee riquezas, ostenta poder y refleja una imagen plausible, el ego se siente vivo y cree haber logrado la seguridad de la que, por su propia naturaleza, carece. Lo cual significa que, en tanto dure la identificación con el yo, es imposible sortear aquellas trampas.

Son trampas porque son inconsistentes, generan sufrimiento –personal y colectivo– y nos mantienen en la ignorancia acerca de quiénes somos.

Son inconsistentes: todo aquello a lo que nos aferramos, lo acabaremos perdiendo; la vida es un soltar permanente. Como alguien ha dicho, “hay quienes se inflan como un globo de helio con un título, un cargo, un cuerpo fit, un apellido o una cuenta bancaria, y se olvidan de que vivimos en un mundo lleno de alfileres”.

Generan sufrimiento: todo apego genera sufrimiento porque, debido a la naturaleza impermanente de todo objeto, conlleva frustración. Sufre la persona que se había aferrado a algo y, en el camino, provoca dolor de todo tipo a los demás.

Nos mantienen en la ignorancia: porque nos llevan a identificarnos con aquello a lo que nos aferramos: la riqueza, el poder o la imagen. Con lo cual, se cumple lo que han advertido los sabios: lo que poseemos, nos posee. Somos libres de todo aquello que soltamos y esclavos de todo aquello a lo que nos apegamos.

Jesús, hombre sabio, supera la trampa, apelando a la sabiduría, es decir, a la comprensión profunda de su verdad –eso es lo que significa la referencia a los textos sagrados de la Torá–. Solo cuando comprendemos que no somos el yo separado, sino la Vida misma que toma temporalmente forma en este yo, se produce la liberación de los apegos. Hemos encontrado la “casa” y la seguridad, que no son separadas ni distintas de lo que somos. La comprensión de nuestra verdad hace cesar las pesadillas de pedigüeño.

¿Dónde busco la seguridad?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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El Diablo no es un señor al que Dios le permite tentar al personal.

Domingo, 10 de marzo de 2019
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

La Creación un acto de Amor

  1. El diablo.

         En el primer domingo de cuaresma leemos y recordamos las tentaciones del Cristo y del ser humano.

         Era natural que se echase mano de la figura del diablo. Pero a estas alturas de la vida y del pensamiento cristiano no podemos creer que el diablo sea un personaje, un señor al que Dios le permite que ande por ahí haciendo el “canelo” con un tridente, oliendo a azufre y a la caza y captura de clientes para el infierno. Sería -es- un infantilismo carnavalero.

         Diablo es lo contrario de símbolo.

Los símbolos centran, concentran significados: banderas, colores, anagramas, etc. representan pueblos, instituciones, movimientos, etc.

Diablo es lo que puede descentrar la libertad humana. Hay realidades en la vida que pueden despistar nuestra libertad: el dinero, la comida, el sexo, etc.

         La cuestión del diablo y de las tentaciones radican en la libertad humana, no en un señor que pulula por ahí.

  1. un relato entramado de símbolos.

         El relato de las tentaciones de Jesús es un entramado de símbolos que evocan el Éxodo, la libertad, los cuarenta días / años de desierto, es decir: toda la vida caminando para llegar a la Tierra de Promisión.

         Toda vida humana es un Éxodo, un camino, una nostalgia (un intento) de absoluto, una promesa de tierra de plenitud.

  1. ¿Dios nos creó, pero le salió mal la creación?

         Decimos y creemos que Dios es creador. Pues bien, cuando Dios crea, lo hace con amor y con todas sus consecuencias.

         Si Dios crea la tierra, no pensemos que luego va a evitar los terremotos. La tierra, el universos y los pluriversos tienes sus leyes y pueden ocurrir catástrofes, que Dios no va a evitar.

         Si Dios crea los mares, luego no va a evitar que se den maremotos.

         Si Dios crea libre al ser humano, el hombre puede equivocarse y hacer el mal (pecado).

         Las criaturas no somos dioses, somos limitados, corruptibles porque así nos ha creado Dios. Los humanos somos débiles y estamos llamados a morir. Dios nos ha creado siendo muy consciente de que podemos fallar.

04    La creación no es un acto de poder, sino de amor.

La clave para acercarse al misterio de Dios creador no es su poder, sino su amor.

Aunque Dios es todopoderoso, sin embargo la relación de Dios con el hombre no es desde la omnipotencia, sino desde el amor. Dios es amor (1Jn 4,16).

Cuando Dios emplea su poder (como su justicia), está regido por su amor hacia el mundo y hacia los seres humanos, (27).

Si Dios usara sin más el poder para suprimir todo mal, violentaría la creación, y, sobre todo, al hombre en su dignidad y libertad. Y la condición del amor es dejar a los otros ser lo que son en su identidad profunda. La permisión del mal es inherente a un Dios que transmite y respeta la vida, (Segundo Galilea).

        El ser humano es libre y en el ejercicio de su libertad puede elegir, decidir, y se puede equivocar incluso puede actuar mal. La única manera de evitar las equivocaciones y el mal es no creando al ser humano, no creando las cosas ni la creación. Pero es mejor vivir la miseria humana con esperanza, con Éxodo y Tierra de Promisión que no vivir.

Mundo (360)Por eso Dios crea con amor, aun a riesgo de que el ser humano se corrompa y se frustre.

Estamos en el núcleo del problema del mal, del misterio del mal.

La clave para iluminar el problema del mal es otra vez el amor de Dios. Por el amor que Dios nos tiene, es el único que puede transformar los males en bien final.

La solución al problema del mal humano, del pecado está en JesuCristo. Jesús crucificado es la razón última de la esperanza cristiana, de la liberación, de la Tierra de promisión. Jesús crucificado y no mis fuerzas, ni mi voluntarismo, es donde queda superado el aparente absurdo del mal inevitable.

Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.

(rezamos todos juntos estas palabras de San Pablo)

¿Quién nos separará del amor de Cristo?

¿El sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre,

 la desnudez, el peligro, la muerte violenta?

Estamos siempre expuestos a la muerte.

Pero en todo esto salimos más que vencedores

por medio de aquel que nos amó.

Nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente ni lo futuro,

ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios.

¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús,

 nuestro Señor!

(Romanos 8, 35-37)

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