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Reflexión de Jueves Santo

Jueves, 14 de abril de 2022
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Eres la vida que das…

“No eres el miedo que queda, eres la vida que das”

La Pascua es un tiempo para la autenticidad, para lo coherente, para la verdad de nuestra propia vida.

Es un tiempo de silencio, de escucha atenta, escucha absorbente….

“Todo comienza en el silencio, este es el primer paso para hablar de Dios, este el momento de la escucha y la oración, luego vendrá el lenguaje engendrado en esa calma”. “Del silencio del Padre viene la Palabra del Hijo”, decía Ireneo de Lyon. Desde el silencio, la oración y la contemplación se comienza a ver el mundo de un modo nuevo. Sin esto, la liberación puede terminar nublada por un frenético activismo o una enfurecida vocación por juzgar, de los cuales la gente también necesita liberación. Entrar en la tierra sagrada del Padre involucra purificación, especialmente respecto de dioses falsos y del orgullo egoísta que esclaviza. Es un llamado a elegir la vida en medio de las tinieblas de la sociedad humana, de los ídolos hechos por nosotros mismos y de las injusticias del mundo moderno.”

Muchos de vosotros estáis en un tiempo de incertidumbre, finalizando la carrera, o comenzando a trabajar, o tomando decisiones que influirán en vuestra vida de una forma tal vez definitiva, es decir, decisiones que definirán vuestra vida.

Soltemos los hilos que nos mueven desde lo exterior, desde lo inconsistente, desde la apariencia. Dejemos el afán de tener porque hoy Jesús nos pregunta: “¿quién es el mayor el que está a la mesa o el que sirve?” (Lc. 22, 27); el de hacer, seguir la corriente como autómatas porque nos pregunta: ¿Cómo es que estáis dormidos? (Lc., 22, 46); librémonos del miedo, solo genera violencia contra nosotros y contra los otros, porque Jesús nos pregunta: ¿Como a un salteador habéis venido a prenderme con palos y espadas? (Lc. 22, 52)

Y entonces ¿qué hilo nos mueve)

Muéveme mi Dios hacia Ti,

que no me muevan los hilos de este mundo. No.

Muéveme, atráeme hacia Ti, desde lo profundo.

 

Hay tres palabras que resuenen con fuerza en este día y tal vez nos ayuden realmente a encontrar una respuesta a las preguntas de Jesús: AMOR, SACRIFICIO Y ELECCIÓN

AMOR.

En este año 2019, el primer texto que proclamamos, que leímos en la Vigilia de Año Nuevo fue la carta de Pablo a la iglesia de Corinto, donde habla acerca del amor. Lo podéis encontrar en la primera carta, en el capítulo 13. (1Co. 13, 1-13)

Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.  Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece,  no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.

Hoy, Jueves Santo, es el día del Amor Fraterno. Tal vez nos suena más aquello del 14 de febrero porque es más comercial, creo que hoy los grandes centros comerciales no venden figuritas de amigos, familias, o desconocidos abrazándose. Esto es una ventaja porque nos ayuda a sumergirnos de una forma más limpia y menos manipulada en su significado.

En el contexto de una cena de amigos hay un signo de entrega. No es una cena de empresa, ni de cumpleaños, ni una despedida de soltero…. Es  una cena de amigos creyentes, porque su vínculo es la fe. Aunque cada uno la vive de una manera, con sus torpezas, sus incoherencias y sus miedos. Pero la fe es más fuerte que todo eso. La fe en esas palabras del Maestro que resuenan hoy de forma especial: (Mt. 5, Lc. 6)

Si amáis solo a vuestros amigos….

Cuando te peguen, pon la otra mejilla…

A quien te pida, dale…

No juzguéis….

Hoy es un buen día para recapitular mi vida: ¿me creo estas palabras? ¿Dónde están, en mi cabeza, como una idea, o en mi corazón, donde nace la confianza? Es decir, ¿confío en estas palabras? ¿Son un ideal, o una realidad?

Y por el contrario ¿por qué no las pongo en práctica? ¿a qué tengo miedo?

SACRIFICIO

En nuestro lenguaje cotidiano, según los diccionarios:

  1. Ofrenda hecha a una divinidad en señal de reconocimiento u obediencia, o para pedir un favor. Seguramente comprendamos mejor aquello de hacer algo por Dios a modo comercial: yo hago tal cosa, y tú me das tal cosa. 
  1. Esfuerzo, pena, acción o trabajo que una persona se impone a sí misma por conseguir o merecer algo o para beneficiar a alguien.

En lenguaje de la Biblia, que es donde se inspira la liturgia, se refiere a una ofrenda ritual a Dios, con la intención de rendirle tributo. Con la intención de relacionarse con Él y darle gracias, o pedirle perdón, o hacerle presente en la vida. En estos casos, el sacrificio incluye dar muerte a un animal. (El pueblo hebreo realiza sacrificios de animales, nunca de seres humanos.)

En el Antiguo Testamento hay una evolución en cuanto a los sacrificios, porque el Antiguo Testamento relata la historia de relación del pueblo hebreo con su Dios, una larga historia que evoluciona. Igual que nosotros no nos relacionamos igual con nuestros padres, por ejemplo, cuando teníamos cinco años que ahora.

Se pasa de la sencillez original, rudimentaria, según las costumbres nómadas (erección de altares, invocación del nombre, ofrenda de animales o productos de la tierra), sin lugar fijo; a una complejidad mayor, con más variedad, y especialización, más importancia del sacerdote, de forma más sedentaria.

La Biblia atestigua desde los comienzos la coexistencia de diferentes tipos de sacrificios. Por un lado el holocausto, donde se quemaba enteramente una víctima (toro, cordero, cabrito, pájaro); y por otro, sacrificios que consistían en comidas sagradas, se llamaban banquetes, sacrificios, de comunión. Una parte de la víctima correspondía a Dios, señor de la vida, y por eso para Él es la sangre, símbolo de la vida, y las grasas. La carne correspondía a los invitados.

Hay un libro de la Biblia, el Levítico, donde se especifica y se concreta con lenguaje técnico los dones ofrecidos a Dios.

Hay una corriente que va atravesando estas acciones, el pecado y la necesidad de expiación. Ante la grandeza de Dios el ser humano se siente pecador, digamos sucio, pequeño, y necesita ser limpiado, y a esto se le llama expiación.

Un matiz importante. El Dios del que habla la Biblia no saca provecho de los sacrificios, no se considera a Yahveh como un deudor del ser humano (el ser humano me debe algo). Es el ser humano quien se gira hacia Dios. Los sacrificios son un rito que expresa algo más, un signo. Si no es así es pura hipocresía, y Dios se enfada con la falsedad. El sacrificio interior no es un sucedáneo sino lo esencial.

Junto a las leyes del libro del Levítico tan concretas, la Biblia ofrece otra manera a través del profeta Isaías (Is. 53). El siervo de Dios, que se ofrece a sí mismo como sacrificio.

Para expresar mi amor, mi reconocimiento a Dios, ofrezco un animal, el mejor que tengo, y se lo entrego a Dios. En el Génesis leemos cómo Abraham quiere hacer algo similar con su hijo, el único que tiene. Pero Isaías está hablando no de ofrecer la vida de otro ser humano, del vecino, sino de ofrecer la propia vida.

Jesús como buen judío conoce perfectamente la Torá, los cinco primeros libros de la biblia. También el resto. Habla en un lenguaje conocido por el profeta Isaías: “vine para servir”, “dar la vida”.

La última cena, que celebramos hoy está inmersa en el marco de una fiesta que celebraba, y celebra hoy día también, el pueblo judío: la Pascua judía. Una fiesta que rememora la liberación del pueblo de la esclavitud de Egipto. Es la fiesta de la libertad, cuando Dios saca al pueblo y lo guía por el desierto, y en el desierto hace una alianza, un pacto, un compromiso. Para celebrar esta fiesta el pueblo judío realiza un sacrificio, la víctima es un cordero, es un sacrificio de comunión, de banquete.

Los cristianos entendemos que la profecía de Isaías se cumple en Jesús, que con su entrega, inaugura un pueblo nuevo, un pueblo unido por la fe, no por la raza, por la manera de tratar a los demás, no por la manera de rezar. “No el que diga Señor, Señor, es el que entrará en el Reino de mi Padre, sino quien escucha y hace su voluntad” “Dichosos los uqe escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”. Quien se fía, quien confía….

ELECCIÓN

Y aquí enlazamos con la tercera palabra de hoy: la elección.

Toda la vida de Jesús fue una elección.
Nadie me quita la vida;

yo la entrego voluntariamente”         (Jn 10,18)

Toda nuestra vida, la vida de cada uno de nosotros, está realizada a base de elecciones, más o menos conscientemente, pero elecciones.

Y aquí también la Biblia es maestra:
Elige la vida y vivirás, elige la muerte y morirás. (Dt. 30)

Parece sencillo, ¿no?

Hoy se pone de manifiesto la verdad de Jesús, y también la nuestra. La confianza de Jesús, que, al menos, cuestiona la nuestra.

La palabra confianza tiene más que ver con las relaciones humanas. No hablaríamos en los mismos términos si nos referimos a ideas. Las ideas son buenas, pueden ayudar a caminar hacia un horizonte. Y pueden implicar todo una vida: creer en la libertad en un país bajo una dictadura implica toda la vida. Dan un sentido a la vida, y a la muerte. Mucha gente admirable ha muerto fiel a sus ideas.

A veces metemos la fe, me refiero a Dios, en el mismo saco que las ideas. De hecho utilizamos la palabra creer para referirnos a Dios, igual que una idea.  Para muchas personas es lo mismo decir creo en el amor que creo en Dios, porque ponen a Dios en la estantería de las ideas. Y no saben que eso ahí colocado no es Dios. El amor, la libertad son términos abstractos, inertes, que podemos definir. Pero Dios no entra en esas categorías humanas, va más allá, no se le puede simplemente definir.

Porque hay un matiz más allá, un matiz que lo transfigura todo; se da cuando conozco, sé, experimento, que Dios no es “algo”, es “Alguien”. Alguien que se relaciona conmigo, no forma parte del decorado de mi vida sino que empieza a tomar protagonismo.

Para intentar definir a Dios nos podemos acercar con las palabras Padre, o Madre, Amigo, Amante, Hermano… y aún así no llegamos, se nos quedan pequeñas las palabras.

Mejor que utilizar un sustantivo, utilicemos un verbo: confiar, que es de la familia de entregar, acoger, soltar, recibir, esperar, comprender, donar y perdonar….

Jesús elige confiar en Abba, no dejarse llevar por el miedo, por la angustia, que están, y muy presentes, pero no mueven su  vida, porque se sabe acompañado. No está solo, como no lo estamos ninguno de nosotros.

El Señor omnipotente me ha concedido
tener una lengua instruida,
para sostener con mi palabra al fatigado.
Todas las mañanas me despierta,
y también me despierta el oído,
para que escuche como los discípulos.
El Señor omnipotente me ha abierto los oídos,
y no he sido rebelde ni me he vuelto atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban,
mis mejillas a los que me arrancaban la barba;
ante las burlas y los escupitajos
no escondí mi rostro.
 Por cuanto el Señor omnipotente me ayuda,
no seré humillado.
Por eso endurecí mi rostro como el pedernal,
y sé que no seré avergonzado. (Is. 50, 4-7)

Para llegar a la celebración de esta tarde tenemos que dar unos cuanto pasos. Igual que Jesús había caminado muchos caminos antes de sentarse a la mesa con sus discípulos. Son imperfectos, fanfarrones, miedosos… Sólo el Maestro es consciente de lo que sucede y va a suceder. Los discípulos, no. Mientras Jesús dirige los ojos a la cruz, unos discuten y disputan, cegados por la ambición y el orgullo, por los primeros puestos en el Reino que el Maestro promete; otros se entregan nerviosos a la preparación de la cena; Judas ha urdido ya la traición.

Hoy Jesús recoge estas tres palabras en su mesa, elige entregar todo su amor fiado en su Padre, nuestro Padre.

“El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: “Este es mi cuerpo que se da por vosotros”

Así mismo también el cáliz después de cenar diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre” (1Cor 11,24-25)

No temamos permanecer inmóviles, en silencio,

contemplando la acción de Dios en nuestros pies y

en nuestras manos manchadas;

dejemos que Él actúe,

que derrame el agua que purifica

y da VIDA.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

***

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El delantal

Jueves, 14 de abril de 2022
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os_he_dado_ejemploTodos los cuadros que nos recuerdan la última cena de Jesús, lo ponen a Él en el centro. Y los apóstoles alrededor.

Pero quiero recordar aquellas palabras del evangelio de Lucas: “no es así con vosotros; antes, el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que dirige como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No lo es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, entre vosotros yo soy como el que sirve. Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas”.

Es cierto que Él se levanta y se pone un delantal para lavarles los pies. Luego se sienta a la mesa. Jesús vive en actitud de servicio, con el delantal puesto en toda su vida sirviendo a las personas.

En casi todas las misas de Jueves Santo, se hace el lavatorio de pies. Claro que previamente las personas se han lavado y ya van preparadas. Entiendo que eso es poco gesto. Es preciso recordar y revivir el gesto de Jesús: lavar los pies sucios y cansados de andar; Y a veces, llenos de heridas.

Si queremos acercarnos de verdad a los empobrecidos, es preciso hacernos como ellos, vestir austeramente, y sobre todo tener la postura y el sentimiento de servidores. Con un traje o con un vestido de boda es difícil ponerse a lavar los pies. Parece un tanto extraño ese cambio. ¿Así era Jesús en la última cena?

Me choca mucho que a los pocos minutos del lavatorio colocamos la Eucaristía en un trono de luces y flores, en una custodia de oro, bajo un palio. Sacamos en procesión unas magníficas imágenes… Lo de Jesús ¿fue un hecho aislado o era así su vida?…

Tanto es así su vida que Él mismo nos invita a servir constantemente “Felices vosotros si practicáis estas cosas” (Juan 13, 17).

Me duele que la Pasión de Jesús se vive como un acto de interés turístico. A veces hasta pienso que si Jesús lo llega a saber, nos hubiese preparado para que la vivencia de estos acontecimientos de su muerte y resurrección, los celebrásemos con total sencillez y austeridad. Como lo fueron en su realidad dura y traspasada de amor.

Bonito compromiso al ponerme este día mi delantal para que sea un recuerdo vivo y una actitud de vida.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Judas Iscariote: ¿mito o realidad?”, por John Shelby Spong

Jueves, 14 de abril de 2022
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pelicula sobre judas 2004Entre los caracteres más conocidos del Nuevo Testamento está aquel a veces llamado “el anticristo”. Siempre es presentado en tonos oscuros, como agazapado en las esquinas, ocultando su rostro. Se dijo de él que “haría cualquier cosa por dinero”. En el cine, obras como “El Rey de Reyes”, y en el teatro – “Jesucristo super estrella”, entre otras, este carácter es siempre el segundo protagonista, la contraparte del héroe. Su nombre es Judas, pero en el Nuevo Testamento, típicamente se le da un título identificador, de modo que su nombre casi nunca es mencionado sin ese título. Se le llama Iscariote. Judas Iscariote.

¿Qué significa esta palabra? Antes, los eruditos pensaban que guardaba relación con su lugar de origen y señalaban que debería ser el poblado de Kerioth, en Judea. De ser cierto, esto haría de Judas el único discípulo no galileo. A partir de ahí, surgió la especulación de que su acto de traición se explicaba por el hecho de ser “forastero”. La especulación bíblica suele lanzarse a toda carrera con escasos datos reales.

Luego, alguien notó que en el primer siglo la gente no inventaba títulos para designar el lugar de origen. En esos tiempos decían “Jesús de Nazaret”, “Pablo de Tarso” o incluso “Pedro de Betsaida”. Hay sólo dos personas en el Nuevo Testamento que llevan este título descriptivo acompañando sus nombres: Judas Iscariote y María Magdalena. Hoy, el pensamiento común de los estudiosos es que esos títulos no se refieren al origen geográfico sino al carácter. “Magdalena” parece derivar de la palabra “migdal” (escrito “mgdl”, en hebreo), que parece hacer referencia al estatus de María. Migdal, que originalmente significaba “torre”, devino en “grande”, “alto”, “enorme”. De ser así, María Magdalena significaría “María la Grande” o “Gran María”, una idea que abre la puerta a todo tipo de nuevas posibilidades a desarrollar. De “Iscariote”, por su parte, hoy se piensa que procede de la palabra “sicarius”, que literalmente significa “asesino”. “Judas el asesino” sería probablemente la mejor traducción del término. Para el tiempo en que este personaje aparece por primera vez en el Nuevo Testamento, su nombre ya ha sido conectado con la definición de “asesino”. Desde su primera mención, el recuerdo de este hombre no ha sido favorable.

Extrañamente, sin embargo, con todo lo central que fue el rol de este hombre en la historia de Jesús, no hay mención de él en ninguna fuente cristiana escrita hasta el s. VIII de nuestra era. Este hecho con frecuencia causa sorpresa en muchos, pero es verdad. Judas Iscariote hace su primera aparición en el tercer capítulo de Marcos, escrito en el año 72 e.c., unos 42 años después de la crucifixión. Esta referencia inicial está en Marcos 3:19. Marcos está describiendo los inicios del movimiento cristiano. Empieza con Juan Bautista preparando el camino, recibiendo y bautizando a Jesús y dando testimonio de su futura grandeza. Luego Marcos relata la historia del arresto de Juan y señala que, a partir de ese hecho, Jesús asume el liderazgo del movimiento. Luego describe el comienzo del movimiento de Jesús con el llamado a los discípulos y la ejecución de “actos de poder” o milagros que muestran su poderío. Finalmente, de entre un grupo de seguidores, dice que Jesús eligió a doce “para estar con él y ser enviados a predicar y contar con autoridad para expulsar demonios” (Mc. 3:14-15). Luego, Marcos hace una lista de los doce apóstoles, iniciándola con Pedro y dejando para el final a Judas Iscariote, “quien también lo traicionó”. El rol de Judas se expandirá con otros detalles que serán agregados a su vida cuando los demás evangelios fueron escritos – Mateo, en el año 85; Lucas, a comienzos de los 90; Juan, al final del primer siglo. No hay, sin embargo, mención alguna de Judas antes de Marcos. Hay referencias de Pedro y los 12 anteriores a Marcos, las que se encuentran en los escritos de Pablo, quien redactó sus epístolas entre los años 51 y 64, sin que se encuentre en ellas referencia alguna a Judas. ¿Acaso este hecho levanta sospechas acerca de la historicidad de Judas? Puede ser, pero no debemos apresurar conclusiones hasta que tengamos a la vista toda la evidencia disponible.

Hay quienes afirman que el hecho que Pablo no mencione a Judas es un argumento desde la omisión, lo cual nunca es un argumento poderoso. Pablo, sin embargo, no es tan silencioso como parece. Veamos qué dice Pablo que puede ser apropiado para este análisis.

Pablo es el primer escritor cristiano en usar la palabra “traición” en relación con Jesús. Lo hace en la primera carta a los Corintios (11:23-26), que fue escrita alrededor del año 54 e.c., un poco menos de una década antes de la aparición de Marcos. Este texto es uno de los dos, ambos en la misma epístola, en los que Pablo usa palabras similares para introducir lo que dice y reclamar autoridad especial para ello. He aquí, dice, “Yo recibí del Señor lo que también os he entregado” palabras que aseguran la atención de su audiencia. El contenido de ese material era: “que el Señor Jesús, la noche que fue traicionado (la palabra griega es “isparedideto”, que literalmente significa “entregado”), tomó pan y, habiendo dado gracias, lo partió”. Luego, Pablo sigue con la institución de la eucaristía cristiana. Es interesante notar que Pablo no dice quién lo “traicionó” o “entregó”. Por cierto, no hay nada en esta epístola que sugiera que la traición de Jesús fuera obra de uno de “los doce”.

Para fortalecer la idea de que éste no es un argumento basado en el silencio, nos movemos cuatro capítulos más adelante en esta misma carta, 1 Corintios, a la segunda y última vez que Pablo declara estar entregando material autoritativo de importancia original. Esta vez, en 1Corintios 15:3, Pablo escribe: “Os he enseñado como de gran importancia lo que previamente recibí”, y a continuación relata la primera versión de los eventos finales en la vida de Jesús. Describe la crucifixión en una frase: “Murió por nuestros pecados, de acuerdo a las escrituras”. Luego, describe el funeral de Jesús en sólo dos palabras: “fue sepultado”. Y de ahí salta a la experiencia pascual.

Acerca de la resurrección, Pablo dice: “Que fue levantado al tercer día, de acuerdo a las escrituras, y que se apareció a Cefas y luego a los doce” (1Cor. 15:4-5). Noten la palabra en cursiva. Los “doce” incluye a Judas. Pablo está diciendo que tres días después de la crucifixión, los discípulos – los doce – estaban aún intactos. Cuando Mateo escribía a mediados de la novena década, luego de que la historia de Judas Iscariote había ingresado en la tradición, los discípulos eran mencionados como “los once” (Mt. 28:16). Obviamente, parece lógico concluir que Pablo nunca había oído la idea de que uno de los doce había traicionado a Jesús. ¿Significa ésto que la historia de Judas Iscariote fue una adición posterior, quizás mitológica, en la tradición de los evangelios? Ciertamente tal posibilidad queda abierta, pero aún se necesitan más datos antes que esa conclusión empiece a parecer probable. Así que profundicemos la investigación. ¿Es significativo que el nombre del traidor sea Judas? Judas es simplemente la versión griega de Judá, que es el nombre de toda la nación judía. A través de los evangelios hay un intento evidente de trasladar la culpa por la muerte de Jesús de los romanos a los judíos. Esto se ve más claramente en Mateo, cuando Pilatos, el rostro oficial de Roma en Judea, aparece lavándose las manos públicamente y proclamándose “inocente de la sangre de este hombre justo”, sólo para recibir en respuesta el clamor de la multitud judía gritándole “su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Hacer el nombre del traidor idéntico al nombre de la nación también serviría al propósito de transferir la culpa ¿Verdad? Así es como la sospecha sobre la historicidad de Judas Iscariote entra en nuestras mentes y empieza a crecer.

Ahora veamos detalles de la historia de Judas. Marcos, Mateo y Lucas identifican unánimemente a Judas como “uno de los doce”. Marcos dice que las autoridades judías le prometieron un pago pero no especifica su monto. Sólo Mateo lo hace, con las famosas “treinta piezas de plata”. En la Última Cena, Jesús anuncia que “uno de los doce me traicionará”. Todos preguntaron “¿Seré yo?” Marcos no identifica a Judas. Mateo, sin embargo, nos muestra a Jesús respondiendo la pregunta de Judas con las palabras “tú lo has dicho”. Juan hace decir a Jesús: “a quien yo le de el pan mojado, ese es”. Luego mete el pan en la fuente y se lo ofrece a Judas. En Juan, Judas se hunde inmediatamente en la noche. Todos los evangelios coinciden en que el acto de la traición es un beso. Sólo Mateo, sin embargo, cuenta la historia del arrepentimiento de Judas y su intento por devolver el dinero. Ante el rechazo recibido, Judas arroja las monedas al interior del templo. También sólo Mateo cuenta la historia de Judas saliendo y colgándose. Lucas, en el Libro de los Hechos, insinúa una muerte bien diferente para Judas. En su relato, un Judas nada arrepentido va a inspeccionar el campo comprado con el dinero recibido, dice Lucas: “cayó de cabeza y se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron” (Hch. 1:18). Eso no es el resultado de un colgamiento. Cada evangelio predice un terrible fin para el traidor e incluso es llamado ladrón en el cuarto evangelio. A medida que pasan los años, Judas se torna más y más malo.

De modo que los detalles bíblicos concernientes a Judas revelan que la historia de uno de los doce traicionando a Jesús es una tradición desarrollada posteriormente. Y le dieron al traidor el nombre de la nación sobre la que quieren poner la culpa por la muerte de Jesús. Y lo pintan con colores oscuros mientras buscan blanquear o exonerar a Pilatos. ¿Hay aquí algo que va más allá de la historia recordada?

¿Será posible que la historia de Judas Iscariote sea parte de una mitología en desarrollo? ¿Es Judas una persona real o es un carácter literario desarrollado posteriormente? Conservemos estas preguntas en la mente. Seguiremos en este tema con más evidencia bíblica en la próxima columna.

John Shelby Spong

© www.progressivechristianity.com, vía Fuente Adulta

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“Multitud de únicos”.

Jueves, 14 de abril de 2022
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icono-del-lavatorio-de-los-pies-40x60-cmJueves Santo – 2022

El ambiente se estaba caldeando por momentos. Apareces y desapareces procurando no comprometer y al mismo tiempo dando testimonio una y otra vez de quién eres y quién te envía.

La crispación de los que mandan, los interrogantes del pueblo sobre tu identidad y los que se rinden ante tus palabras y dicen “jamás ha hablado nadie como ese hombre” (1) están acelerando la comprensión de que estaba llegando tu hora.

Reúnes a los tuyos en una cena que parece un final pero que tiene los ingredientes de un principio para quien no pierda detalle: “Se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en una jofaina y se pone a lavarles los pues a los discípulos, secándoselos con la toalla que se hacía ceñido” (2).

Me impresiona el hecho mismo de lavar los pies a otro. Es una posición de abajamiento, de curvatura, de humildad física; tanto del que lava como de quien es lavado. Dura poco, apenas unos instantes, dejando la sensación de que algo se escapa, dejando una amorosa experiencia de exclusividad.

Hay alguien que me cuenta el momento de intimidad de lavar los pies a los discípulos, mucho mejor de lo que yo me atrevo a expresar: “El amor se desenmascaraba, y ya se me escapaba. Estaba allí a mis pies, todo para mí. No pude retenerlo. Pasa en los pies del vecino y en los de Judas mismo, de todos aquellos de quienes no sabemos si son discípulos verdaderos, y a quienes me ha sido necesario aceptar día tras día: era el precio para quedarme con Él y, al atardecer, tener derecho al pan y a la copa. Él amó a los suyos hasta el extremo, todos los suyos le pertenecen, cada uno como único, multitud de únicos”. (3)

Así se explica Christian de Chergé, prior del monasterio de Tibhirine, el 13 de abril de 1995, su último Jueves Santo, fue asesinado con otros seis hermanos de comunidad en mayo del siguiente año. Agradezco que lo dejara escrito y quedo preguntándome:

¿Cuánta agua has de desperdiciar año tras año, Tú… el Maestro, el Señor… para que  entendamos qué significa ser multitud de únicos?

Pongamos en la Mesa del Jueves Santo hechos que muestren que algo hemos entendido de cuidado, de servicio, de paciencia, de sencillez, de cercanía, de perdón, de paz… en definitiva, que sabemos del Amor que nos muestras y estamos dispuestos de salir a hacer lo que haces con cada uno, siguiendo tu ejemplo, reconociendo al otro como único.

Al enderezarnos, si Dios quiere y vaya que sí quiere, veremos una multitud de únicos, sinónimo de fraternidad universal.

Mari Paz López Santos

(1 y 2)  Jn, 13, 1-15

(3)     “La esperanza invencible”, Christian de Chergé, Ed. Lumen, pág. 70)

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“La Semana Santa. ¿Es turismo, es vacaciones, es procesiones, es política turística o es fe?”, por Faustino Vilabrille

Jueves, 14 de abril de 2022
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pintadaLeído en su blog:

El arzobispo de Oviedo permite que Vox arranque su campaña en la Santina de Covadonga (Reli.Digital 11/04/19)

Sin conciencia crítica ante la realidad concreta de cada situación histórica, es imposible una fe adulta y madura coherente con el Evangelio

Todos sabemos muy bien que la fe sin compromiso no es fe aunque se vista de ropajes, capuchones, películas, imágenes, procesiones, tambores y teatros.Todos los años vemos a muchas personas participar en las celebraciones de la llamada Semana Santa, cada vez más en procesiones de siempre e incluso inventando otras nuevas, pero lamentablemente cada vez menos en las celebraciones que le deberían dar verdadero sentido. La gente no es culpable de actuar así, es víctima de lo que le hemos enseñado desde la oficialidad de la religión.

Lo que le sucedió a Jesús en los acontecimientos que celebramos en Semana Santa tenemos que traducirlo y aplicarlo a la realidad de nuestro tiempo, incluso hasta la muerte por las mismas causas por las que El fue asesinado.

Las procesiones de Semana Santa en los países desarrollados apenas hacen otra cosa que alimentar sentimentalismos, exhibiciones, turismo y presunciones, con gastos cuantiosos en imágenes, ropajes, músicas, viajes, etc. mientras Jesucristo está lleno de hambre, de enfermedad, de frío y miseria en millones de personas concretas: todo esto es completamente contrario al mensaje de Jesús. Esto no tiene nada que ver con lo que fue la realidad de la vida de Jesús desde el Domingo de Ramos al Domingo de Pascua. Todo ese gasto y esfuerzo es absurdo y debería dedicarse todo a los empobrecidos de Africa, Suramérica, la India, Bangladés, etc., así como a denunciar las causas y los causantes de los mismos.

1.-DOMINGO DE RAMOS: Manifestación a favor de Jesús

 Jesús recibe un homenaje popular de gente que lo aclama, pero no de todos.

1.-Lo recibe de los pobres en quienes despertó la esperanza de una vida más digna.

2.-Lo recibe de los muchos enfermos a quienes devolvió la salud.

3.-Lo recibe de los muchos hambrientos a quienes dio de comer.

4.-Lo recibe de las mujeres más marginadas y despreciadas a quienes devolvió autoestima, dignidad y sentido de la vida.

5.-Lo recibe de quienes tenían hambre y sed de justicia, que fueron capaces de dejarlo todo para seguirlo.

6.-Lo recibe de los niños que se sienten atraídos por El porque los defendía, los bendecía y abrazaba.

Pero a este homenaje se oponían furiosos todos aquellos a los que Jesús había denunciado: los fariseos, los sumos sacerdotes, los escribas y los letrados. Eran todos aquellos que vivían a costa de los demás, que se atreven a decirle a Jesús: “mándales callar”. Todos estos fueron los que lo llevaron a ser condenado a muerte de cruz, la más dolorosa y cruel de aquellos tiempos.

¿A quiénes debemos denunciar hoy? ¿Quiénes son los que hoy rechazan a Jesús?  ¿Quiénes son y dónde están?:

1.-Los grandes Bancos y Banqueros con sus Multinacionales, explotadoras del Hombre y la Madre-Tierra.

2.-Los paraísos fiscales, que solo son para los ricos, donde guardan el dinero robado a los pobres.

3.-Los que gestionan sus dineros a través de las SICAV en España, que solo tributan al 1 %. y acumulan 31.000 millones de €.

4-Los parlamentarios que aprueban leyes injustas a favor de si mismos y de los de arriba con grave detrimento para los de abajo.

5.-Los políticos que lejos de concebirla como servicio al pueblo, buscan en ella  una profesión para vivir.

6.-Los ricos de los países ricos que son ricos a costa de los pobres, porque ninguna riqueza es inocente.

7.-Los ricos de los países pobres, como pasa con algunos gobernantes africanos, inmensamente ricos en medio de millones de pobres:

-Eduardo Dos Santos, Angola: 20.000 millones de $, y su hija Isabelita 3400 millones de $. IDH de 0,533, muy bajo.

Mahamed VI, Marruecos: 2800 millones de $. IDH 0,630 notablemente bajo.

-Bongo Ondimba, Gabón: 2000 millones de $. 0,IDH 684 notablemente bajo.

-Teodoro Obiang , Guinea Ecuatorial: 600 millones de $. IDH 0,591 muy bajo.

8.-Los propios países ricos que lo somos a costa de explotar las tierras y las materias primas de los países pobres, pues la riqueza de los ricos es la miseria de los pobres.

9.-Los gobiernos corruptos de los países pobres que, confabulados y corrompidos por las Multinacionales corruptoras, les quitan las tierras a sus propios campesinos, obligándolos a huir de ellas o emigrar, incluso apoyadas por los ejércitos, la policía o los sicarios de los países pobres. En los últimos años han pasado a manos de las multinacionales más de 227 millones de hectáreas, principalmente en Africa y Suramérica, solo en fincas mayores de 1000 hectáreas, con el agravante de ser dedicadas a monocultivos, con el consiguiente daño grave también para el medioambiente. Los africanos viven cada vez más   en un continente propiedad de Europeos, Chinos, Japoneses, y  norteamericanos, mediante el soborno de gobiernos y políticos africanos.

 10.-Los jueces que a veces suavizan al máximo las sentencias para los de arriba y las endurecen sin contemplaciones para los de abajo.

11.-Los Cardenales, Obispos y asimilados, que siempre los vemos en procesiones pero nunca con el pueblo en manifestaciones en la calle contra los desahucios, los paraísos fiscales, los empresarios y políticos corruptos, la privatización de lo público, los recortes en sanidad y los servicios sociales, el fraude fiscal, los salarios de pobreza, la defensa de los inmigrantes, la violencia de género, los ataques cada vez más masivos al medioambiente,  los gastos sanguinarios militares y el nefando comercio mundial de armas, el espolio de las materias primas de los países pobres, la desigualdad cada vez más grande entre ricos y pobres, el comercio criminal de la droga, la trata infame de seres humanos, etc. Jesucristo  optó preferencialmente por los más pobres e indefensos. Sin conciencia crítica ante la realidad concreta de cada situación histórica, es imposible una fe adulta y madura coherente con el Evangelio: la fe de esos señores ¿es coherente con el Evangelio?

Suelen decir que no entran en política y que son neutrales, pero en esta campaña que está empezando el Arzobispo de Oviedo autoriza a Vox a presentar su campaña delante de la Santina de Covadonga, “una formación política ultraconservadora, y que ya ha manifestado, en varias ocasiones, su desacuerdo con la pastoral del Papa Francisco en lo tocante a la acogida, los inmigrantes o la defensa de valores compartidos” (Ver Religión Digital 11/04/2019). 

El mensaje de Jesucristo: Hay un hecho muy importante en el mensaje y en las palabras de Jesús que los Evangelios destacan sobremanera: la sensibilidad y el compromiso extraordinario de Jesús ante los sufrimientos, el dolor, el desamparo y necesidades de los demás, y muy especialmente si estos son pobres e indefensos, hasta el punto de haber sentenciado: “dichosos los perseguidos por causa de la justicia, dichosos los que tienen hambre y sed de justicia”.

Esta es la tarea más importante a la que debería dedicarse toda la Iglesia, no con asistencialismo sedante a los empobrecidos, sino con compromiso liberador y transformador de tal manera que no haya ni opresores, ni oprimidos, ni ricos ni pobres, ni empobrecedores ni empobrecidos, ni amos ni esclavos, ni verdugos ni víctimas, para que se acaben de una vez los infiernos de este mundo, y “haya vida y vida en abundancia para todos, pues para esto yo he venido”, dice Jesús.

Un cordial abrazo a tod@s.-Faustino

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Gabriel Mª Otalora: “Algo falla en las procesiones de Semana Santa”

Jueves, 14 de abril de 2022
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Cristo-Legionarios_2112698737_13518162_660x371“Las procesiones se quedan en el hecho mismo del dolorismo de Jesús y de María”

“La Semana Santa no termina el Viernes Santo como puede parecer a la vista del contexto procesional”

“Todo está centrado en los días más trágicos y amargos de Jesús cuando nuestra fe lo que celebra es la Pasión y Resurrección de Cristo. Sin la segunda, no tienen sentido la primera”

Fui cofrade en mis tiempos mozos y soy una persona que disfruta de la imaginería religiosa, como arte que es y que evoca a la mejor inteligencia espiritual del ser humano, en unas fechas de honda significación cristiana. Las procesiones pueden tener varias connotaciones -religiosa, turística, cultural, las tres a la vez- pero es innegable el sustrato básico religioso. Ojalá que la impresión que dejan cada año en cientos de miles de personas, sea más evangélica que artística o cultural.

Dicho lo preliminar, traigo a la consideración de los lectores una reflexión que lleva tiempo rondando por mi cabeza. Se trata del contexto procesional, precisamente a la luz de la Buena Noticia que vive en el mensaje evangélico. Si observamos la dinámica que siguen todas las cofradías, sin excepción, recrean de alguna manera la pasión y muerte de nuestro Señor Jesús. Pero yo me pregunto ahora cuál es el sentido de la Semana Santa procesional que se remonta al judaísmo anterior a Cristo en Pascua, Pentecostés y las Fiestas de los Tabernáculos. Más recientemente, tuvo un motivo penitencial de los penitentes que desfilan para limpiar sus pecados y mostrar su arrepentimiento.

Lo importante de verdad es enmarcar las procesiones en el contexto de la Semana Santa evangélica. Por una parte, nuestra sociedad sigue reproduciendo, en grado y condiciones diversas, la misa trama que en tiempo de Jesús y que hoy lo llevaría de nuevo a ser crucificado. La muerte violenta de Jesús, su crucifixión, es una consecuencia de su modo de vivir y quienes le asesinaron -nunca se utiliza esta palabra, ¿por qué?- lo hicieron calumniosamente bajo una capa hipócrita de piedad y respeto a la ley de Dios.

Las procesiones no tocan para nada este tema y se quedan en el hecho mismo del dolorismo de Jesús y de María. Por otra parte, la Semana Santa no termina el Viernes Santo como puede parecer a la vista del contexto procesional. Existen algunas procesiones minoritarias en la madrugada del Sábado Santo y desde hace poco tiempo se procesiona en algunos lugares el domingo de Resurrección. Pero todo está centrado en los días más trágicos y amargos de Jesús cuando nuestra fe lo que celebra es la Pasión y Resurrección de Cristo. Sin la segunda, no tienen sentido la primera.

Una Semana Santa de cofradías y pasos penitenciales que no remarcan nuestro compromiso por la unidad, la justicia, la fraternidad, el amor, el cuidado por los más pobres. Y, como digo, tampoco le dan la importancia troncal debida a lo más importante de la Santa Semana: la victoria de Cristo sobre la muerte, del amor sobre la maldad, de lo bueno frente a lo malo. Una Semana Santa procesional debiera equilibrar y compensar la importancia de la Resurrección respecto al resto de días previos; aquella da luz a estos. El sufrimiento y el fracaso de la cruz, como un apestado, tiene pleno sentido a la luz del Resucitado. Pero quienes asisten a los desfiles procesionales, sacarán una imagen muy poco en consonancia con la Buena Notica ni con el compromiso personas que ella encierra.

Qué oportunidad desperdiciada ante los miles de turistas y cristianos de bien que asisten cada año a la representación de los pasos de la Pasión para enfocar estas manifestaciones hacia la reflexión completa del misterio de la Muerte y la Resurrección de Cristo, el llamado Triduo Pascual, que mantiene en las procesiones el sábado como un día de luto y se conmemora también la Soledad de María después de llevar a Cristo al sepulcro, cuando la noche de Pascua de Resurrección –o el Domingo de Gloria- debiera ser la manifestación más importante del año cristiano. Sin embargo, en la Iglesia Ortodoxa, por ejemplo, se trata del Gran Sábado, conmemorando el descanso de Cristo.

Tanto esfuerzo y movilización para quedarnos con lo esencial en el tintero. Ciertamente que algo falta, algo esencial que desfigura el verdadero sentido de nuestra fe, esperanza y amor en un acontecimiento de masas que mostrará, otro año más, a la Semana Santa desenfocada en lo esencial.

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Jueves Santo

Jueves, 14 de abril de 2022
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Hermanos y hermanas, probablemente a la mayoría de nosotros y nosotras no nos toque entregar la vida de una manera trágica o heroica sino día a día, en lo sencillo de lo cotidiano. Oremos.

Que apostemos por unas relaciones vinculantes y fraternas

• Que la Iglesia sea proclamación de la vida de Jesús de Nazaret, que sus celebraciones anuncien y celebren la vida, la entrega, y la fraternidad.

Que apostemos por unas relaciones vinculantes y fraternas

• Que en nuestras comunidades parroquiales y religiosas la fraternidad, el servicio, el compartir y la celebración de la vida sean nuestras señas de identidad.

Que apostemos por unas relaciones vinculantes y fraternas

• Que todos y todas nosotras sigamos a Jesús de Nazaret en lo pequeño, en lo de cada día, en lo que no brilla, pero engendra vida, en lo que de verdad nos hacer hermanos y hermanas.

Que apostemos por unas relaciones vinculantes y fraternas

• Que todas las personas que han entregado su vida en favor de los demás encuentren en nosotros el reconocimiento, agradecimiento y soporte que necesitan.

Que apostemos por unas relaciones vinculantes y fraternas

• Que los gobiernos de las naciones aúnen sus esfuerzos, transiten por caminos de diálogo y unidad, busquen lo mejor para los pueblos y hagan posible una convivencia en paz.

Que apostemos por unas relaciones vinculantes y fraternas

En este día que celebramos el día de la fraternidad y sororidad queremos apostar por una Iglesia, una sociedad y un mundo hermanado y capaz de vivir en paz. Te damos las gracias por la vida de Jesús de Nazaret.

Vicky Irigaray

Fuente Fe Adulta

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Una semana diferente…

Martes, 12 de abril de 2022
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En este tiempo de Guerra en Ucrania, y de tantas guerras olvidadas en diversos países, aún de Coronavirus, en tiempos de LGTBIfobia asesina en muchas partes del mundo, como vemos casi a diario en esta página Cristianos Gays,  esta Semana será muy, muy diferente…

Para algunos será una semana de confinamiento, para alguno, quizá, de vacación y ocio. Para otros, semana de fe y de oración, de Cristos yacientes y Dolorosas con lágrimas en los ojos y espadas en el corazón.

Pero si el pueblo recuerda a Jesús no es porque sufrió y murió, sino porque resucitó. Nadie evoca ni celebra la muerte de un fracasado. Ni se entiende el dolor del Viernes Santo, sin la apoteosis del Domingo de Resurrección. Por eso, la Semana Santa, no puede considerarse como una enfermiza y caduca forma de recrearse en el dolor, sino como afirmación rotunda y gozosa de que, a través de la Cruz, se llega a la Pascua.  Que es Luz, Vida y Esperanza para los creyentes. Es la base de nuestra fe cristiana.

Hay algo que los cristianos debemos evitar en Semana Santa: convertirnos en meros espectadores de la Pasión. A este Dios sólo se le entiende cuando sabemos amar a los que sufren, acercarnos a ellos y compartir su Pasión. Como la Verónica y el Cirineo del Evangelio. La Semana Santa es buena ocasión para mirar a nuestro derredor, porque  son muchos los cristos anónimos que cargan con su cruz y suben al Calvario. Arrimar el hombro al dolor de este mundo es el mejor modo de resucitar con Él.

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Hay que salvar a Dios

En 1972, Maurice Zundel fue llamado al Vaticano por Pablo VI para predicar en el retiro de Cuaresma. Místico, teólogo, Maurice Zundel es un verdadero profeta del siglo XX.  En palabras del abbé Pierre: “Con él, nos encontrábamos en presencia de Alguien. Por su misma persona accedíamos casi naturalmente al misterio de Dios. A lo absoluto.

Os invitamos a seguir con Maurice Zundel, paso a paso, hasta Pascua …

Cristo en Auschwitz

Porque la Pasión de Jesucristo revela en el tiempo el amor eterno de Dios para con el hombre, Dios será eternamente crucificado mientras haya un único ser, una sola criatura que diga no. No hay parcialidad en Dios. Dios no es una madre que discierne entre sus hijos; cada criatura es el objeto de una ternura infinita y, mientras haya una sola que no sea recogida en las cosechas eternas, Dios será crucificado. Esto es el Infierno, el Infierno de Dios, el Infierno en la luz de la Cruz, el Infierno al cual condenamos a Dios y del cual absolutamente hay que librarlo. Es la única manera de escuchar la llamada de la Cruz. No se trata de un sacrificio ofrecido a Moloch por un inocente acosado y abandonado, se trata de esta inocencia del Dios revelado en Jesús. Se trata de la Pasión de un Dios que es madre, infinitamente más que todas las madres, y cuya justicia maternal contiene esta sustitución de la inocencia infinita a la culpabilidad ilimitada. Y si esto es verdad,  hay que revertir absolutamente todas las perspectivas: no es a nosotros, es a Dios a quien hay que salvar.  Hay que salvar a Dios de nosotros mismos, como es necesario salvar la música de nuestro ruido, la verdad de nuestros fanatismos y el amor de nuestra posesión. La Cruz finalmente es la cicatrización de todas las heridas que Dios noha cesado de sopotar en el curso de la Historia, ya que todos los males y las catástrofes que afectaron el Universo, la Vida y la humanidad, fueron otras tantas heridas en el Corazón de Dios.

***

David Trullo+Ecce Homo

(David Trullo+Ecce Homo)

Señor Jesús, Tú que consentiste que te hirieran, gracias por venir para habitar mi gran herida. Dame la gracia de abandonarme en Ti en la confianza, Tú que conoces el peso de los días y la dureza del camino …

 *

Maurice Zundel
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El canto de tu pueblo.

Lunes, 11 de abril de 2022
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Hoy queremos cantarte,
uniéndonos a la creación entera,
un canto nacido del corazón,
en las plazas y lugares de encuentro
de aldeas, pueblos y ciudades.

Porque tu paso y presencia
traen la alegría a nuestras vidas
y la paz a todos los rincones de la tierra.

Estamos cansados de las canciones militares,
pomposas y llenas de arrogancia,
que quieren comprar nuestra voluntad
y anuncian victoria con un gusto amargo
de sangre inútilmente derramada.

¡Nosotros queremos entonar una canción nueva!

Las canciones religiosas
que resuenan en los templos e iglesias,
en otros tiempos tan llenas de fe y vida,
no atraen y dejan vacíos esos lugares de encuentro,
pues ya no conectan con nuestros sentimientos.

Tampoco las que las se oyen concursos y festivales
nos conmueven y enganchan;
sus notas, ritmo y letras
no sintonizan con nuestras necesidades,
pues nos ofrecen un mundo irreal
en el que no podemos ser protagonistas.

Llenando ondas y programas a todas las horas
se hacen presentes las canciones de amor
y, aunque sean artículo de consumo diario,
se marchitan en nuestros labios sus notas
que se negocian, venden y compran sin pudor.

En los nuevos templos, salas de fiestas y discotecas,
las noches de vísperas y fines de semana,
los disc-jockeys nos invitan con canciones
a ritmo trepidante y ensordecedor,
a olvidar fracasos, decepciones y penas.

Y las canciones populares de fiestas y romerías
parecen de otro tiempo y cultura,
pues aunque las cantemos y bailemos,
no nos proporcionan la vida y el gozo
del que hablan nuestros padres y abuelos.

¡Nosotros queremos entonar una canción nueva!

Déjanos entonarte nuestro canto,
el canto que nace de la vida nueva
que Tú nos das cada día y hora.
Déjanos cantar y bailar,
con ritmo alegre y fraterno,
el sentir de nuestra vida,
hecho canción y danza sin miedos
para jóvenes, ancianos y niños de pecho.

Unidos a la creación entera,
a los pequeños, débiles y pobres,
a emigrantes, refugiados y sin patria,
a creyentes, agnósticos, ateos e indiferentes,
queremos cantarte una canción nueva.

La canción de la fraternidad y la esperanza,
porque Tú nos amas,
y hemos visto y sentido tu paso
por nuestro pueblo, iglesia y casa,
y te has dignado pararte y llamar
a las puertas de nuestras entrañas.

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe Adulta

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Incluso las piedras gritarán

Lunes, 11 de abril de 2022
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índiceMaka Black Elk

La publicación de hoy es del colaborador invitado Maka Black Elk (Oglala Lakota). Maka es el Director Ejecutivo de Truth and Healing en Red Cloud Indian School, una escuela jesuita K-12 en Pine Ridge, SD. Es alumno de Red Cloud y continuó su educación jesuita en la Universidad de San Francisco. Más tarde obtuvo su maestría en Educación para la Paz en Teacher’s College, Universidad de Columbia, y en Liderazgo Educativo en la Universidad de Notre Dame. Puede obtener más información sobre el trabajo que realiza en Red Cloud haciendo clic aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy (Domingo de Ramos) se pueden encontrar haciendo clic aquí.

A medida que la Semana Santa desciende sobre nosotros, hoy recordamos la celebración de Jesús cuando se dirigía a Jerusalén y las multitudes lo rodeaban para vitorearlo. Cuando los líderes religiosos lo reprendieron para mantener callados a los discípulos, Él respondió: “¡Os digo que si callan, las piedras clamarán!”. Nada puede impedir que la alegría de la salvación se proclame al mundo. La misma tierra cantaría Su alabanza.

Pienso en las palabras de Jesús en el contexto de una ola de legislación en los EE. UU. que intenta atacar a los más vulnerables de nuestra comunidad LGBTQ. La comunidad transgénero en particular se enfrenta a un mundo en el que no pueden practicar deportes, no pueden usar los baños y no pueden recibir la atención médica de afirmación de género que necesitan. La comunidad LGBT siempre ha existido desde tiempos inmemoriales y muchos han intentado silenciarnos antes. Pero sabemos que no funcionará, porque no podemos quedarnos callados. Demasiada alegría y salvación están presentes en el confort de nuestras comunidades y de nuestras identidades. Existimos y eso nunca se puede cambiar.

Sin embargo, no se puede negar el daño que sufrirán las personas que se verán directamente afectadas por estas leyes. ¿Hay alguna manera de ser positivo con respecto a este contexto? Tengo esperanza en las formas en que muchos defensores se han levantado para enfrentar estos desafíos y presionar por la justicia para nuestras comunidades transgénero, especialmente para muchas personas transgénero. El trabajo es vital para un futuro de equidad. Todos aquellos que se comprometan con este trabajo deben recordar la cita del Evangelio de hoy para la Bendición de las Palmas: “El Maestro lo necesita”.

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En momentos de confusión como este, muchos recurren a la Santísima Madre en busca de un ejemplo de cómo podemos mantener nuestras fuerzas. En la larga lectura del Evangelio de hoy, también se nos recuerda el horrible viaje que Cristo emprendió en medio de Su pasión y finalmente fue a la cruz y a Su muerte. De pie al margen sufriendo mientras veía a su hijo enfrentar la tortura, el dolor y la muerte, nuestra Santísima Madre es un ejemplo de perseverancia. Ella estuvo allí incluso cuando otros discípulos lo abandonaron.

Es posible que no todos nos sintamos lo suficientemente poderosos para hacer los cambios en la sociedad que se necesitan en este momento. Es posible que no todos tengamos los recursos para unirnos a quienes luchan por la justicia en el frente. Pero hay un poder en estar allí para los necesitados. Servir de apoyo es una tarea especialmente importante para los padres y familiares, tanto biológicos como creados, de jóvenes LGBT. Esté allí, quédese con ellos, apóyelos, muestre su fe y amor en ellos. Muéstrales a aquellos que enfrentan una profunda persecución por lo que son que estás con ellos tal como lo hizo la Santísima Madre con su Hijo.

Mostrémosle al mundo cómo hasta las piedras clamarán.

—Maka Black Elk, 10 de abril de 2022

Fuente New Ways Ministry

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¿Quién es este que viene?

Domingo, 10 de abril de 2022
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Domingo de Ramos

Domingo de Ramos

Hubo demasiadas conciencias alumbradas,
hubo demasiados privilegios trastornados,
hubo demasiadas palabras mal recibidas,
hubo demasiada mala fe:
detrás de esta puerta
con los dinteles elevados, todo va a jugarse,
lo sabe.
Posiblemente tiene miedo,
da el paso.
Entra.

Es aquí dónde se le espera.
¡Es ahora
cuando se va a verificar el perdón dado
hasta el múltiplo de setenta y siete,
la vida dada como único signo de amor,
el cuerpo y la sangre dados hasta el desgarro,
el Espíritu dado como un soplo de vida!

Ha llegado la hora.
Es ahora cuando su verdad saldrá a la luz.
Lo sabe;
da el paso.
Entra.

La semana comienza.

*

Charles Singer

***

¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.

***

El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
Ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.

¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: “¡Hosanna!”, y haceos,
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor! Amén.

*

(Himnos de las Primeras Vísperas y de los Laudes de la Liturgia de las Horas del Domingo de Ramos, )

***

Evangelio: Lucas 22,14-23,56

***

No conocíamos la medida del sufrimiento de Dios hasta que tomó cuerpo ante nuestros ojos en la pasión de Cristo. La pasión de Cristo no es más que la manifestación histórica y visible del sufrimiento del Padre por el hombre. Es la suprema manifestación de la debilidad de Dios: Cristo -dice san Pablo- fue crucificado por su debilidad (2 Cor 1 3,4). Los hombres han vencido a Dios, el Pecado ha vencido y se yergue triunfante ante la cruz de Cristo; la luz se ha cubierto de tinieblas… Pero sólo por un instante: Cristo fue crucificado por su debilidad, pero vive por la fuerza de Dios, añade el apóstol. ¡Vive, vive! El mismo lo repite ahora a su Iglesia: “Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo poder sobre la muerte y los infiernos” (Ap 1,18) […].

Dios ha vencido sin dejar su debilidad, sino llevándola al extremo; no se ha dejado arrastrar al terreno del enemigo: “Injuriado, no respondía con injurias, sufría sin amenazar” (1 Pe 2,23). A la voluntad del hombre que pretendía aniquilarlo, no ha respondido con deseos de destrucción, sino con voluntad de salvarlo: “Yo soy el Viviente -dice el Señor-; no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” (cf. Ez 33,11). Dios manifiesta su omnipotencia con la misericordia y el perdón [parcendo et miserando), como reza la oración de la Iglesia. Al grito Crucifige!, respondió con este grito: “Padre, perdónalos” (Le 23,34).

No hay palabras en el mundo como estas breves palabras: “Padre, perdónalos”. Toda la potencia y santidad de Dios están ahí resumidas; son palabras indomables, que no pueden ser superadas por ningún crimen, porque fueron pronunciadas en el más grande de los crímenes, en el momento en que el mal ha hecho su esfuerzo supremo y ya no puede más porque ha perdido su aguijón.

*

R. Cantalamessa,
El misterio pascual, Valencia 1996).

***

***

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“Murió como había vivido?” Domingo de Ramos – C (Lucas 22,14-23,56). 10 de abril 2022

Domingo, 10 de abril de 2022
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¿Cómo vivió Jesús sus últimas horas? ¿Cuál fue su actitud en el momento de la ejecución? Los evangelios no se detienen a analizar sus sentimientos. Sencillamente recuerdan que Jesús murió como había vivido. Lucas, por ejemplo, ha querido destacar la bondad de Jesús hasta el final, su cercanía a los que sufren y su capacidad de perdonar. Según su relato, Jesús murió amando.

En medio del gentío que observa el paso de los condenados camino de la cruz, unas mujeres se acercan a Jesús llorando. No pueden verlo sufrir así. Jesús «se vuelve hacia ellas» y las mira con la misma ternura con que las había mirado siempre: «No lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos». Así marcha Jesús hacia la cruz: pensando más en aquellas pobres madres que en su propio sufrimiento.

Faltan pocas horas para el final. Desde la cruz solo se escuchan los insultos de algunos y los gritos de dolor de los ajusticiados. De pronto, uno de ellos se dirige a Jesús: «Acuérdate de mí». Su respuesta es inmediata: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso». Siempre ha hecho lo mismo: quitar miedos, infundir confianza en Dios, contagiar esperanza. Así lo sigue haciendo hasta el final.

El momento de la crucifixión es inolvidable. Mientras los soldados lo van clavando en el madero, Jesús dice: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que están haciendo». Así es Jesús. Así ha vivido siempre: ofreciendo a los pecadores el perdón del Padre, sin que se lo merezcan. Según Lucas, Jesús muere pidiendo al Padre que siga bendiciendo a los que lo crucifican, que siga ofreciendo su amor, su perdón y su paz a todos, incluso a los que lo están matando.

No es extraño que Pablo de Tarso invite a los cristianos de Corinto a que descubran el misterio que se encierra en el Crucificado: «En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres». Así está Dios en la cruz: no acusándonos de nuestros pecados, sino ofreciéndonos su perdón.

José Antonio Pagola

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“He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer”. Domingo 10 de abril de 2022. Domingo de Ramos

Domingo, 10 de abril de 2022
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22-ramosC cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 50, 4-7: No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.
Salmo responsorial: 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?.
Filipenses 2, 6-11: Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo.
Lucas 22, 14-23. 56: He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer.

El tema central de las lecturas del Domingo de Ramos, como bien puede verse, es el del Mesianismo. Éste tiene varias etapas en la Biblia. «Mesías» significa ungido, siervo, enviado, pero en sí, la idea más profunda de «Mesías» que el pueblo de Israel asumió es la espera de la aparición salvífica de un líder carismático descendiente de David que habría de instaurar definitivamente en la tierra «el derecho y la justicia».

En el Primer Testamento es Isaías el profeta quien más profetiza y anuncia la llegada del Mesías de Dios. Mesías que él entiende como el Siervo de Yavé que llega. El Mesías es para el profeta la gran realidad de Dios viviendo con nosotros, la realidad del gran restaurador que libera de la esclavitud, de la gran violencia (violencia estructural diríamos hoy), de la gran miseria (pobreza extrema y masiva diríamos actualmente) a la que ha sido condenado el pueblo de Dios (los muchos pueblos de Dios). El Mesías, en su calidad de Ungido de Yavé, no es sino su enviado, su representante, el encargado de promulgar sus designios.

La idea del Mesías y de los tiempos mesiánicos estaba fundada en la esperanza de que Dios cumpliera plenamente las promesas hechas al pueblo elegido, a la nación que se creía a sí misma la elegida por Dios. La llegada del «Mesías» es la instauración del reinado de Dios en la historia y en el tiempo, y es allí donde, según la concepción judía (según, pues, un pensamiento muy humano, no según una revelación divina), Israel se vengaría de los «paganos» (la mayor parte de ellos tan religiosos como los propios israelitas), de los no judíos.

La idea mesiánica del Primer Testamento está basada en la fuerza político-militar de un enviado del Dios de Israel para dominar a todas las naciones de la tierra y hacer que Israel se convierta en una nación fuerte y poderosa capaz de someter a todos los pueblos que no tienen a Yavé por Dios. Como se ve, un mesianismo muy humanamente comprensible…

El Mesianismo es una de las herencias que el Segundo Testamento recibe de la tradición veterotestamentaria. En tiempo del Nuevo Testamento, gobernado el mundo de entonces por Roma con toda su fuerza, riqueza y pretensiones, también hay grupos mayoritarios que esperan la llegada definitiva del Mesías que los liberará del domino explotador romano. Todos esperaban entonces la intervención de Dios en la historia a través de un líder que fuera capaz de derrocar el poder imperial y hacer de Jerusalén la gran capital de Israel.

En el ciclo C de la liturgia leemos el relato de la Pasión del Señor según Lucas. Consideremos las características teológicas que nos presenta este relato.

Lucas, como es sabido, es considerado como el evangelista de la misericordia, o lo que es lo mismo, como el evangelista que ha marcado toda la tradición que nos entrega, con el pensamiento del amor infinito de Dios que se ha manifestado en Jesucristo. Ninguno de los evangelistas ha percibido como él la sensibilidad del amor del Padre, que se deja sentir de manera especial entre los pobres, entre los que sufren, entre los marginados. No es difícil constatar en el evangelio de Lucas la preocupación de Jesús por los débiles, por las viudas, por los huérfanos, por los pecadores, por las mujeres.

Este mismo interés se manifiesta en la narración de los acontecimientos de la Pasión del Señor. En primer lugar, porque todo este relato está sustentado por un conocimiento del alma de Jesús, cuya intimidad nos es desvelada por el evangelista cuando nos deja ver su estrecha relación con el Abba misericordioso, en los momentos de oración (Lc 22,42); o cuando su Padre le da valor en medio del sufrimiento (Lc 22,43).

En segundo lugar, la cruz aparece en este relato de la Pasión como un verdadero sacramento del amor divino: la revelación de la misericordia en medio del sufrimiento. Lucas no pone la atención en los aspectos negativos y crueles de esta situación. En su narración se omiten recuerdos o referencias que aparecen en los otros evangelistas como la flagelación o la coronación de espinas que sirven para inculpar a los que llevaron a Jesús a la muerte. Lucas nos quiere hacer descubrir el amor del Padre hacia su Hijo y hacia todos los hombres, aún en esta situación de dolor. Jesús no aparece abandonado en el Calvario (no se cita a Zac 13,6 sobre la dispersión del rebaño): está acompañado de amigos y conocidos (Lc 23,49 en contraposición con Mt 27,55-56 y Mc 15,40-41). Y reemplaza el grito del Salmo 21 (22) que cita Mateo por la manifestación ilimitada de confianza del Salmo 30,6 (31,6): “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

A la luz de todo esto es comprensible el papel que desempeña en este relato de la Pasión la actitud del perdón, sólo explicable desde el misterio de la misericordia. En definitiva todo el mundo queda limpio y se insiste en hechos positivos, sólo explicables desde la virtud reconciliadora del sufrimiento de Jesús o desde su actitud de perdón: el caso de Pilato (Lc 23,4.13-15.20-22); el del agresor a quien Pedro cercenó una oreja y que es sanado por Jesús (Lc 22,51); el de Pedro (Lc 22,61); el de todos los judíos (Lc 23,34); el del malhechor bueno (Lc 23,39-43); el del centurión (Lc 23,47); el de la reconciliación entre Herodes y Pilato (Lc 23,6-12).

Jesús aparece claramente como el inocente, el justo perseguido. Aun en el proceso de los romanos, Pilato proclama la inocencia de Jesús. El centurión también reconoce su inocencia.

Sólo en Lucas Jesús se dirige con palabras consoladoras a las mujeres que de lejos los siguen. Realmente, Lucas ha sido llamado el evangelio de las mujeres y de la misericordia con los más pobres e ignorados, y las mujeres hacían parte de la clase marginada en Israel. Pero para Jesús, en todo el evangelio de Lucas, las mujeres hacen parte del discipulado y merecen un trato respetuoso. Ahora, camino del Calvario, la fidelidad de las mujeres a su maestro es reconocida por el Señor.

La Pasión y la muerte de Jesús son una verdadera revelación: la manifestación de la misericordia del Padre. Sólo quien ha comprendido una actitud tan conmovedora, como la que nos trae este evangelio en la parábola del padre misericordioso, podrá entender por qué el evangelista ha mirado así el misterio del sufrimiento y de la muerte de Jesús.

Lucas concibió el relato de la Pasión como una contemplación de Jesús. Por eso este relato es una invitación al lector-oyente a aproximarse al Señor, a seguirlo, a llevar con él la cruz de cada día (9,23). En la palabra que dirige en la cruz al malhechor arrepentido, ese ‘hoy’ nos remonta a Lc 4,21 cuando en la sinagoga de Nazaret, Jesús declara que “hoy se ha cumplido” el pasaje de Is 61,1-2 que acababa de leer. El tiempo se ha cumplido y él, que ha venido para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para proclamar el año de gracia del Señor” ha cumplido su misión, porque va a morir colgado de la cruz pero seguirá viviendo en medio de nosotros.

Nota para lectores críticos

El evangelio de hoy es más largo que de ordinario: toda la Pasión de Jesús, por lo que muchas homilías hoy serán más breves. Por otra parte, la homilía debería enfocarse pues hacia el conjunto de la Pasión y su significado. También el viernes santo se leerá la Pasión, según san Juan. Y durante toda la semana, el trasfondo litúrgico-espiritual es ése: la pasión y muerte de Jesús. Es pues un momento apropiado para plantearse algunos criterios críticos respecto a la interpretación de la pasión de Jesús en su significado de conjunto.

Si somos cristianos, y si el cristianismo profesa la convicción de la significación salvadora de Jesús, necesitamos tener un «modelo soteriológico» («sotería» = salvación), o sea, una explicación de cómo Jesús salva a la humanidad y en qué consiste esa salvación. Es claro que esto es el corazón de la fe cristiana.

Pues bien, en la historia ha habido varios «modelos soteriológicos».

El modelo que nos ha llegado a nosotros es, fundamentalmente, el que elaboró san Anselmo de Cartebury en el siglo XI sobre la tradición jurídica del derecho romano. En este sentido. El ser humano ofendió a Dios con el pecado original, y con ello se rompieron las relaciones de Dios y la humanidad. Dios fue ofendido en su dignidad, y el ser humano, por su parte, quedó privado de la gracia de la relación con Dios y no tenía capacidad para superar esta situación, pues aunque había ofendido a Dios, no tenía capacidad para reparar una ofensa de carácter infinito. En su obra Cur Deus homo? (¿Por qué Dios se hizo hombre?) Anselmo elabora la teoría de la «satisfacción penal sustitutoria»: Jesús muere en sustitución de la humanidad pecadora culpable, para satisfacer con ello la dignidad ofendida de Dios, y restablecer así las relaciones de Dios con la humanidad.

Por una parte, hay que hacer notar que esta explicación, que nos ha llegado a todos nosotros en una tradición tan longeva, no deja de ser «una» explicación, la del siglo XI en concreto; es decir: no es «la» explicación, no es la única. Además, no está en el Nuevo Testamento: es una elaboración teológica, muy posterior, que asume las categorías y la lógica del derecho romano «recepcionado» en el mundo feudal europeo de la alta Edad Media: el derecho inapelable y absoluto de los señores, la servidumbre de los siervos, las obligaciones jurídicas relativas a la ofensa y a la satisfacción o reparación. Es la teología de la «redención», del redimir («re-d-emere»), re-comprar al esclavo para liberarlo de su antiguo dueño.

Esta teología, hoy ya insostenible, es, sin embargo, la que la mayor parte de los cristianos y cristianas, incluyendo a muchos agentes de pastoral tienen todavía en su conciencia, en su comprensión del cristianismo, o en su subconsciente al menos. Y es para muchos de ellos «la» explicación mayor del misterio cristiano, el misterio de la «redención».

Hay que recordar que los modelos soteriológicos, como todo el resto de la teología, no dejan de ser un lenguaje metafórico, y que la metáfora nunca debe ser tomada al pie de la letra, tanto sea en n sentido directo como en un sentido metafísico, sobre todo en el segundo término al que traslada el sentido (“meta-fora” = cambio, traslado de sentido). Las teologías y los modelos soteriológicos se apoyan sobre las lógicas y los símbolos de las culturas en las que son creados. Por eso, cuando la evolución cultural cambia de lógica y de símbolos, esos modelos soteriológicos, y en general, esas teologías, aparecen crecientemente desfasadas, se hacen incluso ininteligibles, y finalmente quedan obsoletas. La visión de Dios como «Señor» feudal irritado por una ofensa de la primera pareja humana… para cuyo aplacamiento habría sido necesaria la reparación de la ofensa por medio de la muerte cruel y cruenta de su Hijo, es una imagen de Dios hoy sencillamente insostenible, e inaceptable. La sola idea de que un mítico pecado de Adán y Eva hubiera torcido los planes de Dios, y hubiera sumido en las tinieblas del pecado y del alejamiento de Dios a toda la humanidad desde la primera pareja, durante miles y miles de años –hoy la ciencia nos dice que habrían sido millones de años-, hasta la aparición de Jesús, es absolutamente inaceptable para la mentalidad actual. La misma fórmula jurídica de la «satisfacción sustitutoria» resulta hoy día inviable desde los mínimos éticos de nuestra época. Un Dios así resulta increíble, provoca ateísmo, con razón.

Si este modelo nos parece hoy día sobrepasado, no debemos dejar de considerar que ha habido otros modelos todavía más inadecuados. En el primer milenio la teología dominante, en efecto, no fue la de la «satisfacción sustitutoria», sino la del «rescate»: por el pecado de Adán la humanidad había quedado «prisionera del demonio», literalmente bajo su poder (sic). Según san Ireneo de Lyon (+ 202) y Orígenes (+ 254) el Diablo tendría un «derecho» sobre la humanidad, debido al pecado de Adán. Jurídicamente, la humanidad estaba bajo su dominio, le pertenecía, y Dios «quiso actuar con justicia incluso frente al diablo» (Ireneo, Adversus Haereses, V, 1,1), al anular tal derecho sólo mediante el pago de un rescate adecuado. Para ello, entregó a su Hijo a la muerte, a fin de liberar a la humanidad del dominio «legítimo» del diablo. San Agustín lo dice aún más explícitamente: Dios decretó «vencer al Diablo no mediante el poder, sino mediante la justicia» (De Trinitate XIII, 17 y 18).

Este modelo del «rescate pagado al Diablo» para rescatar a la humanidad, aún resuena en las personas que tuvieron una formación cristiana. Pero hoy nos resulta no sólo inaceptable, sino inimaginable, y hasta grotesco: no podemos aceptar un Diablo, concebido como un contra-poder cuasi-divino, que está apostado frente a Dios y que retiene a la humanidad bajo su poder, durante milenios, hasta que es «justamente resarcido» por Dios, nada menos que con la muerte del Hijo de Dios, un Diablo que sólo así sería «derrotado por la victoria de Cristo»…

¿Qué queremos decir con todo esto? Muchas cosas:

-que las teologías son metafóricas, no narraciones históricas ni descripciones metafísicas;

-que las teologías son muchas, variadas, no sólo una… y que cuando adoptamos una de ellas no debemos nunca perder de vista que se trata sólo de «una» teología, no de «la» teología;

-que las teologías son contingentes, no necesarias;

-que son elaboraciones humanas, no revelaciones divinas bajadas en directo del cielo, y que están construidas con elementos culturales de la sociedad en la que han sido concebidas;

-que son también transitorias, no eternas, y que con el tiempo y los correspondientes cambios culturales pierden plausibilidad y hasta inteligibilidad y pueden acabar resultando inaceptables y hasta desechadas;

-que los agentes de pastoral que atienden al Pueblo de Dios han de estar atentos a no prolongar la vida de una teología sobrepasada, superada, que ya no habla de un modo adecuado a las personas de hoy;

-que pueden (y deben) tratar de encontrar nuevas imágenes, nuevos símbolos, nuevas respuestas interpretativas de parte de nuestra generación actual a las preguntas de siempre.

La Semana Santa no es el único momento en el que debemos referirnos a la significación de la salvación operada por Cristo, pues ésta es una referencia central de la fe cristiana; pero sí es una ocasión privilegiada para plantearnos la conveniencia de la revisión de nuestros esquemas teológicos al respecto. Leer más…

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10.4.22. Domingo de Ramos: Caída del templo, ruina y resurrección del papado

Domingo, 10 de abril de 2022
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Vaticano-reformas_2272882722_14949607_667x375Del blog de Xabier Pikaza:

En la línea de las tres “postales” anteriores  con su documento  de reforma de la Curia Vaticana (Anunciad el evangelio), el Papa Francisco  está proclamando y anticipando de hecho  la “caída y final del papado”.

–  Unos pueden decir y dicen que esa caída es una buena noticia: Lo mejor que le puede suceder a este papado es que se derrumbe, se muera, para que, en su lugar, pueda surgir una iglesia verdadera, sin poder sacral, sin imposiciones de conciencias, sin negocios de dinero. Sólo entonces, cuando caiga este papado, se podrá hablar de una iglesia liberada para la fraternidad del evangelio.

– Otros pueden decir y dicen que este Papa Francisco, quizá sin saber bien lo que hace, está dinamitando de hecho la Iglesia Católica, de forma que no no es Vicario de Cristo, sino del Anticristo. Por eso hay que esperar que sus reformas pasen, pues los papas también mueren, para que venga un verdadero Pontífice, que ponga de nuevo poner las cosas en su sitio.

No puedo entrar en esa temática concreta. Muchos de mis lectores saben lo que pienso. Sólo qiero seguir pensando y caminando en la línea de Jesús  y  para ello ofrezco un pequeño comentario del evangelio del Domingo de Ramos, con el anuncio de la “ruina” del Templo de Jerusalén con la auténtica pascua de Cristo. Buen comienzo de Semana Santa a todos.

Mc 11: Llegaron a Jerusalén y 7  le trajeron un pollino, echaron encima sus mantos y se sentó sobre él.8 Muchos extendieron sus mantos por el camino; otros, follaje cortado de los campos. 9 Los que iban delante y los que le seguían, gritaban: «= ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! 10 ¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! = ¡Hosanna = en las alturas!»…

y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas 16 y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo.17 Y les enseñaba, diciéndoles: «¿No está escrito: = Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes? = ¡Pero vosotros la tenéis hecha una = cueva de bandidos! . (Por eso caerá y no quedará de ella piedra sobre piedra….).18 Se enteraron de esto los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban cómo podrían matarle; porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina.

Caída del templo, caída de un tipo de Vaticano.

 Conforme a este lectura, resulta conveniente (inevitable) que caiga o se abandone un tipo de templo eclesiástico, como el sepulcro de Jesús, que estaba vacía, pero no para elevar en su lugar otro semejante (que todo cambie, para que siga siempre igual), sino para tomar el «carro de vida de Dios» (profeta Ezequiel) , para que puedan subirse en ellos expulsados y negados de la historia actual,  para recorrer con ellos los caminos de Dios.

Muchas piensan  dificultades actuales no se solucionan con unos pequeños cambios de estructura: con un Papa más o menos liberal, con más o menos autonomía de las comunidades; con la supresión del celibato ministerio o la ordenación de las mujeres, como quieren los teólogos más «liberales», empeñados en lograr que la iglesia se ajuste a la moderna democracia.

Sin duda, esos cambios son importantes (¡necesarios!), pero vienen en un segundo momento, conforme a la dinámica de las comunidades. Lo que importa es el radicalismo evangélico: compartir la vida, desde los más pobres, ofreciendo el testimonio de un amor que es infalible porque es presencia del Dios que da vida (es Vida) al entregarse por los otros.

Jesús anunció la destrucción del sistema sacerdotal del Templo de Jerusalén antes que cayera. Por eso expulsó a sus mercaderes y anunció la ruina de sus edificios (¡caerán como caen los bancos y jaulas de cambistas y comerciantes!), vinculados a un poder sagrado.

De esa forma asumió el mensaje de Jer 7 (caída del templo) y de Ez 10 (el “carro de Dios” se aleja del lugar sagrado) y lógicamente suscitó la reacción no sólo de los sacerdotes de Jerusalén, sino de los jerarcas de Roma, pues tenían miedo de un Reino que fuera casa de oración y acogida para todos los pueblos, empezando por los pobres. En ese fondo situamos la destrucción del papado actual.

Muchos cristianos protestarán diciendo que la imagen del viejo templo no puede aplicarse hoy al Papa. Ciertamente, el Vaticano no parece cueva de bandidos (como Jesús dijo del templo), sino espacio de apertura, una plaza, una casa donde pueden reunirse muchos hombres, obispos en concilio, fieles en romería creyente, la mayor parte de ellos intachables y fieles… Pero tampoco Caifás era perverso, sino un hábil político, diestro en equilibrios al servicio de la paz. Tampoco el Sanedrín era un tribunal corrupto, sino un lugar honrado de discusiones sociales y religiosas, a partir de unas clases dominantes (sacerdotes, presbíteros, escribas). Pero Jesús quiso que aquel templo cayera, a pesar del dolor que eso implicaba para muchos (cf. Lc 19, 41-44; 21, 20-24), y nosotros queremos que caiga el templo vaticano, por amor a los hombres.

Lo que importa no es la caída, sino la resurrección. No dictamos así una propuesta de condena general de la historia, sino la afirmación de que el tiempo de suplencia papal ha terminado (como terminó la del templo de Jerusalén). La iglesia no es sistema de poder, sino fraternidad gratuita de pobres (de crucificados y expulsados), experiencia concreta de amor que va creando vida, esperanza de resurrección. Ella sólo puede decir y proclamar la Vida mesiánica de Dios   con su propia existencia, en el nivel de las relaciones personales, sin discursos elevados que se vuelven pronto ideología. Para que viniera la nueva humanidad y los hombres y mujeres pudieran perdonarse directamente, sin controles sagrados, tuvieron que caer los poderes del templo. Por amor de Dios y para bien de los pobres, enfermos y niños, representantes y portadores del poder de Dios (Mc 11, 12-26  par), debe caer un tipo de papado.

Pero más  que la ruina externa del templo de Jerusalén, proclamó su ruina interna,

 la ruina de ese templo de Dios que hemos levantado en nuestros corazones.  Jesús dijo a los judíos de aquel tiempo «Vuestra casa quedará vacía» (Mt 23, 38). Lo mismo puede suceder ahora el “sistema” vaticano: muchos piensan que a la sombra de sus grandes hojas no existe ya fruto (cf. Mc 11, 13-21), de manera que es preciso abandonarlo, dejando que surja, por gracia de Dios, el nuevo pueblo que produzca frutos (cf. Mt 21, 43).

Por eso, la caída de un tipo de papado nos debe alegrar, pues queremos uno diferente, que no sabemos aún cómo será, pero que tiene que ser de los pobres, enfermos y niños a quienes Jesús anunció el Reino de Dios (y a quienes introdujo como autoridad en el templo: cf. Mt 21, 14-17). La historia nos ha situado en una encrucijada y debemos tomar una decisión, pues dejar las cosas como están, manteniendo este modelo de iglesia, significa condenarla (¡y quizá condenarnos!) a una muerte sin resurrección.

No se trata de derribar con violencia los muros, pues tampoco Jesús destruyó físicamente el viejo templo (lo saquearon y quemaron más tarde, de formas diversas, los celotas y legionarios, que luchaban entre sí por el control del sistema). Pero Jesús y la mayoría de los grupos cristianos lo habían abandonado ya (como supone el evangelio de Marcos, lo mismo que  Mt 23, 37-39), antes de que ardiera en las llamas de la guerra, pues habían descubierto y edificado otra casa de fraternidad (la iglesia), en el campo extenso de la vida, sin necesidad de instituciones legales y sacrales.

También nosotros debemos abandonar un tipo de Vaticano actual y debemos hacerlo por amor, sin agresividad, sin lucha externa, con ternura y gratitud, con gran pena, por lo que ha sido. Debemos abandonarlo precisamente ahora, cuando parece que se eleva triunfante, con grande hojas, como la higuera de Israel (Mc 11, 13), para situar las tiendas de campaña de la iglesia de Jesús (cf. Jn 1, 14) en el ancho camino de la vida, buscando con otros hombres y mujeres el surgimiento de un servicio de unidad distinto, que represente a los pobres de Dios. Entonces podremos apelar de nuevo a las llaves de Pedro, como signo de potestad e infalibilidad evangélica.

No buscamos incendios ni guerra, ni que la Basílica de San Pedro de vaticano arda y acabe, con archivos y museos, con documentos de curia y curiales, con su banco y su pequeña guardia de suizos, sus cardenales, obispos y monseñores y/o funcionarios de segundo grado. Pero queremos que pierda su función (que se disuelva), mientras la iglesia verdadera emerge y crece en otro espacio, donde comienzan ya a juntarse los discípulos de Jesús.

Algunos, sienten mucha prisa: les gustaría que llegaran nuevos romanos (como el año 70 d. C.), quemando el Vaticano, de manera que sólo quedara una “zona cero” de ruinas con la memoria de Pedro.

Otros, más escépticos, sostienen que debe acabar no sólo el Vaticano, sino también la iglesia, pues todo en ella es folklore y sistema de dominación… Nosotros queremos que el Vaticano se mantenga como testimonio de una historia pasada, pero que la iglesia realice de un modo diferente su tarea de evangelio al servicio del conjunto de la humanidad. Leer más…

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La Pasión según Lucas. Domingo de Ramos. Ciclo C.

Domingo, 10 de abril de 2022
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Titian_-_Christ_and_the_Good_Thief_-_WGA22832Tiziano, Jesús y el buen ladrón

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Resulta imposible comentar en pocas líneas el relato de la Pasión en el evangelio de Lucas. De los diversos episodios exclusivos suyos, considero de especial interés las tres palabras que pone en boca de Jesús en la cruz. Como es sabido, ninguno de los evangelios trae las siete famosas palabras de Cristo en la cruz. Mateo y Marcos, solo una; Juan, tres; Lucas, otras tres. Sumándolas tenemos siete. Las tres de Lucas pueden servir de reflexión y oración.

  1. Morir perdonando

            Jesús y los dos malhechores acaban de llegar al Calvario. Crucificar a tres personas es un trabajo más lento y cruel de lo que puede imaginarse, pero Lucas no entra en detalles. Se limita a indicar lo que decía Jesús en este momento: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

            El tema de los enemigos y del perdón ha aparecido en este evangelio desde el comienzo. Zacarías, el padre de Juan Bautista, alaba a Dios porque ha suscitado a un descendiente de David “para que, libres de temor, arrancados de las manos de nuestros enemigos, le sirvamos con santidad y justicia toda nuestra vida”. Su esperanza no se cumplirá como él espera. A su hijo lo decapitará Herodes. Y Jesús no habla de verse libres de los enemigos. Lo que manda a sus discípulos es: “amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian”. Ahora, en el momento decisivo, Jesús va más adelante. No solo reza por los enemigos, sino que intenta comprenderlos y justificarlos: “no saben lo que hacen”.

  1. Nunca es tarde para convertirse

            Que Jesús fue crucificado entre dos malhechores lo dicen también Mateo y Marcos (aunque estos los llaman “ladrones”, que equivale a “terroristas”, cosa más lógica porque a los ladrones no los crucificaban, sino que los vendían como esclavos). Pero la mayor diferencia consiste en que en Mateo y Marcos los dos insultan a Jesús. Lucas cuenta algo muy distinto: mientras uno anima irónicamente a Jesús a salvarse y salvarlos, el otro lo defiende, reconoce su inocencia y le pide que se acuerde de él cuando llegue a su reino. Todos sabemos la respuesta de Jesús: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

            Algún escéptico podría decir que Lucas ha inventado esta conversión tan inesperada del buen ladrón. Él respondería: “Si no fue así, pudo serlo”. Porque lo que intenta enseñarnos es que nunca es tarde para convertirse. En una parábola que comentamos hace tres domingos, el labrador pedía un año de plazo para la higuera estéril. Zaqueo tuvo el resto de su vida para demostrar su conversión. El buen ladrón solo dispone de unas horas antes de morir, aprovecha la ocasión de inmediato, y esas pocas palabras le sirven para salvarse. Al mismo tiempo, las palabras de Jesús suponen un consuelo para todos nosotros cuando se acerque la muerte: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

  1. Morir en manos de Dios

            Lo último que dijo Jesús antes de morir también varía según los evangelios. Marcos y Mateo ponen en su boca el comienzo del Salmo 22: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué he has desamparado?”. Parece un grito de abandono, sin esperanza. Quien sigue leyendo el salmo advierte que el olvido de Dios y el sufrimiento dan paso a la victoria final. Aunque esto sea cierto, Lucas piensa que sus lectores no van a entenderlo y se pueden quedar con la sensación de que Jesús murió desesperado. Por eso, las últimas palabras que pone en su boca son: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. De este modo, el final de la vida terrena de Jesús empalma con el comienzo de actividad apostólica. En el bautismo escuchó la voz del cielo: “Tú eres mi hijo amado”. Ahora, en el momento del dolor y la muerte, cuando parece que Dios lo ha abandonado, Jesús lo sigue viendo como “Padre”, un padre bueno al que puede entregarse por completo.

El relato de la pasión es una historia de dolor, injusticia, sufrimiento físico y moral para Jesús. Pero Lucas ha querido que sus últimas palabras nos sirvan de enseñanza y consuelo para vivir y morir como él.

Un comentario completo al relato de la pasión puede verse en J. L. Sicre, El evangelio de Lucas. Una imagen distinta de Jesús (Verbo Divino 2021), págs. 449-510.

 

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10 Abril. Domingo de Ramos. Ciclo C

Domingo, 10 de abril de 2022
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“Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.”

(Lc, 22,14-23,56)

El domingo de Ramos nos abre un gran pórtico que nos muestra, este año a través del Evangelio de Lucas, lo que vamos a celebrar a lo largo de esta Semana Santa.

¡Siéntate, corazón mío!

Como “todos los que conocían a Jesús, y también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, que estaban allí presenciando todo” (Lc 23,49), déjate tocar, déjate asombrar, déjate enamorar.

¡Siéntate, silénciate, contempla…!

Accede, corazón mío, a ese pórtico, ábrete a que sea el Espíritu mismo de Jesús quien te ayude a descubrir la fidelidad del Maestro en su entrega total, su confianza en el Padre. Es el corazón misericordioso que Jesús te ofrece lo que te hará misericordioso. Y esa misericordia entrañable te acercará a las hermanas/os que hoy siguen el camino de Jesús de Nazaret en medio de persecuciones, abusos, torturas, arrestos e incluso la muerte por ser fieles al Maestro. Recordamos los sentimientos de aquel cristiano, en tierras sirias, que en medio de la tortura dijo algo así a sus verdugos: “queréis que renuncie a mi fe cristiana, pero no puedo, porque mi corazón es de Cristo, está marcado por el amor a Cristo Jesús”.

Corazón mío, no hagas de estos días santos como aquella “gente que había acudido al espectáculo” (Lc 23,48) sino déjate sorprender, para que con el amor que Dios Padre te entrega a través del Espíritu puedas tú también decir con la confianza y abandono de Jesús: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46).

Lo que te preparas a celebrar no es la muerte, aunque ésta sea la de Jesucristo, sino el camino hacia la Pascua.

Oración

Tiempo de vida, tiempo de de luz, tiempo de amor.
Señor, Jesús, Maestro bueno,
dame un corazón que sepa
contemplar, acoger, perdonar, amar…
coge mi mano y conduce mis pasos
a escuchar tu invitación: ¡Sígueme!

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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No celebramos la muerte sino la Vida.

Domingo, 10 de abril de 2022
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DOMINGO 6º DE CUARESMA (RAMOS) (C)

Lc 22,14-23,56

La liturgia de este domingo es desconcertante. Empieza celebrando una entrada “triunfal” y termina recordando una muerte. Es difícil armonizar estos dos aspectos de la vida de Jesús. Podríamos decir que ni el triunfo fue triunfo, ni la muerte fue derrota. Los evangelistas plantean la subida a Jerusalén como resumen de su actividad. La muerte se considera como la meta de su vida. En la vida de Jesús se vuelve a escenificar el Éxodo, paso de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida. Allí iba a dejar patente el amor incondicional.

Jesús fracasó estrepitosamente porque la salvación que él ofreció no coincidía con la que esperaban los judíos. Jesús pretendió llevarlos a la plenitud de su verdadero ser. Ellos solo querían defender sus intereses, salvar su ego. Seguimos en la misma actitud. Dios “quiere” para nosotros lo mejor y nosotros seguimos creyendo que en asegurar nuestra individualidad está nuestra plenitud. No hay que entender la voluntad de Dios como venida de fuera. Lo que Dios quiere de cada uno es también la exigencia más profunda de nuestro verdadero ser.

El fracaso humano de Jesús nos invita a reflexionar sobre el sentido de las limitaciones humanas. Si nuestro objetivo es evitar el dolor y buscar el máximo placer, nunca podremos aceptar el mensaje de Jesús. Él confió completamente en Dios, pero Dios no lo libró del dolor ni de la muerte. ¿Cómo podemos interpretar este aparente abandono de Jesús? Sería la clave de nuestro acercamiento a su muerte. Sería la clave también para interpretar el dolor humano y tratar de darle el sentido que escapa a la mayoría de los mortales.

Es un disparate pensar que Dios exigió, planeó, quiso o permitió la muerte de Jesús. Peor aún si la consideramos condición para perdonar nuestros pecados. La muerte de Jesús no fue voluntad de Dios, sino fruto de la imbecilidad humana. Fue el pecado del mundo, el poder y el afán de someter a los demás, lo que hizo inaceptable el mensaje de Jesús. Lo que Dios esperaba de Jesús era su fidelidad. La muerte de Jesús no fue un accidente; fue la consecuencia de su vida. Una vez que vivió como vivió, era lógico que lo eliminaran.

Dios no está solamente en la resurrección, está siempre en el hombre mortal, también en el dolor y en la muerte. Si no sabemos encontrarlo ahí, seguiremos pensando como los hombres, no como Dios. Es una lección que no acabamos de aprender. Seguimos asociando el amor de Dios con todo lo placentero, lo agradable, lo que me satisface. El dolor, el sacrificio, el esfuerzo lo seguimos asociando a un castigo de Dios, es decir a una ausencia de Dios. Las celebraciones de Semana Santa nos tienen que llevar a la conclusión contraria. Dios está siempre en nosotros, pero necesitamos descubrirlo sobre todo en el dolor y la limitación.

Seguramente la pasión fue el primer relato sobre Jesús que se redactó por escrito. A pesar de ello no podemos estar seguros de que lo que nos cuentan corresponda a sucesos reales. Los que más probabilidades tienen de ser inventados son los que hacen referencia a profecías del AT. Esto se debe a que los primeros seguidores de Jesús, todos judíos, no tenían otro medio de explicar la muerte de Jesús que la Escritura. Debemos escapar de ese afán de convertir el AT en un anuncio de lo que sucedió en Jesús. Nadie pudo prever lo que pasó en Jesús, porque rompió todos los moldes y lo que vivió y predicó no podía adivinarlo nadie trescientos o quinientos años antes de que sucediera. Aludir a la inspiración divina para solucionar el problema es no tener idea de lo que significa la Sagrada Escritura como escrito sagrado.

La pasión de Lucas tiene una clara tendencia catequética. Aunque utiliza la narración de Marcos, u otra más antigua que ya utilizó el mismo Marcos, le da un toque de humanización muy significativo. Suaviza mucho la relación de los que están alrededor de Jesús con su persona. No todo es negativo. Incluso los paganos quedan de alguna manera justificados. Hay en el relato muchos personajes que están con Jesús y pretenden ayudarle. El mismo Jesús se relaciona con algunos con comprensión y como ayudándoles a entender lo que está pasando.

Lo importante no es la muerte física de Jesús ni los sufrimientos que padeció. A través de lo que conocemos de la historia humana, miles de personas, antes y después de Jesús, han padecido sufrimientos mucho mayores y más prolongados de los que sufrió él. Lo importante de Jesús en ese trance fue su actitud inquebrantable de vivir hasta sus últimas consecuencias lo que predicó. Para nosotros, lo importante es descubrir quién lo mató y por qué le mataron, por qué murió y cuáles fueron las consecuencias de su muerte para él, para los discípulos y para nosotros. No podemos asegurar las respuestas pero debemos seguir preguntándonos.

¿Por qué le mataron? Ni siquiera sabemos quién le mató, mucho menos podemos saber cuál fue la causa de su condena. La muerte de Jesús es la consecuencia directa de un rechazo por parte de los jefes religiosos a su enseñanza y a su persona. No debemos pensar en un rechazo gratuito y malévolo. Los sacerdotes, los escribas, los fariseos, no eran depravados que se opusieron a Jesús porque era buena persona. Eran gente religiosa que pretendían ser fieles a la voluntad de Dios, que para ellos estaba definida de manera absoluta y exclusiva en la Ley de Moisés. Para ellos defender la Ley y el templo era defender al mismo Dios.

¿Era Jesús el profeta, como creían los que le seguían, o era el antiprofeta que seducía al pueblo y le apartaba de la religión judía? La respuesta no era sencilla. Por una parte percibían que Jesús iba contra la Ley y contra el templo, signos inequívocos del antiprofe­ta. Pero por otra parte, la cercanía a los que sufren y los signos que hacía eran una muestra de que Dios estaba con él. El desconcierto de los discípulos ante la muerte de Jesús, tiene mucho que ver con esa confrontación de sus representantes religiosos. ¿A quién debían hacer caso, a los representantes legítimos de Dios, o a Jesús, a quien los sacerdotes consideraban blasfemo?

¿Por qué murió? No podemos saber la actitud de Jesús ante su muerte. Ni era un inconsciente ni era un loco. Se dio cuenta de que los jefes religiosos querían eliminarlo. Jesús debió tener razones muy poderosas para seguir diciendo lo que tenía que decir a pesar de que eso le acarrearía la muerte. Sabía que el pueblo no le entendía y dejaría de seguirle. Pero también sabía que los jefes religiosos no se iban a conformar con ignorarlo. Sabiendo eso, Jesús tomo la decisión de ir a Jerusalén. Que le importara más ser fiel a sí mismo y a Dios que salvar la vida es lo decisivo. Eso era lo que Dios esperaba de él y eso es lo que hizo.

¿Qué consecuencias tuvo su muerte? Para sus seguidores fue el revulsivo tan fuerte que les llevó a un total pesimismo, pero también fue el revulsivo que les llevó al descubrimiento del verdadero Jesús en la experiencia pascual. Durante su vida lo siguieron como amigo, maestro, profeta, pero no descubrieron el significado profundo de Jesús. A ese descubrimiento no podían llegar a través de lo que oían y lo que veían; se necesitaba un proceso de maduración interior. La muerte de Jesús les obligó a esa profundización y a descubrir en aquél Jesús de Nazaret, al Señor, Mesías, Hijo. En esto consistió la experiencia pascual. Si queremos entender la muerte de Jesús, tenemos que seguir ese mismo camino de la vivencia interior.

 

Meditación

La verdadera Vida está ya en mí.
Lo único que tengo que hacer es descubrirla.
Toda “muerte” (entrega, servicio) es signo de Vida.
Todo egoísmo (opresión, dominio) es signo de “muerte”.
La Vida-Amor es el fundamento de mi ser.
No la encontraré en lo superficial y accidental.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Una muerte anunciada.

Domingo, 10 de abril de 2022
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Crucifixión 2

Domingo de Ramos

Jesús entra el domingo en Jerusalén acompañado de un grupo de galileos que le aclaman como el Mesías anunciado: «Hosanna al hijo de David»… Disuelta la comitiva, se dirige al templo, expulsa a los mercaderes y se enfrenta sin contemplaciones a unos sacerdotes de alto rango que le increpan: «¿Con qué autoridad haces estas cosas?»… Al atardecer se retira a la seguridad de Betania.

El lunes, desafiando a las autoridades, se dirige al templo y comienza a enseñarles desde la escalinata del pórtico de Salomón. Los judíos le escuchan entusiasmados y Jesús les urge a la conversión: «Todavía es tiempo»… Aparecen unos sacerdotes desafiantes y arremete contra ellos con la parábola de los viñadores homicidas: «Hará perecer a los labradores malvados y dará la viña a otros»… Sin darles tiempo a reaccionar, censura violentamente a escribas y fariseos: «¡Hipócritas!»…

Se conjuran para matarlo, pero temen a la multitud.

El martes vuelve al templo y se congrega en torno suyo gran número de personas. Unos fariseos, acompañados de unos herodianos, le ponen a prueba con una pregunta trampa sobre el tributo a los romanos: «Dad pues al César lo que es del Cesar»… Más tarde les toca el turno a los saduceos, y finalmente a los fariseos: «¿Quién es mi prójimo?»… «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó»…

Los que buscan desprestigiarle caen en la cuenta de que es demasiado listo; que por ese camino no van a conseguir su propósito, y endurecen la apuesta.

Vuelve el miércoles. Su auditorio sigue creciendo, pero su enfrentamiento con las autoridades sube sustancialmente de tono. Unos fariseos irrumpen en el grupo, abren un claro delante de Jesús y arrojan a una mujer aterrada. «Moisés nos manda apedrear a estas mujeres, ¿tú qué dices?»… Y Jesús se juega la vida —y la pierde— por salvar la de la mujer, porque los santos fariseos no pueden perdonar que nadie les llame pecadores públicamente. Sale al monte de los olivos seguido de mucha gente y les manda el mensaje definitivo: «A mí me lo hicisteis»…

El jueves, Jesús sabe que su tiempo se ha acabado y organiza una cena de despedida con sus íntimos; incluidas, claro está, las mujeres: «Yo soy el maestro y el señor, y os he lavado los pies»… «Haced esto en memoria mía»… Al acabar la cena salen de la ciudad por la puerta de las Aguas y remontan el torrente Cedrón. En el cruce de caminos Jesús se detiene. El de la derecha lleva a Betania, a la seguridad de la casa de sus amigos. El que sale al frente, a Jericó, y de allí fuera de la jurisdicción de quienes quieren matarlo. Duda unos instantes y toma la senda que sube a Getsemaní; a su destino: «Pero no se haga mi voluntad sino la tuya»…

Judas lo entrega, los levitas y los criados lo prenden y el sanedrín lo condena a muerte por blasfemo: «¿Eres tú el hijo del Altísimo?… ¡Ha blasfemado!»…

El viernes, los sacerdotes lo entregan a los romanos, pero no le acusan de blasfemo sino de sedicioso. Pilato trata tibiamente de salvarlo, pero fracasa: «Nosotros no tenemos más rey que el César»… Su suerte está echada; los romanos lo torturan y lo crucifican: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»«¿Por qué me has abandonado?»… «En tus manos encomiendo mi espíritu»…

Los profetas mueren lapidados. Los sacerdotes se empeñan en que sea crucificado para crucificar también su doctrina, pero fracasan «porque Dios estaba con él»

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Haced esto en memoria mía.

Domingo, 10 de abril de 2022
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Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end.

Domingo de Ramos

El domingo de Ramos hacemos dos lecturas en las que se recogen los últimos días de la vida de Jesús. Siguiendo la narración, caminamos desde su entrada triunfal en Jerusalén hasta su entierro, pasando a través de diversas escenas de gran intensidad dramática y profundamente teologizadas. Es significativo que en este recorrido se deje fuera un momento que es crucial para entender las razones históricas de la condena de Jesús y el por qué resultaba tan amenazante para quien ostentaba el poder: la acción profética que él realiza en el templo (Lc 19,45-48).

La subida a Jerusalén fue sin duda para Jesús una decisión meditada, pero también profundamente radical. En ella se ponían en juego todos sus empeños y sueños. Como un profeta al estilo de la más genuina tradición de Israel, Jesús realiza una doble acción simbólica que ponen en evidencia lo lejos que parecía estar el discurso religioso de los dirigentes de Jerusalén de los deseos de Dios.

La llegada de Jesús y sus discípulas y discípulos a la ciudad, formando parte de la comitiva de las y los peregrinos que llegaban de los cuatro puntos cardinales del mundo conocido para celebrar las Pascua, se convirtió en una procesión festiva. El maestro evocando la profecía de Zacarías (Za 9,9) quiso cruzar los umbrales de la ciudad santa montado en un borrico, mostrándose así como el enviado humilde de un Dios cuyo poder es el amor. Para algunos ese gesto era altamente provocador y quisieron frenar el entusiasmo que la persona de Jesús provocaba a su paso, pero el maestro no les hizo caso (Lc 19, 39-40).

Lucas a continuación narra brevemente un episodio en el que Jesús realiza otra acción altamente provocativa. Al entrar en la primera explanada del templo Jesús expulsa a todos los que compraban y vendían en ese lugar. ¿Por qué lo hace? ¿Es que estaban haciendo algo indebido? La verdad es que no había nada extraño en el comportamiento de aquellas personas, al contrario, pues esa explanada no tenía un carácter sacral, sino que era como una antesala donde se adquiría lo necesario para realizar los sacrificios que se ofrecían en el interior. Esto era así, porque según la legislación judía, había que asegurar que todo lo que se introducía en el templo fuese puro, y eso solo podía certificarse si se adquiría allí.

Lo que pretende Jesús entonces, no es cuestionar la ética de quienes estaban comprando o vendiendo, sino denunciar el sistema cultual judío, es decir el tipo de relación con Dios que estaba establecida en el templo. Lucas lo explica poniendo en boca de Jesús dos textos proféticos (Is 56,1-7; Jr 7, 1-11), él solo los evoca con una frase, pero lo que quiere es que se recuerde todo el pasaje, pues esa era la manera de citar cuando la Biblia no estaba todavía dividida en capítulos y versículos. Con ellos lo que quiere decir, es que para Jesús ese tipo de culto no era el que Dios quería, sino que lo habían pervertido, como decía Jeremías y que de ese modo habían excluido a muchos/as del encuentro con él. Y era el momento de que eso cambiase, como había anunciado Isaías. Y esto fue sin duda, lo que determinó definitivamente que quienes se sentían seguros con ese culto buscaran el modo de hacerlo desaparecer (Lc 119, 47).

Jesús es consciente de lo arriesgado de su propuesta, pero no puede dejar de anunciar al Dios que arde en sus entrañas. La cena con su comunidad es la expresión más honda del modo en que él entiende su relación con su Padre y de cómo quiere que sus discípulos y discípulas entiendan y continúen su misión. Los signos del pan y del vino, condensan la hondura de su entrega y fidelidad al Padre que busca con pasión ofrecer su amor y perdón a todas y todos. La invitación a hacer memoria de ese momento, no es una simple propuesta ritual, sino una llamada a identificarse con su camino existencial, a descubrir la gratuidad como la única opción para dejar a Dios ser Dios en la historia, a permanecer en la bondad y en la esperanza a pesar del fracaso.

Las escenas que siguen en el relato muestran el drama humano que provocan la injusticia y la opresión. El modo en que Jesús lo afronta transparenta el auténtico ser de Dios, un Dios que se deja vencer para que en su nombre no se pueda ya justificar ninguna acción que no sea liberadora y salvadora. La cruz de Jesús, no fue deseo de Dios, porque él no quiere nada que produzca sufrimiento y destrucción, pero junto a Jesús respondió a la violencia con perdón, al odio con ternura y al poder avasallador con humildad y permanencia. En la cruz de Jesús, siguió demostrando su amor desmedido por el ser humano, y negó cualquier justificación de la venganza o de la violencia en su nombre.

Para la primera comunidad fue difícil ahondar en el misterio que atravesaba la opción definitiva de Jesús. Todos y todas estaban fascinados por su mensaje, pero la dureza de su final surgió como una bofetada en sus vidas. Los relatos nos hablan también de ese camino comunitario de comprensión y de conversión que los compañeros y compañeras del maestro tuvieron que hacer aquel primer viernes santo. Tuvieron que afrontar la impotencia, el miedo, el fracaso y un fuerte sentimiento de orfandad. Necesitaron tiempo hasta que fueron capaces de encontrar sentido y esperanza…

La experiencia vivida por las mujeres que lo siguieron desde Galilea muestra de forma contundente el camino pascual vivido por la comunidad. Ellas son al inicio testigos mudos de los acontecimientos, acompañando en silencio los últimos momentos de vida del maestro entre el dolor y la impotencia ante algo que no pueden comprender. Al amanecer del domingo, en medio del ritual de duelo, ellas hacen memoria existencial de lo vivido junto a Jesús. En ese recuerdo, la tristeza comienza a transformarse en esperanza y comprenden que tenía sentido lo que había ocurrido. El sepulcro vacío ya no hablaba de ausencia, sino de vida, compromiso y misión (Lc 24, 1-10). Ellas también son nuestras compañeras de camino hacia la Pascua.

Carme Soto

Fuente Fe Adulta

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El mito de la salvación por la cruz

Domingo, 10 de abril de 2022
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Cruz-640x427Domingo de Ramos

10 abril 2022

Jn 23, 1-49

Tal vez, la tendencia a poner nuestra salvación “fuera” pueda deberse a dos factores: por un lado, a la creencia que nos identifica con el yo carenciado y esencialmente necesitado de alguien que nos pueda “salvar”; por otro, a la consciencia mágica y mítica -en la que nuestra especie ha vivido durante siglos-, que pone la salvación en otro ser, como suelen hacer los niños.

En la tradición bíblica encontramos una imagen sumamente elocuente: en el Libro de los Números se narra que, para curar a quienes habían sido mordidos por serpientes venenosas -enviadas por Yhwh como castigo por los pecados del pueblo-, Moisés colocó una serpiente de bronce en lo alto de un madero, de modo que todo aquel que miraba la serpiente quedaba automáticamente curado (Num 21,4-9).

En el caso cristiano, la cruz de Jesús se leyó en relación a la doctrina del “pecado original”. Según la “teoría de la expiación”, grabada a fuego en el imaginario colectivo del mundo cristiano, todos los humanos nacen con un pecado que solo podía ser perdonado gracias al sacrificio de Cristo en la cruz.

Sospecho que no somos todavía conscientes de la doble implicación “oculta” en esa doctrina:

  • imagen de un dios sádico, que reclama la sangre de su propio hijo para perdonar el pecado de “los primeros padres”;
  • imagen del ser humano como “pecador” desde antes de su nacimiento, creencia en la que se asentaría la omnipresente culpa católica.

Solo una identificación extrema con la creencia impide ver que un planteamiento de este tipo resulte frontalmente disonante con la conciencia moderna. ¿Cómo podría creerse hoy, literalmente, en el mito de la salvación por la cruz?

Pero todavía hay más. En profundidad, el mito de la salvación por la cruz parte de una comprensión del ser humano que, no solo es parcial, sino radicalmente inadecuada. Identificarse con el “yo pensado” -o imagen que tenemos de nosotros mismos- supone reconocerse esencialmente como carencia y, por tanto, necesitados de una salvación “exterior”.

Pero no somos nuestro yo: la “personalidad” es solo la forma en que se está experimentado lo que realmente somos. Ciertamente, es frágil, débil, vulnerable y necesitada. Y de todo ello habremos de hacernos cargo. Pero en nuestra “identidad”, somos plenitud de presencia, estamos ya “salvados”.

¿De qué habla, pues, la cruz de Jesús? De lo mismo que hablan las persecuciones, torturas y asesinatos de personas inocentes a lo largo de la historia: de los abusos de un poder prácticamente omnímodo y de la fidelidad de Jesús a su propia misión. No hubo extraños designios de ningún dios ofendido. Hubo injusticia sangrante del poder de turno y fidelidad coherente de un hombre íntegro.

¿Qué lectura hago de la cruz?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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