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2.4.23. Entró como Rey de Jerusalén: Cómo hubiera reinado (contrapunto Sal 2)

Martes, 4 de abril de 2023

67CB1C48-0699-4395-873E-C17D4CB25412Del blog de Xabier Pikaza:

Desarrollé en la última postal las razones por las que Jesús subió a Jerusalén, culminado su camino en Galilea, para anunciar a instaurar el Reino de Dios.

Jesús no anunciaba y preparaba un reino transmundano, sino un reino distinto en la tierra, una iglesia mesiánica fundada en la intervención de Dios y el cambio de los hombres, una iglesia abierta a la vida y resurrección que anuncian (prometen) muchos salmos. No planteó cuestiones de administración, ni proclamó una revuelta armada.Anunció y promovió la llegada de un nuevo “orden social”, de un nuevo “reino”.

Como pretendiente y promotor de ese reino le mataron… los defensores de un tipo de reino político, social y militar distinto.

Así lo muestra esta “postal” tiene dos partes. (a) Presento en la primera el proyecto del reino de Dios con el que Jesús subió a Jerusalén. (b) Ofrezco en la segunda un comentario al Salmo 2 donde se recoge, “de forma ideal”, a modo de “contrapunto”, la manera en que muchos concebían y cantaban la llegada del Reino de Dios, con la coronacón de su Ungido.

Jesús había promovido un movimiento mesiánico (de presencia de Dios y de Reino), sin cambio militar, ni puramente sacral (como las religiones de misterios), sino como seguiré indicando. Es difícil saber qué Pilato pensó en el fondo, pero es evidente que le vio como pretendiente mesiánico (rey los judíos) y que ésa fue razón suficiente para condenarle a muerte, como indica el letrero que hizo poner sobre (junto a) la cruz, justificando su condena: “Rey de los judíos” (Mc 15, 26.): “Jesús nazoreo, rey de los judíos” (Jn 19, 19). Jesús no era enemigo militar, pero profetas y pretendientes mesiánicos eran peligrosos. Éste me parece su programa:

  1. No habría tomado el poder como rey político- militar, en el sentido usual del término, como los macabeos o celotas. No se habría convertido en emperador o regente político. Ciertamente, él se presentaba (y se habría presentado) como “virrey”, delegado y representante de un Dios-Rey, pero no en forma patriarcal e impositiva, sino como madre-hermano-hermana de los hombres, es decir, como amigo, animador de una iglesia o comunidad de iguales, hermanos y hermanas, sin padres/patronos, ni siervos (cf. Mc 3, 31-35). En esa línea podemos añadir que habría sido signo y representante del Hijo del Hombre, es decir, de una humanidad reconciliada y fraterna [1].
  2. Su iglesia implicaba un cambio interior, pero, al mismo tiempo, nuevas relaciones, con el surgimiento de, una comunidad de hermanos/hermanas, ofreciéndose entre sí vida, una comunidad de itinerantes del Reino de Dios y sedentarios, de sanadores y pobres…. No habría necesitado instituciones militares, ni estructuras económicas de poder. En un primer momento (en un sentido externo, militar, político, económico) el imperio de Roma podría haber seguido funcionando con sus medios militares y administrativos, de manera que los seguidores y amigos del reino de Jesús podrían haberse establecido y extendido a través de una red de conexiones personales de tipo no-gubernamental, no-militar, sin levantamiento armado. Sería algo nuevo, una comunidad no existente hasta ahora, en los intersticios del poder, en línea testimonial, alternativa [2].
  3. No habría destruido con armas el orden económico romano, ni habría rechazado de un modo directo los impuestos del César (cf. Mc 12, 17), pues sus cosas (cosas de Dios) se realizan de un modo gratuito y por contacto personal, no a través de mecanismos de un dinero, que tiende a convertirse en ídolo más alto, en mamona (Mt 6, 14). No se puede decir con seguridad lo que habría sucedido, pues las cosas solo “suceden” en la medida en que va avanzando el camino, pero es evidente que el de Jesús habría terminado “triunfando” sobre el orden imperial de Roma, a modo de “mutación antropológica”, de tipo personal y social, en línea de “resurrección”, esto es, de nuevo y más alto surgimiento humano [3].
  4. Jesús promovía una trasformación radical no de personas aisladas, sino de relaciones sociales, una mutación mesiánica, en la que debían estar implicados no sólo unos hombres y/o mujeres particulares, sino el mismo Dios de la vida, en un camino de resurrección o eternidad” como la que proponían muchos salmos Su proyecto de Reino no era una sencilla adaptación, al interior del sistema que venía operando hasta el momento, para culminar en la religión del templo y en el orden político/militar de Roma, ni una evolución parcial, con cambio de algunos elementos y del sistema, sino, una mutación divina de la vida humana, en una línea de superación de la muerte, como veremos en el capítulo final al tratar de la resurrección [4].
  5. No apelaba a la venganza, en una línea de talión, para luchar contra de los sacerdotes del templo o los soldados de Roma, pues de esa manera seguiría manteniéndose en el nivel antiguo. Si se hubiera vengado de los sacerdotes o de los soldados de Pilatos, él continuaría moviéndose en el nivel de la violencia antigua, de tipo sacrificial, es decir, violento. Si hubiera querido vengarse seguiría en el nivel de Roma, no podría renunciar a la defensa armada (cf. Mt 26, 53; Jn 18, 37). En contra de eso, Jesús no defiende los sacrificios de sacerdotes de templo, ni apela a la defensa y lucha armada (como Roma), sino que se sitúa en un nivel más alto de gratuidad y creatividad humana. No busca venganza, ni emplea violencia, pues violencia y venganza dejan al hombre en manos de la muerte, sino que propone e inicia un camino de sanación y transformación para la vida [5].
  6. Jesús no quiere el establecimiento de un nuevo estado pues los estados pertenecen al orden violento de la economía y la política, vinculada a guerras y pactos en línea de poder, y tanto una cosa como la otra siguen siendo variantes de una misma violencia de base que Jesús ha superado. Sabemos cómo surgen y caen los imperios, dentro de una historia de sucesión de reinos/bestias (Dan 2. 7; babilonios, persas, macedonios, sirios…). Lo que debe llegar es algo distinto a todo lo que conocemos, no un reino con más poder, sino la superación de todos los poderes imperiales, con el surgimiento de un reino de humanidad como presencia de Dios, despliegue de la verdad del hombre como gracia,

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Mutación de reino: muerte pascual, resurrección.
La
propuesta de Daniel (cf. Dan 2. 7. 12) y la de otros macabeos y apocalípticos, se movía dentro de una línea de poder/talión, con un Dios quizá más puro, pero Dios de ley/poder/violencia. Ciertamente, la Escritura anterior ofrecía testimonios de un Dios más alto (Altísimo), con elementos fuertes de sabiduría y misericordia, pero en el fondo ese Dios seguía siendo de Señor dominio, en un sistema de ley de poderes contrapuestos,que se contaminan uno al otros (Dios y Satán). Jesús propone un Dios radicalmente infinito, sin satán alguno, sin violencia sobre el mundo.

A diferencia de los dioses anterior (incluido un tipo de Yahvé del sistema), Jesús nos sitúa ante un Dios puro amor, infinito, más allá del sistema de poderes enfrentados de reinos e imperios. Sólo un Dios así puede expresarse y se expresa en los más pequeños, hombres y mujeres que caen fuera del orden de poder del sistema, cojos, mancos, ciegos, enfermos, pecadores etc. Esta mutación radical de Jesús constituye una amenaza mortal contra el Dios de los imperios, contra el poder del sistema sagrado. Lógicamente, desde la perspectiva de este mundo antiguo (ante los poderes del sistema: sacerdotes, gobernadores), Jesús queda de antemano derrotado, a no ser que se revele, en él por él (más allá del sistema actual), precisamente para mantener la viabilidad del mundo, un principio superior de resurrección y de vida que incluye (implica) dos experiencias fundamentales.

Elemento personal, comunicación orante, en diálogo con Dios, pero no en forma puramente pasiva, de abandono “místico”, sino de comunión y creatividad personal. Toda la vida y mensaje de Jesús se ha definido y desplegado en esa línea de comunicación de amor. Jesús es “Dios hecho vida humana”, no en línea de poder superior u orgullo, de forma que él no podrá nunca decir nunca, “yo soy más que tú” (más que vosotros), yo puedo (yo tengo) lo que tú no puedes ni tienes. Por sí mismo no puede ni tiene nada, pero todo lo tiene y puede desde el Dios/Padre-madre que existe y actúa en su vida.

  • Elemento comunicativo. Diálogo en gratuidad con los otros. Siendo y obrando en Dios, Jesús puede ser y obrar en los demás, en comunicación de amor, no por dominio (posesión) sino por comunión de libertad, abriendo espacios de comunicación, iglesias que no se pueden imponer en forma objetiva (externa) sino que “son” por gracia, a modo de comunión, en un tipo de mística de encuentro gozoso de identificación y comunión con los demás. Según eso, Jesús no tiene (no posee), una iglesia externa, ya hecha, sino que va recibiendo y creando constantemente iglesia, una iglesia que no se cuenta por número, ni se valora por poderes y riquezas, sino por contacto creador y compartido de personas, que existen (son) viviendo unas en otras.

   Notas sobre el reino de Jesús:

Notas

 [1] Nos faltan modelos para imaginar este reinado de Jesús, pues nuestras categorías mentales y sociales se encuentran marcadas por dinámicas de poder militar, político y económico. Jesús pudo haber dicho que ha venido a “dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37); pero la verdad de su Reino no sería de sabios sobre militares y trabajadores (Platón, República VI), sino verdad de amor compartido, desde los más pobres, con meta-noia o cambio radical de todos (Mc 1,14-15).

[2] No habría destruido con armas las redes de dominio económico, pero se habría situado en un nivel más hondo, creando formas de convivencia y colaboración personal, de manera que, quizá poco a poco (la estrategia concreta no podía planearse de antemano), el orden político de Roma se habría vuelto innecesario.

[3] Este surgimiento eclesial no se habría realizado por guerra, sino de un modo mucho más peligroso para el orden imperial, en una línea esbozada (imaginada) por el Apocalipsis. En sentido externo, al menos en un primer momento, Jesús se ocuparía de aquello que el orden romano dejaba normalmente a un lado, fuera de los intereses del sistema de poder (enfermos, mendigos…). Él no quería un cambio del poder de Roma por otro tipo de poder o imperio como Persia, India o China), sino la superación de todos los imperios (Roma, India, China…). El orden de Roma había creado una situación de desgarro y carencia en la que sufrían y morían los campesinos-artesanos de Galilea. En contra de eso, los itinerantes del Reino actuarían como portadores de una sanación radical, creando un mundo de gratuidad, y resurrección de Vida.

[4] El proyecto de Jesús no se centraba en un nivel de conflictos y cambios militares, sociales o económicos dentro del sistema, sino que exigía (implicaba) una mutación radical de vida en clave de gratuidad.

[5] Por eso, no ha luchado externamente contra el templo, pero estaba convencido de que el templo actual se encuentra en manos de poderes de violencia, de manera que terminará destruyéndose a sí mismo, como él ha dicho (anunciando su ruina: cf. Mc 13, 2; 14, 58; 15, 29 par). Tampoco ha luchado contra Roma, pues no se ha situado en el plano de violencia en que se mueve Roma. La certeza de que Roma acabará (y con Roma todos los imperios que se fundan sobre bases de violencia) le permite alimentar una esperanza distinta de gracia y de vida (resurrección) por encima de la muerte.

Conclusión.

Las “cosas” no sucedieron en la línea dde Jesús; él no pudo “reinar”, expresar y expandir su proyecto en la forma aquí propuesto (imaginada), pero precisamente así, por gracia de Dios, su proyecto pudo realizarse en forma de comunión universal de vida…

 Contrapunto: Salmo 2.  El Rey de Jerusalén sobre todas las naciones

 La propuesta de reino de Jesús se inspira en la historia y esperanza de la Biblia… pero interpretada de un modo  muy distinto.  Muchos israelitas pensaban que Jesús, rey en nombre de Dios, debía reinar como propone este salmos.  Como acabo de indicar, Jesús propuso un reino muy distinto, como verá quien siga leyendo.

Este salmo ofrece una visión violenta de la historia, el triunfo del gran rey de Jerusalén, hijo de Dios  sobre todos los enemigos. Es el salmo de la lucha final: Todos los pueblos se alzan contra el dominio de Dios…Pero Dios envía sobre Jerusalén a su Hijo Elegido, rey supremo para vencerlos a todos. 

  • 1 ¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso?
  • 2 Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra Yahvé y contra su Mesías: 
  • 3 Rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo. 
  • 4 El que habita en el cielo sonríe, Yahvé se burla de ellos.
  • 5 Luego les habla con ira, los espanta con su cólera:
  • 6 «Yo mismo he establecido a mi Rey en Sion, mi monte santo».
  • 7 Voy a proclamar el decreto de Yahvé; él me ha dicho:
  • «Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy. 
  • 8 Pídemelo: te daré en herencia las naciones;  en posesión, los confines de la tierra: 
  • 9 los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza». 
  • 10 Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad, los que regís la tierra:
  • 11 servid a Yahvé con temor,
  • 12 rendidle homenaje temblando; aprended la enseñanza, no sea que se irrite y vayáis a la ruina, porque se inflama de pronto su ira.  ¡Dichosos los que se refugian en él! [3].

a ¿Por qué se amotinan las naciones? (2, 1-3). Un observador contempla la escena y se admira viendo cómo se elevan reyes y naciones, contra Dios y su mesías (cf. Sal 48), sobre el Monte Sion (templo, ciudad), iniciando una guerra Pero esos enemigos que combaten a Dios no son dioses (inmersos en una lucha intradivina o teomaquia, como Marduk y Tiamat en Babilonia; Kronos y Zeus en Grecia), sino hombres-pueblos opuestos al Ungido de Dios.

 Este salmo ha vinculado a Dios (Yahvé) con su ciudad (Sion) y su mesías (Ungido), en el monte de su revelación, Sion (cf. 2, 6). Ese mesías será para los cristianos el Hijo de Dios, que es el Cristo, y su misión no será vencer enemigos y quebrarlos con vara de hierro, como loza de alfarero, sino morir por ellos y salvarlos.

b He ungido a mi rey en Sion... (2, 4-6). Este Dios no tiene que luchar, no necesita combatir a los rebeldes, pues habita y actúa en un nivel más alto de gozo, sin miedo ni violencia: (a) Dios unge a su enviado y eleva a su rey (malki) como teofanía salvadora, en contra de los señores de la tierra (=malke´erets, 2,2). (b) Sobre Sion, mi monte Santo. El reino mesiánico aparece como expansión de la santidad del templo, con un rey-sacerdote que no mata a las víctimas, sino que da su vida por ellas (cf. Sal 108).

En un sentido, esa revelación de Dios puede entenderse como “ira creadora”, pero no para matar a los reyes de la tierra, sino para transformarles en amor. El enviado/hijo de Dios no es un rey o sacerdote que mata a las víctimas para ofrecérselas a Dios, sino un amigo que acompaña a los hombres de todos los pueblos y muere a favor de ellos, en un mundo entendido como templo universal del amor De Dios [4].

 c Hoy te he engendrado… (2, 7-9).El texto nos sitúa posiblemente ante una liturgia de coronación: Ha muerto el antiguo rey de Judá (Jerusalén) y el sacerdote está ungiendo al nuevo rey, a quien parecen amenazar los enemigos del entorno. En ese contexto, el liturgo proclama la palabra de Dios sobre el silencio de los participantes: ¡He ungido a mi rey en Sion! Tras esa palabra se eleva con fuerza la voz del ungido que anuncia el decreto de Yahvé que le ha dicho: Tú eres mi hijo (beni áttah). Estas son las palabras que ha escuchado y dice abiertamente. Dios mismo le ha establecido como su representante sobre el mundo: ¡Yo hoy te he engendrado! (´ani hayyom yelidtika: 2,7)23.

 d ¡Sed sensatos, reyes! (2,10-12).El Rey de Sion ha proclamado la palabra de Dios, siendo ungido por él y, terminada la unción, se eleva el pregonero real, diciendo a los representantes de las naciones, que han venido a la “fiesta” de la coronación, que se sometan, que no luchen contra el representante de Yahvé en Sion, que acepten su mandato y que le sirvan, escuchando así su voz de Dios y siendo fieles a su revelación.

En sentido general ese pregón puede ser consolador: Dios no quiere destruir a los monarcas de la tierra; no proclama contra ellos una guerra, no conquista el mundo por las armas, sino que inicia allí (en Sion) un orden nuevo de paz universal y así dice a los reyes y a los jueces que rigen el mundo que vean y aprendan. Que todos descubran la verdad y se vuelvan plenamente humanos por el Cristo (cf. Is 2, 2-4). Puede haber y hay, según eso, una salvación universal que viene de Dios, que no consiste en someter a los pueblos, sino en ofrecerles la salvación por medio del Hijo de Dios, el Rey ungido de Jerusalén.

Ω

 Este salmo ha influido poderosamente en la experiencia cristiana, que insiste en el reino universal de Jesús Ungido y en su carácter de Hijo Divino, como indican Mc 1,9-11 (Tú eres mi Hijo); Hch 4,25-28; 13,33 y Heb 1,5, con Ap 2,26s; 19,15. Todo el NT puede tomarse como reinterpretación de Sal 2, recreando su sentido mesiánico y eclesial (social), histórico y escatológico, superando su violencia, por el nacimiento, muerte y resurrección de Jesús24.

Notas sobre Sal 2

Este salmo se ha cumplido en Jesucristo, pero de un modo paradójico: Dios no le ha liberado de la muerte, sino que ha mostrado en su muerte el sentido y alcance de su victoria, como experiencia y camino de amor.

 Cerrado en sí, entendido de un modo literal, el Dios de este salmo no es el Padre de Jesucristo, sino que podría representarse como supra-poder violento, que se impone con ira y se “ríe” de aquellos que le niegan obediencia.

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