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¿Quién es este que viene?

Domingo, 2 de abril de 2023
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Domingo de Ramos

 

¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.

***

El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
Ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.

¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: “¡Hosanna!”, y haceos,
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor! Amén.

*

(Himnos de las Primeras Vísperas y de los Laudes de la Liturgia de las Horas del Domingo de Ramos, )

***

 

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo:

C. En aquel tiempo uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:

S. “¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?”

C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:

S. “¿Donde quieres que te preparemos la cena de Pascua?”

C. Él contestó:

+ “Id a casa de Fulano y decidle: “El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos””.

C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:

+ “Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar”.

C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:

S. “¿Soy yo acaso, Señor?”

C. Él respondió:

+ “El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!, más le valdría no haber nacido”.

C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:

S. “¿Soy yo acaso, Maestro?”.

C. Él respondió:

+ “Así es”.

C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a los discípulos diciendo:

+ “Tomad, comed: esto es mi cuerpo”.

C. Y cogiendo un cáliz pronunció la acción de gracias y se lo pasó diciendo:

+ “Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el Reino de mi Padre”

C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo:

+ “Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea”.

C. Pedro replicó:

S. “Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré”.

C. Jesús les dijo:

+ “Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante tres veces, me negarás”.

C. Pedro le replicó:

S. “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”.

C. Y lo mismo decían los demás discípulos. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:

+ “Sentaos aquí mientras voy allá a orar”.

C. Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:

+ “Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo”.

C. Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:

+ “Padre mío, si es posible, que pase y se aleje d mí ese cáliz. pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”.

C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:

+ “¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil”.

C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:

+ “Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad”.

C. Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque estaban muertos de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:

+ “Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega”.

C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:

S. “Al que yo bese, ése es: detenedlo”.

C. Después se acercó a Jesús y le dijo:

S. “¡Salve, Maestro!”

C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:

+ “Amigo, ¿a qué vienes?”

C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:

+ “Envaina la espada: quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura que dice que esto tiene que pasar”.

C. Entonces dijo Jesús a la gente:

+ “Habéis salido a prenderme con espadas y palos como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis”.

C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se había reunido los letrados y los senadores. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el consejo en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos que declararon:

S.”Este ha dicho: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”.

C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:

S. “¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?”

C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:

S. “Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”.

C. Jesús respondió:

+ “Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.”

C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo:

S. “Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?”

C. Y ellos contestaron:

S. “Es reo de muerte”.

C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon diciendo:

S. “Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado”.

S. Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo:

S. “También tú andabas con Jesús el Galileo”.

C. Él lo negó delante de todos diciendo:

C. “No sé qué quieres decir”.

C. Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:

S. “Este andaba con Jesús el Nazareno”.

C. Otra vez negó él con juramento:

S. “No conozco a ese hombre”.

C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron: “Seguro; tú también eres de ellos, se te nota en el acento”.

C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo:

S. “No conozco a ese hombre”.

C. Y en seguida cantó el gallo. Pedro se acordó de aquella palabras de Jesús: “Antes de que cante el gallo me negarás tres veces”. Y saliendo afuera, lloró amargamente.

Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y atándolo lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces el traidor sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de palta a los sumos sacerdotes y senadores diciendo:

S. “He pecado, he entregado a la muerte a un inocente”.

C. Pero ellos dijeron:

S. “¿A nosotros qué? ¡Allá tú!”

C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:

S. “No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas porque son precio de sangre”.

C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía “Campo de Sangre”. Así se cumplió lo escrito por Jeremías el profeta: “Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor”.

Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:

S. “¿Eres tú el rey de los judíos?”

C. Jesús respondió:

+ “Tú lo dices”.

C. Y mientras la acusaban los sumos sacerdotes y los senadores no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:

S. “¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?”

C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:

S. “¿A quien queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman Mesías?”

C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:

S. “No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él”

C. Pero los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:

S. “¿A cuál de los dos queréis que os suelte?”

C. Ellos dijeron:

S. “A Barrabás”.

C. Pilato les preguntó:

S. “¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?”

C. Contestaron todos:

S. “¡Que lo crucifiquen!”

C. Pilato insistió:

S. “Pues ¿qué mal ha hecho?”

C. Pero ellos gritaban más fuerte:

S. “¡Que lo crucifiquen!”

C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia del pueblo, diciendo:

S. “Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!”

C. Y el pueblo contestó:

S. “¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”

C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotado, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo:

S. “¡Salve, rey de los judíos”!

C. Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz.

C. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir “La Calavera”), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo, probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: “Este es el Rey de los Judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. los que pasaban, lo injuriaban y decían meneando la cabeza:

S. “Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz”.

C. Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo:

S. “A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?”.

C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:

+ “Elí, Elí, lamá sabaktaní”

C. (Es decir:

+ “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”)

C. Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:

S. “A Elías llama éste”.

C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. los demás decían:

S. “Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo”.

C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.

Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rasgaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados:

S. “Realmente éste era Hijo de Dios”

C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderle; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.

Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro.

A la mañana siguiente, pasado el día de la preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:

S. “Señor, nos hemos acordado que aquel impostor estando en vida anunció: “A los tres días resucitaré”. Por eso da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”. La última impostura sería peor que la primera. Pilato contestó:

S. “Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis”.

C. Ellos fueron, sellaron la pierda y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.

*

Mateo 26, 14-27, 66

***

Venid y, al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos, salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy de Betania y, por propia voluntad, se apresura hacia su venerable y dichosa pasión para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres. Va libremente hacia Jerusalén. Corramos, pues, a una con quien se apresura a su pasión e imitemos a quienes salieron a su encuentro. Y no para extender por el suelo, a su paso, ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para prosternarnos nosotros mismos, con la disposición más humillada de la que seamos capaces y con el más limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene y así logremos recibir en nosotros mismos a aquel Dios que ningún lugar es capaz de contener.

Alegrémonos, pues, porque se nos ha presentado mansamente el que es manso y que asciende sobre el ocaso de nuestra ínfima vileza, para venir hasta nosotros y convivir con nosotros, de modo que pueda, por su parte, llevarnos hasta la familiaridad con él.

Así es como nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia, es decir, de él mismo, pues “los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo” (Gal 3,27). Así debemos ponernos a sus pies, como si fuéramos unas túnicas.

*

Andrés de Creta,
Sermón 9 sobre el domingo de Ramos,
PG 97, 990-994

***

***

 

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

“Cargar con la cruz”. 02 de Abril de 2023. Domingo de Ramos (A). Mateo 26, 14-27, 66.

Domingo, 2 de abril de 2023
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20_D-RAMOS_A_1665176-390x247Lo que nos hace cristianos es seguir a Jesús. Nada más. Este seguimiento a Jesús no es algo teórico o abstracto. Significa seguir sus pasos, comprometernos como él a «humanizar la vida», y vivir así contribuyendo a que, poco a poco, se vaya haciendo realidad su proyecto de un mundo donde reine Dios y su justicia.

Esto quiere decir que los seguidores de Jesús estamos llamados a poner verdad donde hay mentira, a introducir justicia donde hay abusos y crueldad con los más débiles, a reclamar compasión donde hay indiferencia ante los que sufren. Y esto exige construir comunidades donde se viva con el proyecto de Jesús, con su espíritu y sus actitudes.

Seguir así a Jesús trae consigo conflictos, problemas y sufrimiento. Hay que estar dispuestos a cargar con las reacciones y resistencias de quienes, por una razón u otra, no buscan un mundo más humano, tal como lo quiere ese Dios encarnado en Jesús. Quieren otra cosa.

Los evangelios han conservado una llamada realista de Jesús a sus seguidores. Lo escandaloso de la imagen solo puede provenir de él: «Si alguno quiere venir detrás de mí… cargue sobre las espaldas su cruz y sígame». Jesús no los engaña. Si le siguen de verdad, tendrán que compartir su destino. Terminarán como él. Esa será la mejor prueba de que su seguimiento es fiel.

Seguir a Jesús es una tarea apasionante: es difícil imaginar una vida más digna y noble. Pero tiene un precio. Para seguir a Jesús es importante «hacer»: hacer un mundo más justo y más humano; hacer una Iglesia más fiel a Jesús y más coherente con el evangelio. Sin embargo, es tan importante o más «padecer»: padecer por un mundo más digno; padecer por una Iglesia más evangélica.

Al final de su vida, el teólogo Karl Rahner escribió esto: «Creo que ser cristiano es la tarea más sencilla, la más simple y, a la vez, aquella pesada “carga ligera” de que habla el evangelio. Cuando uno carga con ella, ella carga con uno, y cuanto más tiempo viva uno, tanto más pesada y más ligera llegará a ser. Al final solo queda el misterio. Pero es el misterio de Jesús».

José Antonio Pagola

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“Domingo de Ramos en la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según san Mateo” Domingo 02 de abril de 2023. Domingo de Ramos.

Domingo, 2 de abril de 2023
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imageLeído en Koinonia:

Is 50,4-7: No oculté el rostro a insultos; y sé que no quedaré avergonzado
Salmo responsorial 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Flp 2,6-11: Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo
Mt 26,14−27,66: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según san Mateo

 De entrada, pedimos disculpas a quienes buscarán aquí un comentario bíblico-litúrgico «normal» -que esperamos podrán encontrar fácilmente en la red-. Esta vez nosotros vamos a tratar de hacer un comentario pensando en aquellas personas que -como también nosotros ante el comentario que teníamos ya redactado- se sienten mal ante ese ámbito de conceptos bíblicos que se repiten y enlazan indefinidamente sin salir de un ambiente en el que muchos de nosotros -que pensamos como personas seculares, de la calle, con las preocupaciones diarias de la vida- nos sentimos incómodos.

 En efecto, muchos de nuestros comentarios bíblicos al uso, todo ese conjunto de conceptos e imágenes que se manejan en las homilías, pareciera que se mueven en «otro mundo», un mundo propio de referencias bíblicas intrasistémicas, que funcionan con una lógica particular diferente, y que están de antemano inmunizadas contra toda crítica, porque, en ese ambiente bíblico-litúrgico al que están destinados, en las homilías, los «fieles» deben recibirlo todo sin chistar, sin siquiera preguntar, y, mejor aún, sin espíritu crítico y «con mucha fe». Quienes tenemos una fe más o menos crítica, una fe que no quiere dejar de ser de personas de hoy y de la calle, nos preguntamos: ¿es posible celebrar la semana santa de otra manera? ¿Así como buscamos «otra forma de creer», hay «otra forma de acoger y celebrar la semana santa»?

 Veamos. Comencemos preguntándonos: ¿qué sienten, qué sentimos, ante la semana santa, muchas personas creyentes de hoy?

 Muchos creyentes adultos (trabajadores, profesionales de las más variadas ramas, y también intelectuales, o simples personas cultas) se sienten mal cuando, en semana santa, por la especial significación de tales días, o por acompañar a la familia -y con el recuerdo de una infancia y juventud tal vez religiosa-, entran en una iglesia, captan el ambiente, y escuchan la predicación. Se sienten de pronto sumergidos de nuevo en aquel mundo de conceptos, símbolos, referencias bíblicas… que elaboran un mensaje sobre la base de una creencia central que fuera del templo uno nunca se encuentra en ningún otro dominio de la vida: la «Redención». Estamos en semana santa, y lo que celebramos -así perciben en el templo- es el gran misterio de todos los tiempos, lo más importante que ha ocurrido desde que el mundo es mundo: la «Redención»… El «hombre» fue creado por Dios (sólo en segundo término la mujer, según la Biblia), pero ésta, la mujer, convenció al varón para que comieran juntos una fruta prohibida por Dios. Aquello fue la debacle del plan de Dios, que se vino abajo, se interrumpió, y hubo de ser sustituido por un nuevo plan, el plan de la Redención, para redimir al ser humano que está en «desgracia de Dios» desde la comisión de aquel «pecado original», debido a la infinita ofensa que dicho «pecado» le infligió a Dios.

 Ese nuevo plan, de Redención, exigió la «venida de Dios al mundo», mediante su encarnación en Jesús, para así «asumir nuestra representación jurídica ante Dios y pagar» por nosotros a Dios una reparación adecuada por semejante ofensa infinita. Y es por eso por lo que Jesús sufrió indecibles tormentos en su Pasión y Muerte, para «reparar» aquella ofensa y redimir así a la Humanidad, y consiguiéndole el perdón de Dios y rescatándola del poder del demonio bajo el que permanecía cautiva.

 Ésta es la interpretación, la teología sobre la que se construyen y giran la mayor parte de las interpretaciones en curso durante la semana santa. Y éste es el ambiente ante el que muchos creyentes de hoy se sienten mal, muy mal. Sienten que se asfixian. Se ven trasladados a un mundo, que nada tiene que ver ni con el mundo real de cada día, ni con el de la ciencia, el de la información, o el del sentido más profundo de su vida. Por este malestar, otros muchos cristianos no sólo se han marchado de la semana santa tradicional, sino que se han alejado de la Iglesia.

 ¿Hay otra forma de entender la Semana Santa, que no nos obligue a transitar por el mundo manido de esa teología en la que tantos ya no creemos?

 ¿«No creemos», hemos dicho? Ante todo hay que decir -para alivio de muchos- que efectivamente, se puede no creer en tal teología. No se trata de ningún «dogma de fe» (aunque lo fuera, tampoco ello la haría creíble). Se trata de una genial construcción interpretativa del misterio de Cristo, debida a la intuición medieval de san Anselmo de Canterbury, que desde su visión del derecho romano, construyó, «imaginó» una forma de explicarse a sí mismo el sentido de la muerte de Jesús. Estaba condicionado por muchas creencias propias de la Edad Media, e hizo lo que pudo, y lo hizo admirablemente: elaboró una fantástica interpretación que cautivó las mentes de sus coetáneos tanto, que perduró hasta el siglo XX. Habría que felicitar a san Anselmo, sin duda.

 El Concilio Vaticano II es el primer momento eclesial que supone un cierto abandono de la hipótesis de la Redención, o una interpretación de la significación de Jesús más allá de la Redención. Por supuesto que en los documentos conciliares aparece la materialidad del concepto, numerosas veces incluso, pero la estructura del pensamiento y de la espiritualidad conciliar van mucho más allá. El significado de Jesús para la Iglesia posconciliar -no digamos para la Iglesia con espiritualidad de la liberación- deja de pasar por la redención, por el pecado original, por los terribles sufrimientos expiatorios de Jesús y por la genial «sustitución penal satisfactoria» ideada por Anselmo de Canterbury… Desaparecen estas referencias, y cuando sorpresivamente se oyen, suenan extrañas, incomprensibles, o incluso suscitan rechazo. Es el caso de la película de Mel Gibson, que fue rechazada por tantos espectadores creyentes, no por otra cosa que por la imagen del «Dios cruel y vengador» que daba por supuesta, imagen que, evidentemente, hoy no sólo ya no es creíble, sino que invita vehementemente al rechazo.

 ¿Cómo celebrar la semana santa cuando se es un cristiano que ya no comulga con esas creencias? Uno se siente profundamente cristiano, admirador de Jesús, discípulo suyo, seguidor de su Causa, luchador por su misma Utopía… pero se siente mal en ese otro ambiente asfixiante de las representaciones de la pasión al nuevo y viejo estilo de Mel Gibson, de los viacrucis, los pasos de las procesiones de semana santa, las meditaciones las siete palabras, las horas santas que retoman repetitivamente las mismas categorías teológicas del san Anselmo del siglo XI… estando como estamos en el siglo XXI…

 Bajo la semana santa que oficialmente se celebra, no dejan de estar, allá, lejos, bien adentro de sus raíces ancestrales, las fiestas que los indígenas originarios ya hacían sus celebraciones sobre la base cierta del equinoccio astronómico. Se trata de una fiesta que ha evolucionado muy diferentemente en cada cultura, y muy creativamente al ser heredada de un pueblo a otro, y al contagiarse de una religión a otra. Una fiesta que fue heredada y recreada también por los israelitas nómadas como fiesta del cordero pascual, y después transformada por los israelitas sedentarios como fiesta de los panes ácimos, en recuerdo y como reactualización de la Pascua, piedra angular de la identidad israelita… Fiesta que los cristianos luego cristianizaron como la fiesta de la Resurrección de Cristo, y que sólo más tarde, con el devenir de los siglos, en la oscura Edad Media, quedó opacada bajo la interpretación jurídica de la redención…

 ¿Por qué quedarse, pues, prendidos de una interpretación medieval, cautivos de una teología y una interpretación que no es nuestra, que ya no nos dice nada, y que podríamos abandonar porque ya cumplió su papel? ¿Por qué no sentirse parte de esta procesión tan humana y tan festiva de interpretaciones y hermenéuticas, de mitos y «grandes relatos» incesantemente renovados y recreados, y aportar nosotros también a esta trabajada historia nuestra propia parte, lo que nos corresponde hoy, con creatividad, responsabilidad y libertad? No podemos dejar de pensar que «Otra semana santa es posible»… ¡y urgente! Al menos, legítima también.

 No vamos a desarrollar aquí nosotros una nueva interpretación de estas fiestas. Bástenos ahora cumplir una pretensión doble: aliviar a los que se sentían culpables por desear que «otra semana santa fuera posible», por una parte, y, por otra, de invitar a todos a la creatividad, libre, consciente, responsable y gozosa. No en todas partes o en cualquier contexto será posible, pero sí lo será en muchas comunidades concretas. Si no lo es en la mía, podría serlo en alguna otra comunidad más libre y creativa que tal vez no esté muy lejos de la mía… ¿por qué no preguntar, por qué no buscarla?

+++

Aunque los señalaremos concretamente en los próximos días, recordamos que los temas de la Pasión de Jesús están recogidos ampliamente en la serie «Un tal Jesús», principalmente en los episodios 106 a 126. Los audios y los guiones de estos episodios pueden recogerse libremente de http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/ Por su carácter dramatizado, y por la mentalidad crítica con la que ya pudo ser escrita hace treinta años, la serie «Un tal Jesús» presenta, de un modo muy pedagógico, la visión de la vida de Jesús desde la perspectiva de la teología de la liberación. Leer más…

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2.4.23 Domingo de Pasión. ¿Por qué subió a Jerusalén? ¿Cómo podemos subir hoy con él?

Domingo, 2 de abril de 2023
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domingo-de-ramosDel blog de Xabier Pikaza.

Empieza la “semana santa” (3-9 abril) y para algunos el comienzo es un folklore, con borriquilla y palmas recorriendo la ciudad semi-desierta, llena de curiosos y turistas, con algunos devotos.

Éste es momento bueno para preguntarse ¿Por qué subió Jesús a Jerusalén? Por varias razones que quiero presentar y discutir con los dos mejores especialistas sobre el tema (A. Schweitzer y J. P. Meier). Entre ellas destaca a mi juicio la “pasión”, no la de aquellos que quieren torturarle y matarle, sino la de Jesús que quiere proclamar e iniciar en (=desde) Jerusalén, de un modo “apasionado”, el nuevo reino de libertad y plenitud de amor (justicia) entre los hombres.

No es un folklore de palmas y borriquillas. Nos va en ello la vida

Es momento de que nosotros (los cristianos) presentemos ya la alternativa apasionada, emocionada, de la libertad y comunión de amor entre los hombres. Es tiempo de ponerse en marcha hacia la nueva ciudad/humanidad (Jerusalén), que es el mundo entero. Es necesario que despierte y camine ya la iglesia.

La postal que sigue (y seguirá mañana) no es quizá fácil de leer. Es algo técnica. En ella discuto con los dos historiadores  más importantes del último siglo (A. Schweitzer y J. P. Meier). 

Quien tenga interés por el tema de fondo puede seguir leyendo. Para una lectura más devocional de la entrada de Jesús en Jerusalén, tal como la describe este domingo la liturgia de la misa (Mt 26), el lector interesado puede acudir a mis comentarios de los evangelios de Marcos y Mateo. Aquí presento una visión especializada de los motivos que Jesús tuvo para subir a Jerusalén.

 Muchos afirmaban que había compartido la esperanza apocalíptica de Juan Bautista, aguardando el juicio de Dios y la creación de un orden cósmico distinto: Este mundo cesará y vendrá uno nuevo, donde los justos vivirán como ángeles del Altísimo (cf. Dan 7). Interpretando el mesianismo de David, en la línea de Daniel y Henoc, apoyándose en Mc 12, 35-37 y Rom 1, 3-4, Schweitzer afirmaba que se tomó a sí mismo como hijo de David (mesías), y que Dios le destinaba para instaurar el Reino, mientras J. P. Meier matiza esas apreciaciones

A. Schweitzer (1875-1965): Dios necesita un sacrificio expiatorio.

Jesús tuvo la certeza de que se acercaba el fin de este mundo descubrió que debía actuar (anunciar y preparar) como Mesías la llegada del Hijo del Hombre, que bajaría del cielo y libraría a los oprimidos, en la misma Galilea, sin que él tuviera que subir a Jerusalén. Esta esperanza era normal, también otros profetas y pretendientes (cuya historia ha narrado F. Josefo) pensaban que Dios les enviaba para disponer o preparar el desenlace de la historia. Pero Jesús dio un paso más, pensando que él no era un simple Mesías (encargado de anunciar y preparar la llegada del Hijo del Hombre celeste), sino que Dios le haría Hijo del Hombre gloriosa, raptándole primero al cielo y mandándole después con gloria sobre el mundo.

– Primer fracaso. Pero Dios no le raptó de Galilea al cielo, sino que le mostró que debía actuar como hijo de hombre sufriente y despreciado sobre el mundo, y así empezó Jesús a comportarse. Sabía que estaba destinado para ser Hijo de Hombre, pero sólo él lo sabía… De esa forma tuvo que actuar de un modo escondido, hasta que Dios le hiciera Hijo de Hombre en la misma Galilea. Pero Dios no vino a su tiempo, ni él (Jesús) fue investido como Hijo de Hombre, de manera que tuvo que reajustar su proyecto.

Segundo fracaso. Conforme a una lógica normal, tras su primer fracaso, Jesús debería haber abandonado su proyecto; pero él insistió, pensando que, más que una predicación de palabra, Dios le exigía subir a Jerusalén y dar la vida como expiación y redención por los pecados del pueblo. Y así subió a Jerusalén , sin armas ni defensa propia, anunciando ante el templo la llegada del juicio de Dios, hasta que le mataron por ello, mientras él esperaba que muy pronto, tras haber muerto, Dios le haría vivir de nuevo, constituyéndole Hijo de hombre y enviándole con gloria para inaugurar su reino. Pero no resucitó, ni volvió, y sus discípulos le esperaron en vano, hasta hoy (año 2023), formando una iglesia distinta de la que Jesús había proclamado [1].

Jesús no volvió como A. Schweitzer quería (en la línea de Dan 7, 14, sino que vino de un modo radical, más hondo, como vengo diciendo en este libro. No volvió, porque estaba ya presente, por el testimonio de su vida y por su muerte. No tuvo que crear externa y prodigiosamente una iglesia, porque la iglesia estaba ya fundada, conforme a lo que he venido diciendo. Desde ese fondo quiero retomar el tema de la iglesia. Pero el tema se sigue discutiendo. Desde una perspectiva parecida a la de Schweitzer se ha podido decir que Jesús prometió una cosa, pero luego vino otra.

Así han interpretado el cristianismo algunos críticos (creyentes, agnósticos o ateos), conforme a un famoso dicho de A. Loisy: Jesús anunció el Reino de Dios (un Hijo de hombre glorioso), pero en su lugar vino la iglesia [2]. Pues bien, en contra de eso, quiero y debo declarar que la muerte de Jesús no desembocó en el surgimiento de una religión distinta y falsa, nacida de su fracaso y construida con elementos dispersos de Daniel y otros apocalípticos, sino que la iglesia del Reino había comenzado a existir en la vida de Jesús, y fue ratificada (se expandió) de un modo coherente tras su muerte, tal como seguiré indicando en este libro.

Dios no necesitaba sacrificios, ni Jesús quiso morir como oblación expiatoria para volverse Hijo de Hombre. Por eso, él no subió a Jerusalén para que llegara un reino de imposición, con el Hijo del Hombre y/o los Santos del Altísimo (Dan 7) o con resucitados astrales (Dan 12), sino para culminar y ratificar su camino de no violencia activa, de amor gratuito y reino. La muerte de Jesús (condenado por sacerdotes de templo y ejecutado por soldados imperiales) fue un elemento (acontecimiento) difícil de compaginar con algunas interpretaciones del Reino, defendidas incuso por sus discípulos, como acabo de indicar al referirme a Pedro.

Pero, como he mostrado, Jesús mismo había proclamado su disposición a dar la vida por el Reino y por eso subió a Jerusalén para inaugurar su proyecto de Reino de Dios. No murió por fracaso, sino por fidelidad a su mensaje de reino, no se entregó por expiación, para reparar los pecados de los hombres, sino por fidelidad a la llamada de Dios y a su amor por los hombres, como han sabido los primeros cristianos. Tras la muerte o, mejor dicho, por la muerte de Jesús no vino algo distinto y ajeno a su vida (la irrupción de los Santos del Altísimo, la resurrección astral de los muertos), sino que culminó y quedó confirmado su proyecto y camino, como presencia del Reino en forma de nueva humanidad, esto es, de Iglesia.

Jesús estaba convencido de que el Reino debía llegar desde Jerusalén, donde subió para proclamarlo, pero no en la línea de A. Schweitzer, cuya hipótesis resulta insostenible. Jesús confió en la acción de Dios y quiso instaurar su Reino, no para después, sino en su propio camino, primero en Galilea, después en (por) Jerusalén. Creyó que su vida y su muerte formaba parte de la llegada del reino de Dios, pero no que Dios fuera a raptarle (para hacerle Hijo del Hombre). En esa línea, él no puso una fecha para la llegada del Reino (Mt 10, 23, se sitúa en un contexto temporal y eclesial distinto). No subió a Jerusalén por haber fracasado, pero claro que su ascenso está relacionado con su misión anterior en Galilea [3].

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Domingo de Ramos (Ciclo A).

Domingo, 2 de abril de 2023
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Entrada en JerusalénDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Aunque hoy se celebra la entrada de Jesús en Jerusalén, en la misa se lee toda la Pasión según Mateo, precedida de dos textos que pretenden desvelar su significado. ¿Qué sentido tiene el sufrimiento y muerte de Jesús? ¿Termina todo en el fracaso?

            Sufrir para poder consolar (Isaías 50,4-7)

            Un profeta anónimo, al que los cristianos identificamos con Jesús, cuenta parte de su experiencia. Ha recibido la misión de «transmitir al abatido una palabra de aliento». En el momento que vivimos, al menos en España, todos necesitamos esa palabra que nos anime en medio de tanta muerte, enfermedad y sufrimiento. Pero la experiencia de este profeta es que, para poder animar al que sufre, él mismo tiene que sufrir. Y acepta ese destino de inmediato: «Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos».

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.

El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he echado atrás.

Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.

            Humillarse para ser como cualquier otro (Filipenses 2,6-11)

            Frente a la tentación tan frecuente de presumir, de aparentar ser más de lo que somos, Jesús no hace alarde de su categoría divina y se despoja de su rango. Dice Pablo que de ese modo «pasó por uno de tantos». En realidad, se colocó en el escalón más bajo, ya que se rebajó incluso a la muerte más vergonzosa que existía en el imperio romano: la muerte en cruz.

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble —en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo—, y toda lengua proclame: «¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre.

            Sufrir y humillarse para triunfar

            Las dos primeras lecturas terminan con la certeza del triunfo. «Mi Señor me ayudaba… sé que no quedaré avergonzado», dice el poema de Isaías. «Dios lo levantó sobre todo» y hará que todos adoren y alaben a Jesús, termina Pablo. Con esta certeza de la victoria debemos terminar la lectura de la Pasión y enfocar nuestros propios sufrimientos.

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            La Pasión según san Mateo

            Como ocurre en otros momentos de la vida pública, los evangelios no coinciden en todos los detalles de la pasión. Teniendo especialmente en cuenta los episodios que añade o modifica Mateo, podemos distinguir los siguientes aspectos en su relato:

  1. Enfoque cristológico: Jesús es consciente de que va a la pasión, no le ocurre de sorpresa, su muerte no es fruto de la imprudencia o la imprevisión.
  2. Enfoque jurídico: Mateo subraya la injusticia del proceso y la culpabilidad de las autoridades judías.
  3. Enfoque eclesial. Los paganos son los que perciben mejor la inocencia y dignidad de Jesús: la mujer de Pilato, el centurión en la cruz. Esta idea empalma con la visita inicial de los Magos de Oriente a adorar a Jesús niño.

           El punto de vista de Pablo

         Al leer la pasión de Jesús no podemos olvidar los sentimientos de Pablo: “Jesús me amó y se entregó a la muerte por mí”.

 

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Domingo de Ramos. 02 de Abril, 2023

Domingo, 2 de abril de 2023
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“Tomad y comed, esto es mi cuerpo…

…esta es mi sangre.”

(Mt26, 14-27,66)

Con los gritos de: ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Viva el Altísimo! el Domingo de Ramos nos introduce en el núcleo del Evangelio, en la Pasión y Muerte de Jesús.

Lo más genuinamente cristiano, el anuncio de la Pasión, nos une directamente con las primeras comunidades, que se reunían para la fracción del pan y recordaban juntas los últimos días de su Maestro.

Precisamente de los relatos de la Pasión brotaron después el resto de los evangelios, las parábolas, los milagros, los encuentros…

Por eso hoy es un buen día para sentarnos entre aquellos primeros seguidores y seguidoras del Maestro. Entrar en una casa o acercarnos a la orilla del río donde se reunían…. ¡Y abrir el corazón! Para que la escucha de la Pasión de Jesús se convierta en algo nuevo. Para que recupere la fuerza de convertir nuestra mente y nuestro corazón.

Busca un momento tranquilo y un lugar silencioso. Lee lentamente la Pasión en el evangelio de Mateo.

Deja que la traición de Judas te sorprenda, te incomode o te llene de incomprensión. Observa como los poderosos ponen precio y deciden sobre la vida de quien les estorba.

Detente también en la infidelidad y la flaqueza de los amigos que no son capaces de acompañar el dolor y la angustia de Jesús. Mira como huyen quienes alardeaban de acompañar al Maestro hasta la muerte si era necesario.

Piensa en como somos capaces de convertir un gesto de amor, de amistad. Un beso. En un gesto de traición.

No rehúyas la tensión de un juicio injusto, clandestino, lleno de irregularidades. Donde la mentira y la corrupción campan a sus anchas.

Nadie, absolutamente nadie es capaz de ponerse de parte del inocente. Ni siquiera Pilatos, el más poderoso, es capaz de encontrar la manera de liberarlo y es que su prestigio y sus intereses están en juego.

Las multitudes, que unos días antes habían aclamado a Jesús como Bendito, como Hijo de David, ahora gritan pidiendo su condena, su muerte.

El mal, la oscuridad, la más profunda tiniebla crece y se cierne sobre Jesús.

Y ahora contempla cómo Jesús es la luz que no vencen las tinieblas. Como responde con amor a la traición y a la infidelidad. Como corta la espiral de la mentira sin dejarse sobornar.

El protagonista de la Pasión es el AMOR con mayúsculas, no la maldad humana. El pecado no tiene la última palabra. El egoísmo y la traición, aunque fuertes y poderosos no pueden vencer a la verdad ni menos aun al amor misericordioso.

El último aliento de Jesús sobre la cruz nos devuelve a la VIDA. Es la fuerza del Amor Entregado.

Oración

Enséñanos, Trinidad Santa, a contemplar tu amor entregado recorriendo la pasión de la historia humana.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Sabemos muy poco de lo que pasó en la pasión y muerte de Jesús.

Domingo, 2 de abril de 2023
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jesus-humilieDOMINGO DE RAMOS (A)

Mt 26,14-27,66

Es difícil admitir que no sabemos lo que sucedió en la muerte de Jesús. Hemos dado por supuesto que todo lo que nos dicen los evangelios es lo que realmente pasó. Nos hubiera gustado que primero nos dijeran lo que pasó y luego nos dieran su interpretación de los hechos. En realidad, a los evangelistas no les importa lo que pasó. Incluso se inventan los hechos para adecuarlos a la interpretación (esto sucedió para que se cumpliese la Escritura). Si en la Pasión los cuatro evangelios se hagan sinópticos, se debe a que ese relato fue el primero en ponerse por escrito.

Hoy la liturgia comienza con el recuerdo de la entrada “triunfal” en Jerusalén. Es muy difícil precisar el sentido exacto que pudo dar Jesús a la entrada en Jerusalén de ese modo tan peculiar. Seguramente no coincidió con la interpretación que le dieron sus discípulos. Cuando se fijaron por escrito los relatos, ya habían pasado cuarenta o setenta años, y sus seguidores habían cambiado radicalmente la comprensión de Jesús. Lo que intentan trasmitirnos es esa comprensión.

Con los datos que tenemos no podemos pensar en una entrada solemne. Si era política, no lo hubiera permitido el poder romano. Si era religiosa, no lo hubiera permitido el poder religioso. Ambos tenían medios más que suficientes para actuar contra una manifestación masiva. Mucho más en Pascua, que era momento de máxima alerta política y religiosa. No cabe duda de que algo pasó, pero no debemos imaginarlo como un acto espectacular sino como un acto profético de un pequeño grupo. Todos los grupos de peregrinos llegaban en ambiente festivo.

Seguramente se trató de una muestra de adhesión por parte del pequeño grupo que acompañaba a Jesús, a los que posiblemente se unieron otros que venían de Galilea. Recordemos que la subida a la fiesta de Pascua se hacía siempre como romería, en grupos numerosos, en los que se manifestaba el júbilo por acercarse a la ciudad santa y al Templo. Los gritos son intentos de dar una explicación a lo ocurrido. Lo mismo los mantos y ramos expresan la actitud de los que le seguían.

La mayoría del pueblo estuvo siempre del lado de los jefes. Estos son los que piden la muerte de Jesús. No tiene sentido insistir en que el mismo pueblo que lo aclama hoy como Rey, pida el viernes su crucifixión. Tampoco podemos minimizar el número de los acompañantes de Jesús. Los evangelios nos dicen que en varias ocasiones los dirigentes no se atrevieron a detenerle por el gran número de seguidores. En realidad, lo detuvieron de noche con la ayuda de un traidor.

Pasión y muerte de Jesús

Pocos aspectos de la vida de Jesús han sido tan manipulados como su muerte. Pero ha sido también la mayor tergiversación del Dios de Jesús. Desde su perspectiva, es lógico que se pensara en un Dios que exige la muerte de su propio hijo para poder perdonar los pecados de los seres humanos. Esta idea es lo más contrario a la predicación de Jesús sobre Dios que pudiéramos imaginar.

1º Su muerte no fue exigida, ni programada, ni permitida por Dios. Dios no necesita sangre para perdonarnos. Seguir hablando de la muerte de Jesús como condición para que Dios nos perdone es la negación más rotunda del Dios de Jesús. Esa manera de explicar el sentido de la muerte de Jesús no nos sirve de nada, es más, nos mete en un callejón sin salida. La muerte de Jesús, desvinculada de su predicación y de su vida no tiene el más mínimo significado.

La muerte en la cruz no fue el paso obligado para llegar a la gloria. El domingo pasado veíamos que la muerte biológica no quita ni añade nada a la verdadera Vida. Jesús murió por ser fiel a Dios. Jesús quiso dejar claro, que seguir amando como Dios ama, es más importante que conservar la vida biológica. No murió para que Dios nos amara, sino para demostrar que nos ama siempre.

A Jesús le mataron porque estorbaba a aquellos que habían hecho de Dios y la religión un instrumento de dominio y opresión de los más débiles. La muerte de Jesús no se puede separar de su profetismo, es decir, de su denuncia de la injusticia que se ejercía en nombre de Dios. Su cercanía a los excluidos fue su mensaje fundamental. Esta actitud, defendida en nombre de Dios, resultó inaguantable para los que solo buscaban su interés y mantener sus privilegios.

Al demostrar que para él el amor era más importante que la vida biológica, Jesús nos enseña el camino hacia la Vida definitiva que no es afectada por la muerte física. Ese camino nos lleva a la plenitud humana, que no está en asegurar nuestro “ego”, ni aquí ni en un más allá, sino en alcanzar la plenitud del amor que nos identifica con Dios. Amando como Dios ama potenciamos nuestro verdadero ser al máximo de sus posibilidades, desplegando nuestra capacidad de entrega.

Debemos descubrir la presencia de Dios en nuestro sufrimiento, en nuestra misma muerte. No podemos seguir buscando nuestra plenitud en el triunfo y en la gloria. No debemos seguir preguntando: ¿Por qué tanto sufrimiento y tanta muerte? ¿Dónde está el Dios Padre? Seguimos pensando que el dolor y la muerte son incompatibles con Dios. Un Dios que no nos dé seguridades, no nos interesa. Un Dios que no garantice la permanencia del yo egoísta no nos serviría de nada.

Una parte de nosotros está con los dirigentes judíos y no quiere saber nada del dolor y de la muerte. “No quiero cantar ni puedo…” Otra parte de nosotros se siente atraída por ese hombre que viene a manifestar la verdadera Vida y que esa plenitud es más importante que la vida terrena. En el fondo de nosotros mismos, algo nos dice que Jesús tiene razón, que el único camino hacia la Vida es aceptar la muerte. Pero despegarnos de nuestro “yo” sigue siendo una meta inalcanzable.

Si tomamos conciencia de que Jesús llegó al grado máximo de humanidad cuando fue capaz de amar más allá de la muerte, descubriremos donde está la verdadera Vida. El secreto está en descubrir que no puede haber Vida si no se acepta la muerte. También la muerte física, pero sobre todo la muerte a nuestro “ego”. Jesús nos enseña que estamos aquí para deshacernos de todo lo que hay en nosotros de terreno, de caduco, para que se manifieste lo que hay de Divino.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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En Jerusalén.

Domingo, 2 de abril de 2023
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Mt 26,14 – 27,66

«Hosanna al hijo de David»

Jesús entra el domingo en Jerusalén acompañado de un grupo de galileos que le aclaman como el mesías anunciado: «Hosanna al hijo de David». Disuelta la comitiva, se dirige al templo, expulsa a los mercaderes y se enfrenta a unos sacerdotes de alto rango que le increpan: «¿Con qué autoridad haces estas cosas?» … Al atardecer se retira a la seguridad de Betania.

El lunes se dirige al templo y comienza a enseñar desde la escalinata del pórtico de Salomón. Los judíos le escuchan entusiasmados y Jesús les urge a la conversión: «Todavía es tiempo». Aparecen unos sacerdotes desafiantes y arremete contra ellos con la parábola de los viñadores homicidas: «Hará perecer a los labradores malvados y dará la viña a otros» … A renglón seguido censura con violencia a escribas y fariseos: «¡Hipócritas!» …

Se conjuran para matarlo, pero temen a la multitud.

El martes vuelve al templo y se congrega en torno suyo gran número de personas. Unos fariseos, acompañados de unos herodianos, le ponen a prueba con una pregunta trampa sobre el tributo a los romanos: «Dad pues al César lo que es del Cesar». Más tarde les toca el turno a los saduceos, y finalmente a los fariseos: «¿Quién es mi prójimo?» … «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó» …

Vuelve el miércoles. Unos fariseos irrumpen en el grupo, abren un claro delante de Jesús y arrojan a una mujer aterrada. «Moisés nos manda apedrear a estas mujeres, ¿tú qué dices?» … Y Jesús se juega la vida —y la pierde— por salvar la de la mujer, porque los santos fariseos nunca le van a perdonar que les llame públicamente pecadores. Sale al monte de los olivos seguido de mucha gente y les manda el mensaje definitivo: «A mí me lo hicisteis» …

El jueves, Jesús sabe que su tiempo se ha acabado y organiza una cena de despedida con sus íntimos: «Yo soy el maestro y el Señor, y os he lavado los pies» … «Haced esto en memoria mía» … Al acabar la cena, los hombres salen de la ciudad por la puerta de las Aguas y remontan el torrente Cedrón. Me gusta imaginar que en el cruce de caminos Jesús se detiene. El de la derecha lleva a Betania, a la seguridad de la casa de sus amigos. El que sale al frente, a Jericó, y de allí fuera de la jurisdicción de quienes quieren matarlo. Duda unos instantes y toma la senda que sube a Getsemaní; a su destino: «Pero no se haga mi voluntad sino la tuya» …

Judas lo entrega, los levitas y los criados lo prenden y el sanedrín lo condena a muerte por blasfemo: «¿Eres tú el hijo del Altísimo?… ¡Ha blasfemado!» …

El viernes, los sacerdotes lo entregan a los romanos, pero no le acusan de blasfemo sino de sedicioso. Pilato trata tibiamente de salvarlo, pero fracasa: «Nosotros no tenemos más rey que el César». Su suerte está echada; los romanos lo torturan y lo crucifican: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» «¿Por qué me has abandonado?» … «En tus manos encomiendo mi espíritu» …

El domingo, las mujeres van al sepulcro y encuentran la losa removida y el sepulcro vacío. Van corriendo a contárselo a los discípulos, pero estos no les creen. Por la tarde Jesús se presenta donde están reunidos y les encomienda la misión «Id por el mundo y proclamad el evangelio a todas las gentes».

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer otro comentario a este evangelio publicado en fe adulta, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Muerte y vacío.

Domingo, 2 de abril de 2023
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judas_kissMt 26, 14-27,66

Todos los grupos humanos pueden tener entre ellos un traidor. Se trata de alguien que no ve que el proyecto común sea lo que responde a la realidad de manera de cumplir los objetivos planteados. Buscar alternativas incluso a costa del resto parece para ellos la mejor opción. Cuando no es posible hacerse comprender, hay una crisis que ha de desencadenar ineludiblemente un cambio radical.

Entre los discípulos, Judas aparece como quien “entrega” a Jesús. Jesús advierte al grupo que hay alguien que lo va a entregar. Incluso parece señalar quién es. ¿Por qué los discípulos no paran a Judas? La cosa sigue su curso. Participan todos de la cena, del pan partido. Todo sigue adelante, como si nada pasara o como si todos aceptaran que es lo que tiene que pasar. Como si no pudieran o no quisieran hacer nada. ¿Por qué no hablan con Judas? ¿Por qué no tratan de convencerlo o por lo menos de llegar a un acuerdo? En la versión joánica, el mismo Jesús dice a Judas: “Haz pronto lo que tienes que hacer” (Jn 13,27). Pero está claro que el plan de Judas es reunirse con el grupo que quiere acabar a Jesús y de hecho vendrá “acompañado de mucha gente, con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo” (Mt 26,46). Parece como si Judas se pasara de bando y nadie hiciera nada para detenerlo. Mas aún, lo que pasará es lo que tiene que pasar. En palabras del mismo Jesús: “Todo esto ha sucedido para que se cumplieran las Escrituras de los profetas” (Mt 26,56).

De esta manera se abre paso el episodio más dramático en la vida de ese grupo. Jesús ha de sufrir y morir. Y los discípulos que quedan han de dispersarse: “En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron” (v. 56). Este acontecimiento excede en mucho la lógica de continuidad del grupo.

Es entonces cuando aparecerá un nuevo conjunto de protagonistas. Según el relato mateano, “Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo; entre ellas, María la Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús” (vv. 55-56).

Tal vez la muerte y el vacío marcan y son la posibilidad del comienzo de una nueva etapa, incluso de un nuevo colectivo de protagonistas, de testigos de la vida y también de la muerte de Jesús y de la dispersión del grupo. Las palabras, las parábolas y los relatos que Jesús usaba para referirse a la muerte y la angustia podrían empezar a cobrar relevancia para ellos: el grano de trigo de trigo que muere, la angustia de la mujer que grita de dolores de parto (Jn 16,21); y ahora la tumba (v. 66). Solo algunos serán capaces de advertir la continuidad en medio del vacío: el grano da lugar a un brote, el parto a la vida; y, el cuerpo muerto en una tumba, ¿a qué da paso?

Tal vez intentando responder a esta última pregunta, o por canalizar a su dolor compartido o sin más que buscar consuelo, es que “María la Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro”. Y así, serán testigos, tendrán una misión, cogerán la posta, continuarán…

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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El mito de la salvación

Domingo, 2 de abril de 2023
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08D20EEE-6B52-4289-8F05-3865640B30ABDomingo de Pasión

2 abril 2023

Mt 27, 11-54

La doctrina cristiana de la salvación es la contracara de la doctrina del pecado original, hasta el punto de reclamarse mutuamente: por eso se habla de “salvación del pecado”.

Tal conexión explica la dificultad que encuentra la teología para asumir como mito lo relativo al llamado “pecado original” o “caída de nuestros primeros padres”. Porque si esto se cuestionaba, parecía quedar vacía de contenido la doctrina de la salvación. Es decir, se vendría abajo toda la construcción teológica en torno a la salvación por la cruz y la misma figura de Jesús como “el Salvador”.

Sin embargo, ¿cómo podría sostenerse hoy la realidad del pecado original, de manera literal, tal como lo narra el relato bíblico? Incluso la propia teología reconoce que Adán (= “hecho de tierra”) y Eva (= “vitalidad, madre de los vivientes”) no han sido personajes históricos, sino símbolo de cada ser humano. ¿Qué homínidos habrían sido el “primer hombre” y la “primera mujer”? ¿Y qué dios sería aquel que, por desobedecerle, necesita castigar a toda la especie nacida de ellos?…

La conclusión parece evidente: tanto el “pecado original” como la “salvación” son mitos, es decir, relatos portadores de verdad que han de ser comprendidos de manera simbólica. ¿Cuál es su significado?

El pecado original es la ignorancia acerca de lo que somos. Ignorancia que nace con nuestra especie -en concreto, con la emergencia de la mente separadora- y que reduce nuestra identidad al yo, encerrándonos en una consciencia de separatividad y, en consecuencia, de soledad, ansiedad, miedo y culpa.

Si el pecado original fue (es) ignorancia, la salvación es sinónimo de comprensión de lo que somos: nuestra verdadera identidad está ya salvada, siempre lo ha estado. Lo único que necesitamos es caer en la cuenta, comprenderlo.

No hablo, por tanto, de que el yo se salve a sí mismo, como el barón de Münchhausen, que pretendía salir del pozo tirando de sus propios cabellos; ni siquiera de que haya que salvar al -hablando con rigor- inexistente yo: no se trata de salvar (perpetuar) al yo -como plantean las religiones-, sino de liberarnos de la identificación con él, al reconocer que no constituye nuestra verdadera identidad.

Es la comprensión, no un “sacrificio expiatorio”, lo que nos salva. ¿Nos salva Jesús? Ciertamente no, en el sentido en que habitualmente se ha entendido. En todo caso, nos “salva” -ilumina nuestro camino de comprensión, como tantas otras personas sabias a lo largo de la historia humana- al mostrarnos cómo vivir con acierto o sabiduría. Él vivió hasta el extremo la fidelidad al Fondo de sí mismo (“Abba”, Padre) y el amor y la entrega a los demás.

¿Qué ideas tengo del “pecado” y de la “salvación”?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¡Dios! ¿Por qué nos has abandonado?

Domingo, 2 de abril de 2023
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A8 DOMINGO DE RAMOS jpgDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Los que hoy aclamaban a Jesús hoy, son los mismos que el Viernes Santo pedirán su sangre.

    Llama fuertemente la atención cómo el mismo pueblo que hoy aclama a Cristo, el viernes pedirá la sangre de Jesús: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos:

  • ¡Cómo cambiamos las personas según las situaciones de la vida!: Cuando las cosas te van bien, “muchos amigos” te conocen, pero cuando te van mal eres tú quien conoce a los amigos de verdad.
  • ¿Qué esperaban de Cristo y qué espero yo de Cristo?

02.- Confianza radical de Jesús en Dios Padre.

En la Pasión y muerte del Señor hay palabras y gestos conmovedores de Jesús.

Las últimas palabras de Jesús en la cruz según la pasión de san Mateo, son el lamento de un hombre del AT que reza el salmo 21: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?

Jesús se siente abandonado por Dios, se siente fracasado.

¿No es también esta nuestra situación? En algunas ocasiones, ante determinados problemas, enfermedades, marginaciones, maldiciones, guerras nos sentimos también abandonados por Dios. El silencio y la ausencia de Dios nos embarga.

¿Por qué nos has abandonado?

03.- Descanso.

    En estos tiempos de vacío existencial y de nihilismo, la Semana Santa se ha convertido prácticamente en nada. La nada “nihiliza” la vida.

Sociológicamente estos días de Semana Santa son una “salida”, pero no un éxodo liberador; son unos días de divertimento, unas vacaciones anticipadas del verano, posiblemente merecidas, pero sin contenido.

El descanso de una persona adulta y del creyente es otro, más profundo y sereno.

04.- Vivir la vida con Dios, con JesuCristo.

    En Semana Santa evocamos, celebramos hechos decisivos, de una gran transcendencia para Cristo y para nosotros. Celebrar el Viernes Santo, la Pascua no son cosas banales, ni tan siquiera meros ritos litúrgicos más o menos artísticos o pesados.

    Vivirlo todo desde Cristo -sobre todo el pecado y la muerte- salva y esa experiencia de redención y salvación vuelven a crear nuestra humanidad, la vida entera.

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