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“Conspiración contra Jesús, el carpintero de Nazareth”, por Guillermo Jesús Kowalski

Lunes, 25 de marzo de 2024

 

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Viacrucis con las víctimas


Del blog de Jesús Kowalski Poliedro y periferia:

La semana de la compasión de Dios

Es un Dios que se hizo carpintero, como uno de tantos, pobre y sin “contactos” o “enchufes” que lo pudieran sacar airoso de la situación…pero hizo falta un complot religioso-militar para “acabar” con Él, ya que su tiraje popular ponía en riesgo los sistemas de este mundo basados en el tener, el poder, la violencia, la vanidad del lujo…

Él sabe lo que es la pobreza desde que nació… Centra su atención en los que sufren, en los descartados, desprecia a los soberbios, como proclamó su madre en el Magnificat (Lc 1,46). Y a los que ayuda les pide que no lo anden divulgando (Mc 1,43), que Él no vino para montar un club de fans en las redes para alimentar su vanidad.

Más de una vez se pasaba por alto las normas rituales cuando lo que estaba en juego era el hambre o la salud de la persona. A nadie andaba “psicopateando” con eso de la “culpa” para manipular la conciencia de la gente. Hoy también busca liberarnos del egoísmo y la vanidad, no para caer en otras esclavitudes rituales e ideológicas, sino para “amar como Él nos ha amado

“Los dirigentes religiosos se dieron cuenta de que Jesús y ellos eran incompatibles…fueron lúcidos y consecuentes: o él o nosotros. Y tomaron la decisión lógica: hay que matarlo. Los sacerdotes exigían sumisión (hasta la muerte), mientras que Jesús daba la vida (para siempre).” (J.M.Castillo)

Jesús es la redención de la puerta de al lado. La salvación desde los pequeños, como el grano de mostaza, que se vuelve grande y estructural.

Jesús no llevó a cabo una de estas guerras moralistas actuales para demostrar que el adversario es peor. Él no vino a condenar, sino para salvar. El que lo sigue ya está cambiando el mundo para siempre, dejando una marca de eternidad en la historia.

Su nueva ética consistió en vivir la experiencia del mal en carne propia, solidarizándose con el doliente. Él decía con su vida: lo que a ti te pasa, a mí me pasa y vamos a hacer lo posible para solucionarlo, que para eso he venido al mundo, ése es el sentido de mi vida.

No le interesaba ser “bueno” cumpliendo con el “deber” o los reglamentos escritos por “los que mandan“. Conocía la trampa burguesa de los que “cumplen y mienten”. Era bastante criticado por esto. Más de una vez se pasaba por alto las normas rituales cuando lo que estaba en juego era el hambre o la salud de la persona. A nadie andaba “psicopateando” con eso de la “culpa” para manipular religiosamente las conciencias. Hoy también busca liberarnos del egoísmo y la vanidad no para caer en otras esclavitudes rituales e ideológicas, sino para “amar como Él nos ha amado” (Jn 13,34). No es un mandamiento más, sino uno “Nuevo“.

IMG_3738Sabía que el pecado era algo muy serio y no había que disimularlo en un mar de contravenciones ritualistas de control clerical. El pecado del mundo tiene que ver con usar los talentos de modo egoísta, para hacer daño, para someter y aprovecharse de los demás, para ser indiferentes al sufrimiento humano y la complicidad silenciosa con los sistemas injustos, máquinas reproductoras del mal.

A los “doctores de la ley” de ayer y de siempre no les gusta esta simplicidad, porque destruye su emperifollado chiringuito montado para “colar el mosquito y tragar el camello (Mt 23,24). Por eso Jesús no se fiaba de ellos, porque sabía lo que había su corazón (Jn 2,24) Podrían engañar a muchos y sostener su sistema con trampas e hipocresía, pero “Dios ve en lo secreto” (Mt 6,6) y “no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz”. (Mc 4,22). La pandemia de pederastia de clérigos “célibes“, es una muestra de ese pus que sale a la superficie de un sistema farsante y soberbio, tan habituado a juzgar, condenar y discriminar a los demás.

A Jesús le interesaba las personas, ellas son lo real, no las ideas. Le interesaba y disfrutaba al darles de comer, curarlas, compartir la mesa, aliviar las cargas de la vida… Jesús es una vida para los demás, que Él llamó Reino de Dios y su Justicia.

Él no enseñó técnicas de introspección para gurúes, exóticas espiritualidades intimistas “fuga mundi” para unos pocos iluminados, sino la compasión para vecinos de la puerta de al lado. Puso todo de sí para darse de comer a los pobres y nos pidió que hagamos eso “en memoria de Él”…, en vez de “hacer tres carpas” para una embriaguez mística que nos aleje de la realidad. (Mc 9,5)

El centro de la vida de Jesús es la convivencia como fruto de la misericordia y el amor, no de la superioridad moral para justificar el dominio sobre los otros.  Él vino para convivir, no para “mandar” y que le hagan reverencias…por ser “más sagrado” que la plebe “profana”. Las reverencias deben ser para los que sufren, a quienes llama “bienaventurados” y son el Templo de la Nueva Alianza. El mérito no es competir y ganarle a los demás, sino hacer crecer los talentos para el bien común, que nunca será “bien” si no tiende a ser “común” y alcanza a los excluidos.

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se anonadó así mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz”. (Filipenses 2 6)

Él es un Dios hecho carpintero, uno del montón, pobre y sin “contactos” o “enchufes” que lo pudieran sacar airoso de los problemas. No era como tantos otros delincuentes que hoy vemos entrar por una puerta y salir por la otra. Sin embargo, hizo falta un complot religioso-militar para “acabar” con Él, ya que su tiraje popular ponía en riesgo los sistemas de este mundo basados en el tener, el poder, la violencia y la vanidad del lujo protegido por un exagerado “derecho” de propiedad para pocos a costa de muchos.

Los dirigentes religiosos del judaísmo se dieron cuenta de que Jesús y ellos eran incompatibles. El peligro mayor estaba en la fe de los que tomaban a Jesús en serio. La fe, cuando es fe de verdad, representa una amenaza de muerte para el templo y para todo sistema religioso-político. Los hombres del Sanedrín fueron lúcidos y consecuentes: o él o nosotros. Y tomaron la decisión lógica: hay que matarlo. Los sacerdotes exigían sumisión (hasta la muerte), mientras que Jesús daba vida.” (“La religión de Jesús…”J.M.Castillo)

Al comenzar su vida pública en el desierto, Jesús había sido tentado por el príncipe del mal para usar sus mismas artimañas . Pero para Él, el fin no justifica los medios. No usa el método del demonio para hacer la voluntad de Dios. Es la historia que se repite todos los días. Y cada día tiene su aflicción y su juicio.

 La asimetría del poder económico, político o religioso generan las estructuras de pecado que condenan a Jesús. Ésta solo puede ser confrontada con la estructura de Gracia que Él inaugura y se llama Reino de Dios. Es un tejido de perdón y amor donde las asimetrías del sometimiento son allanadas y los dones e iniciativas individuales crecen para el servicio al Bien Común y no para las falsas meritocracias del postureo.

Jesús es la redención de la puerta de al lado. La salvación desde lo pequeño, como el grano de mostaza, que se vuelve grande y estructural. Su prédica no es bonachona y complaciente. Su propuesta de ser como niños para entrar en la lógica del Reino implica nacer de nuevo, una conversión profunda, una transformación que no está al alcance de lo humano pero que nos hace mucho mas humanos.

IMG_3737Jesús y el poder religioso.

Él pone el dedo en la llaga permanentemente. Su misericordia es conflictiva, “hace lío. Polemiza a rabiar con los escribas y fariseos que se creen “dueños de Dios”, llama “zorro” a Herodes, hecha a los mercaderes del templo a latigazos.

 Él sabe lo que es la pobreza desde que nació. No es como esos ricos buenorros con sentimiento de culpa que hacen un poco de beneficencia y volunturismo por el mundo para tranquilizar la conciencia y de paso posturearse aún más. Centra su atención en los que sufren, en los descartados, desprecia a los soberbios como proclama su madre en el Magnificat (Lc 1,46). Y a los que ayuda les pide que no lo anden divulgando (Mc 1,43), que Él no vino para montar un club de fans en las redes para alimentar su vanidad, como tantos predicadores del “éter“.

Ni se defiende en un juicio amañado cuya sentencia ya fue preparada de antemano. Incluso se muestra irreverente en el momento de ser juzgado ante Pilato: “ninguna autoridad tendrías sobre mi si no te fuese dada de arriba” (Jn 19)

Así como fue perseguido Jesús, sus seguidores de verdad, también lo son. Asistimos actualmente a una persecución fariseo- integrista del papa Francisco. Un fundamentalismo destructivo para la convivencia, la comunión eclesial y el servicio a la humanidad. El objetivo siempre es el mismo: callar a uno para que la ideología de este mundo siga beneficiándoles.

Una intransigencia pseudocatólica, cerrada al diálogo, que tiene más de Maurrás que de Francisco de Asís. Inspirados en los retrógrados Syllabus y Mirari vos más que en el esperanzador Gaudium et Spes. Reacios a comprender la evolución de la cultura y la ciencia, la democracia, las libertades, los derechos humanos, el nuevo papel de la Iglesia del Vaticano II y la Sinodalidad que vencen la soberbia del clericalismo y la autorreferencialidad eclesiástica.

El Nazareno continúa con su revolución de la compasión en las calles y en la voz de profetas como Francisco. Difícil encontrarlo en domesticadas imágenes en los templos de los mercaderes. Por eso están vacías las iglesias a no ser para el consumismo turístico que todo lo fagocita. Jesús es aclamado de día con ramos por un Pueblo sencillo que lo reconoce por su amor cercano que cura, alimenta y comparte. De noche, los conspiradores siguen planificando el sacrificio de los crucificados del mundo para perpetuar las estructuras del pecado.

Fuente Religión Digital

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¿Quién es este que viene?

Domingo, 24 de marzo de 2024

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¿Quién es este que viene,

recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos.
Amén.

***

El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
Ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.

¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: “¡Hosanna!”, y haceos,
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor!
Amén.

*

(Himnos de las Primeras Vísperas y de los Laudes de la Liturgia de las Horas del Domingo de Ramos)

***

No se puede abordar la vida de Jesús a sangre fría, porque ahí se juega el destino del hombre: Jesús se presenta como el Maestro de la vida.

          Sus lágrimas nos conmueven aún más al aproximarse el domingo de Ramos, donde asistimos a una especie de triunfo del Señor que no le lleva a engaño. Pocos días antes de su crucifixión, lleva sobre sí a toda la humanidad, a toda la historia, a todo el universo, a la luz de esta revelación formidable que hará de la muerte de Dios una afirmación de su omnipotencia.

          ¿Cómo puede llorar Dios? ¿Qué significa esto? ¿No se repite hasta el infinito que Dios es omnipotente? Pues bien, no: lo que Dios ha revelado al mundo es precisamente el fracaso de un Dios que se revela como amor, que no es otra cosa que amor. ¿Y qué puede hacer el amor? Sólo amar. Y cuando el amor no encuentra amor, cuando siempre choca con un rechazo obstinado, se queda impotente, y sólo puede ofrecer las propias heridas. Si Dios no se hubiese comprometido con nuestro destino y nuestra historia hasta morir en la cruz, sería un Dios incomprensible y escandaloso. Por suerte, Jesús nos ha librado de tal escándalo y ha abierto los ojos de nuestro corazón: él imprime en lo más hondo de nuestra alma ese rostro de un Dios silencioso, de un Dios incapaz de obligarnos y que se entrega en nuestras manos, de un Dios que nos concede un crédito insensato; de un Dios, finalmente, que no puede entrar en nuestra historia sin el consentimiento de nuestro amor. Quien no se aleja de sí mismo para tomar contacto con Jesús no puede pretender haberlo encontrado.

*

Maurice Zundel,
Scintille, Cinisello B. 1990, 98s.

***

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“El gesto supremo”. Domingo de Ramos – B (Marcos 14,1–15,47)

Domingo, 24 de marzo de 2024

Man hands palm up praying and worship of cross, eucharist therapy bless god helping, hope and faith, christian religion concept on sunset background.

Jesús contó con la posibilidad de un final violento. No era un ingenuo. Sabe a qué se expone si sigue insistiendo en el proyecto del reino de Dios. Es imposible buscar con tanta radicalidad una vida digna para los «pobres» y los «pecadores» sin provocar la reacción de aquellos a los que no interesa cambio alguno.

Ciertamente, Jesús no es un suicida. No busca la crucifixión. Nunca quiso el sufrimiento ni para los demás ni para él. Toda su vida se había dedicado a combatirlo allí donde lo encontraba: en la enfermedad, en las injusticias, en el pecado o en la desesperanza. Por eso no corre ahora tras la muerte, pero tampoco se echa atrás.

Seguirá acogiendo a pecadores y excluidos, aunque su actuación irrite en el templo. Si terminan condenándolo, morirá también él como un delincuente y excluido, pero su muerte confirmará lo que ha sido su vida entera: confianza total en un Dios que no excluye a nadie de su perdón.

Seguirá anunciando el amor de Dios a los últimos, identificándose con los más pobres y despreciados del imperio, por mucho que moleste en los ambientes cercanos al gobernador romano. Si un día lo ejecutan en el suplicio de la cruz, reservado para esclavos, morirá también él como un despreciable esclavo, pero su muerte sellará para siempre su fidelidad al Dios defensor de las víctimas.

Lleno del amor de Dios, seguirá ofreciendo «salvación» a quienes sufren el mal y la enfermedad: dará «acogida» a quienes son excluidos por la sociedad y la religión; regalará el «perdón» gratuito de Dios a pecadores y gentes perdidas, incapaces de volver a su amistad. Esta actitud salvadora, que inspira su vida entera, inspirará también su muerte.

Por eso a los cristianos nos atrae tanto la cruz. Besamos el rostro del Crucificado, levantamos los ojos hacia él, escuchamos sus últimas palabras… porque en su crucifixión vemos el servicio último de Jesús al proyecto del Padre, y el gesto supremo de Dios entregando a su Hijo por amor a la humanidad entera.

Para los seguidores de Jesús, celebrar la pasión y muerte del Señor es agradecimiento emocionado, adoración gozosa al amor «increíble» de Dios y llamada a vivir como Jesús, solidarizándonos con los crucificados

José Antonio Pagola

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“Pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte”. Domingo 24 de marzo de 2024. Domingo de Ramos

Domingo, 24 de marzo de 2024

24-ramosB cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 50,4-7: No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.
Salmo responsorial: 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Filipenses 2,6-11: Se rebajo, por eso Dios lo levantó sobre todo.
Marcos 14,1-15,47: Pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte.

Un año más, pedimos disculpas a quienes buscarán un comentario bíblico-teológico «normal» para un domingo de Ramos; esperamos que podrán encontrarlo fácilmente en la red. Nosotros esta vez queremos volver a tratar de hacer un comentario pensando en aquellas personas que –como también nosotros ante el comentario que teníamos ya redactado– se sienten mal ante ese conjunto de conceptos bíblicos que se repiten y enlazan indefinidamente sin salir de un bucle teológico-litúrgico dentro el cual muchos de nosotros –que pensamos como personas seculares, de la calle, con las preocupaciones diarias de la vida– sentimos que casi nos asfixiamos.

En efecto, muchos de nuestros comentarios bíblicos al uso pareciera que se mueven en «otro mundo», un mundo propio de referencias teológicas intrasistémicas, que funcionan con una lógica diferente a la real, y que parecen estar de antemano inmunizados contra toda crítica, porque, en ese ambiente bíblico-litúrgico al que están destinados, en las homilías, todo debe ser escuchado y recibido sin discusión, sin espíritu crítico, «con mucha fe». Los que tenemos una fe más o menos crítica, una fe que no quiere dejar de ser de personas de hoy y de la calle, nos preguntamos: ¿es posible celebrar la semana santa de otra manera? ¿Así como buscamos «otra forma de creer», hay «otra forma de celebrar y acoger la semana santa»?

Veamos. Comencemos preguntándonos: ¿qué sienten, qué sentimos, ante la semana santa, muchas personas creyentes de hoy?

Muchos creyentes adultos (trabajadores, profesionales de las más variadas ramas, y también intelectuales, o simples personas cultas) se sienten mal cuando, en semana santa, por la especial significación de tales días, o por acompañar a la familia –y con el recuerdo de una infancia y juventud tal vez religiosa–, entran en una iglesia, captan el ambiente, y escuchan la predicación. Se sienten de pronto sumergidos de nuevo en aquel mundo de conceptos, símbolos, referencias bíblicas… que elaboran un mensaje sobre la base de una creencia central que fuera del templo uno nunca se encuentra en ningún otro dominio de la vida: la «Redención». Estamos en Semana Santa, y lo que celebramos –así perciben en el templo– es el gran misterio de todos los tiempos, lo más importante que ha ocurrido desde que el mundo es mundo: la «Redención»… El «hombre» fue creado por Dios (sólo en segundo término la mujer, según la Biblia), pero ésta, la mujer, convenció al varón para que comieran juntos una fruta prohibida por Dios. Aquello fue la debacle del plan de Dios, que se vino abajo, se interrumpió, y hubo de ser sustituido por un nuevo plan, el plan de la Redención, para redimir al ser humano que cayó en «desgracia de Dios» desde la comisión de aquel «pecado original», debido a la infinita ofensa que dicho «pecado» le infligió a Dios.

Ese nuevo plan, de Redención, exigió la «venida de Dios al mundo», mediante su encarnación en Jesús, para así «asumir nuestra representación jurídica ante Dios y pagar por nosotros a Dios una reparación adecuada» por semejante ofensa infinita. Y es por eso por lo que Jesús sufrió indecibles tormentos en su Pasión y Muerte, para «reparar» aquella ofensa y redimir así a la Humanidad, y consiguiéndole el perdón de Dios y rescatándola del poder del demonio bajo el que permanecía cautiva.

Ésta es la interpretación, la teología sobre la que se construyen y giran la mayor parte de las interpretaciones en curso durante la semana santa. Y éste es el ambiente ante el que muchos creyentes de hoy se sienten mal, muy mal. Sienten que se asfixian. Se ven trasladados a un mundo imaginario que nada tiene que ver ni con el mundo real de cada día, ni con el de la ciencia, el de la información, o el del sentido más profundo de su vida. Por este malestar, otros muchos cristianos no sólo se han marchado de la semana santa tradicional, sino que se han alejado de la Iglesia.

¿Hay otra forma de entender la Semana Santa, que no nos obligue a transitar por el mundo manido de esa teología en la que tantos ya no creemos?

¿«No creemos», hemos dicho? Ante todo hay que decir –para alivio de muchos– que efectivamente, se puede no creer en tal teología. No se trata de ningún «dogma de fe» (si lo fuera, tampoco ello la haría creíble). Se trata de una genial construcción interpretativa del misterio de Cristo, debida a la intuición medieval de san Anselmo de Canterbury, que desde su visión del derecho romano, construyó, «imaginó» una forma de explicarse a sí mismo el secreto sentido de la muerte de Jesús. Estaba condicionado por muchas creencias propias de la Edad Media, e hizo lo que pudo, y lo hizo admirablemente: elaboró una fantástica interpretación que cautivó las mentes de sus coetáneos tanto, que perduró hasta el siglo XXI. Habría que felicitar a san Anselmo, sin duda.

El Concilio Vaticano II es el primer momento eclesial que supone un cierto abandono de la hipótesis de la Redención, o, para decirlo de otra manera, de una interpretación de la significación de Jesús más allá de la Redención. Por supuesto que en los documentos conciliares aparece la materialidad del concepto, numerosas veces incluso, pero la estructura del pensamiento y de la espiritualidad conciliar van más allá de él. El significado de Jesús para la Iglesia posconciliar –no digamos para la Iglesia con espiritualidad de la liberación– deja de pasar por la redención, por el pecado original, por los terribles sufrimientos expiatorios de Jesús y por la genial «sustitución penal satisfactoria» ideada por Anselmo de Canterbury… Desaparecen estas referencias, y cuando sorpresivamente se oyen, suenan extrañas, incomprensibles, o incluso suscitan rechazo. Es el caso de la película de Mel Gibson, que fue rechazada por tantos espectadores creyentes, no por otra cosa que por la imagen del «Dios cruel y vengador» que daba por supuesta, imagen que, evidentemente, hoy no sólo ya no es creíble, sino que invita vehementemente al rechazo.

¿Cómo celebrar la semana santa cuando se es un cristiano que ya no comulga con esas creencias? Uno se siente profundamente cristiano, admirador de Jesús, discípulo suyo, seguidor de su Causa, luchador por su misma Utopía… pero se siente mal en ese otro ambiente asfixiante de las representaciones de la pasión al nuevo y viejo estilo de Mel Gibson, de los viacrucis, los pasos de las procesiones de semana santa, las meditaciones las siete palabras, las horas santasque retoman repetitivamente las mismas categorías teológicas del san Anselmo del siglo XI… estando como estamos en el siglo XXI…

Bajo la semana santa que oficialmente se celebra, no dejan de estar, allá, lejos, bien adentro de sus raíces ancestrales, las fiestas que los indígenas originarios ya hacían sus celebraciones sobre la base cierta del equinoccio astronómico. Se trata de una fiesta que ha evolucionado muy diferentemente en cada cultura, y muy creativamente al ser heredada de un pueblo a otro, y al contagiarse de una religión a otra. Una fiesta que fue heredada y recreada también por los israelitas nómadas como fiesta del cordero pascual, y después transformada por los israelitas sedentarios como fiesta de los panes ácimos, en recuerdo y como reactualización de la Pascua, piedra angular de la identidad israelita… Fiesta que los cristianos luego cristianizaron como la fiesta de la Resurrección de Cristo, y que sólo más tarde, con el devenir de los siglos, en la oscura Edad Media, quedó opacada bajo la interpretación jurídica de la redención…

¿Por qué quedarse, pues, prendidos de una interpretación medieval, cautivos de una teología y una interpretación que no es nuestra, que ya no nos dice nada, y que podríamos abandonar porque ya cumplió su papel? ¿Por qué no sentirse parte de esta procesión tan humana y tan festiva de interpretaciones y hermenéuticas, de mitos y «grandes relatos» incesantemente renovados y recreados, y aportar nosotros también a esta trabajada historia nuestra propia parte, lo que nos corresponde hoy, con creatividad, responsabilidad y libertad? No podemos dejar de pensar que «Otra semana santa es posible»… ¡y urgente! Y también legítima, por lo menos.

No vamos a desarrollar aquí nosotros una nueva interpretación de estas fiestas. Bástenos ahora cumplir una pretensión doble: aliviar a los que se sentían culpables por desear que «otra semana santa fuera posible», por una parte, y, por otra, de invitar a todos a la creatividad, libre, consciente, responsable y gozosa. No en todas partes o en cualquier contexto será posible, pero sí lo será en muchas comunidades concretas. Si no lo es en la mía, podría serlo en alguna otra comunidad más libre y creativa que tal vez no esté muy lejos de la mía… ¿por qué no preguntar, por qué no buscarla?

Aunque los señalaremos concretamente en los próximos días, recordamos que los temas de la Pasión de Jesús están recogidos ampliamente en la serie «Un tal Jesús», principalmente en los episodios 106 a 126. Los audios y los guiones de estos episodios pueden recogerse libremente de http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/ Por su carácter dramatizado, y por la mentalidad crítica con la que ya pudo ser escrita hace treinta años, la serie «Un tal Jesús» presenta, de un modo muy pedagógico, la visión de la vida de Jesús desde la perspectiva de la teología de la liberación. Leer más…

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24.3.24. Ungido por una mujer. Pregón de Semana Santa

Domingo, 24 de marzo de 2024

IMG_3735Del blog de Xabier Pikaza:

Este domingo proclama la Iglesia la Pasión del Señor según el evangelio de Marcos (Mc 14-15), que comienza por la unción de Betania (M 14,3-8). Es el primero y, en algún sentido, el más importante de los textos de la Semana Santa.

Que cada uno lea por sí mismo el evangelio. Yo lo comento aquí, desde la perspectiva de esta mujer de la unción y de las mujeres de la semana Santa. Buen día, buena semana a todos.

PRINCIPIO, UNAS MUJERES

Ellas permanecieron al lado de Jesús cuando los demás se fueron y así forman el lazo de unión entre Galilea y Jerusalén, entre el mensaje y camino de sanación y acogida de Jesús, de perdón y comunión, y su presencia/ esperanza de reino. Fracasó el “programa” de los Doce, su visión del Reino, y con ellos pudo fracasar el mismo programa de Jesús, pues no podemos suponer que él confiara en que su proyecto de Reino lo retomaran y llevaran adelante unas mujeres [1].

Ante la Cruz (Mc 15, 40-41): «Había unas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena y María, la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé. Las cuales le habían seguido cuando estaba en Galilea y le habían servido, con otras muchas, que habían subido también con él a Jerusalén». Estas son las verdaderas discípulas/amigas de Jesús, las que van a servir como enlace entre su vida y el surgimiento de la iglesia pascual. El evangelio de Juan introduce el mismo dato tradicional: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María esposa de Cleofás y María Magdalena” (Jn 19, 25).

– En el entierro (Mc 15, 47). «Y María Magdalena y María la de José miraban dónde le enterraban». Parece claro que ni familiares ni discípulos varones (los Doce) pudieron enterrar a Jesús. No recibieron su cadáver, no pudieron realizar los ritos de despedida ni esperanza de resurrección (o de acogida en manos de Dios). Parece claro que a Jesús le enterraron por orden y bajo dirección del Sanedrín judío), según ley (para que cadáver colgado de un madero no contaminara la tierra en tiempo de pascua: Jn 19, 31): Según Marcos, el entierro lo dirige un hombre rico, José de Arimatea. Pero las que de verdad conservan el testimonio de la sepultura y lo han transmitido a la iglesia son estas mujeres, y entre ellas

Ante la tumba vacía, mensaje pascual (Mc 16, 1-8):Fueron muy de mañana María Magdalena, y María la de Santiago y Salomé… (16, 1). Ellas compraron los perfumes y fueron para ungir a Jesús, descubriendo la tumba estaba abierta y vacía y recibiendo el mensaje del joven de pascua: Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo habían colocado. Pero id, decir a sus discípulos y a Pedro que él os precede a Galilea, que allí le veréis, como os dijo (16, 6-7).

FINAL  DESDE UNA TUMBA, MENSAJE DE MUJERES (M 16, 1-8)

Las cosas se pueden contar de varias formas, y así las contaron Pablo (1 Cor 15, 3-8), el Evangelio apócrifo de Pedro y Mt 28, 1-4. Pero la fuente principal de nuestra visión de Pascua es Mc 18, 1-8  que vincula elementos de historia  “historia de pascual” y de comienzo de iglesia.

Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé compraron aromas para ungirle. Muy de mañana, el primer día de la semana, fueron al sepulcro, cuando salía el sol y se decían una a otra: ¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron que la piedra había sido movida, aunque era muy grande. Y cuando entraron al sepulcro vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido con una túnica y se asustaron. Pero él les dijo: No temáis. Buscáis a Jesús nazareno, el crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. Mirad el lugar donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que os precede a Galilea. Allí le veréis, como él os dijo. Ellas salieron y huyeron del sepulcro, porque estaban aterrorizadas y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, tenían miedo (Mc 16, 1-8).

 Las mujeres buscaban su cuerpo, pero, en lugar del cadáver, vieron un vacío y un ángel/palabra que decía: «no está aquí». La palabra del ángel de pascua (id a Galilea… allí le veréis, auton opsesthe, como os dijo, Mc 16, 7) abre desde las mujeres (para todos los amigos de Jesús) el horizonte del Reino, un camino de fe y compromiso.

Las mujeres querían ungir el cadáver de Jesús, para sellar su vida en una sepultura: pero descubrieron que su tumba estaba abierta y escucharon la palabra del ángel diciendo que había resucitado. Vieron que Jesús no estaba en la tumba y pudieron pensar que resucitaría con todos los muertos, al fin de los tiempos.

También pudieron pensar que había resucitado de manera fantasmal, como se dice que resucitaron algunos de los que aguardaban en las tumbas vecinas de Jerusalén, en el valle de Josafat (cf. Mt 27, 52-53). Pero en contra de eso, el ángel de Marcos afirma Jesús nazareno ha resucitado y que Pedro y sus discípulos debían volver a Galilea para encontrarle y retomar su camino, pues la tumba de Jerusalén estaba vacía.

 Este pasaje nos sitúa un cambio radical en la visión de la historia, un cambio que ha empezado a producirse en este mismo mundo una vez y para siempre, algo que las mujeres han descubierto con un tipo de intuición más honda, una experiencia que cambia la historia humana. Ésta es la mutación de Jesús, su tumba abierta, una mutación externamente pequeña (nadie la advierte, sólo ellas), pero que se agranda y extiende hasta llenar toda la tierra, como la pequeña piedra de Daniel, que baja del Monte de Dios y destruye la idolatría de este mundo viejo (cf. Dan 2, 34; 7, 24).

Así ha cambiado la forma de entender a Jesús y su mensaje, aunque el texto sigue diciendo que ellas, las mujeres, no fueron a Galilea, de manera que todavía no se ha cumplido la experiencia plena de pascua, sino que está para cumplirse cuando ellas, con Pedro y los discípulos vuelvan a Galilea. Ese símbolo de la tumba vacía, entendida como ausencia de Jesús y como hueco donde se visibiliza su nuevo mandato (id a Galilea para verle), muestra en germen todo el cristianismo. A partir de aquí, los amigos de Jesús (apoyados en el testimonio de estas mujeres) podrán proclamar el misterio de, Jesús, como centro de la nueva vida de sus seguidores.

Sólo unas mujeres han podido iniciar esta mutación. Ellas habían acompañado a Jesús como amigo durante el tiempo de la vida y no le «traicionaron» nunca, sino que estuvieron ante su cruz y quisieron despedirle desde el otro lado de su muerte (llorar por él, guardando su luto), descubriendo que él estaba vivo. De esa forma, Magdalena y las otras amigas supieron que Jesús estaba vivo, es decir, resucitado, en ellas y con ellas, ofreciéndoles su amor y confiándoles la tarea de continuar su movimiento.

 MENSAJE CENTRAL, UNCIÓN DE JESÚS. EN MEMORIA DE ELLA (MC 14, 3-9).

El texto nos sitúa en un contexto de comida funeraria, en el entorno de Jerusalén, donde los amigos de Jesús se reúnen tras su muerte, como sabemos por otras fuentes (cf. Mc 16, 14, final canónico), Hch 1, 4, Lc 24 y Jn 21. La escena sucede en Betania, lugar donde Jn 11 Juan ha situado la resurrección de Lázaro, signo y expresión de la de Cristo. Pues bien, en nuestro caso, los (algunos) discípulos se han reunido en ese entorno de muerte, en casa de Simón leproso, para recordar a Jesús crucificado y despedirle ritualmente, en un simposio funerario.

Precisamente allí donde se esperaban palabras de luto y memorias de muerte (historias y llantos de exequias), emerge una mujer y realiza un gesto de profundo simbolismo, con perfume, para mostrar que el muerto (Jesús) vive, de forma que ellos deben transformar el llano de muerte en perfume y palabra de resurrección.

Y estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado [a la mesa], vino una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume de nardo auténtico, muy caro. Rompió el frasco y se lo derramó sobre su cabeza. Algunos estaban indignados y comentaban entre sí. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho conmigo una obra buena. A los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis, pero a mí no siempre me tendréis. Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. En verdad os digo: en cualquier lugar donde se anuncie el evangelio en todo el cosmos se dirá también lo que ha hecho esta mujer, para memoria de ella (Mc 14, 3-9).

             Siguiendo una costumbre inmemorial, familiares y amigos del difunto se reúnen para honrarle, mientras comen y recuerdan (repiten) sus historias, vinculando la afirmación de vida de aquellos que quedan (que comen para vivir) y la narración de la historia del muerto, para que descanse en paz permanezca entre ellos en forma de memoria buena. Precisamente aquí se expresa según Mc 14, 3-9 la primera y más honda experiencia de pascua, como irrupción de vida .

La despedida de Jesús se realiza en casa de Simón Leproso, un hombre que no pertenece a la sociedad “limpia” de aquellos que han matado a Jesús). El texto parece situarnos así ante el recuerdo de una fraternidad oculta (como soterrada), que no está presidida por familiares (quienes, lógicamente, deberían ofrecer el banquete por el muerto) ni por discípulos oficiales (que deberían ser promotores de una banquete de recuerdo de Jesús), sino por un leproso y una mujer innominada que confiesan el sentido de la muerte y vida de Jesús.

Aquellos que quisieron honrar a Jesús como muerto amado, recordado, no fueron en principio sus familiares y discípulos oficiales, sino esta mujer y el leproso de Betania, en cuya casa se celebra el banquete. Este dato sorprendente cuada bien dentro de la lógica del evangelio, con un leproso impuro, uno de aquellos a quienes Jesús había curado (cf. Mc 1, 40-45), y una mujer que confiesa su amor por Jesús perfume. Las autoridades (que guardan la limpieza oficial del pueblo han condenado matado a Jesús como impuro. Pero este leproso le recuerda ofreciendo en su honor (por su memoria) una comida.

Una mujer confiesa que está vivo. No se dice quién es, de dónde viene, sino, simplemente, que es mujer y que proclama con un gesto de profundo simbolismo el sentido de Jesús, a quien evoca como presencia de vida en la muerte, perfume que se expande desde el frasco roto, no para acompañar en su travesía de silencio al muerto, sino para anunciar que está vivo, como indica en otro contexto Pablo (cf. 2 Cor 2, 14-16).Normalmente, en una situación como ésa, los hombres cuentan y cantan la historia del muerto, en un tipo de celebración que transforma la ausencia en presencia de vida, en un contexto de comunión alimenticia). Pues bien, esta mujer no cuenta nada (no dice palabra, pero trae un perfume valioso de sepultura y lo derrama ante todos, ungiendo simbólicamente a Jesús como presencia de vida.

En la comida habitual de adiós por un difunto, se recordaba y exaltaba su memoria, para que descansara (durmiera) en paz, como antepasado venerable, para que el dolor de muerte por su fallecimiento se volviera presencia pacificadora de esperanza. Esta mujer no es una plañidera, ni se suma a la lista de aquellos que cuentan con nuevas palabras la historia del muerto y que lloran para despedirle, sino que realiza un gesto provocador que transforma el dolor por los muertos en esperanza de resurrección, derramando sobre la cabeza (simbólica) de Jesús el perfume caro, rompiendo el frasco (como el cuerpo de Jesús, roto por la muerte) para que la fragancia de su vida se extienda por toda la casa, venciendo.

Algunos presentes murmuran. Marcos parece identificarles con los Doce, que condenan a la mujer y de esa forma, implícitamente, rechazan el mensaje de muerte de Jesús que ella proclama, pues sólo piensan en dinero. Ellos también cultivan la memoria de Jesús, pero en realidad lo hacen para rechazar su novedad y negar su sentido (negando su mensaje). El texto nos sitúa, por lo tanto, ante la primera disputa pascual, ante dos formas de entender la misión y muerte de Jesús, distinguiendo a las mujeres del sepulcro vacío/roto que exhala su perfume y a los hombres que solo piensan en dinero. Leer más…

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Domingo de Ramos. Ciclo B

Domingo, 24 de marzo de 2024

A8 DOMINGO DE RAMOS jpgDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Este domingo se lee el relato de la Pasión de Jesús en el evangelio de Marcos, precedido de dos lecturas: una del libro de Isaías y otra de la carta a los Filipenses. Dada su extensión, la Conferencia Episcopal permite que, atendiendo a la índole de la asamblea, se lea una sola de las dos lecturas, o incluso que solo se lea el evangelio. Pero ambas ayudan grandemente a comprender la pasión de Jesús.

El Siervo (Jesús) acepta el plan de Dios (Isaías 50,4-7)

«Jesús murió porque hizo la cosa más inadecuada (entrada triunfal) en el momento más inadecuado (semana de Pascua) y en el sitio más inadecuado (Jerusalén)». ¿Una imprudencia? ¿Un suicidio? La lectura de Isaías indica que Jesús sabe perfectamente que le esperan golpes, insultos y salivazos. Ha sido el Padre quien se lo ha comunicado. Y él no se echó atrás. Lo aceptó, convencido de que el Padre lo ayuda y no quedará defraudado. Al mismo tiempo, el Padre le ha encomendado «decir al abatido una palabra de aliento». Y quien sufre hasta la muerte es la persona más capacitada para animar a los que sufren.

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo,

para saber decir al abatido una palabra de aliento.

Cada mañana me espabila el oído,

para que escuche como los discípulos.

El Señor Dios me abrió el oído;

yo no resistí ni me eché atrás.

Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,

las mejillas a los que mesaban mi barba;

no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.

El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes;

por eso endurecí el rostro como pedernal,

sabiendo que no quedaría defraudado.

Por la cruz a la victoria (Filipenses 2,6-11)

El Siervo estaba convencido de que no quedaría defraudado. Y eso mismo ocurre con Jesús. La lectura de la pasión no es la historia de un fracaso, sino de un triunfo. A la muerte más cruel e infamante, la de cruz, sigue el nombre sobre todo nombre y la adoración de todas las creaturas.

Cristo Jesús, siendo de condición divina,

no retuvo ávidamente el ser igual a Dios;

al contrario, se despojó de sí mismo

tomando la condición de esclavo,

hecho semejante a los hombres.

Y así, reconocido como hombre por su presencia,

se humilló a sí mismo,

hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo exaltó sobre todo

y le concedió el nombre sobre todo nombre;

de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble

en el cielo, en la tierra, en el abismo,

y toda lengua proclame:

Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Pasión de Jesucristo según san Marcos (14,1-15,47)

Este domingo se lee el relato de la Pasión de Jesús en el evangelio de Marcos. Dada su extensión me limito a sugerir dos puntos de atención (Jesús y sus discípulos) y a ofrecer cuatro posibles lecturas de la pasión.

¿Quién es Jesús?

El relato del capítulo 15 supone un gran contraste con el de los dos capítulos anteriores, 13-14. En estos, Jesús se enfrenta a toda clase de adversarios en diversas disputas y los vence con facilidad. Ahora, los adversarios, derrotados a nivel intelectual, deciden vencerlo a nivel físico, matándolo (14,1). Lo que más se destaca en Jesús es su conocimiento y conciencia plena de lo que va a ocurrir: sabe que está cercana su sepultura (14,8), que será traicionado por uno de los suyos (14,18), que morirá sin remedio (14,21), que los discípulos se dispersarán (14,27), que está cerca quien lo entrega (14,42). Las palabras que pronuncia en esta sección están marcadas por esta conciencia del final y tienen una carga de tristeza. Como cualquiera que se acerca a la muerte, Jesús sabe que hay cosas que se pierden definitivamente: la cercanía de los amigos (“a mí no siempre me tendréis con vosotros”: 14,7), la copa de vino compartida (14,25). No falta un tono de esperanza: del vino volverá a gozar en el Reino de Dios (14,25), con los discípulos se reencontrará en Galilea (14,28). Pero predomina en sus palabras un tono de tristeza, incluso de amargura (14,37.48-49), con el que Marcos subraya ―una vez más― la humanidad profunda de Jesús.

Cuatro veces se debate en estos capítulos la identidad de Jesús: el sumo sacerdote le pregunta si es el Mesías (14,61), Pilato le pregunta si es el Rey de los judíos (15,2), los sumos sacerdotes y escribas ponen como condición para creer que es el Mesías que baje de la cruz (15,31-32), el centurión confiesa que es hijo de Dios (15,39). A la pregunta del sumo sacerdote responde Jesús en sentido afirmativo, pero centrando su respuesta no en el Mesías, sino en el Hijo del Hombre triunfante (14,62). A la pregunta de Pilato responde con una evasiva: “tú lo dices” (15,2). A la condición de los sumos sacerdotes y escribas no responde. Cuando el centurión lo confiesa hijo de Dios, Jesús ya ha muerto. 

Los discípulos

Los datos son conocidos. Se entristecen al enterarse de que uno de ellos lo traicionará; pero, llegado el momento, todos huyen. Una vez más, Pedro desempeña un papel preponderante. Se considera superior a los otros, más fiel y firme (14,29), pero comenzará por quedarse dormido en el huerto (14,37) y terminará negando a Jesús (14,66-72). En este contexto de abandono total por parte de los discípulos adquiere gran fuerza la escena final del Calvario, cuando se habla de las mujeres que no sólo están al pie de la cruz, sino que acompañaron a Jesús durante su vida (15,40-41).

Cuatro lecturas posibles de los relatos de la pasión de Jesús.

La lectura de identificación personal y afectiva

            El testimonio escrito más antiguo que poseemos en este sentido es el de san Pablo. A veces, cuando habla de la muerte de Jesús, lo hace con frialdad dogmática, recordando que murió por nuestros pecados. Pero en otra ocasión lo enfoca de manera muy personal y afectiva: “He quedado crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí. Y mientras vivo en la carne vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gal 2,19-20). En línea parecida, san Ignacio de Loyola, en la tercera semana de los Ejercicios espirituales, cuando se contempla la pasión, el ejercitante debe pedir “dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, llanto, pena interna de tanta pena como el Señor pasó por mí”.

La lectura indignada

            Es la que practicamos todas las mañanas al leer el periódico, cuando acompañamos la lectura de los titulares y de las noticias con toda suerte de imprecaciones, insultos y maldiciones. Los relatos de la pasión cuentan tal cantidad de atropellos, injusticias, traiciones, que se prestan a una lectura indignada. Sin embargo, los evangelios nunca invitan al lector a indignarse con la traición de Judas, a maldecir a las autoridades judías o romanas que condenan a Jesús, a insultar a quienes se burlan de él, a sentir como en el propio cuerpo los azotes, la corona de espina o los clavos, a llorar la muerte de Jesús. En ningún momento pretenden los evangelios excitar los sentimientos y, mucho menos, fomentar el sentimentalismo.

La lectura detallada

https://www.dropbox.com/s/1fm0ubby7kr5mue/La%20Pasi%C3%B3n%20de%20Jes%C3%BAs%20en%20el%20evangelio%20de%20Mc.docx?dl=0

Ofrezco un extenso comentario, que puede bajarse de la dirección indicada. En el ángulo superior derecho aparecerán dos ventanitas: COMPARTIR y ABRIR. Se pulsa ABRIR y se elige la opción que prefiera.

Presto gran atención a cuatro aspectos:

1) la división minuciosa de cada episodio, que a veces quizá parezca exagerada, como cuando distingo siete momentos en el relato de la oración del huerto; pero es la única forma de no pasar por alto detalles importantes.

2) los protagonistas, advirtiendo qué hacen o no hacen, qué dicen o no dicen, cómo reaccionan, por qué motivos se mueven, qué sienten.

3) la acción que se cuenta y sus presupuestos; a veces predominará lo informativo, ya que ciertos detalles a veces no se conocen bien, como la celebración de la Pascua en el mundo judío y en Qumrán o el proceso ante el Sanedrín.

4) el arte narrativo de Mc, que a menudo no se tiene en cuenta, pero que sirve también para captar su teología.

Este tipo de lectura, aunque aplique el mismo método a todas las escenas, pone de relieve lo típico de cada una de ellas y deja claro que el relato de la pasión está formado por episodios aparentemente cotidianos y por otros terriblemente dramáticos, como la oración del huerto. Lo importante es captar el espíritu y mensaje de cada episodio y el mensaje global de cada evangelio.

La lectura interactiva y orante

            Sería la respuesta personal al comentario anterior, reflexionando cada cual sobre lo que el texto le sugiere y lo que le invita a pedir.

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Domingo de Ramos. 28 de marzo, 2021

Domingo, 24 de marzo de 2024

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El Señor los necesita”.

(Mt 21, 1-10)

El Domingo de Ramos es la puerta grande de la Semana Santa. Después el camino se irá estrechando y haciéndose cada vez más difícil, pero empieza a lo grande.

Jerusalén, la Ciudad Santa, recibe a Jesús entre gritos de júbilo y alabanza. Al llegar Jesús la gente espontáneamente empieza a alfombrar el camino con sus capas y con ramos. Y aclaman al que llega: “-Viva, bendito el que viene en nombre del Señor!¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Viva el Altísimo!”

Es una explosión de alegría que nadie sospecha que acabará dramáticamente. O quizá sí. El protagonista parece saber muy bien de qué va la historia. Es una historia de amor entregado.

Pero, ¿esas gentes que gritan alegres pueden sospechar que unos días más tarde vocearán el terrible: “-¡Crucifícale!, ¡Crucifícale!”?

Con todo, ¡no adelantemos acontecimientos! No vale, nosotros ya conocemos el final…

Pero hoy es Domingo de Ramos y en medio de todos esos gritos y gestos de alegría hay un detalle tierno que nos puede pasar desapercibido.

El Señor los necesita”. ¿A quién necesita el Señor? Tendríamos que preguntar a las personas expertas pero en todo el evangelio solo aparece una necesidad de Jesús y es esta.

Jesús manda a sus discípulos con este recado: “Y si alguien os dice algo, diréis que el Señor los necesita, pero en seguida los devolverá.

¡Una borrica y su pollino! Eso es lo que Jesús necesita, y solo un ratito, porque “los devolverá pronto”. Es el gran día de Jesús, pero él solo necesita una borrica y su pollino. ¿Qué necesitaríamos nosotros si fuera nuestro gran día? ¿Pensaríamos en una borrica? ¡No! También es verdad que aquí, en nuestro primer mundo, una borrica es casi un animal exótico (¿quién ha visto de cerca una borrica en el último año?).

En tiempos de Jesús también era algo especial. No todo el mundo tenía una borrica. El mismo Jesús la toma prestada. Pero ya que tenía que pedirlo prestado podría haber pedido un caballo. Sin embargo a él le va lo humilde y además quiere “necesitarlo”. ¡Qué suerte!

Oración

Déjanos, en este Domingo de Ramos, ser la borrica. Deja que sintamos que nos necesitas. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Dios ni consintió, ni quiso, ni menos aún exigió la muerte de Jesús, para perdonarnos.

Domingo, 24 de marzo de 2024

aiss_10DOMINGO 6º DE CUARESMA (RAMOS) (B)

Mc 14-15

Aunque la liturgia comience con el recuerdo de la entrada de Jesús en Jerusalén, no podemos pensar que fue una entrada triunfal. Hubiera sido la ocasión ideal, que los dirigentes judíos estaban esperando, para prender a Jesús. La subida a Jerusalén por la fiesta de Pascua se hacía siempre en grupo (un pueblo, una familia o una facción). Era siempre una romería, y esto implicaba fiesta y alegría (cantar, bailar, agitar ramos u otros objetos vistosos). Lo narran los cuatro evangelios, pero en Mt y Jn encontramos la verdadera razón del relato: para que se cumpla la Escrituras, “mira a tu Rey que viene…

Lo verdaderamente importante, en el relato de la pasión, está más allá de lo que se puede narrar. Lo esencial de lo que ocurrió no se puede meter en palabras. Lo que los textos nos quieren trasmitir hay que buscarlo en la actitud de Jesús, que refleja plenitud de humanidad. Lo importante no es la muerte física de Jesús sino descubrir por qué le mataron, por qué murió y cuáles fueron las consecuencias de su muerte para los discípulos. La Semana Santa es la ocasión privilegiada para plantearnos la revisión de nuestros esquemas teológicos sobre el valor de la muerte en la cruz.

Estamos en el mejor momento del año para tomar conciencia de la coherencia de toda la vida de Jesús. Dándose cuenta de las consecuencias de sus actos, no da un paso atrás y las acepta plenamente. Es una advertencia para nosotros, que estamos siempre acomodando nuestra conducta para evitar consecuencias desagradables. Sabemos que nuestra plenitud está en darnos a los demás, pero seguimos calculando nuestras acciones para no ir demasiado lejos, poniendo límites “razonables” a nuestra entrega; sin darnos cuenta de que un amor calculado no es más que egoísmo camuflado.

Los textos que han llegado a nosotros no son de fiar porque están escritos desde una visión pascual de la pasión y muerte y no pretenden informarnos de lo que pasó sino darnos una teología sobre los hechos. Hoy sabemos que le mataron los romanos por miedo a un levantamiento contra Roma. Pero lo que sabemos sobre Jesús no da pie para pensar que fuese un sedicioso. Lo más probable es que los jefes religiosos dieran a Pilato argumentos para que pensara que Jesús podía ser un peligro real para el imperio.

La muerte de Jesús es la consecuencia directa de un rechazo frontal y absoluto por parte de los jefes religiosos de su pueblo. Rechazo a sus enseñanzas y a su persona, por intentar purificar su religión. No pensemos en un rechazo gratuito y malévolo. Fariseos, escribas y sacerdotes no eran gente depravada que se opusieron a Jesús porque era bueno. Eran gente religiosa que pretendía ser fiel a la voluntad de Dios, que ellos encontraban en la Ley. También para Jesús era prioritaria la voluntad del Padre, pero no la buscaba en la Ley sino en el hombre. Su muerte manifiesta lo radical de la oposición.

Era Jesús el profeta, como creían los que le seguían, o era el antiprofeta que seducía al pueblo. La respuesta no era tan sencilla. Por una parte, Jesús iba claramente contra la interpretación de la Ley y el culto del templo, signos inequívocos del antiprofe­ta. Pero por otra, los signos de amor eran una muestra de que Dios estaba con él, como apuntó Nicodemo. Lo mataron porque denunció a las autoridades que, con su manera de entender la religión, oprimían al pueblo. Le mataron por afirmar, con hechos y palabras, que el valor del hombre concreto está por encima de la Ley y del templo.

Nunca podremos saber lo que Jesús experimentó ante su muerte. Ni era un inconsciente ni era un loco ni era masoquista. Tuvo que darse cuenta de que los jefes querían eliminarlo. Lo que nos importa a nosotros es descubrir las poderosas razones que Jesús tenía para seguir diciendo lo que tenía que decir y haciendo lo que tenía que hacer, a pesar de que estaba seguro que eso le costaría la vida. Tomó conscientemente la decisión de ir a Jerusalén donde estaba el peligro. Que le importara más ser fiel a sí mismo que salvar la vida, es el dato que nosotros debemos valorar. Demostró que la única manera de ser fiel a Dios es ponerse del lado del oprimido y defenderlo, aun a costa de su vida.

No se puede pensar en la muerte de Jesús, desconectándola de su vida. Su muerte fue consecuencia de su vida. No fue una programación por parte de Dios para que su Hijo muriera en la cruz y de este modo nos librara de nuestros pecados. Jesús fue plenamente un ser humano que tomó sus propias decisiones. Gracias a que esas decisiones fueron las adecuadas, de acuerdo con las exigencias de su verdadero ser, nos han marcado a nosotros el camino de la verdadera salvación. Si nos quedamos en el mito del Hijo, que murió por obediencia al Padre, hemos malogrado su muerte y su vida.

Hay explicaciones teológicas de la muerte de Jesús que se siguen presentando a los fieles, aunque la inmensa mayoría de los exégetas y de los teólogos las han abandonado hace tiempo. No debemos seguir interpretando la muerte de Jesús como un rescate exigido por Dios para pagar la deuda por el pecado. Además de ser un mito ancestral, está en contra de la idea de Dios que el mismo Jesús desplegó en su vida. Un Dios que es amor, que es Padre, no casa muy bien con el Señor que exige el pago de una deuda hasta el último centavo. Ni podemos ofender a Dios ni Él se puede sentir ofendido.

Para los discípulos la muerte fue el revulsivo que los llevó al descubrimiento de lo que era verdaderamente Jesús. Durante su vida lo siguieron como el amigo, el maestro, incluso el profeta; pero no pudieron conocer el verdadero significado de su persona. A ese descubrimiento llegaron por un proceso de maduración interior, al que solo se puede llegar por experiencia. La muerte de Jesús les obligó a esa profundización en su persona y a descubrir en aquel Jesús de Nazaret, al Señor, al Mesías al Cristo y al Hijo. En esto consistió la experiencia pascual. Ese mismo recorrido debemos hacer nosotros.

A nosotros hoy, la muerte de Jesús nos obliga a plantear la verdadera hondura de toda vida humana. Jesús supo encontrar, como ningún otro ser humano, el camino que debemos recorrer todos para alcanzar plenitud humana. Amando hasta el extremo, nos dio la verdadera medida de lo humano. Desde entonces, nadie tiene que romperse la cabeza para buscar el camino de mayor humanidad. El que quiera dar sentido a su vida no tiene otro camino que el amor total, hasta desaparecer.

La interpretación de la muerte de Jesús determina la manera de ser cristiano. Ser cristiano no es subir a la cruz con Jesús, sino ayudar a bajar de la cruz a tanto crucificado que hoy podemos encontrar en nuestro camino. Jesús, muriendo de esa manera, hace presente a un Dios sin pizca de poder, pero repleto de amor, que es la fuerza suprema. En ese amor reside la verdadera salvación. El “poder” de Dios se manifiesta en la vida de quien es capaz de amar entregando todo lo que es.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Domingo de Ramos.

Domingo, 24 de marzo de 2024

domingo-de-ramos

Mc 14, 1-15, 47

«¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?»

No es probable que hubiese mucha gente en Jerusalén que conociese a Jesús. El propio Mateo dice en su evangelio que los judíos se preguntaban: «¿Quién es éste?» … y les contestaban: «Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea» … Esto nos hace pensar que fueron los propios galileos que habían acompañado a Jesús a Jerusalén a celebrar la Pascua, los que quisieron preparar una entrada triunfal para reivindicar a su profeta.

Llama la atención que Jesús se prestase a ello, y que cuando los fariseos le pidieron que reprendiese a los discípulos que le aclamaban como mesías, él se negase: «Os aseguro que si estos callan gritarán las piedras». Jesús sabía que en Jerusalén se jugaba el todo por el todo, y es probable que llegase allí con la idea de jugar fuerte desde el primer momento; de llevar la iniciativa hasta que lograse la conversión de los judíos o hasta que las autoridades judías acabasen con él.

Y esta determinación nos puede ayudar a entender su entrada triunfal en Jerusalén, su contestación tajante a los fariseos que le increparon, el desalojo de los mercaderes del Templo y el tono desafiante empleado con los sacerdotes que habían presenciado la escena… También nos ayuda a comprender por qué, a partir del día siguiente, se presentó cada día en el Templo a predicar a los judíos desde las gradas del pórtico de Salomón; a urgirles a aceptar la buena Noticia; o por qué se enfrentó con violencia a todos los estamentos políticos y religiosos de Israel…

Si miramos ahora al otro lado de la escena, vemos a las autoridades alarmadas ante el entusiasmo que generaba en el pueblo; temerosas de que llegase un momento en que no fuesen capaces controlar la situación. Jesús contaba sólo con el poder de su palabra, mientras que los sacerdotes contaban con todo el poder y con el apoyo de la clase dirigente de la sociedad judía de la que formaban parte. Además, estaban espoleados por unas ganas irrefrenables de acabar con aquel impostor que ponía en riesgo su estatus y su influencia…

Y ésta es nuevamente una escena para contemplar; para saborear. Por una parte, Jesús, el carpintero de un pueblecito de Galilea, solo en medio de la gran urbe jugándose la vida para llevar la buena Noticia al mismo corazón de Judea. Por otra, saduceos, sacerdotes, levitas, doctores, fariseos, ricos y poderosos, tratando de destruirle y fracasando hasta que uno de sus discípulos decidió traicionarle.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Pasión de Jesús, ayer. Pasión del mundo, hoy.

Domingo, 24 de marzo de 2024

IMG_5405Domingo de pasión, 24 de marzo de 2024.

Marcos 15, 1-39

María, una de las discípulas de Jesús, llora desconsoladamente. Fue a celebrar la Pascua a Jerusalén, y vuelve a Galilea rota de dolor, como si le hubieran quebrado los huesos. Va a visitar a la anciana Sara, a la que acude cuando su fe se tambalea o se siente perdida.

– Sara, vengo rota. En Jerusalén han matado a Jesús de Nazaret, nuestro maestro. Me he quedado huérfana. Creí que era un profeta y ha muerto como un malhechor, con el cuerpo destrozado, en una cruz y a las afueras de la ciudad.

– María, siéntate aquí, a mi lado. Vamos a hablar de tu dolor y de la muerte de Jesús. Ha muerto como un profeta, aunque las autoridades hayan utilizado la mentira para hacernos creer que era un malhechor más, de los muchos que crucifica Roma cada semana.

– ¡Si al menos le hubieran hecho un juicio justo! pero se han ensañado con él. Lo han llevado atado ante Pilato, como si fuera un animal y los sumos sacerdotes le han acusado de cosas falsas. Tenían envidia de Jesús porque cada día crecía el grupo de personas que le escuchábamos, le seguíamos y le considerábamos nuestro maestro.

– Y no olvides que las autoridades religiosas no han soportado que Jesús les llamara sepulcros blanqueados y nido de víboras. Decir la verdad puede conducir a la muerte.

– Sara, no entiendo por qué Pilato ha querido salvar a Barrabás, malhechor y asesino, y ha condenado a Jesús.

– Hija, con el tiempo irás viendo que el poder es como una capa de barro que se va haciendo más espesa. Al principio, es una capa fina, y con un buen lavado puede desaparecer. Pero, con el tiempo, se va transformando en arcilla seca y se convierte en una máscara que oculta nuestro rostro y nos impide ver y oír lo que ocurre a nuestro lado. Pilato está borracho de poder. El poder se alimenta del miedo y controla a base de miedo. Por eso, ¿cuánto valía para él la vida de un inocente, si al entregarlo a la muerte podía continuar siendo gobernador?

– ¡Qué asco! Pilato es un cobarde.

– María, hija mía, todos somos cobardes, no lo olvides. Cada día tenemos que librar pequeñas batallas contra la cobardía para ser valientes y libres. Por eso, solo un pequeño grupo de mujeres habéis sido valientes para permanecer al pie de la cruz, acompañando a Jesús. El resto del grupo ha huido o se ha escondido.

– Sara, no olvidaré nunca cómo rezaba Jesús el salmo del justo agonizante. Empezó a recitarlo con voz potente, como si gritara: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” Y luego, con la voz más serena, le oíamos decir: “… a ti fui confiado desde el seno, desde el vientre de mi madre eres mi Dios. No andes lejos, que vivo en angustia, ven junto a mí, pues nadie me socorre… Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una bandada de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos…”. Nosotras íbamos rezando el salmo con él, entre sollozos, sabiendo que la muerte estaba próxima. Poco después, expiró.

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Algo así pudo pasar. San Ignacio de Loyola recomendaba leer el evangelio, como si estuviésemos presentes. Y, al hacernos presentes y reescribirlo, oramos.

Al mismo tiempo, tomamos conciencia de que hoy la pasión del mundo tiene los mismos rasgos que la de Jesús: en casi todos los países hay detenciones arbitrarias, acusaciones falsas, escarnio y burlas hacia las personas detenidas, abuso de poder, etc.

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Sigue habiendo multitud de polític@s que, por dar gusto a su gente, como Pilato, apuestan por la mentira, la violencia y las armas. Y consiguen fortunas, a costa de los derechos robados a su pueblo.

Y seguimos descubriendo los nidos de envidia que albergamos cada uno, cada una. Nidos que salen al exterior en forma de desprecio, comparaciones y humillaciones… Pilato, hoy, es un espejo en el que podemos vernos reflejad@s.

Estos días vamos a escuchar, orar y contemplar la pasión de Jesús de Nazaret. Quizá nos sabemos párrafos de memoria. Que el Espíritu Santo nos ayude a saber encarnarnos en la pasión del mundo, que nos espabile el oído, nos de lengua de inciad@s, nos libre de los miedos, y nos revista de fortaleza y valentía.

María, discípula amada.

 

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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“Hijo De Dios”.

Domingo, 24 de marzo de 2024

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24 marzo 2024

Mc 15, 1-39

Marcos -cronológicamente, el primero de los evangelios que ha llegado hasta nosotros- termina el relato de la cruz poniendo en boca de un pagano -no es casual que su texto fuera dirigido a comunidades que provenían del paganismo- la más elevada confesión de fe en Jesús: “Realmente este hombre era Hijo de Dios”.

Para una persona religiosa teísta, no hay título mayor que el de ser “hijo de Dios”. La creencia cristiana lo afirma de Jesús, en el sentido más real de la expresión. Sin embargo, parece claro que su sentido no puede ser sino metafórico. Eran los dioses-héroes griegos quienes concebían hijos y se veían involucrados directamente en los sentimientos y los conflictos humanos. Pero no cabe entender a la divinidad concibiendo hijos, tal como habitualmente se entiende esta palabra.

Hijo de Dios” es una metáfora -de “Dios”, como de todo aquello que no es objeto, solo puede hablarse metafóricamente- que apunta a nuestra verdad última: todos somos hijos, en cuanto “naciendo” constantemente de la Fuente o el Fondo que es origen de todo lo real. No cabe hablar de un dios separado que entra en el “juego” humano, como si fuera una fuerza más dentro del mismo. Lo que se ha nombrado como “Dios” no puede ser sino lo realmente real, aquello que permanece mientras todo lo demás cambia, el fondo que constituye y sostiene las formas, a la vez que se manifiesta y despliega en ellas.

Sin embargo, es posible otra lectura de la metáfora “Hijo de Dios”, esta vez hecha desde la propia persona de Jesús, a quien el evangelio se la aplica. Decir de él que se vivió como “hijo de Dios” significa que fue transparencia admirable del fondo de lo real, gracias a la consciencia y fidelidad con la que se vivió.

Tal vez se entienda mejor si advertimos con qué frecuencia los humanos somos “hijos” de nuestros miedos, de nuestras necesidades o de nuestra imagen. Son muchas y variadas las apetencias que se mueven en nosotros y que terminan esclavizándonos. Sus cantos de sirena, prometiendo satisfacer nuestros deseos, nos seducen y confunden. Hasta el punto de que olvidamos nuestra realidad de “hijos de Dios” -nuestra verdadera identidad- y vivimos en la creencia que nos reduce a la forma del yo.

“Hijo/hija de Dios” es aquella persona completamente libre, que no reconoce otro “padre” -otro dueño u otra fuerza- que la Fuente que le está haciendo ser en cada momento, la vida una que late en todas las formas. Al comprenderse una con la vida, la persona permite que la vida se exprese a través de ella. Como vida, se sabe siempre a salvo y se vive en docilidad a lo que la vida es en ella. Por todo ello, bien puede decirse que “hijo de Dios” es sinónimo de libertad y, más hondamente aún, de humanidad plena.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Domingo de Ramos: humilde viene de humus: tierra, barro.

Domingo, 24 de marzo de 2024

Entrada en JerusalénDel blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:

        La homilía del Domingo de Ramos es la lectura, la escucha de la pasión y muerte del Señor.

        Solamente, pues, dos palabras.

01.- Domingo de Ramos: una extraña entrada en Jerusalén.

        El domingo de Ramos comenzamos la celebración de la Semana Santa recordando la “extraña” entrada de Jesús en Jerusalén.

        Aquellos días de la Pascua judía, Jerusalén acogía a millares de peregrinos. Se dice que por la Pascua podían reunirse alrededor de 150.000 personas en la ciudad. Muchos de aquellos judíos vivían una fiebre mesiánica de tipo político-nacional ya que esperaban la liberación de la opresión romana, incluso por la fuerza de las armas (zelotismo).

        Los mismos que el domingo de Ramos aclaman a Jesús como el liberador, “bendito el que viene”, “este es el liberador descendiente de David”, etc., son quienes el viernes santo piden a Pilato: caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos. (Mt 27,25).

Probablemente esta entrada no fue un hecho masivo y triunfal. Los evangelistas nos presentan a Jesús entrando humildemente en la “metrópoli” en un asno.

  • Esta entrada de Jesús no es un desfile militar. Lo de Jesús no tiene nada que ver con una entrada en un carro de combate. Tampoco tiene nada que ver con la entrada pontifical de un obispo en su diócesis, ni con otras entradas triunfales de tipo político o deportivo.
  • Más bien es una entrada “teológica” del Mesías, es la entrada del mesianismo humilde y pacífico de Jesús en el centro religioso de Israel, en Jerusalén, en el Templo, en el centro del poder.
  • El mesianismo de Jesús va, pues, por otros derroteros, el cristianismo va por otro lado: por la humildad, el servicio (siervo de los siervos), la no violencia.
  • Jesús sube a Jerusalén sabiendo lo que le espera, no huye de lo que le sobreviene.
  • El profeta Zacarías (siglo VI-V a.C.) anunciaba ya con gozo un Mesías humilde y sencillo, no violento: Alégrate Jerusalén porque llega tu rey victorioso y humilde sobre un asno… (Zac 9,9).

Se trata de la entrada del espíritu, del estilo mesiánico de Jesús en Jerusalén, en el Templo, en el centro del poder.

Es el mesianismo humilde de Jesús el que entra en Jerusalén.

Humilde: humus

La entrada de Jesús es humilde, que viene de humus: tierra, barro… Jesús es, como todos nosotros, barro del Génesis.

Necesitamos que entren no los poderosos, los tanques, los grandes economistas, el capital, otras entradas políticas…

Necesitamos el servicio, la entrega, la bondad, la humildad, la no violencia, la paz…

        Nuestra entrada en la vida, en la familia,  en la sociedad, en la iglesia ¿se parece a la de Jesús?

02.- Hacia la Pascua

Jesús sigue humildemente su camino mesiánico.

El domingo de Ramos termina en el domingo de Pascua. El camino de nuestros fracasos y desesperanzas termina en Emaús. El Éxodo termina en la libertad, la muerte en la Vida.

Celebremos con gozo los acontecimientos de esta Semana Santa, que son los de Jesús, pero son también nuestras propias vivencias y esperanzas.

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“Por una Semana Santa más comprometida con la realidad”, por Consuelo Vélez

Domingo, 24 de marzo de 2024

IMG_3672De su blog Fe y Vida:

Estamos terminando el tiempo de cuaresma y llega la celebración de la Semana Santa o Semana Mayor. En efecto, conmemorar la muerte y resurrección de Jesús es la razón y sentido de nuestra fe. De ahí que sea necesario que en la liturgia de esos días se vuelva a leer todo el relato de la pasión, de manera que no olvidemos el origen de la fe que profesamos. Lamentablemente, la historia de Jesús es un relato tan conocido, tan presentado en el cine, en la catequesis, en las predicaciones, pero -de una manera literal- que resulta difícil liberarnos de la historia un fantástica o desencarnada que nos han transmitido para entender la hondura de lo vivido por Jesús, el compromiso a fondo de Dios con la humanidad, a través de las palabras y hechos de Jesús.

Jesús no fue un hacedor de milagros en sentido mágico, con poderes sobrenaturales para curar enfermedades, calmar las aguas, expulsar demonios o multiplicar los panes. Jesús fue un hacedor de signos que desconcertaban a sus contemporáneos o los interpelaban. Jesús acoge a los enfermos y les dice que su enfermedad no es castigo de Dios como decían en aquella sociedad y, por tal razón, no tenían que vivir escondidos, excluidos o injuriados. Jesús les dice que ellos pueden y deben estar con los demás: les da la mano, los levanta, los conforta, es decir, les devuelve la dignidad que su entorno social les negaba por estar enfermos.

Jesús no hizo gestos extraordinarios como calmar las aguas o multiplicar los panes en el sentido literal de la palabra. Si así lo hubiera hecho ¿por qué todos los que lo vieron no quedaban convencidos de sus poderes extraordinarios? ¿por qué no estaban en los días de la pasión defendiéndolo y liberándolo de la muerte? Jesús fue un hacedor de solidaridad, de comunión, de ayuda, de benevolencia, de dar desde lo poco que se tiene -cinco panes y dos peces- para que nadie pase necesidad. Además, Jesús hizo de la comida -que para el pueblo judío era central como presencia de Dios entre ellos- el lugar donde Dios está con los “últimos” aquellos que la sociedad desprecia y nunca invita a compartir la mesa. En el tiempo de Jesús eran los pobres, publicanos, mujeres, niños, enfermos, etc. En nuestro tiempo siguen siendo los pobres, los migrantes, los de diferente etnia o religión, los de la diversidad sexual, las mujeres en muchos niveles y, tantos otros, que en cada realidad podrían nombrarse.

Jesús no fue un exorcista que sacaba demonios de las personas. Jesús fue un predicador que, con la autoridad de su Palabra y su coherencia de vida, liberaba a sus contemporáneos de tantos males psíquicos y emocionales que hacen que las personas tengan manifestaciones corporales extravagantes, agresivas, violentas. “Hasta los demonios se le someten”, decían sus discípulos, porque comprendían, con el actuar de Jesús, que no hay mal que no pueda ser vencido con el bien.

Algunos dirán que estamos quitándole la divinidad a Jesús con las afirmaciones anteriores. Pero no es así. Los estudios bíblicos actuales nos han ayudado a comprender la Sagrada Escritura y, por ende, la persona de Jesús, entendiendo el contexto en Él que vivió, la forma cómo se interpretaban las situaciones, las creencias, valores y actitudes de aquellos tiempos. Y, por supuesto, los géneros literarios en que se escribió la Biblia, géneros que permiten expresar la convicción fundamental de nuestra fe: ese Jesús que se hizo ser humano -no en apariencia- sino realmente, por la manera cómo amó y se comprometió con los suyos es, efectivamente, “Hijo de Dios”. Esta confesión de fe, fue la que hicieron sus discípulos y discípulas, convencidos de que la muerte no había vencido el amor de Dios transparentado en Jesús, por el contrario, había resucitado y seguía vivo en los primeros seguidores, quienes se sentían llenos del Espíritu de Jesús.

Las preguntas para esta Semana Santa que llega podrían ir por ese camino: ¿hemos entendido el actuar de Jesús? ¿comprendemos que Dios no mandó a su Hijo para que cumpliera una historia predeterminada sino para que viviera entre nosotros y nos enseñará como amar y servir en el mundo creado por Él? ¿seremos capaces de vivir como Jesús vivió? ¿amar como Él amó? ¿servir como Él sirvió?

Ojalá no volvamos a repetir la liturgia que, año tras año celebramos, sin una conversión de la propia vida. Jesús no necesita inciensos, ornamentos, velas, sermones, representaciones teatrales o coros clásicos que el pueblo no puede seguir. Todo esto bien empleado puede ayudar, pero es accesorio de cara a lo esencial. Lo que urge es ponernos en el camino de Jesús -eso es convertirse, no confesarse de los mismos pecados de siempre- y seguirle. ¿Por dónde caminaría hoy Jesús? ¿Qué milagros haría y con quién compartiría la presencia de Dios? Los pobres siguen siendo el camino privilegiado, es decir, trabajar por la justicia social. El cuidado de la casa común es innegociable. La reforma eclesial no puede postergarse más. Y, así, cada persona en su realidad concreta puede nombrar esas urgencias de su propio contexto a las que hoy Jesús respondería y, por lo tanto, las urgencias a las que hoy debemos responder nosotros. Tal vez habría que ir menos al templo para contemplar más la realidad buscando que la fe que profesamos y el evangelio que comunicamos llegue a la vida concreta de las personas. Solo con obras así, podemos testimoniar que el triduo pascual no es un rito vacío sino una fuente de vida y compromiso inagotable.

 (Foto tomada de: https://www.france24.com/es/programas/econom%C3%ADa/20220607-guerra-ucrania-empuja-pobreza-latinoamerica-cepal)

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Domingo de Ramos: el día que me declaré queer

Domingo, 24 de marzo de 2024

IMG_3771La reflexión de hoy es de la colaboradora invitada Flora x. Espiga. Flora es candidata a doctorado en teología y estudios de paz en la Universidad de Notre Dame. Ella es originaria de Beijing, China y ahora vive en South Bend, Indiana.

Las lecturas litúrgicas del Domingo de Ramos se pueden encontrar aquí.

Hace seis años, mientras encabezaba la procesión inaugural del Domingo de Ramos desde el exterior de mi iglesia hasta el altar, me manifesté como queer.

O una mejor manera de decirlo podría ser que decidí que esta procesión litúrgicamente maximalista del Domingo de Ramos sería la fiesta más apropiada que podría elegir conmemorar cada año como mi “aniversario de salida del armario”. Con mis labios cantando el conocido himno Hosana Filio David y mi mano derecha agitando perezosamente una rama de palma, me dije a mí mismo (y tal vez también le dije a Dios) que sí, soy raro y que sí, soy amado.

Durante varios años antes de salir del armario, la experiencia de aceptar mi sexualidad fue un proceso lento y de oración, de introspección y discernimiento. A diferencia de cómo las películas sobre personas homosexuales pueden retratar la experiencia de salir del armario (como Con amor, Simon), este nunca fue un momento claro y luminoso en el que me di cuenta de mi sexualidad con certeza inmediata.

Pero si darme cuenta de que era queer fue un proceso confuso y prolongado, la idea de “salir del armario lo fue aún más. Tanto en los espacios católicos como fuera de ellos, “salir del armario” como queer se parecía menos a declarar verbalmente mi sexualidad al mundo entero de una vez por todas, y más a usar una combinación de pistas y señales sutiles para indicar mi carácter queer a aquellos que percibía como afirmativos. , y a proteger partes extrañas de mí mismo de aquellos que tal vez no lo sean. Vivir como una persona queer significa navegar a diario por estas interminables incertidumbres y sutilezas.

Esta dinámica fue quizás la razón por la que parecía apropiado seleccionar uno de los días más claramente gloriosos y litúrgicamente extravagantes del año litúrgico como el día para conmemorar mi salida del armario: el Domingo de Ramos, leemos el evangelio de la entrada gloriosa de Jesús en Jerusalén y su muerte definitiva. En el cruce. El Domingo de Ramos proclamamos que Dios nos ama, incluso hasta el punto de su propia muerte. Cuando el Domingo de Ramos me sinceré conmigo mismo y con Dios, estaba seguro (y descansé cómodamente en la certeza) de que Dios me ama por lo que soy porque murió por mí.

Pero la lectura del evangelio de hoy, que este año litúrgico es del Evangelio de Marcos, cuenta una narración en la que Jesús, habiendo pasado la mayor parte de este evangelio ocultando su identidad como Mesías a su comunidad, se revela a sí mismo como el Mesías y luego es asesinado por el autoridades romanas debido a esta escandalosa revelación. Su “salida del armario” resulta en violencia.

Como académico comprometido con la no violencia y la paz, esta perspectiva ha hecho que mi relación con el Domingo de Ramos se vuelva incierta. Si todos estamos llamados a seguir a Jesús en su vida y muerte abnegada, ¿somos nosotros, como católicos queer, también llamados a una vida de sufrimiento, ostracismo y tal vez incluso muerte porque elegimos revelar quiénes somos? ¿Debemos, como lo han repetido muchas enseñanzas católicas sobre género y sexualidad, “abrazar nuestras propias cruces”? ¿O siempre estamos llamados, como sugieren las narrativas gay dominantes en Estados Unidos, a estar siempre dispuestos a declararnos queer sin importar los posibles riesgos o peligros que podamos enfrentar como resultado?

Me encantaría responder un rotundo “NO” a todas estas preguntas y decirles a todos los que dudan que son amados sin lugar a dudas. Pero es difícil ofrecer una afirmación simple y clarificadora de las historias de los evangelios del Domingo de Ramos y de la Semana Santa, y de cómo la gente ha interpretado estos evangelios durante siglos.

Por ejemplo, todavía no sé por qué en un mundo ya lleno de tanta violencia, la autorrevelación de un Dios amoroso y su muerte en la cruz marcan una de las semanas más santas de nuestra tradición católica. Profeso por fe, aunque todavía no sé realmente, si el propio sufrimiento y muerte de Jesús es realmente algo que siempre debemos emular. En un mundo que ya está lleno de matanzas y muertes injustas de personas marginadas, no sé por qué la violencia y la muerte se colocan en un pedestal de santidad en nuestra tradición de fe, o por qué los católicos queer siempre están llamados a abrazar sus propias cruces del yo. -renuncia.

No sé, y lo que es más importante, elijo no creer, que la abnegación y el sufrimiento prolongado son las únicas formas de vivir una vida de amor como el de Cristo. En cambio, deseo orar por seguridad, por vida, por compañerismo, por alegría y por el florecimiento de todos mis hermanos queer y trans. Rezo por un mundo donde los niños queer no mueran. Y oro por un mundo donde las muertes sean lamentadas en lugar de glorificadas.

Salí como queer el Domingo de Ramos debido a la rotunda proclamación del amor incesante de Dios por mí, incluso hasta el punto de la muerte, en la narración de la Pasión. La certeza de un Jesús que murió por mí me ofreció consuelo en una época en la que mi experiencia queer y mi futuro queer eran turbios y confusos. Ya no estoy tan seguro de si la imagen de un Dios-Hijo encarnado que murió en la cruz puede seguir dándonos a mí y a otras personas queer esperanza y consuelo en una iglesia y un mundo violentos y anti-queer.

Pero mi conmemoración anual de este Domingo de Ramos, día de fiesta de salida del armario (y toda la extraña alegría en mi propia vida que siguió a ese día hace seis años) me da una razón para seguir intentándolo y seguir esperando.

—Flora x. Tang, 24 de marzo de 2024

Fuente New Ways Ministry

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2.4.23. Entró como Rey de Jerusalén: Cómo hubiera reinado (contrapunto Sal 2)

Martes, 4 de abril de 2023
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67CB1C48-0699-4395-873E-C17D4CB25412Del blog de Xabier Pikaza:

Desarrollé en la última postal las razones por las que Jesús subió a Jerusalén, culminado su camino en Galilea, para anunciar a instaurar el Reino de Dios.

Jesús no anunciaba y preparaba un reino transmundano, sino un reino distinto en la tierra, una iglesia mesiánica fundada en la intervención de Dios y el cambio de los hombres, una iglesia abierta a la vida y resurrección que anuncian (prometen) muchos salmos. No planteó cuestiones de administración, ni proclamó una revuelta armada.Anunció y promovió la llegada de un nuevo “orden social”, de un nuevo “reino”.

Como pretendiente y promotor de ese reino le mataron… los defensores de un tipo de reino político, social y militar distinto.

Así lo muestra esta “postal” tiene dos partes. (a) Presento en la primera el proyecto del reino de Dios con el que Jesús subió a Jerusalén. (b) Ofrezco en la segunda un comentario al Salmo 2 donde se recoge, “de forma ideal”, a modo de “contrapunto”, la manera en que muchos concebían y cantaban la llegada del Reino de Dios, con la coronacón de su Ungido.

Jesús había promovido un movimiento mesiánico (de presencia de Dios y de Reino), sin cambio militar, ni puramente sacral (como las religiones de misterios), sino como seguiré indicando. Es difícil saber qué Pilato pensó en el fondo, pero es evidente que le vio como pretendiente mesiánico (rey los judíos) y que ésa fue razón suficiente para condenarle a muerte, como indica el letrero que hizo poner sobre (junto a) la cruz, justificando su condena: “Rey de los judíos” (Mc 15, 26.): “Jesús nazoreo, rey de los judíos” (Jn 19, 19). Jesús no era enemigo militar, pero profetas y pretendientes mesiánicos eran peligrosos. Éste me parece su programa:

  1. No habría tomado el poder como rey político- militar, en el sentido usual del término, como los macabeos o celotas. No se habría convertido en emperador o regente político. Ciertamente, él se presentaba (y se habría presentado) como “virrey”, delegado y representante de un Dios-Rey, pero no en forma patriarcal e impositiva, sino como madre-hermano-hermana de los hombres, es decir, como amigo, animador de una iglesia o comunidad de iguales, hermanos y hermanas, sin padres/patronos, ni siervos (cf. Mc 3, 31-35). En esa línea podemos añadir que habría sido signo y representante del Hijo del Hombre, es decir, de una humanidad reconciliada y fraterna [1].
  2. Su iglesia implicaba un cambio interior, pero, al mismo tiempo, nuevas relaciones, con el surgimiento de, una comunidad de hermanos/hermanas, ofreciéndose entre sí vida, una comunidad de itinerantes del Reino de Dios y sedentarios, de sanadores y pobres…. No habría necesitado instituciones militares, ni estructuras económicas de poder. En un primer momento (en un sentido externo, militar, político, económico) el imperio de Roma podría haber seguido funcionando con sus medios militares y administrativos, de manera que los seguidores y amigos del reino de Jesús podrían haberse establecido y extendido a través de una red de conexiones personales de tipo no-gubernamental, no-militar, sin levantamiento armado. Sería algo nuevo, una comunidad no existente hasta ahora, en los intersticios del poder, en línea testimonial, alternativa [2].
  3. No habría destruido con armas el orden económico romano, ni habría rechazado de un modo directo los impuestos del César (cf. Mc 12, 17), pues sus cosas (cosas de Dios) se realizan de un modo gratuito y por contacto personal, no a través de mecanismos de un dinero, que tiende a convertirse en ídolo más alto, en mamona (Mt 6, 14). No se puede decir con seguridad lo que habría sucedido, pues las cosas solo “suceden” en la medida en que va avanzando el camino, pero es evidente que el de Jesús habría terminado “triunfando” sobre el orden imperial de Roma, a modo de “mutación antropológica”, de tipo personal y social, en línea de “resurrección”, esto es, de nuevo y más alto surgimiento humano [3].
  4. Jesús promovía una trasformación radical no de personas aisladas, sino de relaciones sociales, una mutación mesiánica, en la que debían estar implicados no sólo unos hombres y/o mujeres particulares, sino el mismo Dios de la vida, en un camino de resurrección o eternidad” como la que proponían muchos salmos Su proyecto de Reino no era una sencilla adaptación, al interior del sistema que venía operando hasta el momento, para culminar en la religión del templo y en el orden político/militar de Roma, ni una evolución parcial, con cambio de algunos elementos y del sistema, sino, una mutación divina de la vida humana, en una línea de superación de la muerte, como veremos en el capítulo final al tratar de la resurrección [4].
  5. No apelaba a la venganza, en una línea de talión, para luchar contra de los sacerdotes del templo o los soldados de Roma, pues de esa manera seguiría manteniéndose en el nivel antiguo. Si se hubiera vengado de los sacerdotes o de los soldados de Pilatos, él continuaría moviéndose en el nivel de la violencia antigua, de tipo sacrificial, es decir, violento. Si hubiera querido vengarse seguiría en el nivel de Roma, no podría renunciar a la defensa armada (cf. Mt 26, 53; Jn 18, 37). En contra de eso, Jesús no defiende los sacrificios de sacerdotes de templo, ni apela a la defensa y lucha armada (como Roma), sino que se sitúa en un nivel más alto de gratuidad y creatividad humana. No busca venganza, ni emplea violencia, pues violencia y venganza dejan al hombre en manos de la muerte, sino que propone e inicia un camino de sanación y transformación para la vida [5].
  6. Jesús no quiere el establecimiento de un nuevo estado pues los estados pertenecen al orden violento de la economía y la política, vinculada a guerras y pactos en línea de poder, y tanto una cosa como la otra siguen siendo variantes de una misma violencia de base que Jesús ha superado. Sabemos cómo surgen y caen los imperios, dentro de una historia de sucesión de reinos/bestias (Dan 2. 7; babilonios, persas, macedonios, sirios…). Lo que debe llegar es algo distinto a todo lo que conocemos, no un reino con más poder, sino la superación de todos los poderes imperiales, con el surgimiento de un reino de humanidad como presencia de Dios, despliegue de la verdad del hombre como gracia,

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Mutación de reino: muerte pascual, resurrección.
La
propuesta de Daniel (cf. Dan 2. 7. 12) y la de otros macabeos y apocalípticos, se movía dentro de una línea de poder/talión, con un Dios quizá más puro, pero Dios de ley/poder/violencia. Ciertamente, la Escritura anterior ofrecía testimonios de un Dios más alto (Altísimo), con elementos fuertes de sabiduría y misericordia, pero en el fondo ese Dios seguía siendo de Señor dominio, en un sistema de ley de poderes contrapuestos,que se contaminan uno al otros (Dios y Satán). Jesús propone un Dios radicalmente infinito, sin satán alguno, sin violencia sobre el mundo.

A diferencia de los dioses anterior (incluido un tipo de Yahvé del sistema), Jesús nos sitúa ante un Dios puro amor, infinito, más allá del sistema de poderes enfrentados de reinos e imperios. Sólo un Dios así puede expresarse y se expresa en los más pequeños, hombres y mujeres que caen fuera del orden de poder del sistema, cojos, mancos, ciegos, enfermos, pecadores etc. Esta mutación radical de Jesús constituye una amenaza mortal contra el Dios de los imperios, contra el poder del sistema sagrado. Lógicamente, desde la perspectiva de este mundo antiguo (ante los poderes del sistema: sacerdotes, gobernadores), Jesús queda de antemano derrotado, a no ser que se revele, en él por él (más allá del sistema actual), precisamente para mantener la viabilidad del mundo, un principio superior de resurrección y de vida que incluye (implica) dos experiencias fundamentales. Leer más…

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“El dolor en mi corazón es más profundo que nunca”.

Lunes, 3 de abril de 2023
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481BCCB3-DACD-4FF4-A3A4-7C1F09FEFD90Donna McGartland

La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Sr. Donna McGartland. Donna es una de las autoras de Love Tenderly: Sacred Stories of Lesbian and Queer Religious publicado por New Ways Ministry.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el Domingo de Ramos se pueden encontrar aquí.

Me fascina el movimiento de la liturgia del Domingo de Ramos. Empezamos con un sentimiento triunfal al recordar a Jesús entrando en Jerusalén para celebrar la Pascua. El estado de ánimo rápidamente se vuelve sombrío cuando recordamos los otros eventos que Jesús experimentó más tarde esa semana. Echemos un vistazo a cómo este movimiento podría aplicarse a la experiencia de las personas LGBTQIA+.

Solía vivir en Puerto Rico. Los puertorriqueños (y muchos otros hispanos) entran en la experiencia completa de esta semana. El Domingo de Ramos, nos reuníamos a unas pocas cuadras de la iglesia, cargando ramas de palma de los árboles de nuestras propias propiedades. No había escasez de palmeras y muchas trajeron lo que parecía una palmera entera. Mucha gente vino vestida como el elenco de personajes: Pedro, un centurión, discípulos y discípulas, Pilato, Jesús y muchos otros.

Caminábamos hacia la iglesia agitando las palmas de las manos y cantando: “¡Hosanna al Rey! ¡Hosanna al Hijo de David!” El sentimiento de alegría y emoción era evidente. Los niños disfrutaron viendo el burro cargando a Jesús. El burro parecía caminar orgulloso y fuerte como si supiera la importancia de su papel.

Cuando llegamos a la iglesia, todo el ambiente cambió. Entramos en la oscuridad; las ramas de palma desaparecieron; todo era sombrío.

Se leyó la primera lectura de Isaías: “… Di mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a los que me arrancaban la barba; no me protegí la cara de los golpes y los escupitajos. …”

Cuando terminó, el hombre que hacía de Jesús se acercó al ambón y cantó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.

El Evangelio fue representado dramáticamente. Jesús y sus discípulos se sentaron alrededor de una mesa. No pude evitar sentir el dolor de Jesús mientras hablaba de su muerte inminente. Los apóstoles estaban visiblemente confundidos por lo que Jesús estaba diciendo y haciendo. Tomando el pan, dijo: “Tomen todos de esto y coman. Este es mi cuerpo.” Luego, tomando la copa, dijo: “Toma y bebe porque esta es mi sangre del Nuevo Pacto que se derramará por ti y por todos”.

La escena cambió rápidamente al jardín donde los soldados arrestaron a Jesús, y el estado de ánimo triste se volvió más triste a medida que la historia de su prueba, humillación, dolor y sufrimiento continuaba hasta la Crucifixión.

3A1C8191-BB02-43FF-827F-0500F65A30DEQué vívidamente recuerdo esas liturgias incluso hoy, más de una década después. Mi enfoque entonces siempre había estado en lo que Jesús sufrió y sintió durante toda esta prueba.

Hoy, mientras escribo esta reflexión, el dolor en mi corazón es más profundo que nunca. Veo y escucho en la persona de Jesús a aquellos en la comunidad LGBTQIA+ y especialmente a aquellas personas transgénero y no binarias que han experimentado esta misma traición. Obispos, que en cada Misa decís con Jesús: “Este es mi Cuerpo; esta es mi Sangre del Pacto para ser derramada por ustedes”, recientemente desestimasteis la experiencia de las personas trans y no binarias. Leí su documento y sentí que una espada atravesaba no solo mi corazón sino el corazón de muchos. Innumerables personas recorren cada día el camino del Calvario.

Os invito a entrar de lleno en las experiencias de celebración y traición de Jesús. ¿Cuándo te has sentido elevado? ¿Cuándo te has sentido rechazado o abandonado? ¿Cuándo te has sentido solo en tu camino y cuándo has derramado metafóricamente tu Sangre de la Alianza por los demás?

Identifica a las personas que lo apoyan. ¿Quiénes son vuestras Marías Magdalenas, los Simón de Cirene, los José de Arimatea y los demás que andan con vosotros?

¿Quiénes son los que os traicionan, los Pedros y Judas, Pilatos y Sumos Sacerdotes que no comprenden vuestra Verdad? ¿Puedes tú, a pesar de su ignorancia y acciones, continuar ofreciéndoles tu “Sangre de la Alianza” para el perdón? ¿Puedes orar como lo hizo Jesús en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen?

Al entrar en lo sagrado de esta semana, ruego que humildemente sigamos los pasos de Jesús, sabiendo que no estamos solos en este viaje.

—Sr. Donna McGartland, 2 de abril de 2023

Fuente New Ways Ministry

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¿Quién es este que viene?

Domingo, 2 de abril de 2023
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Domingo de Ramos

 

¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.

***

El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
Ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.

¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: “¡Hosanna!”, y haceos,
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor! Amén.

*

(Himnos de las Primeras Vísperas y de los Laudes de la Liturgia de las Horas del Domingo de Ramos, )

***

 

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo:

C. En aquel tiempo uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:

S. “¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?”

C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:

S. “¿Donde quieres que te preparemos la cena de Pascua?”

C. Él contestó:

+ “Id a casa de Fulano y decidle: “El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos””.

C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:

+ “Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar”.

C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:

S. “¿Soy yo acaso, Señor?”

C. Él respondió:

+ “El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!, más le valdría no haber nacido”.

C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:

S. “¿Soy yo acaso, Maestro?”.

C. Él respondió:

+ “Así es”.

C. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a los discípulos diciendo:

+ “Tomad, comed: esto es mi cuerpo”.

C. Y cogiendo un cáliz pronunció la acción de gracias y se lo pasó diciendo:

+ “Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el Reino de mi Padre”

C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo:

+ “Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea”.

C. Pedro replicó:

S. “Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré”.

C. Jesús les dijo:

+ “Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante tres veces, me negarás”.

C. Pedro le replicó:

S. “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”.

C. Y lo mismo decían los demás discípulos. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:

+ “Sentaos aquí mientras voy allá a orar”.

C. Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:

+ “Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo”.

C. Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:

+ “Padre mío, si es posible, que pase y se aleje d mí ese cáliz. pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”.

C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:

+ “¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil”.

C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:

+ “Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad”.

C. Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque estaban muertos de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:

+ “Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega”.

C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:

S. “Al que yo bese, ése es: detenedlo”.

C. Después se acercó a Jesús y le dijo:

S. “¡Salve, Maestro!”

C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:

+ “Amigo, ¿a qué vienes?”

C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:

+ “Envaina la espada: quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura que dice que esto tiene que pasar”.

C. Entonces dijo Jesús a la gente:

+ “Habéis salido a prenderme con espadas y palos como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis”.

C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se había reunido los letrados y los senadores. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el consejo en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos que declararon:

S.”Este ha dicho: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”.

C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:

S. “¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?”

C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:

S. “Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”.

C. Jesús respondió:

+ “Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.”

C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo:

S. “Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?”

C. Y ellos contestaron:

S. “Es reo de muerte”.

C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon diciendo:

S. “Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado”.

S. Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo:

S. “También tú andabas con Jesús el Galileo”.

C. Él lo negó delante de todos diciendo:

C. “No sé qué quieres decir”.

C. Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:

S. “Este andaba con Jesús el Nazareno”.

C. Otra vez negó él con juramento:

S. “No conozco a ese hombre”.

C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron: “Seguro; tú también eres de ellos, se te nota en el acento”.

C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo:

S. “No conozco a ese hombre”.

C. Y en seguida cantó el gallo. Pedro se acordó de aquella palabras de Jesús: “Antes de que cante el gallo me negarás tres veces”. Y saliendo afuera, lloró amargamente.

Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y atándolo lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces el traidor sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de palta a los sumos sacerdotes y senadores diciendo:

S. “He pecado, he entregado a la muerte a un inocente”.

C. Pero ellos dijeron:

S. “¿A nosotros qué? ¡Allá tú!”

C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:

S. “No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas porque son precio de sangre”.

C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía “Campo de Sangre”. Así se cumplió lo escrito por Jeremías el profeta: “Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor”.

Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:

S. “¿Eres tú el rey de los judíos?”

C. Jesús respondió:

+ “Tú lo dices”.

C. Y mientras la acusaban los sumos sacerdotes y los senadores no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:

S. “¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?”

C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:

S. “¿A quien queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman Mesías?”

C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:

S. “No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él”

C. Pero los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:

S. “¿A cuál de los dos queréis que os suelte?”

C. Ellos dijeron:

S. “A Barrabás”.

C. Pilato les preguntó:

S. “¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?”

C. Contestaron todos:

S. “¡Que lo crucifiquen!”

C. Pilato insistió:

S. “Pues ¿qué mal ha hecho?”

C. Pero ellos gritaban más fuerte:

S. “¡Que lo crucifiquen!”

C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia del pueblo, diciendo:

S. “Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!”

C. Y el pueblo contestó:

S. “¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”

C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotado, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo:

S. “¡Salve, rey de los judíos”!

C. Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz.

C. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir “La Calavera”), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo, probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: “Este es el Rey de los Judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. los que pasaban, lo injuriaban y decían meneando la cabeza:

S. “Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz”.

C. Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo:

S. “A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?”.

C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:

+ “Elí, Elí, lamá sabaktaní”

C. (Es decir:

+ “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”)

C. Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:

S. “A Elías llama éste”.

C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. los demás decían:

S. “Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo”.

C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.

Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rasgaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados:

S. “Realmente éste era Hijo de Dios”

C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderle; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.

Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro.

A la mañana siguiente, pasado el día de la preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:

S. “Señor, nos hemos acordado que aquel impostor estando en vida anunció: “A los tres días resucitaré”. Por eso da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”. La última impostura sería peor que la primera. Pilato contestó:

S. “Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis”.

C. Ellos fueron, sellaron la pierda y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.

*

Mateo 26, 14-27, 66

***

Venid y, al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos, salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy de Betania y, por propia voluntad, se apresura hacia su venerable y dichosa pasión para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres. Va libremente hacia Jerusalén. Corramos, pues, a una con quien se apresura a su pasión e imitemos a quienes salieron a su encuentro. Y no para extender por el suelo, a su paso, ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para prosternarnos nosotros mismos, con la disposición más humillada de la que seamos capaces y con el más limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene y así logremos recibir en nosotros mismos a aquel Dios que ningún lugar es capaz de contener.

Alegrémonos, pues, porque se nos ha presentado mansamente el que es manso y que asciende sobre el ocaso de nuestra ínfima vileza, para venir hasta nosotros y convivir con nosotros, de modo que pueda, por su parte, llevarnos hasta la familiaridad con él.

Así es como nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia, es decir, de él mismo, pues “los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo” (Gal 3,27). Así debemos ponernos a sus pies, como si fuéramos unas túnicas.

*

Andrés de Creta,
Sermón 9 sobre el domingo de Ramos,
PG 97, 990-994

***

***

 

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

“Cargar con la cruz”. 02 de Abril de 2023. Domingo de Ramos (A). Mateo 26, 14-27, 66.

Domingo, 2 de abril de 2023
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20_D-RAMOS_A_1665176-390x247Lo que nos hace cristianos es seguir a Jesús. Nada más. Este seguimiento a Jesús no es algo teórico o abstracto. Significa seguir sus pasos, comprometernos como él a «humanizar la vida», y vivir así contribuyendo a que, poco a poco, se vaya haciendo realidad su proyecto de un mundo donde reine Dios y su justicia.

Esto quiere decir que los seguidores de Jesús estamos llamados a poner verdad donde hay mentira, a introducir justicia donde hay abusos y crueldad con los más débiles, a reclamar compasión donde hay indiferencia ante los que sufren. Y esto exige construir comunidades donde se viva con el proyecto de Jesús, con su espíritu y sus actitudes.

Seguir así a Jesús trae consigo conflictos, problemas y sufrimiento. Hay que estar dispuestos a cargar con las reacciones y resistencias de quienes, por una razón u otra, no buscan un mundo más humano, tal como lo quiere ese Dios encarnado en Jesús. Quieren otra cosa.

Los evangelios han conservado una llamada realista de Jesús a sus seguidores. Lo escandaloso de la imagen solo puede provenir de él: «Si alguno quiere venir detrás de mí… cargue sobre las espaldas su cruz y sígame». Jesús no los engaña. Si le siguen de verdad, tendrán que compartir su destino. Terminarán como él. Esa será la mejor prueba de que su seguimiento es fiel.

Seguir a Jesús es una tarea apasionante: es difícil imaginar una vida más digna y noble. Pero tiene un precio. Para seguir a Jesús es importante «hacer»: hacer un mundo más justo y más humano; hacer una Iglesia más fiel a Jesús y más coherente con el evangelio. Sin embargo, es tan importante o más «padecer»: padecer por un mundo más digno; padecer por una Iglesia más evangélica.

Al final de su vida, el teólogo Karl Rahner escribió esto: «Creo que ser cristiano es la tarea más sencilla, la más simple y, a la vez, aquella pesada “carga ligera” de que habla el evangelio. Cuando uno carga con ella, ella carga con uno, y cuanto más tiempo viva uno, tanto más pesada y más ligera llegará a ser. Al final solo queda el misterio. Pero es el misterio de Jesús».

José Antonio Pagola

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“Domingo de Ramos en la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según san Mateo” Domingo 02 de abril de 2023. Domingo de Ramos.

Domingo, 2 de abril de 2023
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imageLeído en Koinonia:

Is 50,4-7: No oculté el rostro a insultos; y sé que no quedaré avergonzado
Salmo responsorial 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Flp 2,6-11: Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo
Mt 26,14−27,66: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según san Mateo

 De entrada, pedimos disculpas a quienes buscarán aquí un comentario bíblico-litúrgico «normal» -que esperamos podrán encontrar fácilmente en la red-. Esta vez nosotros vamos a tratar de hacer un comentario pensando en aquellas personas que -como también nosotros ante el comentario que teníamos ya redactado- se sienten mal ante ese ámbito de conceptos bíblicos que se repiten y enlazan indefinidamente sin salir de un ambiente en el que muchos de nosotros -que pensamos como personas seculares, de la calle, con las preocupaciones diarias de la vida- nos sentimos incómodos.

 En efecto, muchos de nuestros comentarios bíblicos al uso, todo ese conjunto de conceptos e imágenes que se manejan en las homilías, pareciera que se mueven en «otro mundo», un mundo propio de referencias bíblicas intrasistémicas, que funcionan con una lógica particular diferente, y que están de antemano inmunizadas contra toda crítica, porque, en ese ambiente bíblico-litúrgico al que están destinados, en las homilías, los «fieles» deben recibirlo todo sin chistar, sin siquiera preguntar, y, mejor aún, sin espíritu crítico y «con mucha fe». Quienes tenemos una fe más o menos crítica, una fe que no quiere dejar de ser de personas de hoy y de la calle, nos preguntamos: ¿es posible celebrar la semana santa de otra manera? ¿Así como buscamos «otra forma de creer», hay «otra forma de acoger y celebrar la semana santa»?

 Veamos. Comencemos preguntándonos: ¿qué sienten, qué sentimos, ante la semana santa, muchas personas creyentes de hoy?

 Muchos creyentes adultos (trabajadores, profesionales de las más variadas ramas, y también intelectuales, o simples personas cultas) se sienten mal cuando, en semana santa, por la especial significación de tales días, o por acompañar a la familia -y con el recuerdo de una infancia y juventud tal vez religiosa-, entran en una iglesia, captan el ambiente, y escuchan la predicación. Se sienten de pronto sumergidos de nuevo en aquel mundo de conceptos, símbolos, referencias bíblicas… que elaboran un mensaje sobre la base de una creencia central que fuera del templo uno nunca se encuentra en ningún otro dominio de la vida: la «Redención». Estamos en semana santa, y lo que celebramos -así perciben en el templo- es el gran misterio de todos los tiempos, lo más importante que ha ocurrido desde que el mundo es mundo: la «Redención»… El «hombre» fue creado por Dios (sólo en segundo término la mujer, según la Biblia), pero ésta, la mujer, convenció al varón para que comieran juntos una fruta prohibida por Dios. Aquello fue la debacle del plan de Dios, que se vino abajo, se interrumpió, y hubo de ser sustituido por un nuevo plan, el plan de la Redención, para redimir al ser humano que está en «desgracia de Dios» desde la comisión de aquel «pecado original», debido a la infinita ofensa que dicho «pecado» le infligió a Dios.

 Ese nuevo plan, de Redención, exigió la «venida de Dios al mundo», mediante su encarnación en Jesús, para así «asumir nuestra representación jurídica ante Dios y pagar» por nosotros a Dios una reparación adecuada por semejante ofensa infinita. Y es por eso por lo que Jesús sufrió indecibles tormentos en su Pasión y Muerte, para «reparar» aquella ofensa y redimir así a la Humanidad, y consiguiéndole el perdón de Dios y rescatándola del poder del demonio bajo el que permanecía cautiva.

 Ésta es la interpretación, la teología sobre la que se construyen y giran la mayor parte de las interpretaciones en curso durante la semana santa. Y éste es el ambiente ante el que muchos creyentes de hoy se sienten mal, muy mal. Sienten que se asfixian. Se ven trasladados a un mundo, que nada tiene que ver ni con el mundo real de cada día, ni con el de la ciencia, el de la información, o el del sentido más profundo de su vida. Por este malestar, otros muchos cristianos no sólo se han marchado de la semana santa tradicional, sino que se han alejado de la Iglesia.

 ¿Hay otra forma de entender la Semana Santa, que no nos obligue a transitar por el mundo manido de esa teología en la que tantos ya no creemos?

 ¿«No creemos», hemos dicho? Ante todo hay que decir -para alivio de muchos- que efectivamente, se puede no creer en tal teología. No se trata de ningún «dogma de fe» (aunque lo fuera, tampoco ello la haría creíble). Se trata de una genial construcción interpretativa del misterio de Cristo, debida a la intuición medieval de san Anselmo de Canterbury, que desde su visión del derecho romano, construyó, «imaginó» una forma de explicarse a sí mismo el sentido de la muerte de Jesús. Estaba condicionado por muchas creencias propias de la Edad Media, e hizo lo que pudo, y lo hizo admirablemente: elaboró una fantástica interpretación que cautivó las mentes de sus coetáneos tanto, que perduró hasta el siglo XX. Habría que felicitar a san Anselmo, sin duda.

 El Concilio Vaticano II es el primer momento eclesial que supone un cierto abandono de la hipótesis de la Redención, o una interpretación de la significación de Jesús más allá de la Redención. Por supuesto que en los documentos conciliares aparece la materialidad del concepto, numerosas veces incluso, pero la estructura del pensamiento y de la espiritualidad conciliar van mucho más allá. El significado de Jesús para la Iglesia posconciliar -no digamos para la Iglesia con espiritualidad de la liberación- deja de pasar por la redención, por el pecado original, por los terribles sufrimientos expiatorios de Jesús y por la genial «sustitución penal satisfactoria» ideada por Anselmo de Canterbury… Desaparecen estas referencias, y cuando sorpresivamente se oyen, suenan extrañas, incomprensibles, o incluso suscitan rechazo. Es el caso de la película de Mel Gibson, que fue rechazada por tantos espectadores creyentes, no por otra cosa que por la imagen del «Dios cruel y vengador» que daba por supuesta, imagen que, evidentemente, hoy no sólo ya no es creíble, sino que invita vehementemente al rechazo.

 ¿Cómo celebrar la semana santa cuando se es un cristiano que ya no comulga con esas creencias? Uno se siente profundamente cristiano, admirador de Jesús, discípulo suyo, seguidor de su Causa, luchador por su misma Utopía… pero se siente mal en ese otro ambiente asfixiante de las representaciones de la pasión al nuevo y viejo estilo de Mel Gibson, de los viacrucis, los pasos de las procesiones de semana santa, las meditaciones las siete palabras, las horas santas que retoman repetitivamente las mismas categorías teológicas del san Anselmo del siglo XI… estando como estamos en el siglo XXI…

 Bajo la semana santa que oficialmente se celebra, no dejan de estar, allá, lejos, bien adentro de sus raíces ancestrales, las fiestas que los indígenas originarios ya hacían sus celebraciones sobre la base cierta del equinoccio astronómico. Se trata de una fiesta que ha evolucionado muy diferentemente en cada cultura, y muy creativamente al ser heredada de un pueblo a otro, y al contagiarse de una religión a otra. Una fiesta que fue heredada y recreada también por los israelitas nómadas como fiesta del cordero pascual, y después transformada por los israelitas sedentarios como fiesta de los panes ácimos, en recuerdo y como reactualización de la Pascua, piedra angular de la identidad israelita… Fiesta que los cristianos luego cristianizaron como la fiesta de la Resurrección de Cristo, y que sólo más tarde, con el devenir de los siglos, en la oscura Edad Media, quedó opacada bajo la interpretación jurídica de la redención…

 ¿Por qué quedarse, pues, prendidos de una interpretación medieval, cautivos de una teología y una interpretación que no es nuestra, que ya no nos dice nada, y que podríamos abandonar porque ya cumplió su papel? ¿Por qué no sentirse parte de esta procesión tan humana y tan festiva de interpretaciones y hermenéuticas, de mitos y «grandes relatos» incesantemente renovados y recreados, y aportar nosotros también a esta trabajada historia nuestra propia parte, lo que nos corresponde hoy, con creatividad, responsabilidad y libertad? No podemos dejar de pensar que «Otra semana santa es posible»… ¡y urgente! Al menos, legítima también.

 No vamos a desarrollar aquí nosotros una nueva interpretación de estas fiestas. Bástenos ahora cumplir una pretensión doble: aliviar a los que se sentían culpables por desear que «otra semana santa fuera posible», por una parte, y, por otra, de invitar a todos a la creatividad, libre, consciente, responsable y gozosa. No en todas partes o en cualquier contexto será posible, pero sí lo será en muchas comunidades concretas. Si no lo es en la mía, podría serlo en alguna otra comunidad más libre y creativa que tal vez no esté muy lejos de la mía… ¿por qué no preguntar, por qué no buscarla?

+++

Aunque los señalaremos concretamente en los próximos días, recordamos que los temas de la Pasión de Jesús están recogidos ampliamente en la serie «Un tal Jesús», principalmente en los episodios 106 a 126. Los audios y los guiones de estos episodios pueden recogerse libremente de http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/ Por su carácter dramatizado, y por la mentalidad crítica con la que ya pudo ser escrita hace treinta años, la serie «Un tal Jesús» presenta, de un modo muy pedagógico, la visión de la vida de Jesús desde la perspectiva de la teología de la liberación. Leer más…

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2.4.23 Domingo de Pasión. ¿Por qué subió a Jerusalén? ¿Cómo podemos subir hoy con él?

Domingo, 2 de abril de 2023
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domingo-de-ramosDel blog de Xabier Pikaza.

Empieza la “semana santa” (3-9 abril) y para algunos el comienzo es un folklore, con borriquilla y palmas recorriendo la ciudad semi-desierta, llena de curiosos y turistas, con algunos devotos.

Éste es momento bueno para preguntarse ¿Por qué subió Jesús a Jerusalén? Por varias razones que quiero presentar y discutir con los dos mejores especialistas sobre el tema (A. Schweitzer y J. P. Meier). Entre ellas destaca a mi juicio la “pasión”, no la de aquellos que quieren torturarle y matarle, sino la de Jesús que quiere proclamar e iniciar en (=desde) Jerusalén, de un modo “apasionado”, el nuevo reino de libertad y plenitud de amor (justicia) entre los hombres.

No es un folklore de palmas y borriquillas. Nos va en ello la vida

Es momento de que nosotros (los cristianos) presentemos ya la alternativa apasionada, emocionada, de la libertad y comunión de amor entre los hombres. Es tiempo de ponerse en marcha hacia la nueva ciudad/humanidad (Jerusalén), que es el mundo entero. Es necesario que despierte y camine ya la iglesia.

La postal que sigue (y seguirá mañana) no es quizá fácil de leer. Es algo técnica. En ella discuto con los dos historiadores  más importantes del último siglo (A. Schweitzer y J. P. Meier). 

Quien tenga interés por el tema de fondo puede seguir leyendo. Para una lectura más devocional de la entrada de Jesús en Jerusalén, tal como la describe este domingo la liturgia de la misa (Mt 26), el lector interesado puede acudir a mis comentarios de los evangelios de Marcos y Mateo. Aquí presento una visión especializada de los motivos que Jesús tuvo para subir a Jerusalén.

 Muchos afirmaban que había compartido la esperanza apocalíptica de Juan Bautista, aguardando el juicio de Dios y la creación de un orden cósmico distinto: Este mundo cesará y vendrá uno nuevo, donde los justos vivirán como ángeles del Altísimo (cf. Dan 7). Interpretando el mesianismo de David, en la línea de Daniel y Henoc, apoyándose en Mc 12, 35-37 y Rom 1, 3-4, Schweitzer afirmaba que se tomó a sí mismo como hijo de David (mesías), y que Dios le destinaba para instaurar el Reino, mientras J. P. Meier matiza esas apreciaciones

A. Schweitzer (1875-1965): Dios necesita un sacrificio expiatorio.

Jesús tuvo la certeza de que se acercaba el fin de este mundo descubrió que debía actuar (anunciar y preparar) como Mesías la llegada del Hijo del Hombre, que bajaría del cielo y libraría a los oprimidos, en la misma Galilea, sin que él tuviera que subir a Jerusalén. Esta esperanza era normal, también otros profetas y pretendientes (cuya historia ha narrado F. Josefo) pensaban que Dios les enviaba para disponer o preparar el desenlace de la historia. Pero Jesús dio un paso más, pensando que él no era un simple Mesías (encargado de anunciar y preparar la llegada del Hijo del Hombre celeste), sino que Dios le haría Hijo del Hombre gloriosa, raptándole primero al cielo y mandándole después con gloria sobre el mundo.

– Primer fracaso. Pero Dios no le raptó de Galilea al cielo, sino que le mostró que debía actuar como hijo de hombre sufriente y despreciado sobre el mundo, y así empezó Jesús a comportarse. Sabía que estaba destinado para ser Hijo de Hombre, pero sólo él lo sabía… De esa forma tuvo que actuar de un modo escondido, hasta que Dios le hiciera Hijo de Hombre en la misma Galilea. Pero Dios no vino a su tiempo, ni él (Jesús) fue investido como Hijo de Hombre, de manera que tuvo que reajustar su proyecto.

Segundo fracaso. Conforme a una lógica normal, tras su primer fracaso, Jesús debería haber abandonado su proyecto; pero él insistió, pensando que, más que una predicación de palabra, Dios le exigía subir a Jerusalén y dar la vida como expiación y redención por los pecados del pueblo. Y así subió a Jerusalén , sin armas ni defensa propia, anunciando ante el templo la llegada del juicio de Dios, hasta que le mataron por ello, mientras él esperaba que muy pronto, tras haber muerto, Dios le haría vivir de nuevo, constituyéndole Hijo de hombre y enviándole con gloria para inaugurar su reino. Pero no resucitó, ni volvió, y sus discípulos le esperaron en vano, hasta hoy (año 2023), formando una iglesia distinta de la que Jesús había proclamado [1].

Jesús no volvió como A. Schweitzer quería (en la línea de Dan 7, 14, sino que vino de un modo radical, más hondo, como vengo diciendo en este libro. No volvió, porque estaba ya presente, por el testimonio de su vida y por su muerte. No tuvo que crear externa y prodigiosamente una iglesia, porque la iglesia estaba ya fundada, conforme a lo que he venido diciendo. Desde ese fondo quiero retomar el tema de la iglesia. Pero el tema se sigue discutiendo. Desde una perspectiva parecida a la de Schweitzer se ha podido decir que Jesús prometió una cosa, pero luego vino otra.

Así han interpretado el cristianismo algunos críticos (creyentes, agnósticos o ateos), conforme a un famoso dicho de A. Loisy: Jesús anunció el Reino de Dios (un Hijo de hombre glorioso), pero en su lugar vino la iglesia [2]. Pues bien, en contra de eso, quiero y debo declarar que la muerte de Jesús no desembocó en el surgimiento de una religión distinta y falsa, nacida de su fracaso y construida con elementos dispersos de Daniel y otros apocalípticos, sino que la iglesia del Reino había comenzado a existir en la vida de Jesús, y fue ratificada (se expandió) de un modo coherente tras su muerte, tal como seguiré indicando en este libro.

Dios no necesitaba sacrificios, ni Jesús quiso morir como oblación expiatoria para volverse Hijo de Hombre. Por eso, él no subió a Jerusalén para que llegara un reino de imposición, con el Hijo del Hombre y/o los Santos del Altísimo (Dan 7) o con resucitados astrales (Dan 12), sino para culminar y ratificar su camino de no violencia activa, de amor gratuito y reino. La muerte de Jesús (condenado por sacerdotes de templo y ejecutado por soldados imperiales) fue un elemento (acontecimiento) difícil de compaginar con algunas interpretaciones del Reino, defendidas incuso por sus discípulos, como acabo de indicar al referirme a Pedro.

Pero, como he mostrado, Jesús mismo había proclamado su disposición a dar la vida por el Reino y por eso subió a Jerusalén para inaugurar su proyecto de Reino de Dios. No murió por fracaso, sino por fidelidad a su mensaje de reino, no se entregó por expiación, para reparar los pecados de los hombres, sino por fidelidad a la llamada de Dios y a su amor por los hombres, como han sabido los primeros cristianos. Tras la muerte o, mejor dicho, por la muerte de Jesús no vino algo distinto y ajeno a su vida (la irrupción de los Santos del Altísimo, la resurrección astral de los muertos), sino que culminó y quedó confirmado su proyecto y camino, como presencia del Reino en forma de nueva humanidad, esto es, de Iglesia.

Jesús estaba convencido de que el Reino debía llegar desde Jerusalén, donde subió para proclamarlo, pero no en la línea de A. Schweitzer, cuya hipótesis resulta insostenible. Jesús confió en la acción de Dios y quiso instaurar su Reino, no para después, sino en su propio camino, primero en Galilea, después en (por) Jerusalén. Creyó que su vida y su muerte formaba parte de la llegada del reino de Dios, pero no que Dios fuera a raptarle (para hacerle Hijo del Hombre). En esa línea, él no puso una fecha para la llegada del Reino (Mt 10, 23, se sitúa en un contexto temporal y eclesial distinto). No subió a Jerusalén por haber fracasado, pero claro que su ascenso está relacionado con su misión anterior en Galilea [3].

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