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24.3.24. Ungido por una mujer. Pregón de Semana Santa

Domingo, 24 de marzo de 2024

IMG_3735Del blog de Xabier Pikaza:

Este domingo proclama la Iglesia la Pasión del Señor según el evangelio de Marcos (Mc 14-15), que comienza por la unción de Betania (M 14,3-8). Es el primero y, en algún sentido, el más importante de los textos de la Semana Santa.

Que cada uno lea por sí mismo el evangelio. Yo lo comento aquí, desde la perspectiva de esta mujer de la unción y de las mujeres de la semana Santa. Buen día, buena semana a todos.

PRINCIPIO, UNAS MUJERES

Ellas permanecieron al lado de Jesús cuando los demás se fueron y así forman el lazo de unión entre Galilea y Jerusalén, entre el mensaje y camino de sanación y acogida de Jesús, de perdón y comunión, y su presencia/ esperanza de reino. Fracasó el “programa” de los Doce, su visión del Reino, y con ellos pudo fracasar el mismo programa de Jesús, pues no podemos suponer que él confiara en que su proyecto de Reino lo retomaran y llevaran adelante unas mujeres [1].

Ante la Cruz (Mc 15, 40-41): «Había unas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena y María, la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé. Las cuales le habían seguido cuando estaba en Galilea y le habían servido, con otras muchas, que habían subido también con él a Jerusalén». Estas son las verdaderas discípulas/amigas de Jesús, las que van a servir como enlace entre su vida y el surgimiento de la iglesia pascual. El evangelio de Juan introduce el mismo dato tradicional: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María esposa de Cleofás y María Magdalena” (Jn 19, 25).

– En el entierro (Mc 15, 47). «Y María Magdalena y María la de José miraban dónde le enterraban». Parece claro que ni familiares ni discípulos varones (los Doce) pudieron enterrar a Jesús. No recibieron su cadáver, no pudieron realizar los ritos de despedida ni esperanza de resurrección (o de acogida en manos de Dios). Parece claro que a Jesús le enterraron por orden y bajo dirección del Sanedrín judío), según ley (para que cadáver colgado de un madero no contaminara la tierra en tiempo de pascua: Jn 19, 31): Según Marcos, el entierro lo dirige un hombre rico, José de Arimatea. Pero las que de verdad conservan el testimonio de la sepultura y lo han transmitido a la iglesia son estas mujeres, y entre ellas

Ante la tumba vacía, mensaje pascual (Mc 16, 1-8):Fueron muy de mañana María Magdalena, y María la de Santiago y Salomé… (16, 1). Ellas compraron los perfumes y fueron para ungir a Jesús, descubriendo la tumba estaba abierta y vacía y recibiendo el mensaje del joven de pascua: Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo habían colocado. Pero id, decir a sus discípulos y a Pedro que él os precede a Galilea, que allí le veréis, como os dijo (16, 6-7).

FINAL  DESDE UNA TUMBA, MENSAJE DE MUJERES (M 16, 1-8)

Las cosas se pueden contar de varias formas, y así las contaron Pablo (1 Cor 15, 3-8), el Evangelio apócrifo de Pedro y Mt 28, 1-4. Pero la fuente principal de nuestra visión de Pascua es Mc 18, 1-8  que vincula elementos de historia  “historia de pascual” y de comienzo de iglesia.

Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé compraron aromas para ungirle. Muy de mañana, el primer día de la semana, fueron al sepulcro, cuando salía el sol y se decían una a otra: ¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron que la piedra había sido movida, aunque era muy grande. Y cuando entraron al sepulcro vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido con una túnica y se asustaron. Pero él les dijo: No temáis. Buscáis a Jesús nazareno, el crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. Mirad el lugar donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que os precede a Galilea. Allí le veréis, como él os dijo. Ellas salieron y huyeron del sepulcro, porque estaban aterrorizadas y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, tenían miedo (Mc 16, 1-8).

 Las mujeres buscaban su cuerpo, pero, en lugar del cadáver, vieron un vacío y un ángel/palabra que decía: «no está aquí». La palabra del ángel de pascua (id a Galilea… allí le veréis, auton opsesthe, como os dijo, Mc 16, 7) abre desde las mujeres (para todos los amigos de Jesús) el horizonte del Reino, un camino de fe y compromiso.

Las mujeres querían ungir el cadáver de Jesús, para sellar su vida en una sepultura: pero descubrieron que su tumba estaba abierta y escucharon la palabra del ángel diciendo que había resucitado. Vieron que Jesús no estaba en la tumba y pudieron pensar que resucitaría con todos los muertos, al fin de los tiempos.

También pudieron pensar que había resucitado de manera fantasmal, como se dice que resucitaron algunos de los que aguardaban en las tumbas vecinas de Jerusalén, en el valle de Josafat (cf. Mt 27, 52-53). Pero en contra de eso, el ángel de Marcos afirma Jesús nazareno ha resucitado y que Pedro y sus discípulos debían volver a Galilea para encontrarle y retomar su camino, pues la tumba de Jerusalén estaba vacía.

 Este pasaje nos sitúa un cambio radical en la visión de la historia, un cambio que ha empezado a producirse en este mismo mundo una vez y para siempre, algo que las mujeres han descubierto con un tipo de intuición más honda, una experiencia que cambia la historia humana. Ésta es la mutación de Jesús, su tumba abierta, una mutación externamente pequeña (nadie la advierte, sólo ellas), pero que se agranda y extiende hasta llenar toda la tierra, como la pequeña piedra de Daniel, que baja del Monte de Dios y destruye la idolatría de este mundo viejo (cf. Dan 2, 34; 7, 24).

Así ha cambiado la forma de entender a Jesús y su mensaje, aunque el texto sigue diciendo que ellas, las mujeres, no fueron a Galilea, de manera que todavía no se ha cumplido la experiencia plena de pascua, sino que está para cumplirse cuando ellas, con Pedro y los discípulos vuelvan a Galilea. Ese símbolo de la tumba vacía, entendida como ausencia de Jesús y como hueco donde se visibiliza su nuevo mandato (id a Galilea para verle), muestra en germen todo el cristianismo. A partir de aquí, los amigos de Jesús (apoyados en el testimonio de estas mujeres) podrán proclamar el misterio de, Jesús, como centro de la nueva vida de sus seguidores.

Sólo unas mujeres han podido iniciar esta mutación. Ellas habían acompañado a Jesús como amigo durante el tiempo de la vida y no le «traicionaron» nunca, sino que estuvieron ante su cruz y quisieron despedirle desde el otro lado de su muerte (llorar por él, guardando su luto), descubriendo que él estaba vivo. De esa forma, Magdalena y las otras amigas supieron que Jesús estaba vivo, es decir, resucitado, en ellas y con ellas, ofreciéndoles su amor y confiándoles la tarea de continuar su movimiento.

 MENSAJE CENTRAL, UNCIÓN DE JESÚS. EN MEMORIA DE ELLA (MC 14, 3-9).

El texto nos sitúa en un contexto de comida funeraria, en el entorno de Jerusalén, donde los amigos de Jesús se reúnen tras su muerte, como sabemos por otras fuentes (cf. Mc 16, 14, final canónico), Hch 1, 4, Lc 24 y Jn 21. La escena sucede en Betania, lugar donde Jn 11 Juan ha situado la resurrección de Lázaro, signo y expresión de la de Cristo. Pues bien, en nuestro caso, los (algunos) discípulos se han reunido en ese entorno de muerte, en casa de Simón leproso, para recordar a Jesús crucificado y despedirle ritualmente, en un simposio funerario.

Precisamente allí donde se esperaban palabras de luto y memorias de muerte (historias y llantos de exequias), emerge una mujer y realiza un gesto de profundo simbolismo, con perfume, para mostrar que el muerto (Jesús) vive, de forma que ellos deben transformar el llano de muerte en perfume y palabra de resurrección.

Y estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado [a la mesa], vino una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume de nardo auténtico, muy caro. Rompió el frasco y se lo derramó sobre su cabeza. Algunos estaban indignados y comentaban entre sí. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho conmigo una obra buena. A los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis, pero a mí no siempre me tendréis. Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. En verdad os digo: en cualquier lugar donde se anuncie el evangelio en todo el cosmos se dirá también lo que ha hecho esta mujer, para memoria de ella (Mc 14, 3-9).

             Siguiendo una costumbre inmemorial, familiares y amigos del difunto se reúnen para honrarle, mientras comen y recuerdan (repiten) sus historias, vinculando la afirmación de vida de aquellos que quedan (que comen para vivir) y la narración de la historia del muerto, para que descanse en paz permanezca entre ellos en forma de memoria buena. Precisamente aquí se expresa según Mc 14, 3-9 la primera y más honda experiencia de pascua, como irrupción de vida .

La despedida de Jesús se realiza en casa de Simón Leproso, un hombre que no pertenece a la sociedad “limpia” de aquellos que han matado a Jesús). El texto parece situarnos así ante el recuerdo de una fraternidad oculta (como soterrada), que no está presidida por familiares (quienes, lógicamente, deberían ofrecer el banquete por el muerto) ni por discípulos oficiales (que deberían ser promotores de una banquete de recuerdo de Jesús), sino por un leproso y una mujer innominada que confiesan el sentido de la muerte y vida de Jesús.

Aquellos que quisieron honrar a Jesús como muerto amado, recordado, no fueron en principio sus familiares y discípulos oficiales, sino esta mujer y el leproso de Betania, en cuya casa se celebra el banquete. Este dato sorprendente cuada bien dentro de la lógica del evangelio, con un leproso impuro, uno de aquellos a quienes Jesús había curado (cf. Mc 1, 40-45), y una mujer que confiesa su amor por Jesús perfume. Las autoridades (que guardan la limpieza oficial del pueblo han condenado matado a Jesús como impuro. Pero este leproso le recuerda ofreciendo en su honor (por su memoria) una comida.

Una mujer confiesa que está vivo. No se dice quién es, de dónde viene, sino, simplemente, que es mujer y que proclama con un gesto de profundo simbolismo el sentido de Jesús, a quien evoca como presencia de vida en la muerte, perfume que se expande desde el frasco roto, no para acompañar en su travesía de silencio al muerto, sino para anunciar que está vivo, como indica en otro contexto Pablo (cf. 2 Cor 2, 14-16).Normalmente, en una situación como ésa, los hombres cuentan y cantan la historia del muerto, en un tipo de celebración que transforma la ausencia en presencia de vida, en un contexto de comunión alimenticia). Pues bien, esta mujer no cuenta nada (no dice palabra, pero trae un perfume valioso de sepultura y lo derrama ante todos, ungiendo simbólicamente a Jesús como presencia de vida.

En la comida habitual de adiós por un difunto, se recordaba y exaltaba su memoria, para que descansara (durmiera) en paz, como antepasado venerable, para que el dolor de muerte por su fallecimiento se volviera presencia pacificadora de esperanza. Esta mujer no es una plañidera, ni se suma a la lista de aquellos que cuentan con nuevas palabras la historia del muerto y que lloran para despedirle, sino que realiza un gesto provocador que transforma el dolor por los muertos en esperanza de resurrección, derramando sobre la cabeza (simbólica) de Jesús el perfume caro, rompiendo el frasco (como el cuerpo de Jesús, roto por la muerte) para que la fragancia de su vida se extienda por toda la casa, venciendo.

Algunos presentes murmuran. Marcos parece identificarles con los Doce, que condenan a la mujer y de esa forma, implícitamente, rechazan el mensaje de muerte de Jesús que ella proclama, pues sólo piensan en dinero. Ellos también cultivan la memoria de Jesús, pero en realidad lo hacen para rechazar su novedad y negar su sentido (negando su mensaje). El texto nos sitúa, por lo tanto, ante la primera disputa pascual, ante dos formas de entender la misión y muerte de Jesús, distinguiendo a las mujeres del sepulcro vacío/roto que exhala su perfume y a los hombres que solo piensan en dinero.

Es muy probable que la escena recoja un recuerdo de las primeras reuniones funerarias entre conocidos y seguidores de Jesús, en los días que siguieron a su muerte. La casa de Simón Leproso parece un signo del sepulcro donde habían querido ir las mujeres para ungir a Jesús, sin encontrar su cuerpo (Mc 16, 1-8). Pues bien, esta mujer avanza en esa línea, mostrando que Jesús no es cadáver para ser embalsamado, sino perfume para extenderse a todo el mundo. Nos hallamos, según eso, ante una «liturgia del perfume de Jesús» (como la del lavatorio de pies: relacionar Jn 13, 5-14 con Jn 12, 3), propia de algunas comunidades pascuales de Jerusalén (o Galilea), para interpretar y celebrar su muerte, invirtiendo el uso del perfume que no sirve ya para ungir a un muerto, sino para expandir el aroma de la vida del resucitado. Entendido así, este pasaje nos sitúa ante las primeras manifestaciones pascuales, en las que se expresa y expande la nueva lógica eclesial del Reino, en contra de aquellos que seguían pensando en claves monetarias.

Respuesta del Jesús y nacimiento de la iglesia. Las palabras finales de Jesús forman parte de la liturgia pascual, es decir, de la representación funeraria convertida en mensaje de resurrección y deben haber sido proclamadas por algún miembro del grupo, que defiende a la mujer, hablando en nombre de Jesús (como el ángel de la tumba, en Mc 16, 6-7): «Ha hecho conmigo una obra buena, anticipándose a ungir mi cuerpo para la sepultura», es decir, para la muerte y el anuncio de la palabra (Mc 14, 6). Lo que esta mujer ha realizado pertenece, según eso, a la pascua mesiánica. Ella ha mostrado que la iglesia no es lugar para embalsamar y conservar a Jesús como cadáver santo, sino para expandir su perfume como aroma de vida, presencia de reino.

            Esta mujer ha recreado el sentido de Jesús, interpretando su muerte como regalo de vida, perfume de resurrección que se expande y llena la casa (cf. Jn 12, 3). Parece que aquellos que la critican siguen pensando que la muerte de Jesús ha sido un fracaso. Por el contrario, esta mujer ha descubierto y ha mostrado con su perfume el sentido de esa muerte, diciendo que ella expresa la victoria de Dios, como evangelio abierto a todo el mundo. Este relato nos sitúa en la raíz de la resurrección donde vino a expresarse y de la que vino a expandirse el mensaje de la resurrección, situándonos ya en el comienzo de la misión cristiana:

  •    En verdad os digo: Dondequiera se proclame el evangelio, en todo el cosmos,
  •      se dirá también lo que ha hecho esta mujer para memoria de ella (Mc 14, 9).

El recuerdo de la acción de esta mujer nos sitúa en principio de la pascua, esto es, de la Iglesia, que sin ella (sin su interpretación pascual) no habría existido. Ella es la amiga verdadera de Jesús (sea históricamente Magdalena, sea otra); sin ella y sin otras como ella (las de la cruz, la sepultura y la tumba vacía: Mc 15, 40-41.47; 16, 1-8) no habría existido iglesia y discípulos varones habrían terminado convirtiendo el recuerdo de Jesús (y su misma muerte) en un asunto monetario. En esa línea, tal como aparece en el texto actual de Marcos, esta escena nos sitúa el tiempo del evangelista (hacia el 70 d.C.), cuando se puede hablar ya «el evangelio» (to euangelion), buena nueva de Iglesia, dirigida a todo el kosmos, por encima de las limitaciones de Israel.

            Esta mujer ha sido la primera hermeneuta de Cristo, iniciadora de un evangelio que se extiende como perfume de salvación al mundo entero. El recuerdo de ella no es un recuerdo de mujer aislada, sino memoria de lo que han proclamado las mujeres de la tumba y de la resurrección de Jesús, cuya memoria forma parte del evangelio. Sin lo que ha hecho ella, sin lo que han hecho estas mujeres, no habría existido iglesia, no se hubiera recordado el mensaje, memoria y presencia pascual de Jesús en todo el mundo.

            En un plano, Jesús habla de lo que ha hecho una mujer concreta (autê), pero en otro él se está refiriendo a lo que han hecho las diversas mujeres de pascua (las de Mc 15, 40.47; 16, 1-8). Ellas han celebrado la vida y resurrección de Jesús (el sentido de su muerte), transformando el banquete funerario en signo de resurrección (eucaristía). Dentro del evangelio, ella es la primera que ha expresado el valor salvador de la muerte de Jesús, la iniciadora de la Iglesia.

            En ese sentido, este pasaje nos sitúa ante un hecho profundamente histórico, que marca el comienzo del evangelio que es memoria salvadora de la muerte de Jesús. La iglesia empieza, según eso, con la «unción mesiánica» de esta mujer, pues sin el recuerdo de su acción no hay evangelio, porque ella ha descubierto y celebrado la muerte de Jesús como fuente de vida (resurrección) para aquellos que le acogen y se dejan transformar por su fragancia, en un camino abierto al mundo entero. Por eso, aquellos que la critican no creen en Jesús, ni pueden extender su buena nueva como Iglesia .

MAGDALENA, APÓSTOL DE LOS APÓSTOLES.

Los sinópticos la presentan como primera de las discípulas/amigas que habían seguido y servido a Jesús en Galilea, llegando con él hasta Jerusalén, donde permanecieron a su lado hasta su entierro, a diferencia de los discípulos varones que le abandonaron (cf. Mc 15, 50-51;Mt 27, 56-61; 28, 1). Ella aparece también ante el sepulcro vacío y debe trasmitir el anuncio de pascua a Pedro y a los discípulos (Mc 15, 47; 16, 1). En esa línea avanza el final canónico de Marcos que dice expresamente que Jesús resucitado se le apareció primero a ella (Mc 16, 9), en contra de Pablo que dice que se apareció primero a Pedro: 1 Cor 15, 5). Ella es según es la primera portadora del mensaje cristiano y resulta lógico que muchos la hayan identificado simbólicamente con la mujer de la unción.

El evangelio de Juan ha mantenido la tradición de Magdalena ante la tumba vacía(Jn 20, 1), pero después ha desarrollado de otra forma su experiencia pascual, presentándola como primer testigo de la resurrección, en un trasfondo de creación (paraíso original de amor).Ella ha estado ante la cruz de Jesús, aunque su papel parece eclipsado por la madre y el Discípulo amado (Jn 19, 25-27). Después no la vemos como testigo de la sepultura (Jn 19, 38-4), pero Juan añade que fue al sepulcro el domingo de pascua (sin perfumes para ungir a Jesús, en contra de Mc 16, 1), pues Jn 19, 38-42 afirma que el cadáver de Jesús ha sido muy bien ungido antes de su sepultura.

Parece que Magdalena no sabe dónde han enterrado a Jesús, aunque viene por dos a visitar su tumba. Primero sola, sin necesidad de compañeras. como representante de todos los amigos de Jesús, y cuando descubre advierte que el sepulcro está vacío (Jn 20, 1) viene a contárselo a Pedro y al discípulo amado, líderes de la incipiente iglesia, volviendo con ellos verlo. Pero cuando ellos miran y marchan, Magdalena permanece en el huerto del sepulcro, con la intención de recoger el cadáver y llevárselo con ella. Pero Jesús se le muestra vivo y le llama por su nombre:

Entonces ella, volviéndose, le dijo en hebreo “rabbouni”, que significa “Maestro”. Jesús le dijo: “No me toques más. Todavía no he subido al Padre… Vete a donde mis hermanos y diles: subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”. Vino María Magdalena y anunció a los discípulos: he visto al Señor y me ha dicho estas cosas (Jn 20, 16-18).

En su forma actual, este relato responde a la teología de Juan evangelista. Pero transmite un elemento clave del principio del cristianismo: la experiencia pascual (es decir, el origen de la Iglesia) ha de entenderse como experiencia y encuentro de amor, que María debe transmitir al resto de los discípulos (amigos de Jesús), diciéndoles que Jesús ha subido al Padre (donde han de encontrarle), sin ir a Galilea (como afirmaba Mc 16, 7-8). En un primer momento, ella había ido al sepulcro para ungir a un cadáver, como han hecho a lo largo de siglos millones de mujeres (y hombres) que aman. Pero su búsqueda de «cuerpo/cadáver» se transforma en encuentro con aquel que vive, el amigo Jesús que le acoge (se deja tocar) para encargarle su tarea: ¡vete a mis hermanos… y diles! La buscadora de un muerto se convierte en compañera y animadora de vivos, en fundadora de Iglesia .

MUERTE DE JESÚS, RESURRECCIÓN (MUTACIÒN) CRISTIANA

                Jesús no murió de un modo natural, por su condición humana, sino de un modo criminal (por nuestros pecados) porque le mataron aquellos que tuvieron miedo de su “mutación”, esto es, de su “exceso” de vida y, más en concreto, de su forma de entender y proclamar (anunciar e iniciar) su nueva humanidad (reino). Por vivir como vivió y proponer lo que propuso le condenaron, y por fidelidad a su mensaje él “se dejó” crucificar, sin enfrentarse de un modo militar con sus adversarios, sin escaparse o renunciar a su proyecto.

Fue ajusticiado porque proclamaba e iniciaba el Reino, es decir, la presencia Dios que es vida y comunión de los hombres, en amor, no imposición, pues, conforme a su mensaje, Dios se identificaba en el fondo con su Reino, es decir, con el don de la vida que se regala y comparte con los pobres, resucitando así, de esa manera.

Resucitó en el Reino, es decir, como Reino, de tal forma que su pascua es la experiencia radical del valor y pervivencia de su vida, la confirmación de aquello que él había preparado y deseado. Lo que él anunció y dispuso vino a cumplirse así, de un modo que parecía distinto a lo esperado, pero que internamente era aquello que él había sembrado con su vida.

             Su maestro, Juan Bautista, anunciaba y preparaba lo evidente: El cumplimiento de la justicia de Dios. Jesús, en cambio, proclamó y comenzó a realizar lo no evidente, desde un Dios que supera el círculo de acción y reacción, de deseo y contra‒deseo que domina a los hombres. Juan era profeta de Juicio y por miedo a su juicio le mataron, dejando así pendiente el tema radical de su mensaje. Jesús en cambio era mensajero de Vida y promotor de una mutación que trasciende la muerte (ratificándose a través de la muerte, entendida como don), en contra del orden de los sacerdotes y la espada del César que matan/sacrifican para seguir reinando. Precisamente, al dar su vida a los pobres‒enfermos, muriendo por ello, Jesús se sitúa en un plano más alto de vida, y de esa forma, en ella, en esa nueva vida resucita como presencia plena de Dios entre los hombres.

Resurrección en la historia.En esa línea, los amigos de Jesús descubrieron que la vida de Jesús y su anuncio de Reino habían sido una resurrección anticipada. Por eso, al “verle vivo” tras la muerte (cf. 1 Cor 15, 3‒11, cap. 17), algunos de ellos, a partir de las mujeres, no se limitaron a esperar el cumplimiento futuro de su mensaje en Jerusalén, conforme a un mesianismo nacional, sino que empezaron a crear una iglesia o comunidad universal de resucitados, cuyo sentido más hondo ha sido formulado por la palabra de Jesús a Marta:

  •  Yo soy la resurrección y la vida, quien crea en mi vivirá, aunque muera,
  • y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre (Jn 11, 26‒27).

            La formulación concreta de ese texto proviene de un tiempo posterior (quizá del mismo Juan evangelista, en torno al 90/100 d.C.), pero la experiencia de fondo refleja el principio y sentido de la mutación original de los cristianos, que no esperan la resurrección del último día, como Abraham (Rom 4,17), sino que bendicen desde ahora al Dios que ha resucitado a Jesús (Rom 4, 24) y lo ha hecho en la vida de los creyentes, que son ya, con Jesús, en este mundo, unos resucitados.

– La primeramutaciónse dio cuando el proceso biológico, propio del despliegue de la vida, se abrió por dentro a fin de que surgieran seres conscientes de sí mismos, capaces de escuchar, responder y dialogar, acogiendo y dando vida. Los códigos genéticos siguieron actuando, con su pequeño campo de variantes, pero el genoma humano empezó a evolucionar en forma de entendimiento Triunfó el sapiens-sapiens que somos: un animal abierto al pensamiento, enfermizo y genial, con riesgo de cerrarse y morir por el triunfo de su mismo poder violento. De aquella ruptura y nacimiento a la Palabra provenimos, en ella nos mantenemos, como habitantes de dos mundos: somos cuerpo-genoma y persona-libertad, biología y palabra, un haz de deseos violentos y una palabra abierta a la comunicación universal y a la vida compartida. De aquella ruptura provienen las sociedades que ahora (2023) están en crisis, de manera que corremos el riesgo de morir (matarnos), a no ser que “resucitamos” de un modo distinto, a la palabra en gratuidad,

– La segunda mutación  supera, ese proceso de muerte y nos conduce del plano biológico‒legal en que malvivimos muriendo (bajo dominio de Mammón) a un nivel más alto de comunicación y libertad (en la línea del nacimiento y pascua de Jesús, Hijo de Dios), a través de la palabra recibida, compartida, regalada . En esa línea, los cristianos afirman que esta mutación ha comenzado a realizarse en la Pascua de Jesús, actualizada en el bautismo, que ratifica a los hombres como hijos de Dios, presencia suya, portadores de su Gracia, capaces de poner los poderes y medios del sistema al servicio del amor personal, es decir, de la comunicación en gratuidad, como resucitados por encima de la muerte.

 La mutación mesiánica (eclesial) de Jesús ha tenido y podrá seguir teniendo momentos traumáticos, como los tuvo la primera, pero los cristianos saben y confiesan que ella es definitiva y que triunfará de la muerte. Ciertamente, podemos y debemos preparar la mutación eclesial, insistiendo en su novedad, pero no planificarla técnicamente, pues ella sólo puede avanzar (expresarse, revelarse) por caminos de libertad gratuita, por obra el Espíritu Santo, en este mismo mundo. Sin duda, esta segunda humanización, centrada en el «gen mesiánico/divino» (Cristo), corre el riesgo de quedar aplastada por la opresión de un sistema de violencia económica, social y personal. Pero estamos convencidos de que ella avanzará y será más creadora que la anterior, bajo el impulso de unos hombres y mujeres que se descubren hijos de Dios, portadores de su vida, en Cristo, impulsados por su resurrección.

La primera humanización se dio como paso del nivel de la pura biología inconsciente a la conciencia y pensamiento y de ella emergió lo que hemos sido y todavía somos. La segunda, que se apoya en la primera, pero la desborda, llevándonos desde el nivel del pensamiento racional y del sistema económico‒social de violencia/talión en que vivimos al don de la Palabra gratuita de vida que se ofrece y comparte. Sin duda, los poderes culturales que el hombre ha desarrollado en la humanización anterior (bajo poderes de violencia y dinero: Mammón) son importantes. Pero si avanzamos sólo en esa línea de dominio y esclavitud del sistema económico‒social, terminaremos matándonos todos.

Según eso, la resurrección no es algo del fin de los tiempos, cuando se ratifique la justicia escatológica (como pretendían muchos apocalípticos), sino que empieza en esta misma historia, en gesto de comunicación personal… en forma de iglesia. Desde ese fondo se ilumina un elemento clave del mensaje de Jesús, conforme al cual la ofrenda de la vida a los demás (morir por ellos) supone renacer en Dios, en un nivel más alto, para una forma de vida compartida, resucitando al mismo tiempo en los hombres por quienes y para quienes se ha vivido (cf. Mt 16, 25; Jn 12, 25).

 NOTAS

[1] He dicho lo esencial sobre ese tema en Salmos (VD, Estella 2023) y en comentarios a Mateo y Marcos

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