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Leyendo la narración de Emaús en la comunidad de Lucas.

Domingo, 26 de abril de 2020
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CLOFAS~1Cuando Cleofás terminó de narrar en la comunidad su encuentro con el Resucitado en el camino de Emaús, uno de los presentes dijo: “¡Dichosos vosotros, que comisteis y bebisteis con el Señor después de su Resurrección! No ha sido esa nuestra suerte,  sino que lo vamos conociendo de oídas y, aunque creemos en él, no es igual que haber visto su rostro y haber escuchado sus palabras…” Otros hermanos asintieron y todos nos quedamos en silencio.

Era inevitable que llegara aquél momento, y recordé palabras que decían proceder de Jesús en las que llamaba dichosos a los que creyeran en él a pesar de no haberle visto. Era una bienaventuranza difícil, como todas las suyas, que invitaba a los que no le conocimos personalmente a buscarle en el hoy de la comunidad, a contar cada día con su presencia y a seguir abiertos a su acción salvadora.

Me di cuenta de que estábamos en una situación grave y me decidí a preguntar:-“Dime, Andreas ¿de dónde venías antes de estar aquí esta noche?” -“Acabo de llegar de Magdala, adonde me enviasteis para conocer a unos galileos que quieren entrar en nuestro camino” -“¿Y tú, Ana?” -“Estuve llevando a Lidia, la viuda, la colecta que hicimos para ella y sus hijos”. Epafras, el presbítero, dijo: “Yo pasé la tarde releyendo en el Profeta Isaías el cuarto canto del Siervo para comentarlo el domingo en la fracción del Pan”.

Volví a tomar la palabra: “Os digo de verdad, hermanos, que cada uno de vosotros, ha tenido en el día de hoy un encuentro con el Señor Jesús: Estaba en esos galileos desconocidos a los que acogiste, Andreas. Estaba en las palabras de Isaías que tú leías, Epafras, y te hablaba en ellas. Y estaba en Lidia, la viuda con la que Ana y todos nosotros, compartimos los bienes.

Está aquí ahora, entre nosotros, que le recordamos al partir el Pan. ¿No veis que son las mismas formas de presencia que acabamos de escuchar a Cleofás? No, no fueron sus primeros discípulos más afortunados que nosotros porque él es el Viviente y se nos hace el encontradizo cada día lo mismo que a los de Emaús.

Han pasado muchos años pero aún recuerdo la alegría que vi en aquellos rostros y la luz que brilló en sus miradas: estaban experimentando, también ellos, el deslumbramiento de reconocer a Jesús y su corazón estaba en ascuas: el Espíritu les había desvelado el misterio del “hoy” y ahora tenían la convicción expectante de que en cada ser humano, en cada palabra de la Escritura en cada gesto de compartir fraterno, el Señor Resucitado, como a los de Emaús, les estaba saliendo al encuentro.

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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El camino que vence a la tristeza

Domingo, 26 de abril de 2020
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compasion-en-guerra-coreaDomingo III de Pascua

26 abril 2020

Lc 24, 15-35

Parece claro que esta catequesis de Lucas responde a la que era, probablemente, la mayor inquietud de aquellos primeros discípulos: ¿cómo entender que Dios hubiera permitido la muerte violenta de Jesús?; ¿no sería esa una señal de que se trataba de un falso profeta? Si realmente era el “Hijo de Dios”, ¿no habría venido Dios en su ayuda? “Nosotros esperábamos…”, confiesan desde su decepción. Pues bien, a esa frustración y a todos esos interrogantes, la catequesis responde: “era necesario”, ya estaba anunciado en las Escrituras.

         Es sabido que esta lectura sería “elaborada” por la teología posterior, dando lugar a interpretaciones absolutamente deformadas de la muerte de Jesús y del significado de la cruz. Hasta el punto de que cruz y muerte se entenderían como la condición necesaria para que Dios pudiese perdonar el pecado de los “primeros padres”, mostrando la imagen de un Dios ofendido y vengativo que habría exigido “reparar” en Jesús, a través del dolor, la “ofensa” o pecado de Adán y Eva.

        Desde nuestra perspectiva, podemos ver que se trataba sencillamente de una interpretación “intencionada” -en cierto modo, se se entiende bien, “inventada”-, a la que recurrió la primera comunidad para explicarse el “escándalo” de la cruz. Pero el texto no se detiene aquí, sino que parece invitar a los creyentes el camino para encontrarse con el Resucitado: acoger a los desconocidos.

          Y aquí entramos ya en un principio de sabiduría universal: la humanidad se salva de la decepción gracias al encuentro con los demás. Al compartir el camino y acoger a las personas, notamos que nuestro corazón empieza a “arder” y vuelve la alegría. Porque la alegría –como la felicidad– no tiene un sujeto individual; solo es posible en la experiencia de comunión, cuando es compartida.

¿Vivo la acogida y la comunión como gozo?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Solamente el que pronunció la primera palabra creadora, tiene la última palabra de vida

Domingo, 26 de abril de 2020
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JESÚS - ROSTRO 170 - PEREGRINOS DE EMAÚSDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. una hermosa página del evangelio.

         El relato de los dos discípulos de Emaús (Lc 24,13-35)constituye una de las páginas más hermosas de la Biblia y del Evangelio de San Lucas.

         Podemos sentirnos identificados con los dos de Emaús, al fin y al cabo somos también caminantes, discípulos, que nos vamos del grupo, a veces desesperanzados, muchas veces discutiendo, etc…

         Bueno será que cada uno volvamos al texto y lo leamos, lo meditemos desde nuestra vida, y más en estos momentos que nos tocan vivir.

Vayan algunas consideraciones que, tal vez, puedan ayudarnos.

  1. v 15: Jesús en persona se acercó, iba con ellos.

         Aquellos dos discípulos se marchaban de la comunidad, del grupo e iban discutiendo por el camino de todo lo acontecido…

         Jesús se acerca e iba con ellos dice el texto original.

En el camino de la vida, Cristo -Dios- va siempre con nosotros. Aunque nosotros no le veamos o no le reconozcamos, como los dos de Emaús, Dios está siempre con nosotros; sobre todo en las situaciones personales, sociales, de enfermedad (pandemia) que son fuente de gran cansera y desesperanza. El Señor nos acompaña. Dios nos acompaña siempre, sobre todo cuanto mayor es nuestro fracaso o la dificultad de la vida. No estamos solos, en la vida siempre nos acompaña y nos queda Dios.

  1. v 14: Iban hablando y discutiendo.

         Aunque desilusionados, no habían perdido la memoria de Jesús. Por eso caminaban recordando, evocando, discutiendo y haciéndose preguntas sobre Jesús: lo que le habían escuchado, lo que le habían visto hacer, cómo la gente le quería, la persecución que sufrió sobre todo por parte del poder de los religiosos: fariseos, sacerdotes, etc. Recordarían sobre todo el trágico final de Jesús.

         También nosotros podemos estar cansados y apesadumbrados por el momento que nos toca vivir. Por eso hablamos y discutimos del virus que ha truncado muchos proyectos, ilusiones, que nos hace dudar de si y cómo “saldremos de esta”. Pero quizás “no nos hacemos preguntas”, no surgen las grandes cuestiones de la vida. Nos preguntamos -como mucho- ¿quién tiene la culpa de esto? ¿Por qué no nos dejan salir de casa? ¿Por qué el gobierno, las ideologías, etc…?

         Pero “no está permitido” que surjan las preguntas más hondas del ser humano broten: el sentido de la vida, la muerte como problema humano y no como mera estadística, la bondad de Dios… Ni la ciencia, ni la política, ni la economía tienen respuesta a las grandes cuestiones de la vida; por eso, “mejor no tocarlas”.

         Los creyentes, al menos, no perdamos la memoria, el recuerdo de Jesús.

  1. v 21: Nosotros esperábamos.

Los dos de Emaús se marchan frustrados de todo lo que había ocurrido con Jesús. El fracaso más absoluto. Esperaban que Jesús hubiera liberado a Israel, quizás esperaban algún cargo en el Reino que Jesús iba a instaurar, per todo ha terminado en una decepción espantosa.

         ¡También nosotros esperábamos tantas cosas de la vida!

         Hemos podido trabajar, esforzarnos, hemos tenido proyectos, pero se nos han derrumbado tantas ilusiones y se nos ha venido todo abajo.

         La frustración es una situación muy humana.

Pero incluso en los desengaños, Cristo permanece, sigue caminando y alentando la palabra, el diálogo con los suyos.

         Cristo les fue explicando cordialmente la Escritura, la Palabra, lo que es la vida, lo que iba a acontecer, lo que nos va a suceder en la vida.

         Dos breves consideraciones

  1. Los políticos, sanitarios y colectivos que trabajan por erradicar la pandemia tienen una palabra que decir y tienen mucho mérito; es una palabra necesaria, pero la “última palabra” (“explicar las Escrituras de la vida”) la tiene el que pronunció la “primera palabra” creadora y creativa.

En el principio existía la Palabra (Jn 1,11). In principum erat Verbum. Y la “última palabra” no la podemos decir nosotros, sino solamente Dios. Las nuestras pueden ser palabras intermedias, necesarias pero penúltimas. Solo quien ha pronunciado  la primera palabra, puede decir la última. De otro modo hace unos días lo decía el científico Pedro Miguel Etxenike: No somos Homo Deus, hemos de seguir siendo homo sapiens. Nosotros tenemos “una palabra, pero no la “última Palabra”. Quiera Dios que al menos seamos y vivamos como homo sapiens.

  1. Sería de desear que los cristianos, la Iglesia dijera una palabra sensata, evangélica. Francisco ha tenido, tiene presente en sus homilías de Semana Santa y otros días y momentos ese grave problema.

         Pero gran parte de las diócesis y obispos, se están limitando a poner o quitar preceptos dominicales, procesiones, a decir si vale la misa o confesión por internet o tv, a cuándo celebrar las primeras comuniones o, incluso, los funerales, etc.

         ¿Y la esperanza? ¿Quién sino el cristianismo puede dar un paso más allá de la ciencia y con ello intuir esperanza en estos momentos?

El evangelio de Jesús es una humilde palabra de esperanza  a los anhelos de plenitud que anidan ya en nuestro presente. El evangelio de Jesús nos dice que todo lo que vivimos y padecemos tiene sentido y no está irremisiblemente condenando al olvido o es absurdo y no merece la pena.

  1. v 29: quédate con nosotros, que atardece.

Es una hermosa, una gran oración: vísperas de un acto de fe profundo y ardiente: quédate con nosotros. Quédate conmigo.

La vida tiene muchos atardeceres en los que no vemos la luz ni el camino, porque hemos quedado bloqueados por una mala situación personal moral, de salud, por una ruptura, por un mal momento de salud personal o colectiva, por una situación eclesiástica, diocesana que nos deja el corazón helado… No faltan atardeceres y “noches oscuras” del alma  y del cuerpo, incluida la noche final.

         En muchas situaciones nos hará bien esta nostalgia de que el Señor se quede con nosotros. Pueden fallar familiares, amigos, políticos, obispos, instituciones. Cristo permanece siempre con nosotros

         A veces la oración de nuestra alma dolida puede ser: quédate con nosotros, conmigo, Señor, que atardece.

  1. vv 32.35: ¿No ardía nuestro corazón? le reconocieron al partir el pan

         La fe y la confianza no son cuestiones racionales, al menos únicamente racionales. En la fe hay mucho de sentimiento y amor.

         Son las dimensiones no racionales de la fe.

         En la vida hay dimensiones que no son especialmente racionales, pero son valiosas: el afecto, la emoción estética, sentir misericordia, compartir la pena, la pertenencia a un pueblo-cultura, etc. son aspectos “no lógicos, matemáticos”, no racionales.[1]

         A los dos de Emaús les ardía el corazón.

Las ideas mueven el mundo, y es verdad, porque las ideas mueven el corazón. San Agustín decía que solamente se conoce lo que se ama.

         Jesús no fue un ideólogo, sino que se pasó la vida haciendo el bien: curando enfermos, sanando al que sufre…

         El cristianismo no es solamente cuestión de ideas super-precisas, la Iglesia no es una cuestión de ultraortodoxia, sino que ha de hacer arder el corazón. Probablemente los super-puritanos de la teología, de la liturgia, del clerygman, etc, lo son porque no les arde el corazón.

  1. v 35. le conocieron al partir el pan.

         El relato de los dos de Emaús es la Eucaristía: les explica las Escrituras y le reconocen al partir el pan.

         Gracias a Dios estamos viviendo esta pandemia con muchos gestos de “partir el pan”, es decir, en solidaridad: ayudas, donaciones, voluntariado, etc.

         Es muy cristiano no tanto celebrar una “mini-misa” con cinco personas a dos metros de distancia cada una, sino el gesto del vecino que le hace la compra a una persona anciana, el personal sanitario que entrega su vida, aquel a quien le arde el corazón y ve a Cristo en el necesitado

         Solemos cantar: te conocimos, Señor, al partir el pan. La Eucaristía, la fracción del pan no es un rito, sino es compartir el pan con quien tiene hambre, con quien sufre, cuando intentamos aliviar al que pena, al que está hundido, decepcionado, enfermo. Te conocemos, Señor, al partir el pan.

Quédate con nosotros, que atardece…

[1] En otro orden de cosas, la circulación de la sangre, la digestión, el sueño no son cuestiones que pertenezcan al discurso intelectual, sino que van como van…

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Consejos para la mujer fuerte

Domingo, 8 de marzo de 2020
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Celebremos este 8 de Marzo con un poema de una mujer fuerte… Del Blog de Gioconda Belli:

mujer-que-vuela

Consejos para la mujer fuerte

Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzar tu corazón.
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra:
se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar.
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos
hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.

Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.

No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quién eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.

Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar contra corriente.

Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo
rodealo de fosos profundos
pero hazle anchas puertas y ventanas.

Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.

Si eres una mujer fuerte
protégete con palabras y árboles
e invoca la memoria de mujeres antiguas.

Haz de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbados
y el óxido mortal de todos los naufragios.
Ampara, pero ampárate primero
Guarda las distancias
Constrúyete. Cuidate
Atesora tu poder
Defiéndelo
Hazlo por ti
Te lo pido en nombre de todas nosotras.

*

Gioconda Belli

belli

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , ,

Los frutos crecen en la vulnerabilidad

Miércoles, 22 de mayo de 2019
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Drl blog de Henri Nouwen:

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(Imagen Sebastián León Prado)

“Hay una gran diferencia entre tener éxito y dar frutos.

El éxito proviene de la fuerza, el control y la respetabilidad. La persona exitosa tiene la energía para crear algo, mantener el control de su desarrollo y ponerlo a la disposición de los demás en grandes cantidades. El éxito trae consigo muchas recompensas y muy a menudo la fama.

Los frutos, por el contrario, provienen de la debilidad y la vulnerabilidad. Y los frutos son únicos. Un niño es un fruto concebido en la vulnerabilidad; la comunidad es el fruto del fracaso compartido; y la intimidad es el fruto que crece en el roce de nuestras heridas.

Recordémonos que el verdadero gozo proviene de los frutos y no del éxito“.

*

Henri Nouwen
Pan para el viaje
LUMEN

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Consejos para la mujer fuerte

Viernes, 8 de marzo de 2019
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Celebremos este 8 de Marzo con un poema de una mujer fuerte… Del Blog de Gioconda Belli:

mujer-que-vuela

Consejos para la mujer fuerte

Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzar tu corazón.
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra:
se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar.
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos
hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.

Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.

No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quién eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.

Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar contra corriente.

Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo
rodealo de fosos profundos
pero hazle anchas puertas y ventanas.

Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.

Si eres una mujer fuerte
protégete con palabras y árboles
e invoca la memoria de mujeres antiguas.

Haz de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbados
y el óxido mortal de todos los naufragios.
Ampara, pero ampárate primero
Guarda las distancias
Constrúyete. Cuidate
Atesora tu poder
Defiéndelo
Hazlo por ti
Te lo pido en nombre de todas nosotras.

*

Gioconda Belli

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Tus brazos

Jueves, 14 de junio de 2018
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Del blog Pays de Zabulon:

your-arms

Your arms are always open when I need a hug.
Your heart understands when I need a friend.
Your gentle eyes are stern when I need a lesson.
Your strength and love guide me and give me wings…

*

Tus brazos están siempre abiertos cuando necesito un abrazo.
Tu corazón comprende cuando necesito un amigo.
Tus ojos son severos  estrellas cuando necesito una lección.
Tu fuerza y tu amor me guían y me dan alas …

*

(Adaptación de un texto de Sujal Kishor, Krupal’s Friend, Facebook)

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[Publicado por Loquito el  8 de marzo de 2014 en anotherdaylight.wordpress.com]

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Jueves, 8 de marzo de 2018
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Celebremos este 8 de Marzo con un poema de una mujer fuerte… Del Blog de Gioconda Belli:

mujer-que-vuela

Consejos para la mujer fuerte

Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzar tu corazón.
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra:
se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar.
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos
hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.

Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.

No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quién eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.

Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar contra corriente.

Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo
rodealo de fosos profundos
pero hazle anchas puertas y ventanas.

Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.

Si eres una mujer fuerte
protégete con palabras y árboles
e invoca la memoria de mujeres antiguas.

Haz de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbados
y el óxido mortal de todos los naufragios.
Ampara, pero ampárate primero
Guarda las distancias
Constrúyete. Cuidate
Atesora tu poder
Defiéndelo
Hazlo por ti
Te lo pido en nombre de todas nosotras.

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Gioconda Belli

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“Acoger la fuerza del Evangelio”. 30 de abril de 2017. 3 Pascua (A). Lucas 24, 13-35.

Domingo, 30 de abril de 2017
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timthumb.phpDos discípulos de Jesús se van alejando de Jerusalén. Caminan tristes y desolados. En su corazón se ha apagado la esperanza que habían puesto en Jesús, cuando lo han visto morir en la cruz. Sin embargo, continúan pensando en él. No lo pueden olvidar. ¿Habrá sido todo una ilusión?

Mientras conversan y discuten de todo lo vivido, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos. Sin embargo, los discípulos no lo reconocen. Aquel Jesús en el que tanto habían confiado y al que habían amado tal vez con pasión, les parece ahora un caminante extraño.

Jesús se une a su conversación. Los caminantes lo escuchan primero sorprendidos, pero poco a poco algo se va despertando en su corazón. No saben exactamente qué. Más tarde dirán: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?”

Los caminantes se sienten atraídos por las palabras de Jesús. Llega un momento en que necesitan su compañía. No quieren dejarlo marchar: “Quédate con nosotros”. Durante la cena, se les abrirán los ojos y lo reconocerán. Este es el primer mensaje del relato: Cuando acogemos a Jesús como compañero de camino, sus palabras pueden despertar en nosotros la esperanza perdida.

Durante estos años, muchas personas han perdido su confianza en Jesús. Poco a poco, se les ha convertido en un personaje extraño e irreconocible. Todo lo que saben de él es lo que pueden reconstruir, de manera parcial y fragmentaria, a partir de lo que han escuchado a predicadores y catequistas.

Sin duda, la homilía de los domingos cumple una tarea insustituible, pero resulta claramente insuficiente para que las personas de hoy puedan entrar en contacto directo y vivo con el Evangelio. Tal como se lleva a cabo, ante un pueblo que ha de permanecer mudo, sin exponer sus inquietudes, interrogantes y problemas, es difícil que logre regenerar la fe vacilante de tantas personas que buscan, a veces sin saberlo, encontrarse con Jesús.

¿No ha llegado el momento de instaurar, fuera del contexto de la liturgia dominical, un espacio nuevo y diferente para escuchar juntos el Evangelio de Jesús? ¿Por qué no reunirnos laicos y presbíteros, mujeres y hombres, cristianos convencidos y personas que se interesan por la fe, a escuchar, compartir, dialogar y acoger el Evangelio de Jesús?

Hemos de dar al Evangelio la oportunidad de entrar con toda su fuerza transformadora en contacto directo e inmediato con los problemas, crisis, miedos y esperanzas de la gente de hoy. Pronto será demasiado tarde para recuperar entre nosotros la frescura original del Evangelio.

José Antonio Pagola

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Del desencanto al entusiasmo. Domingo 3º de Pascua. Ciclo A.

Domingo, 30 de abril de 2017
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20._jesus_appears_at_emmaus-lowresDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

26 de abril de 2014

La víspera de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, volviendo al Instituto Bíblico, encuentro a un compañero jesuita acompañado de un visitante que ha venido a la ceremonia. Me lo presenta, me pregunta qué enseño y le respondo: Antiguo Testamento. «¿No estamos ya en el Nuevo? Para qué sirve el Antiguo?» «Sin el Antiguo no se puede entender el Nuevo», le contesté. El evangelista Lucas, en su relato sobre la aparición a los dos discípulos que van camino de Emaús, parece darme la razón.

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.

Él les dijo:

― ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?

Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:

― ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?

Él les preguntó:

― ¿Qué?

Ellos le contestaron:

― Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.

Entonces Jesús les dijo:

― ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo:

― Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.

Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron:

― ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?

Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:

― Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Hay que olvidar lo que sabemos

Para comprender el relato de los discípulos de Emaús hay que olvidar todo lo leído en los días pasados, desde la Vigilia del Sábado Santo, a propósito de las apariciones de Jesús. Porque Lucas ofrece una versión peculiar de los acontecimientos. Al final de su evangelio cuenta sólo tres apariciones:

1) A todas las mujeres, no a dos ni tres, se aparecen dos ángeles cuando van al sepulcro a ungir el cuerpo de Jesús.

2) A dos discípulos que marchan a Emaús se les aparece Jesús, pero con tal aspecto que no pueden reconocerlo, y desaparece cuando van a comer.

3) A todos los discípulos, no sólo a los Once, se aparece Jesús en carne y hueso y come ante ellos pan y pescado.

Dos cosas llaman la atención comparadas con los otros evangelios: 1) las apariciones son para todas y para todos, no para un grupo selecto de mujeres ni para sólo los once. 2) La progresión creciente: ángeles – Jesús irreconocible – Jesús en carne y hueso.

Jesús, Moisés, los profetas y los salmos

Hay un detalle común a los tres relatos de Lucas: las catequesis. Los ángeles hablan a las mujeres, Jesús habla a los de Emaús, y más tarde a todos los demás. En los tres casos el argumento es el mismo: el Mesías tenía que padecer y morir para entrar en su gloria. El mensaje más escandaloso y difícil de aceptar requiere que se trate con insistencia. Pero, ¿cómo se demuestra que el Mesías tenía que padecer y morir? Los ángeles aducen que Jesús ya lo había anunciado. Jesús, a los de Emaús, se basa en lo dicho por Moisés y los profetas. Y el mismo Jesús, a todos los discípulos, les abre la mente para comprender lo que de él han dicho Moisés, los profetas y los salmos. La palabra de Jesús y todo el Antiguo Testamento quedan al servicio del gran mensaje de la muerte y resurrección.

La trampa política que tiende Lucas

Para comprender a los discípulos de Emaús hay que recordar el comienzo del evangelio de Lucas, donde distintos personajes formulan las más grandes esperanzas políticas y sociales depositadas en la persona de Jesús. Comienza Gabriel, que repite cinco veces a María que su hijo será rey de Israel. Sigue la misma María, alabando a Dios porque ha depuesto del trono a los poderosos y ensalzado a los humildes, porque a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Los ángeles vuelven a hablar a los pastores del nacimiento del Mesías. Zacarías, el padre de Juan Bautista, también alaba a Dios porque ha suscitado en la casa de David un personaje que librará al pueblo de Israel de la opresión de los enemigos. Finalmente, Ana, la beata revolucionaria de ochenta y cuatro años, habla del niño Jesús a todos los que esperan la liberación de Jerusalén. Parece como si Lucas alentase este tipo de esperanza político-social-económica.

Del desencanto al entusiasmo

El tema lo recoge en el capítulo final de su evangelio, encarnándolo en los dos de Emaús, que también esperaban que Jesús fuera el libertador de Israel. No son galileos, no forman parte del grupo inicial, pero han alentado las mismas ilusiones que ellos con respecto a Jesús. Están convencidos de que el poder de sus obras y de su palabra va a ponerlos al servicio de la gran causa religiosa y política: la liberación de Israel. Sin embargo, lo único que consiguió fue su propia condena a muerte. Ahora sólo quedan unas mujeres lunáticas y un grupo se seguidores indecisos y miedosos, que ni siquiera se atreven a salir a la calle o volver a Galilea. A ellos no los domina la indecisión ni el miedo, sino el desencanto. Cortan su relación con los discípulos, se van de Jerusalén.

En este momento tan inadecuado es cuando les sale al encuentro Jesús y les tiene una catequesis que los transforma por completo. Lo curioso es que Jesús no se les revela como el resucitado, ni les dirige palabras de consuelo. Se limita a darles una clase de exégesis, a recorrer la Ley y los Profetas, espigando, explicando y comentando los textos adecuados. Pero no es una clase aburrida. Más tarde comentarán que, al escucharlo, les ardía el corazón.

El misterioso encuentro termina con un misterio más. Un gesto tan habitual como partir el pan les abre los ojos para reconocer a Jesús. Y en ese mismo momento desaparece. Pero su corazón y su vida han cambiado.

Los relatos de apariciones, tanto en Lucas como en los otros evangelios, pretenden confirmar en la fe de la resurrección de Jesús. Los argumentos que se usan son muy distintos. Lo típico de este relato es que a la certeza se llega por los dos elementos que terminarán siendo esenciales en las reuniones litúrgicas: la palabra y la eucaristía.

Del entusiasmo al aburrimiento

Por desgracia, la inmensa mayoría de los católicos ha decidido escapar a Emaús y casi ninguno ha vuelto. «La misa no me dice nada». Es el argumento que utilizan muchos, jóvenes y no tan jóvenes, para justificar su ausencia de la celebración eucarística. «De las lecturas no me entero, la homilía es un rollo, y no puedo comulgar porque no me he confesado». En gran parte, quien piensa y dice esto, lleva razón. Y es una pena. Porque lo que podríamos calificar de primera misa, con su dos partes principales (lectura de la palabra y comunión) fue una experiencia que entusiasmó y reavivó la fe de sus dos únicos participantes: los discípulos de Emaús. Pero hay una grande diferencia: a ellos se les apareció Jesús. La palabra y el rito, sin el contacto personal con el Señor, nunca servirán para suscitar el entusiasmo y hacer que arda el corazón.

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Tercer Domingo de Pascua. 29 Abril, 2017

Domingo, 30 de abril de 2017
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pascua

“Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.”

(Lc 24, 13-35)

Nos ponemos en marcha, en camino, como los dos discípulos que iban a Emaus.

Y es que esto de la resurrección es un proceso.

La Vigilia Pascual tiene un día señalado en el calendario pero el encuentro de cada una con el resucitado no tiene por qué coincidir. Tampoco las primeras discípulas de Jesús se encontraron con el resucitado en el mismo momento ni de la misma manera.

Dios es mucho más original, mucho más sorprendente y, sobre todo, mucho más delicado. Nos conduce y sabe lo que necesitamos.

Sabe que hay personas que no pueden esperar a que amanezca y que llegarán al sepulcro al despuntar la aurora, como María Magdalena, sabe que otras correrán y creerán, al mismo tiempo que otras tomarán el camino contrario alejándose de Jerusalén, de Jesús.

Los dos de Emaus se marchan abrumados por una realidad que a sus ojos tiene un único nombre: FRACASO. Mientras caminan comparten sus esperanzas rotas. Conversan y discuten. Se hacen preguntas. Pero andan enredados en un torbellino sin salida.

Así el resucitado se hace presente sin ser reconocido y lo primero que hace es escucharles. Dejar que desahoguen el corazón.

¡Cuánta ternura y delicadeza en este gesto del resucitado! Él, que conoce mejor que nadie lo que ha sucedido, se deja contar la historia por dos discípulos que van abandonando el seguimiento…

Jesús sigue empeñado en que no se pierda ni uno solo y hace, con cada una de nosotras el camino. Aun cuando el camino sea equivocado.

Sabe que lo mejor para nosotras es que Le sigamos, pero cuando la vida nos llena de dudas y decidimos caminar otro camino, nos acompaña. Pierde el tiempo con nosotras. Nos escucha, nos habla. Se toma tiempo para transformarnos.

Hace arder nuestros corazones.

Oración

Nuestra oración de hoy puede ser la misma súplica de los dos de Emaus: “-¡Quédate con nosotras porque atardece y el día va de caída! ¡Quédate!

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Vivir lo que vivió Jesús es la pascua.

Domingo, 30 de abril de 2017
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emmausLc 24, 13-35

Por tercer domingo consecutivo se nos propone un relato enmarcado en el “primer día de la semana”. Estos dos discípulos pasan, de creer en un Jesús profeta pero condenado a una muerte destructora, a descubrirlo vivo y dándoles Vida. De la desesperanza, pasan a vivir la presencia de Jesús. Se alejaban de Jerusalén tristes y decepcionados; vuelven a toda prisa, contentos e ilusionados. El pesimismo les hace abandonar el grupo, el optimismo les obliga a volver para contar la gran noticia.

El relato de los discípulos de Emaús, es un prodigio de teología narrativa. En ella podemos descubrir el verdadero sentido de los relatos de apariciones. El objetivo de todos ellos es llevarnos a participar de la experiencia pascual que los primeros cristianos tuvieron. En ningún caso intentan dar noticias de acontecimientos históricos. Los dos discípulos de Emaús no son personas concretas, sino personajes. No quiere informarnos de lo que pasó una vez, sino de lo que está pasando cada día, a los seguidores de Jesús.

Es Jesús quien toma la iniciativa, como siempre. Los dos discípulos se alejaban de Jerusalén. Solo querían apartar de su cabeza aquella pesadilla. Pero a pesar del desengaño sufrido por su muerte y muy a pesar suyo, van hablando de Jesús. Lo primero que hace Jesús es invitarles a desahogarse, les pide que manifiesten toda la amargura que acumulaban. La utopía que les había arrastrado a seguirlo, había dado paso a la más absoluta desesperanza. Pero su corazón todavía estaba con él, a pesar de su muerte.

En este sutil matiz, podemos descubrir una pista para explicar lo que sucedió a los primeros seguidores de Jesús. La muerte les destrozó, y pensaron que todo había terminado; pero a nivel subconsciente, permaneció un rescoldo que terminó siendo más fuerte que las evidencias tangibles. En el relato de la conversión de Pablo, podemos descubrir algo parecido. Perseguía con ahínco a los cristianos, pero sin darse cuenta, estaba subyugado por la figura de Jesús y en un momento determinado, cayó del burro.

La manera de reconocerlo (después de haber caminado y discutido durante tres kms.) y la instantánea desaparición, nos indican claramente que la presencia de Jesús, después de su muerte, no es la de una persona normal. Algo ha cambiado tan profundamente, que los sentidos ya no sirven para reconocer a Jesús. Estos detalles nos vacunan contra la manera física de interpretar los relatos que nos hablan de Jesús después de su muerte.

Nosotros esperábamos… Esperaban que se cumplieran sus expectativas. No podían sospechar que aquello que esperaban, se había cumplido. Fijaros bien, como refleja esa frase nuestra propia decepción. Esperamos que la Iglesia… Esperamos que el Obispo… esperamos que el concilio… Esperamos que el Papa… Esperamos lo que nadie puede darnos y surge la desilusión. Lo que Dios puede darnos ya lo tenemos. El desengaño es fruto de una falsa esperanza. Por no esperar lo que Jesús da, la desilusión está asegurada.

No es Jesús el que cambia para que le reconozcan, son los ojos de los discípulos los que se abren y se capacitan para reconocerle. No se trata de ver algo nuevo, sino de ver con ojos nuevos lo que tenían delante. No es la realidad la que debe cambiar para que nosotros la aceptemos. Somos nosotros los que tenemos que descubrir la realidad de Jesús Vivo, que tenemos delante de los ojos, pero que no vemos. Hay momentos y lugares donde se hace presente Jesús de manara especial, si de verdad sabemos mirar.

1) En el camino de la vida. Después de su muerte, Jesús va siempre con nosotros en nuestro caminar. Pero el episodio nos advierte que es posible caminar junto a él y no reconocerlo. Habrá que estar mucho más atento si, de verdad, queremos entrar en contacto con él. Es una crítica a nuestra religiosidad demasiado apoyada en lo externo. A Jesús ya no lo vamos a encontrar en el templo ni en los rezos sino en la vida real, en el contacto con los demás. Si no lo encontramos ahí, cualquier otra presencia será engañosa.

La concepción dualista que tenemos del mundo y de Dios nos impide descubrirle. Con la idea de un Dios creador que se queda fuera del mundo, no hay manera de verle en la realidad material. Pero Dios no es lo contrario del mundo, ni el Espíritu es lo contrario de la materia. La realidad es una y única, pero en la misma realidad podemos distinguir dos aspectos. Desde el deísmo que considera a Dios como un ser separado y paralelo de los otros seres, será imposible descubrir en las criaturas la presencia de la divinidad.

2) En la Escritura. Si queremos encontrarnos con el Jesús que da Vida, tenemos en las Escrituras un eficaz instrumento. Pero el mensaje de la Escritura no está en la letra sino en la vivencia espiritual que hizo posible el relato. La letra, los conceptos no son más que el soporte, en el que se ha querido expresar la experiencia de Dios. Dios habla únicamente desde el interior de cada persona, porque el único Dios que existe, es el que fundamenta cada ser. Dios solo habla desde lo hondo del ser. Esa experiencia, expresada, es palabra humana, pero volverá a ser palabra de Dios si nos lleva a la vivencia.

3) Al partir el pan: No se trata de una eucaristía, sino de una manera muy personal de partir y repartir el pan. Referencia a tantas comidas en común, a la multiplicación de los panes, etc. Sin duda el gesto narrado hace también referencia a la eucaristía. Cuando se escribió este relato ya había una larga tradición de su celebración. Los cristianos tenían ya ese sacramento como el rito fundamental de la fe. Al ver los signos, se les abren los ojos y le reconocen. Fijaos, un gesto es más eficaz que toda una perorata sobre la Escritura.

4) En la comunidad reunida. Cristo resucitado solo se hace presente en la experiencia de cada uno. Al compartir con los demás esa experiencia, él se hace presente en la comunidad. La comunidad (aunque sea de dos) es imprescindible para provocar la vivencia. La experiencia de uno compartida, empuja al otro en la misma dirección. El ser humano solo desarrolla sus posibilidades de ser, en la relación con los demás. Jesús hizo presente a Dios amando, es decir, dándose a los demás. Esto es imposible si el ser humano se encuentra aislado y sin contacto alguno con el otro.

El mayor obstáculo para encontrar a Cristo hoy, es creer que ya lo tenemos. Los discípulos creían haber conocido a Jesús cuando vivieron con él; pero aquel Jesús que creían ver, no era el auténtico. Solo cuando el falso Jesús desaparece, se ven obligados a buscar al verdadero. A nosotros nos pasa lo mismo. Conocemos a Jesús desde la primera comunión, por eso no necesitamos buscarle. El verdadero Jesús es nuestro compañero de viaje, aunque es muy difícil reconocerlo en todo aquel que se cruza en nuestro camino.

Meditación

Caminó con ellos, discutió con ellos, pero no lo conocieron.
Ni teologías ni exégesis racionales te llevarán al verdadero Jesús.
El único camino para encontrarlo es el que conduce al “corazón”.
Tenemos que abrir los ojos, pero no los del cuerpo.

Si los ojos de nuestro corazón están bien abiertos,
lo descubriremos presente en todos y en todo.
A Dios no podemos encontrarlo en un lugar.
En cualquier lugar, en cualquier momento lo puedes encontrar.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¿Cuándo y en qué nos reconocen?

Domingo, 30 de abril de 2017
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Arcabas-Emmaus“No se puede ser cristiano sin ser desesperadamente humano” (Teilhard de Chardin)

30 de abril. III domingo de Pascua

Lc 24, 13-15

Mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron. Pero él desapareció de su vista

“Me enseñarás el camino de vida”, ruega a Dios el Salmista (Sal 15, 11). Ruego al que Jesús de Nazaret responde, y de quien Pedro dice a los demás apóstoles en la Fiesta de Pentecostés, que “fue hombre acreditado por Dios ante vosotros por los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien sabéis” (Hch 2, 22)Y el evangelio de Mateo nos da pistas sobre los signos fehacientes que nos muestran cómo evitar los riesgos de no interpretarlos adecuadamente: “Guardaos de los falsos profetas que se os acercan disfrazados de ovejas y por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconoceréis. ¿Se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos?” (Mt 7, 15-16).

Los dos discípulos de Emaús no hubieran podido reconocer al Señor resucitado en la “fracción del pan”, si antes no hubieran hecho cosas para ello: acogerle como compañero de camino, escuchar su Palabra, y mantener los ojos bien abiertos (Lc cap. 24). Sólo de esta manera podrán los demás reconocernos a nosotros viendo que somos sal de la tierra y luz del mundo, cuando nos ven dejar nuestra ofrenda ante el altar y vamos primero a reconciliarnos con el hermano (Mt 5, 13-14 y 23-24) y que no somos zarzas ni cardos; que somos fieles discípulos del Maestro, y que lo de “por sus obras les reconoceréis” está cumplido en él y en el diario quehacer nuestro como cristianos.

Lo estaba también en el del jesuita poeta, sacerdote y teólogo Ernesto Cardenal, ministro de Cultura durante ocho años en el gobierno de Nicaragua. Fue obligado a dejar la Compañía para seguir siendo ministro, no sin antes responder al Vaticano, de quien venía la amonestación: “Es posible que me equivoque manteniendo mi doble función de jesuita y ministro, pero déjenme equivocar a favor de los pobres, porque durante muchos siglos la Iglesia se ha equivocado a favor de los ricos”. En una ocasión manifestó a un periodista que revolución es lo que Jesús anunciaba: “Hoy hay teólogos que dicen que el reino de Dios que él predicaba era una expresión semejante al concepto actual de revolución, es verdad. Una revolución subversiva, que en el caso de Jesús fue lo que le llevó a la muerte. Significaba también un cambio político y social. La juventud de hoy sigue diciendo “otro mundo es posible”, y yo también lo creo, como lo creyó Jesús. Es posible, y necesario. Y, como dice el obispo brasileño Casaldáliga, también otra Iglesia es posible. Hasta hay quien dice que otro Dios es posible”.

¿Habrá que declarar la guerra al Dios de nuestros padres? Posiblemente sí, en el sentido que ellos le entendieron. Jesús, fiel a las creencias de su tiempo, no lo hizo. Pero hoy son otros tiempos: 30 de abril de 1917, nos marca el calendario. Lo hicieron -revolucionarios pacifistas- Gandhi, Teresa de Ávila, la de Calcuta, y Vicente Ferrer.

El austriaco Kurt Pahlen (1907-2003), escritor y director de orquesta, nos dice del Julio César de Händel  en su obra Diccionario de la Ópera, que detrás de su música “latía un corazón sensible y se podía encontrar una serena interioridad. Más de dos siglos y medio después de su muerte, sus obras nos conmueven y estremecen como sólo una obra de arte eterno puede hacer”. El protagonista hace gala de su nobleza militar cuando canta estos apasionados versos: “Non è da Rè quel cor / che donnase al rigor / che in sen non ha pietá” (No es de rey ese corazón / que se complace en el rigor / que ignora la piedad). Quizás nos suene a música de Evangelio.

El compositor cubano Leo Brouwer (La Habana, 1939), guitarrista y director de orquesta, canta, en “Paisaje con lluvia”, que “hay que ir dejándose gotear hasta empaparse”De lo contrario, se quiebra una cadencia musical en la partitura de la vida y del Evangelio. Y entonces, la voz del agua viva se torna ineficaz en el silencio.

Esperemos que nadie tenga que hacerse la inquietante pregunta del hombre invisible, que se cansó de que no le vieran y un día no pudo soportarlo más, como se relata en el tercer cuento de la película estrella  del Festival de San Sebastián 2017 The Monster Call, dirigida por Brayan Bertino: “No era porque fuera invisible de verdad. Era sólo que las personas estaban acostumbradas a no verlo. Se preguntó, si nadie te ve ¿en verdad estás allí?”

Aquí viene de perlas la frase de Teilhard de Chardin citada en el comienzo de nuestro artículo: “No se puede ser cristiano sin ser desesperadamente humano”.

Como Poema incluimos Yo te diré, una hermosa habanera – compuesta por el músico húngaro Jorge Halpern y cantada por Clara, protagonista del film Los últimos de Filipinas, dirigida por el cineasta español Antonio Román en 1945. La canción -prodigio de sensibilidad y nostalgia- nos trae a la memoria resonancias de lo acaecido aquel bello atardecer de Pascua en el encuentro de Jesús y los de Emaús.

YO TE DIRÉ

Yo te diré
por qué en mi canción
se siente sin cesar:
Mi sangre latiendo,
mi vida pidiendo
que tú no te alejes más.

Cada vez que el viento pasa y se lleva una flor,
pienso que nunca más volverás, mi amor.
No me abandones nunca al anochecer,
que la luna sale tarde y me puedo perder.

Y así sabrás
por qué mi canción
te llama sin cesar:
me faltan tus besos,
me falta tu risa,
me falta tu despertar.
Me faltan tus besos,
me falta tu risa,
me falta tu despertar.

 Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Ni se molestaron en comprobarlo.

Domingo, 30 de abril de 2017
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CLOFAS~1El texto de los discípulos de Emaus, existente únicamente en Lucas, es una obra de ingeniería y una pieza clave en la urdimbre de este evangelio. La densidad de cada elemento hace fascinante la lectura que, tras dos mil años no se agota, hasta el punto que su interpretación no se puede dar por concluida. Desde la realidad eclesial en que estamos insertos quisiera centrarme en un único elemento que llama poderosamente la atención: los discípulos de Emaus, a diferencia de otros, no se molestaron en ir a comprobar al sepulcro lo que las mujeres estaban diciendo.

¿Quiénes eran estos discípulos? es una buena pregunta, pues muchos estudiosos piensan que se trataba de un matrimonio. De hecho, en Jn 19,25 se habla de una María de Cleofás. Ahora bien, si su identificación resulta compleja, hay mayor consenso a la hora de reconocer que la indeterminación es querida por Lucas, probablemente para que el auditorio, y nosotros también lectores, nos veamos reflejados en ellos.

Cuando uno escucha el relato que, los discípulos mismos narran en primera persona, le entran ganas de intervenir en el texto y, detener por unos momentos la conversación para, preguntarles: “pero ¿por qué no fuisteis a comprobarlo?”. De hecho, ellos se esperan los tres días de rigor, suponemos que recordando los anuncios que había hecho Jesús sobre su muerte y resurrección. Y, luego, cuentan que algunas mujeres les han sobresaltado con la noticia de que no estaba en el sepulcro, a lo que otros discípulos corren para verificarlo y regresan diciendo lo mismo. Lo sorprendente es que, tras estos hechos, ellos deciden emprender camino pero no hacia el sepulcro para cerciorarse sino en sentido contrario.

La falta de “experiencia” del resucitado convive con lo que saben y con que son capaces de resumir perfectamente. De hecho, se admiran de que este desconocido que les aborda por el camino sea el único que no se “haya enterado de la película” y se lo cuentan en un sintético y perfecto credo de fe que condensa vida, muerte y resurrección. Parecerían estos de Emaus un par de “enteradillos” capaces de verbalizar a la perfección lo sucedido pero sin mojarse. Creo que esta última consideración no les hace justicia, pues ellos ponen toda su carne en el asador al expresar su decepción: nosotros esperábamos…

En cierto modo, la imagen de estos dos discípulos caminando desilusionados y hacia otro lado no es un mal icono para expresar cierta desesperanza de una iglesia que, a veces, camina aturdida por el desenlace rápido de los acontecimientos y el vertiginoso ritmo de nuestro mundo. Una iglesia un poco confundida sobre qué dirección tomar, a veces incluso la contraria a la del sepulcro, aunque como los de Emaús sea perfectamente conocedora del kerigma. Es como si el “ha resucitado” no cruzara la esfera de lo verbal y tuviera la suficiente garra de hacerles traspasar la experiencia del sepulcro vacío. Sin embargo, para Dios hay otros muchos caminos. El resucitado mismo se les hace el encontradizo y se muestra en buena forma y con buenos reflejos para deshacer sus miedos y reilusionarlos.

Él está vivo y la incipiente iglesia vive de una experiencia del resucitado comunitaria, a la vez que personal y significativa, que se abre espacio entre la incredulidad y el miedo de los que siempre han estado allí, pero también de los que se han marchado descorazonados y vuelven convencidos porque alguien, a la par que los ojos, les “ha abierto las Escrituras” y les ha “hecho arder su corazón”. Estos regresan para que también otros ojos se abran a la fantasía de un Dios que caldea nuestra fe en la fraternidad forjada alrededor de un pan roto y compartido. Ojalá los cuerpos rotos y marginados sembrados por los caminos de nuestra historia abran nuestros sentidos, nos quemen por dentro y movilicen la creatividad de una iglesia samaritana que, como su Dios, se queda cuando llega la noche.

Marta García Fernández

Fuente Fe Adulta

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Consejos para la mujer fuerte

Miércoles, 8 de marzo de 2017
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Celebremos este 8 de Marzo con un poema de una mujer fuerte… Del Blog de Gioconda Belli:

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Consejos para la mujer fuerte

Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzar tu corazón.
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra:
se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar.
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos
hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.

Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.

No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quién eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.

Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar contra corriente.

Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo
rodealo de fosos profundos
pero hazle anchas puertas y ventanas.

Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.

Si eres una mujer fuerte
protégete con palabras y árboles
e invoca la memoria de mujeres antiguas.

Haz de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbados
y el óxido mortal de todos los naufragios.
Ampara, pero ampárate primero
Guarda las distancias
Constrúyete. Cuidate
Atesora tu poder
Defiéndelo
Hazlo por ti
Te lo pido en nombre de todas nosotras.

*

Gioconda Belli

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Sentido de continuidad

Martes, 11 de octubre de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

El hermano Roger es un profeta de nuestro tiempo. Centró toda su vida en Cristo, en cuyo nombre dio la bienvenida a cualquier persona, cualquiera que sea su origen, su pasado, su edad, su religión. Hombre de oración, el fundador de la comunidad ecuménica de Taizé no ha dejado de animar a los hombres a reconciliarse. Su testamento espiritual continúa sosteniendo a aquellos que deseen desarrollar un monaquismo interior. Os proponemos oraciones y palabras del hermano Roger para alimentar cada semana la vida interior en el seguimiento del Dios uno y trino. (Citas sacadas del libro “Vivir para amar” Ed. Les Presses de Taizé, 2010).

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“Sólo el que tiene un sentido decontinuidad puede ser beneficiado con la dinámica de lo provisional.

El entusiasmo, concebido como un fervor, es una fuerza positiva, pero que no es suficiente. Es una fuerza que se agota y se desvanece si no comunica su impulso a otra fuerza, más subterránea y menos sensible, que debe hacernos caminar mientras dura nuestra vida. Asegurar la continuidad es indispensable, porque los entusiasmos son entrecortados con tiempos muertos, con desiertos áridos.

*

Frère Roger de Taizé,

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Aprendiendo

Martes, 19 de julio de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

Tras las huellas vivas de Etty Hillesum

Mientras que nuestro mundo contemporáneo atraviese una crisis de sentido, una joven mujer judía puede ayudarnos a atravesar la prueba y a guardar la esperanza.

Del 1941 al 1943, en Amsterdam, Etty Hillesum mantiene un diario de una densidad excepcional. Consigna en 11 cuadernos las últimas experiencias de su vida. Este extraordinario documento es un verdadero testamento espiritual. Descubrimos allí su fe inquebrantable en el hombre al mismo tiempo que éste comete sus más negras fechorías durante la Segunda Guerra Mundial. Etty Hillesum murió en Auschwitz el 30 de noviembre de 1943 después de haber pasado los últimos meses de su vida en el campo de tránsito de Westerbork al servicio de sus hermanos judíos.

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“Aprendiendo a conocer tus fuerzas

y tus debilidades

y a aceptarlos,

  se aumenta tu fuerza.”

*
Etty Hillesum
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***

    

 

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Regalo

Miércoles, 13 de julio de 2016
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Del blog Nova Bella:

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“No he elegido mi vida.
Ella ha venido a mí
con una fuerza que no es mía”

*

Carl Gustav Jung

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La fuerza de la oración

Viernes, 29 de abril de 2016
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A menudo me suelo acordar de cuántas veces cuando iba en verano por la calle con mi hermana ocurría un hecho que nunca fallaba. Más o menos cada diez pasos ella exclamaba “uf, qué calor!”; lo repetía una y otra vez con tal convencimiento que entonces a mí me entraba más calor; realmente lo sentía, y me molestaba. Era algo que no fallaba.

Supongo que esto tendrá una explicación científica como que en el cerebro se activa no sé qué conexión, y el simple hecho de escucharlo hacía que yo tuviera esa sensación. Algo así como ocurre en el cine cuando antes de empezar la película ponen el anuncio de un refresco y de repente siempre sale alguien de la sala y vuelve con su vaso de bebida; fíjate la próxima vez.

Cuando intento comprender la fuerza de la oración me viene la anécdota con mi hermana, el efecto que producía en mí su sentimiento aunque fuese expresado en una queja,  y me pregunto, ¿cómo influye nuestra oración en otras personas?

Aquí no valen explicaciones científicas, ni conexiones cerebrales, ni…

Dios. Solo Dios. El propio Dios. Es él quien escucha tu corazón, quien se encuentra con esas palabras que tu boca no se atreve a pronunciar y tu cabeza intenta borrar, tapar o alejar. Sientes que te mira con infinita ternura, la profundidad de su mirada, y poco a poco te das cuenta de que todo eso que te pesa tanto cada vez es más ligero, hasta que acaba cayéndose por sí solo; que tu corazón, sabiéndose escuchado y mirado por Dios, se va acallando y comienza a oír el clamor de la humanidad que sufre. De esa multitud de personas que ansían ver aligerado el peso de su sufrimiento; necesitan sentir la mirada eterna y misericordiosa de Dios, sentir que es él quien nos sostiene a todos. Y para ello, solo te piden, solo nos piden, orar por ellas.

Nosotras creemos en la fuerza de la oración… ¿y tú?

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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La fuerza está en la comunidad

Lunes, 18 de abril de 2016
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eucaristia-720_270x250En estos días de Pascua ya estamos disfrutando y caminando de la mano de la primera comunidad cristiana. En estas pocas jornadas ya han ocurrido algunos sucesos (persecuciones, quejas, miedos,…) y vamos viendo cómo se plantean los ideales de la primera comunidad y cómo, en cambio, se traducen en la realidad.

Pero… todo empezó cuando la tierra era un caos y en el interior de las aguas una fuerza de vida aleteaba pujando por germinar. Dios, buena logopeda, creó la palabra perfecta, pronunció, nombró y comenzó la vida. En unos días fue colocando todo, llenando la existencia de orden, luz, color y… también noche, sí, y tiempo.  Dios descubrió su vocación  de artesana, esta vez de alfarera, así que cogió un poco de barro, materia frágil, dúctil, quebradiza y humilde, modeló una figura humana y sopló sobre ella. El ser humano comenzó a vivir. La Ruah que aleteaba en aquellas aguas confusas tenía fuerza creadora, la misma Ruah salida de la boca de Dios.

Jesús, Hijo de Dios, tenía “la misma afición” por el orden y la vida. Un anochecer se presentó en medio del caos de quienes lo habían seguido, en un lugar cerrado, trancado. Jesús, la LUZ, comenzó regalando orden y paz, después… ¡oh, maravilla de la fecundidad!, de nuevo la Ruah salida de la boca, ahora del Cristo, creó vida… y vida comunitaria.

Aquel primer aliento divino creó al ser humano.

Este segundo aliento divino crea la comunidad cristiana…

…y nos concede el presente de su confianza, deposita en la fuerza de la comunidad la capacidad de perdonar. Este regalo, inesperado, lo hemos viciado un poco y no estaría de más recuperarlo y reconocer que en nuestras comunidades reside la verdadera fuerza y el germen de la Iglesia.

Es una gran responsabilidad, cierto, y da miedo, pero fue el mismo Señor quien confió en aquella primera comunidad, frágil, dúctil, quebradiza y humilde. ¿Sería un ingenuo?, ¿un irresponsable? Si Él mismo creyó en el seno palpitante y transformador de la vida comunitaria… ¿por qué no acoger su propuesta y creérnoslo?

La vida comunitaria tiene más fuerza de lo que pensamos, y no siempre la dejamos salir. Quizás tememos que nos arrastre a opciones complicadas. Nos da miedo “mover ficha” y tener que enfrentarnos a los “siempre se ha hecho así”, a las miradas inquisitoriales (o a algo más que miradas).

Creer en el Resucitado es su invitación. Aceptar que la comunidad nace de la expresión trinitaria conlleva enfrentamientos, algunos disgustos y no pocos suspiros de libertad.

Pero, desde que el ser humano camina erguido, ha necesitado separar un pie de otro para avanzar.

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-¿Sientes tu comunidad nacida de ese soplo divino?

-¿Percibes en ella fuerza para transformarte/os?

-¿Es la comunidad el espacio donde generar preguntas?

-¿Es tu comunidad un espacio sacramental?

Espiritualidad , ,

Recordatorio

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