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Cuaresma: Tiempo de alegría y entusiasmo.

Miércoles, 15 de marzo de 2023
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pablo

Tiempo para ayunar de la desilusión,
emprendiendo caminos no hoyados,
abriendo mi hogar y mi corazón
a tantas personas cercadas por el desamparo.

Tiempo para difuminar el rostro de la soledad,
vislumbrar destellos en el horizonte,
unir voluntades y tejer redes de amistad,
solidaridad y acompañamiento.

Tiempo para abatir fronteras, defensas y muros,
abrir las puertas a quienes se juegan la existencia
para dejar atrás la violencia y el hambre,
y así empezar a construir un nuevo futuro.

Tiempo para una nueva primavera
donde rebroten de nuevo los sueños,
donde la esperanza se convierta en la fuerza
que reactive la audacia y el deseo.

Tiempo para escuchar tu voz, tantas voces,
en la brisa y también en el clamor del viento,
de sanar las heridas producidas por el odio y el desprecio,
de sembrar semillas de dignidad y consuelo.

Tiempo para abandonar la celada de la tristeza
y abrirme al gozoso lazo de la alegría,
al gozo de sentirme nuevamente entusiasmado,
la dicha de dejar en ti, en quienes me quieren, mi cuidado.

Cuarenta días para dejarme asombrar
por cada nuevo amanecer a tu lado,
cuarenta noches para dejarme transformar
por tu ternura, tu mirada y tu cálido abrazo.

Cuarenta días como símbolo y empeño de toda una vida.

*

Miguel Ángel Mesa

ECLESALIA,

13/03/23.

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(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

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Sentido de continuidad

Martes, 11 de octubre de 2016
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Del blog de la Communion Béthanie:

El hermano Roger es un profeta de nuestro tiempo. Centró toda su vida en Cristo, en cuyo nombre dio la bienvenida a cualquier persona, cualquiera que sea su origen, su pasado, su edad, su religión. Hombre de oración, el fundador de la comunidad ecuménica de Taizé no ha dejado de animar a los hombres a reconciliarse. Su testamento espiritual continúa sosteniendo a aquellos que deseen desarrollar un monaquismo interior. Os proponemos oraciones y palabras del hermano Roger para alimentar cada semana la vida interior en el seguimiento del Dios uno y trino. (Citas sacadas del libro “Vivir para amar” Ed. Les Presses de Taizé, 2010).

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“Sólo el que tiene un sentido decontinuidad puede ser beneficiado con la dinámica de lo provisional.

El entusiasmo, concebido como un fervor, es una fuerza positiva, pero que no es suficiente. Es una fuerza que se agota y se desvanece si no comunica su impulso a otra fuerza, más subterránea y menos sensible, que debe hacernos caminar mientras dura nuestra vida. Asegurar la continuidad es indispensable, porque los entusiasmos son entrecortados con tiempos muertos, con desiertos áridos.

*

Frère Roger de Taizé,

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El amor, fuego u hoguera

Sábado, 11 de junio de 2016
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Del blog Pays de Zabulon:

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La búsqueda del amor ocupa un gran espacio en mi vida. Tal vez es que le concedo demasiada importancia, pero ¿qué quieres? Amar está en mi naturaleza de hombre, y sinceramente creo que lo más grande que podemos aprender es amar y ser amados. El ser humano está hecho para esto, en primer lugar. Incluso la Palabra de Dios pone el Amor en el centro de su mensaje. Por supuesto, hay mil formas de amar, pero esta no es mi intención de hoy.

Cuando amo, tengo que decirlo, escribirlo, y mostrarlo, tal vez, a riesgo de hacerlo demasiado. El entusiasmo, la corazonada   y el flechazo están reflejados en el mismo letrero: Albergue de la Pasión. A veces el fuego sólo es interiorizado: no hay sentimientos recíprocos, o no quiere ir demasiado rápido en la relación para no asustar a la otra, son las principales razones. Pero el fuego está allí, y muy allí. Al igual que el fuego griego, la llama arde continuamente dentro de mí  esperando un soplo (de amor) para transformarse en hoguera.

*

Loquito
(Anotherdaylight, 4 mars 2011)

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Pequeña música.

Lunes, 16 de junio de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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La vía más directa para acercarse a Dios en este mundo material

es la música y el canto.

Rabí De Nachman Wisdom, p. 273

 

Cuando todo nos parece sin esperanza, cuando un cielo  azul, una noche estrellada ni siquiera llegan a despertar nuestro entusiasmo.

Cuando no sabemos ya qué autor leer,  a menudo sucede que surgen tesoros de nuestra memoria: un lied de Schubert, un compás de Mozart, un acorde oído en una misa, una sonata – sin embargo no sabemos dónde y cuándo.

Su claridad nos arranca entonces de nuestra indiferencia y sus manos cariñosas vienen para posarse sobre nuestras heridas dolorosas … ¡Oh, que sería nuestra existencia sin la música!

*

Hermann Hesse

petitemusique

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Domingo 2 de febrero de 2014. Presentación del Señor. 4ª semana de tiempo ordinario.

Domingo, 2 de febrero de 2014
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presentacio0301n-de-jesu0301s-en-el-templo-01-0028010029Leído en Koinonia:

Mal 3,1–4: Entrará en el santuario el Señor a quien ustedes buscáis
Salmo responsorial 23: El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria
Heb 2,14–18: Tenía que parecerse en todo a sus hermanos
Lc 2,22–40: Mis ojos han visto a tu Salvador

El domingo cuarto del tiempo ordinario se ve desplazado en este domingo por la celebración de «La presentación del Señor», fiesta del 2 de febrero. No importa demasiado, porque no estamos en un tiempo «fuerte» del año litúrgico, ni los domingos del llamado «tiempo ordinario», en el que estamos, guardan un sentido mínimo de secuencia que pudiera verse alterada. Aunque hace unas cinco semanas hemos celebrado la navidad, y hace menos de un mes el «bautismo del Señor» —en el que lo dejábamos ya con sus treinta años—, hoy, inesperadamente volvemos atrás, de un día para otro, para poner en el centro de la atención del foco litúrgico al niño Jesús presentado en el templo. Son cosas que la reforma litúrgica conciliar no se atrevió a «racionalizar un poco más». El 2 de febrero no es ningún aniversario histórico de la presentación de Jesús en el templo, de forma que se puede desligar perfectamente de esa fecha y ponerla en un lugar más razonable dentro del desarrollo del «año litúrgico». (Otro tanto pasa a varias fiestas y solemnidades, que nos traen y nos llevan hacia adelante y hacia atrás en el año litúrgico, sin más razón que la mera tradición de las fiestas litúrgicas populares).

Pero eso sería sólo uno de los problemas. Otro, más importante, situado a un nivel más profundo, es la plausibilidad misma de hacer de estas escenas de los evangelios de la infancia una celebración litúrgica tan importante que «vence sobre la celebración del domingo» correspondiente. ¿Estamos seguros de que el hombre y la mujer de hoy se sentirán bien al verse sorprendidos este domingo, al entrar este domingo en la Iglesia y ver girar todo en torno a la escena del niño presentado en el templo? Es bien conocida la escena para los biblistas e incluso para los cristianos laicos asiduos a la catequesis bíblica; ¿pero será una escena susceptible de montar sobre ella un mensaje inteligible para el hombre y la mujer de hoy? ¿O sería mejor que la arquitectura del año litúrgico se montara sobre una visión más amplia, más actual, menos encerrada en las páginas bíblicas? Creemos que sí. Y lo decimos, para no cooperar con nuestro silencio a la sensación falsa de que «aquí no pasa nada», todo está bien en la liturgia de la Iglesia católica, sólo son las personas cristianas descreídas las que van abandonando masivamente —por decenas, o centenas de millones— las que abandonan la práctica de la liturgia dominical.

Para quienes no comparten este punto de vista crítico, montar una homilía «tradicional» no les resultará difícil. Les recomendamos acudir a los comentarios bíblico-litúrgicos oficiales, o a las notas de la misma Biblia, e instalarse y sumergirse en el escenario de la «teología bíblica» propia de los evangelios de la infancia. Los oyentes habituales, ya acostumbrados, aprietan la tecla correspondiente, y son capaces de escuchar con toda naturalidad esa teología de hace casi dos mil años; tiene un encanto propio, que seduce y calma los espíritus. Quienes no gustan de ser retrotraídos al mundo mental de esas argumentaciones y representaciones —principalmente los jóvenes— hace tiempo que han abandonado la liturgia.

En cuanto a la historicidad del relato, de esta escena neotestamentaria, ya sabemos que se trata de una construcción teológica, escrita varias décadas después de cuando pudo tener lugar y, con toda verosimilitud, sin ningún recuerdo histórico de base; está construida toda ella, como es fácil adivinar, en función de reinterpretar al Jesús nazareno muerto en la cruz en el marco de esa visión profética y mesiánica de la que echa mano el texto del evangelio de hoy. Es bien conocido.

Por otra parte la Iglesia católica celebra hoy la Jornada de la Vida Religiosa.

En primer lugar muchos se preguntarán por qué escogieron (ha sido hace bien pocos años) por qué se ha escogido esta fecha-celebración para celebrar en ella la jornada de la vida religiosa. ¿Se preguntarán a quién preguntaron quienes decidieron, o si tales personas que decidieron eran miembros de la vida religiosa o si, al menos, la conocían. Porque todo parece indicar que la naturaleza de la vida religiosa es bien difícil de relacionar con esa escena del evangelio —si es que concebimos la vida religiosa con suficiente rigor—. A quienes quieran aprovechar la ocasión para presentar ante el pueblo de Dios una reflexión sobre ella, les será difícil —o demasiado artificioso— tratar de relacionarla con «la presentación del Señor». Será mejor que cambien los textos, o que sencillamente presenten el tema sin pretender crear una relación artificial con el texto.

La vida religiosa institucionalizada en la Iglesia no arranca desde el principio del cristianismo. Surgió espontáneamente, desinstitucionalizadamente, y fue sólo más tarde cuando se fue institucionalizando. Como tantas otras cosas, acabó no sólo institucionalizada, sino «cautiva» de la institución.

Puede ser bueno recordar que, hace sólo cincuenta años, hasta el Concilio Vaticano II, hablábamos de la vida religiosa en términos de «la vida de perfección en la Iglesia». Era el «estado de perfección», el más perfecto (poniendo aparte el estado episcopal, del que se decía que era el «estado de perfección adquirida», status perfectionis adquisiate, frente al de los religiosos, que sólo era estado de perfección por adquirir, status perfectionis adquirendae).

Con el Concilio implosionó toda aquella teología y se derrumbó sin dejar rastro, quedó totalmente abandonada, de golpe prácticamente. Comenzó a hablarse de los consejos evangélicos y del «seguimiento de Jesús». Era un nuevo camino, sin retorno; nunca volveríamos atrás.

Ya en el posconcilio surgió la teología de los carismas religiosos: cada «familia espiritual» en la Iglesia se constituye en torno a un carisma (gracia) otorgada por Dios al fundador/a, no para ella, sino como una gracia trasmisible destinada a se compartida con otros y prolongada en la historia mediante la misión de esa familia religiosa. Las congregaciones se volcaron —empujadas por la Iglesia misma— a la tarea de (re)descubrir el carisma de su fundador y su propio carisma. Esta teología de los carismas ha sido una creación realmente feliz y ha prestado un servicio muy interesante a la identidad y misión de las familias espirituales, de las congregaciones religiosas.

Pero podemos decir que ya está superada. Los tiempos han cambiado demasiado. La problemática conciliar ha quedado enteramente desplazada por nuevas cuestiones, muy profundas, que en aquellos tiempos no podían ser captadas ni imaginadas. Hace tiempo ya que la teología de la vida religiosa ha evolucionado hacia planteamientos más profundos y existenciales. La vida religiosa sería fundamentalmente radicalidad. Todos los humanos somos religiosos, tenemos esa dimensión profunda en nuestra existencia; pero hay personas en las que esa dimensión se convierte en central y dominante, hasta el punto de poner entre paréntesis dimensiones muy naturales y «normales» de la vida (matrimonio, paternidad/maternidad, independencia, proyecto familiar, y a veces profesionalidad civil). La vida religiosa se puede identificar por la «liminalidad» que representa en su realización (ese estar en el limen, en el límite de la experiencia religiosa.

Esta perspectiva ha ampliado notablemente el concepto de la vida religiosa, a saber: no se trata de un concepto netamente cristiano, sino profundamente humano; la vida religiosa no sería cristiana (no la fundó Jesús), sino que está presente en muchas religiones y es una realidad de la vida humana, incluso civil (hay formas y estados de vida en los que el sujeto hipoteca aspectos y dimensiones naturales «normales» de su vida, para vivir en la radicalidad del compromiso y de la entrega).

Dentro del cristianismo, la vida religiosa sería el seguimiento radical de Jesús. Y ahí surge una dificultad grave: la forma canónica de la vida religiosa católica no puede identificarse con esa definición, porque está marcada por una fundamental «cautividad institucional»: no pone, no puede poner todo bajo el seguimiento de Jesús; por encima de este seguimiento está en última instancia la autoridad incontestable e incuestionable de la institución eclesiástica. Los institutos religiosos han de ser aprobados canónicamente para existir. Una vez aprobados no son ya una iniciativa libre de seguimiento radical de Jesús, sino una institución canónica de la Iglesia católica, sobre la que siempre pesa la hipoteca de la sumisión a la autoridad eclesiástica, externa a la familia religiosa, por encima incluso de lo que los religiosos en cuestión perciban en conciencia como exigencia de la radicalidad, del seguimiento radical de Jesús. El conflicto de la profecía y la radicalidad de los religiosos frente a las imposiciones de las congregaciones vaticanas (para la vida religiosa o para la doctrina de la fe), lo hemos vivido clamorosamente en las últimas décadas: religiosos que se querían comprometer con los pobres, que elaboraban una teología profética, que renovaban sus constituciones en la línea de la espiritualidad de la liberación… y que no podían hacerlo porque, en Roma, los monseñores de turno —la mayor parte de las veces no religiosos— simplemente lo prohibían. En la iglesia católica la vida religiosa puede ser seguimiento de Jesús sólo hasta donde el derecho canónico lo permite y/o hasta donde la curia vaticana lo consienta, no seguimiento radical-liminal de Jesús. Es una de las reformas profundas pendientes en la Iglesia.

En esta situación, no tiene de extraño que haya muchas formas de «vida radical» fuera de la vida religiosa católica, en el amplio mundo del Pueblo de Dios: personas que entregan radicalmente su vida a causas generosas y desinteresadas, libres de mediaciones institucionales.

Será bueno aprovechar la homilía para exponer con claridad a los fieles, por unos pocos minutos, la naturaleza evangélica de la vida religiosa, y la necesidad de dejarle renovarse liberándola de toda cautividad institucional. Leer más…

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Felicidad, admiración, entusiasmo. Fiesta de la Presentación de Jesús en el templo

Domingo, 2 de febrero de 2014
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Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

De lo mandado…

La fiesta que conmemoramos el 2 de febrero se basa en dos antiguas costumbres israelitas, ambas relacionadas con el nacimiento de un hijo primogénito.

La primera se refiere al niño. Hay que ofrecerlo al Señor, para simbolizar que Dios es el autor de la vida y tiene derecho a ella. Pero no se mata al niño (como quizá se hiciese en algunas culturas), sino que se lo rescata ofreciendo a cambio un animal.

La segunda se refiere a la madre. La generación y el parto la han puesto en contacto con el misterio de la vida. Ha quedado consagrada. En el lenguaje del antiguo Israel, muy distinto del nuestro, «ha quedado impura». Un término que escandaliza cuando lo aplicamos a María. Pero recordemos que, cuando un judío toca los Libros Sagrados, también queda «impuro», porque esos libros «manchan las manos». No se trata de que María haya cometido ninguna impureza ni hecho nada malo al dar a luz. Se trata de que ha transmitido el don misterioso de la vida. Se ha vuelto tan sagrada como los libros sagrados, y debe purificarse, como indica la ley en el capítulo 12 del Levítico.

Y eso es lo que cuenta Lucas con toda sencillez.

Cuando llegó el día de su purificación, de acuerdo con la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentárselo al Señor, como manda la ley del Señor: Todo primogénito varón será consagrado al Señor; y para hacer la ofrenda que manda la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones.

… a lo inimaginable

Con las palabras anteriores podría haber terminado Lucas su relato. Pero introduce en ese momento a dos personajes (Simeón y Ana), que darán un sentido nuevo a los hechos.

La felicidad de Simeón

Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que esperaba el consuelo de Israel y se guiaba por el Espíritu Santo. Le había comunicado el Espíritu Santo que no moriría sin antes haber visto al Mesías del Señor. Movido, pues, por el Espíritu, se dirigió al templo. Cuando los padres introducían al niño Jesús para cumplir con él lo mandado en la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

‒ Ahora, dueño mío, según tu palabra, dejas libre y en paz a tu siervo; porque han visto mis ojos a tu Salvador, que has dispuesto ante todos los pueblos como luz revelada a los paganos y como gloria de tu pueblo Israel.

Simeón es, sin duda, uno de los personajes predilectos de Lucas, en el que ha reflejado el ideal del israelita piadoso: no piensa sólo en sí mismo, espera el consuelo de Israel; se halla en íntimo contacto con Dios, el Espíritu se le comunica; y le llena de felicidad un niño de cuarenta días, débil, incapaz de decir dos palabras, pero al que confiesa como luz de los paganos y gloria de Israel. Al tenerlo en sus brazos, su vida adquiere ya pleno sentido. Puede morir en paz.

La admiración de los padres

El padre y la madre estaban admirados de lo que decía acerca del niño.

A lo largo del evangelio, Lucas ha sorprendido a María con el anuncio de Gabriel; luego a María y José con el relato de los pastores. Ahora los admira con lo que dice Simeón a propósito de la grandeza y misión de su hijo.

Es otra de las grandes enseñanzas de Lucas en este momento: Jesús es un misterio inagotable, que provoca siempre admiración, incluso a las personas más cercanas a él, sus padres. Un serio toque de atención para quienes pensamos saberlo todo de Jesús y que no tenemos nada nuevo que aprender sobre quién es, qué pretende, cómo actúa.

Hay bendiciones que matan

Simeón los bendijo y dijo a María, la madre:

‒ Mira, éste está colocado de modo que todos en Israel o caigan o se levanten; será una bandera discutida y así quedarán patentes los pensamientos de todos. En cuanto a ti, una espada te atravesará el alma.

A la madre de un bebé sólo se le debe decir que es muy guapo y está muy gordo. Decirle que será ingeniero o futbolista sería absurdo y temerario. Decirle que le creará muchos problemas sería señal de pésimo gusto y mala educación.

Pero Simeón deja de hablar como un anciano bondadoso y lo hace como un viejo profeta. Conoce el futuro de ese niño, que no ha venido a traer paz, sino espada, y será causa de conflicto y división. Y conoce el futuro nada feliz de la madre: será su propio hijo quien le clave la espada, no por falta de cariño, sino por fidelidad a su misión (aquí se anticipa la escena de Jesús en el templo a los doce años y todo lo que debió padecer María a lo largo de su vida al ver las persecuciones y críticas que sufría su hijo).

El entusiasmo de Ana, la beata revolucionaria

Estaba allí la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad avanzada, había vivido con el marido siete años desde la boda y siguió viuda hasta los ochenta y cuatro. No se apartaba del templo, sirviendo noche y día con oraciones y ayunos. Se presentó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a cuantos aguardaban el rescate de Jerusalén.

Judá y Jerusalén llevaban varias décadas bajo dominio romano cuando nació Jesús. No sólo los extranjeros, sino también gran parte de la clase alta judía (comenzando por los sumos sacerdotes) eran considerados los opresores del pueblo. Los grupos más politizados esperaban la liberación de Jerusalén, y algunos estaban dispuestos a llevarlo a cabo mediante la acción militar (los sicarios). Lo curioso y simpático de esta escena es que la protagonista del entusiasmo es una anciana de edad avanzada que no para de rezar y ayunar, pero que deposita sus esperanzas de liberación en ese niño.

Y nosotros, ¿qué?

Felicidad, admiración, desconcierto, entusiasmo. Jesús no deja indiferente.

Como aconseja san Ignacio de Loyola en los Ejercicios, lo importante es pedir «conocimiento interno del Señor, para que más le ame y le siga».

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“Auditorio de ocho puertas, es fácil colarse.” Domingo 4º TO. Ciclo A

Domingo, 2 de febrero de 2014
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Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado, el evangelio de Mateo nos presentaba a Jesús recorriendo Galilea y anunciado la buena noticia del Reinado de Dios. A partir de hoy, hace que los oyentes se reúnan en un gran auditorio al aire libre, se sienten en torno a Jesús, y escuchen el programa de ese reino de Dios.

Jesús va a pronunciar un largo discurso, conocido como el “Sermón del monte”, que se puede resumir en los siguientes puntos:

1. Advertencia preliminar (5,17-20)
2. La actitud cristiana ante la Ley (5,21-48) (contra la postura de los escribas)
3. La actitud ante las obras de piedad (6,1-18) (contra la postura farisea)
4. La actitud ante el dinero y la providencia (6,19-34) (contra la postura pagana)
5. La actitud ante el prójimo (7,1-6).
6. Dos posibles dudas del oyente (7,7-12)
– ¿Podré vivir todo esto? Poder de la oración
– ¿Conseguiré recordar tantas cosas? La regla de oro

La selección del auditorio

Jesús no es un político que quiere ganar votos a todo precio, engañando y haciendo promesas que no cumplirá. Desea dejar claro quiénes sintonizarán con su proyecto y quiénes no. Para que no se llamen a engaño. Y eso lo expone, al principio de todo, en las bienaventuranzas.

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

Las bienaventuranzas no son una carrera de obstáculos

La mención de los pobres, los que lloran, los sufridos… puede crear una sensación de malestar, como si tuviéramos que pasar por todas esas situaciones para formar parte del reinado de Dios. Las bienaventuranzas se nos convierten en una terrible carrera de obstáculos, donde tras cada valla nos espera la siguiente.

Las bienaventuranzas, ocho puertas para entrar al Reino de Dios

Antonio Barluzzi, el arquitecto italiano que diseñó la Basílica de las bienaventuranzas en 1939, tuvo la bella idea de una planta octogonal, y en cada lado una gran ventana por la que se puede contemplar el paisaje exterior. Sin embargo, las bienaventuranzas no son ventanas para mirar lo que ocurre fuera, sino puertas abiertas por las que se puede entrar a escuchar y seguir a Jesús.
Encima de cada puerta hay una inscripción con la bienaventuranza correspondiente. A veces el sentido del texto resulta discutible (Jesús habló en arameo, luego se tradujo al griego, y ahora lo retraducimos a nuestras lenguas). Hace falta un guía turístico que nos aclare las dudas, dentro de lo posible.

Para no alargarme, quien desee una visión de conjunto de las Bienaventuranzas en el Antiguo y Nuevo Testamentos puede bajarse una Presentación en
http://www.4shared.com/file/arjUTynkba/BIENAVENTURANZAS.html

Al final, el guía te dejará solo delante del edificio. Da una vuelta en torno a él y elige la puerta que más se adecue a tu situación. Quizá encuentres varias. Si no encuentras ninguna, cuélate a escuchar lo que dirá Jesús los próximos días. Seguro que te convence.

Resumen

Las bienaventuranzas nos dicen qué personas pueden entender y aceptar el mensaje de Jesús, incorporándose a la comunidad cristiana.

Por consiguiente, las bienaventuranzas no son, ante todo, un código de conducta moral que dice: “así tienes que actuar si quieres ser cristiano”. Son una exposición de situaciones y de actitudes ante la vida que permiten entender el evangelio y entusiasmarse con las palabras de Jesús.

La bienaventuranza no dice: “Sufre, para poder entrar en el Reino de Dios”.

Dice: “Si sufres, no pienses que tu sufrimiento es absurdo; te permite entender el evangelio y seguir a Jesús”.
No dice: “Procura que te desposean de tus bienes para actuar de forma no violenta”.
Dice: “Si respondes a la violencia con la no violencia, no pienses que eres estúpido, considérate dichoso porque actúas igual que Jesús”.
No dice: “Procura que te persigan por ser fiel a Dios”.
Dice: “Si te persiguen por ser fiel a Dios, dichoso tú, porque estás dentro del Reino de Dios”.

Pero, al tratarse de los valores que estima Jesús, no cabe duda de que las bienaventuranzas se convierten también en un modelo de vida que debemos esforzarnos por imitar. Después de lo que dice Jesús, no podemos permanecer indiferentes ante actitudes como la de prestar ayuda, no violencia, trabajo por la paz, lucha por la justicia, etc. El cristiano debe fomentar esa conducta. Y el resto del Sermón del Monte le enseñará a hacerlo en distintas circunstancias.

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