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María Inmaculada. 8 diciembre, 2023

Viernes, 8 de diciembre de 2023
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“Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús.”

(Lc 1, 26-38)

En mitad de nuestro tiempo de adviento irrumpe esta fiesta importante de María. Hoy celebramos la Inmaculada Concepción de María, un dogma de fe. Algo muy importante para la teología pero difícil de explicar y de entender, como sucede con la mayoría de las cosas importantes.

Pero como en este espacio no tratamos de hacer teología sino de acercarnos, de una manera orante, a la Palabra de Dios, podemos dejar el dogma y quedarnos con María.

María, una mujer sencilla de Nazaret que recibe la visita de un ángel que le pone la vida del revés. “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo…” Y nos podemos quedar con la capacidad que tuvo María de pasar de la turbación (“Ella se turbó ante estas palabras…”) a la decisión (“…hágase…”).

María, con toda su libertad (y eso significa con miedos, con dudas y vacilaciones) acepta la misión que Dios le propone. Acoge su invitación y lo hace con todas las consecuencias.

Las representaciones artísticas del momento de la anunciación suelen ser todas ellas en lugares idílicos y nos presentan una bella escena que transmite alegría y serenidad. De hecho “La anunciación” es uno de los misterios de gozo del rosario. Y está bien que sea así, Pero no olvidemos que María con su “hágase” a los planes de Dios está dando un salto al vacío.

Eso de que una joven soltera se quedase embarazada no era en el tiempo ni en la cultura de María (ni ahora en muchas culturas) algo trivial, podía llegar a significar, en el peor de los casos, la pena de muerte de esa mujer.

Por eso, el “hágase” de María está lleno de compromiso y de confianza, de abandono en las manos de Dios.

Oración

Acompáñanos, María de Nazaret, en este itinerario de adviento. Se nuestro modelo de compromiso y fidelidad, de audacia y de coraje.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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¿Manchados o inmaculados?

Viernes, 8 de diciembre de 2023
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captura-de-pantalla-2017-04-03-a-las-17-06-23Fiesta de la Inmaculada Concepción

8 diciembre 2022

Lc 1, 26-38

Habitualmente se ha entendido el “pecado”como una “mancha”, refiriéndose incluso al llamado “pecado original”, por el que todo ser humano nacería ya “manchado” con aquella culpa primera. Se confundió lo que era un mito con un supuesto hecho histórico, acaecido en un tiempo y lugar determinados.

De aquella “mancha” primera quedaría excluida, según la definición dogmática de 1854, María la madre de Jesús, razón por la cual se la empezó a designar bajo la advocación de “Inmaculada Concepción”. Es decir, al revés de lo que sucedería en el resto de los humanos, María fue “concebida sin pecado original”.

Más allá de los mitos y los dogmas, la comprensión transpersonal nos hace ver que todos somos “inmaculados” en nuestra identidad última, aunque luego nuestro funcionamiento cotidiano esté lleno de “manchas” o de actitudes y comportamientos inadecuados. Pero una cosa no niega la otra.

Y eso nos lleva a replantear el tema del “pecado”, tal como también habitualmente se ha entendido. En la enseñanza religiosa, el pecado era (es) considerado como una “mancha” que rompe la comunión con Dios y hunde a quien lo comete en la culpa.

Sin embargo, el sentido del término que aparece en el evangelio no es ese. El término griego que aparece en el Nuevo Testamento es hamartia, que significa “errar el tiro”, es decir, equivocarse. Con ello, más que “mancha”el pecado es ignorancia. Y ahí aparece una convergencia entre todas las grandes tradiciones sapienciales: el mal es fruto de la ignorancia, es decir, del desconocimiento de lo que realmente somos. Debido a esa ignorancia –al tomarnos por lo que no somos–, “erramos el tiro”, sosteniendo actitudes y comportamientos que hacen daño.

No se niega nuestra capacidad de hacer daño, pero tampoco se olvida que, en todo momento, cada persona hace lo mejor que sabe y puede. Por ello, puede comprenderse todo comportamiento, si bien comprender no equivale en absoluto a justificar.

En el plano de las formas, cada persona será “responsable” de lo que hace. Pero, en el nivel profundo, todos somos “inmaculados”. Lo que somos es Verdad, Bondad y Belleza –por nombrarlo con los “transcendentales” de la filosofía escolástica–, Plenitud de Presencia, puro Ser.

Desde esta comprensión, celebrar a “María Inmaculada” es celebrar nuestra identidad profunda. Aunque nuestro pequeño yo –personalidad– funcione en la limitación y la ignorancia, apareciendo incluso “manchado” en algunas ocasiones, nuestra identidad es pura luz. La sabiduría consiste en hacer posible que la Luz que somos ilumine toda nuestra existencia.

¿Me veo “manchado/a” o “inmaculado/a”?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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“¿Y si Dios existiera?” Jacques Loew, primero ateo, luego sacerdote obrero, luego…

Lunes, 20 de noviembre de 2023
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IMG_1001“Para hablar de Dios, de la Iglesia, de su conversión en el otoño de 1932 y luego de su experiencia como sacerdote obrero, como misionero, como poeta, como hombre siempre en búsqueda, tomé el camino hacia la abadía de Échourgnac, en las colinas del Périgord, en diciembre de 1995”

“Jacques Loew había venido aquí a terminar sus días. Caminamos bajo los grandes árboles y lo vi encantado como lo hizo una vez frente a una flor y escuchando las voces de la creación”

“Tenía 87 años. Construcción poderosa, ojos penetrantes, sonrisa de bondad y coraje. Jacques Loew me contó su historia”

“Vivió tiempos de guerra, conoció a filósofos y escritores, ateos y creyentes, criticó a la Iglesia y la amó profundamente, se hizo amigo de las mujeres que hacían la calle y sintió una profunda simpatía por Madeleine Delbrêl, la atea en los altares”

(settimananews).- Para hablar de Dios, de la Iglesia, de su conversión en el otoño de 1932 y luego de su experiencia como sacerdote obrero, como misionero, como poeta, como hombre siempre en búsqueda, tomé el camino hacia la abadía de Échourgnac, en las colinas del Périgord, en diciembre de 1995.

Jacques Loew había venido aquí a terminar sus días. Caminamos bajo los grandes árboles y lo vi encantado como lo hizo una vez frente a una flor y escuchando las voces de la creación.

¿Y si Dios existiera?

Tenía 87 años. Construcción poderosa, ojos penetrantes, sonrisa de bondad y coraje. En su pequeña habitación en la abadía de Nuestra Señora de la Esperanza, en la Dordoña, una tierra que se extiende desde Burdeos hasta Périgueux, Jacques Loew me contó su historia. Vivió tiempos de guerra, conoció a filósofos y escritores, ateos y creyentes, criticó a la Iglesia y la amó profundamente, se hizo amigo de las mujeres que hacían la calle y sintió una profunda simpatía por Madeleine Delbrêl, la atea en los altares.

Nació en 1908 en Clermont Ferrand, Auvernia, pertenecía a una familia acomodada. Era un ateo total, fascinado por Anatole France, un escritor de moda, que le enseñó un “escepticismo elegante y sensual“. Bautizado en la Iglesia Católica, Jacques recibió su primera comunión en la Iglesia Protestante. Creció en la indiferencia religiosa.

A la edad de 24 años, abogado en Niza, cayó enfermo de tuberculosis. En la casa de cura se hizo la pregunta: “¿Existe Dios? ¿Es una leyenda? ¿No depende la negación de su existencia, por casualidad, de nuestra ignorancia”?

Y continuó: “Había traído al sanatorio el Nuevo Testamento, que me dio el pastor protestante al final de la escuela dominical. Pedí a los monjes cartujos, cerca del sanatorio, que me recibieran por unos días. Eran los días de la Semana Santa. Participé en los ritos litúrgicos, no entendí casi nada, pero me estremeció. El Jueves Santo todo el pueblo iba a comulgar y yo me quedé en  mi sitio. Una pregunta inquietante: ¿pero están locas estas personas que van a recibir la comunión? ¿Hay algo que no veo en la hostia que reciben”?

Estaba nevando. La nieve caía y recogí un copo de nieve. Admiré su perfección, su belleza. Tuve la intuición de que había alguien detrás del copo de nieve más pequeño. El arco no puede ser el fruto del caos. Debe haber una inteligencia, un artista supremo detrás de los copos de nieve. Sentí que tenía asegurada una belleza ilimitada y una inteligencia creativa. Fue la primera intuición de la posibilidad de la existencia de Dios”.

Comenzó a orar, aunque no estaba del todo seguro de la existencia de Dios. El Dios hecho hombre se convirtió en una idea fija. “Mi corazón, mi ser profundo, yo mismo, el ateo del pasado, quedó impregnado de gestos, frases, del destino de Jesús, que se convirtió en mi ser, mi actuar, mi oración, mi acción. Me reconocí en la parábola del tesoro escondido en un campo. Cavamos y encontré la fe, el tesoro de la fe”.

En 1934, Jacques entró en el noviciado de los dominicos y, cinco años más tarde, recibió la ordenación sacerdotal. Estudió la Biblia y tuvo la suerte de vivir al lado del padre Lagrange, el erudito alejado de Roma por su olor a herejía: “Nunca una palabra de resentimiento hacia Roma. Me enseñó a superar las dificultades, que luego me lloverían a mí”.

Conoció al padre Lebret, un ex oficial naval que se convirtió en dominico, quien le confió la tarea de estudiar la situación en Marsella, especialmente en el puerto, y llegó a la conclusión: “Para conocer verdaderamente a los hombres, es necesario convertirse en estibador, trabajador portuario”.

Trabajador en el puerto

El 1 de enero de 1941, comenzó a trabajar en el puerto, pensando estar allí el tiempo de una investigación sociológica, cinco o seis semanas, tal vez unos meses. Permaneció doce años y varios meses. «Vengo de un entorno burgués, tenía una cultura clásica y jurídica, había elegido ser dominico, un hombre de estudio y, en cambio, aquí estoy entre españoles, italianos, armenios, malteses que me han hecho comprender lo que es el hombre».

“Tenía dudas. Soñé con el mar, la tranquilidad, los libros. Pero recordé los momentos de mi conversión, aquellas frases evangélicas que habían removido mi vida hasta el punto de entregarla totalmente a Dios y al mundo entero. Comprendí entonces que no bastaba con compartir el cansancio del trabajo, sino que era necesario vivir en comunidades de vida y destino con los más humildes y los más desheredados. Como Jesús en el Evangelio”.

Golpe en el corazón. En 1954, la Santa Sede prohibió a los sacerdotes obreros continuar su trabajo. Sufrió mucho, aceptó y explicó a sus compañeros portuarios por qué, a diferencia de muchos otros, obedecía a Roma. No se desanimó y volvió a pensar en su viejo proyecto: la fundación de un instituto misionero que compartiera la vida de los barrios, a la manera del apóstol Pablo y que los sacerdotes se ganaran el pan trabajando.

Fundó la “Misión Obrera Santos Pedro y Pablo con un programa extremadamente pobre. Compartir la vida de Dios y unir a los hombres entre sí y con Dios en Jesucristo. El instituto fue aprobado por la autoridad eclesiástica y se extendió a varios países. En Friburgo, Suiza, fundó la “Escuela de la Fe”.

En el 70, Pablo VI, siempre atento a los asuntos de los sacerdotes obreros, lo llamó al Vaticano para predicar los ejercicios espirituales a la curia romana.

El encanto del silencio

En 1981, Loew volvió a sentir el encanto de una abadía. Primero se retiró a Citeaux, en Borgoña, la abadía fundada en 1098 y que se convirtió, con San Bernardo en 1104, en el centro de la orden cisterciense.

En 1986 ingresó en la abadía de Notre-Dame de Tamié en Alta Saboya. Luego eligió la abadía de Échourgnac: “Uno mi silencio al de las monjas trapenses de estricta observancia, un silencio que me devuelve la sirena de los barcos, el crujido de las cuerdas y también las blasfemias de mis compañeros de trabajo“.

¿Cómo te sientes ahora?Al final de mi vida, ¿sabes quién soy? Un hombre pobre que busca a Dios. No he terminado de buscar a Dios”.

¿Cómo explica su simpatía por Madeleine Delbrêl? Porque veo en su vida, en su experiencia, mi vida, mi experiencia. Ambos ateos, tanto contra la Iglesia como contra los sacerdotes, ambos buscando algo, Alguien“.

 Hacía frío ese día de 1995 cuando lo conocí. La abadía estaba en el silencio del invierno. Las monjas habían cantado las vísperas. Una cena frugal y luego completas, la oración que cierra el día.

Luego, el sueño. Para Jacques Loew, el sueño y la expectativa del encuentro con el Señor de su conversión, del testimonio en el puerto, de la alabanza y del silencio. Pero también del encuentro y abrazo con Michèle, la prostituta, que escribió su experiencia “De la calle a la libertad”.

Enferma de un tumor cancerígeno, murió el 25 de noviembre de 1986. Se había convertido en una mística. Y el encuentro con Madeleine Delbrêl, la atea, la conversa, la mística. “Creo … en la resurrección de la carne, la vida eterna. Déjame decirte que ya no puedo esperar para verlos nuevamente“.

Fuente Religión Digital

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“Pedir Perdón”, por Carmiña Navia Velasco.

Jueves, 26 de octubre de 2023
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abrazoNos ha dejado espléndidas metáforas y una doctrina del
perdón que puede anular el pasado. (Esa sentencia la
escribió un irlandés en una cárcel.)
Jorge Luis Borges, de
su poema: Cristo en la cruz.

Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas

de que tu hermano tiene algo contra ti,

deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda,

reconcíliate primero con tu hermano (a),

y entonces ven y presenta tu ofrenda.

Del Evangelio de Mateo.

Me surgen muchos interrogantes cuando veo en la televisión a algunos hombres de armas: guerrilleros, paramilitares, militares… “pedir perdón”. Y siento que esas frases no son más que una retórica autodefensiva y que no muestran ni reflejan el menor “arrepentimiento”. Los interrogantes se duplican cuando el presidente de la República, pide perdón a las madres de jóvenes asesinados por el Estado, pero reduce esta petición, a una pequeña excusa en voz baja y a la carrera, al final de un extenso discurso en el que ha recopilado al infinito supuestas o reales ofensas de todos contra todos…

Me pregunto: ¿Qué es pedir perdón? ¿Qué es perdonar? ¿Se puede perdonar a quién no se ha arrepentido de lo hecho? ¿Qué significa realmente que la paz en Colombia pase por pedir perdón y perdonar? ¿Quién tiene que perdonar… a quién, cómo, cuándo? ¿Qué supone reconciliarse en un país en el que han sido atacadas no sólo “comunidades”, sino en el que se han destruido muchos miles de vidas de personas individuales, especialmente mujeres?

Me vienen a la mente unas palabras de la escritora italiana Natalia Ginzburg, que vivió en carne propia las consecuencias del fascismo. Voy a citarlas aunque sean un poco largas, porque me identifico con ellas:

Perdón y arrepentimiento son palabras que pertenecen a nuestra vida privada… verlas utilizadas en la vida política y pública las corrompe…

El arrepentimiento de quien haya cometido actos de violencia o de sangre, o de quien haya inducido a otros a cometerlos, tiene lugar en el secreto de su espíritu, se traduce en actos y pensamientos individuales y no debería tener ningún tipo de resonancia pública. Puede ser también un arrepentimiento completamente sincero, pero en el momento, nadie es capaz de conocer su sinceridad, su dolor, su intensidad y su medida…

En realidad el verdadero arrepentimiento nace de una zona desconocida para todos… Puede durar toda una existencia, de modo que sólo después de años y años se podrán distinguir sus signos desde fuera. No aporta ventajas prácticas ni utilidades de ningún tipo. Es un sentimiento de naturaleza privada y secreta. El verdadero arrepentimiento y el verdadero perdón son completamente gratuitos y en la mayoría de los casos secretos y silenciosos. (Natalia Ginzburg: Sobre el arrepentimiento y el perdón, en: Las tareas de la casa y otros ensayos – Lumen 2016).

Si nos situamos en el ámbito de Jesús y del evangelio, un arrepentimiento verdadero -a mi juicio el único que demanda el perdón- se traduce, se muestra, en metanoia, es decir en cambio radical, en transformación… vida nueva que asume los valores que antes negó y pisoteó. Jesús habla de nacer de nuevo… ¿Qué significa esto en nuestro país, en hombres (y alguna vez mujeres) que despojaron a otros de sus tierras, que asesinaron, que violaron, que acabaron con las vidas de tantas y tantas personas? A mi juicio no son tolerables esas “pedidas de perdón o excusas” en la televisión, que no hacen otra cosa que esconder dinámicas perversas que la mayoría de las veces se mantienen de diferentes formas. ¿Cómo traducir lo moral a lo jurídico? Porque no bastan leyes, ésas se saltan fácilmente, se trata de una transformación de actitudes y sentimientos.

Nos dice: Vladimir Jankélévitch:

El arrepentimiento implica drama y vida moral: vida moral, es decir, acto de contrición; vida moral, es decir, pesar vergonzoso, acompañado del sabio propósito de mejorar en el porvenir, endosando valerosamente el sufrimiento; el arrepentido da vueltas y vueltas al recuerdo de la culpa y procura redimirla. El tiempo del arrepentimiento, por oposición a los veinte años huecos de la prescripción, es, por tanto, una plenitud meditativa y recogida: lo que opera en el arrepentimiento es la sinceridad del lamento y el ardor intensivo de la resolución. 3

El arrepentimiento es redentor porque es, ante todo, una voluntad activa de redención… (Vladimir Jankélévitch: El perdón).

Ante un arrepentimiento de esta naturaleza en el que haya lágrimas y transformación, la víctima puede y tal vez, debe…reunir fuerzas para que el perdón la visite y la cobije. Pero no son estas las actitudes que nos encontramos en los grupos que asisten a la JEP (Justicia Especial para la Paz) buscando negociar su propia impunidad y muy lejos de buscar una auténtica reparación. ¿Cuántos de los machos violadores tienen sentimientos de culpa? No creo que la conozcan.

Todo este panorama se complejiza mucho más si hablamos (o mejor si sentimos) de la realidad de la violación y los vejámenes sexuales contra las mujeres. En el proceso colombiano se habla de: El macrocaso 11 se denomina “Violencia basada en género, violencia sexual, violencia reproductiva, y otros crímenes cometidos por prejuicio basados en la orientación sexual, la expresión y/o identidad de género diversa en el marco del conflicto armado colombiano”. Víctimas de las cuales el 89,2% son mujeres. Un porcentaje del que indudablemente hay una altísima proporción de violaciones.

¿Cómo las mujeres podemos perdonar las violaciones -que en ciertas circunstancias son una real epidemia- en medio de una sociedad violadora? Rita Segato habla con mucha lucidez de La guerra contra las mujeres:

Mi escucha de lo dicho por estos presidiarios, todos ellos condenados por ataques sexuales realizados en el anonimato de las calles y a víctimas desconocidas, respalda la tesis feminista fundamental de que los crímenes sexuales no son obra de desviados individuales, enfermos mentales o anomalías sociales, sino expresiones de una estructura simbólica profunda que organiza nuestros actos y fantasías y les confiere inteligibilidad. (Rita Segato: La guerra contra las mujeres). Ella llama a esa estructura profunda el mandato de la masculinidad en la sociedad patriarcal.

Nuestras dinámicas sociales no se arrepienten de las violaciones y los feminicidios, por el contrario, las producen. Desde el inconsciente colectivo más antiguo, aún el religioso, las violaciones se incitan y promueven. Zeus y Júpiter las figuras máximas de los panteones griego y romano son unas divinidades violadoras, raptoras de mujeres… y disponen de las mujeres o ninfas a su antojo y según su capricho. Por otro, lado Mahoma se casa con una de sus mujeres cuando ésta es una niña de seis años y una de las tribus del judaísmo está fundada sobre un rapto y violación masiva de mujeres, narrada en el libro de los Jueces.

¿Hacia dónde miramos las mujeres? ¿Cómo podemos perdonar violencias y violaciones masivas en una sociedad que propicia e incita a ese tipo de prácticas?

Definitivamente la reconciliación social no puede pasar por un perdón que no se ha pedido desde el fondo del alma. Para que haya reconciliación se tiene que pasar por una trasformación que reconozca ese “mandato” del que habla Segato y lo transforme en invitación a la acogida, al ágape, al encuentro, sólo así los varones podrán llevar su ofrenda ante el altar, sólo así anularemos los pasados de horror. Sólo así no veremos más pantomimas de “perdón” en las televisiones. La reconciliación de las mujeres con su entorno, pasa por arroparse entre ellas en círculos de sanación y de sororidad.

Carmiña Navia Velasco

Santiago de Cali, Octubre de 2023

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Arrollado por la ola de una alegría inagotable

Domingo, 24 de septiembre de 2023
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“Habiendo entrado, o las cinco y diez de la mañana, en una capilla del barrio Latino en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra.

Habiendo entrado allí escéptico y ateo de extrema izquierda, y aun más que escéptico y todavía más que ateo, indiferente y ocupado en cosas muy distintas a un Dios que ni siquiera tenía intención de negar – hasta el punto me parecía pasado, desde hacía mucho tiempo, a la cuenta de pérdidas y ganancias de la inquietud y de la ignorancia humanas-, volví a salir, algunos minutos más tarde, “católico, apostólico, romano”, llevado, alzado, recogido y arrollado por la ola de una alegría inagotable.

Al entrar tenía veinte años. Al salir era un niño, listo para el bautismo y que miraba en torno a si, con los ojos desorbitados, ese cielo habitado, esa ciudad que no se había suspendido en los aires, esos seres a pleno sol que parecían caminar en la oscuridad, sin ver el inmenso desgarrón que acababa de hacerse en el toldo del mundo. Mis sentimientos, mis paisajes interiores, las construcciones intelectuales en las que me había repantingado, ya no existían; mis propias costumbres habían desaparecido y mis gustos estaban cambiados.

No me oculto lo que una conversión de esa clase, por su carácter improvisado, puede tener de chocante, e incluso de inadmisible, para los espíritus contemporáneos que prefieren los encaminamientos intelectuales a los flechazos místicos y que aprecian cada vez menos las intervenciones de lo divino en la vida cotidiana. Sin embargo, por deseoso que esté de alinearme con el Espíritu de mi tiempo, no puedo sugerir los hitos de una elaboración lenta donde ha habido brusca transformación; no puedo dar las razones psicológicas, inmediatas o lejanas, de esa mutación, porque esas razones no existen; me es imposible describir la senda que me ha conducido a la fe, porque me encontraba en cualquier otro camino y pensaba en cualquier otra cosa cuando caí en una especie de emboscada. Nada me preparaba a lo que me ha sucedido: también la caridad divina tiene sus actos gratuitos .”

*

A. Frossard,
Dios existe. Yo lo he encontrado,
Rialp, Madrid 2001, 6-8;
traducción, José María Carrascal Muñoz.

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

– “El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.” Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?” Le respondieron: “Nadie nos ha contratado.” Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña.”

Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.

Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.”

Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia por que yo soy bueno?”

Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.”

*

Mateo 20,1-16

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Tarde te amé…

Lunes, 28 de agosto de 2023
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En la fiesta del converso Agustín de Hipona…

“Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti”

San Agustín

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“¡Tarde te amé,

hermosura tan antigua y tan nueva,

tarde te amé!

Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera,

Y por fuera te buscaba;

Y deforme como era,

Me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.

Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo.

Me retenían lejos de ti aquellas cosas

Que, si no estuviesen en ti, no serían.

Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera:

Brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;

Exhalaste tu perfume y respiré,

Y suspiro por ti;

Gusté de ti, y siento hambre y sed;

Me tocaste y me abrasé en tu paz.”

*

San Agustín

***

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Alessandro Preziosi como Agustín en el filme Sant Agostinho

No con conciencia dudosa, sino cierta, Señor, te amo yo. Heriste mi corazón con tu palabra y te amé. Mas también el cielo y la tierra y todo cuanto en ellos se contiene he aquí que me dicen de todas partes que te ame; ni cesan de decírselo a todos, a fin de que sean inexcusables.

Sin embargo, tú te compadecerás más altamente de quien te compadecieres y prestarás más tu misericordia con quien fueses misericordioso: de otro modo, el cielo y la tierra cantarían tus alabanzas a sordos.

Y ¿qué es lo que amo cuando yo te amo? No belleza de cuerpo ni hermosura de tiempo, no blancura de luz, tan amable a estos ojos terrenos; no dulces melodías de toda clase de cantilenas, no fragancia de flores, de ungüentos y de aromas; no manas ni mieles, no miembros gratos a los amplexos de la carne: nada de esto amo cuando amo a mi Dios. Y, sin embargo, amo cierta luz, y cierta voz, y cierta fragancia, y cierto alimento, y cierto amplexo, cuando amo a mi Dios, luz, voz, fragancia, alimento y amplexo del hombre mío interior, donde resplandece a mi alma lo que no se consume comiendo, y se adhiere lo que la saciedad no separa. Esto es lo que amo cuando amo a mi Dios .

*

Confesiones X, 6,8.

 

***

Agustín nació en Tagaste el 13 de noviembre del año 354. Fue educado siguiendo los hábitos cristianos de su madre, Mónica, y, como se reveló enseguida como un ¡oven de prometedoras cualidades, fue encaminado a la carrera de retórica. Ya desde los tiempos de estudio en Cartago estuvo marcado por una incomodidad interior que le llevaría lejos. La primera respuesta a esta sed de totalidad fue una vida mundana tejida por varios vínculos, más o menos límpidos. Ahora bien, la inquietud es también sed y búsqueda de la verdad: se apasiona con la lectura del Ortensio de Cicerón, lee la Sagrada Escritura, pero no se entusiasma con ella y acaba por adherirse al racionalismo y al materialismo de la secta de los maniqueos. Tras haber enseñado en Tagaste y en Cartago, se traslada primero a Roma (383) y después a Milán (384). Aauí su viaje espiritual da un viraje decisivo: conoce y escucha al obispo Ambrosio, revisa sus posiciones sobre la Iglesia católica, vuelve a leer la Sagrada Escritura y, en medio de la lucha entre sus antiguos hábitos de vida y los nuevos impulsos interiores, al final se abre a la luz y a la riqueza de Cristo.

Fue bautizado el año 387 por Ambrosio. Decidido a volver a África, se establece en Tagaste y funda allí su primera comunidad monástica, siguiendo el modelo de la comunidad cristiana de Jerusalén. En el año 391 fue ordenado sacerdote por el obispo Valerio, a quien en el 395 le sucede en la guía de la diócesis de Hipona. Desde entonces se dedicó por completo a la vida de la Iglesia -ministerio de la Palabra, defensa de la fe-, aunque prosigue con la experiencia de vida común con un grupo de hermanos monjes, a los que traslada al episcopio. Escribió más de doscientos libros y casi un millar de documentos, entre sermones y cartas. Murió el 28 de agosto del año 430. Hasta tal punto fue hijo de la Iglesia que se convirtió en padre… y doctor.

En Agustín no vivió un solo hombre: vivió en él la criatura de carne y hueso, de nervios y sangre, con su desarrollo misterioso, múltiple; vivió el escritor, conjuntamente sumo escritor, sumo filósofo, sumo teólogo, y sobre cualquier otra cosa poeta sumo de los afectos y de las verdades; vivió el cristiano y el monje, el sacerdote y el obispo, el santo. Recibió de Dios toaos los clones más altos: una juventud tempestuosa, la palabra creadora, el silencio inenarrable de la oración, la fuerza necesaria para gobernar su ánimo en la navegación ultraterrena y en el aura de lo divino. Experiencia de hijo y de padre, de pecador desbandado y de obispo muy rígido, de escolar y profesor y, por tanto, de maestro de su pueblo y de todo el Occidente; de mundano y de monje, de escritor y de filósofo, de polemista y de amigo, de pensador y de contradictor y orador.

En todos esos pasajes no perdáis nada de su riquísima y potentísima humanidad: todo lo llevó consigo y lo fundió en el ardor y en la luz única de su santidad doloroso y extática. Amó, y de su experiencia de amor surgirá un amor a Dios, tal vez el más elevado que jamás haya salido de corazón humano […].

Cuando moría Agustín en su ciudad asediada, no moría nada: nacía, para él, en los cielos amados sin paz y deseados sin tregua; nacía, para nosotros, en nuestra historia y en nuestra alma. Desde aquel día hay algo de agustiniano tanto en la historia de todos los hombres como en la historia de cada uno de ellos.

*

G. de Luca,
Sant’Agostino. Scrítti d’occasione e traduzioni

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José María Vigil: El cristianismo y la verdad. Una nueva conversión: la epistemológica.

Jueves, 15 de junio de 2023
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5F78727D-8556-4A97-ABC4-E344DC5B8FD6Como teólogo latinoamericano, José María Vigil es conocido en los campos de la teología y de la espiritualidad de la liberación, la teología del pluralismo religioso y los nuevos paradigmas, así como por su actividad editorial y cibernética, desde la Asociación de Teólogos/as del Tercer Mundo (EATWOT), la revista VOICES, la colección «Tiempo Axial», su coordinación de la Agenda Latinoamericana Mundial junto con Pedro Casaldáliga, y los Servicios Koinonía 1, 2 y 3.

La relación de las religiones con la Verdad ha sido un capítulo doloroso de la historia –y sigue siéndolo–. Sin generalizar demasiado, porque diríamos que casi cada religión es un caso; y son casos bien diferentes. Por eso, hablemos desde el principio de nuestro propio caso, el de la relación del cristianismo con la Verdad. Claro, para la religión, la verdad… es la VERDAD, o sea, la Verdad última, la Verdad total, la Verdad Absoluta, que viene de Dios, la Verdad que nos juzgará, la que llegaremos a contemplar en el cielo por toda la eternidad, o nos acusará en nuestra condena sempiterna en el infierno: es la Verdad de Dios, o el Dios de la Verdad. Las demás son verdades pequeñas, de andar por casa, de quita y pon, por las que no hay que acalorarse. Pero la Verdad de la religión, es lo más serio que hay en este mundo, por lo que merece la pena vivir, morir… y tal vez incluso matar. Para el cristianismo, la verdad lo ha sido sencillamente todo: la razón de su existencia y de su vocación misionera universal, porque su Verdad era el relato fiel del mundo desde el principio de los tiempos, a saber: la creación del mundo, Adán y Eva, su descendencia, los Patriarcas, la historia del pueblo hebreo, los 400 años de José en Egipto, la liberación de Moisés, ¡la Pascua!, el desierto, el Sinaí, la Alianza, los Mandamientos… La Conquista de la Tierra Prometida, los Jueces, la Monarquía, David y Salomón… Imposible citarlo todo, ni por sus solos nombres. El judeocristianismo ha sido ante todo un relato, una verdad narrada (luego, al helenizarse, se estructuraría filosóficamente…). El cristianismo puede presumir de gozar de una relación absolutamente privilegiada con la verdad: es la única religión de la Tierra fundada por Dios mismo en persona… ¿Qué otra puede decir lo mismo? Y si fue así, ¿qué puede faltarle al cristianismo? ¿Quién puede contradecirle? ¿Qué puede no saber? (quizá solo lo que sean secretos de Dios mismo, sus asuntos particulares que nunca nos quitarán el sueño). La cosa no fue tan así desde el principio, como yo la estoy aquí contando, porque, de hecho, Jesús no apareció bajando del cielo –una buena escena para comenzar la presentación de la Verdad–, ni como hijo del jefe, ni viniendo a tomar posesión del cargo, ni exhibiendo ninguna relación pretenciosa con la Verdad. Más bien apareció entre los pobres, los don nadie, los ignorantes, los trabajadores… Y de hecho, así le fue por la vida, hasta acabar en una cruz. Poco poder le proporcionó aquella Verdad que debía llevar en su mismo ADN… Después de su muerte pasó un tiempo: grupos de amigos cultivando su recuerdo, sus hechos y sus dichos… pero como una memoria y una reflexión desde abajo, no –para nada– como un dictado recibido de lo alto. Y así pasó bastante tiempo –sin que lo podamos detallar aquí (¡varios siglos!)–, hasta que, estando dispersos en comunidades en medio de la gente de los barrios, casi sin organización, fueron sorprendidos por el llamado del emperador, urgido por reunirse con sus supervisores (episcopos) para hacerles una propuesta organizativa. No iba con “chiquitas” Constantino; quería reunirse con «todos los obispos del mundo». No fueron muchos: 318 dicen los números legendarios; y aunque hubieran llegado a ser tantos, ¿qué son 300 personas para decidir «la Verdad del mundo», que es para lo que de hecho los convocaba Constantino? Él personalmente se encargó de todo, de traer a todos los obispos en la posta real, de alojarlos en su palacio de verano de Nicea, de establecer la agenda, marcar las reglas del debate… y sobre todo de dejar clara la autoridad suprema de la asamblea, que quedaba en sus manos, claro está.

Los obispos nunca se habían visto en tal aprieto. Alguno de ellos, como san Silvestre, el obispo de Roma, ni sabía que era «el obispo de Roma», con todo lo que eso después vendría a significar: ni siquiera se sabía el jefe de la Iglesia y por tanto el único que podría convocar a la Iglesia a un Concilio de verdad, y el único que podría haberse puesto por encima del mismo; pues ni se enteró. La iniciativa y la autoridad quedaron sin problema en manos de Constantino, tal como él lo había programado. El problema era la unidad del Imperio, que se estaba cayendo a pedazos, porque su religión, alma de todo un pueblo, ya solo inspiraba lástima. Constantino tenía las ideas claras: necesitaba que la joven religión cristiana trasmitiera su alma a la sociedad romana, le insuflara vida y vitalidad; sólo que aquellos obispos no sabían nada de política. Constantino les dio las instrucciones previas: una religión de Estado no es como una inspiración entusiasta de unos campesinos; no funciona sin unas ideas claras, y bien unidas, e indiscutidas. Nadie puede ir por libre, o por original (ay de los herejes). Todos deben colocarse bajo una única verdad, que ahora es la Verdad Suprema, la que quedó aprobada por el propio Imperio: la raison de l’Empire, más todavía que raison d’État…

La «epistemología imperial» es clara: la verdad la dicta el emperador, porque la Verdad es lo que interesa al Imperio –o a la Iglesia, cuando ésta lo sustituya–. Nicea fue el matrimonio obligado de la Iglesia con el Imperio, con las arras de la verdad del dogma imperial. En rigor fue nulo, porque fallaron las condiciones esenciales de un matrimonio libre y consciente. No fue tampoco un concilio de la Iglesia, pues ésta ni sabía que existía algo llamado «concilio ecuménico» como una posibilidad jurídico-canónica de la que echar mano, ni lo convocó el Papa, que tampoco sabía que era Papa; fue una acción netamente imperial, y su identificación posterior como el «primer concilio ecuménico» ha sido una de las confusiones más desastrosas para la relación del cristianismo con la Verdad. Porque, tras un «primer concilio», vendría el segundo, el tercero, y una larga serie de ellos, ecuménicos, regionales y locales, a su imagen y semejanza, siempre para «decidir la verdad», por votación episcopal; la verdad religiosa sería como la política: se hace campaña, se establecen alianzas, y cuando se consigue mayoría, se vota. A partir de ese momento, lo que los concilios atan en la tierra, queda atado para siempre en el cielo; lo que Dios quizá todavía no había acabado de pensar, o no nos había querido revelar todavía, pasa a ser pensado por Dios para toda la eternidad, transcrito en los anales celestes de la Verdad del Mundo, y revelado a la Tierra por vía de ese Concilio. Así los concilios van haciendo poco a poco la Verdad. No importa el tema: de omni re scibili, de cualquier cosa de la que se pueda debatir. La prevalencia de los concilios sobre la verdad, ha sido total. Creamos verdad, la hacemos, la decidimos, después de debatir imperialmente sobre lo que nos interesa como Iglesia. Con el desarrollo de los concilios, el corpus theologicum y doctrinal fue creciendo hasta hacerse inabarcable. La Iglesia católica –el sector luterano se libró gracias a la protesta de Lutero– llegó a gozar de uno de los cuerpos doctrinales mayores del mundo occidental, prácticamente inabarcable aún tras una larga carrera de estudios, que lógicamente se centró en los estudios filosóficos y teológicos. Pero la Verdad en cuestión no era una verdad abstracta, como si transcurriera en un mundo paralelo o fuera del mundo. Fue con la Verdad como se realizaron las grandes hazañas de dominación de este mundo. Veamos: Es claro que Dios es el creador del mundo, y es claro que Jesucristo era, como Hijo de Dios, el dueño de la Tierra a la que descendió. Tras su muerte dejó un sucesor, llamado Pedro, a quien hizo su representante y encargado de las llaves, y a cuya muerte siempre fue elegido otro sucesor. De forma que el Papa del momento era siempre el representante de Jesús, el Hijo del Dueño del mundo. Fue con esta sagrada Verdad de fondo con la que se redactó el «Requerimiento» para que los indígenas americanos depusieran espontáneamente la posesión de sus tierras al llegar a conocer la Verdad: que la tierra que ancestralmente habitaban no era de ellos, sino del Dios creador que ellos no conocían, y que ahora les hacía el favor de enviarles a su representante con algunas reclamaciones  jurídicas respecto a su titularidad. Con aquella Verdad, las tierras del continente fueron confiadas por los Papas a los cristianísimos reyes y reinas de las Coronas de España y de Portugal, como las tierras africanas habían pasado antes a la Corona de Portugal. Aquella verdad religiosa no era inocua ni gratuita, sino una Verdad que hizo de las Iglesias cristianas, de la raza blanca, de la raza europea, y también del varón, los seres privilegiados de la Tierra. Aquella Verdad, que aun siendo software al fin y al cabo, era una poderosísima arma de dominación, sometió e instauró imperios, entronizó razas, destruyó culturas y religiones, justificó esclavitudes, sometió a la mujer. Un último capítulo que va detrás de toda esta historia, soplando como viento de popa, es la teología de la misión, elaborada con toda esta verdad. Como hemos dicho, para algo había fundado Dios mismo personalmente el cristianismo en la Tierra: precisamente para revelar su Verdad, desconocida hasta entonces, y para difundirla por toda el orbe. Los cristianos fuimos los encargados de la difusión. Dios tuvo que esperar a la invención de los grandes medios de transporte transoceánicos medievales, las carabelas, y al desarrollo de nuestra progresiva capacidad de llegada a los lugares más alejados, para ver cómo comenzaba a realizarse esa misión universal. La misión trataba de dar a conocer la Verdad, lo que conllevaba la implantación de una extensión de la Iglesia cristiana, medio universal de salvación. Con esta «salvación universal», en el mismo paquete, venían también, como en un inocente caballo de Troya, la lengua, la cultura, el derecho occidentales. La Verdad fue el fundamento de la apoteosis de los «siglos misioneros cristianos», que llegaron hasta bien entrado el siglo XX, cuando en algún momento los misionólogos expertos llegaron a debatir concretamente la estrategia para efectivar la posibilidad de convertir todo el mundo para Cristo, que se veía muy cercana. Todo ello gracias a que la Iglesia era la depositaria, elegida por Dios, de la Verdad de la Salvación. Quizá no sea exageración decir que el cristianismo, convencido de estar en posesión de la Verdad Absoluta, revelada por Dios y manifestada en exclusiva a ella, ha sido la religión que ha guardado una relación más estrecha, laboriosa y efectiva con la verdad religiosa. Puede haber sido la religión que con la bandera de la Verdad haya conquistado para la fe más tierras y más pueblos, en aquellos tiempos apoteósicos en los que «en sus cristianísimos reinos no se llegaba a poner el Sol»... Pero aquella apoteosis coincidió con el comienzo de una nueva época, radicalmente diferente, la de la modernidad, que deconstruiría poco a poco, hasta el final, aquella epistemología medieval. Por ejemplo, tradicionalmente resultaba evidente para todo el mundo el objetivismo: la realidad existe, y está fuera del conocimiento. La verdad consistía, precisamente –en la acepción aristotélica por antonomasia– en la adecuatio rei et intellectus: la adecuación entre lo que pensamos y la cosa, la realidad objetiva. Se trata de una concepción de verdad bien gratificante (para lo religioso sobre todo): nos da la seguridad de que lo que pensamos no es una imaginación, sino algo que está en algún lugar, fuera de nosotros; por eso estamos en la verdad. La verdad no es un mero pensamiento, ni una imaginación, o una ilusión; se corresponde con la realidad objetiva. Pero pronto vino Kant y nos hizo comprender que debíamos despertar de ese «sueño dogmático»; las cosas no son como las pensamos, ni sabemos siquiera cómo son, ya que están estructuradas según las «condiciones a priori» del pensamiento, de las que hasta ahora éramos inconscientes. No podemos imaginar las cosas sin tiempo ni espacio, y nos parece algo indubitable que las cosas son espaciotemporales… Kant mostró que esa seguridad era un espejismo, y que, por más que nos costase, debíamos salir de ella; debíamos despertar de ese «sueño dogmático»… Pues bien, del mismo modo, podríamos decir que debemos despertar de nuestro sueño dogmático-religioso, porque, sin duda, también éste existe: las cosas religiosas eran como eran, como siempre nos habían dicho que eran, y no podían dejar de ser así; todo lo religioso parecía dogmático. Aceptar «despertar del sueño dogmático religioso» ha sido mucho más difícil. Muchas personas, de hecho, no han llegado siquiera aceptarlo, acabando por vivir sus vidas en un paralelismo de dos epistemologías paralelas: la de la razón profana, y la de la razón religiosa, una especie de esquizofrenia, con no poco sufrimiento. Hay una imagen sencilla que se ha hecho célebre: nuestros conocimientos son como unos mapas, pero tendemos a pensar sobre ellos ya como los territorios que representan. Sobre todo en lo religioso. Por ejemplo, estamos en oración, enfervorizados quizá, y casi sin darnos cuenta nos sentimos ya como en la presencia de Dios, en medio de su corte celestial… Pero nos resulta difícil pensar que esa presencia y el imaginario con el que viene revestida, es sólo un mapa, una representación, un interfaz, no la realidad misma. El territorio divino nos es totalmente inaccesible, y ningún mapa tiene validez objetiva; sólo es un servicio subjetivo para el sujeto, válido, con tal de que no se le dé valor de objetividad a lo que es simbólico. Igualmente, con todas las doctrinas, religiones, teologías, afirmaciones que hacemos en torno a Dios, debemos caer en la cuenta de que no son más que “mapas”, apuntes, sugerencias balbucientes sobre una realidad que nos sobrepasa totalmente… y que nos resulta sencillamente inasequible. ¿Dónde va quedando la “Verdad Absoluta Religiosa” que hasta hace bien poco nos hacía sentirnos tan seguros? ¿Será que la modernidad destruye la religión? Ésta fue la respuesta oficial de la Iglesia durante varios siglos, en un antimodernismo oficial, pleno y declarado, un vivir de espaldas a la ciencia y a la epistemología moderna. Sólo con el Concilio Vaticano II comenzó el deshielo, no todavía el afrontamiento real del problema, y mucho menos la solución del mismo.

castilla_y_leon_445968753_207219029_696x986Scriptorium. Foto: Ayto de Tábara

Veamos, por partes. La crisis de los estudios bíblicos comenzada en el siglo XVII en el mundo alemán protestante –cien años después en el campo católico–, hoy no ofrece ninguna novedad; los catequistas mínimamente preparados la conocen. Pero sabemos que implicó una cantidad inimaginable de crisis personales de fe. Clérigos, religiosos, seminaristas, llenos de fe, de generosidad y de entusiasmo religioso, abandonaron su vida religiosa eclesiástica recién iniciada cuando descubrieron con aquellos estudios racionalistas ilustrados alemanes, que gran parte de lo que habían escuchado sobre Jesús –lo que se venía diciendo de Él desde tiempos inmemoriales– no respondía a la verdad. No nos vayamos muy lejos; no hace todavía 50 años que los católicos, que oían el Evangelio de Jesús, entendían literalmente las palabras dichas por Jesús que el evangelista ponía en su boca; de forma que creer a Jesús consistía en creer lo que Él literalmente nos había dejado dicho de parte del Padre: “Yo y el Padre somos una misma cosa”. Y no es verdad que Jesús dijera eso nunca, ni siquiera que lo pensara. Hoy sabemos que no hay en la Biblia nada «directamente dictado» por Dios. ¿Dónde está la Verdad Absoluta que nos acompañó en todas nuestras misiones? Hace poco más de 50 años de aquel otro famoso libro Y la Biblia tenía razón, que con pruebas supuestamente científicas venía supuestamente a demostrar que el relato bíblico era literalmente histórico… Era la lucha desesperada de la «epistemología mítica» bíblica tradicional, ante los embates de la epistemología moderna. El Antiguo Testamento lleva muchos más años siendo objeto de un estudio detallista y minucioso. Hoy sabemos de dónde viene casi cada una de los relatos que lo componen. No ha salido muy bien parado: muchas de sus leyendas y tradiciones vienen de pueblos ajenos, del Levante; textos hoy suyos fueron primero babilónicos, sumerios, arcádicos, de Ugarit… de cualquier parte del medio Oriente. Pensábamos que la Biblia, como Verdad dictada y finalmente captada y registrada, habría venido directamente del Dios del cielo; después hemos sabido que sí, que muchas verdades nos han venido de Él, pero pasando por otros pueblos a los que tuvo el capricho de manifestárselas primero. Mucho de lo que el pueblo de la Biblia aprendió de Dios, le llegó por tradiciones y textos recibidos por otros pueblos… Hoy nos puede parecer, incluso, un detalle de macroecumenismo, de elegancia, de gran estilo por parte de Dios, pero no podemos olvidar que cuando comenzamos a descubrirlo fue una fuente continua de sorpresas y decepciones. Los últimos desafíos a la verdad bíblica vienen del llamado nuevo paradigma arqueológico bíblico. Como su nombre indica, se trata de una escuela nueva arqueológica que renuncia a ser «arqueología bíblica», aquella que se hacía «con la Biblia en una mano y la piqueta en la otra», y que se proponía consciente y expresamente «demostrar la verdad de la Biblia». La arqueología actual, de nuevo paradigma, ya no busca justificar la Biblia, sino –curiosamente– descubrir la verdad, caiga lo que caiga. Y sí, han caído cosas inimaginables: los Patriarcas, los israelitas en Egipto, el paso del Mar Rojo (y con él la Pascua), el paso por el desierto, Moisés y el monte Sinaí (y con ello la Alianza y los diez mandamientos…), continuando por David y Salomón, de quien, aunque fuera tan famoso que hasta la Reina de Saba vino a oír su sabiduría desde los confines del mundo, no aparece su nombre en ningún documento extrabíblico, absolutamente en ninguno. No seguiremos citando las sorpresas del nuevo paradigma arqueológico-bíblico, para no desanimar a nadie de su lectura obligada (en eatwot.net/VOICES hay un número monográfico amplio sobre el tema, muy accesible y completo). La antropología religiosa también nos ha llevado poco a poco a un cambio de mentalidad. Durante milenios hemos estado pensando el mundo religioso como un «segundo piso paralelo» que, en momentos determinados, irrumpía en nuestro mundo, con alguna intervención controlatoria, o introduciendo algún don, como podía ser la revelación sobrenatural de una verdad. Esta revelación podía ocurrir allí donde los dioses lo quisieran. La antropología nos ha descubierto que la atribución de una verdad a una revelación divina es un mecanismo natural y muy frecuente de nuestro desarrollo religioso humano bio-evolutivo. Desde el principio este primate ha necesitado «poner su vida en contextos mentales y espirituales más amplios» (Karen Armstrong); su búsqueda de conocimiento y la construcción de la verdad, son las dos caras de un mismo proceso evolutivo. Por eso, todas las religiones son manifestaciones distintas, peculiares, condicionadas por su contexto, de los distintos desarrollos de cada pueblo, todos respetables, todos distintos, muy distintos, y, a la vez, todos, en el fondo, paralelos (y por tanto, convergentes en el infinito). Una novedad destacable es la excepción de las “religiones” que no se han enrumbado por el mundo de la Verdad, ni de las doctrinas. Gandhi reconoce que el hinduismo no tiene ningún credo oficial, ningún dogma obligatorio, ninguna doctrina distintiva que deba marcar la vida de los discípulos… Esta característica “a-doctrinal” del hinduismo es un gran desafío para las demás religiones, y en concreto para el cristianismo, que debido a su herencia griega y a su pasado imperial, ha hecho de la doctrina, del credo, del dogma… una de sus dimensiones esenciales, indebidamente. La afirmación integral de la doctrina, de todos y cada uno de sus artículos, y la negación de las herejías, ha sido más importante y decisivo que la fe y el amor. Hoy, con la nueva epistemología, el hinduismo se ve confirmado en su tarea de acompañar al ser humano por los derroteros de su humanización, dejándole en libertad para buscar, con la simple razón, las explicaciones que necesite, mientras el cristianismo se ve abocado a la necesidad de pedir disculpas por el excesivo celo teórico, por la sobre carga de acento intelectual, doctrinario, teológico, dialéctico, polemizador, buscador de criptoherejías, que lo han apartado gravemente de ser una religión del amor y de la libertad ante el Misterio que está más allá de todas las formulaciones de la verdad. Todavía hoy, en su propia página web, la Congregación para la Doctrina de la Fe, sin ningún rubor, reivindica su nombre original de «Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición», fundada por Pablo II en 1542, la más antigua de las nueve congregaciones del Vaticano. Y estamos en 2018. El concepto renovado de religión se vuelve a centrar hoy día en la espiritualidad, y todos los demás componentes son complementos no estructuralmente esenciales; lo único esencial es la espiritualidad. Todos los pueblos han percibido, intuido, sintonizado, buscado… el Misterio. Cada uno lo ha explicado a su manera, con sus categorías culturales, sus filosofías, sus prejuicios y defectos… y también con ello han rasgado muchas veces, lamentablemente, la unidad de sus familias espirituales… Sólo el quehacer espiritual era, es, la esencia de la religión. Todo lo demás son todavía rasgos arrastrados de estadios inferiores, que no necesitan siquiera resolverse, sino que simplemente pueden ser abandonados. Por no hablar sino dentro del cristianismo, ¿no bastan 500 años para tirar por la borda ya debates que nos han separado inútilmente durante medio milenio contra toda razón y todo amor entre católicos y protestantes? ¿Todavía tiene sentido debatir sobre la Sola Scriptura, la Sola Gratia, el Solus Christus, la Sola Fides? 

Jesús Misionero 0001¿Hasta cuándo? Nos basta el recorrido esquemático que acabamos de realizar en la deconstrucción de aquellas seguridades que hasta el siglo XVII tuvimos sobre la verdad y el cristianismo. Estamos ante la nueva epistemología, quizá la «última conversión» que tendrá que afrontar el cristianismo, en el que, muchos creyentes, todavía no se han enterado de esta la transformación epistemológica cultural que está en curso, y siguen como si no hubiera pasado nada, tanto en el catolicismo como en el protestantismo –no digamos en el islam–. Decía Jung que los cambios religiosos, por su propia naturaleza, son de los más lentos. En muchos sentidos, en religión sólo avanzamos “de funeral en funeral”... Es cierto que la única pedagogía que las religiones no han ensayado nunca, ha sido la pedagogía de los cambios, especialmente la de los cambios culturales rápidos. No tenemos ninguna experiencia, y al Vaticano, por ejemplo, ni le ha pasado por la cabeza que tan importante como “una Iglesia en salida” lo es “una Iglesia con otra epistemología”. Y ya sabemos, mientras no cambiemos de urgencias, el tiempo corre en contra de la suervivencia del Titánic. Pero quienes, aun entre dificultades, hemos intuido la necesidad perentoria de una deconstrucción, –aun a riesgo de ser incomprendidos, de ser considerados “ateos” en el sentido negativo de la palabra (porque tiene también un sentido positivo)–, estamos intentando escrutar el abismal cambio cultural de estos cincuenta últimos años, y las muchas reformas que habrían de ser puestas en marcha. Sabemos que pueden parecer locuras a quienes las escuchen o las lean desde los viejos paradigmas, pero quisiéramos ofrecer un gesto sonriente y cariñoso, lleno de fraternidad. Les aseguramos que estamos en el mismo camino, que no hemos renunciado a nada, que, simplemente, pensamos que el viejo cristianismo se está acabando –o ya se acabó, en algunas latitudes– y que creemos que continúa por aquí. Este número de Spiritus, En búsqueda de la verdad, como reza su título, se plantea cuestiones capitales, difíciles, urgentes… de nuestra sociedad actual posmoderna. La confrontación de las religiones, y del cristianismo en concreto, con la “nueva epistemología” surgida de la modernidad, implica un cambio tan radical, que mientras las religiones no lo afronten, están condenadas a continuar en trance de desaparición. Seguirán en el mundo de siempre, el mundo del Titanic que se hunde. Pero de aquí a poco tiempo, sólo quedarán en pie las nuevas realizaciones espirituales que cuenten con una nueva epistemología, la única posible hoy día, ésa que ya está en la calle, en la sociedad civil, en el hombre y la mujer modernos. Entre el cristianismo y la verdad, los desafíos son realmente grandes; pero hay uno que para la Iglesia es el decisivo: afrontar la última conversión pendiente, la conversión epistemológica.

Revista «Spíritus», edición hispanoamericana, 19/1-230 (marzo 2018) 85-98. Quito, Ecuador.

José María Vigil

Fuente eatwot.academia.edu/JoséMaríaVIGIL

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El papa Francisco debe “abrazar la conversión” para lograr la plena igualdad LGBTQ+, escribe un católico gay

Viernes, 5 de mayo de 2023
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IMG_9593Philip Clark (Twitter)

En un artículo para el National Catholic Reporter, un joven católico gay argumentó que aunque los católicos LGBTQ+ han recibido el apoyo del Papa Francisco, el pontífice debe ser más radical para sanar a esta comunidad dañada.

Philip Clark, escritor y practicante de justicia restaurativa, postula que para crear un espacio verdaderamente acogedor para las personas queer en la iglesia, se deben revisar las enseñanzas sobre sexualidad y género. Aunque Clark admira los esfuerzos del Papa Francisco para hacer avanzar a la iglesia a través del aliento y la inclusión, todavía cree que el Papa debe reconocer su “propia falibilidad y abrazar la conversión reconociendo los signos de los tiempos, impulsados por el Espíritu Santo”.

Para Clark, esta “conversión” incluiría una revisión de las enseñanzas de la iglesia sobre la sexualidad, que no se alinean con los datos psicológicos o científicos actuales. Ambas disciplinas confirman que la atracción por personas del mismo género es una “parte natural de nuestra diversidad de especies” y proviene de una mezcla de factores genéticos, sociales y ambientales. Debido a que el Papa Francisco no ha propuesto una revisión de la enseñanza de la iglesia, Clark cree que el Papa le está fallando a las personas LGBTQ+:

“Francisco carece de coraje moral al denunciar la homosexualidad como un crimen pero se niega a confrontar las doctrinas católicas que alimentan la homofobia y la transfobia en todo el mundo. Mientras los movimientos sociales globales libran luchas revolucionarias por la liberación de los negros, la abolición, los derechos de las mujeres y trascender la explotación capitalista, el obispo de Roma debería unirse con entusiasmo a la lucha por la liberación queer, afirmando la sexualidad y la identidad de género como dones divinos”.

“Si bien Francisco ha recibido personalmente a las personas trans a nivel pastoral, ha condenado abiertamente lo que percibe como una ‘ideología de género’ y describe la enseñanza sobre la identidad de género en las escuelas como una ‘colonización ideológica’”.

Si bien numerosas denominaciones cristianas han llegado a entender que las Escrituras incluyen a personas LGBTQ+, la Iglesia Católica continúa considerando las relaciones entre personas del mismo género como “intrínsecamente desordenadas”. Además, el Catecismo no reconoce el valor inherente de las personas transgénero, lo que ha llevado a los obispos de derecha a condenar la atención médica que afirma el género. Para avanzar, Clark argumenta que la iglesia primero debe reconocer que la homosexualidad no es un “trastorno intrínseco”. Escribe sobre su propia experiencia:

“El lenguaje del catecismo sobre la homosexualidad infligió una profunda herida en mi psique durante la mayor parte de mi adolescencia. Navegar por mi propio viaje de conciencia como católico gay implicó aceptar que las referencias bíblicas a la homosexualidad estaban limitadas por el contexto histórico, social y cultural en el que fueron escritas. Estos pasajes nunca podrían reflejar la verdad sagrada de sentirse atraído por otro hombre, en mente, cuerpo y espíritu. Gradualmente, llegué a abrazar mi identidad gay como un regalo divino.

“Mi difunta madre, una mujer negra que vivió la desegregación, fue una de mis mayores apoyos. Cuando me resigné al celibato, su estribillo constante era: ‘¿Pero serías realmente feliz?’”

Algunos miembros de la jerarquía de la iglesia ya han hablado sobre cambiar las enseñanzas institucionales. A través de artículos de opinión, entrevistas y podcasts, los líderes han reconocido públicamente el daño emocional y psicológico que las enseñanzas negativas causan a los católicos LGBTQ+. Ahora, el Papa Francisco debe hacer lo mismo, argumenta Clark, quien concluye:

“Francisco ha emitido altísimas pontificaciones sobre una iglesia más inclusiva durante la última década. Pero nuestros tiempos exigen que los pastores proféticos caminen con celo en el avance del propósito animador de Cristo en la Tierra, descrito en el Evangelio de Juan: “Vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10:10)”.

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Un manifestante ondea una bandera del arcoíris frente a la Basílica de Santa María la Mayor durante la marcha anual del Orgullo en Roma el 26 de junio de 2021. (AP/Gregorio Borgia)

—Sarah Cassidy (ella/ella), New Ways Ministry, 29 de abril de 2023

Fuente New Ways Ministry

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Conversión, Unidad, Disponibilidad

Martes, 28 de marzo de 2023
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Del blog de Henri Nouwen:

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Llevar una vida espiritual requiere un cambio de corazón, una conversión. Dicha conversión puede estar señalada por un repentino cambio interior. Pero siempre implica una experiencia interior de unicidad. Nos damos cuenta de que estamos en el centro, y de que desde allí todo lo que existe y todo lo que ocurre puede verse y comprenderse como parte del misterio de la vida de Dios con nosotros. Nuestros problemas y sufrimientos, nuestras tareas y promesas, nuestras familias y amigos, nuestras actividades y proyectos, nuestras esperanzas y aspiraciones, ya no nos parecen una fatigosa variedad de elementos que apenas podemos mantener unidos, sino más bien las declaraciones y revelaciones de una nueva vida del Espíritu en nosotros. «Todas esas otras cosas» que tanto nos ocupan y preocupan vienen ahora como dones o retos que fortalecen y ahondan la nueva vida que hemos descubierto.

Esto no quiere decir que la vida espiritual facilite las cosas o nos libere de nuestros problemas o sufrimientos. Las vidas de los discípulos de Jesús muestran claramente que el sufrimiento no disminuye por la conversión. A veces incluso se intensifica. Pero nuestra atención ya no se dirige al «más o menos». Lo importante es escuchar atentamente al Espíritu y acudir obedientemente allí donde somos conducidos, ya sea un lugar alegre o ingrato.

La pobreza, el dolor, los problemas, la angustia, la agonía e incluso las tinieblas interiores pueden seguir siendo parte de nuestra existencia. Pero la vida ya no es aburrida, rencorosa, depresiva o solitaria, porque hemos alcanzado a descubrir que todo lo que ocurre es parte de nuestro camino hacia el  Padre“.

*

Henri Nouwen

Cambiar desde el corazón, escuchar al espíritu

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

40 días…

Miércoles, 22 de febrero de 2023
Comentarios desactivados en 40 días…

Hoy, miércoles de Ceniza, que marca la entrada en la Cuaresma se nos invita a volvernos totalmente a Dios y tomar el camino que nos llevará a la Pascua, para revestir con Cristo la posesión del Resucitado. Y cuando se nos imponga sobre nuestra frente la ceniza penitencial, pensemos en qué es en realidad cumplir el mandato de “Conviértete y cree en el Evangelio”… Conversión no es sino retomar el rumbo, encontrar el camino, hacer realidad el mandato de Jesús, único mandato en realidad: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”

Miercoles de Ceniza

40 días que se nos dan para seguir un camino:

Ruta de conversión

Camino de fe

Ruta de confianza

Camino de Resurrección.

Es en la oración, el ayuno y el compartir con discreción y humildad a imagen de nuestra comunidad que Dios nos llama a tomar nuestro bastón de peregrino.

peregrinar

 

¿Y si en el camino me dejo buscar por Cristo?

¿Y si en el camino me dejo mirar por Cristo?

¿Y si en el camino me dejo amar por Cristo?

¿Y si en el camino me dejé servir por Cristo?

Entonces podría amar como Él.

Podría servir como Él.

Muéstrame Señor el camino del Amor para que la mañana de Pascua, en la alegría del encuentro yo reconozca al Resucitado.

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Anne-Marie,
hermana de la Communion Béthanie.

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Lecturas para hoy

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Arrepentimiento no equivale a autocompasión o remordimiento, sino a conversión, a volver a centrar nuestra vida en la Trinidad. No significa mirar atrás disgustado, sino hacia adelante esperanzado. Ni es mirar hacia abajo a nuestros fallos, sino a lo alto, al amor de Dios. Significa mirar no aquello que no hemos logrado ser, sino a lo que con la gracia divina podemos llegar a ser […].

El arrepentimiento, o cambio de mentalidad, lleva a la vigilancia, que significa, entre otras cosas, estar presentes donde estamos, en este punto específico del espacio, en este particular momento de tiempo. Creciendo en vigilancia y en conocimiento de uno mismo, el hombre comienza a adquirir capacidad de juicio y discernimiento: aprende a ver la diferencia entre el bien y el mal, entre lo superfluo y lo esencial; aprende, por tanto, a guardar el propio corazón, cerrando la puerta a las tentaciones o provocaciones del enemigo. Un aspecto esencial de la guarda del corazón es la lucha contra las pasiones: deben purificarse, no matarse; educarse, no erradicarse. A nivel del alma, las pasiones se purifican con la oración, la práctica regular de los sacramentos, la lectura cotidiana de la Escritura; alimentando la mente pensando en lo que es bueno y con actos concretos de servicio amoroso a los demás. A nivel corporal, las pasiones se purifican sobre todo con el ayuno y la abstinencia.

La purificación de las pasiones lleva a su fin, por gracia de Dios, a la “ausencia de pasiones”, un estado positivo de libertad espiritual en el que no cedemos a las tentaciones, en el que se pasa de una inmadurez de miedo y sospecha a una madurez de inocencia y confianza. Ausencia de pasiones significa que no somos dominados por el egoísmo o los deseos incontrolados y que así llegamos a ser capaces de un verdadero amor.

*

K. Ware,
Diré Dio ogg’i. Il cammino del cristiano,
Magnano 1998, 182-185 passim.

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Conversión de San Pablo

Miércoles, 25 de enero de 2023
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        Saulo de Tarso, antes de su conversión, era un judío convencido de su religión y totalmente contrario a la nueva fe que empezaba a difundirse por Palestina y sus alrededores.

        Tuvo alguna responsabilidad también en el martirio de san Esteban, protomártir, del que se habla en los Hechos de los apóstoles. Saulo encontró a Jesús resucitado en el camino de Damasco y este acontecimiento cambió de manera radical su modo de creer y de pensar. El Señor resucitado se convirtió en el centro de su espiritualidad y de su teología. Una vez apóstol del Evangelio, Pablo estableció en Antioquía de Siria el punto de partida de sus viajes misioneros, donde aparece como testigo infatigable de la fe en Jesús resucitado. Estos viajes le incitaron a escribir diversas cartas a las distintas comunidades cristianas que había fundado. Pablo, verdadero y auténtico apóstol, siempre llevó buen cuidado en «volver» a Jerusalén, con el deseo de confrontarse con los apóstoles de Jesús a fin de no correr en vano.

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No quieras buscar ninguna cosa fuera del Señor; busca al Señor y él te escuchará; y mientras todavía estés hablando, te dirá: «Estoy aquí». ¿Qué significa «Estoy aquí»? Estoy presente. ¿Qué quieres, qué esperas de mí? Todo lo que puedo darte es nada en comparación conmigo. Tómame a mí mismo, goza de mí, acércate a mí. Aún no puedes hacerlo del todo, pero tócame con la fe y quedarás inseparablemente unido a mí, y yo te libraré de todos tus fardos, para que puedas adherirte a mí por completo.

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Agustín de Hipona,
Exposición sobre el salmo 33, 9ss

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El edificio espiritual construido por san Pablo, con su profundidad profética y sus escarpadas ascensiones, emerge alto sobre el plano de nuestra apacible piedad cristiana. ¿Quién fue este grande, que obró a la sombra de Uno inmensamente más grande que él? ¿Quién fue este atrevido pionero, este «errante entre dos mundos»?

        Dos ciudades ejercieron una influencia decisiva en el ciclo de su formación: Tarso y Jerusalén. «Soy un judío de Tarso de Cilicio…»: así se calificó Pablo ante el comandante romano cuando fue encarcelado. Dos corrientes de antigua civilización afluían, pues, y se fundían en él: la educación judía en familia y la formación griega que absorbía en la capital de su provincia natal, dotada de universidad. Está escrito, ciertamente, en los designios de la Providencia que este hombre, destinado a que en su vida actuara como misionero en medio de los paganos, debería recibir su primera educación en un centro mundial del paganismo.

        Aquel para quien ya no debería existir diferencia alguna entre judíos y paganos, entre griegos y bárbaros, entre libres y esclavos [cf. Col 3,11; 1 Cor 12,13), no debía nacer entre las idílicas colinas de Galilea, sino en el tumulto de un rico emporio comercial donde afluían y se mezclaban gentes de todas las naciones sometidas al Imperio romano.

        «Soy de Tarso, una ciudad no oscura de Cilicia». Parece que se refleja en esta respuesta un sentimiento de genuino orgullo griego por su propia ciudad de nacimiento. Tarso competía, en efecto, con Alejandría y Atenas por la conquista del primado en el campo de la cultura; en ella se elegían los maestros para los príncipes imperiales de Roma, y es natural que un centro de cultura tan eminente influyera en la formación de la personalidad del futuro apóstol… En Tarso dominaban la espiritualidad y la lengua griega junto a las leyes romanas y a la austeridad de la sinagoga judía.

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J. Holzner,
San Pablo,
Editorial Herder, Barcelona 1989.

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8-8.12.2022. La Inmaculada Concepción de San José. Juan Pablo II, Francisco y Román Llamas (1924-2022).

Jueves, 8 de diciembre de 2022
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EA9FEEAA-DDEA-4536-AC83-AE478DF7C1F0Del blog de Xabier Pikaza:

El complemento lógico y necesario de María Inmaculada es José inmaculado. Así aparece en los documentos “josefológicos” de Juan Pablo II (Redemptoris Custos, 1989), de Francisco (Patris Corde, 2020) y de un modo especial en la obra teológico-pastoral de Román Llamas (1924-2022), que ha fallecido hace unos días Valladolid (23.11.2022).

Expongo y sitúo con ellos el sentido  y función de José, varón, esposo y padre “inmaculado”, en la línea de una antropología cristiana, poniendo de relieve la diferencia entre Juan Pablo II y Francisco, y actualizando la visión “clásica” de R. Llamas

Román Llamas OCD veneraba a San José como lo hacía Santa Teresa de Jesús, su “madre” no como acompañante subordinado de María, sino como su par (pareja) y esposo, no como simple padre “putativo” y custodio de Jesús, sino como padre real (hipostático: divino y humano), pues la verdadera esponsalidad no es relación genital en sentido externo, sinola con-vivencia de diálogo y vida; y la auténtica paternidad no es simplemente biológica en sentido también externo (de semen y ADN),  sinoacogida, encuentro y cuidado personal, en servicio y gozo de amor, en despliegue de vida.

Introducción

La iglesia católica, en su intensa “deriva” teológica y vital, tuvo necesidad de “definir” el dogma de la Inmaculada Concepción de María, esposa de José y madre de Jesús (Pío IX, 1884). La iglesia católica actual (2023) tiene necesidad de situarse en forma cristiana ante el misterio de la vida, del varón y la mujer como inmaculados, llamados a la gracia del amor, esto es, del encuentro y despliegue gozoso, agradecido, fecundo de la vida.

La iglesia ortodoxa no tuvo necesidad de definir la inmaculada concepción de María, pues su visión de la santidad del ser humano (varón y especialmente mujer)  se formulaba y vivía de otra forma. Tampoco las iglesias protestantes tuvieron necesidad  definirla por su forma de entender la gracia de Dios y la justificación de los hombres, varones y mujeres, entre ellos María. Por el contrario, los católicos tuvieron (tuvimos) la necesidad de formular ese dogma por nuestra “fijación” en los temas del sexo y del pecado. Fue buena, fue necesaria la definición de este dogma que nos ha liberado de otros dogmatismos, miedos y condenas.

7E0687DB-9B8C-4581-8FA8-167D98F3BF1B(Marc Chagall)

Pero este dogma de la Inmaculada concepción de María no ha sido todavía plenamente “recibido” (en todo dogma es necesaria la receptio), ni entendido en su amplitud, ni desarrollado. Han faltado y faltan todavía varios rasgos y experiencias:

No es posible hablar de una “inmaculada concepción” de María en claves de pura concepción genital-sexual. María no es inmaculada porque sus padres la concibieran de forma asexual, sino porque ella nace y crece desde el amor integral de sus padres. No es tampoco inmaculada porque elle no tuviera relaciones sexuales con su esposo o con otras personas (las tuviera o no es otro tema, que aquí no se plantea), sino porque sus “relaciones” fueron limpias (sin “mácula”), en amor integral (personal), en gratuidad de vida y de generación de vida, en Dios, es decir, entre los hombres (pues amor a Dios y a los otros son inseparables, según el evangelio).

No es posible hablar de María Inmaculada sin un “vis a vis” con José su esposo. Ciertamente, una mujer puede ser Inmaculada (llena de gracia) aunque su esposo sea un des-graciado (y hay ejemplos abundantes de ellos, y de lo contrario: de hombres inmaculados y mujeres desgraciada”). Este vis a vis de María y José ha sido cuidadosamente formulado por los evangelios de la infancia (Mt 1-2 y Lc 1-2).

Sin embargo, por razones que se explican pero no se justifican en modo alguno, la iglesia católica ha definido sólo la inmaculada de María, no la de José. En perspectiva evangélica (cristiana) la Inmaculada María es inseparable de José Inmaculado, en diálogo de amor, en compañía de Jesús, como ha sabido y sabe la tradición popular católica.

No es posible separar la inmaculada concepción (=despliegue vital, en plenitud de santidad) de María y José del camino “inmaculado” (de gracia y vida, de amor) de la nueva humanidad de Jesús, es decir, de nosotros, los cristianos. La tradición católica ha corrido el riesgo de definir, pintar y venerar una inmaculada de cielo, lo cual no está nada mal, pero ha sido y es peligrosísimo. La inmaculada no es una mujer de cielo (elevada sobre las nubes, en peana divina, con el diablo bajo sus pies…), sino una mujer de tierra-tierra, es decir, de humanidad concreta, de gracia y trabajo (=tri-palium, tres palos de tortura), de riesgo, en diálogo de búsqueda y prueba con otros, en este caso con José y Herodes, con “magos” y asesinos de Belén.

                Muchas otras cosas se pueden decir de María Inmaculada, desde la perspectiva de la historia de Israel y de la humanidad:  La inmaculada de las siete espadas o dolores, de los siete gozos (=llena de Gracia), del amor a/con José, de la cruz y de la pascua… como quise explicar en mi antiguo libro (Los orígenes de Jesús), sobre el que tuve que “dialogar” con el Cardenal A.M. Javierreel año 1984, en Roma, precisamente sobre este tema (¡cómo definir y entender la Inmaculada). Él había comprado y leído este libro, y le convencían muchas cosas, pero no veía ésta clara (cómo era María inmaculada, conforme a mi visión teológica, como podía ser inmaculada la Iglesia).

               El tema de aquella conversación con Javierre en Roma/Vaticano sigue pendiente.  Pero no es éste el momento de retomarla. Aquí me contento con retomar (evocar) la visión de José y María que ha desarrollado el P. Román Llamas, con los documentos pontificios que Juan Pablo II y Francisco han dedicado a la figura y presencia cristiana de José, esposo de María y padre de Jesús.

(tema parcial tomado de Diccionario de la Biblia. San José signo de Dios Padre).

JUAN PABLO II, REDEMPTORIS CUSTOS (1989), exhortación apostólicadel Sumo Pontífice sobre la figura y la misión de san José en la vida de Cristo y de la Iglesia.

          C23CEC6D-C60F-4FCA-8989-18E6602423E2 Es un trabajo “serio”, va en la buena línea, plantea temas y motivos principales de San José, muy dignos de tenerse en cuenta, pero dentro de una lectura bíblica “tradicional” (en el sentido restringido de la palabra) y de una visión de la iglesia aún más tradicional, en el sentido también estrecho de la palabra,  encorsetada en una tradición más vinculada al pasado que al despliegue profético de los temas de la vida cristiana, en un momento de fuertes cambios de tipo personal y social que el Papa no advierto (no quiere o no puede advertir).

          Es un “trabajo” necesario, una reflexión que hacía falta en la Iglesia, pero que ha de retraducirse en sentido fuerte, de vuelta a la tradición bíblica y de la actualidad y futuro de la iglesia. En esa línea nos parece poco afortunado el título: Redemptoris Custos, es decir, custodio o guardián del Redentor, como una especie de ángel custodio, de guardián, como si a Jesús le hiciera falta un tipo de policía para defenderle.

          Cuando se publicó la exhortación, muchos pensaron que Juan Pablo II estaba presentándose a sí mismo al hablar de José; él se tomó como “custodio”, guardián del buen orden de la iglesia, más que como amigo que acompaña y deja en libertad a María para que ella sea, y para que sea Jesús, descubriendo en oración y compromiso que debe acompañarles, y se acompañado por ellos, en un camino de fidelidad de amor, en libertad.

No hay más custodia que la libertad y el amor, que la compañía cercana y el diálogo profundo, desde la perspectiva de un “hijo de David”, de un hombre al que Dios ha llamado para acompañar a María y a Jesús, compartiendo con ellos en intimidad la vida. Ciertamente, este José de Juan Pablo II emerge en su exhortación como “inmaculado”, pero inmaculado de ley más que de amor y vida concreta.

FRANCISCO, PATRIS CORDE (con corazón de Padre)carta apostólica con motivo del 150° aniversario de la declaración de san José como patrono de la iglesia universal (2020).

La novedad empieza estando en el título. San José no es “custodio” del Redentor, sino un hombre que tiene y vive (realiza su camino) con “corazón de Padre”, esto es, con corazón del Padre Dios y corazón de padre humano, al lado de María. No es custorio, sino padre de Jesús, al lado de María, su madre.

Este documentos está dedicado a San José, con motivo de los 150 años de su declaración como Patrono de la Iglesia (Pío IX: 08.12.1870). Las palabras de su título latino, pueden tener dos sentidos: José amó a Jesús con corazón humano de padre; o le amó con el mismo corazón de Dios que es padre. Ambos sentidos parecen y están vinculadas en la carta de Francisco, que presenta a José como signo paterno de Dios y modelo de paternidad humana, en un contexto de familia cristiana, entendida como espacio y presencia del Reino, a los cinco años de su Exhortación Amoris Laetitia, sobre la familia (19. 03 del 2016 y del 2021).

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Bendito sea Dios… Bendita eres tú.

Jueves, 8 de diciembre de 2022
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anuncio-a-mariaDel blog de José Luis Sicre El Evangelio del Domingo:

Si el próximo domingo se leyeran las lecturas normales del Ciclo A, aparecería Juan Bautista predicando la conversión y el perdón de los pecados. Y, al terminar los cuatro domingos de Adviento, el ciclo A no habría dedicado ni un solo pasaje a María (salvo la mención del ángel a José en el cuarto domingo). Cosa rara, porque, cuando va a nacer un niño, la gran protagonista es la madre. Afortunadamente, este año 2019, el segundo domingo cae el 8 de diciembre, día de la Inmaculada, y cede el puesto a esta fiesta (al menos en algunos países).

María inmaculada no significa que sea virgen

El dogma católico no está pensado para gente sencilla, y es fácil que la gente termine confundiendo los términos. Muchos relacionan “inmaculada” con “virgen antes del parto, en el parto y después del parto”. No tienen nada que ver. Inmaculada significa “sin mancha del pecado original”. Como dice la oración después de la comunión: María fue preservada, en el momento de su concepción, de los efectos del primer pecado (el de Adán y Eva), con los que nacemos todos los demás.

Este Hijo se merece la mejor madre

La idea que impulsó este dogma se encuentra en la oración inicial: “Oh Dios, que preparaste a tu Hijo una digna morada”. Idea que se desarrolla ampliamente en el Prefacio: “Libraste a la Virgen María de toda mancha de pecado original, para que en la plenitud de la gracia fuese digna madre de tu Hijo… Purísima había de ser, Señor, la Virgen que nos diera el Cordero inocente que quita el pecado del mundo…”.

El problema

Aunque lo anterior parezca lógico, a los teólogos les planteaba un gran problema: ¿cómo podía alguien estar libre de pecado antes de que Cristo muriese, si es él quien nos redime del pecado con su muerte? Así se explica que, en la Edad Media, grandes teólogos como San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, estuviesen en contra de la idea de que María nació sin la mancha del pecado original. En siglos posteriores hubo grandes debates y enfrentamiento sobre el tema, aunque cada vez fue mayor el número de sus partidarios, especialmente en España.

La solución

Curiosamente, en la declaración del dogma influirá, al menos indirectamente, la rebelión de los romanos en 1849, deseosos de instaurar la República. Pío IX se vio obligado a huir de los Estados Pontificios, refugiándose en Gaeta. Según el historiador Louis Baunard, fue el cardenal Luigi Lambruschini quien lo animó a proclamar el dogma: “Beatísimo Padre, Usted no podrá curar el mundo sino con la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Sólo esta definición dogmática podrá restablecer el sentido de las verdades cristianas y retraer las inteligencias de las sendas del naturalismo en las que se pierden”. Pío IX estuvo de acuerdo, pero antes quiso recabar la opinión del episcopado universal, que me manifestó de acuerdo. El dogma fue proclamado en 1854.

Buscando una base bíblica

Un dogma debe fundamentarse en la Escritura. Y los dos textos que se adujeron son los que tenemos en la primera lectura y el evangelio. En el texto del Génesis, después de maldecir a la serpiente, Dios dice: “Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón”. El texto hebreo original no habla de ella, sino del él, que se refiere a la enemistad atávica entre el campesino y la serpiente (y que podría aplicarse a Jesús). Pero la traducción latina de la Vulgata cambió él por ella, facilitando la identificación de la mujer con María, la nueva Eva que aplasta la cabeza de la serpiente. El argumento no es muy fuerte, como reconoció Juan Pablo II, porque tergiversa el texto original.

El segundo argumento se encontró en el saludo de Gabriel a María cuando la llama “llena de gracia” (kejaritomene). Esa plenitud excluiría cualquier tipo de pecado, incluido el original.

Solucionando el problema teológico

Suponiendo que los textos anteriores probasen suficientemente, ¿cómo pudo estar libre de pecado María cuando la concibió su madre, si Jesús todavía no había muerto? Los teólogos encontraron la respuesta: Dios la libró “en previsión de la muerte de su Hijo”.

Pensando en el pobre cristiano que va a misa

Lo anterior le resultará a muchos un galimatías teológico y no creo que le aumente su devoción a María. Por eso añado unas reflexiones sencillas.

En el 2º domingo de adviento del ciclo A, Juan Bautista exhorta a la conversión, que consiste en volver a Dios y cambiar de vida. María es el mejor ejemplo de esta conversión. En realidad, no es ella quien vuelve a Dios, es Dios quien se dirige a ella a través de Gabriel. Pero la relación que se establecerá entre Dios y María será la más fuerte que se puede imaginar, mediante la acción del Espíritu Santo y el nacimiento de Jesús. Y si Juan Bautista exige abandonar los proyectos propios y cambiar de forma de actuar, María renuncia a todos sus planes y se pone en manos de Dios: “Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”.

¿Se imaginaba María lo que estaba aceptando? Gabriel la engañó, al menos de entrada, al decirle que su hijo iba a ser grande, heredaría el trono de Dios y reinaría en la casa de Jacob para siempre. No le dijo que su hijo iba a ser criticado, que lo iban a considerar endemoniado y blasfemo, mucho menos que terminarían condenándolo a muerte. Pero, aunque se lo hubiera dicho, María habría respondido del mismo modo: “He aquí la esclava del Señor”.

María libre de todo pecado no significa que fuera impasible, que asistiera como una estatua a la pasión de su hijo. Significa que el odio, el espíritu de venganza, el rencor, el desánimo, nunca la dominaron. Gabriel le dijo: “has encontrado gracia ante Dios”. Gracia y mucho sufrimiento. Pero, a pesar de sus mentiras piadosas, Gabriel lleva razón. María encontró gracia ante Dios y ante nosotros, que la proclamamos bienaventurada.

En estos momentos en que el odio y el rencor se difunden por tantos ambientes y países con fuerte tradición cristiana, es bueno pedirle que su intercesión “repare en nosotros los efectos de aquel primer pecado”.

Bendita ella, bendito Dios, benditos nosotros

La segunda lectura no menciona a María, subraya el protagonismo de Dios Padre y de Jesús. No solo ella es la gran beneficiada en esta fiesta. También nosotros hemos recibido “toda clase de bienes espirituales y celestiales”. Hemos sido elegidos; hemos sido destinados a ser sus hijos; y, con ello, también a ser sus herederos.

Que María nos ayude a vencer las más diversas inclinaciones al mal y a agradecer a Dios por tanto bien recibido.

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María Inmaculada. 8 diciembre, 2022

Jueves, 8 de diciembre de 2022
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“Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús.”

(Lc 1, 26-38)

En mitad de nuestro tiempo de adviento irrumpe esta fiesta importante de María. Hoy celebramos la Inmaculada Concepción de María, un dogma de fe. Algo muy importante para la teología pero difícil de explicar y de entender, como sucede con la mayoría de las cosas importantes.

Pero como en este espacio no tratamos de hacer teología sino de acercarnos, de una manera orante, a la Palabra de Dios, podemos dejar el dogma y quedarnos con María.

María, una mujer sencilla de Nazaret que recibe la visita de un ángel que le pone la vida del revés. “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo…” Y nos podemos quedar con la capacidad que tuvo María de pasar de la turbación (“Ella se turbó ante estas palabras…”) a la decisión (“…hágase…”).

María, con toda su libertad (y eso significa con miedos, con dudas y vacilaciones) acepta la misión que Dios le propone. Acoge su invitación y lo hace con todas las consecuencias.

Las representaciones artísticas del momento de la anunciación suelen ser todas ellas en lugares idílicos y nos presentan una bella escena que transmite alegría y serenidad. De hecho “La anunciación” es uno de los misterios de gozo del rosario. Y está bien que sea así, Pero no olvidemos que María con su “hágase” a los planes de Dios está dando un salto al vacío.

Eso de que una joven soltera se quedase embarazada no era en el tiempo ni en la cultura de María (ni ahora en muchas culturas) algo trivial, podía llegar a significar, en el peor de los casos, la pena de muerte de esa mujer.

Por eso, el “hágase” de María está lleno de compromiso y de confianza, de abandono en las manos de Dios.

Oración

Acompáñanos, María de Nazaret, en este itinerario de adviento. Se nuestro modelo de compromiso y fidelidad, de audacia y de coraje.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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¿Manchados o inmaculados?

Jueves, 8 de diciembre de 2022
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captura-de-pantalla-2017-04-03-a-las-17-06-23Fiesta de la Inmaculada Concepción

8 diciembre 2022

Lc 1, 26-38

Habitualmente se ha entendido el “pecado” como una “mancha”, refiriéndose incluso al llamado “pecado original”, por el que todo ser humano nacería ya “manchado” con aquella culpa primera. Se confundió lo que era un mito con un supuesto hecho histórico, acaecido en un tiempo y lugar determinados.

De aquella “mancha” primera quedaría excluida, según la definición dogmática de 1854, María la madre de Jesús, razón por la cual se la empezó a designar bajo la advocación de “Inmaculada Concepción”. Es decir, al revés de lo que sucedería en el resto de los humanos, María fue “concebida sin pecado original”.

Más allá de los mitos y los dogmas, la comprensión transpersonal nos hace ver que todos somos “inmaculados” en nuestra identidad última, aunque luego nuestro funcionamiento cotidiano esté lleno de “manchas” o de actitudes y comportamientos inadecuados. Pero una cosa no niega la otra.

Y eso nos lleva a replantear el tema del “pecado”, tal como también habitualmente se ha entendido. En la enseñanza religiosa, el pecado era (es) considerado como una “mancha” que rompe la comunión con Dios y hunde a quien lo comete en la culpa.

Sin embargo, el sentido del término que aparece en el evangelio no es ese. El término griego que aparece en el Nuevo Testamento es hamartia, que significa “errar el tiro”, es decir, equivocarse. Con ello, más que “mancha”el pecado es ignorancia. Y ahí aparece una convergencia entre todas las grandes tradiciones sapienciales: el mal es fruto de la ignorancia, es decir, del desconocimiento de lo que realmente somos. Debido a esa ignorancia –al tomarnos por lo que no somos–, “erramos el tiro”, sosteniendo actitudes y comportamientos que hacen daño.

No se niega nuestra capacidad de hacer daño, pero tampoco se olvida que, en todo momento, cada persona hace lo mejor que sabe y puede. Por ello, puede comprenderse todo comportamiento, si bien comprender no equivale en absoluto a justificar.

En el plano de las formas, cada persona será “responsable” de lo que hace. Pero, en el nivel profundo, todos somos “inmaculados”. Lo que somos es Verdad, Bondad y Belleza –por nombrarlo con los “transcendentales” de la filosofía escolástica–, Plenitud de Presencia, puro Ser.

Desde esta comprensión, celebrar a “María Inmaculada” es celebrar nuestra identidad profunda. Aunque nuestro pequeño yo –personalidad– funcione en la limitación y la ignorancia, apareciendo incluso “manchado” en algunas ocasiones, nuestra identidad es pura luz. La sabiduría consiste en hacer posible que la Luz que somos ilumine toda nuestra existencia.

¿Me veo “manchado/a” o “inmaculado/a”?

 

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Hasta las raíces

Lunes, 5 de diciembre de 2022
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86AAB726-4F10-4ED9-9A28-D7B8167F5F28Este Adviento, Bondings 2.0 te invita a hacer un viaje espiritual a través de reflexiones guiadas sobre las lecturas de los cuatro domingos de la temporada. El ejercicio de reflexión a continuación se puede hacer individualmente, con un amigo cercano o en un grupo de intercambio de fe. Los reflejos están especialmente diseñados para personas LGBTQ y aliados.

Estos ejercicios de Adviento son parte de la serie Journeys de New Ways Ministry: una colección de selecciones bíblicas, preguntas de reflexión, oraciones y meditaciones en video.

Esperamos que estas ayudas espirituales los ayuden a todos en sus propios viajes. Para las lecturas de este domingo, haga clic aquí.

Si desea compartir algunas de sus reflexiones con otros lectores de Bondings 2.0, no dude en agregar las respuestas que tenga en la sección “Comentarios” de esta publicación.


En la Biblia, lo único que aprendemos sobre la persona de Jesé es que fue el padre de David, quien se convertiría en el rey más grande de Israel. Nada más se registra sobre él.

En 1 Samuel 16: 1-13, Dios le dice al profeta Samuel: “Llena tu cuerno con aceite, y sigue tu camino. Porque te envío a Jesé en Belén, porque he escogido como rey a uno de entre sus hijos… Tú me ungirás a mi elegido”.

Cuando Samuel llega a Belén, invita a Jesé y a su familia a una fiesta de sacrificio. Isaí trae consigo a sus siete hijos mayores. David, el más joven, se queda atrás para cuidar las ovejas. Cada uno de los siete hijos se presenta a Samuel, pero los siete son rechazados por Dios. “¿Estos son todos los hijos que tienes?” pregunta Samuel. Cuando David es llamado y anunciado, Dios dice: “Levántate y unge a éste”.

En la “raíz de Jesé” (Isaías 11:10), el profeta Isaías traza el linaje del Mesías que nacerá a través de la “simiente de David” (Romanos 1:3).

Utilizando el término “tocón de Jesé”, Isaías profetiza el futuro de la nación de Israel. Dios había escogido a Israel para que fuera el propio pueblo de Dios. Debido a que Israel rechazó los caminos de Dios y se negó a arrepentirse, Dios permitió que Asiria destruyera y esclavizara al pueblo escogido de Dios. En el exilio lejos de la tierra, Israel se convirtió en un pueblo quebrantado y devastado. Sin embargo, incluso en esta desesperación, Israel fue llamado a la esperanza, porque “del tronco de Jesé brotaría un retoño, y de sus raíces una rama daría fruto” (Isaías 11:1). Aunque el gran florecimiento de los reyes davídicos se había reducido a un mero tronco en el exilio, un retoño sobreviviría, y del linaje de Jesé y David, el Mesías elegido traería al Pueblo de Israel de vuelta a la gracia de Dios.


Isaías 11:1-10

En aquel día, un retoño brotará del tronco de Jesé; de las raíces de Jesse, florecerá un capullo.

Reposará sobre vosotros el Espíritu de YHWH, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor a YHWH.

Te deleitarás en obedecer a YHWH, y no juzgarás por las apariencias ni tomarás decisiones por rumores. Juzgarás a los pobres con justicia y defenderás los derechos de los afligidos de la tierra. Con una sola palabra, abatiréis a los tiranos; con tus decretos matarás a los impíos. La justicia será un cinturón alrededor de tu cintura; la fidelidad te ceñirá.

Entonces el lobo morará con el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito; el becerro y el cachorro de león pacerán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca se alimentará con el oso, sus crías descansarán juntas; el león comerá heno como el buey, el bebé jugará junto a la guarida de la cobra, y el niño pequeño bailará sobre el nido de la víbora.

No habrá daño ni destrucción en todo mi santo monte; porque como las aguas llenan el mar, así la tierra se llenará del conocimiento de YHWH.

En ese día, la raíz de Jesé será un símbolo para los pueblos del mundo: las naciones se congregarán a ti y tu morada será gloriosa.


PARA LA REFLEXIÓN

01.- Mientras reflexionas sobre la historia de la unción de David y la metáfora del “tocón de Jesse“, ¿puedes recordar algún incidente en tu vida como persona o aliado LGBTQ en el que fuiste elegido contra todo pronóstico, o sobreviviste cuando las fuerzas intentaron eliminarte? ¿Cómo aseguró Dios tu prosperidad? Si no puede pensar en un ejemplo en su vida, ¿puede pensar en uno en la vida de otra persona o aliado LGBTQ?

02.- Dos títulos bíblicos que se le dan al Mesías son “Raíz de Jesé” y “Heredero de David”. A través de tu historia LGBTQ/aliado, ¿qué título describiría mejor tu relación con su familia de origen? ¿Cómo reflejaría este título no sólo tu genealogía, sino también tu historia y vocación?

03.- A través de la primera venida de Jesús, se han cumplido las siguientes promesas: adopción como hijos de Dios LGBTQ, perdón de los pecados y salvación. ¿Cómo refleja tu vida de fe y adoración estas bendiciones? ¿Qué te impide poseer estas gracias?

04.- Mientras te “deleitas en obedecer a YHWH”, ¿cómo te desafías no solo a ti mismo, sino también a tu familia, iglesia y comunidad LGBTQ a dar buenos frutos? ¿Dónde ves arrepentimiento y dónde encuentras desafío?

05.- La segunda mitad de la lectura de Isaías enumera la unión de parejas improbables: lobo/cordero, becerro/león, vaca/oso. ¿Con quién te ves a ti mismo, o a la comunidad LGBTQ, en un futuro libre de “daño o destrucción”? ¿Por qué?

06.- Dios juzgará a los pobres con justicia y defenderá los derechos de los afligidos de la tierra”. ¿Cómo definirías la justicia para ti (o para aquellos que son LGBTQ)? ¿A quién puedes nombrar de la comunidad LGBTQ/aliada que se beneficiaría de alguna forma de justicia, oración, una palabra de consuelo o sanación? ¿Cómo se extenderá o ayudará a que se haga justicia?


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Fuente: Unsplash

ORACIÓN

de David hijo de Jesé

Salmo 72: 1-2, 7-8, 12-14, 17

Oh Dios, da a tu ungido tu juicio y tu justicia.
Enseña a tu elegido a gobernar correctamente a tu pueblo y a hacer justicia a los oprimidos.

Florecerá la justicia a través de los días, y la paz profunda, hasta que no haya más luna.
Tu ungido gobernará de mar a mar, y desde el río Éufrates hasta los confines de la tierra.

Tu ungido rescatará a los pobres cuando clamen,
y los oprimidos cuando no hay quien los ayude.
Tu elegido se apiadará de los humildes y de los pobres, y les salvará la vida.
Tu elegido los rescatará de la violencia y la opresión,
y tratarán su sangre como preciosa.

Que el nombre de tu ungido perdure para siempre,
y continue mientras exista el sol.
En tu elegido serán benditas las naciones de la tierra,
y ellos bendecirán a los ungidos a cambio.


VÍDEO MEDITACIÓN

El siguiente video titulado “Lo que la genealogía de Jesús nos enseña sobre el Salvador”, nos guía a través de los primeros versículos del Evangelio de Mateo.

En esta genealogía se hace evidente que cada uno de nosotros juega un papel crucial en la construcción del Reino de Dios. Además, al incluir personas imperfectas con pasados cuestionables en el linaje de Jesús, el mensaje subyacente es que nadie está jamás excluido del amor de Dios y que nuestra contribución, por pequeña que sea, es aceptable para Dios.

-Dwayne Fernandes, New Ways Ministry, December 4, 2022

Fuente New Ways Ministry

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“Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.”

Domingo, 4 de diciembre de 2022
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12

Juan Bautista

 Cual greñudo y piloso nazareno,
amigo de alimañas y de fieras,
piel de camello sobre cuerpo enjuto,
como hijo del ayuno y de la estepa,
Juan Bautista predica en el desierto,
-inhóspito desierto de Judea-
y anuncia la llegada del Mesías,
de quien es precursor y fiel profeta.
Y dice que se siente indigno siervo
de soltar sus sandalias y correas.

¡Allanad y hacer rectos los senderos;
preparad los caminos del señor,
porque a punto de llegar está el Mesías
y exige “metanoia”, conversión.
Los que esperáis ansiosos su llegada
del Mesías -Ungido del Señor-
purificad los cuerpos y las almas
en las aguas del Jordán y del perdón!

Y cuando aquel cobarde rey Herodes
mande un día te corten la cabeza,
y Salomé, danzante, se la sirva
en preciosa plateada bandeja,
todos verán, beodos y asombrados,
que tú aún sigues con la boca abierta
gritando la Verdad que nunca muere,
gritando la Verdad a boca llena.

¡Qué bien supiste, Juan, ser de Jesús
su precursor, testigo y fiel profeta!

*

José Luis Martínez

***

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando:

“Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.”

Éste es el que anunció el profeta Isaías diciendo: “Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.” Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:

“¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Abrahán es nuestro padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.”

*

Mateo 3,1-12

***

 

Los Padres del desierto consideraron la sociedad como un barco a la deriva que hay, que abandonar lanzándose a nadar a fin de salvar la vida (…). Éstos eran hombres que creían que dejarse llevar por la corriente aceptando pasivamente los principios y valores de la sociedad era pura y simplemente un desastre.

Nuestra sociedad no es precisamente una comunidad que irradia el amor de Cristo, sino una peligrosa red de dominación y manipulación en la cual podemos quedar atrapados y perecer. La pregunta fundamental que tendremos que hacernos es si nosotros estamos ya tan modelados por los poderes seductores del mundo de las tinieblas que nos hemos vuelto ciegos para ver nuestro desgraciado estado y el de los que nos rodean y hemos perdido ya la motivación necesaria para lanzarnos a nadar y salvar así nuestras vidas.

*

H. J. M. Nouwen,
El camino del corazón,
Madrid 1986, 16-17.

***

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“Sin caminos hacia Dios”. 2 Adviento – A (Mateo 3,1-12)

Domingo, 4 de diciembre de 2022
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2324302B-E33A-4327-82FC-53F0B38EFD92 Son muchas las personas que no son ni creyentes ni increyentes. Sencillamente se han instalado en una forma de vida en la que no puede aparecer la pregunta por el sentido último de la existencia. Más que de increencia deberíamos hablar en estos casos de una falta de condiciones indispensables para que la persona pueda adoptar una postura creyente o increyente.

Son hombres y mujeres que carecen de una «infraestructura interior». Su estilo de vida les impide ponerse en contacto un poco profundo consigo mismos. No se acercan nunca al fondo de su ser. No son capaces de escuchar las preguntas que surgen desde su interior.

Sin embargo, para adoptar una postura responsable ante el misterio de la vida es indispensable llegar hasta el fondo de uno mismo, ser sincero y abrirse a la vida honestamente hasta el final.

Tras la crisis religiosa de muchas personas, ¿no se encierra con frecuencia una crisis anterior? Si tantos parecen alejarse hoy de Dios, ¿no es porque antes se han alejado de sí mismos y se han instalado en un nivel de existencia donde ya Dios no puede ser escuchado?

Cuando alguien se contenta con un bienestar hecho de cosas, y su corazón está atrapado solo por preocupaciones de orden material, ¿puede acaso plantearse lúcidamente la pregunta por Dios?

Cuando una persona anda buscando siempre la satisfacción inmediata y el placer a cualquier precio, ¿puede abrirse con hondura al misterio último de la existencia?

Cuando uno vive privado de interioridad, esforzándose por aparentar u ostentar una determinada imagen de sí mismo ante los demás, ¿puede pensar sinceramente en el sentido último de su vida?

Cuando una persona vive volcada siempre hacia lo exterior, perdiéndose en las mil formas de evasión y divertimiento que ofrece esta sociedad, ¿puede encontrarse realmente consigo misma y preguntarse por su último destino?

«Preparad el camino al Señor». Este grito de Juan Bautista no ha perdido actualidad. Seamos conscientes o no de ello, Dios está siempre viniendo a nosotros. Podemos de nuevo encontrarnos con él. La fe se puede despertar otra vez en nuestro corazón. Lo primero que necesitamos es encontrarnos con nosotros mismos con más hondura y sinceridad.

José Antonio Pagola 

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“Convertíos, porque está acerca el reino de los cielos”. Domingo 04 de diciembre de 2022. Domingo 2º de Adviento

Domingo, 4 de diciembre de 2022
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02-advientoa2-cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 11,1-10: Juzgará a los pobres con justicia.
Salmo responsorial: 71: Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.
Romanos 15,4-9: Cristo salva a todos los hombres.
Mateo 3,1-12: Convertíos, porque está acerca el reino de los cielos.

La primera lectura es uno de esos varios preciosos textos de Isaías –y de los profetas bíblicos en general– que nos «describen» la «utopía» bíblica. Por definición, la utopía «no tiene lugar», no se la puede encontrar, todavía no se ha concretado en ningún sitio, no existe… y en ese sentido tampoco se puede describir cómo es. Pero si hablamos de la utopía -y si incluso soñamos con ella- es porque sí tiene alguna forma de existencia. No es que no exista, simplemente, sino que «no existe… todavía». Como decía Ernst Bloch, no sólo existe lo que es, sino lo-que-no-es-todavía (el “noch nicht Sein”). No es, pero puede llegar a ser, quiere ser y, como podemos comprobar de tantas maneras, lucha por llegar a ser. Y será. Como decía Ebeling, «lo más real de lo real, no es lo real mismo, sino sus posibilidades»…

El pensamiento utópico es un componente esencial del judeocristianismo. No lo es de otras religiones, incluidas las grandes religiones. No hay sólo un tipo de religiosidad. Podemos encontrar varias corrientes en las religiones «neolíticas», las de los últimos cinco mil años. Unas experimentan lo sagrado sobre todo en la conciencia (la interioridad, el pensamiento silencioso, la experiencia de la iluminación, de la no dualidad… una especie de «estado modificado» de conciencia); otras lo experimentan en la naturaleza, en la experiencia cósmica… (la experiencia de sintonía con la naturaleza, de unidad e interdependencia con ella, de su sacralidad imponente, de la Pachamama… lo que Mircea Elíade llamó la «experiencia uránica», ésa que todos los pueblos han sentido al contemplar la belleza del cosmos, del cielo estrellado…). Las religiones abrahámicas, un tercer grupo, por su parte, han experimentado lo sagrado «en la historia», por medio de la fe, la esperanza y el amor, a través del llamado de una Utopía de Amor-Justicia. Véanse los tres enfoques diferentes de las tres gamas o ramas del árbol de las religiones: la interioridad de la conciencia, la misteriosidad de la naturaleza, y el llamado utópico de la justicia en el decurso de la historia…

Este tercer foco es, concretamente, el ADN de nuestra religión. Todo lo demás (doctrina, moral, liturgia, institución eclesiástica…) añade, reviste, completa… pero la esencia de la religiosidad abrahámica es esa fuerza espiritual que experimentamos en el llamado de la Utopía del Amor-Justicia. Que, por ser “amor-justicia”, obviamente, siempre estará de parte de los pobres, de los “injusticiados”, en cualquier nivel o tipo de injusticia (económica, cultural, racial, de género…) en que se realice.

Los profetas, Isaías en el caso de la lectura de hoy, «describe» la Utopía, «cuenta el sueño» que le anima: un mundo amorizado, fraterno, sin injusticia, sin injusticiados, en armonía incluso con la naturaleza… La Utopía fue tomando en Israel el nombre de «reinado de Dios»: cuando Dios reina el mundo se transforma, la injusticia deja lugar a la justicia, el pecado al perdón, el odio al amor… las relaciones humanas descompuestas se recomponen en una red de amor y solidaridad. El conocido estribillo del canto del salmo 71 (el de la liturgia de este domingo) lo dice magistralmente: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia, tu Reino es Paz, tu Reino es Gracia, tu Reino es Amor». Donde Dios está presente y «reina», es decir, donde se hacen las cosas «como Dios manda», allí hay Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gracia y Amor. Por eso hay que clamar con el estribillo cantado de ese salmo: «Venga a nosotros tu Reino, Señor». No hay sueño ni Utopía más grande, aunque esté tan lejana.

El adviento es, por antonomasia, el tiempo litúrgico de la esperanza. Y la esperanza es la «virtud» (la virtus, la fuerza) de la Utopía, la fuerza que la Utopía provoca, crea en nosotros para esperar contra toda esperanza. Adviento es por eso un tiempo adecuado para reflexionar sobre esta dimensión utópica esencial del cristianismo, y un tiempo para examinar si con el paso del tiempo nuestro cristianismo tal vez olvidó su esencia, tal vez arrincónó tanto la utopía como la esperanza.

El evangelio de Mateo nos presenta a Juan Bautista pidiendo a sus coetáneos la conversión, «porque el reinado de Dios [reinado “de los cielos” dirá Mateo, con el pudor reverencial judío que evita «tomar el nombre de Dios en vano»] está cerca». En aquellos tiempos de mentalidad precientífica y apocalíptica, la propensión a imaginar futuras irrupciones del cielo o del infierno servía para mover a las masas. Hoy, con una visión radicalmente distinta sobre la plausibilidad de tales expectativas apocalípticas, la argumentación de Juan Bautista ya no sirve, resulta increíble para la mayor parte de nuestros contemporáneos. No es que hayamos de cambiar (que hayamos de convertirnos) «porque el reino de Dios está cerca», sino exactamente al revés: el Reino de Dios puede estar cerca porque (y en la medida en que) decidimos cambiar nosotros (convertirnos), y es con ello como cambiamos este mundo… Ya no estamos en tiempos de apocalipsis (una irrupción venida de fuera y de arriba), sino de praxis histórica de transformación del mundo y de su historia (una transformación venida de abajo y desde dentro). El reinado de Dios -la Utopía, para decirlo con un lenguaje más amplio e interreligioso- no es ni puede ser objeto de «espera» (como ante algo que sucederá al margen de nosotros), sino de «esperanza» (la desinencia «anza» expresa ese matiz de actividad endógena). La esperanza es esa actitud que consiste en «desear provocando», desear ardientemente una realidad todavía «u-tópica», tratando de hacerla «tópica», presente en el «topos», en el lugar y en el tiempo, aquí y ahora, en la Tierra, no en el cielo futuro.

Insistimos: otras religiosidades discurren por otro tipo de experiencia de lo sagrado –y ello no es malo, es muy bueno, y es muestra de la pluriformidad de la religiosidad–, pero la vivencia espiritual específicamente judeocristiana es esta esperanza activa histórico-utópica comprometida. En este Adviento podríamos hacer de esto una materia de reflexión y examen.

Por cierto, la segunda lectura, de la carta a los romanos, coincide curiosamente con este mismo enfoque esencial: «Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza»… Mantener la «esperanza», mantener esa tensión de compromiso histórico-utópico es el objetivo de las Escrituras (por cierto, de «todas las Escrituras», no sólo de la Biblia…). Es decir: las Escrituras fueron escritas para eso. No para fines piadosos, para fines estrictamente transcendentes o sobrenaturales… sino «para mantenernos en la esperanza», por tanto, para comprometernos en la historia, para encontrar lo divino en lo humano, el Futuro absoluto en el futuro histórico y contingente. Cualquier utilización bíblica que nos encierre dentro de la Bíblia misma, nos separe de la vida o nos haga olvidar el compromiso histórico de construir apasionadamente la Utopía en esta tierra, será un uso malversado –o incluso perverso– de la Biblia. Leer más…

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Dom 4.12.22. Adviento 2: Galileo marginal y discípulo disidente de Juan Bautista

Domingo, 4 de diciembre de 2022
Comentarios desactivados en Dom 4.12.22. Adviento 2: Galileo marginal y discípulo disidente de Juan Bautista

madaba-iglesia-mosaico-jericóDel blog de Xabier Pikaza:

Antes que tiempo de preparación para la Navidad de Jesús, el Adviento ha sido preparación de Jesús para su misión al servicio del Reino de Dios.

Hay en Adviento otros motivos y personas; Isaías profeta, José padre justo, María madre…). Pero la más significativos este domingo es Juan Bautista, a quien ayer (30.11) presenté como maestro de de Jesús y de Andrés. En esa línea sigue esta postal, que consta de dos partes. (1) Jesús galileo marginal. (2) Discípulo disidente del Bautista

Texto. Mt 3, 1-12 (sección):

Juan Decía: Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo… Tiene el el bieldo en la mano: aventará su parva, limpiará la era y quemará la paja en una hoguera que no se apaga (etc.).

 1. GALILEO MARGINAL

Había en aquel tiempo líderes (celosos) militares, aunque ninguno pudo compararse con David, desde la restauración fallida de Zorobabel, del 539 al 515 a. C. (cf. Ag 1, 1.12-14; 2, 2-4; Zac 4, 6-10). Entre ellos había dos “judas”:

– Judas Macabeo, caudillo de la revuelta sacerdotal y militar contraria a los intentos de helenización de los seléucidas de Siria, que quisieron imponer un tipo de cultura y religión helsnista, partiendo de Jerusalén, con la ayuda de algunos sacerdotes de la alta nobleza. El héroe Macabeo murió en el campo de batalla (el año 160 a.C.), pero su memoria siguió y sigue siendo venerada de formas distintas por el pueblo.

Judas Galileo, al que Gamaliel presenta junto a Teudas, como dirigente de un movimiento paralelo al de Jesús, un “celoso” que fracaso “porque Dios no lo apoyaba” (Hech 5, 37). Se alzó (quizá en un plano doctrinal más que militar), hacia el 6 d. C., tras la deposición de Arquelao (cuando Jesús era un muchacho), contra del censo que Quirino, gobernador de Siria, había impuesto sobre Judea y Samaría. Cf. F. Josefo Ant 18.1. 1-8 y en Bell 2.8.1.

  No sabemos cómo murió Judas Galileo. Sabemos, en cambio, que Judas Macabeo murió como un héroe de la resistencia, en defensa de su pueblo, mientras Jesús Galileo morirá más tarde como traidor oficial, condenado por las autoridades de Israel y Roma. Conforme a la visión de Judas Galileo, el adviento Reino de Dios era más que un proceso de liberación política, pues implicaba aspectos más hondos de trasformación social y personal más hondos, aunque de algún modo debían avalarse con las armas.

El adviento de Jesús Galileo puede compararse a los de Judas Macabeo y Judas Galileo, pero su método y sus fines son distintos, no por simple rechazo de la guerra, sino por su exigencia de transformación de la comunidad (iglesia) del Reino, desde los pobres y excluidos, en perdón, curación, gratuidad. sin guerra.

Había también en el contexto de Jesús esenios y fariseos, vinculados de algún modo a los hasidim del entorno de los macabeos. Entre los esenios destaca el Maestro de Justicia, figura central de la renovación israelita de la segunda mitad del siglo II a. C. Fue sacerdote, pero contrario a los sadoquitas (de la dinastía de Sadoc: cf. 2 Sam 8, 17; 1 Rey 1, 8; Ez 40, 46; 1 Cron 6, 8) que habían sido dominantes en la primera mitad del siglo II, hasta la muerte de Alcimo (159 a.C.) y también contrario a la nueva dinastía asmonea, que triunfó con Jonatán (hermano de Judas Macabeo) y con sus sucesores, tras el (152 a. C), de forma que vivió en un tipo de “exilio”.

Este Maestro de justicia era rigorista en su visión de la ley, apocalíptico en su forma de entender la historia. Esperaba una intervención fuerte de Dios, que renovaría el orden religioso de Israel y la estructura política y social de su territorio. Su nombre y figura se encuentra asociada al establecimiento de los esenios en Qumrán, con su afán de pureza: sólo ellos, los elegidos de la alianza, habrían entendido bien el tiempo de Dios y así esperaban en el desierto su llegada.

            Pudieron haberse dado contacto entre Qumrán y Juan Bautista y, en esa línea, podríamos hablar de un primer momento en que Jesús (discípulo de Juan) estaba cercano a los esenios. Pero cuando empezó a promover su movimiento de Reino en Galilea, Jesús rechazó el modelo sacral del Maestro de Justicia [1].

El movimiento de Qumrán podría ayudarnos para situar el mensaje de algunos grupos cristianos primitivos, como el de Santiago, en Jerusalén, pero la forma de entender las promesas de Dios y la visión de fondo del Maestro de Justicia y de Jesús, aún brotando de un mismo sustrato israelita, eran muy diferentes y reflejaban dos maneras de entender la identidad israelita.

 (1) El Maestro de justicia se interesaba por la limpieza moral y sacral de su comunidad, que debía separarse de otros grupos “manchados”, para expresar de manera elitista y “limpia” los principios de la Ley. (2) En contra de eso, Jesús ofrece el Reino de Dios a los pobres y expulsados del sistema sacral (a quienes Qumrán rechazaba): no quiere un grupo de puros, sino un movimiento de Reino.

Entre los (proto-fariseos) que nacieron también de los hasidim, igual que los esenios, en tiempos de la crisis macabea, destaca Hilel, maestro del judaísmo nacional posterior (rabínico), representado por la Misná (codificada hacia 200 d. C.). Fue algo anterior a Jesús (vivió entre el 30 a. C. y el 10 d. C.) y había venido de Babilonia a Judea. No era partidario de la guerra (contra los celotas); no buscaba una separación radical (de grupo y vida), como muchos esenios, sino una separación legal, en la línea de un judaísmo de pureza familiar y social, que pudiera vivirse en los poblados y ciudades de la tierra de Israel o de la diáspora y cultivarse de un modo abierto en las sinagogas, profundizando en el estudio y cumplimiento de la Ley Nacional (Tora, Pentateuco) en grupos de fieles, separados de la masa de los gentiles. [2]

Qué era. Entorno social: Marginado galileo

220px-Lower_Galilee_map-es.svgNació en una familia de carácter “religioso” y erudito de Galilea, en conexión con el judaísmo proto-rabínico de Judea, pero con los rasgos propios de un cultura campesina, retomando los ideales y caminos de justicia social de la tradición primitiva (más campesina que letrada) del Israel antiguo. Así parece mostrarlo la forma de vida y doctrina de Santiago, su hermano (hermano del Señor: Gal 1, 15-20; 1 Cor 9, 5-6), primer “obispo” de Jerusalén, a quien se atribuye una carta-circular escrita en su nombre sobre la ley universal del amor. La tradición iglesia antigua (avalada por Pablo y Hech 15, y por el mismo F. Josefo: Ant 20, 197-203), supone que Santiago no era un “inculto mesiánico”, sino un erudito, estudioso de la ley. Eso nos llevaría a pensar que Jesús nació en una familia donde, al menos, alguno de sus hermanos valoraba el estudio y cumplimiento de la Ley, en un sentido piadoso [3].

Educado en el trabajo: escuela campesina de vida. Ni Mateo ni Marcos suponen, en contra de Lucas, que Jesús subió al templo a los 12 para discutir con los letrados. Mt 2 afirma, simbólicamente, que José tuvo que llevarle escondido de Belén a Egipto, donde vivió en el exilio. Algunos exegetas de tipo esotérico añaden que allí pudo haber aprendido las artes ocultas de la religión y la magia sanadora, antes de volver a Nazaret (cf. Mt 2, 13-23). Pero el relato de la “huida a Egipto” es más teológico que histórico, un intento de relacionar a Jesús con Moisés, liberado de las aguas, que debió salir de Egipto para realizar su obra en Galilea y, más concretamente, en Nazaret (cf. Mt 2, 23).

Un dato más firme e importante para entender la vida de Jesús lo ofrece Marcos cuando le presenta como tekton o artesano, obrero no especializado que se ocupa, sobre todo, de labores relacionadas con la construcción: cantero, carpintero, trabajador de la madera o la piedra. Sus antepasados vinieron probablemente de Judea a Nazaret, en el tiempo de la conquista de Alejandro Janeo (en torno al 100 a. C.), como agricultores, recibiendo en propiedad unas tierras, que les vinculaban a la promesa y bendición de Dios, en la línea que indican los libros antiguos (especialmente Levítico y Josué). Pero él (o José su padre), como otros muchos, había perdido la tierra, volviéndose así campesino sin campo (y quizá obrero sin obra. [4]

– Marcos le llama “el tekton” (Mc 6, 3). Ésa es su escuela, ése es su oficio y carné de identidad: es un hombre que debe “vender” su trabajo, de forma que, para vivir, no se encuentra a merced de la “providencia de Dios” (lluvia) y de su propio esfuerzo (trabajo personal en el campo), sino que depende de la oferta y demanda de otros, en un mundo lleno de carencia y dureza. No es simplemente “tekton” (un carpintero/obrero como otros), sino “ho tekton”, con artículo definido: éste es su apodo o sobrenombre: el artesano al servicio de las tareas pendientes de su aldea o entorno. Antes de llamarse “el Cristo” (y para serlo), Jesús Galileo ha sido “tekton”, un/el obrero a merced de los demás, un hombre al que todos pueden llamar, para encargarle tareas, de las que él ha de vivir. Esa situación implica una “disonancia” fáctica muy fuerte: su forma de vida no responde a lo que Dios había “prometido” a su pueblo

– Mateo parece suavizar esa afirmación y le presenta como “el hijo del tekton” (Mt 13, 5). Ese cambio puede responder a un intento de “atenuar” la dureza de su estado laboral, pues no se le llama directamente “el tekton” (sino el hijo del tektonJosé), pero en realidad no la atenúa, sino que la refuerza y endurece. Jesús no es simplemente un “nuevo tekton”, alguien que acaba de empobrecer, por situaciones inmediatas de familia, sino que aparece como “el hijo de”,”: alguien que ha nacido en una familia que carecía ya de la seguridad económica que ofrece la propiedad de un campo, cultivado directamente, como signo de bendición de Dios. Cuando más tarde prometa a sus seguidores “el ciento por uno” en campos (agrous: Mc 10, 30 par), Jesús querrá invertir esa situación donde muchos hombres y mujeres como él no han tenido ni tienen un campo para mantener una familia [5].

 Jesús no es un artesano de ocasión (hombre con tierras propias, aunque, en ocasiones, realice otras labores), sino como “el tekton” sin trabajo propio, sin tierra ni hacienda familiar, obrero a lance, sin otro medio de subsistencia que aquello que otros quieran ofrecerle, en un mundo sin contratos ni salarios permanentes.

Éste es un dato negativo, pero en otro sentido puede ofrecer un aspecto positivo: Jesús ha sido capaz de trabajar al servicio de los demás, dentro de un duro mercado de oferta y demanda, conociendo así la dura realidad social de su entorno, desde la perspectiva de precariedad y pobreza de los campesinos que han sido expulsados de su tierra (o la han perdido9. Ésta ha sido su escuela, de forma que ha podido aprender en ella cosas que no suelen aprenderse en la escuela de los rabinos profesionales, ni en el templo de los sacerdotes [6].

4DA59430-5C76-4F3E-A19F-6612FA99AA1DTodo nos lleva a pensar que sus antepasados habían sido propietarios de tierras “prometidas” en Galilea (a partir de la reconquista asmonea, el 104 a. C.), pero, a través de una serie de cambios sociales, introducidos por la cultura greco-romana, que actuaba a través de la política urbanista y centralizadora de Herodes el Grande y de su hijo Antipas, a pesar de las leyes del Jubileo (cada familia recuperaba su cada siete septenarios su tierra: Lev 25), habían sido incapaces de mantener sus propiedades, no teniendo más más salida que hacerse obreros o mendigos para así sobrevivir.

 Desde ese fondo se entiende la situación del Jesús tekton, campesino sin campo, agricultor sin agro. En contra de las bendiciones de Israel y de las promesas mesiánicas, era un hombre sin importancia social: no formaba parte de los propietarios de tierras (en las que se expresa la bendición de Dios), ni heredero de una estirpe sacerdotal acomodada, como pudo ser Juan Bautista (cf. Lc 1) y como fue F. Josefo (según su Autobiografía). En ese sentido se le puede llamar un “marginal”, aunque es quizá mejor llamarle “marginado” [7].

Así aparece como artesano/obrero de la construcción, que puede haber servido en el mercado laboral del rey Antipas, en sus nuevas ciudades (Séforis, junto a Nazaret; Tiberíades, junto al lago de su nombre) o de otros propietarios agrícolas. Ciertamente, ha podido tener más movilidad que un campesino con tierras y más conocimiento que un propietario, pero ha carecido del poder y, sobre todo, de la seguridad que ofrece un campo propio, una herencia israelita.

El artesano carecía de la identidad que viene por la tierra que se transmite y hereda de padres a hijos, le faltaba el arraigo de la familia que se alza y se asegura en torno a la propiedad, de manera que podemos presentarle como un hombre sin raíces permanentes. Pero, en compensación, ha podido tener la oportunidad de conocer otros pueblos y gentes, logrando así una visión más concreta de las condiciones de vida del conjunto de la población, especialmente de los pobres. En ese fondo se sitúa la autoridad de Jesús, a quien veremos como profeta, creador de una nueva familia de hijos de Dios.

No fue un marginal que se retira y marcha, saliendo de los círculos sociales, como alguien que no tiene nada que aportar, un “idiota” que no sabe oponerse y decir “no” (como supuso F. Nietzsche, en un libro escrito precisamente “contra Jesús”: El Anticristo), un hombre que no ofrece nada positivo a las instituciones sociales que son base del eterno Israel (cf. J. Klausner, Jesús), sino que él se ha opuesto al mundo dominante de una forma mucho más radical y creadora.

No critica desde arriba, ni pide u ofrece una simple limosna, ni se limita a mejorar lo que ya existe, con unos pequeños retoques, sino que inicia un camino de transformación social y humana, precisamente desde aquellos que, como él, carecen de tierra y estabilidad económica. Ésta es su forma de “oponerse” al mundo dominante, la más honda que conozco, ésta es su autoridad [8].

Tiene la autoridad que le ha ofrecido la escuela del trabajo asalariado, como artesano dependiente, un trabajo al que él responde de forma creadora. En esa línea habían respondido, en otro tiempo, los hebreos oprimidos en Egipto (condenados a realizar duros trabajos a la fuerza), cuando salieron de Egipto y buscaron formas nueva de existencia en pobreza y libertad compartida. Algo semejante ha sucedido con Jesús: desde una situación social y laboral muy parecida, en las nuevas circunstancias de Galilea, desde la periferia del gran Imperio Romano, retomando las raíces religiosas de Israel, desarrollando un proyecto radical de Reino.

 Era marginado, pero no resentido (no defiende violencia reactiva en contra de los ricos), un marginado con un potencial inmenso de creatividad positiva. Desde ese fondo se entiende su respuesta ante los retos de su tiempo, la manera en que ha venido a situarse ante la realidad israelita, formulando (iniciando y recorriendo) un proyecto de juicio de Dios ante el Jordán, con Juan Bautista e iniciando después un camino de Reino (por sí mismo y con otros, en Galilea)[9].

Su escuela de Adviento ha sido el trabajo y la pobreza, no un trabajo  libre, propio personas que son dueñas de sus campos (y que deben defender su propiedad, contratando quizá a unos artesanos), sino el trabajo dependiente de millones de personas, que no tienen campo propio y que dependen de la oferta y contrato de otros. Jesús no ha sido un trabajador autosuficiente (dueño de su empresa o campo), sino “hetero-dependiente”, como los artesanos, parados, mendigos, que dependen de aquello que otros quieran (o no quieran) ofrecerles. Sólo desde esa situación se entiende su oferta de Reino [10].

Abrir una comunidad de vida en un mundo de opresiones.

El imaginario simbólico de Jesús lo forma una federación de agricultores, pastores (y pescadores del lago), compartiendo bienes y trabajos. Unos y otros, agricultores, pastores/pescadores, han de ser componentes básicos de una sociedad igualitaria (no mercantil, no imperial), formada por familias y clanes y hombres libres, sin supremacía ni dependencia de unos respecto de otros. Por eso, estrictamente hablando, según Jesús, no debería haber campesinos (sometidos) porque su sociedad ideal (en la línea de Lev 25: ley del jubileo), debería estar formada por agricultores/pastores que mantienen un mismo nivel económico, de producción, intercambio y consumo de bienes.

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Recordatorio

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