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Reservas ante el Documento sobre “las cenizas de los muertos”

Sábado, 12 de noviembre de 2016
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cenizasmar_flickrusdod_151016Del blog de Xabier Pikaza:

El valioso documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la Sepultura de los Difuntos (Ad resurgendum cum Christo, Para resucitar con Cristo ) suscita algunas reservas significativas, tanto por lo que omite, en este final del Año de la Misericordia, como por lo que quiere exigir.

Es un documento antiguo, aprobado y firmado hace ya meses (como verá el lector que siga hasta el fin de esta postal para leerlo), pero publicado ahora, cuando se acerca la fiesta de difuntos (2 del XI 2016), para caldear el ambiente con el tema.. Como resulta normal en estos casos, la prensa oral y escrita de ayer (25.10.16) ha omitido sus valores, para insistir sólo en sus cuatro prohibiciones principales, con aire de reserva y veces de crítica fuerte:

(a) Se prohíbe esparcir las cenizas de los muertos por campos y valles, ríos y mares, pues ello implica un menor respeto por los difuntos, y lleva el riesgo de volver a una religión naturalista, que vincula a los muertos con la naturaleza sagrada, sin fe en la resurrección.

(b) Se prohíbe conservar las cenizas en casas o espacios privados (fuera de cementerios sagrados o iglesias) porque ese gesto “encierra” a los muertos con el ámbito familiar, sin más, como se ha hecho en muchos pueblos, en vez de insistir en su apertura hacia un misterio de vida y resurrección que va unido a las iglesias o cementerios cristianos

(c) Se prohíbe dividir las cenizas en pequeñas unidades (una quizá para cada familiar), y así repartirlas, como si se dividiera al difunto y no se admitiera su unidad personal ante Dios.
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(d) Se une a las tres anteriores una opinión a mi juicio poco ajustada con la Biblia sobre la separación del alma y del cuerpo… y una arriesgadísima decisión, diciendo a los párrocos y ministros que no ofrezca la oración de la Iglesia (los funerales) por aquellos difunto (o en el ámbito de aquellas familias) que no acepten en este campo la doctrina de este Documento y quieran que sus cenizas se esparzan por montes y mares, pensando que ello va en contra de la costumbre y compromiso de los cristianos que han orado siempre por todos los difuntos.

Dos son, a mi juicio, las reservas principales que suscita este valioso documento, que nos ayuda a entender el sentido de la vida humana, la esperanza de la resurrección y el gran don y compromiso creyentes de la comunión de los santos que, según la doctrina de la Iglesia, vincula a los vivos y a los muertos. Una reserva es circunstancial, de tiempo; otra a de fondo.

Imagen 1: Un marino entrega al mar las cenizas de un difunto (cosa que el Documento quiero prohibir).
Imagen 2. De nuevo un “columbario”, para cenizas de los muertos, en cementerios o en lugares reservados para ello, en la cripta de las iglesias (costumbre que parece promover el documento).

1. RESERVA MÁS CIRCUNSTANCIAL: ÉSTE ERA ERA BUEN MOMENTO DE TRATAR DE LOS VIVOS, NO DE LOS DIFUNTOS (AL MENOS DE ESTA FORMA).

Ahora, al final del Año de la Misericordia, que el papa Francisco había promulgado a favor de los vivos más necesitados, de toda raza y religión, la Congregación de la Fe promulga este documento por los muertos cristianos. Es como si el Papa fuera por un lado (quiere ayudar los vivos, en la línea de Mt 25, 31-46 y sus obras de misericordia), pero ellos, los de la Congregación, van a lo suyo y se ocupan de los muertos de su rebaño creyentes.

No creo que lo hayan hecho a propósito, pero sí que parece sospechosa, esta idea ir en una línea opuesta a la del Papa y de gran parte de la cristiandad actual (así me lo ha repetido un amigo bien enterado)…

El Papa está empeñado en ofrecer el amor activo de Jesús por los hombres y mujeres más necesitados (hambrientos, sedientos, extranjeros, encarcelados…),

–pero la Congregación va a lo suyo, la oración por los muertos cristianos, su signo sagrado, como si eso importara más que la justicia en la tierra, como ha dicho el Papa Francisco, con palabras dramáticas, en Lodato Sí.

(Así dice mi amigo, no sé si tiene razón, pero lo parece)

Está muy bien el orar por los difuntos y expresar con (en) ellos el misterio de la vida que vence a la muerte, con la esperanza de Cristo, a favor de todos los hombres, no sólo de los cristianos,

pero la primera intención y obra de Cristo Jesús ha sido acompañar, ayudar y elevar a los vivos, como sabe cualquiera que haya empezado a leer los evangelios (no hace falta que los haya terminado, como deben haber hechos los autores de este Documento).

A este respecto quiero recordar una sabrosa anécdota medieval

que ahora se repite, una anécdota a la que le dedico unas páginas en mi libro Las Obras de Misericordia, escrito con J. A. Pagola (Verbo Divino, Estella 2016).

1. Hacia finales de la Edad Media, en catecismos y obras de moral se quiso añadir una séptima obra de misericordia a las seis de Mt 25 (dar de comer y beber, vestir, cuidar a los enfermos y encarcelados, acoger a los extranjeros…), para completar así el número armónico de siete (sacramentos, pecados, virtudes, cielos…). Había dos opciones más extendidas entre catecismos, libros de moral y predicadores:

(a) Una ayudar y promocionar a las mujeres necesitadas y en peligro de explotación personal y socia, es decir, la liberación de la mujer.

(b) Otra era la de enterrar bien a los muertos, y orar muchos por ellos, con funerales, misas y cementerios.

Triunfó esta última: Orar por los difuntos, con buen enterramiento y misas… Fue buena la promoción de esa obra, de manera que una parte considerable de la Iglesia (y del clero postridentino) se especializó en orar por los difuntos, más que ayudar a los vivos.

Hubiera sido mejor la otra, ayudar a los mujeres en riesgo de destrucción personal y social, como ha dicho implícitamente el Papa Francisco.

Lo mismo pasa ahora. El Papa quería poner de relieve las obras de Mt 25, a favor de los vivos. Estos de la Congregación han optado por los muertos, que son muy importantes, pero con riesgo de olvidar a los vivos en necesidad. Leer más…

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El prefecto de Doctrina de la Fe niega la posibilidad de comulgar a los divorciados recasados

Miércoles, 4 de mayo de 2016
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Priesterweihe 2012 Dom St. Peter Foto: altrofoto.de ¿Cuándo se extinguirán estos sotanosaurios? No quiero ni imaginarme lo que pensará de nosotros y nosotras…

“Los divorciados vueltos a casar tienen que vivir en castidad total, como hermanos”

Asegura que Hans Küng es un hereje, que “no cree en la divinidad de Cristo ni en la Trinidad”

(José Manuel Vidal).- Asegura que es “una tontería” decir que está contra el Papa, pero, en sus declaraciones, el cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto de Doctrina de la Fe, sostiene, al contrario de Francisco, que los divorciados vueltos a casar no pueden acceder a la comunión sacramental o que la infalibilidad no se puede cuestionar, como hace el ‘hereje’ Hans Küng, que “no cre en la divinidad de Cristo ni en la Trinidad”.

El purpurado alemán estuvo en Madrid, en la Francisco de Victoria, la Universidad de los Legionarios de Cristo, para presentar su último libro-entrevista ‘Informe sobre la esperanza’ y pronunciar una conferencia. Arropado por algunos de los suyos en España, como el cardenal Rouco, el obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig, o los obispos auxiliares de Getafe y Madrid, Rico Pavés y Martínez Camino.

Antes, en una concurrida rueda de prensa, el ‘guardián de la ortodoxia’ sostuvo, en contra de lo que mantiene el Papa en la exhortación postsinodal ‘Amoris laetitia’, que los divorciados vueltos a casar no pueden acercarse, en ningún caso, a la comunión sacramental y, a lo máximo que pueden aspirar, después de confesarse, es a vivir “como hermanos”.

Con lenguaje y maneras suaves, pero muy duro en el fondo, el purpurado alemán rechazó, por activa y por pasiva, la puerta que abre la ‘Amoris laetitia’ a los divorciados recasados, entre otras cosas porque “no es posible vivir en gracia de Dios en condiciones objetivas de pecado”.

Müller sostiene que “es una contradicción” estar divorciado y querer comulgar y, como es es algo que pertenece al derecho divino, no al canónico, ni la Iglesia ni Papa alguno puede cambiarlo”. Y es que “el matrimonio es un sacramento y la Iglesia no puede cambiar los elementos básicos de los sacramentos” y tampoco puede “aceptar una segunda esposa, si el matrimonio es válido”. Y concluye: “No se puede decir sí a Jesucristo en la eucaristía y no en el matrimonio. Es una contradicción objetiva”.

Por eso, “las interpretaciones que van más allá del dogma de la Iglesia son falsas” y, por eso, el Papa Francisco, en su exhortación postsinodal no quiso hacer “interpretaciones ex cathedra”, porque “todos los elementos están dogmatizados” y “ni el Papa puede cambiarlos”

La única salida pastoral que les queda a los que divorciados vueltos a casar, que viven, por lo tanto, en situación irregular, pero quieren acercarse a la Iglesia, es doble. Primero, “separarse del legítimo esposo, si pueden” o vivir junto al nuevo esposo pero en castidad perfecta, es decir “como hermanos”, porque “nunca se puede justificar una situación que va contra la ley divina”.

Hans Küng, el hereje

Tampoco comulga demasiado el prefecto de la Fe con las imágenes que utiliza el Papa sobre la Iglesia, como la de “hospital de campaña”. Él prefiere las imágenes de la Iglesia clásicas, como casa de Dios o pueblo de Dios, aunque concede que Francisco, que es un Papa pastoral, también tiene derecho a utilizar esas imágenes “pedagógicas”, pero siempre que no se equiparen a las clásicas.

Y ya puestos a criticar al Papa, el cardenal alemán echó por tierra el último acercamiento de Francisco al teólogo suizo, Hans Küng, al que, en una carta personal, Bergoglio acaba de decirle que sería positivo abrir el melón de la infalibilidad y ponerla a debate en la Iglesia.

Müller se dedicó a criticar al teólogo suizo, del que dijo que “no sólo ha criticado a los Papas como personas, sino también a la institución” y le tachó de hereje en toda regla. Primero, porque “ni su cristología ni su eclesiología son católicas”. Y, además, “no cree en la divinidad de Cristo ni en la Santísima Trinidad”.

En segundo lugar, Müller, tras señalar que “la infalibilidad es un dogma, un tesoro y la esencia de la eclesiología católica”, arremetió de nuevo contra Hans Küng: “No puede decir que se siente justificado por el Papa”.

Y para abundar en su argumentación, hizo la distinción que en él es clásica, desde hace tiempo, entre un Papa teólogo como Benedicto XVI y un papa pastor, como Francisco. Este último es “un párroco, con su propio estilo pastoral, que habla sencillamente con la gente, pero presupone toda la doctrina que tan bien ha explicado el Papa Benedicto”.

“Eso no quiere decir -añadió, para curarse en salud- que Francisco no sepa nada de teología. Francisco sabe mucha teología, pero para entenderlo, hay que conocer la teología espiritual. Francisco tiene una teología que le viene de la vida espiritual”. Como San Bernardo, San Francisco de Asís o San Ignacio de Loyola.

Y Müller aprovechó lo que llama “la malinterpretación de algunos”, para criticar “a los que inventan contradicciones entre los Papas recientes, porque hacen daño a la Iglesia“. A su juicio, “tenemos que caminar juntos, cada cual con su carisma, para llevar adelante a la Iglesia”.

Quizás por eso, se dedicó a reivindicar la “gran visión del mundo y de la Iglesia” que tuvieron Juan Pablo II y Benedicto XVI, aunque reconoció que Francisco, como buen latinoamericano, tiene una nueva visón del mundo, distinta de la europea, que está conduciendo a la Iglesia hacia las “periferias reales”. Una visión, en todo caso, distinta a la europea de sus predecesores, donde “estamos confrontados al secularismo y a una política agresiva de Europa contra el cristianismo”.

Una visión, la del guardián de la ortodoxia que suena muy diferente a la de la misericordia de Francisco. Mientras el Papa habla de la Iglesia hospital de campaña, el cardenal Müller sigue predicando la Iglesia aduana, roca asediada por todo tipo de enemigos internos y externos. Una Iglesia sin primavera y sin compasión, pero segura en su doctrina.

Fuente Religión Digital

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Los obispos y cardenales no se ponen de acuerdo sobre la familia homosexual y proponen hacer un Sínodo específico

Sábado, 24 de octubre de 2015
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Dios es Familia¡Toma ya!… Según los resúmenes publicados, todo parece indicar que los obispos han dejado de lado el tema de la acogida de la Iglesia a los homosexuales al considerar que no guarda relación con las cuestiones de la familia que aborda el Sínodo.

Müller, hasta ahora en contra, defiende la comunión “en casos específicos”

Los círculos hispanoablantes, italianos y alemanes, a favor de “un movimiento generoso”

El Sínodo se aproxima a su fin dividido aún sobre si se debe seguir negando sacramentos a divorciados y parece prevalecer la idea de que sea el papa quien decida finalmente o que incluso se deje el tema para futuras reuniones. Según el tercero de los resúmenes de los diferentes grupos lingüísticos de los participantes del Sínodo en el que se afronta esta cuestión, todo parece indicar que los padres sinodales evitarán tomar decisiones.

La condición de las personas homosexuales se enfocó sobre todo desde la perspectiva del contexto familiar. El grupo inglés C insistió en que es un tema que se debe abordar como pastores que buscan comprender la realidad de la vida de las personas y no las cuestiones abstractas. También sus miembros pidieron que el documento final del Sínodo incluyese una afirmación clara de la enseñanza de la Iglesia de que las uniones del mismo sexo no son en modo alguno equivalentes al matrimonio.

Sobre el mismo tema el círculo inglés A reitera que ”la Iglesia como esposa de Cristo sigue las huellas de su Señor Jesús, cuyo amor universal se ofrece a todas las personas sin excepción. Los padres y hermanos de los miembros de la familia con tendencias homosexuales están llamados a amar y aceptar a estos miembros de su familia con un corazón indiviso y con comprensión”.

Algunos Padres Sinodales propusieron que el argumento se eliminase de la discusión del Sínodo sobre la Familia porque dada su importancia merecería un sínodo específico en materia. Peter Erdö, relator de la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de la Familia lo decía hace unos días: ‘No existes analogías entre las uniones homosexuales y el diseño de Dios para la familia’. La cuestión levanta tantas ampollas en el sector más conservador de la Iglesia que algunos padres sinodales han propuesto reservar el tema del acompañamiento a las personas homosexuales para un sínodo específico sobre esta materia, al tiempo que otros han pedido que se aclare en el documento final que para la Iglesia las uniones entre personas del mismo sexo no son equivalentes al matrimonio.

Concretamente, algunos participantes de la Asamblea del Sínodo de la Familia han propuesto durante sus reuniones del pasado lunes y del martes que el argumento sobre la condición de las personas homosexuales “se eliminase de la discusión del Sínodo sobre la Familia porque dada su importancia merecería un sínodo específico en materia”, según informa el Vaticano. Por su parte, los miembros de uno de los grupos de habla inglesa pidieron que el documento final del Sínodo incluyese “una afirmación clara de la enseñanza de la Iglesia de que las uniones del mismo sexo no son en modo alguno equivalentes al matrimonio”.

Respecto a los divorciados y vueltos a casar civilmente, el Vaticano constata un acuerdo general sobre la necesidad de un acompañamiento pastoral más eficaz para estas parejas y sus hijos. Además, en algunos círculos, como el grupo de hispanohablantes cuyo relator es el arzobispo venezolano Baltazar Enrique Porras Cardozo, ha suscitado “perplejidad” lo que el Instrumentum Laboris llama “camino penitencial” y sugieren cambiar este término por “itinerarios de reconciliación”.

Sobre el acceso a los sacramentos, algunos participantes del Sínodo han planteado “quitar muchas trabas” para que los divorciados vueltos a casar puedan participar en la vida de la Iglesia, como las que les impiden ser padrinos, catequistas o dar clases de Religión.

“¿Qué pasa cuando se plantea el acceso a los sacramentos?
–dicen en el círculo hispanohablante cuyo relator es el cardenal de Panamá José Luis Lacunza Maestrojuan–. Sin duda, tenemos que plantear un movimiento generoso quitando del camino muchas trabas para que los divorciados vueltos a casar puedan participar más ampliamente en la vida de la Iglesia: no pueden ser padrinos, no pueden ser catequistas, no pueden dar clases de religión”.

Por otra parte, algunos círculos menores, como el encabezado por el arzobispo australiano Mark Benedict Coleridge, han tratado el tema de las parejas que conviven sin casarse y aunque han subrayado que la convivencia “no puede ser considerada como un bien en sí misma”, reconocen que “puede existir un bien entre los que conviven”.

Mientras, el círculo francés cuyo relator es el obispo Laurent Ulrich, ha abordado la situación de aquellas familias divididas, mixtas, monoparentales y sin matrimonio civil. “No podemos descartarlas. Creemos que en ellas vive el Espíritu del Señor que inspira muchos comportamientos de sus vidas”, han subrayado.

Finalmente, algunos obispos como el canadiense Paul-André Durocher, se han hecho algunas preguntas sobre la eficacia de la metodología del Sínodo: “¿Está bien ajustado a su propósito? Derrochamos una enorme cantidad de energía, desde todos los puntos de vista. Las personas se han agotado a fuerza de trabajo. ¿El resultado valdrá la pena?“. Leer más…

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Palos en la rueda de Francisco

Domingo, 9 de agosto de 2015
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Papa-Francisco5Perdido el debate doctrinal, la minoría conservadora amenaza con un cisma tras el Sínodo

“Si el Señor no se cansa de perdonar, nosotros no tenemos otra elección que ésa”

(Jesús Martínez Gordo).- A partir del próximo mes de octubre asistiremos, finalizado el Sínodo ordinario de obispos dedicado a la familia, a uno de los momentos más importantes del pontificado de Francisco, a lo que se podría llamar su hora de la verdad.

En efecto, una vez debatidas y aprobadas las resoluciones que los obispos estimen oportunas y presentadas para su ratificación, es de esperar que este papa, lleno de gestos felizmente descolocantes y de un magisterio refrescante, baje a la arena y -dicho coloquialmente- se “moje” aprobando toda una serie de propuestas sobre la familia y la moral sexual. Va a ser particularmente interesante constatar qué decisiones toma sobre la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar, es decir, sigan perteneciendo plenamente a la Iglesia.

Como es sabido, ésta es una cuestión abierta por el mismo papa Francisco el 29 de julio de 2013 cuando, a su regreso de las Jornadas Mundiales de la Juventud, celebradas en Rio de Janeiro y en conversación con los periodistas, reconoció la necesidad de abordar “el problema de la comunión a las personas en segunda unión”, algo, apuntó en aquella ocasión, que es preciso realizar con misericordia: “si el Señor no se cansa de perdonar, nosotros no tenemos otra elección que ésa”.

La oposición a semejante posibilidad no tardó en aparecer. Y estuvo liderada por cinco cardenales de indudable peso en la curia vaticana, al menos durante los pontificados anteriores, y con una contundencia inusitada: “no es coherente con la voluntad de Dios” (Gerhard Ludwig Müller); resulta “insostenible” (Walter Brandmüller); es “ilícita” porque cuestiona “la ley divina” de “la indisolubilidad del matrimonio” (Velasio De Paolis); va “en contra de la voluntad del Señor” (Carlo Caffarra); recurrir a la misericordia sin verdad es un atentado contra la fe (Raymond Leo Burke).

El Sínodo extraordinario celebrado en octubre del año pasado evidenció que, aunque la propuesta favorable a la plena incorporación eclesial de los divorciados casados no alcanzara entonces la mayoría requerida (dos tercios), la posición radicalmente contraria de estos cardenales -y oficial hasta entonces en la Iglesia católica- pasaba a ser sorprendentemente minoritaria en el aula sinodal.

 los-opositores-al-papa-franciscoLos opositores del Papa

 Y el mismo papa Francisco no solo no retiraba -en nombre de una unidad supuestamente en peligro- el estudio de esta cuestión en un próximo Sínodo, sino que volvía a recabar el parecer de la base eclesial sobre éste y otros asuntos referidos a la familia y a la moral sexual.

Desde entonces se ha asistido a un debate a fondo que, a diferencia de otras ocasiones, ha presentado una particularidad también inaudita: han sido notables las aportaciones que, con una libertad encomiable y con una argumentación impecable, se han esforzado por desmontar el intento de la minoría sinodal por capitalizar en exclusiva la rectitud doctrinal.

No es verdad -y menos infalible- que, a la luz de la escritura, de la tradición patrística, de los concilios y del corpus jurídico eclesial vigente, sea incompatible un comportamiento misericordioso con los divorciados vueltos a casar y el reconocimiento de la indisolubilidad del matrimonio. Más bien, todo lo contrario.

Quizá porque la minoría sinodal da ya por perdido el debate sobre la consistencia doctrinal de quienes -como el cardenal W. Kasper, entre otros- son partidarios de articular misericordia e indisolubilidad, se asiste estas últimas semanas a un cambio de estrategia: da lo mismo -se propala también aquí, entre nosotros, en el País Vasco- lo que se apruebe en el próximo Sínodo ordinario de octubre. El papa Francisco va a dar la callada por respuesta a una propuesta partidaria de reconocer, en nombre de la misericordia, la plena eclesialidad de los divorciados vueltos a casar.

Según este infundio, el papa Bergoglio adoptaría semejante estrategia no sólo ante la supuesta “fortaleza” dogmática, escriturística, jurídica y patrística de la posición minoritaria, sino también ante el temor de un posible cisma en la Iglesia católica. Como contrapartida, enfatizan, impulsaría un magisterio todavía mucho más atento a las contradicciones sistémicas del capitalismo imperante y, sobre todo, a las urgencias sociales que están aflorando.

Sinceramente, no veo a Francisco en esta estrategia. Y no lo veo porque me parece un comportamiento más propio de un “capitán Araña” que de un obispo con entrañas pastorales y convencido -como es el caso- de que hay que estar al lado de la gente hasta el final.

Sí lo veo, en cambio, ratificando lo aprobado en el Sínodo y buscando no romper los puentes con la minoría sinodal, a pesar de que ésta intente marcar (y agrandar) distancias en nombre de la “verdad” y de una supuesta rectitud doctrinal abanderada -tan gratuita como supuestamente- por ellos.

Si la minoría sinodal quiere convencer, tiene que aportar argumentos más consistentes que los esgrimidos hasta el presente. Y, por supuesto, olvidarse de esta estrategia.

Fuente Religión Digital

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“El Sínodo sobre la familia, freno a la reforma de Francisco”, por Juan José Tamayo, teólogo

Viernes, 7 de noviembre de 2014
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familia tradicionalEl arzobispo norteamericano Chaput se suma a Burke y acusa al Papa de convertir la Iglesia “en un barco sin timón” y denuncia que Bergoglio “está dejando a los creyentes un poco mareados”

Leído en la página web de Redes Cristianas

La reforma de Francisco parece haber naufragado o, al menos, encallado en el Sínodo celebrado en Roma del 5 al 19 de octubre, que ha reunido a cerca de 200 obispos de todo el mundo para reflexionar sobre la concepción, la actitud y la práctica pastoral de la Iglesia católica en torno a diferentes orientaciones sexuales, a los diferentes modelos de familia y otras cuestiones vinculadas con ella. Éramos muchas las personas de fuera y de dentro de la Iglesia católica que esperábamos un cambio de mentalidad, de orientación y de rumbo en un tema que se caracteriza por planteamientos anclados en el pasado sin apertura alguna a los cambios producidos en las últimas décadas en la sociedad. Pero éramos también conscientes de los obstáculos que se interponían y del peligro de que se produjera un estancamiento

El primer obstáculo lo constituían los propios protagonistas del Sínodo: los obispos. ¿Qué aportaciones podían hacer unas personas que no son especialistas en el tema, ni siguen de cerca los estudios especializados en las diferentes disciplinas que se ocupan del fenómeno de la familia en toda su complejidad? Personas que, además, han renunciado a formar una familia para dedicarse en exclusiva al servicio de la Iglesia. Es verdad que fueron invitados expertos y matrimonios, pero sin apenas influencia en los debates y sin voto a la hora de aprobar las proposiciones finales.

El segundo era la herencia de los papas anteriores. Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI se mantuvieron instalados rígidamente en el paradigma tradicional de la familia y de la doctrina sobre la sexualidad y condenaron los modelos de familia que no se atuvieran a la imagen conservadora del matrimonio “cristiano”. Pablo VI, beatificado el pasado domingo por Francisco, condenó los métodos anticonceptivos en 1968 en la encíclica Humanae vitae, en clara oposición a las orientaciones del concilio Vaticano II, que defendía la paternidad responsable, y en contra de la mayoría de la Comisión de científicos y de teólogos que le asesoraba y que era partidaria del uso de dichos métodos para poner en práctica el principio conciliar de la referida paternidad responsable. La encíclica provocó una de las más graves rupturas de los teólogos, las teólogas y de los movimientos cristianos críticos con el Vaticano y generó un clima de malestar profundo dentro de la Iglesia, que desembocó en una actitud de justificada desobediencia colectiva a las orientaciones papales tanto en la teoría como en la práctica.

En la encíclica Familiaris consortio Juan Pablo II ya alertaba sobre los signos más preocupantes en torno al tema que ha discutido el Sínodo reciente, entre los cuales citaba “la facilidad del divorcio y del recurso a una nueva unión por parte de los mismos fieles; la aceptación del matrimonio puramente civil, en contradicción con la vocación de los bautizados a “desposarse en el Señor”; la celebración del matrimonio sacramento no movidos por una fe viva, sino por otros motivos; el rechazo de las normas morales que guían y promueven el ejercicio humano y cristiano de la sexualidad dentro del matrimonio”.

El cardenal Ratzinger, siendo presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigió en 1986 una durísima carta a los obispos norteamericanos en la que afirmaba que la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye, sin embargo, una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada objetivamente desordenada. El documento reaccionaba ante quienes creíamos –y seguimos creyendo- que oponerse a la actividad homosexual y a su estilo de vida constituye una forma de discriminación injusta, y osaba aseverar, negando la evidencia, que la actitud de la Iglesia contra la homosexualidad no comporta discriminación alguna, sino que busca la defensa de la libertad y de la dignidad de la persona.

En coherencia con este planteamiento, Ratzinger pedía a los obispos que no incluyeran en ningún programa pastoral a organizaciones de personas homosexuales sin antes dejar claro que toda actividad homosexual es inmoral, ordenaba retirar todo apoyo a organizaciones que pretendieran subvertir la enseñanza de la Iglesia en esta materia, prohibía el uso de locales “propiedad de la Iglesia” para actos de grupos homosexuales e instaba a defender los valores del matrimonio frente a proyectos legislativos que defiendan las reivindicaciones de los colectivos homosexuales.

Por esas fechas, la Congregación romana para la Educación Católica publicaba la Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional de las personas con tendencias homosexuales con vistas a su admisión en el seminario y a las órdenes sagradas, que prohibía a los homosexuales ingresar en los seminarios y acceder al sacerdocio. Prohibición que sigue manteniéndose hoy a rajatabla.

No resultaba fácil romper en el Sínodo con esa tendencia excluyente de las personas homosexuales y de las personas católicas divorciadas y vueltas a casar, ya que en ella fueron educados –mejor instruidos- muchos de los padres sinodales.

Un tercer obstáculo fue la creación, desde el comienzo de la preparación del Sínodo, de un “frente” de oposición a cualquier cambio, liderado por el cardenal Gerhard Ludwig Müller, presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, nombrado por Benedicto XVI para mantener la ortodoxia y evitar cualquier desviación en materia doctrinal y moral. Se apresuró a escribir un libro sobre la familia recordando la doctrina tradicional, que considera inamovible, y firmó un documento junto con otros cardenales en contra de la reforma que en este tema pretendía introducir Francisco.

Pero no todas eran inercias, obstáculos y problemas. Había también síntomas de apertura. Fue el propio papa Francisco quien, al poco de ser elegido, propició un nuevo clima y abrió el debate sobre la actitud de la Iglesia hacia los homosexuales y el acceso de las personas católicas divorciadas y vueltas a casar a los sacramentos. En el propio Sínodo reinó un clima de libertad y los participantes en el mismo pudieron expresar sin ningún tipo de restricciones en lo referencia a la expresión de sus ideas. Dicho clima fue favorecido por Francisco, quien asistió a las sesiones en actitud de escucha y sin interferirse en las discusiones.

Ya en el viaje de vuelta de Brasil en julio de 2013, preguntado a bordo del avión por su actitud hacia los homosexuales, respondió de esta guida: “Si alguien es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad ¿quién soy yo para juzgarle? No debemos marginar a la gente por esto, deben ser integrados a la sociedad”.

En otra ocasión insinuó la posibilidad de revisar la actual prohibición del acceso de los divorciados que han vuelto a casarse y adoptar una actitud menos excluyente que la actual. Hubo cardenales que remaron en la dirección del papa y mostraron una actitud más abierta y favorable al cambio, entre ellos el cardenal Kasper que, en respuesta a los cardenales firmantes del documento conservador, respondió que “la verdad católica no es un sistema cerrado” y defendió el acceso de las personas divorciadas vueltas a casar a la eucaristía, si bien imponiendo unas condiciones muy severas:

“Si un divorciado vuelto a casar: 1. Se arrepiente de su fracaso en el primer matrimonio 2. Se han esclarecido las obligaciones del primer matrimonio, y se ha definitivamente excluido que regrese atrás. 3. Si no puede abandonar sin otras culpas las responsabilidades asumidas con el matrimonio civil. 4. Si, sin embargo, se esfuerza por vivir del mejor modo según sus posibilidades el segundo matrimonio a partir de la fe y de educar a los propios hijos en la fe. 5. Si tiene el deseo de los sacramentos como fuente de fuerza para su situación, ¿debemos o podemos negar, después de un tiempo de nueva orientación (metanoia), los sacramentos de la penitencia y después de la comunión?”.

Su respuesta es afirmativa, pero con importantes matices y precisiones: “Este posible camino no sería una solución general. No es el camino ancho de la gran masa, sino más bien el estrecho camino de la parte probablemente más pequeña de los divorciados vueltos a casar, sinceramente interesados en los sacramentos. ¿No es necesario tal vez evitar aquí la peor parte? (o sea la pérdida de los hijos con la pérdida de toda una segunda generación)… Un matrimonio civil como el que fue descrito con criterios claros debe distinguirse de otras formas de convivencia irregular, como los matrimonios clandestinos, las parejas de hecho, sobre todo la fornicación, de los así llamados matrimonios salvajes. La vida no es solo blanco y negro. De hecho, hay muchos matices”.

La propia metodología seguida en la preparación del Sínodo permitía albergar esperanzas de cambio. El Vaticano envió una encuesta a todos los cristianos y cristianas en torno a las cuestiones que se iban a abordar en la asamblea episcopal para conocer la opinión de las diferentes comunidades católicas del mundo sobre el tema. La mayoría de las respuestas eran favorables a una mayor apertura y a una actualización de la doctrina sobre la familia más acorde con los cambios producidos en las últimas décadas.

Pero ese clima de apertura enseguida se encontró con la réplica del cardenal Müller, que apelaba a argumentos de carácter dogmático y jurídico para oponerse incluso a la posibilidad de discutir sobre el tema: “Si el matrimonio precedente de unos fieles divorciados y vueltos a casar era válido, en ninguna circunstancia su nueva unión puede considerarse conforme a derecho; por tanto, es imposible que reciban los sacramentos”.

En el Sínodo se han producido, es verdad, cambios importantes en el análisis de la situación de la familia y en las críticas hacia sus patologías, en las actitudes y en el lenguaje empleado. La proposición 8 hace un buen análisis de las situaciones más graves por las que pasa hoy la familia: discriminación de las mujeres y creciente violencia de género contra ellas, con demasiada frecuencia dentro de la familia; abusos sexuales de los niños y de las niñas; penalización de la maternidad en vez de su consideración como valor; mutilación genital en algunas culturas; efectos negativos de las guerras, el terrorismo y el crimen organizado en las familias; crecimiento del fenómeno de los niños de la calle en las grandes metrópolis y en sus periferias.

La actitud ante los matrimonios civiles y las parejas de hecho es más comprensiva y acogedora, ya que, se dice, en ellos deben descubrirse elementos positivos, y en la actitud hacia los homosexuales. Muestra la necesidad de acoger las personas en situaciones difíciles como el divorcio y de buscar nuevos caminos pastorales para las familias heridas, no basadas en “soluciones únicas”

Pero en las cuestiones de fondo no se ha producido cambio alguno. Dos ejemplos. La proposición 52 describe las dos tendencias de los padres sinodales en torno a la posibilidad –solo la posibilidad- de que los divorciados vueltos a casar puedan acceder a los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía: la que se muestra partidaria de mantener las actuales normas prohibitivas en vigor, y la partidaria de permitir el acceso a los sacramentos, pero con muchas restricciones: no de manera generalizada, sino en algunas situaciones especiales y con condiciones muy precisas. Además, el eventual acceso a los sacramentos debe ir precedido de un “caminar penitencial” bajo la responsabilidad del obispo diocesano. Aun con todas estas restricciones, esta proposición contó con el rechazo de 74 padres sinodales y no logró los 2/3 tercios.

Otro ejemplo es la proposición 55 sobre los homosexuales. Defiende la necesidad de una acogida respetuosa y de un trato no discriminatorio hacia ellos, pero es contundente en el rechazo de los matrimonios homosexuales, hasta el punto de excluirlos del plan de Dios sobre la familia y el matrimonio. Con todo, la proposición fue rechazada por 62 padres sinodales y tampoco logró los 2/3.

Para frenar la lógica sensación pesimista que deja el Sínodo en quienes esperaban que la apertura fuera real ya, se afirma, como consuelo, que en este Sínodo no se ha dicho la última palabra y que hay que esperar al de octubre de 2015, que elaborará las conclusiones definitivas sobre la familia. Yo pregunto: ¿Cambiará entonces el panorama y se reconocerá sin trabas, prejuicios y prevenciones el acceso de las personas católicas divorciadas y vueltas a casar el matrimonio a los sacramentos de la eucaristía y de la penitencia y el reconocimiento del matrimonio homosexual como lo hace la Iglesia Anglicana, o volverán a emplearse fórmulas ambiguas del “sí, pero no”, tan propias del lenguaje eclesiástica ¿O se dejará la respuesta ad kalendas graecas?

¿Se seguirá pensando con categorías jurídicas o se hará al ritmo de la vida y atendiendo a los problemas reales de la familia? ¿Se buscarán las respuestas apelando al Código de Derecho Canónico o a la racionalidad dialógica? ¿Se seguirá expulsando de la comunidad eclesial y de la eucaristía que, según el Vaticano II, es el centro de la vida cristiana, a quienes se considera pecadores por el hecho de haber iniciado un nuevo proyecto de vida común y de haber formado una nueva familia?

¿Se respetarán y reconocerán en la Iglesia católica las diferentes identidades sexuales: gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, que de hecho existen entre los cristianos y las cristianas como existen en la sociedad? ¿Caminará la Iglesia oficial al ritmo de la sociedad y será sensible, como pedía Juan XXIII, a los signos de los tiempos, entre los cuales se encuentra el reconocimiento explícito de los diferentes modelos de familia, o perderá de nuevo el tren de la historia?

Y una reflexión final en clave de realismo. Yo creo que considerar un problema el acceso a la eucaristía a personas divorciadas vueltas a casar y a los matrimonios homosexuales solo existe en las mentes de los jerarcas, no en la práctica. Y negar dicho acceso se encuentra en el Código de Derecho Canónico, no en la vida de las comunidades cristianas. Son muchas las comunidades eclesiales de todo el mundo (parroquias, comunidades de base, grupos de matrimonios, etc.) que ni siquiera se plantean el problema. Las cristianas y los cristianos divorciados que han vuelto a casarse y las parejas homosexuales son acogidos sin ningún tipo de reserva en dichas comunidades, de las que forman parte, y participan en los sacramentos como el resto de los creyentes. Y lo hacen con toda naturalidad, sin ningún complejo de culpa, sin consultar ni pedir permiso a los clérigos y obispos, ni preguntarse si actúan conforme a la disciplina de la Iglesia, sin someterse a ningún “camino de penitencia”. Bastante penitencia ha tenido y sigue teniendo su vida como para añadirle todavía otra más.

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“¿Dogmas de fe sobre la familia?”, por José María Castillo, teólogo

Sábado, 11 de octubre de 2014
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dogmaLeído en su blog Teología sin Censura:

¿Existen dogmas de fe sobre la familia? Por tanto, ¿se puede afirmar, con toda seguridad, que en la fe de la Iglesia existen verdades dogmáticas, que son indiscutibles y que, en consecuencia, no es lícito poner en duda en ningún caso ni se pueden modificar sea cual sea la finalidad por la que se pretendan cambiar?

Para responder a esta pregunta, lo primero ha de ser – como es lógico – precisar qué es lo que entendemos los católicos cuando hablamos de “dogmas de fe”. Tomo la respuesta a esta cuestión de la última edición del gran volumen de Teología Dogmática de Gerhard Ludwig Müller (Barcelona, Herder, 2009, pp. 78-79), actualmente cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Según afirma acertadamente este cardenal, para saber lo que es un “dogma de fe”, tenemos que recurrir a la definición que formuló el concilio Vaticano I (1870) en la Constitución Dogmática sobre la Fe Católica (cap. 3º):”Deben creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o tradicional (“in verbo Dei scripto vel tradito”), y son propuestas por la Iglesia para ser creías como divinamente reveladas, ora por solemne juicio, ora por su ordinario y universal magisterio” (DENZINGER-HÜNERMANN, n. 3011).

Por tanto, para que una afirmación religiosa sea “dogma de fe”, no basta que esa afirmación se encuentre en la Biblia o sea presentada en la tradición más seria y auténtica de la Iglesia. Además de eso, es indispensable que tal afirmación sea propuesta para ser creída por el “juicio solemne” de la Iglesia. Tal juicio solemne sería una “definición dogmática” de un Concilio ecuménico o de un papa. En cuanto al “magisterio ordinario”, tendría que ser una verdad, aceptada como verdad revelada por Dios por la Iglesia universal, cosa que en este caso no sucede, dadas las muchas dudas y teorías opuestas que existen entre los católicos, precisamente en los numerosos y discutidos asuntos relativos a la famila.

Por tanto, los problemas relativos a los modelos de familia no son, ni pueden ser, dogmas de fe. En consecuencia, el Sínodo tiene – desde el punto de vista dogmático – entera libertad para deliberar y decidir lo que crea más conveniente para el bien de los seres humanos, de la sociedad y de la Iglesia.

En consecuencia, quienes echan mano de los dogmas de la Iglesia, para limitar la libertad de los participantes en el sínodo a la hora de tomar sus decisiones, hacen lo mismo que haría quien echase mano de una solemne mentira para imponer sus propias ideas o sus propias conveniencias. El sínodo, por tanto, puede perfectamente decidir lo que considere más conveniente para resolver los problemas relativos a los divorciados, a los homosexuales, al celibato de los sacerdotes o a la ordenación sacerdotal de las mujeres. En todo caso, quien tenga sus propias convicciones sobre los asuntos mencionados, que las presente como propias, pero que nunca tenga el atrevimiento de afirmar que eso pertenece a la fe de la Iglesia o que en ningún caso se puede hacer.

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Excomulgados por celebrar sin cura la Cena del Señor los Responsables de Somos Iglesia en Austria.

Domingo, 1 de junio de 2014
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img_1701a-1d1f7Desde el Área de Asuntos Religiosos de la FELGTB nos envían este correo de Raquel Mallavibarrena, responsable de Somos Iglesia acerca de la excomunión de los responsables austriacos de la corriente Somos Iglesia, y luego añadimos la información que Atrio recoge de Infocatólica, página experta en excomuniones y denuncia de disidentes  que d la noticia con ese lenguaje que la caracteriza…

Nos sorprende la noticia y profundamente conmocionados nos preguntamos ¿Qué sentido e importancia en tiempos de hoy con crecientes diálogos y aperturas se apela a fórmula tan extrema y obsoleta como la excomunión?

Como dice José María García Mauriño, al condenar a ese matrimonio ha excomulgado también, al mismo tiempo, a centenares de miles de cristianos de todo el mundo, pertenecientes a las comunidades de base, empezando por América latina, y también en España, África, Filipinas, Sudeste asiático, Japón, que hace mucho tiempo vienen celebrando la Eucaristía sin sacerdote.

Adjuntamos primeras informaciones para reflexión y consideración.

Rechazamos el decreto dice portavoz de Somos Iglesia Somos Iglesia Chile

Martha Heizer y su marido, junto con otros austriacos, fundaron Somos Iglesia en 1985. Ella es teóloga y ha dado clase hasta su jubilación en la Facultad de Teología de Innsbruck, donde vive.

Acuden regularmente a una parroquia cuyo párroco y feligresía son (o al menos eran) tan abiertos como que el décimo aniversario del Movimiento Internacional Somos Iglesia se celebró allí, yo estuve en la eucaristía que allí tuvo lugar.

Además de esa vinculación, en su casa se reunían cada cierto tiempo con otras pocas personas para orar y en un momento dado decidieron (en la idea de la iglesia de iguales, de que la comunidad es la que celebra etc..) que iban a celebrar la eucaristía aunque ninguno de ellos era sacerdote. Hasta ahí es lo mismo que ocurre cada vez con más frecuencia, sobre todo por la falta de sacerdotes, en todo el mundo.

El conflicto vino cuando hace unos dos años Martha y su marido Gerd decidieron hacer pública la experiencia. Cuando nos informaron a los de Somos Iglesia dejaron claro que era una decisión personal, no nos estaban pidiendo que hiciésemos causa común y ellos ya sabían que podían ser excomulgados, de hecho tuvieron que ir a declarar al obispado o algo así. Pasó el tiempo sin consecuencias y hace unos días (por qué ahora justamente, con este papa?) recibieron un comunicado de la diócesis para decirles que estaban excomulgados a menos que se retractaran, hay una declaración del obispo a los medios de comunicación diciendo que estaba intentando convencerlos etc..Ellos dijeron que rechazaban la excomunión y el proceso que se había seguido.

Apareció la noticia enseguida en los medios de comunicación austríacos y alemanes y luego ya en todas partes. El portavoz del Vaticano, Lombardi, se desmarcó diciendo que era algo que no venía de Roma sino de la diócesis de Innsbruck.

Hay quien opina que es una nueva faena que le han hecho al papa los sectores conservadores.

En fin, está habiendo comunicados de apoyo, en la página web de IMWAC (si ponéis IMWAC en google sale la página) hay algún texto en varios idiomas. Seguramente Redes Cristianas se pronunciará también en los próximos días, ya os diré.

Me acaban de enviar un texto de apoyo a Martha muy importante: el de la iniciativa Pastor, que agrupa a unos 200 párrocos austríacos y que lleva en pie desde hace unos dos años y piden que las mujeres puedan ordenarse, el celibato opcional etc…sobre todo por la escasez de curas. Los obispos austríacos no saben muy bien qué hacer con ellos pues no los van a echar a todos y andan ahí en un ten con ten.

En cuanto vuelva a Madrid el jueves por la noche (estoy en Noruega) empezaré a dar noticias sobre esto en la página web de Redes…

Leído en Atrio:

Aunque infoCatólica es un portal muy conservador, la noticia está confirmada por haberla dado, al menos, el Süddeutsche Zeitung. Se trata de la declaración de una excomunión “latae sententiae” ya contraída automáticamente por simular misas, lo que está considerado como un delito gravísimo, «graviora delicta».

Excomunión a la pareja responsable del movimiento «Somos Iglesia» en Austria

Este es el final de un largo enfrentamiento entre el movimiento «Wir sind Kirche» («Somos Iglesia») y el Vaticano. Según la información del diario Tiroler Tageszeitung, los austriacos Martha Heizer, responsable en Austria del movimiento, y su esposo, Gert Heizer, han sido excomulgados por simular la celebración de la eucaristía, uno de los «graviora delicta» que deben ser juzgados por la CDF con un procedimiento especial. El diario alemán Die Welt asegura que la información ha sido confirmada en «círculos católicos».

 (La Vie/InfoCatólica) Marta Heizer preside Somos Iglesia en Austria desde el pasado 7 de abril. El movimiento nació precisamente en Austria en 1995 y Martha Heizer fue una de sus fundadoras. A sus 67 años, es conocida por sus manifiestos a favor de la ordenación de las mujeres y la «renovación de la iglesia por los laicos». Desde 2012 preside el «International Movement We Are Church» (IMWAC), «Movimiento internacional Somos Iglesia».

El obispo de Innsbruck, monseñor Manfred Scheuer, «emitió personalmente el decreto a la pareja el miércoles 21 de mayo por la noche», declaró Martha Heizer a radio ORF Tirol. Los dos implicados rechazaron inmediatamente la condena. «No lo aceptamos porque cuestionamos íntegramente todo el proceso», dijo Heizer.

Esta mañana aseguraba Heizer en un comunicado que está «profundamente consternada al estar en la misma categoría que los sacerdotes pedófilos», en alusión al procedimiento seguido en su caso. En su opinión, «este procedimiento muestra hasta qué punto la Iglesia Católica necesita renovación».

¿La razón de las dos excomuniones? Atentar la celebración de Misas sin sacerdote en la residencia de la pareja. Desde hace varios años, Martha Heizer admite que ella y su marido dan la bienvenida en su casa a estas fiestas, en las que algunos fieles participan con regularidad. Son simulaciones de misas que constituyen «graviora delicta» (delitos graves) según el canon 1379 del Código de Derecho canónico y las Normas de 2001, modificadas en 2010.

Con esta decisión, el obispo Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se mantiene fiel a su posición anterior: en 2009, el prelado alemán, entonces Obispo de la diócesis de Ratisbona, había suspendido a Pablo Winckler, director de la «Wir sind Kirche» en Alemania.

Información de la Santa Sede y de la Diócesis de Innsbruck

A mediodía de hoy el padre Lombardi, director de la sala de prensa de la Santa Sede precisó a la agencia I.Media que la excomunión ha sido declarada por la diócesis de Innsbruck, no directamente por Roma y que se trataba de la constatación de una excomunión latae sententiae, «automática», como consecuencia de la gravedad del delito que consiste en que una persona no ordenada pretenda celebrar la Eucaristía.

Posteriormente, Mons. Manfred Scheuer, obispo de Innsbruck, ha confirmado a la agencia Apic la «autoexcomunión» de Martha Heizer y su marido. Recordó que celebración de estas eucaristías sin sacerdote, de las que informó la televisión austriaca ORF en 2011, le obligó a abrir una investigación y a «tomar medidas legales». Lamenta «no haber podido convencer a los esposos Heizer de que se retractasen, evitando así el procedimiento penal». El obispo asegura también a la agencia que la constatación de esta «autoexcomunión» no es una victoria y que la ha realizado «con gran dolor».

«Puesto que la Eucaristía es esencialmente una celebración de toda la Iglesia, no puede haber una eucaristía privada. Los criterios de validez de la Eucaristía no pueden depender de la voluntad subjetiva y la opinión de los participantes», añadió el obispo de Innsbrück.

El movimiento internacional Somos Iglesia

Como explica Catholic.net, diversas organizaciones disidentes que alegan ser católicas, a la misma vez que rechazan las enseñanzas de la Iglesia, formaron hace dos décadas la red internacional llamada «International Movement We Are Church» – Movimiento Internacional Somos Iglesia, IMWAC por sus siglas en inglés.

Alegan los que dirigen este movimiento de disidentes, que quieren lograr «una renovación de la Iglesia en el espíritu de Jesús» pero en realidad tratan de destruir la Iglesia desde dentro, fomentando doctrina y moral contrarias a la católica y cuestionando la autoridad jerárquica dentro de la Iglesia

El Movimiento comenzó en Austria en 1995, con un primer Manifiesto que sirvió como base a una campaña de recogida de firmas que supuestamente representaban «el descontento» de «millones de católicos».

La campaña fue presentada en Madrid por Hans Küng (quien fue privado del título «teólogo católico» por el Vaticano), en el Congreso de Teología organizado por la Asociación de Teólogos Juan XIII (también desautorizada por la Iglesia católica), en septiembre de 1995. A partir de ese momento se inició en España «la recogida de firmas y el apoyo a la campaña internacional Somos Iglesia».

En 1996, se unieron en Roma todas las iniciativas nacionales de los grupos disidentes de un número de países,que estaban recogiendo firmas para promover las «reformas» lanzadas en Austria en 1995. A raíz de ello quedó constituida la red. De Austria la campaña se extendió rápidamente a Alemania y otros países de Europa, así como a América.

Entre las reclamaciones habituales del Movimiento Internacional Somos Iglesia están:

  • 1. El llamado «derecho a elegir» en todas las decisiones morales, especialmente en cuestiones de moral sexual como por ejemplo la anticoncepción y el aborto.
  • 2. La defensa de la ideología de género, y el apoyo al lobby gay internacional, so pretexto de garantizar los «derechos» humanos respecto a la sexualidad de todas las personas
  • 3. El acceso de la mujer al sacerdocio ministerial
  • 4. La no obligatoriedad del celibato para acceder al sacerdocio ministerial y la vuelta al ministerio de los sacerdotes casados
  • 5. El no reconocimiento de autoridad jerárquica en la Iglesia, y el apoyo a los teólogos disidentes y a todos los que enseñan ideas contrarias al Magisterio de la Iglesia.

Los obispos españoles expresaron su oposición a la Corriente Somos Iglesia, mediante un comunicado de la Conferencia Episcopal Española, el 10 de julio del 2002. En él afirmaron que dicho grupo de disidentes «no es un grupo eclesial y no ha recibido ninguna aprobación ni reconocimiento canónico» y «propone afirmaciones y reinvindicaciones que se apartan claramente de las enseñanzas de la Iglesia Católica, hieren y van en detrimento de la comunión ecclesial».

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