Cristo y Magdalena, Auguste Rodín. (En torno a 1894)
¿Acaso no estamos llamadas a ser profetas? ¿No estamos invitadas a ser constructoras de paz ya que esto es lo que hacen las hijas de Dios? ¿No estamos todas inmersas en un proceso de discipulado en el que nuestro Maestro pasaba largas noches en oración, sincronizando su corazón con el corazón de su Abba?
Sí, soy llamada, soy invitada. Todos lo somos.
Las imágenes de la guerra se ciernen por todas partes. En el centro y en el corazón de Europa, se está dando una guerra que, si se expande, como una gran ola o un tsunami, podría extenderse por todo el planeta.
Como mujeres consagradas, me atrevo a decir que con nuestro corazón sincronizado con el corazón de Jesús podemos, como Gandhi y otros a lo largo de la historia, detener los tambores de guerra.
No más guerras mundiales ni holocaustos; no más guerras de Vietnam o África Central o América Central, o guerras en Irak o Afganistán.
Somos constructoras de paz, somos pueblo de Dios, somos hijas de Dios; nuestras conversaciones con nuestro Abba deberían ser más efectivas que todas las demás conversaciones, las que están teñidas por el interés y el poder: el Satanás en la vida de Jesús y en la nuestra.
Jesús va al desierto para enfrentarse a aquellos poderes que podrían impedirle convertirse en hijo de Dios. Y en el desierto, según el Evangelio de Marcos 1, 12-14, no hay tentaciones específicas: sólo existe “el tentador”, el gran ego, la sed de poder, de éxito y de control que puede cambiar la faz de la tierra en minutos, hoy.
Esta es la gran sombra que se expresa como “la noche o la oscuridad” en los Evangelios. Y es precisamente cuando Jesús experimenta la oscuridad y la confusión que se retira. Y allí permanece hasta el nuevo amanecer, hasta que vuelve a tener luz interior.
Thich Nhat Hanh, monje budista y pacifista, murió recientemente en Vietnam, su país de origen.
Su muerte ha hecho que su legado haya saltado a la portada de muchos periódicos, pantallas y mentes. Fue pacifista durante la Guerra de Vietnam, y por ello estuvo exiliado en Francia, cerca de Burdeos, en Plum Village, hasta hace unos años. Él define mindfulness: la atención plena, como “la energía de estar consciente y despierto al momento presente”.
Muchas personas de todo el mundo están tratando de vivir conscientemente despiertas. Este monje, junto con muchos otros, como el trapense Fr. Thomas Keating en nuestra tradición cristiana ofrece un proceso o método para ayudarnos a despertar, a tomar conciencia, a vivir en el presente.
Todo comienza simplemente concentrándonos en nuestra respiración: inhalar y exhalar y dejar que todo nuestro ser haga el resto, ayudado de unas sencillas pautas.
Con esta práctica de inspiración Zen, que nos ayuda a estar presentes y despiertas, muchas creemos que podemos cambiar el mundo cambiándonos a nosotras mismas. Si todas nos conectamos, a través de la meditación, con el latido del cosmos y con el latido de los demás, el equilibrio volverá a todo ya todos.
Hace años, estaba participando en un Capítulo muy difícil con mi anterior congregación. Debido a la intensidad y tensión creada por los diferentes puntos de vista, era difícil para las participantes mantenernos serenas incluso durante el tiempo de oración.
Yo era una de ellas, me sentía ansiosa y muy cansada de discusiones. De pronto, vi a una hermana francesa, sentada en nuestra capilla, en total quietud. Y yo también me senté e hice lo mismo, simplemente concentrándome en mi respiración y en mi postura corporal.
Después de un rato noté un silencio profundo, una calidad diferente de silencio a mí alrededor. Abrí los ojos y todo el grupo de más de 40 mujeres estábamos en silencio y en oración.
Nuestro mundo había cambiado en cuestión de minutos. Nuestras mentes se despertaron y calmaron. Nuestros rostros estaban relajados y cuando finalmente continuamos nuestras conversaciones, nuestras mentes habían sido “conducidas” por el Espíritu a otro nivel de conciencia. El diálogo era posible de nuevo.
Fue todo un regalo. Sé que muchas hermanas hacemos este tipo de meditación. Al mencionar esto, simplemente trato de transmitir mi profunda preocupación por la inmensa guerra que está ocurriendo. Tengo la convicción de que podemos ayudar a cambiar la calidad de las conversaciones por la paz, uniendo todas nuestras energías y enfocándonos conscientemente en Shalom, Plenitud, Paz.
Para concluir, para las que prefiramos un estilo diferente de contemplación, ofrezco una escultura de Rodin para dar luz: Cristo y Magdalena, creo que no necesita traducción, o tal vez solo la interpretación de cada corazón contemplativo. Eso es lo que hace el arte; permite al ojo contemplativo transformar y encarnar lo contemplado.
Para mí, esta escultura resume nuestros votos: dejamos que su cabeza y su rostro descansen sobre nuestro hombro; escuchamos los latidos de su corazón en un abrazo de amor total por su cuerpo, un cuerpo hecho realidad en las personas que sufren hoy. Deseamos con todo nuestro ser abrazar el dolor con el Amor del Amado.
Estoy segura de que si sincronizamos nuestros corazones con el corazón de Cristo, podemos cambiar la energía negativa y oscura que nos ensombrece y permea no sólo Europa, sino a la humanidad entera, en paz y luz.
El cuerpo de Cristo es el cuerpo de la Tierra, y también el cuerpo de cada ser humano amenazado por los tambores de guerra. Las imágenes son estremecedoras. Pero también lo es la reacción de acogida a millones de refugiadas y refugiados en un éxodo interminable, en busca de la Paz.
Sincronicemos todos nuestros corazones, la Paz no puede esperar.
Magda Bennásar Oliver, SFCC
espiritualidadintegradoracristiana.es
Traducido del inglés, artículo original https://www.globalsistersreport.org/news/social-justice/column/lets-synchronize-our-hearts-inner-and-world-peace
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Es uno de los escasos testimonios que nos queda de una inspiración religiosa en Rodin. La obra corresponde tal vez a la reutilización de un primer Cristo desaparecido, ejecutado bajo la influencia del escultor Augustin Préault (1809-1879) y que forma parte de la tradición romántica.
A este Cristo flaco y doliente, cuya cabeza demasiado pesada parece volcar hacia un lado, se aferra una mujer, la Magdalena, cuyo origen procede de una figura de damnada diseñada para La Porte de l’Enfer [La Puerta del Infierno], y convertida posteriormente en La Méditation [La Meditación], musa del Monumento a Victor Hugo. El conjunto, traducido en mármol para el Barón Thyssen, en torno a 1905, subraya, como lo describe Rilke, “el contraste entre ambos cuerpos, rotundamente forzado por el mármol, (que) da en primer lugar una impresión de tristeza sin límites, que se desprende de este sujeto”.
Fuente Fe Adulta/Zona Libre radio
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