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“Mesa compartida, sí. Ni sacrificio, ni sacerdocio”, por José María García-Mauriño.

Jueves, 19 de octubre de 2017
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eucaristia0Todas las culturas tienen su religión. Todas las religiones tienen su sacerdocio. Esta institución, la religión, tiene la tarea de mediación entre los dioses y el pueblo. Los dioses imponen su voluntad a la gente, tienen que cumplir las normas que provienen del Olimpo. Y el que no las cumpla es objeto de castigo, personal o socialmente. Se castiga a los individuos y al pueblo entero que no cumplen sus mandatos. Las enfermedades son un “castigo” divino, personal. Las tormentas, la sequía, son un castigo colectivo. Así, Júpiter, el rey de los dioses, se “enfada” enviando rayos y truenos, al territorio de un pueblo que no obedece sus órdenes. Entonces, el sacerdote ofrece sacrificios para aplacar la ira de los dioses. El sacerdote es un ser especial, apartado de la gente, una persona sagrada y consagrada para ejercer un culto a los dioses. Es una persona que tiene poder para tener propicios a los dioses, celebrando cultos, sacrificios, ritos expiatorios, como la inmolación del cordero pascual. Se le da carácter divino, como personas escogidas por dios. Existe, pues, una relación entre el sacerdote, el sacrificio y el pueblo. El acceso al dios se realiza mediante los ritos que el sacerdote ofrece a los dioses, en reparación por los pecados. El sacerdote está más cerca del dios que el resto de la gente. Por eso, se acude a él y le ofrecen dones, animales, dinero, etc. para estar a buenas con dios.

Esta mentalidad ancestral es la que se ha trasladado al cristianismo. El sacerdocio hace de mediación entre Dios y la comunidad cristiana. El sacerdocio de Cristo es el único mediador entre el Padre y los fieles. Los fieles han pecado, han desobedecido órdenes, mandatos, (los 10 mandamientos), y necesitan una reparación para no cargar con la ira de Dios (“ab ira tua, libera nos, Domine”. “De tu ira líbranos Señor”, ¿recuerdan?) La muerte de Cristo, dicen algunos teólogos, es una reparación sacrificial por nuestros pecados. Esto es lo que dice la teología tradicional. “Dios no perdona ni a su propio Hijo y lo entrega por todos nosotros”. La idea de que Dios necesita del sacrificio y muerte, para perdonar los pecados, es sencillamente repugnante. ¿Qué clase de Dios es éste? ¿Acaso la muerte de Cristo fue un sacrificio sacerdotal? Recuerdo la grandiosa afirmación del profeta Oseas (6, 6): “Misericordia quiero y no sacrificios”.

Las primeras comunidades judeocristianas asocian la celebración eucarística con los sacrificios del AT que están muy presentes en su cultura religiosa. Eran práctica habitual en el templo de Jerusalén. No podía ser de otro modo. Seguían lo ritos propios de las religiones antiguas. Durante mucho tiempo se decía, y todavía se sigue repitiendo, que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Todo esto se ha ido fraguando en el cristianismo, y surge la imagen de la Eucaristía como sacrificio. Se repite el tema de las religiones: la liberación del pecado por medio del rito de la muerte. Se ha dicho con machacona insistencia por teólogos, pastores y el pueblo cristiano que el culto al que hay que asistir los domingos y fiestas de guardar, le llamen el “santo sacrifico de la Misa”. Resulta sorprendente la cantidad de veces que se emplea la palabra sacrificio en los textos de la Misa.

Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre Todopoderoso. El Señor reciba de tus manos este sacrificio

En la Plegaria Eucarística II, se dice textualmente:

“Así, pues, Padre, 
al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo, 
de su admirable resurrección y ascensión al cielo, 
mientras esperamos su venida gloriosa, 
te ofrecemos, en esta acción de gracias, 
el sacrificio vivo y santo.

De nuevo, el sacrificio. Pero continúa la Plegaria

“Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, 
y reconoce en ella la Víctima
por cuya inmolación 
quisiste devolvernos tu amistad,…”

Estas frases suenan a blasfemia: Dios nos devuelve su amistad gracias a la inmolación de una víctima que es su Hijo… El Hijo es sustituido por el Cordero. Y el cordero hay que inmolarlo en el altar de los sacrificios para aplacar al Dios que está enojado con su pueblo por sus pecados ¿Tan cruel es Dios? ¿Necesita la sangre y la sangre de su Hijo, para recuperar la amistad con los seres humanos (SH)? El Dios de Jesús no necesita sangre para perdonar los pecados. Jesús fue ejecutado, no “sacrificado”. Se ha sustituido el altar por la mesa. El sacrificio, por el disfrute de la mesa compartida, es decir, por la comensalía, en la que se comparte la comida para todos, que nadie pase hambre en el mundo, se comparte la vida, para todos los seres humanos, porque todos son hijos de Dios.

El rito, el culto religioso, que se realiza es para establecer o restablecer, la comunicación con Dios. Cristo estableció una comunicación perfecta, directa y definitiva entre el SH y Dios. No necesita de mediaciones. Jesús, al morir como murió, no ofreció a Dios, ni un rito religioso, ni una ceremonia sagrada, ni un culto reparador, sino que se ofreció a sí mismo. No ofreció sangre de animales, ni pan ni vino, sino que ofreció su vida, su propia sangre. Su ofrenda consistió en ofrecer su propia humanidad. Jesús rompió con las normas y prácticas religiosas, porque para él lo importante no son los ritos sagrados que le relacionan con Dios, sino la relación humana solidaria entre todos los seres humanos en la realidad de la vida, la fraternidad universal. Lo importante en cualquier religión, no es Dios, sino la gente, las personas. Dios no necesita nuestra adoración, ni nuestra alabanza ni nuestro servicio, ni nuestros ritos. Para muchos jerarcas, sacerdotes y teólogos, el culto es el centro de la religión. Es lo que pasa en muchas religiones que el culto lo es todo. En la iglesia católica actual el culto tiende a ser casi la única expresión de la iglesia.

La gran revolución religiosa llevada a cabo por Jesús consiste en haber abierto a los seres humanos otro camino de relación con Dios, distinta del culto, de lo sagrado, distinta de los ritos y ceremonias religiosas. Es decir, el camino sencillo de la relación con el prójimo que no pasa por la Ley. Y la relación ética, no religiosa, vivida como servicio al prójimo y llevada hasta el sacrificio de uno mismo. Jesús abrió otra vía de acceso a Dios a través de su propia persona, aceptando pagar con su vida al combatir esa creencia de que el culto religioso de los sacerdotes tenía el monopolio de la salvación. La salvación venía de otra parte. Jesús denunció los abusos del poder religioso y del poder político. “Jesús dejó sentado que el camino hacia Dios no pasa por el Poder, ni por el Templo, ni por el Sacerdocio, ni por la Ley. Pasa por los excluidos de la historia.” (González Faus) En adelante ya no hay sacerdocio que valga. La comunicación con Dios es una relación filial, de Padre a Hijos, no de mediación sacerdotal. Ni el sacerdocio personal, ni el llamado sacerdocio de los fieles.

Sacerdocio, propiamente tal, no existe ninguno en la Iglesia. En todo el N.T. sólo se habla de sacerdocio cristiano aplicándolo a Cristo, pero en el sentido de una transformación revolucionaria en el concepto mismo de sacerdocio. Porque el sacerdocio de Cristo no es un sacerdocio ritual, sino existencial. Es decir, se trata del sacerdocio que se realiza y se vive en la existencia entera. No limitado a los ritos y ceremonias del Templo y del culto sagrado.

En la Iglesia se empezó a hablar de sacerdocio en el s. III, aplicado a los dirigentes (presbíteros) de las comunidades. Hay una alusión en la 1 Carta de Pedro donde se habla de un “pueblo sacerdotal”, pero eso no pasa de ser una pura denominación. Y además una usurpación que hizo la Iglesia de algo que correspondía, más bien, al judaísmo.

El sacerdocio de los fieles, del pueblo de Dios, es una de tantas interpretaciones, bonita, pero innecesaria. ¿Qué intermediación o qué sacrificio ofrecen? La comunidad como tal no es tampoco mediadora entre Dios-Padre y los creyentes. Son los creyentes mismos los que se relacionan directamente con Dios. La religión que Dios quiere, la comunicación con Dios que nos ha dejado Jesús como horizonte, es el culto, personal y comunitario de la propia vida, la vida honrada, honesta, bondadosa, compasiva, servicial y solidaria.

José María García-Mauriño

Enero de 201

Fuente Fe Adulta

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad , , , , ,

“La violencia religiosa hunde sus raíces en el ‘sacrificio’ y en el ‘dogma'”, por José María Castillo.

Martes, 22 de agosto de 2017
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Olmo Calvo. 18/08/2017 Barcelona. Catalunya Atentado terrorista. La Rambla por la manana. Olmo Calvo. Homenaje a las victimas de Barcelona.

“La ‘religión de Jesús’ es única y exclusivamente la ‘religión de la bondad'”

“Las religiones, enseñadas y vividas como debe ser, mejoran las conductas de la gente”

(José M. Castillo, teólogo).- Nos preocupa más el hecho de la violencia y sus aterradoras consecuencias, que las causas que originan y justifican la mentalidad y las ideas que llevan a los terroristas a matar con la conciencia del deber cumplido. Y es evidente que, si no atajamos las causas y la mentalidad que la justifica, por más policías que tengamos, la violencia terrorista seguirá campando a sus anchas. Quienes pierden el miedo a que los maten, matarán a otros.

Como es lógico, un fenómeno humano de estas dimensiones, no se puede desentrañar en un breve artículo como éste. Por eso me limito a decir algo sobre una de las causas que motivan la violencia. Me refiero a la religión.

Se dice que los terroristas, por más que les laven el cerebro y los droguen, le pierden el miedo a la muerte porque saben que morir matando por la religión, eso es lo que les abre las pertas del paraíso para gozar sin fin. ¿Qué pueden hacer las fuerzas de seguridad del Estado ante un sujeto que lleva en lo más hondo de sí mismo semejante convicción?

Y es que, según creo, no hemos pensado a fondo que la misma base del cristianismo es un asesinato, la muerte inocente del hijo de Dios (W. Burkert). No olvidemos nunca que “el sacrificio es la forma más antigua de la acción religiosa” (H. Kühn), como ha demostrado sobradamente la paleontología y sus ciencias afines. Así que está más que demostrado que lo primero, en la historia del “hecho religioso”, no es Dios, sino el sacrificio: matar una vida. En realidad, “Dios es un producto tardío en la historia de la religión” (G. van der Leeuw).

Por eso, no nos debería sorprender que, analizando pacientemente el Antiguo Testamento, “en cerca de mil pasajes se habla de que la ira de Yahvé se enciende y castiga con la muerte y la ruina” (R. Schwager; J. A. Estrada).

No es posible analizar aquí este fenómeno más despacio. Sólo quiero indicar que, como es sabido, en el islam, el yihad es “un concepto problemático” (J. J. Tamayo). Porque, como ya señaló Abu al-Mawduli, este concepto justifica la guerra santa en la idea de que el Islam es un sistema integral que tiene como objetivo eliminar los demás sistemas falsos en el mundo.

Pero, en la religión, es determinante no sólo “el sacrificio”, sino además “el dogma”. Esta palabra designaba, en la Antigüedad, los “decretos imperiales” a los que cabe otra respuesta que el sometimiento incondicional. Someter sobre todo la mente. Es verdad que en el N.T este concepto no es fundamental. Pero, a medida que el cristianismo se fue organizando como “institución religiosa”, inevitablemente el “dogma” fue ganando en importancia y presencia en la sociedad y en la vida de los fieles.

El Magisterio de la Iglesia precisó y delimitó las verdades que han de ser aceptadas como verdades “de fe divina y católica”: no sólo las que se contienen en la palabra de Dios, sino que además son propuestas por la Iglesia para ser creídas como divinamente reveladas, ya sea en un concilio ecuménico, en una definición papal o por el Magisterio ordinario como tales verdades de fe (Conc. Vaticano I. DH 3041).

Un dogma tiene que reunir estas condiciones. No todo lo que se dice en los sermones, en los catecismos, en una encíclica… es “dogma de fe”. Cosa que es lamentable y desconcierta a mucha gente.

En cualquier caso, lo más importante, cuando hablamos de este asunto, es insistir en que está bien comprobado que las religiones, cuando son enseñadas y vividas como debe ser, mejoran las conductas de la gente. Y, por lo que se refiere a un cristiano (como es mi caso), lo que veo con más claridad y seguridad es que el Evangelio nos enseña que Jesús se dio cuenta y defendió, hasta la muerte, la grandiosa afirmación del profeta Oseas (6, 6): “Misericordia quiero y no sacrificios”. La “religión de Jesús” es única y exclusivamente la “religión de la bondad”, de la paz, del bien, que lucha contra el sufrimiento.

Fuente Religión Digital

Biblia, Budismo, Cristianismo (Iglesias), General, Hinduísmo, Islam, Judaísmo , , , , , , , ,

“El nuevo gobierno: todos somos responsables”, por José M. Castillo

Miércoles, 16 de noviembre de 2016
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la-honestidad-es-como-la-virginidad-pintura-de-ernesto-bertani_edited_2De su blog Teología sin censura:

Por lo que se lee y se oye, por todas partes, el nuevo Gobierno, que acaba de nombrar Rajoy, está dando pie a reacciones para todos los gustos. Era de esperar. Desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, cada cual piensa y habla según le conviene, le interesa, le agrada o le desagrada. Unos se sienten más o menos felices. Y los otros más o menos indignados.

Esto es lo que era de esperar. Pero, ¿es lo razonable? ¿es lo que más conviene? Respondo a estas preguntas, lo más pronto y lo más claro que me es posible. Y mi respuesta está determinada, como es lógico, por los conocimientos que, en muchos años de trabajo y estudio, de búsqueda y diálogo, de aciertos y desaciertos, he ido acumulando y madurando. He dedicado mi vida a las cosas de la religión, al estudio de la teología, en universidades de Europa y América. Y, sobre todo, en la lectura y la meditación sosegada de lo que, para mí, es el centro de mis convicciones y, en cuanto eso es posible, el centro también de mi vida.

Pues bien, todo esto supuesto, lo que a mí me da más que pensar es que la clave del problema, y la clave también de la solución, no está donde la mayoría de la gente se imagina que está. No. La felicidad o la desgracia de un país no depende primordialmente de quien manda en ese país. La felicidad o la desgracia de un país depende, ante todo y sobre todo, de la honradez de sus ciudadanos. La tendencia a cargar en los demás la responsabilidad de lo que nos pasa (sobre todo, si se trata de males y desgracias), es la maldita tendencia que nos ciega y nos engaña. Por más cierto que sea el hecho patente de que ahora mismo haya en España ministros que gestionan los asuntos públicos de manera que, por el mismo trabajo realizado con la misma competencia, uno gana cien y otro gana tres, si es que gana algo. Porque de sobra sabemos que, en la España del crecimiento imparable del señor Rajoy, hay millones de criaturas que no tienen que llevar a su casa. ¿Qué les decimos a esas criaturas? ¿Qué “se conviertan”? ¿En qué?

He pensado mucho en todo esto cuando he leído en los evangelios que un día le fueron a decir a Jesús que el procurador romano, Poncio Pilatos, había mandado degollar a unos galileos en el Templo de Jerusalén (Lc 13, 1). Como es lógico, aquello fue el crimen de un tirano, de un canalla, algo que clamaba al cielo. Pues bien, la respuesta de Jesús no consistió en clamar venganza contra el tirano. Ni siquiera interpelar a la gente para exigir justicia y libertad. Jesús dijo lo que seguramente a ninguno de nosotros se nos hubiera ocurrido: “Os digo que si no os convertís (“metanoete”), todos vais a perecer también” (Lc 13, 3). ¿Fue Jesús cobarde? De sobra sabemos cómo acabó sus días: colgado como un delincuente. Y colgado por decreto del propio Pilato. Quien dejó constancia de estos hechos, sabía de gobernantes. Y sabía cómo se las gastan los gobernantes. Pero se cuidó, sobre todo, de poner el dedo en la llaga. Y la llaga no está – a juicio de Jesús el Señor – en la responsabilidad de los gobernantes, sino en la honradez de los gobernados. Y añado, a lo dicho, que lo mismo nos viene a decir el hecho patético y repugnante del asesinato de Juan Bautista, degollado en una noche de juerga, por la cobardía y la desvergüenza de un reyezuelo de mala muerte, el canalla de Herodes Antipas. ¿Protestó Jesús por este crimen el día que se enteró de lo que había pasado? No hay noticia de tal denuncia en los evangelios. Jesús siguió su camino, explicando su Evangelio, su “proyecto de vida”, interpelando a todos a vivir en la honradez y la bondad.

El problema no está en que Rajoy ponga otros ministros. El problema está en que nosotros, los ciudadanos, seamos íntegros, honrados, transparentes, libres, coherentes a carta cabal. Pero, en realidad, lo que pasa es que no estamos dispuestos a cambiar de vida. Y, menos aún, a complicarnos la vida. Resulta más cómodo culpar a quienes nos gobiernan, echando mano de lo inútil que es el “buenismo”. ¿Inútil? Que se lo pregunten a todos los tiranos que en el mundo han sido. De ellos, sólo nos queda el recuerdo hediondo de “lo insoportable”.

En estos días en que recordamos la importante aportación de la Reforma Luterana, recientemente reconocida por el papa Francisco, no puedo olvidar lo que representó, y sigue representando, lo que Max Weber denominó acertadamente la “concepción cristiana de la profesión”. Lo absolutamente nuevo, que nos dejó la Reforma, fue integrar en nuestras vidas que “el más noble contenido de la propia conducta moral consiste precisamente en sentir como un deber el cumplimiento de la profesión (de cada cual) en el mundo”. Es sencillamente vivir la “profesión” como la propia “vocación”. Antes que las devociones, las piedades y los ritos, lo primero es la honradez profesional. Con todas sus consecuencias.

Si los países del Norte de Europa tienen una manera de vivir la vida, la religión y el trabajo de forma que rinden más y respetan mejor los derechos de los demás que en los países del Sur, ¿no nos obliga esto a pensar por qué, en nuestro querido Sur, somos tan “religiosos” como “cainitas”? Esto no se arregla protestando del Gobierno de turno. Entre otras razones porque, cuando la propia “profesión” se vive como la propia “vocación”, las protestas no hacen falta. El que comete una indignidad, una bajeza, una injusticia, algo que tiene que ocultar (sea lo que sea), no necesita que otros protesten. La primera de todas las protestas es la del propio responsable, que presenta inmediatamente su dimisión.

Cuando, en 1999, el ministro de finanzas alemán Oskar Lafontaine dimitió inesperadamente de todos sus cargos políticos por causa de sus desacuerdos con la política equivocada de Helmut Kohl, publicó un libro precioso, “La rabia crece”, que terminaba recordando, entre otras, estas dos sentencias que Gandhi no toleraba: “Política sin principios”… “Religión sin sacrificio”.

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La comensalidad de los discípulos de Jesús

Sábado, 23 de julio de 2016
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“Jesús se convierte en altar, víctima y sacerdote”

“El sacrificio de Jesús sostiene la celebración actual”

(Benjamín Forcano y Rufino Belasco).- Al comenzar este tema, confesamos que nos acompañan dos sentimientos importantes: primero, que no vemos que dentro de la cristiandad haya una disponibilidad general a entender la Cena de Jesús -que hoy llamamos Misa o Eucaristía- tal como El la vivió y nos la quiso transmitir. Y segundo que, de ser esto verdad, el reto que se nos plantea es enorme: cómo reintroducir en los ámbitos de la vida cristianas la visión originaria de Jesús.

Si uno está un poco familiarizado con la liturgia eucarística verá enseguida dos cosas: que es tema obsesivo el del sacrificio y el de que Jesús se convierte en altar, víctima y sacerdote. La Ultima Cena se reduce a “sacrificio”, siendo Jesús la víctima santa e inmaculada , que nos redimió del pecado original y queda, por tanto, como víctima preparada por el Padre para la Iglesia.

Creemos que transcurre por ahí el meollo de la cuestión: la ideología de sacrificio. Y la pregunta inevitable entonces es ésta: ¿Si la Ultima Cena no es sacrificio, por qué y cómo se ha reducido históricamente a esa categoría? ¿Qué significa propiamente esa reducción? ¿Cómo habría que entenderla y qué reformas serían necesarias?

Cuatro consideraciones previas

1.La Cena pascual de Jesús

La pascua judía coincide con aquel mes de Nissan (Marzo-Abril) en que la naturaleza se libera de las cadenas del invierno y que el israelita asimila con la esclavitud , cadenas que los padres tuvieron que soportar en Egipto durante siglos.

Esclavitud y liberación son, pues, las piedras fundantes de Israel, una experiencia que requiere una continua travesía , de manera que ninguno olvide la alianza que Dios quiso establecer con un pueblo de esclavos. La cena pascual es la madre de todas las fiestas. El Exodo de Egipto indica la necesidad de una liberación permanente.

Jesús, en su pueblo de Nazaret, revivía cada año en familia esta fiesta de la liberación del Faraón. La celebran en casa, sentados, en torno a una mesa con parientes y amigos, con los elementos que les llevan a recordar la historia de la liberación. Tal comida no se celebraba en la sinagoga ni el templo, ni contaba con sacerdotes, ni con lecturas estandarizadas, gestos ritualmente definidos, hábitos o útiles “sagrados”.

Hoy, sin embargo, la Eucaristía presenta una articulación estricta y meticulosa según el canon de cuanto en ella se desenvuelve. Y esto de manera uniforme, una y mil veces, por uno y mil sacerdotes, en todos los rincones de la tierra, y aunque se trate de una variedad infinita de personas, edades. situaciones, pueblos y culturas distintas.

La manera monóloga y ritualizada de entender la Eucaristía explicaría el hecho de que después de millones de Misas celebradas semanalmente en los cinco continentes, no acaezca nada nuevo en la sociedad, mientras la cena pascual de Jesús, teóricamente idéntica, ha marcado una vertiente en la historia de las religiones.

2.El Sacrificio de Jesús en el rito, clave de bóveda que sostiene el modo celebrativo de la Eucaristía actual

El concepto de sacrificio aplicado a la Eucaristía, subyace como base de un proceso histórico de la Iglesia, que condiciona la desigualdad entre sus miembros con la división entre clérigos y laicos y la sacralización de un poder destinado a mantener un orden y clases sociales.

Basta con recordar algunos textos del Magisterio elesiástico hasta el concilio Vaticano II: La comunidad de Cristo no es una comunidad de iguales, en la que todos los fieles tuvieran los mismos derechos, sino que es una sociedad de desiguales” (Constitución sobre la Iglesia, Vaticano I, 1870). – Por su misma naturaleza, la Iglesia es una sociedad desigual con dos categorías: la jerarquía y la multitud de fieles; sólo en la Iglesia Jerarquía reside el poder y la multitud no tiene más derecho que el de dejarse conducir y seguir dócilmente a sus pastores” (Pio X, Vehementer, 12.)

Estas ideas han arraigado profundamente en la cristiandad. Tan profundamente que aún hoy son guía y criterio de muchos.

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La Cena del Señor centro de la liturgia de la Iglesia

1º) La Cena de Jesús como sacrificio

El concepto de sacrificio reaparece como centro de la oración de la liturgia. He aquí tan sólo unos textos: -“Oh Señor, que te sea agradable nuestro sacrificio que hoy se cumple delante de ti” .-“Padre clementísimo, te suplicamos que aceptes estos dones, este santo e inmaculado sacrificio”.- “En este sacrificio, oh Padre, nosotros tus ministros y tu pueblo santo, celebramos el memorial de la santa pasión del Cristo tu hijo”. -“Mira con amor, oh Dios, la víctima que tú mismo has preparado para la Iglesia” (SC, 7).”Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios Padre todopoderoso”.

El mismo concilio Vaticano II recoge esta tradición, aun cuando luego la modifique y enriquezca profundamente: “Nuestro salvador, en la última Cena, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con que perpetuara por los siglos , hasta su vuelta, el Sacrificio, memorial de su muerte y resurrección, y así confiara a su esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección; signo de unidad, vínculo de caridad , banquete pascual, en el cual se come a Cristo” (SC, 47).

2º) La interpretación dada a la Cena como sacrificio

Admitamos que la Ultima Cena sea un Sacrificio, ¿pero en qué sentido?
La historia de lo que le ocurrió a Jesús es muy simple: El es un profeta, se opone a toda ley inhumana, repudia el rumbo exhibicionista de una religiosidad interesada en las apariencias, propone una nueva imagen de Dios como Bondad sin fín y sin discriminaciones, ataca el objeto más sagrado para el israelita, el Templo, asociado a mercado y cueva de bandidos, hace el bien en modo y tiempos no oficiales, atestigua con autoridad que en el Reino del Padre entran primero los samaritanos que los fariseos, las prostitutas primero que los justos, los que han padecido primero que los que han gozado, los bondadosos de corazón primero que los poderosos, los operadores de la paz y de la justicia primero que los mojigatos que sacrifican animales.

Ciertamente, Jesús no dice que va a morir por los pecados del mundo, sino que es espiado, perseguido y condenado por blasfemo y sedicioso. Se ha hecho hijo de Dios y es un revolucionario político que pone en peligro la legitimidad del Gobenador romano. Y, para estos casos, las autoridades reservan la crucifixión.

3º) El sacrificio de los fieles

La ideología del sacrificio deforma ciertamente la figura histórica de Jesús y también de los congregados en su nombre en la asamblea de los fieles.

En la Cena última, Jesús trata de que los discípulos aprendan a hacer lo que él hizo, volviéndose disponibles y serviciales para que otros se beneficien. Es una cena pedagógica, internamente estimuladora.

La Eucaristía de hoy es, por lo general, impositiva, hay que limitarse a escuchar, repetir y hacer mecánicamente cuanto está reglamentado. La relación entre el sacerdote y la asamblea es vertical. Un único actor en escena, varón y ordenado, célibe, sentado sobre un trono, separado de los “súbditos”, y detrás del altar sacrificial, incapaz de intercambiar con los otros sus experiencias, por lo que lógicamente acaban por sentirse extraños los unos a los otros. La imagen del celebrante arriba y de los fieles abajo, visibiliza la separación de ambos polos. A través del rito se sanciona, en nombre de Dios, la disyunción irreparable entre quien retiene el poder de la palabra y quien está privado de ella; entre quien ordena y obedece; entre quien está sobre y quien está abajo; entre quien está sentado en un trono y quien es siervo.

5º) ¿Tran-sustanciación del pan o de los cristianos?

Primero. El concilio de Trento es taxativo: “En la Eucaristia, después de la consagración del pan y el vino, Jesucristo se contiene verdaderamente, realmente y sustancialmente bajo la apariencia de esas cosas sensibles”.

Son dos las condiciones para que Jesús descienda a la Asamblea: 1.Que esté la materia (pan y vino de uva). 2.Y que haya un celebrante (ordenado, célibe y varón).

Si el sacramento no es administrado por un sujeto “ordenado” tal sacramento no se da. Paradójicamente, la Misa es nula si se celebra por una comunidad reunida en nombre del Señor pero sin un sacerdote. Y es válida si se celebra por un célibe “consagrado” de una forma absolutamente privada. Leer más…

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