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En silencio ante el misterio

Jueves, 20 de octubre de 2022
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Del blog de José Arregi Umbrales de Luz:

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En el diario de su viaje a España en 2002, tras su visita a la Abadía de las Monjas Benedictinas de Oviedo, Ernesto Sábato escribe:

“Quedé enmudecido por el silencio, la altura de la nave, la gente rezando. En las paredes de piedra, tallas antiguas recuerdan aquellos hechos que la fe ha consagrado en el alma de los seres humanos durante milenios, otorgándoles sentido a la vida y a la muerte, solemnizando los grandes acontecimientos de la existencia y dándoles coraje ante el infortunio. Lo sedimentado a través de los siglos parece proporcional a la belleza de sus piedras desgastadas.

Quedo como siempre impresionado por la fe, esa locura de la que hablaba Pascal; algunas personas están rezando; ¿por qué?, ¿a quién? Y algo más profundo y misterioso que el razonar de mi inteligencia se me impone lenta, pero hondamente hasta dejarme con el alma embriagada por atisbo de lo desconocido.

He tenido una formación rabiosamente anticlerical, y quizá atea, aunque ¿qué sabe uno lo que es ser creyente o ateo? Entonces correspondíamos, Matilde y yo, a lo que se llamaba ser un ‘librepensador’. Así se definía mi padre, y así fui educado, y así educamos a nuestros hijos. (…).

Ahora, cuando tanta vida ha pasado, tanto amor  de la gente, tantas culpas, disgustos, violencias, tanto desconocimiento y estupidez, ya el ateísmo se me desmorona frente a estas pocas personas sentadas o arrodilladas, que silenciosamente abren su miseria humana ante el abismo.

Estoy mareado, y quedo por un rato sentado en un banco. Toda aquella virulencia, aquellos tiempos de arrogante fuerza y juventud se han apaciguado y un sentimiento más antiguo, y probablemente originado por mis años, me silencia ante este misterio.

Esas narraciones religiosas, que por milenios repararon el alma, cifras de sentido, o dudas alzadas en el interior del templo. Las oraciones, esa locura de creerse escuchados”

*

Ernesto Sábado,
España en los diarios de mi vejez,
Seix Barral, 2004, p. 50-51).

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El valle del silencio

Viernes, 14 de octubre de 2022
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Del blog de Miguel Ángel Mesa  Otro mundo es posible:

Las hojas caen silentes, mariposas amarillas

desde las altas ramas y el ajado calendario,

aleteando leves hasta alfombrar

la habitual cotidianidad de los días.

Cada vez se prolonga más el otoño

y más tarda en acontecer la ansiada primavera,

haciendo que la humedad y el frío

ahonde el dolor en las gastadas articulaciones.

Se vuelve habitual la visita de las despedidas,

las ausencias, las separaciones,

durante la alargada noche de la existencia.

Solo me salva su mirada de sucumbir al naufragio,

sus ojos profundos, que dicen tanto,

brillando aún, risueños, desde el valle del silencio.

*

Miguel Ángel Mesa

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Josean Manzanos: Silencio y vida.

Sábado, 17 de septiembre de 2022
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D2870266-93B0-4387-951E-F36F8E014753Josean Manzanos, presidente de la asociación Ixileku (Pilar Barco)


“Cuando somos capaces de entrar en nuestro silencio personal, descubrimos el sentido de todo. No hace falta nada más”.

 

La asociación “Ixileku” enseña a encontrar la paz emocional desde el silencio.

Entrevista de Eunate F. Domínguez a Josean Manzanos, Presidente de la asociación Ixileku Elkartea. En Noticias de Álava, 2 de julio de 2022:

Es padre de cuatro hijos, profesor de secundaria, escritor y también es responsable de los masters universitarios y de los cursos de Expertos de Educación de la Interioridad en España y América Latina, cofundador de Urleku (ONG que trabaja en la creación de pozos de agua en comunidades de países del Sur que no tienen acceso al agua potable), y Josean Manzanos también es presidente de la asociación Ixileku Elkartea y creador de espacios de silencio en las ciudades y en los espacios públicos. Precisamente esta asociación enseña a encontrar la paz emocional desde el silencio y se expresa como una asociación sin ánimo de lucro que, de forma orgánica, colectiva, independiente y aconfesional, apuesta por un camino de introspección para alcanzar la plenitud y felicidad a través de una experiencia interior. Todos los jueves los ciudadanos pueden conectar con esta experiencia y conectar desde el silencio.

Desde su asociación, todos los jueves hacen una actividad familiar que se llama ‘espacios verdes, lugares de silencio’. ¿En qué se basa esta actividad? 

Está basada en un proyecto que realizamos para el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz. Firmamos un convenio de colaboración para unir los espacios verdes de la ciudad con espacios de silencio para las personas que los disfrutan. El gran problema que se observaba en la ciudad era que, aun viviendo en una capital verde rodeada de espacios naturales, muchas personas no lograban conectar estos espacios exteriores de naturaleza con su propia geografía interior. Nosotros como asociación realizamos un proyecto que vinculara el espacio exterior de la ciudad, con el espacio interior de las personas que habitamos la ciudad.

¿A quién está dirigida? 

Está dirigida a todas las personas de todas las edades, aunque recomendamos que las personas que acuden con niños vengan acompañadas para poder orientar la actividad dentro del silencio. Llevamos ya ocho años realizando esta propuesta de silencio, todos los jueves durante todas las semanas del año de forma ininterrumpida, excepto los días festivos y el mes de agosto.

¿Cómo nació esta idea?

Esta idea nace fundamentalmente para dar respuesta al ruido constante en el que todas las personas vivimos. Ya somos conscientes como ciudadanos que un mundo sumergido en el ruido nos desestabiliza, nos perturba, y nos descentra. Además, somos una asociación que apuesta por la creación de espacios de silencio y meditación en las ciudades para ofrecer un sentido a nuestro quehacer cotidiano más allá del propio hacer, y así poder centrarnos en lo que realmente somos como humanidad.

¿Cuál es el objetivo de esta actividad?

El objetivo es sencillo y, a la vez, fundamental: ofrecer un tiempo de silencio compartido dentro de un espacio natural de forma que conecte nuestra geografía interior con lo que vemos y con lo que nos rodea habitualmente. Esta es la razón que da sentido a realizar esta actividad en un espacio como Ataria, que es uno de los iconos más importantes de la presencia de la naturaleza dentro de la ciudad.

Sois una asociación sin ánimo de lucro que pretende apostar por un camino de introspección para alcanzar plenitud y felicidad a través de una experiencia interior. ¿Cuáles son las técnicas que utilizáis para lograr esta plenitud interior?

Entendemos que las personas no podemos encontrar una plenitud total sin un camino de introspección que nos permita entendernos y entender lo que nos rodea. Por eso, nuestras técnicas son diferentes para poder ofrecer a cada persona aquella que más se acerque a su propia experiencia personal. No tenemos métodos propios y estructuras fijas, sino que abrimos posibilidades y caminos diferentes para cada persona, aunque todas ellas tienen un centro común al que se dirigen; el silencio. Son formas y accesos que nos permiten llegar hasta ese silencio personal y colectivo. En nuestra página web ofrecemos un gran abanico de posibilidades que vamos trabajando en diferentes momentos y lugares.

¿Cuáles son los diferentes caminos y posibilidades al acceso interior?

Todos los caminos y posibilidades hacia el interior tienen que atravesar las tres dimensiones más importantes de las personas: la mente, el cuerpo y las emociones. Y en torno a estos tres ámbitos, ofrecemos diferentes caminos de introspección. Todos ellos están enfocados a encontrar un silencio habitado por una experiencia de totalidad, plenitud y de sentido.

¿Cómo nació esta asociación?

Nuestra asociación nace desde hace ya más de 20 años cuando descubrimos que la pregunta más importante que las personas nos podemos hacer es: ¿cómo descubrir el sentido de la vida y lo esencial que habita en nosotros? Comenzamos desde entonces un camino que estado nutrido por diferentes experiencias que nos han permitido encontrar el centro de nuestra asociación que es caminar hacia el silencio.

¿Quiénes pueden acudir a vosotros?

Formamos la asociación personas de todas las edades. Familias con hijos, jóvenes y personas de avanzada edad. Entendemos nuestra asociación como un espejo de la propia realidad que vivimos en la que lo intergeneracional es una riqueza. Y pueden acudir a nosotros personas de todas las edades, culturas, creencias, y de todas las formas de entender la vida y su sentido.

¿Cuántas personas trabajan esa paz emocional con esta asociación?

Realmente no trabajamos la paz emocional como objetivo. Más bien trabajamos la experiencia de encuentro con el silencio profundo, que te permite estar en paz contigo y con los demás. No es un trabajo emocional, es una experiencia de sentido. Somos más de 60 personas las que formamos la asociación, pero son muchas más las que se vinculan a nosotros desde las diferentes experiencias que realizamos. Además, tenemos en otras ciudades personas que comparten su vínculo con la asociación y que realizan también actividades centradas en el silencio y coordinadas con nosotros.

¿Por qué desde el silencio?

Esta es la pregunta más importante. El silencio es la forma natural de la vida; todo está en silencio, y somos nosotros quienes lo solemos perturbar. Entendemos el silencio como la experiencia definitiva a la que se llega cuando se encuentra el sentido de la vida y de la existencia. Todo lo que rodea al silencio lo vivimos como formas de acceso anteriores, pero no últimas. Cuando somos capaces de entrar en nuestro silencio personal, descubrimos el sentido de todo. No hace falta nada más.

También se definen como exploradores.

Realmente nos sentimos así. Más exploradores que otros conceptos que invitan al sedentarismo o al conformismo de lo que ya se ha encontrado hasta este momento en la historia. Una persona exploradora siempre está abierta a descubrir algo nuevo. Los accesos que muchas veces nos ofrecen los caminos de introspección recorridos hasta el siglo XX invitan más al sedentarismo que a la exploración. Y nosotros nos sentimos siempre enfocados hacia esa apertura que ofrece la novedad que se abre en cada tiempo de la historia.

¿Cuál es vuestra filosofía de vida?

Cuando nos preguntan quiénes somos, siempre decimos que tenemos cuatro fuentes de las que bebemos. Una es el silencio, como lugar definitivo de sentido y plenitud. Es el centro de nuestra experiencia. Otro es el cuidado entendiendo que cuando nos sentimos profundamente vinculados a los demás, entendemos realmente qué significa la palabra amar. La tercera fuente es la apertura sabiendo que debemos estar permanentemente dispuestos a incorporar nuevas percepciones que nos permitan entender la propia evolución de la vida; no quedarnos con lo ya sabido y descubierto. La última, es la indagación porque sentimos que en esta actitud de exploración descubrimos la posibilidad permanente de entendernos mejor y de comprender más que no nos rodea.

En los últimos años cada vez son más las personas que conectan con este estilo de vida más pausado, relajado, incluso la meditación es una actividad cada vez más demandada entre los ciudadanos y el yoga está cogiendo fuerza. ¿Qué opinas al respecto?, ¿vivimos en una sociedad muy estresada?

No conectamos con un modo de vida más pausado porque sea una moda. Conectamos con una forma de entender la vida más silenciosa y pausada porque es la manera de entenderla. Una vida que está separada de esta quietud que tiene toda la existencia, se convierte en una enfermedad. Y esta es la razón por la que tantas personas no se sienten bien y necesitan diferentes ayudas y terapias. En Ixileku no nos identificamos particularmente con ninguna técnica concreta como yoga, zen, u otras, y, a la vez, con todas ellas y aquellas otras que permiten encontrar ese sentido de la vida a través del silencio. Esas barreras que algunas personas ponen entre occidente y oriente, o entre creencias y no creyentes, para nosotros no existen. Nuestra vida como asociación y nuestro camino común, está centrado en la experiencia de una espiritualidad sin adjetivos; en silencio de plenitud; un vacío fértil en el que está todo.

¿Qué tipo de actividades soléis realizar?

Nuestras actividades centrales son aquellas que tienen que ver con los espacios de silencio y meditación que hemos creado y ofrecemos en cada lugar. Además, también ofrecemos diferentes accesos al silencio a través de meditaciones guiadas, de la palabra, de las tertulias, del movimiento, del arte, de la música y de formaciones de indagación presenciales y on-line. Todas nuestras actividades se ofrecen desde una conexión con la naturaleza, y todas nuestras experiencias tienen que ver con la exploración de ese silencio dentro uno mismo y de la Vida.

¿Por qué vuestro símbolo es un círculo en espiral?

Con este símbolo expresamos lo que hemos descubierto; existe un lugar interior de plenitud; un vacío fértil (que no es hueco ni está vacío) que da sentido a la vida y que se abre permanentemente hacia una comprensión más amplia; más dilatada. Podríamos decir que “Ixileku es la palabra en el extremo del silencio…”

¿Se puede vivir en calma siempre?

Dentro de nosotros mismos siempre hay un lugar de calma. La dificultad es permanecer en ese lugar interior y saber qué es ahí donde nada está inquieto. Normalmente vivimos en la corteza de nosotros mismos y por ello nos sentimos desorientados. Cuando aprendemos a estar en ese lugar interior de serenidad, toda inquietud externa se percibe pasajera.

¿Es difícil llegar a esa paz espiritual o plenitud total?

Todo lo que queremos alcanzar como personas necesita de práctica, constancia y un cierto esfuerzo. Pero una vez que mantenemos nuestro entrenamiento interior, el camino se hace más fácil. Para llegar a una paz interior y a una plenitud de vida (y esto lo saben y viven los más jóvenes y las nuevas generaciones), no hace falta ser una persona especial, ni seguir a un gurú, ni tener un maestro, ni pertenecer necesariamente a un movimiento religioso…; basta con tomar la firme convicción de hacer un camino hacia dentro y permanecer en él.

¿Qué consejos daría a una persona que está en este momento ‘atascada’ emocionalmente o con cuadros de ansiedad?

Más que consejos yo le invitaría entrar en un proceso interior de reconocimiento, observación y crecimiento. La ansiedad es un estado que manifiesta una distorsión o distancia entre lo que eres, lo que piensas y lo que haces. Y las personas también tenemos que alcanzar y reconocer que nuestra vida emocional es menor que nuestro estado esencial. Es decir, una vez identificada y gestionada nuestra emoción, podemos aprender a distanciarnos de ella, porque lo que hay en el interior de nosotros mismos es mucho mayor. La emoción es pasajera, lo que somos permanece siempre.

¿Quién puede apuntarse a vuestra asociación y cómo se trabaja con vosotros?

Para sumarse a nuestra asociación es muy sencillo. Basta con conocernos y sentir que lo que hacemos conecta con lo que esa persona siente y busca. No pedimos nada más. Ser parte de Ixileku es comenzar un camino hacia el silencio que cada persona hace de forma individual y colectiva. Además, supone poder participar y animar todas las experiencias que ofrecemos. Yo invitaría a entrar en nuestra página web: www.ixileku.org y participar de algunas de las experiencias y encuentros que ofrecemos. En Vitoria-Gasteiz nos podemos encontrar cada jueves a las 19.00 horas en el Centro Ataria (junto al Bakh, c/ Biosfera, 4) y compartir silencio común.

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fuente: Publicado en Noticias de Álava el 2 de julio de 2022. Tomado del Boletín semanal de Enrique Martínez Lozano.

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“¿Actualizamos el Espíritu de Jesús?”, por JL Vázquez Borau.

Sábado, 10 de septiembre de 2022
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a701d18233cc5fc329a38d4635395b2d--religious-icons-marieDe su blog Café diálogo:

El Maestro Interior

El silencio es nuestro gran enemigo, pues nos lleva a nuestros interrogantes y a nuestras verdades más íntimas. Es por esto que no queremos escucharlo. Sin el silencio interior no podemos escuchar a Dios y no podemos reconocer su presencia en nuestra vida. Sin el silencio interior no podemos crecer como personas ni como creyentes. San Bernardo, refiriéndose a un teólogo le dice: «Árido es todo el alimento del alma si no es rociado con este aceite; es insípido si no se sazona con esta sal. Lo que escribes no tiene sabor para mí, si no leo en ello a Jesús». Y afirma: «Solo Jesús es miel en la boca, cántico en el oído, júbilo en el corazón».

Se entiende por espiritualidad una existencia religiosa comprometida. El elemento más importante de la espiritualidad es el compromiso de fe de una existencia con Dios. Se trata de una experiencia, de un entendimiento y una comprensión de la relación con Dios, así como una actitud ética que gobierne la vida de la persona. De esta manera podemos decir que hay una espiritualidad hindú, budista, judía, musulmana y cristiana.

La espiritualidad cristiana es la forma en que una persona, que está animada por la presencia viva y por la acción del Espíritu de Cristo, reacciona y actúa habitualmente de acuerdo a Él. De esta forma la espiritualidad cristiana abarca toda la persona humana (cuerpo, alma, espíritu). Para San Pablo una persona es espiritual, cuando todo su ser y toda su vida están ordenados, dirigidos e influenciados por el Espíritu de Dios (1 Cor 2,12, 14) por su aliento, que es vida. Actualiza el espíritu de Jesús.

Hay que entrar en lo profundo de nosotros mismos, donde reina el silencio, para encontrarse con el Maestro interior: Cristo Jesús, en quien reconocemos «la imagen visible del Dios invisible» (1 Col1,15). Por medio de Él vislumbramos tanto lo que es Dios como lo que estamos llamados a ser. El cristiano es aquel que vive de la luz de Cristo y es el mismo parte de esa luz, lo que comporta una gran responsabilidad social. El encuentro con Cristo no nos aparta de la tarea de transformar el mundo, sino que nos empuja a un compromiso cósmico e histórico sin reserva.

JL Vázquez Borau

Fuente Religión Digital

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“”Dios, el gran silencio del universo”, por Juan José Tamayo Acosta, teólogo.

Jueves, 28 de julio de 2022
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Jose-Saramago_2462463765_16105687_660x371“Mis encuentros con José Saramago”

“Estamos celebrando el centenario del nacimiento del escritor portugués José Saramago, ateo convencido. Efectivamente, la vida y la obra de Saramago fueron una permanente lucha titánica con-contra Dios”

“Muchas son las definiciones de Dios con las que me he topado. Pero, sin duda una de las más bellas definiciones de Dios es la de Saramago: ‘Dios es el gran silencio del universo, y el ser humano el grito que da sentido a ese silencio'”

“Siempre se declaró ateo, y desde su ateísmo fue un crítico impenitente de las religiones, de sus atropellos, de sus engaños, sobre todo de las guerras y cruzadas convocadas, legitimadas y santificadas por ellas en nombre de Dios”

“Durante los últimos cinco años de su vida tuve el privilegio de disfrutar de su amistad y compartir experiencias de fe e increencia, de solidaridad y trabajo intelectual, en total sintonía. Cabe destacar el sentido solidario de la vida que le caracterizó. Por eso me atrevo a aplicarle el nombre de ‘Buen Samaritano’, parábola liberada de toda connotación religiosa”

Estamos celebrando el centenario del nacimiento del escritor portugués José Saramago, que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1998 por su capacidad para “volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía”. Y lo estamos haciendo con diferentes actividades en reconocimiento a una de las figuras más señeras de la literatura del siglo XX en el horizonte ético de la liberación de los pueblos oprimidos, con los que siempre se mostró solidario y a quienes defendió de los imperialismos y supremacismos. El pasado 18 de junio celebramos otra efeméride significativa: los doce años de su fallecimiento, que dejó un gran vacío y una orfandad difícilmente superable en el mundo literario no solo hispano-portugués, sino también a nivel mundial y en terreno de la ejemplaridad moral.

El 30 de mayo pasado celebramos un “Acto literario en recuerdo del Premio Nóbel: JOSÉ SARAMAGO. ÉTICA Y LITERATURA”, organizado por la Fundación Siglo Futuro, con sede en Guadalajara, en el que intervinimos: Juan Garrido, presidente de ls Fundación Siglo Futuro, Pilar del Río, periodista, esposa del Premio Nóbel y presidenta de la Fundación José Saramago, Nativel Preciado, periodista y escritora, Federico Mayor Zaragoza, presidente de la Fundación Cultura de Paz, y yo mismo. En este este artículo voy a desarrollar algunas de las ideas que expuse en dicho evento en el que participaron 200 personas.

Durante los últimos cinco años de la vida de Saramago tuve el privilegio de disfrutar de su amistad y compartir experiencias de fe e increencia, de solidaridad y trabajo intelectual, en total sintonía. Dos fueron los momentos especiales de dicho disfrute y un tercero que no pudo celebrarse.

“Dios es el gran silencio del universo”

El primero tuvo lugar en Sevilla en enero de 2006. Caminábamos por las calles sevillanas José Saramago, su esposa la periodista y traductora de sus obras al castellano Pilar del Río, la pintora Sofía Gandarias y yo en dirección del Paraninfo de la Universidad Hispalense para participar en un Simposio sobre Diálogo de Civilizaciones y Modernidad. A las 9 de la mañana, al pasar por la plaza de la Giralda, comenzaron a repicar alocadamente las campanas de la catedral de Sevilla –antes mezquita, mandada construir por el califa almohade Abu Yacub Yusuf-.

“Tocan las campanas porque pasa un teólogo”, dijo Saramago con su habitual sentido del humor.

-“No –le contesté en el mismo tono- repican las campanas porque un ateo está a punto de convertirse al cristianismo”.

En ese diálogo fugaz, la respuesta de Saramago no se hizo esperar:

Eso nunca. Ateo he sido toda mi vida y lo seguiré siendo en el futuro”.

De inmediato me vino a la mente una poética definición de Dios que le recité sin vacilar:

-“Dios es el gran silencio del universo, y el ser humano el grito que da sentido a ese silencio”.

-“Esa definición es mía”, reaccionó sin dilación.

-“Efectivamente, por eso la he citado –le contesté-. Y esa definición está más cerca de un místico que de un ateo”.

Mi observación le impresionó. Nadie le había dicho nunca nada parecido y le dio que pensar, sin por ello dejarse embaucar por mi ocurrencia. Efectivamente, la vida y la obra de Saramago fueron una permanente lucha titánica con-contra Dios. Como lo fuera la del Job bíblico –al que Bloch llama “el Prometeo hebreo”, quien maldice el día que nació, siente asco de su vida y osa preguntar a Dios, en tono desafiante, por qué le ataca tan violentamente, por qué le oprime de manera tan inhumana y por qué le destruye sin piedad (Job, 10). O como el patriarca Jacob, quien pasó toda una noche peleando a brazo partido con Dios y terminó con el nervio ciático herido (Génesis 32,23-33). No es el caso de Saramago, que salió indemne de las peleas con Dios y nunca se dio por vencido.

Muchas son las definiciones de Dios con las que me he topado a lo largo de mis cincuenta años dedicado a la teología, precedidos de la formación católica catequética de la escuela y la parroquia de mi pueblo. Fue allí donde aprendí la primera definición de Dios en el catecismo del padre Gaspar Astete, la repetí de carrerilla muchas veces y todavía soy capaz de hacerlo hoy:

“Dios es una cosa lo más excelente y admirable que se puede decir y pensar, infinitamente Bueno, Poderoso, Sabio, Justo, Principio y Fin de todas las cosas,[premiador de buenos y castigador de malos]”.

Durante mis estudios de teología tuve que dar cuenta de la demostración de la existencia de Dios conocida como el “argumento ontológico”, de Anselmo de Canterbury, del que Albert Camus decía con razón que no conocía a ninguna persona que hubiera dado su vida por defenderlo.

Pero sin duda una de las más bellas definiciones de Dios es la de Saramago que acabo de citar. La leí en sus Cuadernos de Lanzarote, de 1993, y la he dado a conocer doquiera he hablado del premio Nobel portugués. Lo recuerda el propio Saramago en O Caderno. Textos escritos para o blog. setembro de 2008-março de 2009 de esta guisa:

“Hace muchos años, nada menos que en 1993, escribí en los Cuadernos de Lanzarote unas palabras que hicieron las delicias de algunos teólogos de esta parte de Iberia, especialmente Juan José Tamayo que, desde entonces, generosamente me ofreció su amistad. Fueron estas: ‘Dios es el gran silencio del universo, y el ser humano el grito que da sentido a ese silencio’. Reconózcase que la idea no está mal formulada, con su quantum satis de poesía y su intención levemente provocadora bajo el sobreentendido de que los ateos son muy capaces de aventurarse por los escabrosos caminos de la teología, aunque la más elemental” (Companhia Das Letras, Sâo Paulo, 2009, p. 144).

Esta definición merecería aparecer entre las veinticuatro definiciones –con ella, veinticinco- de otros tantos sabios reunidos en un Simposio que recoge el Libro de los 24 filósofos (Siruela, Madrid, 2000), cuyo contenido fue objeto de un amplio debate entre filósofos y teólogos durante la Edad Media. Para un teólogo dogmático, definir a Dios como silencio del universo quizá sea decir poco.

Para un teólogo heterodoxo como yo, seguidor de las místicas y los místicos judíos, cristianos y musulmanes como el Pseudo-Dionisio, Rabia de Bagdad, Abraham Abufalia, Algazel, Ibn al Arabi, Rumi, Hadewich de Amberes, Margarita Porete, Hildegarda de Bingen, Maestro Eckhardt, Juliana de Norwich, Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Baal Shem Tov) cristianos laicos como Dag Hammarksjlöd, indúes como Tukaram y Mohandas K. Gandhi, y la mística laica Simone Weil, es más que suficiente. Decir más sería una falta de respeto para con Dios, se crea o no en su existencia. “Si comprendes –decía Agustín de Hipona- no es Dios”.

Saramago en la presentación de Nuevo diccionario de Teología

El segundo encuentro tuvo lugar cuando le invité a presentar mi Nuevo Diccionario de Teología, publicado por la editorial Trotta a finales de 2005. Inicialmente su respuesta a mi invitación fue negativa. Yo atribuí su negativa a lo voluminoso del libro: 992 páginas a dos columnas, por tanto, cerca de dos mil páginas. Pero no, esa no fue la razón para rechazar mi invitación. El verdadero motivo era que a lo largo de tantas páginas no aparecieran las palabras “ateo” y “ateísmo”.

Efectivamente, no aparecían como entrada, pero sí al final, en la entrada TEISMO/ATEISMO. Cuando le advertí de ello, leyó con mucho interés los conceptos que más le interesaban y, por supuesto TEISMO/ATEÍSMO y aceptó participar en la presentación del libro junto con la filósofa Victoria Camps, celebrada en el Ateneo de Madrid. Hizo un elogio del Diccionario diciendo que era un libro fundamental tanto para personas ateas como para creyentes. Sus palabras confirmaron la orientación cultural y ética que quise dar a la obra desde el principio, muy alejada del carácter confesional y apologético que tienen no pocos diccionarios de teología.

Ateísmo y el “factor Dios”

Hubo un tercer encuentro programado que tristemente no pudo celebrarse por el fallecimiento de Saramago. Se trataba de un diálogo entre los dos. abierto al público en la biblioteca de su domicilio de Tías (Lanzarote) en torno a un tema que a ambos nos apasionaba “Ateísmo y el factor Dios”.

Saramago siempre se declaró ateo, y desde su ateísmo fue un crítico impenitente de las religiones, de sus atropellos, de sus engaños, sobre todo de las guerras y cruzadas convocadas, legitimadas y santificadas por ellas en nombre de Dios: “Una de ellas -afirma-, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones manda matar en nombre de Dios… Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin excepción… han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana”. Con la historia en la mano, ¿quién va a negar tamaña verdad?

Pero la crítica de Saramago va más allá, y llega al corazón mismo de las religiones, a Dios mismo, en cuyo nombre, afirma, “se ha permitido y justificado todo, principalmente lo peor, lo más horrendo y cruel”. Y pone como ejemplo la Inquisición, a la que compara con los talibanes de hoy, califica de “organización terrorista” y acusa de interpretar perversamente sus propios textos sagrados en los que decía creer, hasta hacer un monstruoso matrimonio entre la Religión y el Estado “contra la libertad de conciencia y el derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a escoger otra cosa, que sólo eso es lo que la palabra herejía significa”.

Esta denuncia de Dios se sitúa dentro de las más importantes e incisivas críticas de la religión, como las de Epicuro, Demócrito y Lucrecio, las de los profetas de Israel/Palestina, de Jesús de Nazaret y del cristianismo primitivo, las de los maestros de la sospecha Marx, Nietzsche y Freud, y las de ateísmo moral que niega a Dios por su responsabilidad en el sufrimiento de las víctimas.

Aun cuando Saramago pensaba que los dioses son creación de la mente humana, le preocupaban los efectos del “factor Dios” -título de uno de sus más célebres y celebrados artículos-, que está presente en la vida de los seres humanos, creyentes o no, como si fuese dueño y señor de ella, se exhibe en los billetes del dólar, ha intoxicado el pensamiento y ha abierto las puertas a las más sórdidas intolerancias.

En su novela Caín recrea la imagen violenta y sanguinaria del Dios de la Biblia judía, “uno de los libros más llenos de sangre de la literatura mundial”, al decir de Norbert Lohfink, uno de los más prestigiosos biblistas del siglo XX. Imagen que continúa en algunos textos de la Biblia cristiana, donde se presenta a Cristo como víctima propiciatoria para reconciliar a la humanidad con Dios y que vuelve a repetirse en algunos teólogos medievales que presentan a Dios como dueño de vidas y haciendas y como un señor feudal, que trata a sus adoradores como si de siervos de la gleba se tratara y exige el sacrificio de su hijo más querido, Jesucristo, para reparar la ofensa infinita que la humanidad ha cometido contra Dios.

El Dios asesino de Caín sigue presente en no pocos de los rituales bélicos de nuestro tiempo: en los atentados terroristas cometidos por falsos creyentes musulmanes que en nombre de Dios practican la guerra santa contra los infieles; en dirigentes políticos autocalificados cristianos, que apelan a Dios para justificar el derramamiento de sangre de inocentes en operaciones que llevan el nombre de Justicia Infinita o Libertad Duradera; en la política sacrificial del Estado de Israel que, creyéndose el pueblo elegido de Dios y único dueño de la tierra que califica de “prometida”, lleva a cabo operaciones de destrucción masiva de territorios, muros carcelarios y asesinatos de miles de palestinos.

Sentido solidario de Saramago

Junto a la crítica de la religión, de Dios y del “factor Dios”, cabe destacar el sentido solidario de la vida que caracterizó a Saramago. Desde la filantropía y sin apoyatura religiosa alguna, fue el defensor de las causas perdidas, algunas de las cuales se ganaron gracias a su apoyo. Cito sólo tres, de entre las más emblemáticas. Una, era la solidaridad con el pueblo palestino ante la masacre de que fue objeto entre diciembre de 2008 y enero de 2009 por parte del Ejército israelí que causó 1400 muertos, y que el Nobel portugués calificó de genocidio. La segunda, el apoyo y acompañamiento a la dirigente saharaui Aminatu Haidar durante su huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote. La tercera, haber destinado los derechos de autor de su entonces última novela a los damnificados del terremoto de Haití.

Mientras releía su novela Caín me vinieron a la memoria las palabras de Epicuro: “vana es la palabra del filósofo que no sea capaz de aliviar el sufrimiento humano”. También la afirmación del teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer, mártir del nazismo, que pagó con su vida su lucha contra Hitler “No estamos simplemente para vendar las heridas de las víctimas bajo las ruedas de la injusticia, estamos para trabar la rueda misma con la palanca de la justicia”.

En el caso de Saramago, sus palabras y sus textos no fueron vanos. Estuvieron cargados de solidaridad y de compromiso con las personas más vulnerables y los pueblos oprimidos, como el palestino, el saharaui y el haitiano. Por eso me atrevo a aplicarle el nombre de una parábola evangélica, quizá la más hermosa y de mayor contenido ético compasivo: el “Buen Samaritano”, liberada de toda connotación religiosa.

Esta parábola es, sin duda, una de las más severas críticas contra la religión oficial, leguleya e insensible al sufrimiento humano; una de las denuncias más radicales contra la casta sacerdotal y clerical, adicta al culto y ajena al grito de las víctimas, y uno de los más bellos cantos a la ética de la solidaridad, de la compasión, de la projimidad, de la alteridad, de la fraternidad-sororidad. Una ética laica, en fin, no mediada por motivación religiosa alguna.

El sacerdote y el clérigo, funcionarios de Dios, pasan de largo, peor aún, dan un rodeo para no auxiliar a la persona malherida. El samaritano, que estaba fuera de la religión oficial y era considerado un hereje para los judíos, aparece, a los ojos de Jesús y del propio jurista, como ejemplo a imitar por haber tenido entrañas de misericordia. Por su comportamiento humanitario, el hereje se convierte en sacramento del prójimo; por su actitud inmisericorde, el sacerdote y el levita devienen anti-sacramento de Dios: es la religión del revés o, si se prefiere, la verdadera religión, la que consiste en defender los derechos de las víctimas, caminar por la senda de la justicia y seguir la dirección de la compasión. Así entendieron la religión los profetas de Israel, los fundadores y reformadores de las religiones.

Se comparta o no la lectura de la Biblia judía que hace Saramago, creo que hay que estar de acuerdo con él en que “la historia de los hombres es la historia de sus desencuentros con dios, ni él nos entiende a nosotros, ni nosotros lo entendemos a él”. ¡Excelente lección de contra-teología!

Cualquiera fuere la responsabilidad de Caín o de Dios en la muerte de Abel, queda en pie la pregunta que hoy sigue tan viva como entonces o más, y que apela a la responsabilidad de la humanidad en el actual desorden mundial, en las guerras y las hambrunas que asolan nuestro planeta: “¿Dónde está tu hermano”? (Génesis 4,9). Y la respuesta no puede ser un evasivo “No sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?”, sino, siguiendo con la Biblia cristiana, la parábola evangélica del Buen Samaritano, que demuestra compasión con una persona malherida, que es religiosamente adversaria suya. ¡Excelente lección de ética solidaria!

Espiritualidad , ,

Déjame

Jueves, 16 de junio de 2022
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Del blog Nova Bella:

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Déjame que me calle

con el silencio tuyo

déjame que te hable

también con tu silencio”

*

Pablo Neruda

***

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Perdí el timón

Sábado, 28 de mayo de 2022
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Del blog de José Arregi Umbrales de Luz:

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Edelfelt, Albert (1854-1905) -1896
Marinero de Uusmaalainen (Emil Aaaltosen Museum)

*

Pierdo la montaña
en el carbón sediento que clama a la nube.

Pierdo el Timón
al usar mi brújula en busca de atajos.
Amenazada de Ausencia
ante el cruce de caminos,
mi Luz titubea.

Tiemblo en el vaivén repentino
de cada emoción,
cuando de ella se apodera el “yo”.
Entre el fango quedo atrapada,
como ranita bermeja
deseando subir a superficie,
como niebla que borra mi Sendero.

Se hace difícil sentirse Uno con el Universo
y no encuentro la Paz que necesito.

Cuando recobro el Silencio profundo
y sin esfuerzo me abandono,
de nuevo aparece la saeta hacia el vacío
disparando a lo Infinito.
La Atención se posa en la Atención.

¿Por qué… si mis palabas son tan fáciles
y mi apariencia tan sagrada,
por qué… siendo Esencia, Timón, Aurora,
no viene la diana a mi Casa
y pierdo mi Grandeza?

Simplemente… me olvidé de Ser.

*

Nora,
en www.www.espiritualidadpamplona-irunea.org

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***

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Diviniza

Jueves, 26 de mayo de 2022
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Del blog Nova Bella:

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  Todo se alcanza calladamente

y se diviniza con el silencio

*

Søren Kierkegaard

***

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Sábado Santo… en silencio ante el Señor.

Sábado, 16 de abril de 2022
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© Carmelo Blazquez 2013

© Carmelo Blazquez 2013

(Fotografía de Carmelo Blazquez)

Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte hasta que con su resurrección se inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los cincuenta días pascuales.

Hombre en Soledad

 Contigo vengo, Dios, porque estás solo
en soledad de soledades prieta.
Conmigo vengo a Ti, porque estoy solo,
sintiendo por el pecho un mar de pena.
Qué tristeza me das, Dios, Dios, sin nadie
que te descanse, Dios, de tu grandeza,
que te descanse de ser Dios, sin nada
que te pueda inquietar o te comprenda.
Qué tristeza me doy, perdido en todo,
y todo mudo, tan lejano y cerca,
cada vez más presente ante mis ojos
en un mutismo que no se revela,
con el corazón loco por saberte,
preguntando en la noche que se adensa.
Con voz de espadas clamo por mi sangre,
rebusco con mis manos en la tierra
y escarbo en mi cerebro con mis ansias.
Y silencio, silencio, mudez tensa.
Dios, pobre mío, todo lo conoces.
Para Ti todo ha sido: nada esperas.
Hasta lo que me duele y no me encuentro
Tú lo conoces ya, porque en mí piensas.
Yo no conozco nada, Dios, y tengo
socavones de amor llenos de inquietas,
oscuras criaturas que me gritan
palabras, no sé dónde, que me queman,
preguntas que me tuercen y retuercen,
sábana viva chorreando estrellas.
Qué compasión me tengo, Dios, pequeño
llamando siempre a la inmutable puerta
con las palmas sangrando, a la intemperie
de mis luces y dudas y tormentas.
Qué compasión te tengo, Dios, tan solo,
siempre despierto, siempre Dios, alerta,
sin un pecho bastante, Dios, Dios mío,
que ofrezca su descanso a tu cabeza.
Cómo me dueles, Dios. Cómo me dueles,
herido por la angustia que te llena,
sin poder descansarte, sin caberte
en mis entrañas ni aun en mis ideas.
No puedo más Contigo, que me rompes
creciendo por mi dentro y por mi fuera,
cercándome, estrechándome, ahogándome,
dejando, sin saberlo, en mí tu huella.
Y soy hombre, Señor. Soy todo caspa
de angustiosa esperanza contrapuesta,
arcilla informe de reseco olvido,
quizá, capricho de tu indiferencia.
Señor, qué solo estás. Cómo estoy solo,
yo con mi carga insoportable a cuestas.
Tú, con todo y sin nada —(¡todo, nada! —
más que Tú, Dios perdido en tu grandeza,
muerto de sed de amor de algo supremo,
Dios, algo que te alegre y que te encienda.
Sin nada superior a Ti creado,
mi voz alzada al límite no llega
a rumor que resbale por tus sienes,
a brisa en tus oídos, que se secan
de no oír desde nunca una palabra
que antes de estar en hombre no supieras,
pobre Creador, Dios mío sin sosiego,
preso en tu creación, en diferencia.
A Ti vengo, Señor, porque estoy solo,
a veces aun sin mí. Pero no temas,
Señor que has puesto en mí necesidades
sin darme el modo de satisfacerlas.
Perplejo, recomido de inquietudes,
de Ti tengo dolor; de mí, conciencia
de ser como no quiero: ser inútil,
vana palabra, humana ventolera
con sabor de cenizas y de ortigas
clavándome alfileres en la lengua,
y un huracán de vida por la carne
que no ha encontrado carne que florezca.
Versos, versos, mas versos, siempre versos,
¿y para qué, Dios mío? Dentro queda
una fuente de llanto sofocado
minándome la hirviente calavera,
sin encontrar salida a la congoja
cada vez más patente. Y todo niebla.
Contigo vengo, Dios, porque estoy solo;
me huyes cada vez, más te me alejas.
¿No tienes qué decirme, Dios, qué darme?
¿No ves, Señor, no ves, Dios, cómo tiembla
este vaho que se alza de mi vida,
hierbecilla perdida que se hiela?
Encallece mi alma, Dios. Haz dura
la mano y la mirada: hazme de piedra.
Quítame el sentimiento que me escuece.
Borra, Señor, con sol, mi inteligencia.
Déjame en paz, en flor, en roca, en árbol,
en muda, resignada, dulce bestia
caminante con ritmo y sin sentido
por un mundo de instintos e inocencia,
o dame con la luz aquel sosiego
original del prado que apacientas

*

Ramón de Garciasol
Hombre en soledad,

***

 

La tierra está extenuada. Todo duerme y espera. También reposa el cuerpo de Jesús. Como en el caso de Lázaro, la muerte de Jesús no es más que un sueño. Mientras su alma descendía a llevar la victoria a lo más hondo de los infiernos, su cuerpo duerme pacíficamente en la tumba, esperando las maravillas de Dios.

Y es que este Gran Sábado no es como otros. Algo ha cambiado radicalmente. El velo del Templo se rasgó hace poco, brutalmente, dejando al descubierto al Santo de los Santos. El Templo ya no está en su lugar. El sábado ya no está en el sábado. Ni la pascua en la pascua.

Todo está en otro sitio. Todo está aquí cerca, cerca del cuerpo que duerme en la tumba. Todo es espera, ahora debe suceder todo. La Iglesia, esposa de Jesús, no se desorienta. Sigue ¡unto a la tumba que encierra el cuerpo amado. El amor no flaquea, no se desespera. El amor todo lo puede, todo lo espera. Sabe ser mas fuerte que la muerte.

¿Qué no habría hecho en aquella hora de tinieblas el amor de algunos, entre ellos el de la Virgen María, para que Jesús fuera arrancado de la muerte? Sólo Dios lo sabe. ¿Alguno ha presentido la densidad de vida que colma este cadáver y esta tumba, como jardín en primavera, donde incluso la noche es un crujido de vida y de savia que fluye? Nosotros no lo sabemos. Sólo sabemos que José de Arimatea hizo rodar una gran piedra hasta la boca de la tumba antes de irse, mientras María Magdalena y la otra María estaban allí, firmes junto a la tumba. Seguramente, no saben nada todavía, pero perseveran en el amor. El vacío que se ha creado de repente entre ellas es tan grande que sólo Dios puede llenarlo. Con ellas, toda la Iglesia espera en el amor.

*
A. Louf,

Solo l’amore v¡ bastera. Commento spirituale al Vangelo di tuca,
Cásale Monf. 1985, 63s.

***

 

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La soledad es una madre severa

Sábado, 12 de marzo de 2022
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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 “Cada vez veo más claramente que con la soledad no se juega: es extremadamente seria. Y pese a lo mucho que la he deseado, no he sido lo bastante serio. No basta con que “guste la soledad“, ni siquiera con amarla. Incluso aunque te “guste“, puede destrozarte, creo yo, si la deseas únicamente por tu propio bien. De manera que sigo adelante… pero con miedo y temblando, y frecuentemente con una sensación de estar perdido, y tratando de tener cuidado con lo que hago, porque estoy empezando a darme cuenta de que cada paso en falso se paga muy caro. Por ello vuelvo a la oración, o intento hacerlo. Sin embargo, no importa, porque hay gran belleza y paz en esta vida de silencio y vacío. Pero perder el tiempo tontamente provoca una terrible desolación. Cuando se pierde el tiempo, incluso la belleza de la vida solitaria se vuelve implacable. La soledad es una madre severa que no tolera tonterías. Surge esta pregunta: ¿estoy tan lleno de tonterías como para que me arroje fuera? Ruego que no, y creo que ello va a necesitar mucha oración”.

*

Thomas Merton,
Diarios

(26 de febrero de 1965)

***

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El silencio

Sábado, 19 de febrero de 2022
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        No se le reconoce ya al silencio su relación esencial con la Palabra, el humilde enmudecer del individuo ante la Palabra de Dios. Callamos antes de escuchar la Palabra porque nuestros pensamientos están dirigidos ya hacia la Palabra, como calla un nińo cuando entra en la habitación de su padre. Callamos después de escuchar la Palabra porque ésta nos habla todavía, vive y mora en nosotros. Callamos pronto por la mańana porque Dios debe tener la primera palabra, y callamos antes de acostarnos porque la última palabra pertenece a Dios. Callamos sólo por amor a la Palabra, es decir, precisamente para no deshonrarla, sino honrarla y recibirla como es debido. Callar, por último, no significa otra cosa que esperar la Palabra de Dios y salir, después de haberla escuchado, con su bendición.

        Cada uno de nosotros sabe por propia experiencia que se trata precisamente de aprender a callar en un tiempo en el que predomina el hablar; y que se trata justamente de aprender a callar de verdad, a hacer silencio en nuestro propio interior, a detener de una vez nuestra propia lengua: no es otra cosa que la natural y sencilla consecuencia del silencio espiritual. Ahora bien, el saber callar frente a la Palabra ejercerá su influjo en nosotros a lo largo de toda la jornada. Si hemos aprendido a callar frente a la Palabra, aprenderemos también a usar rectamente el silencio y las palabras a lo largo del día. Hay un modo de callar prohibido, complaciente consigo mismo, soberbio, ofensivo. A partir de aquí vemos ya que no es posible pensar nunca en un silencio en sí. El silencio del cristiano es un silencio tendente a escuchar, un silencio humilde, que, por amor a la humildad, puede ser interrumpido también en cualquier momento.

        Es el silencio vinculado a la Palabra. En eso pensaba Tomás de Kempis cuando decía: ‘Nadie habla con más certeza que quien calla por propia voluntad’. En el silencio se encuentra un maravilloso poder de clarificación, de purificación, de concentración en las cosas esenciales. Es también, de hecho, un dato profano. Ahora bien, el silencio antes de escuchar la Palabra conduce a saber escuchar de verdad, y por eso la Palabra nos hablará también en el momento oportuno.

***

Dietrich Bonhoeffer,
Vida en comunidad,
Ediciones Sígueme, Salamanca 1997

***

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Navidad

Miércoles, 5 de enero de 2022
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Del blog Nova Bella:

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En el cielo la algarabía de los ángeles
las chirimías de los pastores en la tierra

mientras busco el silencio para adorarte
el mejor regalo

adorarte y mirarte asombrado
con tu misma mirada que me mira

mirándome me veo en ti

en la carne nacida de tu amor
en tu carne desnuda despojada
carne callada carne abajada
carne humana de tu ser Dios

ungirte con óleo de ternura yo quisiera

me acerco a ti
a la carne de la humanidad
vulnerada silenciosa descartada
y no acierto a comprender tu misterio encarnado
aunque sé que estás

me aprendes un nuevo lenguaje
para amarte en la fragilidad herida
sin palabras sin decires
un no saber que queda balbuciendo
tartamudo de ternura tierna

y así, este año, en Belén
quedo en silencio ante tu Palabra
hecha carne
para acariciarte
para adorarte
sin palabras.

***

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La Pederastia en España es todavía un cáncer existencial en muchos seres humanos

Sábado, 20 de noviembre de 2021
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abusos-Iglesia_2098300203_9807727_660x371Del blog de José Luis Ferrando Asomado a la ventana:

¡Qué envidia me da la Iglesia francesa, tan vituperada muchas veces por el clero de nuestro país! A pesar de sus muchos defectos, esta iglesia históricamente siempre ha intuido que coger el toro por los cuernos es el mejor camino para que aflore la verdad que nos reconcilia con la existencia real.  Por eso la decisión de los obispos galos, por la que está pagando un alto precio a muchos niveles, de investigar a fondo el tema de la pederastia es absolutamente loable.

En este portal han aparecido algunos artículos insinuando la posibilidad de que un estudio similar, a nivel global, se hiciera en la Iglesia española. De entrada, con los mimbres episcopales actuales, esto es cuanto menos una utopía.

¿A qué tiene miedo los obispos españoles? A la verdad. En estos tiempos complicados para la Iglesia Española prefieren dedicarse a otros menesteres menos problemáticos. Así de claro. Tienen tantos frentes abiertos que les da miedo enfrentarse al problema de la pederastia

Un sacerdote de Cleveland, condenado a cadena perpetua por explotación sexual de menores

El Supremo confirma la pena de 12 años de cárcel a un fraile que abusó de dos personas con discapacidad

¡Qué envidia me da la Iglesia francesa, tan vituperada muchas veces por el clero de nuestro país! A pesar de sus muchos defectos, esta iglesia históricamente siempre ha intuido que coger el toro por los cuernos es el mejor camino para que aflore la verdad que nos reconcilia con la existencia real.  Por eso la decisión de los obispos galos, por la que está pagando un alto precio a muchos niveles, de investigar a fondo el tema de la pederastia es absolutamente loable. Enfrentarse a la verdad e huir del autoengaño es una sabia decisión. Sin duda el sufrimiento, en este caso de la Iglesia y de los cristianos de buena voluntad es inmenso. Pero una auténtica vida cristiana se construye desde la claridad y la transparencia absolutas.

En este portal han aparecido algunos artículos insinuando la posibilidad de que un estudio similar, a nivel global, se hiciera en la Iglesia española. De entrada, con los mimbres episcopales actuales, esto es cuanto menos una utopía. Sin duda, estoy convencido que un grupo de obispos desearía la realización de una investigación a fondo del tema de la pederastia, pero la mayoría están en la posición de la “prudencia”, aquello de que ya escampará. No meneemos mucho el tema, no sea que tengamos más problemas de los que tenemos. Así definiría la posición del Episcopado autóctono. Eso no significa que no sean sensibles al tema de la pederastia. No tiene más remedio, y se andan con pies de plomo para que no salten liebres de manera innecesaria.  Y si alguna orden religiosa se ha tomado en serio el tema se han inhibido totalmente. Y en el fondo consideran que los franceses y alemanes, por ejemplo,  no tenían que haber ido tan lejos…

Estoy convencido que si se hiciera esa investigación desde los años 50 nos podríamos espantar y los pelos de la piel de toro se podrían “erizar” de una manera muy evidente. Una investigación a fondo de los seminarios menores de las Diócesis y de las órdenes religiosas, los internados nos arrojaría datos escalofriantes. y, por supuesto, también en muchas parroquias y aledaños. Sin olvidar el contexto histórico de la Iglesia Española en pleno nacionalcatolicismo, en el que el buen nombre de aquellos que tenían que cuidar de esos niños y niñas, era más importante que una simple acusación infundada. Y que el señalamiento de ese posible delito podía significar el ostracismo, la ruina o algo peor para una familia que lo denunciara. O, en todo caso, si el caso podía ser real, lo importante era evitar el escándalo. El traslado del implicado en cuestión con un simple aviso, y a lo mejor seguimiento, era la solución habitual. Y a la víctima se le imponía silencio. Y, después de tantos años volver a recordar todo aquellos les puede a mucha víctimas. Y todo eso teñido de vergüenza.

¿Y qué hay del sufrimiento de las víctimas? Probablemente, muchas víctimas y verdugos, se habrán encontrado en algún lugar…Pero a muchos niños y niñas nadie les ha librado de una existencia repleta de secuelas, a nivel humano y de fe, de ese comportamiento despreciable. A nivel humano, las historias que se narran en el informe francés son de pronóstico reservado. Y en el ámbito de la Fe, sin duda como creer en una Dios, cuyo instrumento de transmisión desde la temprana edad me ha triturado. La responsabilidad de la pérdida de la fe de muchas víctimas se  debe sin duda a esos depredadores. Y, sobre todo, por otro lado generalmente eran sacerdotes bien vistos por la gente y de los que nadie se esperaría un comportamiento tan nefasto. Daba miedo pronunciar sus nombres seguramente.

¿A qué tiene miedo los obispos españoles? A la verdad. En estos tiempos complicados para la Iglesia Española prefieren dedicarse a otros menesteres menos problemáticos. Así de claro. Tienen tantos frentes abiertos que les da miedo enfrentarse al problema de la pederastia. La posible evaluación del impacto de un informe parecido al francés les lleva a prever un volcán sin fecha de caducidad. El miedo a la reacción de la sociedad española y de los cristianos de buena voluntad les agarrota. Y, por otro lado no ven la necesidad de meterse en un berenjenal de imprevisibles consecuencias. Por eso, al final, nada de nada. La cesta episcopal actual es bastante floja, y la que se está entretejiendo con muchas dificultades ya se verá. Esta asignatura pendiente no se abordará globalmente…a lo mejor alguna orden religiosa más que tenga indicios se lanzará, pero “rien de rien”. Una vez más, “Spain es diferente!”

Fuente Religión Digital

General, Iglesia Católica , , , ,

Silencio apretando su mano.

Martes, 27 de julio de 2021
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silencio-apretando-manoZaragonés: Arte, eszaragoza.eu

El tema del silencio está de moda en nuestros círculos. Y hay tantas comprensiones de lo que es el silencio como personas que intentamos hacerlo.

Por ello, desde ahora, mis respetos a cada uno de los silencios. A mí, hoy, por dentro me hablan de este que:

Viene precedido por el recuerdo de una escultura de un crucificado que me encontré hace años, visitando una iglesia. Al salir en un lateral vi un crucificado tamaño natural que me encogió por dentro al ver la interpretación, que la autora, una mujer, había plasmado: uno de sus brazos estaba crucificado y el otro tenía la mano extendida y abierta hacia quien se le acercaba.

Cuánta vida y comunicación silenciosa en ese gesto. Fue para mí, y es, cuando lo recuerdo, un grito de amor silencioso y lleno de comunicación.

Aquella mano me llamaba a depositar la mía en la suya y estar así, en silencio, un tiempo largo. Así lo hice y así lo hago, muchas veces, visualizando la escultura y volviendo a aquel silencio que derrite las más duras entrañas.

¿Qué transmite esa imagen? No necesitas palabras, ni rituales, es un gesto que te conecta, como cordón umbilical, al Dios crucificado que nos muestra así el camino: cómo vivir nuestro día a día; cómo usar nuestros recursos; cómo conectar con el corazón de Dios y del planeta y de la humanidad.

Siento todavía hoy, que esa mano me llama y me envía. Primero me llama a agarrarla y sostenerla. Algo así como, acércate y quédate conmigo que necesito abrirte mi corazón: reconozco que como en la conversión de Pablo, en un contacto así, se te caen las escamas de los ojos que producen ceguera para las categorías del amor: “siente mi latido y ve y comunícalo”.

Y todo ocurre en silencio. Un silencio que te llena de vida, de pasión compartida: compasión de solidaridad…

Tal vez la respiración se altera cuando entras en ese silencio, diferente del de la meditación de silenciamiento. Pero es, este otro silencio, la prueba de crisol, de aquellos que porque hacemos silencio podemos creer que ya vivimos el evangelio.

El silencio puede ser un arma de doble o triple filo. Muchas veces puede incluso ser una herramienta para ratificar lo que yo quiero o creo que es bueno. Por eso, ese día de un modo especial, aprendí que el fondo del silencio es ese encuentro con la mano abierta y tibia del moribundo que nos ama y que es el rostro del Dios vivo y hecho carne entre nosotros.

Hoy, de un modo especial me decía, “cuida del planeta” y yo en silencio le indicaba que lo intento, pero qué me sugería hoy, y me pareció comprender, desde ese silencio hondo, que me invitaba a trabajar más y mejor por la concienciación de la realidad: educar en un estilo de vida donde el minimalismo y el compartir inteligencia, recursos y bienes sea un objetivo claro, sin el que cada vez será más difícil la supervivencia de los hábitats y como consecuencia la muerte y desaparición de especies y de personas en sus largas y penosas peregrinaciones por el mar, por tierras desertizadas, por fronteras envalladas…

Ese joven no huiría de su tierra si fuese fecunda y tuviese trabajo. Viene porque quiere vivir y compartir con los suyos. Esa mujer embarazada quiere que su hijo o hija nazca en suelo occidental para que tenga derechos que allá no les conceden, y por ello arriesga su vida y la de su hijx.

La mano cálida del crucificado es la mano de mi hermana y de mi Tierra violada y abusada por “el ánimo de lucro” de una minoría aterradora.

Se me antoja que educar en esa línea puede ser apoyar al máximo que los jóvenes y menos jóvenes nos embarquemos en estudiar temas de medio ambiente, de ecología y energías renovables, de permacultura y espiritualidad de la tierra.

El mundo está cambiando, tenemos que adaptarnos a nuevos paradigmas que, al no escogerlos voluntariamente, se nos imponen desde la realidad.

El silencio puede ser pues, también y además, escucha a corazón abierto de la realidad mientras apretamos la mano que nos comunica el latido y el amor del crucificado.

Ese silencio me dignifica porque me vacuna contra otros silencios cobardes o autocentrados.

Te invito a probar ese silencio. El verano se presta a ello.

Magda Bennásar Oliver, sfc

espiritualidadintegradoracristiana.es

Espiritualidad

El grito del silencio

Martes, 20 de julio de 2021
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Jesús-y-sus-discípulos-A propósito de Mc 6, 30-34
Bernardo Baldeón
Madrid.

ECLESALIA, 19/07/21.- Érase una vez un reino que era muy ruidoso; el chirrido de las máquinas, el estruendo de los cuernos y los gritos de las gentes lo llenaban todo y el ruido llegaba hasta los confines del mismo.

Un año, el joven príncipe que había crecido en medio del ruido, declaró que el día de su cumpleaños quería oír el ruido más grande del mundo. Publicó un edicto diciendo que el día de su cumpleaños, a mediodía, todos los ciudadanos de su reino se reunirían delante del balcón del palacio y durante un minuto gritarían con toda la fuerza de sus pulmones.

En un rincón lejano del reino una mujer encontró el edicto ridículo y preocupante y dijo a su marido que mientras los otros gritaran, ella abriría simplemente la boca y haría como que gritaba. Se lo contó también a su mejor amiga y esta a otra y aquella a otra…

Cuando llegó la hora señalada, el reino, por primera vez en su historia, se calló. Y el joven príncipe escuchó, por primera vez en su vida, el canto de los pájaros, el murmullo del agua de los arroyos y el susurro del viento entre las hojas de los árboles… El príncipe lloró de alegría.

Nosotros también vivimos en el reino del ruido. Ruido en las calles, en las casas, en los coches y en los corazones.¿Cuándo es la última vez que experimentaste la alegría de un profundo silencio? Cuanto más civilizados creemos ser más ruidos experimentamos.

Dicen que el silencio es precioso, pero ¿quién lo necesita? Hacemos cosas por dinero, por placer y otras muchas para matar el tiempo. Dicen que cuando Adán se aburría con la pacífica compañía de Dios, Dios dio cuerda al primer reloj. Desde ese momento, el reloj se ha convertido en nuestro tirano y marca el ritmo de nuestras vidas.

Jesús, en el evangelio del domingo pasado (Mc 6, 30-34), invita a sus discípulos a un sitio tranquilo para descansar con Él. Este aparte, este tiempo de paz y oración, de quietud y descanso, es tan necesario como el respirar. Sin él podemos perder el centro. Donde está tu tesoro allí está tu centro. Y Dios es nuestro origen y nuestro destino. Nosotros, como los apóstoles, necesitamos un lugar y un tiempo para descansar, orar, escuchar y aprender de Jesús.

Cuando queremos conocer a alguien le preguntamos cómo se gana la vida. Soy maestro, bombero, oficinista, abogado… Y así pensamos que conocemos ya toda su vida. La mejor manera de conocer una persona es saber lo que hace en su tiempo libre. Más importante que lo que uno hace es saber quién eres cuando no haces nada.

Nada de lo que nosotros podemos hacer nos hace más valiosos de lo que Dios ya nos ha hecho a cada uno.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Espiritualidad ,

Silencioso y ardiente

Miércoles, 9 de junio de 2021
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Del blog de José Arregi Umbrales de luz:

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En la estrella más alejada del universo,
en el brote de hierba más frágil,
en la sonrisa, en el beso y el abrazo,
en lo más íntimo del corazón,
en las cimas más altas
y en las simas más profundas,
habita silencioso y ardiente el amor.

*

No permitas que escape ese aliento vital
que habita tu interior,
y que te invita sutilmente a sumergirte
en tu hondón personal,
hasta alcanzar la paz.

*

A pesar de todos los pesares,
de todas las ausencias,
de todas las heridas,
sigue brotando,
latiendo,
sorprendiéndonos,
la inevitable y contagiosa
explosión de la vida.

*

Miguel Ángel Mesa Bouzas

***

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Magda Bennásar: “El silencio de pentecostés.”

Lunes, 24 de mayo de 2021
Comentarios desactivados en Magda Bennásar: “El silencio de pentecostés.”

Mente-en-silencio.2“Si no tienes nada importante que decir, quédate callado”. Este dicho oriental me impacta y conduce a mi centro.

Esa es la actitud, la que el Shalom del Espíritu –la paz íntegra en todo tu ser– nos trae en este tiempo de Pentecostés. Este Shalom conduce al silencio interior, como al remanso de aguas tranquilas donde hay tanta Vida que merece la pena desear el viaje.

El silencio es bueno o menos bueno, según lo vivamos. El silencio cobarde no es silencio, es ausencia de palabra/gesto o presencia.

El silencio perezoso-el somnoliento, propio de un espíritu anémico, no es el silencio del Espíritu. El que deja que otros hablen y espera escabullirse en cuanto sea posible no es de la Ruah.

¡Cuántos silencios culpables en la historia y también en nuestra historia!

Discernir los silencios en nuestra vida a la luz de la Ruah que estos días celebramos puede ser una invitación desde dentro, importante.

Hay un silencio particularmente peligroso y muy común: el que pospone tomar decisiones, el que evita definirse…

¿Cuál es el silencio del Espíritu?

Tú lo sabes y si no, es que todavía no lo has escuchado.

Es un silencio callado, callado de ideas y de dogmas… es un silencio que cuando lo experimentas te callas, te silencias, te inclinas por dentro ante la presencia que te sobrecoge, y permaneces ahí porque sabes que estás conectando.

Es el silencio de Elías que logró escuchar a Dios, después de buscarlo en el trueno y en el fuego y en el viento. Pero el Señor no estaba ahí. De pronto un suave susurro le sobrecogió tanto que se tapó el rostro, se puso de pie y salió de la cueva: Era él. El invisible siempre presente que le estaba envolviendo, abrazando, aquietando, hablando… y en este encuentro silencioso el Señor recondujo sus pasos. (1Reyes 19,11-14)

“Si no tienes nada importante que decir quédate callado” porque Dios nos espera; espera que terminemos nuestro tiempo de duelo por una institución que nos ha fallado. Espera que terminemos nuestro discurso por la justicia, que de tanto que nos coge, podemos apropiarnos de la necesidad que tenemos de servir (para algo). Espera que terminemos de dar lecciones a otros o de quejarnos porque no nos tienen en cuenta…

El Señor espera, aguarda el momento en que al fin saldremos de la cueva para, en silencio, asomarnos al infinito, a la luz, al silencio de la Vida que como nuestra sangre, recorre, en silencio todo nuestro ser. Así es el silencio de Dios.

¿Y el nuestro? Te invito a que vayamos entrando en la cueva de la interioridad para acallar los terremotos y los incendios… y cuando sea el momento, salir atraídos para siempre por el “susurro de Dios”.

No te lo pierdas. La vida es breve y ese regalo nos espera en la cueva, donde despacito nos vamos acallando. A diario, con empeño, sin buscar resultados, con fidelidad… y el Señor al fin será oído y escuchado. Y habrá Shemá en nuestra vida.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

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Jaume Patuel Puig: La interioridad del ser humano.

Sábado, 24 de abril de 2021
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silencio-es-sinonimo-500x334Interior del ser humano. Si seguimos los tres términos. Primero: ser. Nos dicen los diccionarios tiene más de 14 significaciones. Parto de lo que existe y es fruto de evolución inorgánica como orgánica en el microcosmos y macrocosmos. El segundo: humano. Tiene pocas. Considero que a un ser vivo lo caracteriza el habla. El tercero: interior. Tiene más de doce significaciones. Parto de lo más adentro e íntimo o lo que se siente en profundidad.

Así pues, este “ser humano que es hablando” se da cuenta, gracias a la palabra, que tiene un doble acceso a la realidad. Además tiene la capacidad de silenciar uno para contemplar el otro y este lo lleva en su interior silencioso, a lo más íntimo del más íntimo. Sólo se realizará y madurará integralmente si tiene en cuenta estas dos dimensiones. Lo que acabo de decir en palabras, creo que con una metáfora puedo hacerlo más comprensivo. Imaginemos en una rama de un árbol que hay dos pájaros. Uno picotea  para comer y juega; el otro contempla la belleza de la naturaleza. En este cuadro lo vemos por partes, pero es un todo. Es decir, que ambos son necesarios, imprescindibles para la totalidad. Así es el ser humano, gracias a la palabra. La capacidad de hablar es un dato biológico; es dada, pertenece a la naturaleza. Y el contexto produce el idioma o lengua, este es cultural, producto del ser humano. Esta realidad de todo ser humano en ser consciente, según las etapas de la vida, le ayuda a ver que no todo es comer, dormir, trabajar, divertirse, hacer el amor y otros asuntos humanos, sino que hay también contemplar el exterior y el interior silenciosamente, sin preocupaciones y prisas. Y por esta indagación profunda del ser humano vivo constata que tiene una intimidad u hondura. Y se encuentra en ella, lo envuelve, lo abraza. Es un silencio hablando: Una cualidad que le hace vivir la Totalidad.

Podemos ver que la interioridad del ser humano es una dimensión de la existencia que hay que cultivar para desarrollar el proceso de crecimiento en camino de un ser humano maduro, completo, integral. Pero encanta y atrae más el pájaro que picotea,  come y juega, que es necesario, pero a la vez, está el otro, el  que contempla silenciosamente, aunque tan necesario como el otro. O también son las dos alas imprescindibles  para que el pájaro pueda volar.

Ahora bien, al escribir estas líneas soy muy consciente de que la dinámica enloquecida de la sociedad occidental, que es la nuestra, sólo tiene la preocupación de que el pájaro que pica y come pueda encontrar siempre de todo y más, si bien no es necesario. Le pone a su entorno tanto ruido: publicidad, miedos por la pandemia, informaciones tóxicas, limitaciones de movimiento mental y físico, como otros aspectos, que no quiere que se dé cuenta que tiene otra dimensión tan necesaria, además aparentemente inútil (por tanto, no rentable económicamente) a la que le tiene miedo. Ya que nace una visión diferente de la realidad que no favorece el consumismo ni la obediencia pasiva y es camino de autonomía.

Intentamos dar un paso más. No en vano, un libro matriz de la cultura occidental, la Biblia, dispone que el séptimo día sea para reposar. En ese momento, no había vacaciones ni de invierno o Navidad ni primavera o Semana Santa ni verano o de agosto. El ser humano, que tiene la palabra para hacer silencio, precisa  “reposo y calma”. Encontrarse consigo mismo. Tomar otro nivel de conciencia: Ser consciente de que es más profundo, de más interioridad o intimidad como el pájaro que contempla lo que es gratuidad, pero tan necesario como el pájaro que busca la comida.

Si el pájaro que consume sabe escaparse con sus circunloquios, hay, desgraciadamente, un fuerte autoengaño, además convencido de que es la totalidad o maduro; el otro que contempla se da cuenta de que sólo con el silencio, esté donde esté (montaña arriba, o caminar por las calles de las grandes ciudades), es el camino. Y me atrevo a indicar que la pandemia o sindèmia ha facilitado para muchos seres humanos el descubrir este pájaro contemplativo. Es cierto que el solo camino para vivirlo es el silencio. Una humanista de Barcelona (Catalunya), Teresa Guardans (1956), profesora e indagadora en el Centro de Estudios de Tradiciones de Sabiduría en Barcelona, nos da una herramienta. Acaba de publicar: SILENCIO (Ed. San Pablo, 2021). Un librito válido y  valiente para hacer Silencio en plena ciudad. Un auténtico desafío que vale la pena emprender.

La interioridad del ser humano es esta realidad tan imprescindible que lleva a evitar muchas molestias y disfunciones psíquicas o ciertos malestares emocionales. Un aspecto del C.19 ha hecho emerger a la población, según estadísticas oficiales, un 45% de cuadros de ansiedad como de depresiones. Malestar físico, ciertamente sí, pero ocasionado por un mundo emocional alterado y falta de interioridad, ciertamente también.

El artículo se publica cuando nos encontramos en Semana Santa. ¿Qué significa este bullicio y ruido cultural? El nuevo paradigma global nos afirma que la interioridad es una dimensión intrínseca de todo ser humano. Gratuita, sí y afortunadamente, pero necesaria a la vez. Es dada si se busca: Son los buscadores de la profundidad. ¿Lo eres?

Jaume Patuel Puig (1935)

Pedapsicogogo.

Fuente Fe Adulta

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Sábado Santo… en silencio ante el Señor.

Sábado, 3 de abril de 2021
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© Carmelo Blazquez 2013

 

(Fotografía de Carmelo Blazquez)

Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte hasta que con su resurrección se inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los cincuenta días pascuales.

Hombre en Soledad

 Contigo vengo, Dios, porque estás solo
en soledad de soledades prieta.
Conmigo vengo a Ti, porque estoy solo,
sintiendo por el pecho un mar de pena.
Qué tristeza me das, Dios, Dios, sin nadie
que te descanse, Dios, de tu grandeza,
que te descanse de ser Dios, sin nada
que te pueda inquietar o te comprenda.
Qué tristeza me doy, perdido en todo,
y todo mudo, tan lejano y cerca,
cada vez más presente ante mis ojos
en un mutismo que no se revela,
con el corazón loco por saberte,
preguntando en la noche que se adensa.
Con voz de espadas clamo por mi sangre,
rebusco con mis manos en la tierra
y escarbo en mi cerebro con mis ansias.
Y silencio, silencio, mudez tensa.
Dios, pobre mío, todo lo conoces.
Para Ti todo ha sido: nada esperas.
Hasta lo que me duele y no me encuentro
Tú lo conoces ya, porque en mí piensas.
Yo no conozco nada, Dios, y tengo
socavones de amor llenos de inquietas,
oscuras criaturas que me gritan
palabras, no sé dónde, que me queman,
preguntas que me tuercen y retuercen,
sábana viva chorreando estrellas.
Qué compasión me tengo, Dios, pequeño
llamando siempre a la inmutable puerta
con las palmas sangrando, a la intemperie
de mis luces y dudas y tormentas.
Qué compasión te tengo, Dios, tan solo,
siempre despierto, siempre Dios, alerta,
sin un pecho bastante, Dios, Dios mío,
que ofrezca su descanso a tu cabeza.
Cómo me dueles, Dios. Cómo me dueles,
herido por la angustia que te llena,
sin poder descansarte, sin caberte
en mis entrañas ni aun en mis ideas.
No puedo más Contigo, que me rompes
creciendo por mi dentro y por mi fuera,
cercándome, estrechándome, ahogándome,
dejando, sin saberlo, en mí tu huella.
Y soy hombre, Señor. Soy todo caspa
de angustiosa esperanza contrapuesta,
arcilla informe de reseco olvido,
quizá, capricho de tu indiferencia.
Señor, qué solo estás. Cómo estoy solo,
yo con mi carga insoportable a cuestas.
Tú, con todo y sin nada —(¡todo, nada! —
más que Tú, Dios perdido en tu grandeza,
muerto de sed de amor de algo supremo,
Dios, algo que te alegre y que te encienda.
Sin nada superior a Ti creado,
mi voz alzada al límite no llega
a rumor que resbale por tus sienes,
a brisa en tus oídos, que se secan
de no oír desde nunca una palabra
que antes de estar en hombre no supieras,
pobre Creador, Dios mío sin sosiego,
preso en tu creación, en diferencia.
A Ti vengo, Señor, porque estoy solo,
a veces aun sin mí. Pero no temas,
Señor que has puesto en mí necesidades
sin darme el modo de satisfacerlas.
Perplejo, recomido de inquietudes,
de Ti tengo dolor; de mí, conciencia
de ser como no quiero: ser inútil,
vana palabra, humana ventolera
con sabor de cenizas y de ortigas
clavándome alfileres en la lengua,
y un huracán de vida por la carne
que no ha encontrado carne que florezca.
Versos, versos, mas versos, siempre versos,
¿y para qué, Dios mío? Dentro queda
una fuente de llanto sofocado
minándome la hirviente calavera,
sin encontrar salida a la congoja
cada vez más patente. Y todo niebla.
Contigo vengo, Dios, porque estoy solo;
me huyes cada vez, más te me alejas.
¿No tienes qué decirme, Dios, qué darme?
¿No ves, Señor, no ves, Dios, cómo tiembla
este vaho que se alza de mi vida,
hierbecilla perdida que se hiela?
Encallece mi alma, Dios. Haz dura
la mano y la mirada: hazme de piedra.
Quítame el sentimiento que me escuece.
Borra, Señor, con sol, mi inteligencia.
Déjame en paz, en flor, en roca, en árbol,
en muda, resignada, dulce bestia
caminante con ritmo y sin sentido
por un mundo de instintos e inocencia,
o dame con la luz aquel sosiego
original del prado que apacientas

*

Ramón de Garciasol,
Hombre en soledad,

***

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La tierra está extenuada. Todo duerme y espera. También reposa el cuerpo de Jesús. Como en el caso de Lázaro, la muerte de Jesús no es más que un sueño. Mientras su alma descendía a llevar la victoria a lo más hondo de los infiernos, su cuerpo duerme pacíficamente en la tumba, esperando las maravillas de Dios.

Y es que este Gran Sábado no es como otros. Algo ha cambiado radicalmente. El velo del Templo se rasgó hace poco, brutalmente, dejando al descubierto al Santo de los Santos. El Templo ya no está en su lugar. El sábado ya no está en el sábado. Ni la pascua en la pascua.

Todo está en otro sitio. Todo está aquí cerca, cerca del cuerpo que duerme en la tumba. Todo es espera, ahora debe suceder todo. La Iglesia, esposa de Jesús, no se desorienta. Sigue ¡unto a la tumba que encierra el cuerpo amado. El amor no flaquea, no se desespera. El amor todo lo puede, todo lo espera. Sabe ser mas fuerte que la muerte.

¿Qué no habría hecho en aquella hora de tinieblas el amor de algunos, entre ellos el de la Virgen María, para que Jesús fuera arrancado de la muerte? Sólo Dios lo sabe. ¿Alguno ha presentido la densidad de vida que colma este cadáver y esta tumba, como jardín en primavera, donde incluso la noche es un crujido de vida y de savia que fluye? Nosotros no lo sabemos. Sólo sabemos que José de Arimatea hizo rodar una gran piedra hasta la boca de la tumba antes de irse, mientras María Magdalena y la otra María estaban allí, firmes junto a la tumba. Seguramente, no saben nada todavía, pero perseveran en el amor. El vacío que se ha creado de repente entre ellas es tan grande que sólo Dios puede llenarlo. Con ellas, toda la Iglesia espera en el amor.

*

André Louf,
Solo l’amore vi bastera.
Commento spirituale al Vangelo di Luca
,
Cásale Monf. 1985, 63s).

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Callar es… estar atento.

Martes, 23 de marzo de 2021
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Callarse no significa estar mudo, como tampoco hablar equivale a locuacidad. El mutismo no crea soledad, como tampoco la locuacidad crea comunión. “El silencio es el exceso, la embriaguez y el sacrificio de la palabra. El mutismo, en cambio, es malsano, como algo que sólo fue mutilado y no sacrificado” (Ernest Helio).

Del mismo modo que existen en la jornada del cristiano determinadas horas para la Palabra, especialmente las horas de meditación y de oración en común, deben existir también ciertos momentos de silencio a partir de la Palabra. Serán sobre todo los momentos que preceden y siguen a la escucha de la Palabra. Ésta no se manifiesta a personas charlatanas, sino en el recogimiento y silencio.

Callamos antes de escuchar la Palabra, para que nuestros pensamientos se dirijan a la Palabra, igual que calla un niño cuando entra en la habitación de su Padre. Callamos después de haber oído la Palabra, porque todavía resuena, vive y quiere permanecer en nosotros. Callamos al comenzar el día, porque es Dios quien debe decir la primera palabra; callamos al caer la noche, porque a Dios corresponde la última palabra. Callamos sólo por amor a la Palabra. Callar, en definitiva, no significa otra cosa que estar atento» a la Palabra de Dios para poder caminar con su bendición.

*

Dietrich Bonhoeffer,
Vida en Comunidad,
Salamanca 1983, 61

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