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«Yo nena, yo princesa»: llegó a los cines la historia de la primera niña trans en cambiar su DNI

Lunes, 8 de noviembre de 2021
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9CB05F09-F62F-4428-9E60-78BCC422E177Elías (hermano de Luana), Gabriela Mansilla, Luana y Eleonora Wexler en el estreno de la película

Es la primera ficción del mundo sobre la temática de infancias trans y se basa en la historia real de Luana. En 2013, “Lulú” fue precursora en Argentina en conquistar el Documento Nacional de Identidad (DNI).

Es la primera ficción del mundo sobre la temática de infancias trans y se basa en la historia real de Luana. En 2013, “Lulú” fue precursora en Argentina en conquistar el Documento Nacional de Identidad (DNI) de acuerdo a su autopercepción, sin haber judicializado el caso. La película, dirigida por Federico Palazzo, versiona el libro de Gabriela Mansilla, mamá de Luana y activista.

“Yo nena, yo princesa” cuenta la lucha de una madre primero en el seno de su familia y luego en la vida pública para velar por los derechos de su hija trans. Narra la incomprensión de médicos y psicólogos posicionados desde una mirada biologicista y patologizadora. De esta manera, la película muestra lo que viven las personas travestis y trans, y la constante batalla frente a los mandatos sociales pero también la importancia del activismo de la diversidad sexual.

A lo largo de la película se van mostrando las faltas de políticas públicas que acompañen a las familias en los primeros años. También los problemas en acceder a la educación, la salud, la circulación de afecto, el esparcimiento y la recreación, para llegar a la conclusión de que, en nuestra sociedad, el problema es estructural y merece la construcción colectiva de espacios habitables que no pongan en riesgo sus vidas.

El film es un ensayo crítico y una profunda reflexión sobre los prejuicios y los saberes instituidos, poniendo en debate la necesidad de romper con este mundo cis-heteronormado, patriarcal y binario, para pensar en formas de educación que abracen lo diverso y normalicen lo “anormal”.

“Es una historia de amor con una interpelación hacia el mismo amor, hacia la construcción de familia que tenemos como idea instalada en la sociedad. Van a empezar a replantearse qué es ser varón, qué es mujer. Se van a encontrar con una niña que no solo les va abrir la cabeza. Es una película donde se defiende desde muy temprana edad ‘el quién soy’ ante todos los obstáculo que tienen esta cultura machista, patriarcal, capitalista, binaria, biologicista y va a generar muchos interrogantes. Anhelamos la empatía y el respeto con el que soñamos con el proyecto”, dijo a Presentes Gabriela Mansilla.

La construcción de un personaje desde el amor

La actriz Eleonora Wexler, que en la película encarna a la mamá de Luana, dijo a Presentes:

“Es histórico en el mundo abordar la historia de una niña trans como lo es Luana, además protagonizada por otra niña trans como lo es Isabella. Es un compromiso social enorme por todo lo que hay para contar, decir y concientizar. Hablar de infancias trans era realmente un desafío, implicaba entrar en un mundo inexplorado y yo me considero una persona con una mentalidad super abierta y de repente me chocaba con todo esto que existe y desconocía”.

Para construir su personaje, se reunió con Luana y Gabriela en la casa de ambas. Tenía previsto estar una hora, pero el encuentro duró cuatro. “El desafío de la película tiene que ver con educar desde el amor y lo que implica habilitar la escucha, con el acompañamiento, con cómo es y qué significa la autopercepción, qué sucede en los primeros años de esas infancias, lo importante del rol familiar allí y la importancia de la identidad para poder tener espacio en la sociedad, y para eso yo tenía que poder dialogar con ellas, era sumamente necesario”, agregó la actriz.

Integraron el elenco junto a Wexler, Juan Palomino, Isabella G. C, Lidia Catalano, Valentina Bassi, Valentino Vena, Mariano Bertolini, Paola Barrientos, entre otres.

La historia de Lulú

La historia comienza en 2009, tres años antes de la aprobación de la Ley de Identidad de Género. El caso de Luana tomó estado público en 2013, cuando Gabriela Mansilla contó en los medios obre lo que estaba atravesando junto a su hija. Ese mismo año, luego de una lucha sostenida, Luana recibió el DNI en manos de su madre en un acto con el entonces jefe de gabinete bonaerense Alberto Pérez y el fallecido dirigente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), César Cigliutti.

Hoy Gabriela es fundadora y presidenta de la Asociación Civil Infancias Libres. Se define como militante por las niñeces y adolescencias travestis y trans. Además es escritora, conferencista y madre de les mellices Luana y Elías. Hace cuatro años la contactaron de la productora “Tronera” para adaptar su libro al cine.

“Creo que es un proyecto importante y hubo gran sensibilidad y disposición por parte del equipo. Fue un aprendizaje para todo el elenco, el equipo de técnicxs y todas las personas que participaron porque había que comprender qué era lo qué se iba a contar y desde qué lugar, considerando que es una historia contemporánea”, contó Gabriela a Presentes.

Luana tenía 6 años cuando le dieron el Documento Nacional de Identidad, hoy tiene 14. Su visibilidad logró ayudar a otras niñeces: después de esto, 1400 infancias lo tramitaron en el país y además logramos instalar un gran debate en la agenda política.

Yo nena, yo princesa” fue producida por Grupo Octubre, Arco Libre, Tronera Producciones y Universidad Nacional de la Matanza. Fue declarada de Interés Cultural por el Ministerio de Cultura de la Nación, el Ministerio de Educación de la Nación y el ente de Cultura de la Provincia de Tucumán.

Fuente Agencia Presentes

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Por qué es necesario hablar de infancias trans

Martes, 7 de septiembre de 2021
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MANSILLA_LA-GENITALIDAD-NO-DEFINE-EL-GENERO-DE-MI-HIJA-TRANS-DSC_2076-copia-2-scaled-2560x1280La activista travesti Violeta Alegre entrevistó a Gabriela Mansilla, mamá de Luana, la primera niña trans argentina en haber obtenido su nuevo documento de identidad.

 Por Violeta Alegre

Fotos: Archivo/Agencia Presentes

A las personas trans nos imaginan siempre adultas. También nos imaginan en determinados momentos y espacios: la noche, la calle, las llamadas “zonas rojas”. Aparecemos en las secciones policiales de los medios de comunicación, en noticias con títulos estigmatizantes o como bufonas en la televisión. En la libidinosidad donde fuimos colocadas (como identidades cloacalizadas) [1], el mundo hace una lectura de nuestras vidas donde lo que se registra es nuestro cuerpo, nuestra performatividad, lo que aun sigue provocando abyección, pánico moral, sin tener ningún tipo de registro sobre nuestras experiencias vitales.

Detrás de todas estas representaciones, ¿alguien se pregunta si ellas quieren estar paradas en la ruta? Si de poder realizar otro trabajo ¿seguirían ahí? ¿Quiénes son sus familias?¿Serán felices? ¿Quién se ha preguntado al ver a una de nosotras: ¿cuántos años tendrá? ¿Cómo habrá sido su infancia?

A mi infancia podría rotularla como “feliz” porque tuve aceptación familiar. En principio mi deseo sólo configuraba nuevas formas de sentir. Siendo apenas un niño de 5 años me gustaba un compañerito del jardín de infantes y sentía mucha vergüenza por ello.  Hablo de deseo, de gustar, y no de orientación sexual porque ni siquiera tenía un registro de mi sexualidad. La vergüenza y tachar a ese nene en las fotos a esa corta edad eran claros indicios de que algo afuera me transmitía que “eso” estaba mal.

Con el paso de los años, comencé a exteriorizar otros deseos. A tener el pelo largo, a utilizar indumentaria que estaba asignada como femenina. Y lo comencé a manifestar dentro de mi familia.

“Nosotros te vamos a querer siempre, decidas lo que decidas”, fueron las palabras de mis padres, lo que me dio mucho alivio para poder continuar creyendo que mis particularidades no serían obstáculos para desarrollarme en lo que deseaba para mi vida. Pero a su vez, eso era dentro de mi hogar, y debo decir que más por parte de mi madre que de mi padre. En esos tiempos yo no sentía la necesidad de cambiar mi nombre asignado al momento de nacer, por más que no coincidiera con mi apariencia.

Mi padre tenía un local en Grand Bourg (provincia de Buenos Aires), donde vendía productos para animales, y yo trabaja allí algunas horas. Un día, una clienta le dijo: “Qué bonito que está su hijo, parece una nena”. Luego de ese comentario –que me dio mucha vergüenza– mi padre me dijo: “¿qué vas a hacer de tu vida? Vos sé lo que tengas ganas de ser, pero decidite”.

En ese momento no entendí muy bien el mensaje; hoy ya de adulta puedo entender que él necesitaba que yo respondiera a un binarismo, que quería ser “un adolescente” o “una adolescente”, no eso “intermedio” que estaba siendo. Sentí alivio porque seguía entendiendo “la aceptación”, pero desde ese momento comencé a transitar la feminidad, a desear lo femenino entendiendo que la única posibilidad de serlo era ser mujer. No tenía muchas referencias de otras personas travestis o trans, y mi vida comenzó a ser de otro color: Violeta.

La cantante, poeta y activista travesti argentina o “artivista trans sudaca” (como le gusta que la nombren) Susy Shock, ha escrito y hablado mucho acerca de este sistema binario hetero-cis-sexual que nos obliga a “decidirnos”, como me pidió mi padre en aquel entonces.

“La heterosexualidad como régimen político ha construido todo: las leyes, las instituciones, los simbolismos y no puede dejar de construir heterosexualidad y no puede advertir o no tiene ganas de advertir de hay otras posibilidades. Entonces, unx docente se para en un aula para enseñar matemáticas suponiendo que está frente a heterosexuales y eso en sí ya es un fracaso, mas allá de las violencias, es un fracaso como sistema pedagógico. En la mayoría de los casos esto mismo se reproduce en el seno familiar, que termina siendo el territorio más violento, el espacio donde liberamos todas las batallas porque no tenemos nada a mano que nos permita trascender la heterosexualidad obligatoria”, me dice Susy, quien en los últimos años se ha dedicado a profundizar sobre las infancias.

En 2018 publicó “Crianzas”, donde cuenta cómo es ser una “tía trava” y ha acompañado la lucha de padres y madres de niñes trans. “Tenemos que empezar a pensar desde la teoría y la pedagogía travesti-trans, porque tenemos una práctica. En mi caso soy mamá y tía. No sé si tenemos todos los marcos teóricos, porque nuestro mismo devenir, nuestra misma coyuntura empobrecida no nos brinda “ese espacio de paz”, como diría Marlene Wayar [2], para pensarnos concretamente. Pero vamos haciendo y ejecutando en la urgencia”, agrega.

¿Cómo es ser madre de una hija trans?

Dándole un giro a estos pensamientos, hoy también me pregunto: ¿Cómo será ser una madre o un padre de un hije trans? ¿Cuántas preguntas se les pasarán por la cabeza? ¿Cuántos miedos? ¿Cuánta información necesitan para no reprimirte o violentarte? ¿Cuánto amor?

Con estos interrogantes entrevisté a Gabriela Mansilla. Gabriela es la mamá de Luana, la primera niña trans en el mundo en obtener el Documento Nacional de Identidad cuando se promulgó la Ley de Identidad de Género Argentina en el año 2012. Luana tenía apenas 6 años de edad.

Gabriela se convirtió en una referente en la lucha por las niñeces trans, escribió el libro “Yo nena, yo princesa”, testimoniando la transición de su hija, y fundó la Asociación Civil “Infancias Libres”, que defiende los derechos de les niñes trans y crea un espacio de acompañamiento y socialización para sus familias.

Hoy Luana está a punto de cumplir 13 años y Gabriela sigue militando como el primer día, convencida de la importancia de visibilizar estas infancias y adolescencias.

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– ¿Por qué es importante hablar de las infancias trans?

– Empezar a hablar ahora de infancias y adolescencias trans va a cambiar la expectativa de vida de 35 años de las personas trans en América Latina, va a poner en agenda política esta temática. Se va a empezar a abordar otra clase de educación. Necesitamos hablar para cambiar la cultura, para bajar el nivel de violencia que existe con el colectivo travesti trans. Una vez que se entiende que el camino es abrazar, entender, acompañar, respetar, queda toda la otra parte: el afuera. Hay que ir a la escuela, andar por la calle, y entonces no sólo hay que trabajar con las infancias para que se amen, sino que hay que trabajar con el resto de niñes y adolescentes para que puedan sociabilizar con una persona trans, sin rechazarlas ni discriminar, despojar de los fantasmas que otras infancias o adolescencias pueden tener sobre otras niñeces trans. Si no hacemos eso, no van a dejar de existir la violencias. Tenemos que comenzar a quitarle el peso negativo y darnos cuenta: son niñxs como cualquier otrx y necesitan exactamente lo mismo.

-¿Ves cambios en los últimos años en el modo de abordar las niñeces trans?

– Sí, aunque no veo grandes cambios. Veo cambios cuando nos movemos, cuando exigimos, porque esto surge por otras voluntades. Todavía estoy peleando para que respeten a mi hija en la escuela. Hay cambios, pero en lo macro ni siquiera conocen la ley de identidad de género y no se preocupan por conocerla. No existe predisposición a interiorizarse en el tema. Esperan que suceda, y con la papa quemando en la mano, empieza la necesidad de saber qué hacer. Tener una ley ayuda a todo eso. Las mamás de esta nueva generación vamos a estar eternamente agradecidas con el colectivo que la militó, es una herramienta para presionar con la ley. Hay muchos casos de escuelas privadas con asesores legales que niegan derechos. Nosotrxs tenemos una nota de Abosex [3] para cualquier situación. Hemos tenido que enviarla a muchas escuelas.

– ¿Qué rol juegan las familias en la lucha por los derechos?

– Hay un montón de cambios que hemos impulsado desde las familias, porque el colectivo trans adulto tiene tantas urgencias que necesita resolver el aquí y ahora.  Porque las están matando, están peleando por derechos laborales, de salud, vivienda, entonces no pueden ocuparse de ir a un jardín de infantes para que se hable de infancias trans. En mi caso, recién cuando pasó un año de la publicación del libro “Yo nena, yo princesa”, empezaron a aparecer otras familias. Se necesitaron estos mal llamados “casos testigos”. Alguien que dijera “mi niñx es feliz, sobrevivimos”. La idea no es que sean casos aislados sino hablar de las infancias libres en general. Porque el colectivo travesti-trans nunca fue escuchado en las infancias. Pasaron 9 años y hay más organizaciones con familias de otras localidades, los cambios se dan aunque nuestrxs hijxs aún no los pueden disfrutar porque son cambios muy lentos: 7 de cada 10 escuelas en Argentina no conocen la ley de identidad de género, por ende no saben cómo abordar estas temáticas. Eso trasladalo al sistema de salud, a salir a la calle, a la violencia de género.

– ¿Cuáles son las principales dificultades hoy para las familias?

– El tema es: ¿quién escucha a unx niñx trans? Hay un estigma que se implantó de la prostitución en lxs trans y nadie quiere tener una persona trans en sus casas. Yo por eso digo en mis charlas: “llevá a las trans a tu casa, que comparta con tu familia, que sea novia de tu hijx”. Siempre van a preferir que esté en la casa de enfrente. Falta mucho para la aceptación real. Se piensa “a mí nunca me va a tocar” y cuando les toca se quieren morir. Hay que deconstruirse primero unx para poder acompañar a tu hijx. Ahí es cuando saltan las violencias, el machismo, cómo nos atraviesa el patriarcado. Las mamás se empezaron a despertar y empoderar, y eso crea distancias con sus esposos. También hemos tenido casos a la inversa. Se han separado un montón de familias por tener unx hijx trans.

– ¿Qué mitos creés que hay que derribar?

– El biologicismo: la idea de que por tener pene sos un varón o si tenés vulva sos mujer y no hay discusión. La ley obliga a que llamemos a las personas según cómo se identifican, pero mucha gente sigue pensando que sos otra cosa. Lo mas difícil es lo cultural, lo arraigado, lo que ya está establecido. Porque la ley te obliga pero la conciencia no la toman. Estamos en ese momento en que se hacen cosas pero no se genera un cambio interno. Por ejemplo, para que mi hija no quisiera lastimar a su pene ni esconderlo, tuve que amar su pene yo primero y eso fue lo genuino que ella intuyó y eso es lo verdadero. No solo desde lo discursivo porque el rechazo se siente, por más que intentes disimularlo. Vos te das cuenta cuando la gente te ve en la calle y te quiere o te rechaza.

-¿A qué se enfrenta unx adolescente trans que transicionó en la niñez?

-Me lo pregunté mucho tiempo. Creo que primero se enfrenta a si mismx. Lo veo en Luana que tiene una experiencia muy positiva gracias a los recuerdos, el abrazo, estar siempre en su hogar.  Pero cuando viene el desarrollo puberal creo que lxs adolescentes se enfrentan a si mismxs, en esos cambios físicos y ahí es donde más crisis se debe generar. Por ejemplo, en las masculinidades trans, cuando comienzan a crecer las tetas. Si no tenés todo un bagaje previo de amor, ya no empezás a encajar. Inclusive por más que te ames, adentro de la casa todo bien, pero cuando tenés que salir al afuera empieza ael “que no se me note”. A eso hay que sumarle la falta de madurez para poder enfrentar lo que enfrenta una persona adulta, esa adolescencia que adolece y encima es trans. Luana ahora está en esa etapa de niña que quiere seguir jugando pero a su vez quiere un novio, y la mirada del afuera pesa más. Y empiezan a aparecer las relaciones con otras personas, el amor, la necesidad de que te quieran así como sos. Leer más…

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Denuncian a escuela de Bánfield por incumplir Ley de Identidad de Género

Sábado, 12 de octubre de 2019
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 A2F7F43A-007F-4B25-AB69-489C44C4E89BPor Alejandra Zani

Foto: Captura de TV

A raíz de la difusión en los medios del caso de un adolescente trans al que le negaron sus derechos en el colegio, organismos LGBT+ intervinieron para que se cumpla con la ley. El Instituto insistía en nombrarlo en femenino y no se le permitía usar el baño de varones, entre otros actos discriminatorios. Finalmente, el colegio acató la Ley.

Tomás, un adolescente de 13 años, se dio cuenta de que quería transicionar a mediados del 2018. Lxs primerxs en saber fueron sus compañerxs de clase del Instituto Ricardo Güiraldes de Banfield. “Tomi jamás recibió ningún comentario negativo por parte de sus pares. Cuando pudo contar en casa lo que le sucedía, expresó su descontento con el trato de algunos docentes y de las autoridades del colegio, y ahí fue cuando mamá puso manos a la obra”, cuenta a Presentes Selene (24 años), hermana de Tomás.

En el colegio se negaron a llamarlo por su nombre de pila y continuaron refiriéndose a él en femenino, con su nombre consignado en el Documento Nacional de Identidad, violando el artículo 12 de la Ley de Identidad de Género. Tampoco le permitieron hacer gimnasia junto a sus compañeros varones y le prohibieron ir al baño en horario de recreo, como a los otros chicos. Solo podía ir al baño de mujeres en horario de clase.

Este tema es importante, porque el colegio se había comprometido a redactar un acta para que todos los profesores estuvieran al tanto de este supuesto beneficio que le otorgaron a para que lo dejaran ir al baño en horas de clase. Pero la primera vez que Tomi pidió permiso a su maestra de Lengua, ella le dijo que no. Es decir, el colegio no cumplió su parte y el acta nunca existió”, expresa Selene.

Cuando Tomás contó en su casa lo que sucedía en el colegio, Mariela (madre de Tomás y Selene) tomó cartas en el asunto. “Al principio, mamá se encontró con una negativa total por parte del Instituto que hacían alusión a que también ella confundía los pronombres. Y en el colegio dijeron que no tomarían decisiones apresuradas porque Tomás todavía podía ‘arrepentirse’. Debió tener una tercera entrevista, a la que también fue papá, para que algo sucediera. En esa entrevista, la directora y el vicedirector los recibieron con la Ley de Identidad de Género en la mano, con un cinismo absoluto, y le pidieron a mis padres que respetaran los tiempos del colegio. Aunque jamás aclararon cuáles eran esos tiempos”.

También el doctor Carlos Sanz, quien está a cargo del equipo de Infancias y Adolescencias trans en el Hospital Elizalde -donde Tomás está siendo acompañado en su transición- debió llamar al Instituto para explicar qué implica la construcción de la identidad en la adolescencia. Para la hermana de Tomás, también el doctor percibió “la necedad de las autoridades, que deberían saber sobre el tema por ser directivos de una institución educativa”. Finalmente, según la hermana de Tomás, “los directivos terminaron haciendo oídos sordos” a estos reclamos.

«Todos deberían hacer valer la ley»

El caso de Tomás llegó a la Defensoría LGBT, que contactó al colegio. “Podemos presuponer que si las autoridades tomaron de esta manera el abordaje frente a un niño que exigía el reconocimiento de su identidad y lo trataron así es porque el abordaje no ha sido integral respecto a la ESI, que es de lo más básico. Porque cuando hablamos de infancia y adolescencias trans hay mucha información dando vueltas respecto a la legislación”, explica a Presentes Flavia Massenzio, coordinadora de la Defensoría LGBT.

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Nosotros hacemos gestiones directas y en el acto. Llamamos a los organismos para hacer cumplir la legislación vigente. Cuando son lxs niñxs o los padres quienes acercan esta legislación a las autoridades, muchas veces no los escuchan. Pero cuando lo hace un organismo especializado en comunicar esto, lo toman en cuenta. Eso es lamentable, porque la ley debería ser conocida por todxs y todxs deberían hacerla valer”, continúa Flavia. “En este caso nos ponemos a disposición del colegio para dar charlas de sensibilización. Si las autoridades lo manejaron de esta manera es porque no se han informado. Y si no tenemos respuesta, mandamos oficio o iniciamos denuncias que culminan con recomendaciones del Defensor”.

Durante la tarde de ayer y a raíz de la visibilización de la historia de Tomás en los medios de comunicación, las autoridades del Instituto Ricardo Güiraldes citaron a sus padres en el colegio. A través de un audio de WhatsApp acercado por la familia de Tomás a Presentes, Mariela, mamá de Tomás, expresó que la directora y el vicedirector accedieron a cumplir los derechos que su hijo tiene por ley.

A partir de hoy se lo nombrará por toda la comunidad educativa con el nombre elegido. Se modificarán las listas en donde se pondrá el apellido, la inicial del nombre registrado en su DNI y su nombre. También podrá ir al baño de los varones en el recreo, como todos los otros varones, y a partir del año que viene podrá realizar actividad física con los varones. Todo esto se debe a la nota que dio Selene a TN en donde expresa su malestar por el incumplimiento de la ley de género en la escuela. En poco más de 24 hs la lucha de Selene por su hermano dio los resultados que esperaba yo durante la lucha en la escuela en los últimos meses y por eso me siento dichosa”, resume Mariela a través del audio de WhatsApp.

Tomi me agradeció por la nota que se publicó en TN, pero lo vi leer los comentarios de la misma página y en redes sociales y sé que le afectó un montón. Ahí no hay un comentario bueno, no hay nadie objetando sobre la ley ni diciendo algo coherente, y nadie mide que se están diciendo barbaridades sobre un menor de edad”, termina Selene.

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Escuchar, no presuponer

A la hora de acompañar a niñeces y adolescencias trans, para Juan Duncan, del Movimiento de Juventudes Trans (JT), lo último que debe hacerse es suponer por lxs otrxs. “Cada uno sabrá lo que es mejor para unx. No es el lugar de terceros el decidir por nosotros, pero si tanto les preocupa que nos ‘equivoquemos’ o nos discriminen, bien pueden acompañarnos para que este proceso sea lo más ameno posible”.

Juan Duncan es estudiante universitario. Conoció a Tomás y a su madre, Mariela, porque asistieron a varios talleres dictados por el MJT sobre adolescencias trans. “Lo que le pasa a Tomás es algo que trasciende al ámbito escolar. Lo vivimos la gran mayoría de las personas trans en casi todos los espacios que habitamos”, explica a Presentes.

Este problema de negarse a cambiar los nombres por parte de las instituciones suele ser por tres razones: burocrático, desinformación de la ley o simplemente transfobia. La mayoría de las personas que conozco tuvieron problemas para que se les autorice el cambio en sus colegios o universidades, a mí hace poco también. Básicamente, lo que sucede es que se te está negando el derecho a la identidad dentro de un espacio que debería cuidarte y ayudar a formarte. Te anula”.

Para Duncan, esto conlleva un gran impacto emocional. “Se te restringen derechos básicos como el de ir al baño. Te tratan como a un ciudadano de segunda. Un tercero te dice que no podés ser quien sos, aunque haya una ley que te ampare. A muchas instituciones no les importa la ley, les pesa más la transfobia que tienen que las repercusiones legales que pueden comerse. Hay un desgaste terrible en que no te permitan existir, es imposible estudiar si de manera diaria tenés que ver como te están ninguneando. Mucha gente termina abandonando o suspendiendo sus estudios por esto”.

Las instituciones muchas veces no tienen noción del daño emocional que causan. “Especialmente en ámbitos tan importantes como los académicos. En vez de velar por sus alumnxs, lxs alejan. No se les ocurre que pueden estar sacándole la oportunidad de estudiar a un pibe. Juegan, no solo con su presente, sino también con su futuro. Si ves que están vulnerando los derechos de un compañero, alumno o conocido, no seas indiferente. Trata de acompañar, porque puede ser algo muy solitario”.

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Por infancias y adolescencias libres

Si se trabaja la ESI o no se la trabaja en los colegios es lo mismo. La ESI hoy no contempla la identidad trans. Ni sus cuerpos están en las láminas. Por ende, no hemos encontrado muchxs docentes que sepan cómo acompañar la transición o cómo inscribir y respetar a las niñeces y adolescencia trans travestis”, explica Gabriela Mansilla, mamá de Luana (la primera niña trans argentina en obtener su DNI tras la sanción de la Ley de Identidad de Género) y fundadora de la Asociación Civil de Infancias Libres, que promueve la igualdad de los derechos de niños, niñas y adolescentes trans.

Infancias Libres ha acompañado a más de 150 familias de niñeces y adolescentes trans. En un 90% las escuelas no han respetado el nombre de ningune niñe. Hemos sido nosotres quienes nos acercamos a las escuelas a exigir que se cumpla el artículo 12 de la ley. La educación y formación de este país es binaria y biologicista. Hay que transformar la educación para así tener a las niñeces y adolescencias trans respetadas”, continúa Mansilla.

Mansilla enfatiza: esto no depende de la voluntad de la escuela, es obligatorio. Por lo tanto, no se trata de esperar sus tiempos. “Los derechos de personas menores de edad son vulnerados a cada instante en las escuelas. No necesitamos tiempo, es urgente. Hasta que en las escuelas se capaciten, el daño que les menores reciben a veces es irreparable. Por eso desde la Asociación no aconsejamos, sino que exigimos que se cumpla la ley que establece un trato digno. Tienen que saber que no es necesario tramitar con urgencia el DNI ya que a su solo requerimiento debe de respetarse la identidad de las personas especialmente niños, niñas y adolescentes”.

ARTÍCULO 12. — Trato digno. Deberá respetarse la identidad de género adoptada por las personas, en especial por niñas, niños y adolescentes, que utilicen un nombre de pila distinto al consignado en su documento nacional de identidad. A su solo requerimiento, el nombre de pila adoptado deberá ser utilizado para la citación, registro, legajo, llamado y cualquier otra gestión o servicio, tanto en los ámbitos públicos como privados.

Fuente Agencia Presentes

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Niegan el derecho a la identidad a niños y niñas trans en Buenos Aires

Viernes, 2 de febrero de 2018
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ropa2Una niña de Quilmes de siete años pidió el cambio de género y nombre en su partida de nacimiento y en el DNI. Lo hizo a través de sus padres, como exige la Ley de Identidad de Género. Cuando la familia consultó en el Registro de las Personas de la provincia de Buenos Aires sobre el estado del trámite les avisaron que el nuevo documento estaba en camino. Unos días más tarde recibieron un sobre con documentación oficial: no era el DNI y la partida de nacimiento de su hija, era una notificación que rechazaba el pedido.

Un niño de ocho años de Punta Indio y otro de La Plata también recibieron una notificación de rechazo. Es la primera vez en seis años, desde la aprobación y promulgación de la ley, que el Estado le niega a menores de 13 años el derecho a la identidad de género: desde 2013 más de 20 niños y niñas obtuvieron sus DNI con la identidad autopercibida. Ahora las asociaciones AboSex e Infancias Libres, que acompañan a las familias de los niños y las niñas trans, anticiparon que llevarán los casos “hasta las máximas instancias locales e internacionales de protección de derechos humanos”.

El Registro de las Personas argumentó el rechazo diciendo que se debe conformar un equipo multidisciplinario que analice si los menores de 13 años tienen “el grado de madurez suficiente para prestar un consentimiento válido”. “Es una interpretación totalmente arbitraria”, explicó a Cosecha Roja Alejandro Joma, representante de la asociación AboSex. “Cualquier niño que puede entender que hace el cambio de género puede pedir el cambio de DNI sin importar la edad. Es una batalla que ya fue saldada y por la cual se luchó mucho, agregó.

“Las personas trans luchamos mucho para tener esta ley y ahora no se respeta. A los niños les afecta mucho no poder ver reflejado su nombre en el DNI o que no les respeten el nombre en el colegio o en el médico”, dijo a Cosecha Roja Matias Veneziani, secretario de la Asociación Civil Infancias Libres.

La Ley 26.743 de Identidad de Género, sancionada y promulgada en mayo de 2012, otorga el derecho a todas las personas a que se les reconozca su identidad de género. En el artículo 5 establece que los niños, niñas y adolescentes que deseen efectuar un cambio de género y nombre deben hacer el pedido “a través de sus representantes legales y con expresa conformidad del menor”El Registro de las Personas está obligado a reconocer la identidad de género “sin necesidad de ningún trámite judicial”.

En 2013 Lulú se convirtió en la primera niña trans en tener DNI con nombre femenino. Se asumió nena desde que nació y a los cuatro años le dijo a su mamá Gabriela: “Yo no soy un nene, soy una nena. Ya no me llamo Manuel, me llamo Lulú”.

Gabriela entendió que no debía imponerle a su hija una identidad que no era la suya. Así, las dos juntas comenzaron un recorrido de acompañamiento y de lucha contra la incomprensión, la negación y la discriminación cada vez que la llevaba a anotar a un taller, danza o patín o cuando iban a una guardia médica para que la atendieran.

Lulú necesitaba un DNI que reconociera su derecho a la identidad. Durante un año insistieron para que el Registro de las Personas de Buenos Aires rectificara sus datos. A pesar de que en 2012 había sido sancionada la ley de Identidad de Género, la titular del registro y el asesor de Menores e Incapaces del Tribunal de Morón consideraban que la nena no tenía capacidad para decidir sobre su identidad.

En octubre de 2013, el jefe de ministros de la provincia de Buenos Aires, Alberto Pérez, le entregó a Gabriela Mansilla la nueva partida de nacimiento y el DNI de su hija. “Todas las personas trans fueron niños en algún momento, pero no existía en la sociedad la posibilidad de percibirlo”, dijo Gabriela ese día. Y agregó: “El temor lo tenemos los adultos, no los niños, ya que en el jardín los compañeros no tienen ningún problema en aceptarla tal como ella se siente”.

A partir de la publicación de esta nota, la Defensoría del Pueblo de Buenos Aires realizó una presentación de oficio ante el Registro Nacional de las Personas de la provincia para que las autoridades informen los fundamentos del rechazo al reconocimiento de la identidad de género de niños y niñas trans. Actuamos de oficio por la gravedad y el retroceso que implica esta decisión de apartarse de lo que establece la legislación”, explicó el defensor del Pueblo adjunto de Buenos Aires, Walter Martello.

Fuente: Cosecha Roja, vía SentidoG

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