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Muere José María Castillo, el ‘padre’ de la Teología Popular

Domingo, 12 de noviembre de 2023
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jose-maria-castilloUna inmensa pena la que sentimos por el fallecimiento de un maestro cuyas reflexiones nos han acompañado desde los inicios de esta página Web. Descansa ya, hermano, de las censuras vaticanas y las injusticias que sufriste…

 El teólogo falleció en su querida Granada esta mañana

Ha muerto como vivió. Sin querer hacer ruido, sin avisar. Y dejando mucho cariño alrededor. El téologo y ‘jesuita sin papeles’, nuestro querido José María Castillo, acaba de fallecer en su amada Granada. Lo ha hecho rápido, junto a Marga, la mujer que lo acompañó en las últimas décadas, también en el tránsito final

Hace más treinta años, publicó los temas de Teología Popular, la teología que ahora renace, “puesta al día”. Esto se lee en su biografía ‘oficial‘. Aunque José María es más, mucho más, que eso

Echaremos de menos su voz recia, fuerte, su palabra siempre precisa. Y intentaremos que se culminen los últimos proyectos que ha dejado sobre su mesa en Granada. Y le leeremos, porque Castillo nos ha dejado una vida entregada, y su palabra. Su palabra escrita, profética, que resuena en los corazones de mucha gente de buena voluntad. Descansa en paz, amigo.

Entrevista a Castillo: “El poder de la Iglesia de hoy me da lástima y coraje”

José M. Vidal: “Castillo fue un gran teólogo, un profeta, una partera de la primavera y un cielo de persona”

Xabier Pikaza: J. M. Castillo (1929-2023). Alternativa cristiana, un teólogo del pueblo

Los últimos libros de José María Castillo, en Religión Digital

Ha muerto como vivió. Sin querer hacer ruido, sin avisar. Y dejando mucho cariño alrededor. El téologo y ‘jesuita sin papeles’, nuestro querido José María Castillo, acaba de fallecer en su amada Granada. Lo ha hecho rápido, junto a Marga, la mujer que lo acompañó en las últimas décadas, también en el tránsito final.

José Mª Castillo nació en Puebla de Don Fadrique (Granada), en 1929. Ha sido jesuita durante más de cincuenta años. Doctor en Teología Dogmática (Universidad Gregoriana de Roma). Profesor de teología dogmática (Facultad de Teología de Granada). Profesor invitado en diversas Universidades (Gragoriana, de Roma; Comillas, de Madrid; UCA, de El Salvador). Doctor Honoris Causa por la Universidad de Granada. Autor de más de treinta libros y de numerosos artículos en revistas de investigación, de divulgación y de prensa diaria. Hace más treinta años, publicó los temas de Teología Popular, la teología que ahora renace, “puesta al día”. Esto se lee en su biografía ‘oficial‘. Aunque José María es más, mucho más, que eso.

Sacerdote, teólogo, escritor. Amigo, siempre atento y preocupado por su Iglesia,enamorado de ella, y de la libertad que, en los últimos años, trajo a la misma el Papa Francisco, quien le recibió y confesó que le leía, y le admiraba. Se hace difícil escribir sobre él en estos momentos, porque todavía estamos esperando su último artículo, que iba a dedicar a la situación de la mujer en la Iglesia.

Echaremos de menos su voz recia, fuerte, su palabra siempre precisa. Y intentaremos que se culminen los últimos proyectos que ha dejado sobre su mesa en Granada. Y le leeremos, porque Castillo nos ha dejado una vida entregada, y su palabra. Su palabra escrita, profética, que resuena en los corazones de mucha gente de buena voluntad. Descansa en paz, amigo.

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Rehabilitado por Francisco

Fuente Religión Digital

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Esperar

Domingo, 12 de noviembre de 2023
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ELLA VENDRÁ

Ya la acogí, en las sombras, muchas veces
y la temí rondándome, callada.
No era el vino nupcial, eran sus heces;
era el miedo al amor, más que la amada.

Pero sé que vendrá. Confío en ella,
amada fiel de todos y maldita.
No hay modo de escapar a su querella.
Sin hora y sin lugar, ella es la cita.

Vendrá. Saldrá de mí. La llevo dentro
desde que soy. Y voy hacia su encuentro
con todo el peso de mis años vivos.

Pero vendrá… para pasar de largo.
Y en la centella de su beso amargo
vendremos Dios y yo definitivos.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

“Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz:

“¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”

Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas:

“Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.”

Pero las sensatas contestaron:

“Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.”

Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo:

“Señor, señor, ábrenos.”

Pero él respondió:

-“Os lo aseguro: no os conozco.” Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.”

*

Mateo 25,1-13

***

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¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!
Mt 25, 1-13

Un Dios que, en la encarnación, hace solidario lo divino y lo humano; en la cruz, une sufrimiento y la promesa; en la resurrección, iguala para siempre al desfigurado y al transfigurado.

*

Alberto Cano 

***

Lo realmente triste no es cuando, al anochecer, regresas y no tienes a nadie que te espere en casa, sino cuando tu no esperas nada de la vida […]. Esperar, esto es, experimentar el gozo de vivir.

Dicen que la santidad de una persona se mide según el espesor de su espera. Quizás sea verdad. Si es así, hay que concluir que Maria es la más santa de las criaturas, porque toda su vida aparece marcada por el gozo de quien espera […]. Santa María, virgen de la esperanza, danos de tu aceite, que nuestras lámparas se apagan. Mira: se han agotado las reservas. No nos mandes a otros vendedores. Reaviva en nuestras almas el antiguo ardor que nos quemaba por dentro, cuando bastaba una pequeñez para rebosar de alegría: la llegada de un amigo lejano, el rojo atardecer después de una tormenta, la caída de las hojas anunciando el regreso del invierno, los repiques de campanas en los días de fiesta, el vuelo raso de las golondrinas en primavera, el acre olor emanado de los lagares, el canturreo de las cantinelas otoñales, el encorvarse tierno y cadencioso del regazo materno, el perfume del espliego al preparar la cuna.

Si hoy no sabemos esperar es porque estamos escasos de esperanza. Se han desecado las fuentes. Sufrimos una profunda sequía de deseos. Y, satisfechos con los miles de sucedáneos que nos asedian, ya no esperamos nada de las promesas selladas con la sangre del Dios de la alianza […]. Santa Maria, virgen de la esperanza, danos un alma vigilante. Cercanos a los umbrales del tercer milenio, nos sentimos, lamentablemente, mas hijos del crepúsculo que profetas de la claridad que llega. Centinela del mañana, despierta en nuestro corazón la pasión por los jóvenes anuncios para transmitirlos al mundo, que se siente ya viejo. Entréganos el arpa y la citara, y contigo madrugaremos para despertar la aurora. Frente a los cambios que sacuden la Historia, haz que experimentemos de nuevo los estremecimientos primeros, Haznos comprender que no basto con acoger: es necesario esperar. Acoger es, a veces, Señal de resignación. Esperar es, siempre, signo de esperanza. Haznos, por tanto, ministros de la espera. Y el Señor que viene, Virgen del adviento, nos sorprenda, también junto a tu materna complicidad, con la lámpara en la mano.

*

A. Bello,
María, Señora de nuestros días,
San Pablo, Madrid 1996.

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“Esperar a Jesús con las lámparas encendidas”. 32 Tiempo ordinario – A (Mateo 25,1-13)

Domingo, 12 de noviembre de 2023
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%cf%83%ce%ac%cf%81%cf%89%cf%83%ce%b70012Entre los primeros cristianos había, sin duda, discípulos «buenos» y discípulos «malos». Sin embargo, al escribir su evangelio, Mateo se preocupa sobre todo de recordar que, dentro de la comunidad cristiana, hay discípulos «sensatos» que están actuando de manera responsable y discípulos «necios» que actúan de manera frívola y descuidada. ¿Qué quiere decir esto?

Mateo recuerda dos parábolas de Jesús. La primera es muy clara. Hay algunos que «escuchan las palabras de Jesús» y «las ponen en práctica». Toman en serio el evangelio y lo traducen en vida. Son como el «hombre sensato» que construye su casa sobre roca. Es el sector más responsable: los que van construyendo su vida y la de la Iglesia sobre la verdad de Jesús.

Pero hay también quienes escuchan las palabras de Jesús y «no las ponen en práctica». Son tan «necios» como el hombre que «edifica su casa sobre arena». Su vida es un disparate. Si fuera solo por ellos, el cristianismo sería pura fachada, sin fundamento real en Jesús.

Esta parábola nos ayuda a captar el mensaje fundamental de otro relato en el que un grupo de jóvenes salen, llenas de alegría, a esperar al esposo para acompañarlo a la fiesta de su boda. Desde el comienzo se nos advierte que unas son «sensatas» y otras «necias».

Las «sensatas» llevan consigo aceite para mantener encendidas sus lámparas; las «necias» no piensan en nada de esto. El esposo tarda, pero llega a medianoche. Las «sensatas» salen con sus lámparas a iluminar el camino, acompañan al esposo y «entran con él» en la fiesta. Las «necias», por su parte, no saben cómo resolver su problema: «se les apagan las lámparas». Así no pueden acompañar al esposo. Cuando llegan es tarde. La puerta está cerrada.

El mensaje es claro y urgente. Es una insensatez seguir escuchando el evangelio sin hacer un esfuerzo mayor para convertirlo en vida: es construir un cristianismo sobre arena. Y es una necedad confesar a Jesucristo con una vida apagada, vacía de su espíritu y su verdad: es esperar a Jesús con las «lámparas apagadas». Jesús puede tardar, pero nosotros no podemos retrasar más nuestra conversión.

José Antonio Pagola

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“¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”. Domingo 12 de noviembre de 2023. 32º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 12 de noviembre de 2023
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55-OrdinarioA32Leído en Koinonia:

Sabiduría 6,12-16:Encuentran la sabiduría los que la buscan.
Salmo responsorial: 62: Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
1Tesalonicenses 4,13-18: 
A los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Mateo 25,1-13: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!
En estos domingos «finales» del año litúrgico, los textos nos dirigen una invitación a reflexionar sobre el «fin» de toda existencia. Éste fin es considerado no sólo como la meta en que la vida adquiere realización o acabamiento, sino también como la meta del caminar histórico colectivo del ser humano y de la realidad toda. Semanas para contemplar este aspecto ineludible de nuestras vidas.

La primera lectura, del Libro de la Sabiduría, es un himno que canta los maravillas de la Sabiduría. Ésta sale al encuentro de quienes la buscan, de quienes la aman, y ella misma se muestra. La sabiduría es una cualidad, una manera en que Dios se manifiesta a quienes realmente le buscan. La única condición para que este encuentro se llegue a dar, es estar abierto a la sabiduría, buscarla; como se busca a Dios. (Importante darse cuenta de que la Sabiduría es presentada en este libro como «personificada», pero no «hipostasiada»: la personificación es simplemente una figura literaria, una forma de hablar).

Por su parte Pablo, en la carta a los Tesalonicenses, intenta responder las dudas de algunos hermanos que han ingresado hace poco a la comunidad. Estos hermanos consideran desfavorecidos a los difuntos porque iban a estar ausentes de la cercana venida del Señor. Pablo reafirma la enseñanza que él recibió. Los que murieron en Jesús estarán presentes con él en el último día. Ellos resucitarán en primer lugar y los que quedemos seremos llevados al Señor. Por que si creemos que Jesús murió y resucitó, Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús, pues para Pablo en el bautismo, expresión de conversión, nos sumergimos en la muerte del Señor para resucitar con él; así mismo quienes murieron con Cristo resucitan con él porque han participado del camino, del seguimiento, y la alegría por continuar anunciando la Utopía de Dios, que llamamos Reino. Terreno difícil para distinguir lo que es sustancia de nuestra fe –o de nuestra esperanza- sin confundirla con una cosmología o mitología del tiempo y de la cultura helenista que no era la de Jesús… teniendo en cuenta que la cosmología o representación de la vida y la muerte en la cultura de la sociedad en que vivió Jesús tampoco son para nosotros «Palabra de Dios»…

El evangelio del día de hoy nos trae la parábola de las diez vírgenes, prudentes y necias, que estaban esperando al novio. No dice a sus novios o a los novios. «El novio» designa a Jesús mismo (Mateo 9, 15). Y recordemos que el reino de Dios también es simbolizado con un banquete de bodas…

La parábola nos enseña que el final de cada persona depende del camino que se escoja, que de alguna manera, la muerte es consecuencia de la vida –prudente o necia- que se ha llevado. Muchachas necias son las que han escuchado el mensaje de Jesús pero no lo han llevado a la práctica. Muchachas prudentes son las que lo han traducido en su vida, por eso entran al banquete del Reino. De esta manera, la lectura del evangelio se enmarca en la preocupación de los cristianos recién convertidos de la comunidad de Tesalónica, Grecia, (los Tesalonicenses), la preocupación por el final de los tiempos.

La parábola es una seria llamada de atención para nosotros. “ustedes velen, porque no saben el día ni la hora“. No dejen que en ningún momento se apague la lámpara de la fe, porque cualquier momento puede ser el último. Estén atentos, porque la fiesta de la vida está teniendo lugar ya, ahora mismo. El Reino está ya aquí. Enciendan las lámparas con el aceite de la fe, con el aceite de la fraternidad, de la caridad mutua. Nuestros corazones llenos así de luz nos permitirán vivir la auténtica alegría aquí y ahora. Los demás, los que viven a nuestro alrededor se verán también iluminados, conocerán también el gozo de la presencia del Novio esperado. Jesús nos pide que nunca nos falte ese aceite en nuestras lámparas.

Ciertamente tenemos que aprovechar el momento presente, pero para construir fraternidad, no para buscar de manera egoísta nuestro propio bienestar. Las vírgenes necias pusieron otro aceite en sus lámparas: el que sólo sirve para alumbrar egoístamente nuestro camino. No pudieron entrar en la fiesta de la boda. Y si hubiesen entrado no hubiesen entendido absolutamente nada. En la fiesta de la hermandad los que sólo miran por su propio interés se aburren.

Sería bueno preguntarnos de qué tipo es el aceite que alimenta nuestras lámparas. Sería bueno examinar cómo trabajamos día a día para aumentar la intensidad de nuestro fuego, y de nuestras reservas. ¿O acaso desperdiciamos las ocasiones de crear fraternidad, de amar y servir a los hermanos?

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12.10.23: La Iglesia no se divide en varones/mujeres, clérigos/laicos, sino en necios y sensatos (Dom 32 TO; Mt 25, 1-13)

Domingo, 12 de noviembre de 2023
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IMG_1289Del blog de Xabier Pikaza:

 Según esta parábola (Mt 25, 1-13) la iglesia está representada por diez muchachas que esperan la llegada del Amor, la Vida. Son la iglesia entera (varones y mujeres, judíos y gentiles…); no se distinguen por ser varones o mujeres, clérigos/sacerdotes o simple pueblo, sino por ser necias o sensatas, por tener aceite o no tenerlo  (a diferencia de un tipo de iglesia, donde ha importado mucho el ser varones y/o clérigos).

Este pasaje es una parábola, no un texto jurídico, pero tiene muchísima importancia, pues parábolas como ésta muestran la verdad del evangelio, en una iglesia donde importa más ser obispo, que tener sensatez buen aceite. Desarrolo del tema en Comentario Mateo

Mt 25, 1-13. Muchachas con alcuza.

  Como sabe todo lector de la Biblia, Los evangelios de Lucas y Mateo se distinguen por la forma que han tenido de recrear en parábolas el mensaje y vida de Jesús:

– Lucas (artista de la vida) condensa el mensaje de Jesús en dos parábolas de gracia liberadora y nueva humanidad (hijo pródigo, buen samaritano).

-Mateo (escriba de iglesia) insiste más en parábolas de compromiso humano: obreros de la viña (Mt 22),  muchachas con o sin aceite (25, 1-13), ovejas y cabras(25, 31-46) (Imagen: Poema de Dámaso Alonso)

Diez muchachas son toda la humanidad, varones y mujeres, todos dormidos, esperando al amor (tema del que ayer, Sal 45, 45, en RD y FB). Todos somos para Jesús como muchachas, cansadas, dormidas, esperando a “godot” (diosecito-amor, cf. drama de S. Beckett). No hay diferencia, dormidos todos (chicos y chicas, papas y papisas, emperadores/as, presidentes/as, obreros/as, médicos/as, buenos/as). Pero llega la voz en la noche (Nueva humanidad, el Reino), nos despierta a todos y empieza la diferencia. Unos/unas necios, otros/otras sensatos, sin aceite o con aceita, esto es lo que nos distingue.

Jesús define a la iglesia como mujeres esperando.

— ¿Ocupan las mujeres en la Iglesia actual el lugar que para ellas quiso Cristo? Parece que no, a pesar de Sínodo 23. Jesús no distinguió en la iglesia varones y mujeres, sino necios y sensatos.  La iglesia actual en cambio distingue y margina en su “oficio de espera” a las mujeres por mujeres, por más sensatas que sean, elevando muchos varones, por más insensatos que sean.

La primera causa de esta distinción es que la iglesia hizo/hace más caso a un “orden social” de patriarcado masculino que al evangelio. Conforme a un “ordo patriarcal”, a los cien años de la muerte de Jesús, los varones por varones (no por sensatez de evangelio) crearon una honda distinción en la iglesia, como ratifican las Cartas Pastorales post-paulina (1-2 Timoteo, Tito), que quisieron adaptar el cristianismo al “buen orden público” romano: las mujeres en casa, sometidas; lo hombres fuera y en casa mandando

Al convertirse en institución de poder religioso y social (dejando de ser un movimiento mesiánico de liberación), la iglesia optó por matener las estructuras sociales de poderpatriarcal), justificando esa opción con pseudo-argumentos religiosos, que se han mantenido hasta el Sínodo 23.

Una vez que esa tradición patriarcal se inscribe en el lenguaje de la Iglesia, ella se vuelve “canónica” y se retro-alimenta a sí misma, como ha sucedido y sucede hasta hoy. El orden patriarcal de los varones ha creado un tipo de Iglesia que parece “lógica”, siendo difícil de desmontar, a pesar del evangelio de este domingo, que no distingue entre varones y mujeres, sino entre necios y sensatos.

Esa situación que antes parecía lógica (porque respondía a un entorno patriarcal) puede y debe calificarse de escándalo evangélico, y hasta de pecado. Ciertamente, la palabra “pecado” es fuerte, pero puede y debe aplicarse… Es un pecado contra el Espíritu de Cristo (contra su inspiración básica, de tipo mesiánico) y contra los signos de los tiempos, que van en línea de igualdad entre varones y mujeres.  Es evidente que un tipo de club de necios (sin aceita en las alcuzas) sigue defendiendo su poder en la iglesia. He dicho que en un sentido esta situación es de pecado, pero más que de pecado yo hablaría además de algo previo, es decir, de necedad: de no entender la novedad del evangelio y de la vida humana.

Las cosas no se arreglan dejando que las mujeres accedan sin más al tipo de ministerios actuales de la Iglesia… El tema es más hondo: Es conocer y aceptar el verdadero aceite del evangelio No es que  las mujeres deban ser curas, obispos o papas como los actuales, sino de cambiare el tipo de ministerios, desde el NT, conforme a la “sensatez” de Jesús.

El tema no se resuelve con la simple ordenación presbiteral o episcopal de mujeres (cosa que podría hacerse ya, como hacen otras iglesias episcopales, luteranas y anglicanas), sino que exige un cambio más profundo en la organización de la iglesia y de sus actividades (ministerios). Ciertamente, algunos teólogos ofrecen argumentos ontológicos (y de naturaleza humana) para mantener la situación actual, diciendo que sólo los varones pueden ser “sensatos” sacerdotes ministeriales, porque Cristo fue varón y no mujer. Pero ese argumento, asumido por el magisterio del Vaticano,  resulta bíblica y teológicamente difícil de mantener, y va en contra del impulso central del movimiento de Jesús, que no distingue entre varones y mujeres en su movimiento de Reino, ni en esta parábola de las 10 muchachas esperando la llegada de la nueva humanidad (es decir, del Dios/Amor, de la más honda dignidad en el amor)

La historia es venerable y maestra de vida, pero el hecho de que sólo los varones hayan sido presbíteros y obispos en los últimos siglos no exige que las cosas deban seguir siendo así, pues la historia ha cambiado, no solamente por impulsos culturales, sino también, y de un modo especial, por las implicaciones del movimiento de Jesús y de la experiencia pascual de los primeros cristianos, que nos lleva a superar el patriarcalismo.  Éste no es el único problema de la Iglesia, pero es importante, pues nos sitúa de nuevo en las raíces creadoras del movimiento de Jesús, que aún no se han desarrollado plenamente en nuestra Iglesia.

En ese sentido, sin una igualdad radical, de fondo, entre varones y mujeres, y un impulso evangélico de base, no se puede hablar de reforma de la iglesia ni tampoco de apertura hacia un futuro de transformación mesiánica. No se trata de un pequeño cambio en el organigrama de los ministerios, como ya se ha hecho en varias iglesias luteranas y episcopalianas (con mujeres presbíteros y obispos), sino de una transformación de fondo en la visión de los ministerios y de la jerarquía de la Iglesia católica y, sobre todo, en la creatividad de la misma Iglesia.

Igualdad no es uniformidad, sino comunión desde la diferencia. No sabemos dónde el cambio, pero debemos caminar, retomando así la base del evangelio, que fue promovido al principio por mujeres, como aparece en Mc 16, 1-8. Los cambios que esa transformación exige pueden ser fuertes, pero son necesarios. No conocemos aún la meta (la llegada del Esposo/Esposa/Amor),  pero es evidente que debemos hacer un camino, empezando por ellas, las mujeres del final del evangelio de Marcos, que nos deben llevar de nuevo a Galilea.

¿Y qué hacemos con las mujeres necias? ¿Les cerramos la puerta del reino de Jesús como dice al fin esta parábola? Ciertamente, puede haber necias entre las mujeres  que aspiran a un tipo de sacerdocio/misión en la iglesia actual. Pero también hay muchas, y con mucho aceite… Por otra parte, entre los que aspiran al sacerdocio de poder en la Iglesia puede haber también muchos necios… Los tantos por ciento los dejo a la vida. Jesús, que tenía gran humor, a ojo de buen cubero, dijo 50% necios-necias y 50% prudentes-prudentas. Dejemos los tantos por ciento y busquemos tener todos y todas aceite en alcuza… y que iglesia obre en consecuencia.

  1. COMENTARIO EXEGÉTICO (cf. Pikaza, Ev. Mateo).  

       Según esta nueva parábola, el que viene no es el Hijo del Hombre (24, 39), ni un posible ladrón (24, 43), ni el Dueño de casa (24, 45), sino el Esposo prometido de la tradición profética (Oseas Jeremías, Isaías 2 y 3), esposo/amor de todos los hombresy mujeres. La historia de la humanidad puede compararse según eso con una celebración de bodas, un camino de maduración en el amor. Éste es un tema que había destacado Mt 22, 1-10, al reinterpretar la parábola del banquete (Q: Lc 14, 16-24), como parábola de bodas del hijo del Rey. Desde ese fondo puede y debe entenderse narración como parábola (con el efecto sorpresa del rechazo de las necias) y como alegoría (por su forma de dividir a la humanidad en dos mitades, y de entender la meta de la vida como bodas)[1].

Una parábola ya conocida. Elementos básicos(25, 1-4). Esta narración está contada desde el trasfondo de la historia de Israel… Quizá guarda un recuerdo de Jesús (que se ha referido a las bodas del reino: 9, 14-17). Pero tal como se cuenta parece obra del mismo evangelista (o de su escuela) que ha creado en 24, 45‒25, 46 un gran “retablo” escatológico con temas vinculados a la culminación (o realidad más honda) de la historia. En sí misma, esta parábola se encuentra íntimamente unida al desarrollo precedente, como muestra su forma de presentar a las cinco sensatas (fro,nimoi, 25, 2-3), en la línea del administrador de 24, 4 (que debía ser fro,nimoj, sensato). Estas dos parábolas (24, 45-51 y 25, 1-13) nos sitúan, pues, ante una visión general de la “inteligencia o sensatez escatológica”, interpretada como buena administración y buen noviazgo, esperanza de bodas:

Las diez muchachas/os (parthenoi,varones o mujeres) son signo de una humanidad ya madura para el amor, y así aparecen vinculadas de un modo íntimo con Dios, esperando las Bodas finales de la historia. Ciertamente, en el fondo se encuentra el motivo de Israel como novia/esposa de Yahvé, un motivo presente a lo largo de la Biblia desde los tiempos de Oseas, Jeremías y Ezequiel. Pero, siendo signo de Israel, ellas representan a cada uno de los hombres o mujeres de la humanidad, que debe mantenerse preparados para las bodas de Dios.

Esta imagen de las diez muchachas, cada una con sus luces encendidas ante el esposo, para acompañarle en la procesión de bodas, resulta bien conocida en oriente (incluso en Roma). La palabra lámpara puede evocar una candela de aceite con mecha pequeña (que se apaga a cualquier golpe de viento), pero quizá se refiere a una antorcha de aceite con mecha de tela resistente al aire. En otra línea, la imagen puede evocar el gran signo israelita de la menorah, candelabro de siete lámparas del santuario.

 ‒ Aceite. Se conserva en la alcuza de cada persona, como algo propio de ella y es, por tanto, intransferible: Es el don de la existencia, la vida en su sentido más profundo. Hombres y mujeres son “aceite” que alumbra en cuanto se consume, haciéndose luz ante (en) Dios. No son luz para un templo exterior, como el de Jerusalén, sino para el esposo, el mismo Dios. Éste es el signo distintivo más precioso del ser humano: el buen aceite que alumbra. Fuera quedan otros posibles aspectos o valores de tipo social o legal (e incluso religioso), pero los hombres y mujeres son aceite, que han de tener preparado, como una reserva de “vida” ante el esposo.

Pues bien, ese mismo aceite divide a los hombres, de manera que la humanidad puede compararse a cinco muchachas necias y cinco inteligentes, como se cuenta en otras “historias” de ese tipo. En ese contexto, nuestra tiene un fondo y una finalidad parenética, y sirve para insistir en la posibilidad del bien y del mal… y en la exigencia de conversión, con el fin de que, a la postre, todos puedan entrar con el esposo, cuya llegada evoca el límite del tiempo. La división se confirma y ratifica al final, pero se encuentra adelantada por la forma en que aparecen las muchachas: las cinco necias   no se han ocupado del aceite, mientras las sensatas   tomaron, con las lámparas una reserva de aceite en la alcuza.

 ‒ Un noviazgo compartido y diferente. Estas vírgenes/novias pueden entenderse en sentido personal y/o social. Todas son esposas del único esposo  (varón o mujer, Dios, el Reino)  de manera que su matrimonio ha de interpretarse en clave monogámica, pero en línea trascendente, no de este mundo (en sentido biológico-corporal, pues en ese caso se trataría de un marido polígamo), como sabe desde Oseas la tradición profética, que interpreta al pueblo en su conjunto y a los israelitas en particular como “esposa” de Yahvé.

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“Preparando el examen final”. Domingo 32. Ciclo A.

Domingo, 12 de noviembre de 2023
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IMG_1282Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

 Diez muchachas eran sensatas…

Se acerca el fin del año (litúrgico)

Nos acercamos al final del año litúrgico, que terminará el 26 de noviembre. Como si nos aproximáramos al final de curso y tuviéramos que hacer un examen, la Iglesia quiere que nos preparemos a fondo y con tiempo. Para ello, en estos tres últimos domingos del año (32-34º), se leen tres parábolas que se complementan: las diez muchachas, los talentos, el Juicio Final. Estas parábolas solo se encuentran en el evangelio de Mateo, que las añade con un fin muy concreto: tomarse la vida muy en serio.

Un huracán inesperado

             El 24 de octubre de 2023 se abatió sobre Acapulco (Méjico) un huracán de fuerza 5. Se han contabilizado 46 muertos y 58 personas no localizadas. Pensemos también en los miles muertos en la Franja de Gaza, Israel, Ucrania y el resto del mundo. Si pudieran volver a la vida estarían de acuerdo con las palabras del evangelio: «Estad en vela, porque no sabéis el día ni la hora»  .

Vigilar no es vivir angustiado

               San Luis Gonzaga estaba un día jugando al frontón y le preguntó un compañero: «Hermano Luis, si supieras que ibas a morir dentro de poco, ¿qué harías?». Y él respondió: «Seguir jugando». ¿Cómo se conjugan la vigilancia y el juego? La parábola de hoy puede ayudarnos a comprenderlo.

La parábola de las diez muchachas

«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo! Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.” Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.” Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: “Señor, señor, ábrenos. “Pero él respondió: “Os lo aseguro: no os conozco. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

                 En tiempos de Jesús, cuando se celebraba una boda, un grupo de muchachas acompa­ñaba al novio a recoger a la novia para acompañarlo a la ceremonia. A partir de este hecho tan trivial crea Jesús la parábola. Nos encon­tramos ante diez muchachas divididas en dos grupos de cinco: unas necias, que se olvidan del aceite para los candiles; otras sensatas, que llevan aceite de repues­to. Hasta aquí todo es posible. Pero la parábola adquiere de repente un tono irreal, porque quien da el plantón no es la novia, sino el novio, que se retrasa hasta la medianoche.

                        Mientras, las diez se han quedado dormidas. Y los candiles siguen consumiendo aceite. Al llegar el novio, unas pueden reponerlo fácilmente, los otros están casi agotados. Las sensatas no quieren darles aceite, y el novio se niega a admitirlas después de cerrada la puerta.

                     La conclusión de la parábola es desconcertante: “Por tanto, estad en vela, porque no sabéis el día ni la hora”. Es desconcer­tante, porque ninguna de la diez ha velado, todas se quedaron dormidas. Lo cual significa que la vigilancia, en este caso, equivale a la sensatez de llevarse la provisión de aceite. ¿Qué significa esto en la práctica?

Dos interpretaciones posibles

                     La parábola se ha interpretado en dos líneas principales.

                Una concede especial importancia al aceite, viéndolo como imagen de la fe, del fervor, de las buenas obras, de lo que debemos estar provistos cuando llegue el esposo, Cristo.

              Otra no presta atención al aceite; lo importante es estar preparados ya, y no retrasarlo hasta un momento que resulte demasiado tarde. Esta segunda línea parece la más exacta, como lo demuestra su traducción al lenguaje moderno. Diez universitarios se acercan al fin de curso. Cinco han estudiado durante todo el año, asistido a las prácticas, tomado apuntes; otros cinco han empalmado movida con movida. En el momento de entrar al examen piden a los primeros que les pasen las respuestas. Los otros se niegan, como es lógico. El examen se prepara con tiempo, no se improvisa ni se copia.

            De todos modos, las dos interpretaciones se complementan. Si decimos: «Lo importante es estar preparados», ¿en qué consiste la preparación? «En llevar aceite de repuesto». Y ¿qué es el aceite? Mateo dejará claro dentro de dos domingos, en la parábola del juicio final, que el aceite del que debemos estar provistos son las buenas obras: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, etc.

La clave de la 1ª lectura

                    La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, ofrece una perspectiva muy interesante. Se ha elegido porque su tema empalma con el de la sensatez de la cinco muchachas.

La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento.

                     En esta lectura, la sabiduría no es algo intelectual, un conjunto de conocimientos, sino una persona a la que se ama, se busca y se encuentra, o que se encuentra sentada a nuestra puerta esperándonos. Los primeros cristianos aplicaron esta imagen personalizada de la sabiduría a Jesús, que es la Sabiduría de Dios.

               Con esto, la parábola adquiere un sentido nuevo. ¿Cómo podemos estar preparados? ¿En qué consiste la vigilancia? En tener ese contacto con Jesús, pensar en Él, hablar con Él, dejarnos encontrar por Él. Para que no nos ocurra lo que dice el novio a las cinco muchachas insensatas: “No os conozco”. La amistad con Jesús, la capacidad de diálogo con Él, no se improvisan. Hay que ejercitarlas todos los días para poder disfrutar luego del banquete de bodas. Sin olvidar que el segundo mandamiento es igual que el primero: el amor y la preocupación por el prójimo tampoco se improvisan a última hora.

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12 noviembre, 2023. Domingo XXXII del Tiempo Ordinario.

Domingo, 12 de noviembre de 2023
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Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite, en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.”

(Mt 25, 1-13)

Si la realidad fuera tan clara y distinta como nos la presenta la parábola de hoy todo sería mucho más sencillo.

La parábola de las vírgenes, como otras muchas de Mateo, divide el mundo entre buenos y malos. No cabe duda de que las necias son quienes no llevaron aceite y se quedaron en la puerta por su propia necedad, pero en la vida cotidiana las cosas son mucho más complejas, nuestro esquema de buenos y malos se cae por su propio peso. Sin embargo, seguimos viviendo como si fuera cierto y nos acabamos creyendo que los “nuestros”, los de nuestro color, los de nuestro partido, los de nuestro equipo, son los buenos, los acertados, frente a los demás, que no les queda más remedio que ser los malos, los equivocados.

En este dualismo solo hay un camino: la violencia. Cada grupo quiere imponer su verdad. Probablemente aquella primitiva comunidad de Mateo se vio en la necesidad de defenderse. Como grupo marginal que era se veía amenazado por todos los costados. Necesitaba distinguirse y marcar un camino claro y distinto y hasta aquí es comprensible, pero no deja de tener sus peligros. El “buenismo” en nuestra Iglesia ha hecho mucho daño. Cuando la Iglesia ha sido poderosa ha aplastado a quienes eran diferentes.

Creo que en el único lugar donde funciona el esquema de bueno/malo es en el corazón de cada una. Todas las personas somos una mezcla de bueno y malo, luz y oscuridad. Todas llevamos dentro una sensata y una necia. Cuando alimentamos la luz, la oscuridad cede. Si agrandamos el espacio de lo bueno, lo malo empequeñece.

Ojalá esta parábola nos sirva para entrar en nosotras mismas a poner más luz, en lugar de quedarnos a oscuras señalando errores ajenos.

Oración

Derrama, Trinidad Santa, tu aceite generoso y sé Tú la llama que ilumine nuestro interior. ¡Amén!

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Si tú lámpara está apagada eres un cacharro inútil.

Domingo, 12 de noviembre de 2023
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Mt 25, 1-13

Los textos de estos últimos domingos del año litúrgico nos invitan a despertar, a estar preparados. Ya no pensamos en ese Dios vengativo que está al acecho para ver como puede cogernos en un renuncio y condenarnos. La frase: “Dios te coja confesado” es un insulto a Dios. Dios no nos espera al final del camino para juzgarnos. Dios es el principio y está en nosotros cada instante de nuestra vida para que podamos llevarla a plenitud.

Ya no tiene sentido meter miedo: No sabéis el día ni la hora. ¡Temblad! Y eso que, en el ciclo (A) nos libramos de textos apocalípticos, que son todavía más terroríficos. No es la muerte la que tiene que dar sentido a nuestra vida, sino al revés, solo viviendo a tope, se aprende a morir. Aunque solo os quedara un segundo de vida, haríais mal en pensar en la muerte. Sería más positivo el vivir plenamente ese segundo. La muerte ni quita ni añade nada; el auténtico sentido debemos dárselo a la vida plenamente consciente.

Después de un año o más de desposorios, se celebraba la boda, que consistía en conducir a la novia a la casa del novio, donde se celebraba el banquete. Esta ceremonia no tenía ningún carácter religioso. El novio, acompañado de sus amigos y parientes iba a casa de la novia para conducirla a casa de su propia familia. En su casa le esperaba la novia con sus amigas, que la acompañarían. Todos estos rituales empezaban a la puesta del sol y tenían lugar de noche, de ahí la necesidad de las lámparas.

La importancia del relato no la tiene el novio ni la novia, ni siquiera los acompañantes. Lo que el relato destaca es la luz. La luz es más importante que las mismas muchachas, porque lo que determina que entren o no entren en el banquete es que tengan o no tengan el candil encendido. Una acompañante sin luz no pintaba nada en el cortejo. Ahora bien, para que dé luz una lámpara, tiene que tener aceite. Aquí está la madre del cordero. Lo importante es la luz, pero lo que hay que procurar es el aceite.

El aceite y la luz son las obras que manifiestan una actitud adecuada. Jesús había dicho: Yo soy la luz del mundo. Y también: vosotros sois la luz del mundo. El ser humano es luz cuando ha desplegado su verdadero ser; es decir, cuando trasciende y va más allá de lo que le pide su simple animalidad. No es que nuestra condición de animales sea algo malo, al contrario, es la base para alcanzar nuestra plenitud, pero si no vamos más allá, cercenamos nuestras posibilidades de humanidad.

La primera lectura nos ayuda a entender la parábola. La Sabiduría es encontrar el sentido de la vida que es más importante que la vida misma. La vida tiene sentido, pero tenemos que descubrirlo. Esa es la tarea específicamente humana. Nuestra vida puede quedar malograda como vida humana. Hay que estar alerta, porque el tiempo pasa. Hay que despertar, de lo contrario, perderás la oportunidad de ser tú.

¿Cuál es el aceite que arde en la lámpara? Si acertamos con la respuesta, tenemos resuelto el significado de la parábola. En (Mt 7,24-27) se dice: Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra, se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Y todo aquel que no las pone por obra, se parece al necio que edificó sobre arena. La luz son las obras. El aceite que alimenta la llama es el amor. El ser sensato no depende de un conocimiento mayor sino de la plenitud de Vida.

Así se entiende que las sensatas no compartan el aceite con las necias. No es egoísmo. Es que resulta imposible amar en nombre de otro. Nuestra lámpara no puede arder con aceite prestado. Dar sentido a la vida no se puede improvisar en un instante. Solo con lo que hay de Dios en mí, descubierto, reconocido, desplegado, puedo considerarme encendido. Ese despliegue constituye la Sabiduría de la que nos hablaba la 1ª lectura. Sin llama, seremos irreconocibles incluso para el mismo Dios.

Interpretar la parábola en el sentido de que debemos estar preparados para el día de la muerte, es tergiversar el evangelio. El esperar una venida futura de Jesús es pura mitología que nos lleva a un callejón sin salida. La parábola no hace especial hincapié en el fin, sino en la inutilidad de una espera que no va acompañada de una actitud de servicio. Las lámparas deben estar encendidas siempre; si esperamos a prepararlas en el último momento, toda la vida transcurrirá carente de sentido.

Obsesionados por una “salvación eterna” para el más allá, hemos interpretado esta parábola como una advertencia: ¡cuidado! Si a la hora de la muerte no estás preparado, irás al fuego eterno para toda la eternidad. Nada más lejos del sentido del relato. Si el aceite es el amor manifestado en obras, lo que cuenta es toda una vida consumida en favor de los demás. No podemos pensar en el último día para darle  sentido. Hay que buscar una interpretación más de acuerdo a todo el mensaje de Jesús.

La venida de Jesús al final del tiempo es una imagen que no podemos tomar al pie de la letra; tiene un significado mucho más profundo. Jesús, con su muerte en la cruz, consumió todo su aceite en una llamarada que sigue iluminándonos. El don total de sí mismo trasformó todo lo humano en divino. Allí culminó su “historia humana” porque solo permanecerá de él lo que le identifica con Dios, y Dios está fuera del tiempo y del espacio. No nos cabe en la cabeza que el consumirnos no sea nuestra meta.

Los primeros cristianos esperaron la segunda venida de Jesús de una manera temporal. Nosotros seguimos esperando esa venida en la que no se hablará de cruz, sino de gloria para todos. No nos gusta cómo terminó Jesús su paso por la tierra, por eso hemos inventado un futuro a nuestro gusto para él y para nosotros. Esperamos que vuelva glorioso y nos comunique esa misma gloria. Esta visión surge de nuestro falso yo, que nunca aceptará el desaparecer, mucho menos consumirse en beneficio de los demás.

Si queremos dejar de ser necios y empezar a ser sensatos, debemos desplegar nuestra vida desde otra perspectiva. Tenemos que abandonar todo proyecto de glorificación, sea en este mundo o sea en el otro, y entrar por el camino del servicio a los demás hasta la entrega total. El aceite solo da luz a costa de consumirse. Si aceptamos el programa del evangelio solo porque nos han prometido una “gloria”, la cosa no puede funcionar.

La situación humana se parece a un avión que rueda por la pista a su máxima potencia, pero no es capaz de alzar el vuelo. Tiene dos opciones: aumentar la potencia o aligerar la carga. Todo ser humano está diseñado para trascender, ir más allá de su biología. Aumentará la potencia por la comprensión de su verdadero ser. Deshacerse de carga sería superar los apegos, las seguridades materiales.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¡Despertad!

Domingo, 12 de noviembre de 2023
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Mt 25, 1-13

«Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron»

¡Carpe diem! —había dicho Horacio—, aprovecha el momento, no malgastes tu vida, porque se acaba y sólo se vive una vez… ¡Despertad! —nos dice Jesús—, que estáis adormilados y os estáis perdiendo lo mejor de la vida. Estad alerta, aprovechad el tiempo, haced rendir vuestros talentos, obrad siempre mirando al final. No olvidéis que esto es camino, que nuestra tarea aquí no es instalarnos en una posada confortable, sino caminar hacia el destino que Dios nos ha preparado…

Sí. Jesús era muy radical y nosotros muy templados. En este pasaje, y otros muchos del evangelio, es de notar la radicalidad con la que Jesús nos urge a replantearnos la vida. A la mayoría de nosotros, la fe en Jesús nos lleva a moderar un poco nuestro modo de vivir, a compartir algo más, a consumir algo menos… Hemos hecho el milagro de compaginar el seguimiento de Jesús con la sociedad de consumo, pero Jesús vive solamente para el Reino, para servir, para salvar, y nos urge a hacer del Reino el centro de nuestra vida; nos urge a ocuparnos de los hijos de Dios que sufren en el mundo.

Ruiz de Galarreta desarrolló en su día la idea de la urgencia con la fuerza y la lucidez que le eran características, y nos van a permitir incluir aquí lo que decía:

«La urgencia es que millones de hermanos míos se mueren de hambre. La urgencia es que millones de niños son prostituidos. La urgencia es que millones personas no pueden creer en Abbá porque no ven en su vida nada de hermandad, ni han tenido nunca cariño. La urgencia es que tampoco en nosotros ven amor y solidaridad, y lo que sí ven es que no damos soluciones a los problemas del mundo. La urgencia es que nos preocupamos más de invertir bien nuestro dinero que de dar de comer al hambriento.».

«La urgencia es que nosotros la Iglesia nos preocupamos mucho más de nuestros problemas internos que de la explotación de los miserables. La urgencia es que, por todo eso y por mucho más, no creen en nosotros la Iglesia, y así no pueden creer que Dios les quiere… La urgencia es que la frase terrible de Jesús a los escribas y fariseos «¡ay de vosotros que ni entráis ni dejáis entrar!», nos concierne de lleno».

«Hay muchas personas, seguidoras de Jesús, que hacen presente por todo el mundo el amor del Padre trabajando heroicamente por sus hijos. Pero entre nosotros, la magnífica Iglesia del primer mundo, somos más los que dormimos con las lámparas apagadas. Y ésa es nuestra propia y personal urgencia. Nosotros nos estamos perdiendo la fiesta, nosotros no esperamos al Novio, nosotros tenemos poco que ver con el Reino… Ésa es nuestra urgencia personal» …

Termino. Nosotros la Iglesia, que deberíamos ser semilla revolucionaria poderosa dinamizadora de la transformación de la sociedad, vivimos adormilados o sumidos en estériles intelectualismos para iniciados, y ya va siendo hora que dejemos de mirarnos el ombligo y comencemos a mirar a nuestro alrededor.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Atentas a la irrupción de Dios en lo cotidiano.

Domingo, 12 de noviembre de 2023
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jesus-parabola-10-virgenes-09-parabola_10_verginiMateo 25,1-13

A través de esta parábola el Evangelio nos anima a la espera y la atención consciente del paso de Dios por nuestra vida. El Dios de Jesús no es inaccesible, sino que su deseo es darse-nos y lo  hace de forma sorprendente y desconcertante. La vida es un constante adviento que nos pide estar preparados y preparadas para acoger la novedad de Dios en cada momento y situación. La pregunta religiosa fundamental no es tanto ¿dónde está Dios? sino ¿cómo está Dios?

A veces irrumpe como grito empeñado en hacernos despertar de nuestras somnolencias cómplices, empujándonos a salir de nuestras zonas de confort ante la injusticia, y el olvido de los otros. Otras lo hacen con la suavidad de una caricia que nos sana y nos capacita para ser cauces de consuelo y liberación  en las heridas del corazón del mundo y de la historia, a poner en el centro la vida, la  alegría y la esperanza en medio de tanto destrozo del que estamos siendo contemporáneos.

La presencia del Dios-Amor en el mundo no es evidente. Está escondida, hay que ir más allá de la cáscara de la realidad para captar su paso. Requiere cultivar una sensibilidad experta en separar el oro de la ganga, pues el Dios de Jesús no es puro ni neutro, sino que es un Dios manchado y salpicado por las contracciones y las barbaries humanas. Un Dios que no soluciona nada mágicamente, pero nos sostiene en todo y nos lanza siempre guiños desde el abajo y el adentro de la historia.

Frente a la dispersión y la confusión que nos rodea, las vírgenes prudentes de la parábola nos recuerdan la sabiduría de vivir centrados y centradas en lo esencial, a no aplazar lo verdaderamente importante por lo urgente. Nos desafían a vivir con atención plena  desde la hondura de lo cotidiano.

Para ello necesitamos algunos aceites: el aceite de la capacidad de sorpresa ante la realidad y las personas, en lugar de dárnosla por sabida; el aceite de la conexión interna con la fuente del ser, viviendo de adentro a afuera y no al revés; el aceite de la confianza y la bondadosa  cercanía, que  capacitan  la mirada  para descubrir lo invisible y nos abre a visiones y planteamientos nuevos para crear futuro con Jesús.

Pepa Torres Pérez

Fuente Fe Adulta

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Nadie puede vivir por ti

Domingo, 12 de noviembre de 2023
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Lampara-aceite-amp.Domingo XXXII del Tiempo Ordinario

12 noviembre 2023

Mt 25, 1-13

La parábola no quiere poner el acento en la cuestión egoísmo/generosidad -en la resistencia a compartir-, sino en el hecho de que nadie puede vivir por ti. El “aceite” de que habla no es algo que pueda obtener desde fuera, ni algo de lo que otros pudieran surtirme. El aceite, en este relato, es sinónimo de comprensión. La cual requiere, en principio, todo un camino de indagación y experimentación, que nos permita vivir en la luz (con “las lámparas encendidas”).

Es justamente la comprensión la que nos permite ver la vida como una “boda”, es decir, como la celebración de la unidad de todos con todo: todo es uno, todo se halla interconectado; son infinitas las diferencias, pero no cabe la separación.

Lo único que nos impide verlo es la “necedad” -del latín “nescio”, que significa “no sé”- de que habla Jesús, es decir, la ignorancia. Por el contrario, lo que nos permite vivir en la luz -liberados de la confusión- es la “sensatez” o, lo que es lo mismo, la sabiduría o comprensión.

La comprensión puede aparecer espontáneamente -y de pronto nuestras lámparas aparecen llenas de aceite- o puede ser fruto de un trabajo paciente por el que vamos aprendiendo a ver más allá de las apariencias.

Resulta profundamente significativo el hecho de que todas las grandes tradiciones sapienciales -pensemos incluso en los sabios griegos- han insistido en algo decisivo: lo que podemos percibir por los sentidos, todo lo que se mueve a nuestro alrededor, no es nunca lo realmente real. Todo ello son “apariencias”, que merecen nuestro cuidado y gestión, pero son solo formas más o menos efímeras, no lo realmente Real.

Por ahí se mueve el camino de la indagación: ¿qué es aquello que permanece cuando todo cambia? Comprenderlo es el “aceite” que solo cada cual -sin negar la ayuda que podamos recibir y que actuará de manera evocadora- puede poner en su existencia.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Velad , que nos hemos quedado “sin luces” en la noche.

Domingo, 12 de noviembre de 2023
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VIRGENES-PRUDENTESVírgenes prudentes, catedral de Estrasburgo

Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Hacia el final del año litúrgico y de la historia: 

Poco a poco nos vamos acercando al final del año litúrgico (el próximo 3 de diciembre comenzaremos el nuevo año con el primer domingo de Adviento).

Durante los cuatro domingos de este mes de noviembre, las lecturas, la Palabra, nos irá situando ante el final, ante la finalización tanto personal como de la historia de la humanidad.

En último término detrás de todo esto está la cuestión del sentido de la vida: ¿Hacia dónde camina el universo, la historia, nuestra vida? ¿Cuál es nuestra finalización?

Como cristianos, creemos (confiamos) y esperamos que nuestra historia termina en Cristo y ello nos ayuda a vivir el presente no con el miedo a un juicio final justiciero, sino a vivir con gozo porque estaremos siempre con el Señor (S Pablo, 2ª lectura).

La esperanza en el futuro del Señor es la alegría y serenidad del presente. Vivimos ya hoy en el Señor.

02.- Ser sabios en la vida.

Hemos escuchado en la primera lectura (Sabiduría) que meditar en ella, en la Sabiduría, es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones.

Ser sabio, o la sabiduría no es estudiar una carrera universitaria con notas brillantes ni tener muchos conocimientos científicos. Ser sabio es saber vivir.

No siempre que se tiene ciencia, se tiene sabiduría. La ciencia no es sabiduría. Muchas personas científicas no saben vivir.

00167f195a4a8ce0c22fe2abf1829748Vírgenes necias, catedral de Estrasburgo

Nuestros mayores y mucha gente sencilla: obreros, labradores, madres de familia, humildes trabajadores, no han tenido o no tienen títulos académicos, no tenían muchos conocimientos científicos pero han sido, son, sabios en la vida, saben vivir. Humildes monjes en la vida monacal, poetas, misioneros “perdidos” en la selva, mucha gente sencilla tienen calma y serenidad en la vida, tienen sabiduría.

Quien tiene la cabeza bien puesta y vela por la sabiduría, pronto se ve libre de preocupaciones.

Podremos tener dificultades, enfermedades, escasez de medios, de dinero, “rifi-rafes” religiosos y clericales, pero quien sabe de dónde y hacia dónde camina, tiene la sabiduría fundamental.

Hoy en día vivimos a toda prisa para no llegar a ningún lado, vivimos atiborrados de quincallería tecnológica, pero no hallamos la paz.

Fray Luis de León (siglo XVI) lo decía así:

Qué descansada vida

la del que huye el mundanal ruido

y sigue la escondida senda por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido.

03.- El final es ser con Cristo

Aquellas primeras comunidades paulinas (Tesalónica – 2ª lectura) dudaban de cómo termina esta historia, pues la gente seguía y sigue muriendo y Cristo no llega para concluir la historia de la salvación.

¿Dónde van a parar nuestros difuntos y dónde pararemos nosotros?

Por eso le peguntan a Pablo sobre la suerte de los difuntos. (Todavía en esta carta Pablo piensa que el Hijo del Hombre va a llegar “un día de estos” y trata de alentar la esperanza de aquellos cristianos).

 En un segundo momento, S Pablo se dará cuenta de que la “venida de Cristo” no es una cuestión histórica, ni geográfica y dejará de pensar en términos de tiempo para, más sencillamente, creer que: Seremos en Cristo.

La historia de la humanidad, nuestra propia existencia termina donde comenzó: en Cristo. Estamos llamados a concluir en el Señor.

Esta es una gran sabiduría que impregna toda nuestra existencia y nos libra de preocupaciones.

04.- El aceite: La luz en la noche y sueño de la vida.

si3la04_tmHemos escuchado una parábola de bodas, de aguardar el futuro, con lámparas de aceite encendidas que puedan iluminar la noche de la vida.

    Algunas de las mujeres de la parábola salieron con las lámparas encendidas a esperar al esposo: el amor. Otras se adormecieron en la vida.

    También hoy se nos han apagado las lámparas. El aceite enciende es el fuego y el espíritu que alumbran la existencia.

Nos hemos quedado sin aceite, sin luz y sin “luces” en la vida. Vivimos adormecidos en una gran “narcolepsia” por las mil drogas que la sociedad nos ofrece, si no impone. Tenemos mil fuegos artificiales, que nos ciegan más que iluminan la noche  y problemas de la vida.

No tenemos aceite (sabiduría) capaz de alumbrar nuestra existencia.

    Cuidemos el aceite, la Sabiduría, el saber vivir.

    Velad: vivamos sabia y gozosamente despiertos esperando y caminando con Cristo. Nos veremos libres de preocupaciones y llenos de paz y esperanza.

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