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31.3.19. Un hombre tenía dos hijos… el problema son los hermanos

Domingo, 31 de marzo de 2019

70c343d09b9bd40bdcced549fdf99e33Del blog de Xabier Pikaza:

Mi hermano musulmán, mi hermano extranjero, mi hermano delincuente

 Fácil es tener dos hijos, eso lo puede “hacer” casi cualquiera… Lo difícil es lograr que ellos se quieran, y eso es algo que quizá, vistas las cosas que pasan en el mundo, sólo pueda conseguirlo el Dios de Cristo.

Un hombre tenía dos hijos…Así comienza la Biblia, contando la historia de Caín y Abel (Gen 4), hermanos querido y enfrentados, de tal forma que uno terminó matando al otros. De esa manera comienzan casi todos los “mitos” o relatos de la historia humana, como han puesto de relieve antropólogos y pensadores, de Kant a Hegel, de Marx a Freud y R. Girard.

Esta es nuestra historia: Somos hermanos, como nos decía la Revolución Francesa (igualdad, libertad, fraternidad…), pero nos seguimos enfrentando, no somos iguales y libres. Y así estamos enfrentados:

 blancos con negros, indígenas con emigrantes, autóctonos con invasores, ricos con pobres, nacionales con extranjeros… hombres con mujeres. Somos lo más querido, hermanos, y sin embargo nos queremos a muerte.

Imágenes:

1-2- Hijo pródigo, cuadros de Rembrandt y Murillo (fijarse en los dos hermanos), y 3-4. Caín y Abel, los dos hermanos: Panel de la Catedral de Salerno (siglo XI, de autor desconocido) y de la puerta del  baptisterio de Florencia (siglo XV, de L. Ghiberti)

Un hombre tenía dos hijos, es decir, había dos hermanos con un padre

50557964eefef016b19ddbd6023e2e9eAsí comienza esta parábola, una de las parábolas más importantes de la historia de la humanidad, atribuida a Jesús (aunque ha podido ser creada por uno de sus seguidores, para condensar precisamente el sentido de su vida y mensaje). Ha sido leída, escuchada, meditada, contemplada y vivida por millones de cristianos, aunque en general desde una perspectiva algo estrecha, fijándose sólo en la relación entre el hijo pródigo y el padre, cuando los personajes de la parábola son tres (un padre, un hijo pródigo, un hijo cumplidor…), y las relaciones que se establecen entre ellos son también tres:

  1. Es sin duda importante la relación del padre con el pródigo, en línea de “pecado” del pródigo, arrepentimiento (se supone) y perdón del padre misericordioso.
  1. Pero es quizá más importante en la parábola la relación del padre con el hijo “cumplidor”, que no acepta la vuelta del pródigo y no le quiere ver en casa, sin que, al parecer, el padre logre convencerle de que se reconcilie con su hermano.
  1. Y finalmente la relación más importante, el centro de la parábola, es la que puede y debe establecerse entre los dos hermanos, y no tanto desde la perspectiva del pródigo,sino del cumplidor.

Un caso de hermana

  He comentado cien veces esta parábola en cursos, cursillos y clases, pero no sé si he logrado convencer a alguien de su verdad (y no sé si estoy convencido yo mismo). Pero tenía yo una amiga profesora de clásicas, con la que mantuve amistad durante más de treinta años, fallecida ya, una gran cristiana.

Pues bien, ella tenía un hermano “pródigo” en el mal sentido de la palabra, que había gastado gran parte de la fortuna de la casa, y que quería volver para gastar el resto… con grandes gestos de arrepentimiento… Y mi amiga tuvo que acudir al juez, y el juez dictó sentencia prohibiendo al hermano volver, bajo pena de cárcel, a la casa de su padre.

Mi amiga profesora me decía, una y otra vez: Yo no puedo recibirle en la casa, para que nos robe y engañe de nuevo… Sé que quizá está mal, se lo pregunto a Jesús, y Jesús me dice que le quiera… Pero no puedo recibirle en casa. Estoy segura de que, cuando contó esta parábola, Jesús no tenía un hermano como éste… Y además, él habla del padre, y no de los hermanos…

Me han dicho que ha muerto al fin la hermana profesoras, y ha muerto el hermano mal‒pródigo, ladrón de la casa de su padre… Y en la nueva vida de la resurrección Jesús les habrá contado de nuevo, quizá de otra manera, esta parábola.

 3        Dejo el caso, vuelvo al tema. Leed por favor la parábola (Lucas 15, 1-3. 11-32) y hablemos de nuevo. O Jesús no entendía nada, o estaba loco, decía mi amiga…  Nadie en el trabajo puede cumplir esta parábola, nadie en la política… y, seguía diciendo mi amiga,  nadie en la Iglesia la cumple: “la predican, pero no la cumplen… La toman como un sentimiento interior de piedad ante Dios, pero no la cumplen como Jesús quería que se cumpliera…”.

La conducta de Jesús

Dejemos a mi amiga (que está sin duda gozando del Dios de la parábola, que a ella le hacía sufrir…), vengamos al contexto:

  1. Hermanos pródigos: Por un lado estaba Jesús, que aceptaba en su grupo a los pródigos… A los enfermos y marginados, a los débiles, expulsados, oprimidos, a los publicanos, pecadores, prostitutas, a los leprosos y quizá los poseídos por espíritus diabólicos. A todos acogía en su grupo, a buenos y malos, rompiendo de esa forma el buen orden del sistema social y religioso de su tiempo.
  1. Hermanos cumplidores: Por otro lado estaban los fariseos y escribas, con los sacerdotes, es decir, los defensores del orden establecido. Ellos eran los limpios, los “legales”, los cumplidores de la constitución de Israel, los amigos oficiales de  Dios, jueces y guías de los hombres y mujeres, aquellos que “sostienen” el orden  del mundo, con su justicia, con su fuerza.

   Ya lo sé, cualquiera que lea la parábola dirá que las cosas no son tan sencillas, que no puede hablarse sin más de los buenos pródigos y de los malos cumplidores… Además, los cumplidores, los buenos trabajadores, los defensores del orden legal o constitucional son necesarios para que exista derecho en el mundo…

Ya lo sé… Jesús no dijo nunca que lo pródigos, enfermos, pecadores… eran buenos, sino que estaban necesitados, y que es preciso acogerles. Jesús nunca pensó que es malo trabajar, crear un orden de justicia en el mundo… Pero ese orden de justicia pierde todo su sentido si no ayuda a los necesitados, a los expulsados, emigrantes, pródigos de todo tipo

–  Jesús llega al lugar de los expulsados, para ofrecerles comunión en su reino: toca a los leprosos, acoge a las mujeres que la sociedad considera pecadoras/impuras, come con los publicanos, ofrece casa, comida a los marginados; cura a los enfermos para ofrecer a los humanos un signo de Dios, para romper las barreras que dividen y separan a hombres y mujeres, para crear en fe una familia mesiánica en que caben (son hermanos) todos los que acogen la palabra de Dios Padre (cf. Mc 3, 31-35) y están necesitados (Mt 25, 31-46).

Jesús protesta de esa forma contra el orden de una ley civil y/o religiosa que se funda en la separación de los justos-buenos y los pecadores. Por eso resulta normal que los sabios y limpios “oficiales” le condenen. ­Llevada hasta el final, la actitud de Jesús pone en riesgo el orden de la sociedad. Por eso, los poderes establecidos le rechazan, apelando a su Dios del orden que divide a los humanos en buenos y malos, conforme a su frontera de justicia.

En esa línea, la protesta que vincula en contra de Jesús a sacerdotes y romanos (que acaban matándole) es de tipo social en el sentido más hondo de ese término: ellos, los adversarios de Jesús, defienden un modelo de  comunicación y vida que se funda en los poderes establecidos de la ley sagrada (judía) y en la estructura de un imperio que toman como  revelación de lo divino (romanos)… sin lugar para emigrantes, pródigos, pobres de diverso tipo.

Una casa de reino para los dos.

6Desde ese fondo entendemos el tema de la casa, que Mc 3, 20-35 había desarrollado en perspectiva de familia abierta a todos, a cumplidores y pródigos.  Jesús quiere abrir en la casa del padre un lugar para los hermanos pródigos, emigrantes, enfermos…

No es que el pródigo (y Jesús) sea “piadoso” y sus adversarios malos, sino casi lo contrario. En sentido convencional son piadosos los otros, los que defienden el orden: se muestran realistas, saben que la ley es necesaria; por eso les parece peligrosa la actitud de este rompedor de círculos, pretendido mesías de comunión universal que, apelando a posibles perdones de Dios, va contra el Dios establecido, porque acoge en su familia a los pródigos del mundo. En contra de ellos ha pronunciado Jesús su más hondo programa de familia, en forma de parábola:

Publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.Fariseos y letrados le criticaban diciendo: – Ese acoge a los pecadores y come con ellos. Entonces, Jesús les propuso esta parábola…:

Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo a su padre: – Padre, dame la parte de fortuna que me toca… (… y sigue la parábola contando la marcha del hijo menor,  su vida en tierra extraña, su retorno, la acogida y fiesta que le ofrece el padre, y  continúa:)

El hijo mayor estaba en el campo. A la vuelta, cerca ya de la casa, oyó la música y el baile; llamó a uno de los mozos y le preguntó qué pasaba. Este le contestó:  -Ha vuelto tu hermano y tu padre ha mandado matar el ternero cebado,porque ha recobrado a su hijo sano y salvo.

El se indignó y se negó a entrar; pero el padre salió e intentó persuadirle. El hijo replicó: – Mira: a mí, en tantos años como te sirvo sin desobedecer nunca una orden tuya, jamás me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, matas para él el ternero cebado.

 El padre le respondió: – Hijo mío ¡tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo! Además, había que hacer fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo se había muerto y ha vuelto a vivir, se había perdido y ha sido hallado (Lc 15, 1-3. 12.25-32).

 Esta es parábola de la casa mesiánica:es la palabra de Jesús, tercer hermano, que quiere vincular en familia de diálogo y respeto al hermano legal (mayor) y al pródigo (menor). Esta es una parábola cristológica,: palabra de Jesús que supera la violencia y expulsión de la sociedad antigua, vinculando en nombre de Dios (en acogida mutua, perdón y amor)  a los hermanos antes separados. Así lo muestran sus interlocutores:

 – Por un lado están aquéllos que pueden reflejarse en el hermano menor: los pecadores y expulsados que Jesús ha ido curando y acogiendo en su camino, introduciéndolos en la nueva casa de Dios, casa del Padre donde se proclama el perdón y se celebra la gran fiesta de la vida.

– Por otro están los que actúan como hermano mayor: son justos en línea de ley, fariseos y letrados que sacralizan el orden, defendiendo así sus privilegios.  Irónicamente se dice que siempre han habitado en la casa de su Padre: por eso deberían conocerle, aceptando su amor por los pequeños y pobres.

Jesús no ha presentado esta parábola a los pobres, pecadores, publicanos, excluidos, a quienes va llamando a su familia mesiánica, pues ellos conocen su forma de actuar, sino a los mayores, que se tienen por justos y construyen la casa de la vida (de la sociedad civil y/o religiosa) fundándose en sus propias leyes, en línea de seguridad impositiva.  Lleguemos al final, veamos la función de cada personaje:

– El hermano menor ha sido ya acogido en la casa donde Jesús le ha ofrecido comunión; por eso celebra la fiesta de la vida con su Padre. La parábola no cuenta el proceso de su conversión, aunque relata su necesidad en tierra extraña e impura, destacando el hambre. Dice que ha vuelto y que el Padre, sin escuchar hasta el fin su descargo de conciencia, le acoge en la fiesta de la fraternidad, superando así la ley antigua.

– El Dios de la parábola, padre de Jesús, ha recibido ya en su casa de perdón y gracia a los pequeños de la tierra. Es Padre universal: para todos tiene casa, lugar en la familia. Por eso  sale al campo a dialogar con el mayor, ­escucha sus razones y le invita a superar la ley con el hermano.  Este es el Dios de Jesús que, perdonando a los pródigos, se ocupa también de fariseos y letrados: les atiende, les anima, les exhorta, para que compartan la vida con el antes perdido.

– El hermano mayor sigue fuera hasta el final de la parábola: discute con el padre (Jesús), le acusa y quiere condenarle, para bien de la casa. Tiene sus razones: ¡el mesías de Dios debería sancionar el orden de los buenos! Por eso sigue protestando a la vera de la casa y no sabemos cómo acabará su gesto ¿Entrará? ¿Quedará fuera? La parábola no quiere responder. Sabiamente deja la cuestión abierta.  Jesús ha realizado su gesto; ahora son ellos, los mayores los que deben (debemos) responderle. Jesús ha derribado las barreras de la ley impositi­va, superando así los privilegios de los buenos para ofrecer casa de vida gratuita y compartida a todos los hermanos.

Esta es la parábola de Jesús hermano: ya no se limita a perdonar y enseñar como a la adúltera y María (misterios 10-11), sino que ofrece la casa común a manchados y limpios, a menores y mayores. Aquí aparece como hermanos universal, iniciador de libertad que abre una casa donde habiten juntos no sólo Marta y María, sino la adúltera y sus jueces anteriores, en fraternidad de gracia. Por eso cura y acoge a los proscritos: no se ha limitado a esperarles a las puertas de la casa, va a su encuentro, abriéndoles la suerte y fiesta de su mesianismo abierto a los antiguos fariseos y letrados. Así es Mesías de la nueva familia de Dios para los humanos.

No es mesías de ley o sacralismo separado de la vida, no es redentor de una nación de justos, pueblo de hombres y mujeres separados en virtud de su pureza o sus antiguos privilegios. Es mesías porque acoge a los expulsados del sistema (hermanos menores) y ofrece a los otros (los mayores) su palabra de exigencia y conversión. Todos caben en su casa y camino de reino.

La conducta de Jesús

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