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La primera urgencia de hoy es volver a Jesús (1)

Martes, 16 de agosto de 2016

volver-a-jesusPrimera parte de una entrevista realizada por la Revista ADSIS a José Antonio Pagola sobre la necesidad de “volver a Jesús”.

P: José Antonio, en el encuentro que compartimos contigo fue una gozada escucharte hablar de Jesús con tanta hondura y esperanza… Tú nos insistes en «no seguir lamentándonos, sino a pasar una a nueva fase de nuestro seguir a Jesús». ¿Qué quieres decir con eso?

R: Están creciendo entre nosotros algunos hechos y actitudes que, a mi juicio, no nos van a conducir a la renovación que la Iglesia necesita para promover hoy el proyecto de Jesús en la sociedad contemporánea. Pienso en el desencanto y la pasividad de muchos cristianos buenos y sencillos que viven este momento con desconcierto y pena; el clima creciente de enfrentamientos y descalificaciones mutuas entre colectivos de sensibilidades opuestas; la asfixia de vivir envueltos en lamentaciones y críticas estériles que no abren caminos hacia el evangelio; el miedo a la creatividad a la que nos llama el Espíritu de Jesús, que siempre es creador de vida nueva; el restauracionismo hacia el que parece tender de manera cada vez más firme la jerarquía…

A mi juicio, el giro que necesita el cristianismo actual consiste sencillamente en volver a Jesucristo. Necesitamos que la Iglesia se centre con más verdad y fidelidad en la persona de Jesús y en su proyecto del reino de Dios. No es exagerado afirmar que esta conversión radical a Jesús, el Cristo, es lo más importante que puede ocurrir en la Iglesia en los próximos años. Muchas cosas habrá que hacer en estos momentos, pero ninguna más importante que esta conversión.

P: Varias veces expresas que «la primera urgencia de hoy en la Iglesia es volver a Jesús». ¿Qué es para ti volver a Jesús?

R: «Volver a Jesús» no es simplemente impulsar un «aggiornammento», una adaptación pastoral a los tiempos de hoy. Es volver al que es el origen y la razón de ser de la Iglesia. El único que justifica su presencia en el mundo y en la historia. Dejar al Dios encarnado en Jesús ser el único Dios de la Iglesia, el Dios amigo de la vida y del ser humano.

Volver a Jesús es mucho más que introducir unos cambios en la celebración ritual de la liturgia o algunas innovaciones en la organización pastoral. Naturalmente, todo esto es necesario y no se debería retrasar más, pero lo que necesitamos es una conversión a Jesús a un nivel más profundo. Volver a las raíces, a lo esencial, a lo que Jesús vivió y contagió.

Esta conversión a Jesucristo es mucho más que una adhesión doctrinal o cultual a Jesucristo. No basta con adherirnos a una doctrina, cristología, o profesar nuestra fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dios en la liturgia. En esta conversión es determinante el seguimiento vital a Jesús, la comunión mística con su persona, y el servicio a su proyecto del reino de Dios.

P: Desde tu visión, ¿qué trazos esenciales identifican a Jesús y su mensaje?

R: Yo destacaría sobre todo lo siguiente:

En el centro del mensaje y de la actuación de Jesús está lo que él llamaba «reino de Dios». Esto es decisivo. Jesús no expone propiamente una doctrina sobre Dios sino que anuncia un acontecimiento: «Dios está llegando. Solo quiere una vida más digna, más sana, más dichosa y justa para todos, empezando por los últimos. Hemos de cambiar».

Dios es Amigo de la vida. Lo dice Jesús en sus parábolas, en sus curaciones y en toda su trayectoria al servicio de la vida. Jesús es el impulsor de una fe curadora. Podemos decir que puso en marcha un proceso sanador de las personas y de la sociedad entera. Su crítica a las patologías religiosas (legalismo, hipocresía cultual, liturgia vacía de amor, etc.), su acogida a los últimos, su ofrecimiento gratuito del perdón de Dios, su empeño en liberar a las personas del miedo, su afán por generar fe y confianza en un Dios Amigo… son actuaciones que responden a su voluntad de curar la vida y hacerla más humana. Las «curaciones» de los enfermos son el mejor símbolo de su trayectoria. Esto es lo nuevo y decisivo: Jesús anuncia la «salvación» de Dios poniendo «salud» entre los hombres y mujeres.

Jesús le vive a Dios como un misterio de compasión. Dios es compasión. Su primera reacción, lo primero que le brota en el corazón ante sus criaturas es la ternura, la comprensión, la compasión, el perdón… Por eso la compasión no es una virtud más, sino la única manera de parecernos al Padre. «Sed compasivos como es vuestro Padre del cielo».

En el centro de toda la actuación de Jesús están los últimos, los desvalidos, los indefensos, los olvidados por la religión… Él ha venido para los enfermos, no para los sanos; se ha acercado a los pecadores e indeseables, no a los santos.

Jesús ha imaginado su movimiento de discípulos y discípulas como un espacio sin dominación masculina del varón sobre la mujer. En su seguimiento nadie está sobre nadie; el que quiera ser importante se ha de poner a servir. Solo desde esta actitud es posible ser signo del reinado de Dios y abrir caminos a una sociedad tal como es querida por él.

P: Y asumiendo que hay que «volver a Jesús», ¿qué actitudes de conversión a él serían más necesarias para los que somos cristianos en este momento histórico?

R: Es necesario, antes que nada, una calidad nueva de nuestra relación vital con Jesús. Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, confesado doctrinalmente de manera abstracta, un Jesús apagado, que no enamora ni seduce, que no llama ni toca los corazones, es una Iglesia sin futuro.

Necesitamos, además, poner más verdad en nuestro cristianismo. Discernir qué hay de verdad y de mentira en nuestros templos y curias, en nuestras actividades pastorales y nuestras celebraciones. ¿Hasta cuándo podremos seguir sin hacer un examen de conciencia colectivo en la Iglesia, a todos los niveles? No hemos de aceptar vivir estos tiempos en la pasividad. No podemos resignarnos a vivir un cristianismo sin conversión. Hay que cambiar.

Hemos de recuperar el seguimiento a Jesucristo como el factor esencial del cristianismo. Hemos de «hacernos discípulos» de Jesús, vivir aprendiendo de él, entender la vida como la entendía él, mirar y tratar al ser humano como él lo hacía. Sin seguimiento fiel a Jesús, no hay Iglesia de Jesús.

Fuente: Revista ADSIS, Entrevista a José Antonio Pagola (Junio 2009)

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