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“El nacional-catolicismo que no acaba de morir y el laicismo que no acaba de nacer”, por Juan José Tamayo

Sábado, 21 de enero de 2017
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felipe-vi-ante-obispo-blazquez-2015El Rey Felipe VI rindiendo pleitesía al Presidente de la CEE Ricardo Blázquez

Simbólico gesto… ¿Por qué si el jefe del Gobierno, ministros y ministras y gentes varias amén de todos los “súbditos” que se le acerquen a saludar, se inclinan ante el Jefe del Estado, éste sólo lo hace ante un obispo? Nos daría  igual que lo hiciera como Jefe de la Casa de Borbón, pero es que es el Jefe de un Estado aconfesional que no tiene por qué hacer este gesto de sumisión al presidente de una de las religiones que existen en España.

Tras cuarenta años de democracia representativa y varias transiciones en España, el nacional-catolicismo no acaba de morir y el laicismo no acaba de nacer. La responsabilidad de ambos fenómenos es compartida a partes iguales por los diferentes gobiernos de derechas, de centro y de izquierda, que no dieron los pasos adecuados para enterrar el modelo nacional-católico y crear un Estado laico. Una responsabilidad no menor le corresponde a la jerarquía católica que, desde el principio, exigió conservar buena parte de los privilegios del franquismo, empezando por la referencia a la Iglesia católica en la Constitución de 1978 y siguiendo por los pingües beneficios recibidos por el Estado en campos fundamentales como la educación, las exenciones fiscales, la dotación económica, los bienes culturales eclesiásticos, la atención a las fuerzas armadas, etc.  Y todo con el beneplácito, en buena medida, de los diferentes poderes del Estado. Cuanto más elevaban la voz los obispos y los sectores conservadores a ellos vinculados, cuantas más manifestaciones apoyaban en defensa de sus privilegios, más favores conseguían.

Tales beneficios y privilegios quedaron plasmados en los Acuerdos de rango internacional de 1979 firmados entre el Estado Español y la Santa Sede, que suponían una clara discriminación de las demás confesiones religiosas. Solo trece años después se firmaron los Acuerdos de rango nacional con las comunidades musulmanas, judías y evangélicas, que en ningún caso lograban llegar a la situación privilegiada de la Iglesia católica, pero que también concedían mejoras a las religiones minoritaria consideradas de notorio arraigo.

Es innegable la complicidad de los sucesivos dirigentes eclesiásticos y de los sucesivos gobiernos que, o bien aprobaron los Acuerdos con la Santa Sede, o bien no los denunciaron. En el caso del  PSOE no fueron suficientes 21 años de gobierno para cambiar el paradigma de relaciones Iglesia-Estado, tan beneficioso para la Iglesia católica.  Son esos beneficios los que están salvando a la iglesia católica de la crisis profunda en que está sumida, que se traduce en una creciente pérdida de católicos, una generalizada desafección de la juventud hacia ella, la cada vez más baja práctica religiosa, el envejecimiento de las personas católicas, el no seguimiento de las orientaciones morales de la jerarquía, etc.

Yo creo que ni los gobernantes ni los obispos han seguido el ritmo de la sociedad española, que, ya desde finales del franquismo, inició una transición serena de la confesionalidad a la secularización de la vida cívica y de la ética religiosa caracterizada por la moralina, a la ética laica basada en la dignidad de la persona, los derechos humanos y la ciudadanía. Concedo especial importancia al proceso de secularización y de emancipación en lo referente a los derechos de las mujeres gracias a los análisis críticos de la teoría de género y a las reivindicaciones del movimiento feminista, que han obligado a elaborar leyes de igualdad y contra violencia de género.

Los gobernantes, sin embargo, han seguido mirando con el rabillo del ojo a los jerarcas católicos intentando no molestarlos con sus actuaciones políticas que rozaran aspectos relacionados con la religión consagrada en la constitución como mayoritaria y privilegiada. A su vez, los obispos siguen considerándose los guardianes de la moral y los verdaderos intérpretes de una supuesta “ley natural” que los lleva a condenar la legislación relativa a los modelos de pareja, familia y matrimonio que no coincidan con el modelo heterosexual, así como al origen y el final de la vida, que defiendan el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo y la eutanasia. Felizmente hace tiempo que la ciudadanía española ha conseguido liberarse de dicha ley de sus intérpretes, apelando a la autonomía de la conciencia.

A pesar de la evolución de la sociedad española en dirección a la secularización, hoy siguen dándose manifestaciones de nacional-catolicismo y de resistencia al laicismo en el campo político. Una fue el juramento de Rajoy y de once de sus trece ministros en la Zarzuela en la toma de posesión de sus respectivos cargos reconociendo a la Biblia el mismo rango que a la Constitución y con presencia del Crucifijo que venía a legitimar la política del Gobierno del PP. Esta estampa confesional nos retrotrae a épocas históricas que creíamos superadas.

La segunda manifestación nacional-católica ha sido la presencia de una delegación oficial de las tres instituciones del Estado: nacional –Rafael Catalá, ministro de Justicia, en representación del Gobierno español, secretarios de estado, embajador ante la Santa Sede, etc.-; autonómica –Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid y Ángel Garrido, consejero de la Presidencia y Justicia-; municipal -José Javier Barbero, concejal de Seguridad, Salud y Emergencia-, en el Vaticano en la imposición del capelo cardenalicio al arzobispo de Madrid, Carlos Osoro Sierra.

reyes-visitan-cee-1Ni el Rey es constitucionalmente católico, ni la Iglesia católica es teológicamente monárquica. Y, sin embargo, el pasado mes de noviembre el rey Felipe VI visitó oficialmente, en calidad de Jefe de Estado, la Conferencia Episcopal Española (CEE) con motivo del cincuenta aniversario de su creación. Estuvo acompañado por la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, que copresidió el acto. En su discurso el rey elogió la actividad caritativa y asistencial de la Iglesia católica y el presidente de la CEE, Ricardo Blázquez, expresó lealtad a la monarquía y pidió a Dios bendiciones para la familia real.

A tenor del carácter oficial de la visita podemos estar ante una reedición de la alianza entre el Trono y el Altar, dos instituciones no democráticas y patriarcales, ya que, por una parte, el Jefe del Estado español no es elegido por la ciudadanía y el varón tiene preferencia sobre la mujer para acceder al Trono, y, por otra, los obispos no son elegidos por la feligresía católica ni las mujeres pueden acceder al sacerdocio y al episcopado.

Ante las iniciativas que empiezan a surgir a favor de un pacto educativo, los obispos ya han empezado a tomar posiciones y no precisamente de diálogo, sino de exigencias que consideran irrenunciables, como el mantenimiento de la enseñanza confesional de la religión como asignatura troncal, su carácter evaluable y computable a todos los efectos. Tal exigencia está en contradicción con su propia afirmación de que la educación tiene que ser neutra. ¿Cómo puede ser neutra la educación si se introduce la enseñanza confesional de la religión en una institución laica como es la escuela?

Otra cosa muy distinta es el estudio de las religiones de manera científica y no apologética, laica y no confesional, a través de las ciencias de las religiones, que estudian el hecho religioso y su significación social y cultural, así como la historia de las religiones en el contexto de la historia de la cultura. Un estudio que no enseña a creer –ya que no es esa la misión de la escuela-, sino la historia de las creencias religiosas y el papel –positivo o negativo- jugado por las mismas en las diferentes etapas de la humanidad.

Hora es ya de terminar con los restos de nacional-catolicismo, que dura ya varios siglos en España y que es incompatible con una sociedad civil secularizada y con un Estado democrático. Hora es de defender el laicismo como filosofía política, movimiento social y modelo de organización política social práctica pública y de establecerlo en todos los campos del saber y del quehacer humano y en todos los poderes del Estado. Demorarlo por más tiempo aleja de la construcción de la utopía de la democracia.

Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid, Investigador del Instituto DEMOSPAZ, de la Universidad Autónoma de Madrid y autor de Invitación a la utopía. Estudio histórico para tiempos de crisis (Trotta, Madrid)

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Francisco: “Un Estado debe ser laico. Los estados confesionales terminan mal”

Domingo, 22 de mayo de 2016
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laiLa pregunta que se nos ocurre es ¿Va a disolver el Vaticano? porque para estados confesionales…

El Sumo Pontífice aboga por una “sana laicidad” que respete la libertad religiosa y la objeción de conciencia

Bergoglio denuncia “un sistema económico mundial que ha caído en la idolatría del dinero”

(J. Bastante).- Para bien o para mal, el Papa Francisco nunca deja de sorprender. Justo después de haber solicitado, durante su discurso a los obispos italianos, que abandonen las propiedades materiales no dedicadas al culto, una entrevista con el diario francés La Croix arremete contra la confesionalidad del Estado y reclama una sana laicidad” acompañada de “una sólida ley que garantice la libertad religiosa”.

Un Estado debe ser laico. Los estados confesionales terminan mal. Esto va contra la Historia, subrayó el Papa al diario católico francés. Preguntado por el modelo francés, Bergoglio apuntó que “cada uno debe tener la libertad de expresar su propia fe, y si una mujer musulmana quiere llevar el velo, debe poder llevarlo. De la misma manera que si un católico quiere ponerse una cruz”.

Para el Papa, las personas deben ser libres de profesar su fe en el corazón de sus propias culturas y no en los márgenes. Pese a todo, Francisco matiza y dirige una “modesta crítica” a Francia, a la que acusa de “exagerar con el laicismo“, lo que “lleva a considerar las religiones como subculturas en lugar de culturas a título pleno y con sus derechos. Temo que este enfoque, un comprensible patrimonio de la Ilustración, sigue existiendo. Francia necesita dar un paso hacia adelante sobre este tema para aceptar el hecho de que la apertura a la trascendencia es un derecho para todos“.

En la entrevista, el Papa defiende la autonomía de los estados para establecer las leyes que considere oportunas, pero también la libertad de los creyentes de hacer objeción de conciencia. “El Parlamento es el que debe discutir, argumentar, explicar, dar razones. Es así como crece una sociedad. Sin embargo, una vez que la ley ha sido aprobada, el Estado también debe respetar las conciencias. El derecho a la objeción de conciencia debe ser reconocido dentro de la estructura jurídica, porque es un derecho humano. También para un funcionario público, que es una persona humana”.

Francisco también fue interrogado por el drama de los refugiados en Europa. Para Francisco, “la pregunta de fondo es por qué hay tantos migrantes ahora”. La respuesta arremete contra el consumismo radical de Occidente: “Los problemas iniciales son las guerras en el Medio Oriente y en África, y el subdesarrollo del continente africano, que provoca el hambre. Si hay guerras es porque hay fabricantes de armas. Si existe todo este desempleo, no es por falta de inversiones capaces de llevar el trabajo que África tanto necesita”.

“Más en general -insistió Francisco- esto plantea el problema de un sistema económico mundial que ha caído en la idolatría del dinero. Más del 80 por ciento de las riquezas de la humanidad está en manos del 16 por ciento de la población. Un mercado completamente libre no funciona. Los mercados en sí son un bien, pero exigen una parte tercera o un estado que los monitoree y equilibre. En otras palabras, lo que sirve es una economía social de mercado”.

“Volviendo a los migrantes -continuó el Pontífice- la peor forma de acogida es la guetización. Al contrario, es necesario integrarlos. En Bruselas, los terroristas eran belgas, hijos de inmigrantes, pero que crecieron en un gueto. En Londres, el nuevo alcalde (Sadiq Khan, hijo de musulmanes paquistaníes, ndr.) prestó juramento en una catedral y seguramente se reunirá con la reina. Esto demuestra la necesidad de que Europa vuelva a descubrir su capacidad de integrar”

“Frente al terrorismo islámico, será mejor interrogarnos sobre la manera en la que un modelo demasiado occidental de democracia ha sido exportado a países como Iraq, en donde existía un gobierno fuerte anteriormente. O bien en Libia, en donde existía una estructura tribal. No podemos seguir adelante sin tomar en consideración estas culturas. Como dijo un libio recientemente: ‘Estábamos acostumbrados a tener un Gadafi, ahora tenemos cincuenta’. La coexistencia entre cristianos y musulmanes todavía es posible. Yo provengo de un país en el que cohabitaban bien”, concluye el Papa.

Fuente religión Digital

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“Laicidad del Estado, laicidad del Evangelio”, por José Mª Castillo

Domingo, 22 de mayo de 2016
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la-laicidadLeído en su blog Teología sin Censura:

Las recientes declaraciones, que el papa Francisco ha hecho al diario francés La Croix, han dado pie a un nuevo motivo de sorpresa (y en no pocos casos, de escándalo) para muchos católicos, chapados a la antigua, que dan la impresión de estar todavía anclados en el “Antiguo Régimen”. No en el de Franco, sino en el de los monarcas absolutos, previos a la Ilustración. Y algunos hasta tienen el atrevimiento de acusar al papa Francisco de ignorante en temas de historia.

A quienes se rasgan las vestiduras por lo que ha dicho el papa en su entrevista a La Croix, les vendría bien recordar que no es lo mismo “laicidad” que “laicismo”. El “laicismo” consiste en independizarse “de toda influencia eclesiástica o religiosa”. Lo que, en la práctica, equivale a rechazar a Dios y cuanto se refiere a Dios, la Iglesia, la religión, etc. La “laicidad” no es negación o rechazo, sino independencia de la religión o de lo religioso. Un Estado laico no persigue ni margina el hecho religioso. Simplemente lo respeta. Y permite que los ciudadanos vivan y expresen en público sus creencias, con tal que las distintas confesiones respeten las normas de convivencia que emanan de la Constitución del Estado.

Pues bien, hecha esta aclaración semántica, es importante aclarar dos cuestiones fundamentales. En primer lugar, no es lo mismo hablar de la “religión” que hablar de “Dios”. La religión es el medio o camino para relacionarse con Dios. De forma que la religión es el “medio”, Dios es el “término”. Teniendo en cuenta que el medio, la religión, es siempre un hecho humano, un fenómeno cultural, una realidad histórica y de este mundo. Mientras que Dios es el Trascendente. Que no es, ni puede ser, inmanente, cultural, histórico o mundano. Es verdad que los seres humanos, ya que no podemos ver a Dios, ni tenemos acceso directo a él, nos “lo representamos”, en cada momento histórico, en cada pueblo yen cada cultura, según los valores o criterios determinantes de esa cultura. Es más, se sabe con seguridad que “Dios es un producto tardío en la historia de la religión” (G. Van der Leeuw, E. B. Taylor, Walter Burkert…), que, durante muchos miles de años, no pasó de ser un fenómeno consistente en una notable variedad de rituales, relacionados con la caza, el ciclo vital y la muerte (Ina Wunn, con abundante bibliografía).

Y en segundo lugar, antes que de la “laicidad del Estado”, tenemos que hablar de la “laicidad del Evangelio”. ¿Por qué? Porque, en realidad, la vida pública de Jesús fue una serie ininterrumpida de continuos conflictos con los sacerdotes, con los doctores de la Ley, con los observantes fariseos, con el templo, con las observancias, normas y rituales religiosos, de forma que todo terminó en el enfrentamiento supremo y decisivo, que llevó a Jesús al tribunal religioso, a la condena a muerte y a la ejecución violenta en la cruz. Lo que nos lleva inevitablemente a la pregunta inquietante y peligrosa: ¿el Evangelio es un libro de religión o es la historia de un conflicto mortal con la religión de los rituales, del templo y de los sacerdotes? La respuesta más razonable a esta pregunta es decir que el Evangelio, antes que un “libro de religión”, es un “proyecto de vida”. Un proyecto centrado en la honradez, la honestidad, la bondad y la misericordia sin limitación alguna.

Por esto se puede afirmar que Jesús sacó la religión del templo. Y la puso en la vida, en la existencia humana, en la tarea incansable por humanizar este mundo, esta vida, la relación de cada cual con los demás. Para así contagiar felicidad, progreso, bienestar, igualdad y dignidad para todos. Si Dios y la religión no nos sirven para ser y comportarnos lo mejor posible unos con otros, sea cual sea la cultura y las tradiciones en las que cada cual ha nacido y se ha educado, entonces ¿para qué nos sirve Dios y de qué nos sirve la religión? Es evidente que este proyecto se hace realidad más y mejor en una sociedad laica y en un Estado no confesional, que en una sociedad y un Estado que, desde una determinada confesión religiosa, actúa como un “sistema excluyente!, que inevitablemente divide, separa y confronta a la gente, constituyéndose en un factor de fanatismo y de violencia.

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