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Dios los cría, y Franco los junta: ¿qué Iglesia es posible en España tras la exhumación?

Sábado, 26 de octubre de 2019
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Piedad del Valle de los Caídos eldiario.es

Son pocos, muy pocos, los obispos que quieren revertir la actual situación en nuestro país

“Las elecciones a la presidencia de la Conferencia Episcopal marcarán definitivamente si los obispos españoles se quieren quitar el sambenito con el que les bautizó en su día el dictador -el ‘España, Faro de Occidente, martillo de herejes, luz de Trento’- o, por el contrario, prosiguen en la deriva de división y enfrentamiento al Papa, en Roma, y a los valores democráticos, en nuestro país”

“Dios los cría, y Franco los junta”, lamenta, en privado, uno de los pocos obispos que admite que, a lo largo de estos meses, la Iglesia española debería haberse pronunciado claramente, enmendando la plana al prior falangista y colocándose del lado de las víctimas

Ramón Tejero: “Dichoso Ud. mi General que por defender la Fe Católica y el Santo Nombre de Jesucristo ha recibido insultos, calumnias y persecución, en la vida y en la muerte”

Un buen día para recordar al cardenal Tarancón

Lo que la salida de Franco deja pendiente en el Valle de los Caídos

Exhumación de Franco, ¿fin del nacionalcatolicismo?

15719149346062Cuando Franco murió, la Iglesia española había dejado ‘atados y bien atados’ sus privilegios en una sociedad que intentaba avanzar, lentamente, hacia la democracia. En Roma, diez años atrás, había concluido el Concilio Vaticano II, que trató de poner a la Iglesia católica en hora con el mundo, pero los obispos españoles seguían con el reloj parado en 1953, momento en que el Régimen consagró la alianza entre la Cruz y la Espada que hizo posible la ‘Sagrada Cruzada’ (así llamaron los obispos en 1937 a la Guerra Civil).

Hoy, 44 años después, con Franco reinhumado en Mingorrubio, los obispos españoles continúan mirando con dificultad al futuro. Igual que sucediera tras el Concilio, pocos prelados se animan a seguir el impulso del Papa Francisco y acabar con una Iglesia clericalizada, que oculta en un armario los estigmas de los abusos de poder y sexuales, se afana en conservar privilegios anacrónicos y sigue sin darse cuenta de que hoy, en pleno siglo XXI, España ha dejado de ser católica y su influencia en la sociedad resulta prácticamente insignificante.

Acabar con la herencia del dictador

Los obispos no se oponen a la exhumación de Franco, pero sí al fin de las prebendas que les dio el dictador. El nuevo Concordado (ahora llamado Acuerdos Iglesia-Estado), que se negoció a la par que la Constitución y fue aprobado ahora hace 40 años, continúa dotando a la Iglesia de múltiples beneficios fiscales, económicos, jurídicos y de presencia social.

En muy pocos países de nuestro entorno la Iglesia católica (y sólo la Iglesia católica) recibe, sin dar nada a cambio, un porcentaje de los Presupuestos Generales del Estado, cuya finalidad no detalla con precisión.

La enseñanza de la Religión católica es de oferta obligatoria y sus profesores son designados por el obispo del lugar (que puede despedirlos sin dar razón alguna), pero pagados por la Administración. Con el personal religioso en hospitales públicos, el Ejército o las prisiones sucede tres cuartos de lo mismo.

Polémicas inmatriculaciones

La Iglesia está exenta de multitud de impuestos y, por si fuera poco, las administraciones todavía no han dado el paso de exigir el pago de aquellos que sí debería pagar, como el IBI para aquellas actividades que no tengan fin estrictamente pastoral o de culto (garajes, pisos de alquiler, museos, etc…). Pero, además, los obispos han logrado registrar a su nombre, con el único aval de su firma, 35.000 bienes en el período 1998-2015.

prior-Cantera-Franco_2170892892_14030768_667x375El prior Cantera, con los Franco

Unas inmatriculaciones que (al menos la mitad) no tienen que ver con templos, sino con inmuebles o terrenos que, en su día, fueron enajenados por otros intereses oscuros, en buena medida gracias al dictador que, desde hoy, descansa en Mingorrubio.

Osoro y Omella, atrapados

¿Es esta la verdadera función de la Iglesia? Son pocos, muy pocos, los obispos que tratan de revertir esta situación de privilegio. No lo tienen fácil, y el ‘caso Franco’ lo ha demostrado. Los cardenales Osoro y Omella (Madrid y Barcelona), los hombres puestos por el Papa Francisco para cambiar el rostro de la Iglesia de nuestro país, no cuentan con la fuerza suficiente para acometer las reformas que les pide Bergoglio.

Un Bergoglio que, por cierto, no visitará España mientras los obispos sigan “en guerra” entre ellos, como admitió durante un vuelo papal. Las elecciones a la presidencia de la Conferencia Episcopal marcarán definitivamente si los obispos españoles se quieren quitar el sambenito con el que les bautizó en su día el dictador -el ‘España, Faro de Occidente, martillo de herejes, luz de Trento‘- o, por el contrario, prosiguen en la deriva de división y enfrentamiento al Papa, en Roma, y a los valores democráticos, en nuestro país.

Ultracatólicos, sectarios y postfranquistas

La exhumación de Franco, además, ha puesto de manifiesto la existencia de un sector, minoritario pero muy potente, de ultracatólicos que siguen vinculando su fe a la extrema derecha, y consideran la salida del dictador del Valle “una profanación”, y la posición oficial de la Iglesia (cumplir con la legalidad vigente) una traición al hombre que les salvó de la persecución y la desaparición.

patrulla-Policia-Nacional-San-Nicolas_EDIIMA20191024_0403_4Y es que los mismos que pintarrajearon decenas de iglesias de Madrid acusando a Osoro de traidor -en una imagen que recuerda, muy poderosamente, a los gritos de ‘¡Tarancón, al paredón!’, tras la muerte de Carrero Blanco- e invitando a dejar de marcar la ‘X’ en la Renta son los que este jueves salieron a defender la actitud obstruccionista del prior Cantera y la homilía del cura hijo del golpista Tejero en la que faltó poco para ‘canonizar’ a Francisco Franco.

“Dios los cría, y Franco los junta”, lamenta, en privado, uno de los pocos obispos que admite que, a lo largo de estos meses, la Iglesia española debería haberse pronunciado claramente, enmendando la plana al prior falangista y colocándose del lado de las víctimas.

Los ‘católicos de toda la vida’

Grupúsculos como HazteOir o Máslibres, situados en la órbita de Vox y de sectores ultracatólicos como los kikos, el Opus Dei o los Legionarios de Cristo (e incluso más allá, a través de sectas como El Yunque), que lo mismo organizan una sentada para protestar contra la exhumación ante la sede del PSOE, que acosan a las mujeres que van a abortar a las puertas de la clínica Dator.

Vamos, los católicos ‘de toda la vida’, que añoran una España en la que Franco dio todo el poder a la Iglesia, y donde los únicos valores que podían defenderse eran los de la firme ortodoxia, la continencia sexual y las familias numerosas. Los mismos que, en otro tiempo, quemaban mujeres en la plaza pública acusadas de brujas u obligaban a judíos, musulmanes o protestantes a abjurar de su fe si no querían perder la vida.

Los mismos que, tal vez, hace unos años hubieran mandado a Jesucristo a picar piedra en la cantera de Cuelgamuros. A mayor gloria de Francisco Franco, que en Mingorrubio descanse.

Fuente Religión Digital

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“El nacional-catolicismo que no acaba de morir y el laicismo que no acaba de nacer”, por Juan José Tamayo

Sábado, 21 de enero de 2017
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felipe-vi-ante-obispo-blazquez-2015El Rey Felipe VI rindiendo pleitesía al Presidente de la CEE Ricardo Blázquez

Simbólico gesto… ¿Por qué si el jefe del Gobierno, ministros y ministras y gentes varias amén de todos los “súbditos” que se le acerquen a saludar, se inclinan ante el Jefe del Estado, éste sólo lo hace ante un obispo? Nos daría  igual que lo hiciera como Jefe de la Casa de Borbón, pero es que es el Jefe de un Estado aconfesional que no tiene por qué hacer este gesto de sumisión al presidente de una de las religiones que existen en España.

Tras cuarenta años de democracia representativa y varias transiciones en España, el nacional-catolicismo no acaba de morir y el laicismo no acaba de nacer. La responsabilidad de ambos fenómenos es compartida a partes iguales por los diferentes gobiernos de derechas, de centro y de izquierda, que no dieron los pasos adecuados para enterrar el modelo nacional-católico y crear un Estado laico. Una responsabilidad no menor le corresponde a la jerarquía católica que, desde el principio, exigió conservar buena parte de los privilegios del franquismo, empezando por la referencia a la Iglesia católica en la Constitución de 1978 y siguiendo por los pingües beneficios recibidos por el Estado en campos fundamentales como la educación, las exenciones fiscales, la dotación económica, los bienes culturales eclesiásticos, la atención a las fuerzas armadas, etc.  Y todo con el beneplácito, en buena medida, de los diferentes poderes del Estado. Cuanto más elevaban la voz los obispos y los sectores conservadores a ellos vinculados, cuantas más manifestaciones apoyaban en defensa de sus privilegios, más favores conseguían.

Tales beneficios y privilegios quedaron plasmados en los Acuerdos de rango internacional de 1979 firmados entre el Estado Español y la Santa Sede, que suponían una clara discriminación de las demás confesiones religiosas. Solo trece años después se firmaron los Acuerdos de rango nacional con las comunidades musulmanas, judías y evangélicas, que en ningún caso lograban llegar a la situación privilegiada de la Iglesia católica, pero que también concedían mejoras a las religiones minoritaria consideradas de notorio arraigo.

Es innegable la complicidad de los sucesivos dirigentes eclesiásticos y de los sucesivos gobiernos que, o bien aprobaron los Acuerdos con la Santa Sede, o bien no los denunciaron. En el caso del  PSOE no fueron suficientes 21 años de gobierno para cambiar el paradigma de relaciones Iglesia-Estado, tan beneficioso para la Iglesia católica.  Son esos beneficios los que están salvando a la iglesia católica de la crisis profunda en que está sumida, que se traduce en una creciente pérdida de católicos, una generalizada desafección de la juventud hacia ella, la cada vez más baja práctica religiosa, el envejecimiento de las personas católicas, el no seguimiento de las orientaciones morales de la jerarquía, etc.

Yo creo que ni los gobernantes ni los obispos han seguido el ritmo de la sociedad española, que, ya desde finales del franquismo, inició una transición serena de la confesionalidad a la secularización de la vida cívica y de la ética religiosa caracterizada por la moralina, a la ética laica basada en la dignidad de la persona, los derechos humanos y la ciudadanía. Concedo especial importancia al proceso de secularización y de emancipación en lo referente a los derechos de las mujeres gracias a los análisis críticos de la teoría de género y a las reivindicaciones del movimiento feminista, que han obligado a elaborar leyes de igualdad y contra violencia de género.

Los gobernantes, sin embargo, han seguido mirando con el rabillo del ojo a los jerarcas católicos intentando no molestarlos con sus actuaciones políticas que rozaran aspectos relacionados con la religión consagrada en la constitución como mayoritaria y privilegiada. A su vez, los obispos siguen considerándose los guardianes de la moral y los verdaderos intérpretes de una supuesta “ley natural” que los lleva a condenar la legislación relativa a los modelos de pareja, familia y matrimonio que no coincidan con el modelo heterosexual, así como al origen y el final de la vida, que defiendan el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo y la eutanasia. Felizmente hace tiempo que la ciudadanía española ha conseguido liberarse de dicha ley de sus intérpretes, apelando a la autonomía de la conciencia.

A pesar de la evolución de la sociedad española en dirección a la secularización, hoy siguen dándose manifestaciones de nacional-catolicismo y de resistencia al laicismo en el campo político. Una fue el juramento de Rajoy y de once de sus trece ministros en la Zarzuela en la toma de posesión de sus respectivos cargos reconociendo a la Biblia el mismo rango que a la Constitución y con presencia del Crucifijo que venía a legitimar la política del Gobierno del PP. Esta estampa confesional nos retrotrae a épocas históricas que creíamos superadas.

La segunda manifestación nacional-católica ha sido la presencia de una delegación oficial de las tres instituciones del Estado: nacional –Rafael Catalá, ministro de Justicia, en representación del Gobierno español, secretarios de estado, embajador ante la Santa Sede, etc.-; autonómica –Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid y Ángel Garrido, consejero de la Presidencia y Justicia-; municipal -José Javier Barbero, concejal de Seguridad, Salud y Emergencia-, en el Vaticano en la imposición del capelo cardenalicio al arzobispo de Madrid, Carlos Osoro Sierra.

reyes-visitan-cee-1Ni el Rey es constitucionalmente católico, ni la Iglesia católica es teológicamente monárquica. Y, sin embargo, el pasado mes de noviembre el rey Felipe VI visitó oficialmente, en calidad de Jefe de Estado, la Conferencia Episcopal Española (CEE) con motivo del cincuenta aniversario de su creación. Estuvo acompañado por la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, que copresidió el acto. En su discurso el rey elogió la actividad caritativa y asistencial de la Iglesia católica y el presidente de la CEE, Ricardo Blázquez, expresó lealtad a la monarquía y pidió a Dios bendiciones para la familia real.

A tenor del carácter oficial de la visita podemos estar ante una reedición de la alianza entre el Trono y el Altar, dos instituciones no democráticas y patriarcales, ya que, por una parte, el Jefe del Estado español no es elegido por la ciudadanía y el varón tiene preferencia sobre la mujer para acceder al Trono, y, por otra, los obispos no son elegidos por la feligresía católica ni las mujeres pueden acceder al sacerdocio y al episcopado.

Ante las iniciativas que empiezan a surgir a favor de un pacto educativo, los obispos ya han empezado a tomar posiciones y no precisamente de diálogo, sino de exigencias que consideran irrenunciables, como el mantenimiento de la enseñanza confesional de la religión como asignatura troncal, su carácter evaluable y computable a todos los efectos. Tal exigencia está en contradicción con su propia afirmación de que la educación tiene que ser neutra. ¿Cómo puede ser neutra la educación si se introduce la enseñanza confesional de la religión en una institución laica como es la escuela?

Otra cosa muy distinta es el estudio de las religiones de manera científica y no apologética, laica y no confesional, a través de las ciencias de las religiones, que estudian el hecho religioso y su significación social y cultural, así como la historia de las religiones en el contexto de la historia de la cultura. Un estudio que no enseña a creer –ya que no es esa la misión de la escuela-, sino la historia de las creencias religiosas y el papel –positivo o negativo- jugado por las mismas en las diferentes etapas de la humanidad.

Hora es ya de terminar con los restos de nacional-catolicismo, que dura ya varios siglos en España y que es incompatible con una sociedad civil secularizada y con un Estado democrático. Hora es de defender el laicismo como filosofía política, movimiento social y modelo de organización política social práctica pública y de establecerlo en todos los campos del saber y del quehacer humano y en todos los poderes del Estado. Demorarlo por más tiempo aleja de la construcción de la utopía de la democracia.

Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid, Investigador del Instituto DEMOSPAZ, de la Universidad Autónoma de Madrid y autor de Invitación a la utopía. Estudio histórico para tiempos de crisis (Trotta, Madrid)

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El Cardenal Rouco Varela se despide de la diócesis de Madrid arremetiendo de nuevo contra el matrimonio igualitario.

Martes, 14 de octubre de 2014
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rouco_varelaRouco Varela ha llamado a proteger el “derecho a la vida desde que es concebido en el vientre de su madre” y el matrimonio “como una comunidad indisoluble de vida y de amor fecundo en el fruto precioso de los hijos”.

Miles de fieles despiden al cardenal en La Almudena, con notables ausencias políticas y episcopales

Rouco se despide: “No debemos retroceder en nuestra misión de ser testigos valientes de Jesucristo”

No hubo representantes del Gobierno ni de la cúpula episcopal: faltaron Camino y Carrasco Rouco

El Cardenal Arzobispo Emérito de Madrid Antonio María Rouco Varela se ha despedido este sábado de los diocesanos madrileños con una Eucaristía en la Catedral de la Almudena, ha informado el Arzobispado en un comunicado. En su homilía, el religioso gallego ha destacado que el 22 de octubre se cumplirán 21 años de su labor de obispo en Madrid. “Venía de Santiago de Compostela, en donde había ejercido el ministerio episcopal durante 18 años”, ha recordado, apuntando que “quería responder en Madrid a la llamada del Señor en aquel momento crítico de la historia contemporánea de la Iglesia y del mundo”.

Rouco Varela ha llamado a proteger el “derecho a la vida desde que es concebido en el vientre de su madre” y el matrimonio “como una comunidad indisoluble de vida y de amor fecundo en el fruto precioso de los hijos, y ha agradecido la labor de los misioneros y en especial de Cáritas Diocesana por ayudar a aliviar “la pobreza y el dolor de muchos necesitados espiritual y materialmente”.

rouco-en-la-misa-de-despedidaEntre las autoridades que han estado presentes en su despedida se encuentran el presidente regional, Ignacio González; el presidente del Consejo de Estado, José Manuel Romay Beccaria; el presidente de la Asamblea de Madrid, Ignacio Echevarría; la alcaldesa de la capital, Ana Botella; el exalcalde y exministro Alberto Ruiz Gallardón; los consejeros regionales Javier Rodríguez y Pablo Cavero, así como diversos concejales de distrito y delegados de Área en el Ayuntamiento de Madrid.

La eucaristía ha sido concelebrada por el Nuncio de Su Santidad en España, Renzo Fratini; el Arzobispo Castrense, Juan del Río; el Nuncio Apostólico en Kazajistán, Miguel Maury; el Obispo de Astorga, Camilo Lorenzo; y los Obispos Auxiliares de Madrid, Fidel Herráez, César Franco y Juan Antonio Martínez Camino; y los vicarios Generales de las diócesis de la Provincia Eclesiástica de Madrid, además de cientos de presbíteros diocesanos.

Leemos en Religión Digital:

(Jesús Bastante).- Despedida y cierre. El cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, vivió este mediodía un baño de multitudes, por parte del pueblo y del clero, durante su despedida oficial de la que ha sido su diócesis durante los últimos veinte años. Varios miles de personas llenaban la catedral de La Almudena desde al menos una hora antes de la “Misa estacional en acción de gracias” por el ministerio del obispo gallego.

No faltaba nadie. O casi nadie, pues no hubo representación del Gobierno, y apenas del Episcopado español Sólo el nuncio Fratini, el arzobispo castrense, el obispo de Astorga y dos de sus tres auxiliares (Fidel y César Franco). No se merecía tal vacio el purpurado en su despedida.

Más de quinientos sacerdotes, el seminario en pleno, autoridades civiles, políticas (encabezadas por el presidente de la Comunidad, Ignacio González y el presidente del Consejo de Estado, José Manuel Romay Beccaría) y militares, y también los “ex”: se juntaron los tres más famosos de la Villa: el hasta hace un mes ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón; la todavía alcaldesa, Ana Botella, y el arzobispo dimisionado, Rouco Varela), y representantes de todos los movimientos y casi todas las congregaciones religiosas con presencia en Madrid. Y una decena de bancos reservados para la “Casa del cardenal”: empleados, familiares y personalidades cercanas al purpurado.

Hasta una pantalla gigante en la plaza de Oriente para seguir una ceremonia que no fue anunciada hasta última hora, pero que arrancaba quince minutos antes de su inicio oficial con el volteo de campanas. Como en las grandes ocasiones.

A esa misma hora entraba por la puerta de Bailén el cardenal Rouco Varela. Entre los aplausos de los que aún no habían entrado. Un nutrido componente policial no fue necesario. En esta ocasión no hubo Femen ni protestas de desahuciados. Era el día de Rouco Varela.

Todos merecen una despedida digna, y la de hoy lo fue. Revestida de la solemnidad y el protocolo propios de la jornada, y del modelo de Iglesia defendida, a capa y espada, por el cardenal que el próximo 25 de octubre dejará su sitio, en esta misma catedral, a Carlos Osoro Sierra. Leer más…

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