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“Dinero”. 25 Tiempo ordinario – C (Lucas 16,1-13)

Domingo, 18 de septiembre de 2016
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25-to-390x247La sociedad que conoció Jesús era muy diferente a la nuestra. Solo las familias poderosas de Jerusalén y los grandes terratenientes de Tiberíades podían acumular monedas de oro y plata. Los campesinos apenas podían hacerse con alguna moneda de bronce o cobre, de escaso valor. Muchos vivían sin dinero, intercambiándose productos en un régimen de pura subsistencia.

En esta sociedad, Jesús habla del dinero con una frecuencia sorprendente. Sin tierras ni trabajo fijo, su vida itinerante de profeta dedicado a la causa de Dios le permite hablar con total libertad. Por otra parte, su amor a los pobres y su pasión por la justicia de Dios lo urgen a defender siempre a los más excluidos.

Habla del dinero con un lenguaje muy personal. Lo llama espontáneamente «dinero injusto» o «riquezas injustas». Al parecer, no conoce «dinero limpio». La riqueza de aquellos poderosos es injusta porque ha sido amasada de manera injusta y porque la disfrutan sin compartirla con los pobres y hambrientos.

¿Qué pueden hacer quienes poseen estas riquezas injustas? Lucas ha conservado unas palabras curiosas de Jesús. Aunque la frase puede resultar algo oscura por su concisión, su contenido no ha de caer en el olvido. «Yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas».

Jesús viene a decir así a los ricos: «Emplead vuestra riqueza injusta en ayudar a los pobres; ganaos su amistad compartiendo con ellos vuestros bienes. Ellos serán vuestros amigos y, cuando en la hora de la muerte el dinero no os sirva ya de nada, ellos os acogerán en la casa del Padre». Dicho con otras palabras: la mejor forma de «blanquear» el dinero injusto ante Dios es compartirlo con sus hijos más pobres.

Sus palabras no fueron bien acogidas. Lucas nos dice que «estaban oyendo estas cosas unos fariseos, amantes de las riquezas, y se burlaban de él». No entienden el mensaje de Jesús. No les interesa oírle hablar de dinero. A ellos solo les preocupa conocer y cumplir fielmente la ley. La riqueza la consideran como un signo de que Dios bendice su vida.

Aunque venga reforzada por una larga tradición bíblica, esta visión de la riqueza como signo de bendición no es evangélica. Hay que decirlo en voz alta porque hay personas ricas que de manera casi espontánea piensan que su éxito económico y su prosperidad es el mejor signo de que Dios aprueba su vida.

Un seguidor de Jesús no puede hacer cualquier cosa con el dinero: hay un modo de ganar dinero, de gastarlo y de disfrutarlo que es injusto pues olvida a los más pobres.

José Antonio Pagola

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“No podéis servir a Dios y al dinero”. Domingo 18 de septiembre de 2016. 25º Ordinario

Domingo, 18 de septiembre de 2016
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50-ordinarioc25-cerezoLeído en Koinonia:

Amós 8, 4-7: Contra los que “compran por dinero al pobre”.
Salmo responsorial: 112: Alabad al Señor, que alza al pobre.
1Timoteo 2, 1-8: Que se hagan oraciones por todos los hombres a Dios, que quiere que todos se salven.
Lucas 16, 1-13: No podéis servir a Dios y al dinero.

El profeta Amós nos ubica en el contexto de la cuarta visión y su interpretación, que va contra los defraudadores y explotadores. El profeta, en todo su libro, nos presenta cinco visiones sobre el destino del pueblo de Israel (7,1 – 9,10). El mensaje de Amós estaba dirigido principalmente al reino del norte, Israel, pero también menciona a Judá (el reino del sur) y a las naciones vecinas de Israel (sus enemigas): Siria, Filistea, Tiro, Edom, Amón, Moab. La razón del juicio: la codicia de los ricos. Amós grita y denuncia: Escuchen esto los que pisotean al pobre y quieren arruinar a los humildes de la tierra (v. 4). El profeta, al hacer sus juicios y lanzar sus amenazas, da los motivos y hace las denuncias por las cuales serán castigados y corregidos. Denuncias contra las casas ostentosas, fruto de la opresión a los pobres y débiles. Y esto por no cumplir con la justicia en el trabajo y en el comercio. Engañan y roban en las balanzas fraudulentas, en los precios y salarios. También hay juicios contra un culto exterior que quiere encubrir toda esa injusticia con sacrificios, ofrendas y cantos, que así no son gratos a Dios. Al tema del fraude, tan presente en esta cuarta visión, le sigue el juramento divino y el castigo

En el siglo XXI, esta invectiva profética de Amós contra la explotación humana necesitamos ampliarla a la explotación de la naturaleza. Hace casi 3000 años, metidos ya como estaban en plena época de la agricultura y de la explotación de la tierra, y una vez que, a partir del IVº-Vº milenios, tras la invasiones indoeuropeas, ya la divinidad había sido separada de la naturaleza (desacralización de la Pachamama), no podían percibir la perspectiva ecológica. Casi sólo prestaron oídos a la explotación interhumana. También es verdad que entonces no se escuchaba tan fuerte como hoy «el grito de la Tierra», los síntomas de la crisis ecológica, y se pensaba que el grito sólo era de los pobres… Hoy necesitamos ampliar esa queja profética; queremos abarcar en ella no sólo la explotación de los pobres, sino también la explotación de la naturaleza, las selvas mutiladas, los bosques calcinados, los ríos contaminados, las montañas horadadas, los animales acorralados en su hábitat invadido, la Pachamama profanada… No es una ampliación indebida; prolonga simplemente los mismos argumentos de justicia y de utopía del profeta. Hoy Amós se sumaría al reconocimiento del grito de la Tierra, desde su misma conciencia profética.

Pablo exhorta a que se ore por todo el mundo y de manera especial por los encargados de dirigir política y religiosamente al pueblo, porque la intención de Dios es salvar a todo el ser humano, y que estos lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Esa verdad se nos fue revelada por su Hijo Jesús, donde Él mismo se presentó como el Camino, la Verdad y la Vida. Es la verdad que nos hará libre. Pablo coloca a Jesús como el único mediador entre Dios y el ser humano: porque hay un solo Dios y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús. Es la universalidad de Cristo en el acontecimiento salvífico de la humanidad, que con su muerte se entregó a sí mismo como rescate por todos.

Esta parábola –no siempre bien interpretada– va dirigida a los fariseos que son amigos del dinero, su verdadero Dios. Representa, como tantas otras, un caso extremo: un hombre que está a punto de ser despedido de su trabajo y que necesita actuar urgentemente para garantizarse el futuro, antes de quedarse sin empleo. Para ello plantea una estrategia. Acusado de derrochar los bienes de su amo (16,1), causa por la que se va a quedar sin trabajo, decide rebajar la cantidad de la deuda de cada uno de los acreedores de su amo, renunciando a la comisión que le pertenece como administrador. Es sabido que los administradores no recibían en Palestina un sueldo por su gestión, sino que vivían de la comisión que cobraban, poniendo con frecuencia intereses desorbitados a los acreedores. La actuación de administrador debe entenderse así: el que debía cien barriles de aceite había recibido prestados cincuenta nada más, los otros cincuenta eran la comisión correspondiente a la que el administrador renuncia con tal de granjearse amigos para el futuro. Renunciando a su comisión, el administrador no lesiona en nada los intereses de su amo. De ahí que el amo lo felicite por saber garantizarse el futuro dando el “injusto dinero” a sus acreedores.

El amo alaba la estrategia de aquel “administrador de lo injusto”, calificativo que se da en el evangelio de Lucas al dinero, pues, en cuanto acumulado, procede de injusticia o lleva a ella.

Para Lucas, todo dinero es injusto. Ahora bien: si uno lo usa –desprendiéndose de él– para “ganarse amigos”, hace una buena inversión no en términos bursátiles, ni bancarios, sino en términos humanos cristianos. El injusto dinero, como encarnación de la escala de valores de la sociedad civil, sirve de piedra de toque para ensayar la disponibilidad del discípulo a poner al servicio de los demás lo que de hecho no es suyo, sino que se lo ha apropiado en detrimento de los desposeídos y marginados.

El “injusto dinero” es calificado en la conclusión de la parábola como “lo de nada” y “lo ajeno”, en cuanto opuesto a “lo que vale de veras, lo importante, lo vuestro”. Y “lo que vale de veras” no es el don del dinero, sino el del Espíritu de Dios que comunica vida a los suyos (“cuánto más el Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden”, cf. Lc 11,13). Eso sí, para recibir el Espíritu (que es comunicación de la vida de Dios que potencia al hombre) se requiere el desprendimiento y la generosidad hacia los demás (11,34-36).

La parábola termina con esta frase lapidaria: “No pueden servir a Dios y al dinero”. La piedra de toque de nuestro amor a Dios es la renuncia al dinero. El amor al dinero es una idolatría. Hay que optar entre dos señores: no hay término medio. El campo de entrenamiento de esta opción es el mundo, la sociedad, donde los discípulos de Jesús tienen que compartir lo que poseen con los que no lo tienen, con los oprimidos y desposeídos, los desheredados de la tierra.

El afán de dinero es la frontera que divide el mundo en dos; es la barrera que nos separa de los otros y hace que el mundo esté organizado en clases antagónicas: ricos y pobres, opresores y oprimidos; el ansia de dinero es el enemigo número uno que imposibilita que el mundo sea una familia unida donde todos se sienten a la mesa de la vida. Por eso el discípulo, para garantizarse el futuro, debe estar dispuesto en el presente a renunciar al dinero que lleva a la injusticia y hace imposible la fraternidad. Leer más…

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Dom 18. 9. 16. ¿Un administrador injusto? Entre trileros anda el juego

Domingo, 18 de septiembre de 2016
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images1Dom 25. Tiempo Ordinario. Lc 16, 1-13. La parábola y sus explicaciones que nos ayudan a entender la gran crisis económica que estamos sufriendo. El tema es conocido: un administrados “injusto” cambia las cuentas del amo y maneja sus bienes, para provecho propio; un cuento muy actual, sin duda.

Así digo entre trileros anda el juego, como dice el refrán castellano. Trileros son los que juegan, ocultan sus cartas y engañan, y encima mienten. Suele aplicarse (con cierta razón) a nuestros políticos. Se aplica sin duda a los dueños de la economía mundial (cuyo Banco de mala memoria ha andado estos días en las lenguas de unos y otros).

Entre estos trileros, el amo y el administrador, nos mete hoy la parábola. ¿Podrá cambiarse el juego y poner el dinero de amor y administradores al servicio de todos, y en especial de los pobres? De eso habla esta parábola y sus aplicaciones. Pero veamos algunas de sus implicaciones. Buen domingo a todos, si Dios quiere (y los políticos no lo perturban).

Las imágenes ponen cierto humor al tema. El macaco y el perro trilero son sin duda inocentes… La imagen antigua nos habla de la antigüedad del tema… Quien quier ver políticos trileros, con nombre, apellido e imagen busque en google. Quien vaya a lo serio lea al evangelio.

Introducción
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1. El administrador “injusto” ¿no será en realidad justo? ¿No habrá que poner todos los bienes del “amo” al servicio de los “amigos”, es decir, de los necesitados?

2. ¿No habrá que crear un sistema jurídico y social que lleve al perdón de las deudas, para que todos los hombres de la tierra seamos amigos? ¿No estaremos ante una de las últimas generaciones de este sistema injusto, que crea deudas y más deudas, enemistades y más enemistades, de manera que un día puede estallar, “destruyendo” a la mayoría de los ricos?

Éste es el tema que aquí interpreto de un modo “parcial”, pues toda parábola puede entenderse de formas distintas, por eso es parábola. Ésta es de las que nos ayudan a pensar. Está en el fondo la posibilidad de engañar al sistema económido dominante, para ayudar a los hombres.

Tema. El orden econòmico y la justicia de Dios (el derecho de los pobres)

No tengo certezas, pero puedo ofrecer reflexiones y preguntas, sobre este tema esencial, con la ayuda de un teólogo argentino, buen amigo (J. M. González) que ha reflexionado mucho sobre estos temas. Lo haré comentando el texto. Mañana o pasado ofreceré un estudio más de fondo del tema.

El texto(Lc 16 -13) sigue hablando de la riqueza y la pobreza, desde el evangelio de Dios, y consta de:

a. Parábola
b. Reflexión
c. Consecuencia 1
d. Consecuencia 2
e. Sentencia final

a) Parábola (Lc 16, 1-7)
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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.” El administrador se puso a echar sus cálculos: ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. ” Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?” Éste respondió: “Cien barriles de aceite. Él le dijo: Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta. Luego dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Él contestó: Cien fanegas de trigo.” Le dijo: Aquí está tu recibo, escribe ochenta.

¿EL HOMBRE RICO ERA JUSTO?…

Esta parábola no trata del Reino de Dios, sino de los riesgos y exigencias de la vida. Ésta es una parábola de sabiduría mundana. No sabemos quién es ese “hombre rico”:
Se ha solido pensar que es Dios (identificando riqueza y divinidad)
Se puede pensar que es el Sistema (un tipo de capitalismo)
Pero dejemos que sea quien, sea: un rico. Y el rico, en principio ¿qué es? ¿Bueno o malo? ¿Cómo ha conseguido la riqueza? ¿Cómo ha nombrado administradores?

Normalmente pensamos que el “amo” tenía razón y que su riqueza era buena y justa. Pero, dentro del contexto de Lucas (como aparece en la parábola siguiente de Lázaro y el rico Epulón: Lc 16, 19-31), el rico por ser rico (en un mundo de lázaros pobres) es injusto, digno de condena. Tampoco aquí podemos partir de que este hombre rico sea justo, sino que la presunción va en la línea contraria.

La exégesis normal, hecha por ricos o criados de los ricos (eso hemos sido en gran parte los teólogos) ha estado sumamente interesados por la integridad patrimonial del hombre rico. Por eso es que se encuentran inevitablemente en un callejón de salida difícil, y se extrañan del hecho de que al final se elogie al “administrador injusto”, que cambia el sistema de deudas de su amo.

TENÍA UN ADMINISTRADOR AL QUE LE DENUNCIARON…

No sabemos si los hechos de que se le acusan son reales, porque el administrador tenía enemigos, posiblemente personas que envidiaban su puesto y que se lo querían arrebatar. Vivía, por tanto, en un mundo de sospechas. Pensemos en todas las denuncias de corrupción de los funcionarios políticos, que se hacen en la actualidad, en en casi todo el mundo ¿Son todas justas? ¿No hay muchas movidas por la envidia de los enemigos? Leer más…

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La ventaja de robarle a Dios

Domingo, 18 de septiembre de 2016
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27940442853_0d00789dc1_oDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

Jesús cerró el periódico y miró al grupo:

‒ Voy a contaros una historia. Un partido político tenía un administrador que aprovechaba las donaciones para aumentar su cuenta personal en Suiza. Enterado de que sospechaban de su gestión, se dijo: “Me van a echar del partido, incluso es posible que me denuncien. En la oposición no me darán trabajo, los bancos tampoco. ¿Qué puedo hacer? Iré anotando en una libreta todos los datos que puedan inculpar a los jefes del partido, amenazaré con publicarlos en la prensa, y ante el miedo de que se conozcan me dejarán tranquilo. Luego me iré a una isla del Caribe a disfrutar el resto de mi vida.

Se les quedó mirando y les preguntó.

‒ ¿Qué os parece ese administrador?

‒ Que es un…

Pedro se cortó a tiempo, pero era claro lo que seguía.

‒ Depende del partido al que robase ‒ comentó irónico Bartolomé.

‒ Eso lo hacen casi todos ‒ opinó Tomás.

‒ ¿Alguien está a favor del administrador?

Ninguno parecía de acuerdo y Jesús continuó.

‒ Voy a contaros ahora otra historia, pero esta vez de un terrateniente. Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.” El administrador se puso a echar sus cálculos: “¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa.” Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?” Éste respondió: “Cien barriles de aceite.” Él le dijo: “Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta. Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?” Él contestó: “Cien fanegas de trigo.” Le dijo: “Aquí está tu recibo, escribe ochenta.”

Jesús hizo una pausa y les preguntó:

‒ ¿Sabéis cuál fue la reacción del terrateniente?

‒ Lo denunció para que lo metieran en la cárcel. Los ricos son unos…

‒ Te equivocas, Felipe. Alabó lo astuto que había sido.

Felipe lo miró incrédulo.

‒ ¿Y a ti te parece bien?

‒ Me parece estupendamente. Es un ejemplo para todos.

Pedro se rascó la cabeza y comentó escéptico.

‒ ¿Quieres que nos dediquemos a robar?

‒ Quiero que os dediquéis a utilizar el dinero con astucia. ¿Por qué hizo el administrador esas trampas? ¿Qué pretendía?

‒ Encontrar trabajo cuando lo echaran ‒ sugirió Sara.

‒ Algo parecido ‒ respondió Jesús‒. Cuando os conté la historia usé una expresión distinta: lo que quiere es que alguien me reciba en su casa. ¿Os dais cuenta de por dónde voy?

‒ No.

Jesús suspiró hondo. No acababa de acostumbrarse a la poca inteligencia de sus discípulos.

‒ Vosotros sois como el administrador. Más pronto o más tarde, tendréis que dar cuenta de cómo habéis administrado el dinero.

‒ El dinero, no. Nuestro dinero ‒ se atrevió a corregir Leví.

‒ Vuestro dinero, no. El dinero de Dios. Todo lo que tenemos es de Dios, y nos lo confía para que lo administremos. Podemos derrocharlo alegremente, y nos pedirá cuentas por ello. Y podemos darlo a otros, como el administrador del terrateniente, y nos ganaremos amigos que nos paguen un viaje al Caribe.

‒ El Caribe es el cielo, ¿verdad? ‒ bromeó María.

‒ Efectivamente. Y para pagar ese viaje no se puede ahorrar. Al contrario, hay que gastarse el dinero entregándolo al que lo necesita.

‒ Yo prefiero pagarme el viaje por mi cuenta.

‒ Imposible. Son otros los que tienen que pagar por ti.

‒ Lo que yo no entiendo ‒cortó Felipe‒ es eso de que el dinero no es mío. La panadería le costó a mi padre muchos años de trabajo y sacrificio.

‒ La panadería de tu padre, la furgoneta de Judas, todo, son cosas pequeñas, sin valor. Lo verdaderamente valioso es disfrutar de una habitación en el hotel del Caribe. Pero si no administras bien los bienes que te encomiendan en esta vida, no se fiarán de ti, y no te permitirán entrar en el hotel.

Pedro se acarició la barba.

‒ Muy complicado todo eso, maestro.

‒ ¿Es que no lo entiendes, o que no quieres entenderlo?

La ironía de la parábola

La segunda de las dos parábolas anteriores, que reproduce literalmente el texto del evangelio de Lucas, escandaliza a mucha gente porque Jesús termina alabando al administrador sinvergüenza. Pero las dificultades para entenderla parten de otros presupuestos en los que se basa Jesús, y que van en contra de nuestra forma de ver:

1. Nosotros no somos propietarios sino administradores. Todo lo que poseemos, por herencia o por el fruto de nuestro trabajo, no es propiedad personal sino algo que Dios nos entrega para que lo usemos rectamente.

2. Esos bienes materiales, por grandes y maravillosos que parezcan, son nada en comparación con el bien supremo de “ser recibido en las moradas eternas” (el hotel del Caribe).

3. Para conseguir ese bien supremo, lo mejor no es aumentar el capital recibido sino dilapidarlo en beneficio de los necesitados.

La ironía de la parábola radica en decirnos: cuando das dinero al que lo necesita, tú crees que estás desprendiéndote de algo que es tuyo. En realidad, le estás robando a Dios su dinero para ganarte un amigo que interceda por ti en el momento decisivo.

La idolatría del dinero

El evangelio de este domingo termina con unas palabras muy famosas:

Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.

Jesús no parte de la experiencia del pluriempleo, donde a una persona le puede ir bien en dos empresas distintas, sino de la experiencia del que sirve a dos amos con pretensiones y actitudes radicalmente opuestas. Es imposible encontrarse a gusto con los dos. Y eso es lo que ocurre entre Dios y el dinero.

Estas palabras de Jesús se insertan en la línea de la lucha contra la idolatría y defensa del primer mandamiento (“no tendrás otros dioses frente a mí”). El AT es en gran parte una condena de los dioses paganos y de los ídolos, que aparecían como rivales del único Dios verdadero. Al principio, los israelitas pensaban que los únicos rivales de Dios eran los dioses de los pueblos vecinos (Baal, Astarté, Marduk, etc.). Pero los profetas les hicieron caer en la cuenta de que los rivales de Dios pueden darse en cualquier terreno, incluido el económico. Para Jesús, la riqueza puede convertirse en un dios al que damos culto y nos hace caer en la idolatría.

Naturalmente, ninguno de nosotros acude a un banco o una caja de ahorros a rezarle al dios del dinero, ni hace novenas a los banqueros. Pero, en el fondo, podemos estar cayendo en la idola­tría del dinero. Según el Antiguo y el Nuevo Testamentos, al dinero se le da culto de tres formas:

1) mediante la injusticia directa (robo, fraude, asesinato, para tener más). El dinero se convierte en el bien absoluto, por encima de Dios, del prójimo, y de uno mismo. Este tema lo encontramos en la primera lectura, tomada del profeta Amós.

2) mediante la injusticia indirecta, el egoísmo, que no hace daño directo al prójimo, pero hace que nos despreocupemos de sus necesidades. El ejemplo clásico es la parábola del rico y Lázaro, que leeremos el próximo domingo.

3) mediante el agobio por los bienes de este mundo, que nos hacen perder la fe en la Providencia.

Unos casos de injusticia directa: Amós 8, 4-7

Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo:
«¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?» Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo. Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones.

Amós, profeta judío del siglo VIII a.C. criticó duramente las injusticias sociales de su época. Aquí condena a los comerciantes que explotan a la gente más humilde. Les acusa de tres cosas:

1) Aborrecen las fiestas religiosas (el sábado, equivalente a nuestro domingo, y la luna nueva, cada 28 días) porque les impiden abrir sus tiendas y comerciar. Es un ejemplo claro de que “no se puede servir a Dios y al dinero”.

2) Recurren a trampas para enriquecerse: disminuyen la medida (el kilo de 800 gr), aumentan el precio (el paso de la peseta al euro fue un ejemplo que pasará a la historia) y falsean la balanza.

3) El comercio humano, reflejado en la compra de esclavos, que se pueden conseguir a un precio ridículo, “por un par de sandalias”. Hoy se dan casos de auténtica esclavitud (como los chinos traídos para trabajar a escondidas en fábricas de sus compatriotas) y casos de esclavitud encubierta (invernaderos de Almería; salarios de miseria aprovechando la coyuntura económica, etc.).

José Luis Sicre

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Domingo XXV del Tiempo Ordinario. 18 septiembre, 2016

Domingo, 18 de septiembre de 2016
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Cavar, ya no puedo; mendigar, me da vergüenza”  (Lc 16, 3)

Lc 16, 1-13

La verdad es que llevo días dando vueltas a este evangelio y me encuentro con que no sé muy bien por dónde cogerlo; ni muy bien, ni muy mal, vamos. Me alivia la idea de que este espacio es para compartir lo que nos sugiere el evangelio y no aclararlo o hacer una tesis sobre él.

Tengo varias ideas sin conexión entre ellas, al menos aparentemente. Me quedo con la primera, que me está asaltando como una bofetada: “cavar, ya no puedo; mendigar, me da vergüenza”. Pero si esta frase parece que la han escrito en nuestra época. Imagina que alguien de tu círculo, de tu entorno se queda sin trabajo o que lleva tiempo en paro, alguien o tú sin ir más lejos. Y es cuando dices “es que no encuentro trabajo”; para y piensa eso.

¿Paramos y pensamos?

Ese no encontrar trabajo igual se refiere más a “no encuentro el trabajo que quisiera, el trabajo para lo que he estudiado, el trabajo de pocas horas y mucho sueldo,  el trabajo con un montón de vacaciones, trabajo fijo, un trabajo de despacho con mi aire acondicionado o mi calefacción y no uno de trabajar en la calle haga calor o llueva a cántaros… en definitiva, un trabajo digno para mí”. Entonces se me ocurre mirar al administrador de esta parábola y preguntarle, ¿cavar, ya no puedes, o más bien no quieres?

Aprovechando que me está prestando atención también le digo: “¿por qué consideras vergonzoso mendigar?, ya que tus palabras dejan entrever cierto desprecio a quienes no tienen lo necesario para vivir; para y piensa a ver por qué no hay suficiente para esas personas. Siéntate plácidamente en tu butaca o en tu sofá y pregúntate por qué en el mundo son más las personas que no tienen (de su propiedad) una butaca donde descansar y echar una cabezada, que las que viven cómodamente como tú.

Si en lugar de infiel, fueras un administrador justo y fiel, seguramente las cosas serían distintas; seguramente cambiaría tu concepto de mendigar si administraras y cuidaras mejor los bienes, tanto los tuyos personales como los nuestros, patrimonio de la humanidad aunque no los reconozcamos como tal, el agua, los bosques, los minerales, las tierras de cultivo… Para y piensa que esta idea, no es más que la punta del iceberg.

Y antes de que se le colapse la atención, a este administrador le digo para terminar algo que aparece muchas veces en los evangelios en boca de Jesús: “Quien tenga oídos, que oiga”.

Oración

Trinidad Santa, sé tú la bofetada que nos asalte, que nos despierte.

Sé tú, quien nos haga parar el piloto automático de nuestra vida y nos lleve a pensar.

Amén.

*

Fuente:  Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Si no aprendo a ser más con menos, el hedonismo frustrará mis anhelos

Domingo, 18 de septiembre de 2016
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14704237977416Lc 16, 1-13

El capítulo 16 de Lucas comienza indicando que la parábola de administrador infiel va dirigida a los discípulos; pero al final de la narración dice: “estaban oyendo esto los fariseos que son amates del dinero”. Esta frase nos indica la falta de precisión a la hora de determinar los destinatarios de esta parábola y la del rico Epulón que leeremos el domingo que viene. Debemos tener en cuenta que a las primeras comunidades cristianas solo pertenecieron pobres. Solamente a principios del s. II se empezaron a incorporar personas importantes de la sociedad. Si los evangelios se hubieran escrito unos años más tarde, seguramente se hubiera matizado mucho más el lenguaje sobre las riquezas.

Para entrar en la comprensión de la parábola solo hace falta un poco de sentido común. Jesús hablaba para que le entendiera la gente sencilla. Hay explicaciones que me parecen demasiado rebuscadas. Por ejemplo: Que el administrador, cambiando los recibos, no defrauda al amo, sino que renuncia a su propia comisión. No parece verosímil que el administrador se embolsara el 50% de los recibos de su señor. Otra explicación que me parece demasiado alambicada es que el administrador hizo lo que tenía que hacer, es decir, ceder sus bienes a los que no pueden pagar su deuda. Entonces resulta que hace lo que debía hacer por su cuenta el dueño. Por eso es alabado el administrador. En este caso perderían sentido las sentencias finales del relato.

Seguramente Lc ya modifica el relato original, añadiendo el adjetivo de “injusto”, tanto para el administrador, como para el dinero. Este añadido dificulta la interpretación de la parábola. En primer lugar porque no se entiende que se alabe a un injusto. En segundo lugar, porque podemos devaluar el mensaje al pensar que se trata de desautorizar solo la riqueza conseguida injustamente. La riqueza injusta se descalifica por sí misma. En el relato, se trata de la riqueza que, aunque sea “justa”, puede convertirse en dios (ídolo).

Debemos evitar toda demagogia barata. Pero tampoco podemos ignorar el mensaje evangélico. En este tema, ni siquiera la teoría está muy clara. Hoy, menos que nunca, podemos responder con recetas a las exigencias del evangelio. Cada uno tiene que encontrar la manera de actuar con sagacidad para conseguir el mayor beneficio, no para su falso yo sino para su verdadero ser. Si somos sinceros, descubriremos que en nuestra vida, confiamos demasiado en las cosas externas, y demasiado poco en lo que realmente somos. Con frecuencia, servimos al dinero y nos servimos de Dios. Le llamamos Señor, pero el que manda de verdad es el dinero. Justo lo contrario de lo que nos pide Jesús.

Encontramos en los evangelios una diferencia notable con la tradición bíblica. Tanto en todo el AT como en tiempo de Jesús, las riquezas eran consideradas como un don de Dios. Solo los profetas arremeten contra la riqueza que se ha conseguido con injusticia. Este matiz desaparece en los evangelios y se considera la riqueza, sin más, contraria al Reino.

En las parábolas, no hay que tomar al pie de la letra cada uno de los detalles que se narran; hay que entrar en la intención del que la narra. Al contrario que la alegoría, en la parábola se trata de una sola enseñanza que hay que sacar del conjunto del relato. El relato nos obliga a sacar una moraleja que nos haga cambiar de actitud vital. Ésta en concreto, no está invitándome a ser injusto, sino a sentarme y echar cálculos, para elegir lo que de verdad sea mejor para mis auténticos intereses. El administrador calculador, trataba de conseguir ventajas materiales. A nosotros se nos invita a ser sagaces para sacar ventajas espirituales.

No hacen falta muchas cavilaciones para darse cuenta de que ponemos mucho más interés en los asuntos materiales que en los espirituales, no solo por el tiempo que les dedicamos, sino sobre todos por la intensidad de nuestra dedicación. Es lamentable que personas muy inteligentes y con varias carreras, tengan un nivel de conocimientos religiosos propios de un niño de primera comunión. En religión, lo único que se nos exigía era “creer”.

Los hijos de este mundo son más sagaces con su gente que los hijos de la luz. Esta frase explica el sentido de la parábola. No nos invita a imitar la injusticia que el administrador está cometiendo, sino a utilizar la astucia y prontitud con que actúa. Él fue sagaz, porque supo aprovecharse materialmente de la situación. A nosotros se nos pide ser sabios, para aprovecharnos de todo, en orden a una plenitud espiritual. Hoy la diferencia no está entre los hijos del mundo y los hijos de la luz. La diferencia está en la manera que todos los cristianos tenemos de tratar los asuntos mundanos y los asuntos religiosos.

No podéis servir a Dios y al dinero. No está bien traducido. El texto griego dice mamwna. Mammón era un dios cananeo, el dios dinero. No se trata, pues, de la oposición entre Dios y un objeto material, sino de la incompatibilidad entre dos dioses. No podemos pensar que todo el que tiene unos millones en el banco o tiene una finca, está ya condenado. Servir al dinero significaría que toda mi existencia esta orientada a los bienes materiales. Sería tener como objetivo de mi vida el hedonismo, es decir, buscar por encima de todo el placer sensorial y las seguridades que proporcionan las riquezas. Significaría que he puesto en el centro de mi vida, el falso yo y buscar la potenciación y seguridades de ese yo; todo lo que me permita estar por encima del otro y utilizarlo en beneficio propio.

Podemos dar un paso más. A Dios no le servimos para nada. Si algo dejó claro Jesús fue que Dios no quiere siervos sino personas libres. No se trata de doblegarse con sumisión externa, a lo que mande desde fuera un señor poderoso. Se trata de ser fiel al creador, respondiendo a las exigencias de mi ser, desplegando todas las posibilidades de ser. Servir a un dios externo que puede premiarme o castigarme, es idolatría y, en el fondo, egoísmo. Hoy podemos decir que no debemos servir a ningún “dios”. Al verdadero Dios solo se le puede servir, sirviendo al hombre. Aquí está la originalidad del mensaje cristiano. Donde las religiones verdaderas o falsas ponen “Dios”, Jesús pone “hombre”.

Es curioso que ni siquiera cuestionemos que lo que es legal puede no ser justo. Puesto que lo que tengo lo he conseguido legalmente, nadie me podrá convencer de que no es exclusivamente mío. Además, el dinero es injusto, no solo por la manera de conseguirlo, sino por la manera de gastarlo. Las leyes que rigen la economía, están hechas por los ricos para defender sus intereses. No pueden ser consideradas justas por parte de aquellos que están excluidos de los beneficios del progreso. Unas leyes económicas que potencian la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos, mientras grandes sectores de la población viven en la miseria e incluso mueren de hambre, no podemos considerarla justa.

Lo que nos dice el evangelio es una cosa obvia. Nuestra vida no puede tener dos fines últimos, solo podemos tener un “fin último”. Todos los demás objetivos tienen que ser penúltimos, es decir, orientados al último (haceros amigos con el dinero injusto). No se trata de rechazar esos fines intermedios, sino de orientarlos todos a la última meta. La meta debe ser “Dios”. Entre comillas por lo que decíamos más arriba. La meta es la plenitud, que para el hombre solo puede estar en lo trascendente, en lo divino que hay en él.

Ganaros amigos con el dinero injusto. Es una invitación a poner todo lo que tenemos al servicio de lo que vale de veras, nuestro verdadero ser, también la riqueza material que nos pertenece.Utilizamos con sabiduría el dinero injusto, cuando compartimos con el que pasa necesidad. Lo empleamos sagazmente, pero en contra nuestra, cuando acumulamos riquezas a costa de los demás. Nunca podremos actuar como dueños absolutos de lo que poseemos. Somos simples administradores. Hace poco tiempo oí a De Lapierre decir: Lo único que se conserva es lo que se da. Lo que no se da, se pierde.

Meditación-contemplación

No podéis servir al Dios de Jesús y al dios dinero
Jesús no dice que no “debéis”, sino que no “podéis”
Es inútil que sigamos intentándolo.
Lo que “tenemos” debemos subordinarlo a lo que “somos”.
……………………

Todo lo que no potencie el ser, es secundario.
Lo único esencial es nuestro verdadero ser.
Lo material, lo biológico, debe ser el soporte de nuestra Vida espiritual;
no debemos rechazarlo como malo, sino utilizarlo bien.
………………………

Si el valor supremo para mí es el dinero o el poder,
mi corazón estará pegado a esas seguridades.
Si he descubierto el “tesoro” escondido en lo hondo de mi ser,
el resto quedará iluminado por su brillo.
…………………

Fray Marcos

Fuente: Fe Adulta

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Ambición y Generosidad

Domingo, 18 de septiembre de 2016
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25-toc-ev1“Si quieres aprender el arte de reinar, comienza por preocuparte de sostener al pobre” (Idomeneo a su hijo Idamante.)

18 septiembre, domingo XXV del TO

Lc 16, 1-13

No podéis estar al servicio de Dios y del dinero

Aunque en el Sermón de las Bienaventuranzas, Jesús dice que el Reino de los cielos es de los humildes y sencillos, este reino no se puede construir con ingenuidad, “Pues los ciudadanos de este mundo  son más astutos con sus colegas que los ciudadanos de la luz” (Lc 16, 8) . Hacen trampas, roban, engañan… Son corruptos como el administrador astuto de la parábola. Por eso hay que ser cándidos como palomas, pero al mismo tiempo cautos como serpientes(Mt 10, 16).

Los profetas del AT denunciaron estas prácticas deshonestas, como lo hizo Jesús en el Nuevo. Amós ataca sin piedad la codicia humana y el afán de lucro:  “Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis al pobre, al mísero por un par de sandalias” (Am 8, 5-6). ¡Qué contraste con esta visión de Juan en su Epístola 1, 3, 17!: “Si uno posee bienes del mundo y ve a su hermano necesitado y le cierra las entrañas y no se compadece de él, ¿cómo puede conservar el amor de Dios?”Los judíos conmemoraban sus festividades religiosas teniendo muy en cuenta las prescripciones legalmente fijadas, pero con escasa o nula repercusión en lo referente a la justicia con los pobres.

Jesús invita a conseguir la verdadera libertad sirviendo a Dios y no al dinero. La opera de Mozart, Idomeneo, rey de Creta, ha pasado a ser un canto a la tolerancia frente a la violencia y la injusticia en nuestros tiempos. El protagonista le da este políticamente sabio consejo a su hijo Idamante: “Si quieres aprender el arte de reinar, comienza por preocuparte de sostener al pobre”.

Hoy los que rigen los pueblos se aferran al sillón del poder y, como el administrador inicuo, no tienen reparo en sobornar a cualquiera que sea con dinero. Como él, la mayoría piensa que para cavar no tienen fuerzas, y pedir limosna les avergüenza. ¿Suenan tambores de nuestro Parlamento?

La generosidad es el hábito de dar o compartir con los demás sin esperar obtener nada a cambio. Hábito que quedó prostituido por el Derecho Romano, que entendía las ofrendas a los dioses como actos de carácter religioso con el propósito de recibir algo bueno a cambio o de no sufrir una desgracia. Las oraciones de petición, e incluso las de acción de gracias están llenas de este propósito. Aristóteles había dicho de ella: “De todas las variedades de virtud, la generosidad es la más estimada”. Y el Papa Francisco puntualiza que “Ser generoso es darse a los demás de manera desinteresada; es brindar lo que el otro necesita, no lo que os sobra”.

EXPOLIACIÓN

El hombre fue creado
desnudo de riquezas, cuenta el mito.

Expoliado de carnales amores
por vengadora espada de un arcángel
¿Qué me queda?

De celestiales joyas, poca cosa.

A Jesús le expoliaron de sus ropas
los verdugos.
Al Hombre le despojan
de todos sus derechos
los políticos.
A la Naturaleza la saquean
los ricos.

Y yo soy expoliado
por ricos, verdugos y políticos,
por ladrones de bienes celestiales,
sin que nadie salvaguarde mi hacienda.

¿Dónde estás Dios,
que miro, miro y miro y no te veo?

¿Es que de estar en todas partes
has pasado a no estar en parte alguna?

(SOLILOQUIOS. Ediciones Feadulta)

 

Vicente Martínez

Fuente: Fe Adulta

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Ser inteligentes y audaces por el Reino de Dios

Domingo, 18 de septiembre de 2016
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evang3Como en otras ocasiones, en esta parábola Dios se convierte en el único Señor capaz de misericordia y perdón y por eso es el único al que merece la pena servir. Entusiasmados/as por esta Buena Noticia solo es posible actuar con los demás del mismo modo y vivir con la misma pasión y audacia de aquellos que inteligentemente buscan salir de una situación comprometida, pero con una razón diferente: impulsar el Reino y su justicia… responder a Dios padre y madre que ha puesto su confianza en nosotras/os para a su lado cambiar el mundo.

Esta parábola, aunque dirigida a los discípulos/as, está en el contexto más amplio de la confrontación de Jesús con los fariseos, caracterizados por Lucas como avaros y predispuestos a ridiculizar las enseñanzas de Jesús.

El relato nos presenta la historia de un propietario rico que tiene un administrador que gestiona sus propiedades, pero que ha abusado de su confianza. La narración nos sitúa en la realidad socio-económica de la Palestina romana del siglo I cuyas peculiaridades nos pueden ayudar a entender no solo los detalles de la narración, sino el cómo y por qué Jesús la presenta a sus compañeros/as.

Contexto socio-económico de la parábola

Los administradores que gestionaban las propiedades de un señor tenían autoridad para negociar en nombre de su amo. Generalmente su sueldo procedía de las comisiones que recibían por las transacciones realizadas, aunque, especialmente en el caso de los préstamos podían recibir de los deudores un pago “bajo cuerda” para favorecer un buen trato su parte. En la ley tradicional israelita la mala gestión el administrador suponía su inmediato despido y un castigo ejemplar, que podía incluir la cárcel obligándoles a restituir lo perdido, pues para el mundo antiguo una actuación de este tipo suponía además de pérdidas económicas, un daño al honor de su amo.

En el caso de nuestra parábola sorprende que el castigo solo sea el despido y no haya ningún otro tipo de sanción permitiendo que el administrador pueda plantearse la búsqueda de otro trabajo. El administrador para recuperar la normalidad de su vida intenta buscar el favor de otra persona antes de que se haga público su despido (Lc 16,4). Las sociedades del mediterráneo del siglo I basaban sus interacciones en el sistema de patronazgo que se constituía a través de relaciones de reciprocidad entre gente de distinto nivel social: una persona de clase inferior que está en apuros (llamada cliente) hace frente a sus necesidades recurriendo a los favores de una persona de estatus superior, ben situada (llamada patrón).  Al recibir el favor, el cliente promete implícitamente devolvérselo al patrón cuando y como éste lo determine. Al conceder un favor, el patrón promete a su vez implícitamente estar abierto a ulteriores peticiones, en momentos no especificados. (Bruce J. Malina, Richard L. Rohrbaugh, Los Evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I : comentario desde las ciencias sociales , Verbo Divino 1996, 399-400).

El empleado cuando se le exige que presente sus cuentas lo lleva a cabo de tal manera que le permita favorecer a los arrendatarios de su amo de modo que puedan constituirse en sus posibles patronos futuros. Su estrategia es actuar en nombre de su amo reduciendo la deuda a la mitad y así canjearse el favor de los deudores que podrían acogerlo en sus casas y favorecerlo lo que le permitiría mantener su status y asegurar su subsistencia. Además, la sagacidad de su actuación le permitirá favorecer también el honor del Señor al que servía. El amo había sido bueno con él al no castigarlo severamente, pero ha de aceptar su última gestión: Si no asume las reducciones de las deudas que gestionó su administrador la gente lo considerará falto de honor, pero si la acepta, aun perdiendo bienes, se le alabará por su generosidad. Dada la importancia de la estima publica que existía en estas sociedades, el amo seguramente optará por aceptar y de este modo ambos saldrán beneficiados.

Jesús como narrador de la parábola

En la narración de la parábola llama la atención Jesús al presentar esta situación, ficticia pero familiar a sus oyentes está buscando provocar su reacción ante la actuación de los personajes.  En primer lugar, llama la atención la misericordia del amo con su empleado al que solo expulsa sin añadirle ningún otro castigo además de alabar su conducta inteligente. Lo inusual de este comportamiento permite a Jesús visibilizar dos realidades para el muy importantes. Por un lado, sin duda está pensando en Dios cuando describe al propietario y por eso lo presenta actuando con justicia y sin venganza.  Por otro, el administrador se convierte en modelo de actuación para sus discípulos/as recordándoles que, para caminar por los senderos del reino, también hay que ser inteligentes y audaces. Esta perspectiva del relato es provocadora, pero eso es lo que Jesús con frecuencia pretende con sus parábolas, despertar las conciencias, cuestionar y provocar el cambio.

El final de la parábola (Lc  9-13) es claramente un añadido posterior que interpreta de una forma concreta el relato y que se construye a partir de una serie de sentencias que intentan clarificar el sentido del texto y suavizar su provocación.  De este modo se resaltan consecuencias de tipo ético, como son la honestidad y la fidelidad, pero visibilizando los aspectos sociales y sus implicaciones teológicas.

Jesús, en su mensaje sobre el reino de Dios invita con frecuencia a romper con las reglas habituales de conducta en su sociedad, pero no por una simple razón de contraculturalidad, sino porque muchas veces esas normas se sustentan en creencias religiosas que sitúan a Dios del lado de los ricos y poderosos justificando así la injusticia con los/as más desfavorecidos/as. La provocación quiere mostrar plásticamente que Dios no entra en ese juego, sino que por el contrario está siempre del lado de los y las que no tienen quien los/as defienda y los/as acoja.

Como en otras ocasiones, en esta parábola Dios se convierte en el único Señor capaz de misericordia y perdón y por eso es el único al que merece la pena servir. Entusiasmados/as por esta Buena Noticia solo es posible actuar con los demás del mismo modo y vivir con la misma pasión y audacia de aquellos que inteligentemente buscan salir de una situación comprometida, pero con una razón diferente: impulsar el Reino y su justicia… responder a Dios padre y madre que ha puesto su confianza en nosotras/os para a su lado cambiar el mundo.

Carmen Soto

Fuente Fe Adulta

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“La iglesia, los dineros y alguna mentira”, por José Arregi

Domingo, 3 de julio de 2016
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2016_NOTA_MEMORIA1Leído en su blog:

El pasado 9 de junio, Fernando Giménez Berriocanal, gerente de la Conferencia Episcopal Española, presentó la memoria del último ejercicio económico de la Iglesia católica en el Estado español. Lo hizo como economista solvente y riguroso que es, pero desde la visión eclesial de la institución que representa. No hay economía ni memoria económica neutra, como no hay teología pura. Por eso me permito formular unas observaciones a su memoria económica desde mi perspectiva eclesial.

Las cifras presentadas son impresionantes, pero no es eso lo que me escandaliza. Son las que cabe esperar si se tiene en cuenta la historia religiosa y política de la Iglesia en este país, su inmenso patrimonio artístico y cultural, amén de su inagotable legado espiritual, imposible de traducir en términos económicos. Y su capacidad de reunir semanalmente hoy todavía a 10 millones de personas a celebrar la memoria de Jesús y compartir su pan. Y sus grandes privilegios heredados del pasado. Todo eso no se borra de un año para otro ni de un siglo para otro.

No quiero ser, pues, purista ni maximalista, pero tampoco mero observador acrítico. En la presentación del señor Giménez Berriocanal encuentro datos e interpretaciones que me parecen sesgadas y engañosas, por parciales. Las medias verdades pueden ser mentiras. A algunas de ellas me referiré.

En primer lugar, no me parece honesto contabilizar la actividad asistencial o caritativa de la Iglesia, por ejemplo Cáritas, como aportación económica de la Iglesia al Estado. ¿No será una forma de justificar la enorme aportación del Estado a la Iglesia y una coartada para seguir pidiendo más? Seamos rigurosos. Es verdad que la Iglesia católica realiza una inmensa labor social, muy a menudo de manera voluntaria y gratuita. Pero los obispos, si quieren ser sinceros, no deben ignorar u ocultar que buena parte de la gente, quizás incluso la mayoría de quienes colaboran con Cáritas y otras instituciones asistenciales, sea con sus donativos o sea con su trabajo, no son “gente de Iglesia” ni quieren que ésta les utilice como propaganda. Cáritas es sin duda lo mejor que tiene la Iglesia, y su gestión eclesial es seguramente muy eficaz y honrada, pero los obispos no debieran jactarse de ello en sus memorias económicas. El mérito de Cáritas no es de la institución eclesial, sino de la gente, creyente o no, que la sostiene; el mérito es de los ciudadanos/as que forman el Estado. ¿O creen los obispos que hay menos caridad y justicia social efectiva allí donde no existe Cáritas eclesiástica?

Tampoco me parece de recibo afirmar que los centros religiosos de enseñanza ahorran al Estado cerca de 3.000 millones de euros al año. La inmensa mayoría de esos centros están subvencionados por el Estado, y en cualquier caso son empresas económicamente viables, gracias a las matrículas que cobran o a los donativos que reciben. Puede ser que el coste por estudiante en los centros concertados sea muy inferior al de los centros públicos, pero supongo que ello se debe a una mejor gestión y, básicamente, a que su personal docente y no docente trabaja más y cobra menos. Lo mismo cabría decir de los centros hospitalarios. Insisto: la Iglesia no debe arrogarse el esfuerzo y la generosidad de la gente, sean o no gente de Iglesia.

Considero también una falacia sostener como sostuvo el gerente del Episcopado Español que las diferentes actividades de la Iglesia católica española “aportan al Estado” 32.000 millones de euros, el 3,1% del PIB español. Y me parece muy feo afirmar como afirmó que “cada euro que se invierte en la Iglesia rinde como 2,35 del mercado”. ¿Constituye ese dato un título de gloria para la Iglesia de Jesús? Nunca lo debiera haber dicho, y menos en los tiempos que corren, en un mundo ahogado por el Gran Mercado. Como no debiera haber defendido la abusiva exención del IBI de que gozan tantos templos cerrados, casas curales, garajes y huertas eclesiásticas sin utilidad social. Por no hablar de los numerosos bienes inmatriculados por los obispos gracias a una ley del Gobierno de Aznar difícilmente compatible con la Constitución, y del todo incompatible con el Evangelio.

¿Puede alguien imaginar a Jesús de Nazaret, el profeta subversivo, el carismático itinerante, el alegre comensal de gente social y religiosamente marginada, presentando la memoria económica del año tal como se hizo?

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“El Dios de Jesús y el Dios de Pablo”, por José Mª Castillo, teólogo

Martes, 26 de abril de 2016
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11_saul-conversionDe su blog Teología sin Censura:

Según es el Dios en el que cada cual cree, así es la vida que cada cual lleva. El que tiene su fe puesta en el dinero, pongamos por caso, será sin duda un individuo cuya vida estará regida por la codicia. Y lo más probable es que semejante sujeto termine siendo un corrupto o un ladrón. Un tipo así, aunque diga que es ateo, en realidad no lo es. Porque Dios es la realidad última que da sentido a nuestra vida. Una realidad a la que sus “creyentes” están dispuestos a servir. Por esto, sin duda, el Evangelio dice que el contrincante de Dios es el dinero: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6, 24; Lc 16, 13)), el “mamón” personificado como un poder que está siempre en conflicto con lo que Dios exige y la honradez demanda (H. Balz).

Esto supuesto, si hablamos de Dios, tal y como todo el mundo entiende la palabra “Dios”, es importante saber que, en los orígenes del cristianismo, esta palabra no siempre tuvo el mismo significado. Concretamente, no es lo mismo el Dios, que se nos revela en Jesús, que el Dios del que nos habla Pablo de Tarso. Lo que lleva en sí consecuencias de enorme importancia, como después indicaré.

En cuanto al Dios de Pablo, la experiencia que Pablo vivió, en el camino de Damasco, no fue una “conversión” (“metánoia”), en el sentido propio de esa palabra. Ante todo, porque Pablo no se aplica a sí mismo el vocabulario específico de la conversión, en los repetidos relatos que el mismo Pablo nos dejó (Gal 1, 11-16; 1 Cor 9, 1; 15, 8; 2 Cor 4, 6) y de los que Lucas, en el libro de los Hechos, ofrece tres relatos detallados (9, 1-19; 22, 3-21; 26, 9-18). Pablo, después de lo que vivió en el camino de Damasco, siguió creyendo en el mismo Dios en el que siempre había creído, “el Dios de los Padres” (Hech 22, 14), y viviendo la religión en la que había sido educado (S. Légasse). Por eso, cuando Pablo habla de Dios, se refiere al Dios de Abrahán y a las promesas hechas a Abrahán (Gal 3, 16-21: Rom 4, 2-20) (U. Schnelle). Ahora bien, sabemos que el Dios de Abrahán es el Dios que le pidió a Abrahán que matara y ofreciera, en “sacrificio” religioso, a su hijo querido (Gen 22, 1-2). Es, pues, el Dios que necesita sufrimiento, sangre y muerte para perdonar, según la sobrecogedora afirmación que recoge la carta a los Hebreos: “sin derramamiento de sangre no hay perdón” (Heb 9, 22).

El contraste con el Dios de Pablo es el Dios del que nos habla constantemente Jesús y que se nos da a conocer en la vida y enseñanzas de Jesús. Se trata del Dios al que Jesús presenta siempre como Padre. Pero no desde el modelo del “paterfamilias”, el patrón y dueño del grupo familiar, que se definía a partir del “poder”. No. Jesús habla siempre del Padre, que se entiende desde el “amor”, la bondad y la misericordia. Así, en la parábola del hijo extraviado (Lc 15, 11-32), al que el padre acoge, perdona y le hace fiesta, sin pedirle cuentas, ni explicaciones, ni justificación alguna. Es el Padre “que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5, 45). Y, sobre todo, el Padre que se nos dio a conocer en Jesús (Jn 1, 18), de manera que quien veía a Jesús, por eso mismo y por eso solo veía al Padre (Jn 14, 9). El Padre de la misericordia, que acoge a pecadores y convive con ellos (Lc 15, 1-2; Mc 2, 15-17; Mt 9, 10-13; Lc 5, 29-32). El Padre que, en la vida y conducta de Jesús, dejó patente que sus tres grandes preocupaciones fueron el sufrimiento de los enfermos, la indigencia de los pobres y las mejores relaciones personales entre los seres humanos.

La consecuencia de todo lo dicho se comprende fácilmente. Empecé diciendo que según es el Dios en el que cada cual cree, así es la vida que lleva. A primera vista, parece que el Dios más duro y exigente es el Dios de Pablo. En realidad no es así. El Dios de Pablo exige sacrificio y culto. A nosotros no nos pide ya eso. Nos pide que repitamos el “sacrificio ritual”, que rememora y actualiza el sacrificio de Cristo en la cruz. Por eso vamos a misa. Y si no podemos, pagamos misas. Porque es importante dejar la conciencia tranquila, en paz, para sentirse perdonado. El Dios de Jesús, tal como se nos reveló en la vida, en las enseñanzas y la conducta de Jesús, no pidió rituales del culto en el templo. Lo que pidió fue que respetemos a todos, que perdonemos a todos, que amemos siempre a todos, que seamos siempre buenos y que nos sintamos libres para trabajar a fondo por una vida y una sociedad más igualitaria, más justa, más feliz, sobre todo para los que más sufren.

Pues bien, así las cosas, queda patente que el Dios que nos da verdadero miedo, al que más nos resistimos, no es el de Pablo, sino el de Jesús. De hecho, en la Iglesia, y en la teología, ha tenido (y sigue teniendo) más presencia el Dios de Pablo que el de Jesús. ¿No será eso así porque con el Dios de Pablo es posible mantener el solemne tinglado clerical que mantenemos, mientras que con el Dios de Jesús, si lo tomamos en serio, tendríamos que modificar cosas y conductas que no estamos dispuestos a cambiar?

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“Corrupción y religión”, por José María Castillo, teólogo

Lunes, 29 de diciembre de 2014
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corrupcion5Leído en su blog Teología sin Censura:

El reciente informe de la Unión Europea sobre la percepción que se tiene, en ciudadanos y empresas, sobre la corrupción en los distintos países de Europa, sitúa a la cabeza de los países corruptos a Italia y España, mientras que, por el contrario, los países menos corruptos, en cuanto se refiere a la gestión de la economía, son los países del norte de Europa.

En cuanto, hace pocos días, leí los resultados de este Informe, me vino a la memoria el conocido estudio de Max Weber, La Ética Protestante y el espíritu del capitalismo. Como es sabido, Weber defiende en este libro que “el afán de lucro” y la “tendencia a enriquecerse” nada tienen que ver con el capitalismo. Weber estaba convencido, hace un siglo, de que la “mentalidad económica” y el “ethos” [talante] económico son convicciones y pautas de conducta que están determinadas sobre todo por “la ética racional del protestantismo ascético”. Y destacaba las conexiones que las religiones más importantes tienen con la economía y la estructura social del medio en el que viven.

Yo estoy persuadido de que Max Weber no escribiría hoy este libro tal como lo escribió en su tiempo. Entre otras razones, porque el capitalismo de ahora no es como el que Weber conoció. Ni la religión que se practica ahora es como la que se practicaba a finales del s. XIX.

Sin embargo, hay un hecho patente que está a la vista de todos. Exactamente lo mismo, a comienzos del siglo XXI que a finales del XIX, los países de tradición católica son los más corruptos y los más castigados por la crisis económica (países del Sur), al tiempo que los países de matriz protestante (países del Norte) son los más desarrollados y los que han superado la crisis más rápidamente y mejor. Como es lógico, estas cosas no ocurren por casualidad. Alguna relación tiene que haber entre “economía” y “religión”. Lo que, en este momento, equivale a preguntarse: ¿tendrá algo que ver la religión con la corrupción económica?

No voy a ponerme a indagar – una vez más – en qué consiste exactamente el espíritu de la “ética protestante”. Sobre eso se han escrito bibliotecas enteras. Y ya sabemos lo que da de sí este asunto. Por eso yo me he puesto a darle vueltas a esta cuestión, repensando este enorme problema desde otro punto de vista. Hay un hecho que, por otra parte, no deja de llamar la atención. Me refiero a una cosa que ve cualquiera. “Gente religiosa”, “gente de derechas” y “gente capitalista” son expresiones que, con relativa frecuencia, suelen coincidir en las mismas personas y hasta en las mismas instituciones o grupos humanos. Pero coinciden solamente cuando la religión apoya el capitalismo y se pone de parte de la gente de derechas. Si se trata de una religión que, por lo que sea, no es incondicionalmente aceptada por los ricos, ese tipo de religión no tarda en caer en desgracia. Lo que ha pasado con la teología de la liberación es el ejemplo más claro que tenemos, en la Iglesia, de que las relaciones entre “religión” y “economía” son buenas y fluidas cuando, en definitiva, la religión se pliega a las exigencias del capitalismo financiero, con las consiguientes condiciones que impone la banca, etc, etc.

¿Qué hay detrás de todo esto? Por lo que yo he podido averiguar, hasta este momento, el factor determinante en este oscuro asunto es la profunda y extraña conexión que existe entre los “rituales” y la “ética”. Una conexión que se comprende en cuanto uno se da cuenta de que el comportamiento de una persona religiosa está más determinado por el “rito” que por el “ethos” (W. Burkert, B. Lang, G. Theissen). Es decir, la gente religiosa se aferra más a la observancia de los rituales sagrados que a la honradez sin fisuras de la conducta de un buen ciudadano. ¿Cómo se explica que haya tantos ricos capitalistas que se quedan tranquilos con su misa y sus rezos, cuando ellos son los primeros que saben que no pagan los jornales que tendrían que pagar? ¿Qué explicación tiene que haya obispos con palacios y coches de lujo, que se quedan tan tranquilos sabiendo que en su diócesis hay miles de criaturas que se acuestan sin cenar? ¿Cómo es posible que la Jerarquía eclesiástica (con sus clérigos, frailes y monaguillos) siga aferrada a sus exenciones fiscales y privilegios económicos, en una sociedad en la que cada día echan de sus casas a tantas familias que no han hecho otro mal que quedarse sin trabajo?

La observancia ritual es un asunto peligroso
. Porque el rito fielmente observado tiene el efecto diabólico de tranquilizar la conciencia. Por eso hay tanta gente a la que le va divinamente con los bautizos, las bodas (de iglesia), los funerales con misa, la cofradía, la romería, la promesa, el escapulario y la estampa. De manera que todo eso, sin saber cómo ni por qué, se condimenta admirablemente con la tacañería a la hora de pagar el sueldo o el jornal, hacer la declaración de la renta, tener a “la muchacha” de la limpieza apuntada en el “seguro” y, si se trata de gente de poder y gobierno, no tienen empacho en defender y aprobar leyes que hunden a tantas criaturas en la miseria y la desesperación.

¿Se puede asegurar que existe una misteriosa y tremenda conexión entre religión y corrupción? Ahí están los hechos. Y que cada cual responda, no asegurando “yo tengo la conciencia tranquila”, sino preguntando a quienes conviven a tu lado qué piensan de todo esto.

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“Teresa de Jesús y los dineros”, por José Centeno

Viernes, 26 de diciembre de 2014
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Teresa_andariegaLeído en la página web de Moceop

“Siempre he miedo a estos muchos dineros”

Santa, pero mujer. El aspecto más humano de Teresa, la mujer del día a día no se ha dado a conocer a pesar de la abundante información. Es conocida como La Santa, que dicen en Ávila. Sus arrobamientos místicos han obscurecido su gran personalidad humana.

Cualquier santo es tanto más admirado y sugerente cuanto más se le conoce como ser humano. Historiadores, artistas, escritores, pensadores, filósofos, antropólogos, etc. Muchas personalidades, no solo creyentes, también ateos o agnósticos o indiferentes se ha interesado por esta mujer.

Casi siempre se nos ha trasmitido la espiritualidad de los santos desencarnada de su vida diaria y del contexto histórico imprescindible para comprenderles. Cómo son las relaciones de Teresa con su familia, su descendencia judeoconversa, pertenencia a una clase social media acomodada de hijosdalgo, sus relaciones con la aristocracia y altas jerarquías de la Iglesia y del Reino, los libros que leía, su vida juvenil de chica presumida, habladora, que la gustaba ser agradable y relacionarse.

Aunque a algunos no les agrada la palabra, era feminista; protesta en sus escritos contra la baja estima o desprecio que eclesiásticos y civiles tenían de las mujeres, que las sometían a criar hijos, y a la monjas a hilar y a recitar de memoria las oraciones y no a pensar. Abundaron sus quejas contra los inquisidores que prohibieron la lectura no solo de la Biblia, sino también de muchos libros espirituales. Son numerosas sus críticas sociales a la “honra” y a la “casta de los cristianos viejos” y a las apariencias sociales. Para ella no hay ninguna otra honra que las virtudes y ser hija de Dios. Rompe con la costumbre de no admitir monjas que no sean de sangre limpia; de hecho gran parte de las que entraron en sus monasterios eran de familias judeoconversas.

Los dineros están presentes en todos sus escritos. ¿Qué lugar ocupa en la vida de Teresa de Jesús? El dinero, los bienes, las riquezas, las necesidades materiales, la comida, los quehaceres de cada día, están a la orden del día en sus escritos. Teresa de Jesús al ser descendiente de judeoconversos, aunque nunca lo dice abiertamente, está habituada a la mentalidad mercantil propios de los judíos. Pertenece la clase media acomodada. El primer escrito que se conserva de Teresa, cuando tiene 31 años, es una carta al rentero que se hizo cargo del palomar de los Ahumada para decirle hágame merced de pagar el trigo, porque yo no lo tengo, porque el señor Martín de Guzmán (cuñado de Teresa) holgará de ello y lo pagará que ansí se suele hacer. En la última carta escribe también entre otras cosas sobre los dineros.

En sus escritos de todo tipo, no solo en las cartas, también en los más místicos, alude con frecuencia al dinero, a las riquezas, al oro, los diamantes, los bienes, etc. Por ejemplo, dice que el alma es todo un diamante realizado por el Vidriero Divino y con oro de lo más subido. Afirma que las obras divinas son oro, joyas, piedras preciosas. Las obras humanas son “el carnado de cobre”, moneda de ínfimo valor que estaba fuera de curso legal. En las Moradas del Castillo Interior hay una transposición descriptiva de la grandezas y riquezas de los castillos al Castillo o Morada donde habita el Señor Dios Nuestro.

Los dineros saltan en cada página aunque lo grandioso de ella es la profunda o alta espiritualidad de la unión con Dios tal y como escribe en sus libros sobre los distintos grados de la oración, de la unión mística con Dios bajo las palabra de Desposorios y del Matrimonio espiritual con Dios. Sin embargo los dineros o las riquezas son siempre un tema recurrente en su vida y escritos.

Pequeños monasterios de pobreza o de limosna El destino de la mujer era ser esposa, servir al marido y a los hijos o soltera cuidando a los padres o al convento a sirviendo a Dios bajo la vigilancia de los clérigos. No se concebía una mujer sola en la vida. En 1536 con 21 años, Teresa, contra la voluntad de su padre que la buscaba un esposo de su rango, se escapó de casa para ingresar en el convento de la Encarnación. De acuerdo con un hermano “concertamos entrambos de irnos un día, muy de mañana, al monasterio a donde estaba aquella mi amiga que era al que yo tenía mucha afición.

El monasterio de la Encarnación había más de ciento cincuenta mujeres, no todas monjas, porque algunas de familias ricas entraban con sus criadas, recibían visitas de todo tipo en sus celdas que a veces tenían cocina. Otras dormían en pequeñas celdas o dormitorios corridos. La clausura se infringía por cualquier excusa. Había dentro las diferencia de clases de la sociedad. Las “freiras” eran en la práctica sirvientas. Unas vivían muy bien, otras pasando hambre y frío. Más que conventos, eran similares a beaterios donde ingresaban mujeres que se quedaban solteras, o que no querían casarse como le sucedió a Teresa. La vida era muy relajada como en la mayoría de los conventos. Teresa que es muy profunda y radical aspiraba con otras a otro tipo de vida más auténtico. Deciden salirse con algunas y fundar un monasterio que sea casa de oración, contemplación, pobreza y recogimiento.

Una casa para una comunidad de doce o trece monjas, como Jesús y los discípulos. La primera fundación es el monasterio de San José de Ávila en 1562. Quiso que fuera un monasterio en que viviesen de limosnas o de pobreza como le llamaba ella. Tuvo una muy fuerte oposición de la Encarnación y también de ciudad. Estamos en 1562, Teresa tenía 45 años y llevaba 27 años en la Encarnación. Debía obtener un permiso civil y otro del obispo. En aquella segunda mitad del siglo XVI había en el Reino una gran crisis económica por los muchos gastos que ocasionaban las guerras del rey Felipe II. Las autoridades y los demás conventos se resistían a permitir un convento más al que había que sufragar con más limosnas con los muchos que ya había. Las limosnas fueron disminuyendo como veremos más adelante.

Su intención es fundar conventos de pobreza, sin dote, y vivir de limosnas, para evitar la desigualdad que producen las dotes entre las hermanas, Para ello establece sus monasterios en las ciudades más importantes y, salvo alguna excepción, no se plantea fundar en los pueblos. Pero las dificultades económicas atemperó el principio de conventos de pobreza, sin dotes, tenía el peligro de convertirse en albergues de menesterosas. Sus conventos se nutrieron principalmente de mujeres de extracción burguesa. No admitía a analfabetas que no supiesen rezar el oficio divino. Leer más…

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Esto, es el amor.

Jueves, 27 de marzo de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

ca-cest-lamour

Cuando amas a alguien por su físico,

esto no es  amor, es atracción.

 

Cuando amas a alguien por su inteligencia,

esto no es amor, es admiración.

 

Cuando amas a alguien por su dinero,

esto no es amor, es venalidad.

 

Pero cuando amas a alguien y no sabes por qué,

ahí, hay amor.

***

 

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , , , ,

“No a la idolatría del dinero”. 2 de marzo de 2014. 8 Tiempo ordinario (A). Mateo 6, 24-34.

Domingo, 2 de marzo de 2014
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26b5521bc215a50598dcadfca7fb04057a0f70427facbb0e6e8d9296141e3cbfEl Dinero, convertido en ídolo absoluto, es para Jesús el mayor enemigo de ese mundo más digno, justo y solidario que quiere Dios. Hace ya veinte siglos que el Profeta de Galilea denunció de manera rotunda que el culto al Dinero será siempre el mayor obstáculo que encontrará la Humanidad para progresar hacia una convivencia más humana.

La lógica de Jesús es aplastante: “No podéis servir a Dios y al Dinero”. Dios no puede reinar en el mundo y ser Padre de todos, sin reclamar justicia para los que son excluidos de una vida digna. Por eso, no pueden trabajar por ese mundo más humano querido por Dios los que, dominados por el ansia de acumular riqueza, promueven una economía que excluye a los más débiles y los abandona en el hambre y la miseria.

Es sorprendente lo que está sucediendo con el Papa Francisco. Mientras los medios de comunicación y las redes sociales que circulan por internet nos informan, con toda clase de detalles, de los gestos más pequeños de su personalidad admirable, se oculta de modo vergonzoso su grito más urgente a toda la Humanidad: “No a una economía de la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata”.

Sin embargo, Francisco no necesita largas argumentaciones ni profundos análisis para exponer su pensamiento. Sabe resumir su indignación en palabras claras y expresivas que podrían abrir el informativo de cualquier telediario, o ser titular de la prensa en cualquier país. Solo algunos ejemplos.

“No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano en situación de la calle y que sí lo sea la caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es iniquidad”.

Vivimos “en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. Como consecuencia, “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz”.

“La cultura del bienestar nos anestesia, y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esa vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un espectáculo que de ninguna manera nos altera”.

Como ha dicho él mismo: “este mensaje no es marxismo sino Evangelio puro”. Un mensaje que tiene que tener eco permanente en nuestras comunidades cristianas. Lo contrario podría ser signo de lo que dice el Papa: “Nos estamos volviendo incapaces de compadeernos de los clamores de los otrsos, ya no lloramos ante el drama de los demás”

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS

Difunde el Evangelio de Jesús. Pásalo.

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“No se agobien por el mañana”. Domingo 2 de marzo de 2014. 8º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 2 de marzo de 2014
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mark-boyle-960x623Leído en Koinonia:

Is 49,14-15: Yo no te olvidaré
Salmo responsorial 61: Descansa sólo en Dios, alma mía
1Cor 4,1-5: El Señor pondrá al descubierto los designios del corazón
Mt 6,24-34: No se agobien por el mañana

 Uno de los elementos que caracterizan al Dios cristiano es su infinita generosidad para con sus hijos, que se expresa plenamente en la vida y misión de Jesús de Nazaret, quien con sus actitudes y comportamiento hacen presente el Reino de Dios, es decir, el amor y la solidaridad incondicional de Dios que sale al encuentro del ser humano, con el fin de darle vida en abundancia. Éste es el tema central de hoy.

 El texto que leemos del profeta Isaías se enmarca en la época de la deportación en Babilonia, en donde la mayoría del pueblo de Israel pierde su confianza y esperanza en Yahvé a causa de la fuerte y violenta influencia religiosa, política y social de Babilonia y por la poca capacidad de espera y resistencia del mismo pueblo desterrado; Israel se siente abandonado y olvidado por Dios, siente que las promesas de liberación nunca se cumplirán, y se resigna y doblega por entero al dominio babilónico. La tarea del profeta es entonces animar la esperanza del pueblo resignado, por medio de la Palabra, haciéndole ver que Dios no le ha abandonado, que está ahí junto a él sufriendo y luchando por la liberación, que no lo ha olvidado y que lo ama entrañablemente como una madre ama a sus hijos. Con este texto, Isaías manifiesta la ternura de Dios, su preocupación de madre por el bienestar de sus hijos, distinta a la experiencia de sufrimiento en Babilonia. Dios actúa desde la ternura, desde la misericordia con quien sufre. Ésta es la manera como Yahvé anima y salva a su pueblo.

 Pablo, en esta sección de su primera carta a los corintios, responde a las críticas de quienes, después de tomar partido por un anunciador del evangelio en particular y por una manera concreta de proclamarlo, juzgan el modo de actuar del mismo Pablo, juicio que es apresurado, poco fundamentado e inmaduro. Pablo les recuerda que lo importante para él es que lo consideren servidor y administrador fiel de los misterios de Dios, pues los creyentes sólo pueden ser eso y nada más. Por lo tanto, el juicio sobre la forma de servir y administrar de las personas le corresponde únicamente a Dios. Lo importante es el servicio fiel al misterio y la correcta administración de los carismas dados por Dios a los apóstoles. Lo que verdaderamente juzga Dios es la capacidad de servicio y entrega de los anunciadores del Evangelio; lo que a Dios le importa es qué misericordiosos y justos somos con nuestros hermanos, pues en esto se distingue a un legítimo apóstol de Cristo.

 La exhortación que Mateo pone en boca de Jesús se dirige particularmente a la gente pobre que sigue al Maestro, a la gente que siempre está en riesgo, que está preocupada por el presente y el futuro, preocupada por su subsistencia y por su vida. Jesús los invita a ponerse en las manos de Dios, quien es tierno y compasivo para con todos, que mira por las necesidades de todas sus creaturas. Con la mente y el corazón puestos en la generosidad de Dios, lo realmente importante o prioritario entonces es buscar el Reino de Dios y su justicia. Ésa debe ser la preocupación fundamental del seguidor de Jesús. Es un llamado a ser como el mismo Dios es, justo, tierno, compasivo, solidario, amante de los pobres y débiles; por eso, es tarea de todos expresar al mundo, por medio del testimonio y la fraternidad, la ternura de nuestro Dios Padre-Madre de la Vida.

 La primera lectura pone ante nosotros uno de los poquísimos textos en que la Biblia compara a Dios con una madre. Es muy importante pues destacar esta peculiaridad. Porque aunque, a nivel teológico, la afirmación de que Dios es tanto Padre como Madre no tiene ninguna dificultad y es ya algo pacíficamente poseído en el cristianismo actual, no deja de haber sectores que se resisten, y manifiestan su rechazo a la utilización de atribuciones femeninas a Dios. Hay que insistir en que el tema no queda resuelto con la simple admisión de que Dios no tiene sexo; el problema es más profundo; porque aunque teóricamente nadie afirme que Dios «sea» masculino, lo cierto es que durante mucho tiempo la imagen que de él nos hemos hecho ha sido claramente masculina, y en la sociedad y en la Iglesia se ha deducido de ello, durante siglos, que sólo el varón podría representar funciones de mediación con lo sagrado, haciendo de la mujer una realización humana de segundo orden. Esto no es una «crítica feminista», sino una realidad penosa y lacerante que debemos reconocer y remediar. No deben los varones sentirse incómodos ante la reivindicación de las mujeres. Aunque la situación que se genera sea, a veces, un tanto incómoda, mucho más lo ha sido la situación de marginación a la que tantísimas mujeres se han visto sometidas históricamente. Las incomodidades que experimentemos son un pequeño tributo que debemos pagar para seguir avanzando hacia una sociedad y hacia una Iglesia igualitarias. No hace falta ser mujer para asumir como propia la Causa de la Mujer, tanto en la Sociedad como en la Iglesia. Todos debemos hacer nuestra esta Causa, conscientes de que nuestra pequeña aportación no dejará de ser significativa. (Para una breve recopilación histórica de posiciones antifeministas en la historia del judeocristianismo, véase DALY, Mary, El cristianismo y la mujer: una historia de contradicciones [http://servicioskoinonia.org/relat/426.htm]).

 El evangelio de Mateo que hoy leemos nos estaría presentando ese carácter materno de Dios a través de lo que tradicionalmente hemos llamado la divina Providencia, una dimensión del amor de Dios a la que la tradición espiritual popular le ha dado mucha relevancia en la vida diaria. Ha sido una forma de ejercicio de la fe que nos hacía descubrir la mano materna de Dios cuidando nuestros pasos, para evitarnos problemas, para atender siempre nuestras necesidades. No ha sido considerada nunca una verdad teológica fundamental, ha cumplido una función muy importante en el ejercicio de la vida espiritual, en cuanto confianza a ultranza en la bondad «providente» de un Padre celestial que cuida de sus criaturas. Hay congregaciones religiosas cuyo carisma está estructurado en torno al tema espiritual de la «Divina Providencia». El «ángel de la guarda» fue una pieza clave instrumental de tal Providencia.

 Antiguamente fue fácil la fe en la Providencia de Dios, la confianza en que él (causa primera) intervenía en las condiciones externas (causas segundas) para cuidarnos «maternalmente». Hoy día, después que la modernidad ha dejado claro que Dios no interviene ni puede intervenir en las leyes de la naturaleza para hacer que nos vaya bien, la fe en la Providencia debe reformularse radicalmente. No sólo no tenemos por qué creer en la intervención de Dios sobre las causas segundas, sino que podemos creer en forma adulta, como personas que se consideran enteramente responsables de su destino (a veces un simple ciego destino natural), sin consolarnos creyendo que Dios mismo está pendiente de nosotros trabajando para facilitarnos o para asegurarnos la vida. No. Hoy, este «deísmo intervencionista» resulta difícil de aceptar y de creer. Hoy sabemos que en este mundo moderno «estamos solos», sin un dios-tapaagujeros que nos proteja, bajo nuestra única responsabilidad, y en manos de un sin fin de imponderables que debemos asumir adultamente, con coraje y valentía. Es ese sentido de responsabilidad y nuestro coraje el que nos permite superar la angustia existencial y la inseguridad que siempre rodea y acecha nuestra vida, como vida de seres naturales, limitados, contingentes y sometidos a toda clase de amenazas. No obstante, bien sabemos que una cosa es decir que debemos asumir nuestra vida con total responsabilidad, y otra muy distinta es ser coherentes con esta soledad existencial en los momentos duros de nuestra vida. Es cierto. ahí probaremos la coherencia de nuestra inteligencia con nuestro coraje de creer de un modo adulto.

 Andrés Torres Queiruga ha abordado varias veces el tema de la Providencia. Muy recientemente lo ha hecho en la revista Iglesia Viva, en junio pasado, en su número 284 (pp. 28-48). Leer más…

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Dom 2.3.14 bis. Entre cuervos y lirios nos pone el Señor.

Domingo, 2 de marzo de 2014
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6484880-un-hombre-examinando-las-plantas-en-un-invernadero-rodeado-por-interminables-filas-de-liriosEl evangelio de ayer oponía dos señores (Mt 6, 24 Dios y el dinero). Según Mateo, ese mismo evangelio continúa con la enseñanza de los cuervos (pájaros del cielo) y los lirios del campo, que son signo de la vida de Dios en un mundo complejo y lleno de enseñanzas 6, 25-34).

Pasamos así de la realidad más artificial (y al fin diabólica) del dinero/capital al orden duro y bueno de la naturalezas, representada por cuervos y lirios. Es un texto que parece sentimental, pura poesía separada de la vida, pero bien leído y entendido es poesía creadora. Sabiamente nos sitúa Jesús ante la vida, con su encanto, su dureza y su exigencia.

Éste es un tema clave del llamado Documento Q, que ha recogido algunas enseñanzas principales de Jesús sobre la vida y los bienes, el trabajo y la solidaridad, en línea de Reino de Dios. Mateo y Lucas lo han matizado y situado en contextos distintos, como podrá ver quien siga leyendo. Además han interpretado algunos símbolos, especialmente el de las aves: Lucas pone “cuervos” (tema que parece más propio de Jesús); Mateo, en cambio, alude a los pájaros del cielo (en una línea más franciscana).

imagesYo pondré de relieve ambos motivos, aunque insistiendo más en los “cuervos” de Lucas que en los pájaros del cielo de Mateo, para así destacar la paradoja de un mundo que el Señor de los Lirios y los Cuervos ha hecho con su providencia.

No os agobiéis, éste es el mensaje del texto: Dios se preocupa incluso de los “cuervos”, algo significan en la vida de los hombres… Todo está en el fondo al servicio del Reino de Dios. Difícil sería haber encontrado un pasaje más hondo y paradójico, más realista y animoso. Buen domingo a todos.

Texto:

No os agobiéis por la vida, qué comeréis, ni por el cuerpo, cómo os vestiréis. Pues la vida es más que la comida y el cuerpo más que el vestido.

‒ Mirad a los cuervos (Mt: pájaros del cielo): no siembran ni siegan; no tienen despensa ni granero; y sin embargo Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vo¬sotros que esas aves! ¿Quién de vosotros podrá alargar una hora al tiempo de su vida a fuerza de agobiarse? Si no podéis hacer lo que es más simple ¿cómo os preocupáis por otras cosas?

‒ Mirad a los lirios: cómo crecen. No hilan ni tejen y os digo que ni siquiera Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba que hoy florece y mañana se quema ¡cuánto más hará por vosotros, hombres de poca fe!

Y vosotros no preocupéis buscando qué comeréis o qué beberéis; por todas estas cosas se preocupan los gentiles, pero vuestro Padre sabe lo que necesitáis; buscad, pues, su reino y todo esto se os dará por añadidura (Lc 12, 22-31; cf. Mt 6, 25-32).

Jesús nos lleva al principio de la Biblia (Gen 1), para mostrarnos que este mundo es bueno y campo de riqueza para todos los seres humanos, que así pueden vestirse (como los lirios) y comer (como los cuervos). Dios ha creado y sigue sustentando amorosamente la vida de los hombres y mujeres, especialmente la de aquellos que parecen más amenazados, de manera que el mundo sigue siendo espacio de su amor, tesoro abierto para todos los vivientes.

La providencia de Dios

se manifiesta en los elementos inmediatos de la vida, para aquellos que sepan mirarlos. No hacen falta unos signos religiosos especiales, pues todas las cosas son señal de su presencia: los cuervos que buscan comida (¡carroña!) y los lirios que despliegan su hermosura, aunque sólo florezcan por un día. La hermosura de los lirios se marchita en unas horas (cf. Is 40, 8), los cuervos se alimentan de muerte… Sin embargo, unos y otros son signo de gracia. Éste es el fundamento de la vida y la riqueza humana.

‒ Dios se preocupa de todos, el mundo tiene un sentido y dentro del mundo la vida de los hombres; quien separa mirar a los cuervos y a los lirios sabe que la vida es objeto de un cuidado amoroso.

‒ Los hombres deben apoyarse en el amor de Dios: no están perdidos o arrojados, no están abandonados en las cosas, sino que Dios mismo les acoge en su preocupación y cuidado, de manera que así pueden confiar y buscar el reino (Lc 12, 28. 31).

La naturaleza, incluso allí donde es más frágil (lirios) y más ambigua (cuervos), aparece así como signo de Dios. Por eso, la primera actitud del hombre ante la vida (incluso ante la que parece más ambigua) ha de expresarse en forma de confianza, como dice el libro de la Sabiduría: «Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa no las habrías creado» (cf. Sab 12, 16-18).

Cinco enseñanzas

1. Dos signos complementarios: pájaro y planta. El cuervo es la voracidad, el canto desagradable, el mal agüero, la falta de agradecimiento («cría cuervos y te sacarán los ojos», dice el refrán). El lirio es hermosura, pureza de intenciones, pero es también fragilidad, porque se consume en unos días. Pues bien, Jesús ha sabido vincular estos dos signos como expresión inquietante y gozosa de gracia. Entre cuervos y lirios vivimos, en fragilidad, en riesgo, pero en el fondo quien sepa ver sabe que existe providencia.

2. Leído en un nivel racionalista, este pasaje no resuelve nada. ¿Qué sentido tiene la belleza de un lirio, un hombre, que mañana morirá? ¿No sería mejor no haber nacido para terminar de esa manera? Y en el caso del cuervo: ¿Merece la pena vivir de carroña, alimentándose de muerte? Además, indirectamente, este pasaje sirve para destacar las dos preocupaciones que agobian a los hombres: la ansiedad por la comida (supervivencia) y la ambición por el vestido (apariencia), que convierten la existencia de muchos en angustia y guerra.

3. De la despreocupación a la tarea de la vida. En un primer momento, este pasaje nos lleva a superar el nivel de las preocupaciones. En ese plano más hondo, la vida no es tarea, sino gozo de vivir: Antes de hacer nada somos, y así hemos de vivir, como experiencia de Reino. Pero, en un segundo momento, ese ser ha de volverse ocupación, como veladamente dice el mismo Jesús. Los cuervos no siembran ni siegan y los lirios no hilan ni tejen, pero los hombres, en cambio, deben sembrar y segar, hilar y tejer si quieren comer y vestirse (cf. Gen 2).

3. Oposición, reconciliación. Eso significa que los hombres deben “trabajar”, pues han superado el nivel del contacto inmediato con la naturaleza (en el que se mueven, cada uno en su nivel el lirio y el cuervo), pero han de hacerlo sin el agobio que les vuelve esclavos de la producción y del consumo, impidiéndoles vivir desde la gracia. La angustia por la producción y posesión de bienes hace a los hombres enemigos, pues las cosas que producen y quieren atesorar son limitadas. En contra de eso, la búsqueda del Reino les vincula en amor, pues las cosas de Dios no se pierden al darse, sino que sólo se tienen y gozan cuando se comparten. De esa forma se distinguen el plano de la ley y el de la gracia.

5. Del cuidado por la vida a la experiencia de gratuidad. Lirio y cuervo viven inmersos en la naturaleza, no saben que viven. El hombre, en cambio, ha salido de la tierra madre, y sólo puede vivir si se preocupa por su pan y su vestido, pero sin dejar que esa preocupación le angustie o le lleve a un enfrentamiento de muerte con los otros. Jesús nos dice que el camino del hombre entre las cosas no le lleva a la muerte, sino a la fraternidad y al Reino, que ilumina su presente y llena de sentido su existencia. El Dios de Jesús no es un ídolo duro que nos entrega a la angustia y a la lucha sin remedio, sino un Padre que sabe lo que necesitamos y nos abre con un amor más grande y un cuidado superior hacia el futuro ya presente de su Reino.

Confianza en Dios, trabajo, comunión al servicio del Reino

Ciertamente, Jesús sabe que este mundo es espacio de riesgo y que, si no buscamos el Reino de Dios, podemos convertirlo en campo de batalla angustiosa de todos contra todos («Se levantará nación contra nación y reino contra reino»: Mc 13, 8). Pero, en sí mismo, como lugar donde se expresa el cuidado de Dios y puede buscarse su Reino, este mundo es bueno. No es lugar donde tenemos que morar como extranjeros, sino lugar y casa de Dios donde podemos amar y trabajar, en un gesto en el que pueden distinguirse estos niveles.

Ciertamente, los hombres deben trabajar para vivir: siembran y siegan (a diferencia de las aves), hilan y tejen (a diferencia de las flores); pero su trabajo no ha de ser esclavitud y agobio, sino como expresión y signo de una gracia más alta. La certeza de que hay Dios nos impulsa no sólo a contemplar el mundo, en gesto de gozosa admiración, sino que nos lleva también al compromiso de la búsqueda del Reino, que se expresa sobre todo en el amor hacia los otros.

La confianza en la naturaleza, creada por Dios, está en el fondo del mensaje de Jesús y es componente radical de su evangelio, en contra de todas las posibles tentaciones de evasión, misticismo o gnosis negadora de la vida. Por eso debemos trabajar para vivir sobre la tierra, pero el trabajo ha de encontrarse abierto al Reino. La inmersión en la naturaleza no basta. El equilibrio del mundo resulta insuficiente, como suponen y añaden de formas complementarias los dos evangelistas, expandiendo el mensaje de Jesús.

Contexto evangélico

‒ Lucas 12, 22-31 pone de relieve la experiencia de la confianza radical: «No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha placido daros el Reino» (12, 32). Pero luego, de manera paradójica, traduce esa confianza como entrega a favor de los demás: Aquellos que confían en el Reino se liberan del agobio inmediato por los bienes (12, 30-31), pero no para vivir desentendidos, sino para darlos en limosna, como don para los otros (12, 33-34).

La presencia del Reino, simbolizada en los lirios del campo, aparece así como principio de trasformación económica, de manera que las mismas posesiones (que podían ser signo de egoísmo) vienen a mostrarse como principio real de gratuidad entre los hombres.

‒ Mateo 6, 25-32 sitúa este pasaje en un contexto marcado por el riesgo de la idolatría económica y por la exigencia de superación de una vida hecha de oposiciones. Ciertamente, incluye un dicho de sabiduría popular («No os preocupéis por el mañana, pues el mañana traerá su propia preocupación…»; 6, 34), pero lo define a través de la sentencia anterior (no podéis servir a Dios y a la mamona: 6, 24) y de la siguiente (no juzguéis y no seréis juzgados: 7, 1. De esa forma, los lirios y los cuervos vienen a mostrarse como signo de un compromiso de vida a favor de los demás.

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Evangelio para tiempo de crisis: del agobio a la confianza. Domingo 8 TO. Ciclo A.

Domingo, 2 de marzo de 2014
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confiarDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Después de exponer la diferencia entre la actitud cristiana y la actitud legalista de los escribas (los dos domingos anteriores), el Sermón del Monte pasa a indicar la diferencia entre el cristiano y el fariseo con respecto a las obras de piedad (oración, limosna y ayuno). La liturgia ha omitido esta parte. Y también omite el comienzo de la tercera sección del discurso, donde se trata la diferencia entre el cristiano y el pagano con respecto a los bienes materiales.

La doble experiencia de que Jesús fue traicionado por dinero (Mt 26,14-16) y de que «la seducción de la riqueza ahoga la palabra de Dios y queda sin fruto» (Mt 13,22) hace que el primer evangelio trate con gran energía el tema de los bienes materiales, aunque sus expresiones resultan a veces demasiado concisas e incluso oscuras.
Siguiendo el hilo del discurso encontramos los siguientes temas: una exhortación inicial a poner el corazón en Dios, no en el dinero (Mt 6,19-21); una segunda exhortación a la generosidad (6,22-23); imposibilidad de compaginar el culto a Dios con el culto al dinero (6,24); exhortación a no agobiarse y a tener fe en la providencia (6,25-34).

La liturgia de este domingo se limita a los dos temas finales.

La gran alternativa

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
‒ Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.

«No tendrás otros dioses frente a mí», ordena el primer mandamiento. «No podéis servir a Yahvé y a Baal», dice el profeta Elías a los israelitas en el monte Carmelo. La formulación tan parecida del evangelio demuestra que las palabras de Jesús se insertan en la línea de la lucha contra la idolatría. Al principio, los israelitas pensaban que los únicos rivales de Dios eran los dioses de los pueblos vecinos (Baal, Astarté, Marduk, etc.). Los profetas les hicieron caer en la cuenta de que los rivales de Dios pueden darse en cualquier terreno, incluido el económico. Para Jesús, la riqueza puede convertirse en un dios al que damos culto y nos hace caer en la idolatría.

Naturalmente, ninguno de nosotros va a un banco o una caja de ahorros a rezarle al dios del dinero, ni hace novenas a los banqueros. Pero podemos estar cayendo en la idola­tría del dinero. Según la Biblia, al dinero se le da culto de tres formas:

1) Mediante la injusticia directa (robo, fraude, asesinato). El dinero se convierte en el bien absoluto, un dios por encima de Dios, del prójimo, y de uno mismo.

2) Mediante la injusticia indirecta, el egoísmo, que no daña directamente al prójimo, pero hace que nos despreocupemos de él (recordar la parábola del rico y Lázaro: Lc 16,19-31).

3) Mediante el agobio por los bienes de este mundo, que nos hace perder la fe en la Providencia. A este tema, fundamental para la mayoría de los cristianos, dedica san Mateo el apartado más extenso de esta sección del discurso.

Del agobio a la fe en la Providencia

Por eso os digo:

No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?

¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?

¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?

No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso.

Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura.

Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.»

Seis veces aparece en este breve párrafo el verbo «agobiarse». No habla Jesús de cualquier tipo de agobio, sino del provocado por las necesidades materiales de la comida y el vestido. En ambos casos hace referencia a imágenes cotidianas (Dios alimenta a los pájaros y viste espléndidamente a los lirios) para infundir fe en la Providencia. Pero en medio y al final incluye unas reflexiones más bien irónicas: «por más que te agobies no vas a vivir un año más», y «no te agobies, que ya se encargará la vida de agobiarte».

Algunos consideran este pasaje es el más utópico y alienante del evangelio, contrario a toda experiencia y al sentido común. Pero hay que ponerse en el punto de vista de Jesús, que se mueve en dos coordenadas muy distintas a las nuestras: una profunda fe en Dios y un despego absoluto con respecto a los bienes de este mundo. Al ponernos como modelos a los pájaros y a los lirios nos está hablando de seres que simplemente subsisten, no acumulan casas, fincas, joyas, tesoros. Para Jesús, basta con subsistir, con tener «el pan nuestro de cada día». Y está convencido de que Dios lo dará. (Los pobres, o las personas que han pasado en algunos momentos de su vida grandes necesida­des, entienden esto mucho mejor que los que se limitan a discutir el problema).

Por otra parte, este texto sobre la Providencia se puede entender muy bien aplicando la teoría marxista de los objetivos a corto y largo plazo. Según el marxismo, el objetivo importante es a largo plazo (la dictadura del proletariado); los objetivos a corto plazo (reivindicaciones salariales, aumento del nivel de vida, etc.) pueden convertirse en una trampa para la clase obrera, que terminaría aburguesada y le haría renunciar al objetivo primordial.

Jesús, con una perspectiva humana y religiosa, adopta la misma postura. Lo importante es «el reino de Dios y su justicia», esa sociedad perfecta que debemos anticipar los cristianos en la medida de lo posible. Dentro de ella no tienen cabida las desigualdades hirientes ni la injusticia, el que hermanos nuestros mueran de hambre o pasen terribles necesidades mientras a otros nos sobran cantidad de bienes. Pero, si nos preocupamos sólo de la comida y del vestido, de las necesidades primarias, renunciaremos a buscar el Reinado de Dios. En cambio, si nos esforzamos ante todo por el Reinado de Dios, «todo eso (la comida, el vestido) se os dará por añadidura».

Para evitar una concepción alienante de la Providencia es útil recordar cómo la entendió la Iglesia primiti­va:

1) En primer lugar, no excluye el trabajo. A los cristianos de Tesalónica les dice Pablo claramente: «El que no trabaja, que no coma» (2 Tes 3,10).

2) Cuando alguien pasa necesidad, los demás no piden a Dios que le ayuden; lo ayudan ellos. Es lo que hicieron los cristianos de Grecia con los de Jerusalén (2 Cor 8-9).

La Providencia de los demás somos nosotros. Lo malo es cuando nuestro egoísmo impide a muchas personas creer en la Providencia. En ese caso deberíamos aplicarnos las palabras de san Pablo: «Por vuestra culpa blasfeman de Dios».

En resumen, todo el mensaje de Jesús se sintetiza en dos princi­pios básicos: a) el valor relativo de los bienes terrenos en comparación con el valor supremo de Dios y de su reinado; b) el valor absoluto de la persona necesitada, que exige de nosotros una postura de generosidad.

La preocupación maternal de Dios

Sión decía:

«Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado.»

¿Es que puede una madre olvidarse, de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.

El evangelio, para inculcar la fe en la Providencia habla de Dios como un padre que se preocupa de sus criaturas. La brevísima primera lectura usa una imagen más expresiva aún: Dios como madre, incapaz de olvidarse del hijo de sus entrañas.

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