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“La iglesia, los dineros y alguna mentira”, por José Arregi

Domingo, 3 de julio de 2016
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2016_NOTA_MEMORIA1Leído en su blog:

El pasado 9 de junio, Fernando Giménez Berriocanal, gerente de la Conferencia Episcopal Española, presentó la memoria del último ejercicio económico de la Iglesia católica en el Estado español. Lo hizo como economista solvente y riguroso que es, pero desde la visión eclesial de la institución que representa. No hay economía ni memoria económica neutra, como no hay teología pura. Por eso me permito formular unas observaciones a su memoria económica desde mi perspectiva eclesial.

Las cifras presentadas son impresionantes, pero no es eso lo que me escandaliza. Son las que cabe esperar si se tiene en cuenta la historia religiosa y política de la Iglesia en este país, su inmenso patrimonio artístico y cultural, amén de su inagotable legado espiritual, imposible de traducir en términos económicos. Y su capacidad de reunir semanalmente hoy todavía a 10 millones de personas a celebrar la memoria de Jesús y compartir su pan. Y sus grandes privilegios heredados del pasado. Todo eso no se borra de un año para otro ni de un siglo para otro.

No quiero ser, pues, purista ni maximalista, pero tampoco mero observador acrítico. En la presentación del señor Giménez Berriocanal encuentro datos e interpretaciones que me parecen sesgadas y engañosas, por parciales. Las medias verdades pueden ser mentiras. A algunas de ellas me referiré.

En primer lugar, no me parece honesto contabilizar la actividad asistencial o caritativa de la Iglesia, por ejemplo Cáritas, como aportación económica de la Iglesia al Estado. ¿No será una forma de justificar la enorme aportación del Estado a la Iglesia y una coartada para seguir pidiendo más? Seamos rigurosos. Es verdad que la Iglesia católica realiza una inmensa labor social, muy a menudo de manera voluntaria y gratuita. Pero los obispos, si quieren ser sinceros, no deben ignorar u ocultar que buena parte de la gente, quizás incluso la mayoría de quienes colaboran con Cáritas y otras instituciones asistenciales, sea con sus donativos o sea con su trabajo, no son “gente de Iglesia” ni quieren que ésta les utilice como propaganda. Cáritas es sin duda lo mejor que tiene la Iglesia, y su gestión eclesial es seguramente muy eficaz y honrada, pero los obispos no debieran jactarse de ello en sus memorias económicas. El mérito de Cáritas no es de la institución eclesial, sino de la gente, creyente o no, que la sostiene; el mérito es de los ciudadanos/as que forman el Estado. ¿O creen los obispos que hay menos caridad y justicia social efectiva allí donde no existe Cáritas eclesiástica?

Tampoco me parece de recibo afirmar que los centros religiosos de enseñanza ahorran al Estado cerca de 3.000 millones de euros al año. La inmensa mayoría de esos centros están subvencionados por el Estado, y en cualquier caso son empresas económicamente viables, gracias a las matrículas que cobran o a los donativos que reciben. Puede ser que el coste por estudiante en los centros concertados sea muy inferior al de los centros públicos, pero supongo que ello se debe a una mejor gestión y, básicamente, a que su personal docente y no docente trabaja más y cobra menos. Lo mismo cabría decir de los centros hospitalarios. Insisto: la Iglesia no debe arrogarse el esfuerzo y la generosidad de la gente, sean o no gente de Iglesia.

Considero también una falacia sostener como sostuvo el gerente del Episcopado Español que las diferentes actividades de la Iglesia católica española “aportan al Estado” 32.000 millones de euros, el 3,1% del PIB español. Y me parece muy feo afirmar como afirmó que “cada euro que se invierte en la Iglesia rinde como 2,35 del mercado”. ¿Constituye ese dato un título de gloria para la Iglesia de Jesús? Nunca lo debiera haber dicho, y menos en los tiempos que corren, en un mundo ahogado por el Gran Mercado. Como no debiera haber defendido la abusiva exención del IBI de que gozan tantos templos cerrados, casas curales, garajes y huertas eclesiásticas sin utilidad social. Por no hablar de los numerosos bienes inmatriculados por los obispos gracias a una ley del Gobierno de Aznar difícilmente compatible con la Constitución, y del todo incompatible con el Evangelio.

¿Puede alguien imaginar a Jesús de Nazaret, el profeta subversivo, el carismático itinerante, el alegre comensal de gente social y religiosamente marginada, presentando la memoria económica del año tal como se hizo?

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“Jesús excomulgado”, por Vicente Martínez

Martes, 21 de junio de 2016
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medio-rostro-de-jesusEscrito por  Vicente Martínez

Y yo digo que ya está bien de palabras. Si no obedeces al punto, lanzaré contra ti el rayo de la excomunión con el que alguna vez aterroricé a los más altos reyes e inclyo reinos  
(Erasmo de Rotterdam)

19 de junio, domingoXII del TO

Lc 9, 18-24

El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, sufrir la muerte y, al tercer día, resucitar 

En su obra Volver a Galilea I  Carlos Haya, nos recuerda una escena descrita por Dostoievski, en la que el gran Inquisidor expulsa de la catedral de Sevilla a Jesús,que ha vuelto y atiende las peticiones de los enfermos y desamparados. Jesús había dejado el poder a la jerarquía y a los inquisidores, por lo tanto los Inquisidores le dicen que no tiene derecho a volver a entrometerse, maleducando al pueblo en contra de la estricta disciplina de la Iglesia.

Un episodio novelado, que trae a la memoria otros relatos evangélicos similares del NT. Sus familiares van a busclarle para llevarle a casa porque pensaban que había perdido el juicio (Mc 3, 21). Sus convecinos de Nazaret le expulsan de la sinagoga e intentan arrojarle por un precipicio (Lc 4, 29). Y el evangelista Juan hace un pronóstico de todos estos hechos cuando dice que vino a los suyos, y los suyos no le recibieron (Jn 1, 11). Sus discípulos Pablo y Bernabé no corrieron mejor suerte y tuvieron que escaparse de Icono a las ciudades de Licaonia, Listra y Derbe porque paganos y judíos se movilizaron, con el apoyo de sus jefes, para maltratarlos y apedrearlos (Hch, capítulo 14).

El Diccionario de la RAE -Real Academia Española- define la Excomunión como la expulsión de alguien de la comunidad religiosa y de la posibilidad de recibir los sacramentos por parte de la autoridad eclesiástica. De modo que Jesús es tratado por todas las instancias como un excomulgado. Se le retira del  pensamiento familiar por salirse del mismo. Se le aparta de la Comunidad Sinagogal por incumplimiento de la Ley y, finalmente, se le considera un marginado de todas las criaturas: el mono, el roble, la amatista. ¡Un universal e impenitente hereje!

Pero quizás lo más importante y trascendente es que el término Excomunión sigue manteniéndose en el Diccionario de RAV –Real Academia Vaticana- sigue ¿y seguirá hasta cuando? ¿Puede caber felonía mayor en el Cristianismo que un Jesús expulsado por las fuerzas oficiales de la Iglesia? Cabe aquí lo que decía en una película cuyo título no recuerdo, uno de los personajes dueño de un negocio a la protagonista: “No te falta inteligencia, tienes un rostro perfecto, buena figura, buen gusto, distinción, todas las cualidades para ser una mujer maravillosa, pero te falta lo esencial: un corazón para sentir. Si no lo tuvieres es como si fueras hecha de bronce”.

Jesús andaba sobrado de todas ellas. ¡De corazón para sentir…, ni digamos! Testigos fehacientes son de ello la muerte de su amigo Lázaro (Jn 11, 35); cuando al acercarse y divisar  la ciudad de Jerusalén (Lc 19, 41), lloró por ella, y cuando con voz temblorosa dijo a sus discípulos: “Amaos como yo os he amado”(Jn 13, 34).

Erasmo de Rotterdam, un buen cristiano también apartado de la Iglesia, pone en boca de un protagonista de sus escritos esta frase: Y yo digo que ya está bien de palabras. Si no obedeces al punto, lanzaré contra ti el rayo de la excomunión con el que alguna vez aterroricé a los más altos reyes e incluso reinos.

La barca de Pedro, construida en Astilleros Vaticanos, está en peligro inminente de naufragio. Las carlingas y cuadernas -sus costillas de madera, que la arropan de babor a estribo, de popa a proa- están a punto de quebrarse y echar la nave a pique. ¿Qué podríamos hacer para evitar el acrobático vaivén  en que la bambolea el viento? ¿A qué astillero y cuándo la podríamos llevar y repararla?

VENDAVAL EN MANHATTAN

Cientos de limpiaparabrisas
del cielo
en acrobático vaivén
sacuden la Manzana.

-”¡Vendaval en Manhattan!”

Los rascacielos
son juncos que el viento bambolea
a babor y estribor.

Toda Nueva York
sufre mareo.

(No me gusta New York).

-”¡¡Doctoooor!!”

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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“Sacerdotisa de tí misma”, por Skilpe Apel (Guatemala)

Domingo, 23 de febrero de 2014
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Jesus abrazo mujerLeído en Eclesalia

Con Jesús de Nazareth se inaugura una nueva era, un nuevo tiempo, en el cual se manifiesta la absoluta bondad de la divinidad. En él, la Divina Sabiduría adquiere el rostro humano del hermano, de quien acompaña, acoge y libera de cargas impuestas por otros. De ahí que el culto al templo y la mediación de personas especializadas para vincularnos con la divinidad dejan de tener sentido. Los mediadores de lo sagrado quedan sin oficio, porque Jesús recuerda que la sacralidad habita a todo ser humano, indistintamente de su condición social, sexo, raza u opción de vida.

Sin embargo, como dice Antonio Machado: caminante, no hay camino, se hace camino al andar. El camino al misterio, a lo sagrado, nadie te lo puede indicar. Sólo tú tienes la llave del sentido de tu vida. Sólo tú tienes acceso al manantial divino que brota de lo más íntimo de tu ser, en donde habita el silencio, en donde te puedes encontrar contigo misma; donde confluyen tu pasado, tu presente, tu futuro.

Descubrir lo sagrado que habita en ti, te lleva a encontrar la vida plena que ofrece Jesús. Ese es el agua viva del cual puedes beber y puedes ofrecer a quienes te rodean (cf. Jn 4,14). Está en tus manos la luz que ilumina las profundas zonas de tu interior para que puedas descubrir la razón de que se haya visto disminuida tu conciencia de divinidad: la imagen de Dios en ti (cf. Gn 1,27).

Resulta que tu miedo más grande no es por tu limitación o incapacidad, sino que temes brillar con tu propia luz y ser absolutamente poderosa, dueña de tu propia vida. Es tu luz, no tu sombra, lo que te aterra, porque nos han enseñado a ocultarla. Tomar el papel de víctima o pequeña no le sirve al mundo. Callar, no anuncia; el inmovilismo no genera; la esterilidad no da a luz.

Viviendo desde tu manantial puedes llegar a sanar tu propia vida. Las enfermedades y padecimientos están vinculados de una u otra manera con la negación de tu ser, de tu pasado, de tus potencialidades o con las sombras que buscan ser iluminadas por tu conciencia sagrada. La salud solamente puede brotar de ti misma (de donde ha brotado también el padecer), de tu habilitación como santa e inmaculada en el Señor (cf. Ef 1,4), siendo coherente con tu interior.

Sólo hay verdadera conversión cuando descubres el misterio que te habita, cuando asumes tu condición divina. Amando, descubres la Presencia Divina en ti y te vinculas con ella. Cuando dejas de responder a las expectativas de otros, dejas de fingir, dejas de seguir caminos de otros, para encaminarte en la búsqueda del sentido de tu propia existencia; entonces serás capaz de asumir el sacerdocio constituido por Jesucristo y asumirás responsablemente tu condición de hija de Dios y hermana de la creación.

Más allá de transmitirse o infundirse, el sacerdocio nace de lo más profundo de la conciencia humana. Cuando se le deja brotar y se tiene el valor, como Jesús, de hablar con la propia voz desde aquello que nos habita, que ve más allá de lo obvio, escucha lo que otros no escuchan, porque se han abierto los ojos y los oídos de la interioridad. Sólo desde lo más profundo del ser, se puede proclamar la Sabiduría Divina iluminando a quienes nos rodean. El sacerdocio sagrado de la Divinidad busca ser anunciado y compartido con quienes aún no han encontrado el camino.

Este trabajo nadie lo puede hacer por ti. Nadie puede ni debe tomar decisiones por ti porque nadie asume ni vive las consecuencias de ellas. Atrévete a dejarte iluminar por la sabiduría de quienes comparten tu camino: maestras, sanadoras, abuelas, tías, hermanas y encamínate.

Cuando ya no te importen los cánones, cuando por ti misma puedas distinguir la verdad de la mentira; cuando ya no le temas a la opinión de los demás y distingas desde tu interior el bien del mal, entonces habrás entrado en consonancia con tu ser divino. No temas, a Jesús le llamaron loco, hereje y lo crucificaron.

Hoy ya no te clavan en una cruz, pero pueden acabar contigo, callar tu alma, tu conciencia, la verdad que te habita. Sin embargo, la verdad y la autenticidad de lo divino no muere nunca, la luz que brilla trasciende los umbrales de los límites humanos y brillará por siempre, porque es sagrada.

Esa es la verdad que te hará realmente libre y sacerdotisa de ti misma.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

silkeapel@gmail.com

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