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El amor de Dios no es relación sino identificación con Él.

Domingo, 29 de octubre de 2023
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Mt 22,34-40

La pregunta sobre el tributo al César se la hicieron los fariseos y herodianos. A continuación, los saduceos le hicieron otra pregunta sobre la resurrección de los muertos, en la que ellos no creían. Quieren ridiculizar la creencia en otra vida con el supuesto de siete hermanos que estuvieron casados con la misma mujer. Jesús desbarata sus argumentos.  Por eso, a continuación, el texto de hoy dice: “Al oír que había hecho callar a los saduceos”, los fariseos vuelven a la carga: ¿Cuál es el primer mandamiento?

La pregunta no era tan sencilla. La mayoría consideraba que todos los mandamientos tenían la misma importancia. Otros defendían que guardar el sábado era el primero. Había quien defendía el amor a Dios como el principal. A nadie se le había ocurrido que el principal mandamiento eran dos. Jesús responde recitando la “shemá” (escucha), que todo israelita recitaba dos veces cada día (Dt 6, 4-9). Jesús hace referencia al Lev 19,18 pero elimina la primera parte que dice: “no guardarás rencor ni tomarás venganza de los hijos de tu pueblo”, con lo que deja claro quién es el prójimo al que hay que amar.

La originalidad de Jesús está en unir los dos mandamientos. De hecho, lo único que hace es citar dos textos del AT. No se trata solo de una yuxtaposición o de una equiparación. Se trata de una identificación en toda regla, que, además, prepara el terreno a Juan para poder decir con rotundidad: un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros como yo os he amado (Jn 13,34). Es el mandamiento nuevo, que convierte la Ley en vieja. Después de 20 siglos, seguimos sin aceptar la diferencia entre AT y NT.

El valor absoluto de cada persona es una propuesta exclusiva de Jesús. Hasta entonces el individuo no contaba más que como perteneciente e integrado en el grupo. Desde esa perspectiva, lo único que interesaba era las manifes­taciones del amor, no el amor mismo. De ese modo, el precepto recaía sobre las manifestaciones. El amor que exige Jesús, no se puede alcanzar con el cumplimiento de un precepto. Ya no se trata de una ley, sino de una actitud. “Un amor que responde a su amor”. El amor que pide Jesús no se impone.

El concepto de “prójimo” es modificado por Jesús de manera sustancial. Para un judío, prójimo era el que pertenecía al pueblo y, a lo sumo, el prosélito. Jesús desbarata esa barrera y postula que todos somos exactamente iguales para Dios. El cristianismo no siempre ha sabido trasmitir esta idea de igualdad y hemos seguido creyendo, como los judíos de todos los tiempos, que nosotros somos los elegidos y que Dios es nuestro Dios.

Jesús no propone amor a Dios ni un amor a él mismo. Dios ni ama ni puede ser amado; es amor. La exigencia de Jesús no es con relación a Dios sino con relación al hombre. Cuando seguimos proponiendo los mandamientos de la “Ley de Dios” como marco para la vida de la comunidad, es que no hemos entendido el mensaje de Jesús. S. Agustín dijo: Ama y haz lo que quieras. Y Pablo: Quien ama ha cumplido el resto de la Ley. No se trata de una nueva Ley, sino de hacer inútil toda ley, toda norma, todo precepto.

El “como a ti mismo” es también superado por Jesús: “como yo os he amado”. Necesitaría un comentario más extenso. Únicamente diré, que el amor solo se puede dar entre iguales. Si considero superior o inferior al otro, mi relación con él nunca será de amor. Desde esta perspectiva, ¿a dónde se van todas nuestras “caridades”? Lo que nos pide Jesús es que quiera para los demás todo lo que estoy deseando para mí. ¡¿De verdad creo hacer caridad cuando doy al mendigo la ropa usada que ya no voy a utilizar?!

Una vez más tenemos que resaltar la imposibilidad de aceptar el mensaje de Jesús sin abandonar la idea de Dios del AT. Esta es la trampa en la que cayeron los primeros cristianos que eran todos judíos. Aquí está la clave para entender tantas aparentes contradicciones en los evangelios. Lo que pide Jesús es más de lo que puede enseñar una religión. La excesiva fidelidad a la institución nos impide alcanzar el mandamiento nuevo. Por eso Jesús criticó tan duramente las instituciones religiosas de su tiempo (Templo, Ley, culto); se habían convertido en un obstáculo para llegar al hombre.

A Dios no se le puede amar directamente ni mucho ni poco. Dios no es un sujeto con el que me pueda relacionar. No es nada distinto de mí. Amar a Dios y amar al prójimo es un único acto. Dios y el prójimo no se pueden separar. Tampoco Dios puede amar a sus criaturas porque no son nada fuera de Él. Demuestro que estoy abierto al Amor si amo a todos. Si dejo de amar a una persona, puedo estar seguro de que lo que me mueve no es amor, sino egoísmo, instinto, pasión, interés o la simple programación.

El amor no responde a necesidad alguna de mi ego. Acontece en la profundidad del ser, incluyendo todos sus aspectos. Es el único camino para un crecimiento armónico del ser, impidiendo que la parte material y biológica del mismo, se imponga y arrastre a la parte espiritual, malogrando sus posibilidades de ser humano. El superar el egoísmo no significa una renuncia a nada sino plenitud de humanidad. No suprime ninguno de los aspectos de nuestra humanidad, sino que los colma y les da su verdadero sentido.

El amor es consecuencia del conocimiento. Los escolásticos decían: “no se puede amar nada, si antes no se conoce”. Pero no basta con conocer, debo conocerlo como bueno para mí. El conocimiento racional será siempre egoísta, solo puede apreciar lo que es bueno para mi falso ser. Solo de un conocimiento vivencial puede nacer el verdadero amor. Si necesito motivos interesados para amar, no es amor. Si amamos para hacer un favor, tampoco funciona. Tengo que descubrir que soy yo el que me enriquezco al amar. Ese enriquecimiento se produce en mi verdadero ser, y eso no nos interesa demasiado.

El mayor peligro a la hora de comprender el amor evangélico es que lo confundimos con el deseo de que el otro me quiera. El deseo de que otro me ame es instintivo y no va más allá del egoísmo. La mayoría de las veces, cuando decimos te amo, en realidad queremos decir: “quiero que me quieras”. Esto no tiene nada que ver con el mensaje de Jesús. Cuando oímos decir a una persona: no puedo vivir sin ti; en realidad, lo que está diciendo es: no te voy a dejar vivir, porque te voy exigir que vivas solo para mí.

Es erróneo creer que podemos amar a Dios, aunque no amemos al prójimo; o peor aún, que podemos amar a uno mucho y a otro poco o nada. El amor es uno solo porque es una actitud personal. El amor queda especificado en la persona que ama, no por la persona amada. Tiene que existir antes de manifestarse. Lo que llega a los demás, lo que se percibe al exterior, son solo las manifestaciones de ese amor. La actitud vital es única en cada persona, pero el amor evangélico tiene que ser práctico, tiene que manifestarse en obras. Solo puede manifestarse cuando me encuentro con otro, con el próximo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El amor

Domingo, 29 de octubre de 2023
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IMG_1040Mt 22, 34-40

«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente»

La contestación de Jesús a la pregunta del fariseo (el primer mandamiento es el amor a Dios y el amor al prójimo) nos da pie a hacer una reflexión general sobre el amor, y lo vamos a hacer tomando como referencia el libro de Erich Fromm “El arte de amar”.

Fromm afirma que el ser humano primitivo se siente uno con la Naturaleza y que eso colma su vida. Añade que, según se va liberando de este vínculo, va en aumento la angustia que le produce su soledad, y concluye que este hombre desarraigado del medio está totalmente solo salvo en la medida en que ayuda al otro; que se volvería loco si no pudiera librarse de su prisión al unirse a los demás hombres.

El hombre actual se refugia en el rebaño para superar la angustia que siente, pero sus relaciones con los demás son tan superficiales que no le libran de ella. Tampoco le libra sumergirse en el trabajo o abrazarse a un ocio cada vez más artificioso, porque el trabajo es rutinario y poco creativo, y el ocio también se ha convertido en rutina y compulsión.

La solución plena está en la unión interpersonal; en la fusión con otra persona en el amor. Este deseo es el más poderoso que actúa en el hombre, pero sólo el amor maduro capacita para vencer la soledad. El amor maduro consiste esencialmente en dar, no en recibir. Dar sin recibir a cambio puede considerarse como empobrecimiento, o como virtud en el sentido de sacrificio, pero quizás su sentido más genuino sea expresión de potencia, de poder, de fuerza, de riqueza… La esfera más importante del dar es el dar de sí mismo, y cuando se da así, no se puede dejar de recibir, y por eso, dar significa hacer de la otra persona un dador, y compartir ambos la alegría de lo que han creado.

El amor —continúa diciendo Fromm— es preocupación activa por la vida y desarrollo personal de quien amamos, es también responsabilidad de responder siempre a las exigencias de la unión con el otro, es respeto activo para que la otra persona crezca y se desarrolle por sí misma tal como es, y es finalmente conocimiento profundo de la otra persona.

El problema de conocer al otro es similar al de conocer a Dios. Tratamos de conocerle con el entendimiento, y ése no es el camino. En el misticismo se reemplaza el pensamiento por la experiencia de la unión con Dios, y ahí se produce el verdadero conocimiento y la plenitud. Lo mismo ocurre con el amor. Según afirma Fromm, la consecuencia lógica de la teología es el misticismo, y la consecuencia lógica de la psicología es el amor.

Pero hay muchos tipos de amor. El amor de una madre es incondicional; el niño no tiene que hacer nada para obtenerlo. El amor del padre hay que ganarlo y se puede perder. La relación entre la madre y el niño es de desigualdad, en la que uno necesita toda la ayuda y la otra la proporciona. Este altruismo es considerado como la forma más elevada de amor y el más sagrado de todos los vínculos emocionales, pero la madre recibe más que el niño porque se trasciende en el niño; porque su amor por él colma de sentido su vida.

El amor fraterno se caracteriza por su falta de exclusividad, y en él se realiza la solidaridad humana. Si percibo en una persona sólo lo superficial, básicamente percibo las diferencias; percibo lo que nos separa. Si penetro hacia el núcleo, percibo nuestra identidad, nuestra hermandad. El amor comienza a desarrollarse si amamos a los que no necesitamos.

El amor erótico es el anhelo de fusión completa con una única persona. Es la forma de amor más engañosa, porque se puede confundir con la experiencia explosiva del enamoramiento, y el enamoramiento es una intoxicación por amor. Si el deseo de unión física no está estimulado por el amor (si no es a la vez fraterno) jamás conduce a la unión, salvo en un sentido orgiástico o transitorio.

El amor a Dios también puede tener su origen en la necesidad de evitar la angustia de la soledad a través de la unión con alguien. Cuando la religión ha tenido un carácter matriarcal, los dioses se han caracterizado por profesar un amor incondicional e igual para todos. El creyente sabe que, aunque haya pecado, su Madre le amará y no amará a otro más que a él. Este amor propicia lo que ocurre entre la madre y el hijo, es decir, que el amor a Dios, y el amor de Dios hacia él, son inseparables. En las etapas patriarcales el Padre tiene exigencias, establece principios y leyes, supedita su amor a la obediencia, tiene predilección por el más obediente y capacitado, y las cosas se complican…

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fe Adulta

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El mandamiento principal de la ley.

Domingo, 29 de octubre de 2023
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JESUS PEDRODOMINGO XXX TO – 29/10/2023.

Mateo 22, 34-40

Si consideramos el Evangelio, Buena Noticia, como propuesta de un estilo de vida humanizador, las lecturas de hoy nos muestras el camino, el proceso que debemos seguir para llegar al desarrollo pleno de nuestras posibilidades humanas.

Contexto del texto de Mateo 22, 34-40: En Jerusalén. En el último tramo de la vida de Jesús. En el templo. En un clima de enfrentamientos con los dirigentes religiosos. El texto de hoy, en el Evangelio de Mateo, va precedido de: Expulsión de los vendedores del templo y parábolas dirigidas a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo: Los dos hijos, viñadores homicidas, banquete nupcial, preguntas sobre el tributo al césar y a continuación la pregunta- trampa sobre el mandamiento principal.

El texto que vamos a comentar hoy versa sobre el mandamiento principal de la Ley. En las escuelas rabínicas de ese tiempo era una disputa frecuente. Tenían tantos preceptos y prohibiciones que resultaba lógica la pregunta sobre la jerarquía entre tantos mandamientos. De ahí la necesidad de la pregunta ¿Cuál es el mandamiento principal de la Ley? Las respuestas de los maestros de la Ley a esta pregunta eran diversas. Seguía la disputa. Por eso la pregunta a Jesús es oportuna y maliciosa.

Como otras veces, Jesús aprovecha la ocasión para “evangelizar”. Es decir, presentar su propuesta del Reinado de Dios. La respuesta es rotunda y fundamental (pone fundamento). Como el que pregunta es un maestro de la Ley la respuesta es con la Ley en mano. En ella Jesús emplea dos textos del Antiguo Testamento: Dt 6,5 y Lv 19,18 que eran citados frecuentemente en las discusiones éticas rabínicas. La originalidad de la respuesta de Jesús fue unirlas tan estrechamente (son semejantes) y hacer de ellas el resumen o fundamento de toda la Ley y los Profetas. Esta unión del Principio Amor fue una idea creativa, brillante y profética (prometedora, con futuro).

Veamos ahora este texto desde nuestro contexto y comparemos. La audiencia de Mateo: judíos en conversión al movimiento de Jesús de Nazaret. Nosotros: Cristianos posmodernos en el siglo XXI. Mateo usa el Antiguo Testamento como referente. Porque para un judío del siglo I, desde ese AT se lee e interpreta todo lo que se le ofrece, lo nuevo. Mateo, en su evangelio, usa con mucha frecuencia “para que se cumplan la Escrituras”. Nosotros hoy usamos como referente: El mensaje de Jesús, las enseñanzas de la Iglesia y los Signos de los Tiempos (Aquí metemos todo lo que cabe en el término Cultura Posmoderna). Acudimos a la Filosofía y la Teología, a las Ciencias Naturales y Sociales etc.. y nos atrevemos a pensar, valoramos la libertad y la autonomía personal. Nos gusta participar en los procesos de elaboración y tomas de decisiones. Queremos sacar nuestras propias conclusiones y ser corresponsables. Somos posmodernos, con sus luces y sus sombras. Somos ciudadanos del mundo y seguidores de Jesús de Nazaret. Somos creyentes postmodernos que pretendemos vivir una fe adulta.

Desde este contexto de cultura postmoderna también nosotros nos preguntamos ¿Qué es lo principal en la vida? ¿Por qué y para qué existo? ¿Qué tengo que hacer para conseguir la felicidad aquí y ahora? Y como creyentes y seguidores de Jesús de Nazaret ¿Qué es lo más importante en la vida cristiana? ¿Cuál es el rasgo diferencial del cristiano? Sin duda en la tradición cristiana, la respuesta es: el amor a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser y al prójimo de la misma manera (“Lo que le da gloria a Dios es que amemos al hombre como lo amamos a El”). Para un cristiano el amor a Dios y el amor al hermano son un único amor. Ambos se implican. No cabe el uno sin el otro. La experiencia del amor no es distinta, aunque sean distintos los objetos o las personas amadas. No es posible amar a Dios más que al hombre. En el amor no cabe el más y menos. Se ama o no se ama. La esencia de la fe y de la identidad cristiana es el amor evangélico (ágape, desinteresado, de servicio y entrega, gratuito, generoso. Como es el amor que Dios nos tiene).

Veamos ahora el asunto desde la sensibilidad y conocimientos del siglo XXI. En concreto desde el Principio amor y la ética del amor y de la religión. Según esto: El amor desinteresado es la punta de lanza de la evolución humana. La humanización es un proceso de evolución en el amor desinteresado. El diferencial humano en la evolución cósmica es el amor gratuito, desinteresado. Y en cristiano: Evangelizar es humanizar. Esta es la propuesta de Jesús: El reino de Dios es un reino de amor, justicia y paz. En Jesús se nos presenta una nueva imagen de Dios y del ser humano. Y estas imágenes siguen evolucionando. Vamos a centrarnos ahora en el cambio en la imagen postmoderna del ser humano.

Para la Nueva Antropología: El humano es un ser que nace inacabado, incompleto y abierto, sin terminar de hacer para que pueda evolucionar, aprender y desarrollarse. Pero esto tiene una exigencia: alguien tiene que cuidarle en su desarrollo. Necesita del cuidado de otro humano que tiene que tener la necesidad de cuidar. Todos estamos necesitados y por eso somos necesarios. El ser humano es un ser por y para otro ser humano. Es relación entre humanos. Es interdependencia con todos y con todo. La precariedad existencial demanda cuidados y ternura. A eso llamamos amor humano. De ahí la centralidad del amor.

Conclusión y resumen:

El espíritu y el amor son la punta de lanza de la Evolución Humana. El amor es principio de vida para todos los hombres. Amar a Dios y a los hombres se implican, no son separables, para no caer en un espiritualismo desencarnado o en un egoísmo disfrazado. A Dios le amamos en el hombre y al hombre en Dios por ser su imagen y presencia. El amor no puede ser mandamiento. Como no lo pueden ser respirar o pensar. O soñar. El amor es constitutivo de nuestra naturaleza humana. Somos humanos porque somos capaces de un amor desinteresado, divino. Porque Dios es amor y el amor es Dios. Es Dios en nosotros como fuente, fundamento y razón de existencia. La identificación con Dios y con los hermanos humanos es el último paso en la evolución del amor cristiano. Jesús de Nazaret nos muestra el camino.

África de La Cruz

Fuente Fe Adulta

 

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El fondo de lo real es amor.

Domingo, 29 de octubre de 2023
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IMG_1005Domingo XXX del Tiempo Ordinario

29 octubre 2023

Mt 22, 34-40

Por más que se presente como mandato, el amor es uno con la comprensión. Porque, al hablar de amor, no se habla, prioritariamente, de un movimiento sensible, de un sentimiento o una emoción, sino de una certeza: la certeza de la no-separación.

Al amar, vivimos en la verdad de lo que somos, aunque ni siquiera pensemos en ello. De ahí que nos sintamos encajados, unificados, plenos. Si prestamos atención, advertiremos que, hablando con rigor, es el amor quien vive en nosotros, fluyendo hacia los demás y hacia la misma naturaleza. El amor -como la comprensión, como la vida-, sencillamente, es. Lo que sucede, por nuestra parte, es que podemos reconocerlo y vivirnos desde él o, por el contrario, blindarnos en un yo que busca, por encima de todo, su propio interés.

Así como el amor nos plenifica, al desconectar de él, nos sentimos dislocados. Probablemente afanados en sentirnos mejor, buscando compensaciones sustitutorias que otorguen al yo una sensación de control sobre la realidad. Pero todo ello seguirá dejándonos vacíos. Solo el amor -solo la verdad- es plenitud.

El amor, por ser uno con lo que es, no deja nada fuera. Hablamos, con razón, del amor a uno mismo, a los otros, a la naturaleza… Para saber si estamos o no en conexión con él, basta preguntarnos cómo nos sentimos habitualmente: ¿más plenos o más vacíos?

En el mismo sentido, el test que nos permite poner luz en nuestra vivencia puede formularse en forma de pregunta: ¿desde dónde me vivo?, ¿qué busco, aun de manera inconsciente, en lo que hago?

Finalmente, entre los diferentes medios que pueden ayudarnos a reconocernos como amor y a vivirnos desde él, me parece muy importante darnos tiempo para dejárnoslo sentir y, de ese modo, impregnarnos de él. De cara a avanzar en ese objetivo, puede ser útil cualquier práctica psicoafectiva. En mi caso concreto, me ayudó notablemente y me sigue ayudando el dejarme sentir y saborear el amor cierto de una persona querida. En la medida en que le dedico tiempo, noto como algo dentro de mí se ensancha y crece la capacidad de amar. Y al mantenerme en ello, llego a notar que el amor no nace en esa persona de la que lo recibo, sino de la misma Realidad, que es amorosa. Esa persona era un cauce -de valor impagable- del Amor que nos sostiene en todo momento, del Amor que es y somos.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Si sabéis que Dios es esperanza, sabéis mucho acerca de Dios

Domingo, 29 de octubre de 2023
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libro-tiempo-esperanzaDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. EL SENTIDO DE LA VIDA ERA ALGO NATURAL, ESPONTÁNEO.

En la historia de la humanidad y hasta hace no muchas décadas en el mundo rural, el sentido de la vida era algo connatural. Nacíamos y vivíamos espontáneamente en un humus de sentido; no era un asunto cuestionado.

La fe como confianza en la vida, en Dios, en el futuro la teníamos y vivíamos serenamente.

El hombre rural, el hombre primitivo en estas cosas del sentido de la vida estaba mejor dotado y preparado que el hombre científico del parque tecnológico de Ayete.

En aquella sociedad rural instituciones como la familia, la religión, la escuela, la misma política proporcionaban sentido, estabilidad. Vivíamos en una gran quietud y serenidad.

02. AGUAS TURBULENTAS.

Podríamos decir que en Europa1 (en Occidente) en tres siglos, XVIII, XIX y XX, ha ido cambiando por completo el modo de pensar y de vivir.

a. El s XVIII es el siglo de “las Luces”, de la Ilustración. La razón sustituye a la fe. Es verdad lo que puedo demostrar (razón), dejemos ya de lado los “cuentos bíblicos” y los dogmas. El desarrollo tecnológico suplanta a la escatología. El progreso suplanta a la esperanza.

b. El s XIX es el siglo en que el hombre mata a Dios. Dios ha muerto (Nietzsche) Hemos de aprender a vivir en la nada. Dios es una proyección, una “fotocopia” perfecta de lo que el hombre quiere ser (Feuerbach). La esperanza no vas más allá de la sociedad perfecta (Marx).

c. El siglo XX será el tiempo de la nada: somos seres que venimos de la nada y la muerte nos encamina hacia la nada (existencialismo). “Nacemos por casualidad, vivimos por inercia y morimos por accidente” (Sartre).

En nuestra post-modernidad la vida ya no tiene sentido. Ni tan siquiera te preguntes de dónde venimos, ni a dónde vamos. “Ni venimos ni vamos”, simplemente somos un momento de divertimento, de consumir y a morirse que no hay más. No te preguntes más. Vive y disfruta –si puedes- de la vida, después te mueres y se acabó.

No te preguntes por el sentido de la vida, porque no tiene ningún sentido canta Vasco Rossi, la vida no tiene ni origen ni meta.

03. LAS PREGUNTAS SIGUEN EN PIE.

Sin embargo lo que define al ser humano es el sentido, preguntarse por el sentido de la vida. (Viktor Frankl).

Podremos eliminar las cuestiones del sentido de la vida de la vida personal, de las aulas, de la sociedad, pero las preguntas afloran y siguen en pie. Y muchas veces surgen las cuestiones de modo patológico o en situaciones difíciles.

Tal vez la pandemia o el bulling en los adolescentes puedan haber aumentado y agravado las enfermedades mentales, la depresión y el suicidio. (Un suicidio cada dos días en el país Vasco). Pero probablemente estas depresiones existenciales, estas desesperanzas y desesperaciones tengan su raíz en la carencia de sentido.

Lo que ciertamente torna muy problemática la vida y la salud mental es la falta de sentido y horizonte en la vida.

04. NO CONFUNDAMOS FE CON ENTRAMADO ECLESIÁSTICO.

Ser religioso, ser creyente no es ser eclesiástico, mucho menos clerical.

Quien se pregunta por el sentido de la vida, incluso quien lo hace ya ante el psiquiatra, ese tal es religioso. Religión es preguntarse apasionadamente por el sentido de la

vida.

Los caminos pueden ser diversos: la medicina, la cultura, la fe… Quien se pregunta y busca un sentido a la vida es profunda y quizás sufrientemente religioso.

05. VOLVER A LA CONFIANZA.

El hombre europeo –nosotros- pusimos nuestra confianza en la razón, en la técnica.

Pero el sentido de la vida no se puede demostrar con la razón. La medicina, la psiquiatría las ciencias no llegan a demostrar que la vida tenga sentido.

Bien está que Osakidetza ponga un departamento en las residencias sanitarias como ayuda al suicida. Bien está que el consejero / ministro de educación apoyen a los maestros en los colegios e ikastolas para ayudar en estas cuestiones. Pero la solución al absurdo y al sinsentido, al suicidio está en transmitir confianza, fe y esperanza.

06. EL HOMBRE NO PUEDE SALVARSE A SÍ MISMO.

Por otra parte vivimos fascinados por las ciencias, por el progreso y la tecnología. Pero no es cierto que la ciencia y la tecnología traigan la plenitud (salvación al ser humano). Basta mirar la historia: dos guerras mundiales, guerra civil española, Auschwitz, Rusia-Ucrania, Israel y Palestina…, hambre en el mundo, migraciones, malos tratos… Además del problema de la muerte que todos tenemos delante…

El hombre no puede salvarse a sí mismo

Decía Laín Entralgo que “el hombre espera por naturaleza algo que no está en nuestra naturaleza”.

Solamente en cuanto vive abierto al horizonte absoluto (trascendencia) puede el hombre dar sentido y esperanza a su existencia.

Decía un filósofo alemán (M. Heidegger): solamente Dios puede salvarnos

07. ¿Y LA IGLESIA?

Hace unos años en la lección inaugural del curso académico de la Pontificia Universidad de Salamanca, el ponente decía que: una Universidad que se limite a transmitir unos conocimientos, es un mero almacén de datos. La Universidad ha de tratar responder a los problemas de las gentes de su tiempo y lugar.

Podemos aplicar algo de esto de la Iglesia: Una Iglesia que no es capaz de dar respuesta a las grandes cuestiones que le plantea el hombre, sirve de muy poco. Se limitará a

repetir ritos y dogmas, pero no responderá a los problemas de sus gentes.

Probablemente evangelizar hoy en día es ayudar a que surjan las preguntas de fondo del ser humano y comunicar confianza (fe) y esperanza en la vida, en el futuro absoluto.

Si sabéis esperar (esperanza) sabéis mucho acerca de Dios.

Ello nos sumirá en una profunda paz y amor. Dios es amor y es el fundamento y sentido de nuestra vida. Él es la roca de nuestro ser.

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La Alegría de creer

Jueves, 31 de agosto de 2023
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Madeleine

Ya que las palabras no están hechas para permanecer inertes en nuestros libros,
sino para tomarlas y correr el mundo en nosotros,
permite, oh Señor, algunas chispas de esa lección de felicidad,
de ese fuego de alegría que encendiste un día en la montaña
nos toquen, nos muerdan, nos atropellen, nos invadan.

Que penetren como “chispas en la hojarasca”
y recorremos las calles de la ciudad acompañando la ola de las multitudes
contagiando la dicha, contagiando alegría.

Porque ya estamos hartos
de todos los heraldos de malas noticias, de tristes noticias:
hacen tanto ruido que ya no resuena tu palabra.

Que nuestro silencio estalle en su ruido, que palpita con tu mensaje.

*

Madeleine Delbrêl

***

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¡Para los Cristianos que no Creemos, Ni para los que dicen que creen en Dios, y ni en su amor creen!

Martes, 22 de agosto de 2023
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Del blog de Alfonso Olaz El rincón del peregrino:

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¡Para los Cristianos que no Creemos,
 Ni para los que dicen que creen en Dios, y ni en su amor creen!

Estamos hechos de amor y de nada más

Polvo de estrellas, Luz divina.

Barro humilde que cura y crea
Así de simple.

El que quiera brillar se fundirá en su propio Sol-
Y en la noche será témpano de hielo.

El que se ha despojado todo, ya no será despojo olvidado-
brillará y será lámpara del Maestro lamparero.

El despojado no necesita soñar para seguir viviendo.
Su vida es sueño transparente
en el mundo real con Jesús.

Nada le importa, ni nada le sobrecoge.
De lo absoluto hace su vida
Lo relativo ha muerto.

Solo quiere pasar su vida en el taller

del Maestro lamparero y aprender el oficio del amor.

Y viviendo con el absoluto
hace todo relativo, menos ser aprendiz de la Fraternidad divina
para comenzar el verdadero camino de ser Fraternidad.

Esto no es locura del hombre contemporáneo
Es locura que el hombre exprés
no esté loco por aprender este oficio divino

para hacerlo muy humano…
Esto es para todos.

El amor es para el hombre
que cree en Dios,
el hombre de origen divino y humano,

como su hermano Jesús.

Que crea sin cesar, amor- Fraternidad,

igual que su querido hijo, el Hombre.

Porque Él se ha hecho como tú y yo, para ser tú y yo.

Enviados al taller del Maestro

se aprenden todos los oficios divinos
y el más importante es el del amor.

Una escuela de artes y oficios
Escuela divina del Maestro Jesús.

Está prohibido el tomar apuntes
Solo puedes memorizar
Y en tu cuarto con la puerta cerrada
como él te lo ha prometido
entenderás la lección divina

según lo que tu corazón haya amado

Pues el que crea, ya está amando.
Y el que no crea, nada ama.

El amor es silencioso, no da sobresaltos,
El amor viene del lamparero
no del hombre que no cree
Y a todo el que cree
del lamparero es.

El que cree que Dios no le ama
no se conoce a sí mismo

Ya que con solo negarlo-
eres ya pensamiento suyo
Y nada ya podrás negar.

Algún día fíjate bien,

que tienes su señal de su amor,
su código genético en tu frente-
Es una pequeñísima cruz, casi imperceptible,
de color azul en el lado derecho.
Del mismo color de los hijos de María.

¡Señor, quiero ser aprendiz en tu taller!
No para ser cómo tú
Sino cómo tú quieres
Y si tú quieres: aprender bien el oficio del amor.

Y mostrar en mi rostro, el tuyo
Para darte a conocer.

Porque quiero creer en ti
Para que queriendo crea
Para Creer haciendo Fraternidad.

Y para amar, Quiero
Para amar y ya no dejar de amar

Para nunca olvidar que me amas
en el silencio
Para creer que con tu locura me amas,

y en mi locura que curas.
¡No hay mejor locura
que la de Jesús pobre y resucitado!
Solo cura Jesús, locura, Tuya, mía
y de toda su Fraternidad, Humanidad.

Sin esperar lo que yo quiero
Y tú me llevas yendo por donde no quiero
para crer lo que no quiero.
Haciendo y dejando paso a lo que tú quieres.

Con la Confianza de que todo lo que me acontezca

será lo mejor para mí, aunque no lo quiera.

Tú me has dado de probar el zumo de Granada
ese que tanto me gustaba.

Ya no puedo resistirme al amor de mi amada

y solo quiero estar en cada momento con mi amada.

¡Padre,
Me quieres cada momento, tanto…!

Sin esperar grandes cosas
Porque normalmente las grandes cosas-

son iguales que las pequeñas,
que las hacen grandes y semejantes que las opuestas.

*

Alfonso Olaz
31.07.2023

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Fe Adulta

Jueves, 22 de junio de 2023
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untaljesusCuando hablamos de creer en Jesús, veo que en la iglesia admitimos todo tipo de creencia. Desde una fe popular, que se manifiesta en prácticas religiosas con mayor o menor adhesión a Jesucristo, hasta una fe de firme descubrimiento y entrega con seguimiento de Jesucristo.

Me resulta chocante que por parte de la jerarquía, incluido el papa, se den por bueno prácticas más o menos superficiales. Pero… algo quedará… Decimos.

Tenemos el regalo de contar con muy buenos teólogos, que descubren y nos ayudan a profundizar en la Persona de Jesús, en su Mensaje, en sus sacramentos. Pero luego los dejamos a un lado y seguimos con el contenido del P. Astete.

Me gustaría que los cristianos descubriéramos, profundizáramos, ahondáramos en la Persona y en el mensaje cristiano. Trabajar como tema fundamental el Evangelio y el contenido cristiano, visto hoy y desde los descubrimientos que hoy vamos haciendo. ¿Por qué quedarnos en cuatro trivialidades cuando hay tanto fondo y descubrimientos que enriquecen nuestras vidas y nuestras creencias?

Tengo la suerte de que en YouTube hay charlas con muy fuerte y profundo contenido evangélico, desde teólogos que van profundizando el mensaje, pero con lenguaje de hoy, con contenidos de hoy, con explicación de hoy. ¿Cómo contentarnos con generalidades y creencias generalizadas y sin llegar al fondo de nuestra fe?

Estamos trabajando en la iglesia el tema de la sinodalidad. Pero ¿se está haciendo bien? Siento que en la realidad se habla de grandes principios, pero no se avanza en participación. Nos quedamos en grandes afirmaciones generales, sin que eso influya en la organización y participación de nuestra comunidad, sin que todos los cristianos nos sintamos implicados y participantes de la comunidad.

Ya lo hemos comentado varias veces, pero siento que nuestra fe es muy infantil, no llegamos de ninguna manera a una Fe Adulta. Veo, leo y contemplo todas las explicaciones que sobre los distintos temas hay en esta página web y sobre todo en este estilo de Iglesia. ¿No podemos intentar que todos los cristianos entremos por esa profundidad de visión?

Si disfrutamos de una iglesia que trata de profundizar en la fe, ¿por qué no damos el paso y hacemos en la iglesia más catequesis de adultos, con mayor contenido y más profundidad? La fe como adhesión a Jesús vendrá de un mayor conocimiento y entrega.

En nuestra Iglesia podemos disfrutar de muchos teólogos que van escudriñando la fe. ¿Por qué no aprovechar sus descubrimientos cuando nos pueden ayudar un montón a calar en el seguimiento de Jesús? El papa Francisco reconoce, aplaude y apoya estos estudiosos. Aprovechemos y no lo dejemos simplemente en referencias.

 

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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Lógica

Sábado, 10 de diciembre de 2022
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“Si no puedo creer,

al menos podré amar”.

*

Teresa de Lisieux

***

 

La lógica del evangelio es la lógica del amor, que rebasa, pero no anula, a la lógica de la justicia.

La lógica del amor rebasa incluso a la lógica de la fe.

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Afirmación de fe, hoy y cuando vengas.

Lunes, 21 de noviembre de 2022
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Creemos en Jesús,
presente en la alegría y esperanza del pueblo
marcado por una historia de sufrimiento y pobreza.

Creemos en Jesús,
presente en las personas que atraviesan situaciones críticas
a causas de las decisiones de otras personas.

Creemos en Jesús,
presente en los jóvenes marginados y sin trabajo
por causa de las estructuras que hemos creado.

Creemos en Jesús,
presente en los refugiados que huyen y no son acogidos
porque los sentimos como un estorbo y nos dan miedo.

Creemos en Jesús,
presente en el pobre que sufre,
en el triste y sin futuro,
en el perseguido y encarcelado,
en los emigrantes y exiliados,
en los niños explotados y abandonados,
en las mujeres humilladas y ninguneadas,
en las personas sin dignidad y sin salario…

Creemos en Jesús,
presente en los ciudadanos sin derechos,
en los creyentes perseguidos por la sociedad y su iglesia,
en las persona que luchan por un mundo nuevo,
en sus seguidores y mártires, aún sin reconocimiento.

Creemos en Jesús,
presente en todos los calvarios y cruces
que hemos levantado a lo largo del camino
por defender nuestras conquistas e intereses.

Creemos en Jesús,
y reafirmamos nuestra esperanza en él,
y en la fuerza sanadora y liberadora
de su amor derramado en nosotros y nosotras..

Creemos en Jesús, vivo y presente
en nuestro mundo e historia,
en nuestra sociedad e iglesia,
y en nuestra vida, cada día.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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“Creer en el Cielo”. Todos los Santos” – B (Mateo 5,1-12).

Martes, 1 de noviembre de 2022
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31-852867En esta fiesta cristiana de «Todos los Santos», quiero decir cómo entiendo y trato de vivir algunos rasgos de mi fe en la vida eterna. Quienes conocen y siguen a Jesucristo me entenderán.

Creer en el cielo es para mí resistirme a aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús, intuyo, presiento, deseo y creo que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el deseo de vida, de justicia y de paz que se encierra en la creación y en el corazón da la humanidad.

Creer en el cielo es para mí rebelarme con todas mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, hambre, humillación y sufrimientos, quede enterrada para siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podré ver a los que vienen en las pateras llegar a su verdadera patria.

Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, minusválidos físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir y de luchar. Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: Entra para siempre en el gozo de tu Señor.

No me resigno a que Dios sea para siempre un «Dios oculto», del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en el vacío. Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas nos precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y todos los ateísmos, los que vivieron amando en el anonimato y sin esperar nada.

Un día podremos escuchar estas increíbles palabras que el Apocalipsis pone en boca de Dios: «Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida». ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.

José Antonio Pagola

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“Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.” 01 de Noviembre de 2022. Todos los Santos

Martes, 1 de noviembre de 2022
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58-TodoslossantosALeído en Koinonia:

Os animamos también a leer la Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

Apocalipsis 7,2-4.9-14: Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua.
Salmo responsorial: 23: Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor.
1Juan 3,1-3:Veremos a Dios tal cual es.
Mateo 5,1-12a: Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

Se celebra hoy la Solemnidad de Todos los Santos. Qué bueno sería que los «santos» en ella celebrados no se redujeran sólo a los del “mundo católico”, los santos de nuestro pequeño mundo, de la Iglesia Católica, sino a «todos los santos del mundo», a los santos de un mundo verdaderamente «cat–hólico» (etimológicamente, según el todo, referido al todo), o sea, «universal». ¿No queremos celebrar en este día a todos los santos que están ya ante Dios? ¿Pues cómo vamos a limitarnos a pensar en «catálogo romano de los santos», de los «canonizados» por la Iglesia católica romana, según esa práctica llevada a cabo sólo desde el siglo XI, de «inscribir» oficialmente a los santos particulares de nuestra Iglesia, en ese libro? ¿Será que quienes figuran oficialmente inscritos durante 9 siglos en esta sola Iglesia son «todos los santos»… o tal vez serán sólo una insignificante minoría entre todos ellos?

Es decir: pocas fiestas como ésta requieren ser «universalizadas» para hacer honor a su nombre: la festividad de «todos los santos». Por tanto, hay que hacer un esfuerzo por entenderla con una real universalidad. Ésta es una fiesta «ecuménica»: agrupa a todos los santos. Es más que ecuménica, porque no contempla sólo a los santos cristianos, sino a «todos», todos los que fueron santos a los ojos de Dios. Ello quiere decir, obviamente, que también incluye a los «santos no cristianos»… a los santos de otras religiones (debería ser una fiesta inter-religiosa), e incluso a los santos sin pertenencia a ninguna religión, los «santos paganos» (Danielou tituló así un libro suyo), los santos anónimos (éstos deben ser verdadera legión), incluso los «santos ateos», a los que el pasaje de Mt 25,31ss pone en evidencia («cada vez que lo hicieron con alguno de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron»).

Una fiesta, pues, que podría hacernos reflexionar sobre dos aspectos: sobre la santidad misma (¿qué es, en qué consiste, qué «confesionalidad» tiene…?), y sobre el «Dios de todos los santos». Porque muchas personas todavía piensan -sin querer, desde luego- en «un Dios muy católico». Para algunos Dios sería incluso «católico, apostólico… y romano». O sea, «nuestro». O «un Dios como nosotros», de hecho. Pudiera ser que, también… un poco… hecho «a imagen y semejanza» nuestra.

La actitud universalista, la amplitud del corazón y de la mente hacia la universalidad, a la acogida de todos sin etiquetas particularistas, siempre nos cuestiona la imagen de Dios. Dios no puede ser sólo nuestro Dios, el nuestro, el que piensa como nosotros e intervendría en la historia siempre según nuestras categorías y de acuerdo con nuestros intereses… Dios, si es verdaderamente Dios, ha de ser el Dios de todos los santos, el Dios de todos los nombres, el Dios de todas las utopías, el Dios de todas las religiones (incluida la religión de los que con sinceridad y sabiendo lo que hacen optan con buena conciencia por dejar a un lado “las religiones”, aunque no «la religión verdadera» de la que por ejemplo habla Santiago en su carta, 1,27). Dios es «católico» pero en el sentido original de la palabra. Está más allá de toda religión concreta. Está «con todo el que ama y practica la justicia, sea de la religión que sea», como dijo Pedro en casa de Cornelio (Hch 10).

Hoy nos parece todo esto tan natural, pero hace apenas 50 años que estamos pensando de esta manera -los años que hace que se celebró el Concilio Vaticano II-. En las vísperas de aquel Concilio, el famoso teólogo dominico Garrigou-Lagrange (avanzado, progresista, y por ello perseguido) escribía, con la mentalidad que era común en el ambiente católico: «Las virtudes morales cristianas son infusas y esencialmente distintas, por su objeto formal, de las más excelsas virtudes morales adquiridas que describen los más famosos filósofos… Hay una diferencia infinita entre la templanza aristotélica, regulada solamente por la recta razón, y la templanza cristiana, regulada por la fe divina y la prudencia sobrenatural» (Perfection chrétienne et contemplation, Paris 1923, p. 64). Danielou, por su parte, afirmaba: «Existe el heroísmo no cristiano, pero no existe una santidad no cristiana. No debemos confundir los valores. No hay santos fuera del cristianismo, pues la santidad es esencialmente un don de Dios, una participación en Su vida, mientras que el heroísmo pertenece al plano de las realidades humanas» (Le mystère du salut des nations, Seuil, Paris 1946, p. 75). Todas las grandes figuras de la humanidad, personajes como Sócrates o como Gandhi… sólo podrían considerarse héroes, no santos. No quedarían incluidos hoy en esta fiesta, según la visión católico-romana de aquellos tiempos preconciliares, porque «santos», sólo podrían serlo los buenos cristianos, ¡y católicos! Ésta es una de las tantas «rupturas» que realizó el Concilio Vaticano II.

La primera lectura bíblica de esta fiesta litúrgica, del Apocalipsis, aun estando redactada en ese lenguaje no sólo poético, sino ultra-metafórico, lo viene a decir claramente: la muchedumbre incontable que estaba delante de Dios era «de toda lengua, pueblo, raza y nación»… En aquel entonces, hablar de «las naciones» implicaba a las religiones, porque se consideraba que cada pueblo-raza-nación tenía su propia religión. A Juan le parece contemplar reunidos, en aquella apoteosis, no sólo a los judeocristianos, sino a «todos los pueblos», lo que equivale a decir: a todas las religiones.

Si corregimos así nuestra visión, estaremos más cerca de «ver a Dios tal como es» (segunda lectura), tal como podremos verle más allá de los velos carnales del chauvinismo cultural o el tribalismo religioso -que no son muy distintos-. Obviamente, esos «ciento cuarenta y cuatro mil» (doce al cuadrado, o sea, «los Doce», o «las Doce ‘tribus’ de Israel», pero elevadas al cuadrado y multiplicadas por mil, es decir, totalmente superadas, llevadas fuera de sí hasta disolverse entre «toda lengua, pueblo, raza y nación»), esos ciento cuarenta y cuatro mil, o los entendemos como un símbolo macroecuménico, o nos retrotraerían a un fantástico tribalismo religioso.

Las bienaventuranzas comparten esta misma visión «macro-ecuménica»: valen para todos los seres humanos. El Dios que en ellas aparece no es «confesional», de una religión, no es «religiosamente tribal». No exige ningún ritual de ninguna religión. Sino el «rito» de la simple religión humana: la pobreza, la opción por los pobres, la transparencia de corazón, el hambre y sed de justicia, el luchar por la paz, la persecución como efecto de la lucha por la Causa del Reino… Esa «religión humana básica fundamental» es la que Jesús proclama como «código de santidad universal», para todos los santos, los de casa y los de fuera, los del mundo «católico»…

Si a propósito de la festividad de Todos los Santos se nos sugiere el texto de las Bienaventuranzas, es porque ellas son en verdad el camino de la santidad universal (y supra-religional, simple y profundamente humana); en y con las Bienaventuranzas como carta de navegación para nuestra vida es posible alcanzar la meta de nuestra santificación, entendida como la lucha constante por lograr en el cada día el máximo de plenitud de la vida según el querer de Dios.

En la homilía, en la oración, en la conversación que tengamos sobre el tema, no dejemos de nombrar hoy a Gandhi, que tiene que ir de la mano con Francisco de Asís; a Martin Luther King acompañado por Mons. Oscar Arnulfo Romero –finalmente reconocido como «mártir» por Roma–; a la mística santa Teresa con el incomparable Ibn Arabí; al inefable Juan de la Cruz con el místico Nisagardatta («¡Yo soy Eso!»)… La manera de cambiar la vieja mentalidad «tribal», que también nos ha afectado en la concepción de la santidad, es practicar, conversar, manifestar la nueva mentalidad macroecuménica.

Dentro de la perspectiva cristiano-católica, para una aplicación más parenética de este precedente comentario exegético, recomendamos como la mejor referencia el capítulo V de la Constitución Dogmática de la Iglesia “Lumen Gentium”, del Vaticano II, sobre el “Universal llamado a la santidad”. Antes del Concilio se solía pensar que había una especie de «profesionales de la santidad», que se dedicaban de un modo especializado a conseguirla, como los monjes y los religiosos/as, que se decía que vivían en el «estado de perfección»; a los demás, los laicos/as o seglares, como que se les consideraba de alguna manera dispensados de tener que tender a la santidad. Leer más…

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1.11.22 Todos los santos, hacedores de paz (Mt 5, 3-9)

Martes, 1 de noviembre de 2022
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felices-vosotros-las-bienaventuranzasDel blog de Xabier Pikaza:

Este año, en un contexto de guerras reales y amenazas de guerra aún más fuertes, quiero presentar las bienaventuranzas de un modo básico como propuesta de reconciliación abierta a la paz de un cielo que comienza en este mundo: Bienaventurados o santos son ya los hacedores de paz.

El evangelio de Mateo ha reinterpretado las tres primeras bienaventuranzas de Lucas (Lc 6, 20.21), desde la perspectiva de su propia iglesia (hacia el 80 d. C.), presentándolas como un programa de pacificación cristiana.

Las bienaventuranzas son palabras de anuncio gozoso de Reino, pero, al mismo tiempo, ofrecen el más hondo programa de pacificación personal y social del cristianismo.

Un tipo de iglesia ha pactado con muchos poderes de violencia social, defendiendo incluso la “guerra justa” (a veces santa).

Para el Jesús del evangelio no hay guerras justas, ni pactos militares capaces de crear la paz. Su propuesta pacificación es más honda: un proyecto y programa radical de santidad cristiana.

He comentado de un modo más extenso estas bienaventuranzas en   Evangelio de  Mateo y en Felices vosotros... Aquí ofrezco  un pequeño resumen del tema, en forma de proclama de santidad pacificadora, conforme al evangelio de este día

(1) Bienaventurados los pobres de Espíritu. Sólo se puede hablar de paz donde se empieza poniendo en el centro a los pobres. Mt 5, 3 ha dicho pobres de espíritu donde Lc 6, 20 decía simplemente pobres. Con eso, Mateo no ha negado la bienaventuranza de la pobreza material, pues él sigue hablando en su evangelio de pobres, vencidos y pequeños (cf. Mt 18, 1-14), pero ha querido referirse en especial a los cristianos.

En ese sentido, habla de los pobres de espíritu, esto es, de aquellos que no se limitan simplemente a sufrir una suerte que les viene marcada de fuera (porque han sido derrotados por otros, vencidos por la vida), sino que habla de aquellos que, pudiendo vivir de otra manera, asumen voluntariamente un camino de pobreza, por solidaridad y, sobre todo, por servicio a los demás, como Jesús, que, pudiendo haberse puesto al lado de los vencedores, se unió a los pobres, iniciando con ellos un camino de salvación (cf. 2 Cor 8, 9; Flp 2, 6-11).

Así aparece como el siervo que no grita, no se ensalza, no esclaviza (cf. Mt 12, 15–21), iniciando un camino de solidaridad humana desde la pobreza. Quien quiera vivir como rico no puede hacer la paz. Donde se busca dinero se logran otras cosas, no se puede hablar de paz.

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(2) Bienaventurados los que sufren. Sólo aquellos que sufren y saben sufrir pueden ser constructores de paz. Lucas hablaba de aquellos que lloran (hoi klaiontes), destacando quizá el llanto físico, aceptado o no (en la línea de la pobreza material). Mateo, en cambio, dice hoi penthountes, término que parece referirse más en concreto a los que “saben” sufrir, es decir, a los que aceptan el dolor, más aún, a quienes lo comparten con otros y así lo convierten en fuente de vida fecunda.

Ciertamente, podemos decir con el texto de Lucas, que son bienaventurados todos los que lloran, por la razón que fuere, sin distinguir la forma en que asumen o no su sufrimiento. Mateo en cambio parece haber puesto de relieve el valor de maduración e incluso de “revolución radical” del sufrimiento. Sólo aquellos que, quizá con miedo, saben aceptar el sufrimiento pueden ayudar a los demás, abriendo con ellos y para ellos un camino de vida.

Quien no sabe sufrir terminará siendo un dictador. Quien hace sufrir a los demás (por hambre o terror, por guerra o dictadura) no podrá ser hombre de paz. Sólo aquellos que se ponen en el lugar de los que sufren y sufren con ellos pueden iniciar el camino de paz del evangelio.

(3) Bienaventurados los mansos…
 (Mt 5, 5). Ésta es una bienaventuranza nueva, que Mateo o su iglesia han creado, siguiendo el testimonio de Jesús, que ha sido pobre y pequeño (sin poder económico o social), pero que ha sabido elevar y enriquecer a los pequeños, convirtiendo su pobreza en fuente de gracia y de vida para muchos.

Mansos son los que actúan sin imponerse, los que ayudan a los demás desde su pobreza. Así ha dicho Jesús: «Acercaos a mí todos los que estáis rendidos y abrumamos, que yo os daré respiro. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde…» (Mt 11, 28-29). Siendo pobre (manso, no violento), Jesús puede ayudar a los pobres.

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Ocho puertas para entrar en el Reino de Dios. Fiesta de todos los Santos

Martes, 1 de noviembre de 2022
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Carrera 100 ms vallaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En la Fiesta de Todos los Santos, la lectura del evangelio recoge las bienaventuranzas. Es una forma de indicarnos el camino que llevó a tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia a la santidad. Resulta imposible comentar cada una de ellas en poco espacio. Me limito a indicar algunos detalles fundamentales para entenderlas.

Las bienaventuranzas no son una carrera de obstáculos

Muchos cristianos conciben las bienaventuranzas como una carrera de obstáculos, hasta que conseguimos llegar a la meta del Reino de Dios. Y la carrera se hace difícil, tropezamos continuamente, nos sentimos tentados a abandonar cuando vemos tantas vallas derribadas. «No soy pobre material ni espiritualmente; no soy sufrido, soy violento; no soy misericordioso; no trabajo por la paz… No hace falta que un juez me descalifique, me descalifico yo mismo.» Las bienaventuranzas se convierten en lo que no son: un código de conducta.

Las bienaventuranzas son ocho puertas para entrar en el Reino de Dios

El arquitecto de la basílica de las bienaventuranzas la concibió con ocho grandes ventanas que permiten ver el hermoso paisaje del lago de Galilea. Prefiero concebir las bienaventuranzas no como ocho ventanas, sino como ocho puertas que permiten entrar al palacio del Reino de Dios. Para entenderlas rectamente hay que advertir donde las sitúa Mateo: al comienzo del primer gran discurso de Jesús, el Sermón del Monte, en el que expone su programa e indica la actitud que debe distinguir a un cristiano de un escriba, de un fariseo y de un pagano.

            A diferencia de los políticos, capaces de mentir con tal de ganarse a los votantes, Jesús dice claramente desde el principio que su programa no va a agradar a todos. Los interesados en seguirlo, en formar parte de la comunidad cristiana (eso significa aquí el «Reino de los cielos»), son las personas que menos podríamos imaginar: las que se sienten pobres ante Dios, como el publicano de la parábola; los partidarios de la no violencia en medio de un mundo violento, capaces de morir perdonando al que los crucifica; los que lloran por cualquier tipo de desgracia propia o ajena; los que tienen hambre y sed de cumplir la voluntad de Dios, como Jesús, que decía que su alimento era cumplir la voluntad del Padre; los misericordiosos, los que se compadecen ante el sufrimiento ajeno, en vez de cerrar sus entrañas al que sufre; los limpios de corazón, que no se dejan manchar con los ídolos de la riqueza, el poder, el prestigio, la ambición; los que trabajan por la paz; los perseguidos por querer ser fieles a Dios.

            Pero las bienaventuranzas son ocho puertas distintas, no hay que entrar por todas ellas. Cada cual puede elegir la que mejor le vaya con su forma de ser y sus circunstancias.

Evitar dos errores

            En conclusión, las bienaventuranzas no dicen: «Sufre, para poder entrar en el Reino de Dios». Lo que dicen es: «Si sufres, no pienses que tu sufrimiento es absurdo; te permite entender el evangelio y seguir a Jesús».

            No dicen: «Procura que te desposean de tus bienes para actuar de forma no violenta». Dicen: «Si respondes a la violencia con la no violencia, no pienses que eres estúpido, considérate dichoso porque actúas igual que Jesús».

            No dicen: «Procura que te persigan por ser fiel a Dios». Dicen: «Si te persiguen por ser fiel a Dios, dichoso tú, porque estás dentro del Reino de Dios».

            Pero, al tratarse de los valores que estima Jesús, las bienaventuranzas se convierten también en un modelo de vida que debemos esforzarnos por imitar. Después de lo que dice Jesús, no podemos permanecer indiferentes ante actitudes como la de prestar ayuda, no violencia, trabajo por la paz, lucha por la justicia, etc. El cristiano debe fomentar esa conducta. Y el resto del Sermón del Monte le enseñará a hacerlo en distintas circunstancias.

Las puertas y el palacio

            Finalmente, no olvidemos que estas ocho puertas nos permiten entrar en el palacio y sentarnos en el auditorio en el que Jesús expondrá su programa a propósito de la interpretación de la ley religiosa, de las obras de piedad, del dinero y la providencia, de la actitud con el prójimo… Este gran discurso es lo que llamamos el Sermón del Monte. Limitarse a las bienaventuranzas es como comprar la entrada del cine y quedarse en la calle.

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01 de Noviembre Fiesta de Todos los Santos

Martes, 1 de noviembre de 2022
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Todos-Santos

«Felices…»

(Mt 5, 1-12)

Cada vez se hace más difícil esta fiesta de “Todos los Santos” que está íntimamente unida a la de los “Difuntos”. Nuestra sociedad no quiere ni oír hablar de la muerte y con la moda “Halloween” nos distrae, nos entretiene con zoombies, muertos vivientes y esqueletos, que más o menos inconscientemente relegamos al espacio de la imaginación, la ciencia ficción, lo irreal.

Pero la muerte no es un cuento, ni una leyenda. Es una realidad con la que tarde o temprano tenemos que lidiar. Un día moriremos, eso seguro. Pero además mueren también nuestro seres queridos y cuando eso ocurre no sabemos qué hacer con su ausencia, no sabemos vivir el duelo, nadie nos ha enseñado a convivir con la muerte…

Por eso hoy os queremos dejar con esta oración de San Agustín, cada una puede leerla como si la hubiera escrito esa persona amada que falleció y que estos días tenemos presente.

No llores si me amas

No llores si me amas,
si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo.

Si pudieras oír el cántico de los ángeles
y verme en medio de ellos.
Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos; los horizontes, los campos
y los nuevos senderos que atravieso.

Si por un instante pudieras contemplar como yo,
la belleza ante la cual las bellezas palidecen.

¿Tú me has visto,
me has amado en el país de las sombras
y no te resignas a verme y
amarme en el país de las inmutables realidades?

Créeme.
Cuando la muerte venga a romper las ligaduras
como ha roto las que a mí me encadenaban,
cuando llegue un día que Dios ha fijado y conoce,
y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía,
ese día volverás a verme,
sentirás que te sigo amando,
que te amé, y encontrarás mi corazón
con todas sus ternuras purificadas.

Volverás a verme trasfigurado, en éxtasis, feliz.
ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo,
que te llevaré de la mano por
senderos nuevos de Luz…y de Vida…
¡Enjuga tu llanto y no llores si me amas!

(San Agustín)

*

Fuente: Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Todos santos porque lo divino nos atraviesa.

Martes, 1 de noviembre de 2022
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4c1ef-bienaventuranzasMt 5, 1-12

Vaya por delante que hoy me siento absolutamente incapaz de armonizar el sentido que la liturgia da a esta fiesta con el mensaje del evangelio. Un botón de muestra: En la oración colecta se habla de “los méritos de todos los santos” y “la multitud de intercesores”. ¿No decía el domingo pasado el evangelio que el fariseo, que se sentía con derechos, no salió justificado del templo? Esa interpretación de la santidad como superioridad moral no tiene nada que ver con el evangelio. Y los intercesores; ¿Son mejores que Dios y nos quieren más?

Hace ya algunos años que vengo titulando esta fiesta como “todos santos”. Hoy añado “y pecadores” porque sin ese añadido, lo podemos entender mal. Me ayudó mucho a este matiz el oírle al Papa decir, ya varias veces; “soy un pecador”. Naturalmente, el Papa no quiere decir que roba o que mata o que hace otras barbaridades. Lo que hace es manifestar su fina espiritualidad, dando a entender que de lo que es a lo que tendría que ser hay aún un abismo. Esta idea ya la había desarrollado Lutero, siendo muy criticado por ello.

Está dando un vuelco la idea que teníamos de “santo”. A ello ha contribuido no poco el afán de la institución en las últimas décadas por declarar santos incluso a centenares. Suele pasar que a toda inflación corresponde casi siempre una devaluación. También han ayudado a esta nueva idea de santo los métodos utilizados en los procesos de canonización, no siempre auténticos ni demasiado convincentes. La prueba está que suelen salir adelante los procesos que tienen detrás una institución influyente y con dinero a discreción.

Lo que hemos dicho el día del fariseo y el publicano son puede servir hoy. Santo no es el perfecto, sino el pecador que reconoce la necesidad que tiene de un Dios que le ame sin merecerlo. Solo cuando uno se siente pecador está cerca de Dios. Solamente en la medida que un ser humano es santo puede sentirse pecador. El santo nunca descubrirá que lo es. Por favor, que nadie caiga en la tentación de aspirar a la perfección, “santidad”. Aspirad solo, a ser cada día más humanos, desplegando el amor que Dios ha derramado en vuestro ser.

En la celebración de este día, no tenemos que pensar en los “santos” canonizados, ni en los que desarrollaron virtudes heroicas, sino en todos los hombres que descubrieron y mostraron la marca de lo divino en ellos, aunque no hayan pensado en la santidad. No se trata de celebrar los “méritos” de personas extraordinarias, sino de reconocer la presencia de Dios, que es el único Santo, en cada uno de nosotros. El único mérito es de Dios.

En todos los tiempos han existido y siguen existiendo personas que descubriendo su autentico ser, ha sido capaces de darse a los demás y de hacer así un mundo más humano. En este mundo hay lugar también para el optimismo, porque la inmensa mayoría de la gente son “buenas personas”, que intentan por todos los medios hacer felices a los demás. Eso no quiere decir que no tengan fallos. Una de las actitudes que más nos humanizan es precisamente el aceptar las limitaciones, en nosotros mismos y en los demás. Jesús no exigió la perfección a sus seguidores, solo les pedía que descubrieran el amor que es Dios en ellos.

Estamos llamados todos a ser santos. Esto no debe asustarnos, porque no se trata de exigirnos la perfección sino de descubrir al Perfecto identificado con cada uno de nosotros. Significaría que debemos descubrir lo que Dios es en lo hondo de nuestro propio ser. No pensar en un Señor perfectísimo al que tenemos que parecernos. Obligarnos a imitar a Dios nos  ha hundido en la miseria más absoluta, porque mientras seamos humanos, nadie puede ser perfecto. Dejaríamos de ser humanos, que es lo que muchas veces ha pasado.

En esta fiesta celebramos la “bondad” se encuentre donde se encuentre. Es una fiesta de optimismo, porque, a pesar de los telediarios, hay mucho bien en el mundo si sabemos descubrirlo. Es cierto que mete más ruido uno tocando el tambor que mil callando. Por eso nos abruma el ruido que hace el mal y no nos queda espacio para descubrir el bien, que es mucho más fuerte y está más extendido que el mal.

Hoy es el día del optimismo. La Vida y el Bien triunfan sobre la muerte y el mal. Desde esta perspectiva, la vida merece siempre la pena. Porque esta alegría de vivir tenemos que mantenerla a pesar de tanto sufrimiento y dolor como encontramos en nuestro mundo. A pesar de que muchos seres humanos consumen su existencia sin enterarse de lo que son, y se conforman con vegetar como las plantas o quedarse en lo sensorial como los animales.

La santidad consiste en la posibilidad que me da Dios de parecerme a Él, porque está en lo hondo de mi ser como fuerza de actuación. En la medida que yo tomo conciencia de esa realidad que hay en mí, empiezo actuar según ella. Hablamos en contra de lo que nos han enseñado: Para ser santo tienes que hacer esto y dejar de hacer lo otro, siempre de manera heroica, pues lo que me piden es lo que cuesta, y lo que me prohíben es lo que me gusta.

Es muy significativa la identificación que ha hecho el “pueblo” (Iglesia) de esta fiesta de “todos los santos” con la de “todos los difuntos”, hasta el punto de que para muchos son una sola fiesta. Debíamos tomar conciencia de esta  realidad, para que las dos fiestas tomaran el verdadero significado. Son fiestas de recuerdo y agradecimiento. ¿Es concebible que uno no considere a su madre “santa”? Esto es lo que nos obliga a pensar que una madre no muere nunca, porque lo que ha dado, seguirá llegando a nosotros a pesar de que ya no esté.

Tratemos de descubrir ese futuro desde Dios. ¿Por qué nos empeñamos en imaginar un más allá conforme a nuestra limitación actual? Pretender que permanezca nuestra condición de criatura limitada no tiene mucho sentido. Lo contingente es perecedero. Lo único que permanece de nosotros es lo que ya tenemos de trascendente. La eternidad no es una sucesión interminable de tiempo, sino un instante en el que ya estamos. Eternidad no es lo contrario de tiempo, sino un ámbito al que podemos acceder aunque estemos en el tiempo.

Alguien ha dicho: Amar es decirle al otro: no morirás. Si el que ama es Dios, nos está diciendo: tú permanecerás mientras yo sea, es decir, siempre. El punto por el que podemos conectar con Dios nos hace eternos. Ese punto no puede ser lo material, lo biológico, lo caduco, sino lo trascendente. Yo permaneceré en la medida que renuncie (muera) a mi falso yo. “Si el grano de trigo no muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto”.

Cuando Jesús le dice a Nicodemo: “hay que nacer de nuevo”, le está invitando a encontrar una Vida (con mayúscula) trascendente, la del Espíritu. Una Vida que poseemos mientras desplegamos nuestra vida (con minúscula). Es la verdadera, la definitiva, porque la biológica termina sin remedio, pero la espiritual no tiene fin. Cada vez que oigamos en la Escritura “vida eterna”, debemos entender: Vida definitiva. No se trata de la vida del más allá, sino del aspecto más interesante de la vida del más acá.

Meditación

Cuando Jesús dice: “yo y el Padre somos uno”,
está manifestando su vivencia más profunda.
Consciente de que su centro está en Dios,
irradia esa realidad de Dios en todas direcciones.
Yo no tengo que escalar ninguna cima inexpugnable,
ni conseguir ninguna meta inalcanzable.
Solo tengo que centrarme en lo que ya soy.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¿Buscamos ser felices o vivir saciados?

Martes, 1 de noviembre de 2022
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sermon-del-monte-6Mt 5, 1-12

Podemos ponernos ante el evangelio de esta fiesta diciendo “¡Bah! Las bienaventuranzas otra vez” o leerlo como si no lo conociéramos, como si fuera la primera vez que llega a nuestras manos. Os invito a hacer esto y, posiblemente nos asombre su temática, su alegría y desenfado. Su lenguaje es directo, concreto y positivo.

Nuestro asombro crecerá aún más si somos capaces de recordar el contexto en el que se escribió. Recordemos a esas primeras comunidades cristianas que son excluidas, silenciadas, que no tienen ninguna relevancia social ni religiosa e incluso son perseguidas.

¿Cómo es posible que estos hermanos y hermanas logren transmitirnos su testimonio de alegría, de sentirse afortunados, dichosos? Es más, ¿cómo nos explicamos que esta sea su experiencia más profunda? Posiblemente es difícil para nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, que ponemos tantas condiciones y necesitamos tantas seguridades para sentirnos felices.

Nos asombrará si miramos un momento sus palabras, cargadas de intención en Mateo. Jesús “sube” al monte como un nuevo Moisés a proclamar la nueva Ley, con autoridad “se sienta”, viene algo serio no cualquier recado, se le “acercan” los que le siguen y Él “viendo a esa muchedumbre” lo que se le ocurre es llamarlos DICHOSOS, BIENAVENTURADOS.

No les dice lo que deben hacer para serlo, que hubiera “enganchado” con los oyentes. Proclama, grita, que “son dichosos”. Y para que no quede duda, añade dos cosas que nos pueden desconcertar aún más: son dichosos AHORA, en presente. Es distinto a “llegarán a serlo”; tampoco les dice eso de “aguanten que luego…”

Y lo son porque son pobres, hambrientos, tienen lágrimas en los ojos…  esta es su situación y, en esta situación Jesús manifiesta que son felices. ¿Cómo mira Jesús la realidad de los que le rodean? ¿En qué descubre que suyo es el Reino de Dios? ¿Con qué fuerza lo dice para que los que le escuchan sientan que está expresando su experiencia más honda?

¡La dicha es estar con Él! Sentirse de los suyos, confiar en su amor, sentir su cercanía…  ¿No hemos tenido cada uno de nosotros experiencias similares? ¿No nos hemos sentido dichosos y dichosas en medio de dificultades, críticas, incomprensiones, enfermedades propias o sufrimientos por personas muy queridas? ¿No hemos sentido que más allá de todo eso hay una persona, un amor, una confianza sin medida?

Esta es la fe que nuestros primeros hermanos quieren transmitirnos. Creer en Jesús, confiar en su salvación y su amor, es  fuente de dicha y felicidad, es experimentar ya otro tipo de amor, de relaciones con Dios y con los hermanos.

Y, por si aún nos quedan dudas, Mateo, muy didáctico, añade lo que en ningún caso son signos de estar en el camino de la felicidad que da el Reino, de la dicha que da el seguir a Jesús: sentirse saciados, pasarlo siempre bien, que todos hablen bien de nosotros… Al contrario es ser perseguidos, que hablen mal de nosotros…

Es como si nos dijera: ¡Cuidado con buscar el camino que os prometían ayer los entendidos de la Ley, o la publicidad barata y facilona hoy! Si os sentís saciados, si reís, si no aspiráis a nada más que lo logrado, si todos hablan bien de vosotros… ¡Lloraréis y lo pasaréis mal!

La dicha del Reino no consiste en estar saciados, sino en buscar más: más paz, más justicia, más alegría para todos… ¡porque sabemos que es posible! No consiste en que “lo pasemos bien”, al contrario, lloramos y sufrimos por muchos y por muchas personas y situaciones… La dicha del Reino no se expresa en que todos hablen bien de nosotros, al contrario, apenas nos entenderán, nos pasarán por delante, se burlarán de nosotros, nos excluirán porque con nuestra forma de pensar –la de Jesús– somos una amenaza…

Pero, sin saber muy bien cómo, sin que sea una empresa a conquistar o unas virtudes a conseguir, ahí, en la realidad que vivimos AHORA somos dichosos, y nada ni nadie nos quitará esta alegría, porque sus claves no están en lo que pasa, ni en lo que nos pasa.

La clave es la persona de Jesús, nuestra fe en él, nuestra vinculación con él. Todo lo demás, se nos dará por añadidura. Y se nos dará hoy, ahora… ¿nos lo creemos? ¿Desbordamos y contagiamos alegría?

El evangelio de hoy no nos trae un programa moral, ni una explicación teórica sobre la felicidad, nos acerca la experiencia de los primeros cristianos que han encontrado en Jesús su alegría y nos recuerdan que estamos invitados a vivir su misma experiencia. Experiencia a la que también llamamos santidad. La santidad que hoy celebramos. Los santos, los que tienen nombre y los que no. “Los santos de la puerta de al lado”, como dice el Papa Francisco, tantos hombres y mujeres que nos rodean, puede que no los percibamos como perfectos, no lo son. Pero son felices, porque han encontrado en Jesús la alegría, la felicidad. Ese es el camino. ¿Nos atrevemos?

Mª Guadalupe Labrador. fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Un futuro lleno de esperanza.

Martes, 1 de noviembre de 2022
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DidaskaliaJesús con las Bienaventuranzas presenta un camino de discipulado orientado a la felicidad. Esta felicidad prometida no es una utopía lejana, sino un modo de ser y de vivir que afrontando el mal se sostiene en la confianza en un Dios que nunca abandona la obra de sus manos. Ser felices al estilo del maestro galileo es tejer historias de justicia y esperanza haciendo memoria constante de aquello que humaniza y recrea en el cotidiano vivir de cada ser humano.

El Sermón de la montaña es la primera predicación extensa de Jesús en el evangelio de Mateo. En él el Maestro desarrolla las claves centrales que hacen posible la llegada del Reino y su justicia. Un Reino que no es un espacio etéreo y lejano hacia el que hay que caminar, sino el lugar concreto y frágil de nuestra vida a la que Dios llega para ofrecernos su amor y perdón. Y una justicia que nada tiene que ver con nuestro concepto legalista de lo que ha de ser premiado o castigado, sino la herramienta que permite alcanzar el sueño de Dios actuando en la realidad y reorganizando los valores y expectativas humanas.

Las Bienaventuranzas son memoria de el hacia dónde y el desde donde se ha de articular el seguimiento de Jesús. En ellas se repite machaconamente la llamada a la felicidad. Ser dichosas o dichosos no significa, sin embargo, alejarse del conflicto o de la carencia, es por el contrario afrontarlos renunciando a la posesión, al poder o a la violencia que quiebran las relaciones y someten el corazón humano.

El hecho de que Jesús llame dichos@s a quienes parece que tienen poco o nada de que alegrarse resulta paradójico, pero está cargado de fuerza profética. Es una llamada al compromiso para transformar la realidad y a permanecer en él. A resistir a pesar de la debilidad y sufrimiento que esta tarea conlleva sabiendo como Jesús que la causa merece la pena. con el corazón limpio,

Bienaventurad@s los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

La palabra pobre en hebreo no se refiere solo a quien no tiene dinero, sino, en un sentido más amplio, a quien está oprimido, a quien se le vulneran sus derechos y se le humilla. Esta dura realidad demasiado frecuente en tiempos de Jesús se convierte de la mano del evangelista Mateo en una metáfora del modo en que todo seguidor y seguidora de Jesús ha de afrontar y asumir el proyecto del Reino.

La expresión pobres de espíritu quiere indicar de este modo no un camino de pobreza interior sino un modo de estar en el mundo y en la comunidad que reconvierte en positivo la vulnerabilidad, la pequeñez y la humildad haciéndolas espacio de gratuidad de honestidad y servicio.

Bienaventurad@os los que lloran, porque ellos serán consolados.

La aflicción no tiene la última palabra en la vida. Consolar y ser consolados visibiliza la acción compasiva de Dios. La consolación no es conmoverse por la pena del otro u la otra, sino sentirse tocado/a en el lugar donde el otro/a sufre y luchar porque la causa de ese dolor desaparezca. Así lo hizo Jesús con aquella viuda de Nain.

Bienaventurad@s l@s mansos, porque ell@s poseerán en herencia la tierra.

La actitud que aquí se resalta, es algo más que de no responder violentamente a una provocación. La justificación vital de quien, como Jesús, asume perder para incluir se sostiene en la acogida de lo distinto, en la humildad para no sentirse con derecho a vencer, a dominar a imponer. Así lo vivió Jesús cuando decidió afrontar la cruz.

Bienaventurad@s l@s que tienen hambre y sed de justicia, porque ell@s serán saciados.

La justicia, como criterio de conducta que visibiliza la alianza entre Dios y el ser humano, una alianza nacida del amor y el perdón divino, es un anhelo, pero también una praxis. Tener hambre y sed de la justicia es vivirse volcada/o hacia el bien común, es estar siempre dispuesta/o a buscar que todo funcione mejor, que el poder no arrebate el servicio, que el éxito no oscurezca los caminos de solidaridad compartidos. Así lo descubrimos tantas veces en la vida de Jesús, en sus curaciones, sus comidas, sus encuentros…

Bienaventurad@s l@s misericordios@s, porque ell@s alcanzarán misericordia.

En una perspectiva más sapiencial la misericordia se convierte en el camino del dar y recibir que constituyen las relaciones humanas. No se trata de actuar bien para recibir una respuesta positiva de los demás, se trata de dejar que la vida entera se conmueva ante la necesidad de la otra o el otro. Es amar al prójimo como a ti mismo/a, es en definitiva ser entera donación como lo es Dios para cada uno/o.

Bienaventurad@s l@s limpi@s de corazón, porque ell@s verán a Dios.

Limpio de corazón es una expresión judía que se encuentra con frecuencia en el marco de la espiritualidad bíblica. Con ella se expresa el modo de ser de quien tienen toda su vida orientada desde Dios. El corazón, en lenguaje judío, es el centro del querer, del pensar y del sentir humano por lo tanto cuando se habla de tener un corazón limpio se esta hablando de dejar que Dios, en su amor y perdón, tenga la última palabra en nuestra vida.

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Trabajar por la paz es empeñarse en construir las relaciones en armonía, bondad, perdón. Esta actitud es la que nos constituye en hijos e hijas de Dios porque esa filiación nos hermana a unos/as con otros/as, genera sororidad y fraternidad y nos permite vivir en armonía con nosotros/as mismos/as, con los demás y con la madre tierra.

Bienaventurad@s l@s perseguid@s por causa de la justicia, porque de ell@s es el Reino de los Cielos.

El centro de la vida de Jesús fue la proclamación del Reino de Dios. Este anuncio mostraba a Dios actuando en el mundo con misericordia y perdón. Presentar a Dios así supuso para Jesús rechazo y persecución porque era (y es difícil) de concebir a un Dios absolutamente gratuito y bondadoso que se empeñaba en perdonar, en incluir, en ofrecer nuevas oportunidades.

Jesús no solo proclamó a este Dios, sino que actuó en su nombre sanado y salvando, pues solo así era posible hacer real la justicia que brotaba del Reino. Una justicia que muchos no deseaban y que justificó la cruz de Jesús y la de tantos seguidores y seguidoras suyas.

“Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

Carme Soto Varela, ssj

Fuente Fe Adulta

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“Los muertos viven”, por José Arregui

Martes, 1 de noviembre de 2022
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t8835aErmita de Santa Engracia

Leído en su blog:

En el corazón o la memoria de todo

Las campanas de Aizarna han tocado a muerto. Han irrumpido en la calma de la mañana otoñal, difundiendo en el valle la memoria de Luisa, abuela nonagenaria del caserío Irure, mujer de extraordinaria fortaleza y ternura, mujer hecha hospitalidad materna para todo el que llegase, fuera quien fuera y como fuera. Las ondas sonoras del bronce han ascendido por el horizonte de Santa Engracia hacia el Infinito, fundiéndose con la música del universo sin medida.

¿Y Luisa, su espíritu, su conciencia, ‘ella’… a dónde se han ido? ¿Se habrá disuelto en la nada al apagarse su viva sonrisa, su dulce mirada, la luminosa paz de sus ojos? La pregunta me turba, pero no puedo pensar razonablemente que algo, alguien, alguna de las infinitas formas del Ser se disuelva en la nada. La nada no existe, ni de ella puede surgir algo. Toda forma es una conjunción de formas precedentes. Y todo lo que constituye a cada cosa en su figura concreta se convierte luego en otra cosa y en otra, y así sin cesar, en constante transformación. Nada se convierte en nada.

Cuando en otoño se suelta del tallo el rabillo de la hoja y, balanceándose en el aire, cae al suelo, vuelve a convertirse en tierra y la tierra en savia, la savia en yema, hoja, flor, fruto, y semilla envuelta en fruto. El fruto se convierte en alimento de seres vivos, y la semilla en germen en el seno de la tierra. La vida seguirá viviente en nuevas formas, inagotables y maravillosas. Nada se aniquila, todo se transforma. El milagro de la primavera empieza en el otoño, y la abundancia del verano en el desierto del invierno. O a la inversa: el verano viene del otoño y el invierno de la primavera, en la rueda de la vida en que todo es uno.

En la espiral de la vida más bien, pues nada vuelve a ser lo que fue, ni la misma forma se repite nunca. Observad y admirad: de incontables hojas que han sido, son y serán en la tierra, no ha habido, ni hay ni habrá jamás dos iguales. Ni dos granitos de arena ni dos toques de campana exactamente iguales, a pesar de las apariencias. Ni siquiera, al parecer, han existido ni existen ni existirán dos átomos que sean idénticos del todo. Asombroso. Cada forma, viviente o no viviente, desde lo infinitamente pequeño hasta lo infinitamente grande, en el universo entero, es diferente de todas las demás. Cada ser es único y distinto. Infinita dignidad de cada ser. Infinito respeto a cada ser.

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Cada ser es único y distinto, pero no separado ni solitario. Todo cuanto es desde siempre está conectado con todo lo que es, ha sido y será hasta siempre. Esa frágil hoja que ya amarillea y se mece a la brisa de la tarde no sería exactamente como es si en este universo, desde el primer Big Bang hasta hoy, hubiera faltado una sola partícula atómica en su forma exacta. Todos estamos interrelacionados con todos los seres, no solo del presente, sino también del pasado más lejano y del futuro más remoto. Solo nos distingue la forma, pero todas las formas estamos unidas. Somos interser, inter-seres, inter-vivientes, inter-humanos, ligados en todo con todo eternamente, desde el primer neutrón hasta las galaxias aún sin formarse. En la forma particular que somos siguen siendo y viviendo todos los seres que fueron e incluso serán, porque somos la transformación de lo que otros fueron, y otros serán la transformación de lo que nosotros somos. Cada ser guarda, se puede decir, la memoria viva de todo lo que fue en el pasado e incluso de lo que será en el futuro. De alguna manera, en cada ser es todo. Somos uno.

Y somos uno en el Todo sin forma que nos hace ser, en el Fondo de esta forma o ‘yo’ físico, mental y emocional, en el Fondo de esta conciencia individual que nos distingue y que erróneamente creemos que nos separa. Somos uno en el Ser, el Espíritu, el Aliento Vital que nos hace existir, respirar, vivir. Somos comunión de vida inmortal en formas infinitamente diversas. Somos uno en el Corazón eterno o la Memoria creadora que late en lo más profundo de las formas pasajeras. Cada forma encarna la Memoria del Todo. “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. A ti, a mí, a todos, nos corresponde encarnar la Memoria vivificadora de todos los muertos. Cuando los recordamos, es decir, cuando los ‘traemos al Corazón’ bueno de la vida, los hacemos vivir. Infinita responsabilidad mística, ecológica, política: mantener viva la Vida o la Memoria de todos los seres.

Creo en “Dios” en cuanto Todo, Corazón, Memoria o Conciencia de todas las formas. Creo que, al igual que cuanto nace ‘muere’ a su antigua forma –incluida su conciencia individual separada–, cuanto muere ‘nace’ en el Todo, en la Memoria o en la Conciencia universal de todos los seres, en este universo o en otro, más allá del espacio y del tiempo, en una forma que desconocemos. Creo que el aliento vital no muere, que la vida resucita sin cesar, que cuando doblan las campanas anuncian la vida.

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Todos los Santos. Quien deja de esperar, deja de vivir

Martes, 1 de noviembre de 2022
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índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- El ser humano es esperante.

El ser humano es esperante. La esperanza es una dimensión esencial a la condición humana.

Tal vez hoy hemos perdido la esperanza y el sentido de la vida.

Pero vivir es esperar. Quien deja de esperar, deja de vivir humanamente [1] y pasamos a vegetar en el suave placer del capitalismo ilustrado.

Sin esperanza la vida se diluye en unos momentos puntuales sin ilación, sin biografía y, lo que es más grave: sin sentido.

La esperanza ha construido bien, serena y sensatamente la vida y la historia de los hombres y de los pueblos.

No es lo mismo vivir en esperanza que sin esperanza o  desesperadamente o en desesperación.

Por otra parte, tampoco es lo mismo optimismo que esperanza. El optimismo es un estado de ánimo porque me van bien las cosas, la salud, el trabajo, etc. Pero hay situaciones en las que ya no hay lugar alguno al optimismo. En la muerte, en un funeral no hay lugar alguno al optimismo, por eso ahí comienza -si no lo ha hecho antes- la esperanza.

El ser humano es una “sed infinita”, una nostalgia y esperanza de plenitud, aunque tal plenitud no está en nuestras manos. Y la sed nos habla del agua, el hambre nos habla de algún alimento. ¿La esperanza infinita no nos estará hablando de Dios?

Dios es el horizonte absoluto del ser humano.

02.- Todos los Santos: Fiesta de esperanza

El día de Todos los Santos es una fiesta de gran esperanza, porque nos habla del futuro, de lo que podemos confiadamente esperar en la vida y en la muerte, del sentido de la historia y de la vida.

El ser humano nunca ha sabido tanto de sus orígenes y tan poco de su destino como hoy. Entre el Génesis, Darwin y los bing-bang del origen, sabemos, más o menos, de dónde venimos, pero estamos escasos de horizontes y de futuro absoluto. ¿Hacia dónde vamos?

Vivimos en el club de los proyectos vivos y las esperanzas muertas

En esta fiesta de Todos los Santos celebramos que nuestro destino, nuestra meta final es la misma que la de JesuCristo, que la de la Virgen María y que la de todos nuestros hermanos, esa muchedumbre inmensa que nadie puede contar y que han conseguido la victoria de nuestro Dios.

Todos los Santos es, pues, una fiesta, pues, que fortalece nuestra esperanza.

Seréis bienaventurados.

03.- Una escala de valores diversa

El relato de las bienaventuranzas tiene una gran solemnidad. Jesús nos habla y augura una vida feliz desde un cuadro de valores diversos al de nuestras sociedades.

La escena de las bienaventuranzas se sitúa en una montaña, y –como se suele decir hoy en día- supone un cambio de paradigma. Se trata de un nuevo Sinaí, Dios ya no le entrega a Moisés las tablas de la ley, ahora el legislador es JesuCristo, y los mandamientos ya no son los diez, sino las Bienaventuranzas.

La escala de valores vigente -especialmente para nosotros desde el superhombre de Nietzsche- es muy diferente a la de Cristo. El pensamiento de Jesús es bien otro.

La bienaventuranza, la felicidad están en la pobreza, en la paz, en la justicia, en el servicio que crea fraternidad, en la misericordia hace bien a todos: al que es misericordioso y al que recibe esa bondad.

04.- Una muchedumbre inmensa: la humanidad.

En un lenguaje enigmático, solemne -y con la caja de los truenos preparada-, la apocalíptica (1ª lectura) nos habla de una muchedumbre inmensa, es decir de toda la humanidad significada con ese número simbólico de 144.000 (12 tribus x 12), que va llegando a la casa del Padre pasando por la gran tribulación de la vida.

Todos –toda la humanidad- estamos marcados en la frente por nuestro Dios: todos estamos destinados a la vida, a la salvación.

    La fiesta de hoy, Todos los Santos, es la misma que la de mañana: Todos los difuntos. Son como dos caras de la misma moneda. Toda la humanidad está sellada y llamada a la vida.

    Nos hará bien recordar el texto de la Sabiduría que leíamos el pasado domingo:

Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado.

La memoria de JesuCristo nos hace bien, nos reconcilia. La Comunión de los Santos: una especie de memoria, de solidaridad y “circularidad” entre los que se fueron y los que quedamos. Ellos se acuerdan de nosotros de un modo amable. Ellos oran por nosotros. [2]

Estos días de “difuntos y de todos los santos” son como una llamada a reavivar la esperanza. ¿Qué nos cabe esperar en la vida y en la muerte?

05.- Conclusión.

Es sano vivir en la frontera: nada está cerrado ni tan siquiera por la muerte. Miremos la vida con esperanza y ojos de plenitud.

El cristianismo es una esperanza infinita en la misericordia de Dios.

“In spe erit fortitudo vestra»” (Is 30, 15). En la esperanza está vuestra fortaleza.

    Todos los Santos nos anuncian nuestro futuro, el futuro absoluto. Hacia Ti, morada santa; hacia ti, tierra de salvación.

[1] En el País Vasco se produce un suicidio cada dos días. A ello hay que añadir un gran número de intentos de suicidio que no se consuman.

La primera causa de muerte violenta en el conjunto de España es de 11 personas que se quitan la vida al día y más de 70.000 lo intentaron en 2020.

En estos momentos Osakidetza está atendiendo especialmente al suicidio de adolescentes. Bien está, pero ¿el suicidio es un problema médico?

[2] Detrás del purgatorio y de las indulgencias –tal y como lo hemos vivido- se esconde una mentalidad un tanto mercantil. ¿perdón a plazos? ¿gracia por entregas? Salvación sí, pero me la pagas. Sin embargo Jesús dijo: Hoy, no mañana, hoy estarás conmigo en el Paraíso.

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