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“Dichosos los que crean a pesar de lo que ven”. Domingo 2º de Pascua. Ciclo C.

Domingo, 28 de abril de 2019
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thomas-et-jesusDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Todas las apariciones de Jesús resucitado son peculiares. Incluso cuando se cuenta la misma, los evangelistas difieren: mientras en Marcos son tres las mujeres que van al sepulcro (María Magdalena, María la de Cleofás y Salomé) y también tres en Lucas, pero distintas (María Magdalena, Juana y María la de Santiago), en Mateo son dos (las dos Marías) y en Juan una (María Magdalena, aunque luego habla en plural: «no sabemos dónde lo han puesto»). En Mc ven a un muchacho vestido de blanco sentado dentro del sepulcro; en Mt, a un ángel de aspecto deslumbrante junto a la tumba; en Lc, al cabo de un rato, se les aparecen dos hombres con vestidos refulgentes. En Mt, a diferencia de Mc y Lc, se les aparece también Jesús. Podríamos indicar otras muchas diferencias en los demás relatos. Como si los evangelistas quisieran acentuarlas para que no nos quedemos en lo externo, lo anecdótico. Uno de los relatos más interesantes y diverso de los otros es el del próximo domingo (Juan 20,19-31).

             Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

            – Paz a vosotros.

            Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

            – Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. 

            Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

            – Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados! quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

            Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

            – Hemos visto al Señor.

            Pero él les contestó:

            – Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

            A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

            – Paz a vosotros.

            Luego dijo a Tomás:

            – Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

            Contestó Tomás:

            – ¡ Señor Mío y Dios Mío!

            Jesús le dijo:

            – ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto. 

            Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en su nombre.

Las peculiaridades de este relato de Juan

  1. El miedo de los discípulos. Es el único caso en el que se destaca algo tan lógico, y se ofrece el detalle tan visivo de la puerta cerrada. Acaban de matar a Jesús, lo han condenado por blasfemo y por rebelde contra Roma. Sus partidarios corren el peligro de terminar igual. Además, casi todos son galileos, mal vistos en Jerusalén. No será fácil encontrar alguien que los defienda si salen a la calle.
  2. El saludo de Jesús: «paz a vosotros». Tras la referencia inicial al miedo a los judíos, el saludo más lógico, con honda raigambre bíblica, sería: «no temáis». Sin embargo, tres veces repite Jesús «paz a vosotros». Algún listillo podría presumir: «Normal; los judíos saludan shalom alekem, igual que los árabes saludan salam aleikun». Pero no es tan fácil como piensa. Este saludo, «paz a vosotros» sólo se encuentra también en la aparición a los discípulos en Lucas (24,36). Lo más frecuente es que Jesús no salude: ni a los once cuando se les aparece en Galilea (Mc y Mt), ni a los dos que marchan a Emaús (Lc 24), ni a los siete a los que se aparece en el lago (Jn 21). Y a las mujeres las saluda en Mt con una fórmula distinta: «alegraos». ¿Por qué repite tres veces «paz a vosotros» en este pasaje? Vienen a la mente las palabras pronunciadas por Jesús en la última cena: «La paz os dejo, os doy mi paz, y no como la da el mundo. No os turbéis ni os acobardéis» (Jn 14,27). En estos momentos tan duros para los discípulos, el saludo de Jesús les desea y comunica esa paz que él mantuvo durante toda su vida y especialmente durante su pasión.
  3. Las manos, el costado, las pruebas y la fe. Los relatos de apariciones pretenden demostrar la realidad física de Jesús resucitado, y para ello usan recursos muy distintos. Las mujeres le abrazan los pies (Mt), María Magdalena intenta abrazarlo (Jn); los de Emaús caminan, charlan con él y lo ven partir el pan; según Lucas, cuando se aparece a los discípulos les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de palparlo para dejar claro que no es un fantasma, y come delante de ellos un trozo de pescado. En la misma línea, aquí muestra las manos y el costado, y a Tomás le dice que meta en ellos el dedo y la mano. Es el argumento supremo para demostrar la realidad física de la resurrección. Curiosamente se encuentra en el evangelio de Jn, que es el mayor enemigo de las pruebas física y de los milagros para fundamentar la fe. Como si Juan se hubiera puesto al nivel de los evangelios sinópticos para terminar diciendo: «Dichosos los que crean sin haber visto».
  4. La alegría de los discípulos. Es interesante el contraste con lo que cuenta Lucas: en este evangelio, cuando Jesús se aparece, los discípulos «se asustaron y, despavoridos, pensaban que era un fantasma»; más tarde, la alegría va acompañada de asombro. Son reacciones muy lógicas. En cambio, Juan sólo habla de alegría. Así se cumple la promesa de Jesús durante la última cena: «Vosotros ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os la quitará» (Jn 16,22). Todos los otros sentimientos no cuentan.
  5. La misión. Con diferentes fórmulas, todos los evangelios hablan de la misión que Jesús resucitado encomienda a los discípulos. En este caso tiene una connotación especial: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo». No se trata simplemente de continuar la tarea. Lo que continúa es una cadena que se remonta hasta el Padre.
  6. El don de Espíritu Santo y el perdón. Mc y Mt no dicen nada de este don y Lucas lo reserva para el día de Pentecostés. El cuarto evangelio lo sitúa en este  momento, vinculándolo con el poder de perdonar o retener los pecados. ¿Cómo debemos interpretar este poder? No parece que se refiera a la confesión sacramental, que es una práctica posterior. En todos los otros evangelios, la misión de los discípulos está estrechamente relacionada con el bautismo. Parece que en Juan el perdonar o retener los pecados tiene el sentido de admitir o no admitir al bautismo, dependiendo de la preparación y disposición del que lo solicita.

“Dichosos los que crean a pesar de lo que ven”

            En este pasaje del evangelio se da un importante cambio en los destinatario. En la primera parte, Jesús se dirige a los once: a ellos les saluda con la paz, a ellos los envía en misión y les da el Espíritu. En la segunda se dirige a Tomás, invitándolo a no ser incrédulo. En la tercera se dirige a todos nosotros: “Dichosos los que crean sin haber visto”.

  Podríamos añadir: “Dichosos los que crean a pesar de lo que ven”. Basta pensar en las desgracias que ocurren a menudo en nuestro mundo, en los grandes fallos de la Iglesia, en las luchas más o menos ocultas por el poder dentro de ella, en otros detalles contrarios al evangelio. Para muchos, estos motivos son suficientes para abandonar la Iglesia o incluso la fe. Conviene escuchar a Jesús, que nos dice: “Bienaventurados los que creen a pesar de lo que ven”.

Una primera lectura que hay que leer con atención (Hechos 5,12-16)

            El evangelio ha proclamado dichosos a quienes creen sin ver. La primera lectura habla de la dicha de ver milagros y beneficiarse de ellos. Comienza diciendo que “los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo”. Y termina subrayando el papel principal de Pedro; en opinión de la gente, incluso su sombra basta para curar a alguno. Por eso le traen enfermos hasta de los alrededores de Jerusalén.

            En una lectura rápida, parece que son estos milagros los que favorecen la expansión de la comunidad cristiana (“crecía el número de los que se adherían al Señor”). Sin embargo, lo que cuenta Lucas es más sutil.

            Además de los apóstoles, juega un papel capital la comunidad (“los fieles se reunían en común en el pórtico de Salomón”). Y es a ella a la que se adhieren los nuevos creyentes.

            Los milagros de los apóstoles y de Pedro continúan la labor de Jesús, que “pasó haciendo el bien”. Esos enfermos se benefician de ellos, pero no entran en la comunidad cristiana. Los que pasan a formar parte de ella son los que ven la forma de vida de la comunidad. En esta época de secularización, con la disminución creciente de los cristianos, es importante recordar que el numero de los creyentes depende en gran parte del ejemplo que demos a los demás.

           

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II Domingo de Pascua. 28 de Abril, 2019

Domingo, 28 de abril de 2019
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“En la tarde de aquel día, el primero de la semana,
y estando los discípulos con las puertas cerradas por miedo a los judíos, llegó Jesús, se puso en medio y les dijo:
“¡La paz esté con vosotros!”

(Jn 20, 19-31)

Tal vez nos resulta una escena muy familiar la de los discípulos. Un domingo por la tarde, encerrados en casa, ellos por miedo a los judíos, nosotros por… pánico al lunes. Sí, una razón tan simple como real. Pereza, modorra, o como lo queramos llamar, por comenzar otra semana, comenzar nuestras obligaciones, trabajo, estudios, gimnasio, extraescolares de los niños, aguantar al jefe, a los compañeros, a los clientes, y así, un largo etcétera.

Aguantar a los demás. Reflexionemos un poco. Los demás. Todos, absolutamente todos formamos parte de ese “los demás” para alguien. Esto quiere decir que a ti y a mí también nos tienen que aguantar los demás; con nuestras risas y también con nuestras lágrimas; con todo lo bueno que les aportamos y también con nuestras puertas cerradas; con nuestros viernes pero también sacamos a relucir nuestras tardes de domingo… ¿nos damos cuenta de ello o solo vemos lo de “los demás”?

Y es entonces, sin duda, en nuestras lágrimas, en nuestras puertas cerradas, en nuestras tardes de domingo cuando se pone Jesús en el medio y nos dice: “¡La paz esté con vosotros!” Él llena con su presencia cualquier resquicio de temor, cualquier oscuridad.

Y ahora, otro interrogante, ¿para creernos esto nos bastan las palabras o dejamos que aparezca nuestro Tomás interior?

Oración

Jesús, tú eres nuestro Maestro, a quien seguimos.
Tú nos dices una y otra vez “dichosos los que creen sin haber visto”.
Ayúdanos a creer que estás en medio de nuestras noches dándonos paz,
en medio de nuestras tormentas, en medio de nuestras soledades.
Ayúdanos a creer que estás cuando no te vemos.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

***

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A Jesús resucitado no se le puede ver

Domingo, 28 de abril de 2019
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Lo que los textos del NT quieren expresar con la palabra resurrección es la clave de todo el mensaje cristiano. Pero es mucho más  profundo que la reanimación de un cadáver. Sin esa Vida que va más allá de la vida, nada de lo que dice el evangelio tendría sentido. Fue la manera más convincente de transmitir la vivencia pascual después de la experiencia de su pasión y muerte. Lo que quieren transmitir es la experiencia pascual de que seguía vivo, y además, les estaba comunicando a ellos esa misma vida. Éste es el mensaje de Pascua.

Como todos los años, leemos este mismo evangelio y lo explicamos el año pasado, vamos a referirnos hoy al aspecto general de la experiencia pascual. Los exégetas han rastreado los primeros escritos del NT y han llegado a la conclusión de que la cristología pascual no fue ni la primera ni la única forma de expresar la experiencia que, de Jesús vivo, tuvieron los discípulos después de su muerte. Hay por lo menos tres cristologías que se dieron entre los primeros cristianos, antes o al mismo tiempo de hablar de resurrec­ción.

En las primeras comunidades, se habló de Jesús como el juez escatoló­gico que vendría al fin de los tiempos a juzgar, a salvar definitiva­mente. Fijándose en la predicación por parte de Jesús de la inminente venida del Reino de Dios y apoyados en el AT, pasaron por alto otros aspectos de la figura de Jesús y se fijaron en él como el Mesías que viene a salvar definitivamente a su pueblo. Predicaron a Jesús, el Cristo (Ungido), como dador de salvación (Vida) última y definitiva sin hacer referencia explicita al hecho de la resurrección.

Otra cristología, que se percibe en los textos que han llegado a nosotros de algunas comunidades primitivas, es la de Jesús como taumaturgo. Manifestaba, con su poder de curar, que la fuerza de Dios estaba con él. Para ellos los milagros eran la clave que permitía la compren­sión de Jesús. Esta cristolo­gía es muy matizada ya en los mismos evangelios; seguramente, porque, en algún momento, tuvo excesiva influencia y se quería contrarrestar el carácter de magia que podría tener. En los evangelios se utiliza y se critica a la vez.

Una tercera cristología, que tampoco se expresa con el término resurrección, es la que considera a Jesús como la Sabiduría de Dios. Sería el Maestro que, conectando con la Sabiduría preexistente, nos enseña lo necesario para llegar a Dios. También tiene un trasfondo bíblico muy claro. En el AT se habla innumerables veces de la Sabiduría, incluso personalizada, que Dios hace llegar a los seres humanos para que encuentren su salvación.

Todas estas maneras de entender a Cristo fueron concentrándose en la cristología pascual, que encontró en la idea de resurrección el marco más adecuado para explicar la vivencia de los seguidores de Jesús después de su muerte. Sin embargo, la cristología pascual más primitiva tampoco hace referencia explícita a la resurrección. La experiencia pascual fue interpretada, en una primera instancia, como exaltación y glorificación del humillado, tomando como modelo una vez más el AT y aplicando a Jesús la idea del justo doliente.

La mayoría de los exégetas están de acuerdo en que ni las apariciones ni el sepulcro vacío fueron el origen de la primitiva fe. Los relatos de apariciones y del sepulcro vacío se habrían elaborado poco a poco como leyendas sagradas, muy útiles en el intento de comunicar, con imágenes muy vivas y que entraran por los ojos, la experiencia pascual. Esa vivencia fue fruto de un proceso interior en el que tuvieron mucho que ver las reuniones de los discípulos. Todos los relatos hacen referencia, implícita o explícita a la comunidad reunida.

En ninguna parte se narra el hecho de la resurrección porque no puede ser un fenómeno constatable empíricamente; cae fuera de nuestra historia, no puede ser objeto de nuestra percepción sensorial. Todos los intentos por demostrar la resurrección como un fenómeno verificable por los sentidos, estarán abocados al fracaso. Toda discusión científica sobre la resurrección es una estupidez. Cuando decimos que no es un hecho “histórico”, no queremos decir que no fue “Real”. El concepto de real, es más amplio que lo sensible o histórico.

En Jesús no pasó nada, pero en los discípulos se dio una enorme transformación que les hizo cambiar la manera de entender la figura de Jesús. Sería muy interesante averiguar como llegaron los discípulos a ese descubrimiento, sobre todo teniendo en cuenta que en los momentos de dificultad todos le abandonaron y huyeron. Ese proceso de “iluminación” de los primeros discípulos se ha perdido. No solo sería importante para conocer lo que pasó en ellos, sino porque ese mismo proceso tiene que realizarse en nosotros.

La resurrección quiere expresar la idea de que la muerte no fue el final. Su meta fue la Vida, no la muerte. La misma Vida de Dios, como dice el mismo Jn: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre”.  Vaciándose del “ego”, queda en él lo que había de Dios. No cabe mayor glorificación. “Aquilatar” el oro es ir quitando las impurezas: 12, 18, 22… hasta llegar a 24 quilates que es oro puro; ya no se puede ir más allá. Este vaciamiento no supone la anulación de la “persona”, sino su potenciación. Desde la antropología judía se puede entender muy bien. El hombre es un todo monolítico, desde la carne al espíritu.

La base de la credibilidad está en las apariciones a los doce, con justificación de la misión. Todos los relatos responden a un esquema teológico y nos dan la clave de interpretación:

a) Una situación de la vida real. Jesús se hace presente en la vida real. La nueva manera de estar presente Jesús no tiene nada que ver con el templo o con los ritos religiosos. Ni siquiera están orando cuando se hace presente. El movimiento cristiano no empezó su andadura como una nueva religión, sino como una forma de vida. De hecho los romanos los persiguieron por ateos. En todos los relatos de apariciones se quiere decir a los primeros cristianos que en los quehaceres de cada día se tiene que hacer presente Cristo. Si no lo encontramos en las situaciones de la vida real, no lo encontraremos en ninguna parte.

b) Jesús sale al encuentro inesperadamente. Este aspecto es muy importante. Él es el que toma siempre la iniciativa. La presencia que experimentan no es una invención ni surge de un deseo o expectativa de los discípulos. A ninguno de ellos les había pasado por la cabeza que pudiera aparecer Jesús una vez que habían sido testigos de su fracaso y de su muerte. Quiere decir que el encuentro con él no es el fruto de sus añoranzas o aspiraciones. La experiencia se les impone desde fuera, desde una instancia superior.

c) Jesús les saluda. Es el rasgo que conecta lo que está sucediendo con el Jesús que vivió y comió con ellos. La presencia de Jesús se impone como figura cercana y amistosa, que manifiesta su interés por ellos y que trata de llevarles a su plenitud de vida.

d) Hay un reconocimiento, que se manifiesta en los relatos como problemático. No dan ese paso alegremente, sino con muchas vacilaciones y dudas. En el relato de hoy se pone de manifiesto esa incredulidad personalizada en una figura concreta, Tomás. No quiere decir que Tomás era más incrédulo que los demás, sino que se insiste en la reticencia de uno para que quede claro lo difícil que fue, para todos, aceptar la nueva realidad.

e) Reciben una misión. Esto es muy importante porque quiere dejar bien claro que el afán de proclamar el mensaje de Jesús, que era una práctica constante en la primera comunidad, no es ocurren­cia de los discípulos, sino encargo expreso del mismo Jesús, que ellos aceptan como la tarea más urgente que tienen que llevar a cabo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Señales de lo divino

Domingo, 28 de abril de 2019
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Juan-20-19-31-1Conocer nuestro lugar en el universo es imprescindible para la felicidad humana. Existimos en relación con el tiempo y existimos en relación con el resto del universo (Spinoza)

Hch 5, 15-16

“Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos poseídos por espíritus o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban curados”.

28 de abril. Domingo II de Pascua

Jn 20, 19-36.

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio de ellos y les dice: Paz con vosotros (v 19).

El africano Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, revela su creencia de que lo divino es una manifestación clara de Dios en toda la Naturaleza, viniéndonos a decir que, en lugar de buscar señales en el cielo, pidamos fe para y voluntad para verlas en todo el Universo. Con sabiduría y discernimiento, las descubriremos dentro y fuera del mismo, nosotros incluidos.

 

En una ocasión dijo: Nos han hablado mucho de ir a misa, de rezar, de pedir cosas y señales; pero poco a poco empezamos a sentir la grandeza divina en nuestra vida, de una forma mágica, milagrosa y perfecta; y poco a poco empezamos a entender dichas señales”.

Señales y más señales las hay todo el tiempo y en todos los lugares. La refracción de los rayos del sol en gotas de agua de lluvia puede ser vista por todos. Cuanto más presente estemos con la belleza del mundo que nos rodea, y cuanto más conectados estemos a la Naturaleza, más notaremos y reconoceremos la acción de los arcoíris. Los arcoíris, como los chakras, se vuelven más vívidos y vivos a medida que abrimos nuestro corazón a lo divino.

El evangelista Mateo lo expresó de esta manera en el capítulo 22 de su Evangelio: “Después del primero y más importante de los mandamientos, viene otro semejante a éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Particularmente con un amor hecho obras.

Ahora bien, con respecto de esta señal del cumplimiento del mandamiento del amor a través de las obras de misericordia y del ejercicio de la caridad, conviene precisar que, aún siendo una señal muy importante, no se puede tomar ésta como la única señal de salvación.

El místico y filósofo judío Baruc de Spinoza lo expresó de esta manera: “Conocer nuestro lugar en el universo es imprescindible para la felicidad humana. Existimos en relación con el tiempo y existimos en relación con el resto del universo”.

En uno de sus Poemas, Antonio Machado canta la felicidad de que nos habla Spinoza, expresada en los robles, el musgo, las cigüeñas, la primavera, la fuente y el arcoíris. Y todo esto sí que ciertamente es una Pascua.

PASCUA DE RESURRECCIÓN

Mirada: el arco de la vida traza
el iris sobre el campo que verdea.

Buscad vuestros amores, doncellitas,
donde brota la fuente de la piedra.

En donde el agua ríe y sueña y pasa,
allí el romance del amor se cuenta.

¿No han de mirar un día, en vuestros brazos,
atónitos, el sol de primavera,
ojos que vienen a la luz cerrados,
y que al partirse de la vida ciegan?

¿No beberán un día en vuestros senos
los que mañana labrarán la tierra?

¡Oh, celebrad este domingo claro,
madrecitas en flor, vuestras entrañas nuevas!

Gozad esta sonrisa de vuestra ruda madre.
Ya sus hermosos nidos habitan las cigüeñas,
y escriben en las torres sus blancos garabatos.

Como esmeraldas lucen los musgos de las peñas.

Entre los robles muerden
los negros toros la menuda hierba,
y el pastor que apacienta los merinos
su pardo sayo en la montaña deja.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Humanidad creyente

Domingo, 28 de abril de 2019
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37ccc91824d528e3fab643f8cf002759Según el evangelio de Juan, la posibilidad de la fe en la resurrección es diferente según sea el personaje del evangelio al que se refiere. Entre quienes hacen la experiencia de ver al resucitado, encontramos en primer lugar a María Magdalena. El relato joánico nos sorprendente al mostrar la indiferencia de María ante los signos de la resurrección: ella no cree inmediatamente al ver los signos de la tumba vacía y los lienzos (como sí lo hace el discípulo amado); no cree al ver a dos ángeles y hablar con ellos; ni siquiera se le abren los ojos mientras ve y habla con Jesús en persona. Ella necesitará reconocerse a sí misma, escuchar su propio nombre en relación con él para reconocerlo y reconocerse mutuamente. Para ella la experiencia de resurrección es vincular y refleja la identidad compartida.

Los discípulos, por su parte, creen al ver y oír a Jesús en medio de ellos cuando estaban reunidos. Pero uno de ellos no estaba presente. Y justamente, es quien tiene más dificultades, según el relato de este domingo: Tomás. Posiblemente Tomás no hubiera dicho lo mismo si hubiera estado presente el “primer día de la semana en casa”. Él tiene muy presente en su mente los hechos pasados: la crucifixión está demasiado cerca y actual. Él ha estado lejos de su maestro y necesita recuperar la cercanía: tocar con sus propios dedos el lugar de los clavos y meter la mano en su costado. Posiblemente está todavía viviendo en el tiempo de la cruz, arrepentido de la distancia y pretendiendo remediarla cuando ya no es el momento. No puede aceptar el relato de su grupo y no puede asumir que el tiempo ha pasado y que, ahora, en el presente, hay algo nuevo. Pero tampoco pretende alejarse de su gente, aunque no crea en lo que dicen.

Jesús da a cada uno según su propia inquietud y así, de la misma manera que ofrece a María una renovada identidad y misión al llamarla por su nombre, a Tomás le ofrece palpar los signos de la muerte ahora transformados para que pueda desplegar su fe. Le permite revivir los signos del pasado para confirmar con sus propias manos que en el presente la realidad está transfigurada.

De esta manera, los compañeros de Jesús pasan del umbral de la incomprensión y de la increencia en la resurrección a la fe en la vida, que no se acaba en quienes creen. Porque aceptar la resurrección de Jesús es, además, reconocer que nuestra vida de fe encontrará un nuevo comienzo tras la muerte. Jesús es como nuestro hermano mayor que nos enseña el camino.

En el evangelio de Juan, la fe ocupa el lugar central hasta el punto de que la vida misma está vinculada a la fe y es exclusiva de quienes creen. Para el cuarto evangelista, fe y vida van de la mano y la fe es requisito necesario para vivir. El relato acaba diciendo que todo esto se ha contado “para que (todos, incluyendo los lectores), creyendo tengáis vida”. De esta manera nos introduce a todos y cada uno en la apertura a la resurrección como posibilidad de una vida feliz.

La resurrección no es fácil de aceptar y mucho menos de asimilar. Pero adentrarse en ella es la posibilidad de convertirse en creyente. Y la misión es fruto del acercamiento a una nueva conciencia de resurrección, de una vida con sentido que la vuelve eterna.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Dichosos los que confían, porque pueden ver

Domingo, 28 de abril de 2019
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Juan-20-19-31-2-1-1-e1522991808297II Domingo de Pascua

28 abril 2019

Jn 20, 19-31

A juzgar por los elementos que contiene, nos hallamos ante una catequesis “completa” sobre la resurrección. Una catequesis que tiene como destinatarios –el evangelio de Juan se escribe en torno al año 100– a los discípulos de la “segunda generación”.

¿Por qué a no pocos cristianos les cuesta aceptar que se trata de una catequesis? Los motivos pueden ser varios: por un lado, venimos de una tradición que ha entendido estos relatos en una tal literalidad, que resulta difícil abandonarla; por otro, nuestra imaginación –con ayuda también de pintores y predicadores– “creó” la escena, y eso nos hace pensar que lo imaginado tiene que ser real; por otro todavía, nuestra mente exige una prueba “tangible” –como el apóstol Tomás en este relato–, sin percibir que se trata de un ámbito al que la mente nunca puede tener acceso.

Por todo ello puede resultar difícil reconocer que este relato sea una escenificación catequética, a través de la cual, el autor del evangelio quiera comunicarnos la experiencia de los primeros testigos, el mensaje que encierra la resurrección y la invitación a “creer sin ver”. De no ser así, ¿cómo se explicaría que un hecho tan contundente no haya sido narrado por los otros evangelistas?

En esta catequesis, se hace referencia a algunos datos significativos. Las dos apariciones ocurren “el primer día de la semana”, y simplemente con ello se le están diciendo al lector dos cosas: que la resurrección es una “nueva creación”, y que las apariciones “ocurren” en el domingo, en la celebración comunitaria de la eucaristía o “fracción del pan”. Con lo cual, se le está invitando a descubrir al Resucitado en la eucaristía compartida. De hecho, Tomás no “ve al Señor” por estar ausente, fuera de la comunidad.

Todo apunta a que la escena de Tomás es un añadido tardío, que tenía como objeto señalar la igualdad básica de la fe de la comunidad actual con aquella de los primeros discípulos. El centro de la narración se encuentra justamente en la bienaventuranza con que concluye: “Dichosos los que crean sin haber visto”.

¿Por qué entonces la insistencia en los agujeros de los clavos en las manos y de la lanza en el costado? Sin duda, es el modo portentoso de señalar que los humanos tendemos a exigir pruebas físicas para creer en el resucitado. De hecho, en ningún momento se dice que Tomás accediera a tocar las heridas.

En realidad, se trata de una invitación a la fe, que se expresa en la confesión final: “¡Señor mío y Dios mío!”. Por eso, los destinatarios del relato son precisamente “los que crean sin haber visto”, a quienes se les llama “dichosos”.

“Dichosos los que creen sin haber visto”. En el cuarto evangelio, el tema de “creer” –que aparece unido a “nacer de nuevo”– presenta una especial relevancia y remite a algo paradójico: no se trata de “ver” para poder “creer”, sino justo al revés: solo cuando se “cree”, se “ve”.

Aunque de entrada pueda sonar extraña, en realidad esa paradoja responde ajustadamente a lo que es la condición humana. Si sabemos que “creer” significa “confiar”, caeremos en la cuenta de que el niño, antes de “saber”, confía… Y sobre esa confianza se empieza a construir su personalidad.

¿Qué significa, pues, “creer” o “confiar”? Aquí está la clave de toda esta cuestión. Se trata de acceder a un estadio de consciencia donde la confianza resplandece, porque descubres que, en ese nivel, todo está bien. Acalla la mente y su vagabundeo errático, silencia el ego y su cúmulo de deseos, y emergerá la Quietud, el estado de Presencia, caracterizado por la Confianza y la Certeza: es justo ahí cuando empiezas a “ver” o a comprender.

Esa es precisamente la bienaventuranza: se proclama felices o dichosos a quienes, trascendiendo la mente y el yo, experimentan la confianza radical, en ese estado que permite “ver”.

De este modo, parece que el autor del evangelio buscaba motivar a los cristianos de la segunda generación para que acogieran la fe en la resurrección y, de ese modo, llegaran a la profesión de fe cristiana: “Señor mío y Dios mío”. Porque es ahí –viene a decir– donde se juega la fe, no en el hecho de haber tocado o no las llagas del resucitado.

Lo que se percibe y vive en ese nivel –trascendida la mente y el yo– es Paz y Perdón. Ahí se ha dejado el reino del ego y se es introducido en el reino del Espíritu. No es extraño que sean precisamente esas las palabras del resucitado.

¿Me abro a ver más allá de la mente, en el Silencio consciente?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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La Comunidad de Jesús vive en paz, alegría y buen espíritu

Domingo, 28 de abril de 2019
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tomas-1Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. La resurrección impregna la vida de paz, alegría y espíritu

         La comunidad eclesial se encontraba al anochecer, encerrados en sí mismos y con miedo. Pocas huellas y poco testimonio de resurrección daba aquella comunidad: de discípulos El texto dice: discípulos, creyentes. No dice los Doce ni apóstoles. Por eso estaban -vivían-encerrados, con las puertas cerradas y con miedo, enquistados, tristes, sin paz.

  1. ¿Y en la Iglesia actual? ¿en nuestra diócesis?

         Los relatos evangélicos son siempre los mismos. Pero las situaciones tanto personales como sociales y eclesiales cambian.

         Una iglesia, una comunidad sin audacia, sin espíritu ni vitalidad, sin serenidad (paz) y sin alegría, dista mucho de ser la iglesia de Jesús y vive en oscuridad (al anochecer) miedo y con miedo.

Muchos de nosotros tenemos la experiencia de estar viviendo años férreos en nuestra Iglesia local, encerrados, paralizados y anquilosados por el miedo a todo: al marxismo, al laicismo, a la secularización, a los logros científicos (ciencias), a la libertad, miedo a la creatividad, pavor al concilio Vaticano II, etc.

Debido a esta situación vivimos bajo el miedo y la censura; vivimos en un tono eclesiástico oscurantista?

El día 18 de este mes de abril (2019) Rafael Aguirre publicaba un artículo en el DV en el que detectaba que: estamos asistiendo al desembarco político de una sedicente cultura católica extremista y conservadora.

         Pero la gran tradición cristiana no coincide -ni mucho menos- con muchas de las palabras, costumbres y modos eclesiásticos, que se nos presentan como pertenecientes al núcleo central de la fe, cuando ni lo fueron, ni lo son?

  1. paz, alegría aliento vital (espíritu)

         JesuCristo confiere a los suyos, a su comunidad: paz, alegría y aliento vital: Espíritu bueno, ganas de vivir.

         La comunidad de Jesús se caracteriza por vivir en paz, alegría y Espíritu.

         ¿En nuestra diócesis se vive en paz, con alegría e ilusión? ¿No estamos más bien en una división eclesial, enfrentamientos y en una honda tristeza?

  1. se intuye en la Iglesia una vuelta al origen en las intuiciones de Francisco

         Gracias a Dios que el estilo y tono cristiano y eclesial de Francisco es más evangélico del que pulula en algunas diócesis y obispos. El paradigma ha cambiado. Lo principal ya no es el miedo y la represión, la doctrina a ultranza y contra quien sea. Francisco no carga machacona y agresivamente contra el pueblo el laicismo, el secularismo, contra el ateísmo, contra los homosexuales, etc.

         Si el poder eclesiástico y religioso te hace daño, si una moral legalista te ha hecho daño: el Señor te alivia, confiere paz, alegría. El ¡Señor mío y Dios mío! Es JesuCristo y nadie más ni en el ámbito social-político (campaña electoral, ni ninguna jerarquía eclesiástica sustituye a JesuCristo).

         Nos hará bien recordar lo que Teilhard de Chardin escribía en su oración:

En el fondo de tu alma coloca, antes que nada,

como fuente de energía y criterio de verdad

todo aquello que te llene de la paz de Dios.

Recuerda: cuanto te reprima e inquiete es falso.

Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida

y de la promesa de Dios.

Por eso, cuando te sientas apesadumbrado y triste,

Adora y confía.

  1. A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados

         El perdón es necesario en la vida y en la Iglesia. Jesús nos invita a todos a perdonar. No es una potestad que Jesús da a los apóstoles, a los Doce, sino a los discípulos, a los creyentes, a la comunidad de los que seguían a Jesús. Por otra parte, Jesús no pone condiciones para el perdón. En todo caso no se menciona para nada la confesión del penitente, (JM Castillo).

  1. Tomás no estaba en el grupo.

         Las grandes cuestiones de la vida son comunitarias: la familia, el pueblo, la cultura, el idioma, la fe, los valores son cuestiones comunitarias.

Tomás no estaba en el grupo. Por eso no llega a la fe.

Es muy difícil vivir fuera del grupo, de la familia, del pueblo, de la propia cultura, de la comunidad cristiana.

Tomás vuelve al grupo que “ha visto al Señor”, es decir un grupo que vive en paz, en alegría e ilusión. Si Tomás vuelve al grupo es porque en ese grupo se puede vivir y convivir en la paz y alegría del Señor. Nadie vuelve a Egipto o a Auswitch.

         ¿Por qué se ha marchado tanta gente de la iglesia?

         ¿Por qué, como Tomás, se ha marchado tanta gente del grupo, de la Iglesia? Es un simplismo fanático decir a lo tonto que la gente se ha ido del Evangelio porque es atea, increyente, infiel o pecadora, consumista, laicista, etc.

         ¿Y si la iglesia fuese un remanso de paz, de sosiego, de convivencia, de contento, de vida o un hospital donde se curan heridas (Francisco)? ¿Quién no quiere vivir en paz y alegría?

         Vivamos libremente en la comunidad eclesial, con buen tono y mejor espíritu y en una Iglesia libre y liberadora podemos reconocer a Cristo como:

¡Señor mío y Dios mío!

del Credo de Pablo VI

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“Profesión y vocación”, por José Mª Castillo

Jueves, 7 de marzo de 2019
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índiceDe su blog Teología sin Censura:

Como es bien sabido, en su clásico estudio sobre “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, Max Weber explicó con claridad cómo y por qué la palabra alemana “profesión” (“Beruf”) tiene un importante matiz religioso, en cuanto que nos lleva a la idea de “una misión impuesta por Dios”. O sea, según la mentalidad de Lutero, el más noble contenido de la propia conducta moral consiste en sentir como un deber el cumplimiento (lo más perfecto posible) de la tarea que entraña nuestra tarea profesional en el mundo. En otras palabras, la vocación que Dios le impone a cada cual, en esta vida, consiste en que se comporte como un buen profesional en su trabajo.

Ahora bien, supuesto lo que acabo de indicar, no hay que ser un lince para darse cuenta de que este planteamiento de la ética protestante ha sido más decisivo de lo que imaginamos en el desigual desarrollo económico de Europa. Los datos son bien conocidos. Mientras que los países del Norte de Europa, más influenciados por la “ética protestante”, son países más ricos y más desarrollados, los países del Sur, desde Turquía a Portugal, son más pobres y soportan economías más desiguales y atrasadas.

Sin duda, en la desigualdad que acabo de apuntar, son determinantes otros factores que no viene al caso estar aquí desentrañando. De este asunto se vienen ocupando sociólogos y economistas desde hace más de medio siglo (cf. J. Matthes…). En todo caso – si nos limitamos a lo que ocurre en Europa – es un hecho que, por lo general, los países de mayoría protestante han alcanzado un nivel y un equilibrio económico del que carecemos en los países en los que predomina una religiosidad más tradicional.

Así pues, es indudable que existe una relación profunda y determinante entre “profesión” y “vocación”. No es lo mismo llevar el trabajo y la profesión como una carga pesada para ganarse la vida, que ver en la propia profesión la tarea a la que Dios me llama y en la que veo el destino trascendente de mi vida. En este caso, la tarea profesional se funde con el sentido más profundo de la existencia humana y genera un etilo de sociedad y de convivencia que no se queda encerrada en los templos, sino que está presente (consciente o inconscientemente) en la familia, en el trabajo, en la gestión política, en la vida entera.

Esto supuesto – y tal como se han puesto las cosas en todo cuanto se refiere a la religión – dada la creciente escasez de sacerdotes, ¿no podemos decir que se acerca el momento en el que lo más razonable sería darle un giro nuevo a la organización y gestión de la Iglesia? Quiero decir: ¿no es ya hora de pensar en serio que, en la Iglesia, clérigos y laicos tenemos todos que pensar y vivir nuestra pertenencia a la Iglesia de otra manera?

Quiero decir lo siguiente: cuando Jesús llamó a los primeros apóstoles, no fundó un “oficio”, una “profesión, una “carrera” en la que la “vocación” era una “profesión” para ganarse la vida. Aquellos hombres eran los responsables en las primeras comunidades. Pero no eran funcionarios profesionales. San Pablo vivía de su trabajo, que era duro y le dejaba huella en las manos (Hech 20, 33-34). Y los pescadores a los que llamó Jesús, siguieron pescando y bregando noches enteras, como lo habían hecho toda su vida (Jn 21, 1-10). Incluso sabemos que, en el movimiento cristiano primitivo, encontramos muchas mujeres que fueron muy activas en todos los ministerios y responsabilidades eclesiales (R. Aguirre).

Es evidente, por tanto, que la “profesión” y la “vocación” se fundían, en la Iglesia naciente, en su actividad, sus reuniones, su apostolado. Y conste que este estado de cosas es el original y el que duró hasta el siglo tercero. No es una cuestión de fe que la Iglesia tenga que seguir siendo gestionada, dirigida y sometida sólo al “clero”. Ni el “clero” tiene por qué seguir siendo una “profesión” que acumula poderes y privilegios. La Iglesia es la comunidad de los “seguidores de Jesús”, que puede y debe organizarse y gestionarse en fidelidad al Evangelio, no en sometimiento a un clero que acumula poderes, dignidades y dinero.

La Iglesia somos todos. Y en todos los creyentes en Jesús, “profesión” y “vocación” se funden en una tarea que es común a todos, en comunión con los Apóstoles y sus sucesores, presididos por el Papa. ¿No tendrían que tener todo esto muy en cuenta los presidentes de las Conferencias Episcopales ahora, cuando se reúnen con el Obispo de Roma, para limpiar y renovar esta Iglesia a la que tanto debemos por tantos motivos?

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Remar en la noche…

Domingo, 10 de febrero de 2019
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Habrá siempre que remar por la noche
contra las olas y el viento…

¡Pero por qué te asustas siempre!
¿Te toca a ti remediarlo?

¿ Por qué, infeliz,
no pides auxilio?
¿A qué esperas para hacerlo?

Tentación siempre recurrente
de bajar los brazos,
en lugar de gritar tu desconcierto …

¡No porque estés en la oscuridad
estás obligado a rechazar la luz!

No te aferres a nada, se entiende,
pero no olvides la Corriente que te lleva!

Grano de polvo en el espacio infinito,
no olvides sin embargo
de qué Cuerpo eres sólo una parte ínfima…

Que tu mirada interior
permanezca vuelta, pase lo que pase,
hacia él, más allá de tus miedos, de tu cansancio
y de tus pensamientos débiles…

Porque es de Él, y sin cesar,
De quien tienes que recibir todo…
*
Philippe,
hermano de la Communion Béthanie.
***

indios

 

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.

Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

– “Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.”

Simón contestó:

“Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.”

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:

– “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.”

Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón:

“No temas; desde ahora serás pescador de hombres.”

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

*

Lucas 5, 1-11

***

El encuentro con Dios me hace entrever continuamente nuevos espacios de amor y no me hace pensar lo más mínimo en haber hecho bastante, porque el amor me impulsa y me hace entrar en la ecología de Dios, donde el sufrimiento del mundo se convierte en mi alforja de peregrino. En esta alforja hay un deseo continuo: «Señor, si quieres, envíame. Aquí estoy, dispuesto a liberar al hermano, a calmar su hambre, a socorrerle. Si quieres, envíame».

En un mundo tan poco humano, donde la gente llora por las guerras, por el hambre, el encuentro con Dios nos transforma, nos hace tener impresos en el rostro los rasgos de Dios, nos hace tener en el rostro el amor que hemos encontrado, junto con un poco de tristeza por no ver realizado este amor. Yo he encontrado al Señor, pero he encontrado asimismo nuestras miserias y, ante las más grandes injusticias – y muchas de ellas las he visto de manera directa-, nunca he podido ni he querido decir: «Dios, no eres Padre». Sólo me he visto obligado a decir justamente: «Hombre, hombre, no eres hermano». Y he vuelto a prometer a mi corazón el deseo de llegar a ser yo más fraterno, más hombre de Dios, más santo, a fin de propagar más el amor concreto que nos lleva a socorrer a los hambrientos, a las víctimas de la violencia, a los que no conocen ni siquiera sus derechos, a los que ya no se preguntan de dónde vienen ni a dónde se dirigen.

Es preciso vivir el carácter cotidiano del encuentro con él, cambiando nosotros mismos. He visto realizarse muchos sueños inesperados. Pero el acontecimiento más extraordinario, que todavía me sorprende, empezó cuando niños, jóvenes, personas de todas las edades, me eligieron como padre, como consejero y como cabeza de cordada. No me esperaba precisamente esto, y cada vez que un alma, un corazón, se confía a mí para que le aconseje, dentro de mí caigo de rodillas y me repito: «¿Quién soy yo, quién soy yo para ser digno de guiar a personas más buenas que yo? No, no soy digno, pero, Señor, por tu Palabra, también yo “me volveré red” para tu pesca milagrosa»

*

E. Olivero,
Amar con el corazón de Dios,
Turín 1993, pp. 7-9.

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“La fuerza del Evangelio”. 5 Tiempo ordinario – C (Lucas 5,1-11)

Domingo, 10 de febrero de 2019
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2f847-pesca_milagrosa_2bEl episodio de una pesca sorprendente e inesperada en el lago de Galilea ha sido redactado por el evangelista. Lucas para infundir aliento a la Iglesia cuando experimenta que todos sus esfuerzos por comunicar su mensaje fracasan. Lo que se nos dice es muy claro: hemos de poner nuestra esperanza en la fuerza y el atractivo del Evangelio.

El relato comienza con una escena insólita. Jesús está de pie a orillas del lago, y la gente se va agolpando a su alrededor para oír la Palabra de Dios. No vienen movidos por la curiosidad. No se acercan para ver prodigios. Solo quieren escuchar de Jesús la Palabra de Dios.

No es sábado. No están congregados en la cercana sinagoga de Cafarnaún para oír las lecturas que se leen a al pueblo a lo largo del año. No han subido a Jerusalén a escuchar a los sacerdotes del Templo. Lo que les atrae tanto es el Evangelio del Profeta Jesús, rechazado por los vecinos de Nazaret.

También la escena de la pesca es insólita. Cuando de noche, en el tiempo más favorable para pescar, Pedro y sus compañeros trabajan por su cuenta, no obtienen resultado alguno. Cuando, ya de día, echan las redes confiando solo en la palabra de Jesús que orienta su trabajo, se produce una pesca abundante, en contra de todas sus expectativas.

En el trasfondo de los datos que hacen cada vez más patente la crisis del cristianismo entre nosotros, hay un hecho innegable: la Iglesia está perdiendo de manera imparable el poder de atracción y la credibilidad que tenía hace solo unos años. No hemos de engañarnos.

Los cristianos venimos experimentando que nuestra capacidad para transmitir la fe a las nuevas generaciones es cada vez menor. No han faltado esfuerzos e iniciativas. Pero, al parecer, no se trata solo ni primordialmente de inventar nuevas estrategias.

Ha llegado el momento de recordar que en el Evangelio de Jesús hay una fuerza de atracción que no hay en nosotros. Esta es la pregunta más decisiva: ¿Seguimos «haciendo cosas» desde una Iglesia que va perdiendo atractivo y credibilidad, o ponemos todas nuestras energías en recuperar el Evangelio como la única fuerza capaz de engendrar fe en los hombres y mujeres de hoy?

¿No hemos de poner el Evangelio en el primer plano de todo? Lo más importante en estos momentos críticos no son las doctrinas elaboradas a lo largo de los siglos, sino la vida y la persona de Jesús. Lo decisivo no es que la gente venga a tomar parte en nuestras cosas sino que puedan entrar en contacto con él. La fe cristiana solo se despierta cuando las personas se encuentran con testigos que irradian el fuego de Jesús.

José Antonio Pagola

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“Dejándolo todo, le siguieron”. Domingo 10 de febrero de 2019. Domingo 5º Ordinario.

Domingo, 10 de febrero de 2019
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13-ordinario5 (C) cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 6, 1-2a. 3-8: Aquí estoy, mándame.
Salmo responsorial: 137: Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
1Corintios 15, 1-11: Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.
Lucas 5, 1-11: Dejándolo todo, lo siguieron.

El autor de la primera lectura ubica la escena en un tiempo concreto, año 740 a.C. que corresponde a la muerte del rey Osías (740 a.C). El relato se divide en dos partes: la visión (vv. 1-4) y la reacción del profeta (vv. 5-8). Una tercera parte, que ha sido excluida en nuestro texto litúrgico (vv. 9-13), cuenta la misión que recibe el profeta. Realmente todo el capítulo 13 forma una unidad literaria. Por su similitud con los relatos de vocación de Jeremías y Ezequiel, que tienen estas mismas tres partes, algunos consideran este relato como de vocación. Sin embargo, el contenido nos lleva a pensar en un relato de misión.

La escena comienza a desarrollarse probablemente en el templo de Jerusalén, donde el profeta recibe la visión de una liturgia celeste. El profeta ve a Yahvé con los rasgos de un rey, ejerciendo su poder. También sobresale un lenguaje de plenitud expresado en frases como “el ruedo de su manto llenaba el templo”, “su gloria llena la tierra toda”… Los serafines (serafín = ardiente), seres alados de fuego, que no son todavía los ángeles de la tradición posterior, están por encima del rey, en actitud de servicio. Los serafines entonan el canto del «santo, santo, santo». La santidad de Dios se hace visible a través de su gloria, y la gloria de Dios se manifiesta a través de sus obras en la creación y de sus acciones liberadoras a favor de su pueblo.

En los vv. 5-7 se nos muestra la reacción de Isaías ante la visión, poniendo el acento en la impureza de sus labios y los de su pueblo. Se siente perdido por que tal vez no habló en el momento que lo debía hacer, esto lo hace impuro e incapacitado para ejercer su vocación de hablar en le nombre de Yahvé. La exclamación angustiosa que expresa conversión es atendida con un serafín quien a través de un carbón encendido toca su boca para que le sean perdonados sus pecados. Isaías entonces está habilitado de nuevo como profeta, no sólo para hablar sino para escuchar la voz de Dios que busca un profeta. Pasando de la angustia del pecado a la seguridad de estar acreditado para hacer de profeta, responde de inmediato “aquí me tienes”, manifestando así su disponibilidad y pertenencia absoluta a la voluntad del Señor.

Todo el capítulo 15 de 1 Corintios tiene como eje temático la resurrección de Jesucristo, puesta en duda en el v.12: “¿cómo dice alguno que no hay resurrección de los muertos?”. Al comenzar el capítulo Pablo recuerda la Buena Nueva como el mejor regalo entregado a la comunidad de Corinto, regalo que fue recibido y mantenido con fidelidad a las palabras anunciadas. Aparece claro que el elemento común a los cristianos de todos los pueblos, culturas y tradiciones es la palabra de Dios. El contenido de la Buena Nueva lo describe Pablo citando un fragmento del primer credo cristiano que tiene como protagonista a Cristo, como testimonio de solidaridad, su muerte por nuestros pecados, como punto de referencia, las Escrituras, como respuesta solidaria humana, su sepultura, como intervención directa de Dios, su resurrección, como testigos de la resurrección, a todos los que se les apareció. El Dios de la Vida y la vida de nuestro pueblo es la razón de ser de toda vocación cristiana, que es vocación a defender y acrecentar la vida. «Para que tengan Vida y Vida en abundancia».

En el evangelio de hoy nos encontramos con un diálogo entre Jesús y Pedro, sencillo y profundo a la vez, diálogo que podríamos hacer nuestro en medio de las aguas tempestuosas de este mundo mientras nos esforzamos en nadar contra corriente. Pedro, por el oficio, era el experto en lugares y horas precisas para pescar. Sabía que en la noche y con las aguas tranquilas se pesca mejor, eso había estado haciendo toda la noche ¡y no habían cogido ni un pececito! Pero llega Jesús que sin ser pescador le dice sencillamente, que eche las redes para pescar…

Pedro, el experto, pudo haber dicho que no, que no era ni la hora ni el lugar para pescar y todo hubiera quedado ahí. Pero no, calla su experiencia y sabiduría (“hemos pasado toda la noche bregando”); reconoce su fracaso y desilusión (“no hemos cogido nada”), y “en nombre de Jesús echa las redes”. Y ya conocemos el final del relato: ¡una pesca maravillosa! Cuando Jesús le pide a Pedro que “reme mar adentro” lo está invitando a una aventura que lo lleva más allá de las playas cotidianas en busca de un horizonte mucho más amplio. Y Pedro cree en la palabra de Jesús.

Éste es el verdadero milagro: creer cuando todo parece ilógico. La abundante pesca y las redes llenas de peces son sólo la consecuencia de la fe. Todos los relatos de milagros en el evangelio comienzan con la fe o la suscitan, es la condición para ver la acción de Jesús. Cuando no la hay, Jesús simplemente se va a la otra orilla como veremos en las próximas semanas. Si creemos en Jesús entonces se realiza el milagro!

Claro, la cosa no es tan sencilla, se necesita una fe muy grande dada por Dios. Pidamos esa fe para que igual que Pedro, creamos en Jesús, obedezcamos su palabra, rememos mar adentro y echemos las redes para pescar, entonces, veremos otro milagro en nuestras vidas y en nuestra comunidad.

Y es que ser discípulos de Jesús exige confiar en su palabra. La misión a la que Jesús nos quiere enviar es osada y, hoy por hoy, con pocas probabilidades de éxito. Jesús quiere contar con nosotros y nosotras para el proyecto de Reino. Jesús convoca a los Apóstoles para que sean pescadores de personas, por eso toda vocación exige “remar mar adentro” para abandonar las seguridades de la orilla, tener un horizonte ilimitado asumir responsabilidades y meterse en una gran obra: el servicio al Reinado de Dios, es decir, una utopía de la que serán beneficiaros todos los hombres y mujeres del mundo.

Sin que desmerezca el oficio de los pescadores, lo que le propone Jesús a Pedro es una superación en el oficio que hasta ahora había desempeñado: pescar hombres y mujeres para el Reino es una empresa más noble y difícil que pescar peces, es algo más milagroso que la pesca que acaban de hacer.

Pero algunos llamados a esta nueva labor son también invitados a “dejarlo todo” para seguir a Cristo. Los necesita dedicados a tiempo completo, dedicándole a esta “misión” todas las fuerzas. Pescar hombres y mujeres para el Reino exige renunciar a todo lo demás y asumir a Jesús como única posesión. La misión a la que se llama exige desprenderse por completo, para apegarse totalmente a Jesús. En el relato de hoy se van con Jesús, que vale mucho más que las dos barcas llenas de pescados que les acaba de regalar. Dejan esa abundante pesca que los había admirado tanto porque comprenden que la vocación compromete al ser humano en un trabajo que está por encima de los trabajos humanos ordinarios. La vocación–misión es una invitación a colaborarle a Dios, un trabajo milagroso. Oremos hoy por aquellos que dejándolo todo se han ido tras el Señor. Leer más…

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10.2.19. Arriésgate, Pedro. Duc in Altum: navega mar adentro, hora de pesca.

Domingo, 10 de febrero de 2019
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F4156AA7-8AF7-47EC-99B5-6DA059531F8CDel blog de Xabier Pikaza:

Simón y sus compañeros vuelven de haber trabajado la noche entera sin haber conseguido nada. Pero Jesús les espera en la orilla y les pide que vuelvan, que inicien la tarea mar adentro, en lugares que no habían explorado todavía. Las palabras de Jesús a Simón y a sus compañeros son significativas:

En griego epanagage eis to bathos, que significa avanzar (navegar) más al interior (en zona más profunda).

La traducción latina dice: Duc in altum: lleva el barco a más hondura-profundidad-altura. Esa palabra ha hecho fortuna y se utiliza como signo de llamada vocacional, que debería ser arriesgada.

La traducción castellana “rema mar adentro” pone de relieve el esfuerzo personal de los pescadores que se supone que “reman” (en teoría podían navegar a vela).

505A35B4-4D94-46EA-AEFA-743E35305207Sea como fuere, Simón y sus compañeros han de ser unos “tipos” arriesgados, incluso aventados por creer en Jesús y realizar su tarea. Jesús les pide un esfuerzo nuevo, les lleva a nuevos mares, y ellos asumen la tarea, y lo hacen a cuerpo, sin intermediarios.

Eran en el fondo unos hombre “aventados” (con el soplo del buen Espíritu)… como deberían hacer el Papa y sus compañeros en la actualidad. Así le digo a Pedro/Papa: Arriésgate ya.
(Y con este deseo… un buen domingo a todos).

Texto: Lucas 5, 1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.”Simón contestó: “Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.”

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.”

Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres.”Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Situar el texto:

0619014B-0DFB-45E8-93BD-6BAC67ED9861Este pasaje tiene un fondo histórico, pero refleja toda la historia del cristianismo primitivo, desde la perspectiva de Pedro y a sus primeros compañeros. Éstos son algunos datos de su historia:

1. Se llamaba Simón (nombre hebreo-arameo, pero helenizado)… y era de Betsaida, de oficio pescador, casado en Cafarnaúm (y viviendo posiblemente en la casa de la madre de su mujer). Tenía un fondo laboral y familiar claro, lo mismo que su hermano Andrés. Debía ser hombre de cierto carácter.

2. Había sido discípulo de Juan Bautista (Jn 1, 36-42) donde Jesús le encontró probablemente, y le atrajo para su misión de Reino. Eso significa que era un tipo entrenado en cuestiones de “espíritu”. Conocía otras espiritualidades (la de los bautista…) y se convirtió a Jesús… en un camino de conversiones que siguió a lo largo de su vida.

3. El Evangelio de Marcos (Mc 1, 16-42) ha recreado la llamada de Pedro (Simón) y de sus tres compañeros (Andrés y los zebedeos) en forma “ideal”, en un contexto de pesca y playa. Es posible que esa recreación tenga un fondo histórico. Pedro y sus compañeros siguieron de algún modo pescando durante el tiempo del mensaje de Jesús… Jesús les conoció también en la playa, y ellos le enseñaron tareas de pesca.

4. Jesús llamó a Simón de un modo especial y le apellidó Pedro (Roca…), quizá de un modo irónico… confiándole una tarea especial… Pero Pedro negó a Jesús… en el momento de su detención. Tenía, sin duda, iniciativas y propuestas, quiso el poder (cf. Mc 8), no le parecían buenas algunas ideas de Jesús, que llegó a llamarle “Satanás”, aunque le conservó a sulado.

5. Pedro creyó en Jesús tras su crucifixión e inició (con las mujeres y con otros discípulos) el camino de la Iglesia, ofreciendo el mensaje en especial a los judíos. Así le va Pablo, que mantiene con él una relación tirante pero de reconocimiento mutuo. Era un tipo convencido de Jesús, pero tuvo que irse convirtiendo en una historia larga de encuentros y desencuentros con Pablo (y con Santiago, el hermano de Jesús). No tuvo miedo a equivocarse, y por eso terminó acertando, y marchando a Roma con el estandarte de Jesús, donde le mataron los “buenos” romanos.

6. Pedro asumió la misión a los gentiles…, aunque con ciertos matices distintos de los de Pablo, por lo que tuvieron diferencias, que aparecen reflejadas en Gal 2 y Hch 15. Pero al fin asumió la tarea de Pablo, interpretando así el evangelio como misión universal, para lo que vino a Roma, que era un buen sitio entonces para ser universales. Lo que pasa es que después los papas se quedaron en Roma y si salen (ahora más, con aviones) no parece que se enteren de verdad de lo que hay por el mar profundo. Por eso Jesús les tiene que decir “duc in altum” (en Latín, que suena mejor).

Entender el texto

1. Lucas recoge y recrea en este pasaje una tradición previa… que está en el fondo de Mc 1, 16-20 (la llamada a los primeros discípulos, a los que Jesús hará pescadores de hombres…). Hay un fondo histórico, pero recreado por la tradición pascual, que reconoce a Pedro y a los zebedeos (tres) o a Padro-Andrés, con los zebedeos (cuatro) como los primeros testigos de Jesús, columnas de la Nueva Comunidad. En ese fondo se sitúa la imagen del mar y la barca, con la pesca cristiana.

2. Lucas reelabora aquí una tradición que ha sido recreada también por Jn 21 (pesca milagrosa, misión…). Hay muchos elementos comunes, pero la versión de Juan está mucho más enriquecida, como parábola total y conclusión del Evangelio: Los “pescadores” son siete (no tres…) y Pedro recibe una tarea especial de “pastorear” a las ovejas de Jesús (al lado del Discípulo amado).

3. La novedad del texto de Lucas (y de Juan) está en el hecho de que Jesús (que es el Jesús pascual) pide a Pedro que vuelva a iniciar la faena, en un mar más profundo… más lejos de la costa. En un primer momento, Pedro y los suyos trabajaban cerca de la costa (entre judíos…); el Jesús pascual les pide que se arriesguen, que vayan más allá (que asuman en el fondo la tarea de Pablo, que es la misión de los gentiles). Sin este nuevo mandato de Jesús, y sin la “obediencia” de Pedro (que se pone en marcha, aunque tenga el riesgo de hundirse, como sabe Mt 14) no habría surgido la Iglesia (con Pablo sólo era difícil crear iglesia vinculada a la historia de Jesús).

4. Este Pedro el “aventado y arriesgado”, que va a pescar más lejos de la orilla, con sus compañeros, es el signo de la iglesia que se debe aventurar a romper los moldes hechos, la misión ya fijada… Es evidente que tiene el riesgo de fracasar y de hundirse (como en Mt 14), pero si se queda en la orilla donde no hay olas, ni lío… ha fracaso de antemano. Éste es el Pedro de la Iglesia que debe encontrar, en este mar-mundo del 2013, nueva “pecado” es un elemento esencial del cristianismo.

5. La tarea de este Pedro ha sido retomada de formas distintas por los evangelios (menos el de Marcos, que deja el tema sin resolver, dando casi la impresión de que Pedro no se había convertido todavía…). Mateo presenta a Jesús sacando del agua a Pedro, para que no se ahogue (Mt 14)… y confiándole después la tarea de “abrir” las puertas de la Iglesia fuera de Israel (Mt 16), apareciendo así como piedra de base de la nueva comunidad… Lucas presenta a Jesús orando por Pedro… para que pueda confortar a los hermanos (Lc 22, 32).

6. Pedro ha realizado una acción arriesgada, al servicio de la misión universal de la Iglesia, teniendo que enfrentarse para ello con los mismos discípulos de Jerusalén, que le critican de hereje y aventado (cf. Hch 10…). El buen Pedro tiene que defenderse apelando al Espíritu Santo…, pero queda ante los de Jerusalén como un hombre “peligroso”, que inicia misiones “imposibles”, fuera del cerco sagrado de la buena ley de Jesús… Éste es el fondo de nuestra escena: Por Mandato del Jesús Pascual… Pedro se arriesga a pesar mar adentro…

7. Los protestantes, en general, aceptan la misión de Pedro y le veneran como gran apóstol, junto a Pablo… Pero piensan que su misión no debe perpetuarse de manera personal en la Iglesia, a través de un papa de Roma. Por eso lo tienen más fácil: Pedro queda en el pasado, su tiempo terminó, le recordamos y agradecemos su misión… y basta. Hay algunos protestantes que se quedan con la versión de Marcos, suponiendo que Pedro lo hizo al fin mal, pero creo que su lectora no recoge la dinámica del evangelio.

8. Los católicos lo tenemos mucho más difícil, pues pensamos que la misión de Pedro continúa y está expresada, de algún modo, en el Papa y en sus compañeros… Aquí está nuestra paradoja: Los papas lleven siglos haciendo de “rémora”, impidiendo que la barca de la Iglesia se arriesgue de verdad, buscando nuevos mares… No me imagino a los últimos papas remangándose como Pedro para llevar la barca de la iglesia a nuevos mares: Duc in Altum. No me imagino al Papa echándose al agua (como Pedro en Jn 21…), ni escuchando de verdad la reprimenda de Jesús que le dice: ¡No me andes espiando al discípulo amado, que te he hecho pastor, no inquisidor!.

9. Los católicos tenemos más difícil… pues los últimos papas (desde hace siglos) se siguen quedando en la orilla de Roma, no ven las cosas que hay más allá… Administran, y lo hacen bien, pero no salen a pescar a nuevos mares… De manera que nadie les puede criticar como criticaron a Pedro los buenos cristianos de Jerusalén por haber aceptado en la Iglesia a un tipo raro, como el centurión de Cesarea. A pesar de ello seguimos (yo sigo) confiando en el verdadero Pedro, el aventado de Jesús, que se pone a pensar de nuevo allí donde había fracaso alto.

10. Habrá que recordarle a Pedro “duc in altum”… Arriésgate Pedro (arriesgaos los zebedeos…). Hay faena que hacer fuera de los mares tranquilos de vuestra Roma.

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Isaías y Pedro: Dos vocaciones muy distintas. Domingo 5º. Ciclo C.

Domingo, 10 de febrero de 2019
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VocacionesDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En la comunidad internacional en la que he vivido estos últimos meses hemos hablado a menudo del problema de las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. Con notables excepciones, como la India, en general se advierte un descenso alarmante. Las lecturas de hoy no resolverán el problema, pero animan a reflexionar sobre la vocación y a recordar una de las pocas órdenes que nos dio Jesús: “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”.

* * *

Después del fracaso en Nazaret (que leímos el domingo pasado), Lucas presenta a Jesús predicando y haciendo milagros en Cafarnaúm e incluso más al sur, en las sinagogas de Judea. Pero la liturgia dominical no lee nada de esto (Lc 4,34-44), sino que pasa a la vocación de los primeros discípulos. Así titulan este episodio la mayoría de las Biblias, aunque el relato de Lucas podríamos titularlo, con más razón, “La vocación de Pedro”.

            A propósito de la visita de Jesús a Nazaret vimos que Lucas se basa en el evangelio de Marcos, pero lo modifica para enfocar el episodio de forma nueva. Hoy ocurre lo mismo con la vocación de los primeros discípulos. Para comprender el relato de Lucas conviene recordar el de Marcos.

El escueto relato de Marcos sobre la vocación de los primeros discípulos

Caminando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las redes al lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo:

“Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres”.

Al punto, dejando las redes, le siguieron.

copo

Un trecho más adelante vio a Santiago de Zebedeo y a su hermano Juan, que arreglaban las redes en la barca. Inmediatamente los llamó. Y ellos dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron con él.

Vocación Santiago y Juan

            El relato no puede ser más breve. Parecen simples notas para ser desarrolladas por Marcos en su comunidad. Dos parejas de hermanos, un lago, unas redes, una barca, el padre de dos de ellos, unos jornaleros. En este ambiente tan sencillo y cotidiano, Jesús se encuentra por primera vez con estos cuatro muchachos, los llama, y ellos lo siguen dejándolo todo. Una reacción que desconcierta a cualquier lector atento.

La versión de Lucas

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara, un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

– «Remad mar adentro, y echada las redes para pescar

Simón contestó:

«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:

– «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»

Pesca milagrosa

Y es que el asombro- se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón:

«No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Los tres cambios que introduce Lucas

  1. Pretende hacer más comprensible el seguimiento de los discípulos. No es la primera vez que se encuentran con Jesús. Él ya ha estado antes en Cafarnaúm, incluso ha comido en casa de Simón y ha curado a su suegra. Luego ha seguido su vida de predicador itinerante y solitario, pero, cuando vuelve a Cafarnaúm, no es un desconocido. Es un maestro famoso y la gente se agolpa para escucharle. El lector no se extraña de que lo sigan.
  2. Centra su atención en Pedro, no en los cuatro discípulos, hasta el punto de que ni siquiera nombra a su hermano Andrés. Jesús sube a la barca de Simón, le pide que se aleje un poco de tierra; con él dialoga después de hablar a la multitud, ordenándole adentrarse en el lago y echar las redes; y Simón Pedro es el único que reacciona arrojándose a los pies de Jesús y reconociéndose pecador. Aunque luego se menciona a Santiago y Juan, que también seguirán a Jesús, las palabras finales y decisivas las dirige Jesús solo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”.
  3. Subraya la importancia de Jesús. No se limita a pasear por el lago (como cuenta Marcos) sino que está predicando a la gente, que se agolpa a su alrededor hasta el punto de necesitar subirse a una barca. Luego, Simón le da el título de “Maestro” y le obedece, volviendo a pescar, aunque parece absurdo. Finalmente, Simón cae de rodillas y lo reconoce como un personaje santo, no un pobre pecador como él. La vocación de los discípulos supone un mayor conocimiento de Jesús.

¿Qué pretende decirnos Lucas con estos cambios?

            La finalidad del primero es clara: hacer más comprensible el seguimiento de los discípulos.

            El segundo pone de relieve la figura de Pedro. Lo mismo hace Lucas al final de su evangelio, cuando pone en boca de los discípulos estas palabras: “Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón” (Lc 24,34). Simón protagonista al comienzo y al final del evangelio de Lucas. Es posible que algunos cristianos, basándose en el duro ataque de Pablo a Pedro en Antioquía (contado en la carta a los Gálatas), pusiesen en discusión su autoridad, y Lucas quisiera ponerla a salvo.

            El tercero nos recuerda que cualquier vocación sirve para conocer mejor a Jesús. El relato de Marcos dice que Jesús no es un francotirador cuya obra desaparecerá con su muerte; quiere y busca colaboradores que continúen su misión. Lucas añade el aspecto de la enseñanza y la autoridad. Pero sugiere también algo mucho mayor: es un personaje santo, que provoca en Simón un sentimiento de indignidad. Para comprender este aspecto hay que recordar la vocación de Isaías, primera lectura de este domingo.

El relato de la vocación de Isaías (1ª lectura)

El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él. Y se gritaban uno a otro, diciendo: “¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!” Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.

            Yo dije: “¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.

Vocación Isaías

            Y voló hacia mí uno de los serafines, con una ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: “Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.”

            Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: “¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?”

            Contesté: “Aquí estoy, mándame.”

            Retrocedamos ocho siglos, al 739 a.C., año de la muerte del rey Ozías. En ese momento sitúa Isaías su vocación. Pero la cuenta de un modo muy distinto. En ese encuentro inicial con Dios lo que más le llama la atención es su majestad y soberanía, que destaca mediante tres contrastes. El primero con Ozías, muerto; del rey mortal se pasa al rey inmortal. El segundo, con los serafines, a los que describe detenidamente, mientras de Dios solo puede decir que “la orla de su manto llenaba el templo”. El tercero, con Isaías, que se siente impuro ante el Señor. Tenemos tres binomios que subrayan la soberanía de Dios (vida-muerte, invisibilidad-visibilidad, santidad-impureza). Todo esto, enmarcado en un terremoto que hace temblar los umbrales y llena de humo el templo.

            Basándose en la queja de Isaías (“soy un hombre de labios impuros”), un serafín purifica sus labios, como símbolo de la purificación de toda la persona. Por eso, la consecuencia final no es que Isaías ya tiene los labios puros, sino que “ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado”. Cuando Dios pregunte “¿A quién mandaré? ¿Quién irá de mi parte?”, Isaías podrá ofrecerse voluntariamente: “Aquí estoy, mándame”.

La vocación de Isaías y la vocación de Simón

            Lucas, gran conocedor del Antiguo Testamento, parece ofrecer en su relato de la vocación de Simón Pedro una relectura de la vocación de Isaías. Al menos es interesante advertir las diferencias.

            El escenario. La vocación de Isaías tiene lugar en el ámbito sagrado del templo, con Dios en un trono alto y excelso, rodeado de serafines. La de Pedro, en una barca dentro del lago, rodeado de los compañeros y jornaleros.

            La persona que llama. En el caso se Isaías se subraya la majestad y santidad de Dios. A Jesús se lo presenta inicialmente de forma muy humana, aunque capaz de congregar a una multitud y de convencer a Pedro para que vuelva a pescar. Solo después de la pesca advertirá Pedro que se encuentra ante un personaje excepcional.

            La reacción inicial del llamado. En ambos casos el protagonista se siente pecador. La reacción de Isaías es más trágica (“estoy perdido”) porque parte de la idea de que nadie puede ver a Dios y seguir con vida. Pedro se reconoce simplemente ante un personaje sagrado junto al cual no puede estar (“apártate de mí”).

            La preparación del enviado. A Isaías, un serafín lo purifica como paso previo para poder realizar su misión. Jesús no realiza nada parecido con Pedro. La forma de prepararse es seguir a Jesús. “Dejándolo todo lo siguieron”.

            La misión. La liturgia ha suprimido la parte final del relato de Isaías, donde recibe la desconcertante misión de endurecer el corazón del pueblo judío y cegar sus ojos; la misión principal de Isaías consistirá en transmitir un mensaje durísimo. En cambio, la de Pedro será positiva, “pescador de hombres”.

            La reacción final del elegido. Aquí no hay diferencia. En ambos casos se advierte la misma disponibilidad, aunque en los discípulos se subraya que lo dejan todo para seguir a Jesús.

Reflexión y pregunta

            La generosidad de los cuatro primeros discípulos, dejándolo todo para seguir a Jesús, nos recuerda a tantas personas que siguen dejando todo, incluso la familia y la patria, a veces para ser “pescadores de hombres”, otras para ayudar a cualquiera que lo necesite, incluso de religión distinta. Un ejemplo que sirve de estímulo y demuestra el poder de la llamada de Jesús.

            La pregunta: ¿Cuántas veces a la semana cumplo su mandato: “Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”?

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10 de Febrero. Domingo V. Tiempo Ordinario

Domingo, 10 de febrero de 2019
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“Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.”

(Lc 5, 1-11)

Y hay que decir que esta vez “todo” era mucho. Eran dos barcas tan llenas de peces que casi se hundían…

Lo normal hubiera sido que Pedro o los hijos de Zebedeo hubieran contratado a Jesús como pescador. Con él en la empresa los beneficios hubieran aumentado considerablemente. Sus familias se habrían enriquecido y con parte de los beneficios podrían haber ayudado a otras muchas personas. Podrían haber fundado una escuela de predicadores y una ONG, por ejemplo.

Así son las cosas como las pensamos nosotros. Dios suele tener otras ideas y aquí es cuando estos pescadores, el mejor día de toda su carrera laboral deciden dejarlo TODO.

Una decisión absolutamente absurda desde el punto de vista humano. Es una pena no conocer la reacción de las familias y amigos de estos pescadores. Pero seguro que fue similar a la de tantas familias que ven como una hija, un hermano, una sobrina o un primo se encuentra con Dios y lo deja todo.

Quienes lo ven desde fuera no lo comprenden. Una vez, hace años, una persona que vino a la hospedería, conversando con la hospedera, se interesaba por una hermana. Había oído decir que en el monasterio había una hermana que era médico y preguntaba si era cierto. Ante la respuesta afirmativa dijo: “-¡Qué desperdicio de vida!”

Que una persona que tenía una buena profesión decida meterse monja suscita incomprensión e incluso desprecio. No hay lógica humana que comprenda que alguien sea capaz de dejar dos barcas llenas de peces y seguir a un Maestro medio desconocido. No se comprende, pero sigue sucediendo.

Jamás podrá comprenderse porque es una respuesta que tiene que ver con el corazón, no con la razón. El amor nunca es razonable. Y ahí van quedando barcas llenas de peces en muchas orillas. Porque cuando Dios irrumpe en la vida de alguien primero la hace rebosar y después se lo pide TODO.

Oración

Ven, Trinidad Santa, a nuestras orillas, cuando repasamos nuestras redes vacías, cuando dejamos nuestras barcas llenas. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Todos estamos llamados a ser más, sin límites.

Domingo, 10 de febrero de 2019
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E7714C27-2A36-4F7B-BF00-2D8A4FDEC734Lc 5, 1-11

Empezamos hoy el c 5 del evangelio de Lc con un episodio múltiple: La multitud que se agolpa en torno a Jesús para escuchar la palabra de Dios; la enseñanza desde la barca; la invitación a remar mar adentro; pesca inesperada; la confesión de la indignidad de Pedro; la llamada de los discípulos y el inmediato seguimiento. No nos dice de qué les habla Jesús, pero lo que sigue, nos da la verdadera pista para descubrir de qué se trata.

Este relato tiene gran parecido con el que Jn narra en el capítulo 21, después de la resurrección. Allí es Pedro el que va a pescar en su barca. Se habla de una noche de pesca sin fruto alguno y Jesús les manda, contra toda lógica, que echen las redes a esa hora de la mañana. El mismo resultado de abundante pesca y la precipitada decisión de Pedro de ir hacia Jesús. Dado el simbolismo que envuelve el relato, tiene más sentido en un ambiente pascual. Pedro llama a Jesús “Señor”, título que solo los primeros cristianos le dieron.

Hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada. El hecho de que la pesca abundante sea precedida de un total fracaso tiene un significado teológico muy profundo. ¿Quién no ha tenido la sensación de haber trabajado en vano durante décadas? Solo tendremos éxito cuando actuemos en nombre de Jesús. Esto quiere decir que debemos actuar de acuerdo con su actitud vital, más allá de nuestras posiciones raquíticas y a ras de tierra. Esa actitud vital no se puede dar por hecho solo por decir: por Jesucristo nuestro Señor.

Rema mar adentro. La multitud se queda en tierra, solo Pedro y los suyos (muy pocos) se adentran en lo profundo. Esta sugerencia de Jesús es también simbólica. En griego “bados” y en latín “altum” significan profundidad (alta mar), y expresa mejor el simbolismo. Solo de las profundidades del hombre se puede sacar lo más auténtico. Todo lo que buscamos en vano en la superficie, está dentro de nosotros mismos. Pero ir más adentro exige traspasar las falsas seguridades del yo superficial y adentrarse en aguas incontroladas. Adentrarse en lo que no controlamos exige una fe-confianza auténtica. Decía Teilhard de Chardin: “Cuando bajaba a lo hondo de mi ser, dejé de hacer pie y parecía que me deslizaba hacia el vacío”.

Fiado en tu palabra, echaré las redes. El que Pedro se fíe de la palabra de Jesús, que le manda contra toda lógica, echar las redes a una hora impropia, tiene mucha miga. Las tareas importantes las debemos hacer siempre fiándonos de otro. Tenemos que dejarnos conducir por la Vida. Cuando intentamos domesticar y controlar lo que es más que nosotros, aseguramos nuestro fracaso. El mismo Nietzsche dijo: “El ser humano nunca ha llegado más lejos que cuando no sabía a donde le llevaban sus pasos”. Lo que trasciende a nuestro ser consciente es mucho más importante que el pequeñísimo espacio que abarca nuestra razón. Dejarnos llevar por lo que es más que nosotros es signo de verdadera sabiduría.

No temas. El temor y el progreso son incompatibles. Mientras sigamos instalados en el miedo, la libertad mínima indispensable para crecer será imposible. Más de 130 veces se habla en la Biblia del miedo ante lo divino. Casi siempre, sobre todo en los evangelios, se afirma que no hay motivo para ello. El miedo nos paraliza e impide cualquier decisión hacia la Vida. Si el acercamiento a Dios nos da miedo, ese Dios es falso. Cuando la religión sigue apostando por el miedo, está manipulando el evangelio y abusando de Dios.

El mar era el símbolo de las fuerzas del mal. “Pescar hombres” era un dicho popular que significaba sacar a uno de un peligro grave. No quiere decir, como se ha entendido con frecuencia, pescar o cazar a uno para la causa de Jesús. Aquí quiere decir: ayudar a los hombres a salir de todas las opresiones que el impiden crecer. Solo puede ayudar a otro a salir de la influencia del mal, el que ha encontrado lo auténtico de sí mismo. Crecer en mi verdadero ser es lo mejor que puedo hacer por todos los demás. La principal tarea de todo ser humano está dentro de él. Dios quiere que crezcas, siendo lo que debes ser.

Y, dejándolo todo, lo siguieron. Seguimos en un lenguaje teológico. Es imposible que Pedro y sus socios dejaran las barcas, los peces cogidos, la familia y se fueran físicamente detrás de Jesús desde aquel instante. El tema de la vocación es muy importante en la vida de todo ser humano. La vida es siempre ir más allá de lo que somos, por lo tanto, el mismo hecho de vivir nos plantea las posibilidades que tenemos de ir en una dirección o en otra. Con demasiada frecuencia se reduce el tema de la “vocación” al ámbito religioso. Nada más ridículo que esa postura. Quedaría reducido el tema a una minoría. Todos estamos llamados a la plenitud, a desplegar todas nuestras mejores posibilidades.

La vocación no es nada distinto de mi propio ser. No es un acto puntual y externo de Dios en un momento determinado de mi historia. Dios no tiene manera de decirme lo que espera de mí, más que a través de mi ser. Elige a todos de la misma manera, sin exclusiones ni preferencias. La meta es la misma para todos. Dios no puede tener privilegios con nadie. Soy yo el que tengo de adivinar todas las posibilidades de ser que yo debo desarrollar a lo largo de mi existencia. Ni puede ni tiene que añadir nada a mi ser. Desde el principio están en mí todas esas posibilida­des, no tengo que esperar nada de Dios.

Mi vocación sería el encontrar el camino que me llevará más lejos en esa realización personal, aprovechando al máximo todos mis recursos. Los distintos caminos no son, en sí, ni mejores ni peores unos que otros. Lo importante es acertar con el que mejor se adecúe a mis aptitudes personales. La vocación la tenemos que buscar dentro de nosotros mismos, no fuera. No debemos olvidar nunca que toda elección lleva con sigo muchas renuncias que no se tienen que convertir en obsesión, sino en la conciencia clara de nuestra limitación. Si de verdad queremos avanzar hacia una meta, no podemos elegir más que un camino. El riesgo de equivocarnos no debe paralizarnos, porque aunque nos equivoquemos, si hacemos todo lo que está de nuestra parte, llegaremos a la meta, aunque sea con un mayor esfuerzo.

Este relato está resumiendo el proyecto de todo ser humano. Jesús había desarrollado su proyecto de vida y quiere que los demás desarrollen el suyo. Pedro lo ve como imposible y hace patente su incapacidad. Está instalado en su individualidad y en su racionalidad. Es figura de todos nosotros que no somos capaces de superar el ego psicológico y el ego mental. Todo lo que no son mis sentimientos y mis proyectos racionales lo considero inalcanzable. Todas las posibilidades de ser que están más allá de esta ridícula acotación no me interesan.

Pero la verdad es que más allá de lo que creo ser, está lo que soy de verdad. Aquí está la clave de nuestro fracaso espiritual. Descubrimos que hay seres humanos que han alcanzado ese nivel superior de ser, pero nos parece inalcanzable porque “soy un pecado”. “¿Quién te ha dicho que estabas desnudo?” Dios se lo pregunta a Adán, dando por supuesto que Él no ha sido. Notad el empeño que ha tenido la religión en convencernos de que estábamos empecatados y que no debíamos aspirar más que a reconocer nuestros pecado y hacer penitencia. Ojalá superásemos esa tentación y aspirásemos todos a la plenitud a la que podemos llegar. Ni lo biológico, ni lo psicológico, ni lo racional, constituyen la meta del hombre.

Meditación

Llega a lo profundo de tu ser.
Sin esa profundización, no es posible la plenitud humana.
La contemplación es el único camino.
Aprende a pescar en tu propio pozo.
Lo que con tanto afán buscas fuera de ti,
lo tienes al alcance de la mano dentro de ti.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Misión de todos los seres.

Domingo, 10 de febrero de 2019
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pescatoridiuomini“No corras, ve despacio, adonde tienes que ir es a ti mismo” (Juan Ramón Jiménez)

10 de febrero. Domingo V del TO

Lc 5, 1-11

Cuando acabó de hablar dijo a Simón: boga mar adentro y echa las redes para pescar (V 4)

Un rey encargó un cuadro que fuera lo más real posible. Para pintarlo se presentaron varios pintores. Pero el último tardaba mucho tiempo, por eso le preguntaban los asesores: “¿Cómo va?” Y no acababa. Por fin, al terminarlo, se presentó el rey.  El cuadro era un camino por el bosque, un camino sin fin. Estaban mirándolo y el pintor le dijo: “¿Damos un paseo, majestad?” Se internaron por el bosque y aún no han regresado todavía.

Las palomas batieron con urgencia sus alas, los árboles sus ramas y gritaron, las nubes su vestido blanco gritando a coro todos: “No nos va a impedir nadie que gritemos: ¡La libertad es nuestra, iremos hasta donde nuestro corazón quiera llevarnos, haciendo el bien a nuestro paso!”

Jesús deja clara la misión de los cristianos, de todos los seres: comprometerse en la mejora de la existencia. Jesús dijo a Simón: No temas, en adelante te haré pescador de hombres. Arriesgada misión que debe orientarse hacia dentro y cargar sus baterías para salir luego hacia fuera y ser luego eficaz en la tarea. Lo cual requiere voluntad y tiempo. Decía Juan Ramón Jiménez: “No corras, ve despacio, adonde tienes que ir es a ti mismo”. Despacio, por un camino incierto, aunque seguro, que pocos saben dónde va, lo cual no es poco.

Las flores mejoraron su perfume, el rey su gobierno, los asesores, el pueblo, el bosque, el pintor y su cuadro, se hicieron todos más cristianamente humanos.

En Del alba al crepúsculo aceptado, Rabindranath Tagore canta en su poema El tránsito:

Sé que esta vida, aunque no madure el amor,
no está perdida del todo.
Sé que las flores que se mustian al amanecer,
las corrientes que se extraviaron en el desierto,
no están perdidas del todo.
Sé que cuanto se regaza en esta vida, cargado
de lentitud, no está perdido del todo.
Sé que mis sueños no realizados, mis melodías
sin cantar, están cogidos a una cuerda tuya del laúd;
que no están perdidos del todo.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Moverse trae abundancia

Domingo, 10 de febrero de 2019
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jesus e a pesca milagrosaLc 5,1-11

Sería muy difícil precisar, en este texto, lo que es recuerdo o tradición y lo que ha ido evolucionando desde la actividad redaccional de Lucas. Aun así, nos interesa adentrarnos en el significado de lo que acontece en esta trama. Comienza situando a Jesús como un gran predicador-maestro, un guía capaz de congregar a muchas personas para escuchar “la palabra de Dios”. Su liderazgo, en medio del pueblo, parece ya en proceso de consolidación. Observemos que la posición de Jesús muestra un doble movimiento en la puesta en escena: primero está “en pie”, después “sentado en la barca”, una expresión que no puede pasar desapercibida porque nos refiere a una solidez personal, en el primer caso, y un alto grado de poder ejercido desde la predicación, en el segundo. Se trataría de enmarcar bien el rol de Jesús y su fuerza frente a la relación con los que van a seguirle.

Hasta este momento no tiene seguidores, tan sólo oyentes curiosos algunos, cuestionados otros. Con este relato, Jesús muestra su deseo de aglutinar en torno a sí cooperantes que den fuerza y vigor al movimiento mesiánico en el que se había embarcado y al que se siente llamado. Se encuentra con unos pescadores de profesión; Jesús entra en la cotidianeidad de estos personajes que viven la frustración propia de la improductividad en el trabajo cuando parece que no hay ni recursos ni condiciones favorables. Jesús les invita a echar las redes de nuevo, pero no en el mismo sitio donde lo hacían sino “mar adentro”. Es muy importante esta indicación porque les muestra algo tan sensato y básico como que, si queremos obtener resultados diferentes, no podemos hacer siempre lo mismo. Y sabemos que esto nos ocurre con cierta frecuencia. Estos pescadores se fían de esa indicación, la siguen y obtienen una gran pesca. La reacción es de asombro y de reconocer que tal vez no merecían tanto. Aún así, superado el primer nivel emocional, estos pescadores encuentran un sentido nuevo y una dirección diferente para avanzar en la vida. Jesús les llama explícitamente, “os haré pescadores de hombres”, es decir, os invito a que me ayudéis a situar a las personas en una posición diferente para recuperar la verdadera esencia de la vida.

Y es esta una clave importante en el proceso del seguimiento a Jesús. Se intuye la llamada en la misma vida, en los quehaceres cotidianos, no hay nada especial ni sobrenatural. El verdadero milagro no es la llamada a una vida diferente sino cuando esa llamada te lleva a un cambio de posición existencial, cuando te das cuenta de que en la zona de confort todo es plano, te dejas llevar por las circunstancias, no hay movimientos, hay quietud, pero tal vez sequía interior. ¿Para qué me voy a mover si ya no necesito nada más? Sólo cuando aparece una nueva conciencia, una nueva mirada sobre lo que se vive, se puede percibir que la desesperanza y el desánimo frente a lo que no nos llena la vida, reaviva ese deseo de movernos y dirigirnos a otros espacios que den un nuevo sentido.

Otra clave importante son las palabras “rema mar adentro”; el cambio de posición frente a la vida ya no es buscar en el mismo sitio sino cambiar de plano y conectar con las corrientes más profundas que nos traen un mensaje de “abundancia”. Los pescadores reventaron las redes, la mirada hacia la fuente de lo que somos nos hace vivir en una conciencia de sobreabundancia y no de carencia; evidentemente no me refiero a lo material; una sobreabundancia de sentido, de asiento en un suelo que conecta con lo que trasciende lo puramente limitado. Nos sitúa en el milagro de una nueva visión de la vida y del ser humano. El seguimiento a Jesús es una experiencia vital de abundancia que moviliza a dar, no lo que me sobra sino lo que soy en esencia.

Os invito a llevar la mirada ahora a nuestra manera de vivir la fe, la religiosidad, la dimensión creyente de nuestra vida. Este texto también nos invita a movernos. Como decía al principio, si queremos otros resultados ¿por qué seguir en la misma posición? ¿qué sentido tiene seguir en la queja de que las Iglesias están vacías, que en nuestros jóvenes no cuaja el mensaje cristiano, que las vocaciones religiosas apenas remontan, que no hay ya presencia cristiana en nuestro mundo? ¿realmente nos creemos que no hay nada que cambiar o que los que tienen que cambiar son otros? Quizá nuestro compromiso ya no es mantener una tradición que nos mantiene paralizados y en modo de carencia, más bien atrevernos a generar una nueva tradición desde la creatividad y valentía. Son ingredientes imprescindibles, hoy, para hacer más visible y creíble el mensaje de Jesús, el mensaje de que es posible una nueva humanidad transida de igualdad, justicia, inclusión, liberación y sentido. ¿No sería este un gran milagro en este momento de nuestra historia?

¡¡FELIZ DOMINGO!!

 Rosario Ramos

10 de febrero de 2019

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¿Desde dónde me vivo?

Domingo, 10 de febrero de 2019
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05_pescadorDomingo V del Tiempo Ordinario

Lc  5, 1-11

Tal como ha llegado hasta nosotros, el texto presenta un “relato de vocación” en el marco de un “relato de milagro” que, leído simbólicamente, constituye una profunda catequesis eclesiológica y, sobre todo, cristológica. Trataré de hacer una lectura en consonancia con el modo como debió leerlo aquella primera comunidad de discípulos para, a continuación, afrontarlo desde el modelo no-dual.

El relato de vocación es un género literario que, en el evangelio, sigue las mismas pautas: Jesús llama, ellos lo dejan todo y lo siguen. Por su parte, en el relato de milagro lo que importa es percibirlo como signo de la actuación de Dios en Jesús que se traduce en salud, liberación y vida.

La barca es símbolo de la comunidad –más tarde se hablará de la Iglesia como de la “barca de Pedro”– y la pesca evoca el llamado “trabajo apostólico o pastoral”, que se entendía como “traer a todos a la verdad”, identificada esta con la creencia de la propia comunidad.

En esa tarea, en la que se halla comprometida la Iglesia –es, por ello, una catequesis eclesiológica–, el cansancio y el desaliento han hecho presa en los discípulos, tras una noche de trabajo en la que no han conseguido nada. Pues bien, al actuar en nombre de Jesús –“por tu palabra”–, el resultado supera todas las expectativas y produce en Simón una actitud de asombro que le hace postrarse ante Jesús en adoración. Este es el núcleo de la catequesis cristológica: cuando se actúa en el nombre de Jesús el fruto del trabajo está siempre asegurado.

Esa es la lectura que nace de una postura creyente, en clave religiosa teísta, que cree en Jesús como el Hijo de Dios (separado), al que se reconoce como “Salvador”. En este “mapa”, se identifica la propia creencia con la verdad en sí misma, por lo que la tarea apostólica se convierte, en la práctica, en proselitismo, orientado a traer a toda la humanidad a la verdad que nos ha sido revelada.

Sin embargo, esta lectura encuentra cada vez más disonancias con lo que es nuestro modo de leer la realidad. No solo por el cuestionamiento radical de la idea de un “dios” separado, sino por el propio modo de entender la verdad. No es extraño, por tanto, que se vaya abriendo camino otra lectura, no “religiosa”, sino “espiritual”, desde una clave no-dual. Tal como lo veo, esta clave resulta más adecuada desde nuestra comprensión.

Desde esta nueva perspectiva, Jesús no es un ser separado, ni un salvador venido de fuera, sino un hombre sabio que ha visto lo que somos todos y lo ha vivido en profundidad. Lo que es Jesús lo somos todos –compartimos la misma y única identidad–, por lo que constituye un “espejo” que nos refleja; su palabra, como toda palabra sabia, nos hace crecer en comprensión y celebrar y vivir lo que somos.

Desde aquí podemos aproximarnos al relato. En él vemos nuestro trabajo y nuestro cansancio, el desaliento y, al mismo tiempo, la esperanza. Todo se ventila en el “desde dónde” vivimos la tarea: desde nuestro interés alicorto y la búsqueda de una gratificación individual o desde la comprensión de lo que somos. En este último caso, nos experimentamos, al igual que Jesús, como cauce o canal limpio por el que la Vida (“Dios”) se expresa.

En el primer caso, nos sentiremos frustrados, abatidos y desesperanzados siempre que no obtengamos el fruto deseado. Por el contrario, en el segundo, viviremos con paz lo que acontezca ya que, como dijera el propio Jesús, “no busco hacer mi voluntad, sino la voluntad de quien me ha enviado” (Jn 5,30).

Acertamos cuando nos alineamos con la Vida (“Dios”), cuando queremos lo que la Vida (“Dios”) quiere, cuando vivimos la aceptación radical, entre la resistencia que genera sufrimiento y la resignación que paraliza.

¿Desde dónde me vivo? ¿Qué busco con lo que hago?

Enrique Martínez Lozano

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La llamada de la Vida

Domingo, 10 de febrero de 2019
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indumar432Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. LA VIDA NOS LLAMA. TODOS SOMOS LLAMADOS.

Las dos lecturas de hoy nos hablan e invitan a seguir la llamada de JesuCristo; y -si no se es muy creyente-, o, tal vez, queremos ampliar un poco la cuestión: seguir la llamada de la vida
Hemos asistido a la llamada de Isaías que siente miedo: ¡ay de mí estoy perdido!, sino embargo acoge la llamada: “aquí estoy, mándame”. Aquel puñado de pescadores con Pedro, mejor o peor, siguieron a Cristo. Samuel, los profetas, Pablo y tantos otros, siguieron la llamada…

Todos somos llamados. A todos nos llama la voz de la vida, del amor, nos seduce la felicidad, la verdad, la libertad, la justicia, la paz.

No confundamos la llamada de la vida y de Dios con un seminario o con la vocación sacerdotal. No caigamos en un clericalismo barato y cerrado.

En el fondo es Dios quien nos atrae a todos con una fuerza irresistible. Tras las realidades y mediaciones de la vida cotidiana, es Dios quien nos llama.

Cuando Isaías se siente llamado por Dios, “habría preferido morirse”, “meterse bajo tierra”: soy “hombre de labios impuros, pobre de mí”. Lo mismo siente Pedro y el grupo: “apártate de mí que soy pecador…

También nosotros hemos seguido la llamada de Dios como buenamente hemos podido y sabido. También nosotros, cuando sentimos el peso de la llamada, nos vemos abrumados.
Toda llamada, tiene momentos y matices de dificultad y dureza

o Cuando una pareja se casa, sin duda que es un momento muy hermoso y en el fondo es decirse mutuamente: “aquí estoy” para hacer juntos la travesía de la vida. Sin embargo me imagino que si son conscientes, se preguntarán más de cuatro cosas: ¿seré capaz de hacer feliz a mi compañero/a? ¿Acertaremos a recorrer bien nuestro camino?

o Cuando uno quiere servir a la comunidad eclesial como presbítero, uno se pregunta ¿seré capaz? ¿seré digno? ¿qué haré en la vida? Estoy pedido, soy hombre de labios impuros…

o En la vida religiosa – monacal se experimenta el gozo de la entrega y la preocupación por la propia debilidad.

Vivir es ir respondiendo como buenamente podemos a las llamadas fundamentales de la vida (de Dios). Hacemos lo que podemos en la vida: unas veces porque no tenemos capacidad, otras porque no tenemos ganas, otras veces porque somos débiles: ay de mí, estoy perdido; la cuestión es que hay mareas, galernas y noches en las que no hemos pescado nada, pero nada de nada.

02. PROFESIÓN TRABAJO Y LLAMADA.

pescador.red_Sabemos que no es sencillo, muchas veces no es posible desplegar los talentos y responder a la llamada.

Pero, si posible fuera, el ideal sería que la profesión, el trabajo coincidiera con la llamada de la vida. En muchos casos no es posible.

Hay profesiones que no son simples puestos de trabajo, sino que requieren una vocación: responden a una llamada. Ser maestro, médico, personal sanitario, trabajar cuidando ancianos, ser sacerdote o religioso no es meramente una profesión, sino que tienen mucho de vocación y si no estaríamos en lo del evangelio de San Juan: hay mucho asalariado en la vida, pero hacen falta buenos pastores, (Cfr Jn 10).

Me parece a mí que algunas profesiones se lo tienen que pensar dos veces a la hora de hacer una huelga. Maestros, personal de ancianos, curas, médicos, etc. tienen derechos como todo el mundo, pero no pueden dejar “tirados” a unos ancianos, o niños-adolescentes en la escuela o a unos enfermos. Hay problemas que no se resuelven, al menos no se resuelven únicamente en el sindicato o con un aumento de sueldo. Hay algo vocacional, de respuesta a una llamada

03. LA LLAMADA TIENE DIVERSOS MOMENTOS.

La vida tiene diversas etapas, momentos diferentes. La ´fuerza de la llamada de la vida en la juventud no tiene las mismas características que la serena y responsable vida de adulto; en la ancianidad se vive la llamada en la sabia experiencia de un lento declive.

La vida y JesuCristo nos llaman siempre, pero con matices y características diversas. Conviene ser consciente de estas cosas para no creemos que somos los “reyes del universo” sobre todo cuando ya las fuerzas, la creatividad, las capacidades disminuyen.
Por cierto, Jesús fue “de todo” menos viejo.

04. SOMOS PECADO (PEDRO) Y DEBILIDAD (ISAÍAS).

La gente se reunía para escuchar a Jesús…

Por tu Palabra, echaré la red…

Si somos conscientes, nos daremos cuenta de nuestras debilidades, pero si escuchamos la Palabra de JesuCristo, seremos “eficaces” y la pesca será abundante.

Cuando la comunidad eclesial escucha y sigue al Señor, la pesca es abundante.

Este texto evangélico de hoy tiene un claro colorido eclesial: el mar, la barca, las redes, los peces.

Si no hemos pescado nada, es porque ni escuchamos ni seguimos al Señor. ¿A qué se debe, si no, la poca o nula presencia de lo eclesial en la sociedad, en el momento cultural, en la vida socio-política?

05. CONFÍO EN TU PALABRA.

Por tu palabra, echaré las redes.

Es un acto de confianza en quien nos envía y va en la barca con nosotros.

Así lo entienden los discípulos: Por tu Palabra, echaré las redes.

Isaías tiene una metáfora preciosa sobre la Palabra de Dios; dice que es como la lluvia, que no vuelve al cielo sin haber fecundado la tierra (Isaías, 55,10-11). La Palabra tiende a realizar lo que significa. Cuando la Palabra impregna nuestra tierra, tiende a brotar el trigo de la vida.

Fiarse de esa Palabra hace posible que acontezca lo impensable o, lo que es lo mismo, la utopía, la cual jamás será posible desde la lógica del pragmatismo.

Fiarse de la Palabra de Jesús nos introduce en una dinámica nueva. Nos libra de nuestras prepotencias más o menos inconfesadas y nos hace descansar en la esperanza.

Aceptar la PALABRA es un acto de plena confianza en algo capaz de llenar y dar sentido a la existencia humana. Es el abandono pleno en la ultimidad de Dios.

AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD.

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Apariciones entre interrogantes (III), por Salvador Santos.

Martes, 19 de junio de 2018
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SAN PEDRO Y SAN PABLOLo que os transmití fue, ante todo, lo que yo había recibido:…

que se apareció a Pedro y más tarde a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez: la mayor parte viven todavía, aunque algunos han muerto. Después se le apareció a Santiago, luego a los apóstoles todos. Por último se me apareció también a mí, como al nacido a destiempo”. (I Cor 15,5-8)

Tradición de selectos

En la relación de personajes presentada por Pablo destacan rasgos susceptibles de ser interpretados como originarios de una incipiente institución. La supresión de las mujeres se debe tal vez al intento de restarles protagonismo y, al tiempo, excluirlas de zonas de influencia. El resto de mencionados parecen escalonados en orden al reconocimiento de su autoridad.

Pablo, modestamente último

Pablo se introduce entre los destinatarios de las apariciones del Galileo. Se nombra, con educación, en último lugar. Pero lo hace en un aparte. Con una descripción adornada de confidencias que destacan por su exagerada humildad:

“Por último se me apareció también a mí, como al nacido a destiempo. Es que yo soy el menor de los apóstoles; yo, que no merezco el nombre de apóstol, porque perseguí a la Iglesia”. (I Cor 15,8-9).

Y no deja de echarse flores envueltas en una modestia algo indigesta:

“Sin embargo, por favor de Dios soy lo que soy y ese favor suyo no ha sido en balde; al contrario: he rendido más que todos ellos, no yo, es verdad, sino el favor de Dios que me acompaña” (I Cor 15,10).

Pedro, delante.

El primer lugar de la lista lo ocupa Pedro. Pablo lo coloca en esa posición por su reconocida autoridad. Utiliza para nombrarle su sobrenombre escrito siguiendo la pronunciación en arameo Cefas (Kēfā), el que le puso el Galileo; según Juan, nada más conocerle:

“Tú eres Simón, el hijo de Juan; a ti te llamarán Cefas (que significa ‘Piedra’)” (Jn 1,42).

Sin embargo, ¡en ninguno de los evangelios se afirma que el Galileo se apareció a Pedro de forma individual! ¡Ni en primer, ni en cualquier otro lugar! Resulta evidente que la tradición a la que Pablo alude ideó ese hecho. Y, desde luego, ese pensamiento no salió del mismo Pedro. Este, fuente principal de Marcos, tuvo la sinceridad por emblema. Le aportó al evangelista la información de lo sucedido con total veracidad. Lo hizo sin ensalzarse, antes bien, mostrando sin recato todas sus miserias. Marcos escribió siguiendo idéntica pauta. De ahí que el amigo cabeza dura saliera tan mal parado en ese evangelio.

Después, los Doce

Para Pablo, el Galileo se apareció a continuación a los Doce. Predomina el simbolismo del ‘Doce’ (‘Doce’ equivale a pueblo en la mentalidad judía). Sin embargo la realidad hablaba de Once. Judas se había auto-descartado. Los textos de Mateo y Lucas hablan de los Once al referirse a la aparición al grupo de los discípulos representantes del proyecto del Galileo (Mt 28,16; Lc 24,33). Incluso en el añadido al evangelio de Marcos se usa ese número: ‘Once’ (Mc 16,14). La tradición recogida por Pablo muestra, no obstante, su carácter oficial y su anclaje en la ideología judía al escribir: ‘Doce’.

Aparición a quinientos

También esa tradición se distancia de Mateo, Lucas y Juan al mencionar una aparición del Galileo que los evangelios no citan: “a quinientos hermanos a la vez”. Al margen de otras consideraciones respecto al simbolismo del número quinientos, esta referencia parece querer subrayar la extensión y veracidad de los testimonios de quienes vivieron tal experiencia. De ahí que detalle: “la mayor parte viven todavía, aunque algunos han muerto”.

¿Y quiénes son estos?

El siguiente registro de Pablo emerge por encima de los dos anteriores. Los personajes citados en este apunte sorprenden. Resultan para nosotros tan inesperados como extraños:

“Después se le apareció a Santiago, luego a los apóstoles todos” (v. 7),

¿Quién es Santiago? ¿Y quiénes, esos nuevos apóstoles? A los Doce ya los ha citado con anterioridad En los evangelios no hay ni rastro de estos desconocidos personajes. En cambio, los destinatarios de la carta debían conocerlos sobradamente. Porque Pablo comienza diciendo que lo que escribe ahora repite lo que les habló en su día. Y a ese mensaje llega a llamarle: evangelio:

“Os recuerdo ahora, hermanos, el evangelio que os prediqué…” (v.1).

Pistas en el original

El texto original nos abre algún camino a seguir. El verbo griego traducido por: “se apareció” o “se dejó ver” se usa en cuatro ocasiones y en el mismo tiempo verbal. Se encuentra unido a Cefas, los Quinientos, Santiago y Pablo como destinatarios de la acción de “aparecerse”. Los otros dos receptores, “los Doce” y “los apóstoles todos” están redactados sin verbo y asociados: el primero a Cefas y el segundo a Santiago mediante el mismo adverbio temporal con significación: “después”, “luego”, “a continuación”, “más tarde”. Dos grupos de similares características:

Pedro y los Doce;

Santiago y los apóstoles todos están descritos con idéntica estructura gramatical e iguales nexos de unión. La tradición de Pablo descubre dos colectivos que actúan como dos referentes en paralelo.

La expresión “Santiago y los apóstoles todos”, fórmula incluida en el evangelio anunciado por Pablo a Los Corintios, señala a un conjunto especialmente significado de responsables, cuya autoridad –según Pablo- debía ser reconocida más allá de la jurisdicción en la que actuaban. Este colectivo representa un primer indicio por el que asoma el origen de la tradición a la que alude Pablo. El hecho de que dicha tradición haya omitido a las mujeres como principales testigos orienta hacia algún organismo afín a la mentalidad y la ley judía que no admitía como válido el testimonio de las mujeres.

Santiago, descubierto

El primer paso para aclararlo reclama identificar al tal Santiago. Porque en consonancia con el paralelismo que guarda este grupo con el de ‘Pedro y los Doce’, Santiago figura como personaje principal encabezando al resto de nombrados. Si resulta obvio que no se habla aquí de uno de los hijos de Zebedeo, decapitado en el año 44, ¿quién es este Santiago? ¿Y quiénes, los otros responsables asociados a él y denominados con el nombre de apóstoles?

La carta a los Gálatas, escrita en torno al año 57, aporta un dato importante. Se trata de uno de los hermanos del Galileo:

“Después, tres años más tarde, subí a Jerusalén para conocer a Pedro y me quedé quince días con él. No vi a ningún otro apóstol, excepto a Santiago, el hermano del Señor” (Gál 1,19).

De hermano malpensado a apóstol de primera

Pablo llama ‘apóstol’ a un hermano del Galileo, uno de los del conjunto de familiares que viajaron para prenderle convencidos de que había perdido el juicio. Es más, Pablo afirma que, junto a Pedro y Juan, Santiago está reconocido como columna del colectivo de seguidores. E incluso, al mencionar a los tres, le concede el lugar preeminente:

“…Santiago, Pedro y Juan, los respetados como pilares, nos dieron la mano a mí y a Bernabé en señal de solidaridad…” (Gál 2,9).

Dirigente y responsables

Por lo que parece, Santiago goza de prestigio e influencia. En su círculo más próximo aparecen también una serie de personajes de cierto rango:

“Al día siguiente, Pablo, con nosotros, entró en casa de Santiago donde estaban también todos los responsables” (Hech 21,18).

Los datos brindados por Pablo dan a entender que este hermano del Galileo, Santiago, ocupaba una posición de alto rango. En una mirada superficial, resulta congruente que, a tal condición, le correspondiese una aparición directa y personal del resucitado. Aunque esa supuesta coherencia suscita extrañeza. ¡Los evangelistas ignoraron tan específica y singular aparición!

Un personaje rodeado de interrogantes

La presencia de Santiago genera algunos interrogantes: ¿Cómo pudo convertirse tras la ejecución de su hermano en uno de los pilares de su proyecto si antes lo tuvo por perturbado? ¿No confirmaba la crucifixión del Galileo que tenía razón y no se equivocaba en su juicio respecto a él? ¿Por qué, entonces, se le ocurrió después adherirse a su locura? ¿No tendría otros ocultos intereses? Y ¿qué papel jugó en el arranque del proyecto una vez ejecutado su hermano.

Rumiando qué hacer

Al comienzo del libro de los Hechos, Lucas aporta otros detalles para confirmar esta situación. El Galileo se aparece a los discípulos y permanece con ellos una totalidad concreta (cuarenta días) de tiempo, la duración que necesitan para madurar en sus convicciones y comenzar su andadura. En eso andaban sus cabezas sembradas de dudas. Lucas lo explica diciendo que el Galileo les habló de su proyecto:

“…dejándose ver de ellos durante cuarenta días, les habló acerca del reino de Dios” (Hech 1,3).

Una manera de decir que pasaron una cuarentena devanándose los sesos; recapacitando qué hacer respecto al proyecto del Galileo.

Y ellos, erre que erre

Pero el grupo de seguidores no solo seguía a distancia del proyecto, estaba situado en el polo opuesto. La propuesta del Galileo marcaba una ruta a seguir. El colectivo de discípulos deambulaba indeciso por la otra orilla. Dos itinerarios muy separados entre sí. El proyecto exige una praxis social. El grupo apuesta por la pasividad. Guarecido bajo la bóveda religiosa, se plantan al acecho de una intervención divina y una nueva aparición excelsa del ejecutado. Siguen pensando en sus posibles posiciones de poder. Ellos miran hacia arriba. El proyecto, atento al suelo, requiere hacer camino. Están acomodados en la inmovilidad religiosa:

“Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? (Hech 1,11)

A pesar del mucho esfuerzo realizado por el Galileo animándoles a tomar la iniciativa y abrirse paso con una manera de hacer acorde a su enseñanza, ellos no salían del sueño nacionalista y aguardaban todavía el momento portentoso en el que Israel conseguiría la hegemonía política:

Señor, ¿es en esta ocasión cuando vas a restaurar el reino para Israel?” (Hech 1,6).

Después de tanto tiempo con él, no se habían enterado. Lucas amplía con detalles el posicionamiento del colectivo. Los términos que utiliza desbordan expresividad:

“Entonces regresaron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que está cercano a Jerusalén, a la distancia que se permite caminar un día de sábado. Cuando entraron, subieron a la sala de arriba donde se alojaban; eran: Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo, Simón el Fanático y Judas el de Santiago. Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, con las mujeres” (Hech 1,12-14a).

No se sitúan como el Galileo fuera de la ciudad (“el monte de los Olivos”), sino en la misma sede político-religiosa (“Jerusalén”) donde dictaron sentencia de muerte contra él. No se han liberado. Continúan encadenados a las estrictas normas judías (“sábado”). Se han establecido en el lugar fijando allí su actitud de espera (“la sala de arriba”). Hasta se ha trastocado la lista de los Doce. No se nombra por parejas de hermanos, sino por orden de autoridad. Prevalece el rango; no, la hermandad (“Pedro y Juan, Santiago y Andrés…”). No se han adherido al proyecto del Galileo, están aferrados a la religión y sus formulismos cultuales (“la oración”).

Las mujeres aparecen al final de esta presentación de Lucas. La recensión denominada ‘occidental’ (Hechos se puede leer en dos recensiones, cosa que no ocurre con ningún otro libro del NT) afirma que ellas son las mujeres de los Once acompañadas de sus hijos.

¡Otra vez María y los hermanos!

El conjunto de seguidores se muestra estático. Unido a ellos, se nombra sorpresivamente a otro pequeño grupo nunca antes asociado a los discípulos y tampoco mencionado más tarde como tal colectivo. Una nueva aparición de la familia del Galileo:

“…además de María, la madre de Jesús, y sus hermanos” (Hech 1,14b)

Por Mc 6,3 y su paralelo Mt 13,55 conocemos los nombres de los cuatro hermanos: Santiago, José, Judas y Simón. La reaparición de los allegados causa sorpresa. A excepción de Santiago, de ese colectivo no quedará ni rastro en el libro de los Hechos. Se habló por primera vez de ellos por su intento de reconducir al Galileo al ordenamiento legal y religioso. En esta ocasión, confirman mantener su pronunciamiento en favor del orden establecido. Pero, ¿qué objetivo persiguen ahora? Si nunca se presentaron unidos al conjunto de seguidores, ¿qué propósito les ha movido a hacerlo cuando está ausente el Galileo? ¿Por qué se sitúan en primera línea en el momento crucial en que los seguidores están a punto de tomar decisiones respecto al camino a seguir? ¿Qué papel desean asumir?

A primera hora y en primera fila

Los congregados imaginaban próxima la irrupción del ideal y definitivo Israel. Se imponía estar preparados para su llegada. El pueblo restaurado abría nuevas posibilidades de acceder a posiciones aventajadas. Disponer de un espacio de influencia requería acudir a primera hora y colocarse en primera fila. No estaba fuera de lógica pensar que la condición de familiares podía favorecer al grupo de allegados. Quizás se le reconocerían ciertas prerrogativas por esa circunstancia. Ellos lo saben. Todos lo saben. Pedro es el primero en ser consciente de ello. De ahí que, en un contexto de predisposición unánime al reconocimiento de un nuevo Israel, Pedro tome la palabra:

“Uno de aquellos días Pedro se puso en pie en medio de los hermanos (había una multitud como de ciento veinte personas -múltiplo de 12 = Pueblo numeroso- reunidas con el mismo propósito) y dijo:” (Hech 1,15).

Pedro los descarta

Buscaban sustituir al traidor Judas para restaurar también el grupo de los Doce. A ellos les competía la máxima responsabilidad del nuevo Israel. Pedro trenzó una jugada redonda:

“Por tanto, uno de los hombres que nos acompañaron todo el tiempo mientras vivía con nosotros el Señor Jesús, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que se lo llevaron a lo alto separándolo de nosotros, uno de esos tiene que ser con nosotros testigo de su resurrección” (Hech 1,21-22).

De un plumazo, descartó a los hermanos del Galileo. Los límites marcados por Pedro les excluían. El duro de mollera anduvo listo y amplió los márgenes al máximo. Desde la primera linde, la del Bautista, hasta el tope último: cuando lo perdieron de vista. ¿Por qué? Posiblemente no se fiaba de ninguno de ellos. Nunca habían acompañado al Galileo.

La elección recayó en un tal Matías, del que nunca más se habla en el NT. Sin embargo, pese a haber sido descartado por Pedro, Santiago aparece en la tradición recogida por Pablo como personaje influyente. ¿Qué otra u otras circunstancias propiciaron que conquistara esa condición de tan alto reconocimiento?

Atados y desunidos

El colectivo instalado en Jerusalén no acababa de soltar amarras. Mantenían los nudos atados bien firmes a la ideología y la religiosidad judía. Las rigideces de los miembros propensos a mantener este formato institucional generaron las primeras grietas. Los integrantes inmigrados de lengua griega no tardaron en sufrir el menosprecio. Los más vulnerables se llevaban la peor parte:

“Por aquellos mismos días, al crecer el número de los discípulos, se produjo una protesta de los de lengua griega contra los de lengua hebrea, a saber, que en el servicio asistencial de cada día desatendían a sus viudas” (Hech 6,1).

El desprecio a los más insignificantes mostraba la latente y profunda división interna, signo evidente de la absoluta contradicción entre las actuaciones del colectivo y el proyecto del Galileo. Leer más…

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