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Esperar

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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ELLA VENDRÁ

Ya la acogí, en las sombras, muchas veces
y la temí rondándome, callada.
No era el vino nupcial, eran sus heces;
era el miedo al amor, más que la amada.

Pero sé que vendrá. Confío en ella,
amada fiel de todos y maldita.
No hay modo de escapar a su querella.
Sin hora y sin lugar, ella es la cita.

Vendrá. Saldrá de mí. La llevo dentro
desde que soy. Y voy hacia su encuentro
con todo el peso de mis años vivos.

Pero vendrá… para pasar de largo.
Y en la centella de su beso amargo
vendremos Dios y yo definitivos.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

“Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz:

“¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”

Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas:

“Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.”

Pero las sensatas contestaron:

“Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.”

Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo:

“Señor, señor, ábrenos.”

Pero él respondió:

-“Os lo aseguro: no os conozco.” Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.”

*

Mateo 25,1-13

***

Lo realmente triste no es cuando, al anochecer, regresas y no tienes a nadie que te espere en casa, sino cuando tu no esperas nada de la vida […]. Esperar, esto es, experimentar el gozo de vivir.

Dicen que la santidad de una persona se mide según el espesor de su espera. Quizás sea verdad. Si es así, hay que concluir que Maria es la más santa de las criaturas, porque toda su vida aparece marcada por el gozo de quien espera […]. Santa María, virgen de la esperanza, danos de tu aceite, que nuestras lámparas se apagan. Mira: se han agotado las reservas. No nos mandes a otros vendedores. Reaviva en nuestras almas el antiguo ardor que nos quemaba por dentro, cuando bastaba una pequeñez para rebosar de alegría: la llegada de un amigo lejano, el rojo atardecer después de una tormenta, la caída de las hojas anunciando el regreso del invierno, los repiques de campanas en los días de fiesta, el vuelo raso de las golondrinas en primavera, el acre olor emanado de los lagares, el canturreo de las cantinelas otoñales, el encorvarse tierno y cadencioso del regazo materno, el perfume del espliego al preparar la cuna.

Si hoy no sabemos esperar es porque estamos escasos de esperanza. Se han desecado las fuentes. Sufrimos una profunda sequía de deseos. Y, satisfechos con los miles de sucedáneos que nos asedian, ya no esperamos nada de las promesas selladas con la sangre del Dios de la alianza […]. Santa Maria, virgen de la esperanza, danos un alma vigilante. Cercanos a los umbrales del tercer milenio, nos sentimos, lamentablemente, mas hijos del crepúsculo que profetas de la claridad que llega. Centinela del mañana, despierta en nuestro corazón la pasión por los jóvenes anuncios para transmitirlos al mundo, que se siente ya viejo. Entréganos el arpa y la citara, y contigo madrugaremos para despertar la aurora. Frente a los cambios que sacuden la Historia, haz que experimentemos de nuevo los estremecimientos primeros, Haznos comprender que no basto con acoger: es necesario esperar. Acoger es, a veces, Señal de resignación. Esperar es, siempre, signo de esperanza. Haznos, por tanto, ministros de la espera. Y el Señor que viene, Virgen del adviento, nos sorprenda, también junto a tu materna complicidad, con la lámpara en la mano.

*

A. Bello,
María, Señora de nuestros días,
San Pablo, Madrid 1996.

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad ,

“Antes de que sea tarde”. 32 Tiempo ordinario – A (Mateo 25,1-13)

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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Mateo 25, 1-13Mateo escribió su evangelio en unos momentos críticos para los seguidores de Jesús. La venida de Cristo se iba retrasando. La fe de no pocos se relajaba. Era necesario reavivar de nuevo la conversión primera recordando una parábola de Jesús.

El relato nos habla de una fiesta de bodas. Llenas de alegría, un grupo de jóvenes «salen a esperar al esposo». No todas van bien preparadas. Unas llevan consigo aceite para encender sus antorchas; a las otras ni se les ha ocurrido pensar en ello. Creen que basta con llevar antorchas en sus manos.

Como el esposo tarda en llegar, «a todas les entra el sueño y se duermen». Los problemas comienzan cuando se anuncia la llegada del esposo. Las jóvenes previsoras encienden sus antorchas y entran con él en el banquete. Las inconscientes se ven obligadas a salir a comprarlo. Para cuando vuelven, «la puerta está cerrada». Es demasiado tarde.

Es un error andar buscando un significado secreto al «aceite»: ¿será una alegoría para hablar del fervor espiritual, de la vida interior, de las buenas obras, del amor…? La parábola es sencillamente una llamada a vivir la adhesión a Cristo de manera responsable y lúcida ahora mismo, antes de que sea tarde. Cada uno sabrá qué es lo que ha de cuidar.

Es una irresponsabilidad llamarnos cristianos y vivir la propia religión sin hacer más esfuerzos por parecernos a él. Es un error vivir con autocomplacencia en la propia Iglesia sin plantearnos una verdadera conversión a los valores evangélicos. Es propio de inconscientes sentirnos seguidores de Jesús sin «entrar» en el proyecto de Dios que él quiso poner en marcha.

En estos momentos en que es tan fácil «relajarse», caer en el escepticismo e «ir tirando» por los caminos seguros de siempre, solo encuentro una manera de estar en la Iglesia: convirtiéndonos a Jesucristo.

José Antonio Pagola

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“¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”. Domingo 08 de noviembre de 2020. 32º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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55-OrdinarioA32Leído en Koinonia:

Sabiduría 6,12-16:Encuentran la sabiduría los que la buscan.
Salmo responsorial: 62: Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
1Tesalonicenses 4,13-18: 
A los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Mateo 25,1-13: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!
En estos domingos «finales» del año litúrgico, los textos nos dirigen una invitación a reflexionar sobre el «fin» de toda existencia. Éste fin es considerado no sólo como la meta en que la vida adquiere realización o acabamiento, sino también como la meta del caminar histórico colectivo del ser humano y de la realidad toda. Semanas para contemplar este aspecto ineludible de nuestras vidas.

La primera lectura, del Libro de la Sabiduría, es un himno que canta los maravillas de la Sabiduría. Ésta sale al encuentro de quienes la buscan, de quienes la aman, y ella misma se muestra. La sabiduría es una cualidad, una manera en que Dios se manifiesta a quienes realmente le buscan. La única condición para que este encuentro se llegue a dar, es estar abierto a la sabiduría, buscarla; como se busca a Dios. (Importante darse cuenta de que la Sabiduría es presentada en este libro como «personificada», pero no «hipostasiada»: la personificación es simplemente una figura literaria, una forma de hablar).

Por su parte Pablo, en la carta a los Tesalonicenses, intenta responder las dudas de algunos hermanos que han ingresado hace poco a la comunidad. Estos hermanos consideran desfavorecidos a los difuntos porque iban a estar ausentes de la cercana venida del Señor. Pablo reafirma la enseñanza que él recibió. Los que murieron en Jesús estarán presentes con él en el último día. Ellos resucitarán en primer lugar y los que quedemos seremos llevados al Señor. Por que si creemos que Jesús murió y resucitó, Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús, pues para Pablo en el bautismo, expresión de conversión, nos sumergimos en la muerte del Señor para resucitar con él; así mismo quienes murieron con Cristo resucitan con él porque han participado del camino, del seguimiento, y la alegría por continuar anunciando la Utopía de Dios, que llamamos Reino. Terreno difícil para distinguir lo que es sustancia de nuestra fe –o de nuestra esperanza- sin confundirla con una cosmología o mitología del tiempo y de la cultura helenista que no era la de Jesús… teniendo en cuenta que la cosmología o representación de la vida y la muerte en la cultura de la sociedad en que vivió Jesús tampoco son para nosotros «Palabra de Dios»…

El evangelio del día de hoy nos trae la parábola de las diez vírgenes, prudentes y necias, que estaban esperando al novio. No dice a sus novios o a los novios. «El novio» designa a Jesús mismo (Mateo 9, 15). Y recordemos que el reino de Dios también es simbolizado con un banquete de bodas…

La parábola nos enseña que el final de cada persona depende del camino que se escoja, que de alguna manera, la muerte es consecuencia de la vida –prudente o necia- que se ha llevado. Muchachas necias son las que han escuchado el mensaje de Jesús pero no lo han llevado a la práctica. Muchachas prudentes son las que lo han traducido en su vida, por eso entran al banquete del Reino. De esta manera, la lectura del evangelio se enmarca en la preocupación de los cristianos recién convertidos de la comunidad de Tesalónica, Grecia, (los Tesalonicenses), la preocupación por el final de los tiempos.

La parábola es una seria llamada de atención para nosotros. “ustedes velen, porque no saben el día ni la hora“. No dejen que en ningún momento se apague la lámpara de la fe, porque cualquier momento puede ser el último. Estén atentos, porque la fiesta de la vida está teniendo lugar ya, ahora mismo. El Reino está ya aquí. Enciendan las lámparas con el aceite de la fe, con el aceite de la fraternidad, de la caridad mutua. Nuestros corazones llenos así de luz nos permitirán vivir la auténtica alegría aquí y ahora. Los demás, los que viven a nuestro alrededor se verán también iluminados, conocerán también el gozo de la presencia del Novio esperado. Jesús nos pide que nunca nos falte ese aceite en nuestras lámparas.

Ciertamente tenemos que aprovechar el momento presente, pero para construir fraternidad, no para buscar de manera egoísta nuestro propio bienestar. Las vírgenes necias pusieron otro aceite en sus lámparas: el que sólo sirve para alumbrar egoístamente nuestro camino. No pudieron entrar en la fiesta de la boda. Y si hubiesen entrado no hubiesen entendido absolutamente nada. En la fiesta de la hermandad los que sólo miran por su propio interés se aburren.

Sería bueno preguntarnos de qué tipo es el aceite que alimenta nuestras lámparas. Sería bueno examinar cómo trabajamos día a día para aumentar la intensidad de nuestro fuego, y de nuestras reservas. ¿O acaso desperdiciamos las ocasiones de crear fraternidad, de amar y servir a los hermanos?

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Domingo 32 tiempo ordinario. El juicio de Dios en Mateo Dom 8.XI 20. Las diez “vírgenes”: Parábola de amor y de aceite en la noche (Mt 25, 1-13)

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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the-ten-virgins-debi-bondDel blog de Xabier Pikaza:

Se dice que todos hemos recibido (¿es cierto?) el mismo aceite, pero unos lo conservan, se enriquecen y se salvan, mientras otros lo malgastan, empobrecen y se pierden. Así parece suponer esta parábola, que evoca la comedia o tragedia de la vida, representada por diez muchachas que esperan de noche a su novio, unas con, otras sin aceite.

Esta es una imagen que parece injusta, injuriosa contra las muchachas (en disputa por un novio) y contraria al evangelio (las “buenas” no comparten su aceite…). Por ese fondo duro, por su toque de amor machista (10 novias para un novio en la noche), de división social y personal (necias/prudentes, ricas pobres) es una parábola para ser discutida y sacar conclusiones, como irá viendo quien siga. Mi exposición tendrá dos partes: Una más expositiva, otra más exegética. Buen domingo del aceite a todos.

1. PARTE EXPOSITIVA

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas.
Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz:

— ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!

Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: –Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.

Pero las sensatas contestaron: –Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo:

— Señor, señor, ábrenos.Pero él respondió: — Os lo aseguro: no os conozco. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.” (Mt 25, 1-13)

1. Una parábola conocida. Elementos comunes

Esta parábola de “vírgenes” necias y prudentes está contada desde el trasfondo de la historia de Israel… Quizá tiene un fondo que proviene de Jesús (que se ha referido, sin duda a las bodas del reino: cf. Mc 2, 18-22). Pero tal como aparece aquí parece obra del mismo evangelista (o de la escuela de Mateo) que ha creado un gran “retablo” escatológico, con temas vinculados a la culminación (o sentido más profundo) de la historia, a lo largo de Mt 25 (vírgenes, talentos, ovejas y cabras). Sus datos son bien conocidos, tanto en el AT como en el contexto del mensaje de Jesús:

Las diez muchachas (vírgenes) son signo de la humanidad entera, como esposa-amiga ante Dios, esperando las Bodas finales de la historia.

El aceite recibido (alumbrando en la alcuza de su propia vida) es el don de la existencia, la vida entera. Hombres y mujeres son “aceite” que alumbra en la medida en que se consume, haciéndose luz para sí mismo, luz para los otros.

La división (cinco necias, cinco prudentes), cinco y cinco, buenas y malas, prudentes y sensatas, es propia de gran parte de las “historias” de ese tipo. Tiene un fondo parenético, y sirve para insistir en la posibilidad del bien y del mal… y en la exigencia de conversión (para que al fin todas puedan ser buenas).

Malgastar el aceite, dar aceite…
–Puede entenderse en sentido personal (que es el más importante en la parábola)
— Pero también puede entender en sentido social y político (desde la perspectiva de nuestro tiempo, gran crisis del 2020, con países que parece que han perdido el aceite, con millones de pobres… con la sombra de la Covid 19, sobre novias y novios…

Amigas de la Novia, todas novias… el texto no lo pone de relieve, es parábola (no pura alegoría). Son la humanidad en busca de la plenitud de Dios, simbolizado no ya como Padre (Abba) sino como partner, amigo, esposo de la humanidad.

La tardanza es quizá signo del retraso de la “parusía” (la venida del Novio)… Es el paso del tiempo, es la noche… Todas se durmieron… Parece que el texto está evocando la muerte… Aquí no hay muchachas “vivas” cuando llega el esposo (como dice Pablo en 1 Tes). Todas se duermen, todas mueren en el gran “cementerio” (dormitorio) que es la vida humana…

Las muchachas duermen/mueren, pero su aceite queda… La buenas obras, la buena memoria, el valor de la vida… para el Esposo

2 Una parábola escandalosa. Principios

Resulta escandalosa, por muchos motivos, y así la cuenta Jesús, para que la pensemos y pensemos nuestra vida.

a) ¿Han recibido todas el mismo aceite? La alcuza de aceite de una niña de Guinea no es igual que la alcuza de una chica de Kansas o Virginia. Unas parecen que vienen al mundo con mucho aceite, otras parece que no tienen nada. Sea como fuere, las muchachas llevan «lámparas» (lampadas) en la noche de la espera. ¿Se podrá decir que ellas mismas son lámparas, puras lámparas de Dios (de la vida), cuya función es arder y dar luz y se fuego?

b) Diferencia entre las novias. Externamente hablando, todas son novias de un esposo polígamo, que va a casarse, al mismo tiempo, con diez o con aquellas de las diez que sean prudentes. ¿O son sólo simples compañeras/asistentes de la Novia, que aquí no se presenta? La imagen del esposo polígamo de diez muchachas que esperan en la noche puede evocar quizá el signo del Dios distinto y universal, Dios esposo/esposa de todos los seres humanos. Pero el tema de fondo no es la poligamia, sino la diferencia entre las novias: ¿Vienen todas con el mismo aceite?

c) En otro plano, es una parábola machista: El novio viene, como dueño y señor, las novias aguardan… ¿Por qué son chicas que esperan al novio-señor y no chicos que esperan a la Novia/Diosa, la divinidad materna y total, novia infinita y personal de cada uno de los seres? ¿Cómo superar la imagen masculina y pasar a la imagen/experiencia total de de un amor de fuego que arde y emociona y enamora…?

d) Como la “parábola de la hormiga y la cigarra… Éste es un tema que aparece en muchas tradiciones de oriente y occidente. Unos malgastas, otros guardan el aceite… ¿Es bueno siempre guardar? ¿No será bueno arriesgar y gastar? ¿Cómo han perdido las necias el aceite? ¿Lo han malgastado en borracheras y cenas?

— Alguien podría decir que las “necias” han perdido el aceite porque se lo han robado precisamente las llamadas prudentes
— ¿No vivimos en un sistema donde se invita a malgastar… de manera que las “necias” han hecho simplemente lo que debían hacer?

e. ¿Es bueno que las “homiguitas” no presten a las necias su aceite? En contra de toda la enseñanza del evangelio, aquí se dice que las prudentes no deben dar aceite a las necias… ¿Por qué no comparten la luz, haciéndose luz todas, unas para otras, luz compartida para iluminar el camino del novio/novia universal? ¿O hay un aceite personal que no puede compartirse, pues cada uno tiene el suyo y debe guardarlo?

3. Una reflexión sobre el aceite

a) ¿De que aceite-luz se trata? ¿Tiene más luz una muchacha/estrella de la propaganda mediática, dueña de millones de barriles de petróleo, que una niña estellada de un país empobrecido, sin más riqueza que el hambre? Además, la luz que son las muchachas: ¿para qué sirve? ¿a quien dirige y guía? ¿Sirve para alumbrar al novio/novia que viene… o para dirigirles a ellas/ellos (novias en fiesta), a la humanidad que espera y camina con su propia luz en la noche de la vida, hacia el amor total que llega?

b) ¿Se puede hablar así de buenos y malos? Ésta es una parábola con buenos y malos, parábola extraña de muchachas necias y sabias…entre las que parece dividirse el mundo… ¿No se podría dar una respuesta compasiva, de manera que las prudentes ayudaran a las necias, para que al fin todas pudieran ser buenas…? ¿No podría traer el esposo/esposa su aceite y ponerla en las manos y en el corazón de cada una de las que esperan sin fuego ni luz, en medio de la noche? ¿No podríamos hablar de un esposo/esposa aceitero, que ofrece su propio combustible de amor infinito para todos/todas?

c) El gozo de la vida, a la espera de las bodas… Aquí se vincula luz con matrimonio, aceite con bodas. Éste es, por tanto, una parábola gozosa que habla de una luz que puede “alumbrar” la fiesta de las bodas, una luz que es el mismo brillo del amor que emerge allí donde unos seres humanos se aman y se encuentran en la noche y entran en su propio espacio luminoso, dándose la vida… Pero hay personas, vírgenes quizá necias, que no quieren bodas, sino líos y más líos… ir derramando el aceite “infinito” que piensan que tienen en muchos amores que pasan en la noche. ¿Se puede decir que en el fondo todas esperan, todos esperamos?

4. Una reflexión sobre la vida

a) Quizá la parábola evoque un amor personal y total, el amor de aquellos que esperan y el amor de los vienen, todos envueltos en luz… un amor hermoso, abierto a todos (todos reciben el aceite), pero también “arriesgado”, pues se puede perder y gastar el aceite de un modo equivocado, quedando al fin vacios. Estas bodas de luz están abiertas a todos, pero algunos se pueden perder (derramando en vano su aceite), malgastando la propia vida. Leer más…

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“Preparando el examen final”. Domingo 32. Ciclo A.

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

“Tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo…”

Se acerca el fin del año (litúrgico)

Nos acercamos al final del año litúrgico, que terminará el 22 de noviembre. Como si nos aproximáramos al final de curso y tuviéramos que hacer un examen, la Iglesia quiere que nos preparemos a fondo y con tiempo. Para ello, en estos tres últimos domingos del año (32-34º), se leen tres parábolas que se complementan: las diez muchachas, los talentos, el Juicio Final. Estas parábolas solo se encuentran en el evangelio de Mateo, que las añade con un fin muy concreto. El evangelio de Marcos termina la enseñanza de Jesús con el discurso sobre el fin del mundo. Era un final consolador, que promete la vuelta del Señor y nuestra victoria. Pero Mateo añadió estas tres parábolas, que animan a tomarse la vida muy en serio.

Un terremoto inesperado

             El 30 de octubre tuvo lugar un terremoto en el mar Egeo que afectó a Turquía y algunas islas griegas. Los cien muertos contabilizados hasta el día 2 de noviembre, si pudieran volver a la vida estarían plenamente de acuerdo con las palabras del evangelio: «Estad en vela, porque no sabéis el día ni la hora».

Vigilar no es vivir angustiado

San Luis Gonzaga estaba un día jugando al frontón y le preguntó un compañero: “Hermano Luis, si supieras que ibas a morir dentro de poco, ¿qué harías?” Y él respondió: “Seguir jugando”. ¿Cómo se conjugan la vigilancia y el juego? La parábola de hoy puede ayudarnos a comprenderlo.

La parábola de las diez muchachas

«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo! Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.” Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.” Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: “Señor, señor, ábrenos. “Pero él respondió: “Os lo aseguro: no os conozco. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

En tiempos de Jesús, cuando se celebraba una boda, un grupo de muchachas acompa­ñaba al novio a recoger a la novia para acompañarlo a la ceremonia. A partir de este hecho tan trivial crea Jesús la parábola. Nos encon­tramos ante diez muchachas divididas en dos grupos de cinco: unas necias, que se olvidan del aceite para los candiles; otras sensatas, que llevan aceite de repues­to. Hasta aquí todo es posible. Pero la parábola adquiere de repente un tono irreal, porque quien da el plantón no es la novia, sino el novio, que se retrasa hasta la medianoche.

Mientras, las diez se han quedado dormidas. Y los candiles siguen consumiendo aceite. Al llegar el novio, unas pueden reponerlo fácilmente, los otros están casi agotados. Las sensatas no quieren darles aceite, y el novio se niega a admitirlas después de cerrada la puerta.

La conclusión de la parábola es desconcertante: “Por tanto, estad en vela, porque no sabéis el día ni la hora”. Es desconcer­tante, porque ninguna de la diez ha velado, todas se quedaron dormidas. Lo cual significa que la vigilancia, en este caso, equivale a la sensatez de llevarse la provisión de aceite. Pero, ¿qué significa esto en la práctica?

Dos interpretaciones posibles

La parábola se ha interpretado en dos líneas principales.

Una concede especial importancia al aceite, viéndolo como imagen de la fe, del fervor, de las buenas obras, de lo que debemos estar provistos cuando llegue el esposo, Cristo.

Otra no presta atención al aceite; lo importante es estar preparados ya, y no retrasarlo hasta un momento que resulte demasiado tarde. Esta segunda línea parece la más exacta, como lo demuestra su traducción al lenguaje moderno. Diez universitarios se acercan al fin de curso. Cinco han estudiado durante todo el año, asistido a las prácticas, tomado apuntes; otros cinco han empalmado movida con movida. En el momento de entrar al examen piden a los primeros que les pasen las respuestas. Los otros se niegan, como es lógico. El examen se prepara con tiempo, no se improvisa ni se copia.

            De todos modos, las dos interpretaciones se complementan. Si decimos: «Lo importante es estar preparados», ¿en qué consiste la preparación? «En llevar aceite de repuesto». Y ¿qué es el aceite? Mateo dejará claro dentro de dos domingos, en la parábola del juicio final, que el aceite del que debemos estar provistos son las buenas obras: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, etc.

La clave de la 1ª lectura

La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, ofrece una perspectiva muy interesante. Se ha elegido porque su tema empalma con el de la sensatez de la cinco muchachas.

La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento.

En esta lectura, la sabiduría no es algo intelectual, un conjunto de conocimientos, sino una persona a la que se ama, se busca y se encuentra, o que se encuentra sentada a nuestra puerta esperándonos. Los primeros cristianos aplicaron esta imagen personalizada de la sabiduría a Jesús, que es la Sabiduría de Dios.

Con esto, la parábola adquiere un sentido nuevo. ¿Cómo podemos estar preparados? ¿En qué consiste la vigilancia? En tener ese contacto con Jesús, pensar en Él, hablar con Él, dejarnos encontrar por Él. Para que no nos ocurra lo que dice el novio a las cinco muchachas insensatas: “No os conozco”. La amistad con Jesús, la capacidad de diálogo con Él, no se improvisan. Hay que ejercitarlas todos los días para poder disfrutar luego del banquete de bodas.

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08 noviembre, 2020. Domingo XXXII del Tiempo Ordinario.

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite, en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.”

(Mt 25, 1-13)

Si la realidad fuera tan clara y distinta como nos la presenta la parábola de hoy todo sería mucho más sencillo.

La parábola de las vírgenes, como otras muchas de Mateo, divide el mundo entre buenos y malos. No cabe duda de que las necias son quienes no llevaron aceite y se quedaron en la puerta por su propia necedad, pero en la vida cotidiana las cosas son mucho más complejas, nuestro esquema de buenos y malos se cae por su propio peso. Sin embargo, seguimos viviendo como si fuera cierto y nos acabamos creyendo que los “nuestros”, los de nuestro color, los de nuestro partido, los de nuestro equipo, son los buenos, los acertados, frente a los demás, que no les queda más remedio que ser los malos, los equivocados.

En este dualismo solo hay un camino: la violencia. Cada grupo quiere imponer su verdad. Probablemente aquella primitiva comunidad de Mateo se vio en la necesidad de defenderse. Como grupo marginal que era se veía amenazado por todos los costados. Necesitaba distinguirse y marcar un camino claro y distinto y hasta aquí es comprensible, pero no deja de tener sus peligros. El “buenismo” en nuestra Iglesia ha hecho mucho daño. Cuando la Iglesia ha sido poderosa ha aplastado a quienes eran diferentes.

Creo que en el único lugar donde funciona el esquema de bueno/malo es en el corazón de cada una. Todas las personas somos una mezcla de bueno y malo, luz y oscuridad. Todas llevamos dentro una sensata y una necia. Cuando alimentamos la luz, la oscuridad cede. Si agrandamos el espacio de lo bueno, lo malo empequeñece.

Ojalá esta parábola nos sirva para entrar en nosotras mismas a poner más luz, en lugar de quedarnos a oscuras señalando errores ajenos.

Oración

Derrama, Trinidad Santa, tu aceite generoso y sé Tú la llama que ilumine nuestro interior. ¡Amén!

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Despertar o seguir dormido, esa es la cuestión.

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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depositphotos_11203345-stock-photo-man-waking-upMt 25, 1-13

En los tres domingos que quedan vamos a leer todo el capítulo 25 de Mt (el último, antes del relato de la pasión). Los tres episodios que en él se narran (diez doncellas, los talentos y juicio definitivo) siguen siendo advertencias a su comunidad, con el fin de poner en guardia a los cristianos de las consecuencias definitivas de sus actitudes vitales. Dios no puede hacer ya nada. La pelota está en nuestro tejado y depende de nosotros que la juguemos o no, que la juguemos bien o mal. En cualquier caso, pitarán el final del partido.

Los textos de estos últimos domingos de año litúrgico nos invitan a despertar, a estar preparados. Por fortuna, ya no pensamos en ese Dios vengativo que está al acecho para ver como puede cogernos en un renuncio y condenarnos. Ya no se oye la tremenda frase: “Dios te coja confesado”, que es un insulto a Dios y a todo el mensaje de Jesús. Dios no nos espera al final del camino para someternos a un juicio. No, Dios es el principio y está en nosotros todos los instantes de nuestra vida para que podamos llevarla a plenitud.

Hoy no tiene sentido meter miedo: No sabéis el día ni la hora. ¡Temblad! Y eso que, en el ciclo (A) nos libramos de textos apocalípticos, que son todavía más terroríficos. No es la muerte la que tiene que dar sentido a nuestra vida, sino al revés, solo viviendo a tope, se aprende a morir. Aunque solo os quedara un segundo de vida, haríais mal en pensar en la muerte. Sería mucho más positivo el vivir plenamente ese segundo. La muerte ni quita ni añade nada; el sentido debemos dárselo a la vida, mientras estamos de pie.

Recordad. Después de un año, o más, de desposorios, se celebraba la boda, que consistía en conducir a la novia a la casa del novio, donde se celebraba el banquete. Esta ceremonia no tenía ningún carácter religioso. El novio, acompañado de sus amigos y parientes, iba a casa de la novia para conducirla a casa de su propia familia. En su casa le esperaba la novia con sus amigas, que la acompañarían. Todos estos rituales empezaban a la puesta del sol y tenían lugar de noche, de ahí la necesidad de las lámparas.

La importancia del relato no la tiene el novio ni la novia, ni siquiera los acompañantes. Lo que el relato destaca es la luz. La luz es más importante que las mismas muchachas, porque lo que determina que entren o no entren en el banquete es que tengan o no tengan el candil encendido. Una acompañante sin luz no pintaba nada en el cortejo. Ahora bien, para que dé luz una lámpara, tiene que tener aceite. Aquí está la madre del cordero. Lo importante es la luz, pero lo que hay que procurar es el aceite.

Jesús había dicho: Yo soy la luz del mundo. Y también: vosotros sois la luz del mundo. El ser humano es luz cuando ha desplegado su verdadero ser; es decir, cuando trasciende y va más allá de lo que le pide su simple animalidad. No es que nuestra condición de animales sea algo malo, al contrario, es la base para alcanzar nuestra plenitud, pero si no vamos más allá cercenamos nuestras posibilidades de humanidad.

La primera lectura nos puede ayudar a encontrar el sentido de la parábola. La verdadera Sabiduría es encontrar el sentido de la vida. Dar sentido a la vida es más importante que la vida misma. Ese sentido no viene dado, tenemos que buscarlo. Esa es la tarea específicamente humana. Nuestra vida puede quedar malograda como vida humana. Esa es la advertencia de la parábola. Hay que estar alerta, porque el tiempo pasa. Hay que despertar, porque de lo contrario, perderás la oportunidad de ser tú.

¿Cuál es el aceite que arde en la lámpara? Si acertamos con la respuesta a esta pregunta, tenemos resuelto el significado de la parábola. En (Mt 7,24-27) se dice: Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra, se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre rocaY todo aquel que no las pone por obra, se parece al necio que edificó sobre arena. La luz, son las obras. El aceite que alimenta la llama, es el amor. El ser sensato no depende de un conocimiento mayor, sino de la plenitud de Vida.

Así se entiende que las sensatas no compartan el aceite con las necias. No es egoísmo. Es que resulta imposible amar en nombre de otro. Nuestra lámpara no puede arder con aceite prestado. Dar sentido a la vida no se puede improvisar en un instante. Solo con lo que hay de Dios en mí, descubierto, reconocido, desplegado, puede considerarse encendido nuestro ser. Ese despliegue constituye la Sabiduría de la que nos hablaba la primera lectura. Sin esa llama, seremos irreconocibles incluso para el mismo Dios.

Interpretar la parábola en el sentido de que debemos estar preparados para el día de la muerte, es tergiversar el evangelio. El esperar una venida futura de Jesús, es pura mitología que nos lleva a un callejón sin salida. La parábola no hace especial hincapié en el fin, sino en la inutilidad de una espera que no va acompañada de una actitud de amor y de servicio. Las lámparas deben estar encendidas siempre; si esperamos a prepararlas en el último momento, toda la vida transcurrirá carente de sentido.

Obsesionados por la “salvación eterna” y para el más allá, hemos interpretado esta parábola como una advertencia de preparación para la muerte, o peor aún, para el juicio. Nada más lejos del sentido del relato. Si el aceite es el amor, que hace funcionar la vida cristiana, no podemos pensar en el último día para que tenga sentido. Hay que buscar una interpretación más de acuerdo a todo el mensaje de Jesús.

La venida de Jesús al final de los tiempos, es una imagen escatológica que no podemos tomar al pie de la letra; tiene un significado mucho más profundo. Jesús, con su muerte en la cruz, consumió todo su aceite en una llamarada que sigue iluminándonos. El don total de sí mismo trasformó todo lo humano en divino. Allí culminó su “historia” porque solo permanecerá identificado con Dios, y Dios está fuera del tiempo y del espacio.

Los cristianos cayeron en la trampa de entender la segunda venida de Jesús de una manera temporal. Nosotros seguimos esperando esa segunda venida en la que no se hablará de cruz, sino de gloria para todos. No nos gusta cómo terminó Jesús su paso por la tierra. Esta es la causa por la que hemos inventado un futuro a nuestro gusto para él y para nosotros. Nos sentiríamos muy a gusto si volviera lleno de gloria y nos comunicara a los “buenos” esa misma gloria. Esta visión raquítica, la hacemos desde nuestro falso yo, que nunca aceptará el desaparecer, mucho menos consumirse en beneficio de los demás.

Si de verdad queremos dejar de ser necios y empezar a ser sensatos, debemos desplegar nuestra vida desde otra perspectiva. Tenemos que abandonar todo proyecto de glorificación, sea en este mundo o sea en el otro, y entrar por el camino del servicio a los demás hasta la entrega total. El aceite solo da luz a costa de consumirse. Si aceptamos el programa del evangelio solo porque nos han prometido una “gloria”, la cosa no puede funcionar. Estamos completamente equivocados si pretendemos alzarnos con el santo y la limosna.

Meditación-contemplación

“Yo soy la luz del mundo”.
Su experiencia de Dios, fue su lámpara encendida.
Dentro de ti debes descubrir el aceite.
Si prende, dará luz que alumbrará tus pasos.
Tú eres la lámpara, el aceite y la luz.
Nadie te lo puede prestar, porque es tu propia vida.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Maestro del amor.

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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jesus-at-the-door-39617-printSi hay música en tu alma, se escuchará en todo el universo (Lara Chow)

12 de noviembre, domingo XXXII del TO

Mt 25, 1-13

Como el novio tardaba, les entró el sueño y se durmieron

La interpretación habitual de los dichos y hechos del Jesús evangélico ha sido hecha por la Iglesia tradicional jerárquica a modo de Bolero de Ravel: literalidad repetitiva induciendo a los oyentes hasta el sueño. Y así el pueblo fiel quedó narcotizado durante siglos.

Pero hoy, las vírgenes prudentes han provisto sus lámparas de aceite y entraron con el novio al banquete. Petrushka, de Stravinski, es un paradigma más significativo para nuestros tiempos. Los espectadores se perderán la función si no prestan especial atención a cada compás de la obra. Han de pensar por sí mismos, y hacer una interpretación de los mencionados dichos y hechos a la luz de su realidad personal y social presente. Así, las puertas que dan acceso al banquete del Reino estarán abiertas siempre para todos.

Quienes actúan de este modo son, como se dice de la mirada del poeta Marcos Ana en el retrato que le hizo José Mª Párraga: “Parece atravesar la frontera del lienzo como si fuera una ventana al futuro”.

En una entrevista a la cantante y compositora belga Lara Chow (1970) ésta dijo en una ocasión a un periodista: “Si hay música en tu alma, se escuchará en todo el universo”, a lo que el entrevistador comentó: “Una alegría, una felicidad que puede ser transmitida al resto del mundo. Yo lo entiendo así, y más o menos, es el pensamiento que yo tengo de Mi Mundo. Toda la felicidad, toda la luz que puedas tener dentro de ti, es contagiosa, se la puedes transmitir a los demás. Sobre todo a esos seres que están faltos de luz, que se sienten solos y oscuros”.

En la película Un sueño posible (2009), del director americano John Lee Hancock el protagonista Granper le dice a Leigh Anne: “Lo que haces me parece fantástico: abrirle tus puertas a ese chico. Cielos, le estás cambiando la vida”. A lo que ésta le responde: “No, él está cambiando la mía”.

Cuando el alma está sedienta del Señor, como canta el Salmo 62, y quienes buscan la sabiduría la encuentran (Sab 6, 12), las vírgenes prudentes, a pesar de haberles entrado el sueño y dormirse (Mt 25, 5), al llegar el novio las despierta y las sienta en la mesa del Reino.

Una lección del Maestro del Amor que, como pelícano amoroso enseña a los hombres su camino. Y al que toda la cristiandad podría aplicar como propias las palabras que Alma escribió de su marido, Mahler, en su diario: “Es el único hombre que puede dar sentido a mi vida, porque supera a todos los que he conocido hasta ahora”.

EL PELÍCANO

“Pie pellicane, Iesu Domine”,
cantó Tomás en uno de sus himnos.
Superas a los hombres
en tu gesto amoroso hacia los hijos;
eres como el pintor que tiñe el lienzo
de tu seno nevado en rojo vivo.

Señor Jesús, pelícano amoroso,
-los dos humanos, y los dos divinos-
eleva a los altares sus heridas
y enseñad a los hombres su camino.

(Naturalia. Los sueños de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Lámparas encendidas.

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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jesus-parabola-10-virgenes-09-parabola_10_verginiMt 25,1-13

El evangelio de hoy es un texto, como mínimo, provocador. En las ocasiones en las que lo he profundizado con otros, sobre todo con jóvenes, ha surgido siempre alguna pregunta por el comportamiento de las llamadas “prudentes” en la parábola. “¿Dónde queda el ser solidario y compartir lo que se tiene?” – preguntan algunos. “¿Esta enseñanza no fomenta el egoísmo?” – cuestionan otros. Si nos quedamos en una primera lectura puede parecer que en el Reino de los cielos no hay cabida para todos o que, si no andamos con cuidado, no se nos perdona un despiste ni se acepta el arrepentimiento. La sabiduría (de la que se habla con entusiasmo en la primera lectura de hoy), relacionada con una postura aparentemente egoísta, no resulta atractiva.

La interpretación más convencional es la escatológica, fundamentada sobre todo en la sentencia final (velad, pues no sabéis el día ni la hora): la figura del novio se identifica con Cristo y se acentúa la invitación a estar preparados para reconocer su presencia y acoger su venida. Adentrándonos en la estructura y composición del texto, encontramos la combinación de dos relatos distintos, fusionados en uno por alguna necesidad pastoral surgida en el seno de la comunidad mateana. Uno de ellos sería el que narra la historia de las jóvenes que celebraron el banquete de bodas con el novio e iría en la línea de parábolas que subrayan la alegría del encuentro, como la de quien halla un tesoro en el campo (13,44) o la del que lo vende todo para comprar una sola perla (13,45). El otro relato sería el que introduce al grupo de quienes no han previsto lo necesario para la fiesta y estaría relacionado con la enseñanza sobre la prudencia/sabiduría o imprudencia/necedad, como en el conflicto con los fariseos (22,15ss).

Esta doble perspectiva nos posibilita sacarle más jugo a la parábola, porque nos recuerda la dimensión de celebración por el encuentro con el novio y de alegría por ser invitados a la fiesta; realidades que, en una lectura rápida, quedan escondidas ante el sinsabor que nos suscita la desesperación de quienes pierden la oportunidad y quedan fuera del banquete.

La realidad es que, desde el inicio del texto, el autor nos hace posicionarnos ante las diez mujeres reconociendo dos grupos absolutamente diferenciados: “cinco eran necias y cinco prudentes”. Nuestra atención se centra en ellas y el símbolo del banquete nupcial pierde fuerza. De hecho, resulta llamativo que se hable del novio, pero no de la novia. Tampoco se nombran otros invitados (aunque sí hay una voz externa que avisa de la llegada del esperado), ni se sabe nada del banquete en sí o de otros preparativos para la fiesta. Es significativo igualmente que se indique el retraso del personaje principal (¡en su propia boda!) y que nos sumerjamos en la narración en una noche profunda que hace que todas (también las prudentes) se duerman.

Desde la perspectiva de los primeros receptores del evangelio de Mateo, en los inicios del cristianismo, podemos captar que están surgiendo dificultades. El retraso de la segunda venida del Mesías, que esperaban inminente, hace dudar a quienes han proclamado su fe en Jesucristo, perdiendo la esperanza y modificando su conducta. Con esta parábola el evangelista los cuestiona. Es el momento de preguntarse sobre qué están, realmente, asentando su esperanza.

Nosotros también podemos hacernos esta pregunta. El texto provoca que, nada más comenzar, tengamos que posicionarnos: ¿en cuál de los dos grupos me encuentro? ¿en cuál de ellos deseo estar? La narración utiliza las lámparas y el aceite como símbolos que marcan la diferencia entre un grupo y otro. Nuestra vida, asentada en la de Quien es la Luz del mundo (Jn 8,12), está llamada a irradiar luz, a iluminar la realidad en la que habitamos, aunque a veces nos envuelva la noche oscura. ¡Vosotros sois la luz del mundo! (5,14).

¿Cómo está mi lámpara? ¿y mi reserva de aceite? ¿de qué modo colaboro para que el Novio pueda celebrar la fiesta? ¿cómo soy luz en medio de tantas noches por las que atraviesa nuestro mundo? Porque la realidad es que todas las jóvenes tenían lámpara. Todas habían sido invitadas a la fiesta. Todas tenían la misma encomienda. El hecho de pertenecer a un grupo o a otro no se les impone desde fuera. Cada uno de los personajes de la parábola, en el fondo, ha sido libre y ha decidido con su actitud (previsora y sabia, o imprudente y descuidada), en qué grupo situarse.

También todos nosotros somos portadores de una lámpara y todos estamos invitados a la fiesta. Podemos alentarnos unos a otros para vivir desde nuestra verdad más profunda, desde la Luz que nos habita, pero, al final, que a nuestra lámpara le falte o no aceite depende de cada una/o, de nuestra responsabilidad, de nuestra previsión, del cuidado delicado y agradecido de todo lo recibido, de la capacidad para sostener la esperanza en las noches, aunque a veces sobrevenga el sueño y… sobre todo, del amor y la alegría que alimentemos en el deseo de encontrarnos, día a día, con el Novio, seguros de que siempre viene. Sólo así seremos luz creíble para otros, alumbraremos -humildemente- alguna oscuridad, y contagiaremos la alegría de sabernos, ¡todos!, invitados a la Fiesta.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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Lo que alimenta nuestra luz

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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Lampara-aceite-amp.Domingo XXXII del Tiempo Ordinario

8 noviembre 2020

Mt 25, 1-13

Leída en una estricta literalidad, la parábola parece caer en una contradicción, ya que las doncellas “sensatas” (“buenas”) aparecen como egoístas, al negarse a compartir su aceite con las del otro grupo. La contradicción estriba en el hecho de que no hay “sensatez” –comprensión– posible cuando no hay amor.

  Pero una parábola busca ser evocadora, por lo que carece de sentido una lectura literalista de la misma. Se trata, más bien, de identificar el objetivo al que la parábola apunta. Y en este caso parece claro que busca poner el foco en otra cuestión: la importancia decisiva de proveerse de “aceite”.

  En el relato, el aceite es aquello que alimenta la lámpara, es decir, lo que hace posible la luz. Con lo cual, el eje de la parábola remite a esta cuestión: ¿qué es aquello que posibilita, mantiene y alimenta la luz en nuestras vidas?

  En nuestra identidad profunda, somos luz, afirmación que el cuarto evangelio pone en boca de Jesús: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12). Ahora bien, es indudable que con frecuencia vivimos ignorantes de esa realidad, desconectados de ella y, en consecuencia, en la oscuridad de la ignorancia esencial, con la confusión y el sufrimiento que conlleva. En esas condiciones, se hace vital la cuestión: ¿cuál es el “aceite” que alimenta nuestra luz y nos permite vivir en conexión con ella?

 La respuesta solo puede ser una: la comprensión experiencial de lo que somos. Para empezar, la persona interesada puede verificarlo por sí misma a partir de un cuestionamiento elemental: ¿qué es lo que me aporta serenidad, paz, ecuanimidad, plenitud, amor, desegocentración, vitalidad, creatividad…? ¿De dónde brota todo eso y –lo que es más importante– qué lo mantiene aun en circunstancias adversas? Indaga con rigor…

  O puede hacerse el mismo cuestionamiento desde otro ángulo: si evito la trampa de atribuir la causa de mis malestares al exterior y dejo de buscarla fuera, ¿qué es lo que me altera, me encierra, me hace sufrir, me desconecta de la vida…?

  Tal como yo lo veo, la respuesta solo es una: todo se ventila en el hecho de vivir o no conectados a lo que realmente somos. Esa comprensión experiencial es luz; su carencia es oscuridad.

 El paso siguiente surge por sí mismo: ¿cómo provisionarnos de “aceite”?, es decir, ¿qué podemos hacer para favorecer la comprensión? Seguramente necesitemos trabajar con constancia la inercia que nos hace vivir identificados con el yo, en una especie de estado hipnótico, y volver a conectar una y otra vez, de manera consciente, con aquello que somos, lo que está más allá del cuerpo, de la mente, del psiquismo, del yo, de la personalidad…

  Más en concreto, me parece necesario vivir un triple cuidado, que puede expresarse en tres palabras: acogerse, atender y estar. Cuidar el amor humilde e incondicional hacia si, como fuente de unificación psíquica; cuidar la atención, como condición de libertad interior frente a los movimientos mentales; y cuidar el silencio consciente hasta, acallada la mente, reconocernos en él.

¿Qué alimenta la luz en mí? ¿Cómo lo cuido?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Seremos en el Señor

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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VIRGENES-PRUDENTESVírgenes prudentes, catedral de Estrasburgo

Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Hacia el final del año litúrgico

Poco a poco vamos llegando al final del año y también del año litúrgico. (El domingo 29 de este mes de noviembre comenzaremos el nuevo año litúrgico con el tiempo de Adviento). Durante estos cuatro domingos que nos quedan, las lecturas nos irán hablando del final, -mejor, de la finalización-, del futuro que nos cabe aguardar.

  1. Hacia el futuro. ¿Qué pasa con los que van muriendo?

¿Qué nos cabe esperar en la vida y en la muerte?

En los primeros años de la vida de la Iglesia: más o menos por los años 40-60, los cristianos pensaban, creían que el Hijo del Hombre estaba al llegar “cualquier día de estos”, muy pronto, tal vez “la semana que viene”. Y cuando llegara el Hijo del Hombre, se acabaría el mundo y nos llevaría con él.

(1ª Tesalonicenses es el escrito más antiguo del NT. La carta data del año 50)

         Pero el Hijo del Hombre no llegaba y entonces el problema que se les plantea a aquellos cristianos era ¿cuál es la suerte de los difuntos y de los que seguimos vivos en la historia?

San Pablo también tenía esta mentalidad, y por ello ha de dar un giro a su pensamiento y trata de alentar la esperanza de aquellos cristianos. Pablo dejará de pensar en términos de tiempo, porque el tiempo cuando llegue el Hijo del Hombre no tiene importancia alguna. Y Pablo pasa a pensar más sencillamente: Seremos en Cristo.

San Pablo fortalece la fe y esperanza de aquellos cristianos -y la nuestra- con la idea -realidad- de que seremos en Cristo.

Solemos preguntarnos y, a veces, dudamos acerca de cómo será el cielo, cuándo será, ¿vendrá el Hijo del Hombre?

Mejor dejar de lado el “cómo”, el “dónde y el cuándo”. Lo decisivo que es que será, seremos en Cristo o con Cristo.

Sobre todo, los católicos (más los fundamentalistas) tienen miedo no tanto a la muerte, sino a condenación, al infierno. Nos han mandado tantas veces al infierno y por cosas tan nimias, que se tiene miedo a morir, porque el fracaso y el fuego eterno lo tenemos garantizado. Quizás por ello sentimos miedo ante la muerte.

         Tengamos muy presente la fe de San Pablo y de aquellas primeras comunidades cristianas: seremos, terminaremos en el Señor.

  1. Velad: estad despiertos.

00167f195a4a8ce0c22fe2abf1829748Vírgenes necias, catedral de Estrasburgo

En la parábola de la espera lúcida o adormecida del esposo por parte de aquellas vírgenes, no se trata de una cuestión matrimonial, sino que es un mundo de símbolos para expresar la fe en la vida eclesial.

Todo ser humano tenemos “instalado en nuestro Windows personal” el problema de la muerte, que probablemente, es el problema más serio que tenemos en la vida: la muerte.

      La cosa ya viene de siglo y medio atrás, pero en esta pandemia resalta que no haya una sola palabra humanista sobre la muerte. Todo son números, cuando no morgue. La ciencia no “toca” de modo humanista la muerte.

         Hoy ya no vivimos en la secularización, (la secularización gestionaba la vida con la razón en vez de con la religión: la libertad, la sociedad, la política, la justicia, la enfermedad, la muerte, etc.). Al menos la secularización echaba una “pensada a la vida”). Hoy en día ni tan siquiera somos secularizados, sino que vivimos en un espeso nihilismo, que no cree en nada. Quien da razón del presente no es la secularización, sino el nihilismo

Es decir, no es que la cultura actual (al menos en la Europa occidental) no sea cristiana, sino que no cree en nada, pero en nada de nada. Vivimos en la época del “vacío”, del “gran vacío”. Ni hay nada al comienzo ni habrá nada al final. Ni venimos ni vamos.

Los medios de comunicación social han hecho del mundo una especie de sala de fiestas, un show permanente para entretener a la gente. Diviértete hasta morir.

Vivir despiertos.

         La primera lectura de hoy es como un canto a la Sabiduría, que no es lo mismo que ciencia.

(Hace unos pocos años, en la lección inaugural de curso de la Facultad de Teología Vitoria, el ponente: -un científico del Centro de Investigaciones científicas-, decía con cierta y sabia ironía: “¡Hombre! entre los científicos, algunos piensan…”).

La sabiduría es saber -saborear- lúcidamente la vida. La sabiduría es radiante (lúcida, despierta) (1ª Lectura). Se puede ser un gran científico, pero no saber vivir. Y, por otro lado, gran parte de la humanidad no ha tenido mucha ciencia, ni hoy en día los tenemos, pero ha sabido vivir. Pensemos en el mundo rural. Jesús mismo no tenía un mundo científico en su mente, pero si sabía vivir y enseñar a vivir.

         La Sabiduría es luz, criterios, esperanza que ilumina la vida y el futuro.

si3la04_tmEs importante que la Iglesia, tanto la Iglesia institucional, como todos nosotros, -pequeños grupos de fe- miremos al futuro y vivamos esperando la llegada del Reino de Dios: justicia, paz, libertad, la venida de Cristo.

Cuando la Iglesia pierde o perdemos el horizonte futuro absoluto y la mirada escatológica, se instala y se constituye en un cuerpo de funcionarios y de curias; y esto no es bueno, porque la Iglesia termina sustituyendo a Cristo. Una Iglesia sin apremio hacia el futuro se instala en este mundo: en la “pompa y circunstancia” de este mundo: Estados Pontificios, poder, institucionalización y afincamiento en este mundo.

Velad

         Velar no significa temer a que venga el Hijo del Hombre, nos juzgue y nos condene. Estar despiertos es abrir la vida a la esperanza de que seremos en el Señor.

Mejor acallar nuestra curiosidad y descansemos (consolaos) en que estaremos siempre en el Señor. El lugar del hombre es Dios

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