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Archivo para Domingo, 15 de noviembre de 2020

Fiel a mi talento

Domingo, 15 de noviembre de 2020
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pensandod

Creo que el temor a malgastarse es la razón que impide a las personas emplear sus mejores capacidades. Si, tras un laborioso proceso de días y días, conseguimos llegar hasta las fuentes internas de nuestro ser, yo lo llamo “Dios”, después logramos conservar lo libertad necesaria, “trabajando en nosotros mismos”, entonces, continuamente estaremos renovados y no tendremos por qué preocuparnos de que se agoten nuestros recursos .

Ser Fieles a todo lo que nos surge espontáneamente, y hasta el final. Ser fieles en el sentido mas amplio del término, fieles a si mismos, fieles con Dios, fieles en todo momento. Significa estar al “cien por cien”. Mi quehacer consiste en ser. Especialmente, en ser fiel a mi talento creativo, por modesto que sea. De cualquier modo, son tantas cosas las que quisiera decir y escribir, que debería articularlas. Sin embargo, intento huir y fallo, no lo consigo   Vivo la vida plenamente y cada vez me siento con mayor responsabilidad ante, y así los llamo, mis talentos. Por dónde comenzar, Dios mío. Hay tantas cosas. No pretendo escribirlas con la intensidad vivida, sería un error. No se trata de eso. Todavía no sé como controlar toda esa materia. Solamente sé que tendré que hacerlo todo yo solo y que tengo la fuerza y paciencia necesarios para lograrlo. Tengo que ser fiel, no puedo dispersarme como arenilla al viento. Estoy dividido entre atentos e impresiones, zarandeado par personas y emociones. Tengo que mantenerme fiel; sobre todo, debo ser fiel a mi talento, “Vivir” insuficientemente una realidad no basta; requiere algo más.

Cada vez veo mejor los abismos que engullen las fuerzas creativas y la alegría de vivir del hombre. Son hoyos que se tragan todo, agujeros que estén en nuestro propio ser. A cada día le basta su pena

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Etty Hillesum,
Diario 1947—1943,

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

“Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno; a cada cual según su capacidad; luego se marchó. [El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.]

Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:

“Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”

[Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:

“Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.”

Su señor le dijo:

“Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo:

“Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.”

El señor le respondió:

-“Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.””]

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Mateo 25,14-30

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“Despertar la responsabilidad”. 15 de noviembre de 2020. 33 Tiempo ordinario(A). Mateo 25, 14-30

Domingo, 15 de noviembre de 2020
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800px-Parable_of_the_Talents._MironovParábola de los talentos (2013), pintura al óleo sobre lienzo de A. N. Mironov.

La parábola de los talentos es un relato abierto que se presta a lecturas diversas. De hecho, comentaristas y predicadores la han interpretado con frecuencia en un sentido alegórico orientado en diferentes direcciones. Es importante que nos centremos en la actuación del tercer siervo, pues ocupa la mayor atención y espacio en la parábola.

Su conducta es extraña. Mientras los otros siervos se dedican a hacer fructificar los bienes que les ha confiado su señor, al tercero no se le ocurre nada mejor que «esconder bajo tierra» el talento recibido para conservarlo seguro. Cuando el señor llega, lo condena como siervo «negligente y holgazán» que no ha entendido nada. ¿Cómo se explica su comportamiento?

Este siervo no se siente identificado con su señor ni con sus intereses. En ningún momento actúa movido por el amor. No ama a su señor, le tiene miedo. Y es precisamente ese miedo el que lo lleva a actuar buscando su propia seguridad. Él mismo lo explica todo: «Tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra».

Este siervo no entiende en qué consiste su verdadera responsabilidad. Piensa que está respondiendo a las expectativas de su señor conservando su talento seguro, aunque improductivo. No conoce lo que es una fidelidad activa y creativa. No se implica en los proyectos de su señor. Cuando este llega, se lo dice claramente: «Aquí tienes lo tuyo».

En estos momentos en que, al parecer, el cristianismo de no pocos ha llegado a un punto en el que lo primordial es «conservar» y no tanto buscar con coraje caminos nuevos para acoger, vivir y anunciar su proyecto del reino de Dios, hemos de escuchar atentamente la parábola de Jesús. Hoy nos la dice a nosotros.

Si nunca nos sentimos llamados a seguir las exigencias de Cristo más allá de lo enseñado y mandado siempre; si no arriesgamos nada por hacer una Iglesia más fiel a Jesús; si nos mantenemos ajenos a cualquier conversión que nos pueda complicar la vida; si no asumimos la responsabilidad del reino como lo hizo Jesús, buscando «vino nuevo en odres nuevos», es que necesitamos aprender la fidelidad activa, creativa y arriesgada a la que nos invita su parábola.

José Antonio Pagola

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“Has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu señor.” Domingo 15 de noviembre de 2020. 33º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 15 de noviembre de 2020
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56-OrdinarioA33Leído en Koinonia:

Proverbios 31,10-13.19-20.30-31: Trabaja con la destreza de sus manos.
Salmo responsorial: 127: Dichoso el que teme al Señor.
1Tesalonicenses 5,1-6: Que el día del Señor no os sorprenda como un ladrón.
Mateo 25,14-30: Has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu señor.

La «parábola de los talentos» es sin duda el texto capital entre los tres de hoy. Un comentario pastoral a esta lectura podrá ir por la senda usual con este texto: Mateo acaba de hablar de la venida futura del Hijo del Hombre para el juicio, y a continuación nos dice cuáles son las actitudes adecuadas ante esa venida, a saber, la vigilancia (parábola de las diez vírgenes) y el compromiso de la caridad (parábolas de los talentos y del juicio de las naciones). La parábola de los talentos es, en este contexto interpretativo, un elogio del compromiso, de la efectividad, del trabajo, del rendimiento. Podrá ser aplicada fructuosamente al trabajo, la profesión, las realidades terrestres, el compromiso secular…

Sin embargo, el contexto de la hora histórica que vivimos es tal, que este mensaje, en sí mismo bueno y hasta naif, ingenuo, se puede resultar funcional respecto a la ideología actualmente dominante, el neoliberalismo. Éste, en efecto, predica, como grandes valores suyos, la eficacia, la competitividad, la creación de riqueza, el aumento de la productividad, el crecimiento económico (si tenemos un crecimiento bajo o no crecemos nos declaramos en crisis), los altos rendimientos de interés bancario, la inversión en valores, etc. Son nombres modernos bien adecuados para lo que se presenta en la parábola, aunque si se los utiliza en la homilía, no pocos oyentes pensarán que el orador sagrado se salió de su competencia (o peor: «se metió en política»). Por una casualidad del destino, esta parábola se hizo bien actual, y los teólogos neoconservadores (también hay «neocons» en teología) la valoran altamente. Algunas de sus frases, sin necesidad siquiera de interpretaciones rebuscadas, avalan directamente principios neoliberales. Pensemos, por ejemplo en el enigmático versículo de Mt 25, 29: «Al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce, se le quitará hasta lo que tiene». No será fácil hacer una predicación aplicada que no haga el juego a un sistema que, para muchos cristianos de hoy, está en los antípodas de los principios cristianos.

La eficacia, la productividad, la eficiencia… no son malas en principio. Diríamos que no son valores en sí mismas, sino “cuantificaciones” que pueden ser aplicadas a unos u otros valores. Se puede ser eficiente en muchas dimensiones, muy distintas (unas buenas y otras malas) y con unas intenciones muy diversas (malas y buenas también). La eficacia en sí misma, abstraída de su aplicación y de su intención… no existe, o no nos interesa ahora. El juicio que hagamos sobre la eficacia dependerá de la materia a la que apliquemos esa eficiencia, así como del objetivo al que se oriente.

Cabe entonces imaginar una “eficiencia” cristiana (agrupando en este símbolo varios otros valores semejantes). El mismo evangelio la presenta en otros lugares, en su célebre inclinación hacia la praxis: No todo el que dice ‘Señor, Señor’, sino el que hace…, la parábola de los dos hermanos (el que dice pero no hace y el que hace aunque había dicho que no), bienaventurados más bien los que escuchan la palabra y la ponen en práctica… y más paradigmáticamente, el texto que continúa al de hoy, el que meditaremos el domingo próximo, Mt 25,31ss, en el que el criterio del juicio escatológico que allí aparece será precisamente lo que hayamos “hecho” efectivamente a los pobres…

La eficiencia aceptada y hasta encomiada por el evangelio es la eficiencia “por-el-Reino”, la que está puesta al servicio de la causa de la solidaridad y del amor. No es la eficiencia del que logra aumentar la rentabilidad (reduciendo empleos por la adopción de tecnologías nuevas), o la del que logra conquistar mercados por su competitividad (reduciendo la capacidad de auto-subsistencia de los países pequeños, o pobres, sin tecnología), o la del que logra ingresos fantásticos por inversiones especulativas del capital “golondrina” en este gran casino mundial financiero…

La «eficiencia por la eficiencia» no es un valor cristiano, ni siquiera es un valor verdaderamente humano (no parece que nos humanice, más bien parece que lo heredamos de nuestro pasado como depredadores). Quizá sea cierto que el capitalismo, sobre todo en su expresión salvaje actual, sea “el sistema económico que más riqueza crea”; pero no es menos cierto que lo hace aumentando simultáneamente el abismo entre pobres y ricos, la concentración de la riqueza a costa de la expulsión del mercado de masas crecientes de excluidos. El criterio supremo, para nosotros, no es una eficiencia económica que produce riqueza y distorsiona la sociedad y la hace más desequilibrada e injusta. No sólo de pan vive el ser humano. Cristianamente no podemos aceptar un sistema que en favor del (o en culto al) crecimiento de la riqueza, sacrifica idolátricamente la justicia, la fraternidad y la participación de masas humanas. Poner la eficiencia por encima de todo esto, es una idolatría, es la idolatría del culto del dinero, verdadero dios neoliberal. Y sobre la “idolatría del mercado” y el carácter sacrificial de la ideología neoliberal, ya se ha escrito mucho…

No, no es pues que nosotros no queramos ser eficientes, competentes (más que competitivos), o que no seamos partidarios de la “calidad total”, ni mucho menos… Somos partidarios de la mayor «eficacia en el servicio al Reino», así como de «la competencia y la calidad total en el servicio al Evangelio». (In ordinariis non ordinarius, decía un viejo adagio de la ascética clásica, queriendo llevar la calidad total a los detalles más pequeños de la vida ordinaria u oculta).

Y no es que no haya que reconocer que con frecuencia los más “religiosos” hayan estado ajenos a las implicaciones económicas de la vida real, predicando fácilmente una generosa distribución donde no se consigue una producción suficiente, esperándolo todo de la limosna o los piadosos mecenas. También en el campo de la economía teórica –sobre todo en esta hora– necesitamos un renovado compromiso de los cristianos.

Si Jesús se lamentó de que los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz, ello significa que la «astucia» (otro tipo de eficacia) no es mala; lo malo es ponerla al servicio de las tinieblas y no de la luz. Leer más…

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Dom 15.11.20. 33 TO. Parábola de los talentos (Mt 25, 14-30): Para qué producir, para quién

Domingo, 15 de noviembre de 2020
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23559859_887681394742387_3958786061188678572_nDel blog de Xabier Pikaza:

Este ciclo litúrgico A, centrado en el evangelio de Mateo, termina con las tres parábolas finales que condensan todo su mensaje:

El primer domingo (8 del 11) ha sido el de las diez vírgenes (Mt 25, 1-13), que representan la historia de la humanidad (y la esencia de la iglesia) como amor (o falta de amor: luz de boda),

El segundo (15 del 11) representa la misma historia humanidad desde la perspectiva de tres hombres a quienes un amo entrega sus talentos para que negocien con ellos. Las 10 vírgenes se convierten así en varones depositarios de un tesoro, que ellos deben hacer que fructifiquen (Mt 25, 14-30).

El tercero (22 del 11) nos situará ante el tema del juicio, que es igual  para hombres y mujeres: dar de comer  y beber a los pobres, acoger a extranjeros y desnudos,visitar a encacelados y enfermos   (Mt 25, 14-30).

  Toca, pues, este domingo el tema de los talentos,  que quiero exponer desde mi comentario de Mateo. El dinero de la vida (todos los talentos) están al servicio del amor entre los hombres y mujeres, los ricos y los pobres, en solidaridad de vida.  Ésta es una parábola inquietante y luminosa, que nos sitúa en Dios, que es amor en gratuidad, y Mammón que es un tipo de dinero/talento al servicio de la muerte.

 Texto

25 14 Porque es como un hombre que, yendo de viaje, llamó a sus esclavos y los dejó encargados de sus bienes: 15 y a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno; a cada cual según su capacidad; luego se marchó. En seguida, 16 el que recibió cinco talentos fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. 17 El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. 18 En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

19 Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos esclavos y se puso a ajustar las cuentas con ellos. 20 Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco. 21 Su señor le dijo: Muy bien. Eres un esclavo fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo de mucho; pasa al banquete de tu señor.

22 Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos. 23 Su señor le dijo: Muy bien. Eres un esclavo fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entre en la alegría de tu señor.

244 Vino, en fin, el que había recibido un talento y dijo: Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; 25 tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo. 26 El señor le respondió: Eres un esclavo negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? 27 Por eso te convenía haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. 28 Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez.

29 Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. 30 Y a ese esclavo inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

INTERPRETACIÓN BÁSICA.

Ésta es una parábola, no un texto de doctrina sobre la responsabilidad humana, un relato simbólico para pensar y comprometerse, aceptando y cultivando la vida como un “don” que debemos recibir agradecidos, a fin de que produzca fruto, sin miedo al riesgo necesario, asumiendo así la tarea de nuestra libertad responsable. El dueño no es Dios (como lo muestra su actuación final, cuando castiga duramente al holgazán), pero hay algo de Dios en el relato, que así aparece como espejo de la vida, tiempo de tarea, desde el Poder más alto a quien descubrimos no sólo como esposo (parábola anterior), sino como señor que nos ha confiado una tarea.

  • ‒ Parábola justa. Conforme al conjunto de Mateo, la vida es un don que no puede compararse con el manejo de dinero. Por eso, tomada en sí misma, esta parábola de administradores monetarios, con la exigencia de producir grandes beneficios, parece ir en contra (¡va en contra!) del mensaje que Jesús dirige a los pobres, un mensaje de vida amorosa, de puro regalo. Ciertamente, la vida es don, no comercio, pero hay en ella un elemento que también puede compararse al comercio, entendido como intercambio y producción de bienes. Se nos ha dado todo aquello que tenemos, de forma que somos una especie de “inversión” de Dios, que se arriesga al crearnos, y así quiere que produzcamos buenos frutos (cf. 3, 8; 7, 16-20; 13, 8. 23-26; 21, 34-43). En esa línea podemos afirmar que todo en la vida es nuestro, pues Dios nos lo ha dado, sin pedirnos intereses, por pura bondad, sin exigir que le reconozcamos o paguemos con algún tipo de talión, como ha dejado claro el Sermón de la Montaña (5, 38-48). Pero siendo gratuidad, Dios quiere que respondamos con amor, no sólo por él, sino por nosotros, para que así la vida que hemos recibido fructifique y produzca para bien de los demás, sabiendo que somos para el Reino (es decir, para los otros). Leída así, ésta es una parábola abierta a la “creatividad”, al don positivo de la entrega de aquello que somos, en gesto activo y creador, al servicio de la obra de Dios.
  • ‒ Parábola injusta. Pero, en otro sentido, parece que esta parábola ha sido proclamada para gente fuerte, con duras responsabilidades, hombres y mujeres que se sienten y son capaces de producir, rindiendo así para el dueño. Se ha llegado a decir que esta parábola es un texto para ejecutivos, llenos de agresividad, gentes que, en general, suelen aplicar unos métodos poco caritativos (e incluso injustos) para amasar dinero. Algunos han añadido que es una parábola para banqueros y dirigentes de multinacionales, personas sin conciencia moral, sin más finalidad que la pura ganancia, aunque se hundan países enteros, con sus pobres (como está sucediendo ahora, año 2017). Leída así, esta parábola no se puede aplicar a los más débiles, a la mayoría de los hombres y los pueblos, aplastados por otros, exigiéndoles que produzcan, y midiendo la producción en términos utilitarios. No es una parábola para deprimidos, enfermos mentales, simples prostitutas, sencillos publicanos que no alcanzan a cobrar los impuestos que les piden los amos. Entendida desde la perspectiva de la pura producción externa, esta parábola va en contra de otros rasgos del evangelio.
  • ‒ Por eso se podría pensar en una anti-parábola. El tesoro que importa al Jesús de Mateo (los talentos verdaderos de la vida, el aceite de las vírgenes, el gesto de aquellos que buscan tesoros en el cielo y se oponen a la mamona: cf. 6, 19-34) no es algo que se mida en términos monetarios, pues el valor del hombre (el ser humano), su talento, es la misma vida, la capacidad de amor, de ofrecer y compartir lo que tenemos. En este sentido, producir es simplemente ser, dejarse amar, viviendo así en amor. Por eso, en un momento dado, deberíamos protestar contra la formulación externa de esta parábola, sabiendo que ella va en contra de lo que Jesús vino a decir y realizar hasta su muerte, pues él no quiere que produzcamos para un tipo de dueño egoísta y austero que responde con dureza el tercer “siervo” de la parábola. El verdadero Dios de Jesús no es egoísta, sino principio generoso de gracia que ofrece y comparte todo, pidiendo de esa forma que seamos y que despleguemos vida, por el placer de ser y de dar, por el gozo de compartir lo que hemos recibido con los demás. Por eso, en un momento dado, debemos protestar contra la parábola.
  • Pues bien, a pesar de eso, en otro plano, entendida en su verdad, esta parábola tiene una función provocativa, que consiste en movilizar los impulsos y exigencias del evangelio, sin miedo a fracasar, sin enterrar el talento en la tierra, como hace el tercer protagonista. Tomada externamente, ésta es una parábola de miedo, pues el amo que vuelve a pedir cuentas es cruel, no tiene piedad del miedoso y su conducta no es ejemplo de misericordia, como pide Jesús (9, 13; 12, 7; 23, 23), sino todo lo contrario. Pero, en un sentido más profundo, ella nos pide que seamos generosos, que trabajemos sin miedo al fracaso, por gratuidad, como el Señor que nos ha confiado gratuitamente todo.
  • En esa línea, incluso este hombre duro, que se parece a los reyes herodianos (ejemplo de avaricia monetaria y violencia asesina), puede servir de referencia para los servidores del evangelio, no para trabajar por miedo al castigo (aunque el miedo puede cumplir una función positiva, como en el caso del siervo/doulos de 24, 45), sino por agradecimiento al Señor que nos ha mostrado su confianza y nos ha dado lo que somos y tenemos. En un nivel, parece que los siervos de aquel dueño deben trabajar por egoísmo y miedo, obligados a lograr el máximo beneficio de aquello que les ha confiado el amo, en un mundo donde se busca ante todo el rendimiento. Pero los servidores de Jesús han de trabajar por un motivo más alto, aunque sin olvidar la exigencia del servicio mutuo, de la responsabilidad por el evangelio, el amor generoso. 2.
  • Parábola para repensar… Las parábolas no son para leerlas de un modo cerrado, sino para entenderlas desde la situación de cada uno, desde la situación del mismo mundo… En esa línea, partiendo del evangelio y de nuestro propio tiempo, en este día mundial de los pobres, la parábola sólo se puede entender así: a) Dios ha dejado en nuestras manos los talentos… más o menos b) Cada uno ha de poner sus talentos al servicio del Reino… Es decir, al servicio de los más pobres, de la paz y la justicia en el mundo. c) El problema no es sólo el “no producir”, sino que hay un problema aún mayor: El producir para destruir, el producir para oprimir a los demás, por puro egoísmo. d) El problema actual (2020) no es el “no producir”, sino el producir de un modo egoísta, al servicio del sistema, pasando por encima del hambre de los pobres y destruyendo las fuentes de vida de la tierra.

SITUACIÓN. ESTA PARÁBOLA  ENTRE LAS PARÁBOLAS ORIGINALES DE JESÚS

 Es bueno situar esta parábola a la luz de la cuatro que según algunos críticos actuales, como J. P. Meir (Un judío marginal, tomo V) son las originarias de Jesús:

  1. Grano de mostaza (Mc 4:30-32/Mt 13:31-32/Lc 13:18-19/Tomás 20) Jesús presentó su Reino como siembra de vida” (la parábola de la siembra de Mc 4 par. desarrolla este motivo, pero en un contexto que parece posterior…). El Reino de Dios es palabra sembrada, como la más pequeña de las semillas… No necesita un templo grande como el Jerusalén, ni legiones como Roma. Pero tiene y es lo más grandes: la Palabra creadora de Dios (cf. Gen 1) en forma de semilla.
  2. Invitación personal, la Cena de Dios (Mt 22,2-14 || Lc 14,16-24//Tomás 64). El Reino de Dios no es sólo semilla/principio, sino también llamada final, invitación de Dios que nos convoca al banquete de su vida. Esta parábola recoge la invitación de Jesús al Reino, entendido como banquete final de bodas. Dios no exige, Dios no impone su mandato por la fuerza, sino que habla a los hombres por dentro y les llama.
  3. Talentos, un tesoro de Reino (Mt 25:14-30/Lc 19:12-27/ cf. Tomás 41). Esta parábola se conserva no sólo en el Q, sino en el fondo especial de Mateo y Lucas (que acabamos de citar: M y L, con el evangelio de Tomas, y evoca la gracia de Dios, que nos ha dado su “talento” (talento de Reino) pero también su exigencia, es decir, la tarea de escuchar esa llamada, de aceptar ese “talento”, respondiendo así con nuestra propia vida
  4.  Viñadores homicidas (Mc 12:1-11/Mt 21:33-44/Lc 20:9-18/Tom 65). Ésta  parábola recoge la historia de la vida y palabra de Jesús, pues resulta prácticamente imposible haya sido compuesta después de la “experiencia” pascual de la Iglesia (que habría contado las cosas de otra forma, aludiendo de algún modo a la resurrección). En su origen está la versión de Mc 12, 1-8, que no ofrece ninguna “respuesta” de los oyentes, dejando así abierto el despliegue de la vida de Jesús, hijo de Dios asesinado, mientras los asesinos se apoderan de la viña. Con esta parábola termina la vida de Jesús, a quien pueden asesinar los que se creen dueños de la viña (soldados imperiales, sacerdotes del templo). ¿Qué pasará en caso de que lo hagan? ¿Dónde estará Dios en ese caso, cómo responderá?

REFLEXIONES PARA SEGUIR PENSANDO:

  1. Ésta es una parábola… no un texto de teoría, una doctrina.Es una parábola para pensar y comprometerse, para descubrir la vida como una fuerte tarea, o como un “don” que debemos recibir agradecidos, queriendo que “produzca fruto”, sin miedo. . En un primer momento, podemos pensar que el amo no es Dios (sobre todo por el final, cuando “castiga” al siervo holgazán de una forma extrema). Repito, el texto es una parábola, un espejo de la vida… Y para situarnos ante la tarea de nuestra “administración”, Jesús acude a la imagen de un “rico” (aspirante a reyezuelo) que deja su tesoro en manos de administradores, para que le produzcan más dinero.
  2. La vida es un don… que no puede compararse con dinero… Por eso, la parábola en sí parece ir en contra de todo el mensaje de Jesús, dirigido a los pobres, mensaje de vida amorosa, de puro regalo. Pero hay en la vida un elemento que también puede compararse al dinero: Nos han dado lo que somos y tenemos, de manera que es nuestro, siendo del “amo” (¿de otros hombres? ¿de Dios?) de manera que debemos administrarlo, administrar la vida, para que produzca, sin miedo… En ese sentido, podemos decir que todo es nuestro, pero es nustro para que lo desarrollemos, al servicio de los demás. Ésta es una parábola abierta a la “creatividad”, al gesto positivo de la entrega, al servicio de la vida, sin miedo, sin segundas intenciones.
  3. Esta parábola no se puede aplicar a los más débiles, a la mayoría de los que están aplastados en el mundo,exigiéndoles que produzcan, y midiendo la producción en términos utilitarios. No es una parábola para gente triste, para enfermos mentales, para pobres prostitutas de segunda, para publicanos que no llegan a fin de mes. No es parábola para depresivos, es decir, para gran parte de nosotros…Entendida desde la perspectiva de la pura producción externa esta parábola en contra de otros rasgos del evangelio.
  4. Entender esta parábola significa invertirla.El tesoro (los talentos verdaderos de la vida, el “aceite” de las buenas muchachas, los millones de alma de los que dan de comer y beber a los otros…) no son algo que se mide en términos pecuniarios. El valor del hombre (el ser humano), su talento, es la vida como tal, la capacidad de recibir amor y de ofrecerlo y compartirlo. En este sentido, producir es simplemente ser, dejarse amar, producir es simplemente vivir en amor. Es evidente que Jesús nos estaría guiñando el ojos y nos diría que no se trata de “producir” talentos de dinero, sino el talento más hondo de la vida, el “tesoro” del cielo, al que él solía aludir, que es tesoro en amigos, en humanidad (como el evangelio de Lucas ha puesto de relieve en el entorno de esta parábola).
  5. Por eso, en un sentido, hay que protestar contra la parábola. Producir “talentos” no significa ganar dinero, tener poder, triunfan en la vida, sino ser con amor. ¿Para quién se produce? Jesús no quiere que produzcamos para el amo egoísta y austero en el que piensa el tercer “siervo” de la parábola. Dios no es austero ni egoísta. Dios es “don” que se ofrece, se comparte… Dios nos pide que seamos y despleguemos vida, por el placer de ser y de dar… Y por el gozo de compartir lo que hemos recibido con los demás. Por eso, tenemos que protestar contra la parábola.
  6. Pero, al fin, la parábola tiene un elemento positivo… Ella nos anima a ser lo que somos, a no enterrar el talento del amor, a no dejarnos vencer por el miedo… Ésta es la parábola de un Jesús que nos dice, en medio de la tormenta, que “no temamos”, la parábola de un Jesús que nos dice que nos ha dado millones de cielo… y que debemos ser no sólo agradecidos, sino generosos, por nosotros mismos, por los otros… No, no tenemos sólo unos cientos de quilos de plata… Tenemos miles y millones de vida, la vida de Dios, en el fondo del alma, en el corazón, en los ojos y en las manos. Que vivamos sin miedo, eso quiera la parábola
  7.  Pasar de los talentos (el oro del aspirante real o del Estado… en general administrados de un modo egoísta) al Talento (que es la buena inteligencia), y en especial al talento del Corazón (talento del Reino), al servicio de la “humanidad de Dios”.Jesús ha debido explicar y aplicar esta parábola en claves de talento del corazón, es decir, de riqueza suprema del Reino… haciendo que sus oyentes reflexiones sobre el uso de los talentos que reciben los siervos de los grandes reyes del mundo, para negociar con ellos, al servicio del rico sistema monetario.

PREGUNTAS ABIERTAS

 La vida no está hecha para producir dinero y tener, sino para ser en amor y compartir.  En esa línea, quizá más que de producir y de ganar se podría hablar de ser y darse, de una forma humana, sin agobio material, pero sin miedo y sin holgazanería, para así mejorar la vida de todos, en gratuidad, en confianza, no por ley, sino por gracia, sabiendo que al fin el Reino de Dios (y la vida entera) es un don.

a) Importa producir, pero sobre todo hacerlo en gratuidad para servicio universal: Que los hambrientos coman y los extranjeros encuentren patria (en la línea del texto siguiente de Mt 25, 31-46).

b) Hay que producir en forma de transformación personal, con los recursos de la más honda sabiduría, sabiendo que la “ganancia mayor” no es de tipo solamente material sino de oración, de madurez interior, educación, de acompañamiento mutuo, de acogida, de cuidado de los pobres y extranjeros, sin enterrar los talentos, de manera que la humanidad sea un lugar de gozo y concordia para todos.

c) En esa línea, los más grandes productores de humanidad son orantes, los contemplativos, aquellos que convierten toda su vida en don ante Dios, para los otros, en la línea del amor que canta el Cantar de los Cantares de la Biblia o el Cántico Espiritual de Juan de la Cruz.

d. La responsabilidad no es igual para todos… sino que es mayor para los que tienen (han recibido, a veces “robado”) más. Se trata de una responsabilidad social y personal

e. En este contexto, la humanidad se está jugando su propio futuro… Una humanidad que no “gana” (no produce) al servicio de aquellos que no tiene, en gratuidad. está corriendo el riesgo de destruirse a sí misma.

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El empleado miedoso y la empresaria modelo. Domingo 33. Ciclo A.

Domingo, 15 de noviembre de 2020
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Jesus TalentoDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La parábola del domingo pasado (las diez muchachas) animaba a ser inteligentes y previsores. La de hoy anima a la acción, a sacar partido de los dones recibidos de Dios. Jesús ha usado poco antes, en otra parábola, la imagen del señor y sus empleados. Ahora vuelve a hacerlo, pero usando el contexto de la cultura urbana y pre-capitalista. La riqueza del señor no consiste en tierras, cultivos y rebaños de vacas y ovejas. Consiste en millones contantes y sonantes, porque los famosos “talentos” no tienen nada que ver con la inteligencia. El talento era una cantidad de plata que variaba según los países, oscilando entre los 26 kg en Grecia, 27 en Egipto, 32 en Roma y 59 en Israel. Por consiguiente, los tres administradores reciben, aproximadamente, 300, 120 y 60 kg de plata.

 La parábola

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: 

Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. 

Se acercó el que habla recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”

Se acercó luego el que habla recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.” Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.”

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.”

El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabias que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues deblas haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez.

Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

 El empleado miedoso, negligente y holgazán

 Los dos primeros duplican esa cantidad negociando con el dinero que les han confiado. Pero la parábola se detiene en el tercero, que se molesta en buscar un sitio escondido, cava un hoyo, y entierra el talento. El lector actual, conocedor de tantos casos parecidos, se pregunta quién ha sido el más inteligente. ¿Es preferible colocar el capital en acciones arriesgadas o guardarlo en una caja fuerte? En cambio, el propietario de la parábola lo tiene claro: había que invertir el dinero y sacarle provecho, como hicieron los dos primeros empleados.

¿Por qué no ha hecho lo mismo el tercero? Él mismo lo dice: ha actuado así porque conoce a su señor, le tiene miedo, y prefirió no correr riesgo. Y termina con un lacónico: “Aquí tienes lo tuyo”.

Sin embargo, el señor no comparte esa excusa ni esa actitud. Lo que ha movido al empleado no ha sido el miedo, sino la negligencia y la holgazanería. Le traen sin cuidado su señor y sus intereses. Y toma una decisión que, actualmente, habría provocado manifestaciones y revueltas de todos los sindicatos: lo mete en la cárcel (“echadlo fuera, a las tinieblas”).

 Aplicándonos el cuento

 Los sindicatos llevarían razón, y conseguirían que readmitieran al empleado, incluso con un gran resarcimiento por daños y perjuicios. Pero el Señor de la parábola no depende de sindicatos ni tribunales del trabajo. Tiene pleno derecho a pedirnos cuentas a cada uno del tesoro que no ha encomendado.

Como ocurría con el aceite en la parábola de las muchachas, los talentos se han prestado a múltiples interpretaciones: cualidades humanas, don de la fe, misión dentro de la iglesia, etc. Ninguna de ellas excluye a las otras. La parábola ofrece una ocasión espléndida para realizar un autoexamen: ¿qué he recibido de Dios, a todos los niveles: humano, religioso, familiar, profesional, eclesial? ¿Qué he hecho con ello? ¿Ha quedado escondido en un cajón? ¿Ha sido útil para los demás? Como se dice en el mismo evangelio de Mateo: ¿Ha resplandecido mi luz ante los hombres para que glorifiquen al Dios del cielo? Pienso que será suficiente decirle: “Aquí tienes lo tuyo”.

 Una moraleja desconcertante

 La parábola, termina con unas palabras muy extrañas: “Al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene”. ¿En qué quedamos? ¿Tiene o no tiene? Pero la frase no se debe al error de un copista, se encuentra así en los tres evangelios sinópticos (Mt 13,12; Mc 4,25; Lc 19,26). Es posible que el mismo Jesús intentara aclararla más tarde mediante la historia de un señor que encomienda su capital a tres empleados. El sentido de la frase resulta ahora más claro: “Al que produzca se le dará, y al que no produzca se le quitará lo que tiene”. Esa parábola terminó en dos versiones bastante distintas, la de Mateo, que se lee hoy, y la de Lucas 19,11-27. Lucas, para no provocar las iras de los sindicatos, no mete al empleado holgazán en la cárcel, se limita a quitarle el denario.

 La empresaria modelo (1ª lectura)

 En el contexto económico de la parábola encaja perfectamente la imagen de la mujer empresaria de la que habla el libro de los Proverbios. La liturgia traduce “mujer hacendosa”. Pero el texto sugiere mucho más. Habla de una mujer que es, al mismo tiempo, excelente empresaria (cosa que quedaría más clara si la liturgia no hubiera mutilado el texto), generosa con los necesitados y con las personas a su servicio, preocupada por sus hijos y su marido, gozando del respeto y estima de sus conciudadanos, porque ella misma respeta al Señor. Es interesante esta imagen propuesta por un libro bíblico hace veintitrés o veinticuatro siglos, tan distinta de nuestro proverbio: “La mujer casada, la pata quebrada… y en casa”.

 Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas.  Su marido se fía de ella, y no le faltan riquezas.  Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida. Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos.  Extiende la mano hacia el huso, y sostiene con la palma la rueca. Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre. Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que teme al Señor merece alabanza. Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza.

 Quien lee el poema entero (se encuentra en Proverbios 31,10-31) advierte la enorme actividad que esta mujer desarrolla desde la mañana temprano hasta avanzada la noche. El capital recibido de Dios (sean cinco talentos, dos o uno) ha sabido invertirlo perfectamente.

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Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. 15 noviembre, 2020

Domingo, 15 de noviembre de 2020
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“… el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.”

(Mt 25, 14-30)

El otro día tuve una interesante (también sorprendente) conversación telefónica. Había llamado a una empresa para hacer un pedido. Cuando la persona que estaba al otro lado del teléfono me dijo: “Mira, yo no soy monja, pero a mí me gusta decir que soy cristina, por qué voy a callarme. ¡Si tenemos una religión que es un chollo! Podemos beber vino, podemos comer de todo. Lo único que se nos pide es que no hagamos daño a nuestro vecino.”

¡Correcto! El seguimiento de Jesús es un chollo, pero la mayoría de los cristianos lo metemos en el pañuelo y lo enterramos.

Nos han dado un Don, un talento, un regalo y en lugar de disfrutarlo lo escondemos bajo tierra. Me llama la atención la vergüenza que da manifestarse como cristiano. Mucha gente casi parece pedir perdón cuando dice que es cristiana. Es como si fuera algo íntimo y privado. Lo que debería darnos vergüenza no es ser cristianas sino no ser consecuentes con nuestro seguimiento, eso sí que debería sonrojarnos.

Hay otro fenómeno actual que también es sorprendente. En este mundo globalizado en el que vivimos nos hacemos enseguida solidarios de lo que nos queda más o menos cerca ya sea geográfica, cultural o ideológicamente. Por ejemplo, cuando ha habido algún triste atentado de cierta envergadura empiezan a circular frases como: “Todos somos …”. Apoyamos a quienes han sufrido una violencia injusta y eso está bien. Pero… hay un matiz que oscurece la buena intención y es que parece que nuestra capacidad de solidarizarnos solo alcanza hasta aquellos con quienes nos “identificamos”. Si hay un atentado en un país europeo nos movilizamos, si es en África o en un país musulmán…

Con todo, lo más llamativo es que no nos sentimos solidarios con las personas que son perseguidas por ser cristianas. Dudo que haya mucha gente dispuesta a hacer circular frases como: “todos somos cristianos” cuando se atenta contra la vida de muchas personas en Siria, Irán, Irak, Egipto, Afganistán…

No, no ponemos en juego nuestro talento. Ni arriesgamos nuestra imagen o nuestra reputación. No nos manifestamos abiertamente cristianos y es por una sencilla razón: nos da vergüenza. Ser cristiano en occidente no está de moda. La imagen que se tiene del cristianismo es tan chata, tan reducida y ridícula que hay que reconocer que un poco de vergüenza sí que da. Pero si deseamos que esa imagen cambie solo hay un camino:  abrir el hoyo, desenterrar el talento, ponerlo a la vista y descubrir su valor.

Oración

Trinidad Santa, danos la audacia necesaria para decir abiertamente que creer en Ti es creer en una vida digna para todas las personas, para la creación entera. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Nunca te conformes con lo que has descubierto en ti.

Domingo, 15 de noviembre de 2020
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bwgeyencaaamqv4Mt 25, 14-30

Mateo sigue con sus amonestaciones. Estamos en el tiempo de la comunidad, antes de que llegue el tiempo escatológico, que creían inminente. Cada miembro de la comunidad debe tomar la parte de responsabilidad que le corresponde y no defraudar ni a Dios ni a los demás. En tiempo de Mt, ya muchos se hacían cristianos no por convicción sino para vivir del cuento, sin dar golpe. Es curioso que las tres parábolas de este c. 25 hagan referencia a omisiones, a la hora de ponderar las consecuencias de nuestras acciones.

El talento no era una moneda real. En griego “tálanton” significa el contenido de un platillo de la balanza (una pesada). Era una cantidad desorbitada, que equivalía a 26-41 kilos de plata = 6.000 denarios; 16 años de salario de un jornalero. Para entender lo de enterrar el talento, hay que tener en cuenta que había una norma jurídica, según la cual, el que enterraba el dinero que tenía en custodia, envuelto en un pañuelo, no tenía responsabilidad civil si se perdía. Enterrar el dinero se consideraba una buena práctica.

Durante mucho tiempo se ha interpretado la parábola materialmente, creyendo que nos invitaba a producir y acaparar bienes materiales. De esta mala interpretación nace el capitalismo salvaje en Occidente, que nos ha llevado a desigualdades sangrantes que no hacen más que crecer, incluso en plena crisis. Una vez más, hemos utilizado el evangelio  en contra del mensaje de Jesús. Me gusta más la versión de Lc, en la que todos los empleados reciben lo mismo; la diferencia está solo en la manera de responder.

También sería insuficiente interpretar “talentos” como cualidades de la persona. Esta interpretación es la más común y ha quedado sancionada por nuestro lenguaje. ¿Qué significa tener talento? Tampoco es éste el verdadero planteamiento de la parábola. En el orden de las cualidades, estamos obligados a desplegar todas las posibilidades, pero siempre pensando en el bien de todos y no para acaparar más y desplumar a los menos capacitados. Para mayor “inri”, dando gracias a Dios por ser más listos que los demás.

Si nos quedamos en el orden de las cualidades, podíamos concluir que Dios es injusto. La parábola no juzga las cualidades, sino el uso que hago de ellas. Tenga más o menos, lo que se me pide es que las ponga al servicio de mi auténtico ser, al servicio de todos. En el orden del ser, todos somos idénticos. Si percibimos diferencias es que estamos valorando lo accidental. En lo esencial, todos tenemos el mismo talento. Las bienaventuranzas lo dejan muy claro: por más carencias que sientas, puedes alcanzar la plenitud humana.

En todos los órdenes tenemos que poner los talentos a fructificar, pero no todos los órdenes tienen la misma importancia. Como seres humanos tenemos algo esencial, y otro mucho que es accidental. Lo importante es la esencia que constituye al hombre como tal. Ese es el verdadero talento. Todo lo que puede tener o no tener (lo accidental) no debe ser la principal preocupación. Los talentos de que habla el evangelio, no pueden hacer referencia realidades secundarias sino a las realidades que hacen al hombre más humano. Y ya sabemos que ser más humano significa ser capaz de amar más.

Los talentos son lo bienes esenciales que debemos descubrir. La parábola del tesoro escondido es la mejor pista. Somos un tesoro de valor incalculable. La primera obligación de un ser humano es descubrir esa realidad. La “buena noticia” sería que todos pusiéramos ese tesoro al servicio de todos. En eso consistiría el Reino predicado por Jesús. El relato del domingo pasado, el de hoy y el del próximo, terminan prácticamente igual: “Entraron al banquete de boda…” “Pasa al banquete de tu señor”. “Heredad el Reino…”. Banquete, boda y Reino son símbolos de plenitud.

Algunos puntos necesitan aclaración. En primer lugar,  el que no arriesga el dinero, no lo hace por holgazanería o comodidad, sino por miedo. El siervo inútil no derrocha la fortuna; simplemente la guarda. Debía hacernos pensar que se condene uno por no hacer nada. Creo que en nuestras comunidades, lo que hoy predomina es el miedo. No nos deja poner en marcha iniciativas que supongan riesgo de perder seguridades, pero con esa actitud, se está cercenando la posibilidad de llevar esperanza a muchos desesperados.

En segundo lugar, la actitud del Señor tampoco puede ser ejemplo de lo que hace Dios. Pensemos en la parábola del hijo pródigo, que es tratado por el Padre de una manera muy diferente. Quitarle al que tiene menos lo poco que tiene para dárselo al que tiene más, tomando al pie de la letra, sería impropio del Dios de Jesús. Dios no tiene ninguna necesidad de castigar. El que escondió el talento ya se ha privado de él haciéndolo inútil para él mismo y para los demás. Es algo que teníamos que aprender también nosotros.

Finalmente es también muy interesante constatar que, tanto el que negocia con cinco, como el que negocia con dos, reciben exactamente el mismo premio. Esto indica que en ningún caso se trata de valorar los resultados del trabajo, sino la actitud de los empleados. En una cultura en la que todo se valora por los resultados, es muy difícil comprender esto. En un ambiente social donde nadie se mueve si no es por una paga; donde todo lo que hace tiene que reportar algún beneficio, es casi imposible comprender la gratuidad que nos pide el evangelio. Si necesito una paga es que no entendí nada.

La parábola nos habla de progreso, de evolución constante hacia lo no descubierto. El único pecado es negarse a caminar. El ser humano tiene que estar volcado hacia su interior para poder desplegar todas sus posibilidades. Todo el pasado del hombre (y de la vida) no es más que el punto de partida, la rampa de lanzamiento hacia mayor plenitud. La tentación está en querer asegurar lo que ya tengo, enterrar el talento. Tal actitud no demuestra más que falta de confianza en uno mismo y en la vida, y por lo tanto, en Dios.

Lo que tenemos que hacer es tomar conciencia de la riqueza que ya tenemos. Unos no llegamos a descubrirla y otros la escondemos. El resultado es el mismo. No es nada fácil, porque nos han repetido hasta la saciedad, que estamos en pecado desde antes de nacer, que no valemos para nada, que la única salvación posible tiene que venirnos de fuera. Lo malo es que nos lo seguimos creyendo. El relato del camello que se negaba a moverse porque se creía atado a la estaca, aunque no lo estaba, O el león que vivía con las ovejas como un borrego más sin enterarse de lo que era es el mejor ejemplo de nuestra postura.

Todo afán de seguridades, nos aleja del mensaje de Jesús. Toda intento de alcanzar verdades absolutas y normas de conducta inmutables, que nos dejen tranquilos, carecen de sentido cristiano. Ninguna conceptualización de Dios puede ser definitiva; hace siempre referencia a algo mayor. Estamos aquí para evolucio­nar, para que la vida nos atraviese y salga de nosotros enriquecida. El miedo no tiene sentido, porque la fuerza y la energía no la tenemos que poner nosotros. Nuestro objetivo debía ser que al abandonar este mundo, lo dejáramos un poquito mejor que cuando llegamos a él, haciéndolo más humano.

Meditación

No hay un “yo” que posea un tesoro.
Soy, realmente, un tesoro de valor incalculable.
Solo hay un camino para poder disfrutar de lo que soy.
Poner toda esa riqueza a disposición de los demás.
Es la gran paradoja del ser humano.
Solo alcanza su plenitud cuando se da plenamente.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Multiplicar los talentos.

Domingo, 15 de noviembre de 2020
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the-talents-god-gave-usUtiliza en la vida los talentos que poseas: el bosque estaría muy silencioso si solo cantasen los pájaros que mejor cantan. (Henry van Dayke).

15 nov. DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 25, 14-30. Se acercó el hombre que había recibido cinco bolsas de oro, le presentó otras cinco diciendo: Señor: Me diste cinco bolsas de oro y he ganado otras cinco.

Esta parábola invita a la diligencia y la fidelidad mientras se consuma el tiempo del Reino de Dios, pudiéndose afirmar que el punto de tensión de la parábola está en la escena de la rendición de cuentas a su señor.

Jesús denuncia la inconsecuencia de los que reviven el mensaje del reino y luego pretenden refugiarse en una seguridad estéril.

Sus discípulos tenemos que hacer fructificar los bienes del reino durante el tiempo que se nos ha concedido, lo que, para Mateo, es el tiempo de la Iglesia.

 

Quienes no hacen fructificar los bienes recibidos, aunque sea bajo el pretexto de colocarlos en un lugar se seguro, terminarán por perderlo todo.

Y de la misma manera, la comunidad eclesial debe estar alerta y vigilante para no caer en la comodidad y la rutina, y para preocuparse, no únicamente de incrementar los propios valores personales, sino también ayudando a los demás a conseguirlo.

Como decía el Ucraniano Rabí Baal Shem Tov (1688-1760): “El yo del hombre está en constante movimiento, y el mío sigue a los grandes para subir y atraer a los pequeños para elevarlos”.

Henry van Dayke (1852-1933) dice: “Utiliza en la vida los talentos que poseas: el bosque estaría muy silencioso si solo cantasen los pájaros que mejor cantan”.

De mi libro Poemas del viento:

CON MOCHILA A LAS ESPALDAS

La felicidad no es un destino,
es la actitud con que se viaja por la vida.

Y cuando yo entendí que era cierto,
me fui a viajar con ella por todos los caminos,
para ver cómo era.

Me crucé con el Dalái Lama,
y le pregunté por ella,
quien si detenerse me dijo:

“El propósito de nuestras vidas es ser felices”. 

Como llevaba prisa por encontrarla,
se continuó buscándola.

Era una invitación muy claramente
a aprender a cultivar mis talentos,
ya que ella es la mejor brújula de la conciencia,
que nos invita a crecer constantemente

¿No es este acaso el camino
que Jesús pedía que recorriéramos?

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Mª Guadalupe labrador: ¿Tomamos nuestras decisiones desde el agradecimiento por lo recibido o desde el miedo?

Domingo, 15 de noviembre de 2020
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talentsMt. 25, 14-30

Cuando se escribe este evangelio, las primeras comunidades cristianas, están viviendo el tiempo de la espera del Señor. Jesús resucitado, “ha sido llevado al cielo” en lenguaje de Lucas (Hch. 1,11) y “volverá como lo habéis visto subir”. Hay quienes piensan que su retorno es inminente e incluso los que, tomándolo como pretexto, no trabajan, ni hacen nada… “se quedan parados mirando al cielo”.

Desde esta clave escatológica, que nos sitúa en actitud de vigilancia, de espera de alguien que viene, o mejor  que regresa, leemos la parábola de hoy. Es tan conocida y la hemos oído tantas veces que corremos el peligro de reducirla a las ideas de siempre. Vamos a hacer un esfuerzo por leerla como mensaje de Dios para mí, hoy; un mensaje que tiene algo nuevo que decirme.

Como a los empleados de la parábola, nos resulta fácil sentir que el Señor se ha ido, y nos ha dejado aquí solos…  ¡con la pandemia! Pero, también como ellos, tenemos dos realidades a las que agarrarnos. Por una parte los tesoros recibidos. Habitualmente designamos con la palabra “talento” una cualidad personal, una capacidad; sin embargo en la parábola de hoy, el talento era la medida de mayor capacidad que existía y se utilizaba para medir oro, plata y otros metales. Un talento llegó a tener la equivalencia de 6.000 denarios, es decir, el sueldo que podía recibir un trabajador a lo largo de unos 16 años. Era una cantidad increíble, desmesurada.

San Mateo quiso resaltar que los dones que Jesús les entregó antes de irse eran de un valor incalculable, y cuando volviera pediría cuentas del uso que habían hecho de ellos. Además tenemos la seguridad de su vuelta. Nos ha dicho que volvería: tenemos el encargo de esperarle.

Conscientes de ambas cosas nos planteamos, ¿qué dones hemos recibido y qué queremos hacer con ellos? ¿Cómo vamos a esperarle? Son las decisiones vitales que debemos tomar y de ellas nos habla la parábola. Nos muestra dos perspectivas:  a los que toman sus decisiones a partir de lo que el señor les ha dejado y al que decide desde el miedo. Es esencial que tengamos claro desde donde tomamos nuestras decisiones, qué nos impulsa a ellas.

De los que toman sus decisiones desde los dones o tesoros recibidos, nos dice el evangelio que “fueron enseguida a negociar con ellos”. No se paran a pensar lo que les falta, no se obsesionan con no perder lo recibido, salen raudos a sembrar, a negociar, a hacer crecer los bienes. Sin duda, luego vino la búsqueda de los caminos para hacerlo, el arriesgar lo que habían recibido, el tiempo y el esfuerzo invertido… Pero lo decisivo es que se pusieron diligentemente a trabajar con los talentos, mientras esperaban el regreso del señor. A trabajar con lo recibido, no en propiedad permanente, sino con lo que se les había encomendado temporalmente, conscientes de que cuando llegase les pediría cuentas. ¿Somos de esos? ¿Qué estamos haciendo con los dones y posibilidades recibidas?

Y a estos, nos dice el texto, el señor a su regreso los felicita:  “¡Muy bien!”.  Quizá nos sorprenda que no les felicite por lo que han hecho, por cómo lo han hecho o por lo que han ganado… sino que diga a cada uno: “eres un empleado fiel y cumplidor”. Una persona de fiar en lo poco a la que le puede encomendar algo más grande y definitivo y a la que invita a pasar a su banquete.

Entonces resulta que no estamos hablando de trabajo solo, sino de forma de vivir. Que no hablamos de su relación con los bienes encomendados, sino de su relación con el mismo señor.

El otro personaje es el que toma sus decisiones desde el miedo. ¿A qué tiene miedo? Según el texto, al mismo señor, al que le ha encomendado sus tesoros. Miedo a que las cosas no le salgan como el señor espera, a arriesgar lo recibido y perderlo, o quizá al esfuerzo y compromiso que suponga… Solo tiene un talento, pero es una cantidad inmensa. No tiene motivos para la envidia de los que recibieron cinco.

Muchas veces ponemos el acento en lo que nos falta, cuando lo que tendríamos que plantearnos es: ¿quién necesita lo que hemos recibido en abundancia? Olvidamos que, en muchos textos, el evangelio nos invita a sembrar abundantemente, aun en “terrenos pedregosos o llenos de zarzas”

Quizá hoy nos resulta fácil ponernos en su lugar y sentir que tenemos miedo, muchos miedos… es casi lo habitual. El miedo muchas veces nos paraliza, y nos lleva a tomar decisiones “raquíticas o egoístas”. Y lo grave es que a veces lo intentamos disfrazar de “prudencia”, como si nos mantuviéramos en la norma o en la fidelidad… ¿A qué tenemos miedo? ¿Qué decisiones estamos tomando en la vida desde el miedo? ¿Qué estamos enterrando, preocupados solo de no perderlo?

El evangelio muchas veces nos habla de derroche, de generosidad desbordante, de siembra abundante… Nos advierte que las decisiones que surgen del miedo nacen en sí mismas fracasadas. Desde el miedo renunciamos a crecer, a expandirnos, creemos que solo podemos preservar lo recibido, lo que ya tenemos. Pero no es así, lo que se entierra muchas veces se pudre, lo que encerramos bajo llaves para que no cambie, porque en algún momento fue valioso deja de serlo… Por eso desata la ira del señor, que le dice: No, tú no has cuidado y guardado lo que te encomendé, has dejado que se devalúe, que pierda su significatividad, que crezca, que sea útil para alguien… ¿Qué nos diría a nosotros?

Hemos recibido los tesoros del reino, los bienes que se nos han dado, no para guardarlos, no para enterrarlos, sino para sembrar agradecidos, para arriesgarnos a buscar modos creativos de hacerlos fructificar y comprometernos en ellos. Este tiempo, mientras el Señor vuelve, es el tiempo del que disponemos para hacerlo.

El evangelio de hoy nos invita a actuar, a mantener un modo de espera marcada por lo recibido, no por el temor. A superar el miedo con la esperanza de su retorno y la confianza en su juicio misericordioso. A esperar atentos el regreso del Señor, porque su presencia, entrar con él en su banquete es, con mucho, lo que más deseamos… la decisión última que nos mueve a tomar cualquier otra decisión.

Mª Guadalupe labrador Encinas. fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Gratuidad versus mérito

Domingo, 15 de noviembre de 2020
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Cascada-amp.Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

15 noviembre 2020

Mt 25, 14-30

La conocida como “parábola de los talentos” se ha interpretado con frecuencia en clave de mérito y recompensa, desconociendo así uno de los ejes básicos del mensaje de Jesús: la gratuidad.

  El esquema –don/esfuerzo/recompensa– resulta muy familiar al ego: te dan algo, tú lo haces producir y con ello obtienes una recompensa. Se halla tan arraigado en nuestra mente, desde las primeras experiencias infantiles, que no es extraño que alcance a todos los ámbitos, incluido el religioso, donde ha dado lugar a un religión del cumplimiento y mercantilista.

   Pero, como acabo de decir, ese esquema no casa con la enseñanza de Jesús, tal como se pone de manifiesto, por ejemplo, en la parábola de “los trabajadores de la viña” (Mt 20,1-16), donde los últimos reciben exactamente lo mismo que los primeros.

   Ello me hace pensar en la probabilidad de que en este relato haya intervenido la mano de algún glosador que rehiciera una parábola original, para poner el acento en la necesidad del mérito para hacerse acreedor de la recompensa divina. De ese modo, la parábola habría quedado “moralizada”.

  Me parece más acertado pensar que, en su forma original, el foco se colocaba en la necesidad de “no esconder” el talento. Con lo cual, el mensaje es luminoso: todo es don, que en cada persona adquiere una tonalidad propia y se expresa de manera única. Basta acogerlo y dejarlo vivir para que se multiplique. Todo lo recibido –pura gracia–, cuando no nos apropiamos de ello, pasa a través de nosotros y produce el fruto adecuado. Lo cual requiere situarse como cauces limpios y desapropiados, que no buscan recompensa, sino que sencillamente son movidos por la propia fuerza del don que busca desplegarse.

  Así leída, esta parábola, como tantas otras, resulta provocativa, hasta el punto de hacer saltar nuestros esquemas habituales, que advertimos con facilidad cuando tenemos en cuenta las tendencias del ego: por un lado, suele tender a apropiarse y controlar para obtener el resultado apetecido o la recompensa soñada; pero, por otro, cuando es atrapado por el miedo al fracaso, tiende a negar el don, escondiéndolo o negándolo.

  Frente a las trampas del egoapropiación, control, miedo, ocultación–, la parábola constituye un canto a la gratuidad y a la confianza. Y es entonces cuando es posible experimentar que todo cambia cuando te entregas, todo fluye cuando lo sueltas, todo llega cuando es su tiempo, todo sana cuando aceptas. La gratuidad asumida siempre se traduce en desbordamiento de fruto.

¿Vivo la gratuidad?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El Dios de algunos católicos fanáticos es muy justo, porque castiga a los malos y a los buenos en cuanto se descuidan

Domingo, 15 de noviembre de 2020
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talento2Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. Parábola. ¿Ajuste de cuentas?

Escuchamos hoy esta parábola de los talentos, que es eso, una parábola y no la contabilidad de una sucursal bancaria.

         Este texto, como todas las parábolas, lo hemos de leer no con una mentalidad de rendición exacta de cuentas, ni tan siquiera como una parábola moralista, sino con una mentalidad poéticamente amable, llena de gracia.

Jesús nunca creyó ni nos presentó a Dios como alguien, que funciona por intereses y rentabilidad. El Dios de Jesús no es un señor duro y rencoroso, que recoge donde no siembra. El Dios de Jesús, nuestro Dios es bondad, acogida, compasión y misericordia.

(Había un cura que decía aquello de que: “el Dios de los católicos es muy justo, porque condena a los malos y a los buenos en cuanto se descuidan”).

¡Cuántas veces nos ha dicho Jesús: no tengáis miedo, no perdáis la calma!

  1. Lo que Dios nos da no es dinero, no tan siquiera hay que contar los talentos por cualidades o dones, sino que el talento de Dios es son su amor.

         Los bienes, los talentos no son cosas, ni tan siquiera cualidades o capacidades, sino lo que Dios nos regala es su amor y su gracia. Dios nos quiere a todos.

  1. El amor se multiplica.

         Lo que se multiplica no son las cosas. Me diste 1.000 euros, aquí tienes otros mil.

Los dos primeros criados de la parábola multiplican lo que Dios les ha dado y ellos han experimentado: el amor. Quien no ama, no construye, más bien destruye y se destruye, entierra su vida. Quien no ama, queda fuera, está fuera de sí, fuera de la comunidad, fuera de Dios.

  1. El problema es el miedo.

La clave de interpretación de esta parábola es el miedo.

Tuve miedo … (v 25) dice el tercer criado, porque sabía que eres un hombre duro. Este pobre hombre tenía la imagen de un Dios duro, justiciero. Curiosa y desgraciadamente se repite la misma expresión de Adán en el paraíso después del pecado: tuve miedo (Gn 3,10). Y también -penosamente- Adán se sigue repitiendo en la historia y hoy: tenemos miedo de Dios, tememos a Dios. Dios es un peligro para muchas personas religiosas.

         El problema es el miedo.

         Este tercer empleado, también hijo de Dios, tiene miedo porque tiene la imagen de un Dios bancario, justiciero al que hay que tener miedo y “tener a raya”. La imagen que el tercer empleado es la un Dios peligroso, temible. “Dios es peligroso”.

         Mientras tengamos miedo a Dios no “produciremos” nada de nada, porque el miedo bloquea, paraliza, hace daño.

         El amor es fecundo, fértil, abierto, el miedo es una cerrazón egoísta, porque Dios es un peligro…

         El tercer criado, el que entierra el denario tiene una visión de un Dios de ese estilo justiciero: ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo?

         Pero el Dios de Jesús no es así, es Padre, Dios es amor (1Jn 4,8).

  1. Evangelizar es vivir y sembrar amor.

         Evangelizar, más bien adoctrinar, en el miedo y en el terror ha hecho mucho daño y ha dañado muchas psicologías y personas.

Una Iglesia que vive sembrando el pánico es una iglesia muy lejana del evangelio, más bien contraria al evangelio.

Por desgracia en muchos ambientes (incluida nuestra diócesis de San Sebastián) hoy en día se sigue predicando (catequesis) esta visión de un Dios terroristas, condenador

         Menos mal que el papa Francisco es un hombre que ha vuelto a un Dios de amor y habla de ese Dios con sencillez para la gente, para el pueblo llano y débil. Esta es la razón por la que es mal visto y perseguido por la gente religiosa partidarios del “palo y tente tieso” de un Dios rencoroso y duro. El papa Francisco cree en el Evangelio, en el Dios Padre, no pocos eclesiásticos creen en el señor duro de la parábola de los talentos.

         Las personas religiosas viven y siembran miedo, quien cree en JesuCristo vive en el amor. Los temperamentos religiosos y fanáticos pululan en el miedo y la angustia. El creyente (fe) en JesuCristo vive confiado en el amor, no es creyente porque tiene miedo, sino porque tiene amor.

  1. Siervo bueno y fiel. Siervo malvado.

         No se trata de que unos criados fueron buenos gestores de la Kutxa y el tercero un hombre poco rentable.

         Uno es siervo bueno y fiel porque siente, percibe en sí la bondad de Dios, se siente querido por Dios. No se trata de rentabilidad económica como en el capitalismo, sino que el asunto es que uno es bueno y fiel porque ha experimentado la bondad de Dios.

         La maldad, el siervo malo no es porque haya pecado, sino porque considera a Dios como duro y le tenemos miedo a Dios.

         Si no experimentamos bondad en la vida, no podemos multiplicar ni transmitir el amor de Dios.

  1. Solo el amor es digno de la fe.

         La gran y única cualidad (talento) cristiana es el amor, el sentirse querido por Dios. El amor es salvífico. El amor de Dios abre la profundidad de nuestro ser.

            Podremos tener deficiencias morales, deformaciones pero que nada tienen que ver con lo que Dios piensa del hombre moralmente.

            El problema no es el pecado, sino la ausencia de amor.

            Dios ama siempre y a todos.

 

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