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El Papa en el campo de Moria: “Éste es el mensaje que hoy deseo dejaros que no perdáis la esperanza”

Domingo, 17 de abril de 2016

el-papa-con-un-bebe-en-lesbos_720x241“El Papa es nuestra esperanza” y “Sálvanos, Santidad”, rezan las pancartas

Bartilomé: “Los que tienen miedo de ustedes no les han mirado a los ojos ni ven a sus hijos”

Jerónimo: “Pedimos un cambio de actitud a los que tienen en sus manos el destino de las naciones. Vamos actuar hasta que se ponga fin a esta aberración contra la dignidad humana”

José Manuel Vidal, 16 de abril de 2016 a las 12:15

(José M. Vidal).- Flanqueado por el Patriarca Bartolomé y Jerónimo, Francisco entra en el campo de Moria, una prisión a cielo abierto, donde se hacinan 2.500 refugiados que huyen de la guerra. Pero Europa les cierra las puertas. Tras saludar a los refugiados, los líderes religiosos firman una declaración conjunta. En su discurso, el Papa pide a Europa que abra su corazón y sus fronteras y a los refugiados que “no pierdan la esperanza”

bienvenido-a-lesbosA la puertas del campo, le esperan los refugiados. Algunos portan pancartas improvisadas en cartones, en sábanas y en folios: “El Papa es nuestra esperanza o “Help me” o “bienvenido, Papa Francisco”. Muchos jóvenes y niños que piden “libertad”. Entre eellos, varios carteles que pieden paz y libertad para el pueblo yazidi, un pueblo minoritario arrasado por el ISIS en Irak.

Nada más bajarse del autobús, el Papa se dirige a los refugiados y saluda, uno a uno, a los más de 250 jóvenes que le esperan, le sonríen y le aplauden. Le acompañan Barolomé y Jerónimo.

El Papa saluda a las mujeres musulmanas con la mano en el corazón. A su lado, el Patriarca Bartolomé reparte caramelos a los niños y coge a un bebé en brazos y lo levanta al aire.

Los refugiados saludan y graban al Papa. Algunos le entregan pequeños papeles. Tras recorrer la entrada al campo, los tres religiosos se dirigen a una gran tienda, donde la esperan más refugiados. Besos, saludos, abrazos y muchos niños que le entregan al Papa sus dibujos en hojas de libretas. El Papa los recoge, hace preguntas, los alaba y los pasa a sus secretarios.

A su lado, siempre atento, Bartolomé le coloca el pectoral al Papa, que sigue recolectando dibujos de los niños, que hablan de fugas, de guerras, de travesías por el mar en busca del sueño de la paz en Europa.

detalle-de-bartolome-en-lesbosFrancisco no se cansa de saludar y de escuchar las tragedias de los refugiados. A alguno de ellos, cristiano que huye, le regala un rosario.

Un refugiado le pide la bendición y llora, emocionado, mientras el Papa lo consuela. Sin prisa alguna, derrochando un inmenso cariño con su mirada, su sonrisa y sus gestos de ternura. Es su peculiar interpretación del Evangelio de la misericordia.

 La gente le pide al Papa: “Ayúdenos, por favor. Que abran las fronteras. Que nos den libertad”. El Papa les escucha y asiente, con tristeza en su mirada.

“Tengo un hijo de 15 años en Alemania. Ayúdeme a encontrarme con él”, le dice una madre. El Papa asiente y escucha con atención.

Un chaval le pide que lo bendiga, se arrodilla ante él y le explica su caso. Otra chica hace lo mismo entre lágrimas. Una niña le besa los pies y le pide ayuda. Otra mujer que está sola con su pequeña. A su lado, un anciano saluda al Papa y llora emocionado, mientras el Papa le acaricia.

el-papa-en-lesbos-panoramicaTras saludar a toda la gente que hay en la tienda, los tres religiosos acceden a un pequeño estrado, con tres sillas y con sus respectivas banderas y, en un pequeño atril pronuncian sus discursos. Antes, un pequeño coro de niños le dedica una canción. Y el Papa escucha, atento y emocionado y les aplaude.

Los tres líderes religiosos suben al estrado, entre gritos de “libertad, libertad”. Entre los presentes, el primer ministro Tsipras. El primero en intervenir es el Patriarca de Grecia Jerónimo. “Acogemos con alegría, hoy en Lesbos, al Papa Francisco…Juntos llamamos la atención al mundo sobre la actual tragedia de los refugiados…Unimos nuestras voces para denunciar los ataques a la dignidad de las personas humanas”

“Pedimos un cambio de actitud a los que tienen en sus manos el destino de las naciones. Vamos actuar hasta que se ponga fin a esta aberración contra la dignidad humana”.

“Estoy orgulloso del pueblo griego que contribuye a que el calvario de los refugiados sea menos pesado y menos duro…Lloramos la smuchas vidas que se pierden en el mar Egeo…Una sola petición a la ONU para que afronte esta trágica situación que estamos viviendo. Espero ver pronto a los niños disfrutar de una infancia feliz y no muertos en las orillas del mar Egeo”, concluyó su Beatitud.

A continuación, el Patriarca Bartolomé. “Hemos viajado hasta aquí para mirarlos a los ojos y sostener sus manos, para decirles que nos preocupamos por ustedes, para decirles que el mundo no les ha olvidado…Para expresar nuestra solidaridad y apoyo al pueblo griego…para recordarles incluso cuando las personas le dan la espalda…NO debemos tener miedo...”

el-papa-con-los-refugiados-en-lesbos“Sabemos que sus corazones están llenos de ansiedad por sus familias y que buscan un futuro más digno…Lloramos cuando vimos la dureza de los corazones de los que les han cerrado las fronteras y les dan la espalda… Los que tienen miedo de ustedes no les han mirado a los ojos ni ven a sus hijos…Olvidan que la dignidad y la libertad va más allá del miedo y de la división...”

“Este es un problema de todo el mundo, que será juzgado por la forma en que les ha tratado… El Mediterráneo no debe ser una tumba, sino un lugar de vida, intercambio y diálogo“El mar Egeo debe convertirse en un mar de paz. Que los conflictos en Oriente Medio cesen y sea restairada la paz…”

“Les prometemos que nunca les olvidaremos ni dejaremos de hablar por ustedes…Haremos todo lo posible para abrir los ojos y el corazón del mundo…”

 Algunas frases del discurso del Papa

“Quiero deciros que no estáis solos”

“Habéis sufrido mucho en busca de una vida mejor”

“Habéis hecho grandes sacrificios por vuestras familias, dejando detrás todo lo que más queríais y sin saber lo que os puede deparar el futuro”

“Esperando construir una nueva vida en este continente”

“He venido aquí, con mis hermanos, para estar con vosotros y para escuchar vuestras historias. Hemos venido para llamar la atención del mundo sobre esta grave crisis humanitaria y para implorar que se resuelva”

“Hablaremos abiertamente en nombre vuestro. Esperemos que el mundo responda de una forma digna de nuestra común humanidad”

“Dios creó el género humano para que fomre una sola familia. Cuando un hermano sufre, todos sufrimos…Esta crisis puede hacer surgir lo mejor de nosotros…El pueblo griego ha respondido generosamente a vuestras necesidades en medio de sus dificultades…Lo habéis visto en muchos jovenes que han venido aquí para ayudaros…Dios no nos deja nunca solos. Siempre hay alguien que nos puede tender la mano y ayudarnos”.

“Éste es el mensaje que hoy deseo dejaros: No perdáis la esperanza. El mayor don que podemos ofreceros es el amor…El Buen samaritano, una parábola que se refiere a la misericordia de Dios, el misericordioso…”

“Dios os bendiga a todos, especialmente a los niños, a los ancianos y a los que sufren. SObre vosotros invoco el don divino de la esperanza y de la paz”.

Firma de la declaración conjunta

A continuación, los tres líderes religiosos firman la declaración común, mientras se escucha el murmullo de la gente y el llanto de los niños.

Terminada la firma, los tres líderes religiosos se retiran a un prefabricado contiguo, donde hay una mesa y donde el Papa y los líderes religiosos van a comer con algunos refugiados. El Papa bendice la mesa y se sientan a comer con los refugiados.

Texto íntegro del discurso del Papa

Queridos amigos He querido estar hoy con vosotros. Quiero deciros que no estáis solos. En estas semanas y meses, habéis sufrido mucho en vuestra búsqueda de una vida mejor. Muchos de vosotros os habéis visto obligados a huir de situaciones de conflicto y persecución, sobre todo por el bien de vuestros hijos, por vuestros pequeños. Habéis hecho grandes sacrificios por vuestras familias. Conocéis el sufrimiento de dejar todo lo que amáis y, quizás lo más difícil, no saber qué os deparará el futuro. Son muchos los que como vosotros aguardan en campos o ciudades, con la esperanza de construir una nueva vida en este Continente.

He venido aquí con mis hermanos, el Patriarca Bartolomé y el Arzobispo Hieronymos, sencillamente para estar con vosotros y escuchar vuestras historias. Hemos venido para atraer la atención del mundo ante esta grave crisis humanitaria y para implorar la solución de la misma. Como hombres de fe, deseamos unir nuestras voces para hablar abiertamente en vuestro nombre. Esperamos que el mundo preste atención a estas situaciones de necesidad trágica y verdaderamente desesperadas, y responda de un modo digno de nuestra humanidad común.

Dios creó la humanidad para ser una familia; cuando uno de nuestros hermanos y hermanas sufre, todos estamos afectados. Todos sabemos por experiencia con qué facilidad algunos ignoran los sufrimientos de los demás o, incluso, llegan a aprovecharse de su vulnerabilidad. Pero también somos conscientes de que estas crisis pueden despertar lo mejor de nosotros. Lo habéis comprobado con vosotros mismos y con el pueblo griego, que ha respondido generosamente a vuestras necesidades a pesar de sus propias dificultades. También lo habéis visto en muchas personas, especialmente en los jóvenes provenientes de toda Europa y del mundo que han venido para ayudaros. Sí, todavía queda mucho por hacer. Pero demos gracias a Dios porque nunca nos deja solos en nuestro sufrimiento. Siempre hay alguien que puede extender la mano para ayudarnos.

Este es el mensaje que os quiero dejar hoy: ¡No perdáis la esperanza! El mayor don que nos podemos ofrecer es el amor: una mirada misericordiosa, la solicitud para escucharnos y entendernos, una palabra de aliento, una oración. Ojalá que podáis intercambiar mutuamente este don. A nosotros, los cristianos, nos gusta contar el episodio del Buen Samaritano, un forastero que vio un hombre en necesidad e inmediatamente se detuvo para ayudarlo. Para nosotros, es una parábola sobre la misericordia de Dios, que se ofrece a todos, porque Dios es «todo misericordia». Es también una llamada para mostrar esa misma misericordia a los necesitados. Ojalá que todos nuestros hermanos y hermanas en este Continente, como el Buen Samaritano, vengan a ayudaros con aquel espíritu de fraternidad, solidaridad y respeto por la dignidad humana, que los ha distinguido a lo largo de la historia.

Queridos amigos, que Dios os bendiga a todos y, de modo especial, a vuestros hijos, a los ancianos y aquellos que sufren en el cuerpo y en el espíritu. Os abrazo a todos con afecto. Sobre vosotros y quienes os acompañan, invoco los dones divinos de fortaleza y paz.

Fuente Religión Digital

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