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Seguir a Jesús vale la pena. Domingo 22. Ciclo A

Domingo, 3 de septiembre de 2023
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imageDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En el evangelio del domingo anterior, Pedro, inspirado por Dios, confiesa a Jesús como Mesías. Inmediatamente después, dejándose llevar por su propia inspiración, intenta apartarlo del plan que Dios le ha encomendado. El relato Mateo 16,21-27 lo podemos dividir en tres escenas.

1ª: Jesús y los discípulos (primer anuncio de la pasión y resurrección)

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.

Pedro acaba de confesar a Jesús como Mesías. Él piensa en un Mesías glorioso, triunfante. Por eso, Jesús considera esencial aclarar las ideas a sus discípulos. Se dirigen a Jerusalén, pero él no será bien recibido. Al contrario, todas las personas importantes, los políticos (“ancianos”), el clero alto (“sumos sacerdotes”) y los teólogos (“escribas”) se pondrán en contra suya, le harán sufrir mucho, y lo matarán. Es difícil poner de acuerdo a estos tres grupos. Sin embargo, tratándose de Jesús, coinciden en el deseo de hacerlo sufrir y eliminarlo. Esto que parece una simple conjura humana, Jesús lo interpreta como parte del plan de Dios. Por eso, no dice a los discípulos: «Vamos a Jerusalén, y allí una panda de canallas me va a perseguir y matar», sino «tengo que ir» a Jerusalén a cumplir la misión que Dios me encomienda, que implicará el sufrimiento y la muerte, pero que terminará en la resurrección.

Para la concepción popular del Mesías, como la que podían tener Pedro y los otros, esto resulta inaudito. Sin embargo, la idea de un personaje que salva a su pueblo y triunfa a través del sufrimien­to y la muerte no es desconocida al pueblo de Israel. La expresó un profeta anónimo, y su mensaje ha quedado en el c.53 de Isaías sobre el Siervo de Dios.

2ª: Pedro, portavoz de Satanás, y Jesús

Jesús termina hablando de resurrección, pero lo que llama la atención a Pedro es el «padecer mucho» y el «ser ejecutado». Según Mc 8,32, Pedro se puso entonces a reprender a Jesús, pero no se recogen las palabras que dijo. Mateo describe su reacción con más crudeza:

Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:

― ¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.

Jesús se volvió y dijo a Pedro:

― Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios. 

Ahora no es Dios quien habla a través de Pedro, es Pedro quien se deja llevar por su propio impulso. Está dispuesto a aceptar a Jesús como Mesías victorioso, no como Siervo de Dios. Y Jesús, que un momento antes lo ha llamado «bienaventurado», le responde con enorme dureza: «¡Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar!»

Estas palabras traen a la memoria el episodio de las tentaciones a las que Satanás sometió a Jesús después del bautismo. El puesto del demonio lo ocupa ahora Pedro, el discípulo que más quiere a Jesús, el que más confía en él, el más entusiasmado con su persona y su mensaje. Y Jesús, que no vio especial peligro en las tentaciones de Satanás, ve aquí un grave peligro para él. Por eso, su reacción no es serena, como ante el demonio; no aduce tranquilamente argumentos de Escritura para rechazar al tentador, sino que está llena de violencia: «Tú piensas como los hombres, no como Dios.» Los hombres tendemos a rechazar el sufrimiento y la muerte, no los vemos espontáneamente como algo de lo que se pueda sacar algún bien. Dios, en cambio, sabe que eso tan negativo puede producir gran fruto.

3ª: Jesús y los discípulos (parábola del maletín y el joyero)

Entonces dijo Jesús a sus discípulos:

― El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

No se conocían de nada, sólo les unió compartir dos asientos de primera clase. Ella colocó en el compartimento un elegante estuche con sus joyas. Él, un pesado maletín con su portátil y documentos de sumo interés. El pánico fue común al cabo de unas horas, cuando vieron arder uno de los motores y oyeron el aviso de prepararse para un aterrizaje de emergencia. Tras el terrible impacto contra el suelo, ella renunció a sus joyas y corrió hacia la salida. Él se retrasó intentando salvar sus documentos. El cadáver y el maletín los encontraron al día siguiente, cuando los bomberos consiguieron apagar el incendio. Extrañamente, ella recuperó intacto el estuche de sus joyas.

En tiempos de Jesús no había aviones, y él no pudo contar esta parábola. Pero le habría servido para explicar la enseñanza final de este evangelio. Para entender esta tercera parte conviene comenzar por el final, el momento en el que el Hijo del Hombre vendrá a pagar a cada uno según su conducta. En realidad, sólo hay dos conductas: seguir a Jesús (salvar la vida, renunciando al joyero) o seguirse a uno mismo (salvar el maletín a costa de la vida). Seguir a Jesús supone un gran sacrificio, incluso se puede tener la impresión de que uno pierde lo que más quiere. Seguirse a uno mismo resulta más importante, salvar la vida y el maletín. Pero el avión está ya ardiendo y no caben dilaciones. El que quiera salvar el maletín, perderá la vida. Paradójicamente, el que renuncia al joyero salva la vida y recupera las joyas.

Jeremías y Jesús (Jer 20,7-9)

Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí. Siempre que hablo tengo que gritar: «Violencia», proclamando: «Destrucción.» La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: «No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre»; pero ella era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía.

            La vida de Jeremías no fue fácil. Él no quería ser profeta, le objetó a Dios que era demasiado joven y que no sabía hablar. Pero el Señor no aceptó su protesta y lo obligó a transmitir el mensaje más duro en los años más difíciles del reino de Judá: cuando se avecinaba la desaparición de la monarquía, la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia.

            Al principio, todo fue bien («me sedujiste, Señor, y me dejé seducir»). Pero el tener que anunciar y justificar la desgracia futura se le convierte en una carga insoportable. Personalmente, tiene la sensación de que todo su mensaje se sintetiza en dos palabras horribles: «violencia» y «destrucción». Socialmente, esta predicación le procura críticas, burlas, persecuciones, incluso amenazas de muerte. ¿Solución? Olvidarse de Dios y de su palabra. Pero no puede hacerlo. Esa palabra arde en sus entrañas, es un fuego incontenible.

            Jeremías, igual que Jesús, se siente obligado a cumplir la misión que Dios le encomienda. Es cierto que en Jesús no encontramos la misma rebeldía, pero la reacción tan humana del profeta ayuda a comprender que, para el Señor, «tener que ir a Jerusalén» supuso también un gran sacrificio.

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Domingo XXII del Tiempo Ordinario. 03 Septiembre, 2023

Domingo, 3 de septiembre de 2023
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“Jesús se volvió y dijo a Pedro: -¡Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como las gentes, no como Dios!”

Mt 16, 21-27

Es muy interesante ver cómo la Biblia pone al descubierto las oscuridades de sus más ilustres personajes. Las grandes figuras de sus páginas son personas con grandes defectos y pecados, desde Adán hasta Pablo, pasando por Abraham, Moisés, David o cualquiera de los Doce.

¡Ojo!, que solo aparecen referentes masculinos, pero así ha sido, las grandes figuras bíblicas, las que se han puesto como modelo, han sido varones. Mas la Biblia está también llena de mujeres que aparecen con sus sombras y que muchas veces han quedado ocultadas, olvidadas.

Pero lo que interesa en este texto es que Pedro, una de las figuras más importantes de la Iglesia primitiva, se muestra incapaz de comprender hacia dónde conduce el camino que lleva Jesús.

Pedro, uno de los íntimos de Jesús, a quien Jesús le confía la dirección de aquellos primeros discípulos está completamente equivocado. Mete la pata hasta las orejas y el evangelio nos lo cuenta sin ocultar detalle.

La verdad de nuestra debilidad no le quita nada a lo que somos a los ojos de Dios. No nos ha elegido porque seamos perfectas ni mejores que las demás. Nos ha escogido porque nos ama y nos conoce. Y quiere que nosotras nos amemos y nos conozcamos. Por eso nos hace ver nuestra oscuridad, para que no nos perdamos en ella.

Esa parte oscura lo mejor que podemos hacer en la vida es ponerla a la luz, darla a conocer. Porque cuando algo sale de la oscuridad se convierte en luz.

Tanto la Iglesia, como de manera personal, deberíamos reflexionar esta tendencia bíblica de dar a conocer los defectos y debilidades de todas las personas que bullen en sus páginas. Esa tendencia a la verdad que conduce a la Verdad con mayúsculas que es Dios.

Una tendencia a la verdad que nos hace optar por una humildad adulta y responsable que nos capacita para mostrarnos como somos aunque nos hayamos equivocado.

Oración

Ábrenos, Trinidad Santa, a nuestros propios errores, para que podamos sacarlos a la luz y dejen de crecer en la oscuridad. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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No tienes que renunciar a nada, pero como ser limitado debes estar siempre eligiendo.

Domingo, 3 de septiembre de 2023
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Mt 16,21-27

El texto es continuación del leído el domingo pasado. Lo que Mateo pone hoy en boca de Jesús ni siquiera es aceptable para los seguidores. Jesús acaba de felicitar a Pedro por expresar pensamientos divinos. Ahora le critica muy duramente por pensar como los hombres. La diferencia es abismal. Pedro es coherente con lo que dijo de Jesús: tú eres el ungido, el hijo de Dios vivo. ¿A qué judío se le podía ocurrir que el Mesías iba a morir en la cruz? Ni Jesús pudo pensar tal cosa, aunque nuestros prejuicios lo ven como natural.

Los primeros cristianos tardaron mucho tiempo en armonizar las diversas maneras de concebir a Jesús. A pesar del esfuerzo, encontramos en los evangelios infinidad de incoherencias. Como Pedro, los cristianos en todas las épocas nos hemos escandalizado de la cruz. Nadie hubiera elegido para Jesús ese camino. La imagen de un Mesías victorioso es la única que puede tener sentido desde la perspectiva judía. La muerte de Jesús en la cruz es un contrasentido que se trató de integrar con una serie de argumentos contradictorios.

La muerte de Jesús fue para los primeros cristianos el punto más impactante de su vida. Seguramente el primer núcleo de los evangelios lo constituyó un relato de su pasión. No nos debe extrañar que, al redactar el resto de su vida se haga desde esa perspectiva. Hasta cuatro veces anuncia Jesús su muerte en el evangelio de Mateo. No hacía falta ser profeta para darse cuenta de que la vida de Jesús corría serio peligro. Lo que decía y lo que hacía estaba en contra de la doctrina oficial y los encargados de su custodia tenían el poder suficiente para eliminar a una persona tan peligrosa para sus intereses.

Pedro responde a Jesús con toda lógica. ¿Podía Pedro dejar de pensar como judío? Incluso el día que vinieron a prenderle, Pedro sacó la espada y atizó un buen golpe a Malco, para evitar que se llevaran al Maestro. Era inconcebible para un judío que al Mesías lo mataran los más altos representantes de Dios. El texto quiere transmitirnos la idea de un Jesús acomodado a los acontecimientos inaceptables, como representante de Dios. La radical crítica de Jesús a Pedro tiene como objetivo ordenar los juicios contradictorios que se sucedieron durante los primeros años del cristianismo.

La respuesta de Jesús a Pedro es la misma que dio al diablo en las tentaciones. Ni a los fariseos ni a los letrados, ni a los sacerdotes dirige Jesús palabras tan duras. Quiere indicar que la propuesta de Pedro era la gran tentación, también para Jesús. La verdadera tentación no viene de fuera, sino de dentro. Lo difícil no es vencerla sino desenmascararla y tomar conciencia de que ella es la que puede arruinar nuestra Vida. Jesús no rechaza a Pedro, pero quiere que descubra su verdadero mesianismo, que no coincide ni con el del judaísmo oficial ni con lo que esperaban los discípulos.

El seguimiento es muy importante en todos los evangelios. Se trata de abandonar cualquier otra manera de relacionarse con Dios y entrar en la dinámica espiritual que Jesús manifiesta en su vida. Es identificarse con Jesús en su entrega a los demás, sin buscar para sí poder o gloria. Negarse a sí mismo supone renunciar a toda ambición personal. El individualismo y el egoísmo quedan descartados de Jesús y del que quiera seguirlo. Cargar con la cruz es aceptar la oposición del mundo. Se trata de la cruz que nos infligen otras personas –sean amigas o enemigas– por ser fieles al evangelio.

En tiempo de Jesús, la cruz era la manera más denigrante de ejecutar a un reo. El carácter simbólico solo llegó para los cristianos después de comprender la muerte de Jesús. Como el relato habla de la cruz en sentido simbólico, es improbable que esas palabras las pronunciara Jesús. El condenado era obligado a cargar con la parte trasversal de la cruz (patibulum). No está hablando de la cruz voluntariamente aceptada sino de la impuesta por haber sido fiel a sí mismo y Dios. Lo que debemos buscar es la fidelidad. La cruz será consecuencia inevitable de esa fidelidad.

Jesús nos muestra el camino que nos puede llevar a una mayor humanidad. Esa propuesta es la única manera de ser humano. Todo ser humano debe aspirar a ser más; incluso ser como Dios. Pero no es fácil encontrar el camino que le lleve a su plenitud. Los argumentos finales dejan claro que las exigencias, que parecen tan duras, son las únicas sensatas. Lo que Jesús exige a sus seguidores es que vayan por el camino del amor. Aquí está la esencia del mensaje cristiano. No se trata de renunciar a nada, sino de elegir en cada momento lo mejor. Verlo como renuncia es no haber entendido ni jota.

Jesús no pretende deshumanizarnos como se ha entendido con frecuencia sino llevarnos a la verdadera plenitud humana. No se trata de sacrificarse, creyendo que eso es lo que quiere Dios. Dios quiere nuestra felicidad en todos los sentidos. Dios no puede “querer” ninguna clase de sufrimiento; Él es amor y solo puede querer para nosotros lo mejor. Nuestra limitación es la causa de que, a veces, el conseguir lo mejor, exige elegir entre distintas posibilidades, y el reclamo del gozo inmediato inclina la balanza hacia lo que es menos bueno e incluso malo. Entonces mi verdadero ser queda sometido al falso yo.

La mayoría de nuestras oraciones pretenden poner a Dios de nuestra parte en un afán de salvar el ego y la individualidad, exigiéndole que supere con su poder nuestras limitaciones. Lo que Jesús nos propone es alcanzar la plenitud despegándonos de todo apego. Si descubrimos lo que nos hace más humanos, será fácil volcarnos hacia esa escala de valores. En la medida que disminuyo mi necesidad de seguridades materiales, más a gusto, más feliz y más humano me sentiré. Estaré más dispuesto a dar y a darme, aunque me duela, porque eso es lo que me hace crecer en mi verdadero ser.

Una perfecta vida biológica no supone ninguna garantía de mayor humanidad. Todo lo contrario, ganar la Vida es perder la vida, yendo más allá del hedonismo. Lo biológico es necesario, pero no es lo más importante. Sin dejar de dar la importancia que tiene a la parte sensible, debes descubrir tu verdadero ser y empezar a vivir en plenitud. La muerte afecta solo a tu ser biológico que se pierde siempre. Si accedes a la verdadera Vida, la muerte pierde su importancia. La plenitud se encuentra más allá de lo caduco: no más allá enel tiempo, sino más allá en profundidad, pero aquí y ahora.

Para ser cristiano, hay que trasformarse. Hay que nacer de nuevo. Lo natural, lo cómodo, lo que me pide el cuerpo, es acomodarme a este mundo. Lo que pide mi verdadero ser es que vaya más allá de todo lo sensible y descubra lo que de verdad es mejor para la persona entera, no para una parte de ella. Los instintos no son malos; que los sentidos quieran conseguir su objeto, no es malo. Sin embargo, la plenitud del ser humano está más allá de los sentidos y de los instintos. La vida humana no se nos da para que la guardemos y preservemos, sino para que la consumamos en beneficio de los demás.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La sabiduría de los sencillos.

Domingo, 3 de septiembre de 2023
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ayudaMt 16, 21-27

«Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén ser matado y resucitar al tercer día»

Hay dos formas distintas de interpretar este pasaje. Una, Jesús, hombre verdadero, se da cuenta de que su enfrentamiento con las autoridades se está enconando, y advierte a sus discípulos del peligro que entraña seguir con él porque ese rechazo creciente puede acabar en la muerte. Y otra, Jesús, el Verbo que existe desde el principio junto al Padre, lo sabe todo y va preparando a sus discípulos para una revelación que él posee desde siempre.

Según sea nuestra postura, entenderemos la cruz como el sacrificio redentor de Jesús siguiendo “la voluntad del Padre”, o como el resultado inevitable de su predicación y la posterior reacción del poder establecido. Ambas lecturas son insuficientes, y resulta preciso hacer una síntesis adecuada que resulte coherente con la figura de Jesús que se desprende del evangelio.

Esta búsqueda de una mayor comprensión de Jesús puede estar bien, pero sabiendo que corremos el riesgo de dar demasiada importancia a los planteamientos teológicos y metafísicos propios de especialistas, y olvidar la esencia de la buena Noticia. Para nosotros, los cristianos de a pié, lo más más importante del evangelio es aquello que nos puede ayudar a dar sentido a nuestra vida: “Abbá” … “A mí me lo hicisteis” …

Así las cosas, lo que me interesa resaltar en estas línes es que la religión de Jesús no altera la vida, sino que le da sentido. En Getsemaní, Dios no libró a Jesús de beber el cáliz, pero tras la oración encontró sentido a su sacrificio, y aquel hombre angustiado hasta el extremo fue capaz de afrontar con coraje inaudito su destino. Y lo mismo ocurrió en la cruz, que, tras sentirse abandonado por Dios, pasó a un acto de confianza plena seguro de que al otro lado de la muerte le esperaban los brazos amorosos de su Padre: «En tus manos encomiendo mi espíritu»

Dios no es el que me libra de la mala suerte, ni de la enfermedad ni de las calamidades. Dios no es el que me facilita la vida. Esa concepción de Dios tan propia del judaísmo se acabó con Jesús, y todos aquellos que la alentaban entendieron el peligro que entrañaba y decretaron su muerte.

Jesús nos invita a una religiosidad mucho más profunda que la de escribas y fariseos. Dios no es un parche a las dificultades de la vida, sino el sentido de todo; de lo bueno y lo malo, de lo agradable y lo desagradable. Como decía Ruiz de Galarreta: «El Reino no es huir de la realidad humana, sino dar pleno sentido a toda realidad humana»

Y ésa es la auténtica sabiduría; la sabiduría de los sencillos.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Como un parto.

Domingo, 3 de septiembre de 2023
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wp_20170802_13_59_22_pro-e1503912088272Es poco común escuchar en nuestras comunidades eclesiales el lenguaje en femenino, y mucho menos expresiones de la vida y realidad profunda de lo que sentimos, pensamos y percibimos las mujeres.

Así la Palabra pierde fuerza para nosotras, lo cual es una gran lacra para la espiritualidad y estilo de vida de más de la mitad de la humanidad creyente, y sigue sin importarles a los que se otorgan la autoridad divina de decidir quién habla y quien se calla, aún hoy.

La expresión original de los textos bíblicos es interpretada siempre por una mente masculina, en detrimento de la riqueza femenina, de la mente y percepción de más del noventa por cien de las personas que  “están en ello, que están ahí”.

Si quisieran, también ellos podrían ser uno más y aportar su talento, no su autoritarismo que tanto daño ha hecho y sigue haciendo, sobre todo a la riqueza femenina que el Espíritu/Ruah ha regalado a la historia, al Universo y que por falta de respeto, por falta de Shemá, se ha ido dispersando y está en la otra orilla, posiblemente más cerca del Reino, también hoy.

Este mes de Agosto hemos celebrado a dos mujeres extra-ordinarias: Clara de Asís, posiblemente una de las primeras que enfrentó al papa por  conseguir lo que el Espíritu le decía a ella y a su comunidad, consiguiendo un poco de espacio, pero no pudo evitar que las metieran detrás de las rejas cuyo carisma original no lo consideraba…y Edith Stein, luego llamada Teresa Benedicta de la Cruz, asesinada durante el holocausto aún a pesar de haberse convertido al catolicismo y ser religiosa. La raza no perdona. Esta mujer nos deja un tesoro literario-filosófico y espiritual: una de sus frases me ayuda para un discernimiento a pie de calle: “es en la oración donde encontrarás la luz para ver por donde seguir, no en los análisis y razonamientos.

Por último, antes del texto, compartir que aún en los ambientes más abiertos aparentemente, sigue dominando mucho ese hacer masculino: nos decía una teóloga de la liberación que ese maravilloso movimiento se vino abajo mayormente porque la teoría de la igualdad era preciosa en las reuniones y textos…pero en la realidad la cultura y la vida misma seguía siendo machista, patriarcal, opresora… y parece que el Espíritu se fue retirando al ver que era más de lo mismo, que allí no había hueco para la metanoia que tanto hambreaban y hambreamos.

Y de pronto, como una brisa en mitad de un calor abrasador, Jeremías irrumpe en este primer domingo de septiembre, como iniciando para nosotrxs el curso con una contraseña siempre actual, una que nunca se gasta ni envejece, ni pasa de moda, pero sí muy obviada: “tú me sedujiste y yo me dejé seducir…

Es un lenguaje poco masculino, y por ello le damos las gracias. ¡Cuántas vocaciones ha despertado e interpretado esta frase! Y continúa  “Tu palabra era como fuego ardiendo en mis huesos…”

Lenguaje de una persona atrapada por la fuerza centrípeta del amor, del amor que integra a la persona entera y la dispone para la vida. Esa persona que se deja atrapar en esa espiral de vida y amor personal, redunda en entrega total, rendida y fiel al amor que le invade.

Desde ahí tiene sentido asumir el parto del que nos habla en lenguaje de cruz, el evangelio.

Quien se acerca al Dios vivo queda preñado de vida. Y esa vida tiene que gestarse, nacer y crecer. El seguimiento es como una larga gestación donde sólo quien es consciente de la vida de Dios que lleva dentro la cuida, la alimenta y la comparte.

Tomar la cruz es acoger la Vida, dejar lo que le hace daño…

Jesús avisa que va a padecer mucho a causa del poder del dinero, de los líderes religiosos e intelectuales que pasarán a la ofensiva contra él. Y nos indica que la muerte no será la última palabra.

Las palabras de Pedro concretan la tercera gran tentación, la del poder y la gloria. Pedro es obstáculo porque quiere desviar el mesianismo de Jesús hacia el poder y el triunfo.

Entonces Jesús irrumpe, en nuestro texto de hoy, con un elenco sencillo de Condiciones del Seguimiento:

Precedido de una firme adhesión inicial: venirse conmigo

– renunciar a toda ambición personal

– aceptar ser perseguido por la sociedad, incluso a ser condenado a muerte

– “ser” contra la vanidad de poder y de tener

Es un proceso de muerte del yo con todas sus tretas y ambiciones recónditas disfrazadas de bondad, generosidad, altruismo…para asumir la desnudez de lo auténtico; lo peligroso de adherirte a alguien; la total intemperie, que nos remite a no buscar refugios fáciles…sino asumir, en carne propia el proceso de gestar vida.

Por todo ello, a la hora de poner cuerpo al texto de hoy emerge la imagen de un embarazo: el feto está adherido a ti y tú a él. Lo que cuenta es la vida, no la belleza,  ni el éxito, ni el poder…que queda tan relativizado frente al amor apasionado de una madre para conseguir dar a luz. Y por ello no repara en optar por lo mejor para la vida en gestación, aún que le cueste dolor, sacrificio, renuncia, incluso la propia vida, porque esta valentía es innata en la persona.

Cuántas personas también hoy nos dejamos seducir por la Vida que   se nos otorga el privilegio de gestar, eso sí, asumiendo los riesgos de la gestación que es donde la mayoría retrocede porque tal vez lo que falta no es valentía sino amor apasionado, dejarnos seducir como Jeremías y como Clara y como Edith y como las beguinas que permearon Europa de Vida. Ojalá acojamos su espíritu con la sabiduría de ver el momento y responder con nuestra vida.

Y luego sí, el Reino tiene rostro humano, rostro de criatura viva, rostro de comunidad y de bienaventuranza y de Magnificat. Y la cruz, como el parto, la herramienta para liberarnos de tanto ego acumulado. Acabo de saber que tres diócesis de California, donde he tenido el honor de trabajar y estudiar, se han declarado en bancarrota por el tema indemnizaciones por abusos. Eso significa, de nuevo, que la ausencia de Vida es lo que domina y que tantas personas que trabajan por la justicia, por una pastoral familiar, de jóvenes…se quedarán en la calle.

¡Cuánto amor de seducción por el Amado ha faltado en la institución! Acabemos con la ausencia poniendo presencia, y en esto las mujeres somos número uno. Lo fueron también nuestras hermanas y hermanos que así lo vivieron.

Buen inicio de curso para todxs,

Magda Bennásar Oliver, sfcc

Fuente Fe Adulta

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El ego ante el dolor.

Domingo, 3 de septiembre de 2023
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IMG_0390Domingo XXII del Tiempo Ordinario

03 septiembre 2023

Mt 16, 21-27

El guion por el se rige el ego es muy simple: “La vida está ahí para responder a mis expectativas”. A partir de ese axioma, traza una línea divisoria entre aquello que le agrada y aquello que lo frustra. Mientras trata de aferrar lo primero por todos los medios, rechazará con la misma fuerza lo segundo. Nace así la conocida como “ley del apego y de la aversión”. Y así discurrirá la existencia del ego, entre el apego insaciable y el rechazo airado.

Con tales premisas, resulta sencillo entender que para el ego será “bueno” aquello que le agrada y “malo” aquello que lo amenaza; será “verdadero” aquello que lo sostiene y fortalece y “falso” aquello que lo pone en peligro.

En consecuencia, lo más temido por el ego es el dolor y la muerte. Mientras el primero hace aflorar su vulnerabilidad dolorosa, la segunda significa su final. ¿Cómo podría no temerlos? Y dado que, en último término, no se pueden evitar, tratará de ocultarlos o incluso de vivir como si no existieran. Desde el ego no hay salida posible.

Y se produce una paradoja inesperada, sabiamente denunciada por Jesús: cuanto más queremos que el ego esté a salvo, más estamos perdiendo la vida. Y la perdemos porque nos hemos encerrado en la ignorancia de base, olvidando que no somos el ego -con el que nos habíamos identificado, viviendo según sus criterios-, sino la vida misma que se halla siempre a salvo.

Todo ello no niega la dureza del dolor ni el desgarro que, en ocasiones, puede llegar a producir, como cuando se te parte el corazón por una pérdida y te ves envuelto en completa oscuridad. Ante el dolor de las personas, necesitamos descalzarnos, en actitud de respeto y compasión eficaz. Cuando nos alcanza a nosotros mismos, tal vez -aun en medio de la secuencia de oleajes que se suceden y parecen arrasar con todo- podamos abrirnos al silencio y, desde él, a la Vida y al Amor que somos en profundidad, y que sostienen el dolor despertado. Sin duda, la sabiduría se halla en el Silencio de la mente. Y, con ella, la comprensión experiencial de lo que somos.

“Perder la vida por mí” significa morir a la identificación con el ego -a esa creencia errónea- porque hemos comprendido que no somos el ego, sino el “Yo soy” (el “mí”, que nombra Jesús)) que constituye el Fondo último de todo lo que es.

El trabajo de desidentificación del ego requiere silencio mental. Porque solo acallando el griterío de la mente y sus discursos aprendidos y repetitivos, podremos acceder a “aquello” que no tiene nombre, pero que percibiremos nítidamente en nuestro interior…, cuando mantenemos el silencio consciente.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¿Por qué no seduce hoy JesuCristo?

Domingo, 3 de septiembre de 2023
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

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Habitualmente la homilía se centra y versa sobre el Evangelio del día. Pero hoy la 1ª lectura del profeta Jeremías tiene un gran encanto y una fuerza muy viva: Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir… Por eso, leamos hoy el evangelio desde el AT.

    El eje central de la Palabra de hoy podría ser este: seguir a Cristo porque nos ha sobrecogido, nos ha seducido.

01.- Seguimos al Señor porque nos ha seducido / seducir

Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir,  hemos escuchado al profeta Jeremías.

Seducir significa una fuerte atracción que hace o invita a “salir de uno mismo hacia otra realidad, hacia otra persona”. Seducir es embargar o cautivar el ánimo por alguna realidad.  Seducir es ejercer sobre alguien una gran influencia y atractivo. (Diccionario de la Real Academia de la Lengua). [1]

Es evidente que hay realidades en la vida que ejercen una gran atracción, una gran fascinación: la belleza física y espiritual, el arte (la emoción estética), el sentimiento de pertenencia a una cultura-nación (donde uno ha nacido), la sexualidad, la vocación religiosa, la “llamada” al matrimonio, la fe, los valores de algunas personas, etc.

+ Cuando un chico y una chica se encuentran en la vida, se produce una gran seducción. La afectividad y la sexualidad ejercen una fuerte fascinación y seducción.

+ Cuando san Pablo “cayó del burro”, más que del caballo, quedó seducido por Cristo, lo mismo que san Ignacio de Loyola y tantos otros en la historia.

Ese encanto y seducción a veces reviste formas de serenidad profunda.

+ Cuando un enfermo terminal ve en su mesilla la imagen de la Virgen de su pueblo o mira su alianza matrimonial, abre infinitos recuerdos, vivencias, probablemente que evocan más paz que todas las teologías de la historia.

+ Una conversación reconciliadora con un familiar con el que la historia ha sido turbulenta, es fuente de serenidad sobrecogedora.

No sé si me equivoco al pensar y decir que la seducción es una fuerza “no racional” que “arrastra” al ser humano. “Irracional” no significa que no sea valiosa y buena, mucho menos quiero decir que lo no racional sea algo malo, sino que quiero decir que no depende, al menos no depende exclusivamente de la razón.

02.- Seguir a Cristo es tomar la cruz.

Quien quiera seguirme, que tome su cruz.

    No es que sea un consejo piadoso, sino que la vida misma es así. La vida es esfuerzo y descanso, placer y muerte que decía Freud, es ascética y mística.

Seguir a Cristo o simplemente vivir humanamente es el camino del Éxodo, de la libertad que requiere esfuerzo y, a veces, removernos de nuestra vida cómoda. El desierto es siempre arduo. La libertad, ser libres, es algo trabajoso y difícil. La libertad es dura pero realizadora.

    Hay situaciones y momentos en los que hemos de tomar la cruz que la vida nos depara: la enfermedad, los cansancios de la edad, del trabajo, la cansera y la tristeza de algunas situaciones, el esfuerzo del trabajo y las tareas que hemos de hacer, etc…

Seguir a Cristo es dejarse embargar y seducir por su bondad, por su salvación. La seducción cristiana no es una cuestión racional y especulativa, mucho menos pertenece al Derecho Canónico. El Derecho Canónico puede que sea necesario, pero desde luego no seduce a nadie. Seguir a Cristo es dejarse impregnar no por lo que se puede o no se puede hacer, por lo que hay que cumplir, sino que seguir a Cristo es quedar embargado de la paz y serenidad profundas que nos vienen del Señor

    Hemos dado forma a nuestro ser cristiano en una teología, en una dimensión casi exclusivamente racionalista, doctrinal, ritual, jurídico-legal y moral.

    Sin embargo, la seducción del Señor proviene de la acogida del misterio último de la vida, del sentido de todo esto que la vida nos pone en nuestras manos, del amor, de la entrega, de la oración y contemplación.

En la vida, sobre todo a ciertas edades, nos hace bien sentir y vivir en la llamada seductora del Señor. Poco más podremos hacer y nos hace bien vivir según dice el profeta Jeremías:

Tu Palabra era  en mis entrañas fuego ardiente,

que algo tiene de la calidez de Emaús.

[1] También la seducción tiene otras acepciones de engaño, pero no vienen al caso.

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Paseando por Cesarea de Filipo.

Martes, 29 de agosto de 2023
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En estos tiempos de ambigüedad y crisis
nos piden ortodoxas confesiones,
doctrina clara y precisa,
con puntos y comas,
que siga las pautas de quienes se arrogaron,
desde los inicios de la historia,
la facultad de emitir juicios de calidad
sobre la verdad y la experiencia propia y ajena.

Esos tales tienen, hoy, sus sucesores y adalides
que vigilan nuestros pasos y libertades
y nos ofrecen un catecismo sin interrogantes.

Así, se nos hace difícil comunicar la propia fe
con las palabras y el lenguaje
que usamos y nos pertenece.

Ya sabemos que dicho lenguaje
es temporal y humano,
ambiguo e impreciso,
lleno de vida y sentimientos…
y, como tal, nunca perfecto.

Por eso, sólo sugerimos y proponemos,
nunca nos encerramos en lo que expresamos,
y siempre ansiamos comunicarnos,
dialogar y enriquecernos.
Pues lo que percibimos, Señor,
en tus diálogos con los discípulos,
es un camino abierto a la sabiduría
y al crecimiento; nunca verdades escondidas
que haya que formular con la precisión
de un arquero que da en el centro,
que haya que guardar en el baúl de cedro
para que no se manchen ni degraden
con nuestros sentimientos y lenguaje.

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Así como tú nos preguntas sinceramente,
sinceramente te respondemos.
¡Estamos en diálogo abierto y fructífero!
Pero no esperes que te respondamos
“Hijo de Dios, Mesías”… o algo que no entendemos,
después de la reprimenda que recibió Pedro.
Nosotros, Señor, somos más terrenos,
y no dominamos los recovecos y filigranas
del lenguaje teológico….

Contigo no hay problema
ni en privado ni en público…
Lo malo es cuando la pregunta sobre ti
nos la hacen esos otros expertos.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end.

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , ,

Se me presentó

Jueves, 24 de agosto de 2023
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993422No lo busqué, me topé con él y me “persiguió” durante todo el retiro; me quería hablar, moverme el corazón, hacerme partícipe de su vida, su misión, su callado pero contundente mensaje.

Un árbol, similar a tantos otros de la finca donde hemos estado de retiro desde el sábado hasta el miércoles, pero éste estaba enfrente de la ventana de mi habitación y me invitaba a mirarle, es más, me embelesó desde el primer momento.

Vi un tronco, un cuerpo, y al final una cabeza inclinada como han pintado los artistas a lo largo de los siglos al crucificado. Me impactaron desde el principio las ramas, como brazos en posición vertical, queriendo llegar al cielo, en actitud de oración, ramas fuertes, robustas. Pero mi sorpresa fue que estaban acompañadas por otras dos en la misma posición y muy similares, en seguida me di cuenta que eran los míos.

Seguí mirando hacia arriba y esas ramas continuaban creciendo, se multiplicaban ahora en ramas claramente más jóvenes, más verdes pero con todo el potencial de seguir creciendo hasta el infinito haciendo posible el nacimiento de las hojas en la copa del árbol, desplegando vida en abundancia, sombra, oxígeno para nuestros pulmones…

No me cabe duda que las raíces eran profundas y tenían suficiente agua y nutrientes para alimentarse bien y para ayudar en la nutrición de todos los árboles de la finca, ayudando a los más débiles, como nos dicen los expertos, que en esa gran red que es un bosque hay una comunicación entre unxs y otrxs, especialmente con aquellos que lo necesitan más.

¡Qué gozo saber quién soy, cual es mi sitio y a qué me siento llamada a vivir! Tu vida y la mía tienen brotes vivos, verdes quizá, pero brotes que reciben la savia a través de ti y de mí y que a su vez son vehículo de vida y salud para otrxs.

Tierra y sol, agua y luz no nos pueden faltar… ni un solo día pase lo que pase y estemos como estemos, porque somos parte de un inmenso bosque que en este momento de nuestra historia es vital para oxigenar tantos espacios con mala calidad de aire.

Ojalá este verano encuentres momentos para dejarte sorprender por la vida que eres. Ha sido un privilegio hacerlo en comunidad y escuchar la experiencia de cada persona que, muy sencillamente pero con mucha sinceridad, nos ha compartido su experiencia día tras día.

Ahora nos toca hacerlo con los más cercanos, en nuestra rutina diaria. Florece ahí donde estás plantadx. No te olvides, no estás solx. Mucho ánimo para el camino.

Carmen Notario, sfcc

Fuente fe Adulta

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“Seguidora fiel de Jesús”. Asunción de María – C (Lucas 1,39-56)

Martes, 15 de agosto de 2023
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36343649-98FE-402D-8C73-BB8B911BC97ASanta María del Coro, San Sebastián

Los evangelistas presentan a la Virgen con rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús. Su visión nos ayuda a amarla, meditarla, imitarla, rezarla y confiar en ella con espíritu nuevo y más evangélico.

María es la gran creyente. La primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los hechos y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de los pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de Jesús.

Lucas, por su parte, nos invita a hacer nuestro el canto de María, para dejarnos guiar por su espíritu hacia Jesús, pues en el «Magníficat» brilla en todo su esplendor la fe de María y su identificación maternal con su Hijo Jesús.

María comienza proclamando la grandeza de Dios: «mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava». María es feliz porque Dios ha puesto su mirada en su pequeñez. Así es Dios con los sencillos. María lo canta con el mismo gozo con que bendice Jesús al Padre, porque se oculta a «sabios y entendidos» y se revela a «los sencillos». La fe de María en el Dios de los pequeños nos hace sintonizar con Jesús.

María proclama al Dios «Poderoso» porque «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Dios pone su poder al servicio de la compasión. Su misericordia acompaña a todas las generaciones. Lo mismo predica Jesús: Dios es misericordioso con todos. Por eso dice a sus discípulos de todos los tiempos: «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Desde su corazón de madre, María capta como nadie la ternura de Dios Padre y Madre, y nos introduce en el núcleo del mensaje de Jesús: Dios es amor compasivo.

María proclama también al Dios de los pobres porque «derriba del trono a los poderosos» y los deja sin poder para seguir oprimiendo; por el contrario, «enaltece a los humildes» para que recobren su dignidad. A los ricos les reclama lo robado a los pobres y «los despide vacíos»; por el contrario, a los hambrientos «los colma de bienes» para que disfruten de una vida más humana. Lo mismo gritaba Jesús: «los últimos serán los primeros». María nos lleva a acoger la Buena Noticia de Jesús: Dios es de los pobres.

María nos enseña como nadie a seguir a Jesús, anunciando al Dios de la compasión, trabajando por un mundo más fraterno y confiando en el Padre de los pequeños.

José Antonio Pagola

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15 de Agosto. Asunción de la Virgen María: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes”

Martes, 15 de agosto de 2023
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corazonmariaDe Koinonia:

Apocalipsis 11,19a;12,1.3-6a.10ab: Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal: Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario.
Salmo responsorial: 44. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
1Corintios 15,20-27a: Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo.
Lucas 1,39-56: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes.

La primera lectura nos enseña a mostrar las señales con que Dios invita a la esperanza. Aparece la lucha a muerte del dragón contra la mujer y su descendencia (Cristo y los cristianos). La aparición del arca de la alianza de Dios (cf. Nm 10,33-36); 1Sam 4,6-7) señala el hoy de la presencia de Dios en medio de los seres humanos, ya derrotados el pecado y el mal (21,3). Las dos señales que aparecen en el cielo, la mujer y el dragón, deben ser interpretadas por la asamblea litúrgica en el espacio-tiempo. La mujer es el pueblo de Dios; es más, representa la asamblea del pueblo de Dios reunida ya, ahora y aquí, en la Eucaristía dominical. El dragón es el mal, que actúa insertándose en la historia humana, y sobre todo desde los centros de poder (las siete cabezas con siete diademas), para intentar destruir la unidad y la comunión de la asamblea dominical (arroja a la tierra parte de las estrellas). El poder de este mundo se opone al alumbramiento de la mujer (se opone a Cristo) y quiere destruir su fruto (los cristianos). El Cristo elevado y sentado en el Trono de Dios señala la derrota de Satanás. La Iglesia en el desierto, huye del mal y es sostenida por Dios, como Jesús. La glorificación de Cristo, una vez para siempre, es la garantía que nunca jamás nada impedirá que El sea dado a luz por la asamblea eucarística dominical en el hoy, en el espacio-tiempo, hasta su venida en la plenitud de la gloria. María asunta es figura de la Iglesia, tanto la celestial como la que camina dando a luz a Cristo para el ser humano de hoy, y prefigura la victoria final de toda la Iglesia con Cristo, por él y en él.

La segunda lectura nos presenta la afirmación central sobre la resurrección de Cristo y de los muertos: Cristo no es un cadáver que revive, sino que es le Resucitado (el vencedor de la muerte) que causa la resurrección de los muertos. Cristo ha derrotado la muerte (la vencedora de la vida) en su propio terreno, la ha destituido (le ha arrebatado todo su poder sobre la vida), a fin de liberar a todos los que estaban bajo su poder. Cristo resucitado garantiza la resurrección de todos los muertos. Conviene notar el paralelismo alternado: por un ser humano, la muerte; por otro ser humano, la resurrección de los muertos; en Adán, todos murieron; en Cristo, todos vivirán. En definitiva, Pablo afirma que el don de la vida se da en la resurrección de Cristo. María, al frente de los que son de Cristo (15,23), goza de la vida de la gloria del Reino y ya celebra la destitución del único y último enemigo: la muerte.

La escena evangélica de hoy se centra en el encuentro de las dos madres y de sus respectivos niños, en la continuidad del designio de Dios (AT y NT), une teológicamente los relatos paralelos de la infancia de Juan (el último profeta del AT) y de Jesús. Y es el Espíritu quien marca esta continuidad. Toda la escena rebosa de teología, y para que no se pierda ni un ápice, Lucas la concluye con el mutis de María (1,56). En este encuentro, Lucas pone en boca de María este himno judeocristiano (1,47-55), que se inspira en el cántico de Ana (1Sam 2,1-10) y en toda la tradición bíblica (sobre todo de los salmos). Himno que expresa la fe y la esperanza de los pobres y humildes del pueblo de Dios. Son los «hijos de Sión», «los pobres del Señor», quienes, en María y con ella, alaban a Dios por las grandes obras que ha hecho en ellos/en ella (1,46-49), por lo que hace en su favor (1,50-53) y, finalmente, por su amor misericordioso a favor de Israel, en conexión con las promesas realizadas y selladas con la bendición de Abraham y a su descendencia (1,54-55). María es también hija de Abraham. Así, en María, en este encuentro entre el AT y el NT, se une la espera con la realización y, al mismo tiempo, se manifiesta la predilección histórica del Señor de Abraham y de María por los pobres de todos los tiempos.

Hoy celebramos la «asunción gloriosa» de María. No se trata de ninguna elevación vertical, de ninguna traslación física, de ningún viaje sideral. No fue ascensión real, física, la «ascensión» de Jesús; mucho menos será asunción física la asunción de María. Esa «asunción gloriosa» es una manera de hablar, que quiere decir algo, algo importante, pero no precisamente un traslado físico, un sentido literal inmediato de las palabras. Podemos –y deberíamos– ser creyentes de hoy, maduros, conscientes del valor simbólico y metafórico de muchas de las expresiones clásicas de nuestra fe. Valor «simbólico», «metafórico», no significa, en absoluto, falta de valor, carencia de sentido, ausencia de contenido. Muy al contrario. Significa que la verdad expresada es una verdad profunda, no susceptible de ser expresada con palabras fáciles, descriptivas, meramente referenciales de lo físico o material.

Nuestra fe expresa que en María Dios ha dignificado a todos los seres humanos, en especial a las mujeres, convirtiéndolos en plenos participantes de su obra salvífica. El ser humano había echado a perder los planes de Dios con opresiones, violencias y desigualdades. Dios, en Jesús, llama el mundo al nuevo orden, donde todos los seres humanos son igualmente dignos y de este modo se inaugura una nueva era de plenitud.

La fiesta de la «asunta», como la llama el pueblo cristiano en muchos lugares de América Latina, nos invita a vivir en el presente el futuro de Dios. María vivió su existencia como una manifestación de la obra salvadora de Dios. No hubo momento de su humilde existencia en el que el amor misericordioso del padre no se hiciera solidaridad, misericordia y compasión con todas las personas que, como ella, vivían situaciones de pobreza y exclusión. María encarnó todos aquellos valores que nos permiten comprender como el futuro de Dios se manifiesta en las limitaciones de nuestro presente. María nos invita a vivir gozosamente la vida como un encuentro permanente con el Dios de la vida y la historia que realiza su obra redentora en las miserias de nuestro mundo y en las limitaciones de nuestra existencia.

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15.8. Canto de Asunción: Derriba del trono a los poderosos… (Lc 1, 39-56). Lectura socio-religiosa

Martes, 15 de agosto de 2023
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5fa5ef9f-de99-403e-a541-9c17f3899a14_219x623Del blog de Xabier Pikaza:

El evangelío de esta fiesta de la Asunción recuerda la Visita de María a sus primos sacerdotes  y se centra en el canto del Magníficat, carta-magna de la elevación de los pobres (hambrientos, humillados), a diferencia del Benedictus (Zacarías),  himno nacional de los poderosos, que quieren reinar, libres de temor, superando a sus enemigos,  como David, por encima de otros pueblos de la tierra.

Estos dos cantos han definido hasta hoy el ideario de la sociedad civil y de la iglesia:  Uno insiste en el poder político-nacional de los que quieren ser representantes terrenos del orden de Dios, el otro destaca la autoridad más alta de los pobres y humillados que apelan a la mano salvadora del Dios de la gracia y santidad universal, como este canto de Asunción.

Así lo muestra, de forma histórico-exegética, la reflexión que sigue,en la que dejo la discusión crítica (académica) para las notas finales. He puesto como imágenes de comienzo y acompañamiento unos iconos de la iglesia etíope, donde la Reina divina María (abrazada por Jesús) transmite su poder a una reina-hija o a otros personajes de Nubia.

INTRODUCCIÓN. DE JESÚS AL MAGNÍFICAT [1].

              Jesús no ha resuelto teóricamente la relación entre el triunfo nacional de Israel y la liberación de pobres en un plano económico (y político) [2], pero ha criticado de forma mesiánica (sanadora) la opresión a la que están sometidos los pobres (enfermos, marginados…) [3]. Pero, más que perdonar pecados en sentido sacerdotal (Zacarías), él ha querido sanar a los oprimidos liberándoles de la “dictadura” de Belcebú/Diablo y de Mammón/dinero, contrarios a Dios (cf. Mt 6, 24; Lc 16,13) [4].  Desde ese fondo se entiende este canto universal de Asunción/Elevación de María, que la lglesia ha  escogido para la celebración de esta fiesta.

 — El Dios de Jesús (y de María) trasciende la venganza y eltalión, conforma al mandamiento de central del evangelio (Lc 6, 35): «Habéis oído que se dijo ojo por ojo y diente por diente; habéis oído que se ha dicho amarás a tu amigo y odiarás a tu enemigo. Pues bien, yo en cambio os digo: amad a vuestros enemigos» (Mt 5,38.43-44). Ese Dios de gracia se expresa en el Magníficat, superando el nivel de oposición de lucha violenta que al fondo del Benedictus donde se habla de victoria sobre  los enemigos y sobre aquellos “que nos odian” (cf. Lc 1, 71.73) [5].

— La inversión del Magnificat se realiza en forma de transformación de gracia, no de venganza. El Dios del Magnificat no derriba a los potentados y empobrece a los ricos para someterles a su tiranía, sino para liberarles del poder destructor de su riqueza, en forma de terapia radical de humanidad [6].

Dios ofrece salvación a los pobres para que  los ricos puedan también salvarse, en la línea del Sermón de la Montaña(cf. Lc 6, 20-25). Sólo se puede ofrecer Reino a los mendigos-pordioseros si al mismo tiempo se amenaza con la ruina a los potentados/ricos, no para que mueran, sino para que puedan abrirse al Dios creador de gratuidad (cf. Lc 16, 19-31). Allí donde los pobres‒excluidos empiezan a escuchar el evangelio hay que poner en guardia a los soberbios-poderosos‒ricos, pues, cerrados en sí mismos, ellos corren el riesgo de perder su humanidad (cf. Mt 11,25-26) [7].

  Desde ese fondo debemos comparar los dos cantos vinculados en el evangelio de este día [8]: El Benedictus es la voz de un sacerdote de Jerusalén, con una ideología más sacral y nacional, centrada en la victoria y libertad del pueblo elegido; el Magníficat es vozde una mujer que pertenece al grupo de los pobres, con su esperanza y compromiso de una transformación mesiánica, de tipo personal y universal.

o1.- Benedictus, himno nacionalista judío

786000a5-519d-46aa-b09e-9755e1a78c5a_736x1189En la base de su texto actual hay un texto más antiguo (Lc 1, 68-69. 71-75): Lc 1,70 (cf. Hch 3,21),  de forma que la referencia a Juan Bautista (Lc 1,76-77) y la conclusión (Lc 1,78-79), responden a una situación posterior, propia de Lucas [9]. El texto original ofrece la visión privilegiada de una comunidad judeocristiana, vinculada al triunfo mesiánico‒patriarcal del pueblo judío y al culto del templo, en una perspectiva dominante de varones, que  divide a los hombres en amigos (israelitas) y gentes que os/nos odian (enemigos). Por eso, más que la liberación de pobres y excluidos, importa la salvación del pueblo santo. Ese himno nacional de los “poderosos” rezaba así:

‒ Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo (tô laô autou), suscitándonos una fuerza (= cuerno) de salvación, en la casa de David, su siervo; es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian.

‒ Ha realizado la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham; para concedernos que libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos en santidad y en justicia, en su presencia todos nuestros días (Lc 1,68-69.71 y Lc 1, 72-75) [10].

El poema primitivo constaba, según eso, de dos estrofas, sensiblemente paralelas, que cantan la llegada del Mesías, hijo de David, cuerno de salvación del pueblo (cf. 1 Sam 2,10; Sal 132,17; 41,14; 72,18; 106,48). Al decir, en un trasfondo cristiano, que Dios ha suscitado a su Mesías, hijo de David, en línea cristiana, el canto puede aludir a la resurrección de Jesús (con egeirein, levantar, suscitar), pero en clave de salvación de Israel, laos o pueblo santo, al que quiere liberar de los enemigos (ekhthrôn: 1, 71.73) y de las manos de aquellos que nos odian (misountôn hêmas: 1, 71), a diferencia del Magníficat que habla de la liberación de los pobres como tales.

Así entendido, el Benedictus nos sitúa un mesianismo nacional, propio de la “derecha” de Dios: Para que «libres de temor, arrancados de las manos de los enemigos y de aquellos que nos odian»; «para concedernos que libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos». En esa línea se seguían situándose aquellos que, según Lc 24, 21 y Hch 1,6, buscaban la restauración de Israel, no la liberación de los pobres y oprimidos bajo el poder de Mammón o Belzebú, a diferencia de lo que querían muchas mujeres marginadas (oprimidas, hambrientas) de Israel y de otros pueblos

La visión nacionalista (sacral) del Benedictus resulta lógica en boca de un sacerdote patriarca que ha oficiado en el templo de los levitas, poderosos liturgos, entiende el nacimiento del Mesías desde la perspectiva de los elegidos del pueblo santo (que debían liberarse ante todo de sus tradicionales enemigos, asirios, babilonios, romanos, entendidos como aquellos que les/nos odian) [11]. Así habla del triunfo de un pueblo santo (que entonces era Israel, y que después se ha podido identificar con Bizancio y Rusia, o con España, Alemania, Francia, gran Bretaña o USA.

Ciertamente, muchos “cristianos patriarcales (nacionales)” interpretaron la acción liberadora de Jesús, mesías de David, en términos sacrales en la línea del sacerdote Zacarías Ellos no eran los únicos cristianos, pues había otros universalistas como Pablo y los autores de los evangelios. Pero eran importantes y así Lucas los sitúa al principio de la Iglesia [12].

La visión de esos cristianos patriarcales/nacionales sólo ha sido destacada en el sustrato antiguo del Benedictus, pues el redactor posterior (Lucas) ha completado el canto con unos toques de tipo universal (Lc 1,70.76-79), que han hecho posible que, en su forma posterior, el Canto de Zacarías haya podido utilizarse como expresión de una fe-liturgia abierta desde Israel a todos los pueblos, en la línea del Nunc Dimittis (Lc 2,29-32) [13].

ac57861a-c8ed-4e6f-abcf-f1074e57a8a8_690x620Desde ese sustrato antiguo del Benedictus, vinculando Lc 1,32-33 con Lc 1, 68-69.71-75, podemos afirmar que en la primera comunidad pascual había “cristianos” que entendieron a Jesús en términos cercanos a un tipo de celotismo, en la línea de Pinjás (cf. Num 25), y en la de aquellos sacerdotes que, tras la guerra de los macabeos, habían defendido la pureza exclusivista, nacional y religiosa, del pueblo israelita. Más que la liberación de los pobres y excluidos (en línea de Jesús) les importaba el triunfo nacional del judaísmo [14].

Sin duda, esos cristianos más celotas, veneraban a Jesús como mesías de David resucitado, pero lo hacían en la línea de aquellos que en la misma Ascensión, sobre el Monte de los Olivos, le pedían (preguntaban) si era éste el tiempo en que debía reconstruir el reino de Israel (Hch 1, 6), que ellos aguardaban como cumplimiento de su identidad nacional. Lógicamente, esos cristianos seguían ligados al templo y se presentaban, en palabra muy significativa, como celosos de la ley (tou nomou; Hch 21,20) interpretada en términos sacrales: como restablecimiento nacional (cultual) del pueblo, en línea patriarcal (como en el primer Benedictus: Lc 1,71-75). Quizá esperaban la restauración de las doce tribus y por eso aludían al «reinado de Jesús sobre la casa de Jacob» (Lc 1,33).

 Estos cristiano-celotas creían en Jesús resucitado, pero en en línea nacional, aunque probablemente rechazaban la rebelión armada contra Roma, tema que resulta difícil precisar. Sólo sabemos que el autor de Lucas-Hechos los recuerda con respeto, aunque supera claramente su visión patriarcal y sacerdotal (representada por Zacarías) [15]. A  fin de pone eso de relieve, el mismo Lucas ha puesto en boca de María un canto no patriarcal de liberación (Lc1, 51‒53), partiendo de los pobres (no de los sacerdotes y David) aunque añadiendo que esa liberación ha de entenderse como cumplimiento de la elección de Israel, en línea de misericordia, no de poder (1, 54), conforme a la promesa de Abraham (1, 55).

02.- Magníficat, canto universal de los pobres[16].

             Desde un nivel de mesianismo intra‒israelita, el texto base del Benedictus insistía en el aspecto sagrado (socio‒nacional) de la liberación mesiánica de Jesús, en una clave cercana a la de un tipo de judaísmo sacerdotal, apelando para ello al cuerno de salvación erigido por Dios en la casa de David (cf. 1 69), en línea de mesianismo patriarcal intrajudío.

Por el contrario, en un plano que es también económico‒social, pero no nacionalista, el Magníficat destaca el aspecto socio-universal del mensaje de Jesús, partiendo de la promesa de Abraham, abierta por su “esperma mesiánico” (en fe) a todas las naciones, como ha puesto de relieve Lc 1, 55 (en la línea de la interpretación paulina de la historia; cf. Rom 4 y Gal 3).

En esa línea universal más que la libertad respecto de los enemigos nacionales, María ha destacado la elevación de los oprimidos y el enriquecimiento de los pobres (anawim) que, mirados en sí mismos, carecen de fronteras religiosas y o nacionales. María aparece como representante de unos pobres/anawim, que, siendo cd origen judíos, se sienten solidarios de todos los pobres del mundo, pues el verdadero pueblo mesiánico son todos los pobres del mundo, no nos miembros de una iglesia o nación establecido, que defiende sus pretendidos derechos en contra de otros pueblos.

En ese plano, su canto «no difiere sustancialmente de algunos salmos de alabanza recogidos en el salterio canónico del AT» pero entendidos  entenderse desde la nueva situación cristiana, y no puede explicarse ólo en clave de sumisión y docilidad interna de María, sino desde la perspectiva del gozo de los hambrientos y oprimidos (excluidos) que cantan ya la venida de la liberación universal, con y para los pobres, desde la perspectiva de María, mujer mesiánica, representante de los pobres, y no de un sacerdote patriarca como Zacarías [17].

La pobreza y hambre a la que alude María no son puramente espirituales, sino que han de entenderse en un plano de totalidad humana, económica y social, pero también de género o sexo (ella es una mujer dominada en un mundo de varones) y de opresión antropológico (la liberación que proclama el Magníficat ha de entenderse desde la perspectiva de la “lucha” de Jesús en contra de Mammón/Belcebú, tal como he destacado al comienzo de este trabajo.

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Asunción.

Martes, 15 de agosto de 2023
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30C1785A-D005-4032-A2FB-FB61499B57D0Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Misa vespertina de la vigilia

Para que una verdad sea proclamada dogma por la Iglesia católica es preciso que tenga un fundamento bíblico. En el caso de la Asunción de la Virgen es casi misión imposible, porque ningún texto del Nuevo Testamento cuenta su muerte ni su asunción. Sin embargo, con buena voluntad se encuentra un mensaje muy actual en las lecturas, especialmente en esta época de pandemia. Me limito a las de la misa de la vigilia, que me resultan más sugerentes.

El premio merecido de María (Lucas 11,27-28)

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:

– «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él repuso:

– «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

El dicho popular: «Bendita sea la madre que te parió» tiene en el ambiente de Jesús una formulación más completa: «Bendito sea el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron». Nuestro dicho se limita al momento del parto; el que le dirige a Jesús una mujer desconocida tiene en cuenta los meses de gestación y los años de crianza. Es todo el cuerpo de la madre, vientre y pechos, lo que recibe la bendición.

Y esta es la relación con la fiesta: el cuerpo y alma de María, tan estrechamente unidos a Jesús, debían ser glorificados, igual que él. Si echamos la vista atrás, la vida de María no fue un camino de rosas. El anciano Simeón le anunció que una espada le traspasaría el alma. Y el primero en clavársela fue su propio hijo, que a los doce años se quedó en Jerusalén sin decirles nada. «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?». «Porque tengo que estar en las cosas de mi Padre». Y eso supondrá para María un sufrimiento continuo desde que comienza la actividad pública de Jesús. Oír que a su hijo lo acusaban de endemoniado, de comilón y borracho, de amigo de ladrones y prostitutas, de blasfemo… para terminar muriendo de la manera más infame. El cuerpo y el alma de María merecían una compensación. Esa glorificación es lo que celebramos hoy.

El premio inmerecido de todos nosotros (1 Corintios 15,54-57)

El destino de María es válido para todos nosotros, aunque por motivos muy distintos. Pablo alude al primer pecado: la ley de no comer del árbol de la vida provocó el pecado y, como consecuencia, la muerte. Pero de todo ello nos ha liberado Jesucristo, y la última palabra no la tiene la muerte sino la inmortalidad.

Hermanos:

Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?». El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

En esta larga etapa de pandemia, donde la muerte se ha hecho tan cercana y tantos cuerpos han sufrido y siguen sufriendo las consecuencias de la enfermedad, la fiesta de la asunción nos anima y consuela sabiendo que «esto corruptible se revestirá de incorrupción, y esto mortal de inmoralidad».

Un complemento poético (1 Crónicas 15,3-4.15-16; 16,1-2)

La misa de una solemnidad debe tener tres lecturas, la primera del Antiguo Testamento. Recordando que en las letanías se invoca a María como Arca de la alianza (Foederis arca), se pensó que el texto más adecuado para esta fiesta era el que describe la entrada del arca de la alianza en Jerusalén (el templo todavía no estaba construido). De la misma forma solemne y alegre entraría María en el cielo.

 En aquellos días, David congregó en Jerusalén a todos los israelitas, para trasladar el arca del Señor al lugar que le había preparado. Luego reunió a los hijos de Aarón y a los levitas. Luego los levitas se echaron los varales a los hombros y levantaron en peso el arca de Dios, tal como había mandado Moisés por orden del Señor. David mandó a los jefes de los levitas organizar a los cantores de sus familias, para que entonasen cantos festivos acompañados de instrumentos, arpas, cítaras y platillos. Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado. Ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión a Dios y, cuando David terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en nombre del Señor.

José Luis Sicre

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Solemnidad de la Asunción de María. 15 de Agosto de 2023

Martes, 15 de agosto de 2023
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En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”

(Lc 1, 39-56)

El evangelio de la solemnidad de la Asunción de María nos coloca en una de las escenas más alegres y llenas de color de todo el Evangelio.

El encuentro de estas dos mujeres, que están gestando en sus entrañas las más grandes promesas de Dios para la humanidad, es un canto eterno de esperanza.

Todo es tan incipiente y oculto que es difícil creer en ello, pero el encuentro de las dos experiencias deja fuera de juego a las dudas.

Isabel escucha la voz de María y la vida salta dentro de ella. Más tarde el Evangelio acabará con otro saludo, con otra voz la de Jesús que también hará saltar la vida en el corazón de María Magdalena. Podemos decir que la historia de Jesús empieza y termina (comenzando) con un salto. Primero saltó Juan, más tarde saltó María Magdalena. Son saltos de alegría y de vida porque es eso lo que nos regala Dios por medio de Jesús.

Y María aceptó ser cómplice de Dios en toda esta aventura. Dijo hágase e hizo de su vida un continuo espacio para los planes de Dios. Se atrevió con lo inesperado e incluso con lo imposible. Se puso en camino y se hizo abrazo con Isabel. Ellas dos no enseñan a ser abrazo, prolongación del abrazo que es Dios Trinidad. En ese encuentro estrecho somos la más bella imagen de nuestro Creador.

Oremos

Trinidad Santa, Abrazo Tierno, que seamos portadoras y transmisoras de abrazos, que llevemos la sorpresa de tu mensaje que hace saltar de alegría y transforma la soledad en compañía. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La evolución es posible gracias a una involución.

Martes, 15 de agosto de 2023
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3750880Lc 1,39-56

No debemos caer en el error de considerar a María como una entidad paralela a Dios, sino como un escalón que nos facilita el acceso a Él. El cacao mental, que tenemos sobre María, se debe a que no hemos sido capaces de distinguir en ella dos aspectos: uno, la figura histórica, la mujer que vivió en un lugar y tiempo determinado y que fue la madre de Jesús; otro, la figura simbólica que hemos ido creando a través de los siglos, siguiendo los mitos ancestrales de la Diosa Madre y la Madre Virgen. Las dos figuras han sido y siguen siendo muy importantes para nosotros, pero no debemos mezclarlas.

De María real, con garantías de historici­dad no podemos decir casi nada. Los mismos evangelios son extremadamente parcos en hablar de ella. Una vez más debemos recordar que para aquella sociedad la mujer no contaba. Podemos estar completamente seguros de que Jesús tuvo una madre y además, de ella dependió totalmente su educación durante los once o doce primeros años de su vida. El padre, en la sociedad judía del aquel tiempo, se desentendía totalmente de los niños. Solo a los 12 ó 13 años, los tomaban por su cuenta para enseñarles a ser hombres, hasta entonces se consideraban un estorbo.

De lo que el subconsciente colectivo ha proyectado sobre María, podíamos estar hablando semanas. Solemos caer en la trampa de equiparar mito con mentira. Los mitos son maneras de expresar verdades a las que no podemos llegar por vía racional. Suelen ser intuiciones que están más allá de la lógica y son percibidas desde lo hondo del ser. Los mitos han sido utilizados en todos los tiempos, y son formas muy valiosas de aproximarse a las realidades más misteriosas y profundas que afectan a los seres humanos. Mientras existan realidades que no podamos comprender, existirán los mitos.

En una sociedad machista, en la que Dios es signo de poder y autoridad, el subconsciente ha encontrado la manera de hablar de lo femenino de Dios a través de una figura humana, María. No se puede prescindir de la imagen de lo femenino si queremos llegar a los entresijos de la divini­dad. Hay aspectos de Dios, que solo a través de las categorías femeninas podemos expresar. Claro que llamar a Dios Padre o Madre, son solo metáforas para poder expresarnos. Usando solo una de las dos, la idea de Dios queda falsificada porque podemos quedar atrapados en una de las categorías masculinas o femeninas.

El hecho de que la Asunción sea una de las fiestas más populares de nuestra religión es muy significativo, pero no garantiza que se haya entendido correctamente el mensaje. Todo lo que se refiere a María tiene que ser tamizado por un poco de sentido común, que ha faltado a la hora de colocarle toda clase de capisayos que la desfiguran hasta incapacitarla para ser auténtica expresión de lo divino. La mitología sobre María puede ser muy positiva, siempre que no se distorsione su figura, alejándola tanto de la realidad que la convierte en una figura inservible para un acercamiento a la divinidad.

La Asunción de María fue durante muchos años una verdad de fe aceptada por el pueblo sencillo. Solo a mediados del siglo pasado se proclamó como dogma de fe. Es curioso que, como todos los dogmas, se defina en momentos de dificultad para la Iglesia, con el ánimo de apuntalar sus privilegios, que la sociedad le estaba arrebatando.

Hay que tener en cuenta que una cosa es la verdad que se quiere definir y otra muy distinta la formulación en que se mete esa verdad. Ni Jesús ni María, ni ninguno de los que vivieron en su tiempo, hubieran entendido nada de esa definición dogmática. Sencillamente porque está hecha desde una filosofía completamente ajena a su manera de pensar. Para ellos el ser humano no es un compuesto de cuerpo y alma, sino una única realidad que se puede percibir bajo diversos aspectos, pero sin perder nunca su unidad.

La fiesta de la Asunción de María nos brinda la ocasión de profundizar en el misterio de toda vida humana. A todos nos preocupa cuál será la meta de nuestra existencia. Se trata de la aplicación a María de toda una filosofía de la vida, que puede llevarnos mucho más allá de consideraciones piadosas.

En la más clásica filosofía occidental encontramos tres conceptos que se han calificado como trascendentales: “unum”, “verum”, “bonum” (unidad, verdad y bondad). Pero la más simple lógica nos dice que, si esos conceptos se pueden aplicar a todos los seres, no hay lugar para sus contrarios: multiplicidad, falsedad y maldad. Esta contundente conclusión nos lleva a desestimar estas cualidades, contrarias y negativas, como realidades realmente existentes. Este aparente callejón sin salida nos obliga a considerar estas tres últimas realidades como apariencias sin consistencia verdadera.

Allí donde encontramos multiplicidad, falsedad, maldad, debemos profundizar hasta descubrir lo más hondo de todo ser, la unidad, la verdad y la bondad. Toda apariencia debe ser superada para encontrarnos con la auténtica realidad. Esa REALIDAD está en el origen de todo y está escondida en todo. En el momento que desaparezcan las apariencias, se manifestará toda realidad como una, verdadera y buena. Es decir, que la meta de todo ser se identificará con el origen de toda realidad.

La creación entera está en un proceso de evolución, pero aquella realidad, hacia la que tiende, es la realidad que le ha dado origen. Ninguna evolución sería posible si esa meta no estuviera ya en la realidad que va a evolucionar. Ex nihilo nihil fit, (de la nada, nada puede surgir) dice también la filosofía. Si como principio de todo lo que existe ponemos a Dios, resultaría que la meta de toda evolución sería también Dios.

Lo que queremos expresar en la celebración de una fiesta de la Asunción de María es precisamente esto. No podemos entender literalmente el dogma. Pensar que un ser físico, María, que se encuentra en un lugar, la tierra, es trasladado localmente también en el cuerpo, a otro lugar, el cielo, no tiene ni pies ni cabeza. Hace unos años se le ocurrió decir al Papa Juan Pablo II que el cielo no era un lugar, sino un estado. Pero me temo que la inmensa mayoría de los cristianos no han aceptado la explicación, aunque nunca la doctrina oficial había dicho otra cosa.

El dogma es un intento de proponer que la salvación de María fue absoluta y total, es decir, que alcanzó su plenitud. Esa plenitud solo puede consistir en una identificación con Dios. Como en el caso de la ascensión, se trata de un cambio de estado. María ha terminado el ciclo de su vida terrena y ha llegado a su plenitud. Pero no a base de añadidos externos sino por un proceso interno de identificación con Dios. En esa identificación con Dios no cabe más. Ha llegado al límite de las posibilidades. Todas las apariencias han sido superadas. Esa meta es la misma para todos. En lenguaje bíblico “cielos” significa el ámbito de lo divino, por tanto María está ya en “los cielos”.

Cuando nos dicen que fue un privilegio, porque los demás serán llevados de la misma manera al cielo, pero después del juicio final, ¿de qué están hablando? Para los que han terminado el curso de esta vida no hay tiempo. Todos los que han muerto están en la eternidad, que no es tiempo acumulado, sino un instante. Concebir el más allá, como si fuera continuación del más acá, nos ha metido en un callejón sin salida; y parece que muchos se encuentran muy a gusto en él. Del más allá no podemos saber nada. Lo único que podemos descartar es que sea prolongación de la vida del aquí.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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María, parábola de Dios.

Martes, 15 de agosto de 2023
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magnificat-wLc 1, 39-56

«Por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso».

La buena Noticia es que en Jesús hemos visto que Dios es mucho mejor de lo que nadie había sido capaz de imaginar, y por eso “Abbá” es el corazón de esa buena Noticia. A Abbá le conocemos en Jesús, el hombre tan lleno de su espíritu que se le transparentaba, o dicho en lenguaje coloquial, el hijo que “había salido” a su Padre.

Pero poco les duró a los cristianos la alegría de este feliz hallazgo, pues desde época muy temprana, la teología erudita se encargó de dar un cambiazo nefasto sustituyendo a Abbá por el Dios Todopoderoso que juzga nuestros pecados. Tampoco Jesús salió bien parado de este envite, pues se convirtió en el Señor (el amo) que volverá para separar las ovejas de las cabras y enviar a las cabras al castigo eterno.

¡Había muerto la buena noticia!

Pero cuando en lo más recóndito de su ser, allá donde no llega la conciencia, los fieles  cristianos se sintieron desamparados y a expensas de un juez que iba a determinar su destino, se apresuraron a buscar una buena abogada; y no puede haber mejor abogada, mejor intercesora, que una madre, porque su amor es incondicional y no lleva cuentas del mal… Por supuesto, la mejor madre que podían encontrar era María, la madre de Jesús, así que la revistieron de los atributos más destacados de Dios-Abbá y recuperaron lo que les habían arrebatado.

La devoción a María se convirtió así en la más entrañable, y a sus devotos todo les parecía poco para adornar a la que se había convertido en su mejor garantía ante la fría justicia de Dios. Era nuestra madre amantísima, el refugio de los pecadores, el auxilio de los cristianos, la consoladora de los afligidos… Por supuesto, la madre del cielo no podía estar sometida al pecado, y nació el dogma de su Concepción Inmaculada. Tampoco podían sus restos corromperse bajo tierra como los de cualquier mortal, y eso dio lugar al dogma de su Asunción en cuerpo y alma a los cielos…

Y desde nuestra mentalidad ilustrada y pedante, todo esto nos resulta gazmoño y pueril; pensamos que ninguna persona culta del siglo XXI puede creer en estas simplezas que lo único que revelan es la inmadurez de la fe de nuestros abuelos… Pero en el fondo es una historia preciosa que muestra que el Espíritu sopla dónde y cuándo se le necesita, y muestra también que se encuentra mucho más a gusto entre la gente sencilla que entre los sabios y entendidos.

Ruiz de Galarreta llamaba a María “Parábola de Dios”, y añadía: «No hay palabras ni sentimientos capaces de agradecer suficientemente a María la salvación de todo lo que más caracteriza a la religión de Jesús, a la buena Noticia: sentirse querido, saber que alguien siempre te comprende, te perdona y te acoge, alguien a quien no temer, alguien que no lleva cuentas de mal… Eso, que debería haber sido Dios-Abbá, fue para los cristianos la madre de Jesús».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Nuevas imágenes para la Asunción de María.

Martes, 15 de agosto de 2023
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estos_son_mi_madre_y_hermanosLa imagen de Asunción despierta imágenes de movimiento, de atracción hacia arriba, de impulso ascensional; nuestra mirada es atraída hacia la altura y vemos a María elevada hacia ese ámbito que llamamos “cielo” donde, con palabras de Pablo, están “las cosas de arriba“, por contraposición a “las cosas de abajo” (Col 3,1). Pero además de esta imagen espacial, podemos explorar otras que nos acerquen a María:

La obra terminada

Al hablar de la Asunción nos referimos al resultado final y a la culminación del proceso vital de María. Pero la meta supone siempre un camino, el fruto ha tenido una larga maduración en el árbol, la piedra preciosa ha cristalizado lentamente durante miles de años en la hondura de la roca. Cuando se emprende una obra pública de envergadura se suele construir una maqueta que muestre el proyecto que se está construyendo y se expone en un lugar visible para que todos puedan ver cómo va a ser el final: al mirarla, contemplamos e imaginamos la obra ya terminada. La Iglesia nos pone hoy ante una “maqueta” que nos muestra el resultado final de la obra de Dios en la mujer que no opuso ninguna resistencia a su acción: “Hágase en mí…”, dijo María, la mujer de la Nueva Creación, acogiendo sobre ella la presencia del mismo Espíritu que “se cernía sobre la faz de las aguas” (Gen 1,2) en la mañana de la primera creación.

El fruto de la nueva Tierra

Cuando Moisés no sabía cómo convencer a un pueblo cansado, escéptico y desmotivado para entrar en la tierra de la promesa, envió exploradores a Canaan que volvieron cargados con gigantescos racimos de uvas dulces, frescas y apetitosas: ¡Estos son los frutos de la tierra hacia la que nos dirigimos!”, dijo Moisés al mostrárselos a los israelitas (Num 13). Algo así hace la Iglesia cuando nos presenta la Asunción de María, como si nos dijera: “Mirad las primicias de la humanidad nueva, ella es el fruto ya granado de la Tierra hacia la que nos dirigimos. Dichosos vosotros por haber recibido la buena noticia del campo donde echa sus raíces el Árbol de la Vida que produce semejante fruto, compartid con otros ese secreto a voces, ese sabor del vino que llena de alegría”. La existencia ya glorificada de María y su alegría, son los únicos instrumentos de que dispone para decirnos: “Es una tierra que mana leche y miel. Vale la pena subir a conocerla”.

La casa preparada

Me voy a prepararos lugar, decía Jesús, y cuando vaya y os prepara el lugar, vendré de nuevo a llevaros a mi casa para que donde yo esté, estéis también vosotros (Jn 14, 2-3).

María, la primera en llegar a la Casa, toma parte con su Hijo en la tarea de preparar ese lugar para que un día, donde ella esté, estemos también nosotros. Ella nos espera “a mesa puesta” en ese banquete del que le gustaba hablar a su Hijo.

La meta alcanzada

La imagen es de Pablo en su carta a los Filipenses: Hermanos, yo no lo he alcanzado aún, ni he llegado ya a ser perfecto, sino que continúo mi carrera a fin de poder alcanzar a aquel por quien yo mismo fui alcanzado, Cristo Jesús. (Fil 3,12). El evangelio nos presenta a María desde el comienzo “caminando deprisa” desde Nazaret de Galilea a la sierra de Judea para llegar a casa de su prima Isabel y en aquella primera “meta” de su carrera, recibió de labios de Isabel la primera bienaventuranza: “Dichosa tú que has creído…”. Y aquello no fue sino un anticipo de la felicitación que iba a recibir en el final definitivo de su trayectoria. Toda la vida de María consistió en dirigirse apasionadamente hacia esa meta definitiva que no podía ser otra cosa que su propio Hijo. Como cuando llega la primavera y el ánade salvaje emprende el vuelo de retorno y nada puede detener su impulso ascensional.

Dolores Aleixandre

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Quien comprende es feliz

Martes, 15 de agosto de 2023
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2A8ED1C6-34B3-48EC-9575-ED8BF22B8FC9Fiesta de la Asunción

15 agosto 2023

Lc 1, 39-56

Entendida en su literalidad, la expresión “dichosa tú, que has creído” no se sostiene, porque la dicha o la felicidad no puede apoyarse en una creencia. La creencia, en cuanto constructo mental, únicamente puede ofrecer una sensación de seguridad mientras la persona mantiene su adhesión a ella. Pero, en sí misma, carece de consistencia.

 Eso mismo ocurre cuando pensamos que la felicidad es “algo” a conseguir. La convertimos así en un objeto, sin caer en la cuenta de que todo objeto es, por definición, impermanente y, por tanto, incapaz de otorgar dicha o felicidad estable.

  La felicidad no nos viene de fuera ni nos espera en el futuro. Tampoco se halla en “algo” que deberíamos alcanzar. La felicidad es una con lo que somos, es otro nombre de nuestra identidad profunda, por lo que trasciende toda circunstancia que nos pueda ocurrir.

 Al escribir esto, me vienen a la memoria las palabras de Nisargadatta: “Compare usted la conciencia y su contenido con una nube. Usted está dentro de la nube, mientras que yo la miro. Está usted perdido en ella, casi incapaz de ver la punta de sus dedos, mientras que yo veo la nube y otras muchas nubes y también el cielo azul, el sol, la luna y las estrellas. La realidad es una para nosotros dos, pero para usted es una prisión y para mí un hogar”.

 O aquellas otras de Ramana Maharshi: “Usted es ignorante de su estado de plena felicidad”. Ya somos felicidad. El problema es que nos identificamos con lo que no somos y, en esa misma medida, nos alejamos de la felicidad y, a continuación, la objetivamos en “algo” y la proyectamos “fuera”. Pero la felicidad no es un “estado de ánimo” -que puede variar-, sino un “estado de ser”, que nace justamente de la comprensión profunda y que es capaz de abrazar todos los estados de ánimo.

 De manera inmediata, nuestra mente coloca etiquetas sobre aquello que supuestamente nos haría felices y aquello otro que supuestamente nos arrebataría la felicidad. Ante esto, la pregunta decisiva es: ¿Estamos dispuestos a incluir todo tipo de situaciones dentro de la felicidad?… ¿Estamos verdaderamente dispuestos a ser felices en cualquier situación… o queremos “salirnos con la nuestra”? Eso requiere ser honestos. Al llevar la honestidad al mundo de nuestras imágenes mentales acerca de la felicidad, nos damos cuenta de que rechazamos la felicidad constantemente. Rechazamos la felicidad cada vez que el presente no se parece a nuestra imagen feliz. ¿Cómo vamos a ser felices si renunciamos a ella constantemente? Dicho de modo más simple: el mayor obstáculo para ser felices no es otro que la imagen mental que tenemos de la felicidad.

 La felicidad -no podía ser de otro modo- nace de la comprensión experiencial de lo que somos. La ignorancia introduce en la confusión y en el sufrimiento; la comprensión ilumina y nos hace reconocernos en “casa”, sea lo que sea lo que ocurra. Sin duda, solo quien comprende es feliz. Tenía razón Sócrates al afirmar que “solo hay una virtud: la sabiduría [o comprensión]; y solo hay un único vicio: la ignorancia”.

¿Qué es, para mí, la felicidad? ¿Dónde la pongo o la busco?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Asunción: Dios nos libre de quien crea que su patria última es donde ha nacido

Martes, 15 de agosto de 2023
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im22090asuncion-maria-02jpgDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- NOTA PREVIA. EL DOGMA DE LA ASUNCIÓN.

    La tradición de venerar a la Virgen proviene de la Iglesia primitiva. El Concilio de Éfeso (año 431) dijo que  María era theo-tokos: madre de Dios (la que ha dado a luz a Dios). Sin embargo la definición del dogma de la Asunción es muy reciente. Fue el papa Pío XII, quien el 1 de noviembre de 1950, María, proclamó la madre del Señor fue llevada a los cielos en cuerpo y alma.

    Aun puliendo la antropología y cosmología que subyace a esta definición: ¿Cuerpo? ¿Alma? ¿Subir? ¿Cielos espaciales? ¡Cómo no vamos a creer que María terminó con su Hijo, Jesús, en la casa del Padre, en el cielo!

Quizás sea una mera coincidencia, pero la definición de la Asunción la hizo Pío XII el 1 de noviembre, fiesta de Todos los Santos: toda la humanidad estamos llamados con JesuCristo y María a la plenitud del cielo.

La Asunción es, pues, una fiesta de honda esperanza.

02.- UNA FIESTA LLENA de VIDA y alegría.

    El relato evangélico de hoy está lleno de vida y alegría:

Isabel dice: “En cuanto vi que me visitabas, me llené de alegría”…

María canta: “se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”…

  • El encuentro de dos familias, dos mujeres que están gestando “enigmáticamente” dos nuevas vidas: (Isabel es anciana y María es madre de un modo espiritual).
  • Bendita entre las mujeres
  • La criatura salta de alegría en el seno materno de Isabel
  • María canta a Dios: Proclama mi alma
  • Se alegra mi espíritu en Dios.
  • Le felicitarán todas las generaciones.

Sabemos que la vida tiene dificultades, pero la existencia humana es encuentro, es crear vida, es bendición, es alegría, es felicitarse por las pequeñas -y las grandes- cosas que el ser humano hace. La existencia humana es esperanza.

03.- FIESTA DE ESPERANZA. Esperanza y progreso

La fiesta de la Asunción nos habla de esperanza. Nuestro futuro absoluto es el cielo.

Pensando en voz alta: nuestra civilización ha sustituido la esperanza por el progreso. Confiamos en el progreso pero no tenemos esperanza. Sin embargo el progreso, siendo bueno, no termina de dar razón a nuestras vidas y, menos, a nuestra muerte. El progreso es lo que es y da lo que da de sí. Pero no se puede decir que, porque un caníbal utilice microondas, plato, cuchillo, tenedor y servilleta haya progresado mucho la humanidad.

    El futuro absoluto está Dios, o si no, no hay un futuro dotado de sentido.

    La idea de progreso de la Ilustración “no llega” a la plenitud. El cielo, el sentido, la realización es un don que no se logra en el “más acá”, sino que es un don, un regalo que nos llega del “más allá”, de Dios.

La existencia dotada de esperanza absoluta vive no fácil, pero sí serenamente las cuestiones de la vida: la libertad, la culpa, la familia, el pueblo, el futuro.

    Nuestra meta está en el cielo de la Ascensión de Cristo y de la Asunción de María.

    Podríamos decir que la Asunción es como la resurrección de María.

04.- Fiestas de muchas ciudades y pueblos.

    Muchos pueblos y ciudades celebramos en este día la fiesta central de la vida comunitaria.

    Celebramos los contenidos de la vida: el cumpleaños, un aniversario, un éxito, quizás una guerra. Se celebran contenidos

    El mes de agosto es un mes de vacaciones [1], pero no es lo mismo estar de vacaciones –necesarias, por otra parte- que celebrar una fiesta, un contenido. Celebrar, lo que se dice celebrar, celebramos poco o nada. Tenemos más días libres que nunca, pero celebramos menos que nunca.

    La fiesta de la Asunción es el contenido de nuestras fiestas de la ciudad, aunque sean más importantes los fuegos y los piratas que la Asunción. Los cristianos disfrutamos de la vida y de las fiestas como todo ser humano, pero con un plus de contenido, de esperanza y de futuro.

05.- UN APUNTE COLATERAL

Se encuentran y se visitan dos mujeres: Isabel y María.

La mujer, la madre, ha desempeñado y desempeña un papel fundamental en la vida familiar, en la educación de los hijos, en la transmisión de la fe. ¿Cómo será la comunicación del Evangelio cuando la mujer, la madre ya no lo haga?

¿Están suficientemente planteadas y pensadas estas cosas en los movimientos feministas, en las leyes sobre la homosexualidad, en el mundo científico, en la misma Iglesia, etc.?

    Algunos obispos dicen “tonterías pontificales” cuando, en torno a estas cuestiones, dicen cosas como que “Dios no se equivoca de cuerpo”.

06.- La Asunción.

    La Virgen María, Jesús culminaron su existencia en Dios. Algo de eso es lo que significan las fiestas de la Ascensión (Jesús) y la Asunción (María). Habremos de acallar nuestra curiosidad de cómo sea ese final, el cielo. Podemos tener dificultades sobre el cómo será, dónde, cuándo, etc., pero mantengamos firme la esperanza de que “será”. Confiemos en que será.

    Nuestro final es el mismo de Jesús y de María: el cielo. También para nosotros se abrió en el cielo la casa de Dios.

[1] La palabra “vacaciones” bien del latín: vacuo: vacío.

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En esta barca.

Lunes, 14 de agosto de 2023
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m_4814_Pescadores

Muchos dicen que en esta barca
vamos, más que nunca, a la deriva;
que es muy antigua y nada atractiva,
que ha perdido seguridad y rumbo,
que hace aguas por todas las esquinas
a pesar de sus arreglos y proclamas;
y que sus timoneles desconciertan
a quienes se acercan con fe y ganas.

Dicen que sólo ofrece palabras;
que coarta la libertad y la gracia;
que ata, en nombre de Dios, la esperanza
anunciándose servidora humana;
y que se cree tan verdadera y necesaria
que las personas honestas y sanas
acaban dejando que pase,

Y aunque se pase las noches bregando
no pesca nada en las aguas que surca
ni puede compartir con otras barcas
las fatigas y gozos de las grandes redadas.
Lo único que le queda en esta travesía,
antes de quedar varada en la orilla,
es remar mar adentro y echar las redes
siguiendo tu consejo y palabra.

Y, sin embargo, esta barca,
tan llena de miserias, tan humana,
tan poco atractiva y desfasada,
a la que ya pocos miran
y es objeto de risas y chanzas,
es la que me llevó por el mar de Galilea
y me enseñó a no temer tormentas
y a descubrirte, sereno, en la popa.

Esta barca a la que Tú te subiste,
para hacerme compañía y prometerme
ser pescador y entrar en tu cuadrilla,
todavía recibe ráfagas de brisa y vida
y es, aunque no lo comprenda,
mi casa, mi hogar, mi familia
para andar por los mares de la vida
a ritmo y sin hundirme, con la esperanza florecida.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

barcao-jesus

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