Dom 28.8.22. Invita a los cojos mancos y ciegos… De una ley cerrada en sí misma (Prov 25) al ministerio universal del reino (Lc 14)
Del blog de Xabier Pikaza:
| X Pikaza Ibarrondo
Prov 25. Un banquete jerárquico
Esa estructura social y sacral (religiosa) no responde a la inspiración primaria de Israel, fundado en el Éxodo de pobres y esclavos y en la comunión profética de todos los hombres. Pero esa estructuración se fue imponiendo en todo el oriente, a partir del siglo V-IV a.C., partiendo de modelos persas y griegos, no judíos. Así lo muestra de un modo ejemplar este pequeño “recordatorio”, dirigido a un judío de clase media:
La infamia (el gran pecado) consiste en romper el orden social, queriendo ocupar el lugar de los más ricos, pues el que es jerarquía Dios ha asignado cada persona (familia o pueblo) un lugar en la gran mesa del banquete (para la reflexión que sigue retomo ideas del comentario clásico de F. Delitzsch,Sprüche 1876; proverbios, Clie 2023; las palabras hebreas son indicación erudita, no hace falta entenderlas).
El verbo התהדּר significa comportarse como הדוּר o נהדּר (vid. Prov 20,29), desempeñando el papel de alguien muy distinguido, rompiendo así el orden social de “dios” que exige que cada uno ocupa su lugar en el conjunto sagrado.
La razón dada en Prov 25,7 armoniza con la regla de la sabiduría, un tema sido retomado (y superado) por Lc 14,10. Mejor es que uno te diga sube aquí, עֲֽלֵ֫ה הֵ֥נָּה, προσανάβηθι ἀνώτερον (sube más arriba, como en Lucas 14, 10) y no que seas humillado. Tienes que ver por tí mismo y ocupar el lugar que te corresponde en la mesa (en el banquete, en la sociedad), más arriga o más abajo, con poder o sin poderes, con comida abundante o sin comida. Pasar hambre en un mundo de ricos forma parte del orden de Dios.
Tus ojos han de verlo y tú aceptarlo: Este lugar le pertenece a él (al rico, poderoso), según su rango, y no a mí. Por eso, la humillación que recibas cuando él venga y te expulse tú tengas que descender de ese lugar será mayor. Esa humillación será justa, porque los ojos que tenías para ver a las personas de más honor y calcular tu lugar estaban ciegos.
25, 8. No entres apresuradamente en contienda por un puesto superior… pues al fin tendrás que abajarte y ocupar el lugar que te corresponde por orden social y nacimiento. Este proverbio nos sitúa ante un tema de orden social y religioso: Dios es jerarquía, y obedecer a Dios implica aceptar el lugar que élte ha asignado en el conjunto, como rey o como esclavo. Por eso, no debes transgredir los límites de la moderación, no te eleves por encima de ti mismo, de aquello que tú eres, ne te laisse pas emporter.
Piensa en lo que pasaría si actúaras rompiendo el orden de conjunto. Al final serás arrojado duera de ese lugar que no es tuyo. Este proverbio es, por tanto, una reflexión sobre aquello que podría pasar en el caso de que el hombre al que se refiere el proverbio quisiera mantener su actitud desafiante ante aquel que tiene más nobleza que él.
25,9-10. Debate tu causa con tu prójimo mismo…. Éste es un doble proverbio muy importante para conocer el modo de relaciones personales y de honores de la sociedad israelita de ese tiempo, dominada por el espíritu de los grandes imperios, persas o helenistas. Frente a un mundo moderno donde importa más el dinero de cada persona y grupo, aquí es más importante el sistema de honores (sin negar evidentemente la importancia del dinero).
Estos versos nos sitúan ante una disputa de honores escenificada, conforme a los versos anteriores en un banquete, en el que cada uno debe ocupar su lugar dentro de una jerarquía de dignidades muy bien establecidas, más cerca o más lejos del rey y de los primeros puestos. Cada uno ha de ocupar su lugar, bien establecido por tradición y honor de familia, no sea que llegando uno que es “más honrada” te hagan descender de su puesto. La mesa del banquete es, según eso, la imagen más perfecta de la “gradación social del conjunto”.
Cada uno ha de mantener su lugar en el conjunto, y ha de hacerlo el silencio, con reverencia, sin protestar. Pues bien, en este momento, tras haberse colocado cada uno en su lugar en la mesa, puede surgir una discusión entre los comensales, una discusión sobre el lugar que debe ocupar cada uno. En este contexto resulta fundamental la conversación de unos con otros, una conversaicón razonada de forma sacral: Que nadie critique a nadie, que nadie quiera romper el orden del conjunto.
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