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Dieta de Silencio

Domingo, 5 de noviembre de 2017
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20111028103515e423ddSi tu palabra no es mejor que tu silencio, guarda silencio (Proverbio indio)

5 de noviembre, domingo XXXI del TO

Mt 23, 1-12

Lo que os digan ponedlo por obra, pero no los imitéis; pues dicen y no hacen

Un decir y hacer evangélico que ha de manifestarse en obras para realmente serlo. El americano Jack Kornfield (1945), escritor y maestro del budismo vipassana, resalta la idea de que dichas obras han de explicitarse en el quehacer de cada día. En su sugerente libro “Después del éxtasis, la colada”, escribe: “La verdadera tarea de la vida espiritual no se halla en lugares lejanos o extraños estados de consciencia: está aquí, en el presente”.

El profeta Malaquías, como Jesús, critica duramente a los escribas y fariseos, a las clases dirigentes de su tiempo por su hipocresía y el modo interesado de realizar su ministerio. El profeta, en siglo V a. C., lanza un duro ataque a los sacerdotes de su época por lo mal que realizan el culto y el mal ejemplo que dan en su vida. Buscan su propia gloria en vez de la de Dios: “Pero vosotros os apartasteis del camino, hicisteis tropezar a muchos con vuestras instrucciones, invalidasteis y habéis hecho que muchos tropiecen en la ley, invalidasteis la alianza con Leví”. (Mal 2, 8-9). Aunque el ataque a letrados y fariseos tenga más de caricatura que de retrato, Jesús les reprocha su afán de ostentación y de no cumplir lo que enseñan.

El escándalo provocado por su predicación entre los jerarcas judíos podría ser comparado con el producido entre el público por tantas obras musicales o literarias como, por ejemplo, la primera representación de La consagración de la primavera del ruso Igor Stravinski en 1913 o Histoire d’O, de la francesa por Dominique Aury en 1974.

Hoy nuestras jerarquías -tanto religiosas como políticas, con raras y loables excepciones- siguen mereciendo el azote de las palabras que el profeta les dedicó 460 años antes de Cristo. Un olvido del pueblo que ya el cardenal de París, Emmanuel Suhard, lo lamentó en su carta de Cuaresma de 1949: “Existe un muro que separa la Iglesia de la gente. Ese muro hay que derribarlo para devolver a Cristo a la gente”Un triste y secular muro que impide unir la calle con el Templo.

El Lama vietnamita Thich Nhat Hanh, puso también de manifiesto la necesidad del decir y el hacer, cuando dijo: “He sido monje durante 65 años, y lo que he encontrado es que no hay religión, ni filosofía, ni ideología más alta que la humanidad; con solidaridad y fraternidad, todo es posible”.

El versículo 3 de Mateo “Lo que os digan ponedlo por obra, pero no los imitéis; pues dicen y no hacen”, y el proverbio indio Si tu palabra no es mejor que tu silencio, guarda silencio”, lo dejan igualmente bien claro.

En nuestro Poema El lecho de Procusto, encabezado por Mt 5-20 “Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de Dios”, se relata la triste historia de este bandido y posadero griego, talibán fundamentalista que asesinaba sin piedad a cuantos no fueran de su misma medida y pensamiento.

EL LECHO DE PROCUSTO

Jesús reconduce la Ley a su último objetivo:
servicio a la vida, a la justicia,
al amor, y a la verdad.

Un Torquemada griego laico y primitivo.
Un talibán fundamentalista,
para el que todo
cuanto no se ajustaba al angosto y rígido lecho de su mente
acababa despiadadamente mutilado.

Y la historia se reescribe.
Visionarios de vía estrecha, elegidos
por no se sabe bien qué demiurgo.
Se consideran gestores responsables
de pastorear las ideas ajenas,
no cesando en su celoso empeño
hasta encerrarlas –velis nolis–
en el redil, de sus certezas personales.

Un discurrir oscuro
por el angosto Cañón del Colorado,
condenado a la horca inexorable
de sus estrechas y rígidas creencias:
Caballeros de la armadura oxidada,
Jinetes del Apocalipsis.
Como Narcisos
ya irredentos acaban ellos y sus fieles
ahogados en el fondo del cauce de sí mismos.

(EVANGÉLICO CUARTETO. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Se acerca el final.

Domingo, 5 de noviembre de 2017
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tissot-chief-priests-ask-jesus-by-what-authority-741x524_1_Se acerca el final del año litúrgico y se acerca también el final de Jesús, el final del tiempo que le queda para desenmascarar la mentira, el orgullo, el dominio de los poderosos hacia los más débiles, todo en nombre de Dios.

Se acentúa por momentos la tensión entre Jesús y sus adversarios; ellos no van a cesar en su acoso hasta encontrar la manera de acusarle formalmente. Jesús no dejará de tensar la cuerda porque no puede traicionar el propósito de su vida.

A pesar de que todos buscan la fidelidad al mismo Dios, los caminos escogidos son contradictorios, porque los fariseos ponen el énfasis en el cumplimiento de la ley y sus más de seiscientos preceptos, mientras que Jesús basa su enseñanza en el amor a Dios y al prójimo.

Después de sus choques frontales con los distintos grupos representativos del judaísmo, Jesús se dirige a sus discípulos y a las multitudes para expresar su opinión sobre la fidelidad-infidelidad del pueblo de Israel para con su Dios.

El ataque es frontal, sin tapujos, directo a quienes se hacen con la autoridad, dominan y subyugan. No quiere Jesús de ninguna manera que sus seguidores vayan por ese camino de hipocresía. En ningún momento niega que las autoridades hayan conservado la Alianza que Dios hizo con su pueblo a través de Moisés. Lo que critica no es lo que dicen sino lo que hacen.

Es un ataque frontal al patriarcado, que se erige como autoridad máxima buscando los privilegios y los primeros puestos a costa de los demás. Esta manera de vivir la religión no ha de ser la de la comunidad de Jesús. Nadie tiene derecho a cargar pesos en las espaldas de los demás mientras que “ellos” se saltan las normas a su antojo. Nadie es superior a nadie, y por tanto el vivir de cara afuera aparentando, buscando el reconocimiento y el elogio de los demás es duramente criticado.

Pero Jesús sobre todo remarca el que no nos dejemos obnubilar por el “saber” teórico de alguien dejándole las riendas de nuestra vida. Si todos somos herman@s tenemos la responsabilidad de compartir los “bienes”, sin alzar a nadie por encima de l@s dem@s.

¡Qué fácil es seguir a un gurú y dejarme guiar en lugar de tomar las riendas de mi seguimiento de Jesús y personalizar mi fe! Claro que a tod@s nos ayuda que personas con estudios nos vayan clarificando aspectos de nuestra vida espiritual; lo que no tiene sentido es que el seguirles a “ell@s” sustituya nuestra oración personal y nuestro compromiso en comunidad.

Tanto a los hombres como a las mujeres nos cuesta romper con esa lacra del patriarcado que nos destruye a tod@s. El discipulado de iguales es lo que Jesús intentó inculcar entre los suyos y se destruyó en los primeros años del cristianismo.

Ni padre, ni maestro, ni preceptor ni intermediario. Nada de todo esto sirve en la comunidad cristiana. Hermanos y hermanas aunque nos pueda sonar un poco extraño. Compañer@s de camino, que quiere decir aquellos con quienes comparto el pan, en todas sus diferentes formas.

A Pablo, en la segunda lectura, se le escapa el ramalazo patriarcal (aunque ese versículo no se leerá en la Misa): “Y aunque podríamos haber dejado sentir nuestra autoridad como apóstoles de Cristo (…) nos comportamos afablemente con vosotros como una madre que cuida de sus hijos con amor”. 1 Tes 2, 7  (El texto en negrita es lo que oiremos).

Como si el ser testigo de la Resurrección de Jesús, (por cierto Pablo no lo fue), confiriera una autoridad por encima del resto de miembros de la comunidad. Jesús dice o por lo menos así lo recoge la comunidad de Mateo: “El mayor de vosotros será el que sirva a los demás. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”. (Mateo 23: 11)

Creo que a su comentario de un comportamiento cariñoso como el de una madre con sus hijos Jesús le habría dicho: Has hecho lo que te correspondía como miembro de la comunidad cristiana, ni más ni menos. ¡Qué menos se puede esperar de quien sirve la Palabra!

Estar sentado en la cátedra de Moisés, no nos da garantía de nada. Es vivir sencillamente esos valores a los que Jesús nos invita, lo que nos hace ser auténtic@s, gozar de verdad y no perder la esperanza en medio de tanta apariencia y falsedad.

Se acerca el final de este recorrido evangélico que hacemos cada año. No dejemos que nos pase por encima una vez más. Que su mensaje nos sacuda por dentro y nos de la paz y la armonía que necesitamos.

Carmen Notario

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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En la Iglesia todos sois hermanos.

Domingo, 5 de noviembre de 2017
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tablas-de-la-leya56Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. DIVERSOS MODOS ECLESIALES YA EN EL NUEVO TESTAMENTO.

El grupo de Jesús, la Iglesia naciente nunca fue de un modo unitario, la iglesia era una pero no uniforme. Los uniformes (una – forma) pertenecen a otros ámbitos deportivos, militares, majorettes, comparsas de carnavales etc. pero no a la Iglesia

o Las comunidades de san Pablo tenían un tono carismático: cimentadas siempre en el Señor Jesús, se organizaban conforme a los carismas, las cualidades de los cristianos.

o Las comunidades de la tradición de san Juan sufrieron mucho principalmente por la ruptura con el mundo judío y por el gnosticismo que estaba empapando el naciente cristianismo. Por ello estas comunidades eran más bien grupos cerrados. A modo de ejemplo, estas comunidades de Juan “se parecerían” a las iglesias perseguidas en los países del telón de acero de los años 1950-60, “iglesias del silencio”.

o Las comunidades de las cartas Pastorales (1 y 2 Timoteo y Tito) eran comunidades que a fines del siglo I, comienzos del II, echaban de menos la presencia de Pablo y tratan de estructurarse para continuar en la historia. De ahí que comiencen a hablar ya de presbíteros, diáconos y obispos, que habrían de garantizar la continuidad.

o La Iglesia de la tradición de Mateo era una comunidad que se entendía como una fraternidad: TODOS VOSOTROS SOIS HERMANOS.

La iglesia de Jesús tiene algunas características constantes en todos estos modelos eclesiales:

o Una iglesia basada no en el poder, sino en el SERVICIO. Tras el lavatorio de los pies, Jesús les invita a los a suyos a Haced vosotros lo mismo, (Jn 13).

o A los cristianos les conocieron no por una espléndida retransmisión televisiva, sino por cómo se amaban (AMOR), (Jn 13,35).

o La Iglesia que se refleja en el evangelio de Mateo es una FRATERNIDAD. Y eso que Mateo es el único evangelio que recoge aquel texto sobre Pedro: tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, (Mt 16,18). Sin embargo la iglesia de Mateo es una comunidad de hermanos, de iguales.

La unidad de la Iglesia no reclama uniformidad. La Iglesia es una en la diversidad, en la pluralidad:

La Iglesia de Cristo, según el Nuevo Testamento, no es una Iglesia de unitarismo centralista e igualitarismo –y menos totalitario-. No conoce la uniformidad, sin alegría ni libertad, de una organización única o de tipo único de unidad. No entra en la esencia de la Iglesia ni el culto uniforme, ni la disciplina uniforme, ni la teología uniforme. Apoyándose en Efe 4,4-6 se podría más bien afirmar lo contrario.

Pluralidad en el culto: un solo Dios, un solo Bautismo, una sola Eucaristía, pero pueblos distintos, comunidades distintas, lenguas distintas, ritos y formas de piedad distintas, cantos y ornamentos distintos, distintas oraciones y, en este sentido, iglesias distintas. Pluralidad también en la teología: Un solo Dios, un solo Señor, una sola fe y una sola esperanza, pero distintas teologías, distintos sistemas, distintos estilos de pensar, aparatos conceptuales y terminologías, distintas escuelas, tradición y tendencias en la investigación, distintas universidades y distintos teólogos y, en este sentido, una vez más, distintas iglesias. Pluralidad finalmente también en el orden eclesiástico: un solo Dios, un solo Señor, un solo Espíritu, un solo cuerpo, pero diversas ordenaciones de vida, diversas estructuras de derecho, diversas naciones y tradiciones, diversos usos y costumbres y sistemas de administración y así finalmente, también en este sentido, distintas iglesias. 

La verdad es una, pero las formas y formulaciones en que se expresan, pueden ser varias y variadas.

/ ANACRONISMO

La palabra “anacrónico – anacronismo” es de origen griego y significa “fuera del tiempo”, fuera de tiempo”, (a – cronos).

Hoy en día no pocos católicos se lamentan de que se nombren obispos de mentalidad y actividad tridentinas, que muchos curas, nuevos movimientos religiosos, congregaciones religiosas, laicos, son ultraconservadores. Muchos sueñan con una iglesia uniforme. Pero la Iglesia, como los pueblos y culturas es plural y diversa.

Se están recuperando “latines”, campanillas, roquetes, palios, bandejas, paños, ritos ya casi olvidados, parece como si hacer la genuflexión al comulgar fuese índice de ser mejor cristiano, etc, etc.

En el evangelio hemos escuchado: Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.

Uno se queda un tanto pensativo y me surge la nostalgia de que:

¡ya quisiéramos obispos y curas tridentinos!

TRENTO UN CONCILIO POTENTE.

concilio-de-trentoEl Concilio de Trento fue un concilio potente, serio, con una gran teología, creó un estilo sacerdotal que ha dado grandes frutos y un gran estilo de vida sacerdotal, el cardenal Bérulle, el cura de Ars, la escuela de San Sulpicio, la gran tradición sacerdotal del seminario de Vitoria.

Lo que no está ocurriendo es que hoy en día -entre otras cosas- es que muchos obispos, curas, movimientos religiosos y laicos, puenteando el tiempo (el kairós), el espíritu y el tono del Vaticano II pretenden -supuestamente- remontarse a Trento, pero no porque estimen y amen el espíritu de aquel concilio, sino porque allí encuentran un arsenal para dinamitar el espíritu moderno del Vaticano II, al mismo tiempo que encuentran las piedras necesarias para construir “bunkers ideológico-religiosos”.+

03. UNA COMUNIDAD DE HERMANOS ES UNA COMUNIDAD DE IGUALES.

En la familia los hermanos son iguales. Todos somos hijos de Dios, por tanto hermanos, por tanto iguales.

comunidadfeLas diferencias y grados no son evangélicas y menos si tales diferencias provienen de distinciones de poder. Las distinciones que admite Jesús son las del servicio. En el evangelio de Mateo (20,17-28) aparece ya la tentación del poder en la familia de los Zebedeos: que estos dos hijos se sienten a tu derecha e izquierda… Entre vosotros no ha de ser así, como entre los políticos, sino que ha de ser de servicio: el que quiera ser el mayor que sea vuestro servidor…

Vistas las cosas desde el mundo eclesiástico, no, pero vistas desde Jesús, todos los que queremos seguir al Señor, todos somos iguales, hermanos.

Somos cristianos e iglesia en tanto en cuanto tratamos de ser hermanos, nos ayudamos y servimos (lavatorio de los pies, Jn 13) . Una Iglesia que viva en una pre – tensión (búsqueda previa) del poder, está -estamos- muy lejos de ser la Iglesia del Señor.

Difícilmente podemos ser una comunidad de hermanos en una iglesia de estructuras de poder.


04. ES HERMOSO SER Y VIVIR COMO HERMANOS.

3755462557_0b4aab0541_m¡Qué hermoso y alegre es que los hermanos vivan unidos!, dice el salmo 133. Es una gran verdad que la experimentamos en la vida familiar y en espacios de amistad, de convivencia.

Sin embargo y por desgracia es difícil decir esto del ámbito eclesial. En la Iglesia hay malestar, que significa: estar mal. En nuestra propia diócesis, en nuestra propia iglesia local, el clima es difícil, duro y de tristeza, al menos para muchos de nosotros. La comunión, la fraternidad eclesial se ha resquebrajado. Si el papa Francisco está viviendo en un fuego cruzado, ¿qué podemos esperar los demás?

La comunión eclesial no se logra por sometimiento, por dominación. Somos hermanos porque tenemos todos, -todos-, un mismo Padre. El que nos une es el Padre, lo mismo que nos ocurre en la vida: quienes nos unen a los hermanos son los padres: padre y madre. Cuando van muriendo los padres parece como que, un poco por ley de vida, los hermanos nos disgregamos.

La fraternidad, la unidad eclesial la crea el Espíritu del Señor. Es el espíritu del Señor el que nos une. Es decir, vivimos unidos no por imposición normativa, sino porque todos tenemos el tono vital de Cristo: servicio, paz, libertad.

Quien nos une en el Señor Jesús es Dios Padre, no otros poderes intermedios. La unidad y comunión es de la comunidad con el Señor no es cosa del “orden público eclesiástico”. Los “mandos intermedios” también son comunidad y no han de desgajarse de ella, ni del Señor.

Volvamos la mirada al Evangelio y hagamos nuestro que:

TODOS VOSOTROS SOIS HERMANOS

 

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Dom 1. XI. 15. El prójimo es Dios. Amar a Dios y al Prójimo

Domingo, 1 de noviembre de 2015
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 31. Tiempo ordinario. Ciclo b. Mc 12,28-34. Sigue hoy, 2015, la misma disputa del principio de la Iglesia: ¿Qué es antes: Dios o el prójimo? En caso de posible “duda”: ¿A quien debería “asistir” primero: al Dios posiblemente “¿necesitado?” de mi religión o al prójimo realmente necesitado de mis manos de los duros caminos de la vida?

Pero no podemos quedarnos en observaciones generales: En contra de toda división, Jesús proclama este domingo un credo “práctico” (bíblico), que incluye dos mandamientos en uno: amar a Dios y amar al prójimo, añadiendo que a Dios le encontramos en el prójimo, como ha vuelto a decir el Papa Francisco en el Sínodo 15, quizá con escándalo de algunos, que parecen querer un Dios sin prójimo real, concreto.

Este doble mandamiento recoge la experiencia más profunda de la teología y vida israelita, centrada en el Shema (amor a Dios) que se amplía con el amor al prójimo (a partir de Dt 6, 4-9; cf. también Dt 11, 13-21 y Num 15, 37-41). El uso del Shema era habitual en el I d. C. Es normal que Jesús lo asuma, orando como buen judío.

imagesqParece que otros judíos, sobre todo helenistas, habían vinculado ya el Shema con la exigencia de amar al prójimo, citando Lev 19, 18 u otras palabras semejantes, pero sólo Jesús (que sepamos) ha formulado de un modo radical y condensado ese don (en amor somos) y esa exigencia (en amor vivimos), vinculando de manera inseparable a Dios y al prójimo.

De esa forma, el mismo Jesús ha resuelto en su evangelio el tema de los primeros concilios de la Iglesia (de Nicea a Calcedonia), vinculando y dando el mismo rango al amor de Dios y al amor al prójimo, pues Dios y el prójimo (en otro lenguaje Dios y Jesús) son radicalmente consubstanciales en temas de amor.

En esa línea ha de avanzar el compromiso del cristiano, sabiendo que el “camino del amor” no empieza subiendo a Jerusalén, sino bajando a Jerícó con el Buen Samaritano, como indica la imagen 2 y el comentario de Lucas, que incluimos al final de este post.

Hay dos amores y los dos se centran en uno: amar al prójimo como a ti mismo, empezando en la práctica por el prójimo.. Buen domingo a todos (añadiré más adelante un comentario a al Fiesta de los Santos, del mismo día 1 del XI)

Marcos 12, 28b-34

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?” Respondió Jesús: “-El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.” El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No hay mandamiento mayor que éstos.” El escriba replicó: “Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.”Jesús. Viendo, que había respondido sensatamente, le dijo: “No estás lejos del reino de Dios.” Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

La pregunta de los fariseos

Algunos fariseos, hombres del Libro, interpretaban a Dios como alguien que tiene poder para mandar, es decir, para imponer unos preceptos a sus criaturas, en este caso a los judíos. Ciertamente, la pregunta que dirigen a Jesús es buena (aunque lo hagan para ponerle a prueba) y que Jesús la admite. De todas formas, se trata de una pregunta sesgada, pues supone que lo más importante es la entolê, es decir, aquello que Dios ha mandado cumplir a los hombres.

Estos fariseos son hombres de alianza con Dios, pero también de mandatos que deben cumplirse. El problema no está en que los mandatos sean numerosos (más tarde se recopilan 248 positivos y 365 negativos, en total 613), pues muchos de ellos resultan obvios para los que viven dentro de una sociedad organizada sobre esa base legal.

Por eso, situados en su propio contexto, los judíos del tiempo de Jesús y sus sucesores no se pueden tomar como legalistas en el sentido peyorativo del término. No son legalistas, pero piensan que su vida se encuentra fundada sobre leyes de Escritura/Tradición que se presentan como voluntad de Dios. De todas maneras, es importante discernir: saber dónde se encuentra el centro y clave de los mandamientos, como hacen nuestros fariseos.

Estos fariseos no discuten sobre los mandamientos, pero quieren organizarlos de forma que puedan integrarse como un todo armonioso. Esta es la función de los fariseos:: traducir una Escritura histórica/narrativa en formas de código legal. Por eso, en el fondo de los mandamientos buscan el mandamiento, como si los 613 preceptos se pudieran condensar en una misma y única raíz.

Pues bien, Jesús acepta el reino y no responde con uno sino con dos, como indicando que al principio no hay un tipo de monismo (sólo Dios o sólo el hombre) sino un dualismo básico, un diálogo entre Dios y los humanos. Del primero hemos hablado ya en el tema anterior, que sigue siendo esencial para los cristianos. Del segundo queremos hablar ahora.

Un mandamiento en dos mandamientos. El primer homoousios

Conforme a la experiencia de Jesús, si sólo hubiera un mandamiento (el Shemá) la vida del hombre podría acabar en un espiritualismo teológico. Por eso, con buena parte de la tradición judía de su tiempo, él añade el mandato de Lev 19, 18: «amarás a tu prójimo como a ti mismo».

La novedad de Jesús está en la fuerza que ha dado al término común agapêseis (amarás: hebreo ‘ahabta) de Dt 6, 5 y Lev 19, 18, uniendo los dos mandamientos (amores) y diciendo que el segundo mandamiento (amarás al prójimo) es semejante (=igual) al primero.

Más tarde, la iglesia de los concilios (Nicea 325 y Calcedonia 451) ratifica el “homousios” cristológico: Dios y Cristo Jesús comparten una misma esencia divina, en forma personal, trinitaria.

Pero es anterior este homoousios práctico… que evoca el tema de los dos mandamientos, poniendo en el mismo plano los dos amores, el de Dios y el del prójimo, que es Dios para los hombres.

Los dos forman un solo mandamiento: son aquello que los fariseos llamaban el mayor de todos (megalê de Mt 22, 36). Desde este fondo podemos añadir que en el principio está la dualidad del amor: el amor a Dios se vuelve relación amor al prójimo, es decir, de persona con persona. Se vinculan así, desde el mismo Dios, el yo mismo y el yo del otro de modo que no pueden separarse.

(1) Amarás al Señor, tu Dios. Dios abre ante el hombre un camino de amor.

(2) (Amarás…) a tu prójimo. En el lugar de Dios viene a expresarse ahora el amor al otro, es decir, al individuo concreto. En el libro del Levítico, ese prójimo es el hermano o miembro del propio pueblo israelita; pero, en un sentido más extenso, puede también el pobre y extranjero, es decir, el que rompe las fronteras resguardadas de la propia comunidad (cf Lev 19, 10)

(3) Como a ti mismo. La medida del amor de Dios era no tener medida: experiencia de apertura infinita. Pues bien, la medida del amor al prójimo es ahora mi propia medida. Amarle como a mí mismo significa ponerle como otro yo a mi lado, haciendo de su vida espacio y centro de mi propia vida. Leer más…

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“No aferrarnos a tradiciones humanas”. 22 Tiempo Ordinario – B (Marcos 7,1-8.14-15.21-23)

Domingo, 30 de agosto de 2015
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22-852858-300x200No sabemos cuándo ni dónde ocurrió el enfrentamiento. Al evangelista solo le interesa evocar la atmósfera en la que se mueve Jesús, rodeado de maestros de la ley, observantes escrupulosos de las tradiciones, que se resisten ciegamente a la novedad que el Profeta del amor quiere introducir en sus vidas.

Los fariseos observan indignados que sus discípulos comen con manos impuras. No lo pueden tolerar: «¿Por qué tus discípulos no siguen las tradiciones de los mayores?». Aunque hablan de los discípulos, el ataque va dirigido a Jesús. Tienen razón. Es Jesús el que está rompiendo esa obediencia ciega a las tradiciones al crear en torno suyo un «espacio de libertad» donde lo decisivo es el amor.

Aquel grupo de maestros religiosos no ha entendido nada del reino de Dios que Jesús les está anunciando. En su corazón no reina Dios. Sigue reinando la ley, las normas, los usos y las costumbres marcadas por las tradiciones. Para ellos lo importante es observar lo establecido por «los mayores». No piensan en el bien de las personas. No les preocupa «buscar el reino de Dios y su justicia».

El error es grave. Por eso, Jesús les responde con palabras duras: «Vosotros dejáis de lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».

Los doctores hablan con veneración de «tradición de los mayores» y le atribuyen autoridad divina. Pero Jesús la califica de «tradición humana». No hay que confundir jamás la voluntad de Dios con lo que es fruto de los hombres.

Sería también hoy un grave error que la Iglesia quedara prisionera de tradiciones humanas de nuestros antepasados, cuando todo nos está llamando a una conversión profunda a Jesucristo, nuestro único Maestro y Señor. Lo que nos ha de preocupar no es conservar intacto el pasado, sino hacer posible el nacimiento de una Iglesia y de unas comunidades cristianas capaces de reproducir con fidelidad el Evangelio y de actualizar el proyecto del reino de Dios en la sociedad contemporánea.

Nuestra responsabilidad primera no es repetir el pasado, sino hacer posible en nuestros días la acogida de Jesucristo, sin ocultarlo ni oscurecerlo con tradiciones humanas, por muy venerables que nos puedan parecer.

José Antonio Pagola

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“Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.”. Domingo 30 de agosto de 2015. Domigno 22º ordinario

Domingo, 30 de agosto de 2015
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48-ordinarioB22 cerezoDe Koinonia:

Deuteronomio 4, 1-2. 6-8. No añadáis nada a lo que os mando. . ., así cumpliréis los preceptos del Señor.
Salmo responsorial: 14: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?.
Santiago 1, 17-18. 21b-22.27: Llevad a la práctica la palabra.
Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23:Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.

 Es antigua la tentación de considerar que lo esencial de una religión está en el cumplimiento de formalidades rituales, y no en la asunción de sus principios vitales. También esta tentación acompañó al «pueblo de Dios» de Israel -como a muchos otros «Pueblos de Dios»-, desde tiempos inmemoriales. Hoy, si alguna persona se atreve a cuestionar, aunque sea indirectamente, ciertos lastres históricos y a proponer alternativas coherentes con el evangelio, en poco tiempo es tachada de «desviarse de la auténtica doctrina». Sin embargo, como nos recuerda el Salmo, no son los muchos ornamentos ni el boato de las celebraciones lo que nos eleva a Dios, sino la justicia, la honestidad, la recta intención y el respeto. Anunciar la justicia y vivirla en el día a día constituye la exigencia fundamental de las Escrituras judeocristianas –y en esto coinciden con tantas otras Escrituras-. Los rituales, las prescripciones, las ceremonias… nos pueden ayudar a continuar por el camino de Dios, pero no pueden sustituirlo. Por esta razón, la exhortación que Moisés dirige a su pueblo se centra en la necesidad que tiene el pueblo de Dios de hacer una clara opción por el Dios de la libertad y de la justicia que los ha sacado de Egipto. De lo contrario, el sueño de la «tierra prometida» se puede convertir en una cruel pesadilla.

Los primeros cristianos experimentaron en carne propia la amenaza del formalismo y el ritualismo. Después de un tiempo de dedicación y fervor por la misión, los ánimos comenzaron a ceder y la comunidad se vio rápidamente atraída por las relaciones puramente funcionales y formales. De este modo se perdía la fraternidad que les daba identidad y coherencia.

La carta de Santiago nos pone en guardia contra una religión que no encarne los valores del Evangelio. La palabra escuchada en la Sagrada Escritura debe ser discernida según el Espíritu para vivirla dócilmente en la vida cotidiana. El cristianismo no es una formalidad social que cumplir, ni un ritual más en las prácticas piadosas de una cultura. El cristianismo se manifiesta como una opción vital que requiere del compromiso íntegro de la persona. La comunidad de creyentes es el espacio ideal para que la persona realice su opción y viva, en compañía de otros hermanos y hermanas, el llamado de Jesús.

Aunque el libro del Deuteronomio -que Jesús sigue muy de cerca- propone como religión una serie de principios éticos orientados a crear lazos de solidaridad, equidad y justicia; sin embargo, el judaísmo del primer siglo estaba más inclinado a valorar las formalidades. Lavarse o no lavarse la manos antes de ingerir alimentos había pasado de ser una norma elemental de higiene a convertirse en una norma que decidía quién era religioso y quién era un pecador. La tentación de canonizar los objetos, los rituales, los espacios y el tiempo le pueden hacer olvidar a la persona piadosa que la esencia de su relación con Dios no está en los protocolos culturales, sino en el respeto, la compasión y la misericordia.

Jesús nos invita a redescubrir la esencia del cristianismo en nuestra opción por construir la Utopía de Dios -lo que él llamaba en arameo «Malkuta Yavé», Reino de Dios- y por vivir de acuerdo con los principios del evangelio. Todas nuestras normas y protocolos están al servicio de una auténtica vivencia de sus enseñanzas. Nosotros no debemos renunciar a una vida auténtica y creativa para seguirlo a él. Todo lo contrario. Debemos recrear aquí ya ahora toda la novedad de su profecía y toda la radicalidad de su amor incondicional por los excluidos.

Conectado con todo este tema está aquel otro de «la letra y el espíritu»: la letra es el detalle de lo mandado, la prescripción, el rito, la acción concreta, la «verdad superficial» (Niels Bohr)… El espíritu es el sentido con el que ha sido concebida aquella práctica concreta, y la vivencia con la que debe ser vivida, la «verdad profunda» (Bohr). Por eso se dice que la letra (se entiende: la sola letra, o la letra sin espíritu, la verdad superficial) mata, mientras que el espíritu vivifica. La letra es medio, mientras que el espíritu es un fin. Éste puede darse aun sin aquélla, al margen o incluso «en contra» de ella: en efecto hay veces que, en circunstancias muy especiales, el espíritu de una ley o de una práctica ritual puede exigir hacer en aquella situación, «precisamente lo contrario» de lo que la letra prescribe. Esa flexibilidad, esa «libertad de espíritu» se exige a los cristianos, como a todo ser humano adulto y maduro.

Otro problema distinto –que no podemos abordar aquí, pero que sería bueno no dejar de mantenerlo dentro del horizonte- es que la religiosidad actual se está transformando. Por su propia naturaleza, las «religiones» (llamamos así aquí, técnicamente, a «la forma que ha revestido la espiritualidad del ser humano a partir de su sedentarización neolítica», a partir de la revolución agraria, hace sólo unos pocos miles de años -porque antes había espiritualidad, pero no «religiones»), han tenido en los ritos, en las prácticas rituales, minuciosamente prescritas, un medio importantísimo de expresión, y un modo a la vez de control social. La religión, en las sociedades agrarias, ha sido el mejor y más potente vehículo de identidad de la sociedad, y de control por parte del poder, y han sido los ritos su expresión más visible.

Hoy estamos llegando precisamente al fin de la edad agraria (el neolítico), después de la revolución industrial y tecnológica, la mundialización plural, y el progresivo advenimiento de la sociedad del conocimiento. Las «religiones agrarias» -en aquel sentido técnico preciso- ya no tienen cabida. (Sí lo tiene, insuperablemente, la espiritualidad, la religiosidad profunda, más allá de sus concreción en las diferentes «religiones»). El ser humano post-agrario ya no puede aceptar su identidad ni puede aceptar un control por los vehículos «religionales» basados en «creencias» (en sentido también técnico). Obviamente, la espiritualidad del ser humano va a continuar, es inamisible. Pero lo que han sido técnicamente «las religiones agrarias», está muriendo, va a desaparecer, y es bueno que desaparezca, porque la humanidad está en otra etapa de su historia. Los ritos, las prácticas religiosas prescritas… son, por eso, en alguna sociedades actuales avanzadas, realidades «residuales», que desaparecen vertiginosamente. Si la Iglesia no acepta afrontar sin miedo estos planteamientos, lo único que hace es retrasar el reconocimiento de una enfermedad que no deja de socavarle sus entrañas en los millones de fieles que silenciosamente se van autoexiliando cada año, no sólo en las sociedades llamadas «avanzadas», sino también ya en América Latina. Fue en el año 2008 que comenzamos a conocer «apostasías» voluntarias de cristianos en algunos países de América Latina, un fenómeno absolutamente nuevo en su historia, pero un fenómeno significativo -y creciente- en el momento actual de la historia globalizada del mundo. Leer más…

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Dom 30. 8. 15. Estos me honran con los labios… Contra el purismo de los puros

Domingo, 30 de agosto de 2015
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Este-pueblo-me-honra-con-los-labiosDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 22º tiempo ordinario, ciclo B. (Mc 7, 1-23). Este evangelio es la “carta magna” de la libertad cristiana, y nos permite entrar con Jesús en el laberinto de las distorsiones ideológicas de aquellos que ponen a un Dios a quien no conocen (1 Juan 4, 20) por encima de los pobres a quienes conocen y marginan…

El mensaje de Jesús es claro: Aquellos mismos judíos (o cristianos) legalistas que acusan a otros, diciendo que “no cumplen” la Ley, son los que más la rompen. Este argumento nos sitúa en la línea Mt 7, 1-5 (¿cómo criticas la paja en el ojo ajeno si no ves la viga en el tuyo), y de Pablo en Rom 1-2: Quien acusa a los otros de pecado es más culpable que ellos. Desde ese fondo se entiende este pasaje, dividido en tres secciones:

‒ Fariseos y escribas a Jesús porque no cumplen su ley de pureza (7, 1-5).
‒ Jesús acusa a sus acusadores por olvidar la Ley original de Dios (7, 6-13).
‒ Jesús explica el significado y fin de la pureza “religiosa” (7, 14-23).

Este evangelio es una crítica en contra de un mal fariseísmo que pervive en muchos cristianos legalistas, que olvidan el buen corazón, para seguir defendiendo tradiciones impositivas de los “presbíteros” de turno. Este evangelio:

‒ Va contra los que ponen la ley por encima de las personas concretas
‒ Va contra los que ponen una religión por encima de la libertad humana
‒ Va contra los que emplean su religión para oprimir a los demás

Es un texto fuerte, no puedo comentarlo enteramente, sólo ofrezco algunas líneas generales. Buen fin de semana, buen domingo.

1.- Acusación farisea. Normas de comida (7, 1-5)

Mc 7, 1 Los fariseos y algunos escribas procedentes de Jerusalén se acercaron a él 2 y observaron que algunos de sus discípulos comían los panes con manos impuras, es decir, sin lavárselas 3. [Es de saber que los fariseos y los judíos en general no comen sin antes haberse lavado las manos meticulosamente, aferrándose a la tradición de sus presbíteros; 4 y al volver de la plaza, si no se bautizan no comen; y observan por tradición otras muchas costumbres, como los bautismos de vasos, jarros, bandejas y lechos]. 5 Así que los fariseos y los escribas le preguntaron: ¿Por qué tus discípulos no proceden conforme a la tradición de los presbíteros, sino que comen el pan con manos impuras?

Fariseos y escribas identifican mandamiento de Dios y tradición de los presbíteros (paradosis tôn presbyterôn: 7, 3) y de esa forma han trazado en torno al pueblo una especie de valla de seguridad (cf. Abot 3, 13), un muro de protección social que les permite dominar a unos (los de dentro) y expulsar a otros (los de fuera). Así identifican la fe en Dios con una experiencia de vinculación nacional a través de unos ritos propios, sólo para ellos.

Así distinguen alimentos puros e impuros, con hombres puros e impuros, de manera que sólo unos pueden comer sus comidas (sus eucaristía). Así escribas critican a Jesús de dos cosas: De comer (hacer) cosas impuras y de juntarse con otras gentes impuras.

Estos escribas y fariseos acentúan la comida limpia, destacando así la identidad del grupo, con fronteras claras para defenderse (para crear de esa manera una tribu religiosa, la primera y más importante de la historia).

Éste es el problema que está al fondo del llamado Concilio de Jerusalén (cf. Hech 15) y de la polémica de Pablo con otros grupos cristianos, donde se intentó que la la comida (no sólo la eucaristía estricta) fuera para todos. Pues bien, partiendo del mensaje y de la vida de Jesús, tal como ha sido interpretado por Pablo, y partiendo de este Concilio de Jerusalén, bien interpretado, Marcos vincula aquí dos principios esenciales:

–Principio de universalidad: todos los hombres y mujeres pueden y deben compartir la comida mesiánica; la eucaristía es para todos

— Principio de interioridad. Es necesaria una forma de purea, pero la pureza verdadera brota y se mantiene a nivel de corazón (cf. 7, 21).

Esos principios (universalidad e interioridad: cuando más profundo más universal, y no al revés, como en cierta lógica escolar que oponía extensión y contenido… ) expresan la más honda aportación del evangelio. Según eso, lo que Mc 7 pone en juego no son unas verdades teóricas sino el bien de los pobres (hambrientos, enfermos). Jesús no ha comenzado discutiendo teorías sobre lo puro o impuro sino curando a los enfermos, ofreciendo comida a los hambrientos…

2.- Contra-acusación de Jesús: mandato de Dios y tradiciones humanas (7, 6-13)

(Denuncia profética, tomada de Isaías) Mc 7, 6 Pero él les contestó: Bien profetizó Isaías (cf. Is 29, 13) de vosotros, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. 7 En vano me dan culto, enseñando doctrinas que son preceptos humanos. 8 Vosotros dejáis a un lado el mandamiento de Dios y os aferráis a la tradición de los hombres.

(Argumentación legal) 9 Y añadió: ¡Qué bien anuláis el mandamiento de Dios para conservar vuestra tradición! 10 Pues Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y el que maldiga a su padre o a su madre, será reo de muerte. 11 Vosotros, en cambio, afirmáis que si uno dice a su padre o a su madre “feclaro corbán (es decir, don sagrado) lo que puedo deberte”, 12 ya le permitís que deje de socorrer a su padre o a su madre, 13 anulando así el mandamiento de Dios con esa tradición vuestra, que os habéis transmitido. Y hacéis otras muchas cosas semejantes a ésta.

1. Denuncia profética.

Jesús se vuelve duro en este pasaje, pero lo hace citando unas palabras importantes de la tradición judía, tomadas del profetas Isaías. Según esas palabras, las leyes de separación ritual (nacionalismo religioso) son invento humano, obra de aquellos que se escuchan y buscan a sí mismos en vez de buscar a Dios.

Por fidelidad a Dios (a su palabra originaria, formulada antaño por Isaías) Jesús ha superado los principios de comensalidad cerrada de algunos, para conducirnos a través de un camino de libertad al amplio espacio de lo humano, al lugar donde judíos y gentiles, (conforme al signo de la multiplicación de los panes) podemos compartir una misma palabra y comida. Con estilo profético duro, critica Jesús la familia nacional de los presbíteros (avalada por la pureza del templo) para que pueda surgir la comunión universal de los humanos.

2. Argumentación legal.

Jesús ha mostrado, con un ejemplo sangrante, que el purismo de los puros fariseos acaba siendo contradictoria, pues pone a un Dios abstracto (el de la ley) por encima del bien concreto de los pobres (que en este caso pueden ser los mismos padres necesitados). El argumento del texto es complejo (y debe estudiarse históricamente con cuidado, como he querido hacer en mi Comentario de Marcos, Verbo Divino, Estella 2012), pero su sentido resulta transparente: Esos que insisten en la importancia de la religión de la identidad… ponen a Dios por encima de las personas, de manera que en nombre de la religión se acaba en el fondo “humillando” a los pobres, empezando por los mismos padres ancianos. Leer más…

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Libertad Evangélica.

Jueves, 19 de febrero de 2015
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Del blog Amigos de Thomas Merton.

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“Conozco muchas personas que en su corazón piensan hoy igual a como aparecen pensando los fariseos en los Evangelios. Viven con miedo permanente a violar algún mandamiento de Dios. Y cuando algo sale mal en sus vidas, ven allí el castigo de Dios. Tenemos muchos mandatos interiores enraizados en nuestro interior, y obramos según su dictamen. Recibimos esos mandatos en el transcurso de nuestra vida, a menudo con buenos propósitos (padres, maestros, autoridades), pero acaban convirtiéndose en normas absolutas que nos limitan y nos asustan, y además nos conducen a una seria falta de libertad interior. Jesús vino a predicar nuestra libertad del poder absoluto de las leyes. Todas las leyes están al servicio del hombre, y no al revés. Es importante por eso vivir según nuestro propio ser de hijos de Dios, llamados a la libertad. Así, buscando y viviendo lo esencial, podemos violar algún mandamiento, según aparece expresado en la famosa frase de Agustín: Ama y haz lo que quieras. El amor responde a nuestro ser y lo expresa plenamente. No necesitamos aferrarnos temerosamente a los mandamientos; necesitamos amar, como expresión de nuestra libertad interior”.

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Anselm Grün

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