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Creando una iglesia donde los marginados estén en el centro.

Lunes, 6 de noviembre de 2023
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IMG_1218La reflexión de hoy es de Angela Howard Mc-Parland, colaboradora de Bondings 2.0.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el 31º Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy son algo así como un estudio en contraste. Tanto en la primera lectura como en el pasaje del evangelio, recibimos duras palabras tanto del profeta Malaquías como del propio Jesús, que condenan la hipocresía de quienes predican las palabras y los mandamientos de Dios, pero no los practican ellos mismos.

Sin embargo, en la segunda lectura de la Primera Carta a los Tesalonicenses, San Pablo compara su ministerio al de una madre lactante, todo gentileza y atención, quitando cargas y regocijándose por la forma en que la comunidad realmente recibió y entendió “no como una palabra humana. sino, como verdaderamente es, la palabra de Dios”.

Vivo en Nueva Inglaterra, donde ha sido una temporada de otoño verdaderamente maravillosa. Toda la lluvia del verano combinada con temperaturas más cálidas para producir un arcoíris de follaje dorado en estas últimas semanas, un bálsamo para aquellos de nosotros que tememos el invierno a punto de llegar.

Y, al igual que los líderes religiosos de la época de Jesús, los árboles exhiben una acción en la superficie, mientras realizan activamente otra. Jesús critica a estos funcionarios porque sus acciones exteriores no ilustran lo que dicen llevar por dentro, es decir, el amor y la misericordia de Dios.

IMG_1215Nuestros hermosos árboles de octubre son similares, aunque opuestos: lo que parece ser una muerte, pérdida de hojas y volverse quebradizos durante el largo invierno, es en realidad el acto mismo que deja espacio para la resurrección cuando llegue la primavera. Mientras que los fariseos se encerraron en sí mismos por obligaciones egoístas, los árboles se encerraron en sí mismos para continuar su trabajo de sustentación de la vida el próximo año.

Con el cierre de la asamblea del Sínodo el fin de semana pasado y las decepciones para la comunidad LGBTQ+ en particular en torno al informe final, es tentador señalar que la iglesia institucional actúa de la misma manera que Jesús condena en Mateo 23: 3-5, donde las creencias proclamadas no coinciden con las acciones externas:

“Porque predican pero no practican. Atan cargas pesadas y difíciles de llevar y las ponen sobre los hombros de la gente, pero ellos no mueven un dedo para moverlas. Todas sus obras están realizadas para ser vistas”.

Pero, como señala la declaración del New Ways Ministry en respuesta al informe final de la asamblea, podemos y debemos tener esperanza no sólo del proceso en sí, sino también de la discusión abierta y la promoción de la plena aceptación de las personas LGBTQ+ por parte de tantos participantes y miembros De la Iglesia mundial en la Asamblea.

Las condenas de Jesús a los fariseos se centran en su énfasis en las apariencias por encima de la adhesión a los deseos de Dios de justicia, amor y misericordia. Enfocan el honor y la gloria que deberían estar reservados para Dios en ellos mismos al reclamar asientos importantes en los banquetes, enfatizar demasiado los aspectos externos de la oración y negarse a ayudar a los agobiados entre ellos. Así como Jesús los llama a un cambio de enfoque, nosotros también podemos centrar nuestra atención en aquellos que están más agobiados por estructuras eclesiásticas y gubernamentales que no garantizan dignidad y respeto a las comunidades marginadas. Aunque exteriormente vemos algunas ramas frágiles, en el interior se ha creado nueva vida gracias al propio proceso sinodal.

Podemos actuar de buena fe por los católicos LGBTQ+, continuando presionando a nuestras parroquias y comunidades para que patrocinen programas, creen acceso a la vida sacramental y sigan a un Dios que modela la inclusión y afirmación radical, especialmente de los más vulnerables.

Podemos actuar con esperanza al ver que las semillas que se han sembrado en el acto del Sínodo mismo y en las voces que antes fueron ignoradas o excluidas se incluyen e incluso se amplifican.

Y podemos continuar actuando por amor, esforzándonos siempre para que nuestra acción exterior coincida con nuestras convicciones internas de la Amada Comunidad, donde los marginados están centrados y todos son verdaderamente bienvenidos.

—Angela Howard McParland (ella), Ministerio New Ways, 5 de noviembre de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Contribuir a la conversión de la Iglesia”. 31 Tiempo ordinario – A (Mateo 23,1-12)

Domingo, 5 de noviembre de 2023
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299368_254807651207684_183215645033552_814308_3458119_n1No son pocos los que se han alejado de la fe, escandalizados o decepcionados por la actuación de una Iglesia que, según ellos, no es fiel al evangelio ni actúa en coherencia con lo que predica. También Jesús criticó con fuerza a los dirigentes religiosos: «No hacen lo que dicen». Solo que Jesús no se quedó ahí. Siguió buscando y llamando a todos a una vida más digna y responsable ante Dios.

A lo largo de los años, también yo he podido conocer, incluso de cerca, actuaciones de la Iglesia poco coherentes con el evangelio. A veces me han escandalizado, otras me han hecho daño, casi siempre me han llenado de pena. Hoy, sin embargo, comprendo mejor que nunca que la mediocridad de la Iglesia no justifica la mediocridad de mi fe.

La Iglesia tendrá que cambiar mucho, pero lo importante es que cada uno reavivemos nuestra fe, que aprendamos a creer de manera diferente, que no vivamos eludiendo a Dios, que sigamos con honestidad las llamadas de la propia conciencia, que cambie nuestra manera de mirar la vida, que descubramos lo esencial del evangelio y lo vivamos con gozo.

La Iglesia tendrá que superar sus inercias y miedos para encarnar el evangelio en la sociedad moderna, pero cada uno hemos de descubrir que hoy se puede seguir a Cristo con más verdad que nunca, sin falsos apoyos sociales y sin rutinas religiosas. Cada uno hemos de aprender a vivir de manera más evangélica el trabajo y la fiesta, la actividad y el silencio, sin dejarnos modelar por la sociedad, y sin perder nuestra identidad cristiana en la frivolidad moderna.

La Iglesia tendrá que revisar a fondo su fidelidad a Cristo, pero cada uno hemos de verificar la calidad de nuestra adhesión a él. Cada uno hemos de cuidar nuestra fe en el Dios revelado en Jesús. El pecado y las miserias de la institución eclesial no me dispensan ni me desresponsabilizan de nada. La decisión de abrirme a Dios o de rechazarlo es solo mía.

La Iglesia tendrá que despertar su confianza y liberarse de cobardías y recelos que le impiden contagiar esperanza en el mundo actual, pero cada uno somos responsables de nuestra alegría interior. Cada uno hemos de alimentar nuestra esperanza acudiendo a la verdadera fuente.

José Antonio Pagola

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“No hacen lo que dicen”. Domingo 5 de noviembre de 2023. 31º Ordinario

Domingo, 5 de noviembre de 2023
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54-ordinarioa31Leído en Koinonia:

Malaquías 1,14b-2,2b.8-10: Os apartasteis del camino y habéis hecho tropezar a muchos en la ley.
Salmo responsorial: 130: Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
1Tesalonicenses 2,7b-9.13: Deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas.
Mateo 23,1-12: No hacen lo que dicen.

Malaquías es un profeta de la época postexílica, o sea, después de que a finales del siglo VI a.C. el pueblo judío que se hallaba en Babilionia retornara a Jerusalén. Su labor se concentró en cuestionar la política de los exiliados que comenzaron a expropiar a la gente que habitaba las tierras de Palestina y que llevaba allí más de medio siglo. La mayor parte de los exiliados estaban más preocupados por hacer fortuna y ocupar la mayor parte de tierra posible, que por reedificar los fundamentos éticos, sociales y fraternos del nuevo Israel.

Por su parte, los habitantes de la provincia de Judá, Galilea y Samaría se vieron sacudidos por una ola de agresivos repatriados que, disponiendo de cuantiosos capitales, pretendían apoderarse de la tierra tratando a la gente del país como extranjeros. Esta situación echó por tierra la esperanza de muchos profetas que esperaban que Israel hubiera cambiado su proceder después del exilio. Lo peor de todo era que esta manera abusiva y violenta de proceder era liderada por un grupo de levitas que se consideraban los propietarios de la auténtica religión de Israel.

El profeta Malaquías es muy directo en sus denuncias. Utiliza el mismo lenguaje ampuloso y rimbombante de las celebraciones litúrgicas para denunciar las arbitrariedades de la casta sacerdotal que se aprovecha de la ignorancia de la gente humilde de la provincia para cometer toda clase de atropellos. Lo peor de todo es que los que se presentan como baluartes de la Ley, no tengan ni el más mínimo sentido de justicia. No respetar el derecho de los pobres es violar la alianza del Señor, y ésta es una ofensa más grave que cualquier infracción ritual o disciplinaria.

La enseñanza de Jesús se orienta en esta misma dirección y pone en jaque las pretensiones de tantas personas que preocupándose por la ortodoxia descuidan los principios elementales de la justicia.

La catequesis se ha preocupado durante muchos siglos por transmitir la doctrina correcta, y por que la gente muriera como «hijos fieles de la Iglesia». Saber el catecismo, a poder ser de memoria, era muy importante. No apartarse lo más mínimo de «la fe de la Iglesia», era prácticamente lo más valorado. Este interés catequético es legitimo, pero es necesario preguntar: la catequesis que se preocupó tanto por la «doctrina correcta», la llamada «ortodoxia», se preocupó igualmente por la práctica correcta, la llamada «ortopraxis»?

El evangelio de Mateo es directo y tajante. Nos pide aceptar la ortodoxia pero siempre y cuando esté basada y fundamentada en la ortopraxis, es decir, en la práctica de la justicia. Pues, anunciar las doctrinas correctas, que todo el mundo acepta, es muy fácil. Lo difícil es practicarlas. Por eso, urge más revisar nuestras prácticas catequéticas que los sistemas doctrinales.

Durante mucho tiempo nuestra catequesis se limitó, en gran parte, a memorizar preceptos, doctrinas y fórmulas. El evangelio nos pide que, sin olvidar todo esto, nos preocupemos de realizar lo que ellas proponen. Lo fundamental de toda la doctrina cristiana, contenida en el evangelio, es la práctica comunitaria de la caridad expresada en una exigencia irrevocable de justicia. La comunidad cristiana existe para enunciar buenas noticias a la humanidad. Se convierte ella misma en buena noticia cuando transforma las realidades de muerte en caminos hacia la vida en abundancia y no cuando se anuncia a sí misma. Leer más…

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5.11.23. Evangelio del sínodo. Iglesia sin rabinos, padres ni instructores (Dom 31 TO, Mt 23,1-12)

Domingo, 5 de noviembre de 2023
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IMG_1193Del blog de Xabier Pikaza:

Ha terminado el Sínodo 23, dejándonos un sabor agridulce. Pero el evangelio del domingo nos da otra vez “moral”, nos pone nuevamente en camino. Ese texto ha sido recreado por Mateo, a nombre de Pedro, partiendo de  la palabra de Jesús en Mc 12, 37-40.

Ofrecerá a continuación unas anotaciones de base sobre ese evangelio, para elaborar después un comentario de conjunto del texto. No le sobra ni falta nada. puede debería tomarse al pie de la letra, como declaración básica para elSínodo 24.

Mateo 23,1-12

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque no hacen lo que dicen.

Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar instructores, porque uno solo es vuestro instructor, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido

ANOTACIONES DE BASE

   Antes se presentar el comentario de este salmo (tomado de Evangelio Mateo) quiero ofrecer unas anotaciones telegráficas sobre su texto y contexto:

 1. Jesús habló a la gente y a sus discípulos (23, 1), como enseñanza para los de fuera (ojloi, muchedumbres: que sepan qué es la iglesia) y una instrucción para los de dentro (discípulos, mathetai), que sean iglesia

2. En la cátedra de Moisés se han sentado escribas (grammateis) y fariseos (23, 1). Han sentado cátedra sobre los demás, como dirigentes legales (escribas, clérigos) y como auto-nombrados ejemplo de vida (fariseos).

3. Mateo condensa así la iglesia “de origen judío” de Pedro, a quien Jesús ha nombrado “gran escriba” rabino de su iglesia (Mt 16, 17-19).Esta es la iglesia del Papa Francisco que asume el legado de Pedro y convoca un sínodo. En esta iglesia no hay =(no debe haber) lugar obispos, presbíteros/anciano, ni sacerdotes (ojo, aquí no se nombre ningún tipo de sacerdocio clásico, la iglesia judeo-cristiana de Mateo ha roto con los sacerdotes de Jerusalén):

4. Haced lo que digan, no hagáis lo que hagan… Estas palabras extienden una sospecha de base contra estos dos tipos de “autoridad” (la de libro: escribas; y la de autonombramiento: fariseos). En principio, según el evangelio, toda forma de autoridad establecida sobre otros es falsa…, una hipocresía (dicen, no hacen).

5.Estos escribas/fariseos identifican la religión como imposición (imponen cargas pesadas a los demás, no las tocan ellos con el dedo, no hacen lo que dicen). En principio, su autoridad es una forma de mentira/imposición organizada. A la iglesia actual se le ha acusado (y se le acusa) de andar imponiendo cargas legales y falsamente sacrales sobre el pueblo-pueblo. Quizá esa acusación sea exagerada, pero no la ha dicho cualquier, sino Jesús.

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  1. No llaméis a nadie “Rabino”, de Rab, grande… (con el sentido etimológico de maestro-magister, el que se hace “más”). Toda religión como supremacía es falsa (mentirosa y opresora). Ha habido “rabinos” judíos y cristianos (gente que sabe más, que tiene autoridad de sabiduría) que han sido “geniales”, que han ayudado a vivir a multitudes…, pero cuando ellos se convierten en “rabinismo” (autoridad establecida) se pervierten, pervierten el evangelio de la vida de Jesús, que no fue en ese sentido rabino.
  2. No llaméis a nadie “Padre” (en el sentido de aquel que tiene poder sobre los “hijos”). Dios no es Padre en ese sentido, su paternidad no es “poder”, sino servicio… Padre/Dios verdadero no es el que manda, sino el que da (se da) para que otros sean, el que es mejor para que sean grandes los otros.
  3. No llaméis a nadie “instructor” (kathegetes, dirigente…). La religión no es para que unos instruyan/dominan, a otros, sino para que todos se descubran libres, identificándose por dentro con Cristo (=el Maestro, dirigente interior, en libertad…). La religión de Jesús no es dependencia, sino experiencia y camino de libertad plena en el amor. Todo aquel que hace dependientes a los otros les destruye

6. Cuatro “marcas” negativas, cuatro negaciones de poder, en este evangelio:

  1. Sin vestidos especiales, que marquen su superioridad, distinción o dominio sobre los otros La “foto” de obispos y demás clérigos que se exhiben y distinguen por el vestido es mal judaísmo… mal cristianismo. La foto final del sínodo con cientos de obispos muy vestidos de sí mismos como obispos me da mucha ternura, pero según este evangelio resulta personal y corporativamente “no cristiana” (por no decir anticristiana)
  2. Sin primeros asientos en los banquetes (=ventajas económicas), es decir, sin comer a costa de los otros. Hay gente que se ha hecho escriba/fariseo para comer más y mejor en el banquete de la vida. Jesús ha empezado criticando de poder “alimenticio” de escribas/fariseos. Toda religión de superioridad económica, para comer a costa de otros es falsa por principio, sin paliativos.
  3. Sin primeras cátedras (prôtokathedías) en las sinagogas (reuniones). La iglesia se constituye), está formada por sinagogas (reuniones en forma de mesas/redondas), sin cátedras superiores, es decir, sin lo que serán luego los obispos. Originalmente, esta iglesias petrinas eran comunidades de iglesias fraternas de iguales; no había en ellas obispos (primeras cátedras) como las que se establecieron a partir del siglo II,  es decir, después y en contra del Pedro del evangelio de Mateo. Según Mateo, Pedro  fue muy importante en todas las iglesias, pero no fue  obispo (pues no los había, ni los fundó él, como se deduce de  Mt 18, 15-18. Los obispos (es decir, los primer “cátedros”),  fueron importantes en la iglesia posterior… y pueden serlo en la que tiene que venir, pero con cambios esenciales; de lo contrario, ellos no son un bien, sino un mal para las iglesias.
  4. Sin derecho a saludos/honores especiales en la plaza (ágora), es decir, en la vida social… Una religión que trace un tipo de “superioridad” social en la plaza (ágora: Saludos, honores, vestidos, comidas etc) va en contra del evangelio. Los que buscan “saludos y honores” en la plaza por ser “autoridad religiosa” han confundido y negado el evangelio, según este pasaje de Mateo.

7. Una foto “desgraciada” para final del sínodo. Este es una foro de muchos hombres (sólo varones), vestidos de verde/autoridad, ocupando en grupo el primer asiento en el “banquete” eclesial y la primera cátedra en la enseñanza, dejando en un lugar invisible a “laicos, mujeres y demás gente”, va en contra de Mt 23, lo que debería haber sido el sínodo.

  1. Una foto del sínodo en San Pedro Vaticano… La gran “basílica” (casa real) de San Pedro del Vaticano, construida y decorada por las primeras “espadas” del arte, arquitectura y técnica edilicia del siglo XVI-XVII no era el mejor lugar para la foto de lo que quería ser el “sínodo” (caminar, comer, escuchar/compartir… según el evangelio).Ya sé que SanPedroVaticano es un espacio excelso de arte/historia de un cristianismo de poder… pero en sí mismo me parece poco apropiado (poco sinodal) en la línea de este evangelio de Mt 23.
  2. Jesús dijo “no es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre…”. Esa foto de los grandes varones obispos de verde (sólo ellos, varones, obispos…) va en contra de esa palabra de Jesús
  3. San PedroVaticano es un espacio para conservar, admirar, celebrar en línea histórico/técnica…pero el sínodo tenía que haber terminado a campo abierto, como solía hacer las cosas San Pedro de Galilea, que llegó a Roma con lo puesto…Pero de esto había que hablar en otra ocasión. Ahora paso al comentario del texto.

COMENTARIO. Mt 23, 1-12

  1. En la cátedra de[1].

 Este pasaje nos sitúa ante un tema clave de la identidad cristiana, en un momento en que la iglesia corre el riesgo de convertir el camino de Jesús en una carrera de honores:

23 2 En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos; 3 cumplid, por tanto, y guardad todo lo que os digan, pero no hagáis según sus obras, pues dicen y no hacen 4 Pues pesan cargas pesadas (e incapaces de soportar) y las echan a las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas

5 Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres: ensanchan sus filacterias y alargan los flecos; 6 buscan el primer puesto en los banquetes y la primera cátedra en las sinagogas, 7y los saludos en las plazas, y que los hombres le llamen Rabí (Mt 23, 5-7)[2].

       Mateo reconoce la autoridad magisterial de los escribas y fariseos (representantes de la tradición de Moisés), no sólo porque los seguidores de su evangelio vivían (o habían vivido) al interior de las comunidades judías, organizadas por intérpretes de la ley (escribas), siguiendo el ejemplo de los fariseos (testigos de un compromiso fuerte de pureza), sino porque su camino sigue siendo básicamente judío. En esa línea, al aceptar la autoridad de los maestros judíos, aunque negando su ejemplo (haced lo que dicen, no lo que hacen), Mateo defiende una continuidad básica con ellos, de forma que en principio, su Iglesia no despliega instituciones propias, pues se despliega desde el mismo judaísmo, en apertura mesiánica, aunque en contra de cierto rabinismo.  Leer más…

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Dos malos ejemplos y uno bueno. Domingo 31. Ciclo A

Domingo, 5 de noviembre de 2023
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IMG_1156La cátedra de Moisés

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Los protagonistas de las tres lecturas (hoy tendré también en cuenta la segunda) son las personas que deberían estar al servicio de la comunidad. Unos se portan mal con Dios y con el prójimo; Pablo se entrega por completo a sus cristianos.

El mal ejemplo de los sacerdotes (1ª lectura)

            La primera lectura nos traslada a Judá en el siglo IV a.C. Por entonces, los judíos están sometidos al imperio persa. No tienen rey, sólo un gobernador, y los sacerdotes gozan cada vez de mayor poder y autoridad. Pero no lo ejercen como correspondería. Contra ellos se alza este profeta anónimo (Malaquías no es nombre propio sino título; significa “mi mensajero”).

            Las acusaciones que hace a los sacerdotes son muy duras, pero parecen muy genéricas: no dar gloria a Dios, no obedecerle, no guardar sus caminos, hacer tropezar a muchos. Si la liturgia no hubiese mutilado el texto, quedarían claras algunas de las cosas con las que los sacerdotes desprecian a Dios: ofreciendo sobre el altar pan manchado, animales ciegos, cojos, enfermos o incluso robados. En definitiva, no dan importancia al altar ni a lo que se ofrece a Dios. En cambio, hacen tropezar a muchos, son parciales en la instrucción, favoreciendo a unos y perjudicando a otros en cuestiones muy distintas (cultuales, económicas, matrimoniales).

          Lectura de la profecía de Malaquías 1, 14-2, 2b. 8-10

«Yo soy el Gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones -dice el Señor de los ejércitos. Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes. Si no obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre -dice el Señor de los ejércitos-, os enviaré mi maldición. Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis invalidado mi alianza con Leví -dice el Señor de los ejércitos-. Pues yo os haré despreciables y viles ante el pueblo, por no haber guardado mis caminos, y porque os fijáis en las personas al aplicar la ley. ¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó el mismo Señor? ¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo, profanando la alianza de nuestros padres?»

El mal ejemplo de los escribas y fariseos (Mateo 23,1-12)

            En los domingos anteriores leíamos diversos enfrentamientos de grupos religiosos judíos con Jesús. Ahora le toca a él contraatacar. Y lo hace con un discurso muy extenso, del que hoy sólo se lee la primera parte, dirigido contra los escribas y fariseos, los principales representantes religiosos de los judíos después del año 70 (cuando los romanos incendiaron el templo de Jerusalén, los sacerdotes pasaron a segundo plano porque no podían ejercer su función cultual).

            Los escribas eran los especialistas en la Ley de Moisés, algo así como nuestros canonistas y moralistas. Los fariseos eran los seglares piadosos, que se esforzaban sobre todo por cumplir las normas de pureza y por pagar el diezmo incluso de lo más pequeño.

            Ni buen ejemplo ni buena enseñanza

En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.

a_burke_8El discurso comienza con una afirmación llena de ironía. Aparentemente distingue entre lo que dicen y lo que hacen. Lo que dicen es bueno, lo que hacen… es que no hacen nada. Sin embargo, esta afirmación hay que matizarla teniendo en cuenta el resto del evangelio. Entonces se advierte que Jesús no está de acuerdo con la enseñanza de escribas y fariseos, porque en otras ocasiones ha mostrado su desacuerdo con ellos, e incluso ha puesto en guardia a los discípulos contra su doctrina. Así lo demuestra la referencia a su enseñanza: toda ella se resume en agobiar a la gente con cargas pesadas, que ellos no se molestan en empujar ni con el dedo. Por consiguiente, la única forma adecuada de interpretar las palabras iniciales es la ironía. Jesús está en desacuerdo con la conducta de escribas y fariseos, y también con su enseñanza.

           Filacterias y alzacuellos, borlas y colorines

Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.

            El discurso sigue con el mismo enfoque irónico. Después de afirmar que «no hacen», dice que hacen muchas cosas, todas para llamar la atención. Y se detiene en algo a lo que Jesús daba mucha importancia: la forma de vestir.

            Las filacterias eran pequeñas cajas forradas de pergamino o de piel negra de vaca que contienen tiras de pergamino en las que están escritos cuatro textos bíblicos (Dt 11,13-22; 6,4-9; Ex 13,11-16; Ex 13,2-10). Desde los trece años, durante la oración de la mañana en los días laborables, el israelita varón se ponía una sobre la cabeza y otra en el brazo izquierdo, pronunciando estas palabras: «Bendito seas, Yahvé, Dios, Rey del Universo, que nos has santificado por tus mandamientos y que nos has ordenado llevar tus filacterias». Mateo alude a una costumbre de los judíos beatos, que llevaban las filacterias todo el día y agrandaban las borlas para hacerlas más visibles.

            El origen de las borlas se remonta a Nm 15,38s: «Di a los israelitas: Haceos borlas y cosedlas con hilo violeta a la franja de vuestros vestidos. Cuando las veáis, os recordarán los mandamientos del Señor y os ayudarán a cumplirlos sin ceder a los caprichos del corazón y de los ojos, que os suelen seducir». Los judíos beatos agrandaban esas borlas que llamar la atención. Escribas y fariseos caen en estos defectos, a los que se añaden otros detalles de presunción.

            Ni maestro, ni padre

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

            Mateo, que no quiere limitarse a ironizar, sino que desea evitar los mismos peligros en la comunidad cristiana, termina esta parte introductoria exhortando a evitar todo título honorí­fico: maes­tro, padre, consejero. En su opinión, no se trata de una cuestión secundaria: el uso de estos títulos equivale a introducir dife­rencias dentro de la comunidad, olvidando que todos somos igua­les: todos herma­nos, todos hijos del mismo Padre. Más aún, esos títulos signifi­can desposeer a Dios y al Mesías de la dignidad exclusiva que les pertenece, para atribuírsela a simples hombres. Por eso, frente al deseo de aparentar de escri­bas y fariseos, el principio que debe regir entre los cristianos es que «el más grande de vosotros será servidor vuestro». Y el que no esté dispuesto a aceptarlo, que se atenga a las consecuen­cias: «A quien se eleva, lo abajarán, y a quien se abaja, lo elevarán».

romero_01Oscar Romero, un buen ejemplo

El buen ejemplo de Pablo (1ª Tesalonicenses 2,7b-9.13)

            Por pura casualidad, y sin que sirva de precedente, la segunda lectura de hoy se puede relacionar con las otras dos. Frente al mal ejemplo de desinterés, autoritarismo, vanidad y presunción, Pablo ofrece un ejemplo de entrega absoluta a los cristianos de Tesalónica, como una madre, trabajando día y noche para no resultarles gravoso.

Hermanos:
Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor. Recordad si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.

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Domingo XXXI. 05 Noviembre, 2023

Domingo, 5 de noviembre de 2023
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“Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque unos solo es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar jefes, porque uno solo es vuestro Señor, Cristo.”

(Mt 23, 1-12)

Muchas veces me he preguntado si este fragmento del evangelio está en todas las biblias o solamente en algunas. Y me viene a la memoria una conversación que tuve hace años con un amigo. Algo le comentaba yo del evangelio, le decía que había cosas que no entendía y le preguntaba si a él no le pasaba lo mismo. Me contestó bromeando: No, yo las páginas que no entiendo o no me gustan las arranco y problema resuelto.

Aquella broma me hizo reír entonces, pero también me ha hecho pensar en más de una ocasión ya que tristemente a la Biblia le hemos hecho decir lo que hemos querido y también hemos silenciado aquello que nos ha interesado. Así, resaltando unas cosas y callando otras, hemos deformado profundamente el Rostro de Dios que vino a mostrarnos Jesús.

El evangelio de hoy es un vivo ejemplo. ¡Madre mía, cómo nos hemos llenado de títulos en la Iglesia! ¿Qué cara se le pondría a Jesús si escuchase lo de “eminencia”, “ilustrísimo”, “santo padre”, “excelentísimo”…? ¡Lo de maestro, padre o jefe es una nimiedad!

No vale decir que esto no tiene importancia, porque sí la tiene. El lenguaje es poderoso. No es lo mismo llamar a alguien “padre” que llamarle “hermano”. Tampoco es lo mismo acercarse a los demás con corazón de “jefe” o “superior” que hacerlo “como uno más”.

Cada momento histórico aporta sus tesoros y sus sombras y el poder de la Iglesia es una sombra muy alargada. Desde luego, gracias al inmenso poder que durante siglos ha ostentado la Iglesia como institución es mucho por lo que los cristianos tenemos que pedir perdón.

Porque hemos subido muy arriba, ahora la bajada se nos hace más penosa y difícil. Pero nos viene bien. La profunda crisis de vocaciones no es por culpa de la sociedad. Ni es por la falta de compromiso de los jóvenes de hoy. Es un crisol que volverá a colocarnos en el lugar que nos corresponde de la misma manera que ha sucedido en otras grandes crisis.

Oración

No nos dejes seguir cayendo en la tentación de dejarnos llamar con títulos y sentirnos mejores y superiores que los demás. Bendice, Trinidad Santa, a nuestra Iglesia, a cada persona cristiana, con el don de la humildad. ¡Amén!

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Santísimo Padre, Eminencia Reverendísima. Muy Reverendo Padre Superior.

Domingo, 5 de noviembre de 2023
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DOMINGO 31 (A)tin-mung-mt-231-12

Mt 23, 1-12

Sigue el mismo discurso. Después de las controversias, Mateo sigue hablando para su comunidad y poniendo en boca de Jesús lo que quiere decir él a aquellos cristianos. Su intención es hacer ver la diferencia entre el antiguo Israel y la nueva comunidad. En el relato de hoy, Jesús no habla a los fariseos, sino a la gente y a sus discípulos. Mateo pide a su comunidad que no caiga en los mismos errores que critica. Su preocupación está justificada, porque el cristianismo cayó muy pronto en un fariseísmo peor que el judío.

El ambiente reflejado en este texto no es el del tiempo de Jesús, sino el de la comunidad de Mateo sesenta años después. Los furibundos ataques contra los fariseos que aparecen en los evangelios, seguramente no corresponden a Jesús, sino a una situación que comienza a partir de la muerte de Jesús y se agudiza a partir de la destrucción del Templo en el año 70. Desaparecido el sacerdocio y el culto, los fariseos se hicieron con el absoluto control del judaísmo e impusieron a todos su manera de pensar. Solo entonces decidieron expulsar del judaísmo a los cristianos y declararles formalmente herejes.

Lo que reflejan los evangelios es la reacción de los cristianos contra esos fariseos, que se mantuvo a través de los siglos. En el texto de hoy encontramos dos pistas para descubrir que esas palabras no las dijo Jesús: a) Nunca pudo decir que el único Señor era él mismo. b) La denominación de “hermanos”, que el evangelista pone en boca de Jesús, fue un distintivo de la primera comunidad cristiana. El saber que no lo dijo Jesús no resta un ápice la importancia de la advertencia a aquellas primeras comunidades.

Vamos a revisar alguna de las frases que acabamos de leer. Hoy no se necesita ninguna exégesis especializada. Se entiende todo perfectamente. Otra cosa es que nos interese de verdad seguir las directrices del evangelio. De muchos, que se encuentran hoy sentados en cátedras, se podía decir lo mismo que el evangelio dice a los fariseos. ¡Qué poco han cambiado las cosas en veinte siglos! El texto sigue teniendo una rabiosa actualidad.

Ellos no hacen lo que dicen. No es exacto que los fariseos fueran por definición “fariseos”. Eran cumplidores, pero su rigorismo en la interpretación de la Ley les obligó a disimular que eran incapaces de cumplirla para poder seguir exigiendo a los demás lo que ellos no hacían. Pero el engaño mayor consistía en exigirles en nombre de Dios unas prácticas que no les podían traer salvación, porque solo eran preceptos humanos.

Cargan a la gente con fardos pesados e insoportables. Eran 613 los preceptos que tenía que cumplir todo israelita para ser fiel a la Ley; según algunos, todos tenían la misma importancia porque eran la voluntad de Dios. En ese fárrago de prescripciones la vida humana quedaba aprisionada y las personas sumidas en una frustración alienante. Recordemos lo que Jesús había dicho: “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.

Todo lo que hacen es para que los vea la gente. Cuando se pone la perfección en el cumplimiento de normas externas, solo caben dos salidas: En la medida que la alcances, la soberbia. Soy más que los demás y puedo mirarlos por encima del hombro. En la medida que no la alcanzas, la simulación. Lo que los demás piensen de mí es más importante que lo que soy realmente. De ahí el afán por exagerar todos los signos externos de religiosidad. Muchos cristianos de hoy estamos en esa misma dinámica.

Vosotros, en cambio… Aquí tenemos la clave del texto. La nueva comunidad no debe comportarse como los fariseos, sino desde la autenticidad. Esto es lo que quiere dejar claro Mateo. El mensaje central del evangelio consiste en abandonar todo intento de superioridad y entrar en una dinámica de servicio incondicional a los demás. Cuando Juan habla del pecado del mundo, se refiere siempre al oprimir a otro o al dejarse oprimir.

“No os dejéis llamar maestros, no llaméis a nadie padre, no os dejéis llamar jefes”.¡Qué poco dura lo auténtico! Seguramente ya se empezaba a estructurar la comunidad y ya había, en aquella época, quien quería ser más que los demás. Los seres humanos somos capaces de remover el cielo y la tierra, con tal de justificar el estar por encima de los demás y de alguna manera utilizarlos en beneficio propio.

El primero entre vosotros será vuestro servidor. Jesús exige lo que él vivió. El mismo Jesús comenta en otro lugar: “lo mismo que el Hijo de hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. Recordad que cuando Juan dice “dar su vida”, no emplea “zoe” ni “bios”, sino “psiques”. No está hablando de la vida biológica, que entregó en la cruz, sino de la vida psicológica (propiamente humana) que pone al servicio de los demás durante toda su andadura.

Ciertamente, a primera vista el principal reproche se hace a los superiores. A ello nos empuja también la primera lectura. Sin duda ninguna, la jerarquía debía hacer un serio examen de conciencia partiendo de estas palabras del evangelio y de otras que van en la misma dirección, pero los títulos se los damos nosotros. Una vez más debemos recordar que Jesús no lanza sus diatribas contra la autoridad, sino contra la autoridad que se ejerce como poder. El que quiera ser primero que sea el último y el servidor de todos.

La Iglesia empezó muy pronto a organizarse copiando en su estructura el organigrama del imperio. Poco a poco, le fue dando más importancia al poder que a la autoridad, y terminó sacralizando la autoridad y olvidándose del servicio, en contra del evangelio. Una vez que entró por la dinámica del poder no ha visto la manera de salir de ella porque pensó que actuaba en nombre de Dios. Desde la Edad Media, se han alzado en todas las épocas voces en contra de la estructura de poder (jerarquía) de la Iglesia. Nadie ha sido capaz de emprender con éxito esa renovación. Juan Pablo I lo anunció, pero no vivió para realizarla.

No toda la culpa la tienen los superiores. Un examen cuidadoso de la psicología humana, nos llevara a descubrir que somos los inferiores los que tendemos a buscar el refugio de otras personas en las que depositamos la responsabilidad para encontrar seguridad, a cambio de que nos liberen de la necesidad de decidir, aunque eso suponga un cierto grado de sumisión. La carga de que me libero parece mayor de la que supone la sumisión. Esta es la trampa, porque actuando de esta manera renuncio a la responsabilidad de ser yo.

Obedecer órdenes no garantiza el cumplimiento de la voluntad de Dios. Ser fiel a Dios es ser fiel a ti mismo. Lo que Dios quiere de ti, te lo está diciendo desde dentro de ti mismo. Todo el que quiera doblegar tu voluntad en nombre de Dios, te está engañando. Es verdad que nunca podremos alcanzar la plenitud en soledad, pero los demás tienen que ayudarme a descubrir la meta de esa plenitud, mostrándome el camino para alcanzarla.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Y los suyos no le recibieron.

Domingo, 5 de noviembre de 2023
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Mt 23, 1-12

«¡Ay de vosotros letrados y fariseos hipócritas!»

El pueblo judío va depurando su fe a lo largo de la historia y plasma este proceso en las Escrituras. Va descubriendo la esencia de Dios muy por delante de sus vecinos, y llega a concebirlo como Aliado que les defiende de sus enemigos y les proporciona la Ley; o como Juez misericordioso lento a la cólera y rico en perdón; o incluso como Padre todopoderoso y eterno. Pero es Jesús quien da el salto definitivo: Dios no es un juez justo que nos juzga por nuestros pecados, sino la Madre que nos quiere incondicionalmente y nos ayuda a salir de la esclavitud del pecado.

Y ésa es la mejor noticia que el ser humano podía recibir; tanto, que cuando Jesús la descubre decide lanzarse a los caminos de Galilea para proclamarla a los cuatro vientos. Pronto le siguen los que tienen necesidad de ese Dios que predica, es decir, los que se sienten rechazados por el Dios de Israel a causa de sus pecados y sin expectativa de salvación. Y es que Jesús les abre de par en par la puerta a la esperanza, y ellos le siguen entusiasmados.

Los escribas y fariseos muestran desde el primer momento su rechazo frontal a Jesús. Si leemos los tres primeros capítulos de Marcos, vemos que el enfrentamiento con él se va agravando por momentos, y llega a un punto en que los fariseos se conciertan con los herodianos, sus enemigos acérrimos, para matarle.

Y este rechazo por parte de los letrados (muchos de secta farisea) es lo más lógico que podía ocurrir, pues eran ellos los que marcaban la teología y la espiritualidad del pueblo, y no podían permitir que sus creencias seculares se viesen suplantadas por las patrañas de aquel farsante que ni siquiera guardaba el Sábado. A lo largo de los siglos, la concepción de Yahvé como Juez que premia a los justos y castiga a los impíos había empapado por completo la conciencia de aquellos hombres, y era imposible que ahora admitiesen que Dios se comporta de la forma que afirmaba aquel carpintero.

Esta concepción tan distinta de Dios hace que los criterios de Jesús en relación a lo que se debe o no se debe hacer sean tan diferentes de los que ellos propugnan. Para escribas y fariseos lo primero es el cumplimiento de la Ley; para Jesús lo primero son las personas; por encima de la Ley. Para escribas y fariseos, la religión se expresa a través de los signos externos; para Jesús, la religión surge del interior y se manifiesta en las buenas obras…

Durante la etapa galilea, Jesús mantiene un enfrentamiento constante con escribas y fariseos, pero sin perder la esperanza de que el Reino acabe por imponerse a pesar de ellos (parábola del grano de mostaza). Pero cuando sube a Jerusalén y ve el rechazo frontal y amenazante de todos sus estamentos políticos y religiosos, radicaliza su postura, arremete contra ellos y firma su sentencia de muerte. El texto de hoy narra esta ruptura final. Ya no hay sitio para Jesús en Israel. Y lo matan.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Tod@s vosotr@s sois herman@s

Domingo, 5 de noviembre de 2023
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tissot-chief-priests-ask-jesus-by-what-authority-741x524_1_Mt 23,1-12

5 de noviembre de 2023

¡Menudo discurso de Jesús nos regala hoy Mateo! El mismo texto ya es un comentario de lo más esclarecedor sobre su mensaje; claramente muestra una fuerte tensión entre su movimiento y sus seguidores con una de las dos corrientes religiosas judías: la farisea. En este capítulo 23, en concreto, el maestro de Nazaret denuncia la hipocresía más genuina que vivían los fariseos ante un público que no sólo estaba formado por sus discípulos, sino también por gente del pueblo. Es este uno de esos textos que revuelven por la claridad, valentía, transparencia y autoridad de sus palabras.

Jesús no se anda con rodeos, comienza señalando a quiénes van dirigidas sus palabras. Ubica a los destinatarios de su mensaje reconociéndoles, eso sí, que están en el lugar autorizado por su institución religiosa, la Cátedra de Moisés, donde se explican las escrituras; incluso, se molesta en hacer una valoración de sus palabras por ser perfectos conocedores de la ley. Con cierta ironía lanza una invitación a obedecerles. Ahora bien, lo que Jesús está poniendo de manifiesto es la poca autoridad que pueden tener los dirigentes cuando su discurso es manipulador y falso. Como veremos, en la última parte del texto de hoy, Jesús quiere contrastar dos estilos de liderazgo y proponer el suyo como un nuevo estilo que nada tiene que ver con los mandatarios de Isael. Estamos ante un nuevo desafío a su religión.

Esta valentía de Jesús tiene una gran trascendencia, no solo en los liderazgos de la primera comunidad cristiana sino también en la nuestra y cómo se ha ido forjando a lo largo de la historia. Jesús denuncia un liderazgo autócrata, hipócrita, deformado y sin autoridad en el que se anteponen las ansias de poder a la misión de enseñar la ley esencial del judaísmo. No quiere que sus seguidores repitan los modelos de injusticia y degeneración en los que los fariseos estaban instalados, unos modelos que buscaban tener al pueblo sometido y silenciado.

Con mucha aspereza Jesús va desgranando con detalle las características de este modelo de liderazgo que ha de hacernos pensar también en los nuestros, no solo en la institución eclesiástica, sino también en la clase política o en los líderes de nuestros grupos humanos, laborales, vecinales…etc a los que pertenecemos. Jesús denuncia actitudes que suelen definir los liderazgos menos influyentes y más tóxicos, actitudes como la incoherencia, es decir, no hacer lo que se dice, no creer en lo que se obliga a cumplir; imponer cargas morales sólo para los demás y no para uno mismo; buscar el protagonismo y afán de notoriedad, así como recibir reverencias cayendo, a veces, en necesidades idólatras.

En la segunda parte de este texto, Jesús pretende que sus discípulos comprendan un nuevo liderazgo coherente e inspirador, un nuevo liderazgo que se sitúe más en la circularidad que en la jerarquía, donde el único maestro y centro es Cristo; un círculo donde todos sus miembros son equidistantes y están al servicio del bien común, un verdadero discipulado de iguales.  Me resulta muy sugerente esta imagen del círculo y tod@s alrededor en igualdad de dignidad, aunque con ministerios y roles diferentes. Realmente es una constelación eclesial que va más allá de la sinodalidad porque refleja a una Iglesia transformada de raíz que no sólo afecta a lo hace o dice, sino a su misma estructura esencial y evangélica.

Pero no nos emocionemos, ya que es muy fácil analizar con todo lujo de detalles a nuestros líderes, pero ¿No creéis que en la segunda parte de este texto Jesús trasciende los liderazgos religiosos y dirige su mirada a nuestra vida personal, social y religiosa? Yo creo que sí, que Jesús ya nos mira a tod@s y denuncia actitudes incompatibles con la novedad del Evangelio; condena lo que nosotros llamamos fariseísmo: mostrar una imagen ante los demás que no es la verdadera buscando únicamente que nos quieran, reducir la fe a una presencia dominical en una iglesia, o a una visita a un santuario o lugar de peregrinación, realizar prácticas religiosas que calman nuestra conciencia e inseguridades, sentirnos mejores que los demás por creer que hemos sido elegidos para “salvar” a la humanidad.

Intuyo que Jesús también apunta a que todos somos líderes de nuestras vidas y tenemos en nuestras manos el poder de decidir vivir en coherencia, el poder de decidir no manipular, el poder de decidir situarnos en igualdad de dignidad aunque se ejerzan roles diferentes, el poder de decidir vivir como aprendices porque la vida auténtica, la que trasciende lo biológico, no termina nunca; el poder de decidir encontrar nuestro sitio desde la conciencia de estar vivos para realizar un servicio a la humanidad.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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La Religión como poder

Domingo, 5 de noviembre de 2023
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IMG_1097Domingo XXXI del Tiempo Ordinario

5 noviembre 2023

Mt 23, 1-12

No conozco palabras que desnuden con más vigor las pretensiones de cualquier persona que quiera aparecer como gurú (en cualquiera de los sentidos y en todos los ámbitos posibles), que estas que leemos hoy en el evangelio de Mateo.

En concreto, en el medio religioso, estas palabras retoman la denuncia constante que Jesús dirige al poder religioso. Porque si sabemos que el ego busca apropiarse de todo lo que halla a su alcance, es comprensible que en la religión encuentre un alimento particularmente apetitoso.

Al remitir a la divinidad, quien se presenta como “mediador” de la misma se ve automáticamente revestido de un poder que, no solo lo sitúa por encima de los demás, sino que con mucha probabilidad le hace entrar en un camino habitualmente caracterizado, a partes iguales, por la vanidad y la hipocresía. Vanidad de quien se considera “elegido” por encima de otros y se apropia de ello. Hipocresía de quien se identifica con el rol y cuida, sobre todo, la imagen, olvidando aquello que, paradójicamente, predica.

Jesús es lúcido en su análisis cuando dice que no os dejéis llamar “maestro”, ni “padre” ni “jefe” (señor). Porque no son títulos cuyo sujeto pueda ser una persona. Todos somos maestros y discípulos a la vez. Todos aprendemos y enseñamos a lo largo de toda nuestra existencia. El único maestro, el único padre, el único señor es la Totalidad, la Vida misma. El sujeto no es ningún yo personal, sino la Realidad transpersonal.

          Cuando el ego se apropia de ella, la religión se pervierte y se hace dañina. Solo la comprensión profunda de lo que somos aleja de la pretensión egoica y mantiene en la humildad. Hay luz y desapropiación.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Cuando hablamos de Iglesia ¿Hablamos de Pueblo de Dios o de Jeraquía?

Domingo, 5 de noviembre de 2023
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comunidadfeDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. Ha terminado el sínodo.

    La clausura del Sínodo el pasado domingo, día 29, y el evangelio de hoy se prestan a hacer alguna consideración sobre la Iglesia.

El sínodo es  una cuestión eclesial, y el texto del evangelio de hoy refleja las ideas de fondo de cómo eran y cómo vivían  las comunidades judeo-cristianas de Mateo.

No llaméis a nadie Maestro… Todos vosotros sois hermanos… El primero entre vosotros será vuestro servidor…

02.- La Iglesia nació de modo plural

    La Iglesia no nació como una congregación religiosa: un fundador que en tal año, con unas constituciones crea un grupo que se denomina orden religiosa, congregación, asociación, etc…

    El movimiento que Jesús desencadenó con su Palabra y su actividad se va configurando después de Él, a partir de la Pascua y de modo plural conforme al acento que los diversos apóstoles ponen en su predicación y atendiendo la diversidad de gentes, pueblos y culturas que comenzaban a creer en el Señor Jesús. Por ello, el nacimiento de la Iglesia no fue uniforme sino plural

+ Las comunidades de Pablo son carismáticas, con la peculiar teología de la justificación de JesuCristo por la fe (no por las obras), la libertad frente a la ley, etc.

+ Las comunidades de San Juan que aparecen en el NT ha sufrido mucho y han quedado reducidas a grupos pequeños, centrados “casi exclusivamente” en “el que es”, en Cristo: “Yo soy”; son comunidades sin apenas estructura.

+ La iglesia que aparece al final de NT (Tito y   2 Timoteo) está formada por comunidades más estructuradas en las que ya comienzan los ministerios (presbíteros – obispos, aunque no como los actuales).

+ Las comunidades de Mateo son comunidades formadas por cristianos de tradición judía que buscan su identidad desgajándose “como pueden” del judaísmo. El pueblo de Dios ya no es Israel, sino la iglesia, la comunidad de hermanos son el nuevo pueblo de Dios con una igualdad radical: todos sois hermanos. Ello supone un universalismo, una gran apertura frente al “reduccionismo” judío.

La Iglesia es, pues,  una comunidad plural, ¿una comunidad de comunidades? La Iglesia es una unidad, pero no es uniforme.

03.- ¿Podremos llegar a una Iglesia sinodal en la que caminemos de verdad juntos, unidos?

El pasado domingo, día 29, terminaba -hasta cierto punto- el Sínodo que se ha denominado “Sínodo de la sinodalidad”: un pueblo que camina unido: caminamos juntos…

Solemos cantar en la liturgia: Somos un pueblo que camina y juntos caminando…

¿De verdad que algún día llegaremos a caminar juntos?

04.- Tres  consideraciones:

4.1. Cuando nosotros hablamos de Iglesia, propiamente no hablamos de Iglesia, de pueblo de Dios que camina, hablamos de Jerarquía, de Roma, de los “cardenales dubia” enfrentados al papa Francisco, de los obispos de las diócesis, etc.

Cuando preguntamos qué dice la Iglesia acerca del divorcio, del celibato, del ministerio de la mujer en la Iglesia, de la homosexualidad, etc…, no preguntamos qué dice el Pueblo de Dios acerca de esas y otras muchas cuestiones, sino que preguntamos qué dice Roma, qué dice el Papa, qué dice el Derecho Canónico acerca de tales cuestiones.

Sin embargo la Iglesia es el Pueblo de Dios.

4.2. Vivimos en una eclesiología casi exclusivamente piramidal ya desde el siglo XI, reforzada en el siglo XIX en el Vaticano I con la definición de la infalibilidad del primado más por motivos históricos, que por necesidad dogmática.

(El cardenal Newman decía que nunca un dogma fue tan innecesario para la Iglesia).

4.3. Personalmente y en mi fuero interno no me gusta mucho pensar en términos de “laicos y jerarquía”, aunque comprendo que hay que hacerlo. Y no me gusta pensar en esos términos porque es admitir una distinción que difícilmente encuentra respaldo en el Evangelio de Jesús. Una cosa es que en la iglesia existan unas necesidades y tareas que atender y, por tanto, tenga que haber unos ministerios que atiendan la vida de la comunidad. Pero de ahí a todo lo que ha venido posteriormente en la historia y en la configuración de la jerarquía, hay mucha distancia.

No llaméis a nadie maestro ni señor, ni consejero: todos sois hermanos.

05.- Situación eclesial en la diócesis.

¡Qué bueno y hermoso es que los hermanos vivan unidos!, dice el salmo 133. Es un buen comentario al texto del evangelio de hoy: Todos vosotros sois hermanos… Es esta una gran verdad que la experimentamos en algunos ámbitos de amistad, de convivencia.

Sin embargo y por desgracia es difícil decir esto del ámbito eclesial.

5.1. Situación eclesial dañada en nuestra diócesis

En la Iglesia hay malestar, que significa: estar mal. En nuestra propia diócesis el clima es difícil, duro. La situación diocesana ha quedado muy dañada, aunque se quiera maquillar o edulcorar el problema.

No nos ha extrañar, porque si el papa Francisco está viviendo en un fuego cruzado, ¿qué podemos esperar los demás?

La comunión eclesial no se logra por sometimiento, por dominación o imposición de una línea ideológica. Somos hermanos porque todos tenemos un mismo Padre.

5.2. Respeto

Quizás hoy en nuestra diócesis la comunión eclesial signifique respeto, saber respetar y respetarse las diversas líneas y movimientos religiosos y entre los curas de diversas tendencias.

En nuestra diócesis (supongo que en otras muchas diócesis también) pensamos y tenemos formulaciones de la fe diversas, desde la forma de vestir, hasta el modo de entender la fe, la teología, la moral, las celebraciones, etc…

Ya en el mismo NT hubo discrepancias y enfrentamientos entre diversos modos de pensar y vivir la fe: En la Iglesia de Antioquía el enfrentamiento entre Pablo y la Iglesia judaizante de Jerusalén (Santiago y Pedro) fue frontal.

Pablo dice en la carta a los Gálatas que “tuve que echarle en cara a Pedro” su comportamiento en la cuestión de los judaizantes, (Gál 2,11)

Los hermanos nos queremos, nos ayudamos, nos respetamos, pero también tenemos nuestras discrepancias, incluso discusiones. Ser hermano no significa ser amigo.

Nuestra diócesis de San Sebastián hoy en día cuenta con unos 60 sacerdotes por debajo de los 75 años. (Hace cincuenta años nuestra diócesis contaba con más de 800 curas).

Por otra parte, las generaciones de curas que crecimos y seguimos viviendo en el Pentecostés liberador del Concilio Vaticano II, somos mayores o muy mayores, tenemos más de 75 años. Los curas más jóvenes son –en general- de otra mentalidad distinta al Concilio. Hace unos días decía Jesús Rico obispo de Ávila y hasta ahora rector del Colegio Español de Roma (buena atalaya para conocer el clero español) decía que: “Entre los curas jóvenes hay resistencias al Papa”

Pero –por- edad en ellos está la “fuerza”, la vitalidad y son los que van a llevar adelante esta iglesia local nuestra en los próximos años, ¿décadas?

La postura racional y razonable no creo que sea la del enfrentamiento, tampoco la de la tristeza o amargura  lamentaciones incluidas,  sino la de –respetuosamente- hacerse a un lado y dejar paso.

Por nuestra parte y sin estar de acuerdo en muchas cosas, formulaciones teológicas, ritos, etc. seguiremos viviendo en el habitat presente del Concilio,  disfrutando y terminando nuestros días en lo que supuso el Concilio.

Para muchos de nosotros el Concilio Vaticano II fue un Pentecostés, un “Éxodo liberador de la esclavitud de Egipto”. Yo a Egipto no vuelvo.

Además, y si buenamente podemos –y mientras podamos-, mantendremos vivas las brasas de Emaús.

Todos vosotros sois hermanos

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“Espectadores amargados”, por Dolores Aleixandre.

Miércoles, 8 de junio de 2022
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CBE891C0-AC53-42AF-8B79-DC382CD28058De su blog Un grano de mostaza:

Nos ronda un fariseo amargado

Con frecuencia leemos escenas del Evangelio en las que aparecen personajes – fariseos, escribas, doctores-  que, desde fuera,  miran a Jesús solo para criticarlo. No participan de lo que ocurre, no disfrutan cuando hay alegría, ni se conmueven cuando  hay dolor: lo suyo es quedarse al margen  fijándose solo en lo negativo. Hay escenas en las que los evangelistas no han dejado constancia de ese tipo de presencias pero podemos fácilmente imaginar lo que ese tipo de personajes hubieran dicho de haber estado allí:

En Caná de Galilea: un fariseo soberbio, cumplidor escrupuloso de la ley y encima abstemio, ha rechazado la invitación a asistir a la boda:  “Lo siento, pero no tengo por costumbre mezclarme con ese público de pobretones y pecadores que sin duda asistirán…” A pesar de ello, cuando le llegan rumores de que algo inaudito ha pasado, se asoma a la sala del banquete y comenta: “Pues sí que empieza bien ese galileo que se las da de profeta… Menudo disparate poner a disposición de esta gentuza  tantos litros de un vino tan excelente. Se van a emborrachar por culpa suya, ya veremos la de comas etílicos que tendrá que recoger el Samur. Y no digamos lo de haber aparecido llevando  a sus discípulos. ¿Es que va a formarlos así, en las ferias del populacho? ”.

En Cafarnaum, a orillas del lago: otro par de tipos resentidos miran la escena de la pesca desde la orilla: y murmuran por lo bajo: “Pero en qué estará pensando  Pedro y cómo se le ocurre hacer caso a ese forastero que hace chapuzas en Nazaret pero que de pesca no tiene ni idea, ni siquiera se ha enterado de que en este lago se pesca de noche…” “Pues mira a los Zebedeos,  embobados al ver tantos peces en sus redes … Anda que como se les revienten  y se les hundan las barcas, lo van a tener crudo para remontar el negocio…Conmigo desde luego que no cuenten para un préstamo…”

Por si conocemos a alguien que da ese perfil o por  si llegamos a reconocernos algunas veces en esa postura, no nos viene mal suplicar:  “Del fariseo amargado que nos acecha, libera nos Domine

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“Indiferencia progresiva”. 22 Tiempo Ordinario – B (Marcos 7,1-8.14-15.21-23)

Domingo, 29 de agosto de 2021
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43_22_TO_B_1474148La crisis religiosa se va decantando poco a poco hacia la indiferencia. De ordinario no se puede hablar propiamente de ateísmo, ni siquiera de agnosticismo. Lo que mejor define la postura de muchos es una indiferencia religiosa donde ya no hay preguntas ni dudas ni crisis.

No es fácil describir esta indiferencia. Lo primero que se observa es una ausencia de inquietud religiosa. Dios no interesa. La persona vive en la despreocupación, sin nostalgias ni horizonte religioso alguno. No se trata de una ideología. Es, más bien, una «atmósfera envolvente» donde la relación con Dios queda diluida.

Hay diversos tipos de indiferencia. Algunos viven en estos momentos un alejamiento progresivo; son personas que se van distanciando cada vez más de la fe, cortan lazos con lo religioso, se alejan de la práctica; poco a poco Dios se va apagando en sus conciencias. Otros viven sencillamente absorbidos por las cosas de cada día; nunca se han interesado mucho por Dios; probablemente recibieron una educación religiosa débil y deficiente; hoy viven olvidados de todo.

En algunos, la indiferencia es fruto de un conflicto religioso vivido a veces en secreto; han sufrido miedos o experiencias frustrantes; no guardan buen recuerdo de lo que vivieron de niños o de adolescentes; no quieren oír hablar de Dios, pues les hace daño; se defienden olvidándolo.

La indiferencia de otros es más bien resultado de circunstancias diversas. Salieron del pequeño pueblo y hoy viven de manera diferente en un ambiente urbano; se casaron con alguien poco sensible a lo religioso y han cambiado de costumbres; se han separado de su primer cónyuge y viven una situación de pareja no «bendecida» por la Iglesia. No es que estas personas hayan tomado la decisión de abandonar a Dios, pero de hecho su vida se va alejando de él.

Hay todavía otro tipo de indiferencia encubierta por la piedad religiosa. Es la indiferencia de quienes se han acostumbrado a vivir la religión como una «práctica externa» o una «tradición rutinaria». Todos hemos de escuchar la queja de Dios. Nos la recuerda Jesús con palabras tomadas del profeta Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí».

José Antonio Pagola

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“Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”. Domingo 29 de agosto de 2021. Domingo 22º ordinario

Domingo, 29 de agosto de 2021
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48-ordinarioB22 cerezoDe Koinonia:

Deuteronomio 4, 1-2. 6-8. No añadáis nada a lo que os mando. . ., así cumpliréis los preceptos del Señor.
Salmo responsorial: 14: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?.
Santiago 1, 17-18. 21b-22.27: Llevad a la práctica la palabra.
Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23:Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.

 Es antigua la tentación de considerar que lo esencial de una religión está en el cumplimiento de formalidades rituales, y no en la asunción de sus principios vitales. También esta tentación acompañó al «pueblo de Dios» de Israel -como a muchos otros «Pueblos de Dios»-, desde tiempos inmemoriales. Hoy, si alguna persona se atreve a cuestionar, aunque sea indirectamente, ciertos lastres históricos y a proponer alternativas coherentes con el evangelio, en poco tiempo es tachada de «desviarse de la auténtica doctrina». Sin embargo, como nos recuerda el Salmo, no son los muchos ornamentos ni el boato de las celebraciones lo que nos eleva a Dios, sino la justicia, la honestidad, la recta intención y el respeto. Anunciar la justicia y vivirla en el día a día constituye la exigencia fundamental de las Escrituras judeocristianas –y en esto coinciden con tantas otras Escrituras-. Los rituales, las prescripciones, las ceremonias… nos pueden ayudar a continuar por el camino de Dios, pero no pueden sustituirlo. Por esta razón, la exhortación que Moisés dirige a su pueblo se centra en la necesidad que tiene el pueblo de Dios de hacer una clara opción por el Dios de la libertad y de la justicia que los ha sacado de Egipto. De lo contrario, el sueño de la «tierra prometida» se puede convertir en una cruel pesadilla.

Los primeros cristianos experimentaron en carne propia la amenaza del formalismo y el ritualismo. Después de un tiempo de dedicación y fervor por la misión, los ánimos comenzaron a ceder y la comunidad se vio rápidamente atraída por las relaciones puramente funcionales y formales. De este modo se perdía la fraternidad que les daba identidad y coherencia.

La carta de Santiago nos pone en guardia contra una religión que no encarne los valores del Evangelio. La palabra escuchada en la Sagrada Escritura debe ser discernida según el Espíritu para vivirla dócilmente en la vida cotidiana. El cristianismo no es una formalidad social que cumplir, ni un ritual más en las prácticas piadosas de una cultura. El cristianismo se manifiesta como una opción vital que requiere del compromiso íntegro de la persona. La comunidad de creyentes es el espacio ideal para que la persona realice su opción y viva, en compañía de otros hermanos y hermanas, el llamado de Jesús.

Aunque el libro del Deuteronomio -que Jesús sigue muy de cerca- propone como religión una serie de principios éticos orientados a crear lazos de solidaridad, equidad y justicia; sin embargo, el judaísmo del primer siglo estaba más inclinado a valorar las formalidades. Lavarse o no lavarse la manos antes de ingerir alimentos había pasado de ser una norma elemental de higiene a convertirse en una norma que decidía quién era religioso y quién era un pecador. La tentación de canonizar los objetos, los rituales, los espacios y el tiempo le pueden hacer olvidar a la persona piadosa que la esencia de su relación con Dios no está en los protocolos culturales, sino en el respeto, la compasión y la misericordia.

Jesús nos invita a redescubrir la esencia del cristianismo en nuestra opción por construir la Utopía de Dios -lo que él llamaba en arameo «Malkuta Yavé», Reino de Dios- y por vivir de acuerdo con los principios del evangelio. Todas nuestras normas y protocolos están al servicio de una auténtica vivencia de sus enseñanzas. Nosotros no debemos renunciar a una vida auténtica y creativa para seguirlo a él. Todo lo contrario. Debemos recrear aquí ya ahora toda la novedad de su profecía y toda la radicalidad de su amor incondicional por los excluidos.

Conectado con todo este tema está aquel otro de «la letra y el espíritu»: la letra es el detalle de lo mandado, la prescripción, el rito, la acción concreta, la «verdad superficial» (Niels Bohr)… El espíritu es el sentido con el que ha sido concebida aquella práctica concreta, y la vivencia con la que debe ser vivida, la «verdad profunda» (Bohr). Por eso se dice que la letra (se entiende: la sola letra, o la letra sin espíritu, la verdad superficial) mata, mientras que el espíritu vivifica. La letra es medio, mientras que el espíritu es un fin. Éste puede darse aun sin aquélla, al margen o incluso «en contra» de ella: en efecto hay veces que, en circunstancias muy especiales, el espíritu de una ley o de una práctica ritual puede exigir hacer en aquella situación, «precisamente lo contrario» de lo que la letra prescribe. Esa flexibilidad, esa «libertad de espíritu» se exige a los cristianos, como a todo ser humano adulto y maduro.

Otro problema distinto –que no podemos abordar aquí, pero que sería bueno no dejar de mantenerlo dentro del horizonte- es que la religiosidad actual se está transformando. Por su propia naturaleza, las «religiones» (llamamos así aquí, técnicamente, a «la forma que ha revestido la espiritualidad del ser humano a partir de su sedentarización neolítica», a partir de la revolución agraria, hace sólo unos pocos miles de años -porque antes había espiritualidad, pero no «religiones»), han tenido en los ritos, en las prácticas rituales, minuciosamente prescritas, un medio importantísimo de expresión, y un modo a la vez de control social. La religión, en las sociedades agrarias, ha sido el mejor y más potente vehículo de identidad de la sociedad, y de control por parte del poder, y han sido los ritos su expresión más visible.

Hoy estamos llegando precisamente al fin de la edad agraria (el neolítico), después de la revolución industrial y tecnológica, la mundialización plural, y el progresivo advenimiento de la sociedad del conocimiento. Las «religiones agrarias» -en aquel sentido técnico preciso- ya no tienen cabida. (Sí lo tiene, insuperablemente, la espiritualidad, la religiosidad profunda, más allá de sus concreción en las diferentes «religiones»). El ser humano post-agrario ya no puede aceptar su identidad ni puede aceptar un control por los vehículos «religionales» basados en «creencias» (en sentido también técnico). Obviamente, la espiritualidad del ser humano va a continuar, es inamisible. Pero lo que han sido técnicamente «las religiones agrarias», está muriendo, va a desaparecer, y es bueno que desaparezca, porque la humanidad está en otra etapa de su historia. Los ritos, las prácticas religiosas prescritas… son, por eso, en alguna sociedades actuales avanzadas, realidades «residuales», que desaparecen vertiginosamente. Si la Iglesia no acepta afrontar sin miedo estos planteamientos, lo único que hace es retrasar el reconocimiento de una enfermedad que no deja de socavarle sus entrañas en los millones de fieles que silenciosamente se van autoexiliando cada año, no sólo en las sociedades llamadas «avanzadas», sino también ya en América Latina. Fue en el año 2008 que comenzamos a conocer «apostasías» voluntarias de cristianos en algunos países de América Latina, un fenómeno absolutamente nuevo en su historia, pero un fenómeno significativo -y creciente- en el momento actual de la historia globalizada del mundo. Leer más…

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Dom 22 TO, (Mc 7, 18-23). Amor mutuo, perdón de los pecados.

Domingo, 29 de agosto de 2021
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A1C5C30C-F4C0-422F-80B5-CD42932312FADel blog de Xabier Pikaza: 

29.8.21: Mal supremo: trece pecados capitales (= mortales) (Mc 7, 18-23).

Los catecismos suelen poner siete pecados capitales (soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza), principio y compendio de todos los restantes. El evangelio de hoy  presenta más bien trece, que podemos llamar “capitales” (cabeza de todos), pero también “mortales” (pues llevan en sí la muerte de la humanidad).

 Estos trece pecados son de tipo personal (brotan de un mal corazón) y universal: Son los mismos para todos, hombres y mujeres, judíos o cristianos, musulmanes, creyentes o ateos. Son “capitales”, condensan el “capital” de maldad de la historia humana. Son “mortales”: Principio y clave de destrucción universal (infierno-muerte para todos).

Son pecados interiores, brotan de un mal corazón, siendo, al mismo tiempo, exteriores: Se expresan y encarnan en un tipo de social de vida pervertida, en una “humanidad de muerte”, que no es sólo de otros (como pueden ser los talibanes), sino de todos nosotros, como pecado original y final de la humanidad.

Así los presenta el evangelio de este domingo (Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23), que comento sólo en parte. Como verá el lector, presento de un modo más extenso los siete primeros pecados, resumiendo los seis restantes de un modo más esquemático. Al final condenso el sentido general de todos ellos, tal como han sido “superados” por Jesús.

Mc 7, 21-23

¿No sabéis que nada que entra en el ser humano desde fuera puede mancharlo, 19 puesto que no entra en su corazón, sino en el vientre, y va a parar a la letrina – purificando así todos los alimentos-? 20 Y añadió: Lo que sale del hombre eso es lo que mancha al ser humano 21, pues de dentro, del corazón del hombre, las malas deliberaciones provienen: fornicaciones, robos, homicidios, 22 adulterios, codicias, perversidades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, soberbia e insensatez. 23 Todas estas maldades salen de dentro y manchan al ser humano.

 Éste es un catálogo “clásico” de pecados o vicios, que se parece a otros catálogos judíos y cristianos (e incluso paganos) y que consta de trece “pecados”. Ha sido adaptado y precisado así por el evangelio de Marcos, condensando así el programa “mesiánico” de Jesús.

Significativamente, consta de un principio, formulado de manera general (malas deliberaciones), y de cuatro unidades de tres males cada una, de manera que podemos hablar de un mal fundante y de doce males concretos, que forman una masa de perversidad que proviene de dentro, pero que se expresa en el conjunto de la vida, de un modo social. [1].

1.Principio: deliberaciones malas (dialogismoi kakoi; 7, 21b).

4EB2768E-5DFC-4EF7-B475-951811503984Según Jesús, el origen de todo mal es un “pensamiento perverso”, en forma de cálculo negativo, como indica la misma formulación del texto, que presenta estas deliberaciones como fuente y compendio de los doce males que siguen. Ciertamente, en principio, las deliberaciones en sí mismas no son malas, pero el evangelio de Marcos tiende a interpretarlas de forma negativa, pues el origen de todo mal es un mal pensamiento Ellas no evocan simplemente un modo de pensar, sino un pensar con malicia, como ha destacado Pablo (cf. Flp 2, 14; Rom 1,21).

Marcos ha empleado ya esta palabra (dia-logismoi) en el texto del perdón del paralítico (2, 1-12), donde los escribas “deliberan” en contra del perdón de Jesús (2, 6-8), y volverá a emplearla cuando los discípulos de Jesús “deliberan” (8, 16) pensando que no tienen panes, y cuando sus adversarios deliberen/calculan (11, 31) sobre la forma de responderle.

Estas deliberaciones malas dejan al hombre en manos de su propio pensamiento calculador, egoísta, violento, al servicio de sí mismo (de sus intereses individuales o grupales). Conforme a  esta visión, en el principio del “pecado” no se encuentra, sin más, el mal deseo, sino el mal pensamiento, un “logos” o palabra que se retuerce sobre sí misma calculando aquello que le conviene, de un modo egoísta. Lo contrario a estos dia-logismoi es la Palabra de vida que Jesús siembra, una palabra que se acoge en fe y se abre en amor a los demás. La base de la vida humana no es calcular pensando de un modo egoísta, sino “creer” para amar.

Ampliación. El primer pecado es el mal pensamiento, las deliberaciones que brotan del mal corazón, que busca razones para mantenerse en su egoísmo. En sí mismas, las deliberaciones no son malas (cf. Lc 24, 38), pero pueden pervertirse y se pervierten, convirtiéndose en un cálculo maligno y retorcido, del que nacen los restantes males, como sabe Pablo (cf. Rom 1, 21; 1 Cor 3, 20).

Hay, sin duda, un pensamiento bueno, pero la Biblia sabe que el hombre ha terminado encerrándose en la cueva de un pensamiento pervertido, simbolizado por la serpiente de Gen 3, 1-6 (y 4, 4-7), una cavilación contraria a Dios, es decir, al don de la vida, es decir, a la gratuidad..

82A7A348-F12C-440A-9232-D8B4A528D9A0Éste pecado es el mal pensamiento de aquellos que quieren justificarse a sí mismos, con largos discursos, mientras dejan que mueran otros a su lado, es la justificación de los que dicen (=decimos) que las cosas son así, que no pueden cambiarse, que no hay sitio para más, que cada uno se arregle como pueda.

Así hemos caído en la cárcel de nuestros malos pensamientos, de nuestras justificaciones… Nosotros, el pueblo de la “razón”, los europeos, nosotros los “monoteístas superiores” (judíos, cristianos, musulmanes) hemos terminado hundidos en el pozo de nuestra-sinrazón,  con filosofías (ideologías económico-sociales) y justificaciones religiosas  que acaban siendo mentira. En cárcel retorcida de nuestras cavilaciones nos auto-justificamos, mientras mueren a nuestra puerta a millones de personas.

De estos malos pensamientos (que son del mal corazón y la cabeza mala) brotan todos los restantes pecados, desde el homicidio hasta la blasfemia contra Dios.

Primera triada: fornicaciones, robos, homicidios (7, 21c).  Las dos últimas “perversiones” de esta terna resultan claras: del mal pensamiento brotan robos y homicidios, como saben casi todos los tratados de moral, antiguos y modernos. Más complejo resulta el sentido de la primera perversión (porneiai, fornicaciones), que puede referirse a la incontinencia sexual, pero también a la idolatría, en sentido bíblico.

La fornicación original es el abandono de Dios, la adoración de los ídolos. Este segundo sentido parece aquí el más apropiado, pues  del mal pensamiento proviene la fornicación-idolatría, que consiste en adorar a nuestros propios pensamientos/obras, en lugar de adorar a Dios. En esta línea se entienden los tres primeros males. Quizá podamos añadir  que la idolatría aparece así como el primero de los males, es decir, como aquel principio malo que conduce al robo y al homicidio, tal como parece suponer Pablo en Rom 1, 18-32[2].

5-7. Segunda triada: adulterios, codicias, perversidades (7, 22a). Seguimos en la línea anterior, pasando del plano más externo (robo, homicidio) al más interno, que empieza expresándose en la destrucción de las relaciones personales más profundas (adulterio), para desembocar en la codicia  o deseo de adquirir siempre más, de tenerlo todo, culminando en las perversidades (ponêriai) en conjunto, es decir, como deseo activo de destrucción de los otros. También estos tres males provienen del interior, pero son básicamente de tipo familiar y social, no en una línea de destrucción de la pureza religiosa en cuanto tal (en plano intimista y/o sacral), sino más bien,  de destrucción de la vida en su conjunto (partiendo del adulterio o quiebra del amor).

(En la reflexión que sigue cambio el orden de los seis pecados de estas dos triadas, para ofrecer una mejor visión de conjunto, desde nuestra perspectiva moderna)

2. Homicidios (phonoi)

El primero de todos los pecados externos, objetivados de un modo social, es el homicidio, o quizá mejor el asesinato, justificar la muerte de los otros, como el mismo Mateo 5, 21 afirma en la primera de sus antítesis.

El asesinato en sí no es la raíz de todos los males (que sigue siendo el mal pensamiento del corazón pervertido), pero brota inmediatamente de esa raíz, como primera de todas las maldades destructoras de la historia humana, tanto en un plano judío como gentil, sin diferencias de naciones, pueblos o religiones. Del asesinato ha brotado y sigue brotando la mala historia de los hombres.

Del mal pensamiento se pasa pronto a la justificación del asesinato, y al asesinato mismo, como ha visto el comienzo del Génesis (Gen 2-4: paso de Adán/Eva a Caín), lo mismo que San Pablo en la carta a los Romanos (1, 18-32) y este pasaje del evangelio de Mateo, como puse de relieve en Antropología Bíblica, Sígueme, Salamanca 2015. Matar o dejar morir a millones de personas a la puerta de nuestra Casa Europa, ése el primero de los pecados concretos de nuestra historia. Ciertamente, somos capaces de justificar ese pecado, y así lo hacen políticos y economistas. En medio de un inmenso asesinato seguimos viviendo, no sólo en Afganistán, sino en el mundo entero.

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3. Adulterios (moikheiai)

Tras asesinato se sitúa el adulterio, lo mismo que en las antítesis de Mt 5, 27-30, donde se habla ya de un “adulterio de corazón”, que brota del pensamiento pervertido de un hombre o mujer que ha perdido su brújula en la vida. Como el asesinato destruye la vida física y total, el adulterio destruye la vida social de una persona, destruyendo su identidad (cosa que, en principio, el Nuevo Testamento sigue mirando desde la perspectiva del varón, en la línea del Antiguo Testamento).

Entendido así, el adulterio no es simplemente la ruptura egoísta (¡a mala uva!) de la fidelidad concreta entre un hombre y una mujer que se han dado palabra de amor (¡eso es también!), sino el rechazo y ruptura de todas las fidelidades personales y sociales. En sentido bíblico, desde Oseas a Marcos, el adulterio es el rechazo de toda fidelidad, de todo vínculo personal y social.

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Las manos sucias y el corazón limpio. Domingo 22. Ciclo B.

Domingo, 29 de agosto de 2021
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manos-sucias-hogar-pobre-hombre-pan-sociedad-capitalismo-moderno_140289-16Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Después de cinco domingos leyendo el evangelio de Juan, volvemos al de Marcos, base de este ciclo B. Durante un mes nos ha ocupado el tema de comer el pan de vida. Este domingo el problema no será comer el pan, sino comer con las manos sucias. Una pregunta malintencionada de los fariseos y de los doctores de la ley (los escribas) provoca la respuesta airada de Jesús, una enseñanza algo misteriosa a la gente, y la explicación posterior a los discípulos. El texto de la liturgia ha suprimido algunos versículos, empobreciendo la acusación de Jesús y uniendo lo que dice a la gente con la explicación a los discípulos.

La tradición de los mayores y el mandamiento de Dios (Marcos 7,1-8.14-15.21-23)

En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén, se acercaron a Jesús, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones de lavar vasos, jarras y ollas). Y los fariseos y los escribas le preguntaron:

-¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores, y comen el pan con manos impuras?

-Él les contestó:

-Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos». Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.

Llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:

-Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.

Antes de dar la palabra a los fariseos y escribas es interesante recordar lo que cuenta Marcos inmediatamente antes. Después de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús ha cruzado a la región de Genesaret, recorriendo pueblos, aldeas y campos, acogido con enorme entusiasmo por gente sencilla, que busca y encuentra en él la curación de sus enfermedades.

La intervención de los fariseos y escribas

De repente, el idilio se rompe con la llegada desde Jerusalén de fariseos (seglares super piadosos) y de algunos escribas (doctores de la ley de Moisés). No todos los escribas pertenecían al grupo fariseo, pero sí algunos de ellos, como aquí se advierte. Para ellos, lo importante es cumplir la voluntad de Dios, observando no solo los mandamientos, sino también las normas más pequeñas transmitidas por sus mayores. Lo esencial no es la misericordia, sino el cumplimiento estricto de lo que siempre se ha hecho. Por eso, no les conmueve que Jesús cure a un enfermo; pero les irrita que lo haga en sábado.

Con esta mentalidad, cuando se acercan al lugar donde está Jesús, advierten, escandalizados, que algunos de los discípulos están comiendo con las manos sucias. El lector moderno, instintivamente, se pone de su parte. Le parece lógico, incluso necesario, que una persona se lave las manos antes de comer, y que se lave la vajilla después de usarla. Es cuestión elemental de higiene. Sin embargo, aunque en su origen quizá también fuese cuestión de higiene entre los judíos, los grupos más estrictos terminaron convirtiéndola en una cuestión religiosa. Lo que está en juego es la pureza ritual. Por eso, los fariseos no se quejan de que los discípulos coman con las manos sucias, sino con las manos impuras, saltándose con ello la tradición de los mayores. Aunque el Antiguo Testamento contiene numerosas normas, algunas de carácter higiénico, nunca menciona la obligación de lavarse las manos, ni de lavar vasos, jarras y ollas; esto forma parte de «las tradiciones de los mayores», tan sagradas para los fariseos como las costumbres de la madre fundadora o del padre fundador para algunas congregaciones religiosas, o de cualquier minucia litúrgica para algunos ritualistas.

La respuesta airada de Jesús

La reacción de Jesús es durísima. Tras llamarlos hipócritas, les hace tres acusaciones: 1) su corazón está lejos de Dios; 2) enseñan como doctrina divina lo que son preceptos humanos; 3) dejan de observar los mandamientos de Dios para aferrarse a las tradiciones de los hombres.

Estas acusaciones resultan durísimas a cualquier persona, pero especialmente a un fariseo, que desea con todas sus fuerzas estar cerca de Dios, agradarle cumpliendo su voluntad.

El problema, según Jesús, es que el fariseo termina dando a esas tradiciones más importancia que a los mandamientos de Dios. Incluso las utiliza para dejar de hacer lo que Dios quiere y quedarse con la conciencia tranquila. Para demostrarlo, Jesús cita un ejemplo que la liturgia ha suprimido. [También nuestro Señor ha sido víctima de la censura eclesiástica.] Dios ordena honrar a los padres, es decir, sustentarlos en caso de necesidad. Imaginemos un fariseo con suficientes bienes materiales. Puede atender a sus padres económicamente. Pero su comunidad le dice que esos bienes los declare qorbán, consagrados al Señor. A partir de ese momento, no puede emplearlos en beneficio de sus padres, pero sí de su grupo. «Y así invalidáis el precepto de Dios en nombre de vuestra tradición. Y de ésas hacéis otras muchas».

Un lector crítico podría acusar a Marcos de tratar un tema tan complejo de forma ligera y demagógica. Conociendo a los fariseos de aquel tiempo (bastante parecidos a los de ahora), la reacción de Jesús es comprensible y su acusación justificada. Sobre todo, para los primeros cristianos, que sufrían los continuos ataques de estos que presumían de religiosos.

Enseñanza a la gente

Como los fariseos y escribas no responden, aquí podría haber terminado todo. Sin embargo, Jesús aprovecha la ocasión para enseñar algo a la gente a propósito de la pureza e impureza: «Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace al hombre impuro.»

La explicación a los discípulos

No sabemos si Jesús se quedó contento con esta breve enseñanza. Lo que es seguro es que la gente no la entendió, y los discípulos tampoco. Por eso, cuando llegan a la casa (nuevo detalle suprimido por la liturgia), le preguntan qué ha querido decir. Y él responde que lo que entra por la boca no llega al corazón, sino al vientre, y termina en el retrete. Entra y sale sin contaminar a la persona. Lo que la contamina no es lo que entra en el vientre, sino lo que sale del corazón. Para aclararlo, enumera trece realidades que brotan del corazón. [Resulta raro que Marcos no cite catorce, número de plenitud (2 x 7), pero ningún asistente a misa va a notarlo, y el predicador probablemente tampoco].

Esta enseñanza de que el peligro no viene de fuera, sino de dentro, resultará a algunos muy discutible. ¿No vienen de fuera la pornografía, la droga, las invitaciones a la violencia terrorista? ¿No nos influyen de forma perniciosa el cine, la televisión, la literatura?

Lo anterior es cierto. Pero Jesús no entra en estas cuestiones, se refiere al caso concreto de los alimentos. Otra de las frases del evangelio suprimidas en la liturgia de hoy dice que Jesús, con su enseñanza de que lo que entra en el vientre no contamina al hombre, «declaró puros todos los alimentos». Por eso los cristianos podemos comer carne de cerdo, de liebre, de avestruz, gambas (camarones en ciertos países de América Latina), cigalas, langostinos y cualquier alimento que nos apetezca, según nuestra costumbre y nuestra economía. Un cambio revolucionario, porque todas las religiones obligan a observar una serie de normas dietéticas.

Por otra parte, aunque Jesús se centre en los alimentos, su enseñanza tiene un valor más general y desvela nuestra comodidad e hipocresía. El Papa Francisco habría caído en el error de los fariseos si hubiera culpado de la pederastia y los abusos sexuales en la Iglesia a los influjos externos, a la cultura del goce y del libertinaje. El mal no viene de fuera, sale de dentro. Y con el mismo criterio debe enjuiciar cada uno de nosotros su realidad. Nuestro mayor enemigo somos nosotros mismos. No echemos la culpa a los demás.

Los mandamientos de Dios (Deuteronomio 4,1-2.6-8)

La importancia que concede Jesús a la ley de Dios frente a las tradiciones humanas ha animado a elegir este texto del Deuteronomio como paralelo al evangelio. Los responsables de la elección no han caído en la cuenta de un problema. Moisés ordena: «No añadiréis ni suprimiréis nada de las prescripciones que os doy». Jesús, sin embargo, añadió y suprimió. Por ejemplo, a propósito de los alimentos puros e impuros, como acabo de indicar; tanto el Levítico como el Deuteronomio contienen una extensa lista de animales impuros, que no se pueden comer (Lv 11; Dt 14,3-21). Esta primera lectura no debe interpretarse como una aceptación radical y absoluta de la ley mosaica, porque Jesús se encargó de interpretarla y modificarla.

Habló Moisés al pueblo diciendo:

-Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar. No añadáis nada a lo que yo os mando ni suprimáis nada; observaréis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy. Observadlos y cumplidlos, pues esa es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos, los cuales, cuando tengan noticia de todos estos mandatos, dirán: «Ciertamente es un pueblo sabio e inteligente esta gran nación» Porque ¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos? Y ¿dónde hay otra nación tan grande que tenga unos mandatos y decretos tan justos como toda esta ley que yo os propongo hoy?

La religiosidad verdadera (Santiago 1,17-18.21-27)

Los cristianos tenemos el mismo peligro que los fariseos de engañarnos, dando más valor a cosas menos importantes. El final de esta breve lectura ofrece un ejemplo muy interesante. ¿En qué consiste la religión verdadera, la que agrada a Dios? ¿En oír misa diaria, rezar el rosario, hacer media hora de lectura espiritual? Eso es bueno. Pero lo más importante es preocuparse por las personas más necesitadas; el autor, siguiendo una antigua tradición, las simboliza en los huérfanos y las viudas. Cuando recordamos la parábola del Juicio Final («porque tuve hambre…») se advierte que el autor de esta carta piensa igual que Jesús.

Mis queridos hermanos: Todo buen regalo y todo don perfecto viene de arriba, procede del Padre de las luces, en el cual no hay alteración ni sombra de mutación. Por propia iniciativa nos engendró con la palabra de la verdad, para que seamos como una primicia de sus criaturas. Acoged con docilidad esa palabra, que ha sido injertada en vosotros y es capaz de salvar vuestras vidas. Poned en práctica la palabra y no os contentéis con oírla, engañándoos a vosotros mismos. La religiosidad auténtica a intachable a los ojos de Dios Padres es esta: atender a huérfanos y viudas en su aflicción y mantenerse incontaminado del mundo.

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Domingo XXII del Tiempo Ordinario. 29 de agosto de 2021

Domingo, 29 de agosto de 2021
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Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de las gentes.”

(Mc 7, 1-23)

Lo que critica y pone de manifiesto Jesús en este fragmento del evangelio es el drama de todos los tiempos en toda religión. ¿Qué viene de Dios y qué son inventos humanos?

En nombre de Dios todas la religiones han hecho (¡y hacen!) verdaderas barbaridades. ¿Por qué? Porque convertimos el estrecho punto de vista humano en voluntad de Dios. Es lo que nos relata el Génesis muy al principio (Gn 3, 1-20). La persona humana desea arrebatarle el puesto a Dios.

¿Pecado?

Dios al crearnos nos ofrece ser UNO con él. El pecado de la humanidad es no conformarse con ser “igual a Dios” y querer ser Dios en exclusiva.

Y ese pecado marca toda la historia humana y cada historia personal. Ese pecado es el que nos lleva a la violencia de la división.

Los fariseos del tiempo de Jesús eran los oficialmente buenos, los que cumplían con las tradiciones y preceptos. Pero, claro, si ellos al “cumplir” eran los buenos, a la fuerza todos los demás quedaban convertidos en “malos”.

Todo aquello que nos lleva a ocupar lugares exclusivos hunde sus raíces en el mal. Cualquier cosa que nos lleve a creer que somos mejores que las demás personas es un poderoso engaño.

Si queremos ser imagen de Dios tenemos que buscar todo aquello que armoniza y une. Todo aquello que dentro de nuestra Iglesia Católica divide y excluye es contrario a Dios Trinidad que es pura relación en la diversidad.

Todos aquellos dogmas, preceptos, cánones o normas que dividen entre buenos y malos son hechura humana. Dios no nos ha creado enfrentados ni para el enfrentamiento. Nos ha creado diversos y para la armonía.

Entonces, ¿no valen los preceptos y las normas? Solo valen si te llevan a amar más a quienes son más diferentes a ti.

La puerta del Reino de los Cielos no se abre a patadas, ni con violencia. Tampoco se abre gracias a los méritos acumulados, ni está cerrada para quienes nos caen mal. La única llave que abre el Reino es el Amor.

El amor sale de dentro, del corazón, y al salir nos cura de “los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfrenos, envidia, difamación, orgullo, frivolidad”.

Oremos

Trinidad Santa, no nos dejes caer en la tentación de creernos mejores que las demás. Haz crecer en nosotras el amor que sana, que cura. Amén.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El pecado es consecuencia de una actitud interna deshumanizadora.

Domingo, 29 de agosto de 2021
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pilate_washes_his_hands-by-jan_lievensMc 7, 1-23

Retomamos el evangelio de Marcos. Después de la multiplicación de los panes. Jesús se encuentra en los alrededores del lago de Genesaret, en la parte más alejada de Jerusalén, donde eran mucho menos estrictos a la hora de vigilar el cumplimiento de las normas de purificación. No se trata de una transgresión esporádica de los discípulos de Jesús. El problema lo suscitan los fariseos, llegados de Jerusalén, que venían precisamente a inspeccionar.

El texto contrapone la práctica de los discípulos con la enseñanza de los letrados y fariseos. Jesús se pone de parte de los discípulos, pero va mucho más lejos y nos advierte de que toda norma religiosa, escrita o no, tiene siempre un valor relativo. Cuando dice que nada que entra de fuera puede hacer al hombre impuro, está dejando muy claro que la voluntad de Dios no viene de fuera; solo se puede descubrir en el interior y está más allá de toda Ley.

La Ley y la tradición como norma, pero sin darle el valor absoluto que le daban los fariseos. Hoy sabemos que Dios no ha dado directamente ninguna norma. Dios no tiene una voluntad que pueda comunicarnos por medio del lenguaje, porque no tiene nada que decir ni nada que dar. La Escritura es una experiencia personal sancionada por la aceptación de un pueblo. Las experiencias del Éxodo las vivió el pueblo en el s. XIII a. de C., pero se pusieron por escrito a partir del VII. Los evangelios se escribieron 50 años después de morir Jesús.

Las normas que podemos meter en conceptos son preceptos humanos; no pueden tener valor absoluto. Un precepto, que fue adecuado para una época, puede perder su sentido en otra. Las normas morales tienen que estar cambiando siempre, porque el hombre va conociendo mejor su propio ser y la realidad en la que vive. El número de realidades que nos afectan está creciendo cada día. Las normas antiguas pueden no servir para resolver situaciones nuevas.

En todas las religiones las normas se dan en nombre de Dios. Esto tiene consecuencias desastrosas si no se entiende bien. Todas las leyes son humanas. Cuando esas normas surgen de una experiencia auténtica y profunda de lo que debe ser un ser humano y nos ayudan a conseguir nuestra plenitud, podemos llamarlas divinas. La voluntad de Dios no es más que nuestro propio ser en cuanto perfeccionable. Eso que puedo llegar a ser y aun no soy, es la voluntad de Dios. Dios es un ser simple que no tiene partes. Todo lo que tiene lo es, todo lo que hace lo es. No existe nada fuera de Él y nada puede darnos que no sea Él.

El precepto de lavarse las manos antes de comer, no era más que una norma elemental de higiene, para que las enfermedades infecciosas no hicieran estragos entre aquella población que vivía en contacto con la tierra y los animales. Si la prohibición no se hacía en nombre de Dios, nadie hubiera hecho puñetero caso. Esto no deja de tener su sentido. Si comer carne de cerdo producía la triquinosis, y por lo tanto la muerte, Dios no podía querer que comieras esa carne, y además si lo comías, te castigaba con la muerte.

Lo que critica Jesús no es la Ley sino la interpretación que hacían de ella. En nombre de esa Ley oprimían a la gente y le imponían verdaderas torturas con la promesa o la amenaza de que solo así, Dios estaría de su parte. Para ellos todas las normas tenían la misma importancia, porque su único valor era que estaban dadas por Dios. Esto es lo que Jesús no puede aceptar. Toda norma, tanto al ser formulada como al ser cumplida, tiene como fin el bien del hombre. No podemos poner por delante a Dios, porque el único bien es el hombre.

Las normas de la religión son normas en las que se recoge lo mejor de la experiencia humana, que buscan el bien del hombre. Los diez mandamientos intentan posibilitar la convivencia de una serie de tribus dispersas y con muy poca capacidad de hacer grupo. En aquella época, cada país, cada grupo, cada familia tenía su dios. Para hacer un pueblo unido, era imprescindible un dios único. De ahí los mandamientos de la primera tabla. Todos los de la segunda tabla van encaminados a hacer posible una convivencia, sin destruirse unos a otros.

La segunda enseñanza es consecuencia de ésta: No hay una esfera sagrada en la que Dios se mueve, y otra profana de la que Dios está ausente. En la realidad creada no existe nada impuro. Tampoco tiene sentido la distinción entre ser humano puro y ser humano impuro, a partir de situaciones ajenas a su voluntad. Por eso la pureza nunca puede ser consecuencia de prácticas rituales ni sacramentales. La única impureza que existe la pone una persona cuando busca su propio interés a costa de los demás.

Las tradiciones son la riqueza de un pueblo. Hay que valorarlas y respetarlas. La tradición es la cristalización de las experiencias ancestrales de los que nos han precedido. Sin esa experiencia acumulada, ninguno de nosotros hubiéramos alcanzado el nivel de humanidad que tenemos. No podemos dar valor absoluto a ese bagaje, porque lo convertiremos en un lastre que nos impide avanzar hacia mayor humanidad. En el instante en que nos impida ser más humanos, debemos abandonarla. “Dejáis a un lado la voluntad de Dios por aferraros a las tradiciones humanas”.

Todo el que dé leyes en nombre de Dios, os está engañando. La voluntad de Dios, o la encuentras dentro de ti, o no la encontrarás nunca. Lo que Dios quiere de ti está inscrito en tu mismo ser y en él tienes que descubrirlo. Es muy difícil entrar dentro de uno mismo y descubrir las exigencias de mi verdadero ser. Por eso hacemos muy bien en aprovechar la experiencia de otros seres humanos que se distinguieron por su vivencia y nos han trasmitido lo que descubrieron. Gracias a esos pioneros del Espíritu, la humanidad va avanzando.

Todo lo que nos enseñó Jesús fue manifestación de su ser más profundo. “Todo lo que he oído a mi Padre, os lo he dado a conocer”. Esa experiencia original hizo que muchas normas de su religión se tambaleasen. La Ley hay que cumplirla porque me lleva a la plenitud humana. Para los fariseos, el precepto hay que cumplirlo por ser precepto no porque ayude a ser humano. En la medida que hoy seguimos en esta postura “farisaica”, nos apartamos del evangelio.

El obrar sigue al ser, decían los escolásticos. Lo que haya dentro de ti es lo que se manifestará en tus obras. Es lo que sale de dentro lo que determina la calidad de una persona. Yo diría: lo que hay dentro de ti, aunque no salga, porque lo que sale puede ser una pura programación. Lo que comas te puede sentar bien o hacerte daño, pero no afecta a tu espíritu. La trampa está en confiar más en la práctica externa que en la actitud interna.

Meditación-contemplación

Todo culto que no proceda del corazón,
y no lleve a descubrir la cercanía de Dios, es inútil.
Los ritos, ceremonias, sacramentos y oraciones
son útiles en la medida que me llevan al interior de mí mismo,
y me hagan descubrir lo que Dios es en mí.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La religión de Jesús.

Domingo, 29 de agosto de 2021
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abriendo-puertas1Mc 7, 1-8, 14-15, 21-23

«¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de nuestros padres, sino que siempre comen el pan con manos impuras?  … Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí… ”»

Llama la atención la respuesta violenta de Jesús a una pregunta que en principio parece inocua, pero la explicación es que ni los fariseos, ni los letrados ni Jesús están hablando de higiene ni de preceptos, sino del propio concepto de religión. Tampoco se trata de una discusión rabínica, erudita o intranscendente sobre religión, sino que está en juego el fondo mismo de su permanente enfrentamiento.

Los escribas y los fariseos defendían una religión que había producido una sociedad de desiguales; de gente predilecta de Dios y gente rechazada por Él. Que atribuía las desgracias que sufrían los pobres, los enfermos y marginados a sus propios pecados, añadiendo el vilipendio a su desdicha… Y todo ello en nombre de Dios…

El texto de Marcos nos plantea pues dos formas opuestas de entender la religión: la estéril —o perniciosa—, que pone la “ley de Dios” por encima de las personas, y la de Jesús, centrada en las personas… Como decía Ruiz de Galarreta: “El texto de hoy nos está planteando la oposición entre la religión de Jesús y la que mató a Jesús”. Esta dicotomía en la forma de entender la religión se da en todas las épocas y culturas de la historia, y por ello la religión ha dado lugar a lo mejor y a lo peor de la humanidad.

Hoy tenemos tendencia a confundir el concepto “religión” con lo que en realidad son sus perversiones, y de ahí el desprestigio que sufre el término. Y es cierto que existe una “religión” del poder y la opresión, pero existe otra del servicio, y solo esta última merece tal nombre. Vamos a referirnos brevemente a esta religión de verdad.

El fin último del ser humano es la felicidad. Consciente o inconscientemente, la buscamos sin cesar en cada instante de nuestra vida y la esperamos para después de la muerte. Si entendemos la felicidad como plenitud del alma (del ánimo) —y no como simple goce o contento—, llegaremos a la conclusión de que es inalcanzable si nuestra vida carece de un sentido claro y a la altura de nuestra auténtica esencia, y es aquí donde entroncamos con la religión; porque una religión es en realidad un cauce para encontrar en Dios el sentido de la vida.

¿Pero cuál es nuestra esencia?… Quizá lo que mejor defina la esencia de lo humano sea la “humanidad”, es decir, esa facultad de sentir cariño por la gente, de conmovernos con quienes sufren, de sentirnos unidos a ellos, de no permanecer indiferentes e inactivos ante su desgracia… Y si ésa es nuestra esencia, cualquier actitud vital que genere humanidad será portadora de sentido —y por tanto de felicidad—, y cualquiera otra que no lo haga, provocará un vacío imposible de llenar con actividades mundanas o con prácticas religiosas.

Y es significativo, y reconfortante, saber que el núcleo de la religión del servicio que nos propone el evangelio es precisamente la “humanidad”, es decir, lo más íntimo y definitorio de nuestro ser.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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¿Ritos de purificación o ritos religiosos?

Domingo, 29 de agosto de 2021
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unnamedHoy en día no resulta demasiado difícil entender el porqué de algunos ritos de purificación que hacían los judíos: lavarse las manos antes de comer, bañarse después de venir de un lugar público como la plaza o lavar a fondo los utensilios de la cocina… Con la explosión vírica que vivimos la actualidad, estos ritos se han vuelto parte de nuestra cotidianidad y hasta muchas veces se han vuelto actos cotidianos que realizamos con mayor o menor periodicidad pero que se han extendido y universalizado.

En el evangelio, Jesús se muestra contrario de ciertos ritos que venían de la tradición judía. ¿Por qué? Tal vez porque se confunden los ritos que eran necesarios para la salud y el bienestar físico de la sociedad con aquellos que son los propiamente religiosos. El problema no es la acción de lavarse (que puede ser ciertamente acertada) sino el convertir en impureza la no realización de este ejercicio. De hecho, Jesus lo explica: “sus doctrinas son preceptos humanos y tradiciones de los hombres”. Se trata de cuestiones prácticas y útiles, pero no propiamente religiosas; por eso dice “dejáis de lado el mandamiento de Dios”.

Y Jesús desarrolla, no para los escribas sino para el resto de la gente, lo que es la impureza. No se trata de lo que se hace, siguiendo o no la tradición humana, sino de lo que brota del corazón. Desautoriza así la moral social de impureza en pos de una moral personal e interior de las intenciones del corazón. De hecho, no elimina la categoría de impureza, sino que la vuelve personal y sobre todo aquello que tienen sus raíces en el corazón.

Este giro en la comprensión de impureza es altamente significativo porque el judaísmo estaba asentado sobre muchas categorizaciones sociales de impureza ritual y por tanto de los continuos ritos de purificación. Así la religión estaba plagada de estos ritos al punto de opacar la importancia de las intenciones y propósitos personales y lo más importante de excluir a aquellos que no las cumplían, como será el caso de los discípulos de Jesús. Las categorías de impureza marcaban inclusión y exclusión tanto ritual como social y muchos no podían participar en la vida religiosa y social por lo menos por algún tiempo. Jesús elimina estas exclusiones y refuerza la conversión personal.

En nuestra situación actual debemos volver a diferenciar entre ritos de salud y bienestar general y aquellos que dan el culto a Dios que tiene que ver con aquello que está en nuestro interior y que es el motor de nuestras acciones. No está demás advertir que no podemos convertir los ritos cotidianos de higiene en ritos religiosos de modo que oculten o disminuyan el verdadero culto a Dios. La importancia y la significatividad que hoy han adquirido estos ritos han llegado a niveles cuasi religiosos en el sentido de que pueden ocupar tanto nuestra atención que se disminuya la curiosidad y la vigilancia del verdadero culto a Dios y el cuidado interior y de las relaciones propias de un corazón cercano a Dios.

Los ritos efectivamente tienen la fuerza de traer a nuestra atención aquello que es importante, aquello que puede orientarnos en la búsqueda de sentido y aquello que puede configurar políticamente nuestras acciones. Por ello, volver a poner a Dios en el centro de nuestras acciones simbólicas y rituales puede también reorganizarnos en torno al Dios de la vida y no dejarnos llevar por acciones que tiendan a la autorreferencialidad o que aumenten el miedo.

Lavarse las manos y ponerse gel hidroalcóholico es necesario. Adorar al Dios que da la vida es más que necesario…

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Recordatorio

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