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Archivo para Domingo, 17 de diciembre de 2023

Soy la voz del que grita en el desierto

Domingo, 17 de diciembre de 2023
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Del blog Pays de Zabulon:

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Éste fue el testimonio de Juan,
cuando los judíos enviaron desde Jerusalén
sacerdotes y levitas a Juan,
a que le preguntaran:

– «¿Tú quién eres?»

Él confesó sin reservas:

– «Yo no soy el Mesías.»

Le preguntaron:

«¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»

El dijo:

– «No lo soy.»

– «¿Eres tú el Profeta?»

Respondió:

«No.»

Y le dijeron:

«¿Quién eres?
Para que podamos dar una respuesta
a los que nos han enviado,
¿qué dices de ti mismo?»

Él contestó:

«Yo soy la voz que grita en el desierto:
“Allanad el camino del Señor”,
como dijo el profeta Isaías.»

*

Juan 1, 19-23

***

Atribuyamos enseguida importancia a esta venida de Cristo al mundo; se trata de un hecho trascendental, colocado como clave normativa e interpretativa de todo el mundo religioso que de ahí se sigue.

La vocación cristiana es una vocación al gozo esencial para quien lo acepta. El cristianismo es fortuna, es plenitud, es felicidad. Podemos decir más: es una felicidad que no se contradice; el cristiano ha sido elegido para una felicidad que no tiene otra fuente más auténtica. El evangelio es una «buena nueva», es un reino en el que no puede faltar la alegría. Un cristiano irremediablemente triste no es auténticamente cristiano. Hemos sido llamados a vivir y a dar testimonio de este clima de vida nueva, alimentado por un gozo trascendente, que el dolor y los sufrimientos de todo orden de nuestra presente existencia no pueden sofocar y sí provocar a una expresión simultánea y victoriosa.

*

Pablo VI,
Discurso a la audiencia general del 4 de enero de 1978.

***.

***

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“En medio del desierto”. 3 Domingo de Adviento – B (Juan 1,6-8.19-28)

Domingo, 17 de diciembre de 2023
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IMG_1809Los grandes movimientos religiosos han nacido casi siempre en el desierto. Son los hombres y las mujeres del silencio y la soledad los que, al ver la luz, pueden convertirse en maestros y guías de la humanidad. En el desierto no es posible lo superfluo. En el silencio solo se escuchan las preguntas esenciales. En la soledad solo sobrevive quien se alimenta de lo interior.

En el cuarto evangelio, el Bautista queda reducido a lo esencial. No es el Mesías, ni Elías vuelto a la vida, ni el Profeta esperado. Es «la voz que grita en el desierto». No tiene poder político, no posee título religioso alguno. No habla desde el templo o la sinagoga. Su voz no nace de la estrategia política ni de los intereses religiosos. Viene de lo que escucha el ser humano cuando ahonda en lo esencial.

El presentimiento del Bautista se puede resumir así: «Hay algo más grande, más digno y esperanzador que lo que estamos viviendo. Nuestra vida ha de cambiar de raíz». No basta frecuentar la sinagoga sábado tras sábado, de nada sirve leer rutinariamente los textos sagrados, es inútil ofrecer regularmente los sacrificios prescritos por la Ley. No da vida cualquier religión. Hay que abrirse al Misterio del Dios vivo.

En la sociedad de la abundancia y del progreso se está haciendo cada vez más difícil escuchar una voz que venga del desierto. Lo que se oye es la publicidad de lo superfluo, la divulgación de lo trivial, la palabrería de políticos prisioneros de su estrategia, y hasta discursos religiosos interesados.

Alguien podría pensar que ya no es posible conocer a testigos que nos hablen desde el silencio y la verdad de Dios. No es así. En medio del desierto de la vida moderna podemos encontrarnos con personas que irradian sabiduría y dignidad, pues no viven de lo superfluo. Gente sencilla, entrañablemente humana. No pronuncian muchas palabras. Es su vida la que habla.

Ellos nos invitan, como el Bautista, a dejarnos «bautizar», a sumergirnos en una vida diferente, recibir un nuevo nombre, «renacer» para no sentirnos producto de esta sociedad ni hijos del ambiente, sino hijos e hijas queridos de Dios.

José Antonio Pagola

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“En medio de vosotros hay uno que no conocéis.”. Domingo 17 de diciembre de 2023. Domingo 3º de Adviento

Domingo, 17 de diciembre de 2023
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03advientoB3cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 61,1-2a.10-11: Desbordo de gozo con el Señor.
Interleccional: Lucas 1,46-54: Me alegro con mi Dios.
1Tesalonicenses 5,16-24: Que vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado hasta la venida del Señor.
Juan 1,6-8.19-28: En medio de vosotros hay uno que no conocéis.

 El profeta Isaías invita a todo el pueblo que retorna del destierro, y que ha visto que las promesas con que esperaban encontrar su tierra no son tan ciertas; lo invita a la esperanza. La acción de Dios es efectiva y eficaz. La Jerusalén que ahora ven arruinada, será en un futuro centro de peregrinaciones y a la que acudirán todas las naciones de la tierra. Es una realidad muy dura de pobreza, de tristeza y de cautiverio. Por eso, la vocación del profeta esta dirigida hacia esas personas. Se siente capacitado por Dios para el anuncio de «buenas noticias» de esperanza a los marginados del país. Las cosas están difíciles pero podemos salir adelante, Dios no nos abandona, parece decir el profeta. Aunque haya dificultades al regreso el Señor ha revestido al pueblo de ropas de salvación, le ha retornado el don de la tierra, y así como está hace germinar los frutos, quien hace germinar la justicia y la alabanza es el Señor.

El salmo recoge hoy la oración de María cuando visita a Isabel, que la tradición llama Magnificat. La oración esta basada en el cántico de Ana que encontramos en el 1Sam 2, 1-10. Se centra en dos grandes temas, por una parte los pobres y humildes son socorridos en detrimento de los poderosos, y por otra, el hecho de que Israel es objeto del favor de Dios desde la promesa hecha a Abraham (Gn 15,1; 17,1). María canta la grandeza de Dios salvador que se ha fijado en los humildes, especialmente en la pequeñez de María, y nos muestra que la lógica de Dios no siempre coincide con la lógica e los poderosos. Precisamente ha hecho una promesa con un pueblo pequeño cumpliendo la promesa de Abraham, se ha fijado en la humildad y pequeñez de María, ha derribado del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. La lógica de Dios pasa por el reconocimiento de los más pequeños como sujetos preferenciales de su acción. En eso consiste ser creyente. Esta es la palabra profética que la tradición pone en boca de María.

En la segunda lectura vemos como el apóstol Pablo invita a la comunidad de Tesalónica a la fidelidad. La vida de la comunidad tenía algunas dificultades: problemas con los animadores de la comunidad, peleas, desánimo, falta de fe, fornicación. Es una comunidad que se ha convertido del paganismo al cristianismo (1,9) y que ha dejado los ídolos, sus dioses, para seguir al Dios verdadero, pero que le cuesta desprenderse del todo de sus tradiciones antiguas, de su legado cultural. Parece que la exigencia de la vida de comunidad no le era satisfactoria a muchos que se sentían desilusionados. Es por esto que Pablo les llama la atención; reconoce que ha sido una comunidad que se ha esforzado por seguir a Jesús, que posee el Espíritu del Resucitado, pero que aún puede dar más. Les llama a estar alegres, a orar constantemente, a no dejarse desanimar. No se trata de rechazar todo lo que les viene de fuera y que les impide la vida de comunidad, se trata de examinar todo y quedarse con lo bueno. Les llama a fidelidad y a continuar en el camino que han emprendido. No hay que dejarse desanimar por los problemas, que siempre habrán, se trata de ser fieles al camino emprendido y vivirlo con alegría pues estamos convencidos que es el mejor camino a la felicidad.

El evangelio de Juan no presenta el testimonio de Juan el Bautista que ahondaremos a lo largo de esta semana litúrgica. La lectura nos introduce diciendo que este es el testimonio de Juan y luego nos cuenta que de Jerusalén los dirigentes judíos enviaron delegados para preguntarle si era el Mesías o Elías que precedería a la llegada del Mesías. La respuesta de Juan es ambigua. Si bien no se reconoce como Mesías tampoco se reconoce como Elías que ha de venir; sin embargo, sí se reconoce como la voz que clama en el desierto, que prepara la venida del Mesías. La respuesta genera una pregunta lógica en los emisarios judíos: si no eres, entonces ¿por qué bautizas? Su respuesta es parecida a la primera, el bautismo de agua es un bautismo purificador, si se quiere externo, pero quien vendrá traerá un bautismo que purificará a todo el ser humano y ante el cual el bautismo de Juan es solo anticipo. Es claro que la figura de Juan el Bautista tiene gran importancia para las primeras generaciones cristianas. Además de homologarlo con el profeta Elías, muchos de los seguidores de Juan pertenecieron a las primeras comunidades cristianas. Por otro lado, fue crítico ante el poder dominante de los romanos y de Herodes, lo que le llevó a la muerte. Fue un hombre que supo entregarse a su misión y que supo ver en el futuro que se avecinaba, los tiempos esperados. Leer más…

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17.12.23. Voz/vox que clama en el desierto y Palabra verdadera (Dom 3 adviento, Jn 2,19-28)

Domingo, 17 de diciembre de 2023
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IMG_1847Del blog de Xabier Pikaza:

El evangelio de Juan afirma que Juan Bautista no es importante por sí mismo (como profeta o mesías), sino como voz/vox que conduce a la verdad de la Palabra, sin mentir ni engañar.

Es un evangelio durísimo: Supone que la mayor parte de las veces la voz/vox miente, engaña y oprime. Sólo una voz/vox como la de Juan en el desierto conduce al “nacimiento de la verdad” (encarnada en Jesús).

Ruego al lector que esté atento al juego entre voz/vox que es mentira y logos/verdad del hombre auténtico.

Juan 1,6-8.19-28

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.

Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: “¿Tú quién eres?” Él confesó sin reservas: “Yo no soy el Mesías.” Le preguntaron: “¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?” El dijo: “No lo soy.” “¿Eres tú el Profeta?” Respondió: “No.” Y le dijeron: “¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado ¿qué dices de ti mismo?”

Él contestó: “Yo soy la voz (fônê) que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías.” Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: “Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?” Juan les respondió: “Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de las sandalias”. Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Evangelio polémico, distinguiendo voz y palabra

a) Hay una voz/vox (en hebreo qol,קוֹל, en griego, φωνὴ, foné) cuya función consiste en engañar, en el “desierto” antiguo o nuevo, sin más finalidad que seducir a los incautos, que oprimir a los hombres, al gritar voces pero sin palabra (sin verdad). En contra de esa voz/vox de engaño clama desde el principio el evangelio de Juan, apelando a Juan Bautista que es voz verdadera en el desierto.

b) Juan, la voz auténtica, lleva a la verdad que es la palabra (logos). Esa es la vox/qol/foné, que se abre en forma de dabar (hebreo), al logos (griego), es decir a la palabra verdadera de comunicación, iluminación y amor. (Jn 1,14)

Problema de fondo de este evangelio: que la voz (los discursos externos, los gritos…) lleven al dabar/logos, palabra de verdad y comunicación. El evangelio de Juan se enfrenta con las voces que mienten, engañan, oprimen… porque no son palabra, sino anti/palabra, no son verdad, sino anti/verdad… En un mundo de mentiras (cf. 2ª Bestia de Ap 13), puras voces/gritos para engañar y oprimir, Juan en el desierto es una voz que lleva a la palabra (cf Jn 1,1-14, el comienzo y compendio del evangelio).

Juan, maestro de Jesús: Voz que lleva del desierto a la Palabra verdadera  Juan era una voz, un grito en el desierto… no para oprimir a los hombres, sino para conducirles a la palabra verdadera. Sabía que este mundo tiene que acabar, porque está podrido, y, en ese contexto, pesar de ello, pedía a los hombres y mujeres que se convirtieran, ofreciéndoles un bautismo de perdón para la palabra verdadera

(1) Este mundo está maduro para (es digno de)  ser destruido: por eso anunciaba Juan el Juicio que viene como Huracán y como Fuego que abrasa a los perversos, un juicio de condena que no procede de Dios, sino del pecado de los hombres, a quienes Dios ha confiado el mundo para que lo cuiden, pero ellos se han empeñado de destruirlo por un tipo de fuego (calentamiento, bomba).

(2) En ese contexto, Juan ofrecía una bautismo de esperanza, para escaparse «de la ira que se acerca» (cf. Mt 3, 7) y alcanzar así la salvación, en la tierra prometida, tras el río de las aguas divisorias. Era necesario un cambio urgente, rápido y completo, pues de lo contrario caería el hacha ya para destruir a los perversos…

(3) Una voz grita en el desierto: ¡Preparad! Una voz que lleva a la palabra de la comunicación verdadera.  Sin esta voz del desierto no podemos  comenzar  la verdadera vida humana, en fraternidad y justicia (4) El anuncio de Juan incluía la llegada de uno que es más fuerte, de alguien que viene en nombre de Dios (que es Dios mismo) para realizar las promesas. Juan era sólo un mensajero,  una “voz” (no la palabra) alguien que anuncia aquello que ha de llegar .

En un sentido, Juan afirma que la historia de los hombres ha fracasado, pero queda un resquicio de esperanza y en ese resquicio quiere mantenerse, para abrir la puerta a los que vengan, en el borde del desierto, ante el río que evoca el paso de la muerte a la vida y el nuevo nacimiento en la tierra de Dios.

Se han acabado las oportunidades de los poderosos del mundo, pero queda Dios y, en su nombre, Juan acoge y ofrece su promesa a los excluidos de la tierra, a los publicanos y las prostitutas… (cf. Mt 21. 32). De esa forma, Juan  se planta, como profeta de Dios para los pobres y para todos los que quieran convertirse, junto al río, vestido de piel de camello y comiendo alimentos silvestres (Mc 1, 6). Sólo así puede exigir la conversión y anunciar la salvación de Dios a los que han sido expulsados de las pretendidas salvaciones de la tierra.

Juan es un hombre del confín, en la frontera de los lugares y los tiempos, acusando a los culpables, pidiendo conversión a todos, desde el mismo desierto. Los que no quieran volver a ese principio, aquellos que se aferren a su vida muelle, a su egoísmo y su riqueza acabarán destruyéndose a sí mismos y destruyendo a los demás.

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La voz/vox dice: Preparar el camino del Dios, abríos a la palabra:

  1. Volver al desierto… Éste es el mensaje clave de este día. No se trata de hacer ayuno por ayuno, sino de aprender a simplificar, centrándose en lo esencial (¡sólo con lo esencial se puede vivir en el desierto!), sin adornos falsos, sin complejos de superioridad, simplemente “a cuerpo”, reyes y mendigos, todos… Ésa es la voz que se escucha en el desierto
  2.  Elevar lo que está hundido (cuidad a los pobres, los aplastados, los humillados…, hacer que haya espacio para los expulsados). Éste motivo de la elevación de los que están aplastados y humillados forma parte de la experiencia original de los judíos, desde el canto de Ana (en 1 Sam 2) hasta el de María, la madre de Jesús (en Lc 1).
  3. Abajar lo que está exaltado (que nadie se imponga desde arriba…); que nadie puede destruir a los pequeños… Que bajen los de arriba, no por espíritu de venganza o resentimiento, sino sólo porque abajo (desde abajo) se pueden ver las cosas, empezando en el desierto, con todos, para todos…

ANTIGUO TESTAMENTO. El desierto recibe dos sentidos básicos:

Es un lugar de prueba y castigopor donde los israelitas tienen que vagar durante cuarenta años, para superar su pecado y prepararse para entrar en la tierra prometida, como han puesto de relieve las grandes tradiciones del Pentateuco (sobre todo de Ex, Num y Lev), que puede interpretarse así como guía de hombres y mujeres que marchan sin fin por desiertos, buscando la vida;

Es un lugar de purificación y nuevo nacimiento, para retomar la historia de amor del principio de Israel. El segundo tema, que implica una vuelta al desierto, como medio de purificación y conversión, constituye uno de los motivos básicos de la profecía de Oseas, Jeremías y el Segundo Isaías.

TEXTOS DE DESIERTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

El Dios de Oseas (2, 14-15)  se queja porque su pueblo le ha abandonado. Por eso planea llevarla al desierto, es decir, significa enamorarla de nuevo: volver al comienzo de un encuentro donde las dificultades eran estímulo y germen de amor fuerte. Se trata de volver de las voces falsas y mentiras a la verdad del amor

En esa línea se mantiene y avanza Jeremías: «Me acuerdo de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas  a mi lado en el desierto, en tierra no sembrada» (Jer 2, 2). También el Dios de Jeremías quiere volver al desierto en amor, recordando y recreando la historia del primer noviazgo con el pueblo.

Esos temas culminan con el Segundo Isaías: «Voz que clama en el desierto: Preparad los caminos de Yahvé…. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane (Is 40, 3-4). Ésta es la voz que lleva a la palabra del amor,  al encuentro enmamorado (Is 41, 18-20). Esta imagen de la trasformación del desierto el tierra fértil, de encuentro con Dios, constituye uno de los símbolos más importantes de la historia israelita.

NUEVO TESTAMENTO

(a) Desierto de los opresores: voz/vox,qol, fone de violencia, sin palabra. Voz de engaño, sin comunicación. Así aparece como lugar de peligros y engaños, donde se esconden y surgen y engañan al pueblo los falsos mesías (cf. Flavio Josefo, Ant. 20, 188; BJ 2, 59). La misma iglesia antigua ha puesto en guardia a los fieles en contra de estos profetas del desierto: «Si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis…» (Mt 24, 26).

(b) Desierto con voz (vox, qol, foné…) del diablo, que parece hablar pero no habla, sino que engaña. El diablo tiene voz, pero no tiene palabra…Su voz (qol, foné…) es mentira y opresión. Parece que habla, pero engaña. Es pura propaganda, sin palabra  Es lugar de prueba, vinculado al mesianismo de Jesús (cf. Mc 1, 12; Mt 4, 1; Lc 4, 1) que se enfrenta allí con su tarea, superando allí el riesgo del pan-poder-milagro. (c)  Desierto de profetas. Juan Bautista: Una voz (fone) abierta a la palabra (dabar), voz que se hace transparencia del Dios de Jesús que es palabra/logos (Jn 1,14).El desierto es lugar de iniciación profética, lugar donde Juan Bautista ha venido a preparar los caminos del Señor (segúnIs 40, 3), no solamente el camino de unos bautistas o esenios como los de Qumrán (cf. 1 QS 8, 14; Mc 1, 2-3), sino el camino de la Palabra de Dios que es Jesús

CONCLUSIÓN:

Juan no es profeta ni mesías.  No realiza una función personal egoísta, al servicio de sí mismo. No busca su triunfo como persona, (como profeta o mesías) en contra de los grupos “bautistas” que le quieren “divinizar”. Él no importa en sí mismo; no es un “ego, una vox/phônê”, egolátrica cerrada en sí, que miente y engaña a los demás… No es palabrería (palabra de pos-verdad), sino “voz que vincula, pues lleva a la palabra

Juan es una voz voz/vox (קוֹל, qol, φωνὴ, phônê)… que no miente, sino que nos conduce a la Palabra, que es dabar, logos (דָבָר, Λόγος) Dios como verdad, comunión de amor y de justicia entre los hombres.  Por la voz auténtica (dabar, fonos, fonética) se llega la Palabra, que es el logos (que es Jesús…). Hay voces que son falsas, mentirosas, que engañan, que mienten, como dice 1 Cor 13: Voces que ocultan, engañan y mienten… En contra de esa voces que engañan y mienten viene Juan como voz que anuncia la verdadera palabra, la verdad que es Dios como principio de vida y comunión.

(He evocado el tema en Diccionario de la Biblia. El mejor comentario del texto sigue siendo el de San Agustín, en Comentario al evangelio de Juan).

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“Preparación a la Navidad en tres actos”. Domingo 3º de Adviento. Ciclo B.

Domingo, 17 de diciembre de 2023
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IMG_1834Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Yo soy la voz que clama en el desierto.

La liturgia del tercer domingo de Adviento, teniendo en cuenta la cercanía de la Navidad, pretende ser una clara invitación a la alegría. El protagonista de la primera lectura afirma: «Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios»; san Pablo pide a los tesalonicenses: «Estad siempre alegres». Juan Bautista es demasiado serio para hablar de alegría, pero da testimonio de la luz que inundará el mundo, y eso también es motivo de gozo. Aparte de este dato común, la mejor forma de entender las lecturas es imaginarnos espectadores de una obra de teatro en tres actos.

Acto primero

Cuando se descorre el telón se ve un personaje de pie en el centro del escenario, rodeado de una multitud sentada en el suelo, pobremente vestida. Son antiguos desterrados en Babilonia, actuales oprimidos por el imperio persa. La escena está en penumbra, transmitiendo al espectador una sensación de profunda tristeza; sólo un foco ilumina el rostro del protagonista. Mira en silencio, durante largo rato, a la multitud que le rodea. Finalmente, abre la boca y dice algo inaudito: «El Espíritu del Señor está sobre mí». Suena a blasfemia. El Espíritu del Señor hace siglos que no se posa sobre nadie. Eso dicen algunos sabios: que el Espíritu se retiró después de la destrucción del templo de Jerusalén. Pero el personaje parece muy seguro de lo que dice. Y les habla de la misión que llevará a cabo movido por el Espíritu: «daros una buena noticia a vosotros que sufrís, vendar los corazones desgarrados, proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, proclamar el año de gracia del Señor».

Poco a poco, la luz que solo iluminaba el rostro aumenta de intensidad y permite ver que el protagonista, a diferencia de los demás, está vestido de gala, envuelto en un manto regio y espléndido, que refuerzan la alegría de su rostro. Pero no habla como un rey a su corte. Se dirige a campesinos, con el lenguaje que pueden entender: «Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los cantos de alegría ante todos los pueblos».

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos.

Acto segundo

En el centro del escenario, un muchacho de unos veinte años sentado a una mesa y escribiendo. Pablo camina por la habitación mientras dicta.

̶  Guardaos de toda forma de maldad.

̶ No sigas. (Lo interrumpe el muchacho cuando acaba de escribir la frase). Ya van siete consejos.

Pablo lo mira extrañado.

̶ ¿Los has ido contando?

̶ Claro. Los seis anteriores han sido: «Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión. No apaguéis el espíritu. No despreciéis el don de profecía. Examinadlo todo, quedándoos con lo bueno». Ahora basta con que los encomiendes a Dios y les asegures su protección.

̶ ¿Cuál de esos consejos te viene mejor?

El muchacho se queda releyéndolos y pensando mientras cae el telón.

Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía; sino examinadlo todo, quedándoos con lo bueno. Guardaos de toda forma de maldad. Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas.

Acto tercero

 Escena a orilla del río Jordán. En el centro Juan Bautista, rodeado de un grupo de sacerdotes y levitas. Las noticias que han llegado a Jerusalén son alarmantes. Cada vez más gente acude al río, y las autoridades temen que se produzca una revuelta. ¿Quién es ese Juan? ¿Es el Mesías, el rey que los liberará del poder romano? ¿Es cierto, como dicen unos, que es el profeta Elías, que ha vuelto a la tierra? ¿O es el profeta del que habló Moisés, el que otros esperan antes del fin del mundo? ¿Qué dice él de sí mismo?

Lo asedian a preguntas, pero no consiguen arrancarle más que negativas, cada vez más escuetas: «No soy el Mesías». «No lo soy». «No». Al final, cansado de tanto interrogatorio, les da una clave que ellos probablemente no comprenden. «Yo solo soy una voz que grita en el desierto. Al que deberíais buscar es a uno que no conocéis, que viene detrás de mí, mucho más importante que yo».

Los sacerdotes y levitas dan a Juan por imposible y se retiran.

Juan mira a sus discípulos y les comenta: «Han venido desde Jerusalén queriendo saber quién soy yo, y no les interesa saber quién es el que viene detrás de mí».

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?»

Él confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías.»

Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»

El dijo: «No lo soy.»

«¿Eres tú el Profeta?»

Respondió: «No.»

Y le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?»

Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías.»

Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»

Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Crítica del periódico

Como preparación a la Navidad se representó ayer una extraña obra en tres actos que provocó bastante desconcierto entre el público presente. En opinión de este comentarista, la clave se encuentra en el contraste entre los actos primero y tercero: el primero habla de un personaje seguro de sí mismo y de su misión; el tercero, de Juan, que se empequeñece a sí mismo para poner de relieve la grandeza del que lo sigue. Y el que lo sigue es precisamente el que lo ha precedido, el protagonista del primer acto. Alguien con un mensaje de esperanza y alegría para los que sufren. Quien no esté de acuerdo con estas sutilezas deberá contentarse con poner en práctica los buenos consejos de Pablo.

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17 Diciembre, 2023. Tercer Domingo de Adviento.Domingo “Gaudete”. Ciclo B

Domingo, 17 de diciembre de 2023
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Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz.”

(Jn 1, 6-8. 19-28)

El evangelio de este domingo nos ofrece un modelo de testimonio. Juan Bautista, el enviado por Dios,  se presenta como el que señala, el que indica hacia quién debemos mirar.

Porque en lo que al evangelio se refiere se trata de anunciar y ser testigos, nunca protagonistas. Dios, en Jesús, no nos ha pedido que salvemos al mundo, ni siquiera que lo cambiemos. Lo único que nos pide es que anunciemos la Buena Noticia de su Reino.

Juan Bautista lo tiene claro, dice: Yo soy la voz. Eso mismo estamos llamados a ser todos los cristianos. Somos la voz de una Buena Noticia. Y la Buena Noticia es que Dios en Amor infinito.

Sería estupendo que lo que nos queda de Adviento fuera un tiempo para descubrir o re-descubrir la Buena Noticia de la que tenemos que ser voz, porque es bueno que la voz esté en sintonía con el mensaje, tenga la entonación y el timbre adecuados.

Nos quedan unos días para descubrir, como si fuera la primera vez, la Palabra de la que estamos llamados a ser voz. Estos días podríamos hacer algo tan sencillo como leernos de seguido uno de los evangelios, el que más nos guste y disfrutar dejando que la Palabra nos toque el corazón. Como tenemos la costumbre de leer los evangelios por fragmentos, cuando lo leemos todo seguido, como un libro, descubrimos mensajes nuevos. Y para quienes no se atrevan con todo el evangelio que tal con los dos primeros capítulos de Mateo o Lucas que nos cuentas los relatos de la Navidad. Seguro que no te defrauda.

Oración.

Santa Ruah, sé tú el aire, el impulso de nuestra voz para que no sepamos decir otra cosa que la Palabra. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La voz es signo inconfundible de una persona.

Domingo, 17 de diciembre de 2023
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Jn 1,6-8,19-28

La antífona de entrada de la misa de hoy dice: “estad siempre alegres en el Señor, os lo repito estad alegres, el Señor está cerca”. La verdadera alegría nace del descubrimiento de lo que ya somos, no porque Dios esté cerca. No solo tenemos derecho a estar alegres, sino que tenemos la obligación de ser alegres. Puede ser interesante hablar de la alegría justo en este momento que estamos rodeados de tristezas. ¿Qué alegría buscamos en esta fiesta?

El primer paso sería diferenciar el placer y el dolor de la alegría y la tristeza. El placer y el dolor son mecanismos que la evolución ha desplegado para asegurar nuestra supervivencia como individuos y como especie. Son respuestas automáticas del organismo ante lo que es bueno o perjudicial para nuestra biología. Si el contacto con el fuego no me produjera dolor, me abrasaría sin poner remedio alguno.

El placer que nos proporciona la biología no es malo. Pero las necesidades de placer no tienen límite y nunca quedan satisfechos. Debemos encontrar otro camino para desplegar una vida feliz. Esa alegría es la clave para alcanzar la felicidad de permanece en el tiempo. La alegría es un estado que debemos alimentar desde dentro. Nacerá de un verdadero conocimiento de nuestro ser y de la estructura de nuestra psicología.

Una alegría que perdure tiene que estar fundamentada en nuestro ser profundo, no en lo accidental que podemos tener hoy y perder mañana. No se puede apoyar en la riqueza, en la fama, en los honores; realidades que vienen de fuera de nosotros mismos. Pero tampoco se puede apoyar en la salud, en la belleza, en el culto al cuerpo, porque también esas realidades son efímeras y antes o después las perderemos. Nuestra principal tarea es descubrirlo y vivirlo. Entonces nuestra alegría será completa absoluta y duradera. El ser felices, o desgraciados, no depende de las circunstancias que nos rodean, sino de la manera como cada uno respondemos a esas influencias de lo externo y de lo interno.

Es probable que el versículo 6 fuera el principio del evangelio de JN. Muchos libros del AT comienzan así: “Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba…” Los otros 10 versículos son la continuación del prólogo, y nos narran una misión de los “judíos”. Da por supuesto que el lector conoce lo que el Bautista hacía en el desierto de Judea. Empieza con el interrogatorio al que le someten los enviados. Eran los responsables del orden, por tanto, no tiene nada de extraño que se preocupen por lo que está haciendo.

La pregunta es simple: ¿Tú quién eres? Existían varias figuras mesiánicas. La principal era el Mesías, pero también la de un profeta escatológico (como Moisés). La de Elías que volvería. Juan atrajo mucha gente a oír su predicación y a participar en su bautismo. La pregunta quería decir: ¿Con cuál de las figuras mesiánicas te identificas? La respuesta es también sencilla: Con ninguna: No soy el Mesías ni Elías ni el Profeta. No quedan satisfechos y le exigen que defina su papel. La respuesta es también simple: Soy una voz.

Allanad el camino al Señor. Es el grito de todo profeta. Esto es lo que nos dice Jesús por activa y por pasiva. Lo que debemos tener en cuenta hoy es que “el Señor” no tiene que venir de fuera sino dejarle surgir desde dentro. Con esta salvedad, esta sugerencia sigue siendo la clave de toda religiosidad. ¿Cómo conseguirlo? Apartando de nosotros todo lo que impide esa manifestación de lo divino en nosotros, el egoísmo e individualismo.

Entonces, ¿por qué bautizas? No se identifica con ninguno de los personajes previsibles, pero se siente enviado por Dios. La pregunta lleva en sí una acusación. Si no eres el Mesías ni Elías ni el Profeta, eres un usurpador. El hecho de bautizar estaba asociado a una de las tres figuras anteriores. Consideran su bautismo como un movimiento en contra de las instituciones. En realidad, era el símbolo de una liberación de las autoridades.

Yo bautizo con agua. La justificación de su bautismo es humilde. Se trata de un simple bautismo de agua. El que ha de venir bautizará en espíritu santo. Esta distinción entre dos bautismos, agua y Espíritu, es típicamente cristiana, se trae a colación para dejar, una vez más, bien clara la diferencia entre la propuesta de Juan y la de Jesús.

Entre vosotros hay uno que no conocéis. El bautista habla de una presencia velada que no es fácil de descubrir. Es el recuerdo de lo que les costó conocer a Jesús. Esa dificultad permanece hoy. Incluso los que repetimos como papagayos que Jesús es Hijo de Dios, no tenemos ni idea de quién es Dios y quién es Jesús. Ni lo tenemos como referente ni significa nada en nuestras vidas. En el mejor de los casos, lo único que nos interesa es la doctrina, la moral y los ritos oficiales para alcanzar una seguridad externa.

Para entender la relación entre la figura del Bautista y Jesús, es imprescindible que nos acerquemos a la narración sin prejuicios. Para nosotros, esto no es nada fácil, porque lo que primero hemos aprendido de Jesús, es que era el Hijo de Dios, o simplemente que era Dios. Desde esta perspectiva, no podremos entender nada de lo que pasó en la vida real de Jesús. Este prejuicio distorsiona todo lo que el evangelio narra. Lucas dice que Jesús crecía en estatura, en conocimiento y en gracia ante Dios y los hombres.

Jesús desplegó su vida humana como cualquier otro ser humano. Como hombre, tuvo que aprender y madurar poco a poco, echando mano de todos los recursos que encontró a su paso. Fue un hombre inquieto que pasó la vida buscando, tratando de descubrir lo que era en su ser más profundo. Su experiencia personal le llevó a descubrir donde estaba la verdadera salvación del ser humano y entró por ese camino de liberación. Si no entendemos que Jesús fue plenamente hombre, es que no aceptamos la encarnación.

Es comprensible que los primeros cristianos no se sintieran nada cómodos al admitir la influencia de Juan Bautista en Jesús. Esta es la razón por la que siempre que hablan de él los evangelios, hacen referencia al precursor, que no tiene valor por sí mismo, sino en virtud de la persona que anuncia. A pesar de ellos tenemos muchos datos interesantes sobre Juan Bautista. Incluso de fuentes extrabíblicas. El primer dato histórico sobre Jesús que podemos constatar en fuentes no bíblicas, es el bautismo de Jesús por Juan.

Jesús aceptaba la propuesta de Juan, pero no renunció a seguir buscando. Eso le llevó a seguir caminando, yendo más allá de él en muchos puntos. Están de acuerdo en que no basta la pertenencia a un pueblo ni los rituales externos para salvarse. Es necesaria una actitud interior de apertura a Dios que se traduzca en obras. Juan insiste en una estrategia para escapar del castigo. En Jesús prevalece una propuesta de amor de Dios a todos y definitiva. Enseña la manera de participar del amor, no solo de escapar de la ira.

 Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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María

Domingo, 17 de diciembre de 2023
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«El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra»

Reducir la acción del Espíritu a lo biológico es perder el sentido profundo del relato. Lo importante es que Jesús es un fruto especialísimo del Espíritu Santo, y no hay forma de entender su vida y su legado de otro modo. Dicho esto, cualquier interpretación que hagamos de lo que allí ocurrió no pasa de ser una conjetura; y, además, una conjetura irrelevante que no debe afectar a nuestra fe (si ésta es madura).

Pero no es de esto de lo que queremos hablar, sino de lo que María ha representado siempre para el pueblo cristiano.

Los pueblos primitivos consideraban a los dioses gente peligrosa, poco de fiar, a la que había que mantener alejada y aplacada. El pueblo judío dio un salto de gigante en la concepción de Dios al considerarle un aliado (un aliado que lo liberó de los egipcios y le proporcionó la Ley), pero el salto definitivo se produjo con Jesús, que superó la idea de Dios-juez justísimo que premia a los justos y castiga a los impíos, y nos dio a conocer a “Abbá”, la madre que nos ha engendrado por amor y nos ama como sólo las madres son capaces de hacerlo.

Por eso Abbá es el corazón de la buena Noticia; porque es mucho mejor de lo que nadie había sido capaz de imaginar.

Pero poco les duró a los cristianos la alegría de este feliz hallazgo, pues desde época muy temprana, la teología erudita se encargó de dar un cambiazo nefasto sustituyendo a Abbá por la primera persona de la Santísima Trinidad; es decir, por el Padre que, como todos los padres, tiene exigencias, establece principios y leyes, supedita su amor a la obediencia, tiene predilección por los más obedientes y capacitados… En definitiva, aquellos sabios retrotrajeron la historia a la época de los juicios, los premios y los castigos. Tampoco Jesús salió bien parado de este envite, pues se convirtió en el rey que volverá entre trompeteos de ángeles para separar las ovejas de las cabras y enviar a las cabras al castigo eterno.

¡Había muerto la buena noticia!

Pero cuando los fieles cristianos se sintieron desamparados y a expensas de un juez que iba a determinar su destino, se apresuraron a buscar una buena abogada; y no puede haber mejor abogada que una madre porque no lleva cuentas del mal… Por supuesto, la mejor madre que podían encontrar era María, la madre de Jesús, así que la revistieron de todos los atributos de Dios-Abbá y recuperaron en María lo que los sabios les habían arrebatado… Eso que debería haber sido Dios-Abbá, fue para los cristianos (y lo sigue siendo) la madre de Jesús.

Y una vez más nos viene a la memoria aquello de Jesús… «Te doy gracias Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios…»

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Juan Bautista vive en la puerta de al lado.

Domingo, 17 de diciembre de 2023
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IMG_1605Juan 1, 6-8.19-28

Sara y yo decidimos ayer acercarnos a Betania, a la otra orilla del Jordán. Habíamos oído que Juan, el hijo de Zacarías e Isabel, estaba bautizando en el río, y queríamos saber qué hacía y por qué. Se dicen tantas cosas de él… Hay gente que cree que es el mesías que esperamos desde hace siglos, o un gran profeta. Otras personas piensan que está loco, porque se viste con una piel de camello y come saltamontes y miel silvestre. Queríamos juzgar por nosotras mismas, y nos sorprendió.

Juan estaba en la ribera del río, bautizando a la gente que se acercaba. Un grupo de hombres, enviados por los sacerdotes y los levitas, esperaba en la orilla. Uno de ellos le preguntó que si era el Mesías. Tardó un poco en responder. Le miró fijamente, como intentando averiguar por qué le hacía esa pregunta.

– No soy el mesías -dijo Juan, con toda claridad-.

Sara se llenó de tristeza, tenía la esperanza, de que llegara el mesías prometido. Estábamos hartas de los falsos mesías, de esos hombres que un día salían a predicar lo que se les ocurría, se rodeaban de discípulos, y poco después se retiraban o eran atrapados por los romanos.

Entonces Leví, que conocía bien las Escrituras, le preguntó:

– ¿Eres tú Elías? Porque ese profeta también estuvo aquí, en el Jordán, pero un día se fue en un carro de fuego y esperamos su vuelta.

– No soy Elías, ni el Profeta -respondió Juan-.

Los enviados se pusieron nerviosos. Murmuraban entre sí: ¿qué respuesta vamos a dar a quienes nos han enviado? ¿Es que este hombre no sabe quién es?

– ¿Nos volvemos a la aldea? -me dijo Sara-

– Vamos a esperar un poco. A lo mejor cuando bautice a la gente que está esperando a la orilla, nos dice algo importante.

Y así fue. Nos dijo que no importaba quien era él, que miráramos a nuestro alrededor, porque el Señor se había compadecido de su pueblo y nos había enviado a alguien tan grande, tan importante, que él no era digno de desatar la correa de su sandalia. Nos recordó algunas palabras del profeta Isaías y nos dijo que estábamos en un tiempo de conversión, por eso, quien tuviera dos túnicas que diera una a quien no tiene, y que hiciéramos lo mismo con los alimentos. Miró con dureza a los soldados romanos que vigilaban de cerca y les dijo que se conformaran con su sueldo y no denunciaran falsamente a nadie. Temimos que le apresaran. Entonces lo comprendí todo.

– Sara, este hombre está demostrando que realmente es un profeta. Vive tan austeramente que parece que está loco. No sabemos cómo ni cuándo lo ha llamado Dios, pero nos invita a practicar la justicia, denuncia la corrupción con claridad y mucha gente se convierte al oírle.

Nos volvimos a la aldea charlando sin parar sobre lo que habíamos visto y oído a orillas del Jordán. Nos preguntábamos ¿a qué nos llama el Señor a nosotras? ¿Cómo podemos practicar la justicia? ¿Cómo reconoceremos a ese enviado que ya está entre nosotros?

María, discípula amada.

Juan Bautista vivió con coherencia su misión: la ropa que utilizaba, el lugar donde vivía, los alimentos que comía y el mensaje que dirigía a sus destinatarios eran expresión de esa misión. Su coherencia le llevó a la muerte.

Aprendamos de los hombres y mujeres que son “los Juan Bautista” de hoy. Están a nuestro lado, hablan con claridad, no se callan delante de señores ni de monseñores, ni se venden al mejor postor.

Creo que el evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre cómo vivimos nuestra misión, personalmente y en la comunidad cristiana. ¿Qué límites ponemos? ¿Llamamos prudencia a la cobardía?

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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Testigos de la luz

Domingo, 17 de diciembre de 2023
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velas660x650-1200x800-e1543178364218Domingo III de Adviento

17 diciembre 2023

Jn 1, 6-8.19-28

Me encanta la expresión “ser testigos de la luz”. Y para entenderla adecuadamente me parece imprescindible recurrir, una vez más, a la paradoja que somos. En nuestra identidad somos luz, del mismo modo que somos verdad, bondad y belleza. Sin embargo, fácilmente el ego tiende a apropiarse e incluso a presumir de todo ello. De ahí que sea importante reconocer que, en el plano psicológico o de nuestro personaje (yo), no hay nadie que sea sujeto o poseedor de la luz: únicamente podemos ser testigos de ella. Ocurre igualmente con la vida: ningún yo es sujeto de la vida -ni de la verdad, ni de la bondad, ni de la belleza-; en ese plano somos únicamente cauces o canales por los que la vida, la verdad, la bondad o la belleza se expresan.

Ser testigos de la luz no es algo que se improvise, como tampoco obedece a cálculo alguno. Requiere, fundamentalmente, dos condiciones: conexión consciente con la luz y desapropiación.

Solo puede ser testigo de la luz quien vive en la luz. Pero no se trata, como alguien podría pensar, de alcanzar un ideal de perfección, sino de vivir en verdad: en la verdad de lo que somos, más allá del yo y de la mente, aceptando o abrazando nuestra realidad completa.

Dicho de modo más simple: uno no es testigo de la luz porque sea “perfecto” -algo incompatible con el ser humano-, sino porque es “completo”, es decir, verdadero, humilde, transparente…, ya que esas son las condiciones que posibilitan que la vida, la verdad, el amor, en definitiva, la luz, fluyan e iluminen, aun sin darnos cuenta, a nuestro alrededor.

No «hay que…», ni «se debe…», ni «tenemos que»… ser testigos de la luz. Ese lenguaje moralista produce efectos no deseados, porque fomenta la imagen ideal y, en último término, constituye un sabroso alimento para el ego. La vela encendida no se preocupa por alumbrar ni presume de ello; va en su naturaleza. La persona sabia no se “exige” ser luz, ni tampoco se la apropia; simplemente, la luz pasa a través de ella. No te preocupes por brillar; vive, sencillamente, lo que eres.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No seamos creídos.: “Yo no soy”, Él es

Domingo, 17 de diciembre de 2023
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juanDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

Homilía / revisión de vida serena y en calma 

La revisión de vida (examen de conciencia) sea tranquila y serena; no es un elenco escrupuloso y torturador de pecados.

Dios me sondea y me conoce con amabilidad y ello es más que suficiente y gozoso. (salmo 138)

01.- Isaías

Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor

+   ¿Mi vida transcurre con estos criterios: Ayudar a los que sufren, sanar los corazones rotos, transmitir libertad y gratuidad en la vida?

02.- 1Tesalonicenses

Estad siempre alegres. Sed constantes en orar … No apaguéis el Espíritu.

Isaías dice también en la 1ª Lectura: Desbordo de gozo y me alegro con mi Dios.

+   No siempre se puede estar contento, pero sí que se puede vivir serenamente y transmitir calma…

+   ¿Vivo en una cierta paz y amabilidad, o soy siempre un mandón totalitario y amargado?

+   ¿No apaguéis el Espíritu? ¿Soy persona que vive de la libertad del Espíritu? ¿Vivo en el espíritu del Vaticano II o me aferro miedosamente a las viejas tradiciones?

+   ¿Dónde “milito” yo? ¿En la más estricta observancia legal o en la misericordia y libertad de los hijos de Dios y hermanos de Jesús?

    ¿Vivo a la escucha de la Palabra, de la sensatez, de la voz que Dios nos comunica en la vida también hoy?

03.- Evangelio de Juan: Juan Bautista y Jesús

    El evangelio de san Juan es un continuo yo soy aplicado a Cristo: El “Yo soy” aparece decenas de veces en su evangelio.

Se podría decir que este evangelio joánico está compuesto por largas catequesis que terminan con un “yo soy”: la samaritana: Yo soy el agua, (Jn 4), la multiplicación de los panes: Yo soy el pan de vida, (Jn 6). El ciego del templo: Yo soy la luz, (Jn 9), Lázaro: Yo soy la resurrección y la vida, (Jn 11). Yo soy el camino, la verdad y la vida, (Jn 14,6). Yo soy Rey, (Jn 18,37)…

Pues bien, Juan Bautista repetirá hasta la saciedad: yo no soy, Yo no soy Cristo, ni el mesías, no soy Elías, no soy el profeta. Nosotros diríamos: soy un pobre hombre. Juan Bautista dice de sí mismo que es una voz que clama en el desierto, (Jn 1,23).

Juan Bautista era la voz, pero el Señor era la Palabra que existía ya al comienzo de la creación. Juan Bautista era la voz, Cristo es la Palabra eterna.

+   ¿Soy persona que me creo el “no va más”? ¿Me considero muy importante, “imprescindible”, soy o tengo tales cualidades, cargos, etc…?

+   ¿Oriento a mis hermanos hacia Cristo –hacia el que es-  o lo hago hacia mi iglesia, mi ideología, mi partido, mis intereses?

+   ¿Procuro transmitir luz, la Palabra o impongo “mi palabra” y mis criterios? ¿Soy oyente de la palabra y procuro transmitirla?

Unos minutos de silencio

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