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Archivo para Domingo, 3 de diciembre de 2023

Velad

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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La espera no es una actitud muy común. No se suele pensar con mucha simpatía en la espera. De hecho, la mayor parte de la gente piensa que la espera es una pérdida de tiempo…; quizás porque la cultura que nos ha tocado vivir dice “¡Venga!, ¡haz algo! ¡Demuestra que eres capaz de actuar! ¡No te quedes sentado esperando!”

Sin embargo, esperar es una actitud enormemente radical en la vida. Es confiar en que sucederá algo que supera con mucho nuestra imaginación. Es abandonar el control de nuestro futuro y dejar que sea Dios quien determine nuestra vida. Es vivir con la convicción de que Dios nos va formando con su amor divino y no con nuestros temores. La vida espiritual es una vida en la que esperamos, estamos a la espera, activamente presentes en el momento actual, esperando la novedad que acontecerá, novedad que va más allá de nuestra propia imaginación o previsión. Esta actitud, ciertamente, es muy radical en la vida en este mundo preocupado en controlar los acontecimientos .

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H. J. M. Nouwen,
The Patn of Waiting, Nueva York 1995.

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En aquel tiempo, dijo Jesús sus discípulos

“Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!”

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Marcos 13,33-37

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad ,

“Cuando el horizonte se vuelve sombrío”. 1 Adviento – B (Marcos 13,33-37)

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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IMG_1544La falta de esperanza está generando entre nosotros cambios profundos que no siempre sabemos captar. Casi sin darnos cuenta van desapareciendo del horizonte políticas orientadas hacia una vida más humana. Cada vez se habla menos de programas de liberación o de proyectos que busquen mayor justicia y solidaridad entre los pueblos.

Cuando el futuro se vuelve sombrío, todos buscamos seguridad. Que nada cambie, a nosotros nos va bien. Que nadie ponga en peligro nuestro bienestar. No es el momento de pensar en grandes ideales de justicia para todos, sino de defender el orden y la tranquilidad.

Al parecer no sabemos ir más allá de esta reacción casi instintiva. Los expertos nos dicen que los graves problemas medioambientales, el fenómeno del terrorismo desesperado o el acoso creciente de los hambrientos penetrando en las sociedades del bienestar no están provocando, al parecer, ningún cambio profundo en la vida personal de los individuos. Solo miedo y búsqueda de seguridad. Cada uno trata de disfrutar al máximo de su pequeño bienestar.

Sin duda, muchos sentimos una extraña sensación de culpa, vergüenza y tristeza. Sentimos, además, una especie de complicidad por nuestra indiferencia y nuestra incapacidad de reacción. En el fondo no queremos saber nada de un mundo nuevo, solo pensamos en nuestra seguridad.

Las fuentes cristianas han conservado una llamada de Jesús para momentos catastróficos: «Despertad, vivid vigilantes». ¿Qué significan hoy estas palabras? ¿Despertar de una vida que discurre suavemente en el egoísmo? ¿Despertar de la frivolidad que nos rodea en todo instante impidiéndonos escuchar la voz de la conciencia? ¿Liberarnos de la indiferencia y la resignación?

¿No deberían ser las comunidades cristianas un lugar privilegiado para aprender a vivir despiertos, sin cerrar los ojos, sin escapar del mundo, sin pretender amar a Dios de espaldas a los que sufren?

José Antonio Pagola

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” Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa”. Domingo 03 de diciembre de 2023. Domingo 1º de Adviento.

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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01advientoB1cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 63,16b-17.19b;64,2b-7: ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!.
Salmo responsorial: 79: Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
1Corintios 1,3-9: Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
Marcos 13,33-37: Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa.

La comunidad judía que retorna del exilio enfrenta un gran desafío: reconstruir los fundamentos de la nación, la ciudad y el Templo. No era una tarea fácil. La mayoría de los exiliados ya se habían organizado en Babilonia y en otras regiones del imperio caldeo. La mayor parte de los que habían llegado desde Judea cincuenta años antes ya habían muerto y los descendientes no sentían gran nostalgia por la tierra de sus padres. Los profetas los habían invitado continuamente a reconocer los errores que habían conducido a la ruina, pero la mayor parte de los exiliados ignoraban a los mediadores de Yahvé.

Algunos tomaron entre sus manos el proyecto de reconstruir la identidad, las instituciones y la vida de la nación. Sin embargo, no contaron inicialmente con mucho apoyo, Parecía una idea loca e innecesaria: para qué volver a Jerusalén si ya no haía remedio… Lo mismo nos ocurre a veces a nosotros, vivimos de la nostalgia del pasado pero no nos comprometemos a transformar la realidad del presente. Añoramos otros tiempos en que se vivía mejor, pero no rescatamos los valores que hacen posible una convivencia humana justa y equitativa.

Jesús hace a sus discípulos una recomendación que hoy nos sorprenden: mantenerse despiertos. ¡Todo lo contrario de lo que nosotros haríamos! Pero él tiene sus razones. Si cada día estamos embargados por las preocupaciones más superfluas, lo más seguro es que se nos pase la hora apropiada para realizar la misión que Jesús nos encomienda. Jesús, en el evangelio, nos enseña a estar en guardia contra los que creen que las enseñanzas cristianas son algo superfluo. El evangelio debe ser proclamado donde sea necesario, deber ser colocado donde se vea, debe ponerse al alcance de todos. Nuestra misión es hacer del evangelio una lámpara que ilumine el camino de la vida y nos mantenga en actitud vigilante.

 La interpretación que se daba a estos textos del evangelio que apuntan hacia el futuro o hacia la escatología estuvo casi siempre revestida de un tinte apocalíptico y de temor: el Señor había establecido un plazo, que se nos podría acabar en cualquier momento, imprevisiblemente, por lo cual necesitábamos estar preparados para un juicio sorpresivo y castigador que el Señor podría abrir en cualquier momento contra nosotros. «Que la muerte nos sorprenda confesados». Este miedo funcionó durante mucho tiempo, durante tantos siglos como duró una imagen mítica de Dios, excesivamente calcada de la imagen del señor soberano feudal que dispone despóticamente sobre sus súbditos. El miedo a la condenación eterna, tan impregnado en la sociedad cristiana medieval y barroca, hizo que la «huelga de confesonarios» pudo ser en determinados momentos un arma esgrimida por el clero contra las clases altas, por ejemplo por parte de los misioneros defensores del pueblo contra los conquistadores españoles dueños de esclavos (recuérdese el film La misión). Causa sonrisas pensar en la eficacia que una tal «huelga de confesionarios» pudiera tener hoy día… Y es que la estrella de la «vida eterna», el dilema de la salvación/condenación eternas, brillaba con su potencia indiscutible en el firmamento de la cosmovisión del hombre y la mujer premodernos… Pero son tiempos idos. Sería un error enfocar el comentario a evangelios como el que hoy leemos en esa misma perspectiva, pensando que nuestros contemporáneos son todavía premodernos…

El estado de alerta, la mirada atenta al futuro que evita el adocenamiento o la rutina… sí que es una categoría y una dimensión del hombre y de la mujer modernos. Si lo interpretamos como «esperanza», la pertinencia del mensaje aún es más vigente.

¿Qué puede significar «Adviento» para la sociedad actual? Como nombre de un tiempo litúrgico significa bien poco, y no habría que lamentarse mucho ni gastar pólvora inútilmente, pues cualquier día –tal vez más pronto que tarde- la Iglesia cambiará el esquema de los ciclos de la liturgia, que clama a gritos por una renovación. Lo que importa no es el tiempo litúrgico, sino el Adviento mismo, el «Advenimiento» –que eso significa la palabra–, el «noch nicht Sein» como diría Ernst Bloch, aquello cuya forma de ser consiste en «no ser todavía pero tratando de llegar a ser»… Ateo como era, Bloch construyó toda su poderoso edificio filosófico sobre la base de la utopía y la esperanza, y presentó en bellas páginas inolvidables la grandeza heroica del santo y del mártir ateo, capaz de dar la vida en aras de su esperanza… Ebeling, en la misma línea decía: «lo más real de lo real, no es la realidad misma, sino sus posibilidades»… Lo real más real no es sin más lo real, sino las posibilidades de ser que lo que hoy es lleva consigo.

Después de los años 90 del siglo pasado, estamos en un tiempo en el que se dice que se ha dado un «desfallecimiento utópico». Con el triunfo del neoliberalismo y la derrota de las utopías (no «de las ideologías», alguna de las cuales siguen muy vivas), la cultura moderna –o mejor posmoderna- castiga al pensamiento esperanzado y utopista. El ser humano moderno-posmoderno está escarmentado. Ya no cree en «grandes relatos». Se nos ha impuesto una cultura anti-utópica, antimesiánica, a-escatológica, ¿sin esperanza?, a pesar de la brillantez de que hacen gala los productos de la industria mundial del entretenimiento; detrás del atractivo seductor de ese entretenimiento, la imagen de ser humano que queda está ayuna de toda esperanza que trascienda siquiera mínimamente el «carpe diem» o el «disfruta la vida». ¿Qué advenimiento («adviento») espera el hombre y la mujer contemporáneos? ¿Cómo vivir el adviento en una sociedad que no espera ningún «advenimiento»? Desde luego, no reduciendo el adviento a un «tiempo litúrgico», o a un tiempo pre-navidad… ¿Cómo pues?

El Advenimiento que esperamos los cristianos no es la Navidad… Ni siquiera es «el cielo»… ¡Es el Reino! No es otro mundo… es este mismo mundo… ¡pero «totalmente otro»! Se puede ser cristiano sin celebrar el adviento, ¡pero no sin preparar el Advenimiento! Ser cristiano es hacer propia en el corazón la nostalgia de Aquel que decía: «fuego he venido a traer a la tierra, y ¡cómo deseo que arda…!». Los cristianos no pueden inculturarse del todo en esta cultura anti-utópica y sin «grandes relatos», porque somos hijos de la gran Utopía de la Causa de Jesús, y tenemos el «gran relato» del Proyecto de Dios… Podríamos no celebrar el adviento, pero no podemos dejar de darnos la mano con los santos y mártires ateos (quedan pocos) y con todos los hombres y mujeres de la tierra, de cualquier religión del planeta, para trabajar denodadamente por el Advenimiento del Nuevo Mundo.

Cada vez se perfila mejor: crear un Mundo Nuevo, fraterno-sororal y solidario, sin imperios ni instituciones transnacionales o mundiales explotadoras de los pobres, lo que Jesús llamó «malkuta Yahvé» en su boca aramea, Reino de Dios, pero dicho con palabras y hechos de este ya tercer milenio, ése es el Advenimiento que esperamos, el sueño que nos quita el sueño, lo que nos hace estar en «alerta». Leer más…

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3.12.23. Dom 1 Adviento: Ni el Hijo (=Cristo) sabe cuándo ni cómo, pero Dios es Padre: Velad en la noche

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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IMG_1649Del blog de Xabier Pikaza:

No hay evangelio más fuerte y esperanzado que éste: Ni los ángeles, ni el Hijo (=Cristo) saben; pero lo sabe Dios y es Padre (Mc 13, 32; cf. Mt 24, 36) que  deja en manos de los hombres su futuro, la responsabilidad de la historia.

Un tipo de teología y piedad ha olvidado este texto. Por eso quiero destacarlo, en este tiempo de guerras “justicieras” (Ucrania, Gaza), en los días del COB 28, que parece celebrarse de un modo suicida  sobre barriles encendidos de petróleo … Ni el Hijo/Cristo sabe cómo, pero Dios es Padre y Cristo nos pide que confiemos y vivamos en vela/vigilancia, de Adviento, según Mc 13, 32. 

Lectura extendida:  Mc 13, 27-39 La lectura del domingo es sólo la parte final (Mc 13, 33-37)  pero quiero situarla en su contexto para entenderla mejor. Tiene tres partes:

 (a. Parábola de la higuera: Mc 13, 27-32: A la higuera seca de la humanidad un tallo verde le ha salido) 28 Aprended la parábola de la higuera. Cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, conocéis que se acerca el verano. 29 Pues lo mismo vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que ya está cerca, a las puertas.

(b. Declaración: ni el Hijo (=Cristo) sabe, sino sólo el Padre. Mc 12, 20-32:)30 Os aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda. 31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 32 En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre.

(c. Vigilancia: Mc 13, 33-37: Estad atentos en medio de la noche) 33 ¡Cuidado! Estad alerta, porque no sabéis cuándo llegará el momento. 34 Entones sucederá lo mismo que con aquel que se ausentó de su casa, encomendó a cada uno de los siervos su tarea y encargó al portero que velase. 35 Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a media noche, al canto del gallo o al amanecer. 36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros os digo, lo digo a todos: ¡Velad!

1. Parábola: A la higuera seca unos brotes verdes le han nacido (13, 28-29).

Jesús ha declarado ya el signo de higuera estéril que no da fruto… (Mc 11, 12-26). Pues bien, Marcos vuelve a presentar el signo de la higuera: Este es el signo de un adviento amenazados por grandes persecuciones y derrumbamientos sin remedio, pero un adviento que nos  evangelio nos sitúa ante el signo de la higuera, que no es ya una señal del templo estéril, sino expresión y signo de un tiempo de esperanza, de Adviento de Dios.

Adviento es primavera en plano invierno, anticipo y adelanto de una cosecha de vida, como indican los nuevos brotes de la higuera, que se ablandan, de forma que por ellas se expanda la blanca y fuerte savia de la vida, y brotan de nuevo las hojas, pues va a llegar pronto la cosecha. ¿Cuándo? Muy pronto. Faltan sólo unos meses, el tiempo en que madure la cosecha dulce de los higos.

2. Declaración: Ni el Hijo (Cristo) sabe, ni puede asegurar cuándo será (13, 30-32)… Pero hay Dios (=existe el Padre).Este pasaje dice dos cosas inseparables.

(a) Por un lado asegura que todas estas cosas han de suceder en esta generación(13, 30), conforme a una palabra que se puede atribuir al Jesús histórico (en la línea de 9, 1, donde se dice algo semejante), pues estamos en los últimos tiempos: ahora, cuando se proclama esta palabra, sucederán estas cosas, en el tiempo que tardan en madurar los hijos de la higuera.

(b) Por otro afirma que del día y hora nadie sabe nada,ni siquiera Cristo (el Hijo) a quien mataban echándole de la viña (parábola de los viñadores: (Mc 12, 6). Le matan, en un sentido no entiende, pero confía en el Padre.  que aquí aparece en sentido absoluto, no como un hijo, sino como el Hijo.

El Hijo/Cristo no sabe cómo ni cuándo, pero confía  en  Padre, en (Mc 13, 32). El Hijo (Cristo, la humanidad) sabe que es Padre y confía en la noche (como enseña siempre Juan de la Cruz).  El Hijo/Cristo confía, se deja matar,  confiando  en el Padre/Dios en medio de la noche, sin saber cuando llegará la aurora, eso es Adviento.

  El tiempo de Dios es Camino en la noche… Una apuesta de vida en medio de la gran tiniebla Ni el Hijo querido sabe,  ni en Mesías/Cristo conoce cómo… Pero confía en el padre… Dios viene porque es Dios; pero, al mismo tiempo, viene porque se ha encarnado en la vida de los hombres que son (somos) Adviento de Dios.  Viene, pero no sabemos cómo…

 3. Vigilancia (13, 33-37). Vivir alerta en Dios, estamos en vela, ante la hora de Dios…

No sabemos  cuándo, cómo vendrá (no los sabe Cristo, no lo sabe el Hijo, tampoco lo saben los ángeles…?. ¿Qué se puede hacer en estas circunstancias? La respuesta normal es comamos y bebamos, que mañana (no sabemos cuándo) moriremos (Is 22, 13; 1 Cor 15, 32). Esta es la respuesta, que est está tomando el COP 288 de Dubai, que se celebra hoy mismo, bailando con fuego sobre barriles de petróleo (como dice desde la ONU el secretario General Antonio Guterres,  como dice desde el Vaticano el   Papa Francisco). Frente a esa respuesta  comamos, bebamos  el evangelio de Marcos responde: Velad, estar atentos, de la noche a l mañana. No sabemos cuándo, ni cómo y, sin embargo debemos  “velar” (tener cuidado, actuar siempre a favor de la vida y del futuro del amor de Dios, en forma de amor interhumano).  La responsabilidad, la respuesta, la tiene el hombre que confía en Dios Padre.

Aquí se centra el mensaje de Mc 13, ésta es la palabra central del Adviento:

  1. Ni Cristo/Hijo sabe… Dios no le ha dicho cuándo, ni como (¡ni los ángeles saben)
  2. Por eso velad… Pero Dios es Padre…Podemos confiar en él, podemos y debemos velar.

Estamos en los días finales (no pasará esta generación: Mc 13,30), pero al mismo tiempo descubrimos que el adviento de Dios nos trasciende, y así tenemos que dejarlo en manos de Dios (sólo el Padre conoce la hora: 13,32).

Sobre ese fondo puede y debe repetirse la palabra “vigilad”, como último sentido y exigencia del mensaje escatológico (13,37). Limitado y sujeto a la muerte es el mundo, como ha recordado Jesús cuando nos habla de caída del sol y terremotos. Violento y destructivo es el mismo ser humano que introduce el miedo de la guerra universal sobre el tortuoso camino de este cosmos. Pues bien, superando ese riesgo de fragilidad y muerte, los discípulos de Jesús podrán anunciar el evangelio, como una vela o vigilia de Dios.

¿Cuándo? No lo saben ni los ángeles, ni tampoco el Hijo (cf. 1, 11; 9, 7) ¡Sólo el Padre! Será cuando él lo quiera (13, 32).  No hay por tanto revelaciones de cuando/cómo, no las ha tenido ni el Hijo Cristo…  Pero hay algo más grande, Dios es Padre. Hay algo más grande: Podemos mantenernos en vela en el tiempo del adviento de Dios.

De esta forma ratifica Marcos la experiencia radical de la transcendencia de Dios, marcada en los lugares clave de su texto (cf. 8, 33; 10, 18.40). Al servicio de Dios ha realizado Jesús su tarea. No puede usurpar sus funciones. No hay un tiempo limitado de venida de Dios. El Adviento es “siempre”, hasta que culmine Dios y sea todo en todos por Cristo (1 Cor 15, 28)

¿Dónde? Tampoco lo dice. Pero es claro que Marcos rechaza un tipo idea judeocristiana de la venida y cumplimiento mesiánico en el templo. Jesús ha pedido a los discípulos que huyan de la ciudad que no esperen allí la victoria del mesías (cf. 13, 14). Jerusalén ha matado a Jesús y sólo tiene un sepulcro vacío. El Adviento de Dios se realiza en todo el mundo, en los cuatro ángulos o “vientos” de la tierra, en el cosmos entero.

REFLEXIÓN. PODEMOS DESTRUIR EL ADVIENTO DE DIOS

‒ Velar es superar la bomba, superar de la guerra universal (tarea de Isaías 2,2-4: De las espadas forjarán arados…). Esto le dice Isaías a Israel (pueblo de bombas), esto nos dice todos nosotros. Leer más…

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Súplica, admiración, vigilancia. Domingo 1º de Adviento. Ciclo B

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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 IMG_1629Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

¿Cuatro semanas para prepararnos a recordar el nacimiento de Jesús? No. El Adviento es más que eso. No se trata de recordar románticamente un hecho pasado, sino de comprender a fondo lo ocurrido y prepararnos para el encuentro definitivo con el Señor. Para ello, la liturgia nos sugiere tres actitudes: súplica (1ª lectura), admiración ante los bienes recibidos (2ª lectura) y vigilancia (evangelio).

            Suplica (Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7)

            La primera lectura nos sitúa unos cinco siglos antes de la venida de Jesús, cuando la situación en Jerusalén y Judá dejaba mucho que desear desde todos los puntos de vista: político, social, religioso. El pueblo de Israel se ve como un trapo sucio, un árbol de ramas secas y hojas marchitas. La situación no sería muy distinta de la nuestra. Pero el pueblo, en vez de culpar a los políticos, a los independentistas, a los banqueros, al FMI, a los Presidentes de las grandes potencias, se reúne en asamblea litúrgica y entona una lamentación.

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es Nuestro redentor. Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste, y los montes se derritieron con tu presencia. Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en e1. Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas airado, y nosotros fracasamos: aparta nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.

            Las palabras del pueblo ofrecen un curioso contraste al hablar de Dios. A veces destaca sus rasgos positivos: es «nuestro padre», «nuestro redentor», «sales al encuentro del que practica la justicia», «somos todos obra de tu mano». Otras se queja de que «nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón», «estabas airado y nosotros fracasamos», «nos ocultabas tu rostro». Pero el pueblo reconoce que la culpa no es de Dios, sino suya: «todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado, nuestras culpas nos arrebataban como el viento, nadie invocaba tu nombre, ni se esforzaba por aferrarse a ti».

            ¿Cuál es la solución? Sorprendentemente, que Dios se convierta: «vuelve por amor a tus siervos», «ojalá rasgases el cielo y bajases», «aparta nuestras culpas». Los profetas anteriores (Amós, Isaías, Jeremías…) habían concedido gran importancia a la conversión, al hecho de que el pueblo volviese a Dios y cambiase su forma de actuar. Quienes rezan esta lamentación no confían en ellos mismos. Debe ser Dios mismo quien vuelva y, como buen alfarero, moldee una nueva vasija.

            En el contexto del Adviento, la frase que más llama la atención y ha motivado la inclusión de este texto en la liturgia es: «¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!». Aunque el profeta piensa en una venida de Dios, la liturgia nos hace pensar en la venida de Jesús. Pero ese recuerdo debe ir acompañado del reconocimiento de nuestra debilidad y la necesidad de ser salvados.

            Admiración (1 Corintios 1,3-9)

            La respuesta de Dios supera con creces lo que pedía el pueblo en la lectura de Isaías, aunque de modo distinto. Dios Padre no rasga el cielo, no sale a nuestro encuentro personalmente. Envía a Jesús, y desde el momento en el que lo aceptamos, nuestra vida cambia por completo.

            Hermanos: La gracia y la Paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado, el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de que acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!

            Pablo habla de nuestro pasado, nuestro futuro y nuestro presente.

            En el pasado, Dios nos ha enriquecido en todo; nos ha llamado a participar de la vida de su Hijo, Jesucristo. La imagen es potente y extraña. Recuerda a la experiencia de un hijo con su madre, de la que recibe la vida. Pero esa relación vital no termina cuando se corta el cordón umbilical, perdura siempre.

            Con respecto al futuro, aguardamos la manifestación de Jesucristo, la segunda y definitiva venida del Señor, tema esencial para los primeros cristianos y que debería serlo para nosotros en este tiempo de Adviento.

            En el presente, «no carecemos de nada». Cuando tanta gente se lamenta, a veces con razón, de las muchas cosas de que carece, estas palabras pueden resultar casi hirientes: «No carecéis de ningún don». Buen momento, este del Adviento, para pensar en qué cosas valoramos: si las materiales, que a menudo faltan, o la riqueza espiritual que proporciona Jesús.

            Esta enseñanza de Pablo no se produce en un contexto de fría reflexión teológica, sino de oración y acción de gracias al pensar en sus cristianos de Corinto, la más complicada y problemática de sus comunidades.

            Vigilancia (Marcos 13, 33-37)

            No deja de ser irónico que precisamente el evangelio no hable de Dios Padre ni de Jesús. Se centra en nosotros, en la actitud que debemos tener: «vigilad», «velad», «velad». Tres veces la misma orden en pocas líneas. Porque el Adviento no solo pretende recordar la venida del Señor, sino también prepararnos para el encuentro final con Él.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejo su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

            La actividad pública de Jesús termina con un discurso sobre el fin del mundo y su segunda venida, que no está dirigido a todos los discípulos, como sugiere la introducción del evangelio de hoy, sino solo a los cuatro primeros llamados por Jesús: Pedro, Santiago, Juan y Andrés (Mc 13,3-37). Jesús ha dicho poco antes que de los grandes edificios del templo no quedará piedra sobre piedra. Para estos cuatro, el fin del templo de Jerusalén equivale al fin del mundo, y desean saber cuándo ocurrirá y qué señales lo precederán. Un tema que a nosotros nos parece más propio de los Testigos de Jehová, pero que creaba enorme preocupación en las primeras comunidades cristianas. El discurso responde a estas cuestiones, pero termina con esta exhortación a la vigilancia, que la liturgia, con pleno sentido, aplica a todos los discípulos y a todos nosotros.

            ¿En qué consiste la vigilancia? Se sugiere con muy pocas palabras: «dio a cada uno de sus criados su tarea». Esa es, en parte, la misión del Adviento: reflexionar sobre la propia tarea recibida de Dios y examinar si la cumplimos debidamente.

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Primer Domingo de Adviento. Ciclo B. 03 de diciembre, 2023

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos. ¡Velad!”

(Mc 13, 33-37)

¡Ya está cerca! Es lo que nos dice y nos repite a todos este tiempo de Adviento. Es la cuenta atrás de algo querido y esperado. La emoción empieza a hacernos cosquillas en el corazón porque lo que esperamos, mejor dicho, a quien esperamos es bueno, ¡muy bueno!

Como sucede cuando esperas a alguien miramos el reloj una y otra vez, como si al mirarlo hiciéramos que el tiempo pasara más deprisa. Y repetimos con emoción: ¡Ya llega!, ¡Ya queda menos! ¡MARANATHA!

Es Jesús mismo quien, al empezar el Adviento, nos aconseja que estemos despiertas. ¡Velad!  El día de Navidad tiene fecha en el calendario, pero el momento en el que Él se va a hacer presente en nuestra vida no sabemos cuál es.

Nos puede sorprender en la oración, pero también en el autobús, en una enfermedad, o en la mirada de una persona querida.

No, no sabemos el día ni la hora. Tampoco el lugar. En este primer domingo de Adviento te invitamos a traer al corazón algún momento de encuentro con Dios que haya sido significativo en tu vida, ese momento, o momentos, que guardas como un tesoro.

Acércate a él, destápalo despacio, como quien saca un objeto valioso de su caja y contémplalo. Deja que haga vibrar tu corazón, que lo ponga en marcha para empezar este Adviento. No tengas prisa; saborea tu recuerdo. Y cuando termines, no lo guardes, déjalo visible. Sí, como un adorno navideño. O como ese objeto que solo tú y otra persona sabéis que tiene mensaje.

Los símbolos nos conectan con nuestra realidad más profunda, por eso ante ellos experimentamos algo más que recuerdos. Son aliento y confianza, experiencia que se renueva.

Oración.

Enciende, Trinidad Santa, en nosotras, esos recuerdos de tu paso por nuestras vidas, para que nuestro corazón pueda ser un lugar acogedor en el que vengas a nacer.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Él está adviniendo siempre.

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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jesus-meditando-600x400DOMIGO 1º DE ADVIENTO (B)

Mc 13,33-37

Estamos en el primer día del Nuevo Año litúrgico. El Adviento no es solamente un tiempo litúrgico, sino toda una filosofía de vida. Se trata de una actitud vital que tiene que atravesar toda nuestra existencia. Adviento viene de la palabra “adventum” del verbo “advenio” que no significa venir sin sobrevenir. Este matiz es muy importante, porque nos obliga a pensar en algo que se añade a lo que ya somos. Lo importante no es recordar la primera venida de Jesús; eso es solo el pretexto para descubrir que ya está aquí. Mucho menos prepararnos para la última, que solo es una gran metáfora.

Todo el AT está atravesado por la promesa y por la espera. Según el relato bíblico, Dios les va prometiendo lo que ellos más ansían. A Abrahán, descendencia; a los esclavos en Egipto, libertad; En el desierto, una tierra que mana leche y miel; cuando han conquistado Canaán, una nación fuerte y poderosa; cuando están en el Exilio, volver a su tierra; cuando destruyen el templo, reconstruirlo; en aquel momento librarles de los romanos. En el AT siempre les promete cosas terrenas porque es lo único que ellos esperan. Jesús promete algo muy distinto. “He venido para que tengan Vida y la tengan abundante.”

Según el AT Dios les puso la zanahoria delante de las narices o el palo en el trasero para hacerles caminar según su voluntad. Tomado al pie de la letra sería ridículo. Dios no puede hacer promesas para el futuro, porque ni tiene nada que dar ni tiene futuro. Las promesas de Dios son hechas por los profetas, para ayudar al pueblo a soportar momentos de adversidad. Nada de lo que anunciaron los profetas se cumplió en Jesús. Gracias a Dios, porque todos los textos están encaminados hacia una salvación material. Hoy podemos entender aquellas imágenes como metáforas de la verdadera salvación.

La clave del relato evangélico está en la actitud de los criados. Nos quiere decir que Dios está siempre viniendo. Él es “el que viene”. La humanidad vive un constante adviento, pero no por culpa de un Dios cicatero que se complace en hacer rabiar a la gente obligándola a infinitas esperas antes de darle lo que ansía. Estamos todavía en Adviento, porque estamos dormidos o soñando con logros superficiales, y no hemos afrontado con la debida seriedad la existencia. Todo lo que espero de Dios, lo tengo ya dentro de mí.

Vigilad. Para ver no solo se necesita tener los ojos abiertos, se necesita también luz. No se trata de contrarrestar el repentino y nefasto ataque de un ladrón. Se trata de estar despierto para afrontar la vida con una conciencia lúcida. Se trata de vivir a tope una vida que puede transcurrir sin pena ni gloria. Si consumes tu vida, dormido, no pasa nada. Esto es lo que tenía que aterrarte; que pueda transcurrir tu existencia sin desplegar las posibilidades de plenitud que te han dado. La alternativa no es salvación o condenación. Nadie te va a condenar. La alternativa es o plenitud humana o simple animalidad.

Pues no sabéis cuando es el ‘momento’. En griego hay dos palabras que traducimos al castellano por “tiempo”: “kairos” y “chronos”. Chronos significa el tiempo astronómico, relacionado con el movimiento de los cuerpos celestes. Kairos sería el tiempo psicológico, el momento oportuno para tomar una decisión. Por no tener en cuenta esta sencilla distinción, se han hecho interpretaciones descabelladas. En el evangelio que acabamos de leer, se habla de kairos. Naturalmente que el hombre, como criatura se encuentra siempre en el chronos, pero lo verdaderamente importante para él es vivir el kairos.

El punto clave de nuestra reflexión debe ser: ¿Esperamos nosotros la misma salvación que esperaban los judíos? Si es así, también nosotros hemos caído en la trampa. Jesús no puede ser nuestro salvador. La mejor prueba de que los primeros cristianos, verdaderos judíos, no estaban en la auténtica dinámica para entender a Jesús, es que no respondió a sus expectativas y creyeron necesaria una nueva venida. Esta vez sí, nos salvará de verdad, porque vendrá con “poder y gloria”. No os parece un poco ridículo. La médula de su mensaje es que la salvación que Dios nos ofrece está en la entrega y el don total.

Las primeras comunidades oraban: “Maranatha” (ven Señor). Vivieron la contradicción de una escatología realizada y otra futura. “Ya, pero todavía no”. “Ya” por parte de Dios, que nos ha dado ya la salvación. “Todavía no” porque seguimos esperando una salvación a nuestra medida y no hemos descubierto la verdadera salvación, que ya poseemos. Aquí radica el sentido del Adviento. Porque “todavía no” ha llegado la verdadera salvación, tenemos que tratar de adelantar el ya. Eso no lo conseguiremos si seguimos dormimos.

Luchar por un mayor consumismo y creyendo que en él está la verdadera salvación sería una trampa. Descubrir ese engaño sería estar despiertos. El ser humano sigue esperando una salvación que le venga de fuera, sea material, sea espiritual. Pero resulta que la verdadera salvación está dentro de cada uno. En realidad, Jesús nos dijo que no teníamos nada que esperar, que el Reino de Dios estaba ya dentro de nosotros. En este mismo instante está viniendo. Si estamos dormidos, seguiremos esperando.

La falta de encuentro se debe a que nuestras expectativas van en una dirección equivocada. Esperamos un Dios que llegue desde fuera. Esperamos actuaciones espectaculares por parte de Dios. Esperamos una salvación que se me conceda como un salvoconducto, y eso no puede funcionar. Da lo mismo que la espere aquí o para el más allá. Lo que depende de mí no lo puede hacer Jesús ni lo puede hacer Dios. Esta es la causa de nuestro fracaso. Seguimos esperando que otro haga lo que solo yo puedo hacer.

La religión me ofrece salvación, pero solo me salva de los lazos que ella misma me ha colocado. Dios es la salvación y ya está en mí. Lo que de Dios hay en mí es mi verdadero ser. No tengo que conseguir nada ni cambiar nada en mí auténtico ser, simplemente tengo que despertar y dejar de potenciar mi falso yo. Tengo que dejar de creer que soy lo que no soy. Esta vivencia me descentrará de mí mismo y me proyectará hacia los demás. Me identificaré con todo y con todos. Mi falso ser y mi individualidad serán disueltos.

El verdadero problema está en la división que encontramos en nuestro ser. En cada uno de nosotros hay dos fieras luchando a muerte: Una es mi verdadero ser que es amor, armonía y paz; otra es mi falso yo, que es egoísmo, soberbia, odio y venganza. ¿Cual de los dos vencerá? Muy sencillo y lógico. Vencerá aquella a quien tú mismo alimentes.

Como los judíos, seguimos esperando una tierra que mane leche y miel; es decir mayor bienestar material, más riquezas, más seguridades de todo tipo, poder consumir más… Seguimos pegados a lo caduco, a lo transitorio, a lo terreno. No necesitamos para nada la verdadera salvación o, a lo máximo, para un más allá. Si no sientes necesidad no habrá verdadero deseo, y sin deseo no hay esperanza. Hoy, ni los creyentes ni los ateos esperamos nada más allá de los bienes materiales. También Dios sigue esperando.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¡Viene el Señor!

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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Mc 13, 33-37

«Velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa»

La Navidad es una de las dos cumbres del calendario litúrgico, y viene precedida de un tiempo de preparación para celebrarla mejor; el Adviento. Pero una celebración será importante para mí en la medida en que lo sea el hecho que se celebra, y cuanto más lo sea, más me afanaré en prepararla bien. Por tanto, me importará preparar bien la Navidad si lo que ocurre en ella es importante; y si no, no.

Pero ¿qué ocurre en Navidad?…

En Navidad celebramos el nacimiento de Jesús, su aniversario; podríamos decir que celebramos su cumpleaños, pero Jesús murió hace mucho tiempo y nadie celebra el cumpleaños de los muertos. Si lo seguimos celebrando es porque no está muerto, sino tan vivo en nosotros que lo consideramos parte de nuestra vida; porque la llegada de Jesús es algo que sucedió y que sigue sucediendo. Pero, ¿Quién es Jesús para mí? …  ¿Qué importancia tiene en mi vida?

Jesús es importante para mí porque es el que da sentido a mi vida. Porque en Jesús he descubierto que Dios no es un arcano inaccesible, sino que es Abbá, la madre que nos acompaña en esta vida y nos espera al otro lado de la muerte. En Jesús hemos aprendido que la forma de vivir es perdonando, compartiendo, compadeciendo, ayudando, sirviendo, trabajando por la paz y la justicia… y de Jesús hemos recibido una misión: ser sal, ser luz, ser semilla, ser levadura… para que el mundo tenga sabor, para que no camine en tinieblas, para que dé buena cosecha; para que de buenos frutos.

Jesús es para nosotros presencia de Dios salvador en el mundo, y al encontrarnos con él, nos estamos encontrando con Dios mismo. Y desde esta perspectiva, la Navidad cobra toda su importancia. Estamos celebrando que “Dios está con nosotros”, que ha apostado por nosotros, es decir, que la aventura humana —la mía en particular y la de del conjunto de la humanidad en general— tiene sentido, que nuestra vida es mucho más de lo que ven los ojos, que está pensada por Dios y que nuestro destino no es morir, sino Vivir.

La venida histórica de Jesús marcó una encrucijada para el pueblo de Israel, y también es una encrucijada para nosotros. Hay que elegir entre conformarse con esta vida, con sus valores y sus satisfacciones, y resignarse a morir… o no conformarse, fiarse de la Palabra de Jesús y aspirar a más, a más vida, a otros valores que el orín no puede corroer. Por eso, nosotros, la Iglesia, aprovechamos todos los años la Navidad para que Jesús vuelva a nacer con más fuerza en cada uno, para que conociéndole mejor, aceptándole más, creyendo más en él, nuestra vida se vaya trasformando todos los días y tenga sentido.

El Adviento es por tanto un tiempo de urgencia, de despertar si nos habíamos dormido, de avivar nuestra fe. ¡Viene el Señor! ¡Qué alegría! Dios está con nosotros, es nuestro aliado y nunca nos abandona.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche

Fuente Fe Adulta

 

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Mirada apocalíptica en tiempos coyunturales.

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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IMG_1321Mc 13, 33-37

El relato de Mc 13,33-37 se inserta al final de un discurso llamado de género apocalíptico. En él se ven reflejados momentos que pueden ser críticos en la historia o también que son propicios para el desenlace de determinados acontecimientos. Este capítulo 13 se enmarca en una etapa ciertamente decisiva: comienza con la plausible destrucción de Jerusalén y está ubicado justo antes del complot para arrestar a Jesús. ¿Cómo vivir estas situaciones que conmueven las mismas bases religiosas? La respuesta apunta en primer lugar a la atención, a la observación vigilante e incluso la aceptación, tanto de los acontecimientos globales (caída del templo, guerras, destrucción…) como de los individuales (los azotarán, los entregarán…). En segundo lugar, el texto da pistas espirituales para vivir en estos momentos: la constancia, el cuidado recíproco, la confianza… son algunas de las actitudes para sobrellevar las situaciones conflictivas. Y, en tercer lugar, el relato agrega unas “tareas” (cf. Mc 13,34: “asignó a cada uno una tarea”) que se deben realizar durante este tiempo que tiene un plazo determinado y concreto.

Como venimos describiendo, el género apocalíptico es muy sugerente sobre todo para leer en momentos difíciles, por ejemplo, durante una pandemia o una guerra, o incluso con la cercanía de la muerte de algún ser querido. Los relatos apocalípticos desarrollan, explican, y hasta dan detalles acerca del devenir de los acontecimientos que son ciertamente coyunturales. Y además proponen cómo vivir y afrontar este tipo de situaciones: con atención a la realidad -sin huir de ellas-, con la mirada atenta y conscientes de que el desenlace está próximo -no durará mucho-.

Este texto de género tan marcadamente apocalíptico se proclama en la liturgia del tiempo de Adviento. Probablemente se debe a que la tradición de la Iglesia asocia el Adviento a un momento sumamente decisivo en la historia: la esperanza de una próxima y radical venida de Jesús. La Iglesia trae al recuerdo cómo los primeros cristianos, pasada la muerte de su maestro y aun percibiendo las señales de su resurrección, lo esperan y desean apasionadamente que vuelva. En este tiempo de esperanza era posible ser radicales en todas las opciones y acciones porque era “por poco tiempo”. La motivación para vivir los principios del Reino era exigente entonces y el tiempo estrechamente limitado. Como dice el relato de Marcos, al igual que un señor que se va de viaje y deja tareas a sus empleados, así también cada uno tiene una misión que cumplir, durante este “corto tiempo intermedio”. Pasados los años y las primeras generaciones, la esperanza se alarga, el tiempo se prolonga, y se espera que el Señor venga “pronto”, que “no tarde” (como rezan muchos himnos).

El Adviento pretende entonces volver a acortar el tiempo y sugiere afrontar la realidad con una mirada clara y profunda, podríamos decir desde la proximidad de un devenir que lo transforma todo. Los acontecimientos, todos ellos, han de leerse con ojos atentos, confiados e incluso vivirse con la radicalidad de un desenlace próximo. Atención a cada instante, a cada momento. La hondura del presente, siempre y en toda circunstancia, se consolida como el tiempo propicio para acoger una presencia próxima y transformadora. ¡Que este Adviento nos encuentre alerta!

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Vivir en la atención

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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IMG_1320Domingo I de Adviento

03 Diciembre 2023

Mc 13, 33-37

Algunas parábolas, probablemente por influjo de los responsables de las primeras comunidades, acabaron tomando un tono, no ya solo moralizante, sino incluso amenazador: el “dueño de la casa” podría aparecer en el momento menos pensado, dispuesto a castigar el menor descuido.

Es una pena, porque el tono moralizante y amenazador, no solo desvirtúa la sabiduría que la parábola contiene, sino que hace que sea desechada por una mente adulta.

La sabiduría se mueve en otra dirección: no hay que “velar” para que no nos castiguen, sino para vivir cada vez más en plenitud, es decir, en coherencia con lo que realmente somos.

Velar significa estar despierto, por contraposición al sueño, que es sinónimo de despiste, ignorancia y confusión, que acaban en sufrimiento. Así entendida, la parábola plantea esta cuestión: ¿quieres vivir despierto, consciente de quien eres, acogiendo la vida y permitiendo que la vida se viva en ti, o prefieres seguir sobreviviendo en la superficie, a merced de lo que suceda, ignorante de tu referencia interna o brújula interior?

Pues bien, lo que marca la diferencia entre vivir despierto o sobrevivir adormilado es la atención: eso significa la invitación a “velar”. Atención no es tensión, como alguien parece entenderla, sino todo lo contrario: descanso consciente apoyado en la confianza.

Vivir en la atención -la única manera de vivir con gusto y sentido- significa vivir en presente. Desde ahí, podemos recordar el pasado e incluso preparar el futuro, utilizar la mente -como una herramienta- cuando la necesitamos y comprometernos en procesos de cambio individual o colectivo. Peri nada de eso tiene por qué sacarnos del presente y, en último término, de la presencia que somos.

Vivir en la atención significa vivir en conexión con nuestra verdadera identidad, en ese “lugar” donde, más allá de los movimientos mentales y emocionales, experimentamos de manera estable la paz y la vida.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Nadie invocaba tu nombre, nadie salía del letargo (Isaías) … Como hoy

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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IMG_1560Del blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:

Primer Domingo de Adviento (ciclo B)

01.- Adviento.

    Comencemos serena y esperanzadamente el Adviento. Es un tiempo de calma y de despertar la esperanza.

    Por mal que vayan las cosas, a pesar de nuestras propias limitaciones y debilidades, confiemos, “esperemos contra toda desesperanza” (S Pablo).

02.- Dios es nuestro Padre y nuestro libertador.

Es espléndida la primera lectura del libro de Isaías.

El pueblo de Israel se ha olvidado de Dios y vive a la deriva. Nadie invocaba tu nombre, nadie salía del letargo para adherirse a ti. Como siempre y como todos, como nuestro propio pueblo. Las Iglesias se van vaciando, nadie se acuerda de Dios…

Posiblemente muchos no estaréis de acuerdo, pero un pueblo que vive sin Dios, buscando simplemente crecer económicamente y subsistir, el “Friday black”, vegetar y porno en el móvil, no tiene futuro, porque no tiene esperanza en Dios Padre.

El profeta Isaías nos presenta un pensamiento y una forma de vida sana y liberadora: Dios es nuestro Padre y nuestro liberador.

Isaías tiene nostalgia y ora para que los cielos se rasguen  y Dios descienda sobre nosotros: que las nubes lluevan al justo. San Pablo, en la segunda lectura subraya la misma idea: aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo

La manifestación de JesuCristo ya ha acontecido: Jesús está ya en medio de nosotros y nos ha dicho que Dios es nuestro Padre y nuestro liberador.

03.- Esperamos a Cristo. Vivir en esperanza.

    El ser humano por naturaleza es un ser esperanzado.

     3.1. La esperanza es la materia de la que estamos hechos los seres humanos. El ser humano es esperanza.

Vivir es esperar. Esperanza es la relación de confianza que establezco con el futuro. Esperamos un futuro mejor del que actualmente somos y tenemos, sobre todo aguardamos un futuro absoluto y pleno, que es Dio: Padre y libertador.

Cuando no se confía en el futuro comienzan a abrirse brechas a la desesperanza, si no desesperación, lo cual comienza a ser más que problemático.

    El médico Laín Entralgo decía que el ser humano espera por naturaleza “algo” que no está en su naturaleza”. Estamos abiertos Dios, caminamos hacia Él fragmentariamente, con pequeños pasos, por lo que cualquier pequeño paso de verdad, de amabilidad, de ayuda, de esperanza, es enormemente valioso.

      3. 2. Segunda venida:

El Adviento (y toda la vida es un Adviento) es aguardar la “segunda” venida del Señor, es decir esperar  el encuentro personal y de toda la humanidad con quien ha dado sentido a la historia.

Este mundo y el hombre creado por Dios y redimido por Jesucristo no terminará en el vacío.

Somos barro, pero: Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero: todos somos obra de tu mano.

 En el Adviento de la vida Dios alentará en nosotros la esperanza cristiana, el aliento vital, el espíritu: todo acabará bien, en las manos de Dios.

       3.3. Velad, estad preparados:

Vivamos lúcidos y despiertos. ¡Alegres en la esperanza! La esperanza de lo que aguardamos es la alegría del presente. Lo decisivo en la vida no es lo que tenemos, sino lo que esperamos.

El Señor viene a concluir la historia. Él es nuestra fortaleza. Esperemos contra toda esperanza.

Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero: todos somos obra de tu mano.

Ven pronto, Señor.

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