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3.12.23. Dom 1 Adviento: Ni el Hijo (=Cristo) sabe cuándo ni cómo, pero Dios es Padre: Velad en la noche

Domingo, 3 de diciembre de 2023

IMG_1649Del blog de Xabier Pikaza:

No hay evangelio más fuerte y esperanzado que éste: Ni los ángeles, ni el Hijo (=Cristo) saben; pero lo sabe Dios y es Padre (Mc 13, 32; cf. Mt 24, 36) que  deja en manos de los hombres su futuro, la responsabilidad de la historia.

Un tipo de teología y piedad ha olvidado este texto. Por eso quiero destacarlo, en este tiempo de guerras “justicieras” (Ucrania, Gaza), en los días del COB 28, que parece celebrarse de un modo suicida  sobre barriles encendidos de petróleo … Ni el Hijo/Cristo sabe cómo, pero Dios es Padre y Cristo nos pide que confiemos y vivamos en vela/vigilancia, de Adviento, según Mc 13, 32. 

Lectura extendida:  Mc 13, 27-39 La lectura del domingo es sólo la parte final (Mc 13, 33-37)  pero quiero situarla en su contexto para entenderla mejor. Tiene tres partes:

 (a. Parábola de la higuera: Mc 13, 27-32: A la higuera seca de la humanidad un tallo verde le ha salido) 28 Aprended la parábola de la higuera. Cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, conocéis que se acerca el verano. 29 Pues lo mismo vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que ya está cerca, a las puertas.

(b. Declaración: ni el Hijo (=Cristo) sabe, sino sólo el Padre. Mc 12, 20-32:)30 Os aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda. 31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 32 En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre.

(c. Vigilancia: Mc 13, 33-37: Estad atentos en medio de la noche) 33 ¡Cuidado! Estad alerta, porque no sabéis cuándo llegará el momento. 34 Entones sucederá lo mismo que con aquel que se ausentó de su casa, encomendó a cada uno de los siervos su tarea y encargó al portero que velase. 35 Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a media noche, al canto del gallo o al amanecer. 36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros os digo, lo digo a todos: ¡Velad!

1. Parábola: A la higuera seca unos brotes verdes le han nacido (13, 28-29).

Jesús ha declarado ya el signo de higuera estéril que no da fruto… (Mc 11, 12-26). Pues bien, Marcos vuelve a presentar el signo de la higuera: Este es el signo de un adviento amenazados por grandes persecuciones y derrumbamientos sin remedio, pero un adviento que nos  evangelio nos sitúa ante el signo de la higuera, que no es ya una señal del templo estéril, sino expresión y signo de un tiempo de esperanza, de Adviento de Dios.

Adviento es primavera en plano invierno, anticipo y adelanto de una cosecha de vida, como indican los nuevos brotes de la higuera, que se ablandan, de forma que por ellas se expanda la blanca y fuerte savia de la vida, y brotan de nuevo las hojas, pues va a llegar pronto la cosecha. ¿Cuándo? Muy pronto. Faltan sólo unos meses, el tiempo en que madure la cosecha dulce de los higos.

2. Declaración: Ni el Hijo (Cristo) sabe, ni puede asegurar cuándo será (13, 30-32)… Pero hay Dios (=existe el Padre).Este pasaje dice dos cosas inseparables.

(a) Por un lado asegura que todas estas cosas han de suceder en esta generación(13, 30), conforme a una palabra que se puede atribuir al Jesús histórico (en la línea de 9, 1, donde se dice algo semejante), pues estamos en los últimos tiempos: ahora, cuando se proclama esta palabra, sucederán estas cosas, en el tiempo que tardan en madurar los hijos de la higuera.

(b) Por otro afirma que del día y hora nadie sabe nada,ni siquiera Cristo (el Hijo) a quien mataban echándole de la viña (parábola de los viñadores: (Mc 12, 6). Le matan, en un sentido no entiende, pero confía en el Padre.  que aquí aparece en sentido absoluto, no como un hijo, sino como el Hijo.

El Hijo/Cristo no sabe cómo ni cuándo, pero confía  en  Padre, en (Mc 13, 32). El Hijo (Cristo, la humanidad) sabe que es Padre y confía en la noche (como enseña siempre Juan de la Cruz).  El Hijo/Cristo confía, se deja matar,  confiando  en el Padre/Dios en medio de la noche, sin saber cuando llegará la aurora, eso es Adviento.

  El tiempo de Dios es Camino en la noche… Una apuesta de vida en medio de la gran tiniebla Ni el Hijo querido sabe,  ni en Mesías/Cristo conoce cómo… Pero confía en el padre… Dios viene porque es Dios; pero, al mismo tiempo, viene porque se ha encarnado en la vida de los hombres que son (somos) Adviento de Dios.  Viene, pero no sabemos cómo…

 3. Vigilancia (13, 33-37). Vivir alerta en Dios, estamos en vela, ante la hora de Dios…

No sabemos  cuándo, cómo vendrá (no los sabe Cristo, no lo sabe el Hijo, tampoco lo saben los ángeles…?. ¿Qué se puede hacer en estas circunstancias? La respuesta normal es comamos y bebamos, que mañana (no sabemos cuándo) moriremos (Is 22, 13; 1 Cor 15, 32). Esta es la respuesta, que est está tomando el COP 288 de Dubai, que se celebra hoy mismo, bailando con fuego sobre barriles de petróleo (como dice desde la ONU el secretario General Antonio Guterres,  como dice desde el Vaticano el   Papa Francisco). Frente a esa respuesta  comamos, bebamos  el evangelio de Marcos responde: Velad, estar atentos, de la noche a l mañana. No sabemos cuándo, ni cómo y, sin embargo debemos  “velar” (tener cuidado, actuar siempre a favor de la vida y del futuro del amor de Dios, en forma de amor interhumano).  La responsabilidad, la respuesta, la tiene el hombre que confía en Dios Padre.

Aquí se centra el mensaje de Mc 13, ésta es la palabra central del Adviento:

  1. Ni Cristo/Hijo sabe… Dios no le ha dicho cuándo, ni como (¡ni los ángeles saben)
  2. Por eso velad… Pero Dios es Padre…Podemos confiar en él, podemos y debemos velar.

Estamos en los días finales (no pasará esta generación: Mc 13,30), pero al mismo tiempo descubrimos que el adviento de Dios nos trasciende, y así tenemos que dejarlo en manos de Dios (sólo el Padre conoce la hora: 13,32).

Sobre ese fondo puede y debe repetirse la palabra “vigilad”, como último sentido y exigencia del mensaje escatológico (13,37). Limitado y sujeto a la muerte es el mundo, como ha recordado Jesús cuando nos habla de caída del sol y terremotos. Violento y destructivo es el mismo ser humano que introduce el miedo de la guerra universal sobre el tortuoso camino de este cosmos. Pues bien, superando ese riesgo de fragilidad y muerte, los discípulos de Jesús podrán anunciar el evangelio, como una vela o vigilia de Dios.

¿Cuándo? No lo saben ni los ángeles, ni tampoco el Hijo (cf. 1, 11; 9, 7) ¡Sólo el Padre! Será cuando él lo quiera (13, 32).  No hay por tanto revelaciones de cuando/cómo, no las ha tenido ni el Hijo Cristo…  Pero hay algo más grande, Dios es Padre. Hay algo más grande: Podemos mantenernos en vela en el tiempo del adviento de Dios.

De esta forma ratifica Marcos la experiencia radical de la transcendencia de Dios, marcada en los lugares clave de su texto (cf. 8, 33; 10, 18.40). Al servicio de Dios ha realizado Jesús su tarea. No puede usurpar sus funciones. No hay un tiempo limitado de venida de Dios. El Adviento es “siempre”, hasta que culmine Dios y sea todo en todos por Cristo (1 Cor 15, 28)

¿Dónde? Tampoco lo dice. Pero es claro que Marcos rechaza un tipo idea judeocristiana de la venida y cumplimiento mesiánico en el templo. Jesús ha pedido a los discípulos que huyan de la ciudad que no esperen allí la victoria del mesías (cf. 13, 14). Jerusalén ha matado a Jesús y sólo tiene un sepulcro vacío. El Adviento de Dios se realiza en todo el mundo, en los cuatro ángulos o “vientos” de la tierra, en el cosmos entero.

REFLEXIÓN. PODEMOS DESTRUIR EL ADVIENTO DE DIOS

‒ Velar es superar la bomba, superar de la guerra universal (tarea de Isaías 2,2-4: De las espadas forjarán arados…). Esto le dice Isaías a Israel (pueblo de bombas), esto nos dice todos nosotros.

En otro tiempo, la violencia parecía limitada y parcial (pues unos grupos sociales estaban separados de los otros), de manera que resultaba difícil (casi imposible) que todos los hombres pudieran destruirse. Ahora podemos hacerlo, pues formamos un único mundo, con un potencial de destrucción casi ilimitado (bomba atómica). Han sido necesarios muchos milenios para nuestro surgimiento; pero somos capaces de matarnos en pocas horas o días, si algunos (dueños de la bomba), lo deciden, y si otros (todos) nos vemos envueltos en una espiral de violencia creciente, excitada por el miedo multiplicado y la venganza reactiva. Dios nos ha creado; pero nosotros podemos rechazar su obra y matarnos, en una especie de muerte global.

En este momento, sólo podemos sobrevivir si lo queremos (nos queremos) y si pactamos en justicia y amor (si dialogamos, nos respetamos), superando el riesgo de la pura opresión político-militar, cultual y económica, es decir, si buscamos formas de administración «humana» al servicio de la humanidad, oponiéndonos al terrorismo de los poderes globales y a la posible respuesta reactiva de grupos marginados. En esa línea debemos ponernos al servicio de los excluidos, y con ellos al servicio de la vida de todos. El hecho de que optemos por la vida (defendiendo a las víctimas) y lo hagamos en libertad es signo de que el fondo creemos en Dios, pues en él vivimos (Hch 17, 28) y de que Dios cree en los hombres, empezando por los expulsados de la vida. Vivir así, en este contexto de muerte, es ya Adviento, signo y prueba de la existencia de Dios (Mt 25, 31-46).

‒ Segunda tarea del Adviento. Velar es engendrar vida, engendrar para la vida, pues la mujer ha concebido, dará a luz un Niño para la vida, Isaías 7, 14). El viejo rey de Israel quería que nacieran niños para la guerra; parte de la humanidad actual quiere niños para la opresión (genéticamente modelos para gloria del sistema…). Adviento significa que la humanidad engendre niños para la vida, es decir, para la libertad y el amor, una humanidad de Adviento, simbolizada en la doncella/virgen de Isaías.

No es sólo la mujer la que engendras, pero es la mujer en especial. No es sólo engendrar hijos… sino expandir vida…  Se ha puesto en nuestras manos la cadena de transmisión de la vida. Si la rompemos, sólo engendramos hijos, ideas, objetos de consumo para la muerte nos consumiremos. No seremos adviento, sino anti-adviento, en la noche.

Si rompiéramos la cadena gratuita de transmisión de la vida (que se expresa por el amor de padres a hijos), fabricando humanoides sin vinculación personal (sin libertad asumida y compartida), nos negaríamos a nosotros mismos y destruiríamos nuestra historia (¡en Dios nos movemos! Hch 17, 28), poniendo en riesgo nuestra identidad como signo y presencia de Dios. Una vida que no fuera transmitida de forma personal, directa, a través de unos padres, dejaría de ser humana, en el sentido actual. Sería vida sin libertad, de humanoides convertidos en máquinas al servicio del sistema dominante.

En este tiempo de inteligencia artificial (AI). Podría surgir quizá una especie distinta de vivientes post-humanos, pero si no tuvieron libertad, si fueran producidos, no creados por amor de otras personas, no serán humanos, hijos de Dios. No se trata de negar la ciencia (los avances de la biología y la genética), sino de ponerla al servicio de la transmisión humana de la vida, en amor y libertad, es decir, de un modo gratuito, empezando por los más pobres. Transmitir la vida, desde el signo de la mujer de Is 7, 14; acoger y proteger la vida que nace, eso es Adviento.

‒ Tercer riesgo y tarea de Adviento: Superar la angustia o cansancio vital… Velar es mantener la esperanza, no caer en la depresión, en el deseo de suicidios… en la borrachera del puro olvido… Hasta ahora hemos vivido porque nos gustaba hacerlo, a pesar de todos los riesgos, porque en el fondo de la aventura humana (engendrar y convivir) habíamos hallado un estímulo, un placer, vinculado al mismo Dios, a quien llamábamos creador de vida. Habíamos avanzado (caminado) sobre el mundo por gozo y deseo, porque la vida era un don y una aventura, un regalo sorprendente que agradecíamos a Dios. De esa forma hemos podido superar muchas crisis y amenazas a lo largo de una historia inmensamente conflictiva.

Pero muchos sienten ya que no merece la pena, que esta vida no es regalo sino carga, que es tragedia y riesgo no gozo, de manera que se niegan a engendrar nuevos seres humanos, promoviendo así un tercer tipo de suicidio, por falta de deseo y por cansancio de una vida que parece sin base ni futuro ni sentido sobre el mundo.

El problema no es ya la Voluntad de Poder, sino su ausencia, la quiebra o falla de una Voluntad de Ser, que se ha ido agotando a lo largo de siglos. Puede quebrarse en nosotros el deseo de vivir y transmitir la vida, de manera que nos matemos (es decir, terminemos negándonos a vivir), unos en medio de grandes riquezas materiales (asfixia interna), otros por falta de medios (asfixia externa), pues sin gozo y deseo de vida resulta imposible la subsistencia de la especie humana, como si Dios dejara de alegrarse en nosotros y de expandir la vida (es decir, de darse a sí mismo, pues en él existimos, como dice Hch 17, 28).

Significativamente, este cansancio parece más acentuado en los estamentos ricos (privilegiados) de la sociedad, que pueden incluso jugar filosóficamente con la angustia, y presentarse como protectores del patrimonio de una vida que está manipulada, mientras los pobres y excluidos, sin grandes filosofías, desean vivir optando por la vida como tal, en su totalidad, a pesar de las dificultades. En sus manos está posiblemente el futuro de la especie humana. Adviento es vivir en esperanza, porque viene Dios, porque somos humanidad naciente de Dios.

Cuatro  candelas de Adviento.

(1) Primera candela, querer vivir dando gracias. Si vivimos, a pesar del cansancio y angustia de muchos, es que en el fondo creemos en Dios somos Adviento

(2) Segunda candela, transmitir vida en amor. Si queremos transmitir la vida de un modo personal (de padres a hijos), ciertamente con la ayuda de la ciencia, pero sin dejarnos manipular por ella, es que creemos en Dios que es Adviento, que quiere nacer y nace en la vida de los hombres.

(3) Tercera candela, superar la bomba. Si vivimos y confiamos en el futuro, a pesar del riesgo de la bomba o de la guerra universal, es porque creemos en Dios (porque creen en él especialmente los más pobres) como puerta de futuro, camino de resurrección sobre la muerte, somos Adviento.

(4)  La cuarta es Jesús.  Estos tres riesgos marcan nuestra forma de vida, de manera que ya no basta con decir que hay Dios en general, sino que la fe en él nos permite (y exige) superar esos riesgos, como indicaré en orden inverso.

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