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Archivo para Domingo, 25 de junio de 2023

No tengas miedo: Amar es darlo todo y darse uno mismo.

Domingo, 25 de junio de 2023
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Ed Knippers, “El lavatorio de pies” (Cristo y sus discipulos)

Tan pronto como se olvida la  divina pobreza, tan pronto como se deja de ver en Dios el amor que se da, que no  puede sino darse, tan pronto como se deja de vivir este amor dándose, se acabó. Esta luz se desvanece, todo el dogma se convierte en una fórmula y se materializa, todos los sacramentos se transforman en rito externo, toda la jerarquía se hace una tiranía, toda la Iglesia se convierte en una pérdida de tiempo y un absurdo, toda la Biblia, un tejido de mitos.

*
Maurice Zundel

***

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

“No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.

Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.”

*

Mateo 10,26-33

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“La cruz de la Madre Teresa ha sido el primer signo cristiano que se ha vista en la televisión estatal, al menos desde 1967”, declaraba un refugiado albanés a su llegada a Italia en l990. La cruz de la que hablaba era aquella cruz negra que la Madre Teresa llevaba en su sarga blanca.

Si a partir de 1944 el régimen marxista había perseguida a los creyentes (católicas, ortodoxos y musulmanes), la situación empeoró en I967. Fue entonces cuando Albania se declaré oficialmente como la única nación atea de la Tierra. La religión fue atacada ferozmente. El modo como fueron tratados los católicos recordaba las persecuciones de los emperadores romanos mas crueles. En los tiempos modernos, la iglesia ha sido reducida como en los años de las catacumbas.

Un hecho sorprendente: mientras los albaneses no tenían derecho a pronunciar públicamente el nombre de Jesús, la Madre Teresa recorría el mundo con el nombre de Jesús en los labios y prodigando obras de misericordia. A un párroco que se encontraba en prisión le pidió un detenido que bautizase a su hijo, en secreto. Cuando las autoridades descubrieron esta desobediencia, el sacerdote fue condenado a muerte. Fue uno de los sesenta sacerdotes que murieron, ahorcados, fusilados o agotados por el rigor de los campos de trabajos forzados. Las persecuciones, como sabemos, se han cebado con el cristianismo. Los perseguidos son llamados “dichosos” porque defienden y enseñan la justicia.

La promesa que acompaña a esta bienaventuranza es asombrosa: nada memos que poseer el Reino de los Cielos. Señor Jesús, sabemos que para imitarte tenemos que hacer el bien a todos. Nos has dicho que sufriríamos trabajando por los otros contra la opresión, contra la degradación, contra la guerra.

Cada día encontramos la oposición, la contradicción. Ayúdanos a aceptar nuestros pequeños sufrimientos, porque conocemos su valor redentor. Transforma nuestra tristeza en gozo, mientras nos esforzamos en cumplir tu voluntad.

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E. Egan — K. Egan,
Madre Teresa e le Beafifudini,
Brescia 2ooo, 129-131

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

“Aprender a confiar en Dios” 12 Tiempo ordinario – A (Mateo 10,26-33)

Domingo, 25 de junio de 2023
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32_TO-12_A_1698198Estoy convencido de que la experiencia de Dios, tal como la ofrece y comunica Jesús, infunde siempre una paz inconfundible en nuestro corazón, lleno de inquietudes, miedos e inseguridades. Esta paz es casi siempre el mejor signo de que hemos escuchado desde el fondo de nuestro ser su llamada: «No tengáis miedo, no hay comparación entre vosotros y los gorriones». ¿Cómo acercarnos a ese Dios?

Tal vez, lo primero es detenernos a experimentar a Dios solo como amor. Todo lo que nace de él es amor. De él solo nos llega vida, paz y bien. Yo me puedo apartar de él y olvidar su amor, pero él no cambia. El cambio se produce solo en mí. Él nunca deja de amarme.

Hay algo todavía más conmovedor. Dios me ama incondicionalmente, tal como soy. No tengo que ganarme su amor. No tengo que conquistar su corazón. No tengo que cambiar ni ser mejor para ser amado por él. Más bien, sabiendo que me ama así, puedo cambiar, crecer y ser bueno.

Ahora puedo pensar en mi vida: ¿qué me pide Dios?, ¿qué espera de mí? Solo que aprenda a amar. No sé en qué circunstancias me puedo encontrar y qué decisiones tendré que tomar, pero Dios solo espera de mí que ame a las personas y busque su bien, que me ame a mí mismo y me trate bien, que ame la vida y me esfuerce por hacerla más digna y humana para todos. Que sea sensible al amor.

Hay algo que no he de olvidar. Nunca estaré solo. Todos «vivimos, nos movemos y existimos» en Dios. Él será siempre esa presencia comprensiva y exigente que necesito, esa mano fuerte que me sostendrá en la debilidad, esa luz que me guiará por sus caminos. Él me invitará siempre a caminar diciendo «» a la vida. Un día, cuando termine mi peregrinación por este mundo, conoceré junto a Dios la paz y el descanso, la vida y la libertad.

José Antonio Pagola

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“No tengáis miedo a los que matan el cuerpo”. Domingo 25 de junio de 2023. 12º Domingo Ordinario

Domingo, 25 de junio de 2023
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35-ordinarioa12Leído en Koinonia:

Jeremías 20,10-13: Libró la vida del pobre de manos de los impíos.
Salmo responsorial: 68 Que me escuche tu gran bondad, Señor.
Romanos 5,12-15: No hay proporción entre el delito y el don.
Mateo 10,26-33: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo.

No hay mentira que no encuentre su verdad tarde o temprano. En julio de 2014, luego de 38 años de impunidad, en un juicio sin precedentes, fueron condenados a cadena perpetua los autores del homicidio de Mons. Enrique Angelelli, obispo mártir de La Rioja, Argentina. Días antes el prelado había confesado a sus allegados que querían alejarlo del país: “Tengo miedo… pero no se puede esconder el evangelio debajo de la cama”. Su muerte fue presentada por la prensa local como un accidente y como tal fue tratada durante mucho tiempo, incluso por sus hermanos en el episcopado. Como tantos otros testigos de Jesús, Angelelli prefirió la verdad desnuda del evangelio a la incómoda seguridad de los cobardes.

El evangelio nos ha conservado algunos dichos o refranes con los que Jesús exhortaba a la comunidad de discípulos a no dejarse intimidar por las adversidades. Los discípulos, con frecuencia, veían la amenaza evidente que representaban los grupos armados, pero eran incapaces de descubrir el peligro encubierto en muchas personas e instituciones que alienaban y sometían ideológicamente a las personas.

Las comunidades cristianas primitivas tuvieron que afrontar la misma amenaza, que provenía de los ‘actores armados’ en conflicto. De una parte, las autoridades romanas con un despliegue enorme de fuerza militar y policial. De la otra parte, los fanáticos rebeldes dispuestos a eliminar al que no estuviera de acuerdo con ellos. En medio del ‘fuego cruzado’ estaba la comunidad cristiana con una propuesta alternativa de paz y justicia que no coincidía con ninguno de los dos bandos. Para los romanos, la justicia era, en gran medida, la aplicación universal de los principios que sostenían la legislación romana. El sometimiento a las duras condiciones de la ‘paz romana’ obligaba a las poblaciones de las colonias a pagar fuertes tributos, a incorporar en la propia religión el culto a los dioses imperiales y a destinar grandes masas de la población a la esclavitud y al servicio militar obligatorio. La comunidad cristiana luchaba por lugar un espacio para su propuesta en la sociedad: ellos querían una comunidad humana en la que fuera posible la solidaridad, el respeto por el otro, la distribución equitativa de los recursos. Sin embargo, en esta lucha estaban prácticamente solos. Los grupos rebeldes que se presentaban como la gran alternativa contra el imperio estaban regidos por la lógica de la violencia incontrolable, el sometimiento de los disidentes y por la imposición de la ideología del grupo. Estos grupos fanáticos veían a los cristianos como una amenaza para la identidad del grupo, por eso, con frecuencia los convertían en blanco de persecuciones y en ‘chivo expiatorio’ sobre el cual descargar toda su frustración, prepotencia e intolerancia.

Pero, Jesús ponía en guardia a toda la comunidad contra la creencia de que la única amenaza estaba representada por las armas de metal, piedra y madera. La amenaza mas grave provenía, con frecuencia, de las ideologías que estos grupos representaban. Tanto la ideología de legitimación del imperio romano como los ideales de venganza de los fanáticos rebeldes escondían todo su veneno. Cada grupo se presentaba como un defensor de la justicia, la paz y la libertad, pero evidentemente los hechos contradecían sus grandilocuentes discursos. Cada grupo perseguía sus intereses particulares ignorando los más mínimos principios éticos. El dilema para los cristianos era el de alinearse en uno u otro bando, creyendo que así se alcanzarían los ideales de justicia, paz y libertad que Jesús de Nazaret había propuesto con su ideal del reinado de Dios.

Este mismo problema lo afronta Pablo desde el punto de vista de la justificación por la ley. Las comunidades cristianas estaban deslumbradas por la creencia de que el cumplimiento estricto de los preceptos religiosos conducía inevitablemente a la salvación del individuo. Pero, Pablo denuncia esta falsa creencia al denunciar que el mero cumplimiento de la letra de la ley no conduce a la justicia. La ejecución de los deberes del culto, como las ofrendas, los baños rituales, los sacrificios, las peregrinaciones… no garantizan una auténtica experiencia de Dios. La reunión de grandes masas en los templos o en las sinagogas no son sin más expresión de un auténtico encuentro con el hermano. Los favores intercambiados entre parientes, colegas, coterráneos o correligionarios no constituyen genuina solidaridad. Pablo denuncia precisamente la incapacidad de los mecanismos habituales de la religión para brindar a la comunidad humana una auténtica experiencia de fraternidad, esperanza y comunión.

Pablo invita a la comunidad a no dejarse engañar por las artimañas de el legalismo, el ritualismo y la religión de masas. La justicia que nos une al Dios de la vida es un don para toda la comunidad. La auténtica religión es aquella que nos conduce del hermano hacia Dios, mediante la compasión, la misericordia y la solidaridad.

El cristiano que se ha comprometido con la causa del reino puede, entonces, hacer suyas las palabras del profeta Jeremías y clamar: «a ti, Señor, he encomendado mi causa». Pero no como expresión superflua de triunfalismo religioso ni como pura exaltación individualista de los bienes recibidos, sino como expresión de la única justicia posible: la vida plena del pobre. Porque, la vida plena es manifestación patente de que la lógica de la muerte no ha prevalecido. Si el pobre vive, vive por gracia de Dios y por la opción radical de las comunidades humanas que no se dejan sumir en la lógica legalizada de la barbarie. Por eso el profeta nos invita a alabar al Señor, porque Él ha salvado la vida del pobre.

Tanto la violencia, el afán de venganza, el imperialismo como el ritualismo, el legalismo y la alienación son armas ideológicas ocultas que conducen imperceptiblemente a la pequeña comunidad hacia la muerte. Estos son los enemigos que pueden matar no solo el cuerpo, sino también el alma y llevar a la gente a las inaplacables llamas del fanatismo. Si una comunidad no va a fondo en su conocimiento de la palabra de Jesús, si no descubre los peligros ocultos al interior de ella misma, si no es radical en su opción por la vida, es muy probable que termine creyendo que la paz es la ausencia de guerra y que la justicia es un asunto individual, negando así la gracia y la justicia como bien mayor. Leer más…

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25.6.23. No tengáis miedo… Evangelio, un manual de perseguidos (Mt 6, 26-33. Dom 12 TO)

Domingo, 25 de junio de 2023
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Persecucion_2415968410_15887593_660x371Del blog de Xabier Pikaza:

Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea….

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma… No pueden matar vuestro mensaje, vuestra esperanza, vuetra vida verdadera (sigue) 

| X Pikaza Ibarrondo

Biblia,  manual de perseguidos.

   No es un manual de vencedores, sino al contrario: una guía para perdedores y excluidos. Precisamente en ellos, en los perdedores del mundo, se revela la justicia y el futuro de Dios.  Así dice Jesús a sus seguidores:

Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los sanedrines y en sus sinagogas os azotarán, os llevarán ante gobernadores y reyes. Pero cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué hablaréis. Pues no seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre…. El hermano entregará a muerte a su hermano, y el padre a su hijo. Se levantarán los hijos contra sus padres y los matarán. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo» (cf. Mc 13, 9-13; Mt 10, 17-22).

Jesús ha superado los modelos de poder que actúan en el mundo, modelos de talíón o justicia violenta donde, estrictamente hablando, no hay persecución sino violencia de todos contra todos.

La persecución estrictamente dicha empieza cuando uno (algunos) de los componentes del grupo social no tiene poder para oponerse con violencia o no quiere hacerlo, quedando así en manos de los violentos. En ese momento, lo que era lucha por la vida, probablemente en un nivel de equilibrio (de grupos iguales que combaten entre sí), se convierte en persecución de todos (de los fuertes) sobre los débiles o, mejor dicho, sobre aquellos que renuncian a defenderse.

En ese sentido, la persecución implica un desequilibrio radical, es una especie de desnivel donde algunos, los que se creen dueños del poder, lo ejercen y despliegan imponiéndose sobre los otros La persecución es el gesto propio de los portadores de un poder o ley que se sienten capaces de imponerse sobre los que piensan y viven de un modo distinto, quizá porque tienen miedo de ellos.

Pueden hacerlo de unmodo que parece legal: el hermano entrega al hermano, el padre al hijo, poniéndole en manos de la autoridad competente, para que le juzgue y/o mate. Pero pueden hacerlo también de un modo incontrolado: se alzarán los hijos contra los padres y los matarán…; estos hijos no siguen un proceso legal, sino que se dejan llevar por el vértigo de la violencia y para mantener su autoridad deben linchar a los padres que la ponen en riesgo, repitiendo el asesinato primigenio.

En especial, el evangelio

Los grandes movimientos sociales, tanto en un plano social como político y militar, han sido creados y están entrenados para la lucha, una lucha entre grupos más o menos semejantes. Pero Jesús no ha preparado a sus discípulos para la lucha, sino para el amor gratuito; y de esa manera les ha dejado, gratuitamente, en manos de aquellos que poseen el poder, que se sienten amenazados y se defienden a sí mismos, defendiendo con violencia su propia realidad sagrada, sea en plano judío (sanedrines), sea en plano gentil (reyes).

Jesús sabe que toda persecución es en el fondo una lucha familiar, dirigida por aquellos que buscan el poder y que se instituyen a sí misma como instancia de poder frente a los que buscan y exploran caminos distintos de vida, en gratuidad, más allá del poder, por encima de la violencia.

Allí donde unos y otros apelan al poder y responden con violencia no hay persecuciòn, sino batalla, un tipo de guerra de todos contra todos. Sólo allí donde algunos renuncian a la guerra (porque no quieren, porque no pueden) viene a darse la persecución. Esto es lo que Jesús ha prometido a sus discípulos. Por eso les dice: «Os mando como ovejas en medio de lobos; guardaos de los hombres; sed inteligentes como las serpientes, sencillos como las palomas» (Mt 10, 17).

En un mundo hecho de lobos, los que quieren comportarse como ovejas tienen que ser y son como palomas, en manos de las águilas rapaces. Pero pueden y deben ser también phronymoi, inteligentes, como las serpientes, es decir, capaces de esconderse, de actuar de un modo distinto: la inteligencia de los perseguidos es la inteligencia que se vincula a la debilidad y a la supervivencia, a la adaptación bondadosa y creadora.

               Esta inteligencia está vinculada al deseo de no imponerse, de no sobresalir en los foros y en los campos de batalla del poder; esta es la inteligencia de los grupos que con-spiran desde abajo, pero no para destruir el sistema (desde el resentimiento de los cobardes o desde el doble juego de los grupos secretos), sino para introducir amor en el sistema y para trasformar la realidad, como semilla oculta, sin que se vea (Mc 4, 26-29).

Persecución y Espíritu Santo…

Martires_2411768800_15869840_660x371Cristianos coptos asesinados por el ISIS

Jesús dice a los perseguidos que no se preocupen de preparar su defensa con las razones sabias del mundo, pues tienen alguien que les defiende de manera más profunda: tienen la fuerza del Espíritu de Jesús que les asiste e inspira, haciéndoles testigos de su pascua (Mc 13, 11).

Los perseguidores tienen la fuerza bruta. Los perseguidos tienen la palabra, que se puede expulsar, pero que no puede ser vencida (Jn 1, 10-13). El evangelio no necesita defenderse por la fuerza externa, porque tiene la palabra. Vale por sí mismo, sin apoyarse en ejércitos ni juicios. Posee la autoridad del Espíritu Santo, que es fuente de gracia salvadora, actuando a través de la palabra de los perseguidos.

Este descubrimiento de la Racionalidad superior (Verdad) del Espíritu Santo como presencia de Dios en los perseguidos, que se opone a los hombres que persiguen a Jesús (a sus creyentes), constituye la experiencia básica del evangelio y vincula, de manera sorprendente, la inteligencia (casi astucia) de la serpiente, que actúa desde abajo, con la claridad y amor del Espíritu Santo, que actúa desde el mismo centro de la vida paráclito). De esa forma se expresa la más alta verdad de la víctimas, la verdad de los que han sido sacrificados a lo largo de la historia, que, según el evangelio, ha sido revelada por Jesús:

«Por tanto, mirad; yo os envío profetas, sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad, de manera que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el santuario y el altar» (Mt 23, 34-35).

Éste es el mensaje que Jesús dirige a las autoridades de Israel (o de cualquier poder del mundo). Este es el mensaje de sus profetas-sabios-escribas, es decir, de los hombres y mujeres que no tienen más poder que la palabra que revela y dialoga, que dice y comparte. Frente a esa palabra débil se eleva el poder de los que matan, de todos los que han matado y siguen matando, desde el tiempo de Abel hasta el tiempo de Cristo.

Pues bien, los que matan a otros se destruyen en el fondo a sí mismos, mientras se eleva sobre el mundo, por la fuerza del Espíritu santo, desde el mismo Cristo, el perseguido, la voz de amor de los perseguidos, que no responden con violencia a la violencia, sino que pueden crear y crean un mundo más alto de gratuidad, que no se funda en el veneno de las serpientes destructoras (cf. Mt 23, 33), sino en la capacidad de aguante de las buenas serpientes de Mt 10, 17, que con-spiran en el mejor sentido de la palabra: que comparten el Espíritu de vida, desde el subsuelo de los condenados de este mundo.

Pablo, perseguidor perseguido. Retomar el evangelio

 La segunda carta de Pablo a Timoteo ofrece una visión de conjunto de la historia y sufrimientos de Pablo que, para transmitir a los creyentes su aliento de evangelio, vuelve a recordar sus primeros «trabajos»:

Tu seguiste mi enseñanza, mis proyectos, mi fe y paciencia, mi amor fraterno y mi aguante en las persecuciones y sufrimientos, como aquellos que me ocurrieron en Antioquía, Iconio y Listra. ¡Qué persecuciones padecí! Pero de todas me sacó el Señor. Pues todo el que se proponga vivir como buen cristiano será perseguido» (2 Tim 3, 10-12). Pablo recoge así unos recuerdos y sufrimientos que conocemos por Hechos (cf. Hech 13-14) y que ahora se pueden condensar en la sentencia final: «Todo el que se proponga vivir como cristiano será perseguido».

De esa forma asume este pasaje tardío de 2 Tim el argumento de Col 1, 24-25, donde se afirmaba que Pablo debía «completar» los sufrimientos de Cristo. Ciertamente, sigue siendo un hombre bien concreto. Han sido reales sus dolores, recordados para siempre en la memoria de la iglesia. Pero más que su figura aislada, importa ahora su ejemplo y enseñanza, en la línea de aquello que Cristo había dicho: «Yo le mostraré todo lo que él debe padecer por mi nombre» (Hech 9, 16).

Martires-UCA_2164893508_13973497_667x375Mártires de la UCA (El Salvador)

La persecución constituye un elemento esencial de la condición cristiana, pues los fieles de Jesús no aceptan un sistema que combate a la violencia con violencia y así quedan a merced de los poderes del sistema, que mata o encierra en la cárcel a sus adversarios.

«Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David, conforme a mi evangelio, por el cual sufro hasta llevar cadenas como un criminal; pero la Palabra de Dios no está encadenado. Por eso lo soporto todo por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación de Cristo Jesús, con la gloria eterna. Esta es la palabra digna de confianza: Si morimos con él, viviremos con él; si perseveramos, reinaremos con él; si lo negamos, también él nos negará. Pero aunque seamos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo» (2 Tim 2, 8-13).

  Desde el ocaso de su vida, eleva su voz Pablo encarcelado, sujeto con cadenas, como fiera peligrosa (cf. 2 Tim 1, 8), a la que quieren impedir que hable. Pero Pablo reacciona de manera fuerte: ¡La palabra no está encadenada! Se podrá matar externamente a unos hombres, se podrán ahogar las voces de los mártires; pero la voz de Dios que actúa en Cristo no podrá quedar cerrada en una cárcel.

Esta paradoja nos lleva al principio de toda persecución, que es el misterio de Cristo muerto y resucitado. Cristo mismo muere en los suyos, como dijo a Pablo en el camino de Damasco: «Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?» (cf. Hech 9, 4). Eso significa que ningún perseguido muere solo, sino que participa del destino de Cristo: «Si morimos con él, viviremos con él» (2 Tim 2, 11; cf. Rom 14, 8).

En el principio de toda persecución se encuentra, según los cristianinos, el mismo Cristo, «si morimos con él…». Pues bien, unido a Cristo, Pablo puede presentarse también como modelo para el resto de la iglesia. De esa forma, su misma existencia de apóstol se ha vuelto mensaje: «Por eso lo soporto todo por los elegidos…» (2 Tim 2, 10). El sufrimiento de Pablo ha servido y sirve para sostener en el dolor a los creyentes, para mostrarles el camino de Jesús, para alentarles en la prueba. Pablo no ayuda a los presos liberándoles de la cárcel (como podía suponer la tradición de Lc 4, 18-19), sino sufriendo con ellos.

El anciano apóstol de las gentes ya no predica el evangelio por los pueblos y ciudades del imperio, pero su misma vida se ha vuelto pregón y mensaje, pues ya no hay distancia entre lo que dice y lo que hace, lo que anuncia y lo que representa, de manera que podría afirmar «ya no vivo yo, sino que es Cristo el que vive en mí» (Gal 2, 20). De esa forma, ha podido convertirse en modelo para los creyentes:

«Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos… según mi evangelio, por el que padezco hasta llevar cadenas, como un malhechor, pero la Palabra de Dios no está encadenada» (2 Tim 2, 8-9).

Texto tomado de Gran Diccionario Bíblico

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Ni miedo a hablar, ni miedo a morir, y valor de confesar a Jesús. Domingo 12 del Tiempo Ordinario. Ciclo A

Domingo, 25 de junio de 2023
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imageDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

           El evangelio del domingo pasado recordó la elección de los doce discípulos y el comienzo del discurso que Jesús les tiene antes de enviarlos de misión: destinatarios a los que deben dirigirse, tarea a realizar, gratuidad. La liturgia prescinde de la extensa sección central del discurso, sobre la oposición y persecuciones que encontrarán, y el valor y generosidad que deben mostrar en las dificultades (Mt 10,16-42). Quien piense que esto sólo tiene interés para la comunidad de Mateo, hace veinte siglos, debe recordar algunos mártires contemporáneos.

Mártires del siglo XXI

+ 5 de octubre 2003. Annalena Tonelli, voluntaria católica italiana. Trabajó durante 33 años en África atendiendo a los refugiados. Asesinada en su hospital por un somalí armado.

+ 2005. Dorothy Mae Stang, misionera de las Hermanas de Nuestra Señora de Namur, estadounidense,  nacionalizada brasileña. Asesinada por un sicario por orden del lobby ganadero y agrícola.

+  5 de febrero de 2006. Andrea Santoro, sacerdote católico, asesinado en la iglesia de Santa María en TrebisondaTurquía.

17 de septiembre de 2006. Leonella Sgorbati, monja italiana de las Misioneras de la Consolata, asesinada en Somalia.

12 de marzo de 2008. Paulos Faraj RahhoArzobispo de la Iglesia católica caldea de Mosul,  Irak. Secuestrado y asesinado por islamistas.

+ 31 de octubre de 2010. Ataque a la iglesia cristiana de Bagdad, que dejó al menos 58 personas muertas, incluyendo 2 sacerdotes, y otros 75 heridos, después de que más de 100 feligreses hubieran sido tomados como rehenes.

+ 2 de marzo de 2011. Político católico, asesinado por su oposición a la ley de la blasfemia, una herramienta de violencia contra las minorías, especialmente contra los cristianos.

+  7 de abril de 2014. Frans van der Lugt, jesuita francés, asesinado en Siria a los 75 años de edad.

+ 26 de julio de 2016. Jacques Hamel, sacerdote francés, asesinado durante el atentado de la iglesia de Saint-Étienne-du-Rouvray de la que era párroco auxiliar.

+ 29 de octubre de 2019. Paul McAuley, misionero de los Hermanos de La Salle, activista ambiental, hallado muerto en la comunidad estudiantil intercultural “La Salle”, en Iquitos, Perú.

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        El fragmento del evangelio elegido para este domingo podemos dividirlo en dos bloques: no tener miedo de que te maten y tener valor para confesar a Jesús

No tengáis miedo a hablar ni a morir (Mt 10,26-31)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.

        En el primer bloque llama la atención la triple repetición de “no tengáis miedo”. Aunque esas palabras se usan a menudo en el Antiguo Testamento, no debemos interpretarla como una fórmula hecha, de escaso valor. Los discípulos van a sentir miedo en algunos momentos. Un miedo tan terrible que los impulsará a callar, para evitar que los maten. La forma en que Jesús aborda este tema resulta de una frialdad pasmosa, usando tres argumentos muy distintos: 1) la muerte del cuerpo no tiene importancia alguna, lo importante es la muerte del alma; 2) por consiguiente, no hay que temer a los hombres, sino a Dios; 3) en realidad, a Dios no debéis temerlo porque para él contáis mucho; aunque caigáis por tierra, como los gorriones, él cuidará de vosotros.

Tened valor para confesarme (Mt 10,32.33)

Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo, también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo

       El segundo bloque trata un tema algo distinto: el peligro no consiste ahora en callar sino en negar a Jesús. Cuando a Plinio el Joven, gobernador de Bitinia, le denunciaban a alguno como cristiano, le preguntaba tres veces si lo era, amenazándolo con castigarlo en caso de serlo. Según los momentos y las regiones, el castigo podía ir de la pérdida de los bienes a la cárcel, incluso la muerte. Para animar en ese difícil instante, el argumento que usa Jesús no es el del temor a Dios, sino el de su posible reacción “ante mi Padre del cielo”: me comportaré con él igual que él se porte conmigo. Recuerda la máxima: “La medida que uséis, la usarán con vosotros” (Mt 7,2).

Resumiendo

           En el primer caso, a quien deben temer los apóstoles es a Dios, el único que puede matar el alma. En el segundo, a quien deben temer es a Jesús, que podría negarlos ante el Padre del cielo. A quienes no deben temer es a los hombres.

            Cuando se piensa en los asesinatos de cristianos en Siria, Somalia, Perú, Brasil, y otros países, quienes vivimos en una sociedad con libertad religiosa podemos tener la impresión de que estas palabras son inhumanas, casi crueles. Sin embargo, a los cristianos perseguidos de todos los tiempos les han infundido enorme esperanza y energía para confesar su fe. Han preferido la muerte a renegar de Jesús; han preferido ponerse de su parte, salvar el alma antes que el cuerpo.

Jeremías, apóstol y anti-apóstol (Jeremías 20,10-13)

            La primera lectura sirve de paralelismo y contraste con el evangelio. Jeremías era natural de Anatot, un pueblecito a 4 km de Jerusalén (hoy queda dentro de la ciudad moderna). En un momento de grave crisis política, cuando los babilonios constituían una gran amenaza, el pueblo puso su confianza en el templo del Señor, como si fuera un amuleto mágico que podría salvarlos. Jeremías, en un durísimo discurso, denuncia esa confianza idolátrica en el templo y anima a la conversión y a cambiar de conducta. De lo contrario, el templo quedará en ruinas. Este ataque a lo más sagrado le ganará la crítica y el odio de todos, empezando por sus conciudadanos de Anatot, que traman matarlo.

            La reacción del profeta se ha elegido como ejemplo concreto de las persecuciones que anuncia Jesús a sus discípulos. Pero hay una gran diferencia. El profeta termina pidiendo a Dios que lo vengue de sus enemigos. Jesús nunca sugiere algo parecido a sus discípulos. Al contrario, morirá perdonando a quienes lo matan.

 

Nota final

            Un comentario a todo el discurso de misión puede verse en J. L. Sicre, El evangelio de Mateo. Un drama con final feliz. Verbo Divino, Estella 2019, 194-212.

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25 De Junio. Domingo XII del Tiempo Ordinario. Ciclo A

Domingo, 25 de junio de 2023
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No tengáis miedo a las gentes, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.”

(Mt 10, 26-33)

En este pequeño fragmento del evangelio de Mateo Jesús nos repite hasta en tres ocasiones “no tengáis miedo.” Y he oído decir que la biblia repite esa misma invitación 365 veces. Podríamos decir que la Palabra de Dios tiene una invitación a la confianza para cada día del año.

Dios, que nos conoce muy bien, sabe que el miedo es nuestro peor enemigo. El miedo nos deshumaniza. Nos lleva a cometer las peores traiciones.

Y si el miedo se une al poder el resultado son los grandes tiramos de la historia. También los pequeños. El miedo a perder el poder nos hace ver en las demás personas enemigos a los que hay que eliminar.

Jesús sabe que el miedo, aunque es una reacción humana ante el peligro, puede ser dañino, por eso nos repite: “no temáis.”

Es decir, nos invita a la confianza que también es una realidad humana y que además humaniza.

Pero, ¿cómo vamos a confiar en una época en la que nos inyectan miedo a diario? ¿Es posible confiar en una sociedad dónde la corrupción campa a sus anchas? ¿Cómo vamos a confiar cuando nos han enseñado desde pequeños a no fiarnos de nadie?

A simple vista parece que la confianza no tiene cabida. Pero en definitiva solo cuando la realidad es ambigua y hay riesgo de perder y ser traicionada es cuando puede ejercerse la confianza.

Porque la confianza es un acto de libertad que asume riesgos en busca de una realidad alternativa.

La espiral del miedo solo puede destruirse con confianza, de la misma manera que solo el amor nos salva del odio y la venganza.

Oración

¡Llámanos a la confianza! Tú que nos conoces, Tú que sabes que solo la confianza puede cambiar nuestras relaciones humanas.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

 

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Nadie puede deteriorar tu verdadero ser.

Domingo, 25 de junio de 2023
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paureDOMINGO 12 (A)

Mt 10,26-33

El “no tengáis miedo”, que hoy hemos escuchado una y otra vez en el evangelio, está encuadrado en el contexto de la misión. Jesús acaba de decir a sus seguidores que les perseguirán, les encarcelarán, incluso los matarán. Sin embargo, está claro que la advertencia podemos aplicarla a todas las situaciones de miedo paralizante que podemos encontrar en la vida. No solo porque Jesús dice lo mismo en otros contextos, sino porque así lo insinúan todas las actitudes vitales a las que se tuvo que enfrentar.

Hay un miedo instintivo que es producto de la evolución. Éste es imprescindible para mantener la vida biológica de cualquier ser vivo. Es un logro de la evolución y por lo tanto bueno. Su objeto es defender la vida biológica; ya sea huyendo, sea liberando energía para enfrentarse a la amenaza. Este miedo es natural y sería inútil luchar contra él. Pero el hombre puede ser presa de un miedo aprendido racionalmente, que le impide desplegar sus posibilidades de verdadera humanidad. Éste es el que nos traiciona y nos lleva a desatinos constantes porque nos paraliza y atenaza. Este miedo artificial en lugar de defender, aniquila. Este miedo es contrario a la fe-confianza.

¿Por qué tenemos miedo? Anhelamos lo que no podemos conseguir y surge en nosotros el miedo de no alcanzarlo. No estamos seguros de poder conservar lo que tenemos y surge el temor de perderlo. El miedo racional es la consecuencia de nuestros apegos. Creemos ser lo que no somos y quedamos enganchados a ese falso “yo”. No hemos descubierto lo que realmente somos y por eso nos apegamos a una quimera. Jesús dijo: “La verdad os hará libres”. Los miedos, que no son fruto del instinto, son causados por la ignorancia. Si conociéramos nuestro verdadero ser, no habría lugar para esos miedos.

Si Jesús nos invita a no tener miedo, no es porque nos prometa un camino de rosas. No se trata de confiar en que no me pasará nada desagradable, o que, si algo malo sucede, alguien me sacará las castañas del fuego. Se trata de una seguridad que permanece intacta en medio de las dificultades y limitaciones, sabiendo que los contratiempos no pueden anular lo que de verdad somos. Dios no es la garantía de que todo va a ir bien, sino la seguridad de que Él estará ahí en todo caso. Cuando exigimos a Dios que me libere de mis limitaciones, estoy demostrando que no me gusta lo que Dios hizo.

La confianza no surge de un voluntarismo a toda prueba, sino de un conocimiento cabal de lo que Dios es en nosotros. Aceptar nuestras limitaciones y descubrir nuestra verdadera riqueza es el único camino para llegar a la total confianza. La confianza es la primera consecuencia de salir de uno mismo y descubrir que mi fundamento no está en mí. El hecho de que mi ser no dependa de mí, no es una pérdida, sino una ganancia, porque depende de lo que es mucho más seguro que yo mismo. Mi pasado es Dios, mi futuro es el mismo Dios; mi presente es Dios y no tengo nada que temer.

Hablar de la confianza en Dios, nos obliga a salir de las falsas imágenes de Dios. Confiar en Dios es confiar en nuestro propio ser, en la vida, en lo que somos de verdad. No se trata de confiar en un Ser que está fuera de nosotros y que puede darnos, desde fuera, aquello que nosotros anhelamos. Se trata de descubrir que Dios es el fundamento de mi propio ser y que puedo estar tan seguro de mí mismo como Dios está seguro de sí. Por grande que sea el motivo para temer, siempre será mayor el motivo para confiar. Confiar en Dios no es esperar su intervención desde fuera para que rectifique la creación. Confiar es descubrir que la creación es como tiene que ser y lo que falla es mi percepción.

El miedo es utilizado por todo aquel que pretende someter a otro. No solo es explotado por empresas que se dedican a vendernos toda clase de seguros, si no también por las religiones, que explotan a sus seguidores ofreciéndoles seguridades absolutas, después de haberles infundido un miedo irracional. Creo que todas las religiones han intentado manipular la divinidad para ponerla al servicio de intereses egoístas. El miedo es el instrumento más eficaz para dominar a los demás. Todas las autoridades, civiles y religiosas, lo han utilizado siempre para conseguir el sometimiento de sus súbditos.

En nuestra religión, el miedo ha tenido y sigue teniendo una influencia nefasta. La misma jerarquía ha caído en la trampa de potenciar ese miedo. La causa de que los dirigentes no se atrevan a actualizar doctrinas, ritos y normas morales, es el miedo a perder el control absoluto. La institución se ha dedicado a vender, muy baratas por cierto, seguridades externas de todo tipo, y ahora su misma existencia depende de los que sus adeptos sigan confiando en esas seguridades engañosas que les han vendido. Han atribuido a Dios la misma estrategia que utilizamos los hombres para domesticar a los animales: zanahoria o azúcar y si no funciona, palo, fuego eterno.

Las religiones siguen necesitando un Dios que sea todopoderoso, y que ese poder omnímodo lo ponga al servicio de sus intereses. Pero Dios es nadapoderoso, porque todo su poder ya lo ha desplega­do, mejor dicho, lo está desplegando constantemente, por lo tanto, no puede en un momento determinado actuar con un poder puntual. Por eso mismo, tenemos que confiar totalmente en él, porque nada puede cambiar de su amor y compromiso con los hombres. La causa de Dios es la causa del hombre. No nos engañemos; ponerse de parte de Jesús es ponerse de parte del hombre. Dios no está desde fuera manejando a capricho su creación. Está implicado en ella inextricablemente. Su voluntad es inmutable. No es algo añadido a la creación, sino la misma creación.

Si de verdad me creo que, vistas desde Dios, las criaturas no se distinguen del creador, entonces surgirá en mí un sentimiento de total seguridad, de total confianza en mí, en lo que soy y en lo que yo significo para Dios. Y descubriré lo que Dios significa para mí. Esta experiencia no tiene nada que ver con lo que yo individualmente sea. La confianza no es un regalo para los buenos, sino una necesidad de los que no lo somos. Cuando confiamos porque nos creemos buenos, entramos en una dinámica peligrosísima, porque no confiamos en Dios, sino en nosotros mismos y en nuestras obras. Jesús nos invita a no tener miedo de nada ni de nadie. Ni de las cosas, ni de Dios, ni siquiera de ti mismo. El miedo a no ser suficientemente bueno es la tortura de los más religiosos.

Todos los miedos se resumen en el miedo a la muerte. Si fuésemos capaces de perder el miedo a morir, seríamos capaces de vivir en plenitud. Todo lo que tememos perder con la muerte es lo que teníamos que aprender a abandonar durante la vida. La muerte solo nos arrebata lo que hay en nosotros de contingente, de individual, de terreno, de caduco, de egoísmo. Temer la muerte es temer perder todo eso. Es un contrasentido intentar alcanzar la plenitud y seguir temiendo la muerte. En el evangelio está hoy muy claro. Aunque te quiten la vida, lo que te arrebatan es lo que no es esencial para ti.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Imágenes y realidades.

Domingo, 25 de junio de 2023
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imagesMt 10, 26-33

«En cuanto a vosotros… no temáis»

El texto participa de una vieja mentalidad de Israel, según la cual, las calamidades de la vida son malas (y Dios se las evita a los justos), y los sucesos afortunados son buenos (y Dios se los envía como premio a su justicia). Hoy estamos muy orgullosos de haber superado esta mentalidad, pero seguimos quedándonos a mitad de camino, porque seguimos considerando “bien” lo que nos produce satisfacción o contento, y “mal”, lo que nos provoca dolor o amargura.

La interpretación del bien y del mal que se desprende el evangelio es otra distinta. En el evangelio se identifica el bien con lo que nos ayuda a caminar hacia nuestro destino, y el mal con lo que nos mueve a vivir instalados en este mundo olvidando que esta vida es provisional. Y es que todo el Evangelio está pensado desde la trascendencia; desde la premisa de que la vida va más allá de lo que se ve; de que hay más, y más importante; y que, aquello que se ve, es solamente camino y siembra… para lo que no se ve…

Y éste es un mensaje que puede hacernos reflexionar. Reflexionar para ver hasta qué punto hemos asumido los criterios del mundo y perdido el sentido de transcendencia; hasta qué punto hemos olvidado que el acierto o desacierto de nuestras acciones no pueden estar referidos sólo a esta vida, sino a la vida entera; la de antes y la de después de la muerte; o hasta qué punto desdeñamos las referencias que hace el evangelio a la vida más allá de la muerte porque nos parecen trasnochadas y fuera de lugar en nuestro tiempo.

¿Pero cuál es nuestro destino?… No lo sabemos porque no nos lo han dicho. La imagen del “más allá”, con premios maravillosos para los justos y castigos horribles para los impíos, no se desprende de los textos evangélicos y está perdiendo vigor. Pero si algo abunda en este mundo son imágenes del más allá (todas respetables y todas gratuitas) y, superada la primera, hemos tratado de llenar el vacío echando mano de otras que hunden sus raíces en metafísicas orientales o aristotélicas.

Y esto puede ser positivo si nos ayuda a caminar hacia ese destino, pero tiene un riesgo: confundir lo que es una mera “imagen” fruto de nuestra “imaginación”, con la realidad, y empeñarnos en persuadir a los demás de que nuestra versión de lo que somos y de lo que ocurre tras la muerte es la verdadera y la suya es falsa. Decía Kant que «cualquier proposición metafísica tiene las mismas probabilidades de ser cierta que su contraria», y esto es algo que es bueno no olvidar.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fe Adulta

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Exponernos a la vida.

Domingo, 25 de junio de 2023
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12-to-aMt 10, 26-33

Mt 10, 26-33

Una y otra vez ibas por ahí intentando que entendieran, los primeros tus discípulos, que habían de ahuyentar el miedo de sus vidas. ¿Cuántas veces aparece la palabra miedo en los evangelios? Te preocupaba y te debe seguir preocupando.

Que nadie, por muy importante que parezca o mucho poder que tenga, nos inyecte el miedo en vena. Miremos de frente sin dejarnos intimidar, “porque nada hay encubierto que no llegue a descubriese, ni nada hay escondido que no llegue a saberse”. Pero hemos de tener claro a Quién escuchamos y de Quién nos fiamos.

“Lo que os digo en la oscuridad…” Esa oscuridad de la que nos hablas no es vacío denso y tenebroso de perdida de sentido, de límites comprimidos y asfixiantes. La oscuridad a la que te refieres es estancia sosegada, espacio para la escucha atenta. ¿Cómo si no vas a enviarnos a proclamar el mensaje “a la luz del día”? Y cuando el oído escuche el susurro de tu palabra, un grito será “propagado desde la azotea” sin que nadie pueda enmudecerlo.

Adviertes del peligro, “temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la ‘gehenna’, así se dice ahora, antes nos decían ‘infierno’, ese sórdido lugar de castigo eterno. Se diga como se diga, lo que está claro es que empieza aquí y ahora. Sólo hay que abrir los ojos y ver los efectos del Mal en el mundo.

¡Menos mal que seguiste hablando y seguramente con mirada compasiva y sonriente a los que te escuchaban!: “¿No se venden un par de gorriones por un céntimo?  Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados”. Nos dices que nuestro Padre está profundamente atento, pendiente de nuestra vida, con los errores, los desvíos, las incongruencias, la estupidez, los arrepentimientos, las alegrías, los abrazos, los buenos propósitos y las ilusiones.

Como broche de oro, a la tercera: “No tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones”. ¿Será por eso que nos envías a dar testimonio de Ti de forma tan seria?

Decía Sergio Delmar *, misionero del Espíritu Santo: “A lo mejor lo que realmente necesitamos en esta vida es exponernos a la vida sin miedo” (…) “que tengáis el valor, la disposición y la transparencia de espíritu para que os pongáis al sol y a la vida, sin paranoias y sin miedo”. Amén.

Mari Paz López Santos

FEADULTA, Domingo 25 junio 2023

(*) Del libro EL SONIDO DE LA LUZ, Sergio Delmar Junco, págs. 198 y 199

Fuente Fe Adulta

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Ni libres ni marionetas.

Domingo, 25 de junio de 2023
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2AE750E6-06B1-4026-AFA8-3D64B26ACBFCDomingo XII del Tiempo Ordinario

25 junio 2023

Mt 10, 26-33

Al releer las rotundas palabras de Jesús –“ni un solo [gorrión] cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre”-, me ha venido a la memoria Ramana Maharshi y sus no menos contundentes expresiones: “El hombre cree ser el que hace, pero esto es un error. Es el poder supremo el que hace todo, y el ser humano es tan solo una herramienta. Si acepta esa posición, está libre de problemas”.

Ambos sabios, desde tradiciones bien diferentes, hacen una afirmación tan contraintuitiva que despierta habitualmente resistencias e incluso rechazo: ¿Acaso no tenemos todos una percepción inmediata y autoevidente de ser libres y, aun con límites, llevar el control de nuestra existencia?

Lo que sucede es que la percepción subjetiva de algo no avala que sea real. Por eso es bueno no asumirla de manera acrítica, sino avanzar en un trabajo de indagación que nos abra a la verdad.

Tal indagación pasa por preguntarse qué es lo realmente real. Es claro que solo puede serlo aquello que permanece estable en medio de todo lo que cambia. Eso que permanece -que no muta- es el único sujeto real; todo lo demás son objetos, formas que cambian constantemente. Llamamos “objeto” a aquello que puede ser observado y “sujeto” a aquello que observa y es consciente.

Pues bien, todo lo que podemos observar en nosotros es un objeto: nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro psiquismo, nuestro yo (o persona). Por tanto, nada de eso es realmente real. Y el único sujeto es Eso que es consciente, “Eso que no tiene nombre” -como diría José Saramago- y al que, sin embargo, apuntan tantos nombres, como el de “Padre” -en el caso de Jesús- o “Poder supremo” -en palabras de Ramana-, Vida, Totalidad, Consciencia…

En el plano de las formas, funcionamos como si fuéramos libres, creyendo que todo depende de nuestras decisiones. Y así es como puede desplegarse nuestro mundo. Pero visto desde el plano profundo, todo es una representación que brota de ese Fondo -lo único realmente real-, del que depende en todo momento. Por lo que puede decirse que, hablando con rigor, no existe el libre albedrío, pero que, sin embargo, nuestra identidad profunda es libertad. O dicho de otro modo: la libertad no es una cualidad del (ilusorio) yo, sino una realidad transpersonal que es una con todo lo que es. Por ese motivo, como ha escrito con acierto José Díez Faixat, «la presunta libertad del yo individual es, paradójicamente, su esclavitud, ya que es precisamente la creencia de ser una entidad personal lo que impide reconocer al Sí mismo real, eternamente libre. Nadie que crea ser alguien puede descubrir esa libertad originaria».

La analogía del sueño resulta iluminadora. Mientras estamos dormidos, asumimos el contenido de los sueños como absolutamente reales. Sin embargo, al despertar, todo aquello se desvanece. El único sujeto realmente real es la mente de la persona que elabora todos los contenidos del sueño. Los personajes del sueño creen que hacen y llevan el control, pero todo es obra de la mente. De la misma manera, creemos ser libres, pero todo es obra del “poder supremo”. Ahora bien, esa realidad, cualquiera que sea el nombre que se le dé, no es algo separado -tal como las religiones teístas han imaginado y hablado de “Dios”-, sino que constituye el Fondo último y único de todo lo real, nosotros incluidos. Ese Fondo es nuestro fondo, como diría el Maestro Eckhart, en el siglo XIII, el Fondo que no muta y que se halla siempre a salvo. Por eso, tenía toda la razón Jesús cuando invitaba a no tener miedo y a vivir en confianza.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No tengáis miedo. El fundamento de la religión es el miedo. El cristianismo llena la vida de paz

Domingo, 25 de junio de 2023
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claveDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

 01.- El miedo.

Cuatro veces aparece hoy en el evangelio la situación de miedo, “no tengáis miedo”. Es una llamada frecuente de Jesús: “no perdáis la calma, no temáis”…

El diccionario de la Real Academia dice que el miedo es la perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.

El miedo es un sentimiento negativo -¿una emoción?- ante un peligro real o supuesto, presente o futuro.

También podemos pensar que el miedo es un mecanismo de defensa, un instinto de auto-conservación por el que tendemos a auto-protegernos de la enfermedad, de una agresión, de diversos peligros…

El miedo nos puede embargar ante la decrepitud de las fuerzas, de las capacidades. Por otra parte, ¿Quién está libre de un infarto, de un ictus, de un cáncer, de un Alzheimer? Miedo finalmente de la muerte.

La angustia es una variante más difusa e inconcreta del miedo, que genera una gran ansiedad en la vida.

Cuando sentimos miedo nos replegamos, a veces buscamos salida, a veces huimos.

El miedo nos bloquea, nos deja paralizados. Nos quedamos en nuestros “cuarteles de invierno por la que pueda venir”.

Creo yo que todos hemos sentido miedo o angustia –o las dos- ante un problema, una situación, ante una enfermedad, ante la muerte.

En estas cuestiones tienen mucho que decir la psicología, tal vez la medicina, pero también –y sobre todo- tienen mucho que decir y hacer la bondad, la cercanía, la familiaridad, la empatía y la confianza.

El miedo y la angustia son problemas que encuentran un buen tratamiento en la confianza, la amistad, la fe.

02.- El miedo en el Nuevo Testamento.

    El miedo aparece con frecuencia en el NT.

  • El lago, el mar es sitio de peligro y la barca (la Iglesia naciente) atravesó como pudo diversas tormentas en las que los creyentes sintieron miedo y angustia. Pedro sintió miedo en el mar y se hundía. (Mt 14,26ss). ¿Y quién no siente miedo en las travesías de la vida?
  • Cuando la misericordia y el amor de Dios se están haciendo presentes en la Iglesia con el papa Francisco, sentimos un cierto alivio.

03.- Algunas personas e instituciones infunden miedo.

Los padres del ciego del Templo no se atrevían a hablar por miedo a los judíos del Templo (Jn 19,38). Las instituciones eclesiásticas y algunos de sus representantes con sus modos de actuar han infundido e infunden miedo y desesperanza.

Sin embargo, cuando Cristo está presente en la vida de la comunidad y de los creyentes, se hace la calma (Mt 8,26).

Jesús infunde calma y serenidad.

También hemos vivido miedos más profundos y traidores: miedos y angustias de tipo moral-religioso. ¡Cuánto daño y angustia ha infundido la culpabilidad moral que nos han transmitido!

Todavía en una parroquia cercana a nosotros en el rezo de cada misterio del rosario se pide para que el Señor nos libre “de las penas del fuego del infierno”.

El fundamento de la religión es el miedo”. La religión infunde miedo, el cristianismo llena la vida de paz.

04.- Jesús llena la vida de paz: no tengáis miedo. Vivid en paz.

    Jesús seguro que sintió miedo en su vida. Era hombre y en muchos momentos “le venían mal dadas”: de hecho lo buscaron para despeñarlo por un barranco. Jesús fue audaz y valiente, pero sSeguro que Jesús sintió miedo ante los fariseos (la ley del pueblo), ante Herodes, ante los sacerdotes del Templo (la banca), Jesús sintió miedo ante la cruz: la víspera de su muerte sudó sangre en el huerto de los Olivos y en la cruz se sintió abandonado. Muchas realidades le tuvieron que infundir miedo en su vida.

    Sin embargo, Jesús fue un hombre de calma y de paz. No perdáis la calma, confiad (Jn 14,1-12). La paz os dejo, mi paz os doy. No se turbe vuestro corazón, no tengáis miedo. (Jn 10,27). no temas, pequeño rebaño (Lc 12).

Para un creyente vivir sin miedo es confiar en Dios, vivir en la paz de Dios: descansar toda nuestra existencia en manos de Dios. Hay una expresión popular que recoge bien este sentimiento: “que sea lo que Dios quiera”.

    Una enfermedad incierta, puede ser fuente de gran preocupación y miedo. Un superior, un jefe, un político o un obispo despótico pueden hacer –hacen- daño, pero mi vida no descasa en ellos, solamente en Dios descansa mi vida  (salmo 61) y ahí encuentro la paz.

    El salmo 117 es muy enérgico a este respecto:

Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes.

    Estas cosas son más para pensarlas y vivirlas en nuestro interior, que para decirlas.

    ¿No habéis sentido una gran paz en vuestro interior, en vuestra conciencia más íntima cuando ponemos en manos del Señor nuestros miedos, angustias, nuestro pecado, nuestras miserias?

Nos pase lo que nos pase que no nos pase sin el Señor.

La fortaleza del creyente es la confianza en Dios.

    El Señor nos dejó su paz, la paz os dejo, mi paz os doy. No temamos, comuniquemos paz.

No temas, pequeño rebaño. Dios Padre nos lleva al Reino

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