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Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.

Domingo, 18 de junio de 2023
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1950784

No te he negado

Por causa de Tú causa me destrozo
como un navío, viejo de aventura,
pero arbolando ya el joven gozo
de quien corona fiel la singladura.

Fiel, fiel…, es un decir. El tiempo dura
y el puerto todavía es un esbozo
entre las brumas de esta Edad oscura
que anega el mar en sangre y en sollozo.

Siempre esperé Tú paz. No Te he negado,
aunque negué el amor de muchos modos
y zozobré teniéndote a mi lado.

No pagaré mis deudas; no me cobres.
Si no he sabido hallarte siempre en todos,
nunca dejé de amarte en los más pobres.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end.

 

En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.

Entonces dijo a sus discípulos:

«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.»

Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.

Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judás Iscariote, el que lo entregó.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:

«No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.»

*

Mateo (9,36–10,8

***

Quien posee tu Espíritu irá. Nos imaginamos que para ir hacen falta calles, paradas y paisajes que cambien. Mas tu camino no va por ahí. Es la vida, sencillamente. La vida que corre y en la que nos movemos si hemos levantado anclas […]. <<Id…>>, repite abundantemente el evangelio. Para estar contigo en la misma senda hace falta andar, aun cuando la pereza nos empuje a pararnos. Nos has elegido para mantener un equilibrio extrańo. Un equilibrio que no puede establecerse ni mantenerse si no es en movilidad, en ejercicio. Un poco como una bicicleta sin cruceta, que no rueda; una bicicleta que queda abandonada contra un muro hasta que alguien la ensambla y la hace rodar velozmente por la calle. Nuestra condición es de una inseguridad vertiginosa, universal. En cuanto que somos conscientes, nuestra vida se hace oscilante y huidiza. No podemos estar erguidos, a no ser para caminar y zambullirnos de un salto en la caridad. Comienza otro día. Jesús quiere vivirlo conmigo. El no se ha retirado. Camina entre los hombres de hoy. Jesús, por todas partes, no ha dejado de ser enviado. No podemos eximirnos de ser en cada instante, los enviados de Dios en el mundo. Jesús, por medio de nosotros, no deja de ser enviado, durante este día que empieza, a toda la humanidad, de nuestro tiempo, de cualquier tiempo, de mi ciudad y del mundo. A través de los hermanos mas próximos, él nos hará servir; amar, salvar; las ondas de su caridad llegarán hasta el final del mundo, llegaran hasta el final de los tiempos.

*

Madeleine Delbrél,
El pequeño monje. Un cuaderno espiritual,

Turin i99o, 73.7787.88).

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

“Introducir vida en la sociedad actual”. 11 Tiempo ordinario – A (Mateo 9,36–10,8)

Domingo, 18 de junio de 2023
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31_TO-11_A_1698197El reino de Dios no es solo una salvación que comienza después de la muerte. Es una irrupción de gracia y de vida ya en nuestra existencia actual. Más aún. El signo más claro de que el reino está cerca es precisamente esta corriente de vida que comienza a abrirse paso en la tierra. «Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios». Hoy más que nunca deberíamos escuchar los creyentes la invitación de Jesús a poner nueva vida en la sociedad.

Se está abriendo un abismo inquietante entre el progreso técnico y nuestro desarrollo espiritual. Se diría que el hombre no tiene fuerza espiritual para animar y dar sentido a su incesante progreso. Los resultados son palpables. A bastantes se les ve empobrecidos por su dinero y por las cosas que creen poseer. El cansancio de la vida y el aburrimiento se apoderan de muchos. La «contaminación interior» está ensuciando lo mejor de no pocas personas. Hay hombres y mujeres que viven perdidos, sin poder encontrar un sentido a su vida. Hay personas que viven corriendo, sumergidas en una nerviosa e intensa actividad, vaciándose por dentro, sin saber exactamente lo que quieren.

¿No estamos de nuevo ante hombres y mujeres «enfermos» que necesitan ser curados, «muertos» que necesitan resurrección, «poseídos» que esperan ser liberados de tantos demonios que les impiden vivir como seres humanos? Hay personas que, en el fondo, quieren volver a vivir. Quieren curarse y resucitar. Volver a reír y disfrutar de la vida, enfrentarse a cada día con alegría.

Y solo hay un camino: aprender a amar. Y aprender de nuevo cosas que exige el amor y que no están muy de moda: sencillez, acogida, amistad, solidaridad, atención gratuita al otro, fidelidad… Entre nosotros sigue faltando amor. Alguien lo tiene que despertar. A los hombres de hoy no los va a salvar ni el confort ni la electrónica, sino el amor. Si en nosotros hay capacidad de amar, la tenemos que contagiar. Se nos ha dado gratis y gratis lo tenemos que regalar de muchas maneras a quienes encontremos en nuestro camino.

José Antonio Pagola

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“Llamando a sus doce discípulos, los envió”. Domingo 18 de junio de 2023. 11º del Tiempo Ordinario.

Domingo, 18 de junio de 2023
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11-OrdinarioA3Koinonia:

Éxodo 19,2-6a: Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.
Salmo responsorial: 99: Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Romanos 5,6-11: Si fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón seremos salvados por su vida!
Mateo 9,36-10,8: Llamando a sus doce discípulos, los envió

COMENTARIO A LOS TEXTOS:

Comentamos los textos de este domingo. Aun sin aparente conexión entre ellos, podemos vertebrarlos en torno al concepto de la Alianza.

 Éxodo 19, 2-6a: Seréis para mí mi propiedad personal entre todos los pueblos.

El capítulo 19 del libro del éxodo da comienzo a lo relativo a la Alianza de Dios con su pueblo. Bien sabemos que «la Alianza» es uno de los temas capitales del Antiguo Testamento, de la religión judeo-israelita. Dios -el único Dios existente- ha establecido una alianza con este pueblo étnico, y sólo con él. Ello pone a Israel-Judá en una situación absolutamente única en el Universo: no hay siquiera un solo pueblo en el mundo que goce de ese estatuto y ese privilegio: ser el único pueblo que conoce al único Dios, y haber sido escogido por Él para pactar una Alianza mutua, salvadora en primer lugar para el propio pueblo, y salvadora para todos los pueblos, que serán llamados a venir a adorar a Dios al Monte Sión.

Aunque esta fe cayó como anillo al dedo al pueblo de Israel (no al «pasar» por el monte del Sinaí, sino cuando se redactó esta tradición, ocho siglos más tarde, ya bien avanzada la historia de Israel), y aunque como cristianos (que hemos seguido gustosa y convencidamente enclaustrados en la caja bíblica) también no ha hecho sentirnos orgullosamente pertenecientes a una religión que nos colocaba en un puesto tan privilegiado –el más privilegiado de toda la humanidad, habida y por haber–, hoy resulta obviamente desproporcionada en su formulación. En aquella época de un conocimiento de estrechísimos alcances (tanto históricos, cuanto geográficos como culturales), no les chirriaba, no dejaba de parecerles plausibles que a ellos, precisamente a ellos, su religión los pusiera en la cima religiosa de la Humanidad. Ellos eran el único pueblo de Dios, escogidos por el único Dios (todos los demás dioses eran «obra de manos humanas»).

Con la concepción mítica y mágica tradicional de la revelación, quien todavía la conserve es probable que siga manteniendo aquellos gratificantes sentimientos de autoestima que su religión otorgaba a los israelitas, y después a los cristianos -magnificados y elevados de dimensión los privilegios de éstos-. Para un cristianismo renovado –simplemente puesto a la altura del conocimiento de los tiempos actuales– se ha hecho necesario «repensar» esa Alianza del libro del Éxodo, y tantas consecuencias teológicas que allí echaban sus raíces: superación del exclusivismo, aceptación del pluralismo, replanteamiento del significado universal de Israel, repensamiento de los títulos cristológicos, etc.

 Rom 5,6-11: Se hizo fuerte en la fe, dando con ello gloria a Dios

Para Pablo, la Alianza veterotestamentaria se renovó y subió a un nivel muy superior en Jesús. Pablo interpreta su muerte como un sacrificio transcendental que aplacó la «ira de dios», y el castigo que esperaba a la Humanidad entera, y esa muerte fue «la nueva alianza en su sangre». Es decir: estamos en la misma visión de la Alianza veterotestamentaria, aunque proyectado a un plano muy superior. Los privilegios aquellos no sólo se mantienen, sino que se magnifican y se fortalecen.

 Mateo 9,36–10.8: Llamando a sus doce discípulos, los envió.

El fragmento de Mateo que leemos, pareciera estar ajeno a lo que dicen las otras dos lecturas. Jesús apenas habla de la Alianza: no es su tema. Ni se refiere a todos aquellos privilegios. Aunque sí le preocupa el estado del pueblo. Los siente como «ovejas sin pastor», extenuados, abandonados… y por eso envía a «los doce», de alguna manera representantes del Pueblo de la Alianza a través de sus doce tribus. Diríamos que Mateo nos da, de parte de Jesús una nueva visión más humilde, sin privilegios, de una misión apostólica, sobre todo de servicio, de atención a la gente, sin poner el acento en trasladarles una interpretación del estatuto religioso del pueblo de Israel.

¿Cómo entender, acoger, repensar y «pasar» a otros el tema de la Alianza? ¿Qué sentido puede tener hoy?

*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy
(11 de junio de 1978)

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18.6.23 (Mt 9,36-10, 8). ¿Ovejas sin pastor, pastores sin ovejas? (Dom 11 T0). Un revuelto histórico

Domingo, 18 de junio de 2023
Comentarios desactivados en 18.6.23 (Mt 9,36-10, 8). ¿Ovejas sin pastor, pastores sin ovejas? (Dom 11 T0). Un revuelto histórico

pastor-tareaDel blog de Xabier Pikaza:

— ¿Las ovejas han dejado a los pastores y se han ido (perdido), y andamos así errantes, confundidos, aplastados, extenuados, sin rumbo? ¿O nosotros, presuntos pastores, hemos dispersado a las ovejas, las hemos perdido y así  van extenuadas, sin rumbo?

Posiblemente hay en la Iglesia un complejo de pastores “sin olor a oveja” y de  ovejas que dicen que se han encontrado a sí mismas al perder de vista a los pastores de turno…

Sea como fuere parece haber  un divorcio en el que no es fácil discernir las responsabilidades. Habrá visto el lector que he colocado en las dos partes, entre los pastores y las ovejas, pues no fácil distinguir dónde está cada uno. Todos somos pastores, todos somos ovejas.

Pero ¿es verdad que las ovejas andan perdidas…? Algunos piensan que por vez primera en la historia las ovejas se han independidzado y están así mejor, sin pastores… aunque con riesgos.

Hay diversos tipos de pastores: Políticos y eclesiásticos, electrónicos… Con perro y sin perro. Con mitra y sin mitra. Y hay tambièn varios tipos de ovejas… y muchos no quieren ser ovejas, sino seres humanos, amigos (Jn 15, 15).

Seguiré hablando del tema. Hoy  me limito a tomar algunas ideas de mi comentario de Mateo sobre este evangelio.Es un evangelio para leer, para comentar… y quizá para recrear. algunas cosas

Leer el texto… Pensadlo. 

Posiblemente, este año 2023 no es tiempo de hablar de una iglesia de ovejas… ni de pastores al estilo antiguo… No quiero pastores con olor de oveja, ni con complejo de pastoreo Ni de “pastoral”, ni de “pastoril”, como sabe ya el Sal 23.

Pero es bueno empezar desde el principio, y para eso nos ayuda este evantelio de Mateo. Buen domingo a todos.

¿Tendremos que cambiar de lenguaje y de actitudes ? ¿Cambiar el mismo lenguaje de Jesús, el de la iglesia de hoy? ¿Dejar de ser ovejas? ¿Dejar de hacerse pastores? Sea como fuere, existe un largo, profundo divorcio entre pastores y “ovejas”… y no se ve solución fácil.

De todas formas,  el evangelio de este domingo puede ayudarnos a plantear el tema, que no es sólo ni ante todo el de  las mujeres sacerdotes (tema que debería estar resuelto positiva), sino el del tipo y función de los pastores “eangélico” que son (somos) al mismo tiempo ovejas: Hermanos, amigos, compañeros, mujeres, niños, varones…

Resulta curioso que los protestantes llamen a sus ministros “pastores”, mientras que los católicos tendemos a llamarles “sacerdotes y/o padres”. Pero no quiero seguir en ese plano, sino comentar sencillamante el texto de Mateo, que es importante, pero no en el único ni definitivo sobre el tema”. Su “amigo” Pabl le habría corregido… Pero vengamos a Mateo. Habrá otros días para otras cosas…

Texto. Mt 9,36-10,8. Ovejas sin pastor, discurso de envío. 

En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.

Entoces dijo a sus discípulos: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.” Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.

Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.”

Nuevo impulso, el principio misericordia (9, 36-37).

 Era más fácil dejar las cosas como estaban, re-formar lo que había, desde sus principios anteriores, con ciertos ajustes legales, como quería el rabinismo. Era más difícil re-fundar el judaísmo en un plano universal, pasando así de la enseñanza al kerigma y del kerigma a la sanación, pues ello implicaba un cambio fuerte, de manera que para conservar lo anterior había que re-crearlo, desde las raíces del mensaje judío, como expresión radical del amor misericordioso de Dios que se abre a todos los hombres, reinventando de esa forma su auténtico camino.

9 36 Y viendo a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban oprimidos y aplastados como ovejas que no tienen pastor. 37 Entonces dijo a sus discípulos: La tarea de la siega es mucha y los obreros pocos. 38 Rogad, pues, al Dueño de la mies (=siega final) que envíe obreros a su siega [1].

  Este pasaje consta de dos partes.

(a) 9, 36 está tomada de Mc 5, 34 con algunos añadidos, que destacan la compasión fundante de Jesús, entendida como principio de su misión mesiánica, que empezará en Mt 10;

(b) 9, 37-38) proviene de la tradición misionera del Q (Lc 10, 2). Ambas partes unidas son la introducción al discurso misionero que sigue (Mt 10) y a todo el resto del evangelio.

‒ Oprimidos y aplastados como ovejas que no tienen pastor 9, 36).

Esta palabra (que Mateo ha recibido de Mc 6, 34) retoma una imagen de Num 27, 17, donde Moisés, a quien Dios ha anunciado su muerte, le pide que nombre tras él un buen pastos, para que los israelitas no queden indefensos, no sean aplastados. Más tarde, esa palabra (como ovejas sin pastor) ha venido a convertirse en elemento clave de la tradición escatológica de Israel que aparece una y otra vez como pueblo disperso, humillado, sometido (cf. Ez 34, 8; Zac 10, 2 y el Apocalipsis de las Semanas de 1 Henoc 83-90). Mc 6, 34 cita esta sentencia en el contexto de la muchedumbre que sigue a Jesús carente palabra ni comida (introducción al relato de la multiplicación de los panes). Mateo la sitúa aquí en la apertura de la gran misión, cuando Jesús descubre de un modo personal la miseria del pueblo, sin guías ni pastores, a merced de todos los engaños y peligros, mentiras y opresiones.

Ésta no es una sentencia espiritualista, de tipo exclusivamente religioso (en el sentido moderno del término), sino una palabra de tipo “social”. Lo que Jesús descubre y lo que ponen de relieve Marcos y Mateo, cada uno en su contexto, es la opresión “integral” de las muchedumbres (no de unas pequeñas élites de privilegiados. No estamos ante una miseria individual (por culpa de algunos hombres aislados), sino ante una miseria y opresión social, producida no sólo por falta de pastores, sino por la existencia de pastores pervertidos, que oprimen al pueblo. Ésta es, por tanto, una experiencia de protesta económica y política, que Jesús asume, compartiendo el lamento de la gente que viene a su encuentro, lo mismo que Moisés al comienzo de su misión, cuando descubre que Dios siente/comparte el dolor de su pueblo oprimido en Egipto (Ex 2, 23-25; 3, 7-10). Ésta es la experiencia desencadenante del evangelio [2].

Sintió compasión)  Mateo retoma la palabra clave de Mc 6,34 (evsplagcni,sqh), tomada del lenguaje teológico del Antiguo Testamento, donde Dios aparece como aquel que se apiada de su pueblo, no sólo en los textos antes citados (Ex 2, 23-25; 3, 7-10), sino en el pasaje de la revelación suprema, tras la ruptura del primer pacto, cuando Dios se presenta a Moisés pronunciado las palabras centrales de la teología bíblica (¡Dios clemente y misericordioso, rico en piedad…!: Ex 34, 6-7).

 Aquí aparece el Dios que tiene “entrañas de misericordia” (spla,gcna evle,ouj), y se compadece de los hombres, como ha destacado Lucas en el canto del Benedictus (Lc 1, 78). Pues bien, Mateo presenta así a Jesús como portador de esa misericordia de Dios, y de esa forma le mostrará también en 15, 32 compadeciéndose del pueblo hambriento que le sigue, lo mismo que de la muchedumbre necesitada (Mt 14, 14) o del ciego que le pide curación (cf. Mt 20, 34). Esta experiencia de Jesús, que siente compasión por el pueblo doliente al que encuentra arrojado y oprimido constituye el punto de partida de su acción mesiánica, y la raíz de su mensaje, como expresión de la misericordia de Dios que se revela a través de su evangelio [3].

 ‒ Porque estaban oprimidos y aplastados (evskulme,noi kai. evrrimme,noi), como ovejas sin pastor (9, 36). Estas palabras, que no aparecen en Marcos, indican el carácter “social” del pecado, es decir, de la situación de los hombres y mujeres de quienes Jesús se compadecer, como enviado de Dios. Todo este pasaje nos sitúa ante un nuevo camino de éxodo, y los oprimidos no son ya los hebreos cautivos de Egipto (Ex 2, 23-25), sino las muchedumbres de Galilea (en tiempo de Jesús), o del entorno de Antioquía (en tiempo del evangelista Mateo).

No se trata, pues, de una situación de miseria intimista (de pecado puramente privado), sino de injusticia social, que proviene de la falta de pastores verdaderos. Hombres y mujeres se encuentran vejados (evskulme,noi), es decir, maltratados, y en sentido general oprimidos. Se dice además que ellos se encuentran arrojados con violencia, pisados en el suelo, aplastados. Esta es la situación de los hombres y mujeres que Jesús descubre en su camino: No son sólo ignorantes religiosos, a los que debe enseñar (¡cosa también cierta!), sino oprimidos sociales a quienes se debe liberar, para que puedan recuperar su dignidad humana.

‒ La tarea de la siega es mucha, los obreros pocos… (9, 37). En el origen de la misión de Jesús se encuentra por tanto el descubrimiento de la miseria social de las multitudes, no sólo en el contexto galileo de su tiempo, sino en el entorno de la comunidad de Mateo. No se trata, pues, de un tema “sacral”, en el sentido de falta de pureza sagrada, un problema que podría resolverse cumpliendo mejor los ritos religiosos del buen pueblo, sino de un problema social en el sentido fuerte de ese término. La solución no es por tanto ser mejores israelitas (cumpliendo unos ritos nacionales, que separen a los judíos de los otros pueblos), sino vivir en libertad y dignidad, de manera que unos hombres no se encuentren vejados y arrojados (aplastados) por otros.

 Desde aquí se entiende esta sentencia final, tomada del Q (cf. Lc 10, 2), en la que Jesús dice a sus discípulos “la mies (=la tarea de la siega de Dios) es mucha, los obreros pocos”; pedid, pues, al dueño de la mies…

Esa palabra nos lleva de la imagen del cuidado por el rebaño (¡sintió piedad porque eran como ovejas sin pastor…!), a la gran tarea escatológica de “recoger” la mies ya madura, pues ha llegado el verano (qerismo,j, de qeri,zw), que evoca la siega, con todo lo que eso implica de segar y cosechar el grano (cf. Jn 4, 35). Este pasaje nos sitúa en el contexto de la primera gran llamada de 4, 18-22, donde Jesús convoca a los cuatro primeros pescadores para la pesca final. Aquí dice a los suyos que “pidan a Dios”, para que envíe obreros para la gran siega, ya preparada.

‒ Pedid, pues, al Dueño de la mies (siega final) que envíe obreros… . Este motivo nos sitúa ante la siega final, evocada en Ap 14,15, con tonos urgentes, de recolección final. En ese contexto de revelación y cumplimiento de la gran cosecha, que aparecía también en el mensaje del Bautista (Mt 3, 7-10) ha introducido el Q (cf. Lc 8, 2) la tarea de los “obreros de Dios” (evrga,taj, hacedores). Aquí no es ya Jesús el que envía, como hará en 10, 5 (cuando manda a los doce, para la misión de Israel) y en 28, 16-20 (cuando envía a los once al mundo entero), sino que es el mismo Dios el que ha de enviar a sus obreros para realizar la obra final.

Jesús puede llamar y enviar, en nombre de Dios, como ha hecho en 4, 18-22 y como hará en 10, 5 y 28,16-20: pero en el fondo la misión definitiva es de Dios, que quiere preparar y suscitar trabajadores para su viña. Ese envío forma parte de un misterio de gracia ante el que los hombres pueden y deben preparase en forma de oración.

Rogad a Dios (, pedid con mucha fuerza, en la línea de la oración fundamental (pedid y se os dará: 7, 7) y del Padrenuestro (venga tu reino: 6, 10). Dios mismo es quien envía (quien hace a los hombres cooperadores de su obra…), pero son los hombres y mujeres los que deben disponerse y prepararse para ser enviados [4].

Ciertamente, Jesús puede proponer y enviar él mismo (como veremos en Mt 10), pero, en el fondo, tanto su obra como la obra de sus discípulos está en las manos de Dios, quien aparece como dueño/señor de la siega (kurioj tou/ qerismou/), es decir, de la mies o cosecha de la historia. Juan Bautista (3, 7-10) presentaba esa cosecha de manera más amenazadora (cortar los árboles sin frutos), como acción que parecía exclusiva de Dios. Por el contrario, Jesús la presenta como algo que no es solamente propio de Dios, pues en ella han de colaborar los hombres (operarios, evrga,taj), iniciando así con ellos un camino de Reino [5].

 ‒ Una obra de hombres, no de ángeles. La novedad de esta oración (¡pedid al Dueño de la mies…! 9, 38) está en el hecho de que los trabajadores que Dios ha de enviar son hombres y/o mujeres, no ángeles de Dios, como supone en un contexto semejante la interpretación de la parábola del trigo y la cizaña (13, 36-43), donde Jesús dice taxativamente que los obreros (evrga,taj) del Reino son los ángeles apocalípticos de Dios: La siega de la mies (el qerismo.j de 13, 39) es la culminación del cosmos (sunte,leia aivw/noj), y los trabajadores finales, que ahora se llaman “segadores de la mies” (qeristai.), son los ángeles de alto, como si se tratara de una obra “superior” (de otro plano), donde los hombres y mujeres en concreto no son protagonistas, sino que están en manos de los poderes angélico-diabólicos, en medio de la gran lucha, entre principios angélicos y destructores, una batalla en otra dimensión, con los hombres como dependientes, manejados desde fuea en una especie de teatro cósmico/sacral de espíritus).

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Compasivo hasta la muerte. Domingo 11 del Tiempo Ordinario. Ciclo A

Domingo, 18 de junio de 2023
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Jesús-y-sus-discípulos-Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Después del Tiempo de Pascua y las fiestas posteriores, continuamos leyendo el evangelio de Mateo, típico de este ciclo A. Jesús ha tenido un gran discurso en el monte y ha realizado luego diez milagros, demostrando su poder con la palabra y con la acción. Pero hará falta que otros continúen su labor.

Jesús, compasivo en la acción (Mateo 9,36-10,8),

En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos:

«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».

Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.

Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:

«No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis».

Introducción

Cuando Mateo leyó por vez primera el evangelio de Marcos, hubo una frase que le impresionó: «Vio [Jesús] a mucha gente, y se conmovió por ellos, porque estaban como ovejas sin pastor» (Mc 6,34). Esa compasión lo impulsa a enseñarles y a alimentarlos multiplicando los panes y los peces.

Mateo piensa darle un sentido nuevo a esas palabras. La compasión de Jesús no le llevará a resolver el problema puntual y concreto de la gente que lo ha seguido ese día, sino a plantearse el problema presente y futuro de todas las multitudes. Y subraya su desgracia con el simple añadido de dos adjetivos: estaban «extenuados y abandonados».

Mateo abandona la metáfora del rebaño y habla de la mies y los segadores. A la visión del pueblo sin pastor corresponde la de la mies sin segadores. Esto no lleva a la acción inmediata, sino a la oración para que el Señor de la mies envíe obreros a su mies. Y ese «señor de la mies» no es Dios Padre, sino el mismo Jesús, que envía enseguida a sus discípulos.

Los Doce y su poder

Hasta ahora solo se ha contado la vocación de cinco discípulos: Simón, Andrés, Santiago y Juan, al comienzo (4,18-22) y luego la de Mateo (9,9). De repente, se habla de doce. ¿Cuándo llamó a los otro siete? Es imposible completar con datos de otros evangelios. El de Juan se limita a cinco: Andrés, ¿Juan?, Pedro, Felipe, Natanael (Jn 1,35-51).

La composición del grupo no puede ser más heterogénea: cuatro pescadores, un recaudador de impuestos, un mercader (o un celoso tendente al fanatismo) y uno nada de fiar, que terminará traicionándolo. Con esos individuos, y otros cuantos de los que no sabemos nada, pretende Jesús extender la buena noticia del reino de Dios. ¿Lo conseguirá, o está loco?

El número doce recuerda a los doce hijos de Jacob y las doce tribus de Israel: es una forma de indicar que va a comenzar un nuevo pueblo de Dios. Se ha discutido si el número de doce es original de Jesús o creación de la comunidad cristiana. El testimonio más antiguo, el de Pablo, ya cita este número como algo conocido e importante: Jesús «se apareció a Cefas y después a los Doce» (1 Cor 15,5). A finales del siglo I, el Apocalipsis sigue hablando de «las doce piedras que llevan los nombres de los doce apóstoles del cordero» (Ap 21,14). Sin embargo, el libro de los Hechos nos desconcierta un poco: al principio lo considera tan importante que, después de la traición de Judas, hay que restaurarlo con la elección de un sustituto: Matías (Hch 1,15-26). Pero cuando el rey Herodes manda degollar a Santiago, el hermano de Juan, no se habla de sustituirlo para recuperar el número de doce. Tenemos la impresión de que el número tuvo un valor real al comienzo, en tiempos de Jesús, y más tarde se convirtió en algo puramente simbólico.

Antes de dar sus nombres, Mateo indica que Jesús les trasmite su mismo poder: sobre los espíritus inmundos y para sanar todo tipo de enfermedades. Viene a la memoria el momento en el que Eliseo le pide a Elías «dos tercios de tu espíritu», y el maestro le responde: «¡No pides nada!» (2 Re 2,9-10). Los doce, sin pedir nada, reciben un poder mucho mayor que Eliseo.

Instrucciones

A continuación les tiene Jesús un largo discurso, del que la liturgia ha seleccionado el comienzo (para este domingo) y el final (para el siguiente). La primera parte del discurso habla de los destinatarios de la misión, la tarea que deben llevar a cabo, y la gratuidad con que hay que realizarla.

Destinatarios. La prohibición inicial de dirigirse a paganos y samaritanos resulta casi hiriente. Recuerda a los pasajes nacionalistas del Deuteronomio y al desprecio que sentía Jesús ben Sirá por los samaritanos, «el pueblo necio que habita en Siquén» (Eclo 50,26). Sin embargo, debemos recordar que la visión positiva de los paganos quedó muy clara cuando a los magos de oriente se revela el nacimiento del Mesías y vienen a adorarlo; y Jesús ya ha dicho que «vendrán muchos de oriente y occidente a sentarse a la mesa en el reino de Dios».

¿A qué puede deberse esta prohibición en boca de Jesús? Una de las acusaciones que los judíos harían a los cristianos es que se habían separado de Israel por culpa de Jesús, que se había desinteresado de su pueblo. Mateo insiste en que Jesús nunca rechazó a su pueblo. Al contrario, inicialmente prohibió a sus discípulos ir a tierra de paganos y a la provincia de Samaria; los envió a las ovejas descarriadas de Israel, a las mismas a las que él ha sido enviado (cf. 15,24). Los discípulos, como Jesús, deben atender a la gente que no es atendida por los dirigentes políti­cos y religiosos.

Tarea. La misión de los discípulos es idéntica a la de Jesús: hablar y actuar. El mensaje es el mismo de Juan Bautista y Jesús: «El reinado de Dios está cerca». Falta la exhortación inicial a convertirse, aunque esto se da más adelante por supuesto. Las obras serán las realizadas por Jesús en los capítulos anteriores: sanar enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos, expulsar demonios. Parece encargarles demasiado. Pero lo importante no es lo que se encarga, sino la idea de que los discípulos continúan plenamente la obra del Mesías.

En Lucas-Hechos ocurre algo curioso. Cuando Jesús envía a los setenta y dos discípulos (equivalente al envío de los doce en Mateo) solo les encarga «curar a los enfermos» que encuentren (Lc 10,9). No habla de resurrección ni de endemoniados. Sin embargo, en el libro de los Hechos, Pedro, Felipe y Pablo realizan milagros más parecidos a los que indica Mateo. De Pedro se cuenta que la gente sacaba a los enfermos a la calle para que, al pasar, «por lo menos su sombra cayera sobre alguno», con lo que se curaban enfermos y poseídos por espíritus inmundos (Hch 5,15-16); además, sana de su parálisis a Eneas (Hch 9,33-35) y resucita a Tabita (Hch 9,36-43). Felipe expulsa en Samaria a los espíritus inmundos y muchos paralíticos y lisiados se curan (Hch 8,7). En el caso de Pablo, «bastaba aplicar a los enfermos pañuelos o prendas que él llevaba encima, para ahuyentar las enfermedades y expulsar los espíritus malos» (Hch 19,12).

Gratuidad. En la antigüedad, como hoy día, una de las acusaciones más frecuentes a los predicadores religiosos era la de buscar el propio interés; un peligro del que Pablo fue muy consciente y procuró evitar en todo momento. Por eso, Mateo añade inmediatamente cuál debe ser la conducta del apóstol. Igual que Jesús, debe caracterizarse por su generosidad y desprendimiento. El principio general («gratis lo recibisteis, dadlo gratis») se refiere a no exigir recompensa.

Jesús, compasivo hasta la muerte (Romanos 5, 6-11)

Hermanos:

Cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos del castigo!

Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! Y no sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

Ante las numerosas desgracias que ocurren en nuestro mundo, a nivel individual, nacional y planetario, ante la difusión de problemas que parecen insolubles (droga, prostitución, carrera de armamentos, terrorismo) mucha gente se pregunta: ¿nos ama Dios? Algunos lo niegan expresamente. Hace me impresionó una frase del gran teólogo Romano Guardini: «Sólo en Jesucristo crucificado tenemos la seguridad de que Dios nos ama». Una paradoja: el amor demostrado en la muerte más cruel y vergonzosa. En realidad, las palabras de Guardini no deberían haberme llamado la atención porque dicen lo mismo que Pablo: «la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros». Y añade algo muy importante: «cuando todavía éramos pecadores». No cuando nos habíamos arrepentido y éramos buenos, sino cuando éramos malos. ¿Hay alguien dispuesto a morir por un terrorista, por un narco, por un político enemigo, por alguien que me amarga la vida…? Aunque nosotros seamos egoístas y mezquinos, podemos estar seguros de que Dios nos ama.

¿A qué viene la primera lectura (Éxodo 19, 2-6ª)

En aquellos días, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí y acamparon allí, frente al monte. Moisés subió hacia Dios. El Señor lo llamó desde el monte, diciendo:

«Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa»».

Me desconcierta un poco la elección de este pasaje. Se supone que debe tener relación con el evangelio. La única que encuentro es con la misión de los discípulos de dirigirse exclusivamente al pueblo de Israel, no a paganos ni samaritanos, porque los israelitas, como dice Dios a Moisés, son «mi propiedad personal entre todos los pueblos».

Una conclusión (entre otras posibles)

A veces me preguntan los amigos seglares cómo está el problema de las vocaciones. La respuesta no es muy optimista, prescindiendo de que las causas son muy complejas. Por eso todos estamos obligados a compadecernos de la mucha gente que necesita ayuda y pedirle al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

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18 de Junio. Domingo XI Ciclo A

Domingo, 18 de junio de 2023
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Copia de Sábado XXXI TO - 1

 

«En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas,»

(Mt 9,36-10,8)

Jesús es el ser humano compasivo. En este fragmento del evangelio de la comunidad de Mateo, nos encontramos con que la compasión, en el Maestro, no es una cosa meramente afectiva, del corazón, sino que le lleva a la acción.

Ante lo que percibe, con la finura espiritual que le caracteriza, Jesús decide actuar y envía a algunos de sus discípulos a anunciar el Reino a través de la liberación, la salud y la misericordia. Todo ello va precedido de una actitud de humildad, la oración. Jesús recuerda quién es el dueño de la mies y quienes son los empleados.

En el texto leemos los nombres de algunos de los seguidores de Jesús y esto hemos de entenderlo en la línea de la comunidad que está al servicio de la Buena Noticia, no en la de pensar que Jesús constituye un grupo de privilegiados.

«Dad gratis lo que recibís gratis». Esta máxima puesta en boca del Maestro nos orienta hacia la gratuidad y el reconocimiento de lo que es verdaderamente importante. No habla de dinero, de valores «terrenales», no, ampliemos nuestra mirada, de nuevo la compasión nos ha de empujar a entregar, a compartir, gratuitamente aquello que hemos recibido sin el menor esfuerzo. Los dones que Dios nos ha otorgado y que pueden ayudar a echar demonios, resucitar muertos y sanar enfermos, debemos ofrecerlos para que la puerta del Reino de Dios sea cada vez más grande y nadie se quede sin entrar.

Nuestros esfuerzos, nuestra compasión, nos conduce a entrar en ese Reino que YA está, que no es necesario crear, sino, sencillamente, entrar.

Oración

Gracias, Dios Trinidad, porque tu mirada acogedora, tu camino de compasión, nos conduce hacia aquel jardín de belleza, verdad y bondad del que un día decidimos salir.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Id y proclamad que el reino de Dios está cerca.

Domingo, 18 de junio de 2023
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Scene 07/53 Exterior Galilee Riverside; Jesus (DIOGO MORCALDO) is going to die and tells Peter (DARWIN SHAW) and the other disciples this not the end. No veo a Jesús haciendo distinciones entre sus seguidores

En la nueva comunidad todos tienen su puesto y su valor.

Las lecturas de hoy tienen una gran variedad de temas: la elección, la salvación de Dios, el sacerdocio de los fieles, la salvación de Cristo, la penuria de la gente, la compasión, la vocación, la misión, la evangelización, el servicio, la curación, la gratuidad… Dios salva y quiere que su salvación llegue a todos a través de los ya salvados. Pero, ¿Qué salvación ofrece Jesús en el evangelio? Éste podía ser el resumen del mensaje de este domingo.

El relato del Éxodo fue para los israelitas la cima de su experiencia religiosa. Su Dios les había salvado de la esclavitud. En el desierto les libró de la sed, del hambre, de las serpientes. Después, en la tierra de Canaán sentían la presencia de Dios cada vez que vencían a los enemigos o superaban una desgracia. La experiencia de salvación de los israelitas no fue más que una interpretación de acontecimientos favorables. Cuando los aconteci­mientos eran adversos, los interpretaban como castigo del mismo Dios.

En tiempo de Jesús se sintieron liberados del demonio, de las enfermeda­des, de sus pecados. ¿Qué liberación esperamos nosotros hoy? ¿De qué nos tienen que salvar? Para la mayoría de los cristianos, salvarse es evitar la condenación, una idea negativa que resulta un poco ingenua. Salvación debe ser algo positivo y no de mínimos, sino de máximos. Podía ser “Plenificación”, alcanzar la plenitud de ser a la que estamos destinados. Esa plenitud tenía que dar sentido a mi vida, de la misma manera que el punto de destino da sentido a todos los pasos que doy para llegar a él.

Dios no tiene que hacer ningún acto para salvarme, porque me ha salvado de una vez por todas y desde siempre. Tal como se entiende normalmente la salvación, da la impresión de que a Dios le salió mal la creación y ahora sólo con parches y remiendos puede llevar a feliz término su obra. ¿No os parece un poco ridícula esta idea? La Biblia nos dice con toda claridad al final del relato de la creación que vio Dios todo lo que había hecho, y era bueno. Dios no tiene que cambiar, somos nosotros los que debemos cambiar.

Estamos en un error cuando pretendemos que Dios nos libere de nuestra condición de criaturas, de nuestra contingencia, de nuestras limitaciones, de la muerte. Todo eso es consecuencia de nuestra condición de criaturas, y por lo tanto es intrínseco a nuestro ser. Dios no puede evitarlo. La salvación hay que buscarla en otra parte. En una ocasión Jesús dijo “Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo.” La salvación es pues, toma de conciencia, descubrimiento de una realidad que ya está ahí. El tesoro escondido en el campo.

Cuando habla de los doce no quiere decir que los apóstoles fueran exactamente doce, con nombres y apellidos, sino el nuevo Israel. También las doce tribus son un mito: El dios sol rodeado de los signos del zodiaco. Tomar hoy los doce como número de personas investidas por Jesús de un poder especial es seguir leyendo los evangelios de una manera fundamentalista. No sabemos en qué momento aparece la idea de “apóstol” (enviado), pero es impensable que antes de la separación del judaísmo hubiera un grupo especial que llevaran ese nombre.

Ni los apóstoles ni sus “sucesores” fueron el fundamento de la nueva comunidad. Es la comunidad la que necesita de representantes que sepan dar testimonio de Jesús siendo seguidores más fieles al Maestro. No podemos seguir manteniendo la idea de que lo importante en nuestra Iglesia es la jerarquía. La obligación de “proclamar” el evangelio es de todos los que forman la comunidad, no de unas personas separadas y elegidas especialmente para esa tarea. El Vaticano II habló alto y claro sobre la misión de los laicos en la Iglesia, pero no hemos sido capaces de llevar esta inquietud al grueso de la comunidad.

No debemos despistar a la gente, haciéndoles creer que la tarea de predicar no va con ellos. Tampoco debemos dar a entender que no tiene importancia la existencia de personas especialmente preparadas para dirigir y marcar pautas en esa tarea. Pero no se habla hoy de la vocación de cada persona sobre la base de sus aptitudes o preparación personal, sino de una misión a la que todos estamos llamados. No se trata de la vocación a especiales ministerios, (sacerdotes, obispos) sino de la consecuencia lógica del ser de cristiano: llevar a todos la salvación que él recibió.

No importa el lugar que ocupes en la comunidad sino desempeñar tu tarea como seguidor de Jesús con actitud de servicio. “Proclamar” no significa ir por ahí dando voces, o realizando acciones espectaculares con poderes divinos. Se trata de ayudar al que tengo cerca en todo lo que pueda. La misión no consiste en predicar y hacer prosélitos, sino en ayudar a los hombres a soportar sus penurias, pero dejándoles en libertad para que sigan siendo ellos mismos. Solo donde se libera a las personas, se está anunciando el evangelio. Jesús nos pone en guardia cuando dice: “Vosotros, que recorréis tierra y cielo para conseguir un prosélito…”

La misión no debía ser un ingente esfuerzo por acrecentar el número de los que pertenecen a la Iglesia, sino el aumentar el número de los que son objeto de nuestro cuidado. Lo que nos quiere decir el evangelio es que el seguidor de Jesús tiene que considerar a todo hombre como perteneciente a la comunidad, porque todos tienen que ser el objetivo de su servicio. Sólo la búsqueda del bien de los demás, o por lo menos la disminución de sus carencias, debía ser el motivo de nuestra predicación, sea de palabra o de obra.

Una comunidad no es cristiana si no está abierta a todos los hombres. Decir que ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’ es dar por supuesto que es un coto cerrado que no tiene nada que ver con los que se niegan a entrar en él. A la comunidad cristiana pertenecen todos los hombres. Si dejamos fuera a uno sólo, se convertirá en un gueto y dejaría de ser la comunidad de Jesús. La Iglesia debe estar volcada sobre los demás, no replegada sobre sí misma.

Termina el evangelio de hoy con una frase tajante: “Gratis habéis recibido, dad gratis”. Sólo cuando doy lo que he recibido, lleno de sentido el don que se me ha regalado. Cuando quiero acaparar lo que soy y lo que tengo, lo convierto en algo estéril para mí y para los demás. Es fácil darse cuenta de que no estamos por esa labor. La gratuidad tenía que ser la característica de toda acción comunitaria. Si en mi servicio a los demás busco cualquier clase de interés, estoy fuera del evangelio. Aunque ese interés sea ir al cielo, ser más bueno, obedecer a Dios, etc.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Máximo compromiso, máxima confianza.

Domingo, 18 de junio de 2023
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Duccio_di_Buoninsegna- Jesús aparece alos discipulosMt 9,36 – 10,8

«A estos doce envió Jesús»

Todo empezó con los doce. Luego fueron setenta y dos, luego muchos más, luego se fueron congregando en torno a los Testigos para sentirse “comunidad” y confortarse mutuamente. No tenían templos y se reunían en sus casas para celebrar “la cena del Señor”, para leer las recopilaciones que iban surgiendo en torno a los hechos y dichos de Jesús y atender las necesidades de los pobres: «Nadie consideraba lo que tenía como propio … de manera que no había entre ellos ningún indigente».

Y aunque eran perseguidos, encarcelados y martirizados, su forma de vivir resultaba contagiosa y no cesaban de crecer. Luego vino Constantino, el poder, el boato… y los que antes eran perseguidos se convirtieron en perseguidores. Mejor dicho, fueron sus prebostes los que se convirtieron en perseguidores y cometieron mil tropelías, pero la fuerza del Espíritu siguió actuando sobre la gente y suscitando personas dedicadas a hacer el bien; dispuestas a servir y a ayudar como nunca ninguna otra organización humana lo haya hecho. Y dieron (y siguen dando) fruto abundante.

Y así, a lo largo de los siglos, generación tras generación, se ha ido creando una larga cadena que ha mantenido vivo el espíritu de Jesús hasta nuestros días. A ella debemos su conocimiento, y ahora es nuestro turno de responder a lo recibido. De nosotros depende que su espíritu siga guiando la vida de los hombres o se convierta en algo del pasado. Porque si los cristianos renunciamos a nuestras señas de identidad, si dejamos de tirar del pelotón y nos situamos cómodamente a la cola del mismo, si dejamos todo a la acción del Espíritu y olvidamos que somos colaboradores necesarios del proyecto de Dios, nuestra razón de ser como cristianos habrá perdido todo su significado en el mundo.

Es habitual entender la condición de cristiano como privilegio, pero es mucho más raro entenderla como compromiso. Un compromiso difícil de entender sin calibrar la enorme trascendencia del proyecto en el que estamos embarcados; sin sentirse parte integrante del proyecto de Dios… Pero asumir el compromiso no nos resulta hoy nada sencillo, porque nuestro espíritu ilustrado nos empuja con fuerza a relativizar la importancia de Jesús en la historia de la humanidad; a reducir su papel al de un maestro de sabiduría como tantos otros que ha habido en el mundo.

Es ese mismo espíritu el que está también socavando nuestra fe; y sin fe, carecemos del estímulo necesario para comprometernos en mantener viva la cadena… No sé si somos conscientes de que estamos viviendo una época crucial, pues existe el riesgo evidente de que la cadena se rompa justamente por nuestro eslabón; de que Jesús se convierta en mera materia de estudio para gente iniciada y se pierda su espíritu de servicio y perdón; de que nuestros nietos no le conozcan ni signifique nada para ellos.

Como decía Ruiz de Galarreta, el lema del cristiano podría ser: «Máximo compromiso, máxima confianza»Máximo compromiso con la misión que tenemos encomendada, es decir, con la construcción del Reino… Máxima confianza, porque el compromiso es con nuestra Madre.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

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Ovejas descarriadas: una imagen que nos ayuda a mirar el mundo actual y a descubrir nuestra misión.

Domingo, 18 de junio de 2023
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magdalena-jesus-640x480Mateo 9, 36-10,8

Poco a poco fue aumentando el grupo de personas que acompañábamos a Jesús. Incluso hombres y mujeres, considerados pecadores públicos, venían muchos días y se sentaban cerca para escucharle.

¿A qué vienen?, se preguntaban algunas personas. ¿Por qué han caminado durante horas o días, si Jesús no es médico, ni es rico, ni tiene nada que ofrecerles?

Pronto descubrieron la respuesta. Jesús, miró con calma a la multitud, deteniéndose en cada una de las personas enfermas, tullidas o con harapos, que eran la mayoría. Era una mirada que les devolvía la dignidad.

Después, comenzó a hablar. Recuerdo que dijo algo así: Sois como ovejas que no tienen pastor. Estáis abandonadas a vuestra suerte y extenuadas. Camináis de un sitio a otro, buscando trabajo, seguridad, y reconocimiento, pero el pueblo os señala con el dedo, os culpabiliza y os empuja lejos, para no veros ni oíros. Yo soy el buen pastor. Os envío a las ovejas descarriadas de Israel.

No nos explicó quiénes eran esas ovejas a las que nos enviaba. Se oyó un murmullo de gente que, por aquí y por allá, fue nombrando en voz alta a quienes consideraban descarriados: ¡Los que no cumplen la Ley! ¡Los extranjeros! ¡Pecadores! ¡Prostitutas! ¡Samaritanos!…

Yo pensé que se equivocaban. Que las ovejas descarriadas son las autoridades romanas, que vienen durante un tiempo a gobernar Israel, gozan de todos los privilegios, se enriquecen y se vuelven a Roma, sin preocuparse por la situación en la que queda el pueblo judío.  Algo semejante ocurre con las legiones que traen.

Pensé que también está descarriada la casta de sacerdotes que se ha apoderado del Templo y somete al pueblo con el temor a Yahvé y el cumplimiento estricto e inhumano de la Torá. Por eso, los sacerdotes se enfrentan a Jesús, una y otra vez, cuando les habla del Abbá, y les recuerda que tiene entrañas de misericordia.

Los cobradores de impuestos también son ovejas descarriadas. La riqueza que obtienen sin trabajar apenas, clama al cielo. No oyen el grito de los que se empobrecen, porque tienen el oído atento al sonido de las monedas que van llenando su bolsa.

También los saduceos están descarriados, porque se venden al mejor postor. Siempre se ponen al lado de quienes detentan el poder, para sacar algún beneficio.

Jesús continuó diciendo: En mi nombre, podéis expulsar los espíritus inmundos que se apoderan de la mente y del cuerpo. En mi nombre, podéis curar toda enfermedad y toda dolencia.

¿Jesús nos enviaba a una misión imposible? ¿Qué podíamos hacer con tantas ovejas descarriadas? ¿Por qué nos enviaba a sanarlas, si esa gente tenía dinero para acudir al médico?

Pero, esa tarde comprendí que las ovejas descarriadas están enfermas de avaricia, viven alejadas del pueblo, y muchos demonios han anidado en su corazón; por ejemplo, el ansia de poder, y la soberbia.

Estábamos acostumbrados a ver cómo, al amanecer, los dueños de los campos enviaban a sus obreros a trabajar en sus tierras: sembraban, quitaban malas hierbas o cosechaban. Jesús nos invitó a trabajar en sus campos, a ser obreros y obreras que cuidaran su mies.

Y nos pidió que trabajáramos gratis.

De nuevo, hubo un murmullo. Se oyó una voz que dijo:

– Nadie trabaja gratis, ¿por qué íbamos a hacerlo nosotros?

Y Jesús respondió:

– Porque todo lo habéis recibido gratis.

Fui mirado a la multitud, observando con atención los rostros y los cuerpos de las personas que le escuchaban. Era evidente que el Maestro se compadecía de esos hombres y mujeres. Me di cuenta, con claridad, que Jesús me enviaba a trabajar gratuitamente, con compasión y misericordia. Que nos enviaba a cada persona que estábamos escuchándole, sentados en torno suyo: hombres y mujeres, mayores y jóvenes, discípul@s y apóstoles.

Solo deseo que el eco de sus palabras atraviese el tiempo y llegue a todas las personas de buena voluntad, hasta los confines del mundo.

María, discípula amada.

 

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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El proyecto de Jesús

Domingo, 18 de junio de 2023
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IMG_9881Domingo XI del Tiempo Ordinario

18 junio 2023

Mt 9,36-10,8

La creencia ortodoxa cristiana afirmó durante siglos que “el cristianismo es la única religión verdadera” o que “fuera de la iglesia no hay salvación”, sobre la base de que el uno y la otra habían nacido directamente de Jesús, materializando con ello la “voluntad salvífica” de Dios.

Fue particularmente en el siglo XX cuando, en el campo teológico, se puso sobre la mesa esa cuestión: ¿Realmente Jesús fundó la iglesia? ¿O no fue, más bien -como afirmara en 1902 Alfred Loisy-, que “Jesús predicó el Reino y lo que vino fue la iglesia?”.

El texto del evangelio de Mateo que se lee este domingo no deja lugar a dudas, al afirmar enfáticamente que no vayan a “tierra de gentiles”, sino solo a las “ovejas descarriadas de Israel”.

Esas palabras, como el hecho simbólico de la elección de los Doce -alusión clara a las doce tribus que conformaban el pueblo judío-, parecen mostrar claramente que el proyecto de Jesús se concentraba en lo que podría denominarse la “reconstrucción” de Israel.

Su propuesta parece reflejar su anhelo de reconstruir de nuevo el pueblo, sobre una doble base que quiere ir hasta la raíz misma de la fe bíblica, en consonancia con la mejor tradición profética: la entrega radical a Dios (“Abba”) y el amor servicial a los hermanos. Así se explica que, tanto en su propia existencia cotidiana como en su mensaje, Jesús enfatizara una confianza absoluta y un amor compasivo e incondicional “hasta el extremo”.

Jesús no fundó la iglesia ni quiso iniciar ninguna religión nueva -en cuyo nacimiento tuvo mucho que ver el “genio” religioso de Saulo de Tarso-, sino renovar a su propio pueblo, sobre los fundamentos de la filiación divina y la fraternidad que habría de derivarse de la misma.

Esto no significa, sin embargo, que el mensaje y la misma práctica de Jesús queden encerrados en los límites del judaísmo. Su mensaje -piénsese en las parábolas, el sermón de la montaña y tantos otros dichos- contiene y expresa una sabiduría atemporal, en línea con las más nobles tradiciones sapienciales o espirituales. Y su vida entera es una manifestación nítida de coherencia y autenticidad hasta el final. Todo esto es lo que me hace ver a Jesús como un hombre excepcionalmente sabio, en el sentido más hondo del término: por lo que dice, por lo que vive y porque no hay distancia en él entre lo uno y lo otro.


Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

 

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Cristiano es sentir compasión

Domingo, 18 de junio de 2023
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jesus-y-el-ciegoDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- Jesús mira al pueblo, a las gentes y las ve extenuadas y abandonadas: “como ovejas sin pastor”.

¿Cómo están –estamos- hoy nuestras gentes, las grandes masas de población? ¿Qué voces escuchamos? ¿Qué pastores conducen nuestros pasos, los planes de educación de los niños, adolescentes, qué criterios rigen la formación de nuestros jóvenes en la universidad? ¿Qué líderes, qué ideologías orientan nuestra sociedad? ¿Qué locutores, presentadores y “tertulianos” crean opinión, ética y movimientos de comportamientos a través de los medios de comunicación?

Tal vez hoy en día también vivimos extenuados y abandonados: “como ovejas sin pastor” o, lo que sería peor, guiados por falsos pastores, por asalariados, que cuando “las cosas vienen mal dadas”, abandonan el rebaño, (Jn 10).

Por desgracia hoy las masas somos conducidas (“duce”) por la dictadura de los “tertulianos”, las “ideologías” y los “wasaps”.

Los políticos no sienten compasión del pueblo, quieren su voto.

La “tertulia” como “lugar teológico” o epistemológico habla y habla sin parar como exhibición de los que intervienen en ella.

La escuela y la universidad se han degradado hasta ser una mera transmisión de datos más o menos científicos.

En muchos momentos se apela a un supuesto personalismo individualista, que en el fondo no es sino una manipulación solapada de las gentes. “Yo pienso como quiero, yo hago lo que me parece, yo me visto como me da la gana”, cuando en realidad, pienso, hago, me visto, compro y actúo como me dictan desde los medios de comunicación, desde la moda, desde la ideología a la que pertenezco.

02.- Jesús siente lástima

    Jesús no va de pueblo en pueblo con la pancarta y la megafonía “mitinera” puesta. Jesús no busca los votos y el poder del pueblo. Jesús siente lástima y compasión de las gentes, del pueblo. ¡Cuántas veces se ve a Jesús en los evangelios sintiendo compasión.

Cristo en el evangelio de hoy y en otros momentos  se presenta como Buen Pastor, (Jn 10). Él ama a sus ovejas, él quiere y cuida de sus ovejas de modo que, aunque pasemos por valles oscuros en la vida, vamos tranquilos, su cayado nos sostiene (salmo 22). Finalmente él da su vida por sus ovejas: él no huye.

Una imagen de esto es el jesuita de la película “La misión“: permaneció en aquella reserva de indios paraguayos hasta el final: murió al frente de su rebaño. Buen pastor fueron Maximilian Kolbe, con gran entrega dio su vida por los suyos. Buenos pastores son los misioneros que van muriendo en sus propias comunidades, buen pastor fue Mons Oscar Romero, Ignacio Ellacuría y sus compañeros, que han dado su vida en medio y por sus comunidades.

O3. Curar enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios.

    Jesús envía a los suyos a ser pastores de la comunidad y anunciar el evangelio del Reino.

Evangelizar es anunciar, sembrar el Reino de los Cielos. Evangelizar es curar enfermos, resucitar muertos por la droga y el odio, limpiar leprosos, arrojar mil demonios ínsitos en nuestra personalidad, luchar contra el tráfico de armas, etc.

Evangelizar es la mediación entre Rusia y Ucrania que en estos momentos está intentando llevar a cabo Matteo Zuppi.

    Es curioso que en esta crisis de sacerdotes actual, los obispos –y muchos laicos- se preocupen de que haya misa aquí o allá, pero no nos interesa si nos preocupamos por los enfermos, por la paz y la pacificación, si damos limosna, limpiamos la lepra de la droga, etc.

    A un obispo le interesa que el cura diga Misa y haga funerales y alguna que otra boda. Si ese cura siente compasión y visita a los enfermos de su parroquia, o a un encarcelado, o acoge a un emigrante, eso no cuenta, eso lo pueden hacer hasta los laicos.

    Pero Jesús no les manda a los doce como vicarios episcopales para tal cargo o como párrocos de determinadas parroquias.

Jesús dice: Sentid compasión, curad, sanad.

    Y además hagámoslo gratis. Lo que hemos recibido gratis, démoslo gratis: gracia: como don de Dios.

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