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Archivo para Domingo, 5 de julio de 2020

Silencio hablado…

Domingo, 5 de julio de 2020
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SILENCIO HABLADO

Si amar es mi costumbre,
la tengo mal sabida:
llena de muchedumbre,
sola de mí mi vida.

La guerra fue mi lumbre;
mi madre, la partida.
Velo mi mansedumbre
como una espada herida.

Derramando palabras,
de mis silencios vengo
y a mis silencios voy.

Y en Tus silencios labras
el grito que sostengo
y el silencio que soy.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

En aquel tiempo, exclamó Jesús:

– “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

*

Mateo 11,25-30

***

 

Este es el más bello canto de amor filial que jamás se haya entonado en la tierra. El Hijo de Dios lo ha cantado, lejos de la casa paterna, lejos de la patria celestial, como los devotos israelitas durante el destierro elevaban a Dios salmos de conmovedora nostalgia. Desde su corazón de pobre e Hijo cariñoso, Jesús, exultando en el Espíritu, eleva al Padre este himno de júbilo que revela el sentimiento de extrema pequeñez y confianza con el que, en cuanto Hombre, se dirige a Dios, el Omnipotente, el Creador del cielo y de la tierra. Jesús es el “pequeño” por antonomasia al que le han sido revelados los misterios del Reino de los Cielos. Para hacerse “pequeño”, Jesús se he despojado de su gloria divina, y nosotros, para llegar a ser pequeños, en el sentido evangélico, tenemos que despajarnos del hombre viejo, del pecado. Jesús se ha despojado de la gloria divina y ha asumido nuestra condición humana; nosotros tenemos que despojarnos de nuestra falsa grandeza, de nuestro orgullo, y seguirlo. El Espíritu Santo, cuando toca las cuerdas del corazón, las hace sensibles a las vibraciones de la gracia y suscita en ellas un canto divino, la música del amor Sin embargo, Jesús no canturrea solo ni para si; quiere atraer con su cántico a todos los hombres dispersos y reunirlos y restituirlos; para eso ha venido, junto a Dios, como hijo. Su canción se convierte en una inmensa sinfonía cósmica.

*

A. M. Canopi,
Il vangelo de la vita nuova,
Milan 2000, 35

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad ,

“Aprender de los sencillos”. 14 Tiempo ordinario – A (Mateo 11,25-30)

Domingo, 5 de julio de 2020
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5264272224_11d846e3afJesús no tuvo problemas con las gentes sencillas del pueblo. Sabía que le entendían. Lo que le preocupaba era si algún día llegarían a captar su mensaje los líderes religiosos, los especialistas de la ley, los grandes maestros de Israel. Cada día era más evidente: lo que al pueblo sencillo le llenaba de alegría, a ellos los dejaba indiferentes.

Aquellos campesinos que vivían defendiéndose del hambre y de los grandes terratenientes le entendían muy bien: Dios los quería ver felices, sin hambre ni opresores. Los enfermos se fiaban de él y, animados por su fe, volvían a creer en el Dios de la vida. Las mujeres que se atrevían a salir de su casa para escucharle intuían que Dios tenía que amar como decía Jesús: con entrañas de madre. La gente sencilla del pueblo sintonizaba con él. El Dios que les anunciaba era el que anhelaban y necesitaban.

La actitud de los «entendidos» era diferente. Caifás y los sacerdotes de Jerusalén lo veían como un peligro. Los maestros de la ley no entendían que se preocupara tanto del sufrimiento de la gente y se olvidara de las exigencias de la religión. Por eso, entre los seguidores más cercanos de Jesús no hubo sacerdotes, escribas o maestros de la ley.

Un día, Jesús descubrió a todos lo que sentía en su corazón. Lleno de alegría le rezó así a Dios: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla».

Siempre es igual. La mirada de la gente sencilla es, de ordinario, más limpia. No hay en su corazón tanto interés torcido. Van a lo esencial. Saben lo que es sufrir, sentirse mal y vivir sin seguridad. Son los primeros que entienden el evangelio.

Esta gente sencilla es lo mejor que tenemos en la Iglesia. De ellos tenemos que aprender obispos, teólogos, moralistas y entendidos en religión. A ellos les descubre Dios algo que a nosotros se nos escapa. Los eclesiásticos tenemos el riesgo de racionalizar, teorizar y «complicar» demasiado la fe. Solo dos preguntas: ¿por qué hay tanta distancia entre nuestra palabra y la vida de la gente? ¿Por qué nuestro mensaje resulta casi siempre más oscuro y complicado que el de Jesús?

José Antonio Pagola

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“Soy manso y humilde de corazón”. Domingo 5 de julio de 2020. Domingo 14º de tiempo ordinario

Domingo, 5 de julio de 2020
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37-OrdinarioA14Leído en Koinonia:

Zacarías 9,9-10: Mira a tu rey que viene a ti modesto
Salmo responsorial: 144: Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
Romanos 8,9.11-13: Si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis
Mateo 11,25-30: Soy manso y humilde de corazón

La profecía de Zacarías era ‘una piedra en el zapato’ para los fanáticos que en la época de Jesús buscaban un mesías triunfante y nacionalista. Zacarías nos ofrece una reflexión que sintoniza mucho con las grandes aspiraciones de las comunidades que, después del exilio babilónico, intentaron reconstruir la identidad nacional a partir de elementos universales, pluralistas y comunitarios. La esperanza del pueblo de Dios no podía estar en un guerrero triunfador como David ni en un diplomático equilibrista como Salomón. El pueblo quería algo diferente y definitivo. Atrás quedaron los modelos militaristas, administrativos y centralistas de todos los reyes de Israel y Juda. El pueblo quería una persona que fuera capaz de encaminar la nación por los rumbos añorados de la justicia, la paz y la solidaridad. El profeta Zacarías asume esta propuesta y la lanza a todo el pueblo de Dios como una gran utopía.

Para Zacarías, el nuevo gobernante debía distinguirse por la humildad, la justicia y su carácter pacífico. La humildad entendida como la capacidad para andar en la verdad, no como sumisión y conformismo. La justicia como pilar de una organización social en la que se le da a cada persona de acuerdo con sus necesidades y no según sus ambiciones. El pacifismo como la actitud básica para solucionar los inevitables conflictos que se presentan en toda organización humana. Tres cualidades que configuran una nueva forma de ejercer el poder. Sin embargo, Israel se estrelló con la ambición de algunos grupos minoritarios y poderosos que impusieron una teocracia centralista, prepotente y uniformadora. Fueron suprimidas de manera sistemática, todas las disidencias posibles y se le negó así al pueblo de Dios la posibilidad de intentar una utopía universalista, solidaria y transformadora. Se centró todo el poder en unas pocas familias que controlaban el Templo, el gobierno y la tierra. Así, los pobres de Yahvé no tuvieron la posibilidad de dar vida a su proyecto por falta de posibilidades económicas, de apertura política y de libertad religiosa.

El evangelio de Mateo nos presenta a Jesús con las características mesiánicas de la profecía de Zacarías: una persona pacífica y humilde, apasionado por hacer realidad la Utopía de Dios. Por esta razón, Jesús no se identifica con los ideales acerca del Mesías, vigentes en su época. No hay en él el más mínimo asomo del militar aguerrido e irresistible que con un formidable despliegue eliminaría las pretensiones del imperio romano, ni del sacerdote excelso que con sus extraordinarias dotes santificadoras transformaría el Santuario de Jerusalén, ni del gobernante extraordinario que congregaría al pueblo de Israel disperso por el mundo. Jesús no comparte estos proyectos, como tampoco las extravagantes aspiraciones de los nacionalistas furibundos que veían en el imperio romano un peligro que no eran capaces de descubrir al interior de ellos mismos, la violencia incontenible.

Los ideales de Jesús estaban más cerca de las grandes tradiciones proféticas que aspiraban a que el pueblo de Dios fuera capaz de organizarse como modelo alternativo de sociedad. Por esta razón, valores como el pacifismo y la humildad eran urgentes y necesarios. El pacifismo obliga a asumir actitudes dinámicas de transformación social pero, al mismo tiempo, no se rinde a la imparable lógica de la violencia. La humildad, por su parte, exige reconocer en cada momento los propios límites de la existencia y las barreras intrínsecas de la historia. Humildad y pacifismo hacen de un proyecto tan grandioso e imponente como el reino de Dios, algo al alcance de los pobres y excluidos.

Jesús, sin embargo, sabía perfectamente que no bastaba con que el ‘rey’ o líder poseyera atributos excepcionales para que la situación cambiara. Para él, era necesario que una comunidad de hermanos y hermanas se comprometiera a vivir la alternativa, a demostrar al mundo que «otras maneras de organización eran posibles», que la lógica aparentemente inextinguible de la violencia podía ser controlada. Por esto, Jesús insiste en la necesidad de asumir el ‘suave yugo’ de la vida comunitaria y la ‘ligera carga’ de las opciones evangélicas. Pero, atención, esto no es para todo el mundo. Es necesario madurar la fe y crecer como personas antes de meterse en este proyecto. Porque para quien no ha crecido en la dinámica de la comunidad, sino que ve todo desde ‘afuera’, desde los valores sociales vigentes, los ideales de Jesús son una carga abominable y el ideal de la cruz una ideología insufrible. No podemos pedir a cualquiera que asuma la inmensa responsabilidad del pacifismo si toda su vida ha creído que la ‘ley del revólver’ es un destino inexorable. No podemos pedir mansedumbre a una persona a la que siempre le han enseñado que el control de los demás, las ambiciones de ascenso social y el arribismo son las herramientas para ‘progresar’ en la vida.

Jesús quiere una comunidad en la que los lazos de solidaridad, afecto y respeto hagan de un grupo humano una gran familia consagrada a la realización del Reino. Una comunidad en la que los sencillos, los pequeños, hallen un lugar de importancia y sean los gestores de una nueva manera de organizar las relaciones interhumanas. Porque, como dice Pablo, sólo el ser humano espiritual, o sea, el ser humano que se ha abierto a la acción del Espíritu de Dios, es capaz de vivir la vida en plenitud, es decir, en gozosa aceptación y armonía con la humanidad. Leer más…

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Dom 5 julio 20, 14 tiempo ordinario; Mt 11, 15-20. Atrévete a ser hijo. La ruta del Padre

Domingo, 5 de julio de 2020
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índiceDel blog de Xabier Pikaza:

No nos hemos atrevido en general a ser hijos, ni hemos seguido la ruta del Padre.  Legiones de falsos salvadores nos han impuesto rutas de sísifos, piedras inmensas, y lo hemos admitido, y encima les hemos llamado salvadores y señores… Nos han dicho que somos esclavos,que les debemos la vida y lo hemos creído.

En contra de eso, el evangelio es el descubrimiento y recorrido de la ruta del padre, y así lo dice Jesús, este domingo, abriendo para nosotros la ruta del padre y de la madre, la ruta de la vida, para todos, empezando por los más pequeños, por los niños, los miedosos, los enfermos. Este es el tema.

Introducción 

Algunos quisieron crear una religión de sísifos,  para subir la piedra a pulso  hasta el alto de la roca, pero fueron incapaces; la pedro rodaba de nuevo hasta el fondo del valle. Algunos jerarcas cristianos también han querido imponer cargar muy pesadas a los otros, sin tocarlas ellos ni siquiera con los dedos de la mano izquierda (cf. Mt 23, 4). Jesús en cambio dice que su carga es ligera o, mejor dicho, que no es carga, pues él mismo es quien la lleva por nosotros. 

ruta-del-cares-puente-la-haya-subida-al-bul-asturias    No impuso Jesús ninguna carga! Pero nos dijo también: ¡Si podéis, llevar los unos las cagas de los otros, no por obligación, sino por solidaridad. Si vas por ahí y ves a un Sísifo llevando su piedra, desde el tiempo de los griegos hasta ahora, dile que la eche, que ruede hasta el suelo, que no se ocupe de ella. Y si de verdad el no puede dejarla, cógela tú y llévala por él, que así pesa mucho menos.

Por eso, el evangelio de Jesús no está escrito para Sísifos atados sin pausa a su roca, sino niños que llaman a sus padres… y padres que acogen a sus hijos, llevando así la carga de la vida, conociéndose y amándose entre sí. Éste es el mensaje fundamental del evangelio de este domingo (Mt 11, 25-30), que  consta de tres partes que voy a comentar:  Una Alabanza (1, 25-26), de una revelación paterno-filial (1, 26) y una llamada

Alabanza. 11 25 Yo te confieso, Padre, Señor de cielo y tierra, pues has ocultado esto a sabios y entendidos, y lo has revelado a los pequeños.  26 Sí, Padre, pues que esta ha sido tu voluntad.

Confesión. 11 27 Todo me ha sido entregado por mi Padre: y nadie conoce al Hijo, sino el Padre;  y nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quisiere revelar.

Llamada. 11 28 Venid a mí todos los agotados y cargados, que yo os daré descanso.  29 Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí,  pues soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.   30 Porque mi yugo es suave y mi carga es ligera.

Alabanza (11, 25-26).

Proviene de la tradición pascual de la iglesia, que descubre y confiesa a Jesús, muerto ya y resucitado, como revelador del Padre. Pero, en su tenor original, evoca y actualiza la experiencia histórica de Jesús:

11 25 Yo te confieso, Padre, Señor de cielo y tierra, pues has ocultado esto a sabios y entendidos, y lo has revelado a los pequeños.  26 Sí, Padre, pues que esta ha sido tu voluntad[1]

Maurycy_Gottlieb_-_Jews_Praying_in_the_Synagogue_on_Yom_KippurFrente a los sabios y entendidos, representados por los galileos de 11, 20-24, se sitúan ahora los  pequeños (nepioi), que han acogido el evangelio. Así lo descubre Jesús, y da gracias al Padre por ello. Éste ha sido su descubrimiento mesiánico: La revelación de Dios en los pequeños, y no en las orgullosas ciudades de Galilea, ni en los sabios del judaísmo rabínico.

Leído de esa forma, ese pasaje nos sitúa ante un misterio: la manifestación de Dios rompe la dinámica religiosa de sabiduría y grandeza de las ciudades galileas(presumiblemente orgullosas por su conocimiento de la Escritura y por su forma de entender el judaísmo). En contra de ellas, eleva Jesús, por gracia de Dios, a los pequeños que escuchan su Palabra. Frente al círculo cerrado de los sabios y entendidos   que se buscan a sí mismos y se creen suficientes, ratifica el Dios de Jesús el valor de los pequeños, en gesto de admiración exultante, revelándose por ellos como Padre.

En este principio se vinculan la hondura y universalidad, la profundidad y amplitud del evangelio de Mateo, que aparece así como portador de una revelación que no “cabe” en un pueblo de grandes y sabios. Este pasaje destaca así la autoridad de Dios Padre, a quien Jesús reconoce y alaba por su acción salvadora, en la línea del Éxodo, desvelando así su Nombre originario (cf. Ex 3, 14): Kyrios/Yahvé (¡Soy el que Soy!) del cielo y de la tierra, liberador sacral de los hebreos, siendo, al mismo tiempo, Padre que acoge y eleva a los pequeños. Éstas palabras (¡pues has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos…!) deben situarse en  la historia de las  comunidades cristianas  de Galilea, que, en un momento de conflicto, entre el 40 y 70 dC, tendieron a desligarse del movimiento de Jesús, de  forma que no pudo haber una “galilea cristiana”. Leer más…

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Mejor ser sencillo que sabio. Domingo 14 TO. Ciclo A

Domingo, 5 de julio de 2020
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alexander_the_great_mosaicentrada-en-jerusalenEl contraste en Alejandro Magno y Jesús

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

“Venid a mí los que estáis cansados y agobiados” 

El contexto del evangelio

En los tres domingos anteriores (11-13) hemos leído unos fragmentos del discurso de Jesús a los apóstoles cuando los envía de misión (Mt 10). No se cuenta la vuelta de los discípulos ni el resultado de su actividad. En los capítulos siguientes (Mt 11-12) se cuentan episodios muy distintos que ayudan a definir la figura de Jesús y describen las distintas reacciones que provoca su persona y su actividad.

¿Es realmente el Mesías esperado? Juan Bautista duda, y envía a sus discípulos a preguntar si tienen que esperar a otro. Los de Corozaín y Betsaida no se dejan afectar por su predicación, se niegan a convertirse. Los fariseos lo acusan de infringir la ley y el sábado, deciden matarlo y dicen que está endemoniado.

Sin embargo, en medio de todos estos que desconfían, se desinteresan o se oponen a Jesús, hay un grupo que lo acepta por dos motivos muy distintos: por revelación de Dios, y porque, desde un punto de vista religioso, se sienten agobiados, cargados, y encuentran alivio en Jesús y su mensaje. Al final, este grupo aparecerá como la familia de Jesús, sus hermanos, sus hermanas y su madre.

Sabios y sencillos (Mateo 11,25-30)

En aquel tiempo, exclamó Jesús:

            Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor.

            Todo me lo, ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

            Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontraréis vuestro. descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

El pasaje de este domingo contiene una acción de gracias, una enseñanza y una invitación.

Venid a mí

Acción de gracias. Jesús ve que la gente se divide ante él, y las cataloga en dos grupos. El de los “sabios y entendidos”, que tienen una sabiduría humana, y por eso se escandalizan de Jesús o lo rechazan. Son especialmente los escribas, que dominan las Escrituras tras muchos años de estudio; también los fariseos, muy unidos a los escribas, que siguen sus enseñanzas y se consideran perfectos conocedores de la voluntad de Dios. Pero están también los “sabios y entendidos” desde un punto de vista humano, los que se consideran capacitados para criticar a Juan Bautista y a Jesús aunque no hayan estudiado teología.

Por otra parte, está el grupo de la “gente sencilla”, sin prejuicios, a la que Dios puede revelarle algo nuevo porque no creen saberlo todo. Pescadores, un recaudador de impuestos, prostitutas, enfermos… Esta gente acepta que Jesús es el Mesías, aunque no imponga la religión a sangre y fuego; acepta que es el enviado de Dios, aunque coma, beba y trate con gente de mala fama; se deja interpelar por su palabra y enmienda su conducta. Esto, como la futura confesión de Pedro, es un don de Dios. La capacidad de ver lo bueno, lo positivo, lo que construye. Los sabios y entendidos se quedan en disquisiciones, matices, análisis, y terminan sin aceptar a Jesús.

Enseñanza. En pocas palabras tenemos un tratadito de cristología, centrado en lo que tiene Jesús y en lo que puede revelarnos. Lo que tiene, se lo ha dado el Padre. El mejor comentario se encuentra en el cuarto evangelio, donde se dice que el Padre ha dado a Jesús los dos poderes más grandes: el de juzgar y el de dar la vida. A estos dos poderes se añade aquí el de revelar al Padre. Estas personas sencillas, a través de Jesús, van a conocer a Dios como Padre, no como un ser omnipotente o un juez inexorable. Él se lo revelará, porque es el único que puede hacerlo.

Invitación. Pero esta revelación del Padre no es algo abstracto, teórico. Es un respiro para los rendidos y abrumados por el yugo de las leyes y normas que les imponen las autoridades religiosas. Los rabinos hablaban del “yugo de la Ley”, al que los israelitas debían someterse con gusto y con deseo de agradar a Dios. Pero ese yugo se volvía a veces insoportable por la cantidad de mandatos y prohibiciones, y por la idea tan cruel de Dios que transmitían. En cambio, el yugo de Jesús pone a la persona por delante de la Ley, como lo demostrarán los dos relatos inmediatamente posteriores, centrados en la observancia del sábado.

Resumen. Estos versículos contienen un dinamismo muy curioso: el Padre revela al Hijo, el Hijo revela al Padre, pero el gran beneficiado es el hombre que acoge esa revelación; se ve libre de una imagen legalista, dura, agobiante, de Dios y de la religión. Su piedad, al hacerse más divina, se hace más humana.

Un rey sencillo, pero de inmenso poder (Zacarías 9,9-10)

El hecho de que Jesús se presente como «manso y humilde» trae a la memoria la promesa de un rey «modesto, montado en un asno», anunciado por el profeta Zacarías. Estamos, probablemente, a finales del siglo IV a.C., poco después de que Alejandro Magno haya pasado por Palestina camino de Egipto. A la imagen grandiosa del monarca macedonio, montado en su caballo Bucéfalo, contrapone el profeta la imagen de un rey de apariencia modesta, montado en un burro, pero de enorme poder, capaz de llevar a cabo lo que otros profetas habían atribuido al mismo Dios: sin necesidad de ejército (destruirá los carros de guerra de Efraín y la caballería de Jerusalén, romperá los arcos de los guerreros) instaurará la paz y dominará desde el Éufrates hasta el fin del mundo. Un rey excepcional, casi divino.

Los evangelistas relacionarán este texto con la entrada de Jesús en Jerusalén. En el contexto de este domingo, pretende reforzar la imagen de un Jesús manso y humilde, que no instaura la paz en las naciones sino en los corazones.

 

Así dice el Señor: 

Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén;

mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso;

modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. 

Destruirá los carros de Efraín, los caballos de Jerusalén,

romperá los arcos guerreros,

dictará la paz a las naciones;

dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.

«Te ensalzaré, Dios mío, mi rey» (Sal 144)

El salmo elegido para este domingo reúne bien las dos lecturas. Recoge la imagen del rey, pero no destaca su poderío militar ni su dominio universal, sino su clemencia, misericordia, piedad, bondad. «Es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas». Igual que Jesús, que alivia a cansados y agobiados, el rey prometido «sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan». Por eso, la reacción que debemos tener al escuchar las palabras del evangelio es la de bendecir al Señor Jesús día tras día, por siempre.

 

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La simplicidad de Dios nos asusta.

Domingo, 5 de julio de 2020
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priestelsicariodedios5Mt 11, 25-30

En el evangelio de hoy hay tres párrafos bien definidas. El primero se refiere a Dios. El segundo, a la interdependencia total entre Jesús y Dios. El tercero, hace referencia a la relación entre nosotros y Jesús. Los tres manifiestan aspectos esenciales del mensaje de Jesús. Los dos primeras se encuentran también en Lc, pero en el contexto des éxito de los 72 y la intervención del Espíritu que llenó de alegría a Jesús. En la primera comunidad cristiana todos eran personas sencillas, que no podían gloriarse de nada y buscaban ser acogidas y guiadas. ¿Qué hubiera dicho Jesús de la Iglesia después de Constantino?

“Te doy gracias, Padre, porque…” Lo importante no es la acción de gracias en sí sino el motivo. Jesús no puede afirmar que Dios da a algunos lo que niega a otros. Lo que quiere decir es que, el Dios de Jesús no puede ser aceptado más que por la gente sencilla y sin prejuicios. Los engreídos, los soberbios, los sabios tienen capacidad para crearse su propio Dios. Los “sabios y entendidos” eran los especialistas de la Ley. Su pretendido conocimiento de Dios les daba derecho a sentirse seguros, poseedores de la verdad. No tenían nada que aprender. Pero eran los únicos que podían enseñar.

¿Quiénes eran los sencillos? “El “nepios” griego tiene muchos significados, pero todos van en la misma dirección: infantil, niño, menor de edad, incapaz de hablar; y también: tonto, infeliz, ingenuo, débil. En todos descubrimos la ausencia de cálculo, la falta de doblez o segundas intenciones. Para la élite religiosa, los sencillos eran unos malditos, porque no conocían la Ley, y por lo tanto no podían cumplirla. Los sencillos eran los “sin voz”, “la gente de la tierra” a quienes los rabinos despreciaban.

Estas cosas son las experiencias de Dios que Jesús vivió y que les quiere transmitir. No se trata de conocimiento sino de experiencia profunda. “Todo me lo ha entregado mi Padre…” Ese conocimiento de Dios no es fruto del esfuerzo humano, sino puro don; aunque no se niegue a nadie. El error de nuestra teología, fue creer que conocíamos a Jesús porque conocíamos a Dios; si Jesús era Dios, ya sabíamos lo que era Jesús. El texto nos dice que la única manera de conocer a Dios es aproximarnos a Jesús.

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré. La imagen de yugo se aplicaba a la Ley, que, tal como la imponían los fariseos, era ciertamente insoportable. El hombre desaparecía bajo el peso de más de 600 preceptos y 5.000 prescripciones. Para los fariseos, la Ley era lo único absoluto. Jesús dice lo contrario: “El sábado está hecho para el hombre, no el hombre para el sábado”. La principal tarea de Jesús es liberar al hombre de las ataduras religiosas.

Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Jesús libera de los yugos y las cargas que oprimen al hombre y le impiden ser Él. No propone una vida sin esfuerzo; Sería engañar al ser humano que tiene experiencia de las dificultades de la existencia. Sin esfuerzo no hay verdadera vida humana. No es el trabajo exigente lo que malogra una vida, sino los esfuerzos que no llevan a ninguna plenitud. Todo lo que hagamos a favor del hombre se convertirá en felicidad porque traerá plenitud y felicidad.

Jesús propone un “yugo” pero no de opresión que vaya contra el hombre, sino para desplegar todas sus posibilidades de ser más humano. Jesús quiere ayudar al ser humano a desplegar su ser sin opresiones. El yugo y la carga serían, como el peso de las alas para el ave. Claro que las alas tienen su peso, pero si se lo quitas, ¿con qué volará? El motor de un avión es una tremenda carga, pero gracias a ese peso el avión vuela. Nuestras limitaciones son las que nos permiten avanzar hacia la meta.

Lo que acabamos de leer es evangelio (buena noticia). No hemos hecho caso a este mensaje. En cuanto pasaron los primeros siglos de cristianismo, se olvidó totalmente este evangelio, y se recuperó “el sentido común”. Nunca más se ha reconocido que Dios se pueda revelar a la gente sencilla. Es tan sorprendente lo que nos acaba de decir Jesús, que nunca nos lo hemos creído. Dios no comparte con el hombre el conocimiento, sino su misma Vida. Los que no creen en la evolución pueden disfrutar de una buena salud.

Si Dios se revela a la gente sencilla, ¿Qué cauces encontramos en nuestra institución para que esa revelación sea escuchada? ¿No estamos haciendo el ridículo cuando seguimos siendo guiados por los “sabios y entendidos” que se escuchan más a sí mismos que a Dios? A todos los niveles estamos en manos de expertos. En religión la dependencia es absoluta, hasta el punto de prohibirnos pensar por nuestra cuenta. Recordad la frase del catecismo: “doctores tiene la Iglesia que os sabrán responder”.

Jesús no propone una religión menos exigente. Esto sería tergiversar el mensaje. Jesús no quiere saber nada de religiones. Propone una manera de vivir la cercanía de Dios, tal como él la vivió. Esa Vida profunda, es la que puede dar sentido a la existencia, tanto del listo como del tonto, tanto del sabio como del ignorante, tanto del rico como del pobre. Todo lo que nos lleve a plenitud, será ligero. Este camino de sencillez no es fácil.

Los cansados y agobiados eran los que intentaban cumplir la Ley, pero fracasaban en el intento. De esas conciencias atormentadas abusaban los eruditos para someterlos y oprimirlos. Nada ha cambiado desde entonces. Los entendidos de todos los tiempos siguen abusando de los que no lo son y tratando de convencerles de que tienen que hacerles caso en nombre de Dios. Pío IX dijo: “solo hay dos clases de cristianos, los que tienen el derecho de mandar y los que tienen la obligación de obedecer”. Hoy ningún jerarca repetiría esas palabras, pero en la práctica, todos actúan desde esa perspectiva.

Descubramos en qué medida separamos la fe de la vida, la experiencia del conocimiento, el amor del culto, la conciencia de la moralidad, etc. Los predicadores seguimos imponiendo pesados fardos sobre las espaldas de los fieles. Nuestro anuncio no es liberador. Seguimos confiando más en los conocimientos teológicos, en el cumplimiento de unas normas morales y en la práctica de unos ritos, que en la sencillez de sabernos en Dios. Seguimos proponiendo como meta la “Ley”, no la Vida.

La gran carencia de nuestra comunidad hoy es la falta de experiencia interior. Por eso nunca se podrá superar insistiendo en la doctrina, por medio de la condena a los que se atreven a discrepar de la doctrina oficial o con documentos que tratan de zanjar cuestiones discutibles. Lo que hay que enseñar a los cristianos es a vivir la experiencia del Dios de Jesús. Solo ahí encontraremos la liberación de toda opresión. Solo teniendo la misma vivencia de Jesús, descubriremos la libertad para ser nosotros mismos.

Meditación

Venid a mí todos, dice Jesús.
Él conoce a Dios y él nos lo puede revelar.
Debemos superar todo prejuicio
y aceptar ese Dios como el único que puede liberarnos.
Todo dios, que venga de otra parte
o que nos hayamos fabricado nosotros, será opresor.
Mientras más agobiados nos sintamos,
más necesitaremos al Dios de Jesús.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Manso y humilde de corazón.

Domingo, 5 de julio de 2020
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4893ee3cc57351cd95610f11a8672e3dLa mansedumbre y humildad de corazón, en modo alguno significan debilidad (Juan Pablo II)

9 julio XIV domingo del TO

Mt 11, 25-30

Acudid a mí, los que andáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré (v. 28)

El Salmo 25, 9 dice que Yahweh enseña a los mansos su camino. Y el 144 canta la clemencia y misericordia del Señor con todas las criaturas. Bondad divina que Jesús revela repetidamente en el Evangelio. En Mateo nos invita a paliar nuestro cansancio por las vicisitudes de la vida acudiendo a él llenos de confianza, y vincula a sus seguidores a su propia persona humana. Mantuvo con los necesitados un trato particularmente próximo y cordial.

Por contraposición, los rabinos eran maestros expertos en la ley judía y en la interpretación de la Torá, que imponían dicha ley a los suyos vetándoles el ejercicio de la libertad e impidiéndoles el desarrollo natural como personas. Juan lo expresó con fuerza en su Evangelio: “la verdad os hará libres” (Jn 8, 32). Una de las magníficas formulaciones del evangelista, como apunta Schökel, que todavía no ha perdido nada de su resplandor, y que es la fuerza de la vida que redime al ser humano.

Sólo dos personas en la Biblia fueron llamados mansos: Jesús y Moisés. Y ninguno de los dos era débil o cobarde; eran hombres de fuerte convicción en su vida e ideas. Se destaca en ella la mansedumbre como actitud mental que se tiene en primer lugar hacia Dios y luego hacia el prójimo. En Isaías 29 está escrito que “Los mansos aumentarán su regocijo en Jehová mismo”, y en el Salmo 25 se dice que “Jehová enseñará a los mansos su camino”.

“La mansedumbre y humildad de corazón, en modo alguno significan debilidad”. Lo dijo Juan Pablo II en una audiencia sobre la misión de Cristo.

Moisés “era con mucho el hombre más manso de todos los hombres que había sobre la superficie del suelo”, como relata Nm 12, 3. El Salmo 37, 11 dice que “Los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz”. Y el 22, 26: Los mansos comerán y quedarán satisfechos”.

Jesús manifiesta constantemente en su vida pública la mansedumbre y humildad de corazón. San Pablo invita en Flp 2, 6-8 a los habitantes de la Macedónica, ciudad de Filipos, a tener los mismos sentimientos de Jesús y tomarlo como inspiración y modelo. Razones por las cuales San Pedro nos propone el seguimiento de sus huellas (1Pe 2, 21).

“Tener los mismos sentimientos”. Es lo que ha hecho madrileño Pedro Halffter (1971), internacionalmente reconocido como compositor y director de orquesta. El jueves de la semana pasada tuve la fortuna de poder asistir en el Auditorio Príncipe de Vergara al estreno de su obra Sigfrido sin palabras. Una condensación musical en la que, los espectadores hemos podido apreciar la enorme diversidad de colores y matices de la música wagneriana. Halffter “ha desnudado a Sigfrido y le ha dejado sin palabras, arropado solo por la orquesta”, como él mismo afirma en una reciente entrevista.

Mi mente volaba sobre violines, flautas y trompetas, permutando al héroe del Anillo del Nibelungo por Jesús y el Evangelio. Yo era ahora el revestido de los vientos, haciendo sonar mi personal orquesta, y haciendo que mi sonido anegara de vida la existencia de cuantos pudieran escucharme.

El poeta leonés Antonio Colinas, nacido en La Bañeza en 1946, nos presenta en su obra Libro de la mansedumbre (Ediciones Seruela 2016) una dimensión universal y profunda de tan cristiana virtud, en este fragmento de su poema Descenso a la mansedumbre:

¡Cómo revela el mar la mansedumbre!
Aquí en la playa, donde están los límites
verdaderos del ser, filósofa francesa
-los de la mar, la tierra, el cielo-
todo es infinito.
Mansa es el agua y mansas son las rocas,
Y hasta la noche que desciende es mansa.

HAY TORMENTAS EN MI MAR

Se levantan tempestades
en los caminos del mar.

(¡De mi mar y mi camino!)

Cansado estoy de remar.

……………………….

Señor del trueno y del viento:
¡No me dejes naufragar!

Apacigua mis tormentas
que tanto encrespan mi mar.

En tu andar de peregrino…
¡¡calma mi peregrinar!!

(SOLILOQUIOS. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Venid a mí.

Domingo, 5 de julio de 2020
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jezus-ci-pomozeMt 11, 25-30

Sabemos bien que para Jesús la oración es esencial. En muchos momentos se aleja para orar en soledad, buscando tiempos explícitos de encuentro con su Abba (cf. Mt 14,13.23; 17,1; 26.36ss…). En otros nos invita a rezar (cf. 18,19-20; 24,20…); y hasta nos enseña cómo hacerlo (cf. 6,5ss; 9,38…).

Pero hoy es diferente, porque tras la breve y conocida expresión, “en aquel tiempo”, nos vemos sumergidos inmediatamente en la propia oración de Jesús. Y, como sucede cuando alguien nos introduce en un momento íntimo, podemos sentir cierto reparo prudente, pero al mismo tiempo agradecido hacia quien nos abre su vida en un instante tan privado.

Jesús se dirige directamente al Padre y lo hace dándole gracias y nombrándolo como el Señor de cielo y tierra. Las gracias se las da porque ha escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las ha revelado a la gente sencilla. Ante esta expresión nos surgen algunas preguntas: ¿qué son “estas cosas”?, ¿quiénes son los “sabios y entendidos”?, ¿a quiénes se refiere Jesús con “gente sencilla”?

Situar el texto en su contexto nos ayudará a comprenderlo mejor. Durante los primeros capítulos del evangelio Mateo se ha preocupado por dar a conocer las enseñanzas y acciones de Jesús. A partir del capítulo 11 (en el que se encuentra nuestro relato), el evangelista modifica la dirección de su mirada y pone la atención en la actitud que cada persona o cada grupo muestra ante Jesús. Así, Juan Bautista todavía duda y envía a sus mensajeros para preguntarle directamente (11,2-15); algunas personas no son capaces de atravesar las apariencias y le juzgan severamente (11,16-19) y las ciudades en las que ha realizado la mayoría de sus milagros no se convierten (11,20-24).

Los “sabios y entendidos” tampoco comprenden (11,25). En Mateo estos sabios y entendidos son, seguramente, los especialistas en la Ley, esos fariseos que le recriminan (12,2), que buscan cómo acabar con él (12,14), que lo relacionan con Belcebú, el príncipe de los demonios (12,24) y que le piden signos (12,38) sin acoger los que ya ha realizado. Aquellos que creían saberlo todo de Dios se muestran ciegos, incapaces de descubrirle en Jesús, atados como están por sus falsas imágenes de un dios que ha cargado al pueblo de preceptos y observancias. Un dios tan diferente del Dios de Jesús, el Dios que ama y que libera, que nos descarga de nuestros pesos y los toma consigo, que nos quiere felices.

Es la gente sencilla la que acoge “estas cosas”, es decir, la revelación de Dios en Jesús, su Buena Noticia. La gente sencilla es quien se sitúa “desarmada” ante Dios, quien es capaz de dejarse coger por él hasta el fondo, quien cree y confía, quien se abre a su Amor sin cuestionarlo y así se deja transformar radicalmente por él.

En la Iglesia hoy es también la gente sencilla la que sigue cuestionándonos y enseñándonos. ¡Qué cuidado hemos de poner para no cargarnos ni cargar a nadie con unos fardos pesados frutos de razonamientos intelectuales y no de la verdadera experiencia de encuentro con Jesús! Quienes tenemos la gran suerte de acompañar a otros en su camino de vida y fe somos testigos del peso que muchas personas siguen cargando. Pienso en jóvenes que se perciben bajo grandes fardos cuando no saben qué hacer con lo que sienten frente a las normas religiosas que han aprendido; o cuando se enfrentan a su identidad sexual sin saber cómo entender lo que les sucede a la luz de lo que se les ha dicho en nombre de Dios. Pienso en parejas que no se sienten incluidas dentro de la gran familia eclesial o en quienes se saben rechazados por cómo piensan. Para todos ellos son especialmente estas palabras y para nosotros la gran pregunta: ¿Cómo estamos viviendo, qué hacemos y qué decimos para que todos puedan encontrarse y tener verdadera experiencia del Dios que nos libera y consuela? ¿Es realmente nuestra vida cauce para esta Buena Noticia?

Al comienzo del tiempo de verano, en el que todos buscamos cómo descansar más y mejor, cómo apaciguar nuestro estrés y descargar nuestras preocupaciones, un evangelio así es el mejor regalo que se nos podría hacer“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”No puede haber mejor promesa para quienes vivimos en una sociedad en la que la inmediatez y el individualismo ejercen un poder inaudito. También en nosotros, quienes somos creyentes y pensamos que tenemos una escala de valores diferente, encontramos sus huellas.

“Venid” nos dice Jesús¡Aquí estamos! ¿Qué persona no siente que esta Palabra es para ella? ¿Quién no tiene algún cansancio o agobio que desea descargar? Pero, fijémonos en los otros imperativos: “cargad” “aprended”. ¡Vaya! ¡En vacaciones y más trabajo! Movimiento, carga y aprendizaje… desde luego Jesús es el maestro de los contrastes. Y el Maestro de Sabiduría. Porque sus palabras nos llevan, una vez más, a lo esencial. Lo que hoy necesitamos no es el mero descanso del trabajo; no es desconectar de la rutina; ni viajar ni consumir más… Lo que el ser humano sigue necesitando, hoy y siempre, es encontrar el Sentido, ordenar la vida hacia Dios.

Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón. Aprended de quien es dócil a la voluntad del Padre, de quien está abierto a su Palabra y a su encuentro, del misericordioso, del pronto al perdón… Aprended de quien se deja modelar por las manos del Padre haciendo de su Proyecto el sentido de su existencia.

“Cargad con mi yugo… porque es llevadero y mi carga ligera”. El seguimiento de Jesús, lo sabemos, es exigente y radical. Conlleva la entrega total de la vida. Pero, por eso mismo, es absolutamente liberador y reconstituyente. Escuchamos estas palabras: “cargad con mi yugo” y nos imaginamos escenas de esclavitud y sufrimiento. ¡Todo lo contrario! El seguimiento de Jesús alienta nuestra alegría y nuestra libertad, nos libera de todo lo que es relativo y que tantas veces se convierte en nuestra vida en una carga que no nos deja vivir en plenitud.

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. Si para todos es un don, cómo resonará esta promesa en los oídos de quienes, por sus circunstancias personales o sociales, se encuentran envueltos en conflictos y dificultades, angustiados por sobrevivir y luchar para que otras/os sobrevivan. A todos ellos, a los pueblos de Venezuela, México, Siria, Irak, Afganistán, la zona del Gran Sahel y la región del Chad, Congo, Somalia…, a tantas hermanas y hermanos que cruzan desiertos o mares huyendo…, a quienes sufren enfermedad, discriminación o violencia, a todos tenemos presentes en nuestra oración. Que al rezar con esta Palabra que hoy se nos regala no los olvidemos.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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Gratitud

Domingo, 5 de julio de 2020
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Gratitud.2Domingo XIV del Tiempo Ordinario

5 julio 2020

Mt 11, 25-30

La gratitud es una actitud admirablemente terapéutica, capaz de sostener el “tono vital” de la persona. Por un lado, nos aleja del funcionamiento de la queja; por otro, constituye el mejor antídoto frente al desaliento o el desánimo.

          En la medida en que la ejercitamos, nos va transformando interiormente y enriqueciendo nuestro modo de vivir la relación con los otros. En cierto sentido, podría decirse que ensancha el propio corazón, favorece la alegría de vivir y facilita poderosamente la convivencia.

          A poco que observemos, podremos advertir que la gratitud genuina no depende tanto de lo que nos sucede, cuanto del modo como recibimos lo que nos sucede. Si únicamente damos gracias cuando nos ocurre algo que consideramos “agradable”, no hemos salido aún de nuestro egocentrismo.

          La gratitud auténtica es una con la vida, fluye con ella. Nace y se apoya en la comprensión de que, más allá de los juicios que pueda hacer nuestra mente, en el fondo, todo es gracia. Por eso, cuando sabemos ver, la gratitud aflora sin obstáculos. Por el contrario, si permanecemos aferrados a nuestras expectativas –“la vida debe responder a lo que yo deseo”–, la frustración inevitable traerá consigo la resistencia y el sufrimiento, el enfado, la queja y el victimismo.

         La gratitud, como fuerza que nos desegocentra, nos hace tomar distancia de nuestros pequeños intereses y nos abre a la comprensión profunda de que, en último término, todo es don.

        Como el amor, como la alegría…, como tantas cosas, la gratitud es un arte. Y en cuanto tal, necesita ser ejercitada en un entrenamiento cotidiano, en el que, conscientemente, damos gracias por todo.

    En la medida en que crece la comprensión, reconocemos que, vista desde el plano espiritual, la gratitud no es simplemente una actitud o cualidad –algo que podemos vivir con mayor o menor intensidad–, sino otro nombre de nuestra identidad profunda: somos Gratitud. Por eso, al vivirla conscientemente, experimentamos encaje, unificación y plenitud: estamos viviendo lo que somos.

        Si se entiende bien, podría decirse que la existencia entera de una persona sabia se vive entre dos palabras: “gracias” y “sí”. Por todo lo que ha sido, ¡gracias!; a todo lo que sea que venga, ¡sí!

¿Soy una persona agradecida? ¿Qué me hace decirlo?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Entre sabios, entendidos y “enterados”, mejor sencillos, cansados y agobiados

Domingo, 5 de julio de 2020
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nina-con-abuelo-lee-pDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Te doy gracias, Padre.

En muchos momentos Jesús da gracias a Dios, bendice al Padre. En el texto de hoy, Jesús manifiesta la intimidad de amor con el Padre. Jesús y Dios Padre viven una relación profunda de amor. Te doy gracias Padre…

Se trata del amor de Dios Padre con Jesús. El amor de Dios Padre, el Padre es el centro del cristianismo. Jesús, da gracias, le bendice.

El centro de muchos modos de vivir la religión y el cristianismo no es el Padre, ni Jesús, ni el amor, sino la ley, lo que hemos de cumplir, lo que Dios exige para tenerle aplacado. Se ha predicado el infierno como si fuese un arma que Dios utiliza para tener al pueblo “a raya”.

Siempre causa pena, pero más en estos tiempos de pandemia, que las palabras que emanan de no pocos jerarcas, sean palabras y decretos puramente de “orden público”: ahora, que estamos en pandemia, queda abolido el precepto dominical, cuando nos curemos, volveremos al pecado mortal para quien no lo cumpla.

Dios es Padre. Es el eje del cristianismo.

  1. Padre de los sencillos, no de sabios y entendidos.

En este caso Jesús da gracias a Dios porque ha revelado lo que es la vida, las cuestiones decisivas de la vida a la gente sencilla, a los pequeños.

Los sabios y entendidos, (los “enterados”) tienen un tono de prepotencia y altanería. Hay gente que cree saberlo todo, entienden de todo, mandan en todo: lo mismo da en política, que en economía, en las intrigas eclesiásticas (que no eclesiales) o en la vida cotidiana. Hay mucho “enterado” con complejo de superioridad. Son los que no saben. Puede que tengan poder, dinero, ciencia, cargos, pero solamente tienen eso: dinero y poder, pero no sabiduría.

La sencillez no es una desgracia, ni una cuestión de ser pobres. La sencillez es un modo de ser y vivir humildemente, y abiertos a la sabiduría que no está en la chulería y presunción.

Son los sencillos, los pequeños los que tienen esa sabiduría silenciosa propia del pobre y del humilde. Es una sabia ignorancia. Son sencillos los que tienen la mirada limpia y el corazón y las intenciones honradas y saben escuchar.

  1. 03. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré.

En la vida vamos sufriendo cansancios y canseras propios de la condición humana, así como también desfallecimientos inherentes a nuestra condición personal e histórica.

La vida pasa y no terminamos de alcanzar las cotas soñadas y deseadas. Y eso cansa. La historia de nuestra conversión es la historia de nuestro fracaso. La frustración, la profunda cansera pueden hacer mella en nosotros. Probablemente ser adulto es amontonar desilusiones y cansancios, pero mantener firme y libremente la esperanza. (Uno es adulto cuando ya no se hace ilusiones en la vida, pero mantiene la esperanza). Nuestra vida se gasta en tristezas, que dice el salmo 31.

Sociológica y culturalmente estamos también en un momento de cansancio. Tras la altivez de la Ilustración (el siglo de las luces), la postmodernidad no acierta a encontrar la luz: no sabemos por dónde tirar ni salir. Los problemas se hacen crónicos, la noche cultural es espesa

La pandemia es causa también de tedio y cansancios de monotonías. Ante esta situación de enfermedad muchos políticos y obispos nos cansan y decepcionan.

  1. De qué nos libera Jesús

El ser humano se ve agobiado por el yugo de la religión. Nos pesa, nos agobia radicalmente la finitud, el pecado, el absurdo y sin.sentido, la muerte. Jesús no se refiere a que nos vaya a librar de la carga del trabajo, de la finitud humana, de la muerte. Tampoco Jesús “ha fundado una religión más suave” y de más fácil cumplimiento. Jesús no creó “unas rebajas cristianas de verano”.

Cristo nos libera del yugo, que el “esquema religioso” nos carga.

La carga de la que Jesús nos quiere liberar es la carga de la religión, es decir, del yugo de la ley, impuesto en su tiempo al pueblo por los maestros religiosos, por los hombres sabios y entendidos.[1]

Jesucristo nos quiere liberar de la esclavitud de la religión., porque también nosotros vivimos y gemimos bajo la ley, bajo una ley que es religión y bajo una religión que es ley.

Estamos bajo la angustia y el miedo. La ley de la religión es el esfuerzo del ser humano por librarse de las angustias y miedos a la nada, al absurdo, el pecado y la muerte[2]: el ser humano pretende librarse de sus angustias recurriendo a la religión, pero no terminamos de librarnos.

La ley de la religión es el gran esfuerzo del hombre por domeñar su angustia, su desasosiego y su desespero, para taponar el boquete que hay en sí mismo y alcanzar la inmortalidad, la espiritualidad y la perfección. Y así es como bajo la ley religiosa el hombre trabaja y se fatiga tanto de pensamiento como de obra.

La ley religiosa exige que el hombre acepte unas ideas y unos dogmas, que crea en ciertas doctrinas y tradiciones, cuya aceptación le garantiza su salvación de la angustia del desespero y de la muerte. Entonces el hombre procura aceptar todas esas cosas, aunque tal vez se le hayan hecho extrañas y dudosas. Bajo la exigencia religiosa, trabaja y se fatiga para creer cosas en las que ya no puede creer. Finalmente, intenta huir de la ley de la religión.[3]

La tentación es huir de la religión. Pero tampoco se puede vivir permanentemente en “descampado” o en el vacío. . Por eso el hombre retorna continuamente al “yugo de la religión”. Así surge “una especie de fanatismo que se complace en la auto.tortura e intenta imponerlo a los demás, a sus hijos o alumnos”.[4]

Algo de esto ocurre también con las prácticas religiosas: nos exigen actividades rituales, no podemos dejar u olvidar prácticas religiosas, que nos producen una cierta satisfacción. Tal vez nos rebelamos contra tales ritos, incluso los abandonamos temporal o “definitivamente”. Pero tampoco el puro desprecio escéptico es realizador y volvemos a las prácticas de modo fanático y mágico.

Es el puritanismo perfeccionista. Y para los puritanos Jesús es un mero “maestro o guía espiritual” de la ley religiosa. Pero eso es deformar a Cristo y reducirlo a ser el fundador de una religión y, por tanto, el portador de una nueva y más refinada ley.

Jesús nos libera del yugo de la religión. El yugo de Cristo es liberador y está en medio de nosotros: en nuestra tragedia personal e histórica. Ese yugo liberador aparece en nuestra ardua lucha.

De repente nos sentimos inmersos en una paz que es superior a la razón, es decir, que mana allende nuestro esfuerzo práctico para realizar el bien.[5]

Jesús no es el creador de una religión, sino el vencedor de toda religión.[6] Jesús nos libera de toda religión: en Jesús dominamos el desasosiego de la existencia. Jesús es el Nuevo Ser, que no nos impone ninguna religión. Los maestros religiosos nos llaman a nuevas o antiguas religiones. El cristianismo nos llama al Nuevo Ser. En Jesús, el Nuevo Ser, la Verdad y el Bien nos han asido. Jesús nos llama.

(Los ministros y maestros del cristianismo) no os llamamos al cristianismo, sino más bien al Nuevo Ser, del cual el cristianismo debe ser testigo y nada más, sin confundirse jamás con ese Nuevo Ser. Cuando oigáis la llamada de Jesús, olvidad todas las doctrinas cristianas, olvidad vuestras propias convicciones y vuestras dudas particulares. Si alguna vez Le seguís, olvidad toda la moral cristiana, vuestros logros y vuestras dudas particulares. Nada se os pide -ninguna idea de Dios, ninguna bondad especial propia, ni que seáis religiosos, ni que seáis cristianos, ni siquiera que seáis sabios, ni que os atengáis a una moral. Lo que se os pide es tan sólo que os abráis a lo que se os da y que queráis aceptarlo: el Nuevo Ser, el ser de amor, de justicia y de verdad que se manifiesta en Aquel cuyo yugo es llevadero y cuya carga es ligera.[7]

  1. Venid a mí.

Lo fundamental es el encuentro con Xto –con Dios-. Quien o cuando hacemos la experiencia de levantar la mirada hacia el -horizonte absoluto, hacia Xto y vemos la vida y sus cuestiones desde Él, estamos ya serenamente en paz, con nuestra casa sosegada.

Los problemas en la vida seguirán. El mal y el pecado, la enfermedad, las dictaduras de todo tipo seguirán, el sufrimiento, la muerte harán siempre buena carrera y nos harán sufrir, pero no nos angustiarán, no nos agobiarán, porque estamos bien cimentados, los puntos de referencia los tenemos bien puestos. Nada te turbe, nada te espante, solo Dios basta.

                             Jesucristo es perdón, redención.

Jesucristo es sentido: Desde el principio existe el Logos.

Jesucristo es Vida: Yo soy la resurrección y la Vida.

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré.

[1] TILLICH, P. Se Conmueven los Cimientos de la Tierra, 152.

[2] Cfr TILLICH, P. El coraje de existir, Barcelona, Ed Estela, 1968,  40-61.

[3] TILLICH, P. Se Conmueven los Cimientos de la Tierra, 153.

[4] TILLICH, P. Se Conmueven los Cimientos de la Tierra, 154.

[5] TILLICH, P. Se Conmueven los Cimientos de la Tierra, 157.

[6] TILLICH, P. Se Conmueven los Cimientos de la Tierra, 159. Es sugerente leer los primeros capítulos del evangelio de Juan desde la llamada “Teología de las sustituciones”: Jn 2,1-11: (Bodas de Caná) Sustitición de la Alianza. Jn 2,13-2 (Expulsión de los mercarderes del templo) Sustitución del templo. Jn 2, 23-3,21 (Nicodemo) Sustitución de la ley. Jn 3,22-4,3 Sustitución de los mediadores. Jn 4,4,44 (La samaritana) sustitución del culto. Cfr MATEOS, J. – BARRETO, J. El Evangelio de San Juan, Madrid, Ed Cistiandad, 1982, 137-249.

[7] TILLICH, P. Se Conmueven los Cimientos de la Tierra, 160.

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