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Archivo para Viernes, 31 de julio de 2020

Tomad, Señor, y recibid…

Viernes, 31 de julio de 2020
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En la Fiesta de San Ignacio de Loyola, la pregunta es acuciante: “¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo?”

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Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber
y mi poseer;
Vos me lo diste;
a Vos, Señor, lo torno;
todo es vuestro,
disponed todo a vuestra voluntad;
dadme vuestro amor y gracia,
que esto me basta.

*

San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales,
Cuarta Semana, Contemplación para alcanzar amor, Primer punto.

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Bibliografía. Hay infinidad de biografías y estudios sobre San Ignacio. Libros de interés

Iñigo López de Loyola nació en Azpeitia (Guipúzcoa, España), en el año 1491, en el seno de una familia noble en decadencia. Su deseo de alcanzar gloria le llevó a dedicarse a la carrera militar. Fue herido gravemente en una pierna durante la defensa del castillo de Pamplona, atacado por los franceses.

Durante su convalecencia, la simple lectura de algunos libros sobre la vida de los santos y de Jesús le impulsó a la práctica de una dura ascesis, durante la cual escribió la mayor parte de sus famosos Ejercicios espirituales.

Tras abandonar la vida de mendicante solitario, estudió primero en España y después en París; en esta última ciudad conoció a Francisco Javier y a algunos otros, con los cuales reunió el primer núcleo de la Compañía de Jesús, grupo que dará vida a un nuevo tipo de vida religiosa, basada en la práctica de la caridad y centrada en la misión, un nuevo tipo de vida que servirá de ejemplo a innumerables congregaciones modernas. Ignacio murió en Roma, el 31 de julio de 1556. Fue canonizado en el año 1622 junto con san Francisco Javier, su compañero de la primera hora.

*

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad ,

Yo, Ignacio de Loyola…

Viernes, 31 de julio de 2020
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Ignacio-Loyola-61“Yo, Ignacio de Loyola, pretendo en estas líneas decir algo acerca de mí y de la tarea de los jesuitas de hoy, supuesto que aún hoy sigan sintiéndose comprometidos con aquel espíritu que en otro tiempo determinó, en mí y en mis primeros compañeros, los comienzos de esta orden.

Ya sabes que, tal como entonces lo expresaba, mi deseo era «ayudar a las almas», es decir, comunicar a los hombres algo acerca de Dios y de su gracia, de Jesucristo crucificado y resucitado, que les hiciera recuperar su libertad integrándola dentro de la libertad de Dios. Yo deseaba expresarlo tal como siempre se había expresado en la Iglesia, y realmente creía (y era una creencia cierta) que eso tan antiguo podía yo decirlo de una manera nueva. ¿Por qué? Porque estaba convencido de que, primero de un modo incipiente durante mi enfermedad de Loyola y luego de manera decisiva durante mis días de soledad en Manresa, me había encontrado directamente con Dios. Y debía participara los demás, en la medida de lo posible, dicha experiencia.

Cuando afirmo haber tenido una experiencia inmediata de Dios, lo único que digo es que experimenté a Dios, al innombrable e insondable, al silencioso y, sin embargo, cercano. Experimenté a Dios, también y sobre todo, más allá de toda imaginación plástica. A El que, cuando por su propia iniciativa se aproxima por la gracia, no puede ser confundido con ninguna otra cosa.

Semejante convicción puede sonar como algo muy ingenuo, pero en el fondo se trato de algo tremendo. Yo había encontrado realmente a Dios, al Dios vivo y verdadero, al Dios que merece ese nombre superior a cualquier otro nombre.

Pero, por de pronto, repito que me he encontrado con Dios, que he experimentado al mismo Dios. Dios mismo. Era Dios mismo a quien yo experimenté; no palabras humanas sobre El. Dios y la sorprendente libertad que le caracteriza. Lo que digo es que sucedió así.

Una cosa sigue en pie: que Dios puede y quiere tratar de modo directo con su criatura; que el ser humano puede realmente experimentar cómo tal cosa sucede; que puede captar el soberano designio de la libertad de Dios sobre su vida.

¿Se trata de algo nuevo o de algo viejo? ¿Es algo obvio o resulta sorprendente? ¿Se trata de algo que haya que relegar a un segundo plano en la Iglesia de hoy y de mañana, debido a que el hombre ya casi no soporta la callada soledad ante Dios y trata de refugiarse en una especie de colectividad eclesial, cuando en realidad dicha colectividad ha de edificarse sobre la base de hombres y mujeres espirituales que hayan tenido un encuentro directo con Dios, y no sobre la base de quienes, a fin de cuentas, utilizan a la Iglesia para evitar tener que vérselas con Dios y su libre incomprensibilidad?

Una cosa, sin embargo, sigue siendo cierta: que el ser humano puede experimentar personalmente a Dios.

El verdadero precio que hay que pagar por la experiencia a la que me refiero es el precio del corazón que se entrega con creyente esperanza al amor del prójimo

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Karl. Rahner,
Palabras de Ignacio de Loyola a un jesuíta de hoy,
Sal Terrae, Santander 1978; pp. 4-8.

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¿A qué se debe que la Iglesia sea irrelevante en la sociedad?

Viernes, 31 de julio de 2020
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42301465-947E-4AEF-94BA-6BE54ABEC5A6Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Notas Biográficas de San Ignacio

         S Ignacio nace en Loyola, Azpeitia, en 1491.

Cae herido gravemente en la defensa de Pamplona en 1521 en la defensa de Pamplona. En la larga convalecencia, comienza a fraguarse su conversión, que quedará plasmada en Manresa en 1.522. De esta época data su obra “Ejercicios Espirituales”: especialmente su primera meditación: Principio y Fundamento.

Tras una peregrinación a Tierra Santa estudiará teología en Barcelona, Alcalá, Salamanca y París. Será en París donde se encuentre y capte un grupo de jóvenes compañeros universitarios: Pedro Fabro, Fco. Javier, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás Bobadilla, etc.

En 1.534, el día de la Asunción, en la iglesia de Montmartre de París hacen los votos, que constituyen prácticamente el nacimiento de lo que será la Compañía de Jesús. Este grupo naciente tiene intención de marchar a Tierra Santa, pero si no pudieran hacer este viaje antes de un año, marcharían a Roma para ponerse a disposición del Papa. En 1.540 el papa Paulo III aprueba solemnemente este nuevo movimiento religioso: La Compañía de Jesús, que junto con los “Ejercicios” es la segunda gran obra de San Ignacio.

S Ignacio muere en Roma, donde está enterrado, en 1.556 (entre la segunda y tercera etapa del Concilio de Trento).

  1. Principio y fundamento

         La primera meditación de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio es probablemente la piedra angular y lo más importante de la vida de San Ignacio y de toda existencia humana.

         También esta es la cuestión radical de nuestra vida: ¿Cuál es cimiento de mi vida? ¿Por qué y para qué vivo?

         Quien sabe de dónde viene y hacia dónde va en la vida, ya sabe mucho y definitivo en la existencia.

         Como en los viajes en avión, también en la vida hay muchas turbulencias y -a veces- pasamos por situaciones difíciles: enfermedades, crisis personales, problemas familiares, económicos, noches oscuras de tipo religioso, comunitario, eclesiástico. Pero todo se sobrelleva si tenemos un principio y fundamento, una piedra angular en la que apoyarnos.

         Esto para un creyente, para un cristiano es muy importante, es decisivo.

         El principio y fundamento del ser humano es Dios no la economía, ni el poder, ni unos líderes políticos o eclesiásticos. La roca que nos salva, la piedra angular es Dios (JesuCristo).

         Vivir desde este convencimiento profundo es fuente de una gran serenidad y confianza en la vida.

  1. Europa: Pretender eliminar nuestro propio pasado es destruirnos.

         Con alguna frecuencia ocurre que un presidente o líder político de una nación o de un estado no asiste a un acto religioso (en nuestro caso cristiano) que se celebra. Y la razón que aluden es que somos un estado aconfesional o laico. Estas escenas las hemos visto en Loiola y hace pocas semanas en el funeral por las víctimas de la pandemia celebrado en Madrid.

         Esto es de una cortedad y mala educación mental y cultural infinitas.

         Por una parte, los líderes políticos, más bien los gobernantes, gobiernan un pueblo en el que una gran mayoría son creyentes o de tradición cristiana. Ese pueblo merece un respeto y una dignidad por parte de sus dirigentes.

         Probablemente el estado tiene que ser aconfesional, laico, pero ha de respetar y convivir respetuosa y educadamente con las diversas tradiciones religiosas que existan en ese estado.

Por otra parte, si a mí me invita un amigo a su boda budista, o de otra religión, yo no puedo ser tan corto y tan necio como para no asistir a la celebración y luego que “me echen de comer”. Si no somos buenos, que no lo somos, al menos seamos inteligentes y educados.

         Muy genéricamente podríamos pensar que Europa se ha construido con un “poco” de filosofía griega (pongamos Platón) hace 2500 años), otro poco de ética judía (que eso es el Sinaí), y con una lectura cristiana de la vida desde la hondura de del Evangelio de JesuCristo y desde la ciencia, el pensamiento científico que va fraguando a partir del siglo XVIII.

         Cuando se oye o se lee en los medios de comunicación los juicios que se emiten respecto de nuestro pasado cultural, filosófico, religioso europeo, no es que sea algo malo, sino que muestran una ignorancia infinita. Europa se construyó en torno a un esquema de pensamiento y de valores, que podríamos concretarlo gráficamente en el camino de Santiago. Europa se construyó antes -y mejor- “caminando hacia Santiago que con el euro (pura cuestión económica). Detrás de lo que hoy denominamos comunidad europea no hay más que una comunidad económica: dinero, euros, ahí no hay más.

         ¿De dónde ha surgido la ética, el concepto de persona, los valores como el respeto al ser humano y la libertad, justicia, etc. si no es de nuestra propia traditio cultural-cristiana?

Otra cuestión serán las interpretaciones, adaptaciones del Evangelio a cada momento de la historia. Pero sin memoria no hay futuro.

  1. ¿Momento agnóstico, increyente?

         Tradicionalmente nuestro pueblo ha sido creyente, cristiano. Nuestras gentes eran creyentes, nuestra fe, nuestras costumbres y nuestro techo cultural era cristiano.  Se solía decir que no había un lugar del mundo en el que no hubiera un misionero vasco.

         Pero hoy en día es evidente que la marea cultural en la que vivimos el estado es aconfesional, muchas personas son agnósticas, algunos -los menos- llegan a ser ateos, y la mayor parte frívolos, superficiales y consumistas, que es el modus vivendi actual. También muchas personas -cristianas o no- son serias, honradas, aman la justicia, la paz, la bondad.

         ¿Qué nos ha pasado para que lo que “predica” la Iglesia tenga tan poco valor y vigencia en la sociedad? Las iglesias “están vacías” y tampoco la iglesia está presente en la sociedad. ¿A qué se debe, si no, la ausencia de una Palabra (logos) sensata, con sentido, de la iglesia en este gran problema en la pandemia? ¿A qué se debe que la iglesia haya pasado a ser irrelevante en la vida social, política, cultural?

         Cuando las cosas van mal, hasta los equipos de fútbol hacen “autocrítica”. La Iglesia no tolera una crítica ni se hace autocrítica ¿Qué nos ha pasado en la iglesia? O quizás, ¿qué hemos hecho del Evangelio? Es cierto que en la pandemia muchas parroquias, religiosos y religiosas, ong, etc. han prestado y prestan un gran servicio asistencial, cáritas, comedores sociales, etc. Pero la Iglesia -a excepción del papa Francisco- no sabe decir una palabra de consuelo, de esperanza, de ánimo, de bondad, de alivio sicológico, humano.   Los jerarcas siguen “erre que erre” con su doctrina y sus ritos, pero lejos del espíritu evangélico.

         Ni el mundo entra ya en la iglesia, ni la iglesia entra en el mundo.

         ¿Tal vez es que los eclesiásticos hemos dejado de lado el evangelio?

  1. el que quiera salvar su vida, la perderá.

        Esta expresión de Jesús: el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará, estará después muy presente en la espiritualidad ignaciana.

        Es una gran verdad: cuando nos buscamos siempre a nosotros mismos, terminamos siendo unos ególatras vividores.

        Vivir -humana y cristianamente- no es vegetar, “ni pasárselo bien”, ni tan siquiera ir a Misa según el aforo que nos permitan, vivir es convivir con los demás en el mundo, en familia, trabajo, comunidad eclesial, vivir es hacer, dar vida, sanar, creatividad.

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad , , , , ,

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