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Huríes en el Paraíso.

Domingo, 3 de marzo de 2019

fb99e871e906d613f1cddb3901d12359“La suerte busca una aguja en un pajar y sale con la hija del granjero”. (Phyllipps Martin)

3 de marzo 2019. Domingo VIII del TO

Lc 6, 39-45

Por los frutos distinguís cada árbol. No se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian uvas de los espinos (v 44)

En el Islam las hurís son doncellas que tienen el don de la eterna juventud y están dotadas de toda suerte de encanto; para los musulmanes simbolizan la eterna bienaventuranza, y la tienen garantizada los que cumplen la ley del Profeta y especialmente los ayunos del ramadán.

Cuando leí en el Corán todos estos privilegios, estuve a punto de declararme discípulo fiel de Mahoma. Pero como lo de ponerme un turbante, montarme en un camello, blandir al viento un sable y lanzarme al galope para conquistar imperios, no me parecía una idea muy cristiana, desistí de tan atractiva sugerencia. A consecuencia de lo cual, perdí hurís, hidromiel y Paraíso.

Lo que de verdad me encandilaba, era el tema de las hurís ofreciendo sus encantos e hidromiel a los guerreros. En Europa lo habían bebido ya romanos, griegos y vikingos, con lo que les resultaba comodísimo salir siempre victoriosos de cualquier tipo de batalla.

¿Por qué el Antiguo y el Nuevo Testamente no han ofrecido nunca tan apetecibles privilegios?

En mi parroquia, cada domingo que yo acudo a misa, el cura se desgañita gritando únicamente a los cuatro vientos los pétreos mandamientos negativos de las Tablas, y frente a tan osado desvarío, a mí se me revuelven las entrañas y me declaro politeísta. Porque para el politeísmo, Dios está en todas partes. Lo comprobé en las tribus del Zaire, durante el mes que tuve la interesante ventura de estar allí perdido.

Por otra parte, dispongo de la inmensa suerte de que en mi parroquia se diga que el mensaje es el mismo para todos, que no hay privilegios para nadie, puesto que, a priori, somos todos iguales.

“La suerte busca una aguja en un pajar y sale con la hija del granjero”. dijo Phyllipps Martin, músico neozelandés.

El día que me dijeron que arriba no había cielo, me hicieron perder la virginidad mental de que yo disponía, y con ella, mis esperanzas de futuro, y me vino a la memoria La Divina Comedia de Dante que, perdido en una selva oscura, es incapaz de encontrar la “diritta via, que era smarrita”. Aunque lo que sí encuentra a la puerta del Infierno, es una voz que le dice: “Tú, que entras aquí, pierde toda esperanza”, siendo evidente que yo, como el poeta, lo que deseo es poder cantar con todas las demás almas la gloria de Dios eternamente.

Al salir desolado de la iglesia, estuve a punto de pedir cuentas a alguien, aunque no sabía a quién, por lo que me conformé con gritarle aquello de Lucas 4, 23: “Medice cura teipsum”.

Y le clamé también lo de Isaías Is 61, 1: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido (…) para dar proclamar la liberación de los cautivos”.

O, quizás como dice Jeremías en 1, 17 obedeciste el mandato de Dios cuando le dijo: “Y tú, cíñete en pie, diles lo que yo te mando”.

¿Te ha capacitado, acaso, como apunta Pablo en su Carta primera a los corintios 12, 31 para ser el responsable de señalarme el mejor camino?

Afortunadamente, y para mi consuelo; recordé de nuevo a Dante, que en el Paraíso dice:

“O divina virtù, se mi ti presti
tanto che l’ombra del beato regno
segnata nel mio capo io manifesti
”.

¿Me facilitarán acaso estos versos lo que anunció Phyllipps Martin en esta frase?: “La suerte busca una aguja en un pajar y sale con la hija del granjero”. (Phyllipps Martin)

Y por lo demás, imperativo cura de mi pueblo, no quiero que tu palabra me impida llegar a plenitud, pues me abandonaste en un naufragio, como un capitán que abandona su barco.

LOCURA DE AMOR

Como la de Juana la Loca
por Felipe el Hermoso.

O como tantas otras
protagonistas de ópera,
que la razón perdieron por amor:

En Don Giovanni, Doña Elvira;
Ofelia en Hamlet;
en Lucia de Lammermoor, Lucía;
Elvira en I Puritani;
en La sonnambula, Amina;
y Margarita en Mefistófeles.

……………………

¡¡Yo en locura de amor
perderme por ti, Tierra, quiero!!

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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