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“Oyarzábal contra los autófagos”, por Ramón Martínez

Viernes, 30 de octubre de 2015

19-Weekend-4Aprendamos a mirarnos desde el otro lado del espejo para comprendernos mejor y saber cómo hacer llegar nuestro mensaje a quienes, de seguro, más lo necesitan. Evitemos un activismo con vocación de minoría cuando las voces conservadoras empiezan a hablar a nuestra propia mayoría.

Líbrenme los dioses antiguos y modernos de ensalzar en momento alguno la estrategia de precampaña del Partido Popular, que recientemente ha descubierto la importancia del llamado voto rosa y trata de apropiarse de esa parte del electorado formado por lesbianas, gais, bisexuales y transexuales. Pero desde que Iñaki Oyarzábal asistió a la mesa de debate político de la Conferencia de FELGTB el pasado fin de semana no dejo de pensar en que, como vengo anunciando desde hace tiempo, lo que allí observamos ha cambiado para siempre el panorama de la reivindicación de los derechos de la Diversidad Sexual y de Género, aunque haya aún mucha gente que no quiera comprenderlo.

No calificaré de “histórica” esta irrupción del Partido que sostuvo durante siete años un recurso contra el Matrimonio Igualitario en la reivindicación LGTB, porque el adjetivo parece haber quedado relegado a los pequeños logros de pequeños partidos que se olvidan en apenas unas semanas, pero es necesario detenerse a analizar las palabras que el responsable de Justicia, Derechos y Libertades de los populares pronunció en su encuentro con representantes de PSOE, Ciudadanos, Podemos y los prácticamente extintos UPyD e Izquierda Unida. Porque mientras estos partidos afirmaban sin margen de error que cumplirían con las exigencias del discurso activista Oyarzábal se permitió la licencia de considerar la cuestión desde su particular punto de vista.

Si bien la intervención más aplaudida fue la de Mireia Biosca, coordinadora del área de libertades sexuales de Izquierda Unida, es necesario tener en cuenta que este partido agonizante tendrá muy difícil conseguir representación en el Parlamento en las próximas elecciones generales, según indican las encuestas. Y del mismo modo es preciso corresponder esto con que su discurso, aunque muy de acuerdo con las reivindicaciones activistas, sólo lo aplaude ese pequeñísimo porcentaje social que representamos las personas especialmente comprometidas con la defensa de los derechos de la Diversidad Sexual y de Género, que somos a duras penas un 1% del electorado.

Corremos un grave peligro: nos acercamos muy rápidamente hacia la defensa de un discurso autófago. Hemos desarrollado tanto nuestras demandas que es muy posible que hayamos olvidado la importantísima labor de difusión social de nuestras ideas, que en su momento hizo posible la aprobación del Matrimonio Igualitario. Incluso entre nosotros mismos. No todas las lesbianas, gais, bisexuales y transexuales comparten nuestra urgencia en aprobar determinadas políticas. Hablamos de cuestiones de tanta profundidad como “el privilegio cisexual” cuando el común de los mortales apenas sabe distinguir homosexualidad de transexualidad.

Por eso las palabras de Iñaki Oyarzábal, muy consciente de esta realidad y de que su postura puede alcanzar mayor calado social que nuestro discurso, deben servir como una dura pedrada que rompa el espejo donde nos miramos, como Alicia, para organizar nuestro activismo de las maravillas. En el mundo real, el que ignora qué hacemos desde las entidades sociales, afirmaciones como que “no hace falta ser de izquierdas y ateo para ser gay” pueden encontrar mucho respaldo. Tanto que sólo hace falta aplicar el conocido porcentaje del 10% a la militancia del Partido Popular para descubrir que es más que probable que haya más personas no heterosexuales conservadoras que activistas, si bien, por las características de la organización, el porcentaje seguramente será mucho menor.

Necesitamos campañas de concienciación para empoderar a lesbianas, gais, bisexuales y transexuales que aún no comprenden la necesariedad del activismo

Mientras continuemos elaborando un discurso tan difícil de compartir e invitando a los partidos políticos a que aplaudan nuestros postulados, aun a sabiendas de que a posteriori nos prestarán una atención muy relativa, mientras los activistas sigamos siendo una inmensa minoría tan comprometida con cuestiones que otra gente no termina de comprender, estaremos dejando fuera de nuestra reivindicación, que en su momento fue tan compartida socialmente, a gran parte de la sociedad, esa misma que necesitamos para construir una realidad mejor tanto para personas no heterosexuales como para heterosexuales.

Necesitamos acompañar de campañas de concienciación todas nuestras propuestas, empoderar a tantas y tantas personas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales que aún no comprenden la necesariedad del activismo para que se sumen a nuestras demandas y nos ayuden a difundirlas entre la mayoría de la sociedad, porque los fantasmas autófagos acechan y sólo generan inmovilismo. Aprendamos a mirarnos desde el otro lado del espejo para comprendernos mejor y saber cómo hacer llegar nuestro mensaje a quienes, de seguro, más lo necesitan. Evitemos un activismo con vocación de minoría cuando las voces conservadoras empiezan a hablar a nuestra propia mayoría. De lo contrario corremos el riesgo de convertirnos en un movimiento irrelevante, minoritario más por nuestros errores de comunicación que por nuestra realidad. Oyarzábal y el Partido Popular lo saben, y han movido ya su ficha en esta partida. Hagamos que nuestro caballo de batalla sea, de nuevo, la mayoría social, libre e informada para apoyarnos decididamente. Porque en esta nueva lucha, en esta nueva situación, nos lo estamos jugando todo.

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