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Victòria Molins: Ser “una persona normal”

Lunes, 1 de agosto de 2022
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868A0C80-6598-48B9-B22D-085754D6A7BE¿Hay más vocaciones en congregaciones apegadas a sus signos externos?

“El día que me pude quitar el hábito, pasé a ser una ‘mujer normal’ o hasta diría que ‘cualquiera’ en el mejor sentido de la palabra. Pasamos desapercibidas en los lugares públicos y -dedicadas a lo mismo que antes- procuramos no ser como el levita o el sacerdote que pasaron junto al herido, aquel que no fue auxiliado hasta que no pasó una personal ‘normal’, y encima emigrante, el samaritano”

“Si hoy hay vocaciones, éstas se dan mucho más en congregaciones que –dejando a un lado su valor y santidad en la que no me meto- siguen con signos externos lejanos a esa ‘normalidad’”

Me encantó el artículo de Religión Digital en el que el Papa hablaba de ser “una persona normal” y añadía que era una de las causas por las que no quiso vivir en la residencia del palacio del Vaticano: era una cuestión psiquiátrica, porque el vivir comunitariamente le libraba de ese peso que acompaña a una vida en palacio y en la soledad del rango. ¡Fenomenal!

En otra escala mucho menor, las religiosas –llamadas vulgarmente, monjas en general, lo sean canónicamente o simplemente sean eso, religiosas- durante mucho tiempo no han sido “normales.

“Déjale sitio a la monjita”

Por eso las que nos dedicábamos a la vida apostólica fuera de los conventos cantábamos” mucho en la calle, en el metro y en todos los lugares públicos con nuestras vestimentas de otro siglo. Es verdad que eso llevaba –por lo menos en otros tiempos de nacionalcatolicismo- a ser más respetadas, a tener privilegios, a dejarles pasar en las colas, sentar en el metro o simplemente a que las madres les dijeran a su hijo pequeño: “Déjale el sitio a la monjita”, con ese diminutivo que a mí me reventaba.

El día que me pude quitar el hábito, pasé a ser una “mujer normal” o hasta diría que “cualquiera” en el mejor sentido de la palabra. Pasamos desapercibidas en los lugares públicos y -dedicadas a lo mismo que antes- procuramos no ser como el levita o el sacerdote que pasaron junto al herido, aquel que no fue auxiliado hasta que no pasó una personal “normal”, y encima emigrante, el samaritano.

Atraídos por los signos externos

Y aquí viene un fenómeno que no me atrevo a comentarlo en según qué lugares o medios de comunicación: ¿ser “normales” deja de ser atractivo para un tipo de jóvenes que se sienten atraídos por una visión más espectacular de la entrega con sus signos externos evidentes? Tal vez es una pregunta tonta, o no lo es tanto si se atiende a las estadísticas.

Hay dos cosas que me hacen pensar a la hora de la escasez de “vocaciones” para nuestra vida apostólica como consagradas en la vida religiosa: una es que en los países más desarrollados escasean mucho más. ¿Va por ahí la respuesta del joven rico que se marchó triste porque tenía demasiadas cosas…?

Triunfa lo lejano a la “normalidad

Y la otra es que si hoy hay vocaciones, éstas se dan mucho más en congregaciones que –dejando a un lado su valor y santidad en la que no me meto- siguen con signos externos lejanos a esa “normalidad de la que hablo al principio de este artículo.

De momento, -sin angustiarme demasiado por el relevo, pero sin negar la evidencia-  procuro, con mis hermanas, atenerme al Evangelio e intentar vivir como Jesús que pasó por la vida haciendo el bien y… “como un hombre cualquiera”. Texto de San Pablo a Filipenses que siempre me ha impresionado y que os lo recuerdo aquí, como complemento a mi sencilla tesis: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. (Fil. 2, 6-2-8).

Fuente Religión Digital

Espiritualidad, Iglesia Católica ,

“Fin de las congregaciones religiosas y futuro de sus propiedades “, por José Arregi

Viernes, 25 de febrero de 2022
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AaaDe su blog Umbrales de luz:

Franciscanos/as y clarisas, benedictinos/as, mercedarios/as, compañeros y compañeras de Jesús inspiradas por Ignacio de Loyola, hombres y mujeres carmelitas, pasionistas, maristas… una lista sin fin. Nacieron para socorrer, acompañar, educar, sanar, cuidar a los sin nadie y sin nada. O para dedicarse a la “vida contemplativa”, “trabajando y orando”, viviendo a fondo, siendo en comunión profunda con todo. Esas mujeres y hombres, a lo largo de los siglos, han dado al pueblo lo mejor de sí con admirable entrega y desinterés, y el pueblo los ha sostenido material y espiritualmente con inmensa generosidad. Nuestros pueblos y ciudades llevan su impronta.

Pero la “vida religiosa” –al igual que la época de las “religiones” tradicionales– toca a su fin. No quiero decir que aquello para lo que las congregaciones y órdenes nacieron –compasión samaritana, esperanza subversiva, fraterno-sororidad universal– haya perdido valor. Nunca lo perderá, esperemos. Pero en los últimos 60 años se ha desmoronado el marco cultural (teológico y antropológico) sobre el que, desde el s. XIII, se ha sustentado esa forma de vida, y su mismo nombre.

Nuestra visión del mundo y del ser humano, de la “materia” y del “espíritu”, del cuerpo, de la sexualidad y del género… y, en consecuencia, nuestra imagen de Dios, han cambiado profundamente. Ya no se sostiene que el celibato sea más humano o acerque más a Dios o a la Vida que la práctica de la sexualidad, ni que la obediencia a un superior sea valiosa por sí, ni que porque la propiedad de los bienes recaiga sobre la congregación y no sobre el individuo religioso, éste vaya a ser más responsable y solidario. Tampoco se sostiene que los tres votos sean “consejos” dados por Jesús de Nazaret a quienes quisieran seguirle más de cerca, más entregada y proféticamente. Y aunque Jesús los hubiera aconsejado, no por eso nos valdrían hoy, al igual que ya no nos valen sus ideas sobre el origen y el fin del mundo, la creación del ser humano, ángeles y demonios, o sobre el Dios creador.

Se han derrumbado los pilares sobre el que se ha apoyado y justificado la vida religiosa desde sus orígenes hasta hoy. Y por eso, simplemente por eso, están desapareciendo en la Europa occidental las vocaciones a esa forma de vida, en un proceso que se veía venir, pero no se supo ver. No están desapareciendo las vocaciones a la vida en su hondura, sino al modelo teológico y canónico de la “vida consagrada”. La metamorfosis cultural-religiosa, los datos sociológicos y la trayectoria de fondo indican que, dentro de dos o tres décadas, la inmensa mayoría de los monasterios, conventos y casas religiosas de los países europeos quedarán vacías. Y todo apunta que lo que sucede aquí sucederá más pronto que tarde en todos los continentes, al igual que, por ejemplo, en Castilla y Andalucía ya pasa lo que pasó antes en el País Vasco o Cataluña, o en Italia y en España o incluso en Polonia pasa hoy lo que antes pasó en Francia, Dinamarca o Suecia.

¿Tendrán las congregaciones religiosas la lucidez necesaria para comprender el signo de estos tiempos y para convertir su proceso de muerte en camino de vida, su disolución institucional en transformación espiritual? ¿U optarán por cerrar los ojos, huir adelante y condenarse a la decadencia, buscando vocaciones como sea o importándolas de donde sea? Saber vivir culmina en saber morir, en dejarse transformar enteramente.

No puedo aquí dejar de referirme a otro reto mayor, ligado al anterior o derivado de él: ¿qué destino procurarán las congregaciones a sus templos, santuarios y conventos, casas y propiedades, que no son pocas, para cuando sus comunidades se cierren, y justamente para que su carisma originario y su historia más auténtica no se extingan? Es justo que aseguren para todos sus miembros, mientras vivan, las condiciones necesarias para una vida digna. El resto no les pertenece, por muchos y muy legales títulos de propiedad de que dispongan. Lo que no necesitan pertenece al pueblo. Fue el pueblo quien, directa o indirectamente, edificó sus templos y conventos. De ningún modo debieran parar en manos del mejor postor.

Que vuelvan, pues, al pueblo, a las instituciones públicas, pero no mediante venta a precio de mercado, pues esto equivaldría a hacer pagar por segunda vez a los contribuyentes el convento o la iglesia o la propiedad que los contribuyentes o sus antepasados (o los reyes y señores que los explotaron) regalaron a las congregaciones. Que éstas desacralicen sus templos y santuarios, para reconvertirlos en lugares de ”espíritu y de vida” donde el pueblo pueda respirar en paz, gozar de silencio, reunirse y fomentar la convivencia, soñar otro mundo mejor, disfrutar la belleza de la música y de la palabra, celebrar el amor y el nacimiento, despedir a los muertos y aliviar el duelo. Lo demás, incluidos los traspasos a las curias generales y a las instituciones diocesanas, sería una traición de las congregaciones al carisma que las alentó, un fraude al pueblo que las sostuvo y al que se consagraron, una afrenta a la memoria de nuestros padres, abuelos y antepasados.

Escribo estas líneas en vísperas del 2 de febrero, fecha en que se celebra en la liturgia católica “el día de la vida religiosa”. En la misa se volverá a leer el bello pasaje imaginario de Lucas sobre dos ancianos profetas, Simeón y Ana, que reciben al niño Jesús en su presentación en el templo de Jerusalén. Simeón, “hombre justo y piadoso”, “esperaba el consuelo de Israel”, de todos los pueblos. Abre los ojos, ve a Jesús y reconoce la luz de un mundo nuevo, y dice a la Vida: “Puedes dejar a tu siervo irse en paz”. Ana es viuda desde muy joven, tiene 84 años, y ahí está, presente. Abre la boca, toma la palabra y “habla del niño a todos los que esperan la liberación”. No os encerréis en el templo, dice, abrid sus puertas, no hay más claustro que el mundo. No miréis al pasado, otro futuro es posible.

Aizarna, 30 de enero de 2022

Espiritualidad, Iglesia Católica , , , ,

Eefje Spreutels, la mujer trans que quiere (y no puede) hacerse monja en Bélgica

Martes, 24 de agosto de 2021
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5DE4EF20-A2B1-476C-A4A9-680119FA393CSe ha puesto en contacto con seis conventos, pero en todos ha obtenido una respuesta negativa

Desde muy pequeña, sus padres le inculcaron la fe católica desde pequeña y que al cumplir 10 años ya sentía la inquietud por hacerse monja

A sus 46 años, no renuncia a vivir la fe y está dispuesta a luchar por romper los muros que hoy le impiden hacerse monja

Estoy dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias para conseguir un encuentro con el Santo Padre”, asegura

19.08.2021 Jordi Pacheco

Cuenta Efje Spreutels que sus padres le inculcaron la fe católica desde pequeña y que al cumplir 10 años ya sentía la inquietud por hacerse monja. Una vez que se hizo adulta, intentó entrar en un monasterio de Amberes, en Bélgica, pero no lo consiguió. ¿La razón? Efje Spreutels es una mujer trans y sus anhelos topan con la Iglesia católica. Si quiere entrar a formar parte de la institución, Spreutels tendría que “seguir siendo hombre” y convertirse, por tanto, en sacerdote.

La discriminación de que se siente objeto Spreutels por parte de la Iglesia la ha llevado a contar su historia en diversos medios de comunicación. El último en el que ha aparecido ha sido en la emisora colombiana W Radio (Grupo Prisa), donde compareció el pasado martes 17 de agosto.

A pesar de todo, Spreutel, que tiene 46 años y hace dos que vive como mujer, no renuncia a vivir la fe y está dispuesta a luchar por romper los muros que hoy le impiden hacerse monja. “Seguiré orando mucho por la gente, encenderé velas en los altares de mi casa. Esa es mi manera de mostrar mi devoción”, afirmó Spreutels, que afirma que acude regularmente a dos iglesias locales a ayudar.

Desde que se operó, Eefje ya se ha puesto en contacto con una media docena de conventos, pero en todos ellos ha obtenido, hasta ahora, una respuesta negativa. También contactó con algún obispo de la Iglesia Católica con el fin último de reunirse con el Papa Francisco en el Vaticano. “Estoy dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias para conseguir un encuentro con el Santo Padre, haré lo que sea necesario”, asegura Spreutels. “No he tenido el apoyo de mi familia. Mi madre me dice que si continúo con estos planes de ser monja, ella no va a visitarme en el monasterio”, concluye.

Fuente Religión Digital

Homofobia/ Transfobia., Iglesia Católica , , ,

Vida religiosa

Jueves, 22 de octubre de 2020
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Recuerda que la religión cristiana no consiste en decir muchas oraciones; de hecho se nos manda justo lo contrario. Si tú y yo vamos a vivir una vida religiosa, no debe suceder sólo que hablemos mucho de religión, sino que nuestras vidas en cierta manera han de ser diferentes”

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Ludwig Wittgenstein
a Maurice O’Connor Drury

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Ludwig Wittgenstein (1889-1951). Nació en Viena, estudio ingeniería en Berlín y en Manchester y de allí pasó a Cambridge a estudiar filosofía y fundamentos de las matemáticas con Bertrand Russell. En 1922 publica su Tractatus Logico-Philo-sophicus con el que aspira a resolver los problemas que acechan desde siempre a la filosofía. En estos años evoluciona su pensamiento acerca del lenguaje y en 1929 regresa a Cambridge donde desa-rrolla una nueva filosofía del lenguaje que ha sido muy influyente en el siglo XX

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Wittgenstein, un hombre de verdad… siempre en la frontera de sí mismo.

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(Para leerlo con sustítulos en español, pincha en la rueda y elige idioma)

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , ,

Pikaza, Jesús y las mujeres: “Sobre ellas refundaré mi Iglesia”

Martes, 1 de septiembre de 2020
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9796744-15822894Diarmuid O’Murchu

Del blog de Xabier Pikaza:

Estas mujeres serán como María Magdalena, y las otras de la tumba, pero ya no irán primero a Galilea para animar a Pedro y a los otros (cf. Mc 16,-18), sino que ellas mismas refundarán la iglesia, no contra Pedro, sino con él y con todos los que quieran comenzar de nuevo.

No serán como Justiniano, no edificarán una iglesia‒imperio, ni como Carlomagno o Gregorio VII, con su feudalismo religioso, ni como Lutero o Loyola, con su Reforma o Contra‒Reforma militante… y en el fondo impositiva-

Ni serán como muchas “obispas” o “presbíteras” actuales, que son mayoría en Escandinavia o en otros lugares, pero no sirven para para refundar la iglesia, sino para que sea más de lo mismo.

Éstas han de ser mujeres para refundar no sólo la vida religiosa, sino la iglesia, rompiendo su empedrado actual. Así digo en el prólogo que he escrito para O’Murchu. El texto es algo largo, pero lo dejo así, como visión de conjunto. En otras postales expondré algunos de sus temas. Buen día a todos

O’MURCHU: REFUNDAR LA VIDA RELIGIOSA EN EL SIGLO XXI (=refundar la Iglesia), Editorial Sirena de los Vientos, Madrid 2020 (cf.  https://www.sirenadelosvientos.es/ ).

Diarmuid O’Murchu no viene como desconocido, sino que vuelve con más fuerza desde un pasado fuerte de experiencia y compromiso de espiritualidad integradora, como puse de relieve en el prólogo a su libro Fe adulta. Crecer en Sabiduría y Entendimiento (Sirena de los Vientos, Madrid 2018).

Hoy presento la traducción de su obra clave, ya definitiva, sobre la Refundación de la vida religiosa en el siglo XXI (Religious Life in the 21st Century: The Prospect of RefoundingKindle Ed. 2016), y lo haré por inmersión, asumiendo y recreando desde mi perspectiva el espléndido programa de vida religiosa, de cristianismo y humanidad que está ofreciendo O’Murchu.

 Un autor a quien quisieron callar 

 O’Murchu es un especialista en “vida religiosa”, entendida como arquetipo o modelo de experiencia y madurez, de comunión y creatividad, como destacó en su libro Reframing Religious Life. An Expanded vision for the Future (New York 1996; versión cast. Rehacer la vida religiosa, Claretianas, Madrid 2001). Fue un libro sorprendente y luminoso, que puso ante los ojos de docenas de miles de cristianos, y en especial de mujeres “religiosas”, el don y sentido de Dios, en perspectiva de contemplación madura y creadora, es decir, de actualización liberada, personal y solidaria, del misterio.

Más que una institución canónica, al servicio de la jerarquía, la vida religiosa aparecía ya como experiencia y “estado” de renacimiento interior en el espíritu más hondo de la realidad, entendida como “palabra” (energía, presencia divina) tal como se expresa no sólo en el mensaje y camino de Jesús, sino en otras tradiciones religiosas, que nos llegan del pasado arquetípico del Dios que fluye y se encarna en nuestra misma vida de mujeres y hombres, llamados a la relación afectiva, y al compañerismo “empoderado”, igualitario de mujeres y hombres que, creyendo y habitando en Dios, habitan y creen en su propia libertad para el amor y la creatividad compartida.

Pues bien, la Conferencia Episcopal Española (CEE), sin entender quizá el fondo del tema que se hallaba en juego, y por miedo a perder su autoridad (especialmente sobre las “mujeres religiosas”, entendidas casi como mano de obra barata para su “ministerio”), publicó una dura nota (Boletín CEE, 8.7. 2002, 49-55), ratificada por Osservatore Romano (ed. castellana: 17.3. 2006), condenando la visión y proyecto de O’Murchu, en la línea más reactiva de otro documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe (Dominus Iesus, 2000), firmado por el Card. Ratzinger.

Aquella condena (sin ser dogmática, ni poder imponerse por ley) surtió su efecto e impidió que el libro se siguiera editando en castellano, aunque proliferaron fotocopias y lecturas clandestinas. Ahora, 16 años después, O’Murchu reaparece en castellano, con nuevas obras, y en especial con ésta sobre la Vida Religiosa, en una editorial de conocimiento interior y experiencia contemplativa de fondo cristiano, pero no confesional (no ligada a la jerarquía de la Iglesia), que se abre con gozo y esperanza  a la religión universal de la Vida.

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María Magdalena y el protagonismo de las mujeres

Publiqué hace tiempo mi visión de aquel libro y del tema discutido en la entrada “O’Murchu” del Diccionario de pensadores cristianos (Verbo Divino, Estella 2010, 572-675), mostrando mi interés por el autor y el tema. Ahora vuelvo a su proyecto de una nueva vida religiosa, llamada a una muerte que seré resurrección, tal como se formula en esta “re‒tractatio” titulada Refundación de la vida religiosa (en su original: Religious Life in the 21st Century: The Prospect of Refounding,Kindle Ed. 2016), sobre el final de una etapa y el comienzo aún futuro de una nueva experiencia y compromiso de vida religiosa, entendida como parábola y sentido de la más honda realidad de Dios y de la tarea de las religiones, y en especial del cristianismo.

Diarmuid O’Murchu, un teólogo, un hombre de iglesia

Para los menos versados en el tema, quiero recordar que Diarmuid O’Murchu (irlandés, nacido el año 1947) es un “religioso” y pensador católico irlandés, de la Congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón (Congregación fundada en Francia, el año 1854, presente en Francia, España, Irlanda, USA. Fiipinas…). Eso significa que, en un plano, él forma parte del “clero” oficial de la Iglesia Católica). Es, al mismo tiempo, un psicólogo social, que ha dedicado tiempo y via vida a la animación (counselling) y empoderamiento de personas y grupos marginados, tanto en Europa como en África y América, especialmente a partir del año 2001.

Eso significa que escribe desde el “corazón” del cristianismo, sin que las condenas anteriores le hayan hecho abandonar la Iglesia en su sentido más hondo, sino todo lo contrario: le han llevado al centro de la vida cristiana, que es una experiencia compartida de “empoderamiento espiritual”, en comunidades de amor mutuo y de proyecto de vida compartida, que van más allá de las fronteras de la jerarquía oficial de la Iglesia.

Ha escrito varios libros de iluminación espiritual y crecimiento interior, a partir de su trabajo pionero sobre el profetismo de la vida religiosa (Religious Life: A Prophetic Vision, Notre Dame, IN 1991). Ha insistido en la identidad evolucionista del mundo de la vida, elaborando en esa línea una “teología cuántica” (Quantum Theology. Spiritual Implications of the New Physics, New York 1996), con lo que ello implica, en la visión de un Dios  que se introduce en el despliegue de la realidad,  formando parte de ella, como su poder más hondo y su destino de plenitud.

A su juicio, utilizando el modelo de la física de las partículas y de una biología  evolutiva, se puede y debe afirmar que todas las realidades se encuentran interconectadas, de forma que se “in‒habitan” y potencian mutuamente, a través de un inmenso principio y proceso de energía creadora, que podemos llamar Dios, pues en él vivimos, es decir, nos movemos y existimos, como dijo Pablo en el Areópago de Atenas  (Hch 17, 28). En ese contexto se sitúa y cobra su más hondo sentido el proyecto de Jesús, entendido como principio de unión universal, como saben y proclaman las Cartas de la Cautividad  atribuidas a Pablo (Col y Ef).

Eso significa que el cristianismo, y en especial la vida religiosa, inspirada en Jesús, no va en contra de la tarea “cósmica” de la vida, tal como ha sido formulada en las grandes religiones, sino que se sitúa dentro de ella, pues el evangelio asume y ratifica el potencial divino de la vida humana, expresada en formas de comunión afectiva, empoderadora y “fraterna”, que nos permitirán superar la gran crisis actual de humanismo, esto es, de religión y esperanza, que no afecta sólo a la vida religiosa, sino a todas las formas de vida humana sobre el mundo.

En este momento “crucial” de muerte, que deberá ser fuente de resurrección, debemos insistir en la conexión sagrada del conjunto de la realidad (vida) divina, que muere dando vida y que se expresa en forma de plenitud creadora (sanadora) superando toda super‒estructura de imposición dogmática, a fin de que la teología (o, mejor dicho) la espiritualidad se incluya en una “cosmología y biología teológica”,  integrada en el conjunto de la realidad, que es viva y dadora de vida (como dice el credo cristiano al hablar del Espíritu Santo).

Dios (lo divino) es según eso la Energía Creadora, que late de principio a fin en el despliegue de la Realidad que, en perspectiva temporal, se expresa en forma de evolución que vincula y mueve (hace que sea) todo lo que existe.  No crea las cosas desde fuera, dejándolas pasivas, sino que lo hace (¡se hace!) desde dentro de ellas, y de esa forma se expresa en nuestra vida como fuente de ser, porque la plenitud (lo que en otra línea ha podido llamarse redención, que es la misma creación) constituye un acontecimiento cósmico, no meramente humano.

Esta “espiritualidad” cósmica se abre y nos abre a todo el universo, desbordando los límites de una Iglesia entendida como sistema de poder, expresándose de un modo especial en la iglesia de la vida  expandida de Jesús, que se expresa en forma de vida religiosa, como O’Murchu ha puesto de relieve en otros libros de tema convergente, como Poverty Celibacy & Obedience: A Radical Option for Life (New York 1998) y Consecrated Religious Life: The Changing Paradigms (New York 2005), que están enriqueciendo la espiritualidad y la conciencia de miles de cristianos (religiosos) que así se han descubierto responsables de su propia espiritualidad y de su tarea (testimonio) en el mundo.

O’Murchu ha dicho así a los religiosos (y en especial a cientos de miles de religiosas cristianos) que ellas/ellos son responsables de su propia identidad cristiana, humana, espiritual y/o social, pues se hallan inmersos en un movimiento de vida del que son beneficiarios, responsables y agentes. De esa forma, él quería “devolver” a los religiosos su identidad y carisma, su tarea responsabilidad como Iglesia de Jesús, en el despliegue de la vida de Dios. Miles de religiosos y religiosas de lengua castellana se sintieron identificados con los planteamientos del libro de O’Murchu (Rehacer la vida religiosa, 2001), publicado en el portavoz “oficioso” de los religiosos españoles (Ediciones Claretianas).

 Una jerarquía que “condena”. Reservas y miedos de la Iglesia oficial

 De un modo “consecuente”, la jerarquía católica de España se sintió amenazada por esa propuesta y respondió   prohibiendo la reedición del libro (Rehacer la vida religiosa)   y condenando sus tesis fundamentales, en un documento elaborado por la Comisión para   la Doctrina de la Fe,   Nota doctrinal sobre el libro “Rehacer la vida religiosa. Una mirada al futuro” del Rdo. P. Diarmuid O’Murchu,   Boletín oficial de la CEE 74 (30.06.2005, 49-55), documento que fue ratificado, al menos oficiosamente,  por el Vaticano  (Oss. romano, ed. esp., 17.03 2006, 9-10).

Aquella condena fue injusta, pero resultó en el fondo muy beneficiosa, pues ofrecía (en forma invertida) un buen resumen del pensamiento y propuesta de O’Murchu, desde una perspectiva confesional y jerárquica. Los obispos que entonces dirigían la CEE formaban parte del núcleo duro de una jerarquía eclesial hispana miedosa y reactiva, contraria a la actualización del Concilio Vaticano II y a la apertura de la vida cristiana a la raíz del evangelio. Ellos querían que la vida religiosa, en especial la femenina, siguiera siendo un tipo de “clase de tropa” a su servicio, en obediencia entendida como sumisión, en castidad como renuncia y en pobreza como “fuga” del mundo, dejando así el dinero en manos de los intereses de un sistema de poder.

Ciertamente, los obispos de la Comisión de la Fe tenían razón al afirmar que la propuesta de O’Murchu iba en contra de la Vida Religiosa tal como ellos la entendían, pero no en contra de la vida religiosa, como indicaremos citando y reformulando sus seis “críticas centrales”, conforme al Num. 3 de su documento, donde citan algunas páginas del libro de O’Murchu (edición castellana, 2001).

1. Conforme al documento de la CEE,O’Murchu desea que la vida religiosa se separe de la Iglesia institucional (p. 71), pensando que la respuesta más urgente ante la crisis actual es abandonar la iglesia y adoptar una situación no-canónica (p. 117). Pero leyendo en sentido crítico el texto de la CEE, , lo que está en juego en el fondo no es la vida religiosa en sí, sino un tipo de Iglesia, que se identifica como “poder canónico” y se siente amenazada por aquellos que viven su cristianismo en libertad creadora, más allá de una sumisión institucional.

Pues bien, aquello que para el documento de la CEE es digno de condena, resulta para O’Murchu y para muchos un principio básico de la vida religiosa, que debe abandonar la estructura de poder clerical (es decir, canónico) de la Iglesia para ser lo que siempre debía haber sido, una experiencia básica y autónoma de libertada creadora, en línea de evangelio. Ésta son las seis “condenas”

2. Según la CEE, O’Murchu ofrece en su libro un llamamiento al abandono de la fe católica en Jesucristo como única Revelación plena de Diosy como Señor y Salvador de todos los hombres. Pero también aquí nos encontramos ante perspectivas distintas. La CEE defiende un tipo de fe católica en Jesucristo que habría sido formulada por unos “concilios dogmáticos” (Nicea, Calcedonia), que se interpretan, se guardan y se aplican conforme a una dinámica de poder “jerárquico” de la Iglesia. Leer más…

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Papa Francisco: “El ministerio o la vida consagrada no es el lugar (de los homosexuales)”

Sábado, 1 de diciembre de 2018
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francisco-de-espaldasEl cinismo de Bergoglio, el papa “abracitos” en quien algunos ingenuos aún confían, es de antología… Así que no es el lugar de los religiosos y sacerdotes homosexuales, pero sí el de los religiosos y curas heterosexuales que violan niñas… como este pájaro: La espeluznante confesión del cura español detenido en Venezuela por pederastia con una niña de 12 años”…  Sr. Bergoglio, no es que “en nuestras sociedades parece incluso que la homosexualidad está de moda” es que la libertad de la sociedad laica, tan combatida por la Iglesia romana unida al fundamentalismo evangélico y musulmán, nos ha permitido lograr que seamos personas de pleno derecho mientras ustedes nos rechazan a las personas LGTBI y pisotan la igualdad de la mujer. Ni más, ni menos… Lea el Evangelio, ande, y deje de menospreciar y dinamitar “puentes”,..

Por otra parte, si lo desea le podría enviar un reporte, bastante extenso, de sacerdotes heterosexuales que llevan una doble vida, con compañera e hijos… ¿Se atreve? Yo no, no sería como ustedes que husmean en vida ajena.

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Extracto del libro ‘La fuerza de la vocación. La vida consagrada hoy’ (Claretianas)

Bergoglio reconoce que la homosexualidad “es una realidad que no podemos negar”

“A los curas, religiosos y religiosas homosexuales, hay que urgirles a vivir íntegramente el celibato y, sobre todo, que sean exquisitamente responsables, procurando no escandalizar nunca”

El día 3 de diciembre sale a la venta el libro ‘La fuerza de la vocación’ (Publicaciones claretianas). Se trata de una entrevista del claretiano Fernando Prado al Papa Francisco sobre el pasado, el presente y el futuro de la vida consagrada. Un libro claro y valiente, en el que Francisco no esquiva pregunta alguna. Ni siquiera la polémica cuestión de la homosexualidad en la Iglesia, que Religion Digital adelanta en exclusiva.

¿Hay límites que no se deben tolerar en la formación?

Evidente. Cuando hay candidatos con neurosis y desequilibrios fuertes, difíciles de poder encauzar ni con ayuda terapéutica, no hay que aceptarlos ni al sacerdocio ni a la vida consagrada. Hay que ayudarlos a que se encaminen por otro lugar, no hay que abandonarlos. Hay que orientarlos, pero no los debemos admitir. Tengamos en cuenta siempre que son personas que van a vivir al servicio de la Iglesia, de la comunidad cristiana, del pueblo de Dios. No olvidemos ese horizonte. Hemos de cuidar que sean psicológica y afectivamente sanos.

No es un secreto que en la vida consagrada y en el clero también hay personas con tendencias homosexuales. ¿Qué decir de esto?

Es algo que me preocupa, porque quizá en un momento no se enfocó bien. En la línea de lo que estamos hablando, te diría que tenemos que cuidar mucho en la formación la madurez humana y afectiva. Tenemos que discernir con seriedad y escuchar la voz de la experiencia que también tiene la Iglesia. Cuando no se cuida el discernimiento en todo esto, los problemas crecen. Como decía antes, sucede que en el momento quizá no dan la cara, pero después aparecen.

La cuestión de la homosexualidad es una cuestión muy seria que hay que discernir adecuadamente desde el comienzo con los candidatos, si es el caso. Hemos de ser exigentes. En nuestras sociedades parece incluso que la homosexualidad está de moda y esa mentalidad, de alguna manera, también influye en la vida de la Iglesia.

Tuve aquí a un obispo algo escandalizado que me contó que se había enterado de que en su diócesis, una diócesis muy grande, había varios sacerdotes homosexuales y que había tenido que afrontar todo eso, interviniendo, antes que nada, en la formación, para formar otro clero distinto. Es una realidad que no podemos negar. En la vida consagrada tampoco han faltado casos. Un religioso me contaba que, de visita canónica a una de las provincias de su congregación, se había quedado sorprendido. Él veía que había buenos chicos estudiantes y que incluso algunos religiosos ya profesos eran gays.

Él mismo dudaba de la cuestión y me preguntó si en ello había algo malo. «En definitiva -decía él- no es tan grave; es tan solo expresión de un afecto». Esto es un error. No es solo expresión de un afecto. En la vida consagrada y en la vida sacerdotal, ese tipo de afectos no tienen cabida. Por eso, la Iglesia recomienda que las personas con esa tendencia arraigada no sean aceptadas al ministerio ni a la vida consagrada. El ministerio o la vida consagrada no es su lugar. A los curas, religiosos y religiosas homosexuales, hay que urgirles a vivir íntegramente el celibato y, sobre todo, que sean exquisitamente responsables, procurando no escandalizar nunca ni a sus comunidades ni al santo pueblo fiel de Dios viviendo una doble vida. Es mejor que dejen el ministerio o su vida consagrada antes que vivir una doble vida.

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Aquí un cura hom…. ¡Ah, no, que es HETEROSEXUAL!

Fuente Religión Digital

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“Dejad de apuntar con el dedo y mirad más adentro”, por Carmen Notario.

Martes, 6 de noviembre de 2018
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Members of the Leadership Conference of Women Religious march through Woldenberg Riverside Park in New Orleans for a prayer service to preserve the wetlands. The walk was part of the LCWR's Aug. 11-14 gathering in the city. (CNS photo/Frank J Methe, Clarion Herald) (Aug. 17, 2009) See LCWR-VOCATIONS Aug. 17, 2009. En las últimas semanas del tiempo litúrgico escuchamos el enfrentamiento de Jesús con los fariseos y juristas.

Y el Señor le dijo:

De modo que vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis repletos de robos y maldades. ¡Insensatos! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? En vez de eso, dad lo que tenéis en limosnas y así lo tendréis limpio todo.

Pero, ¡ay de vosotros fariseos! Pagáis  el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda verdura, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. ¡Esto habría que practicar!, y aquello…, no descuidarlo. (Lc 11, 39-43)

Son páginas incómodas del evangelio que parece que siempre van dirigidas a los “otros”. Es verdad que cada persona que escucha las palabras de Jesús se tendría que detener a reflexionar sobre su propia vida, pero en este momento de nuestra historia la jerarquía de la iglesia católica tendría que hacer una reflexión profunda de lo que está sucediendo.

Ya basta de apuntar a los demás con el dedo, de analizar la “realidad del mundo” con todos sus conflictos, el alejamiento de Dios, del evangelio y de la moral. Es hora de dejar de hablar de “los otros” y empezar a mirar la realidad de quienes dirigen la iglesia.

Yo lo compararía con la necesidad de políticas reales si no queremos que el cambio climático traiga consecuencias trágicas para el planeta. Los cambios en la iglesia que se tendrían que haber llevado a cabo hace mucho tiempo, pero que ahora se hacen imprescindibles si no queremos una hecatombe total.

Con motivos del Sínodo de los jóvenes que se está produciendo en Roma (por cierto sólo 34 jóvenes están presentes con 267 purpurados), la vicepresidenta de la UNIÓN INTERNACIONAL DE SUPERIORAS GENERALES, (UISG), con base en Roma, la hermana Sally Hodgdon, es una de las siete religiosas que están tomando parte en la reunión del 3-28 de Octubre. Declara que según la teología de la Iglesia Católica, los hermanos y las hermanas tienen papeles análogos como miembros no ordenados, miembros con votos de órdenes religiosas. Sin embargo, en el sínodo, los hombres tienen voto y las mujeres no. Los dos grupos que representan casi un millón de miembros de religiosos y religiosas de todo el mundo (185,000 sacerdotes y hermanos y unas 600,000 hermanas) están trabajando juntos en la presentación de una propuesta al Papa Francisco para que las mujeres tengan un papel más importante en el Sínodo de los Obispos.

El Cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación de los Obispos, reconoce que a veces hay una “incapacidad eclesial para reconocer, acoger y promover la creatividad del “genio femenino”. La participación de mujeres con autoridad ha demostrado que es posible y necesario acelerar el proceso de lucha contra la cultura machista y el clericalismo, para conseguir el respeto por la mujer y sus carismas como su integración en la vida de la sociedad y de la Iglesia”. (Información traducida del periódico National Catholic Reporter, the Independant News Source (18 Octubre 2018)

Dicen que el clima de este Sínodo es muy positivo y se están planteando el convocar un Sínodo de Mujeres.

Queridos hermanos obispos, no se molesten. La verdad que sólo el término Sínodo de Mujeres, como mujer que soy, ya me resulta ofensivo. O sea, que van a hacer un Sínodo sobre más del 50% de la población mundial pero si miramos el porcentaje de las personas que “practican” la religión hacen trabajos voluntarios, es decir, sin ningún tipo de remuneración serían el 80, el 90 ¿tal vez? de los católicos.

¿Y de qué van a hablar de la mujer un grupo de hombres que nos conocen porque nos analizan pero no conviven con nosotras, ni nos escuchan; saben de nosotras por estadísticas, por estudios pero no en la vida real? ¿Quién les ha otorgado el poder para hablar, decidir, interpretar la Escritura siempre poniendo a la mujer como “compañera” del hombre pero no como igual que el a los ojos de Dios? El argumento de que los roles se basan en las diferencias entre el varón y la mujer no se sostienen de ninguna manera.

¿Para qué van a hacer un Sínodo de mujeres si tienen claro lo que quieren de nosotras pero no están dispuestos a incluirnos en órganos de decisiones que afectan a toda la comunidad cristiana?

Después de haber perdido por lo menos a dos generaciones de mujeres inteligentes que han dejado la Iglesia, no por decisión propia, sino por ser coherentes con su denuncia a una institución que nos trata como ciudadanas de segunda clase, y a muchísimos jóvenes por motivos similares, ¿un Sínodo para qué?

Analicen hermanos su miedo a perder “el poder” que Jesús reprocha tan fuertemente en su Evangelio. Miren lo que ese poder ha hecho a tantos niños y jóvenes que ya no pueden volver a creer en la institución y que en muchos casos ha roto su dignidad de hij@s de Dios.

Ampliemos la vista como Jesús y no nos quedemos en la letra de la ley. Su mensaje liberador nos cuestiona a tod@s pero de alguna manera más a vosotros que a veces ponéis cargas pesadas en los hombros de los demás pero no estáis dispuestos a ayudar a llevarlas ni con un dedo.

Tomad ejemplo del recientemente canonizado obispo Romero que ante la realidad del pueblo salvadoreño sufriente dejó que el evangelio le convirtiera de un prelado conservador a un mártir por no callar y sucumbir a la opresión.

La denuncia clara de Jesús a la hipocresía y falta de autenticidad está vigente hoy. Que cada cual deje de apuntar con el dedo y mire en su interior.

Carmen Notario

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

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“Quiero ser monja: la ambigüedad de los medios”, por Peio Sánchez.

Domingo, 24 de abril de 2016
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quiero-ser-monjaEntre la cursilería y la profundidad

“No representa bien a la vida religiosa femenina actual y tampoco acierta a presentar la motivación y el camino de discernimiento que realiza una persona que se acerca a una comunidad”

“El guion resulta respetuoso con la vida religiosa en un sentido general”

(Peio Sánchez).- El docureality de Mediaset/Cuatro sobre la llamada a la vida religiosa femenina se mueve entre la ficción y la objetividad, la cursilería y la profundidad, la exhibición y la autenticidad, el espectáculo y la difícil intimidad ante una cámara.

Entre los méritos del programa está la contención del guión que garantiza que las comunidades y religiosas se presten a la participación, así como colocar la vida religiosa en el paisaje de la vida normal venciendo estereotipos al uso. Entre los numerosos límites la presentación de la experiencia de Dios entre simplificaciones infantiloides, el desdibujamiento de Jesucristo como inspiración, una imagen de la mujer, y por tanto de la religiosa, sesgada hacia lo emotivo, aspecto que también afecta a lo comunitario, así como una banalización del compromiso de servicio hacia los otros.

Siguiendo la estela de “The Sisterhood: Becoming Nuns“, una serie de seis episodios realizada para la televisión de EEUU, la propuesta de Cuatro en prime time ha llegado a 1 390 000 espectadores (7,1%) en la primera entrega titulada “La llamada” y a 1 154 000 (6,2%) en la segunda parte bajo el título “El camino”, marcando una cierta tendencia a la baja. En el caso español las congregaciones que han participado son las hermanas del Santísimo Sacramento, de Santa María de Leuca y las Justinianas. Los productores han señalado que más que realizar un programa religioso han tratado de mostrar un mundo desconocido ante el público.

Desde el punto de vista de la vida religiosa femenina y, ante el drástico descenso de vocaciones, el programa pretende ofrecer esta forma de vida de manera atractiva y perfectamente normal. En este sentido late una intención vocacional en las protagonistas que se han prestado a dar razón de su vida.

El formato de docureality es un híbrido. Por una parte se presenta como un reality show que trata de hacer un espectáculo de la realidad reuniendo persona reales (no de ficción) en un mismo espacio físico para que interactuando atraigan a la audiencia (Gran Hermano, Supervivientes,…). Pero en realidad es un documental ficcionado que realiza un casting de tipologías en las candidatas a ser religiosas, que despliega un itinerario temático en los contenidos y experiencias de discernimiento en su viaje por tres comunidades distintas en Madrid, Alicante y Granada al mismo tiempo que ofrece testimonios reales de religiosas y del proceso de descubrimiento de los cinco jóvenes participantes.

El guion resulta respetuoso con la vida religiosa en un sentido general. El grupo de jóvenes buscadoras es significativo de una cierta tipología, aunque algunas de ellas quedan poco definidas como personajes, lo que dificultará el enganche de la audiencia a pesar del marketing que rodea la serie.

La dificultad principal de esta serie estriba en testimoniar la experiencia de Dios, como motivación central, a un público abierto que la desconoce. En primer lugar, la experiencia de discernimiento vocacional se despliega en un tiempo largo que en el formato de serie televisiva exige concentración. El lenguaje que se elabora resulta poco comunicativo ya que las fórmulas tipo “Jesús te llama” llegan a resultar ridículas si no alcanzan a describir la experiencia que está detrás. Además la oración resulta de lo menos televisivo ya que pretende hacer visible algo que acontece esencialmente de forma invisible.

Películas-documental como El gran silencio (2004) de Philip Gröning lo lograron, pero esto exigió del espectador y del narrador un auténtico ejercicio de contemplación. Algo que la inmediatez del medio televisivo no puede soportar.

Por otra parte, los testimonios, en breves cortes, de las religiosas tienen dificultad para trasparentar las verdaderas motivaciones. Los lenguajes adquiridos resultan un arcano que no funciona comunicativamente. El tránsito entre lo auténtico y lo risible es demasiado corto para acertar en el tono, la palabra o la mirada. Las buenas intenciones y la genuinidad de la experiencia de base no garantizan la verdadera comunicación. Por otra parte, las comunidades que forman parte de la serie difícilmente expresan el tono general de la vida religiosa femenina actual.

En este sentido la vida religiosa como disponibilidad a los otros y servicio a los más débiles queda francamente malparada. El documental posterior a la primera entrega resultó mucho más interesante y real que la ficción de la serie. La opción del Evangelio por los pobres como compromiso hacia las personas no se expresa significativamente repartiendo bocadillos. Y este punto crucial queda ciertamente desdibujada esta dimensión prioritaria.

A pesar de todo, en la serie late un cierto tono de normalidad. Las jóvenes protagonistas llegan a resultar creíbles. La música de fondo sintoniza bien con un público general. Sin embargo, el contexto de secularización de nuestra sociedad es bien diferente que el original de la serie en USA y en este sentido la traducción del guion-base ha sido más mimética que una verdadera adaptación al cambio de contexto.

La docureality “Quiero ser monja” no representa bien a la vida religiosa femenina actual y tampoco acierta a presentar la motivación y el camino de discernimiento que realiza una persona que se acerca a una comunidad. Pero coloca en el mapa al mundo religioso-cristiano para un público general. Al más afín le resultará entre interesante y controvertido, y el que se siente alejado de estos “mundos” poco aguantará ante la pantalla. En este momento de ocultamiento y falta de visibilidad bastará con que de qué hablar para recordarnos que cabalgamos.

Fuente Religión Digital, blog Cine espiritual para todos

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“¿Y si desaparecemos?”, por Dolores Aleixandre

Domingo, 15 de marzo de 2015
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monjasInteresante artículo que hemos leído en su blog Un grano de mostaza  que viene muy bien par relativizar todo proyecto y mantenerse fiel al compromiso…

Reconozco haberme hecho esa pregunta alguna vez presionada por las circunstancias: cuando entré en el noviciado en los años 60 éramos 7.000 en mi Congregación y ahora estamos en 2.000. Resulta inevitable hacer un cálculo elemental con su pregunta correspondiente: si en 50 años somos 5.000 menos y se mantiene la misma tendencia en un futuro próximo: ¿cómo gestionar esta disminución alarmante al menos en países del Norte? ¿seguiremos existiendo dentro de 50 años?

Una vez enfrentado la pregunta, ya de por sí dura de formular en alto, y después de reflexionar sobre ella con más gente, lo que voy a decir no tiene nada de teórico y lo comparto por si puede ayudar a quienes estén en situaciones parecidas o aún más graves.

Una escena bíblica me sirve de punto de partida: el rey Ezequías cayó enfermo, el profeta Isaías fue a visitarle y le espetó en un alarde de delicadeza pastoral: “-Haz testamento porque te vas a morir”. Ezequías entonces se volvió de cara a la pared y se puso a rezar y a llorar (Is 38,1-8).

La postura de cara a la pared es elocuente y puede presentar modalidades varias: A) Negación de lo que está pasando por miedo a afrontar la situación. B) Lanzamiento atolondrado a la captura de vocaciones C) Importación de jóvenes de los Mares del Sur para que cuiden de nosotros y sostengan nuestras instituciones. D) Desafección y distancia de los asuntos congregacionales con un amargo: “sálvese quien pueda”.

¿Y cuál sería la reacción sensata? Pues la del valor de agarrar un espejo, mirarnos en él y preguntarnos: “Espejito, espejito ¿nos estará pasando algo de esto?”

Y, una vez contemplada con lucidez y cordura la situación, prepararse para la visita de Doña Nostalgia, Doña Pérdida y Don Desconsuelo, que llegarán con su banda sonora de lamentos, ayes y lágrimas. Dejarles pasar, saludarles educadamente y permitir que se expresen con libertad, pero no prolongar demasiado su visita. (Ojo, en cambio, con abrir la puerta a Don Quehemoshechomal y a Doña Culpabilidad, pareja altamente tóxica que incordia mucho, no aporta nada bueno y es resistente al desalojo).

Una vez concluido ese duelo sanante, proceder a despojar la disminución de las etiquetas de drama o de catástrofe: mirarla sencillamente como una consecuencia de la contingencia y la finitud que nos alcanzan, tanto en lo personal como en lo institucional: la promesa de estabilidad solo la tiene la Iglesia. Por eso, si después de un tiempo X una de sus instituciones deja de existir, no se desploman los cimientos del universo: ya de por sí ha sido un regalo que a lo largo de una serie de años un grupo de hombres o mujeres hayan vivido contentos su carisma, trabajando por el Reino de Dios y sirviendo a los demás lo mejor que han podido.

En cualquier caso, lo que toca es ser templados para cuidar y gestionar creativamente el presente y sabios para enfrentar animosamente el futuro, conjugando a la vez el prever y el confiar, el ser realistas y a la vez soñadores, en versión adaptada de lo de las serpientes y las palomas.

Pero a este tipo de reacción solo llegamos si nos decidimos a “subir de piso”, que es lo que hizo Ezequías al ponerse a rezar, y lo que hizo también la primera comunidad cuando, desvalida después de la marcha de Jesús, esperó en “la habitación de arriba” (He 1,13) a que llegara el Espíritu. Es Él (Ella, más bien…) quien hace posible que “pensemos como Dios y no al modo humano” (Mc 8,33) y afianza en nosotros convicciones a las que nunca llegaríamos solos: que no son de por sí más evangélicos los tiempos de crecer que los de disminuir; que los tiempos de poda son costosos pero pueden ser fecundos; que nada de lo entregado se pierde; que ni el prestigio ni el número son verdaderos amigos, mientras que la pobreza y la pequeñez sí lo son. Estamos en buenas Manos y podemos seguir amando y sirviendo sin plazos ni cálculos, y eso nos basta para vivir con alegría y agradecimiento.

Al final de la escena Isaías, por orden del Señor, volvió a visitar a Ezequías, le aplicó un emplasto de higos y él se curó y siguió viviendo. Nuestras historias, cuando Dios está por medio, pueden dar giros sorprendentes.

Dolores Aleixandre RSCJ

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