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Entradas Etiquetadas ‘María de Nazaret’

María…

Sábado, 17 de junio de 2023
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En la narración evangélica relativa a María hemos de señalar una circunstancia muy importante: ella fue, a buen seguro, iluminada interiormente por un carisma de luz extraordinario, como su inocencia y su misión debían asegurarle; en el evangelio se manifiesta la limpidez cognoscitiva y la intuición profética de las cosas divinas que inundaban su privilegiada alma. Y, sin embargo, la Señora tuvo fe, la cual supone no la evidencia directa del conocimiento, sino la aceptación de la verdad a causa de la palabra reveladora de Dios. «También la Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe», dice el Concilio (LG 58). Es el evangelio el que indica su meritorio camino, que nosotros recordaremos y celebraremos con el único elogio de Isabel, elogio estupendo y revelador de la psicología y de la virtud de María: «¡Dichosa tú, que has creído!» (Lc 1,45).

Y podremos encontrar la confirmación de esta virtud fundamental de la Señora en todas las páginas del evangelio donde aparece lo que ella era, lo que dijo, lo que hizo, de suerte que nos sintamos obligados a sentarnos en la escuela de su ejemplo y a encontrar en las actitudes que definen la incomparable figura de María ante el misterio de Cristo, que en ella se realiza, las formas típicas para los espíritus que quieren ser religiosos según el plan divino de nuestra salvación; son formas de escucha, de exploración, de aceptación, de sacrificio; y, a continuación, también de meditación, de espera y de interrogación, de posesión interior, de seguridad calma y soberana en el juicio y en la acción, y, por último, de plenitud de oración y de comunión, propias, ciertamente, de aquella alma única llena de gracia y envuelta por el Espíritu Santo, pero formas también de re, y por eso próximas a nosotros, no sólo admirables por nosotros, sino imitables.

*

Pablo VI,
Audiencia general del 10 de mayo de 1967,

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***

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Hágase

Sábado, 8 de abril de 2023
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SÁBADO SANTO: ¡HÁGASE!

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Mujer de pocas palabras y gran silencio sonoro. María, no dijo simplemente “sí”. Dijo ¡hágase!, porque su silencio, su confianza y su espera son activas. Al pie de la Cruz, en la entrada del sepulcro o llorando su dolor en privado, María, como también lo hizo Jesús,  sigue diciendo en su interior a Dios, ¡hágase!. Sigue esperando, aún sin comprender, confiada en el plan de amor de Dios. No cierra el corazón. Mantiene la esperanza y el amor, a pesar de lo que la realidad parece decir.

¡Hágase!… hágase en mí, hágase en mí según tu voluntad
eres la Vida, el Amor, eres Verdad
¡hágase! Hágase en mí según tu voluntad

Quiero creer que tu Palabra hará brotar
cada semilla que mi alma quiere dar
te doy las gracias, sienta o no sienta que estás
pues desde siempre me llenaste de tu paz

¡Hágase!…hágase en mí, hágase en mí según tu voluntad
eres la Vida, el Amor, eres Verdad
¡hágase! Hágase en mí según tu voluntad

Sé que no puedes otra cosa más que amar
y resucitas lo que no quiero mirar
sé mi esperanza y fuerza en la debilidad
hoy quiero en Ti estar dispuesta y confiar

¡Hágase!…hágase en mí, hágase en mí según tu voluntad
eres la Vida, el Amor, eres Verdad
hágase en mí según tu voluntad
Hágase en mí
Hágase en mí según tu voluntad
Hágase en mí
Hágase en mí

  *

Salomé Arricibita

***

Fuente Fe Adulta

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Ante la Cruz…

Viernes, 7 de abril de 2023
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ANTE LA CRUZ

Ante la cruz me llamas
en tu agonía.
Ante la cruz me llamas.
Y he aquí que tropiezo
con las palabras.

Porque si dices ante
¿no me pides, Señor,
sino que mire
frente a frente la cruz
y que la abrace?

Si te miro, Señor,
y Tú me miras,
es un horno de amor
lo que en ti veo,
y lo que veo en mí,
Señor, no es nada,
nada, nada, Señor,
sino silencio.

Un silencio vacío:
si Tú lo llenas
se habrá hecho la luz
en las tinieblas.

Y si en la cruz te abrazo
y Tú me abrazas,
el silencio, Señor,
es más palabra.

Ante la cruz, Señor,
aquí me tienes,
ante la cruz, Señor,
pues Tú lo quieres.

II

VÍA DOLOROSA

I

PARA DECIR LO QUE PASÓ AQUEL VIERNES…

…a Jesús, en cambio, lo hizo azotar
y lo entregó para que fuese crucificado.
(Mt.27,26)

Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén y en sus afueras
no bastan las palabras.
Por eso no hay
en las avenidas del relato
-Mateo, Marcos, Juan- sino una capa
de misericordia, un leve
y condensado recuerdo a los azotes.
Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén: la sangre,
los insultos, los golpes, la corona
de espinas,
los gritos, la locura, la ira desatada
contra el más bello y puro de los hombres,
contra el más inocente…
para decir lo que pasó aquel viernes
solo valen las lágrimas.

II

SIMÓN DE CIRENE SE ENCUENTRA CON LA CRUZ

Al salir encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón,
y le obligaron a que cargara con la cruz de Jesús.
(Mt. 27, 32)

Pesan los días y pesan los trabajos
y en las venas el cansancio es veneno
que apresura los pasos hacia el dulce
reposo del hogar;
los pasos hacia el dulce
abrazo del amor y del sueño.
Ni siquiera
hay espacio en el alma para el canto
de un pájaro. Tampoco para el sordo
rumor que empieza a arder
sobre el polvo en la plaza.
Viene Simón el de Cirene convertido
en pura sed, en pura
materia de fatiga.
Esa cruz
le sobreviene como un alud de asombro
y rebeldía.
Pero
entre la náusea de la sangre sabe
que siempre hay un dolor que añadir al dolor.
Entre la náusea de la sangre mira
y encuentra esa mirada como un pozo
encendido,
como un pozo
donde se funde el Galileo
con el dolor del mundo.
Apenas un instante y el abrazo
del corazón y la madera hasta la cima.
Vuelve Simón el de Cirene. Queda
una cruz en su piel.
Y una mirada.

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III

MUJER EN JERUSALÉN

Lo seguía muchísima gente, especialmente
mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.
(Lc. 23, 27)

Mis ojos suben por las calles de Jerusalén
bajo una lluvia de dolor,
bajo una lluvia
que va a lavar el mundo.
Mis ojos suben arrimados
a la cal de las paredes
mientras todo el fragor del sufrimiento
se hace eco en mis párpados.
Puedo sentir tu sed,
la quemazón de tus rodillas rotas
sobre los filos de la tierra.
Toma mi corazón, toma mis lágrimas,
déjalas que ellas laven tus heridas
ahora que soy
mujer en Jerusalén y que te sigo.
Mis ojos se adelantan
por los empedrados de Jerusalén
para encontrar los tuyos.
Y no hay en ellos
rebeldía.
Bajo la cruz
Tú eras una antorcha
de mansedumbre. Derramabas
una piedad universal con cada aliento.

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
(Lc.23,28)

¿Y cómo no llorar, Señor?
Déjame, al menos,
si no llorar por Ti, llorar contigo.

III

GÓLGOTA

I

EL CORAZÓN DE LAS MUJERES

Muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea
para asistirlo, contemplaban la escena desde lejos.
(Mt 27, 55)

Estirándose sobre la distancia,
el corazón de las mujeres
se hizo cruz en el Gólgota.
¡Oh corazón de las mujeres, cruciforme,
arca lúcida,
oscura estancia del amor y permanente
arcaduz del misterio!
¡Oh corazón de las mujeres,
prodigioso arroyo fiel que mana
desde el mar de Galilea hasta el Calvario!
¡Y más allá del Calvario, hasta los límites
verticales y alzados,
hasta la orilla de la fe donde se trueca
el destino del hombre!
Mujeres, con vosotras he visto
la salvación del mundo,
su rostro ensangrentado, la medida
de sus brazos abiertos,
la extensión de su abrazo,
que acerca hasta nosotros
la dádiva incansable de sus manos
abiertas y horadadas para siempre.
Y he visto su corazón de par en par,
su corazón como una cueva dulce,
su corazón, abrigo
para toda intemperie.
He visto con vosotras
los pies del redentor, nunca cansados
de venir hacia mí, también heridos
de mí, por mí, también clavados
para la eternidad.
¡Oh pies de Cristo
impresos
sobre la arena de mi corazón!
¡Oh Cristo que atrajiste
hasta Ti el corazón de estas mujeres,
déjame ahora
latir en su latido:
contemplarte.

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II

STABAT MATER

Estaba la madre al pie
de la cruz. La madre estaba.
Enhiesta y crucificada,
color de nardo la piel.
En el pecho el hueco aquel
que vacío parecía.
No me lo cierres, María
que quiero encerrarme en él,
que quiero encerrarme y ver
todo lo que tú veías.
Sé tú mi madre, María,
como lo quería Él.

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III

CIERRA EL CIELO LOS OJOS …

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde
la tierra se cubrió de tinieblas.
(Mt. 27, 45)

Cierra el cielo los ojos:
cae
la noche a plomo sobre el mediodía
de aquel viernes de abril en el Calvario.
No puede el cielo ser tan impasible
cuando en la cruz está muriendo un hombre,
ya solo sufrimiento y sangre,
cuando muere
el amado de Dios.
¿O acaso vuelve el rostro el cielo
también
y es abandono
lo que creían sombra?
Pesa, pesa, pesa…
Pesa esta oscuridad
que hace crujir los hombros
mientras el ser se vence
inexorablemente hacia el abismo.
Esta tiniebla tiene
peso, longitud, altura,
y penetra en el alma
y duele y vela
la mirada de Dios en la distancia.
¿No hay otro modo, Señor, no hay otro modo
de morir, de vivir, que hacer a ciegas
esta larga jornada de camino?
Pues si ha de ser así, Señor, te pido
que al menos en la muerte no me falte
un bordón de plegaria: que no olvide
tu nombre dulce con el que llamarte.

IV

EL GRITO

Y Jesús, dando de nuevo un fuerte grito entregó su espíritu
(Mt.27, 50)

Un grito. Luego el silencio.
Y en silencio estoy aquí
mientras resucitas Tú
y resucitan los muertos.
¡Cristo, ten piedad de mí!

Con Cristo

*

Mercedes Marcos Sánchez,

Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)

***

Hoy la Iglesia nos invita a un gesto que quizás para los gustos modernos resulte un tanto superado: la adoración y beso de la cruz. Pero se trata de un gesto excepcional. El rito prevé que se vaya desvelando lentamente la cruz, exclamando tres veces: “Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”. Y el pueblo responde: “Venid a adorarlo.

El motivo de esta triple aclamación está claro. No se puede descubrir de una vez la escena del Crucificado que la Iglesia proclama como la suprema revelación de Dios. Y cuando lentamente se desvela la cruz, mirando esta escena de sufrimiento y martirio con una actitud de adoración, podemos reconocer al Salvador en ella. Ver al Omnipotente en la escena de la debilidad, de la fragilidad, del desfallecimiento, de la derrota, es el misterio del Viernes Santo al que los fieles nos acercamos por medio de la adoración.

La respuesta “Venid a adorarlo” significa ir hacia él y besar. El beso de un hombre lo entregó a la muerte; cuando fue objeto de nuestra violencia es cuando fue salvada la humanidad, descubriendo el verdadero rostro de Dios, al que nos podemos volver para tener vida, ya que sólo vive quien está con el Señor. Besando a Cristo, se besan todas las heridas del mundo, las heridas de la humanidad, las recibidas y las inferidas, las que los otros nos han infligido y las que hemos hecho nosotros. Aun más: besando a Cristo besamos nuestras heridas, las que tenemos abiertas por no ser amados.

Pero hoy, experimentando que uno se ha puesto en nuestras manos y ha asumido el mal del mundo, nuestras heridas han sido amadas. En él podemos amar nuestras heridas transfiguradas. Este beso que la Iglesia nos invita a dar hoy es el beso del cambio de vida.

Cristo, desde la cruz, ha derramado la vida, y nosotros, besándolo, acogemos su beso, es decir, su expirar amor, que nos hace respirar, revivir. Sólo en el interior del amor de Dios se puede participar en el sufrimiento, en la cruz de Cristo, que, en el Espíritu Santo, nos hace gustar del poder de la resurrección y del sentido salvífico del dolor.

*

M. I. R.
Omelie di pascua. Venerdi santo,
Roma 1998, 47-53

***

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Viernes Santo: 7.3.23. La Pasión según san Mateo: Te ayudaré Dios mío para que no me abandones (E. Hillesum)

Viernes, 7 de abril de 2023
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Chagall(p320)Larger (2).0Del blog de Xabier Pikaza;

Los mejores  intérpretes de la Pasíón de Dios (Cristo) Según Mateo en el siglo XX han sido  dos judíos:

(a) Marc Chagall (1897-1985) ha sido el más hondo pintor de crucificados; algunas de sus imágenes irán acompañando trabajo.  

(b)  Etty Hillesum (1914-1943), escritora y pensadora judía asumió de forma admirable el camino de la pasión de Dios según  Mateo (25,31-46), siendo ajusticiada, como Jesús, acompañando a Dios en su dolor en un campo nazi. 

Etty Hillesum (judía/cristiana) ejemplar ha realizado la más honda tarea de acompañar/consolar a Dios acompañando y consolando a los hombres y mujeres sufrientes, en el holocausto (shoah) de los nazis.

 Así lo indicará esta reflexión que tiene dos partes.  (a) Una visión general sobre  su vida  desde el evangelio de Mateo. (b) Una lectura de la pasión de Dios y el dolor de los hombres, en el evangelio de Mateo.

Las  reflexiones de la primera parte están inspiradas  básicamente en  Leandro Siqueiros: El diario de Etty Hillesum: buscar a Dios en el Holocausto http://wwwespiritualidadprogresista.blogspot.com/2010/10/etty-hillesum-una-de-las-mas.html y en J.I González Faus. “Etty Hillesum. Una vida que interpela”. Ed. Sal Terrae, 2008.

ETTY HILLESUM. VISIÓN GENERAL.

Introducción

Etty_Hillesum_1939E. Hillesum fue judía (aunque no se identifique con ninguna sinagoga particular) y lee el evangelio de Mateo desde su percepción radical judía, sin necesidad de “dejar” su judaísmo (abjurar) para leer el evangelio de Jesús, haciendo de esa forma un intenso camino religioso que es judíos siendo al mismo tiempo cristianos..

E. Hillesum no asume el cristianismo “oficial” (no se bautiza, ni forma parte de ninguna iglesia), porque no tiene “tiempo ni espacio para ello” y, sobre todo, porque está recorriendo un camino previo de “identificación” con el camino de Jesús, a quien ni siquiera nombre, porque quien a ella le importa es Dios.

Y sin embargo E. Hillesum esuna de las mejores intérpretes del evangelio de Mateo y de su experiencia de la pasión de Dios, que se identifica con el dolor de los hombres, conforma a la palabra originaria de Mt 25,31-40:Tuve hambre y me disteis de comer (o no me disteis de comer…).

Hillesum retoma, sin quizá saberlo, una hondísima experiencia rabínica del dolor de Dios que se expresa en el dolor de los hombres… (tema esbozado por el pensador judío A. Heschel, 1907-1972, en numerosas obras, sobre todo en su interpretación de los salmos). En esa línea, ella se siente llamada a “acompañar y consolar” a Dios en su dolor, en un gesto que puede vincularse con el de algunos salmos y, sobre todo, con un tipo de experiencia profética que ha sido tematizada por Ella no nombra a Mateo, ni a Jesús, pero está haciendo el “camino de Reino” (camino de Dios) en la línea de Mateo…

Contexto vital

Su nombre era Esther/Etty Hillesum y había nacido el 15 de enero de 1914 en Middelburg, en Holanda. Su padre, Louis Hillesum, enseñaba lenguas clásicas. Su madre era experta en lenguas modernas y literatura.

Etty obtuvo su primer diploma en Derecho en la Universidad de Ámsterdam; después se matriculó en la facultad de Letras para el estudio de las lenguas eslavas. Más tarde, cuando comenzó a estudiar la carrera de psicología, estalló la guerra. El día 15 de julio de 1942, en plena guerra, ,

Etty trabajó como mecanógrafa en una de las secciones del Consejo Hebraico holandés. Como en otros territorios ocupados, esta organización había nacido bajo la presión de los alemanes y actuaba de puente entre los nazis y la población judía.

Desde agosto de 1942 hasta el fin de septiembre de 1943, Etty Hillesum se ofreció voluntaria para trabajar como asistenta y enfermera en el campo de concentración de Westerbork, como enviada del Consejo Hebraico.  Actuó como correo de la resistencia y llevaba consigo cartas y mensajes de los prisioneros, además de recoger medicinas para llevar al campo.

Ante la barbarie que percibía a su alrededor en una Europa enloquecida, Etty se refugia en la experiencia religiosa interior y especialmente en la oración íntima e intensa. Escribe: –«(…) Las amenazas y el terror crecen día a día. Me refugio en la oración como un muro oscuro que ofrece seguridad, me refugio en la oración como si fuera la celda de un convento; ni salgo, tan recogida, concentrada y fuerte estoy.

Este retirarme en la celda cerrada de la oración, se vuelve para mí una realidad siempre más grande, y también un hecho siempre más objetivo. La concentración interna construye altos muros entre los cuales me reencuentro yo misma y mi totalidad, lejos de todas las distracciones. Y podré imaginarme un tiempo en el cual estaré arrodillada por días y días, hasta no sentir los muros alrededor, lo que me impedirá destruirme, perderme y arruinarme.» (Diario, 18 de mayo de 1942)

99AAE285-E507-4B1C-B043-47F5D2926DE3Etty Hillesum, en Auschwitz y ejecutada Mientras, seguía aumentando el número de deportaciones de civiles judíos. En el año 1943, Etty llegó a la conclusión de que la prisión era inevitable y se negó a aceptar los escondites que se le ofrecieron para no ser capturada por la Gestapo. Después de meditarlo, Etty se entregó a las SS el día 6 de junio de 1943, junto a sus padres y a sus hermanos. Etty dejó sus diarios a unos amigos, con los que también mantuvo una larga correspondencia durante su encarcelamiento en Westerbork. En una de las cartas afirma:

El paisaje que tenemos alrededor aparece de improviso mutado, el cielo se vuelve bajo y negro, nuestro modo de sentir la vida sufre grandes mutaciones y nuestro corazón se vuelve completamente gris y milenario. Pero no es siempre así. Un ser humano es una cosa bien singular. La miseria que reina aquí es verdaderamente indescriptible. En las grandes barracas se vive como topos en una cloaca.» (Carta de 3 de julio de 1943)

Este intercambio epistolar terminó con una tarjeta postal con fecha 7 de septiembre de 1943, arrojada desde un camión de ganado. Describe la repentina inclusión de ella y su familia en un transporte hacia Auschwitz que salió con 987 reclusos, incluidos 170 niños. La postal se despide con estas palabras: «Me esperaréis, ¿verdad?».

Los diarios . Etty, buscadora de Dios

La evolución espiritual y religiosa del Etty ocupa el primer plano en su diario. Se inicia con una Etty que es una mujer laica y que no practica ninguna religión. En esta etapa de su vida, el nombre de Dios aparece en el diario más como una expresión literaria o como un factor sociológico que con un sentido de fe religiosa, como dice González Faus. Poco a poco la espiritualidad de Etty va presentando una serie de tonalidades, colores y acentos propios. Pero a la vez, están muy cercanos a nuestra realidad actual.

En primer lugar, Etty se mostrará cada vez más sensible a la presencia de Dios, una presencia en todas las cosas y en todos los seres. Una presencia que unifica totalmente su ser. Una presencia que le hace sospechar que Dios tiene que ver con la búsqueda de la liberación interior y con la sensación que tantas veces ha sentido de que la vida merece la pena a pesar de todo.

Tratando de encontrarse a sí misma, se convierte en Buscadora de Dios.Un rasgo que destaca en su camino espiritual es que va descubriendo a Dios en su interior.

SE VA SINTIENDO HABITADA POR DIOS. 

Dentro de mí hay un pozo muy profundo. Y ahí dentro está Dios. A veces me es accesible. Pero a menudo hay piedras y escombros taponando ese pozo y entonces Dios está enterrado. Hay que desenterrarlo de nuevo. Me imagino que hay gente que reza con los ojos dirigidos hacia arriba. Ellos buscan a Dios fuera de sí mismos. También hay otras personas que agachan la cabeza profundamente y que la esconden entre sus manos; creo que esa gente busca a Dios dentro de sí misma” (26 de agosto de 1941)

 “Dios, cógeme de tu mano, te acompaño obedientemente, sin resistirme. No rehuiré nada de lo que me llegue en la vida, lo asimilaré con todas mis fuerzas. Pero dame de vez en cuando un breve instante de tranquilidad. Tampoco pensaré, en toda mi inocencia, que la paz, en caso de que me llegue, vaya a ser eterna. También aceptaré la intranquilidad y la lucha que volverán a continuación. Me gusta estar protegida por el calor y la seguridad, pero tampoco me rebelaré si entro en el frío, siempre y cuando sea de tu mano.

Iré a todas partes de tu mano y quiero procurar no tener miedo. Intentaré irradiar algo del amor, del verdadero amor humano que hay en mí, en cualquier parte que esté”.

Y volverá aún sobre este tema en el último cuaderno de su diario:“Amo tanto al prójimo, porque amo en cada persona un poco de ti, Dios. Te busco por todas partes en los seres humanos, y a menudo encuentro un trozo de ti. Intento desenterrarte de los corazones de los demás”. (15 de septiembre de 1942). Y el mismo día en el que moría J. Spier, es capaz de recordarlo de esta manera:

“…Tú, gran persona comprensiva, buscador de Dios, que encontraste a Dios. Has buscado a Dios por todas partes, en cada corazón que se abría a ti –y cuántos han sido-, y en todas partes encontraste un pequeño fragmento de Dios. Nunca te has rendido” (15 de septiembre de 1942).

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AYUDAR A DIOS

Etty elabora su propio lenguaje simbólico y místico. En esos tiempos de terror, como ella los califica, “ayudar a Dios, para Etty, es encontrarle un resguardo dentro de sí, ofrecerle hospitalidad, buscarle un cobijo en las personas sufrientes que encuentra, salvar un pedacito de Dios en los seres humanos…Salvar la existencia de Dios en la desventura. Ser huésped y amiga” (W. Tommasi); “Ayudar a Dios es ayudar al amor que no tiene más fuerza que su misma oferta” (González Faus).

En este sentido destaca  esta oración:

Corren malos tiempos, Dios mío. Esta noche me ocurrió algo por primera vez: estaba desvelada, con los ojos ardientes en la oscuridad, y veía imágenes del sufrimiento humano. Dios, te prometo una cosa: no haré que mis preocupaciones por el futuro pesen como un lastre en el día de hoy, aunque para eso se necesite cierta práctica…

Te ayudaré, Dios mío, para que no me abandones, pero no puedo asegurarte nada por anticipado. Sólo una cosa es para mí cada vez más evidente: que tú no puedes ayudarnos, que debemos ayudarte a ti, y así nos ayudaremos a nosotros mismos.

Es lo único que tiene importancia en estos tiempos, Dios: salvar un fragmento de ti en nosotros. Tal vez así podamos hacer algo por resucitarte en los corazones desolados de la gente. Sí, mi Señor, parece ser que tú tampoco puedes cambiar mucho las circunstancias; al fin y al cabo, pertenecen a esta vida…

Y con cada latido del corazón tengo más claro que tú no nos puedes ayudar, sino que debemos ayudarte nosotros a ti y que tenemos que defender hasta el final el lugar que ocupas en nuestro interior

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Jesús hijo de mujer. Un título cristológico liberador

Martes, 10 de enero de 2023
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SentipensaresDel blog Tras las huellas de Sophía:

Históricamente el acontecimiento del nacimiento de Jesús ha sido parte de un discurso androcéntrico y patriarcal que se ha posicionado dentro de la teología cristiana y las comunidades eclesiales con patrones verticalistas, de dominación, exclusión y opresión hacia el género femenino; ignorando y vaciando de sentido de manera voluntaria o involuntaria el hecho histórico que Jesús es hijo de una mujer ocasionando graves consecuencias para la vida y praxis cristiana de las mujeres hoy día.

Por tanto, se hace urgente repensar este discurso que tanto daño ha causado a la humanidad. Para lo cual propongo desde la cristología feminista deconstruir el título cristológico de Hijo de hombre el cual históricamente ha hecho referencia únicamente a que Dios se encarnó en Jesús, obviando el hecho histórico que Jesús nació de una mujer.

Jesús hijo de mujer, un título cristológico liberador

El hablar de Jesús como hijo de mujer más que pretender ser un título cristológico significa una Buena Nueva que trae consigo reconocimiento, identificación, filiación, reivindicación y justicia para las mujeres en la instauración de una nueva humanidad que por principio a la divinidad más allá de construcciones binarias de sexo-género y a Jesús como la encarnarnación del Anthropos, en el sentido propio de la humanidad extendida, en la cual no existe acepción de personas.

Desde la perspectiva de la cristología feminista el acuñar como título cristológico Hijo de Mujer conlleva a:

1. Reafirmar categóricamente el cuerpo de las mujeres como espacio político y de derechos, pero también como un lugar sagrado donde la divinidad se hace presente y desde la cual se posibilita la encarnación.

2. Reafirma el nacimiento de Jesús como humano, nacido de mujer, más allá de algunas corrientes que surgieron en el incipiente cristianismo que demeritaban el aspecto humano del Cristo(docetismo).

3. El nacimiento de un cuerpo femenino que le pare, la matriz, más que llevan toda la carga sexuada, pecaminosa y erótica, viene a conformarse en misterio y sacramento de la acción salvífica de Dios. En el devenir de la producción de dogmas en el cristianismo, mal entendido éste hecho histórico dio lugar a la divinización de María, elevándola a los altares; dogma que ya hoy por hoy muchos cuestionan, pues tampoco contribuye a la liberación de las mujeres sino a generar un modelo que difícilmente podamos las mujeres emular.

4. El cuerpo de las mujeres como asiento de la gracia de Dios (sean o no madres). La influencia helenista, que permeó al cristianismo, su producción teológica y prácticas eclesiales favorece la concepción que los valioso en el ser humano es el espíritu, lo que nos une a Dios, el asiento de las más prístinas virtudes y mira con desprecio lo corporal, lo humano. Además, el dualismo, de herencia babilónica concebía que todo fenómeno al que accedemos por los sentidos no es creación divina, sino de un demiurgo (un dios de menor jerarquía) cuya obra no podría compararse con aquella emanada de Zéus. En esa categoría de ideas, resulta que el espíritu es puro, es perfecto; mientras que el cuerpo es asiento de las más bajas pasiones y no permite que el ser humano se realice plenamente. Por tanto, Afirmar que Jesús nace humano, no solo valora el cuerpo como asiento de la gracia, sino también el vientre que lo parió. Es así como se comprende en su justa dimensión lo que se dice de María en la salutación angelical, del evangelio de Lucas 1:2 κεχαριτωμένη ὁ κύριος μετὰ σοῦ: ¡Dios te ha bendecido de manera especial! El Señor está contigo.

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Una mujer migrante

Sábado, 7 de enero de 2023
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DtXhruWXgAI4JQd«La Sagrada Familia Inmigrante» Kelly Latimore

Acompañemos a María
Carmiña Navia velasco
Cali (Colombia).

ECLESALIA, 16/12/22.- Estamos en unas sociedades en las que la migración se ha vuelto uno de los mayores problemas y una de las realidades más acuciantes. Cada mes, cada semana, cada día… miles y miles de personas intentan pasar los ríos, selvas, muros o alambradas que separan sus entornos, de los sueños y posibilidades de un mañana mejor, un mañana en el que simplemente la vida sea posible. Tanto en África, como en América Latina, mujeres, hombres, jóvenes y niños se desplazan y caminan kilómetros y kilómetros porque los expulsa el hambre, el no-futuro, los regímenes políticos dictatoriales… En Colombia cientos de miles de desplazados y desplazadas venezolanos buscan un rincón para vivir. ¿Cómo pueden estas miles y miles de personas esperar una Navidad, semilla de futuro?

La familia de Belén también sufrió el desplazamiento: Estando María en embarazo, recibió del imperio una orden: empadronarse en el lugar de origen. Nos cuenta Lucas que, entonces, José y María emprendieron camino hacia Belén: Jornadas de camino por senderos inhóspitos; nos dice también que al llegar a su destino no encontraron ningún lugar para albergarlos y tuvieron que refugiarse en un establo, donde nació Jesús, según el relato que rememoramos. Por el otro lado Mateo nos cuenta que una vez nacido el niño, Herodes lanza contra él una persecución y María y José deben desplazarse hasta Egipto buscando refugio para salvar la vida. Encontramos en estos evangelio de la infancia  una doble migración y desplazamiento. El camino de Palestina a Egipto supone atravesar un extenso desierto, que puede esconder, en sus entrañas, la muerte.

A María la hemos imaginado, representado, soñado, de múltiples maneras… sus imágenes se cuentan por miles: Como mujer sencilla del pueblo palestino, como la madre del crucificado, como madre doliente, como madre amorosa del pueblo creyente, como reina del cielo, con fulgores de diosa… Sin embargo, no la hemos percibido como una mujer que en situaciones complicadas tuvo que desplazarse y fue obligada a migrar. Una mujer que con su niño en brazos tuvo que irse de su tierra hasta otra en busca de refugio. Por eso invito a que la descubramos, vivenciemos, contemplemos así.

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Miremos a esa María Migrante, sus incomodidades, sus incertidumbres, sus dolores… sus viajes, no precisamente de placer. Contemplemos en ella a tantas mujeres desplazadas de hoy. Mujeres y familias enteras a las que se les niega un pedazo de tierra y un cielo de cobijo. Mujeres y familias que no son recibidas con gusto en la tierra a que llegan y son sometidas a exclusiones y desprecios de todo tipo. Caminantes a los que se les exige papeleos kafkianos que los deshumanizan y desesperan. ¿Cuál es nuestra sintonía con estas realidades? Nuestra sintonía con la familia de Belén debe pasar por la acogida a migrantes y desplazados en el hoy, de lo contrario se queda en fantasía romántica que arruina la potencia de los relatos mateano y lucano.

Ganemos nuestros corazones para la solidaridad. Celebremos así una Navidad como la primera de ellas.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedenciaPuedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

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“María, la madre de Jesús”. Santa María, Madre de Dios – A (Lucas 2,16-21)

Domingo, 1 de enero de 2023
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cristo-en-casa-de-sus-padres-millais-1Después de un cierto eclipse de la devoción mariana, provocado en parte por abusos y desviaciones notables, los cristianos vuelven a interesarse por María para descubrir su verdadero lugar dentro de la experiencia cristiana.

No se trata de acudir a María para escuchar «mensajes apocalípticos» que amenazan con castigos terribles a un mundo hundido en la impiedad y la increencia, mientras ella ofrece su protección maternal a quienes hagan penitencia o recen determinadas oraciones.

No se trata tampoco de fomentar una piedad que alimente secretamente una relación infantil de dependencia y fusión con una madre idealizada. Hace ya tiempo que la psicología nos puso en guardia frente a los riesgos de una devoción que exalta falsamente a María como «Virgen y Madre», favoreciendo, en el fondo, un desprecio hacia la «mujer real» como eterna tentadora del varón.

El primer criterio para comprobar la «verdad cristiana» de toda devoción a María es ver si repliega al creyente sobre sí mismo o si lo abre al proyecto de Dios; si lo hace retroceder hacia una relación infantil con una «madre imaginaria» o si lo impulsa a vivir su fe de forma adulta y responsable en seguimiento fiel a Jesucristo.

Los mejores esfuerzos de la mariología actual tratan de conducir a los cristianos a una visión de María como Madre de Jesucristo, primera discípula de su Hijo y modelo de vida auténticamente cristiana.

Más en concreto, María es hoy para nosotros modelo de acogida fiel de Dios desde una postura de fe obediente; ejemplo de actitud servicial a su Hijo y de preocupación solidaria por todos los que sufren; mujer comprometida por el «reino de Dios» predicado e impulsado por su Hijo.

En estos tiempos de cansancio y pesimismo increyente, María, con su obediencia radical a Dios y su esperanza confiada, puede conducirnos hacia una vida cristiana más honda y más fiel a Dios.

La devoción a María no es, pues, un elemento secundario para alimentar la religión de gentes «sencillas», inclinadas a prácticas y ritos casi «folclóricos». Acercarnos a María es, más bien, colocarnos en el mejor punto para descubrir el misterio de Cristo y acogerlo. El evangelista Mateo nos recuerda a María como la madre del «Emmanuel», es decir, la mujer que nos puede acercar a Jesús, «el Dios con nosotros».

José Antonio Pagola

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“Encontraron a María y a José, y al niño. A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús”. Domingo1 de enero de 2023. Santa María Madre De Dios. Jornada Mundial de la Paz

Domingo, 1 de enero de 2023
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07-navidada3-cerezoDe Koinonia:

Números 6,22-27: Invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.
Salmo responsorial: 66: El Señor tenga piedad y nos bendiga.
Gálatas 4,4-7: Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer.
Lucas 2,16-21: Encontraron a María y a José, y al niño. A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús.

Litúrgicamente, hoy es la fiesta de «Santa María Madre de Dios»; es también la «octava de Navidad», y por tanto el recuerdo de «la circuncisión de Jesús», celebración judía que se celebraba al octavo día del nacimiento de los niños, y en la que se les imponía el nombre. Para nosotros, hombres y mujeres de hoy, esos tres componentes de la festividad litúrgica de hoy nos aparecen como muy lejanos, extraños, tal vez irrelevantes para nuestra vida… tanto por el lenguaje que en que son expresados, como por el «imaginario religioso» al que pertenecen…

Pero, por otra parte, hoy es también el primer día del año civil, «¡Año Nuevo!», y la Jornada Mundial por la Paz, celebración esta que, aunque originalmente procede una iniciativa eclesiástica católica, ha alcanzado una notable aceptación en la sociedad, gozando ya de un cierto estatuto civil.

Como se puede ver, pues, hay una buena distancia entre la conmemoración litúrgica y los motivos «modernos» de celebración. Esta distancia, que se repite en otras fechas, con bastante frecuencia, habla por sí misma de la necesidad de «actualizar» el calendario litúrgico, y, mientras esa tarea no sea acometida oficialmente por quien corresponde, será preciso que los agentes de pastoral tengan creatividad y audacia para reinterpretar el pasado, abandonar lo que está muerto, y recrear el espíritu y a veces la letra misma y los símbolos de las celebraciones.

Pero veamos en primer lugar los textos bíblicos que la ordenación litúrgica posconciliar nos deparó.

Nm 2,22-27 es la llamada bendición aaronítica (de Aarón), porque se afirma que Dios la reveló a Moisés para que éste a su vez la enseñara a Aarón y a sus hijos, los sacerdotes de Israel, para que con ella bendijeran al pueblo. Seguramente fue usada ampliamente en el antiguo Israel. Incluso se ha encontrado grabada en plaquetas metálicas para llevar al cuello, o atada de algún modo al cuerpo, como una especie de amuleto. Arqueológicamente dichas plaquetas datan de la época del 2º templo, es decir, del año 538 AC en adelante. Bien nos viene una bendición de parte de Dios al comenzar el año: que su rostro amoroso brille sobre todos nosotros como prenda de paz. La paz tan anhelada por la humanidad entera, y lamentablemente tan esquiva. Pero es que no basta con que Dios nos bendiga por medio de sus sacerdotes. No basta que él nos muestre su rostro. Aquí no se trata de bendiciones mágicas sino de un llamado a empeñarnos también nosotros en la consecución y construcción de la paz: con nosotros mismos, en nuestro entorno familiar, con los cercanos y los lejanos, con la naturaleza tan maltratada por nuestras codicias; paz con Dios, Paz de Dios.

Buen comienzo del año éste de la bendición. El refrán popular ha consagrado ese deseo de “volver a comenzar” que sentimos todos al llegar esta fecha: “Año nuevo, vida nueva”. Uno quisiera olvidar los errores, limpiarse de las culpas que molestan en la propia conciencia, estrenar una página nueva del libro de su vida, y empezarla con buen pie, dando rienda suelta a los mejores deseos de nuestro corazón… Por eso es bueno comenzar el año con una bendición en los labios, después de escuchar la bendición de Dios en su Palabra.

Bendigamos al Señor por todo lo que hemos vivido hasta ahora, y por el nuevo año que pone ante nuestros ojos: nuevos días por delante, nuevas oportunidades, tiempo a nuestra disposición… Alabemos al Señor por la misericordia que ha tenido con nosotros hasta ahora. Y también porque nos va a permitir ser también nosotros una bendición en este nuevo año que comienza: bendición para los hermanos y bendición para Dios mismo. Año nuevo, vida nueva, bendición de Dios.

Gál 4,4-7 es una apretada síntesis de lo que Pablo nos enseña en tantos otros pasajes de sus cartas. En primer lugar, nos dice que el tiempo que vivimos es de plenitud, porque en él Dios ha enviado a su Hijo, no de cualquier manera, sino «nacido de mujer y nacido bajo la ley», es decir, semejante en todo a nosotros, en nuestra humanidad y en nuestros condicionamientos históricos. Pero este abajamiento del Hijo de Dios, nos ha alcanzado la más grande de las gracias: la de llegar a ser, todos nosotros los seres humanos, sin exclusión alguna, hijos de Dios, capaces de llamarlo «Abba», es decir, Padre. Nuestra condición filial fundamenta una nueva dignidad de seres humanos libres, herederos del amor de Dios. Parecerían hermosas palabras, nada más, frente a tantos sufrimientos y miserias que todavía experimentamos, pero se trata de que pongamos de nuestra parte para que la obra de Jesucristo se haga realidad. Se trata de que nos apropiemos de nuestra dignidad de hijos libres, rechazando los males personales y sociales que nos agobian, luchando juntos contra ellos. Esto implica una tarea y una misión: la de hacernos verdaderos hijos de Dios, a nosotros y a nuestros hermanos que desconocen su dignidad.

Nacido de mujer, nacido bajo la ley, nos recuerda Pablo (Gál 4,4). Nació en la debilidad, en la pobreza, fuera de la ciudad, en la cueva, porque no hubo para ellos lugar en la posada… Nace en la misma situación que el conjunto del pueblo, los sencillos, los humildes, los sin poder.

Este nacimiento real y concreto es asumido por Dios para abrazar en el amor a todos los que la tradición había dejado fuera. Es la visita real de aquel que, por simple misericordia, nos da la gracia de poder llamar a Dios con la familiaridad de Abba -“papito”- y la posibilidad de considerar a todos los hombres y mujeres hermanos muy amados.

En Jesús, nacido de María -la mujer que aceptó ser instrumento en las manos de Dios para iniciar la nueva historia- todos los seres humanos hemos sido declarados hijos y no esclavos, hemos sido declarados coherederos, por voluntad del Padre. La bendición o benevolencia de Dios para los seres humanos da un gran paso: Dios ya no bendice con palabras, ahora bendice a todos los seres humanos y aun a toda la creación, con la misma persona de su Hijo, que se hace hermano de todos. Y nadie queda marginado de su amor.

“Ha aparecido la bondad de Dios” en Jesús, y es hora de alegría estremecida, para hacer saber al mundo -y a la creación misma- que Dios ha florecido en nuestra tierra y todos somos depositarios de esa herencia de felicidad.

Lc 2,16-21, en el lenguaje «intencionado» que por ser un género literario (“evangelio de la infancia”) utiliza con sus signos, Jesús no nace entre los grandes y poderosos del mundo sino, muy en la línea de Lucas, entre los pequeños y los humildes; como los pastores de Belén, que no son meras figuras decorativas de nuestros «belenes», pesebres o nacimientos, sino que eran, en los tiempos de Jesús, personas mal vistas, con fama de ladrones, de ignorantes y de incapaces de cumplir la ley religiosa judía. A ellos en primer lugar llaman los «ángeles» a saludar y a adorar al Salvador recién nacido. Ellos se convierten en pregoneros de las maravillas de Dios que habían podido ver y oír por sí mismos. Algo similar pasa con María y José: no eran una pareja de nobles ni de potentados, eran apenas un humilde matrimonio de artesanos, sin poder ni prestigio alguno. Pero María, la madre, «guardaba y meditaba estos acontecimientos en su corazón», y seguramente se alegraba y daba gracias a Dios por ellos, y estaba dispuesta a testimoniarlo delante de los demás, como lo hizo delante de Isabel, entonando el Magníficat.

Todo ello dentro de una composición teológica más elaborada de lo que su aparente ingenuidad pudiera insinuar. En todo caso, la simplicidad, la pobreza, la llaneza del relato y de lo relatado casan perfectamente con el espíritu de la Navidad.

La «maternidad divina de María», motivo oficial de la celebración litúrgica de hoy, y uno de los tres «dogmas» marianos -si se puede hablar así-, es una formulación que hace tiempo «chirría» en los oídos de quien la escucha desde una imagen de Dios adulta y crítica. Como ocurre con tantos otros «dogmas» y tradiciones tenidas como tales, el pueblo cristiano las ha amalgamado fantásticamente con los evangelios, llegando a pensar que provienen directamente del evangelio.

Pablo no conoció a Jesús, ni tampoco se encontró con María. El versículo Gál 4,4 que hoy leemos, es «todo lo que Pablo dice de María». Ni siquiera cita su nombre. En el cristianismo, la maternidad divina de María es, claramente, una construcción eclesial: ni los evangelios ni Pablo saben nada de ella, y no será formulada ni «declarada» hasta el siglo V.

En este contexto, es importante desempolvar y recordar la historia de tal «dogma», con la conocida «manipulación» del concilio de Éfeso, en el año 431, cuando Cirilo de Alejandría forzó y consiguió la votación antes de que llegaran los padres antioqueños, que representaban en el Concilio la opinión contraria. Se dice que el Pueblo cristiano acogió con entusiasmo esta declaración mariana, pero hay que añadir que se trata de los habitantes de Éfeso, la ciudad de la antigua «Gran Diosa Madre», la originaria diosa-virgen Artemisa, Diana… La fórmula de Éfeso, en cualquier caso, ha sido siempre tenida como sospechosa de concebir la filiación divina y la encarnación en términos «monofisitas», que hasta cosifican a Dios, como si se pudiera procrear a Dios y no más bien a un hombre en el que, en cuanto Hijo de Dios, Dios mismo se nos hace patente a la fe… (Nos estamos refiriendo a lo que dice Hans Küng, en Ser cristiano, Cristiandad, Madrid 1977, pág. 584ss).

El título «madre de Dios» no es bíblico, como es sabido. Para el evangelio María es siempre, nada más y nada menos que «la madre de Jesús», un título tan entrañable, real e histórico, que acabará sepultado y abandonado en la historia bajo un montón de otros títulos y advocaciones construidos eclesiásticamente. San Agustín (siglos IV y V) todavía no conoce himnos ni oraciones ni festividades marianas. El primer ejemplo de una invocación directa a María lo encontramos en el siglo V, en el himno latino Salve Sancta Parens.

La Edad Media europea dará rienda suelta a su imaginario teológico y devocional respecto de María. Mientras los primitivos Padres de la Iglesia todavía hablan de las posibles imperfecciones morales de María, en el siglo XII aparece la opinión de su exención del pecado, tanto del personal como del «original». En el mismo siglo XII aparece el Avemaría. El ángelus en el XIII. El rosario en el XIII-XIV. El mes de María y el mes del rosario en el XIX-XX. Los puntos culminantes de esta evolución serán la definición de la «inmaculada concepción de María» (1854, por Pío IX) y la definición de la «asunción de María en cuerpo y alma al cielo» (1950, por Pío XII). Momentos finales de este apogeo mariano son la «consagración del mundo al Corazón de María» en 1942 y 1954, por Pío XII.

Pero todo este marianismo remitió con sorprendente rapidez con el Concilio Vaticano II, que renunció a nuevos «dogmas» y desechó la anterior mariología «cristotípica» (característica de la escuela mariológica española preconciliar), dando paso a una comprensión mariológica mucho más sobria, bíblica e histórica, en la línea «eclesiotípica» (de la escuela alemana principalmente). Aunque la veneración a María (hyper-dulía), superior a la tributada a los santos (dulía), siempre fue distinguida teóricamente de la dada a Dios (latría), lo cierto es que en la religiosidad popular muchas veces María fungió como un verdadero «correlato femenino de la divinidad», y su condición de criatura, de discípula de Jesús y miembro de la Iglesia casi fueron olvidadas (en forma paralela a lo que ocurrió con Jesús respecto de su humanidad).

Hoy, la imagen conciliar de María que la Iglesia tiene es la de «la madre de Jesús», desmitificada, despojada de tantas adherencias fantásticas como se le habían puesto encima a lo largo de la historia: María es una cristiana, muy cercana a Jesús, una «discípula» suya, un destacado miembro de la Iglesia: la «madre de Jesús», en un título insustituible que le da el mismo evangelio, y a cuyo uso muchos creyentes vuelven en la actualidad, prefiriéndolo al creado en el siglo V. La Constitución dogmática Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, en su capítulo octavo (nn. 52-69) ofrece todavía la mejor síntesis de la mariología para nuestros tiempos. El Concilio Vaticano II nos sigue marcando el camino, también en mariología. A la hora de predicar sobre María, debemos remitirnos, necesariamente, a ese capítulo octavo de la Lumen Gentium.

Concluimos. Seguimos estando en tiempo de Navidad, tiempo en el que la ternura, el amor, la fraternidad, el cariño familiar… se nos hacen más palpables que nunca. La ternura de Dios hacia nosotros, que se expresó en el niño de Belén, inunda nuestra vida, en las luces de colores, los adornos navideños, los villancicos y las reuniones familiares. Todo ayuda a ello en este tiempo todavía de Navidad. Dejemos recalar estos sentimientos en nuestro corazón, para que perduren a lo largo de todo el año.

Al comenzar el año, al poner el pie por primera vez en este nuevo regalo que el Señor nos hace en nuestra vida, vamos a agradecerle con todo el corazón la alegría de vivir, la oportunidad maravillosa que nos da de seguir amando y siendo amados, y la capacidad que nos ha dado para cambiar y rectificar.

Otro enfoque válido y provechoso de la homilía podría orientarse hacia el tema de la Jornada Mundial de la Paz… así como hacia el hecho del Año Nuevo, que si bien es algo simplemente convencional, astronómicamente insignificante, tiene el valor simbólico inevitable y profundo de recordarnos el inexorable paso del tiempo… Leer más…

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1.1.23 Canto de Año Nuevo: Tota Pulchra, Qué hermosa eres María, qué hermosa es la vida

Domingo, 1 de enero de 2023
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48C28B0D-CAEE-4CD0-B6D2-E73E3C70B9EBDel blog de Xabier Pikaza:

Presenté ayer, en FB y RG una semblanza de Judit, la vencedora de Israel, la heroína del libro de su nombre. Los judíos de su tiempo cantaron su gloria de mujer triunfadora.

Millones de cristianos, ortodoxos y católicos, aplican ese canto a María, la madre de Jesús, no como canto de guerra y victoria militar, sino himno exultante al Dios de la vida, por María y por millones de hombres y mujeres que dan gracias por el amor y la belleza de la vida. 

Este es un canto de gozo por la vida, no un himno de mujer guerrera, sino un canto de amor al Dios de la vida.   Así aparece en una de las más hermosas antífonas marianas, que lleva el nombre de Tota Pulchra, que puede traducirse “Qué hermosa eres María”.

Con este canto  quiero iniciar  este año 2023: Tota Pulchra, que hermosa eres más… qué hermosa, que gozosa, que gloriosa es la vida, contigo  María, contigo José, contigo James o Adolfo, con Antonio, con cientos de personas que me (nos) acompañan y alegran cada día. Por encima de todo pecado, original o posterior, a pesar de tánta injusticia y violencia, el mundo (con María y millones y millones de personas), por gracia de Dios es un prodigio de belleza, de honor y de gozo.

Tota pulchra. Así dice el texto latino

Tota pulchra es, Maria… Et macula originalis non est in te. Tu gloria Jerusalem, tu laetitia Israel, tu honorificentia populi nostri. Tota pulchra es, Maria

Texto castellano

Toda hermosa eres, María, y no hay en ti pecado…

Tú eres la gloria de Jerusalén, tú (eres) la alegría de Israel, Tú (eres) la honra de nuestro pueblo… Qué hermosa, qué amable y admirable, eres María, y sois millones de personas, varones y mujeres, caminantes de amor sobre la tierra. 

 Recuerdo también a Judit, a las mujeres que se han arriesgado para superar el mal de la tierra.

    Judit ha tenido que apelar al Dios de la venganza… y como representante del Dios vengador ha matado a los enemigos de su pueblo y de toda la humanidad.  En contra de ellos, fuertes guerreros, invencibles en el plano militar, aparece y actúa ella como signo del pueblo judío: es una mujer débil, una simple viuda (Jd 9, 9), pero cuenta con la protección de Dios y de esa forma, sin espada ni ejército, vence a los enemigos de Dios, que son los opresores de su pueblo.

Así lo entiende  Ozías, jefe de Betulia, general israelita, que enaltece a Judit diciendo:

 ¡Bendita seas, hija del Dios Altísimo más que todas las mujeres de la tierra! Y bendito sea Dios, el Señor, Creador del cielo y de la tierra, que te ha guiado para cortar la cabeza del jefe de nuestros enemigos…   Que Dios te conceda, para exaltación perpetua, el ser favorecida con todos los bienes, porque no vacilaste en exponer tu vida a causa de la humillación de nuestra raza. Detuviste nuestra ruina procediendo rectamente ante nuestro Dios (Judit 13 18-20).

Así lo entiende y Canta el sumo sacerdote de Jerusalén  

8 El sumo sacerdote, Joaquín, y el consejo de ancianos de Jerusalén acudieron desde Jerusalén para ver por sí mismos las maravillas realizadas por el Señor en favor de su pueblo y para felicitar a Judit. 9 Cuando estuvieron ante ella, la alabaron a una voz, diciendo:

Tú eres la gloria de Jerusalén, tú eres el alegría/orgullo de Israel, tú eres el honor de nuestro pueblo.10 Lo has hecho todo con tu mano. | Has devuelto la dicha a Israel, | y Dios se muestra complacido. | La bendición del Señor todopoderoso | te acompañe por todos los siglos». Y todo el pueblo respondió: «¡Amén! ¡Amén!». (Judit 16, 8-10)

Ésta es la liturgia oficial del Sacerdote, que canta la grandeza de Dios que se ha revelado (ha realizado su nuevo Éxodo salvador) a través de una mujer.  Así sigue la liturgia de todas las mujeres

Todas las mujeres de Israel acudieron para verla y la bendecían danzando en coro. Judit tomaba tirsos con la mano y los distribuía entre las mujeres que estaban a su lado. Ellas y sus acompañantes se coronaron con coronas de olivo; después, dirigiendo el coro de las mujeres, se puso danzando a la cabeza de todo el pueblo. La seguían los hombres de Israel, armados de sus armas, llevando coronas y cantando himnos. Judit entonó, en medio de todo Israel, este himno de acción de gracias y todo el pueblo repetía sus alabanzas:

«¡Alabad a mi Dios con tamboriles, elevad cantos al Señor con címbalos, ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza, ensalzad e invocad su Nombre! Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras…  (Judit 15, 8 – 16, 5)

  Este libro de Judit recoge y reproduce así, de un modo simbólico, la victoria de Israel, conseguida a través una mujer. A lo largo de su desarrollo y, de un modo especial, en el canto final (Judit 16, que sólo hemos citado en parte), este libro se asume y recrea toda la historia de los grandes héroes de Israel (desde Moisés hasta Judas Macabeo), todos ellos condensados en una mujer, que así aparece como portadora de la victoria de Dios para el pueblo, como signo mesiánico.

Tota pulchra. Canto cristiano de principio de año: a la hermosura, al amor y la vida, en forma de mujer.   

    El himno del “tota pulchra”, inspirado en el Canto de Judir, es uno de los más populares del mundo católico… y así he querido recordarlo este 1 de enero de 2023. No es un canto de victoria tras la guerra, sino un himno de mundo sin guerra…, canto de hombres y mujeres, representados por María, la madre y amiga de Jesus,  cantora del Magnificat (Lc 1, 55-66). 

Derriba del trono a los poderosos/potentados, eleva a los humildes y oprimidos. A los ricos los despide vacíos, a los hambrientos los sacia de bienes….

   De Judit a María va un camino de liberación… de victoria de los humillados y oprimidos… Un canto de paz universal, duradera… conforme a las palabras de Isaías 2, 2-4, donde se dice que, empezando por Jerusalén, en centro del nuevo Israel liberado, se firmará la paz entre todos los pueblos: De las espadas forjarán arados de paz, de las bombas de guerra harán juguetes para niños, instrumentos de labranza. Ya no se adiestrarán para la guerra

Este es el tema del canto de María, canto a la belleza de los hombres y mujeres,canto al honor, canto a la dulzurza.

Es un canto a la belleza y gracia de la vida, al principio del año

– Es un canto a la mujer, signo de  gozo,(de honor, de alegría, de gloria, en medio de un mundo que parece amenazado de muerte.

No es un himno a Judit, mujer guerrera, sino a María, mujer creyente, bellza y dulzura de amor, para varones y mujeres, gsigno de la humanidad cuya victoria no se alcanza por la guerra, matando enemigos, sino por el amor por la belleza.

El 1 de enero suele ser día de un concierto musical… Por muchos años, en Poio, donde yo estudiaba teología, a la caída de la tarde del sábado se cantaba la Salve y el Tota Pulchra como himno gozoso al Dios de la creación, de la belleza y de la vida.

Quizá este día uno de Enero, día que los católicos celebramos como fiesta de María, al principio de año, alguno de vosotros, pueda teclear en su celular Tota Pulchra es María (¡que hermosa/so eres María o Mario….), para escuchar en alguna de sus versiones esta canto de belleza, de alegría y honor, de alabanza y agradecimiento, elevado al Dios de la Vida, no sólo por María, sino por todas las mujeres y los hombres de la tierra

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01 Enero. Solemnidad de Santa María Madre de Dios. Ciclo A

Domingo, 1 de enero de 2023
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Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas esas cosas, meditándolas en su corazón.”

(Lc2, 16-21)

Celebramos hoy la Solemnidad de María, Madre de Dios y con ella estrenamos este nuevo año, con toda la ilusión y con toda la resaca de ayer.

Si la noche de ayer estaba llena de propósitos y bueno deseos el día de hoy es un reclamo para “ponernos en marcha”. Para hacer realidad todas esas ilusiones.

María tiene en sus brazos al hijo que acaba de nacer. La realidad de un bebé frágil y necesitado que depende en gran medida de ella. Pero recibe la visita de los pastores que hablan de ilusiones, de cosas que sucederán, de lo que llegará a ser ese niño… Y ella escucha.

Como buena israelita escucha. Escucha con atención y medita en su corazón lo que oye y lo que vive. Une, con esfuerzo y empeño, la fragilidad del bebé que sostiene en sus brazos, con las ilusiones que despierta en los pastores. El presente con la promesa de futuro.

De nuevo confía y se compromete. Aunque sus ojos ven fragilidad (acaba de dar a luz en un establo fuera de la ciudad porque no había sitio para ellos…) confía en las promesas de Dios.

Sabe escuchar, en la voz de los pastores, el acento de la voz de Dios y también sabe ver más allá de las apariencias. Porque seguro que tampoco ella había imaginado que el Mesías esperando nacería en un establo.

Confía, piensa, espera y actúa. Tiene entre los brazos al Hijo de Dios, a su hijo. Y mientras espera a ver cómo se las arregla Dios para que ese bebé sea el Mesías Salvador, ella lo cuida.

Lo mira, lo contempla mientras resuenan en sus oídos las palabras de los pastores. Mientras vuelven a su corazón las palabras del ángel: “-El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios.”

Y mira a Jesús dormido en su regazo. “Será santo”, ahora solo es un bebé. Ahora es mi hijo pequeño que ha nacido en un establo y todo ha ido bien.

Oración

María, Madre de Dios y madre de un niño nacido en un establo, enséñanos a descubrir las promesas de Dios presentes en nuestra realidad. Pide para nosotras una visión larga y profunda como la tuya. ¡Amén!

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Los pastores.

Domingo, 1 de enero de 2023
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05-Jesus-es-anunciado-a-los-pastoresLc 2, 16-21

«Los pastores fueron corriendo y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre».

Para los ricos, los poderosos, los sagrados, los sabios y los santos, aquella noche fue una noche más; no se enteraron de nada de lo que había ocurrido en Belén. Solo los pastores analfabetos y marginados recibieron la buena noticia. «Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».

No es casual la permanente alusión a los humildes como destinatarios de la Palabra, lo que nos lleva a recordar aquella invocación de Jesús que nunca jamás tomamos en serio porque es una malísima noticia para nosotros: «Te doy gracias Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has revelado a la gente sencilla»

Y es que nosotros somos muy sabios. Sabemos mucho más del evangelio que lo que nadie ha sabido en ninguna otra época de la historia. Somos capaces de conocer de manera fidedigna la fe de las primeras comunidades y, a través de los Testigos, el mensaje genuino de Jesús. Pero eso no es todo, sino que además sabemos filosofía clásica y filosofía oriental, y nos encanta elaborar teorías metafísicas respecto a la esencia de Dios y del ser humano y darles el rango de verdades incuestionables.

Somos tan sabios, que corremos el riesgo de creernos más listos que los cristianos de las primeras comunidades en cuyo seno surgieron los evangelios, y elaborar una fe a nuestra medida; mucho más erudita, mucho más propia de gente iniciada, y mucho menos interpelante; una fe a la medida de los sabios y prudentes e inasequible a la gente sencilla. Corremos el riesgo de supeditar la Palabra a la gnosis; de aceptarla solo en la medida en que nos parezca razonable y acorde a los principios metafísicos que mejor cuadren a nuestra condición ilustrada.

Corremos el riesgo de olvidar que el cristiano no es el que escucha la Palabra, sino el que la escucha y responde a ella; que lo que puede dar sentido a nuestra vida no es el mero conocimiento, sino la respuesta; y que, sin respuesta, acabaremos siendo muy sabios, pero nos estaremos perdiendo la buena Noticia… Que, para un cristiano, responder es aceptar la misión de crear humanidad; es decir, la misión de colaborar en el proyecto de Dios: «Id por el mundo y proclamad el evangelio a todas las gentes».

Corremos el riesgo de no sentirnos concernidos; de sustituir la compasión por la elucubración estéril y el servicio por la crítica (a los demás, claro). Corremos el riesgo de no acercarnos al evangelio desde la fe, sino desde la razón y la prepotencia; en definitiva, de quedarnos mirando al dedo que nos señala la luna, y perdernos el espectáculo fascinante de la luna brillando en la noche rodeada de un cortejo de miles de estrellas.

«Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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María meditaba y saboreaba en su corazón.

Domingo, 1 de enero de 2023
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pastoresLc 2,16-21

“En aquel tiempo los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre.” Lc 2, 16

Con el cuerpo muy dolorido después del parto, María meditaba todo lo que se le había comunicado y lo guardaba dentro para saborearlo profundamente en su corazón. Su gozo era inmenso en medio de un hecho tan cotidiano como dar a luz aunque las circunstancias fueran más que difíciles, contradictorias. En su corazón guardaba ese misterio que iría descubriendo a lo largo de su vida.

Ella abrió las puertas de su casa para acoger a la Palabra. Ya la había acogido cuando recibió el anuncio del ángel y la fue acogiendo siempre, aunque no la entendiera, como verdadera discípula, incluso cuando le producía un dolor casi insoportable: ver el rechazo hacia su hijo hasta llegar a ser testigo de su muerte.

Acoger la Palabra y vivir su mensaje liberador no es tarea fácil para nadie. Hay mucha gente que la acoge con alegría al principio pero luego la va abandonando no de una manera drástica sino con una cierta indiferencia, mediocridad que hace que la luz que un día entró en su vida se vaya apagando hasta dejarla apagar del todo.

Por eso hoy, primer día del año celebramos la presencia de María en medio de nosotrxs como compañera de camino; como madre de quien nos muestra el camino de irnos haciendo hijos e hijas de Dios.

El Antiguo Testamento nos presenta mediadores, como Moisés, que se comunican con Dios para que ellos después se comuniquen con el pueblo. Los israelitas no pensaban que era posible un “cara a cara con Dios” a pesar de la cercanía de sus palabras, de la ternura expresada una y otra vez a través de los profetas. Dios, Padre-Madre, sólo busca la felicidad de sus hijos e hijas.

Esa bendición que hemos oído: El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti…el Señor se fije en ti y te conceda la paz suena todavía lejano…viene a través de un mediador.

Jesús, nacido de mujer es hijo, Hijo de Dios, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.

¡Despertad!, parece que nos dice San Pablo en la carta a los Gálatas. Se os ha regalado el Espíritu de Jesús porque sois hijos para que paséis de ser esclavas a ser hijas, para que disfrutéis de la herencia que se os regala, no por vuestros méritos sino por ser quienes sois.

Cuando nos mantenemos en una relación infantil con Dios, en el nivel básico de buscar que mis necesidades queden cubiertas, que cumpla con mis deseos de salud, de bienestar económico…estoy todavía en ese nivel de niño-niña que ni intuye lo que supone ser hijo-a.

Irse haciendo hijo es ir tomando responsabilidad de mi propia vida, sin culpar a las circunstancias ni a los demás de mi destino. Es saberme rodeada de un amor sin límites, mirada, protegida, respetada, sostenida. Pero sobre todo es saber cuál es mi ADN, dónde están mis raíces y a qué familia pertenezco.

A los hijos solo nos nace bendecirles –“decir bien”– de ellos y ellas, porque sí,  son nuestros, pero no nos pertenecen, de eso nos damos cuenta enseguida; les creemos capaces de lograr mucho más de lo que hemos logrado nosotros; sólo buscamos su  bienestar, su máxima realización. Y cuando “bien decimos” de ellos vemos cómo la palabra crea, hace posible, transforma la realidad, cambia la mirada…y por eso no nos cansamos de recordarles de qué son capaces y a qué están llamadas.

No celebramos estos días únicamente el nacimiento de Jesús, celebramos que ese niño es hijo, y que aquellos que le acogemos nos vamos haciendo hijos por la adhesión a su persona: hijos e hijas como Jesús, libres y con capacidad de liberar a muchos del yugo de la Ley que esclaviza.

Cada año celebramos la venida de Jesús, la llamada a descubrir nuestra condición, a entrar en otro nivel de conciencia. Para ello hace falta silencio, soledad, desprendernos de muchas cosas para llegar a lo esencial, para llegar a la libertad plena.

Cuando de veras nos sentimos, no solo nos sabemos, hijos e hijas el gozo es inmenso: hemos dado con el tesoro. El tesoro que viene en forma de pobreza de pequeñez, de anonimato…

Ese tesoro que guardamos en el corazón y que nos impulsa a compartir después con tantos hermanos y hermanas de muy diversas maneras.

Estrenamos un nuevo año y tenemos motivos para dejarnos llevar por el pesimismo ante tanto dolor y muerte, ante tanto sufrimiento sin sentido; también tenemos motivos para la esperanza. Dios camina con nosotros y nos bendice.

Carmen Notario, SFCC

Fuente espiritualidadintegradoracristiana.es

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Navidad: estar naciendo a lo que ya somos

Domingo, 1 de enero de 2023
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hand of a farmer nurturing a young green plant with natural green background / Protect and love nature concept Fiesta de María, «Madre de Dios»

1 enero 2023

Lc 2, 16-21

Para la tradición cristiana, Navidad evoca el nacimiento de Jesús, a quien se recibe como “el Hijo único de Dios”. Sin embargo, la comprensión profunda de lo que somos invita a dar un paso más, reconociendo que lo que es Jesús lo somos todos.

Tal comprensión constituye la clave fundamental de lectura de todos los llamados “misterios” cristianos. Todos ellos hablan de lo que somos. En concreto, Navidad es, a la vez, celebración y cuestionamiento. Celebración de nuestra verdadera identidad: somos lo no nacido. Y cuestionamiento sobre nuestro recorrido existencial: ¿vivo en coherencia con lo que soy?

En el nivel de la personalidad, somos como una persona que hubiera perdido u olvidado el mayor tesoro -nuestra verdadera identidad-, aquel capaz de liberarla de todas sus estrecheces. Ante ese hecho, puede sencillamente resignarse y seguir apenas sobreviviendo o puede ponerse en camino e iniciar la búsqueda, teniendo el anhelo como guía.

Caminar y buscar son modos concretos y operativos de “estar naciendo”, que -tal como enseñan todas las tradiciones sapienciales- no es otra cosa sino “recordar” o “despertar” a lo que ya somos (y habíamos “olvidado”).

Tal “olvido” -que alguna tradición ha nombrado como “pecado original”- se halla íntimamente relacionado con la naturaleza apropiadora de la mente. Es justamente la apropiación la que hace que, haciéndonos decir “mío” a todo lo que se halla a nuestro alcance, nuestra mente nos identifique con el yo particular -en el que nos estamos experimentando- y nos lleve a ignorar nuestra identidad real, la consciencia ilimitada.

Desde esta perspectiva, Navidad es una invitación a ponernos en camino, a iniciar la búsqueda, a dejarnos sorprender por la Totalidad que se hace manifiesta en un bebé “acostado en un pesebre”.

El bebé (el yo) es nuestra forma particular; lo que vive en él (la consciencia) es nuestra identidad.

¿Echo de menos el tesoro olvidado? ¿Estoy en actitud de búsqueda?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No os aconsejo la paz, sino la victoria (Nietzsche) / La paz os dejo, pero no como la del mundo (Jesús)

Domingo, 1 de enero de 2023
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El-extraño-origen-de-algunas-costumbres-muy-comunes-4Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- Feliz año nuevo.

    En primer lugar feliz tiempo, feliz año nuevo 2023, que el tiempo y la vida transcurran en paz.

    De los tres aspectos que contiene la celebración de hoy: el día de María la Madre del Señor, el comienzo del año nuevo y la Jornada por la paz, me voy a fijar y centrar la homilía en la paz, y ello porque llevamos casi un año con la guerra entre Rusia y Ucrania, guerra en la están implicadas muchas naciones de Europa y América. Además existen otras guerras más o menos larvadas: Haití, Afganistán, Etiopía, Israel-Palestina, etc.

02.- Paz personal.

    El primer paso (no en el tiempo, pero sí en la vida personal) es la paz interior. Si no estoy en paz conmigo mismo, difícilmente viviré y construiré paz.

    El miedo e incertidumbre ante la vida, ante la culpa, el sentimiento de culpabilidad, el ansia de poder,, el complejo de superioridad étnica, racial, la prepotencia económica, el sentimiento de no sentirse amado pueden generar desasosiego, falta de serenidad y paz interior.

    En muchas situaciones no vivimos ni transmitimos paz, porque no la tenemos nosotros mismos.

    La aceptación serena de mi existencia –y la de los demás- con las limitaciones que podamos tener es fuente de paz interior.

    La paz interior comienza  cuando no somos ambiciosos ni pretendemos grandes cosas en la vida más allá de nuestra debilidad. Lo expresa bien el salmo 130:

Señor, mi corazón no es ambicioso,

ni mis ojos altaneros;

no pretendo grandezas

que superan mi capacidad;

sino que acallo y modero mis deseos,

como un niño en brazos de su madre.

La paz es serenidad del alma, tranquilidad del espíritu, sencillez del corazón.

    Y una vez que mi vida está en calma: estando ya mi casa sosegada, que dice S Juan de la Cruz habremos iniciado el camino de la paz.

03.- Paz social / mundial.

    Tensiones y conflictos, guerras, han surgido y surgen siempre por el instinto de dominio del ser humano. Han habido y hay guerras por pretensiones de prepotencia territorial (fronteras), por razones y odios étnicos (el super-hombre), por fanatismos religiosos (guerras de religión), por motivos económicos, etc…

Y las guerras nunca terminan en la paz. No es cierto el dicho latino que ha llegado hasta nuestros días: si vis pacem, para bellum: si quieres la paz, prepara la guerra.

El resultado de la guerra nunca es la paz. De una guerra salen vencedores y vencidos, pero no pueblos y gentes en paz.

A este respecto –y por desgracia- hay que recordar a Nietzsche, que por medio de Zaratustra (“Así habló Zaratustra”) decía. “No os aconsejo el trabajo, sino la lucha. No os aconsejo la paz, sino la victoria. La guerra y el valor han hecho más cosas grandes que el amor al prójimo”.

¿No es esta la actitud de algún o algunos líderes políticos y religiosos fanáticos de nuestro tiempo?

04.- Con humildad creemos y amemos la paz

Jesús, como buen judío dijo: “shalom” (paz, bienestar). Aunque Jesús dijo y sembró una paz, pero no como la desea el mundo: mi paz os dejo, mi paz os doy, pero no como la da el mundo, (Jn 14, 27-28)

Todavía hoy, cuando un judío saluda a otro con “shalom” (paz) no le desea sólo que no le hagan la guerra y que no le acosen sus vecinos. “Shalom” no es sólo bíblicamemte la ausencia de guerra. Es como un resumen de todos los bienes salvíficos. Desear “shalom” es desearle a uno la paz interior y exterior, la acogida, la fraternidad, el estar a favor del bien del otro, la armonía consigo mismo y con la naturaleza, la sintonía profunda con la vida y con el cosmos, la inefable paz con Dios.

05.- La paz os dejo, mi paz os doy.

    Jesús fue hombre de paz: bienaventurados los que trabajan por la paz. Pero la paz que Jesús nos deja no es como la de este mundo: mi Reino no es como los de este mundo. La paz que Jesús nos deja: la paz os dejo, mi paz os doy, no brota de los misiles y bombardeos, de la destrucción bélica o de la prepotencia nacional, racial o económica, sino que la paz de Jesús surge de otros criterios y valores como el respeto y estima de los seres humanos, el amor, el perdón.

    La paz de Jesús serena el alma y el corazón: No se turbe vuestro corazón, ni tengáis miedo. (Jn 14,17)

    Que durante el año que comenzamos y durante toda nuestra vida vivamos en la paz del Señor, seamos trabajadores de la paz.

 

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“El fuerte se hizo débil”, por Gabriel María Otalora.

Viernes, 23 de diciembre de 2022
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corazonmariaDe su blog Punto de Encuentro:

10.12.2022 | Gabriel Mª Otalora

Cuando soy débil, entonces soy fuerte, dice Pablo, en su segunda Carta a los Corintios. Antes, Jesús llamó bienaventurados a los pobres, entre otras afirmaciones paradójicas que dan razón de la esperanza que atesora la idea de fortaleza que se hace débil para fortalecerse. La debilidad de la humildad, de la misericordia, del perdón, del amor verdadero. De tanto escuchar y leer estas llamadas del Evangelio, no nos impactan lo suficiente en la conducta de quienes procuramos vivir en cristiano. Y para eso están los tiempos fuertes, como el Adviento.

Siguiendo con Pablo, él nos cuenta una experiencia sobre su debilidad. Le pide a Dios ¡tres veces! que le quite el aguijón -no se especifica qué tipo de mal era-, pero la divina respuesta fue que le bastaba la Gracia, porque “mi poder se perfecciona en la debilidad”.

Todos pasamos por debilidades que en no pocas ocasiones nos conducen a estados de sufrimiento y hasta de desesperación. Sin duda que le hemos pedido al Señor que las quite de nuestra vida, pero ellas siguen en nosotros. ¿Por qué sufrimos con ellas? No hay respuesta directa al misterio del sufrimiento. Sin embargo, el mismo Jesús había hecho esta oración al Padre pidiendo que le quite el cáliz de la Pasión y el Padre no le respondió… en ese momento.

Es preciso hacer la voluntad de Dios, seguir su senda, aunque no responda a la oración… en ese momento. Nos basta su Gracia. Porque Dios cumple todas sus promesas aunque no cumpla todos nuestros deseos puntuales; hoy no es siempre, y en los terrenos de Dios la lógica divina solo se vislumbra amando: Él tomó nuestras flaquezas (por amor) y cargó con nuestras enfermedades (Is 53,4).

En cada Adviento se nos invita a reconocer la vida vulnerable de Dios alumbrándose a través de una sencilla mujer, María, en medio de los poderes de turno -el poder teocrático del Sanedrin, el poder de Herodes y el poder de los romanos. Dios se vino a encarnar, no en el gran imperio del momento, ni en un gran Templo como el de Jerusalén, Atenas o Corinto, sino que se fija en una joven de un territorio pobre e insignificante, de donde no se espera que pueda salir algo bueno (Jn 1,46).

María es la gran protagonista del Adviento divino, gracias a su fiat, abierta a la acción de Dios y creyendo contra toda esperanza sin poder humano alguno. Me pregunto qué sentiría ella en el momento de recibir los despojos de Jesús recién bajado del madero, cuando lo prometido era que su niño iba a ser especial, nada menos que el Mesías que traería consigo la historia de amor que pueda imaginarse, hecha realidad para todos. Pero de tanto repetirlo, acabamos construyendo una imagen de María irreal, etérea y cuasi divina, “superhumana”, sin el acento en que puso su vida al servicio radical de la Vida. María nos invita a la escucha humilde para preparar la Navidad de la Buena Nueva de Cristo vivida entre debilidades y esperanzas.

Pero ella también es nuestra intercesora =

María de la Esperanza

María de Nazareth,
compañera de nuestra vida,
quédate con nosotros.
Te necesitamos, madre buena,
vivimos tiempos difíciles,
atravesamos bajones,
tenemos caídas,
nos inmoviliza la apatía,
nos da rabia el brillo de la injusticia.

María,
contágianos tu fuerza,
ayúdanos a vivir con alegría.
Que no nos desalienten las espinas de la vida,
que no perdamos la utopía,
madre buena,
de creer que es posible otro mundo mejor.
Que no bajemos los brazos
en la lucha por la justicia divina.
Que no se enturbie nuestra mirada,
y no veamos la luz del Señor
que nos acompaña siempre,
y sostiene en los momentos duros.

María,
tú también pasaste tiempos de incertidumbre,
de no entender las cosas que pasaban,
de sufrimiento y soledad.
Y saliste adelante,
fuerte en la debilidad,
con entrega.
Nos enseñaste con tu ejemplo,
todos los días.
¡Cómo cuesta decirle sí al Señor!
Enséñanos a esperar en el Señor,
a confiar en su palabra,
a dejarnos guiar por su Espíritu,
a llenarnos de alegría.
Enséñanos a escuchar su voz,
en la realidad de cada día,
en el sufrimiento de tantos.

María,
enséñanos a orar
para no perder la Esperanza
para discernir nuestro lugar y misión.
Enséñanos a orar para no desalentarnos
en las dificultades y contratiempos.
(Extracto de Aciprensa)

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“José y las normas sociales”, por Isabel Gómez-Acebo.

Jueves, 22 de diciembre de 2022
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jose-y-maria-sobre-un-burro_12_09Leído en su blog:

Todos tenemos miedo de contravenir las normas sociales y caer en descrédito de nuestros pares por lo que, con frecuencia, actuamos en contra de nuestra tabla de valores. En adviento nuestra mirada se posa sobre las figuras de Jesús y María ignorando la importancia que tiene la persona de José y en menor medida la del rey Herodes

En Israel las normas eran tremendas contra una mujer adúltera que podía temer por su vida en una lapidación realizada en público. En general, ésta no se llevaba a cabo, pero la mujer quedaba estigmatizada de por vida. José que estaba desposado con María, un estado que equivalía al matrimonio, vio que el vientre de su mujer estaba abultado y pensó lo peor

Su primera reacción fue la esperada de un varón en una sociedad patriarcal cuando la esposa pone en juego su honor, que suponía repudiarla. Como José era buena persona decidió abandonarla en secreto ya que abandonar a la mujer no estaba tan mal visto. Pero tiene un sueño como su antepasado en Egipto, otro José, que nos describe el Génesis adivinando el sentido del sueño del faraón, el de las vacas gordas y flacas. De esta forma Mateo lo introduce en la historia de Israel como una persona de la que se vale Dios para conseguir su propósito

Su masculinidad y honor están en juego y Dios le pide, por medio de un ángel que renuncie a ambos valores, que acepte ser cornudo, una palabra que resulta dura pero que es la realidad en su pueblo y si me apuras en el nuestro todavía hoy. Acepta la veracidad de las palabras del ángel sobre el embarazo de María y se humilla. Incluso rehúsa al derecho que le da la sociedad en la que vive para escoger el nombre del niño que va a nacer

Desde ese momento José no toma nunca ninguna iniciativa ya que siempre dirige sus acciones un ángel de Dios. Gracias a su humildad acoge a Jesús como padre adoptivo y le enseña su oficio. También podemos ver su figura como la antítesis de Herodes que intenta no perder su poder utilizando toda la violencia que le proporciona su status. Sus acciones destruyen la comunidad en beneficio propio mientras que José la afirma y protege. El Niño Jesús va a oscurecer tanto la figura de su padre como la de Herodes, pero al primero no le importa

Es curioso ver como su importante figura es muda, no dice palabra alguna en los evangelios ni siquiera contesta al ángel. No se parece a María – una mujer que debía estar callada ya que el silencio de las mujeres era para gloria de Dios – que canta y proclama grandes obras que Dios hará en beneficio de Israel y el suyo propio. José plantea un modelo nuevo de masculinidad según la voluntad de Dios que cuestiona las normas sociales y los estereotipos. A lo mejor su figura se tendría que resaltar en nuestro mundo actual en que la lucha por el poder llega a ejercer sobre comunidades enteras las mayores brutalidades

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Claroscuro.

Domingo, 18 de diciembre de 2022
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maria-y-jose

 

CLAROSCURO

Claroscuro del sentido,
claroscuro de la fe.
Creo la luz que se ve,
veo el misterio escondido.
Claroscuro voy perdido
de belleza y de verdad.
Sombras, decidme. Callad,
luces sabidas. Creer
es la manera de ver
total la realidad.

*

Pedro Casaldáliga,
El Tiempo y la Espera.
Ed Sal Terrae, 1986

***

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:

“José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.”

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta:

“Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”.”

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

*

Mateo 1,18-24

***

 

José es del mismo temple que María: un creyente a la escucha de lo que le sucede. La noticia de la próxima maternidad de María no suscita en él ninguna reacción defensiva. No conservamos ninguna de sus palabras. No es una persona que habla o ajusta las cosas para ventaja propia: se limita a escuchar lo que le revela el ángel.

La verdad de Dios es más importante de lo que José vive. Y esta verdad la respeta José sin agresividad alguna, sin pensar siquiera en defenderse. Tanto para María como para José, la anunciación es algo increíble. Nadie puede estar a la altura de semejante verdad.

No obstante, no aparece asomo de escepticismo, ni de comportamiento pasivo, no hay toma de distancias, nada que nos haga pensar en un sentimiento de resarcimiento. Sólo fe y abandono. María y José han renunciado a su verdad para entrar en la de Dios. ¿Y nosotros? Nosotros no podemos ser felices si no logramos leer en profundidad los acontecimientos de nuestra existencia. Dios está presente en nuestra existencia: en cada una de sus vicisitudes aparece su plan, su intención de decirnos algo. Es una verdad que debemos descubrir también ahora.

*

G. Danneeis,
Le satagioni Della vita,
Brescia 1998,210-211

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“María y la liberación de los pobres”, por Segundo Galilea.

Lunes, 12 de diciembre de 2022
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191213_4084586_Reaparece_imagen_de_la_Virgen_de_Guadalupe_bEl tema de María en la liberación cristiana e integral de los pobres y oprimidos va a surgir como el resultado del encuentro entre la devoción popular mariana (que es la propia de esos pobres) y la aspiración y movilización de esos mismos pobres en busca de su dignidad, de sus derechos y de su libertad violados por sistemas socialmente injustos y muchas veces políticamente opresivos.

La cuestión puede plantearse así: ¿de qué manera influye la piedad y espiritualidad popular mariana en las aspiraciones y tareas de liberación de los pobres? ¿Tiene María un lugar en una sana teología espiritual de la liberación de los pobres? La respuesta eclesial es afirmativa. Puede ser articulada teológicamente e integrarse en la tradición mariológica de la iglesia. Ello es posible debido a que el tercer mundo católico ha ido tomando conciencia, casi simultáneamente: a) de los caminos de su liberación, b) de la naturaleza colectiva que ésta tiene en los pobres, c) de las potencialidades liberadoras de su catolicismo popular y de su piedad mariana.

Por eso, la relativamente reciente reflexión cristiana sobre la liberación ha dado un lugar a María desde el inicio, al lado del lugar central de Jesucristo. Esta mariología liberadora se ha ido enriqueciendo en los últimos años, no sólo con la experiencia espiritual de las comunidades cristianas y con la elaboración de los teólogos, sino muy decisivamente con intervenciones del magisterio de la iglesia. Los enfoques de Juan Pablo II sobre María y la liberación, la dignidad de los pobres y la justicia, expresados sobre todo en sus viajes a América Latina, son abundantes al respecto.

No se trata de extrapolar los evangelios a nuestra situación actual, ni de forzar las fuentes de la revelación, haciendo de María una militante de la liberación y de la justicia, en los términos y maneras que hoy lo entendemos. Ello sería tan errado como innecesario. Si María tiene un lugar en la liberación y justicia de los pobres, es por su actitud y por su capacidad de inspiración evangélica y humanizadora, y no tanto como modelo de acción militante. Así como María es también modelo de acción misionera e inspiración y criterio para los misioneros, aunque ella nunca haya sido misionera en el sentido que hoy lo entendemos. No; de cara a la misión o a la liberación, María no fue una militante, ni hay que buscar en ella modelos de militancia según los términos actuales.

El lugar de María en la liberación es mucho más profundo: ella nos revela por el testimonio de su vida las grandes actitudes cristianas que deben acompañar a los militantes de la liberación; por la función maternal que ejerce en los hijos de Dios ella inspira y nutre las motivaciones de los cristianos que luchan por la liberación y la justicia; ella es un signo que alimenta la esperanza cristiana en la liberación total de los pobres y sufrientes. María es necesaria para que los pobres y oprimidos tengan presentes las actitudes y criterios que se requieren para hacer de su liberación un camino auténtico de libertad de toda forma de servidumbre humana. María les testimonia, por su pobreza y humildad, que la verdadera liberación y libertad no es hacerse rico, ni actuar insolidariamente, ni buscar poder para abusar de otros más débiles, ni acceder al desarrollo para caer en servidumbres nuevas de hedonismo y materialismo.

La contribución de María a una espiritualidad de solidaridad liberadora con los pobres puede resumirse así:

1. La Predilección de María por los pobres y oprimidos.

María formó parte del pueblo llano de su tiempo, compartió su vida ardua y anónima. (El grado sociológico de la pobreza de María —o de Jesús, para el caso— no tiene importancia aquí.) Por ello se identifica con los sencillos y modestos de la tierra. Al compartir su suerte les revela su dignidad: la madre de Dios y de los hombres es una mujer como ellos. Esta solidaridad de María con la pobreza y los pobres es ya un factor en su liberación, pues la liberación comienza y se alimenta con el descubrimiento de la dignidad de los pobres y de su mutua solidaridad.

Esta opción preferencial por los pobres en María no es sólo un hecho evangélico: en la condición ardua y pobre del nacimiento de Jesús, en la inseguridad de la persecución de Herodes, que la llevó a exiliarse en Egipto con su familia, en la vida opaca y modesta de Nazaret como una mujer más del pueblo, etc. Es también un aspecto de la devoción popular mariana. El pueblo sencillo y pobre siente a María cercana, una de ellos. Las tradiciones sólidas de apariciones marianas (Guadalupe, Lourdes, Fátima como ejemplos bien conocidos) se dan en lugares pobres y a gente sencilla, a menudo niños y niñas. Los grandes lugares de veneración mariana son visitados sobre todo por los más pobres, necesitados, sufrientes y oprimidos, aun sociopolíticamente. Todo esto encierra un gran mensaje mariano sobre la dignidad de los pobres y una llamada a la solidaridad por su liberación humana.

2. María arroja una nueva luz en la liberación de inspiración cristiana.

Ésta se afirma esencialmente en la dignidad de los pobres y en los derechos que esta dignidad reclama. La liberación es la plenitud de la dignidad humana. La liberación tiene también por base la solidaridad fraterna de todos los hombres, creados todos a semejanza de Dios e hijos de Dios por gracia. La liberación debe conducir no sólo a sistemas más justos, sino sobre todo a la convivencia fraterna, debe transitar por los caminos de la solidaridad y no por las vías del odio, de la violencia y la lucha ciega y sistemática. Los logros puramente materiales de la liberación son relativos y aun ambiguos si no conducen a crecer en dignidad y en fraternidad de lo cual María fue modelo y es inspiración.

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3. María era consciente y solidaria con las miserias y servidumbres del pueblo de Israel.

Participaba en el anhelo de liberación de ese pueblo; integró ese anhelo en la promesa de Dios y en la obra de Cristo como redentor del pecado y como salvador de toda servidumbre humana. María dio a los anhelos de liberación de su pueblo un horizonte de esperanza en la venida del reino de Dios, que haría nuevas todas las cosas.

Esta actitud de María está condensada en su Magnificat (Lc 1,46-55). En el tercer mundo creyente se reza el Magníficat teniendo presente esta actitud. En algunos lugares se ha convertido en un texto clave para entender la actitud de María en la liberación de su pueblo. El propio magisterio de la iglesia ha hecho uso de él en este sentido (cf Puebla 297; instrucción sobre “Libertad cristiana y liberación”, Cong. de la Fe, n. 48; encíclica de Juan Pablo II sobre la “Bienaventurada Virgen María en la vida de la iglesia peregrina” (Redemptoris Mater, n. 37). El tema ha sido reiterado por el propio papa Juan Pablo II, particularmente en sus viajes a Iberoamérica, comenzando por su homilía en Zapopán, México (AAS LXXI, p. 230). En todo esto no hay abuso sociológico o ideológico con respecto al Magníficat; sólo la constatación de que las promesas de Dios, que se han comenzado a realizar con la venida de Cristo, por las que María da gracias al haber sido elegido como humilde instrumento, incluyen la realización de un reino de justicia entre los hombres. Un reino que enaltece a los humildes y derriba a los poderosos, que colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos (Lc 1,51-53). Esta promesa forma parte para siempre de la esperanza de los pobres, de la que María es un testigo privilegiado.

El mordiente liberador de la piedad mariana, ¿es sólo una hermosa teoría o responde a experiencias y hechos? ¿Ha habido momentos en la historia de esos pueblos en que María haya simbolizado e inspirado la causa de la justicia y la libertad? Hechos pasados y recientes responden que sí. Aunque en esto las motivaciones del pueblo o de los líderes sean complejas y se dé siempre la tentación de utilizar política o ideológicamente la devoción religiosa con las ambigüedades consiguientes, existe siempre el hecho de que en momentos de crisis, cuando está en juego la libertad, la intuición religiosa popular vio en María una protección y un símbolo de Dios que hace suya la justa causa de los pobres. Todo país en que la devoción mariana tiene una envergadura popular podría contribuir con ejemplos. Ya recordamos más atrás el caso, entre otros, del lugar de María en las gestas de emancipación de los países de Iberoamérica. Ejemplos contemporáneos tampoco faltan, desde los campesinos mexicoamericanos que en California luchan por sus reivindicaciones bajo el estandarte de la Virgen de Guadalupe hasta el pueblo filipino, que en 1986 cambió su sistema de gobierno no con armas ni puras consignas políticas, sino con manifestaciones pacíficas presididas por imágenes de María y rezando el rosario.

Segundo Galilea

Diccionario de Mariología

Fuente Reflexión y Liberación

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Madre del Mundo Nuevo

Jueves, 8 de diciembre de 2022
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El 8 de diciembre de 1854, Pío IX definió este dogma con las siguientes palabras: «Para honor de la santa e indivisa Trinidad…, declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles». Antes, la Orden Franciscana, en su Capítulo celebrado en Toledo el año 1645, «escogió a la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en cuanto la confesamos y celebramos inmune de la culpa original en su misma Concepción, como Patrona singular de toda la Orden de los Frailes Menores». Y aquello no fue una novedad rara en la historia de la familia franciscana, que desde sus primeros tiempos se distinguió como defensora acérrima de este privilegio sin par de María. El beato Juan Duns Escoto fue su adalid, y la campaña por él iniciada la prosiguió la Orden, sin desmayos, a lo largo de los siglos. Así celebramos hoy el “gran momento de la historia cuando cielos y tierra, la creación entera enmudeció esperando escuchar el «FIAT» de nuestra Señora”

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MADRE DEL MUNDO NUEVO

Estamos otra vez en el Principio.
Dios quiere hablar y el aire se acrisola.
Como un niño, en la sangre, nace el mundo;
y del caos emerge la Esperanza, con sus flores salvadas de la muerte.
(Este ramo de olivo que crece en tus pisadas, paloma de Sus Ojos,
tendrá toda la Tierra penitente para echar las raíces…).

Aún no mugía el mar, ni tendía sus lonas el cielo por los montes,
y tú jugabas ya -la consentida- en la plaza infinita de Sus Manos:
primera siempre al mimo de Su Gozo…
Si estamos otra vez en el Principio, tendrás que amanecer: el Mundo Nuevo
necesita la puerta de tu seno para llegar incólume,
(Belén se apuesta siempre detrás de tus espaldas).

Mientras los hombres buscan sus tesoros piratas -¡los bajeles perdidos de sus rutas sin norte!-,
un día, inesperado, tú surges de las simas del Paranagua, viva,
como un tesoro tierno a la memoria,
antigua de ternura y de favores, coronada de espuma de sorpresas,
con el Niño en los brazos, ofrecido…
La Tierra está en mantillas, dormida en tu regazo.

La Europa verdadera, como un cruzado loco que vuelve escarmentado
de tantas aventuras,
espera tu venida junto a Chartres y en la umbría sagrada de Einsiedeln.
Los almendros latinos aún tienen primavera para acoger tus plantas.
Todavía hay pastores y un buey manso en la cumbre.
¡Todo el cuerpo de Europa se ha hecho gruta, en la herida,
para enmascarar la luz de tu presencia!

América sacude sus pañales, con un grito rebelde, contra el mar transitado,
pero en su boca niña balbucea, cantando, tu nombre, Guadalupe,
y late la manigua como un puerto que siente tu llegada:
-¡Vendrá Santa María, libre de carabelas!
Como una diosa estéril y fecunda, empapada en la lluvia de la Espera,
como una cruz cansada de martirio,
Asia cruje, sangrando por sus lotos…
¡Pero el bambú ya ensaya cañas de profecía detrás de las Comunas;
la Luna sabia sigue tus pies para calzarte,
y en la liturgia hindú llama a tu Hijo el arpa de Tagore y de los parias!

Mientras llegan los sueños en cayuco inestable,
y acosada por todos los pájaros secretos que hierven en la selva con la noche,
Africa arrulla, alborotadamente, sus veinte cunas nuevas.
Se quiebran sus tambores en parches de alegría
y las lanzas preguntan por la aurora:
¡porque el mar no termina en la mirada!
Y danzan sus miningas, con las anillas rotas,
enarbolando el sol entre las risas,
¡porque hay una Mujer sobre las chozas, detrás de las estrellas,
con el sol en los hombros, como un clote!
Con los sueños que llegan en cayuco inestable, arriba el Evangelio mecido por tus manos;
llegan tus manos fieles, con la Paz en la proa.

Neófitas de sal y de promesas, las Islas balbucientes acuden al marfil de tu garganta,
con un abrazo tenso de siglos de impaciencia, seguras del Encuentro.

¡Todos los meridianos se enhebran en la rosa de tu Nombre…!

Estamos otra vez en el Principio
y nace el mundo, nuevo, del seno de tu Gracia,
hermosamente grande y sin fronteras.
¡Que callen los profetas fatídicos! Cabemos
todos juntos, hermanos, en la mesa que el Padre ha abastecido.
¡Que calle todo miedo, para siempre!

Los átomos dispersos se engarzarán, sumisos, en tu manto;
y el cielo, descubierto en mil caminos,
se hará pista a tus viajes de ¡da y vuelta -de Dios hasta los hombres-,
¡nostalgia nuestra, Asunta!

…Dios llega al aeropuerto de la Historia;
a tiempo en todo Tiempo, el heredado pulso de tu sangre.

Los sellos del Concilio acuñan tu figura sobre la piel lavada de la Iglesia,
y llega una corona de voces alejadas, en pleamar dichosa,
al pie de tu Misterio…

Estamos otra vez en el Principio y ha empezado tu era:
¡por derecho de Madre tú patentas la luz amanecida!

*

Pedro Casaldáliga
“Llena de dios, y tan nuestra”.
Antología mariana

***

pieta-kim-ki-duk

Pieta,
de Kim Ki-duk.

La aurora es un momento fabuloso: el que precede inmediatamente al salir el sol. Antes sólo eran tentativas. Un leve palidecer el cielo por oriente, apenas visible en la noche. Sigue un clarear creciente, lentamente al comienzo, luego más rápidamente, siempre más rápidamente. Finalmente un instante en el que el surgir de la luz es tan victorioso y ardiente, el esplendor tan cegador a los ojos habituados a la noche, que nos podríamos creer ante el mismo sol: apenas un instante después, como una llamarada, su luz arde en el hilo del horizonte. Y finalmente el sol. Hasta ese momento, nos podíamos haber engañado, pues ya se transparentaba en lo que sólo era la aurora. Lo mismo la Inmaculada concepción. Primero, a lo largo de los siglos precedentes, se trataba del alba de Cristo, de los comienzos de su pureza y santidad, ya maravillosos considerando que se realizaban en la naturaleza humana, pero aún oscuros respecto a El. María es el culmen de la aurora, el surgir del día. Pero su luz ilumina a todos. La Inmaculada concepción distingue a María de los demás humanos sólo para unirla más a Cristo, que pertenece a todos (…).

Tras el decreto que estableció la venida de Cristo, se da esta larga preparación que ya la realiza inicialmente y que llena toda la historia antigua de la humanidad. Ahora bien, toda esta preparación lleva a María, porque ella (…) es portadora de Cristo. La preparación es inmensa: es la única obra de Dios mismo en este mundo; se compromete con todo su amor: haciendo confluir, en virtud de su gracia, todo lo que en nuestros esfuerzos humanos hay de verdaderamente bueno: se plasma una naturaleza humana que será la suya.

Llega un día en que todo está preparado. En la Virgen todo se reúne para pasar de ella al Hijo (…). María es la figura absoluta y total, y lo es para siempre, porque, siendo Madre de Dios, es la que une el Hombre-Dios con la humanidad.

*

É. Mersch,
La théologie du Corps mystique,
I
, Tournai 1944, 219-221.

***

La misión maternal de María hacia los hombres no oscurece ni disminuye de ninguna manera la única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia.

Porque todo el influjo salvífico de la bienaventurada Virgen en favor de los hombres nace del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de la misma saca toda su virtud; y lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo.

La bienaventurada Virgen, predestinada, junto con la Encarnación del Verbo, desde toda la eternidad, cual Madre de Dios, por designio de la divina providencia,  fue en la tierra la esclarecida Madre del Divino Redentor y, de forma singular, la generosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor.

Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación y lo mantuvo sin vacilación al pie de la cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación.

Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la bienaventurada Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de abogada, auxiliadora, socorro, mediadora.

La Iglesia no duda en atribuir a María ese oficio subordinado: lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador .

*

Del Concilio Vaticano II,
Lumen gentium, 60-62.

***.

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“La alegría Posible”. Fiesta Inmaculada Concepción – A (Lucas 1,26-38)

Jueves, 8 de diciembre de 2022
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02_Adv_A-02-MariaLa primera palabra de parte de Dios a sus hijos, cuando el Salvador se acerca al mundo, es una invitación a la alegría. Es lo que escucha María: «Alégrate».

Jürgen Moltmann, el gran teólogo de la esperanza, lo ha expresado así: «La palabra última y primera de la gran liberación que viene de Dios no es odio, sino alegría; no es condena, sino absolución. Cristo nace de la alegría de Dios, y muere y resucita para traer su alegría a este mundo contradictorio y absurdo».

Sin embargo, la alegría no es fácil. A nadie se le puede forzar a que esté alegre; no se le puede imponer la alegría desde fuera. El verdadero gozo ha de nacer en lo más hondo de nosotros mismos. De lo contrario será risa exterior, carcajada vacía, euforia pasajera, pero la alegría quedará fuera, a la puerta de nuestro corazón.

La alegría es un regalo hermoso, pero también vulnerable. Un don que hemos de cuidar con humildad y generosidad en el fondo del alma. El novelista alemán Hermann Hesse dice que los rostros atormentados, nerviosos y tristes de tantos hombres y mujeres se deben a que «la felicidad solo puede sentirla el alma, no la razón, ni el vientre, ni la cabeza, ni la bolsa».

Pero hay algo más. ¿Cómo se puede ser feliz cuando hay tantos sufrimientos sobre la tierra? ¿Cómo se puede reír cuando aún no están secas todas las lágrimas y brotan diariamente otras nuevas? ¿Cómo gozar cuando dos terceras partes de la humanidad se encuentran hundidas en el hambre, la miseria o la guerra?

La alegría de María es el gozo de una mujer creyente que se alegra en Dios salvador, el que levanta a los humillados y dispersa a los soberbios, el que colma de bienes a los hambrientos y despide a los ricos vacíos. La alegría verdadera solo es posible en el corazón del que anhela y busca justicia, libertad y fraternidad para todos. María se alegra en Dios, porque viene a consumar la esperanza de los abandonados.

Solo se puede ser alegre en comunión con los que sufren y en solidaridad con los que lloran. Solo tiene derecho a la alegría quien lucha por hacerla posible entre los humillados. Solo puede ser feliz quien se esfuerza por hacer felices a los demás. Solo puede celebrar la Navidad quien busca sinceramente el nacimiento de un hombre nuevo entre nosotros.

José Antonio Pagola

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