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“Creer es otra cosa ”. 4 Adviento – C (Lucas 1,39-45)

Domingo, 19 de diciembre de 2021
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11B86BA2-8781-4DFE-80F5-70612F9D35A0Estamos viviendo unos tiempos en los que cada vez más el único modo de poder creer de verdad va a ser para muchos aprender a creer de otra manera. Ya el gran converso John Henry Newman anunció esta situación cuando advertía que una fe pasiva, heredada y no repensada acabaría entre las personas cultas en «indiferencia», y entre las personas sencillas en «superstición». Es bueno recordar algunos aspectos esenciales de la fe.

La fe es siempre una experiencia personal. No basta creer en lo que otros nos predican de Dios. Cada uno solo cree, en definitiva, lo que de verdad cree en el fondo de su corazón ante Dios, no lo que oye decir a otros. Para creer en Dios es necesario pasar de una fe pasiva, infantil, heredada, a una fe más responsable y personal. Esta es la primera pregunta: ¿yo creo en Dios o en aquellos que me hablan de él?

En la fe no todo es igual. Hay que saber diferenciar lo que es esencial y lo que es accesorio, y, después de veinte siglos, hay mucho de accesorio en nuestro cristianismo. La fe del que confía en Dios está más allá de las palabras, las discusiones teológicas y las normas eclesiásticas. Lo que define a un cristiano no es el ser virtuoso u observante, sino el vivir confiando en un Dios cercano por el que se siente amado sin condiciones. Esta puede ser la segunda pregunta: ¿confío en Dios o me quedo atrapado en otras cuestiones secundarias?

En la fe, lo importante no es afirmar que uno cree en Dios, sino saber en qué Dios cree. Nada es más decisivo que la idea que cada uno se hace de Dios. Si creo en un Dios autoritario y justiciero terminaré tratando de dominar y juzgar a todos. Si creo en un Dios que es amor y perdón viviré amando y perdonando. Esta puede ser la pregunta: ¿en qué Dios creo yo: en un Dios que responde a mis ambiciones e intereses o en el Dios vivo revelado en Jesús?

La fe, por otra parte, no es una especie de «capital» que recibimos en el bautismo y del que podemos disponer para el resto de la vida. La fe es una actitud viva que nos mantiene atentos a Dios, abiertos cada día a su misterio de cercanía y amor a cada ser humano.

María es el mejor modelo de esta fe viva y confiada. La mujer que sabe escuchar a Dios en el fondo de su corazón y vive abierta a sus designios de salvación. Su prima Isabel la alaba con estas palabras memorables: «¡Dichosa tú, que has creído!». Dichoso también tú si aprendes a creer. Es lo mejor que te puede suceder en la vida.

José Antonio Pagola

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“¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”. Domingo 19 de diciembre de 2021. 4º de Adviento

Domingo, 19 de diciembre de 2021
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04-advientoC4De Koinonia:

Miqueas 5, 1-4a. De ti saldrá el jefe de Israel:
Salmo responsorial: 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Hebreos 10, 5-10: Aquí estoy para hacer tu voluntad.
Lucas 1, 39-45: ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

Miqueas, de quien está tomada la primera lectura, vivió en el reinado de Ezequías. Cuando el modesto profeta llegó a la corte, se encontró con Isaías, de quien al parecer recibió influjo literario, aunque siempre conservó su estilo personal.

Miqueas atacó sobre todo a los poderosos que abusan del pobre para robar y oprimir, a los jueces corrompidos, pero compuso también magníficos poemas de salvación, entre los que sobresale la profecía sobre Belén. El Mesías esperado nacerá en Belén, pequeña población de Judá y hará que los seres humanos puedan vivir tranquilos y Él será nuestra paz.

La segunda lectura está tomada de la carta a los Hebreos. Supuestamente Pablo compara la obra cultual de Cristo con la del Antiguo Testamento, y el sacrificio de Cristo con los antiguos “sacrificios” religiosos. A través de esta comparación se nos muestra con profundidad la naturaleza y finalidad de la encarnación. El sacrificio de Cristo tiene lugar de una vez para siempre y no consiste tanto en la inmolación de una víctima, cuanto en la comunión con el Padre, a la que todos somos invitados. En lo sucesivo no habrá una religión de ceremonias y de ritos, sino una religión “en Espíritu y en Verdad”. La voluntad de Dios no ha sido la muerte del Hijo, sino el hacer partícipe a su Hijo de la condición humana con el suficiente amor para que todo lo humano quedara transformado. La sangre del Hijo, más que ofrenda para aplacar a un Dios justiciero, es don a los seres humanos de un Dios lleno de amor. Nuestra santificación consiste en vivir “en Espíritu y en Verdad” esa amistad con Dios. Aquí radica la esencia del Espíritu religioso.

Acercarse a celebrar el nacimiento de Jesús conlleva recordar la condición de mujer y la fe de María. El episodio llamado de la visitación, del evangelio de Lucas nos relata el encuentro de dos mujeres madres. María, la galilea, va a Judá, la región en la que un día el hijo que lleva dentro de ella será rechazado y condenado a muerte (Lc 1,39). Ante el saludo de la joven, el niño que Isabel está a punto de dar a luz “salta de gozo” (vv. 41 y 44). La madre alude poco después a lo que siente dentro de sí; se trata de la alegría del niño –el futuro Juan Bautista- alrededor de quien habían girado hasta el momento los acontecimientos narrados en este primer capítulo de Lucas. Juan cede ahora el paso a Jesús. El gozo es la primera respuesta a la venida del Mesías. Experimentar alegría porque nos sabemos amados por Dios es prepararnos para la navidad.

Isabel pronuncia entonces una doble bendición. Como ocurre siempre en manifestaciones importantes, Lucas subraya que lo hace “llena del Espíritu Santo” (v. 41). María es declarada “Bendita entre las mujeres”(v. 42), su condición de mujer es destacada; en tanto que tal es considerada amada y privilegiada por Dios. Esto es ratificado por el segundo motivo del elogio: “Bendito el fruto de tu vientre” (v.42). Este fruto es Jesús, pero el texto subraya el hecho de que por ahora está en el cuerpo de una mujer, en sus entrañas, tejido de su tejido. El cuerpo de María deviene así el arca santa donde se alberga el Espíritu y manifiesta la grandeza de su condición femenina. En su visitante, Isabel reconoce a la “madre del Señor” (v 43), aquella que dará a luz a quien debe liberar a su pueblo, según lo anunciaba el profeta Miqueas (5,2-5).

Bendecir (bene-dícere) significa hablar bien, ensalzar, glorificar. Con anterioridad al nacimiento de Jesús, aparecen en los evangelios bendiciones por parte de Zacarías, Simeón, Isabel y María. Todos bendicen a Dios por lo que hace. Pero, al mismo tiempo, Jesús bendice a los niños, a los enfermos, a los discípulos, al Padre. Toda bendición va dirigida a Dios. La oración de bendición es, sobre todo, alabanza de acción de gracias. De este modo celebramos la Eucaristía. Pero también la bendición se extiende a todas las criaturas incluso a las inanimadas: ramos, ceniza, pan y vino. Son bienaventurados los santos y especialmente “bendita” es María, la madre de Jesús.

El Espíritu Santo ayuda a Isabel a pronunciar una bendición: “¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre!”. Desde entonces, millones de veces lo hemos dicho todos los cristianos en el “Ave María”. Son benditos, bienaventurados o dichosos los que creen en Dios, los que practican la Palabra, los que dan frutos, los pobres con los que se identifica Jesús.

María creyó. Ésta fue su grandeza y el fundamento de su felicidad: su fe. María se convierte en maestra de la fe, aceptando cuanto se le anuncia de parte de Dios aunque ella no se pudiera explicar el modo como se realizaría aquel plan. Toda la vida de María se fundamenta en su fe, en la adhesión que ha prestado desde el primer momento a la revelación que llegó hasta ella. Leer más…

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Dom 4 Adv. De mil hombres uno, de mil mujeres ninguna. Ministerio de María en la iglesia (20.12.21).

Domingo, 19 de diciembre de 2021
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santa-maria-madre-de-diosDel blog de Xabier Pikaza:

Diógenes anduvo con un candil buscando un hombre en Atenas, y dicen que no encontró ninguno. Salomón, rey y sacerdote de Jerusalén, escribió un libro llamado Qohelet (en griego Eclesiastés), manual de “asamblea” o iglesia (qahal), diciendo que entre mil hombres sólo encontró uno y entre mil  mujeres ninguna (Ecl ó Qoh 7, 28).

La iglesia católica busca hombres y entre mil suele encontrar uno para cura o ministro. Entre mujeres no busca, porque dice de antemano que no puede haber ninguna.

Posiblemente el tema se puede contar de otra manera rasgos. Pero el hecho de que la Gran Iglesia haya puesto a María en un pedestal de templo pero no le haya concedido ministerio alguno significa que ella sigue estando en el AT, como Salomón, como indicaré recordando a María y su función de Adviento, para pasar ya por fin al NT.  

Evangelio, 4º Dom Adviento. Lucas 1, 39-45

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

Este evangelio interpreta el comienzo de la Iglesia como “diálogo de mujeres” (Isabel y María) que definen el pasado de Israel y el futuro de la Iglesia de seguidores de Jesús. Isabel presenta a María como “bendita” (euloguêmenê) el título más grande que se puede dar a una persona, y como “bienaventurada” (makaria), dignidad suprema de un hombre en el mundo) y como “creyente” (pisteusasa).

            Estas tres notas (bendita, bienaventurada y creyente) son las más altas de un cristiano, de forma que el hecho de decir que ella es “mujer” (y no varón) para impedir que sea “ministro” (representante y mensajero de Jesús) parece una torpeza, quizá una “necedad” (en el sentido del Eclesiastés).

            Diógenes no pudo encontrar a una mujer, porque no la buscaba. Tampoco Salomón, aunque  tenía un harén de casi 1000 esposas-esclavas sexuales). El Dios del NT encontró sin embargo una mujer-persona, llamada María, capaz de dialogar con él y con Isabel su prima. Entiéndanse desde aquí las reflexiones que siguen, tomadas de un diccionario de Mariología y de otro de Biblia.

Una Virgen llamada María. Itinerario personal (Lc 1, 27)

     El evangelio presenta a María como virgen, parthenos. Esta palabra incluye diferentes matices que han sido muchas veces discutidos y que ahora no podemos precisar. Aquí sólo queremos indicar su significado en relación con María, como mujer libre, dueña de sí misma. La virginidad es precisamente expresión de libertad personal, de autonomía, como ahora mostraremos.

1.Parthenos, virgen, una mujer sexual y humanamente ya madura. No es niña que crece y que no tiene todavía la experiencia de vida y madurez del propio cuerpo; no es niña que juega y va aprendiendo, mientras deja que el curso de su vida lo decidan y lo fijen otros. Virgen es aquella mujer que ha madurado, descubriendo de forma experiencial la vida de su cuerpo (cf Gén 3,20) y sabiendo que ella misma es la que debe decidir sobre esa vida y realizarla.

 2. Parthenos,es una mujer que actúa como dueña de sí misma. No se define simplemente como objeto de deseo para el macho, en la línea de Gén 3,16; tampoco se limita a desplegarse como vientre-pechos para el hijo conforme a la palabra popular de Lc 11, 27. Al presentarse como virgen, la mujer trasciende el plano de la vitalidad (cf Gén 3,20), entendida como relación con el marido y con los hijos; ella es más que una función reproductora, al servicio del deseo del varón y de la vida de su prole. La mujer empieza a ser ella misma, con un nombre propio, con una personalidad irrepetible, con su propia libertad personal. En esta perspectiva nos sitúa el término de virgen en Mt/01/23y Lc/01/27.

 3. María,una virgen desposada (Lc 1,27), y esto añade un dato muy significativo al tema. No es la virgen miedosa, de ciertas neurosis, que se mantiene en soledad por miedo hacia un marido; no es tampoco la virgen egoísta, que prefiere hacer la vida a solas, sin tener que compartirla con otros; tampoco es la virgen dura de ciertas leyendas, que se mantiene independiente por despecho o por rechazo, para oprimir mejor a los varones; no es, finalmente, la virgen amazona, defensora violenta de su libertad, que combate a los varones opresores. Ella es virgen desposada, es decir, abierta al diálogo con un varón, llamado José, con quien proyecta compartir su vida.

4. María ha nacido a la libertad y como mujer libre pretende comprometerse con un varón, en el camino mesiánico de las promesas patriarcales, ligadas precisamente al matrimonio y a la descendencia. No es una virgen solitaria, que rechaza como desagradable o negativa (para ella) toda relación  profunda con otras perssonas. Tampoco es virgen vestal, que haya decidido consagrar su castidad a Dios, como sacerdotisa de un culto que prohíbe las uniones sexuales de la tierra. María es virgen desposada: se sabe dueña de sí misma y, como tal, ha decidido compartir con un varón el camino de su vida, conforme a la palabra más sagrada del AT.

 5. María es una virgen que dialoga con Dios que ha salido a su encuentro para proponerse un compromiso de vida más alto. Debemos destacar el dato. Dios no habla en este plano a una casada, que ha realizado ya su opción afectiva dentro de un matrimonio consolidado, aunque ese matrimonio fuera estéril, como en el caso de Isabel y Zacarías (cf Lc 1,5-25). Tampoco sale al encuentro de una virgen vacilante, que no sabe cómo responder con su virginidad ni cómo comprometerse. Dios habla al corazón de una “virgen desposada”, introduciéndose en el ámbito de su decisión y liberándola para un tipo de compromiso superior, que será único en la historia de la humanidad.

Lucas y Mateo nos presentan, con gran delicadeza y sobriedad, los elementos fundamentales de este compromiso de María. Ella puede realizarlo porque es virgen desposada: porque es dueña de sí misma y se halla abierta hacia el misterio del amor que es el espacio de la vida. Precisamente en ese espacio le habla Dios y ella le responde de manera afirmativa, “concibiendo por la fe al mismo Hijo de Dios”, como ha destacado sin cesar la tradición cristiana; ella ha concebido “por la palabra”, es decir, en plena libertad, como persona que escucha y que responde en nivel de totalidad personal y no sólo en un plano de ideas.

 6. Mujer mesiánica de un hombre que debe confiar en ella. Desde este momento, por intervención especial del Espíritu santo que ella asume libremente, María se convierte en mujer mesiánica, signo de vida para hombres y mujeres (cf Mt 1,23; Lc 1,31-35).María no se define ya como mujer poseída por el deseo de un varón que la domina. El nivel fundamental de su deseo queda ya saciado desde el Dios que le dirige la palabra, con la fuerza del Espíritu (cf Lc 1,35). Ella tiene vida propia, tiene su misterio. Por eso puede quedar en silencio respetuoso ante el varón (José) con el que se ha desposado, pues no la entiende. De esta forma se invierten los papeles ordinarios de la historia. Normalmente es el varón el que domina y la mujer, de hallarse dominada, debe darle explicaciones.

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“¿Cómo vivir la Navidad?”. Domingo 4º de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 19 de diciembre de 2021
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B44B1B2F-7FAD-4570-8921-1E86CFC109EAGiotto, Visita de María a Isabel 

Del blog El Evangelio del El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Cuando falta poco para estas fiestas, las lecturas nos ofrecen tres ejemplos excelentes para vivir su sentido y un mensaje de esperanza.

El ejemplo de Isabel: alabanza, asombro, alegría (Lucas 1,39-45)

En aquellos días, María se puso de camino y fue a prisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

Aunque en el relato del evangelio la iniciativa es de María, poniéndose en camino hacia un pueblecito de Judá, los verdaderos protagonistas son Isabel, la única que habla, y Juan, el hijo que lleva en su seno. Es este el primero en reaccionar, antes que su madre. En cuanto oye el saludo de María (Lucas no cuenta qué palabras usó para saludar) da un salto en el seno de Isabel. Esta, llena de Espíritu Santo, expresa los sentimientos que debe tener cualquier cristiano ante la presencia de Jesús y María.

Alabanza (“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”). El Antiguo Testamento recoge la alabanza de algunas mujeres, pero por motivos muy distintos. Yael es proclamada “bendita entre las mujeres” por haber asesinado a Sísara, general de los enemigos; Rut, por haber elegido a Booz, a pesar de no ser joven; Abigail, por haber impedido a David que se tomara la justicia por su mano; Judit, por haber matado a Holofernes y liberado a Israel; Sara, la esposa de Tobit, por haber abandonado a sus padres para venir a vivir con la familia de Tobías. ¿Qué ha hecho María para que Isabel la bendiga? El relato de la anunciación lo deja claro: ha aceptado el plan de Dios (“he aquí la esclava del Señor”) y eso la ha convertido en madre de Jesús o, como dirá Isabel, en “la madre de mi Señor”. Motivo más que suficiente de alabanza.

Asombro (“¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”). La forma de expresarse Isabel, tan personal, recuerda lo que escribió san Pablo a los Gálatas a propósito de la muerte de Jesús: “Me amó y se entregó a la muerte por mí”. Se deja en segundo plano el valor universal de la encarnación y de la muerte para destacar lo que significan para mí. La Navidad, celebrada año tras año durante siglos, corre el peligro de convertirse en algo normal. No nos asombramos de esta venida de Jesús a mí, como si fuera la cosa más lógica del mundo. Buen momento para detenernos y asombrarnos.

Alegría (“la criatura saltó de gozo en mi vientre”). Lucas termina por donde empezó: hablando de la reacción de Juan. Pero ahora añade que el salto en el vientre de su madre lo provocó la alegría de escuchar el saludo. Los domingos anteriores han insistido en el tema de estar siempre alegres. Lo específico de este evangelio es que la alegría la provoca la presencia de María y de Jesús.

Estos tres sentimientos los inspira, según Lucas, el Espíritu Santo; ya que generalmente no lo tenemos tan presente como debiéramos, es este un buen momento para pedirle que los infunda también en nosotros.

El ejemplo de María: fe

            Las palabras de Isabel, que comienzan con una alabanza de María y de Jesús, terminan con otra alabanza de María: “¡Dichosa tú que has creído!” Y esto debe hacernos pensar en la grandeza del misterio que celebramos. No es algo que se pueda entender con argumentos filosóficos ni demostrar científicamente. Es un misterio que exige fe. Para muchos, como decía el cardenal Newman, la fe es “la capacidad de soportar dudas”. Para María es fuente de felicidad. Lo será siempre, a pesar de las terribles pruebas por las que debió pasar. En ese camino misterioso de la fe, ella se nos ofrece como modelo.

El ejemplo de Jesús: cumplir la voluntad de Dios (Hebreos 10,5-10)

Hermanos:

Cuando Cristo entró en el mundo dijo: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni victimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: ‘Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.”

Primero dice: “No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias”, que se ofrecen según la Ley. Después añade: “Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.” Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

En la mentalidad del pueblo, y de gran parte del clero de Israel, lo más importante en la relación con Dios era ofrecerle sacrificios de animales y ofrendas. En el fondo latía la idea de que Dios necesita alimentarse como los hombres. Los profetas, y también algunos salmistas, llevaron a cabo una dura crítica a esta mentalidad: lo que Dios quiere no es que le ofrezcan un buey o un cordero, sino que se cumpla su voluntad. Esta idea la recoge el autor de la Carta a los Hebreos y la pone en boca de Jesús (“Aquí estoy para hacer tu voluntad”), completándola con otra idea: los sacrificios de animales no tenían gran valor, había que repetirlos continuamente. En cambio, cuando Jesús se ofrece a sí mismo, su sacrificio es de tal valor que no necesita repetirse. Los sacrificios de animales pretendían establecer la relación con Dios, sin conseguirlo plenamente. El sacrificio de Jesús establece esa relación plena al santificarnos.

            Al mismo tiempo, el ejemplo de Jesús nos enseña a poner el cumplimiento de la voluntad de Dios por encima de todo, de acuerdo con lo que repetimos a menudo: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

Un anuncio (Miqueas 5,1-4)

Así dice el Señor:

“Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel. En pie, pastorea con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz.

Este breve oráculo del libro de Miqueas es famoso porque lo cita el evangelio de Mateo cuando los magos de Oriente preguntan dónde debía nacer el Mesías. El texto se dirige a personas que han vivido la terrible experiencia de la derrota a manos de los babilonios, el incendio de Jerusalén y del templo, la deportación, la desaparición de la dinastía davídica. La culpa, pensaban muchos, había sido de los reyes, los pastores, que no se habían comportado dignamente y habían llevado a cabo una política funesta. En medio del desánimo y el escepticismo, el profeta anuncia la aparición de un nuevo jefe, maravilloso, que extenderá su grandeza hasta los confines del mundo y procurará la paz y la tranquilidad a su pueblo. Pero no será como los monarcas anteriores, será un nuevo David. Por eso no nacerá en Jerusalén, sino en Belén.

Resumen

Lo que relaciona las lecturas de este domingo es la misión de Jesús y los frutos que produce. La de Miqueas anuncia que su misión consistirá en ser jefe (pastor) de Israel, procurándole al pueblo la tranquilidad y la paz. En la Carta a los Hebreos, su misión es cumplir la voluntad del Padre; gracias a eso ha restaurado nuestra relación con Dios, nos ha santificado. En el evangelio, la misión no la lleva a cabo Jesús, sino María; su simple presencia provoca una reacción de alabanza, asombro y alegría en Isabel y Juan.

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19 de Diciembre de 2021. Cuarto Domingo de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 19 de diciembre de 2021
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«¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!»

(Lc 1, 39-45)

En esta era de las terapias llama la atención que todavía no se hayan «re-inventado» la de bendecir, y le hayan puesto un nombre en inglés. Aunque tal vez sí la han inventado y todavía no la conocemos… Sea como sea, el arte de bendecir da para muchos cursos, talleres y libros. Además, sus buenos efectos para la salud son constatables desde el principio.

Pero antes de seguir con la bendición echemos un vistazo al evangelio que nos regala este último domingo de adviento. Es un texto muy conocido, nos lo sabemos prácticamente de memoria: la visita de María a su prima Isabel.

María, la mujer bendita de Nazaret, cuando recibe el encargo de ser la madre del Hijo de Dios, con una mezcla de asombro, temor y alegría, lo primero que hace es ponerse en camino, irse a compartir su experiencia con quien sabe que vive algo parecido.

María e Isabel son las dos grandes protagonistas del adviento. Las dos, rodeadas de fragilidad, una por su vejez y la otra por su juventud, no solo esperan, sino que sostienen la espera y hacen realidad la promesa.

Ayer leía en un misal de 1996 un pequeño comentario a lo que es el adviento. Hablaba de tres personajes protagonistas del adviento: el pueblo, Isaías y Juan Bautista. El autor de dicho comentario olvidó por completo a las grandes estrellas: María e Isabel.

Isabel, que con sus años ha aprendido el hermoso arte de bendecir, es lo primero que hace cuando oye llegar a María: “-¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”

El encuentro entre estas dos mujeres nos invita a bendecir, a ponerle voz y palabra a todo lo bueno que descubrimos. No nos engañemos pensando que el encuentro entre María e Isabel tenía solo cosas buenas, las palabras de Isabel podrían haber sido muy diferentes, algo así como: «¡Menudo lío en el que te has metido, María! ¿Cómo vamos a explicarle a la familia, al pueblo y a José que estás embarazada cuando ni siquiera estás casada?»

Lo de bendecir no es solo, ni principalmente, para los momentos idílicos, es más como la medicina que nos ayuda a descubrir el lado luminoso de la realidad. Quien bendice hace eso: señala la luz, lo bueno, y de ella recibe la fuerza y la claridad.

Oración

¡Bendecid! sí, tomando como modelo a Isabel ejercitemos el arte de bendecir.

¡Bendecid! y nuestra vida se llenará de bendición.

¡Bendecid! y la luz le seguirá ganando terreno a las tinieblas.


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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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María es portadora de la divinidad.

Domingo, 19 de diciembre de 2021
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DOMINGO 4º DE ADVIENTO  (C)

Lc 1.39-45

Esos textos no podemos tomarlos como si fueran crónicas de sucesos. Son teología narrativa. Que el texto se ajuste más o menos a los hechos, que sea totalmente inventado o que tenga como fundamento mitos ancestrales, no tiene importancia ninguna. Lo importante es descubrir el mensaje que el autor ha querido transmitir. Si fueran noticias de un suceso, nos daríamos por enterados y punto. Si son teología, nos obliga a desentrañar la verdad que sigue siendo válida. Este texto es uno de los más densos y profundos de Lucas.

Hemos leído los textos desde una perspectiva equivocada. Ni María sabía que había engendrado al “Hijo de Dios” ni Isabel que llevaba en su seno la Precursor. No tiene ninguna verosimilitud que noventa años después del suceso, alguien se acuerde de una visita a una prima, mucho menos que recuerde las palabras que se dijeron. No digamos nada si imaginamos a María, arrancándose con el magníficat, recitado palabra por palabra. No, el relato nos está trasmitiendo lo que pensaban los cristianos de finales del siglo primero.

En el texto todo son símbolos. La primera palabra en griego es ‘anastasa’, que significa levantarse, resurgir, que se ha pasado por alto en la traducción oficial. Es el verbo que emplea el mismo Lucas para indicar la resurrección. Significa que María resucita a una nueva vida y sube a la “montaña”, el ámbito de lo divino. Pensamos que la madre da la vida al hijo. Aquí es el Hijo el que da vida a la madre. Inmediatamente, la madre lleva al que le ha dado esa vida, a los demás, es decir da a luz al Hijo. Eckhart decía con gran atrevimiento: todos estamos preñados de Dios y la principal tarea de todo cristiano es darle a luz.

La visita de María a su prima simboliza la visita de Dios a Israel. La subida de Galilea a Judá nos está adelantando la trayectoria de la vida pública de Jesús. También el Arca de la alianza recorrió el mismo camino por orden de David. El relato está calcado del libro de Samuel II que narra el traslado del arca de la ciudad de Baalá al monte Sion. David dijo: ¿Quién soy yo para que me visite el arca de mi Señor? El arca permaneció tres meses en casa de Obededón de Gat. En la llegada del arca hubo saltos de alegría. El Señor llenó de bendiciones a la casa de Obededón. Hubo cantos y anuncios de liberación.

Lo sublime se digna visitar a lo pequeño. El Emmanuel se manifiesta en el signo más sencillo. El AT y el nuevo se encuentran y se aceptan, fuera del marco de la religiosidad oficial. Desde ahora Dios lo debemos encontrar en lo cotidiano, en la vida. Jesús, ya desde el vientre de su madre, empieza su misión, llevar a otros la salvación y la alegría. Todo quiere indicar que la verdadera salvación siempre repercutirá en beneficio de los demás; si alguien la descubre, inmediatamente la comunicará. La visita comunica alegría (el Espíritu), también a la criatura que Isabel llevaba en su vientre. Se descubre el empeño por dejar a Juan por debajo de Jesús.

Si leemos con atención, descubriremos que todo el relato se convierte en un gran elogio a María. Y es el mismo Espíritu el que provoca esa alabanza: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!” ¿Cuántas veces hemos repetido esta alabanza? “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” “Dichosa tú que has creído”. Creer no significa la aceptación de verdades, sino confianza total en un Dios, que siempre quiere lo mejor para el ser humano. A continuación, María pasa al elogio de Dios con el canto de “el Magníficat”.

Lo que intentan estos relatos de la infancia de Jesús es presentarlo como una persona de carne y hueso, aunque extraordinaria ya desde antes de nacer. Cuando afirmamos que esos relatos no son históricos no queremos decir que Jesús no fue una figura histórica. El NT hace siempre referencia a una historia humana concreta, a una experiencia humana única. Sin esa referencia al hombre Jesús, el evangelio carecería de todo fundamento. Ahora bien, el lenguaje que emplea cada uno de los evangelistas es muy distinto. Basta comparar los relatos de Mateo y Lucas con el prólogo de Juan, para darnos cuenta de la abismal diferencia.

La novedad que se manifiesta en María, no elimina ni desprecia la tradición, si no que la integra y transforma. El relato está haciendo constantes referencias al AT. En ningún orden de la vida, debemos vivir volcados hacia el pasado porque impediríamos el progreso. Pero nunca podremos construir el futuro destruyendo nuestro pasado. El árbol no crece si se cortan las raíces. Lo nuevo, si no integra y perfecciona lo antiguo, nunca prosperará.

A la vivencia de Jesús, hace referencia la carta de Pablo. Jesús no es un extraterrestre, sino un ser humano como nosotros, que supo responder a las exigencias más profundas de su ser. La clave está en esa frase: “Aquí estoy para hacer tu voluntad.” No se trata de ofrecer a Dios “dones” o “sacrificios”. Se trata de darnos a nosotros mismos. Esa actitud es propia de una persona volcada sobre lo divino que hay en ella. Pablo contrapone la encarnación al culto. Dios no acepta holocaustos ni víctimas expiatorias. Solo haciendo su voluntad, damos verdadero culto a Dios. En Juan, dice Jesús: “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”.

Los primeros cristianos no llegaron a la conclusión de que Jesús era Hijo de Dios porque descubrieron en Él la “naturaleza” de Dios sino porque descubrieron que Jesús cumplió su voluntad. Hacía presente a Dios en lo que era y lo que hacía. Para el pensamiento semítico, ser hijo no era principalmente haber sido engendrado sino el reflejar lo que era el padre, cumplir su voluntad, imitarle. Esa fidelidad al ser del padre convertía a alguien en verdadero hijo. Descubrir esto en Jesús, les llevó a considerarlo, sin duda alguna, Hijo de Dios.

Esa voluntad no la descubrió Jesús porque tuviera hilo directo con Dios fuera. Como cualquier mortal, tuvo que ir descubriendo lo que Dios esperaba de él. Siempre atento, no solo a las intuiciones internas, sino también a los acontecimien­tos y situaciones de la vida, fue adquiriendo ese conocimiento de lo que Dios era para él, y de lo que él era para Dios. ‘La voluntad de Dios’ no es algo venido de fuera y añadido. Es nuestro ser en cuanto proyecto y posibilidad de alcanzar su plenitud. De ahí que, ser fiel a Dios es ser fiel a sí mismo.

En todas las épocas y todos los seres humanos han intentado hacer la voluntad de Dios, pero era siempre con la intención de que el “Poderoso” hiciera después la voluntad del ser humano. Era la actitud del esclavo que hace lo que su dueño le manda, porque es la única manera de sobrevivir. Es una pena que después del ejemplo que nos dio Jesús, los cristianos sigamos haciendo lo mismo de siempre, intentar comprar la voluntad de Dios a cambio de nuestro servilismo. En esa dirección van todas nuestras oraciones, los sacrifi­cios, las promesas, votos.

Salvación y voluntad de Dios son la misma realidad. Jesús, como ser humano, tuvo que salvarse. Para nuestra manera de entender la encarnación, esta idea resulta desconcertante. Creemos que salvarse consiste en librarse de algo negativo. La salvación de Dios no consiste en quitar sino en poner plenitud, En todo ser humano está ya la plenitud como un proyecto que tiene que ir desarrollando. Jesús llevó ese proyecto al límite. Por eso es el Hijo.

Meditación-contemplación

¡Dichoso tú, si de verdad, confías!
María lleva a Jesús a su prima Isabel.
Antes de darle a luz, ya lo manifiesta a los demás.
La semilla divina ya está dentro de ti.
Si la dejas crecer se manifestará fuera.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La fe.

Domingo, 19 de diciembre de 2021
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hqdefaultLc 1, 39-45

«Dichosa tú porque has creído»

Es posible que la posesión más valiosa de un ser humano sea la fe, por encima de la sabiduría, la riqueza o el prestigio. Porque la fe nos invita a pensar que no somos unos seres arrojados a este mundo sin referencias y sin más perspectiva que volver a la nada de la que procedemos —como afirma Heidegger—, sino que la vida tiene sentido y que nuestro destino es vivir.

Y quizá lo menos importante de una creencia es que sea “verdadera”. Lo que la hace importante es que nos impide resignarnos a la condición de meros animales más evolucionados que el resto, nos invita a pensar que la vida no se detiene con la muerte, nos ayuda a soportar mejor sus reveses y nos mueve a vivir con mayor ambición. En definitiva, la fe da sentido a nuestra existencia y nos allana el camino de la felicidad.

Cuando alguien busca el sentido de su vida, la primera pregunta es inmediata: ¿Existe un Dios que nos ha concebido con un fin determinado?… Porque si esto es así, basta con que desentrañemos el propósito de Dios y decidamos si queremos ser, o no, consecuentes con él. El problema es que los cauces de comunicación con Dios no son evidentes y solo contamos con nuestra fe para responderla.

La fe en Dios fue lo normal entre la mayoría de ciudadanos hasta bien entrada la edad moderna, y sólo entonces entró en crisis. Este cambio de mentalidad estuvo motivado por el desarrollo científico experimentado en esta época de la historia, y más concretamente, con el convencimiento generalizado de que a través de la ciencia íbamos a dominar la Naturaleza, vencer las enfermedades y, en definitiva, lograr en esta vida la felicidad que la religión sitúa después de la muerte.

Sobre esta base, se desarrolló una filosofía materialista, cientifista, que proclama falso todo lo que escapa al ámbito científico, que rechaza de plano la idea de Dios y propugna como alternativa a la religión un humanismo ateo que considera pueril la práctica religiosa.

Por ejemplo, Freud define la religión como “patología social” que confunde simples fenómenos psíquicos con realidades. Marx la llama el “opio del pueblo”, que mantiene al hombre ausente e inactivo ante la injusticia social. Nietzsche afirma que “Dios ha muerto” en la cultura occidental, y Russell plantea que si Dios existiese tendríamos noticia de su existencia…

Pero el reto de dar sentido a una vida sin Dios y con muerte no es trivial, pues implica que todo el esfuerzo que hagamos para desarrollar un proyecto vital que llene nuestra vida va a quedar destruido por la muerte. Es como si Miguel Ángel hubiese pintado la capilla Sixtina sabiendo que iba a ser destruida en el momento de ser acabada… La muerte es lo normal, pero la sentimos como lo más inesperado, lo más terrible, lo más absurdo; como el fracaso definitivo… a no ser que la fe alimente la esperanza de más vida al traspasar su umbral… «Dichosa tú porque has creído».

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Discernir entre muchas posibilidades y caminar juntos.

Domingo, 19 de diciembre de 2021
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James B. Janknegt, "The Visitation," 2008. Oil on canvas, 36 x 24 in. Source: http://www.bcartfarm.com/visitation.html James B. Janknegt, “The Visitation,”

Dos cosas quiero resaltar de la visita de María a Isabel, que narra el evangelio de Lucas. La primera es la decisión de María de ponerse en camino. La segunda es la importancia de la alegría celebrada, compartida y que genera una comprensión de la situación concreta y de la historia en clave profética.

El discernimiento acerca de nuestras acciones es una constante sobre todo en momentos especiales de la vida: ¿Qué tenemos que hacer? Y nos encantaría recibir -desde fuera- una respuesta clara, concisa y directa. Pero el discernimiento en el Espíritu no suele ser tan fácil y no suele haber una receta precisa, sino que se presentan incontables posibilidades y cada uno en particular puede elegir diferentes caminos. Además, no siempre sabemos hacia dónde nos conduce cada decisión y no podemos predecir las consecuencias directas e indirectas de nuestros actos. El itinerario no esta diseñado de antemano; está por hacerse y por inventarse. María decide ir a visitar a su prima. Ello implica tiempo de camino, de peregrinación, de estadía fuera de casa y de vuelta al camino. No es una acción sencilla para una mujer embarazada que asume aparentemente sola el reto.

El segundo aspecto es que el encuentro, el camino y sobre todo la alegría celebrada ofrece un modo de comprender la realidad muy específico. Las mujeres, según este relato, se alegran, cantan y recuerdan los textos de sus antepasadas en la fe, según sus escritos sagrados. Cantan juntas, con las voces de sus antepasadas y de este modo la realidad cobra nueva luz para ellas y para todos los demás. Se vuelven profetas para todas las generaciones.

El Adviento es para nosotros un tiempo especial para este discernimiento: ¿Qué hacer? ¿Cómo mejorar? Y nos habla de la conversión como un proceso continuo de atención a la Palabra y a lo que nos pasa y, sobre todo, a las personas que nos rodean.

Pero la conversión no consiste solamente en un proceso individual. Como comunidad reunida, que celebra, como Iglesia que camina en un proceso de conversión continua y estructural, vivimos en una ekklesia semper reformanda, tanto en estilos, en horarios, en estructuras…

En este tiempo, a esta característica de la Iglesia en movimiento, que celebra y que se alegra, se la caracteriza por iniciativa del papa Francisco, con la categoría de sinodalidad. En esta situación, tal vez las palabras proféticas y que invitan a la conversión podrían sonar algo así: ”Aprendamos a caminar juntos”. “Que cada uno discierna su propia vocación y ejerza el ministerio que le ha sido asignado”. “Alegrémonos y hagamos fiestas con los demás”. “Tomemos parte en este proceso de renovación eclesial y no nos mantengamos al margen”. “Escuchemos y demos lugar a los carismas de los otros”. “Construyamos la casa común; seamos partícipes de esta ciudadanía eclesial”.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Gozo

Domingo, 19 de diciembre de 2021
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53667725Domingo IV de Adviento

19 diciembre 2021

Lc 1, 39-45

Parece claro que Lucas construye este relato -los llamados “relatos de la infancia” son construcciones teológicas- con el objetivo de subrayar, desde el inicio mismo, uno de sus temas preferidos: el gozo. Y lo hace desde una doble perspectiva: Jesús como causa de gozo -incluso antes de nacer, ya hace saltar de alegría a Juan todavía en el vientre de su madre- y la fe como fuente de dicha permanente, según las palabras que Isabel dirige a María.

Al hablar de gozo, en el lenguaje habitual, podemos referirnos a una cualidad relativa a nuestro estado de ánimo, que tiene su polo opuesto en la pena o la tristeza. Y en ese nivel psicológico, es normal que ambos sentimientos se alternen, debido a la impermanencia que caracteriza de modo inexorable el mundo de las formas, donde todo es polar.

Sin embargo, ese mismo término apunta también a otra realidad que trasciende la impermanencia y, por tanto, es transpersonal, estable y no conoce opuesto: es el Gozo-sin-objeto o incondicionado, que experimentamos en nuestra dimensión profunda o espiritual.

Este Gozo no es ya una cualidad que tengamos o podamos perder, así como tampoco depende de alguna circunstancia que pudiera acontecer. Se trata de una realidad transpersonal: no somos, por tanto, sujetos del mismo, sino que es él la realidad que nos sostiene.

En cuanto realidad transpersonal, no conoce opuesto, sino que abraza en su seno tanto el gozo como la pena o tristeza: es no-dual. Y en cuanto tal, trasciende el mundo de las formas y la le ley de polaridad y de la impermanencia.

El Gozo no se apoya en ningún objeto, material o inmaterial -bienes, poder, prestigio, salud, relaciones de diverso tipo, creencias religiosas…-; porque todo objeto es impermanente y, por tanto, incapaz de sostener nada de manera estable.

Más aún, como realidad transpersonal, el Gozo no necesita ser sostenido por otra cosa. Él mismo es autoconsistente. Es uno con el fondo de lo real. Constituye, por tanto, nuestra verdadera identidad. En el nivel profundo, somos Gozo. No tenemos, por tanto, que “fabricarlo” ni sostenerlo, sino únicamente reconocerlo. Eso es lo que nos otorga la comprensión profunda.

En ese camino de reconocimiento ocupa un lugar destacado adiestrarnos a acallar la mente pensante, ya que ella, alejándonos de la comprensión de nuestra verdadera identidad, es la fuente de preocupaciones y de sufrimientos. Silenciada la mente pensante, ¿qué puede quitarnos el Gozo que somos?

En mi día a día, ¿dónde busco la fuente del gozo?

*********

Al hablar del Gozo-sin-motivo, ¿cómo no recordar las palabras de Francisco de Asís sobre la “verdadera alegría” o la “alegría perfecta”? Tras descartar que la alegría perfecta se halle vinculada al reconocimiento ni al éxito, Francisco cuenta esta narración:

“Vuelvo de Perusa y, en medio de una noche cerrada, llego aquí; es tiempo de invierno, está todo embarrado y hace tanto frío, que en los bordes de la túnica se forman carámbanos de agua fría congelada que golpean continuamente las piernas, y brota sangre de las heridas. Y todo embarrado, aterido y helado, llego a la puerta; y, después de golpear y llamar un buen rato, acude el hermano y pregunta:

– ¿Quién es?
Yo respondo:
– El hermano Francisco.
Y él dice:
– Largo de aquí. No es hora decente para andar de camino; no entrarás.
Y, al insistir yo de nuevo, responde:
– Largo de aquí. Tú eres un simple y un inculto. Ya no vienes con nosotros.   Nosotros somos tantos y tales, que no te necesitamos.
Y yo vuelvo a la puerta y digo:
– Por amor de Dios, acogedme por esta noche.
Y él responde:
– No lo haré. Vete al lugar de los crucíferos y pide allí.

Te digo que, si hubiere tenido paciencia y no me hubiere turbado, en esto está la verdadera alegría, y la verdadera virtud y salud del alma”.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Un canto a la vida

Domingo, 19 de diciembre de 2021
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7874B5E4-A261-41C0-9857-29F66383FABADel blog de Tomás Muro La verdad es Libre:

1.- Camino, encuentro, vida, bendición, visitas, felicidad

La visita de María a Isabel que hemos evocado en este cuarto domingo de adviento -cercano ya a la navidad- es un encuentro lleno de vida y bendición:

  • Camino: María ha de recorrer 155 kms de Nazaret a Jerusalén para ver, visitar, a su prima Isabel
  • vida:Se encuentran dos mujeres que portan y están gestando vida. El encuentro, la visita de María a Isabel desborda vida.
  • encuentro: María e Isabel, primas entre sí, se encuentran y se acogen.
  • bendición: todo el texto tiene un color de bendición: bendita entre todas las mujeres.
  • felicidad en la vida. Dichosa porque has creído…
  1. v 39: María se pone en camino (y deprisa).

    María sale aprisa de su tierra (Galilea, al norte); se pone en camino hacia el sur: a Judea, para visitar a su prima Isabel, que está ya siendo madre de Juan Bautista.

En San Lucas es importante el sentido de camino, de proceso.

  • El hijo pródigo recorre un camino negativo -más tarde positivo- de encuentro con el Padre, con Dios.
  • Los dos de Emaús reconocerán y se encontrarán con la vida (el Señor resucitado) en el camino.
  • Vivir es caminar y caminar es vivir y en los recorridos vivimos, creamos vida. También hay caminos retorcidos.
  • Hay etapas o momentos en la vida en los que nos quedamos al borde del camino, paralizados.

2.- Machado decía aquello de que: Caminante no hay camino, se hace camino al andar….

+   ¿Camino en la vida o me encuentro estancado, atrincherado en mis ideas eclesiásticas-religiosas, políticas? ¿Me parece que lo que yo pienso y digo yo siempre es la verdad absoluta? ¿Quizás me encuentro bloqueado por la decepción?

+   ¿Me doy prisa en darme cuenta de las situaciones difíciles de los demás? ¿Me muevo, camino por los demás?

+   Noble tarea visitar a los familiares, especialmente cuando están enfermos o en necesidad.

3.- VV 40-41 Se saludaron.

  •  En la conversación entre María e Isabel varias veces aparece la expresión: “se saludaron”. Saludo que viene de salud. En hebreo se saludaban con la expresión shalom: paz, bienestar.
  • El saludo (salud: paz: salvación), hace bien, causa alegría: En cuanto escuché tu saludo, la vida se llenó de alegría.
  • El no saludarse en el camino de la Vida es excluirse o eliminar a los demás de la existencia.
  • A todos nos hace bien el saludo -la salud- en las relaciones humanas: familiares, profesionales, políticas, eclesiales, amigos.
  • Sin embargo somos conscientes de que hay situaciones, viejos problemas familiares, laborales, políticos que no facilitan el saludo… pero, cuando menos ¿No serán posibles relaciones respetuosas, discretas, silenciosas?

4.- La Vida es la vida, defiéndela

  • o Se encuentran -se acogen- dos mujeres que están ya siendo madres. Lo más espontáneo del mundo es que hablen de la vida y de las vidas que llegan.
  • o ¿Amo y cuido la vida? ¡No solamente la mía!, sino la vida de los demás, de la familia, de los que convivimos en la ciudad (polis), en la comunidad / iglesia, parados, tercer mundo. ¿Soy sensible a quienes les falta vida: enfermos, personas con problemas serios? ¿Tengo alguna veta ecologista: naturaleza y creación?

5.- v. 41 María transmite serenidad y alegría.

  • La criatura salto de alegría en el vientre de Isabel, porque María transmite serenidad y alegría. Isabel y su hijo saltan de gozo.
  • María no va a fisgar y ver cómo tiene la casa su pariente Isabel, ni a decirle qué tiene que hacer, ni a lo que le han dicho en la calle. María no domina la existencia, sino que está serenamente en la vida, sin prepotencias ni exigencias. María se fía, confía en Dios y en la vida y desde esa confianza vive serenamente e infunde bienestar en su derredor.
  • A veces transmitimos nervios, crispación, prepotencia, chismes, sensación de querer dominar la situación (poder).
  • Es sano estar en la vida sin mucho ruido: sin “colgarnos medallas”. Es hermoso no pretender dominar o controlar la existencia de los demás, sino simplemente estar en ella sencillamente, gratuitamente, de balde: gratis: gracia.
  • Miremos si estamos en calma en la vida, sin competencias ni exigencias, sin perfeccionismos; así también estarán bien los demás.

6.- vv 42. Bendita y bendito el fruto de tu vientre

  • o Todo el relato transpira un tono de bendición: “decir bien”: bendita, bendito el fruto de tu vientre.
  • o Bendita: bendecir significa decir bien, que es lo contrario de maldecir, de decir mal.
  • o Decir bien no es adular, ni hablar por no callar. A veces el silencio es una buena palabra.
  • o Se trata de ver y estimar la vida en sus mil formas y maneras: pluralismo, aunque no coincidan con mi modo de entender la vida. Valorar los caminos de los demás: lo que piensan y lo que hacen, es también “decir bien”, bendecir.
  • o No maldigamos a nadie, no consideremos a nadie maldito

7.- v 45 Dichosa tu porque has creído.

  • Vuelve a aparecer la felicidad de María y de su prima Isabel. Y la raíz de la felicidad es la fe, la confianza, dichosa porque has creído.
  • María fue una gran creyente, la primera creyente en su hijo, Jesús. Más tarde san Pablo dirá: el justo vive por la fe.
  • La confianza es la actitud connatural en la existencia. Es muy problemático y es enfermizo vivir en la desconfianza, en el recelo, en la envidia, en la sospecha. Lo problemático en la vida no es confiar, sino desconfiar; lo difícil no es esperar, sino desesperar.
  • María, mujer humilde, fue bendita, dichosa y feliz porque confió, se fio de Dios y llevó adelante su misión en la vida, en la historia de la salvación. Por eso fue bendita y feliz.
  • Hacer la vida lo más amable y feliz posible no es poca cosa en la vida

Terminamos el año. ¿Cómo me ha ido?

No es un mal programa de vida para el nuevo año, 2022:

  • vivir
  •  Caminar
  • felicidad y dicha

Bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.

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“Mujeres creyentes”. 4 Adviento – C (Lucas 1,39-45)

Domingo, 23 de diciembre de 2018
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B8C7F6FD-225B-4C4D-B2AE-AE6359C23529Después de recibir la llamada de Dios, anunciándole que será madre del Mesías, María se pone en camino sola. Empieza para ella una vida nueva, al servicio de su Hijo Jesús. Marcha «deprisa», con decisión. Siente necesidad de compartir con su prima Isabel su alegría y de ponerse cuanto antes a su servicio en los últimos meses de embarazo.

El encuentro de las dos madres es una escena insólita. No están presentes los varones. Solo dos mujeres sencillas, sin ningún título ni relevancia en la religión judía. María, que lleva consigo a todas partes a Jesús, e Isabel que, llena de espíritu profético, se atreve a bendecir a su prima en nombre de Dios.

María entra en casa de Zacarías, pero no se dirige a él. Va directamente a saludar a Isabel. Nada sabemos del contenido de su saludo. Solo que aquel saludo llena la casa de una alegría desbordante. Es la alegría que vive María desde que escuchó el saludo del Angel: «Alégrate llena de gracia».

Isabel no puede contener su sorpresa y su alegría. En cuanto oye el saludo de María, siente los movimientos de la criatura que lleva en su seno y los interpreta maternalmente como «saltos de alegría». Enseguida bendice a María «a voz en grito» diciendo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre».

En ningún momento llama a María por su nombre. La contempla totalmente identificada con su misión: es la madre de su Señor. La ve como una mujer creyente en la que se irán cumpliendo los designios de Dios: «Dichosa porque has creído».

Lo que más le sorprende es la actuación de María. No ha venido a mostrar su dignidad de madre del Mesías. No está allí para ser servida sino para servir. Isabel no sale de su asombro. «Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?».

Son bastantes las mujeres que no viven con paz en el interior de la Iglesia. En algunas crece el desafecto y el malestar. Sufren al ver que, a pesar de ser las primeras colaboradoras en muchos campos, apenas se cuenta con ellas para pensar, decidir e impulsar la marcha de la Iglesia. Esta situación nos está haciendo daño a todos.

El peso de una historia multisecular, controlada y dominada por los varones, nos impide tomar conciencia del empobrecimiento que significa para la Iglesia prescindir de una presencia más eficaz de la mujer. Nosotros no las escuchamos, pero Dios puede suscitar mujeres creyentes, llenas de espíritu profético, que nos contagien alegría y den a la Iglesia un rostro más humano. Serán una bendición. Nos enseñarán a seguir a Jesús con más pasión y fidelidad.

José Antonio Pagola

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23.12.18. Encarnación de Adviento, María: La Madre de mi Señor (Gebîra)

Domingo, 23 de diciembre de 2018
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Del blog de Xabier Pikaza:

FDB8722C-297B-4C0A-9DFF-53F51C73FD68Dom 4 Adviento, Lc 1, 39‒45. Este pasaje presenta la reunión y conversación de dos mujeres (María de Nazaret e Isabel de Ain‒Karem, su “prima”) como acontecimiento clave de la historia de la salvación. Ellas, la madre de Juan Bautista y la madre de Jesús Mesías, proclaman la más alta palabra de Dios, cuando llega el cumplimiento de la promesa cristiana.

Quedan a un lado los “altos” varones (reyes, sacerdotes, hijos de David…), y emergen en su lugar dos mujeres que conocen y expresan el secreto de Vida de Dios, y así lo proclaman en su encuentro final de preparación de Navidad.

El manifiesto final del encuentro es el Magníficat de María (que algunos MS atribuyen también a Isabel), canto de liberación, dirigido a Dios y a todos los pobres‒excluidos (Lc 1, 46‒55). Pero vienen antes las palabras que Isabel dirige a María, como continuación de las del Ángel de Nazaret (cf. Lc 1, 26‒38), recogiendo y proclamando la primera “mariología de la Iglesia”, como canto a la Madre del Señor, que así aparece como “mujer fuerte” , en hebreo Gebîra, quizá el título más hondo que le ofrece la Biblia.

B267DF5A-CA2C-4EB0-9B87-E3826839E4B1Ciertamente, este “encuentro de mujeres” y las palabras que Isabel dice a María pueden tener y tienen un fondo histórico antiguo, pero tomadas como las presenta el evangelio de Lucas constituyen un reflejo y testimonio de la fe eclesial, a finales del siglo I d.C., una confesión teológico‒literaria del puesto y función de María, Madre de Jesús, y de su relación Isabel (con Juan Bautista) en el comienzo de la Iglesia.

Al final del Adviento, al comienzo de la Iglesia sigue estando el testimonio de estas dos mujeres. Cuando todos los demás guardan silencio, ellas hablan, como ministros más altos de la Iglesia, haciendo así creíble lo increíble.

Siga leyendo quien conocer mejor la visión que la iglesia de Lucas tenía de María, insertándolas en el centro de la escena de la Presentación. El texto que sigue es algo técnico, pero espero que ayude a entender mejor el sentido y tarea de María, mujer liberada y madre de Jesús, al principio del Adviento. Feliz preparación de Navidad a todos.

Texto: Lucas 1, 39-45

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

– a. Bendita tú entre las mujeres
y bendito el fruto de tu vientre
– b. ¿De dónde a mí que venga a visitarme
la madre de mi Señor?
– b’. Pues que tan pronto como llegó la voz de tu saludo a mis oídos
saltó de gozo el niño en mi vientre.
– a’ Y bienaventurada tú, que has creído,
porque se cumplirá todo lo que le ha dicho el Señor

Este es el pasaje que comentaré a continuación, evocando sólo sus motivos principales, insistiendo en la evocación señorial de María como ¡la madre del Señor! y portadora de un saber que le viene de Dios y que se expresa en el gozo del niño Juan que salta de gozo en el seno de su madre Isabel, saludando gritos a María

– Fondo literario. Esquema básico.

E0E98F2E-08D6-4341-B3D1-CD13D2279D20La pregunta de Isabel (¿De dónde a mí que venga a visitarme la madre de mi Señor?: 1, 43) está concebida retóricamente y puede entenderse en la línea del AT. En una línea semejante preguntaba David a¿cómo entrará en mi casa el Arca del Señor (2 Sal 6, 9) o de Dios (1 Crón 13, 12)? Situada en ese fondo, María vendría a presentarse para Lucas como portadora de Dios, arca donde se contiene el misterio Dios.

En esa línea, de un modo más sencillo podemos recordar la pregunta de Arauna el jebuseo ante David: ¿cómo es que viene el Rey mi Señor hasta su siervo? (2 Sam 24, 21). Esta es la cuestión normal del que se siente sorprendido por el hecho de que venga a visitarle un personaje importante. Así podemos dividirla:

a.- ¿De dónde a mí que venga?Se interroga de esa forma el que se extraña, mirándose a sí mismo, al descubrir que cambia el orden normal de los sucesos: el siervo es quien debe visitar a su Señor y no al revés. Pues bien, aquí se invierte el movimiento y por eso se sorprende la madre del profeta, al descubrir que llega la mujer más importante a visitarla.

b.- La madre de mi Señor (meter tou kyriou mou). Esta es la afirmación central. Isabel podía haber dicho simplemente mi Señor o Kyrios, aludiendo al niño que María lleva en su vientre poniéndolo así en paralelo al niño Juan que salta de gozo en el suyo e interpretando la escena a nivel de niño y niño (del hijo suyo y del hijo de María). Pues bien, reasumiendo la doble bendición anterior (de María y del fruto de su vientre), Isabel presenta ahora a María como Madre y al fruto de su vientre como Kyrios. Del sentido y valor de esa Madre del Kyrios tendremos que hablar más extensamente.

Isabel presenta a María como Madre de mi Señor, situándola así en el trasfondo de un título y función bien conocida dentro del AT: la madre del rey ocupaba un cargo oficial dentro de la corta; ella y no la esposa (o favorita) del rey poseía la mayor autoridad femenina dentro del reino.

La reina humana (y divina) en el AT

Parece que la iglesia ha proyectado sobre María signos de realeza femenina. Se ha pensado a veces que ese ha sido un proceso normal en perspectiva de AT: la madre de Jesús sería una continuación de las reinas israelitas. Pero pronto descubrimos que es todo lo contrario: basta con que abramos unas concordancias o diccionario hebreo para encontrar que el título y función de reina resulta prácticamente desconocido en el AT. Dentro de Israel, la esposa (o favorita) del rey no aparece como reina.

Existe en Israel un vacío de realeza femenina. Este hecho se debe a varias circunstancias: se puede afirmar, en primer lugar, que la función del rey y su grandeza se concibe como algo estrictamente masculino, ligado al poder militar y al sacerdocio de los varones, de manera que las mujeres no pueden ejercerlo; el rechazo de la realeza femenina puede vincularse también a la crítica o negación israelita de la Diosa celeste. Yahvé no soporta a su lado a una esposa divina; tampoco tendrá esposa semejante a él el rey de la tierra. Leer más…

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23.12.18. La madre de mi Señor

Domingo, 23 de diciembre de 2018
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5AEADC06-7DCB-48BB-BCF7-DEE86D5C7E3ADel blog de Xabier Pikaza:

Dom 4. Adviento. Lc 1, 39-45.¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

El evangelio de Lucas esté recogiendo aquí un título judeocristiano de María, venerada en la iglesia primitiva de Jerusalén como madre del rey mesiánico, es decir, del Kyrios, en claves que deben formularse desde el AT (desde el contexto judío antiguo).

Dentro de la cultura israelita antigua, una mujer se vuelve importante al hacerse madre.

Como esposa, la mujer está a merced de su marido, no tiene autoridad propia, puede ser siempre expulsada de la casa, conforme a una ley de divorcio ratificada por Dt 24, 1-4 (aunque rechazada por el evangelio).


Sólo al volverse madre, y madre de un hombre importante, una mujer empieza a tener verdadera autoridad en la cultura israelita antigua… sobre todo si muere ese hijo importante, quedando de algún modo como su representante, una especie de Reina Madre en funciones.

Así sucede con María, la madre de Jesús, tras la muerte de su hijo. Allí donde se verena a Jesús como Kyrios (Señor, rey mesiánico), ella aparece como Madre del Rey, es decir, como Reina-Madre, Gebira.

Así la saluda Isabel en el texto clave de ese evangelio, que está aplicando a María en la visitación el título posterior que le ha dado la Iglesia de Jerusalén, tras la muerte de su hijo.

3D113B5E-71ED-4739-8C66-650918EE71C9De esa forma, la palabra de Isabel en 1, 43, reconociendo a María como Madre del Kyrios nos sitúa dentro De la Iglesia primitiva. Una vez que los cristianos empiezan a venerar a Jesús como kyrios en línea mesiánica, su madre empieza a ser Madre del Kyrios y sus hermanos se llamarán hermanos del kyrios (como muestran las cartas de Pablo).

Así podemos y debemos suponer que la madre de Jesús ha sido recibida y honrada en la comunidad judeocristiana de Jerusalén como Gebira, madre del rey mesías.

El recuerdo y veneración de los parientes de Jesús como Hermanos del Kyrios (sobre todo en el caso de Santiago) sólo tiene sentido si a su lado, como autoridad genealógica, María aparece como Gebira, la Madre del Kyrios.

Santiago y los “hermanos” de Jerusalén necesitan a María, la Madre, para fundar su autoridad en la Iglesia de Jerusalén, y en esa perspectiva se entiende el saludo de Isabel, que llama a María Madre de mi Señor, dentro de una teología judeocristiana arcaizante como la que aquí ofrece Lucas.

María aparece así como madre del Kyrios, en una antigua, en clave judíos.

Lucas 1, 42 la llamaba bendita por el fruto de su vientre (bendita tú… y bendito el fruto de tu vientre).;
Lucas 1, 43 ha dado un paso más y la presenta como madre del Señor, es decir, como la Reina Madre.

En esa línea judía, es claro que María puede presentarse como Gebira y realizar (simbolizar) un tipo de autoridad dentro de la iglesia.

B105BE34-820B-41D1-8B88-B94CEC0EEEF1Aquí estamos tocando los principios de la iglesia de Jerusalén, que ha debido buscar en clave israelita (de monarquía judía) los elementos fundamentales de la realeza de Jesús.

Los datos del NT permiten suponer que María ha ejercido una autoridad importante dentro de la primera comunidad cristiana. En su calidad de madre de Jesus (madre del Señor) ha sido discutida (combatida y aceptada) por los diversos grupos cristianos, en una historia apasionante que, a mi juicio, aún no ha sido suficientemente estudiada. Los datos dispersos (en Pablo y Juan, en Mc y Mt, en Lucas y Hech) resultan significativos en esta perspectiva. Es evidente que no podemos estudiarlos por extenso. Pero podemos y debemos, al menos, situar algunos de ellos, en el trasfondo de la simbología anterior de Lucas 1, 42-43.

Imagen 1: María lleva en su vientre a Jesús,rey niño
Imagen 2: María Gebîra, lleva en su “seno” la iglesia de Jesús
Imagen 3: María, un corazon de esperanza abierta al universo

 

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“¿Cómo vivir la Navidad?”. Domingo 4º de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 23 de diciembre de 2018
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Maria+-+IsabelDel blog El Evangelio del El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Cuando falta poco para estas fiestas, las lecturas nos ofrecen tres ejemplos excelentes para vivir su sentido y un mensaje de esperanza.

El ejemplo de Isabel: alabanza, asombro, alegría (Lucas 1,39-45)

En aquellos días, María se puso de camino y fue a prisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

Aunque en el relato del evangelio la iniciativa es de María, poniéndose en camino hacia un pueblecito de Judá, los verdaderos protagonistas son Isabel, la única que habla, y Juan, el hijo que lleva en su seno. Es este el primero en reaccionar, antes que su madre. En cuanto oye el saludo de María (Lucas no cuenta qué palabras usó para saludar) da un salto en el seno de Isabel. Esta, llena de Espíritu Santo, expresa los sentimientos que debe tener cualquier cristiano ante la presencia de Jesús y María.

Alabanza (“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”). El Antiguo Testamento recoge la alabanza de algunas mujeres, pero por motivos muy distintos. Yael es proclamada “bendita entre las mujeres” por haber asesinado a Sísara, general de los enemigos; Rut, por haber elegido a Booz, a pesar de no ser joven; Abigail, por haber impedido a David que se tomara la justicia por su mano; Judit, por haber matado a Holofernes y liberado a Israel; Sara, la esposa de Tobit, por haber abandonado a sus padres para venir a vivir con la familia de Tobías. ¿Qué ha hecho María para que Isabel la bendiga? El relato de la anunciación lo deja claro: ha aceptado el plan de Dios (“he aquí la esclava del Señor”) y eso la ha convertido en madre de Jesús o, como dirá Isabel, en “la madre de mi Señor”. Motivo más que suficiente de alabanza.

Asombro (“¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”). La forma de expresarse Isabel, tan personal, recuerda lo que escribió san Pablo a los Gálatas a propósito de la muerte de Jesús: “Me amó y se entregó a la muerte por mí”. Se deja en segundo plano el valor universal de la encarnación y de la muerte para destacar lo que significan para mí. La Navidad, celebrada año tras año durante siglos, corre el peligro de convertirse en algo normal. No nos asombramos de esta venida de Jesús a mí, como si fuera la cosa más lógica del mundo. Buen momento para detenernos y asombrarnos.

Alegría (“la criatura saltó de gozo en mi vientre”). Lucas termina por donde empezó: hablando de la reacción de Juan. Pero ahora añade que el salto en el vientre de su madre lo provocó la alegría de escuchar el saludo. Los domingos anteriores han insistido en el tema de estar siempre alegres. Lo específico de este evangelio es que la alegría la provoca la presencia de María y de Jesús.

Estos tres sentimientos los inspira, según Lucas, el Espíritu Santo; ya que generalmente no lo tenemos tan presente como debiéramos, es este un buen momento para pedirle que los infunda también en nosotros.

El ejemplo de María: fe

            Las palabras de Isabel, que comienzan con una alabanza de María y de Jesús, terminan con otra alabanza de María: “¡Dichosa tú que has creído!” Y esto debe hacernos pensar en la grandeza del misterio que celebramos. No es algo que se pueda entender con argumentos filosóficos ni demostrar científicamente. Es un misterio que exige fe. Para muchos, como decía el cardenal Newman, la fe es “la capacidad de soportar dudas”. Para María es fuente de felicidad. Lo será siempre, a pesar de las terribles pruebas por las que debió pasar. En ese camino misterioso de la fe, ella se nos ofrece como modelo.

El ejemplo de Jesús: cumplir la voluntad de Dios (Hebreos 10,5-10)

Hermanos:

Cuando Cristo entró en el mundo dijo: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni victimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: ‘Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.”

Primero dice: “No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias”, que se ofrecen según la Ley. Después añade: “Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.” Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

En la mentalidad del pueblo, y de gran parte del clero de Israel, lo más importante en la relación con Dios era ofrecerle sacrificios de animales y ofrendas. En el fondo latía la idea de que Dios necesita alimentarse como los hombres. Los profetas, y también algunos salmistas, llevaron a cabo una dura crítica a esta mentalidad: lo que Dios quiere no es que le ofrezcan un buey o un cordero, sino que se cumpla su voluntad. Esta idea la recoge el autor de la Carta a los Hebreos y la pone en boca de Jesús (“Aquí estoy para hacer tu voluntad”), completándola con otra idea: los sacrificios de animales no tenían gran valor, había que repetirlos continuamente. En cambio, cuando Jesús se ofrece a sí mismo, su sacrificio es de tal valor que no necesita repetirse. Los sacrificios de animales pretendían establecer la relación con Dios, sin conseguirlo plenamente. El sacrificio de Jesús establece esa relación plena al santificarnos.

            Al mismo tiempo, el ejemplo de Jesús nos enseña a poner el cumplimiento de la voluntad de Dios por encima de todo, de acuerdo con lo que repetimos a menudo: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

Un anuncio (Miqueas 5,1-4)

Así dice el Señor:

“Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel. En pie, pastorea con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz.

Este breve oráculo del libro de Miqueas es famoso porque lo cita el evangelio de Mateo cuando los magos de Oriente preguntan dónde debía nacer el Mesías. El texto se dirige a personas que han vivido la terrible experiencia de la derrota a manos de los babilonios, el incendio de Jerusalén y del templo, la deportación, la desaparición de la dinastía davídica. La culpa, pensaban muchos, había sido de los reyes, los pastores, que no se habían comportado dignamente y habían llevado a cabo una política funesta. En medio del desánimo y el escepticismo, el profeta anuncia la aparición de un nuevo jefe, maravilloso, que extenderá su grandeza hasta los confines del mundo y procurará la paz y la tranquilidad a su pueblo. Pero no será como los monarcas anteriores, será un nuevo David. Por eso no nacerá en Jerusalén, sino en Belén.

Resumen

Lo que relaciona las lecturas de este domingo es la misión de Jesús y los frutos que produce. La de Miqueas anuncia que su misión consistirá en ser jefe (pastor) de Israel, procurándole al pueblo la tranquilidad y la paz. En la Carta a los Hebreos, su misión es cumplir la voluntad del Padre; gracias a eso ha restaurado nuestra relación con Dios, nos ha santificado. En el evangelio, la misión no la lleva a cabo Jesús, sino María; su simple presencia provoca una reacción de alabanza, asombro y alegría en Isabel y Juan.

 

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El don de la maternidad.

Domingo, 23 de diciembre de 2018
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hqdefault“Yo vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia” Jn 10, 10.

20 de diciembre, domingo IV de Adviento

Lc 1, 39-45

Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre

El don de la maternidad no tiene sexo y es consustancial a todas las criaturas en todo espacio y tiempo.

Cuando Dios se encarna ser humano -y se ha encarnado siempre en todos los seres-, la encarnación es alma que lo anima todo. Es, como dice Arregi: “la dinamys que late en la realidad. Es la presencia operativa, creadora, transformadora, que habita todo cuanto es, desde las partículas hasta las galaxias”.

Jesús lo remarcó en Jn 10, 10: ”Yo vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia”. Para compartir gozo y alegría, como compartieron María e Isabel, embarazadas ambas. Dar a luz es dar luz; es inspirar e iluminar“La religiones mueren cuando fallan sus luces”, escribió el gran teólogo alemán W. Pannenberg (1928-2014).

Uno de los grandes poetas sufíes de la tradición mística musulmana, Rûmî (1207-1273), escribió con enorme hondura mística y apertura ecuménica esta frase:

“Nuestro país debe ser la tierra de oportunidad ilimitada para todos. Nuestro cuerpo es semejante a María: cada uno tiene un Jesús en su interior, pero éste no puede nacer hasta que los dolores de parto no se manifiesten en nosotros”.

Célibe o casado, embarazada o virgen, todos han concebido en un “hágase en mí” gozoso. Un “fiat” que es un peregrinar al templo de nuestro propio ser, a nuestro centro. Y es una invitación a salir luego de nuestro vientre personal, a implicarse en los problemas de los otros y ayudarles a que también ellos puedan acudir cuanto antes al paritorio.

Toda maternidad es don y donación. No se puede engendrar sin parir luego. La Naturaleza, al menos, lo consideraría una traición. Es como impedir que la vida personal siga cumpliendo su mandato espiritual. La decisión de tener un hijo, decía Elizabet Stone, nadadora paralímpica, es trascendental. Se trata de decidir que tu corazón caminará siempre fuera de tu cuerpo”.

El hijo al que canta Gabriela Mistral en su Canción de madre, le reclama ese derecho:

“Los ojitos que me diste / me los tengo de gastar / en seguirte por los valles por el cielo y por el mar…”

Únicamente de este modo podremos cambiar el mundo y hacerlo más habitable. En la película Los mejores años de nuestra vida (Usa 1946)decía el director, señor Milton al Consejo de Administración: “Nuestro país debe ser la tierra de oportunidad ilimitada para todos”. ¿Lo decía pensando en la maternidad donante y generosa de la Madre Tierra?

Y para cambiarnos a nosotros, el doctor japonés Hiromi Shinya, ha descubierto unas enzimas-madre multifuncionales que permiten al organismo corporal autocurarse. En su reciente obra La enzima prodigiosa expone la revolucionaria forma en que nuestra Madre Cuerpo Humano nos ayuda a mantenernos fisiológicamente también sanos.

LA MADREPERLA

Concebiste en tu seno nacarado
las doce puertas que eran doce perlas
según San Juan en el Apocalipsis.

Y el Evangelio de Jesús compara
el Reino de los Cielos
a un mercader que busca perlas finas.

Al descubrir una de gran valor
va, vende cuanto tiene y la compra.

¡Es un sueño de amor el que tuviste!

Yo deseo también ser concebido
en tu iriscente seno nacarado,
y llegar a ser perla de tus sueños.

(NATURALIA. El Sueño de las Criaturas)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Mujeres profetas.

Domingo, 23 de diciembre de 2018
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James B. Janknegt, "The Visitation," 2008. Oil on canvas, 36 x 24 in. Source: http://www.bcartfarm.com/visitation.html James B. Janknegt, “The Visitation,”

En este domingo de Adviento la liturgia nos propone recordar el encuentro de dos mujeres portadoras de las promesas de Dios: Isabel y María. La anciana y la joven, la que recibe la herencia del Antiguo Testamento y la que inicia una nueva era. La que camina por las montañas y las ciudades y la que espera en casa. Las dos llenas del Espíritu Santo. Las dos radiantes de alegría. Las dos con la certeza de que las palabras anunciadas por Dios se cumplen en ellas y por tanto en la historia de un pueblo y de una tradición de fe.

Para ellas ya han pasado las dudas y no es tiempo de preguntas o de aclaraciones acerca del cumplimiento de las promesas. Ahora se están realizando. La historia contará entre sus páginas, en el centro de la historia, la acción de Dios en la vida de estas mujeres parientes.

Varias interpretaciones de este texto afirman que María salió de su casa para solidarizarse con su prima embarazada avanzada en edad. Pero el texto no dice nada de eso. Sino que se trata de una visita (¿“Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”). Ellas hablan de aquello tan extraordinario que ha pasado, que está pasando, cantan y alaban a Dios. Parece más bien como si María fuera en busca de una pariente y amiga que pueda comprender lo que está pasando y con la que pueda hablar y alabar a Dios por sus obras en ellas.

Isabel, efectivamente, está en la misma sintonía ya que también en ella se está haciendo realidad la Palabra anunciada. Sabe lo que pasa y, al verla, le grita: “eres feliz”. María se anima y no puede sino cantar las alabanzas al Dios de toda la historia, repitiendo un canto de Ana, otra mujer que reconoce la acción de Dios en la historia. Y reconocen la una en la otra la bendición: “tú eres bendita”. Y surge la alabanza, el canto, la liturgia.

Las palabras de Isabel y de María son consideradas anuncios proféticos de una acción profunda de Dios en la historia de Israel y del mundo. A la vez, especialmente las palabras de Isabel y el canto del Magníficat, son una expresión contundente de la acción poderosa del Dios que interviene y toma partido en el devenir de los acontecimientos.

Estas mujeres del relato pueden ser así una provocación para nuestras celebraciones de Adviento: nos animan a reconocernos bendecidos, a hablar y a cantar a un Dios que interviene en la historia y cuyas promesas se cumplen. Y a descubrir que nuestra vida concreta se vuelve parte de la larga historia de un pueblo bendecido por Dios.

Y son un modelo para nosotras, mujeres, para mirarnos las unas a las otras y reconocernos bendecidas, y compartir la alegría que tenemos, sin lugar para dudas. Son un modelo que nos anima a tomar una palabra litúrgica y profética; y a celebrar la alegría de la vida, la alegría del “Espíritu que nos llena” (v.41) y la alegría de lo inesperado que se hace realidad.

En resumen: bendición, palabra y canto…

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Bendecir, bendita, decir bien.

Domingo, 23 de diciembre de 2018
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0Del blog de Tomás Muro La verdad es Libre:

01. VIDA, BENDICIÓN, VISITAS, FELICIDAD

La visita de María a Isabel que hemos evocado en este cuarto domingo de adviento -cercano ya a la navidad- es un encuentro en el que podemos apreciar:

o CAMINO: María ha de recorrer 155 kms de Nazaret a Jerusalén para ver a su prima Isabel

o VIDA (se encuentran dos mujeres que portan y están gestando vida).

o ENCUENTRO: María e Isabel, primas entre sí que se acogen.

o BENDICIÓN: todo el texto tiene un color de bendición: bendita entre todas las mujeres.

o FELICIDAD en la VIDA y la BENDICIÓN. Dichosa…

02. V 39: MARÍA SE PONE EN CAMINO (Y APRISA).

María sale aprisa de su tierra (Galilea); se pone en camino hacia el sur: a Judea para visitar a su pariente Isabel, que está ya siendo madre de Juan Bautista.

El encuentra, la visita de María a Isabel desborda VIDA:

En San Lucas es importante el sentido de camino, de proceso.

o El hijo pródigo recorre un CAMINO negativo -más tarde positivo- de encuentro con el Padre, con Dios.

o Los dos de Emaús reconocen y se encuentran con la VIDA en el camino.

o Vivir es caminar y caminar es vivir. Las cosas, la vida, las ideas, las personas caminamos y en los recorridos vivimos, creamos vida. También hay caminos retorcidos.

o En todos los aspectos y dimensiones de la vida se trata de caminar y crear vida: en la vida persona, familiar, en las ideas, en la cultura, en la vida sociopolítica, eclesial, comunitaria, familiar.

A. Machado decía aquello de que: Caminante no hay camino, se hace camino al andar….

+ ¿Camino en la vida o me encuentro estancado, atrincherado en mis ideas eclesiásticas-religiosas, políticas? ¿Lo que pienso y digo yo siempre es la verdad absoluta?¿Quizás me encuentro bloqueado por la decepción?

+ ¿Me doy prisa en darme cuenta de las situaciones difíciles de los demás? ¿Me muevo, camino por los demás?

+ Noble tarea visitar a los familiares, especialmente cuando están enfermos o en necesidad.

03. VV 40-41 SE SALUDARON.

o En la conversación entre María e Isabel varias veces aparece la expresión: “se saludaron”. Saludo que viene de salud. En hebreo se saludaban con la expresión shalom: paz, bienestar.

o El saludo (salud: paz: salvación), hace bien, causa alegría: en cuanto escuché tu saludo, la vida se llenó de alegría.

o El no saludarse en el camino de la Vida es excluirse o eliminar a los demás de la existencia.

o A todos nos hace bien el saludo -la salud- en las relaciones humanas: familiares, profesionales, políticas, eclesiales, amigos.

o Sin embargo somos conscientes de que hay situaciones, viejos problemas familiares, laborales, políticos que no facilitan el saludo… ¿No serán posibles relaciones respetuosas, discretas, silenciosas?

04. LA VIDA ES LA VIDA, DEFIÉNDELA

o Se encuentran -se acogen- dos mujeres que están ya siendo madres. Lo más espontáneo del mundo es que hablen de la vida y de las vidas que llegan.

o ¿Amo y cuido la vida? ¡No solamente la mía!, sino la vida de los demás, de la familia, de los que convivimos en la ciudad (polis), en la comunidad / iglesia, parados, tercer mundo. ¿Soy sensible a quienes les falta vida: enfermos, personas con problemas serios? ¿Tengo alguna veta ecologista: naturaleza y creación?

05. V. 41 MARÍA TRANSMITE SERENIDAD Y ALEGRÍA.

o La criatura salto de alegría en el vientre de Isabel, porque María transmite serenidad y alegría. Isabel y su hijo saltan de gozo.

o María no va a ver cómo tiene la casa su pariente Isabel, ni a decirle qué tiene que hacer, ni a lo que le han dicho en la calle. María no domina la existencia, sino que está serenamente en la vida, sin prepotencias ni exigencias. María se fía, confía en Dios y en la vida y desde esa confianza vive serenamente e infunde bienestar.

o A veces transmitimos nervios, crispación, prepotencia, sensación de querer dominar la situación (poder)

o Es sano estar en la vida sin mucho ruido: sin “colgarnos medallas”. Es hermoso no pretender dominar la existencia, sino simplemente estar en ella sencillamente, gratuitamente, de balde: gratis: gracia.

o Miremos si estamos en calma en la vida, sin competencias ni exigencias, sin perfeccionismos; así también estarán bien los demás.

06. vv 42. BENDITA Y BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE

o Todo el relato transpira un tono de bendición: “decir bien”: bendita, bendito el fruto de tu vientre.

o Bendita: bendecir significa decir bien, que es lo contrario de maldecir, de decir mal.

o Decir bien no es adular, ni hablar por no callar. A veces el silencio es una buena palabra.

o Se trata de ver y estimar la vida en sus mil formas y maneras: pluralismo, aunque no coincidan con mi modo de entender la vida. Valorar los caminos de los demás: lo que piensan y lo que hacen, es también “decir bien”, bendecir.

07. V 45 DICHOSA TU PORQUE HAS CREÍDO.

o Vuelve a aparecer la felicidad de María y de su prima Isabel. Y la raíz de la felicidad es la fe, la confianza, dichosa porque has creído.

o María fue una gran creyente, la primera creyente en su hijo, Jesús. Más tarde san Pablo dirá: el justo vive por la fe.

o La confianza es la actitud connatural en la existencia. Es muy problemático y es enfermizo vivir en la desconfianza, en el recelo, en al envidia, en la sospecha.

o María, mujer humilde, fue bendita, dichosa y feliz porque confió, se fió de Dios y de su papel en la vida, en la historia de la salvación. Por eso fue bendita y feliz.

o Hacer la vida lo más amable y feliz posible no es poca cosa en la vida

07. TERMINAMOS EL AÑO. ¿CÓMO ME HA IDO?

No es un mal programa de vida para el nuevo año, 2019:

o CAMINAR

o VIVIR

o ENCONTRARSE.

o BENDECIR.

o FELICIDAD Y DICHA

BENDITA TÚ ENTRE TODAS LAS MUJERES
Y BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE, JESÚS.

***

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El gozo, signo de vida.

Domingo, 23 de diciembre de 2018
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53667725Domingo IV de Adviento

Lc 1, 39-45

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.

EL GOZO, SIGNO DE VIDA

El evangelista quiere mostrar a Jesús, apenas concebido en el vientre de María, como causa de gozo. . Pero no entendamos el texto literalmente, como una “crónica” de lo sucedido. Se trata, sin duda, de una recreación de Lucas, realizada con un objetivo teológico: mostrar a Jesús como “causa de gozo”. La alegría constituye, de hecho, uno de los temas centrales de este tercer evangelio.

Sin duda, la comprensión de lo que somos es fuente de alegría. Una alegría que no elimina las “turbulencias” de todo tipo que podamos experimentar en un nivel más superficial –vaivenes emocionales, consecuencia de la fragilidad y vulnerabilidad de nuestra forma como seres sintientes–, pero que nos ancla en aquel fondo de Quietud que constituye nuestra identidad.

La comprensión nos permite resituarnos cuando constatamos cualquier sufrimiento que se prolonga y que, si sabemos leerlo, constituye una señal de alerta que nos avisa del olvido o la ignorancia en los que hemos caído.

Pero hay más. El relato lucano nos hace caer en la cuenta de que la comprensión de lo que somos no niega nuestra dimensión relacional, así como tampoco deslegitima el modo teísta de vivir la conexión con el Misterio que nos constituye.

Somos seres relacionales, en interacción que busca traducirse, en la práctica, en un movimiento ajustado de dar y recibir. La comprensión nos convierte en motivo de alegría para los otros y, a su vez, los otros pueden ser causa de que el gozo –y la comprensión– despierte y se avive en nosotros. Compartimos la misma identidad, pero nos vivimos en clave relacional. Lo que nos aporta la comprensión es la certeza de que somos “formas” de un mismo “fondo”.

De modo similar, la vivencia del Misterio último –al que las religiones llaman “Dios”– puede darse en clave relacional o profundamente silenciosa. En el primer caso, la persona queda extasiada ante lo que percibe como grandeza sin límites –es el “éx-tasis” del que habla la tradición mística–; en el segundo, ahondando en sí misma, en el silencio de la mente, la persona descubre que su fondo último es el mismo fondo de “Dios” –es el movimiento de “én-tasis” presente también en la historia de la mística–. Dada nuestra constitución –la naturaleza paradójica–, nos resulta posible experimentar ambas formas de vivir el Misterio, la Presencia consciente.

Tal vez resulte más fácil evocar lo que quiero expresar a través de una metáfora: la ola puede quedarse extasiada ante la magnitud y belleza del océano, al que ve como un “otro” o incluso como un “tú” y puede, igualmente, ahondando en sí, descubrir que ella misma no es otra cosa, en el fondo, que el agua que, en su grandeza, la extasiaba.

¿Cómo vivo el Misterio? ¿Vivo gozo?

Enrique Martínez Lozano

Boletín Semanal

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“Rasgos de María”. 4 Adviento – C (Lucas 1,39-45)

Domingo, 20 de diciembre de 2015
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04_adviento_CLa visita de María a Isabel le permite al evangelista Lucas poner en contacto al Bautista y a Jesús antes incluso de haber nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay varones. Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente ausente. Las dos mujeres ocupan toda la escena.

María que ha llegado aprisa desde Nazaret se convierte en la figura central. Todo gira en torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos que muchos otros que le han sido añadidos posteriormente a partir de advocaciones y títulos más alejados del clima de los evangelios.

  • María, «la madre de mi Señor». Así lo proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los seguidores de Jesús, María es, antes que nada, la Madre de nuestro Señor. Este es el punto de partida de toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca separan a María de Jesús. Son inseparables. «Bendecida por Dios entre todas las mujeres», ella nos ofrece a Jesús, «fruto bendito de su vientre».
  • María, la creyente. Isabel la declara dichosa porque «ha creído». María es grande no simplemente por su maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la llamada de Dios a ser Madre del Salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de su corazón; la ha meditado; la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su vocación. María es Madre creyente.
  • María, la evangelizadora. María ofrece a todos la salvación de Dios que ha acogido en su propio Hijo. Esa es su gran misión y su servicio. Según el relato, María evangeliza no solo con sus gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto evangelizador.
  • María, portadora de alegría. El saludo de María contagia la alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la primera en escuchar la invitación de Dios: «Alégrate… el Señor está contigo». Ahora, desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María irradia la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo. Ella es para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa.

José Antonio Pagola

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Dom 22.12.13. Adviento: Eva-Negra, una Mujer Embarazada

Domingo, 20 de diciembre de 2015
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 4º de Adviento. Ciclo A. Se han llenado de nuevo las calles con árboles y luces de colores, de las nieves del norte llega el Papa Noel, y de todas partes emergen como esencia de la navidad perfumes caros, sueños de dinero fácil (lotería) del país, otros bienes inciertos de la gran Fiesta del Consumo.

Pues bien, para la liturgia de este día el Árbol de Navidad es una Mujer Embarazada, Mamá-Noel, Eva-Negra, una mujer que aparece sin nombre en el texto de Isaías, sin marido ni amante conocido, pero que se eleva firme y cuida a su niño en camino (en el camino de su vientre y de su mismo corazón), en medio de la guerra que amenaza con destruir en su entorno todo lo que existe(éste es tema clave de la lectura básica del Adviento, que se proclama en la liturgia de este domingo: Is 7, 1-14).

Contexto y tema

En el centro del gran huracán de la lucha entre los pueblos, del hambre y la venganza, ella mantiene su fidelidad al hijo que nace, que es hijo de Dios, siendo hijo de todos en conjunto y de cada uno en particular, y le pone como nombre Emmanuel, Dios con nosotros. Éste es uno de los signos más fuertes de la historia humana, el signo supremo de la Navidad.

Ella es el signo de todas las madres que acogen al niño de su entraña, a pesar de que no tengan marido (como José), a pesar de que los reyes de la tierra no se ocupen de ellas, ni de sus hijos, sino de ganar sus guerras. Entre los 35.000 niños que mueren cada día de hambre y desamparo social, sin nadie que les acoja de verdad, hoy preparamos la fiesta de la Madre-Fiel, la Eva-Negra que lleva en su vientre al Niño de la Esperanza.

Esa madre con niño en camino es la mayor protesta y testimonio de la historia humana. No todo es malo en la tierra. Hubo una madre embarazada que decidió acoger al niño y llamarse Emmanuel. Ayudar a esa madre y a todas las madres con niño, y a todos los niños que no tienen ni siquiera madre capaz de acogerles: eso es Navidad

Así lo he podido anunciar esta mañana (el 18.12.13, a las 7, 45 hora española) en la Radio Nacional de Colombia, donde me preguntaban por el signo de la Eva-Negra… entendida como “madre de la humanidad”. (Según la genética, la Eva mitocondrial, el ancestro común más reciente femenino que poseía las mitocondrias de las cuales descienden toda la población humana actual, habría sido una mujer que vivió en una zona del África centro-oriental hace unos 150.000 años).

De esa madre (Eva-Negra) vendríamos todos, por ella y en ella seríamos todos hermanos. Un signo como ese, interpretado en forma profética, está en el texto base de la liturgia de este domingo último de Adviento. Así lo retoma e interpreta el evangelio (Mt 1, 18-24) del que hablaré mañana. Es el texto clave de la profecía del Emmanuel, la primera lectura de este domingo.

Texto

En el tiempo de Ajaz, rey de Judá, subió Rasón, rey de Siria, con Pécaj, rey de Israel, a Jerusalén para atacarla, más no pudieron hacerlo. 2 La casa de David había recibido este aviso: «Aram se ha unido con Efraím», y se estremeció el corazón del rey y el corazón de su pueblo, como se estremecen los árboles del bosque por el viento. 3 Entonces Yahveh dijo a Isaías: «Ea, sal con tu hijo Sear Yasub al final del caño de la alberca superior, por la calzada del campo del Batanero, al encuentro de Ajaz, 4 y dile: «¡Alerta, pero ten calma! No temas, ni desmaye tu corazón por ese par de cabos de tizones humeantes…

En aquellos días, el Señor habló a Acaz: “Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.” Respondió Acaz: “No la pido, no quiero tentar al Señor.” Entonces dijo Dios: “Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros” Cuajada y miel comerá hasta que sepa rehusar lo malo y elegir lo bueno (Is 7, 1-14)

Introducción

Situemos el texto. Estamos hacia el 733 a. de C. Los reyes de la costa siro-palestina (de Samaria y de Damasco) quieren oponerse al rey de Asiria, que intenta invadir el territorio, desde el sur de la actual Turquía hasta Egipto. Buscan el apoyo del rey de Jerusalén, pero Jerusalén se opone (porque ha pactado en secreto del Egipto). Por eso declaran guerra a su rey y suben dispuestos al combate. Tiemblan los habitantes de la ciudad sagrada de Sión, el rey prepara la defensa. Recordemos que el rey es eficiente y, conforme a los principios de este mundo, debe defenderse. Pero ante el rey se alza el profeta. Ya están frente a frente.

El rey confía en las armas y en los pactos militares: inspecciona las defensas de la ciudad y espera la ayuda de los egipcios.
El profeta confía solamente en el Dios de la vida … y en una mujer embarazada; por eso ofrece un signo de carácter humano, no militar. El rey no quiere signos de profetas que rechazan el uso de las armas y que dejan a los hombres indefensos ante la llamada vacía de la gracia. El profeta insiste: “la virgen (la doncella, la mujer) está encinta y dará a luz un niño…”.

En un sentido muy profundo, esa palabra sobre la muchacha que da a luz y cuida al hijo en medio de la guerra es, para los cristianos, la comulminación del Testamento israelita, la más honda palabra del Adviento. Por eso queremos comentarla brevemente, resaltando nueve de sus rasgos. Según las circunstan¬cias podrá (y deberá) acentuarse más alguno de ellos.

1) Éste es ante todo un signo de paz.

Acab deseaba una señal de guerra: cien mil pares de jinetes bien armados, capaces de triunfar en la batalla. En contra de eso, el profeta le presenta una señal de paz: una muchacha encinta, un niño que va a nacer, precisamente ahora, en medio de la guerra, cuando mueren por doquier los hombres, cuando el hambre se extiende, cuando tiemblan de miedo los corazones de todos los hombres.

Éste es camino de Dios: los grandes varones armados se levantan para la guerra y se combaten mutuamente (se dominan, se destruyen) por cuestiones de poder y de dinero; pero ellos no son signo de Dios; sus armas son muerte, su lucha no es Navidad. En contra de eso, la mujer embarazada, el niño frágil pueden presentarse y se presentan como señal de verdadera humanidad, signo de Dios sobre la tierra: ellos representan la paz de Dios sobre la batalla de la historia. Frente a la ciudad de guerra del rey emerge aquí la casa de paz para los hombres.

2) El Dios del profeta, un anuncio de vida en contra de la guerra y opresión del sistema.

La guerra de Acaz y de los reyes siro-palestinos se halla al servicio de la muerte: es signo de violencia que se perpetúa sin fin sobre la tierra, en espiral de destrucciones. Todo lo que destruye es anti-Navidad. Toda opresión es contraria al Dios de la vida.

Pues bien, en contra de eso, Dios viene a presentarse como un Dios de vida. Por eso, su señal es la mujer que se halla embarazada: mientras haya muchachas que engendren en amor (aunque hayan sido quizá violadas por soldados o amantes sin conciencia), mientras haya mujeres que acojan y cuidan con amor al hijo de su entraña podrá hablarse de Dios sobre la tierra; mientras nazcan y se eduquen los niños sobre el mundo existe adviento, hay esperanza de reino para el hombre.

3) Eva universal, el signo es la mujer

El texto hebreo dice una doncella (almah) ha concebido, sin especificar de quien se trata: se trata, simplemente, de una mujer joven, capaz ya de engendrar y de ponerse al servicio de la vida. La traducción litúrgica lo mismo que Mt 1, 23 han interpretado esa doncella como virgen (parthenos), resaltando de esa forma la presencia de Dios y su misterio en el camino de la vida, a través de una mujer. Pero estrictamente hablando, ni virgen ni parthenos significan que esta mujer es “sexualmente virgen”, sino humanamente fecunda Sea como fuere, la señal de Dios recibe forma y gestos de mujer.

Frente al poder de los varones que dominan la tierra y se destruyen en violencia, Dios ha decidido salvar la humanidad por el amor de la mujer. No se trata de afirmar que las mujeres sean superiores o mejores. El texto no se puede interpretar en perspectiva moralista. Pero el profeta sabe que ellas se encuentran más oprimidas en esta sociedad que está centrada en la violencia político-militar de los varones. Pues bien, desde el fondo de su opresión, las mujeres siguen encontrándose al servicio de la vida; por eso pueden presentarse y se presentan como una señal de Dios, son signo de esperanza, son Adviento para los humanos.

4) El texto no dice quién es el padre…

Los exegetas han hecho mil especulaciones. Puede ser el mismo rey, que va a tener un hijo, puede ser el profeta… que también tendrá un hijo. Pero no se sabe, no se dije. Eso deja abiertas todas las posibilidades. El padre biológico de este niño puede ser un soldado, que se ha ido a la guerra o no volverá…. O puede ser un soldado que ha venido a la guerra y ha violado a la doncella… O puede ser un hombre cualquiera, un violador perverso o un amante marido…., que después, a la hora decisiva, no están. Sólo está la mujer con el niño que va a venir, mujer sin auxilio (aquí no hay un José que recibe al niño misterioso, como en Mt 1, 18-25).

En ese “hueco de padre” (ausente, muerto, evadido…) se sitúa Dios, que va a realizar funciones de Padre. En ese sentido, el padre humano no es necesario para la Navidad, pero es necesario el Padre Dios… que actúa a través de la madre embarazada. Desde ese fondo, la tradición católica ha podido decir que esta madre es virgen en sentido biológico. Pero aquí lo que importa no es el sentido biológico, sino humano, del término. Aunque falte el padre, aunque los hombres se maten en la guerra, habrá una mujer que acoge el niño, habrá Navidad.

5) Señal de Dios es igualmente el niño.
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Por ahora no se sabe si será varón o mujer. Es simplemente un niño, ser pequeño que está necesitado de la ayuda y del cariño de los grandes. Recordemos la escena: sobre la muralla de Jerusalén están gritando las trompetas; los fuertes varones adultos se preparan para la guerra, discuten, vociferan, pensando que resuelven de esa forma los problemas de la tierra. Pues bien, el profeta se ríe (o se sonríe) diciendo: lo verdaderamente valioso es este niño, como promesa de vida que Dios pone en nuestras manos.

Siguiendo esa línea, el evangelio dirá que el “reino” de Dios se hace presente en los pequeños, en los pobres y en los niños, en aquellos que no pueden defenderse con su mente o con sus manos. Ciertamente, nosotros interpretaremos este pasaje a la luz del Nacimiento de Jesús (Dios se encarna como niño). Pero nunca podremos entenderlo a no ser que lo miremos desde el fondo de todos los pequeños y los pobres que también son signo de Dios sobre la tierra. Cada niño que nace es Navidad para Dios… aunque en muchos casos ese niño no sea aceptado por los hombres.

6) Ésta es una señal de protesta social, de protesta antimilitar.

Frente a la grandeza exterior de una sociedad que intenta vencer en forma militar y dominar en actitud de poder o de prestigio (político, religioso, cultural…), el profeta ofrece el signo “pobre” de una mujer y de un niño que están abandonados, marginados, expulsados de la buena sociedad, por causa de la guerra de este mundo. Sólo de esa forma, ellos pueden ser representantes de todos los expulsados de la tierra: los que no tienen poder, los que terminan derrotados en la guerra.

La mayoría de los hombres intentamos dominar el mundo por medio de algún tipo de espada y después nos presentamos como bienhechores de los mismos que oprimimos (cf Mc 10, 35-45). Pues bien, en contra de eso el profeta ha destacado como signo de Dios a los pequeños: la mujer y el niño amenazados, en medio de la guerra. Se dice que cada día mueren 30.000 niños en el mundo… por causa de la guerra de los grande (de las naciones triunfadoras, del capitalismo social, del egoísmo consumista de los ricos…).

Mueren cada día 30.000 hijos de Dios, que no han tenido una madre con poder y dinero, con cariño y capacidad social, para acogerles. Por eso, la Navidad del Hijo de Dios, acogido en amor por María, en medio de la pobreza más extrema y de la expulsión social… es un signo de condena en contra de esta navidad consumista, que recuerda a Jesús de Belén pero mata a los hijos de Dios en este mundo.

7) Dios mismo está presente en el fondo de la escena.

Mujer encinta y niño recién nacido son signo de Dios sobre la tierra: son signo de grandeza verdadera, en medio de la guerra suscitada por las fuerza opresoras, mentirosas de este mundo; mujer encinta y niño son signo de amor en el centro de un volcán de odios; signo de esperanza allí donde en la guerra parecen ya perderse y acabar todas las esperanzas. Este Dios de Adviento es, a la vez, Dios de ternura y de poder. Quizá pudiéramos decir que Dios es la misma ternura, es el amor de corazón, en medio de una tierra que parece abandonada a la violencia; por eso viene a reflejarse en la unidad de madre y niño.

Pero, al mismo tiempo, Dios es el poder de la vida que se expresa a través del amor de esta mujer, la Eva-Negra, la Madre Israel: frente a las trompetas de la guerra que acaban destruyéndose a sí mismas en gesto de violencia, se desvela aquí la potencia creadora de un amor que triunfa como amor sobre la tierra.

Esta es la revolución de Dios: quiere transformarlo todo desde abajo (desde al amor de madre y niño), para conseguir que este mundo sea lugar de vida y esperanza para todos los marginados. Pero es un Dios del poder callado, que siendo Padre de los 30.000 niños que mueren de hambre cada día… parece mantenerse en silencio. ¿Por qué callas, oh Dios? Quizá para que actuemos nosotros. Esta es la señal Adviento, es la esperanza creadora de la Navidad.

8) El signo de Dios recibe un nombre: al niño han de llamarle “Emmanuel”, Dios con nosotros. Volvamos a la escena.

El rey de este mundo prepara la guerra y rechaza la señal de Dios, dejando así que los 30.000 niños mueran de hambre. La política y la economía de este mundo dejan morir a esos niños, en medio de una Navidad de consumo infinito de los ricos. A pesar de eso, el profeta le ofrece la señal: aunque los hombres no quieran aceptarle, Dios insiste. Aunque los reyes de este mundo quieran matar a los niños de los otros (de los emigrantes pobres, de los pueblos hundidos en la miseria)…este niño Yoshua-Emmanuel nacerá y será acogido.

El signo de Dios es este niño acogido, al que se puede y se debe llamar Emmanuel: Dios está en la vida que crece, amenazada, superando los riesgos de este mundo. En el fondo de esa vida, en la vida de cualquier abandonado o pequeño se halla Dios, el Hijo de Dios que se encarna en la debilidad y en el camino de la historia. Por eso, el adviento es tiempo de fe: se trata de abrir los ojos y descubrir el nacimiento de Dios en la pequeñez de nuestra tierra.

9) Ésta es la señal que proclaman los antiguos y nuevos profetas.

Adviento es tiempo de profetas: de hombres que saben descubrir y presentar la señal de Dios en medio de la tierra. Así actuó Isaías, así tenemos que actuar nosotros. Por eso, la celebración de este domingo final del adviento ha de expresarse en forma de compromiso activo: en medio de la nueva guerra de este mundo, en una sociedad donde parece que se ahoga para siempre la esperanza, entre unos hombres y mujeres dominados por el miedo y la violencia, tenemos que descubrir (preparar y proclamar) la señal de Dios para los hombres. Sobre los 30.000 niños que mueren cada día (al servicio de todos ellos) nace este niño Emmanuel, que tiene madre, que tiene Dios.

Los otros dos textos del día

El evangelio (Mt 1, 18-23) ha interpretado la palabra y gesto de Isaías desde el nacimiento de Jesús. Frente al rey incrédulo y violento está José, el hombre que duda y sueña, el hombre que sufre y busca, hasta que encuentra la señal de Dios para aceptarla y cumplirla generosamente, acogiendo a la madre y al niño. También nosotros, como José, debemos aceptar el signo del Emmanuel (que en esta Navidad serán María y Jesús, con todos los pequeños y oprimidos) para expresar y realizar de esa manera el signo de Dios sobre la tierra. (Mañana trataremos de ello).

La carta de Pablo (Rom 1, 1-7) sitúa este camino de adviento y navidad sobre el trasfondo de la pascua. El niño que ahora nace como Hijo de David ha de iniciar un camino que le lleva hasta la muerte; sólo así podrá resucitar glorioso, culminado su adviento y navidad, como Hijo de Dios que ha derrotado a los poderes de la muerte y nos conduce hasta el misterio del Padre en el Espíritu. Pero con esto desbordamos ya el esquema del adviento.

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