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Del miedo a la confianza.

Domingo, 13 de agosto de 2023
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IMG_0176Domingo XIX del Tiempo Ordinario

13 agosto 2023

Mt 14, 22-33

El miedo, en cuanto respuesta adaptativa que aparece en situaciones de peligro y que compartimos con los animales, es un mecanismo de defensa que nos permite afrontar la amenaza y protegernos. En este sentido, es una respuesta normal que facilita la adaptación y, en último término, la supervivencia.

Sin embargo, ese mecanismo instintivo se vuelve patológico cuando es desproporcionado y repetitivo. En tales casos, se activa con demasiada frecuencia. La persona vive instalada en el miedo habitual y lo siente de un modo exagerado, aun en presencia de estímulos carentes de peligrosidad. Aparecen así las diferentes fobias, las crisis de pánico, en definitiva, los miedos fantasmas y el miedo al miedo.

El miedo es una respuesta adaptativa. Sin embargo, cuando es desproporcionado, paraliza y genera sufrimiento incesante y con frecuencia agudo. El salto del miedo normal (positivo) al miedo patológico se produce a partir de experiencias más o menos traumáticas y de la elaboración mental de las mismas. Por decirlo brevemente: el miedo patológico es “creado” por la mente. A raíz de experiencias que se vivieron como amenazantes y no se resolvieron adecuadamente, la mente construye unas lecturas totalmente desajustadas, que ven peligros y amenazas por doquier. Son precisamente estas “creencias irracionales” las que explican los miedos excesivos y habituales, que generan tanto sufrimiento inútil.

Lo opuesto al miedo es la confianza. Cuando un niño crece en un clima de seguridad afectiva, desarrolla una confianza básica en la vida y en sí mismo, en la que puede hacer pie, manteniendo alejados los miedos irracionales. Cuando, por el contrario, careció de aquella seguridad básica, sobre todo en el inicio de su existencia, el miedo sustituye a la confianza, hasta el punto de colorear toda la personalidad. Es lo que expresó el filósofo Thomas Hobbes cuando escribió: “El día que yo nací, mi madre parió gemelos: yo y mi miedo”.

El miedo requiere un tratamiento psicológico específico, dependiendo de diferentes factores. Pero siempre es posible cultivar la confianza, con un doble trabajo: psicológico y espiritual. La comprensión profunda (espiritual) abre a la confianza en el Fondo de lo real (lo único realmente real); el trabajo psicológico potencia la confianza en sí mismo. En la medida en que crecemos en confianza, el miedo irracional disminuirá notablemente, permitiéndonos vivir de una manera más serena, descansada y plena.


Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¿Dónde está Dios hoy? En los 19000 niños ucranianos deportados

Domingo, 13 de agosto de 2023
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IMG_0196Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

 Dos cuestiones nos ofrece la Palabra de hoy:

  1. Dios no está en los grandes alardes religiosos, en los huracanes eclesiásticos, ni en la fuerza. Dios está en la vida sencilla, en la suave brisa, a veces en los acotecimientos trágicos
  2. La barca, la Iglesia sufre tempestades y galernas siempre. También hoy. Quien importa que esté presente es Cristo. No tengáis miedo, soy yo…

01.- ¿Dios pasa por nuestra vida?

    El profeta Elías ha huido de la reina Jezabel, porque ésta quería sustituir a Yahvé por Baal (dios pagano). Elías quiere ser fiel a Yahvé, a Dios, por eso marcha al monte Horeb (Sinaí), allí se esconde en una cueva a la espera de que Dios pase por su vida.

Elías esperaba que el Dios fuerte pasara quizás en el viento huracanado, pero allí no estaba Dios, tal vez Dios manifestara su ser en la violencia del terremoto, quizás en la fuerza destructiva del fuego, pero Dios tampoco estaba en la prepotencia.

    Elías pensaba destruir a Jezabel y su poder con un Dios fuerte, un huracán, un terremoto, con el fuego destructor. Son elementos cósmicos y simbólicos de un Dios prepotente, altanero.

    ¿Dónde está Dios?

En el campo de concentración de Auschwitch en un cierto momento diezmaron a los allí prisioneros.

Los judíos del campo de concentración fueron obligados a presenciar la ejecución.

Entre los fusilados estaba un niño.

En voz baja, alguien entre los judíos asistentes preguntaba: Dios, ¿dónde está Dios?

Otro le respondió, ahí, en ese niño fusilado…

Dios está silenciosamente en la vida cotidiana: a veces en la suave brisa, a veces en el silencio, en ocasiones en la noche oscura, en la enfermedad, en los acontecimientos cotidianos y no pocas veces trágicos.

    Muchas veces buscamos a Dios en los ritos hieráticos y solemnes del templo, en las grandes concentraciones de gente o en apariciones espectaculares.

Dios está en la brisa de todos los días.

Dios está en los 19.000 niños ucranianos deportados, en los miles y miles de niños y mayores que viven muriendo de hambre. Dios está en las personas que humildemente ayudan a los demás: comedores sociales, en los bancos de alimentos, en los barcos que tratan de recuperar a los que pasan en pateras, Dios está en la apertura de fronteras a los emigrantes. Dios está en los enfermos, en las depresiones, en los hospitales. Dios está en las tareas humildes de los padres de familia, en el trabajo de los obreros.

Dios está en la creación, en la naturaleza, sacramento de Dios…

02.- Tempestades en la vida.

    Las tres veces que aparece el simbolismo de la barca y la tempestad en el lago (Mt 14,22-36; 16, 5-12; Mc 4,36) son relatos eclesiales, de dificultades en la Iglesia naciente y en todo momento histórico de la Iglesia, incluida la actual.

  • La barca es la Iglesia, el arca de Noé, donde se salva el ser humano de los naufragios de la vida
  • Las tempestades son los problemas, los hundimientos, las rupturas tanto personales como eclesiásticas, las búsquedas de poder, el fanatismo dogmático y moral que generan algunos obispos y cardenales.

Podemos evocar nuestras propias galernas y rupturas eclesiales. (Oriente: Constantinopla y Occidente: Roma en el 1054; la ruptura entre Roma y el naciente protestantismo en el siglo XVI).

No olvidemos la propia división y ausencia de sintonía (comunión) en nuestra propia diócesis

v 22: LES MANDÓ QUE SUBIERAN A LA BARCA.

    Jesús invita a los suyos a “embarcarse” en la Iglesia como “lugar” de salvación. Lo repetía el papa Francisco: cómo me gustaría que la Iglesia fuese un hospital donde se curan las heridas  de la vida.

    Se abren muchas cuestiones que no es momento de tratar. ¿Realmente la Iglesia, nuestra diócesis es un hogar amable, salvífico en el que se cura y no se hurga cada vez más en las heridas?

    ¿Conseguirá la sinodalidad llegar a hacer de la Iglesia un “arca de Noé” salvífica?

    La Iglesia es la barca, el arca de Noé donde se salvó la humanidad y, en cierto sentido, el universo.

v 25. DE NOCHE, JESÚS SE ACERCÓ.

    Estos textos están escritos en el seno de unas comunidades que habían experimentado ya al Señor resucitado. No se trata de una tormenta oceanográfica en el lago, sino que con una cierta majestuosidad, Xto resucitado domina el abismo, la muerte, el caos.

    Cuatro veces aparece la expresión: “caminar sobre las aguas” (vv 25.26.28.29). Con Cristo no somos engullidos por el abismo. La vida es caminar entre muchos vendavales y aguas abismales.

    Si Cristo está en la barca o está con nosotros, no nos hundimos. La Iglesia saldrá a flote si le dejamos sitio a Cristo no a una línea ideológico-eclesiástica de turno. El único imprescindible en la barca es Cristo. Todo y todos los demás somos pobres gentes con más pretensiones de poder que de salvación.

    Nos hará bien en las galernas y en las noches de la Iglesia mirar a Cristo, mirar al Reino de Cristo.

v 25. ANIMO, SOY YO, NO TENGÁIS MIEDO.

    Muchas veces aparece esta expresión que manifiesta la actitud de Jesús: no tengáis miedo, no temas pequeño rebaño, confiad

    Cuando el miedo está tan extendido en la barca de Pedro: sea por amenazas morales, canónicas, sea por totalitarismos eclesiásticos, a lo mejor es que estamos lejos del Señor que nos dice: ánimo, soy yo, no temáis.

    El “soy yo” evoca el Éxodo: Yo soy el que soy y recuerda toda la cristología del Evangelio de Juan: YO SOY el pan, la vid, el camino, la verdad, la vida… Que “el que es” se nos acerque, nos hace bien.

    La confianza en el Señor nos confiere el coraje y la osadía, la audacia para confiar en lo que los temporales parecen destrozar.

v 31 JESÚS LE TENDIÓ LA MANO, LO AGARRÓ.

    Jesús tiende siempre la mano, no deja nunca a nadie en la estacada.

    Tanto en las borrascas personales como en las eclesiásticas no perdamos la fe: ¡hombres de poca fe! Confiemos: ¡Señor sálvame!

vv 32-33 SUBIERON A LA BARCA – ERES HIJO DE DIOS.

    Subieron a la barca, a la Iglesia y allí vivieron con gozo y confesaron su fe: Verdaderamente eres Hijo de Dios.

    Donde Cristo está presente, hay salvación, serenidad y ahí se puede vivir la confianza, la fe en Él.

Soy yo, no tengáis miedo

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Juan José Tamayo: La iglesia arde. Crisis del cristianismo hoy.

Viernes, 21 de julio de 2023
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IMG_9995Tomando como referencia el incendio de la catedral de Notre Dame de París la noche del 15 al 16 de abril de 2019, símbolo del catolicismo europeo, el historiador italiano y fundador de la Comunidad de Sant` Egidio, Andrea Riccardi, ha publicado el libro La Iglesia arde. La crisis del cristianismo hoy: entre la agonía y el resurgimiento (Arpa, Barcelona, 2022) [i], donde se pregunta por la crisis de la Iglesia católica, más aún, por el peligro de su desaparición no solo en Francia, “la hija mayor de la Iglesia”, sino en Europa y en el mundo entero. Se trata de un problema que afecta o debe afectar a las personas católicas, pero que preocupa también a personas e instituciones laicas interesadas por el patrimonio humano y cultural del cristianismo y cuya posible desaparición interpretan como una pérdida de humanidad para todos, independientemente de sus creencias o increencias religiosas.

Notre Dame en llamas evoca la actual crisis profunda del cristianismo, pero, mirándolo bien, cree Riccardi, evoca también una crisis de la sociedad entera. Aprecia influencias mutuas entre el declive de la Iglesia y el de Europa, entre la fragilidad política de Europa y la fragilidad religiosa de la Iglesia. Es un fenómeno que contrasta con la recuperación de Santa Sofía para el culto islámico por decisión del presidente Tayyipp Erdogan en un proceso de reislamización de Turquía que ciertamente no es un fenómeno a imitar en el cristianismo.

Riccardi constata en Francia un avance del tradicionalismo católico frente al retroceso del catolicismo institucional y del cristianismo de base. En 2018 dos terceras partes de las diócesis francesas no tenían seminaristas, mientras que en la Iglesia tradicionalista de Marcel Lefebvre hubo un crecimiento hasta representar el 20% de las vocaciones sacerdotales. A esto cabe añadir que el progresismo católico, muy activo en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado, ha perdido protagonismo eclesial en las décadas posteriores y ha tenido un bajo índice de transmisión a la generación posterior, hasta sufrir una pérdida casi total entre la juventud. Se habla con razón del ateísmo juvenil.

El teólogo alemán Jürgen Moltmann ya había advertido en la década de los 70 del siglo pasado sobre la crisis de relevancia del cristianismo que explicaba por la ceguera de este ante el mundo real, ceguera que tornaba a la iglesia cristiana y a la teología “cada vez más anticuadas” (p. 239), sin hacer pie en la historia, ni tener incidencia en ella y, por ello, fuera de la vida de las personas. También el teólogo y filósofo de la religión Paul Tillich se refirió por las mismas fechas a la irrelevancia del mensaje cristiano para la humanidad de hoy.

¿Significa esta crisis el final del catolicismo? No lo cree así Riccardi, que ve la realidad con perspectiva histórica crítica, pero con esperanza, ciertamente no ingenua y crédula, sino fundada. La crisis, asevera, es un estado normal para la Iglesia, cuyo destino no es triunfar, y menos aún controlar la sociedad (p. 249). Es una constante en la historia del cristianismo, desde sus orígenes. A este respecto el historiador italiano deconstruye las construcciones míticas de la “edad de oro” de la cristiandad, que suelen situarse en el pasado. La crisis constituye, más bien, una oportunidad para un renacimiento, para abrirse a un futuro creativo, alternativo a la cómoda instalación en el presente y a la estéril añoranza del pasado.

Para salir de la “cultura del declive” en que se encuentra el cristianismo, cree necesario “deshelar” las instituciones de la Iglesia, “dejar del lado la visión cupular y optar por una dimensión comunitaria”, plasmada en “un nuevo protagonismo de la mujer, no porque sea útil, sino porque construye con su ingenio, junto con los hombres, una realidad más amplia y acogedora” reconociendo “el acontecimiento espiritual” de la revolución feminista, renunciar a una Iglesia autorreferencial, fomentar la extroversión de la comunidad, salir a las periferias existenciales, hacer fermentar las iniciativas comunitarias y pasar de un cristianismo de masas a comunidades evangélicas, auténticas y extrovertidas, y entender la Iglesia como una minoría creativa, no selectiva, como la levadura en la masa de la afirmación evangélica.

Ante la disminución constante de la participación social y civil, que caracteriza hoy a la ciudadanía, y en el desierto de soledad en que se han convertido muchas periferias sin lazos de empatía, la Iglesia, con todos sus límites, puede favorecer la libertad creativa dentro del pluriverso actual, fomentar nuevos ministerios que practiquen la com-pasión con los pueblos, los colectivos humanos y las clases sociales más vulnerables, y  la hospitalidad con personas migrantes, refugiadas y desplazadas. Son precisamente estas personas quienes enriquecen las comunidades cristianas, al tornarlas más plurales cultural, social y religiosamente. Es a estos colectivos y personas a quienes hay que incorporar a nuestras comunidades cristianas

Para superar el declive, Riccardi toma como referencia al papa Francisco, cuya base es el Evangelio leído en clave franciscana y cuyo centro son las personas y los colectivos empobrecidos hasta conformar la Iglesia de los pobres, provocando así una verdadera revolución en el discurso y la práctica cristianos: los pobres como lugar teológico y existencial. En el nuevo paradigma de la Iglesia de los pobres deben entrar los colectivos históricamente excluidos y asumir el protagonismo que les corresponde, entre ellos, las mujeres y los LGTBI, conformando una comunidad plural que acoge la diversidad sexual y de género.

Coincide asimismo con Francisco en que un cristianismo evangélico no pierde su identidad fomentando la cultura del diálogo como estilo de vida y método para la resolución pacífica de los conflictos y estableciendo alianzas entre mundos, tradiciones culturales, espiritualidades, religiones y sujetos diferentes, sino que la enriquece. Como afirma Raimon Panikkar, “sin diálogo el ser humano se asfixia y las religiones se anquilosan”.

Juan José Tamayo

[i] La Iglesia arde. La crisis del cristianismo hoy: entre la agonía y el resurgimiento,

Traducción de David Salas Mezquita, Arpa, Barcelona, 2022. 280 páginas

Fuente Fe Adulta

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“¿Cómo vivir la Pascua en medio de tantas crisis?”, por Leonardo Boff

Martes, 18 de abril de 2023
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Resurreccion-Cathopic_2443265701_16016610_667x1006“Después que Cristo resucitó ya no podemos estar tristes: el fin bueno está garantizado” 

“La Resurrección es  una revolución en la evolución, una anticipación del fin bueno de la vida humana. El Resucitado alcanzó una dimensión cósmica, nunca más ha dejado el mundo y llena todo el universo”

“Todos estamos en camino hacia Galilea para encontrarnos con el Resucitado. Él personalmente ha resucitado, pero su resurrección no se ha completado, mientras sus hermanos y toda la naturaleza no hayan resucitado aún”

Muchas crisis están asolando a la humanidad:la crisis económica que ha hundido a los grandes bancos de los países centrales, la crisis política con el ascenso mundial de las políticas de derecha y extrema derecha, la crisis de las democracias en casi todos los países, la crisis del Estado que se burocratiza cada vez más, la crisis del capitalismo globalizado que no puede resolver los problemas que él mismo ha creado, generando una acumulación de riqueza en muy pocas manos en un mar de pobreza y miseria, la crisis ética, pues ya no cuentan los valores de la gran tradición de la humanidad, sino el vale todo posmoderno (every think goes), la crisis del humanismo pues imperan relaciones de odio y de barbarie en las relaciones sociales, la crisis de civilización que ha comenzado a introducir la inteligencia artificial autónoma que articula miles de millones de algoritmos y toma decisiones independientes de la voluntad humana, poniendo en riesgo nuestro futuro común, la crisis sanitaria que ha alcanzado a toda la humanidad a través de la Covid-19, la crisis ecológica que, si no cuidamos la biosfera, nos alerta de una posible tragedia terminal del sistema-vida y del sistema-Tierra. Detrás de todas estas crisis hay una crisis aún mayor: la crisis del espíritu que representa una crisis de la vida humana en este planeta.

El espíritu es el momento de la vida consciente en el cual nos damos cuenta de que pertenecemos a un todo mayor, terrenal y cósmico, y que estamos a merced de una Energía poderosa y amorosa que sustenta todas las cosas y a nosotros mismos. Tenemos la facultad específica de poder dialogar con ella y de abrirnos a ella, identificando un Sentido mayor que impregna todo y que atiende nuestro impulso de infinitud. La vida del espíritu (que algunos neurólogos llaman el “punto Dios” en el cerebro) está siendo sepultada por la voluntad irrefrenable de acumular bienes materiales, por el consumismo, por el egoísmo y por una profunda falta de solidaridad.

Desde agosto de 1945, cuando los Estados Unidos lanzaron dos bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, se nos abrió la conciencia de que podemos autoaniquilarnos. Ese peligro aumentó con la carrera armamentista, que incluye a nueve naciones con armas químicas, biológicas y cerca de 16.000 cabezas nucleares. La guerra actual entre Rusia y Ucrania ha hecho que Putin amenace con el uso de armas nucleares, suscitando el temor apocalíptico del fin de la especie humana.

En este escenario, ¿cómo celebrar la mayor fiesta de la cristiandad que es la Pascua, la resurrección del Crucificado, Jesús de Nazaret? La resurrección no debe ser entendida como la reanimación de un cadáver como el de Lázaro. Resurrección, en las palabras de San Pablo representa la irrupción del “novissimus Adam” (1Cor 15,45), es decir, del ser humano nuevo, cuyas infinitas virtualidades presentes en él (somos un proyecto infinito) afloran totalmente. Aparece así como una revolución en la evolución, una anticipación del fin bueno de la vida humana. El Resucitado alcanzó una dimensión cósmica, nunca más ha dejado el mundo y llena todo el universo.

En este sentido la resurrección no es la memoria de un pasado, sino la celebración de un presente, siempre presente para suscitarnos alegría, la suave sonrisa de que la muerte matada de Jesús de Nazaret, el viernes santo, es solo una travesía a una vida libre de la muerte y plenamente realizada: la resurrección. El horizonte sombrío se aclaró e irrumpió el Sol de la esperanza.

Pensando en términos del proceso cosmogénico que engloba todo, la resurrección no está fuera de él. Por el contrario, es una emergencia nueva de la cosmogénesis, de ahí su valor universal, más allá del salto de la fe. La resurrección es la síntesis de la dialéctica, de donde Hegel sacó su dialéctica, de la vida (tesis), la muerte (antítesis) y la resurrección (síntesis). Esta es el final de todo, ahora anticipado para nuestra alegría. Es el verdadero génesis, no del principio, sino del fin alcanzado ya.

Considero que la versión del evangelio de San Marcos sobre la resurrección es la más realista y verdadera. Él termina el texto con Jesús resucitado diciendo a las mujeres: “id a decir a los apóstoles, y a Pedro, que él (el Resucitado) va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis, como os dijo” (Mc 16,7). Y así termina. Las apariciones relatadas, es convicción de los estudiosos que serían un añadido posterior. Es decir: todos estamos en camino hacia Galilea para encontrarnos con el Resucitado. Él personalmente ha resucitado, pero su resurrección no se ha completado, mientras sus hermanos y toda la naturaleza no hayan resucitado aún. Por esta razón, el mundo fenomenológicamente sigue igual o peor, con guerras y momentos de paz, con bondades y maldades, como si la resurrección no hubiera tenido lugar como signo de superación de esta realidad ambigua.

Pensando en términos del proceso cosmogénico que engloba todo, la resurrección no está fuera de él. Por el contrario, es una emergencia nueva de la cosmogénesis, de ahí su valor universal, más allá del salto de la fe. La resurrección es la síntesis de la dialéctica, de donde Hegel sacó su dialéctica, de la vida (tesis), la muerte (antítesis) y la resurrección (síntesis). Esta es el final de todo, ahora anticipado para nuestra alegría. Es el verdadero génesis, no del principio, sino del fin alcanzado ya.

Considero que la versión del evangelio de San Marcos sobre la resurrección es la más realista y verdadera. Él termina el texto con Jesús resucitado diciendo a las mujeres: “id a decir a los apóstoles, y a Pedro, que él (el Resucitado) va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis, como os dijo” (Mc 16,7). Y así termina. Las apariciones relatadas, es convicción de los estudiosos que serían un añadido posterior. Es decir: todos estamos en camino hacia Galilea para encontrarnos con el Resucitado. Él personalmente ha resucitado, pero su resurrección no se ha completado, mientras sus hermanos y toda la naturaleza no hayan resucitado aún. Por esta razón, el mundo fenomenológicamente sigue igual o peor, con guerras y momentos de paz, con bondades y maldades, como si la resurrección no hubiera tenido lugar como signo de superación de esta realidad ambigua.

Incluso así, después que Cristo resucitó ya no podemos estar tristes: el fin bueno está garantizado.

Feliz fiesta de Pascua para todos los que pueden realizar este camino y también para los que no puedan hacerlo. 

*Leonardo Boff ha escrito: La resurrección de Cristo. Nuestra resurrección en la muerte, Sal Terrae, varias ediciones.

Fuente Religión Digital

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Víctor Codina: “Ante esta crisis epocal, necesitamos resistencia y profetismo”. Intervención en el 41 Congreso de Teología.

Miércoles, 21 de septiembre de 2022
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Formas-de-ser-habitar-despues-pandemia-D


La Asociación Teológica Juan XXIII ha dedicado el 41 Congreso de Teología -que celebra en Madrid del 9 al 11 de septiembre- al tema de la pandemia, sus consecuencias, la postpandemia y las necesarias respuestas para virar el curso de la humanidad en dirección a un mundo más justo, solidario y superador de las brechas de la desigualdad

“A la Covid se ha añadido -señaló Víctor Codina durante su intervención- la cruel guerra de Ucrania, el riesgo de un conflicto mundial y atómico, la crisis económica mundial, los desastres del cambio climático, la perspectiva de la falta de agua, de gas y de energía, etc. Estamos ante una auténtica pandemia mundial, de la cual la Covid es solo la punta del iceberg”

“La pandemia no es casual, es consecuencia de un paradigma tecnocrático que ha destruido la naturaleza, es fruto de un sistema capitalista neoliberal que discrimina socialmente y mata, de una mentalidad nor-occidental, colonial, machista y patriarcal que descarta a ancianos, mujeres, indígenas y poblaciones del Sur global, edifica una sociedad basada en el armamentismo”

“Hemos vivido experiencias humanas nuevas: la experiencia de la vulnerabilidad del ser humano y la necesidad emergente del cuidado, el sentirnos comunidad, ya que todos estamos en la misma barca”

D8111DAE-301B-4C91-BFA9-ADC6CC7C7245 Agradezco esta invitación al Congreso y me pregunto si se puede todavía decir algo nuevo sobre la pandemia de la Covid 19. Si me atrevo a hablar hoy sobre la pandemia no es por mi competencia teológica, sino por haber sido víctima de la Covid, haber estado al borde de la muerte, casi a punto de ver las barbas de San Pedro

Pero a la Covid se ha añadido ahora la cruel guerra de Ucrania, el riesgo de un conflicto mundial y atómico, la crisis económica mundial, los desastres del cambio climático con sequías, incendios e inundaciones, la perspectiva de la falta de agua, de gas y de energía, etc. Estamos ante una auténtica pandemia mundial, de la cual la Covid es solo la punta del iceberg.

Sensación de shock apocalíptico

Tenemos la sensación de sufrir un shock apocalíptico, una crisis colectiva, colapso mundial, caos, ganas de devolver el billete de la vida, como Iván Karamazov, el deseo de volver cuanto antes a la normalidad, sin mascarillas, ni confinamientos, ni restricciones.

Junto a esta visión apocalíptica, real y sensacionalista, fomentada por las redes sociales, hemos de reconocer que la Covid 19 también ha revelado una serie de aspectos positivos de nuestro mundo: científicos han descubierto nuevas vacunas, médicos, enfermeras y personal sanitario han cuidado a los enfermos aun a costa de su salud, gran solidaridad de vecinos y voluntarios, comunicaciones vía zoom, celebraciones litúrgicas telemáticas, nuevas formas de vivir la fe al margen del templo y del clero, etc.

Hemos vivido experiencias humanas nuevas: la experiencia de la vulnerabilidad del ser humano y la necesidad emergente del cuidado, el sentirnos comunidad, ya que todos estamos en la misma barca.

Nuevas preguntas existenciales

También se han suscitado nuevas preguntas existenciales: ¿la pandemia es un castigo de Dios, como afirmaba el jesuita P. Penéloux en La Peste, de Camus? ¿dónde está Dios?, ¿qué es el mal?, ¿qué es la muerte?, ¿tiene sentido de la vida?, ¿ hay algo más allá de la muerte? Los cristianos también nos preguntamos si los templos cerrados no serían una crítica profética al clericalismo eclesial.

Por otra parte, la pandemia ha ido generando un pensamiento humanístico que percibe la interconectividad entre todo lo que ha sucedido. La pandemia no es casual, es consecuencia de un paradigma tecnocrático que ha destruido la naturaleza, es fruto de un sistema capitalista neoliberal que discrimina socialmente y mata, de una mentalidad nor-occidental, colonial, machista y patriarcal que descarta a ancianos, mujeres, indígenas y poblaciones del Sur global, edifica una sociedad basada en el armamentismo.

Alumbrar una nueva era

Estamos ante una crisis epocal, ante un modelo de humanidad y de sociedad que ha ya explotado, hay que ir más allá del antropoceno. Es ingenuidad pensar que hemos llegado al final de la historia, lo que necesitamos es resistencia, profetismo, porque otro mundo es posible y necesario, hemos de alumbrar una nueva era.

Surgen hoy nuevas preguntas teológicas que este Congreso deberá abordar: ¿no estaremos ante un signo de los tiempos, ante un lugar teológico y apocalíptico nuevo, en su sentido revelatorio, que nos anuncia que el proyecto de Dios es diverso del sistema social, ecológico, cultural y religioso de hoy? ¿No será que el Espíritu del Señor nos manifiesta hoy, a través del clamor de las víctimas y de los dolores de parto de una tierra esclavizada, que hemos de cambiar y convertirnos Señor? ¿No será que este caos global que sufrimos, encierra un kairós bíblico, donde el Espíritu del Génesis, la ruah femenina, aletea y engendra desde abajo una vida nueva, porque el Espíritu siempre actúa desde abajo para engendrar nueva vida?

No se trata de volver a la vieja normalidad de antes, sino de generar una resistencia activa, dar una respuesta liberadora, construir un mundo diferente, justo y solidario, cercano a los pobres, al Reino de Dios y a las bienaventuranzas de Jesús de Nazaret, sensible a la vida y esperanza Pascual de Jesús Resucitado.

El humorista de El País, El Roto, al comienzo de la pandemia dibujó a un profeta, vestido como Juan Bautista, que decía: He encontrado la vacuna”. “¿Cuál es?”, le preguntaron. “Otra forma de vivir”, les contestó. Pero le tomaron por loco.

Humanizar a Dios, divinizar la humanidad

En formulación teológica, Ximo García Roca, también víctima de la Covid, afirma que se trata hoy de humanizar a Dios y divinizar la humanidad, es decir acercar a Dios a nuestro mundo, inhumano y cruel, y hacer que la humanidad se abra al Misterio de un más allá trascendente al que los cristianos llamamos Padre-Madre nuestro.

Las distintas ponencias del Congreso sin duda ayudarán a responder estas y otras preguntas en torno a la Covid 19, ayudarán a levantarnos y ponernos a caminar de nuevo con esperanza. Buen trabajo.

 Fuente Religión Digital

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“El riesgo de defraudar a Dios”. 27 Tiempo ordinario – A (Mateo 21,33-43)

Domingo, 4 de octubre de 2020
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vineyard parableLa parábola de los «viñadores homicidas» es tan dura que a los cristianos nos cuesta pensar que esta advertencia profética, dirigida por Jesús a los dirigentes religiosos de su tiempo, tenga algo que ver con nosotros.

El relato habla de unos labradores encargados por un señor para trabajar su viña. Llegado el tiempo de la vendimia sucede algo sorprendente e inesperado. Los labradores se niegan a entregar la cosecha. El señor no recogerá los frutos que tanto espera.

Su osadía es increíble. Uno tras otro, van matando a los criados que el señor les envía para recoger los frutos. Más aún. Cuando les envía a su propio hijo, lo echan «fuera de la viña» y lo matan para quedarse como únicos dueños de todo.

¿Qué puede hacer el señor de la viña con esos labradores? Los dirigentes religiosos, que escuchan nerviosos la parábola, sacan una conclusión terrible: los hará morir y traspasará la viña a otros labradores «que le entreguen los frutos a su tiempo». Ellos mismos se están condenando. Jesús se lo dice a la cara: «Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».

En la «viña de Dios» no hay sitio para quienes no aportan frutos. En el proyecto del reino de Dios que Jesús anuncia y promueve no pueden seguir ocupando un lugar «labradores» indignos que no reconozcan el señorío de su Hijo, porque se sienten propietarios, señores y amos del pueblo de Dios. Han de ser sustituidos por «un pueblo que produzca frutos».

A veces pensamos que esta parábola tan amenazadora vale para el pueblo del Antiguo Testamento, pero no para nosotros, que somos el pueblo de la Nueva Alianza y tenemos ya la garantía de que Cristo estará siempre con nosotros.

Es un error. La parábola está hablando también de nosotros. Dios no tiene por qué bendecir un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que espera. No tiene por qué identificarse con nuestras incoherencias, desviaciones y poca fidelidad. También ahora Dios quiere que los trabajadores indignos de su viña sean sustituidos por un pueblo que produzca frutos dignos del reino de Dios.

José Antonio Pagola

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“Arrendará la viña a otros labradores”. Domingo 4 de octubre de 2020. 27º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 4 de octubre de 2020
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50-OrdinarioA27Leído en Koinonia:

Isaías 5,1-7: La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel
Salmo responsorial: 79La viña del Señor es la casa de Israel.
Filipenses 4,6-9: Poned esto por obra, y el Dios de la paz estará con vosotros.
Mateo 21,33-43: Arrendará la viña a otros labradores

Algunos seguimos aferrados a un «servicio de la palabra» más apto para generaciones pasadas que para la sociedad actual. Pretendemos hacer oír una «palabra» alejada de la realidad que vivimos, expresada en un lenguaje teórico, con poco sabor de la vida y la problemática de la gente… La inculturación sigue siendo una «materia pendiente» para demasiados predicadores cristianos. Nos preguntamos cómo lograr que nuestro «servicio de la palabra» se inspire y se haga carne en compromisos concretos por la Vida, la Justicia y la Solidaridad concretas, tal como se viven en el día a día…

Miremos a los profetas, que pueden orientarnos en este sentido. Ellos siempre mantuvieron una actitud crítica frente a las instancias de poder y, simultáneamente, vivían en medio del pueblo. Isaías, por ejemplo, no duda en utilizar una vieja canción romántica, sobre una viña, para comunicar con eficacia su mensaje. No teme que lo tilden de coplero de amoríos, o que la gente piense que sus recursos didácticos no están a la altura requerida. Para Isaías lo importante era hacer captar al decadente reino de Judá los peligros evidentes de una política interna ejercida mediante el autoritarismo, la represión y el inmediatismo. Y la maestría de su «servicio de la palabra», comprometido y vital, accesible y a la vez profundo, quedó reflejado en la «Canción de la viña» que hoy escuchamos como primera lectura.

Ocurre otro tanto con la predicación de Jesús, como podemos ver en el evangelio de hoy. Jesús se vale del mismo tema de la viña para expresar su mensaje.

Muchos grupos fanáticos consideraban que la salvación de Israel era la única meta de la historia. Jesús cuestionó duramente esta manera de pensar, por superficial y excluyente. Por eso, muchos líderes sectarios, tanto de derecha como de izquierda, consideraron que Jesús era una amenaza.

Para Jesús el Reino de Dios estaba abierto a todos los seres humanos «de buena voluntad», o sea, todas las personas que tengan como valor primero de su vida el Amor y la Justicia. Porque, como dice esa maravillosa canción litúrgica (el salmo 71), el Reino es «Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gratuidad, Amor». Por eso es por lo que no eran importantes para Jesús las diferencias raciales, de género o de cualquier otro tipo: todas las personas «de buena voluntad», todas las que estén dispuestas a vivir la solidaridad fraterna, están invitadas. Y Jesús no sólo propuso esto como un ideal, sino que lo realizó con su práctica.

Esta manera de actuar y de pensar le acarreó agudos y profundos conflictos con los grupos religiosos y políticos de la época, incluso con sus propios discípulos. Para los hombres ortodoxos, esta apertura del Reino de Dios a los extranjeros, enfermos y pecadoras era absolutamente impensable. Más aún, ellos consideraban que fuera de Israel y de su particular religión no había salvación para nadie. Se consideraban «propietarios» del Reino de Dios.

Jesús los desafía abiertamente, y por medio de esa comparación con la viña, les muestra que la ortodoxia recalcitrante no conduce a la salvación. El profeta de Galilea se burla de las pretensiones privatizadoras de los ortodoxos, y les muestra que Dios entrega el Reino a aquellas comunidades que viven el amor y la justicia. El Reino no es propiedad privada de nadie ni de ningún grupo en particular. Nadie lo tiene asegurado a título de una raza o religión concreta.

Toda la vida y ministerio de Jesús es compromiso con la vida. Sus acciones y palabras convocan a todos a compartir su vida en la nueva realidad humana y mundana que la construcción del Reino va provocando: sus obras poderosas, su acogida hacia los excluidos, el anuncio de la utopía de Dios que abre nuevos horizontes de esperanza en el corazón de los pobres. Éstos y otros signos son manifestaciones de la voluntad del Padre que envía a Jesús para que los hijos e hijas «tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10) y que, por ello, invita a celebrar el retorno del hijo «que estaba muerto y ha vuelto a la vida» (cf. Lc 15,32).

La denuncias de Jesús, por otra parte, nos indican que el mensajero del Dios de la Vida no puede permitir que el ser humano esté permanentemente torturado por experiencias de muerte. Queremos que nuestra vida y nuestro ministerio sean una confesión y un testimonio de nuestra fe en el Dios «que ama la vida» (Sab 11,26). Como seguidores de Jesús sabemos que esta vida se manifiesta y goza en plenitud cuando se pone totalmente al servicio del Reino (cf Mt 10,39).

Jesús, el Hijo del hombre, está dispuesto a dar su vida en rescate por todos (cf Mt 20,28). Nadie le quitó la vida; él la entregó libremente. De él hemos aprendido que ser buen pastor es desvivirse por el rebaño, dar la vida por los hermanos (cf Jn 10,11). En este momento debemos sumarnos a tantos cristianos y cristianas que en los últimos años han optado por servir a la vida, aun a riesgo de perder o complicar la suya propia. Al hacerlo, prolongamos la mejor tradición cristiana, confiados en la intercesión de nuestros hermanos y hermanas mártires. Leer más…

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4.10.20 DOM27 TO (La gran parábola: Mt 21, 33-43). Les matamos y quedamos así con la herencia. Terror económico, político y religioso

Domingo, 4 de octubre de 2020
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455px-Brooklyn_Museum_-_The_Son_of_the_Vineyard_(Le_fils_de_la_vigne)_-_James_TissotDel blog de Xabier Pikaza:

Ésta no es “una” más, es “la” parábola, la historia presente y futura, entendida en forma teológica (el amo es Dios) y antropológica (dueños, renteros, sacerdotes/senadores y asesinados somos nosotros). Es la parábola del terror de la cruz: Matar torturando, para retener la herencia de todos.

Normalmente, condenamos a los sanedritas judíos con los soldados romanos, como si ellos fueran los únicos asesinos terrorista, y nosotros los inocentes. Pero la parábola no “es” ellos, somos todos los que de modo indirecto o directo matamos (nos aprovechamos de aquellos que matan).

Ésta es la parábola-bomba, de los que dicen o piensan “que maten, y la viña será nuestra”. Es la parábola de todos los que mueren para “ventaja” de otros, en este caso, sacerdotes y senadores (políticos, jueces y ricos…).

Esta parábola es la “bomba” del evangelio, y Dios quiere (deja) que estalle, como palabra de amenaza… y salvación más alta: Fuego he venido a traer a la tierra ¿Qué puedo querer sino que arda? (Mt 10, 34-36; Lc 12, 49-53). Es la bomba de Dios, que puede convertir el asesinato terrorista en principio de salvación, desde las víctimas crucificadas.

Parábola, la historia humana

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo: “Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo.” Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: “Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.” Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?” Le contestaron: “Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.” Y Jesús les dice: “¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos (Mt 21, 33-43)

 Sentido general

1524376515_archive___Puede_estallar_una_guerra_nuclear__Que_esta_pasando_entre_Estados_Unidos_y_Corea_del_Norte_Esta parábola, que Mateo ha tomado de Marcos 12, 1-12 (cf. Lc 20, 9-19), retocándola en algún punto, describe la historia de Israel y de la Iglesia cristiana, la historia de la humanidad como lucha a muerte por la herencia, con terroristas grandes y pequeños, de guante blanco y guante negro, que siguen matando para apoderarse de la herencia de la tierra

En esta parábola “los terroristas que dicen matemos para quedar con la herencia” son los grandes gurús y benefactores de la historia oficial, los sacerdotes del Gran Templo, los “senadores” de la gran ciudad y del imperio… Ciertament, hay otros terroristas que han dicho y que dicen “matemos” para heredar… Terroristas políticos-militares, económicos y sociales (dueños de negocios de droga y tráfico de personas…). Pero aquí, en esta parábola, los terroristas (los que dicen matemos) son sacerdotes y “senadores”, los dueños legales de la historia, con Jerusalén  y Roma al fondo.

Los sacerdotes y “senadores”, poder religioso y civil de Israel y de la Iglesia, de las naciones-estado y de las multinacionales, se han apoderado dela “herencia”, y están dispuestos a matar por ella al Hijo-Heredero (que son los pobres de Jesús y con Jesús, los expulsados de las iglesias y naciones, de las multinacionaes). De esa forma actúan unos poderes que viven matando a otros, a diferencia de los publicanos y las prostitutas que han optado por el Reino (cf. Mt 23, 31).

 Ésta parábola condena a los renteros que se han adueñado de la viña de Dios, que es de todos, de manera que al final (en el fondo) se les conmina a sacerdotes y “senadores ricos” (dueños de naciones y multinaciones): “Se os quitará el Reino y se dará a otro pueblo que reparta (comparta) los frutos” [1].

 1_422-1579034_20200817123304Ésta es una palabra de juicio y condena contra los que gobiernan matando, esclavizando, asesinando… y una llamada de esperanza para los asesinados y explotados, porque “Dios” quitará el Reino a los asesinos y se lo dará a ellos.

El propietario de la viña es un oikodespotês, es decir, el verdadero Dueño de la casa, que debía ser una gran familia, en la línea de Mt 19, 29-20. Pues bien, en este contexto de disputa con las autoridades de Jerusalén, Jesús pone de relieve el hecho de que el Señor de la casa les ha confiado el cuidado de la herencia para servicio de todos (a ellos, sacerdotes, y con ellos a los “señores” de este mundo). Pero ellos ellos han querido adueñarse, y lo están haciendo, de un modo egoísta, violento, homicida. Esto dice el texto. Por comodidad divido el texto en tres secciones: Parábola (21, 33-39); interpretaciones (21, 40-42); conclusión (21. 43-45).

  La viña es la vida humana. Tres lecturas

La viña es Israel o, quizá mejor, la obra de Dios en su sentido extenso, el mundo entero, y los “viñadores” aparecen así como encargados de una tarea superior, es decir, de la obra y tarea de Dios, al servicio de todos los hombres. Así entendida, esta parábola se encuentra entrelazada no sólo con la historia de Israel, sino con la vida y destino de Jesús, de manera que ella puede interpretarse en tres planos:

  1. Es la parábola biográfica de Jesús, el heredero, representante de todos los hombres… Esta parábola cuenta la historia de Jesús, heredero oficial, representante de los pobres, que viene a pedir en nombre de ellos la herencia del mundo
  2. Es, al mismo tiempo, la parábola de la la religión, representada por Israel y por la Iglesia.  La iglesia de Israel  y la iglesia cristiana son la conciencia del mundo y así tienen que decir con su vida y con su obra que los herederos de “Dios” son los pobres, tienen que estar dispuestos a que les maten por ello… Ellos también (los eclesiásticos judíos, cristianos etc. corren el riesgo de apoderarse de la herencia, de matar al heredero, a los pobres.
  3. Esta es la parábola de la historia humana… y puede y debe contarse sin apelar directamente a Dios. Es la historia representada por sacerdotes y senadores (gobernantes, militares, dueños del dinero…) que se apoderan de la herencia de todos, matando a los pobres…. Es la historia de una humanidad que se destruye a sí misma

Es la parábola de la vida de Jesús, como signo y compendio de la historia del mundo 

 Esta es una parábola para los administradores de la viña, que, mirados en perspectiva bíblica, eran en tiempos de Jesús los sacerdotes y ancianos (senadores) del pueblo, que aparecerán después como sacerdotes y fariseos (21, 44). La parábola se eleva así en contra de los dirigentes de Jerusalén, en sentido religioso, social y económico, es decir, contra aquellos que triunfan matando a los siervos de Dios, y viven a costa de la herencia de los otros, es decir, de todos.

Es una parábola que les recuerda (y nos recuerda) que no son (no somos) dueños  de la viña (de un sacerdocio, rabinato o propiedad sagrada), sinoadministradores al servicio del cultivo de la tierra de Dios, cuyos frutos han de ser para los pobres, los necesitados[3].

La parábola supone que el dueño (Dios, amigo de los pobres) ha enviado a sus siervos para que recuerden a los agricultores, que no son propietarios de la viña, que no pueden hacer lo que ellos quieran con su finca (su dinero, su vino, su imperio…), que son renteros y, por tanto, servidores de una tarea y de una tierra para bien de todos, y en especial de los más pobres. Mc 12, 2-5 contaba la historia de esos enviados de manera más libre y literaria (un siervo, otro siervo, otro siervo…:). Mateo lo hace aquí de manera más monótona, hablando de dos tandas de siervos (24, 34-36), a quienes los renteros hieren, matan y apedrean, como se decía en la historia deuteronomista[4]. Leer más…

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De canción de amor a canción de muerte. Domingo 27 Ciclo A

Domingo, 4 de octubre de 2020
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661902_1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

“Mi amigo tenía una viña en fértil collado…”

Acto I: Explanada del templo de Jerusalén. Hacia 735 a.C.

          El murmullo se apaga lentamente. Cuando se hace silencio, Isaías se dirige a la gente congregada: «Voy a cantar una canción de amor. Del amor de mi amigo a su viña». El público sonríe incrédulo. No imagina al profeta cantando una canción de amor. Lo más frecuente en él son denuncias y elegías.

            La canción habla del trabajo entusiasta que dedica su amigo a una hermosa viña: entrecava el terreno, lo descanta, plata buenas cepas, construye una atalaya y, esperando una magnífica cosecha, cava un lagar. Pero, al cabo del tiempo, la viña, en vez de dar uvas hermosas y dulces, da ácidos agrazones.

            Isaías aparta la cítara y mira fijamente al público: «Ahora os toca a vosotros hacer de jueces entre mi amigo y su viña. ¿Podía hacer por ella más de lo que hizo».

La gente guarda silencio e Isaías continúa: «Voy a deciros lo que hará mi amigo: derribará su valla para que sirva de pasto a ovejas y cabras, para que la pisoteen mulos y toros; la arrasará para que crezcan en ella zarzas y cardos, y prohibirá a las nubes que lluevan sobre ella».

El profeta se interrumpe y pregunta de nuevo: «¿Quién es mi amigo y cuál es su viña?» Pero no da tiempo a que nadie intervenga: «La viña del Señor sois vosotros, los hombres de Israel y de Judá. Dios ha hecho mucho por vosotros, y esperó a cambio que practicarais el derecho y la justicia, que os portarais bien con el prójimo. Pero sólo habéis producido asesinatos y provocado lamentos».

            El texto de la canción es la 1ª lectura de hoy:

Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña. 

Mi amigo tenía una viña en fértil collado. 

La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas;

construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. 

Y esperó que diese uvas, pero dio agrazones. 

Pues ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá,

por favor, sed jueces entre mí y mi viña. 

¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho? 

¿Por qué, esperando que diera uvas, dio agrazones? 

Pues ahora os diré a vosotros lo que voy a hacer con mi viña:

quitar su valla para que sirva de pasto,

derruir su tapia para que la pisoteen. 

La dejaré arrasada:

no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y cardos;

prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella. 

La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel;

son los hombres de Judá su plantel preferido.

Esperó de ellos derecho, y ahí tenéis: asesinatos; 

esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos. 

Acto II: Explanada del templo de Jerusalén. Hacia año 29 de nuestra era.

Jesús acaba de contar a los sacerdotes y senadores la parábola de los dos hermanos, advirtiéndoles que las prostitutas y los publicanos les llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Inmediatamente, sin darles tiempo a reaccionar ni responder, les dice:

― Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar…

― Ésa ya la sabemos, comenta uno en voz alta. Ésa no es tuya, es de Isaías.

Jesús no se inmuta. Y la parábola toma de repente un rumbo imprevisible. A diferencia de la viña de Isaías, ésta sí da fruto. El problema no radica en la viña, sino en los viñadores, que se niegan a entregar los frutos a su legítimo propietario.

El drama se desarrolla en tres etapas. En las dos primeras, el dueño envía unos criados, y los viñadores los apalean, matan o apedrean. En la tercera, envía a su propio hijo. Cuando lo matan, Jesús, igual que Isaías, se encara con los oyentes, pidiéndoles su opinión: «¿Qué hará con aquellos labrado­res?»

A diferencia de lo que ocurre en Isaías, los oyentes intervienen, emitiendo una sentencia tremendamente dura: los viñadores merecen la muerte y la viña será entregada a otros más honrados.

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

― Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo, diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo. “Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: “Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.” Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»

Le contestaron:

― Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.

Y Jesús les dice: 

― ¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?  Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»

Tres grandes enseñanzas

  1. La canción de la viña de Isaías insiste en una idea que a muchos cristianos todavía les resulta extraña: el amor de Dios se paga con amor al prójimo. Dios ha hecho mucho por los israelitas, pero lo que pide de ellos no es actos de culto sino la práctica de la justicia y el derecho. Jesús dirá que el segundo mandamiento (amar al prójimo) es tan importante como el primero (amar a Dios). Y la 1ª carta de Juan afirma: «Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amar… a nuestros hermanos».
  2. Para Jesús, a diferencia de Isaías, el pueblo no es una viña mala e improductiva. Al contra­rio, da frutos a su tiempo. El mal radica en las autoridades religiosas, que consideran la viña propiedad privada y no recono­cen a su auténtico propietario. Por eso Mateo termina con un comentario incomprensiblemente suprimido por la liturgia: «Al oír sus parábolas, los sumos sacerdotes y los fariseos se dieron cuenta de que iban por ellos» (v.45). Sería completamente equivocado utilizar la homilía de este domingo para atacar al público presente, que bastante hace con soportarnos. Quienes debemos sentirnos especialmente interpelados somos los que tenemos una responsabilidad dentro de la comunidad cristiana.
  3. En su versión final (véase “Una cuestión discutida”), la parábola subraya la importancia y triunfo de Jesús. Después de todos los profetas (los criados), él es “el hijo”, lo más valioso que Dios puede mandar. Y aunque las autoridades religiosas lo infravaloren y desprecien, él termina convertido en la piedra angular del nuevo edificio de la Iglesia.

Una cuestión discutida

Muchos comentaristas piensan que la parábola primitiva contada por Jesús hablaba sólo del envío de los criados, los profetas, a los que los viñadores apalean, matan o apedrean. Y terminaría con las palabras: «Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.» Es pueblo eran los seguidores de Jesús.

Cuando lo mataron, los primeros cristianos pensaron que este era el mayor crimen, y se habrían añadido las palabras referentes al envío y la muerte del hijo. En la misma línea de subrayar la importancia de Jesús habría añadido las palabras del Salmo 118,22: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente». Es un cambio fuerte de metáfora. Los viñadores se convierten en arquitectos, y el hijo en una piedra. Los constructo­res la desechan, porque no la consideran válida como piedra angular, la que soporta el peso de todo el arco. Sin embargo, Dios la coloca en un puesto de privilegio. Con este añadido, la parábola pierde en clari­dad, pero advierte a las autoridades religiosas que su crimen no ha servido de nada, y alegra a los cristianos con la certeza del triunfo de Jesús.

La paz de Dios y la forma de conseguirla (Filipenses 4,6-9)

            La lectura de Pablo comienza con las palabras: «Nada os preocupe», y repite más adelante dos promesas muy parecidas: «La paz de Dios custodiará vuestros corazones» y «el Dios de la paz estará con vosotros». La paz, siempre necesaria, lo es quizá más en este tiempo. Pablo indica a los cristianos de Filipos tres recursos para conseguirla: 1) la oración, la súplica y la acción de gracias; 2) tener en cuenta todo lo que es virtud o mérito; 3) poner por obra lo que recibieron, oyeron y vieron en él.

            Si reflexionamos sobre estos recursos y los ponemos en práctica, conseguiremos la paz de Dios.

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Domingo XXVII. 4 octubre, 2020

Domingo, 4 de octubre de 2020
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Por último, les mandó a su hijo diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo.”

(Mt 21, 33-43)

Hoy celebramos la Buena Noticia de un Dios inmensamente paciente, capaz de enviarnos a su hijo, es decir, capaz de enviarnos lo más valioso que tiene. Y no nos lo envía cuando somos buenos, sino aun sabiendo que no sabremos ni acogerlo ni respetarlo.

La Buena Noticia, lo veíamos también la semana pasada, es que Dios no se da por vencido. A pesar de la cizaña, la semilla de la humanidad es buena y Él sabe que al final, todo saldrá bien. La luz vencerá la oscuridad.

Lo que mueve los hilos de la Historia de la Salvación son el amor, la generosidad, el puro derroche. Dios no pone condiciones, pone amor. Jesús no nace como resultado de la buena conducta del pueblo. Y aunque el pueblo lo espera, llega de la manera más inesperada, en el lugar indicado, pero sin ser reconocido a simple vista.

Así son las cosas de Dios: imprevistas. Y nosotras, pobres criaturas, no acabamos de saber reconocerlo y aun menos sabemos acogerlo. Nos pasa muchas veces como a estos labradores que cuando leemos la parábola nos parecen tan horribles y nos sale una respuesta como la de quienes le oyeron la parábola a Jesús: “Hará morir de mala muerte a esos malvados…”

Pero no fue así, nunca es así con Dios Trinidad, su paciencia es infinita, como lo es también su bondad y su amor por cada una de nosotras, por eso nos da lo más valioso que tiene, se nos da él mismo sin medida y espera, nos da todo el tiempo que necesitamos para aprender a acoger, a amar… Nos conoce y sabe que estamos hechas de amor infinito.

Oración

Gracias, Trinidad Santa, por tu eterna confianza. Por renovarla cada mañana, muy a pesar de nuestras guerras, envidias, codicias y larga lista de debilidades. Gracias porque nos recuerdas que nuestra verdadera esencia no es todo eso. Gracias por esa semilla divina que puede crecer y desarrollarse precisamente, en el estiércol de nuestra condición humana.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Oprimir al otro en nombre de Dios, es idolatría.

Domingo, 4 de octubre de 2020
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parabola-de-los-vinadores-asesinos-41Mt 21,33-43

De las tres parábolas con que responde Jesús a los jefes religiosos, (los dos hijos a la viña, los viñadores homicidas y el banquete de boda), la de hoy es la más provocadora. Al rechazo de los jefes responde Jesús con suma crudeza. Esta parábola se narra ya en el evangelio de Mc, del que copian Mt y Lc. Cuando se escriben estos evangelios ya se había producido la muerte de Jesús, la destrucción de Jerusalén y la separación de los cristianos de la religión judía. Era muy fácil anunciar como profecía, lo que había sucedido ya.

Aunque el relato puede verse como parábola, el mismo Mt nos la presenta como una alegoría, donde a cada elemento del relato, corresponde un elemento metafórico espiritual. El propietario es Dios. La viña es el pueblo elegido. Los labradores son los jefes religiosos. Los enviados una y otra vez, son los profetas.  El hijo es el mismo Jesús. Los frutos que Dios espera son derecho y justicia. El nuevo pueblo, a quien se ha entregado la viña que tiene que producir abundantes frutos, es la comunidad cristiana.

El relato del evangelio es copia casi literal del texto de Isaías. Pero si nos fijamos bien, descubriremos matices que cambian sustancialmente el mensaje. En Is el protagonista es el pueblo (viña), que no ha respondido a las expectativas de Dios; en vez de dar uvas, dio agrazones. En Mt los protagonistas son los jefes religiosos (viñadores), que quieren apropiarse de los frutos e incluso de la misma viña. No quieren reconocer los derechos del propietario. Pero al final se retoma la perspectiva de Isaías, pero se dice que la viña será entregada a otro pueblo, cosa que ni a Isaías ni a Jesús se le podría ocurrir.

Como en los domingos anteriores, se nos habla de la viña. Una de las imágenes más utilizadas en el AT para referirse al pueblo elegido. Seguramente Jesús recordó muchas veces el canto de Isaías a la viña. Sin embargo, no es probable que la relatara tal como la encontramos en los evangelios. No solo porque en él se da por supuesto la muerte de Jesús y el total rechazo del pueblo de Israel, sino también porque a ningún judío le podía pasar por la cabeza que Dios les rechazara para elegir a otro pueblo. Por lo tanto, está reflejando una reflexión de la comunidad cristiana muy posterior a Jesús.

“Se os quitará la viña y se dará a otro pueblo que produzca sus frutos”. Una manera muy bíblica de justificar que los cristianos se consideraran ahora el pueblo elegido. Esto era inaceptable y un gran escándalo para los judíos que consideraban la Ley y el templo como la obra definitiva de Dios, y ellos sus destinatarios exclusivos. El relato no sólo justifica la separación, sino que también advierte a las autoridades de la comunidad que pueden caer en la misma trampa y ser rechazada por no reconocer los derechos de Dios.

Recordemos que entre la Torá (Ley) y el mensaje del Jesús, existe un peldaño intermedio que a veces olvidamos y que, seguramente, hizo posible que la predicación de Jesús prendiera, al menos en unos pocos. Recordad las veces que se dice en el evangelio: “para que se cumplieran las escrituras”. Ese escalón intermedio fueron los profetas, que dieron chispazos increíbles en la dirección correcta, aunque no fueron escuchados. Muchas de las enseñanzas de Jesús, y precisamente las más polémicas, ya las encontramos en ellos.

“La piedra desechada por los arquitectos es ahora la piedra angular”, da por supuesto la apreciación cristiana de la figura de Jesús. Jesús no pudo contemplar el rechazo del pueblo judío como la causa de su propia muerte. Jesús nunca pretendió crear una nueva religión, ni inventarse un nuevo Dios. Jesús fue un judío por los cuatro costados y nunca dejó de serlo. Si su predicación dio lugar al nacimiento del cristianismo, fue muy a su pesar. El traspaso de la viña a otros, sobrepasa con mucho el pensamiento bíblico. En el AT el pueblo de Israel es castigado pero permanece como pueblo elegido.

Tendremos verdadera dificultad en aplicarnos la parábola si partimos de la idea de que aquellos jefes religiosos eran malvados y procedían con mala voluntad. Nada más lejos de la realidad. Su preocupación por el culto, por la Ley, por defender la institución, por el respeto a su Dios, era sincera. Lo que les perdió fue la falta de autocrítica y confundir los derechos de Dios con sus propios intereses. De esta manera llegaron a identificar la voluntad de Dios con la suya propia y creerse dueños y señores del pueblo.

No se pone en duda que la viña dé frutos. Se trata de criticar a los que se aprovechan de los frutos que corresponden al dueño. A Jesús le mataron por criticar su propia religión. Atacó radicalmente los dos pilares sobre los que se sustentaba. No criticó el templo y la Ley en sí sino la interpretación que hacían de ambos. También nuestros dirigentes son administradores y no dueños de la viña. La tentación de aprovechar la viña en beneficio propio es hoy la misma que en tiempo de Jesús. No tenemos que escandalizarnos de que en ocasiones, nuestros jerarcas no respondan a lo que el evangelio exige.

La historia nos demuestra que es muy fácil caer en la trampa de identificar los intereses propios o de grupo, con la voluntad de Dios. Esta tentación es mayor cuanto más religiosa sea la comunidad. Esa posibilidad no ha disminuido un ápice en nuestro tiempo. El primer paso para llegar a esta nefasta actitud es separar el interés de Dios, del interés del ser humano concreto y personal. El segundo paso es oponerlos. Dados estos pasos, ya tenemos justificado que se pueda machacar impunemente al hombre en nombre de Dios.

¿Qué espera Dios de mí? Dios no puede esperar nada de mí porque nada puedo darle. Él es el que se nos da totalmente. Lo que Dios espera de nosotros no es para Él, sino para nosotros. Lo que Dios quiere es que todas y cada una de sus criaturas alcance el máximo de ser. Como seres humanos, tenemos que alcanzar nuestra plenitud, precisamente por nuestra humanidad. Desde que nacemos tenemos que estar en constante evolución. Jesús alcanzó esa plenitud y nos marcó el camino para que todos podamos llegar a ella.

¿De qué frutos nos habla el evangelio? Los fariseos eran los cumplidores estrictos de la Ley. El relato de Isaías nos dice: “esperó de ellos derecho y ahí tenéis asesinatos; esperó justicia y ahí tenéis lamentos”. En cualquier texto de la Torá, hubiera dicho: “esperó sacrificios, esperó un culto digno, esperó oración, esperó ayuno, esperó el cumplimiento de la Ley”.  Pedir derecho y justicia es la prueba de que el bien del hombre es lo más importante. Jesús da un paso más. No habla ya de “derecho y justicia”, que ya es mucho, sino de amor desinteresado, que es la norma suprema.

La denuncia nos afecta a todos, porque todos tenemos algún grado de autoridad y todos la utilizamos buscando nuestro propio beneficio, en lugar de buscar el bien de los demás. No solo el superior autoritario que abusa de sus súbditos, como esclavos a su servicio, sino también la abuela que dice al niño: “si no haces esto, o dejas de hacer aquello, Jesús no te quiere”. Siempre que utilizamos nuestra superioridad para domesticar a los demás, estamos apropiándonos de los frutos que no son nuestros.

Meditación

Si en nuestro interior descubrimos alguna queja contra Dios,
no hemos entendido nada de lo que Dios es para nosotros
y nuestra relación con Dios será inadecuada.
El primer paso seguro hacia Dios
es descubrir que Él ya ha dado todos los pasos hacia mí.
Responder a ese don total, es nuestra meta.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Recoger los frutos.

Domingo, 4 de octubre de 2020
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uva-vite-prunottoUn corazón sincero podría lograr que incluso una piedra floreciese (Proverbio)

4 de octubre. DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 21, 33-43

Cuando llegó la vendimia, mandó a sus criados para recoger de los viñadores el fruto que le correspondía

Comentando la parábola de los trabajadores de la viña, afirmaba John Wesley que el objetivo fundamental de la parábola era mostrar que muchos judíos serían rechazados y muchos paganos admitidos.

Esta dura parábola se originó como la expresión del agudo conflicto al que había llegado Jesús con los gobernaban su pueblo, tomando después una especial significación a raíz de la destrucción de Jerusalén.

Sus líderes no habían cultivado suficientemente bien la viña de su dueño, habiéndosela robado a quien tenía derecho a ella.

La oferta hecha por Jesús, de una sociedad más fraternal, solidaria e igualitaria, tropezó con los intereses del gobierno.

Esta parábola posee un profundo sarcasmo, que resume la historia de los adalides de Israel. En el Antiguo Testamento habían comenzado como humildes inquilinos y frente a Jesús concluyen como homicidas.

Del mismo modo que la Iglesia antigua, como la de nuestros días saben que su razón de ser fiel a la misión de Jesús, que no se especifica tanto por la ortodoxia de la doctrina como por la praxis de liberación de los más necesitados.

“Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” (Jeremías 17, 7-8)

La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos (Proverbios 18, 21)

Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto Levítico, 26, 3-4

En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos (Juan 15, 8)

Les dijo Jesús esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y le echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no lo da, la cortas” (Lucas 15, 6-9).

La parábola de la higuera estéril es una de las ocho parábolas que terminan bruscamente sin que los evangelios brinden una interpretación directa de su aplicación. En esas parábolas, Jesús dejaba al oyente sacar sus propias conclusiones.

El uso de la higuera, que simboliza al pueblo de Israel, implica que la pertenencia al pueblo de Dios, y el árbol simboliza al pecador que no da frutos de conversión.

Y es verdad que ninguna disciplina al presente, parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados (Hebreos 12, 11)

Y en El libro de los Proverbios se dice que Un corazón sincero podría lograr que incluso una piedra floreciese.

El Evangelio de Mateo relata que Cuando llegó la vendimia, mandó a sus criados para recoger de los viñadores el fruto que le correspondía, pues como eran muy crueles, a uno le golpearon, a otro le apedrearon y al tercero le mataron, luego se lavaron las manos como Pilatos, y se fueron a contarle al dueño de la viña lo ocurrido.

Poema de Pedro Antonio de Alarcón

EL FRUTO DE BENDICIÓN

¡Cuántas veces fugaz la Primavera
vistió de flores mil el campo abierto,
hora tornado en árido desierto,
ni sombra ya de lo que en Mayo fuera!

En tanto aquella flor, la flor primera,
logro de afanes en cerrado huerto,
ve trocada el colono en fruto cierto,
de árboles mil semilla duradera.

¡Así la juventud! ¡Así la vida!
La que en vanos placeres se consume,
olvidada a la tarde desfallece:

en tanto que la fiel y recogida
que a un solo amor consagra su perfume,
más allá de la tumba reverdece

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Llamad@s a cuidar la viña de DiosLlamad@s a cuidar la viña de Dios.

Domingo, 4 de octubre de 2020
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red-vineyards-vincent-van-gogh-12483405-723-575Mt 21, 33-43

De nuevo Mateo nos presenta a Jesús invitando a sus oyentes a imaginar una historia y reaccionar ante lo que en ella acontece. Este relato se situ en los acontecimientos que se desarrollan en Jerusalén y que terminarán con la crucifixión de Jesús.

Desde su llega a Jerusalén (Mt 21) Jesús vive un conflicto abierto con las autoridades religiosas que cuestionan su autoridad y su mensaje. La parábola que recordamos hoy forma parte de la conversación que él tiene con los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo dentro del recinto del Templo (Mt 21, 23) y que está unida con la que escuchábamos el domingo pasado (Mt 21, 28-32) y que continuará en el capítulo siguiente (Mt 22) .

Escuchad esta otra parábola

La parábola presenta a un señor que arrienda una viña a unos campesinos y cuando envía a sus empleados a recoger la parte de la cosecha que le corresponde por el arriendo, los labradores reiteradamente se niegan a entregarle su parte y lo hace de forma violenta, matando a los emisarios. El hecho de que ricos terratenientes, que vivían en las ciudades, arredraran a campesinos sin tierras sus propiedades en el campo a cambio de parte de la cosecha era una situación frecuente en la Palestina del siglo I. Una realidad que no sería dramática para el arrendatario sino estuviese agravada por los impuestos que debían de pagar tanto en forma de diezmos a los sacerdotes como de tributos al Roma y a Herodes y que apenas les permitía quedarse con un mínimo para sus sustento y el de sus familias. Esta carga económica suponía con frecuencia un progresivo endeudamiento de los campesinos que podía llevarlos a la pobreza absoluta incluso a la esclavitud.  Esta situación generaba cada vez mayor inestabilidad social produciéndose diversos movimientos campesinos en contra de los abusos de las elites o de los romanos.

Partiendo de este contexto conocido, Jesús desafía a sus oyentes a identificarse con los viñadores homicidas revelándoles así que es consciente de que su vida está amenazada porque ellos, como líderes religiosos de Israel, están actuando como los arrendatarios de la parábola. La alusión a la viña evoca textos proféticos de Isaías y Jeremías reforzando así su denuncia de la tradición que ellos están cometiendo contra la alianza que Dios hizo con Israel:

“La viña del Señor todo poderoso es el pueblo de Israel… Esperaba de ellos derecho y no hay más que asesinatos, esperaba justicia y solo hay lamentos” (Is 5,1-7)

“Yo te había plantado como viña selecta, llena de las mejores cepas. ¿Cómo te has convertido en cepa degenerada?” (Jr 2,21).

De este modo Jesús se identifica con el Hijo de la parábola y actualiza en su propia vida la memoria profética de Israel. Su anuncio del Reino es una llamada clara a escuchar al@s pobres, a l@s oprimid@s… a buscar la justicia, a no convertir la religión en una excusa para el abuso. Dios quiere que cuiden de su viña, que la hagan fructificar desde la acogida, la bondad y el perdón.

La piedra que rechazaron los constructores

Mateo al recoger en su evangelio esta parábola le va a dar un toque personal para confirmar la fe de su comunidad que estaban experimentando el rechazo den sus hermanos judíos por su fe en Jesús.

Mateo invita a sus oyentes a reconocer en la parábola el destino de Jesús. Él era el hijo asesinado y su muerte en la cruz demostraba una vez más la infidelidad de Israel al camino que Dios le había propuesto. La pregunta puesta en boca de Jesús al final de la parábola: ¿qué hará el dueño de la viña con estos viñadores? (Mt 21, 40) tiene en el testimonio de quienes le siguen una respuesta clara: Lo habían matado, pero Dios lo había resucitado confirmando así su vida y su mensaje.

Desde esta certeza pueden recordar las palabras del salmo 118. En ellas sostienen su esperanza porque saben que los que se creían arquitectos de la fe han fracasado en su elección.  Jesús es la piedra angular desde la que construir comunidad (Sal 118, 22- 23) y por eso, pueden afrontar el rechazo, el abandono como lo había afrontado Jesús.  Ellos y ellas son ahora los llamados y llamadas a cuidar la viña de Dios y han de hacerlo desde la justicia, la bondad y el perdón. Ellos y ellas, como comunidad del Reino han de dar fruto abriendo las puertas de su casa a quien quiera escuchar su mensaje y encuentre junto a ellos y ellas un camino de vida y salvación.

Hoy, herederas y herederos de aquellas comunidades primeras como la de Mateo, seguimos estando invitadas/os a cuidar la viña de Dios, a cuidar a nuestros hermanos y hermanas, a construir espacios de sororidad y fraternidad, al estilo de Jesús que es la piedra angular de nuestra casa. La parábola nos invita al discernimiento para que no nos apropiemos del mensaje del Reino, desvirtuándolo y alejándolo del horizonte al que señaló Jesús. El horizonte de los/as pequeños/as, de los perseguidos/as, de los abandonados/as, el horizonte del amor compasivo de Dios.

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Autonomía y docilidad, un falso problema

Domingo, 4 de octubre de 2020
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Castro.2Domingo XXVII del Tiempo Ordinario

4 octubre 2020

Mt 21, 33-43

No parece probable que esta parábola –al menos tal como ha llegado hasta nosotros– fuera pronunciada por Jesús. Se trata, más bien, de la lectura que hicieron aquellas comunidades a partir de los hechos ocurridos, tratando de responder a una cuestión absolutamente crucial para ellas: ¿cómo explicar la muerte de Jesús?, ¿cuál ha sido su sentido y cuáles sus consecuencias?

  Con esta parábola –que aparece en los tres evangelios sinópticos– intentan explicar lo acontecido, y lo hacen en clave cristológica (¿quién es realmente Jesús?) y en clave eclesiológica (¿quiénes somos nosotros?). A través de la parábola responden: Jesús es el Hijo, “la piedra angular”, y nosotros, las comunidades nacidas a partir de sus seguidores, somos el “nuevo pueblo” elegido.

  La parábola presenta a Dios como un “propietario” que “arrienda” su campo a unos trabajadores. Tal imagen de la divinidad que, en aquel contexto cultural y en el paradigma en que se movían, era asumida sin dificultad, chirría notablemente para la consciencia moderna hasta producir rechazo. Se rechaza lo que para esta consciencia aparece como proyección y heteronomía.

   Es claro que, al nombrar o pensar a Dios, la mente no puede sino crear una proyección a medida de sus propias experiencias y de las creencias recibidas. Y es comprensible que, en aquella cultura, se presentara a Dios como un “señor todopoderoso” que imponía su voluntad “desde fuera”.

    La modernidad, celosa de la autonomía, se rebela con fuerza contra cualquier forma de heteronomía, que entiende como sometimiento e infantilismo. Y la postmodernidad, defraudada por los “grandes relatos”, sospecha de cualquier construcción mental sin apoyo en una realidad verificable.

  Con todo, más allá de esa doble crítica, la raíz de aquellas trampas habría que buscarla en la idea de la separación. Tal como lo veo, todo dios pensado y separado no puede ser sino un constructo mental, una divinidad creada a imagen y semejanza de la propia mente que la crea, con sus miedos y sus necesidades, sus expectativas y sus fantasmas, sus culpabilidades y sus anhelos.

   Pero Dios no puede ser pensado –en nuestra mente solo caben objetos, por lo que tenía razón la mística beguina Margarita Porete cuando afirmaba que “no hay otro Dios que aquel del que nada puede pensarse”– y tampoco puede ser separado –no existe nada separado de nada–. La idea de separación, generada por la mente que ve la realidad como una suma de objetos separados, y asumida de manera acrítica, supone un error de partida que vicia toda propuesta.

  Todo se modifica radicalmente cuando comprendemos aquello que dijera el místico Maestro Eckhart, en el siglo XIII: “El fondo de Dios y mi fondo son el mismo fondo”, es decir, cuando no imaginamos a Dios como un ser separado, sino como Aquello inefable –no impersonal, sino transmental y transpersonal– que constituye el Fondo último, la mismidad de todo lo que es, nuestra última identidad.

  En esa comprensión, todo encaja. La autonomía –proclamada por la modernidad, aunque con frecuencia entendida de manera egoica, es decir como si fuera prerrogativa del ego, que se plasmaría en la expresión: “yo hago lo que me da la gana”– no significa seguir el propio capricho, sino docilidad y fidelidad a lo que somos en profundidad.

   Para la mente analítica o absolutizada, “autonomía” y “docilidad” aparecen como actitudes contradictorias y mutuamente excluyentes. Sin embargo, desde la comprensión no-dual se advierte que se trata de la misma actitud, vista desde dos ángulos diferentes. No solo no hay oposición entre ellas, sino que se reclaman mutuamente. Se trataba, por tanto, de un falso dilema, como tantos otros que crea –y en los que se pierde– la mente.

  “Autonomía” y “docilidad” no son actitudes opuestas sino, en una admirable paradoja, las dos caras de la misma actitud. Porque no soy más autónomo cuando sigo los dictados del ego –ahí soy esclavo de sus apetencias y adicto a sus necesidades–, sino cuando vivo en coherencia con quien realmente soy. Y tampoco soy más dócil cuando me someto a cualquier referencia externa o separada. La persona sabia es dócil en todo momento a lo que somos –a la vida, a nuestra identidad profunda– y, en ese movimiento, es plenamente libre y autónoma. Porque ha comprendido que no somos el yo separado, sino la vida que se está experimentando en este yo.

¿Cómo entiendo y vivo la autonomía?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Cuando los hombres decepcionamos a Dios, éste dice: “Cristo”

Domingo, 4 de octubre de 2020
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12074494_mDel blog de Tomás Muro la Verdad es libre:

  1. Otra vez, la viña.

         Es la tercera parábola que escuchamos estos domingos con el tema rural-poético de la viña.

         Todo el que conoce un poco el mundo rural) sabe que la viña es una de las tareas que requieren mucho cuidado: hay que mantener la tierra limpia, hay que poner una cerca para que no entren animales y se coman las hojas de las cepas, las uvas, hay que podar, hay que escardar; la vendimia se hace (al menos hasta ahora) a mano. Los cuidados de la viña son muchos.

         Es un buen símbolo cuando el evangelio nos dice que: un hombre tenía una viña que cuidó con cariño… No es difícil intuir a Dios cuidando a su pueblo, que en adelante no será solamente el pueblo judío, sino un pueblo que dé frutos, que será no solamente la Iglesia, sino todo aquel que trabaje como dice Isaías (1ª lectura) por el derecho y la justicia.

  1. ¿y si no da fruto?

         Todo el que ha sembrado o plantado algo en cualquier orden de la vida, tiene una gran ilusión por ver brotar y disfrutar de los frutos. Sea en el orden de la agricultura, sea en el de la educación: familiar o en el colegio, en universidad, en la vida cultural, etc. Es hermoso sembrar y esperar -esperanza- a que brote y la semilla dé buenos y abundantes frutos.

         El dueño de la viña se había hecho ilusión de unos buenos racimos, una buena vendimia. Y por eso envía a algunos labriegos a recoger el fruto. Pero allí no había nada de nada: apedrean y matan a aquellos labriegos.

  1. ni abolengo, ni prepotencias

         La parábola de hoy levanta acta de la autoexclusión de los jornaleros de primera hora. Aquellos que habían sido llamados desde el comienzo finalmente han terminado matando incluso al Hijo.

         Podemos también nosotros pensar como los judíos, sumos sacerdotes, senadores y poderosos del pueblo: que somos de raigambre y tradición católica, cuando en realidad apenas nos queda un sustrato cultural.

         No basta con los cromosomas, con la etnia, con la tradición, hay que poner en activo las neuronas: lo personal, el pensamiento, el humanismo, la fe, y hace bien activar la bondad, el corazón.

  1. ¿Qué hará el labriego dueño de la viña?

         Ante la esterilidad y el no dar fruto, Isaías tiene palabras duras:

os diré a vosotros lo que voy a hacer con mi viña: voy a quitar su valla para que sirva de pasto, derruir su tapia para que la pisoteen. La dejaré arrasada: no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y cardos; prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella.

         Sin embargo Jesús, una vez más, termina la parábola de modo desconcertante. Los que le están escuchando, que es la jerarquía del templo: los sumos sacerdotes, los senadores del pueblo, es decir: “los del partido”, “los del obispado”, viven “lógicamente” de la doctrina tradicional, la ortodoxia, en el poder, por eso responden:

Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.

Sin embargo Jesús sale por otros derroteros muy diversos:

¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente

         El Señor de la viña, no la va a arrasar, como intuye Isaías, sino que la va a seguir cuidando. Su Hijo no queda en la muerte, sino que, como el grano de trigo, da vida; como la viña, su sangre es vida y redención, y es la piedra angular del nuevo templo no de piedras materiales, sino de “espíritu y verdad”, (Jn 4).

  1. Dios no se decepciona nunca.

         Nosotros nos decepcionamos y desilusionamos con frecuencia y pronto, “tenemos la mecha corta” y explotamos pronto.

         Allá en el Génesis se dice que; “vio Dios todo lo que había creado y le pareció muy bueno”, (Gn 1,10); aunque no es menos cierto que unos pocos capítulos más adelante, dice: “vio Dios lo que había creado y se arrepintió de haber creado al hombre”. (Gn 6,6-7).

         Sin embargo el Dios de Jesús no se decepciona nunca del hombre. Dios tiene una paciencia histórica infinita. Espera pacientemente siempre. Lo de Dios es una historia salutis: una historia de salvación. Es cierto el mal, los malos frutos, es cierta la historia de condenación (historia damnationis), pero Dios siempre espera a que el trigo salga adelante más allá de la cizaña. Y cuando Dios dice su última palabra, dice Jesús, que significa: salvador. Jesús es la última palabra de Dios. Finalmente, pues, no hay más que salvación, buenos frutos, pan y vino. Nuestra miseria es la que hace brotar la misericordia de Dios.

         Cuando los hombres “decepcionamos a Dios”, éste dice: Cristo.

  1. ¿pobres, débiles, extranjeros, tardíos?

         Quizás somos pobres en diversos sentidos: de familia humilde y pobre. Quizás nuestro apellido y nuestra proveniencia no son étnicamente puros como para ser de los de primera hora, de los puros, del templo; tal vez seamos débiles pecadores como los publicanos y prostitutas de la parábola del domingo pasado y de siempre; a lo mejor hemos llegado a última hora a trabajar en la viña.

         Nuestro Dios no se decepciona de nosotros. Si acogemos y proclamamos la última palabra que Dios ha pronunciado a la humanidad: Jesús, seremos salvos. (Rom 10,13)

Cristo es nuestra piedra angular

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“Caminar sobre el agua”. 09 de agosto de 2020. 19 Tiempo ordinario (A). Mateo 14, 22-33.

Domingo, 9 de agosto de 2020
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284110_247490881939361_1333783_nSon muchos los creyentes que se sienten hoy a la intemperie, desamparados en medio de una crisis y confusión general. Los pilares en los que tradicionalmente se apoyaba su fe se han visto sacudidos violentamente desde sus raíces. La autoridad de la Iglesia, la infalibilidad del papa, el magisterio de los obispos, ya no pueden sostenerlos en sus convicciones religiosas. Un lenguaje nuevo y desconcertante ha llegado hasta sus oídos creando malestar y confusión, antes desconocidos. La «falta de acuerdo» entre los sacerdotes y hasta en los mismos obispos los ha sumido en el desconcierto.

Con mayor o menor sinceridad son bastantes los que se preguntan: ¿Qué debemos creer? ¿A quién debemos escuchar? ¿Qué dogmas hay que aceptar? ¿Qué moral hay que seguir? Y son muchos los que, al no poder responder a estas preguntas con la certeza de otros tiempos, tienen la sensación de estar «perdiendo la fe».

Sin embargo, no hemos de confundir nunca la fe con la mera afirmación teórica de unas verdades o principios. Ciertamente, la fe implica una visión de la vida y una peculiar concepción del ser humano, su tarea y su destino último. Pero ser creyente es algo más profundo y radical. Y consiste, antes que nada, en una apertura confiada a Jesucristo como sentido último de nuestra vida, criterio definitivo de nuestro amor a los hermanos y esperanza última de nuestro futuro.

Por eso se puede ser verdadero creyente y no ser capaz de formular con certeza determinados aspectos de la concepción cristiana de la vida. Y se puede también afirmar con seguridad absoluta los diversos dogmas cristianos y no vivir entregado a Dios en actitud de fe.

Mateo ha descrito la verdadera fe al presentar a Pedro, que «caminaba sobre el agua» acercándose a Jesús. Eso es creer. Caminar sobre el agua y no sobre tierra firme. Apoyar nuestra existencia en Dios y no en nuestras propias razones, argumentos y definiciones. Vivir sostenidos no por nuestra seguridad, sino por nuestra confianza en él.

José Antonio Pagola

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La Iglesia católica española pierde creyentes y practicantes: se desploman las bodas, bautizos y comuniones

Miércoles, 24 de junio de 2020
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los-obispos-espanoles-con-el-papaEn 2001 el 70% de los enlaces se celebraban ‘por la Iglesia’. En 2019, apenas fueron el 20%

Más allá de lo formal –casi dos tercios de los españoles se declaran católicos, y más de tres cuartas partes han sido bautizados–, la práctica religiosa y sacramental en nuestro país ha vivido un brusco descenso en los últimos años

En apenas una generación, los fieles han ido abandonando los templos. Ya no se casan por la Iglesia, y cada vez menos se bautizan o hacen la primera comunión, históricamente los ritos de entrada en la Iglesia católica. Las primeras comuniones han pasado de 245.427 en 2012, a 222.345 en 2018, mientras que en el caso de los bautizos la cifra ha caído en picado: de 268.810 bautizos en 2012, a 193.394 en 2018

A finales de junio, diócesis como Plasencia o Valencia serán las primeras en comenzar a celebrar comuniones, bautizos y bodas en los templos católicos, ceremonias que se han visto frenadas por el impacto del coronavirus. Y, salvo algunas colas en lugares ‘de moda’ (Los Jerónimos en Madrid, y muchas de las basílicas en Sevilla, además de las catedrales de Burgos, Ávila o León), lo cierto es que el retorno de los ritos sacramentales no tendrán la afluencia de otros años. ¿La razón? No sólo la COVID–19, sino el hecho de que la sociedad española, en la práctica, ha dejado de ser católica.

Más allá de lo formal –casi dos tercios de los españoles se declaran católicos, y más de tres cuartas partes han sido bautizados–, la práctica religiosa y sacramental en nuestro país ha vivido un brusco descenso en los últimos años. Un descenso que se convierte en auténtico desplome cuando cruzamos los datos de bodas, bautizos o comuniones, las grandes celebraciones que históricamente han llenado los 23.000 templos católicos de nuestro país.

Incluso el Papa Francisco ha animado, en más de una ocasión, a volver a una Iglesia de pequeñas comunidades, sabiéndose –al menos en Europa– en clara minoría respecto a otras épocas en las que ser católico era parte consustancial del Viejo Continente.

Mientras se escuchan los exabruptos de más de un cardenal y varios obispos (Reig, Munilla, Cañizares, Sanz…), lo cierto es que la Iglesia española sigue estando en los niveles más bajos de aceptación social, aunque su peso sociopolítico sigue siendo muy fuerte en un país que apuesta por la laicidad.

Los datos del CIS de hace un año resultaban tajantes: por primera vez, los no creyentes se situaban por encima de los católicos practicantes. Así, aunque dos de cada tres españoles se declaran católicos, apenas el 22,7% acuden a misa o se confiesan. Los agnósticos o no creyentes suman el 29%. Si sumamos al 2,3% de los que afirman pertenecer a otra religión, concluimos que tres de cada diez ciudadanos no quiere saber nada de la Iglesia católica.

“Si no cambia la cosa, sólo celebraremos funerales”

¿Qué le queda a la Iglesia? Los ritos… y cada vez menos. La práctica religiosa de los últimos años ha vivido un auténtico desplome. Especialmente relevantes son los datos de las bodas. Si en 2001 el 70% de los enlaces se celebraban ‘por la Iglesia’, el año pasado el porcentaje descendió al 20%.

El derrumbe en las dos últimas décadas ha sido espectacular: en el año 2000 unas 163.000 parejas se unían por la Iglesia. El año pasado, la cifra se dividió por cuatro (41.975), según datos de la propia Conferencia Episcopal.

En apenas una generación, los fieles han ido abandonando los templos. Ya no se casan por la Iglesia, y cada vez menos se bautizan o hacen la primera comunión, históricamente los ritos de entrada en la Iglesia católica. Las primeras comuniones han pasado de 245.427 en 2012, a 222.345 en 2018, mientras que en el caso de los bautizos la cifra ha caído en picado: de 268.810 bautizos en 2012, a 193.394 en 2018.

Sólo han aumentado, y mínimamente, los sacramentos ‘de adultos’: confirmaciones (en 2012 110.065; en 2018, 129.171) y las unciones de enfermos (de 20.493 en 2012 a 25.663 en 2018).

¿Qué quiere decir esto? Los expertos consultados lo tienen claro. “Hemos perdido a la infancia, lo que quiere decir que estamos a punto de perder, si no lo hemos hecho ya, a la juventud. Y que, si no cambia la cosa, dentro de poco solo celebraremos funerales” lamenta un obispo español que prefiere mantenerse en el anonimato.

Los escándalos de abusos –”No sólo sexuales, sino de poder”–, la histórica ligazón de sectores católicos predominantes con los poderes económicos y políticos de este país, y la sensación de que la institución se ha alejado de los debates que interesan a la sociedad son algunas de las razones. “Curiosamente –analiza este prelado–, cuando tenemos en Roma a un Papa que es el paradigma de la globalización y de la cercanía. Algo hemos tenido que hacer muy mal para que no nos quieran”, asume.

Millones en las clases y en la ‘X’ de la Renta

Sin embargo, otros datos, precisan fuentes episcopales, podrían dar una imagen diferente de la situación. Según la Memoria de Actividades de la Iglesia española, más de 8,3 millones de personas acuden regularmente a las 9,5 millones de misas que anualmente se celebran en nuestro país. Una potencia de presencia pública que sólo pueden igualar algunos clubes de fútbol y que, en su día, la Iglesia utilizó en las calles para oponerse a los proyectos progresistas del primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, como Educación para la Ciudadanía y, especialmente, la ley del matrimonio igualitario.

Pese a notable descenso, más de tres millones de escolares optan por la clase de Religión Católica en las escuelas, que gracias a la llamada Ley Wert cuenta para nota en las escuelas, algo que el nuevo proyecto de ley educativo que se tramita en el Congreso pretende eliminar.

Además, las cifras de la Renta, obtenidas por los contribuyentes que marcaron la x correspondiente en su declaración han subido de forma espectacular en los últimos años, alcanzando un récord de 285 millones de euros en el último ejercicio.

Fuente Religión Digital

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Koldo Aldai: “África ha venido a mí…”

Lunes, 6 de abril de 2020
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caradeafrica-1Una furgoneta familiar anuncia pan caliente por las calles de una aldea tranquila; una primavera silenciosa se da a conocer alrededor de nuestro caserío con bocina mucho más discreta. El pájaro no necesita claxon para compartirnos que construye feliz nueva morada. Las nubes no dejan de bailar al son de un viento ya templado. La vida no se ha detenido, sólo un breve paréntesis para permitirnos a nosotros y nosotras sumar los mejores materiales para el ancho nido planetario, construir nueva y más solidaria Tierra, encarnar olvidada esperanza y poderosa primavera.

Los mutuos y elogiosos aplausos no se detengan. El miramiento por el otro se perpetúe. “En su día no reuní valor suficiente para marchar a África y ahora África ha venido a mí…”, nos comparte, igual de feliz que el pájaro, una valiente y entregada enfermera amiga. En realidad, África nos ha llegado a todos y, como decía el lehendakari, éste es el momento en que podemos dar lo mejor de nosotros mismos. Éste es el momento de la entrega grande y sincera que siempre habíamos aguardado y que ahora de repente, con estos pelos cargados de canas, con este apego de mullida butaca, se nos brinda…

Ahora que marcha ese amago de invierno, el mayor problema sería que el corazón unido se enfriara, que ya no hiciéramos sabroso bizcocho para toda la escalera, que dejáramos de cantar poderosas “arias” en los balcones de unas ciudades sin “Covid 19″. El único error sería que el vecino volviera a ser extraño, que todo de nuevo como en el pasado, antes que ese coronavirus omnipresente irrumpiera en nuestras vidas y vocabulario.

Ojalá toda esta crisis represente un parteaguas. Se impone el “antes y después”, la fractura con todo lo caduco o lo que es lo mismo lo antiguo, lo separado, lo insolidario. El gran fallo sería que el desafío del virus no revirtiera en positivo. El mayúsculo error sería no aprovechar esta preciosa crisis para dar un gran salto en nuestra conciencia colectiva. El final fatal sería que a la postre nada hubiera cambiado; que una vez el virus controlado (nos cuesta utilizar la palabra vencido para un ser vivo), las distancias no cayeran; que después de haber vivido la lúgubre separación, los más sólidos tabiques no se desplomaran; que las fronteras de todo orden no desaparecieran. El virus ha hecho que aflorara la inconsciencia de haber permanecido tanto tiempo separados, ha evidenciado cuánto nos necesitamos los unos a los otros.

El precio pagado no sea en balde. “Volveremos a juntarnos…”, “Romperemos ese metro de distancia entre tú y yo…” “Ya no habrá una distancia…”, no sean sólo frases bonitas que saltan raudas de móvil en móvil. Podamos hacer todo ello realidad. Que no sean sólo canciones que casi automáticamente nos aprestamos a compartir con nuestros contactos y grupos de whasap. Podamos encarnar lo que a toda velocidad tecleamos.

Nada nos ha unido como este bichito que en realidad no era “chino”. Le hemos mirado a los ojos y no los tiene rasgados, como proclama Trump. Se ha hecho presente por doquier, porque no había otra forma de relegar esa otra pandemia mucho más peligrosa y letal de la separatividad.

Koldo Aldai

Fuente Fe Adulta

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“El capitalismo parásito del catolicismo”, por Antonio Moreno de la Fuente.

Martes, 3 de septiembre de 2019
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italia_560x280A mi maestro y amigo Reyes Mate

Tenemos hoy la convicción de que estamos en un profunda “crisis global”, que afecta a lo económico, a la cultura, a lo político, a lo ecológico y a lo religioso. En lo religioso se aprecia, ante todo, una crisis general por la pérdida de credibilidad de todas las religiones, en sus doctrinas y mitos, en sus prácticas rituales, en la vida de sus dirigentes. La crítica a la Religión como opio del pueblo, de Karl Marx, es la  más conocida, al referirse a cualquier clase de religión, pero que incluye también al Cristianismo. Sin embargo, es poco conocida la crítica que realiza Walter Benjamin y que se dirige directamente al corazón mismo del Cristianismo, en un texto titulado: El capitalismo como religión (1) que, últimamente, está siendo dado muy comentado entre nosotros (2).

Dicho texto de Walter Benjamin nos permite confrontar hoy su intuición teológica- política con nuestro  presente, al interrogarnos  sobre el futuro del capitalismo  y del cristianismo. El proyecto revolucionario de futuro que Benjamin presenta siempre en sus escritos, a pesar de que el triunfo del nazismo y fascismo parecía negárselo a él en sus últimos días (3), nos interroga también hoy a nosotros (Grabriella Giudici). ¿Hay futuro para el capitalismo y el cristianismo o ambos desaparecerán o se metamorfosearán en otros sistemas y religiones?

  1. Sobre el capitalismo, Benjamin escribirá posteriormente sus Tesis sobre la Historia. En este texto anterior anuncia que para el Cristianismo no hay futuro, pues ha sido engullido o parasitado por el capitalismo, por lo que, la historia del cristianismo es esencialmente la historia de su parásito. Así dice Benjamin: “El capitalismo se desarrolló en Occidente como un parásito en el cristianismo –como se evidenciará no sólo en el Calvinismo sino también de otras corrientes ortodoxas del cristianismo– de tal manera que, al final, la historia del cristianismo es esencialmente la historia de su parásito, el capitalismo”. (4)

Parásito, según el Diccionario de la RAE, es el organismo animal o vegetal que vive a costa de otro de distinta especie. Ateniéndose a ello, Benjamin denuncia la transformación y la sustitución del cristianismo por la praxis capitalista. Es decir, el capitalismo es el sistema que se ha introducido dentro del cristianismo, no solo viviendo a su costa, sino chupando y suplantando totalmente su esencia, de modo que del cristianismo solo queda la apariencia, la cáscara, pues su realidad y su historia es la del capitalismo, en quien se ha transformado. Y esto lo afirma Benjamin, no solo del cristianismo calvinista, sino también de otras manifestaciones cristianas como podría ser el Catolicismo, de ahí el título del artículo.

En su exposición, Benjamin parte de la obra de Max Weber: La ética protestante y el espíritu del capitalismo (5). Según Weber, para el calvinismo el éxito económico de las personas es una señal de elección y salvación. De aquí que la laboriosidad o el ejercicio constante en la profesión humana y la organización racional del trabajo, que busca la producción y acumulación de riquezas, es señal de predestinación y amor de Dios. En contraposición, los pobres están condenados por no responder a esos designios de Dios de trabajar, de producir riqueza, estando, por consiguiente, excluidos también de la sociedad. Según Weber este es “el espíritu del capitalismo”, que nace con el calvinismo. Capitalismo que tiene resonancias de lo que ya había dicho Marx en El Capital. El modo de producción capitalista, es decir, el racionalismo económico del trabajo productivo y del comercio capitalista produce ciertamente riqueza, pero solo para la burguesía capitalista a costa de explotar o extraer la plusvalía del proletario. Esta es la asimetría sustancial que se da en el capitalismo en cuanto a la distribución de los bienes. El burgués capitalista sigue siendo rico y el trabajador proletario es cada vez más pobre, porque la plusvalía no se reparte: se la queda y la roba el burgués. Que el sistema económico capitalista nace con el calvinismo, lo reconoce Walter Benjamin, pero él da un paso más y afirma: “El Cristianismo del tiempo de la Reforma, no (solo) propició el ascenso del capitalismo, sino que se transformó en capitalismo”. ¿Cómo  pudo ocurrir esto?

  1. Según Benjamin, porque el capitalismo se ha transformado en una religión. Hay que entender al capitalismo como una religión (dice). Es decir, el capitalismo sirve esencialmente a la satisfacción de los mismos cuidados, tormentos y desasosiegos a los que antaño solían dar una respuesta las llamadas religiones”. Según  los comentaristas, el capitalismo viene considerado como una forma religiosa puramente cultual, sin doctrina revelada por un ente trascendente. Y es un culto permanente, sin descanso, sin fiestas de guardar, que no tiene por objeto la expiación, reconciliación o el perdón (El capitalismo es, presumiblemente, el primer caso de un culto que no expía la culpa, sino que la engendra) sino, al contrario, sus fieles se encontrarán siempre en deuda y culpables (6). Y dado que la trascendencia de Dios ha caído. Pero no está muerto, está incluido en el destino humano”, es decir, al quedar la trascendencia desplazada y circunscrita a solo el horizonte humano, sus adoradores no recibirán jamás la gracia del perdón, sino que, en una espiral infinita, se encontrarán siempre endeudados y culpables, desesperados en su absoluta soledad (Grabriella Giudici). Benjamin apostilla finalmente: “Allí reside lo históricamente inaudito del capitalismo: en que la religión ya no es la reforma del ser, sino su destrucción”. El capitalismo reemplaza el ser por el tener; las cualidades humanas por la suma de partidas mercantiles, las relaciones humanas por relaciones monetarias, los valores culturales o morales por el dinero, que es el único valor que cuenta (M. Löwy, 58). Pues bien, el cristianismo, según Walter Benjamin, ha asumido totalmente este tipo de religión capitalista, no solo el calvinismo, que fue su precursor, sino también las otras confesiones ortodoxas cristianas, como el catolicismo, de modo que en Occidente el capitalismo se ha hecho parásito del cristianismo. ¿Es esto así?
  2. Es cierto que, según la doctrina social de la Iglesia católica, en el catolicismo hubo siempre una “afinidad negativa” respecto al capitalismo, como lo prueba “el ascetismo del cristianismo primitivo y todos los aspectos relativamente cristianos de la ideología económica del catolicismo medieval”, según le gustaba decir a Ernst Bloch, a quien Walter Benajmin conocía y seguía. Sin embargo, Walter Benjamin no opina lo mismo en este aspecto que su Las prácticas ascéticas de los monjes primitivos no constituyen una salida real, porque no cuestionan la dominación de la religión capitalista, lo mismo cabe decir de los aspectos económicos del catolicismo medieval, como la lucha contra la usura, pues el catolicismo terminó por admitir los préstamos con interés (Löwy, 56, 64). Igual ocurre con la sociedad moderna y liberal. La doctrina de la Iglesia condenó sus principios liberales en el Syllabus (1864), pero no se opone realmente al orden social y económico de la sociedad burguesa, como aparece en la Rerum Novarum (1891) y demás Encíclicas. Sí se condenó, en cambio, el Comunismo ateo en la Divini Redemptoris (19 marzo 1937), por Pio XI. Con lo que, se puede afirmar lo que el teólogo de Sri Lanka, Tissa Balasuriya, dice del cristianismo occidental: “El cristianismo occidental ha perdido el barniz protector de no poder ya más ocultar su verdadera  estructura religiosa y, tal vez, la verdadera raíz de la divinidad que Occidente venera -el dios del dinero y de la guerra” (7).

Esto mismo ya lo había dicho Gustavo Gutiérrez (8) de la Iglesia de Latinoamérica. Pero mucho más lo podemos decir de nuestro país, en donde esta ha sido también una práctica constante de  la institución de la Iglesia católica, el estar siempre al lado y sosteniendo a las clases conservadoras dominantes, muy especialmente durante la dictadura franquista, según lo documenta detalladamente William J. Callahan en su obra “La Iglesia católica en España” (9) y Francisco Espinosa y José M.ª Garcia (10). Recientemente, sin embargo, dos hechos pueden probarnos el parasitismo del capitalismo en la práctica del catolicismo. El primero, es el modo de proceder abusivo del obispo de Cádiz, monseñor Rafael Zornoza Boy, denunciado por más de un centenar de  laicos y clérigos y puesto en conocimiento de la Santa Sede. Los despidos del obispado, el desahucio de un matrimonio de 70 años, el cierre de un centro para atención de emigrantes y otros actos del Sr. Obispo y su ecónomo, lo enjuicia certeramente un amigo, miembro de  esa plataforma: “Con ello  se demuestra que su gestión  se basa en la rentabilidad económica, muy alejada de los principios evangélicos y en el  apoyo fraterno a las personas y familias en situación de vulnerabilidad. Para el Sr. Obispo es muy fácil jugar a empresario utilizando dinero de la diócesis, recibido de distintas fuentes, y que debe ser administrado de acuerdo a las necesidades reales, prestando especial atención   a   los   más   débiles   (personas   sin   hogar,   desahuciados,   desempleados, emigrantes, familias en extrema pobreza…). Oculta, con su práctica y dialéctica, lo que significa la Buena Noticia de liberación y salvación para el ser humano”. La subordinación de los valores evangélicos de fraternidad y apoyo a las personas más vulnerables a la rentabilidad económica, es un caso patente de parasitismo del capitalismo en la práctica de este obispo de Cádiz, aunque sea de un obispo particular y sintomático y no generalizado.

El segundo caso de parasitismo capitalista, ya general de toda la Conferencia episcopal, es el escándalo de las inmatriculaciones realizadas por la jerarquía de la Iglesia católica que, en base al artículo 206 de la Ley Hipotecaria franquista de 1946 y del art. 304 del Reglamento Hipotecario de 1947, registró a su nombre innumerables bienes inmuebles: viviendas, plazas, huertos, garajes y hasta frontones que, obviamente, no sirven a los fines religiosos, sino para uso puramente lucrativo. Posteriormente, por la reforma de la Ley Hipotecaria realizada por el Gobierno de José María Aznar en 1998 , permitió a la Iglesia católica inscribir lugares de culto que no estaban registradas hasta entonces, un total de 4.500 propiedades, entre ellas la mezquita de Córdoba, la Seo de Zaragoza, la Catedral de Sevilla, con sus “dependencias anexas”: la Giralda y el Patio de los Naranjos, etc. Según Europa laica, la jerarquía de la Iglesia católica poseería unos 60.000 edificios aproximadamente (11), Según esto, se puede considerar a la jerarquía de la Iglesia católica, como la mayor empresa inmobiliaria de España o como una Sociedad Anónima, según titula su libro Ángel Munárriz y que, además, goza del privilegio de no pagar impuestos. Esta acumulación de bienes o voraz codicia, alser una práctica generalizada de la jerarquía de la Iglesia española (12), es una prueba más del parasitismo del capitalismo en la Iglesia católica institucional, al haber elegido al dios Mammon, en vez de los valores evangélicos.

Finalmente, podríamos preguntarnos: En el proyecto revolucionario de futuro que Benjamin presenta siempre en sus escritos ¿señala alguna salida posible a la Religión de “la jaula de hierro” del capitalismo? Lo trataremos de ver en el próximo artículo

NOTAS:

  1. Existen diversas traducciones de este texto al español. Entre ellas señalamos: BENJAMIN, Walter. El Capitalismo como religión. Traducción, notas y comentario por Enrique Faffani y Juan Antonio Disponible en: http://ceiphistorica.com/wp-content/uploads/2016/05/Benjamin-Walter-El-capitalismo- como-religi%C3%B3n.pdf . La Traducción de Omar Rosas (2008), disponible en: http://fundp.academia.edu/OmarVRosas/Papers/538833/El_capitalismo_como_religion_Walter_Benjamin. Y también otra del Viejo Topo, del 26 septiembre 2017, Disponible en: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/el-capitalismo-como-religion/. (Consulta 10-06-2019)
  2. Según creo, fue Reyes Mate el primero que nos dio a conocer a Walter Benjamin, en MATE RUPÉREZ, Medianoche en la historia: Comentario a las tesis de Walter Benjamin “Sobre el concepto de historia”. Madrid: Trotta, 2006. Últimamente se han publicado dos libros sobre el texto de Benjamín. El primero en: Karl Marx. Sobre la religión. De la alienación al fetichismo de la mercancía. Edición y estudio introductorio de Reyes Mate y José Antonio Zamora. Madrid: Trotta, 2018, pp.65-85. El segundo por LÖWY, Michael. Cristianismo de liberación: Perspectivas marxistas y ecosocialistas. De Juan Vivanco y otros. Vilasar de Dalt (Barcelona): El Viejo Topo, 2019, cap. 3. Capitalismo como religión. Walter Benjamin y Max Weber. Existe también un interesante comentario en italiano de GIUDICI, Gabriella. Eleonora de Conciliis, Walter Benjamin. Capitalismo e religione. Disponible en: https://gabriellagiudici.it/eleonora-de-conciliis-walter-benjamin-capitalismo-e-religione/ (Consulta 10-06- 2019).
  3. Walter Benjamin, en su intento de huir de los nazis que le perseguían, se suicidó en PortBou (Girona) el 26 de septiembre de 1940,
  4. Seguimos la traducción hecha por Enrique Faffani y Juan Antonio Ennis, referenciada en la nota 1ª.
  5. WEBER, La ética protestante y el espíritu del capitalismo. de Luis Legaz. Madrid: Reus, 2009. La dependencia de Max Weber la expone claramente LÖWY, Michael. Ob. Cit., p. 50.
  6. Walter Benjamin utiliza la palabra alemana Schuld, que significa, al mismo tiempo, “deuda” y “culpa” y que, el mismo Benjamin comenta: “obsérvese la demoníaca ambigüedad de este concepto”
  7. BALASURIYA, “Las religiones, en especial cristianismo, ante el futuro”. En Concilium, nº.319, febrero 2007, p. 25
  8. GUTIÉRREZ, Teologia de la Liberación: Perspectivas. 16 ed. Salamanca: Sígueme, 1999, pp.304-305: “La protección que recibe de la clase social usufructuaria y defensora de la sociedad capitalista imperante en Latinoamérica ha hecho de la Iglesia institucional una pieza del sistema y del mensaje cristiano un componente de la ideología dominante”.
  9. CALLAHAN, William La Iglesia católica en España (1875-2002). Tr. de Jordi Beltrán. Barcelona: Crítica, 2002.
  10. ESPINOSA MAESTRE, Francisco, GARCÍA MARQUEZ, José ª. Por la religión y por la patria: La Iglesia y el golpe militar de julio de 1936. Edición digital Titivillus, 2014.
  11. MUNÁRRIZ, Ángel. A. Dinero y poder de la multinacional vaticana en España. 2ª ed. Madrid: Akal, 2019, p.74, detalla, entre ellos, los siguientes datos: 23.019 parroquias, 812 monasterios, 2.591 colegios, 3168 bienes de interés cultural, 69 hospitales, 54 ambulatorios, 792 casas de ancianos, 247 guarderías…
  12. Proceder muy distinto de la Conferencia episcopal italiana, que llegó a un acuerdo con el Vaticano en 2012.

Comentario de Gonzalo Haya Prats en Atrio (20 julio 2019)

Quizás hemos pensado que el capitalismo era una transgresión para la ética cristiana, pero la teología tiene que caer en la cuenta de que es un ataque frontal (un vaciamiento parasitario) al mensaje de Jesús: “no se puede servir a dos señores, Dios y el dinero”. No se trata del comportamiento antievangélico de algunos obispos, sino de la acomodaticia posición institucional, tanto jerárquica como de la mayoría de nosotros, “los creyentes”, salvo importantes minorías.

Estas reflexionan ahondan cada vez más la distinción entre el cristianismo y el mensaje del Reino de Dios. El capitalismo puede haber vaciado el cristianismo pero, lejos de vaciar el Mensaje de Jesús, lo ha destacado como blanco sobre negro.

Antonio Moreno de la Fuente

Fuente Atrio 

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“La actual crisis político-social reclama profetas”, por Leonardo Boff.

Viernes, 15 de marzo de 2019
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gargallo2019-02-24

El profetismo es un fenómeno no solo bíblico. Consta su existencia en otras religiones como en Egipto, en Mesopotamia, en Mari y en Caná, en todos los tiempos, también en los nuestros. Hay varios tipos de profetas (comunidades proféticas, visionarios, profetas del culto, de la corte, etc.) que no cabe analizar aquí. Son clásicos los profetas del Primer Testamento (antes se decía Antiguo Testamento) que se mostraban sensibles a las cuestiones sociales, como Oseas, Amós, Miqueas, Jeremías e Isaías.

A decir verdad, en todas las fases del cristianismo siempre ha estado presente el espíritu profético, como entre nosotros innegablemente con Dom Hélder Câmara, con el Cardenal Dom Paulo Evaristo Arns, con Dom Pedro Casaldáliga y otros, por hablar sólo de Brasil.

El profeta es un indignado. Su lucha es por el derecho y por la justicia, especialmente en favor de los pobres, los débiles y las viudas, contra los explotadores de los campesinos, contra los que falsifican pesos y medidas, y contra el lujo de los palacios reales. Sienten una llamada dentro de sí, interpretada en el código bíblico como una misión divina. Amós, que era un simple vaquero, Miqueas, un pequeño colono, y Oseas, casado con una prostituta, dejan sus quehaceres y van al patio del templo o delante del palacio real para hacer sus denuncias. Pero no sólo denuncian. Anuncian catástrofes y después anuncian una nueva esperanza, un comienzo nuevo y mejor.

Están atentos a los acontecimientos históricos también a nivel internacional. Por ejemplo, Miqueas increpa a Nínive, capital del imperio asirio: “Ay de la ciudad sanguinaria, en ella todo es mentira. Está llena de robo, y no para de saquear. Lanzaré sobre ti inmundicias” (3,1.6). Jeremías llama a Babilonia “la metrópoli del terror”.

Debemos entender correctamente las previsiones de los profetas. No es que predigan las catástrofes, como si tuviesen acceso a un saber especial. El sentido es este: si la situación actual persiste y no se cambia la explotación, las prácticas contra los indefensos y el abandono de la relación reverente con Javé, entonces va a suceder una desgracia.

Lógicamente desagradan a los poderosos, a los reyes e incluso al pueblo. Se les llama “perturbadores del orden”, “conspiradores contra la corte o el rey”. Por eso los profetas son perseguidos, como Jeremías, que fue torturado y encarcelado; otros fueron asesinados. Pocos profetas murieron de viejos, pero nadie les hizo callar.

Evidentemente hay falsos profetas, aquellos que viven en las cortes y son amigos de los ricos. Anuncian sólo cosas agradables y hasta les pagan para eso. Hay un verdadero conflicto entre los falsos y los verdaderos profetas. Señal de que un profeta es verdadero es el valor de arriesgar la vida por la causa de los humildes de la tierra, que siempre grita por la justicia y por el derecho y que, incansablemente, defiende lo correcto y lo justo.

Los profetas irrumpen en tiempos de crisis para denunciar proyectos ilusorios y anunciar un camino que haga justicia al humillado y que genere una sociedad agradable a Dios porque atiende a los ofendidos y a los que han sido invisibilizados. La justicia y el derecho son las bases de la paz duradera: ése es el mensaje central de los profetas.

En nuestra realidad nacional y mundial vivimos hoy una grave crisis. Agrupaciones de científicos y analistas del estado de la Tierra nos advierten que si sigue la lógica de la acumulación ilimitada estamos preparando una grave catástrofe ecológico-social. No vamos hacia el calentamiento global. Estamos ya dentro de él y las señales son innegables.

Estas voces, de las más autorizadas, no son oídas por los “decision makers” ni por los hombres de dinero. En nuestro país, sumergido en una crisis sin precedentes, gobernado caóticamente por personas incompetentes y hasta ridículas, nos faltan profetas que denuncien y apunten caminos viables para salir de este atolladero.

En línea profética están las palabras de Márcio Pochmann: “Si se mantiene el camino abierto por el neoliberalismo de Temer y ahora profundizado por el ultraliberalismo que domina el confuso gobierno Bolsonaro, la evolución de Brasil tenderá a ser la de Grecia, con cierre de empresas y quiebra de la administración pública. Lo peor se aproxima rápidamente”. Otros van más allá: “si se imponen las reformas político-sociales, conformes a la lógica del mercado, meramente competitivo y nada cooperativo, Brasil podrá transformarse en una nación de parias”. Necesitamos profetas, religiosos, civiles, hombres y mujeres, o por lo menos que tengan actitudes proféticas, para denunciar que el camino ya decidido será catastrófico.

Valgan las palabras de Isaías: “El pueblo que vive en la oscuridad verá una gran luz. A los que habitan en regiones áridas, una luz resplandecerá sobre ellos” (9,1-2).

Leonardo Boff

Fuente Fe Adulta

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