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Entradas Etiquetadas ‘Adviento’

Juan y Jesús.

Domingo, 10 de diciembre de 2023
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Mc 1, 1-8

«Preparad el camino del Señor. Enderezad sus sendas»

Juan era un profeta enfrentado al sistema; un hombre austero y exigente consigo mismo que recorría el Jordán invitando al pueblo a volver la espalda al pecado, a cumplir su parte de la Alianza con Dios, a la penitencia y al bautismo por inmersión.

El gran éxito de Juan provenía del hecho insólito de abrir una puerta de salvación al pueblo llano y depauperado. A aquella chusma maldita —según expresión de los fariseos—, a los que todos despreciaban y condenaban de antemano, les decía que el Señor no les despreciaba; que también podían acceder al reino de Dios; que, en contra de lo que decían las autoridades religiosas, la salvación no estaba reservada a los selectos, sino a todos los que se convirtiesen arrepintiéndose de sus pecados.

Su enfrentamiento con las autoridades civiles tenía su origen en que Juan les hablaba con inusitada crudeza, denunciaba en público sus abusos y ponía de relieve sus vicios y corrupciones. También estaba amenazado por las autoridades religiosas, porque ofrecía la salvación al pueblo a través de un rito no sancionado por ellas, y en lugar profano; ajeno al Templo. La gente sagrada de Israel no podía permitir un hecho de estas dimensiones al margen de su omnímoda influencia.

En cualquier caso, su fama como profeta era formidable y crecía de día en día. Mucha gente de Jerusalén, de toda Judea e incluso de Galilea, salía al Jordán a escucharle y a ser bautizados por él. A Juan se le considera el heraldo de Jesús y por eso tiene un puesto destacado en los textos del Adviento, pero posiblemente fue mucho más.

Si leemos el evangelio con cierta perspectiva, resulta evidente la influencia de Juan en la decisión de Jesús de lanzarse a los caminos a predicar la buena Noticia. Por los sinópticos sabemos que Jesús visitó al Bautista, que fue bautizado por él (incluida la teofanía que aparece en todos ellos), que se retiró al desierto y fue tentado por el diablo, que volvió a Galilea e inició su vida pública. El evangelio de Juan, fiel a su estilo, omite el bautismo y las tentaciones, aunque también sitúa al Bautista al comienzo de todo.

Podemos imaginar que en un momento de su vida Jesús sintió la llamada de Dios, abandonó Nazaret y se dirigió al Jordán al encuentro del profeta al que todo el mundo respetaba. Algunos especialistas creen que permaneció allí bastante tiempo, e incluso que llegó a convertirse en discípulo de Juan. Aquel ambiente de oración y penitencia era propicio para que Jesús se empapase espíritu de Dios, y quedó tan lleno de él, que se sintió Hijo y decidió dedicar la vida a trabajar en las cosas de su Padre.

Antes, se retiró a los rigores del desierto a contrastar y afianzar su proyecto; a pedirle a su Padre fuerzas para culminarlo. Volvió a Galilea y (con mayor o menor conciencia mesiánica, no lo sabemos) se echó a los caminos a compartir con todos la buena Noticia que a él le había sido revelada: Dios no es el Juez que nos castiga, es Abbá.

Juan heraldo de Jesús. Jesús heraldo de Abbá.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fe Adulta

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Carmen Soto: Preparar caminos inexplorados para la buena noticia.

Domingo, 10 de diciembre de 2023
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Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios…”
Mc 1,1-8

Comienza…

antes de aquel día.
Antes de ser voceado
por Juan,
lo dijo Isaías.
Antes de escribir,
de gritar, antes.

Comienza…

Mucho antes
de predicar
de perdonar
de bautizar,

Comienza…”

cada día y
sigue, sigue, sigue…
en un instante infinito.

Comienza…

y nos llega
el agua fresca del Espíritu
que alivia y fortalece
por los siglos de los siglos.

+++

Mari Paz López Santos

2º Domingo Adviento,
FEADULTA

2023.12.10

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El camino como metáfora

Domingo, 10 de diciembre de 2023
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IMG_1545Domingo II de Adviento

10 diciembre 2023

Mc 1, 1-8

 El camino es una metáfora universal para referirnos a nuestra existencia, constante y “obligado” caminar, incluso a pesar nuestro. En cierto modo, podría decirse que estamos “obligados” a caminar, de la misma manera que estamos “obligados” a ser libres. No salimos nunca de la paradoja.

En otros momentos de la historia, los humanos creyeron que se trataba de un camino hacia “algo” o “Alguien” fuera: el nivel mítico de consciencia no puede imaginarlo de otro modo, por cuanto creía en otro mundo paralelo habitado por dioses. Así, la vida se entendía como un camino hacia Dios (hacia el cielo) o incluso, como en la tradición bíblica, se hablaba de Dios que caminaba hacia nosotros. Así hay que entender el texto que se lee hoy, en la cita de Isaías con la que Marcos inicia su evangelio: “Preparad el camino al Señor”.

Las tradiciones sapienciales y espirituales, sin embargo, siempre han entendido que el camino del ser humano es un “camino sin camino”, por cuanto la meta a la que habría que llegar no se halla lejos, ni fuera, ni en el futuro. Somos ya eso que andamos buscando. Se trata, en consecuencia, no de perseguir algo externo, sino sencillamente de caer en la cuenta de lo que ya somos. No hay que alcanzar algo; solo hay que reconocerlo.

Es cierto que todo empieza por la búsqueda, que nace, no solo de la necesidad, sino también del anhelo profundo que nos habita. Necesitamos cosas que nos llenen, pero anhelamos también aquello que trasciende el mundo de los objetos. El ser humano es un buscador desde el inicio mismo de su existencia. En un primer momento, se volcará hacia fuera, pensando que así encontrará aquello que lo sacie. Con el pasar de los años y tras varias crisis y frustraciones padecidas, tal vez dirija la mirada hacia su interior y llegue un momento en que se haga consciente de que no hay nada que buscar, porque ya es, en su dimensión profunda, todo aquello que anhelaba.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El Evangelio más que un libro es una persona, Cristo.

Domingo, 10 de diciembre de 2023
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1jlfbweDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- EL EVANGELIO COMO PRINCIPIO DE NUESTRA VIDA.

El evangelio de hoy nos ofrece el PRINCIPIO del evangelio de JesuCristo.

San Marcos se sitúa en el comienzo de la Biblia, en el Génesis: en el PRINCIPIO creó Dios… (Gn 1,1) y también es el mismo modo con el que san Juan comienza su evangelio: En el PRINCIPIO existía la Palabra (Cristo).

No es una mera cuestión lingüística: No comenzamos a leer un libro, una biografía. Se nos está diciendo que el evangelio es el principio, la luz y la fuente de nuestra vida. El Evangelio es por principio “Buena Noticia” de JesuCristo para el ser humano. Nuestro principio (“nuestros principios”, como decimos coloquialmente) es el Evangelio de JesuCristo Hijo de Dios.

El mismo Dios de la creación y que se ha hecho uno de nosotros es nuestro evangelio, es nuestro principio en la

vida. Desde el PRINCIPIO, desde el Génesis hasta el final de la historia estamos impregnados de EVANGELIO, de salvación. ¡Estamos salvados!

Evangelio significa noticia salvífica, anuncio liberador.

02.-  EL EVANGELIO NO ES UN LIBRO, ES UNA PERSONA: CRISTO.

Se suele decir con razón que el evangelio es anterior a los cuatro evangelios. Y es que el evangelio no es un libro, o cuatro, sino una persona: el Señor Jesús. La buena noticia es Cristo. El encuentro personal con Cristo es evangelio, liberación, salvación.

Este es nuestro PRINCIPIO en la vida, este evangelio, Cristo, embarga toda nuestra existencia.

Hay situaciones en la vida en las que nos hace bien volver sobre “nuestros principios”, dirigir de nuevo la mirada y el corazón al “PRINCIPIO”: al EVANGELIO que preside desde el comienzo nuestras vidas. En nuestras noches oscuras, en nuestras dudas, “desiertos”, volvamos a la fuente de aguas vivas, al Evangelio.

Desde el principio y por principio Cristo es nuestro Evangelio.

03.-  ESTAMOS EN EL DESIERTO: JUAN BAUTISTA, (Marcos).

El texto de Marcos sitúa a Juan Bautista en el desierto. Extrañamente Juan Bautista predica, grita en el desierto. Pero en el desierto no vive nadie. ¿O sí?

El desierto no es tanto un lugar geográfico, cuanto un lugar de travesía, de crisis, y por tanto, el desierto es un momento de experiencia dura, de experiencia intensa humana y religiosa.

a. El Éxodo y la travesía de las tribus hebreas durante cuarenta años por el desierto fue una experiencia dura de constitución del pueblo. En el desierto, en el momento Sinaí se plasma la ética, los diez mandamientos. La libertad no es fácil y en el camino de Egipto estábamos mejor: al menos teníamos para comer. Vivieron una experiencia de la dureza de la vida: sin pan, sin agua (maná y la roca).

b. También hoy en día -siempre- los humanos atravesamos por desiertos y etapas de sequía y aridez. Se suele decir que no estamos tanto en una época de cambios, sino en un cambio de época. Todo se viene abajo: la religión, el matrimonio, la familia, las tradiciones. Sentimos que un mundo está concluyendo y nos

lamentamos de la pérdida de valores, de lo que han cambiado las cosas y de lo mal que van. Nada es ya lo que fue.

Este es nuestro desierto, nuestro lugar de crisis, de hundimientos, de no ver salida. Es también el lugar de purificación, de paciencia, de camino y esperanza.

04.-  CONSOLAD A MI PUEBLO, A MI GENTE, (ISAÍAS).

Pocas veces pensamos y ofrecemos consuelo, tan necesario en la vida.

El consuelo es el descanso y alivio de la pena y sufrimientos que pueden afligir y oprimir el ánimo del ser humano.

Dios consuela a su pueblo.

Consolar, estar cerca, aliviar son actitudes muy de nuestro Dios, de JesuCristo y, por tanto, entra también en nuestro PRINCIPIO para con nosotros mismos y para con los demás. Seremos consolados por el Señor, (Mt 5).

¡Cuántas veces vemos a Jesús consolando a personas, sintiendo lástima de los enfermos, llorando ante el pueblo de Jerusalén!

La misericordia, sentir compasión, consolar son cuidados muy humanizadores y, por tanto, cristianos.

05.- EL DESIERTO TERMINARÁ Y LLEGARÁN LOS CIELOS NUEVOS Y LA TIERRA NUEVA, (2 PEDRO).

El desierto de la vida termina. El evangelio del Señor nos anuncia un cielo nuevo y una tierra nueva.

El cielo no puede esperar”, porque es lo que da sentido a la tierra. Desde el PRINCIPIO estamos llamados a terminar nuestro desierto, nuestro Éxodo en la tierra de promisión. El destierro de las “muchas babilonias” concluye en la Nueva Jerusalén.

Esperemos y soñemos con los cielos nuevos y la tierra nueva.

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De esperas, esperanzas y… ¿vivencias?

Sábado, 9 de diciembre de 2023
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Tete Hernández
MURCIA

ECLESALIA, 04/12/23.- En este tiempo de Adviento, es común ver, escuchar, leer… que este, es un tiempo de espera, tiempo de y para la esperanza. Esperamos confiados, esperamos ilusionados, esperamos desanimados, esperamos cansados de esperar… porque parece que nos pasamos la vida esperando…

  • Esperamos que termine el día para quitarnos por fin los zapatos y sentarnos con los pies en alto. Esperamos que llegue el fin de semana… de trimestre, … de curso.
  • Esperamos que nos pregunten aquello que mejor nos sabemos… Y luego, esperamos impacientes la nota, la media, la plaza…
  • Esperamos que toque el timbre para fichar, salir y desconectar del trabajo y esperamos encontrar esa misión que nos haga olvidar que estamos trabajando…
  • Esperamos la lluvia que sabemos necesaria, esperando que no nos llueva al sacar el coche, tender la ropa o salir de fiesta…
  • Espera el friolero el verano, el caluroso el otoño, el nostálgico el invierno y el romántico la primavera…
  • Esperamos que termine la semana para emprender el viaje que te lleva al encuentro del amigo y esperas, con ilusión, acoger algún día, al amigo en casa.
  • Esperamos el estreno de esa película, de la siguiente temporada, del próximo libro, canción o disco…
  • Esperamos ver pronto a quiénes echamos de menos y esperamos no cruzarnos a quiénes echamos de más…
  • Esperamos el resultado de esa prueba que puede condicionar nuestra vida o la de quien tanto queremos…
  • Esperamos que cierre la herida, y hasta se nos olvide que aquello nos hizo tanto daño… porque ¿y si es verdad eso de que el “tiempo todo lo cura”?
  • Esperan llegar a la otra orilla, cruzar la frontera y saltar esa valla quienes no pueden esperar ni sufrir más.
  • Esperamos que Nazcas en Navidad y que Resucites en Pascua…

Y mientras esperamos, aunque no nos demos cuenta…

  • Aprendemos del camino recorrido, de los tropezones dados, las señales encontradas, el asiento improvisado, el alimento compartido…
  • Descubrimos el olor a lluvia sobre la tierra, los colores de las hojas, el horizonte frente al mar, el azahar anunciando la fiesta…
  • Disfrutamos preparando el encuentro, crecemos al compartirlo y agradecemos al recordarlo…
  • Ponemos en juego nuestros mejores recursos para hacer bien el trabajo, buscar lo que queremos y querer más lo que hacemos…
  • Abrimos nuestras conciencias, brazos y corazón, para acoger a quienes se merecen llegar, saltar y cruzar, esas fronteras, que nunca tenían que haberse levantado…
  • Vivimos ya Por Ti, Contigo y En Ti.ESPERA Y CONFÍA

Que no me inquiete Señor, por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por el futuro lleno de incertidumbre.

Que quiera, lo que Tú quieres.

Ayúdame a ofrecerte, en medio de inquietudes y dificultades,
todo lo que tengo y soy. Aunque poco y pequeño,
lo pongo en tus manos.

Poco importa lo que crea que soy y puedo,
si tú me consideras plenamente realizada, a tu gusto.

Que me pierda confiada, ciegamente en Ti
porque sé que estás conmigo, aunque no siempre te vea.

Que sienta que estoy en tus manos,
tanto más fuertemente cogida,
cuanto más decaída y triste me encuentre.

Ayúdame a vivir feliz. Ayúdame a vivir en paz.

Que no deje que nada me altere ni quite la paz,
ni el cansancio ni mis fallos y fracasos.

Pon en mí, y conserva siempre sobre mi rostro,
una dulce sonrisa,

reflejo de la que constantemente me diriges.

Y que en el fondo de mi alma coloque,
antes que nada,

como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que me llene de tu Paz.

Que nunca olvide que
cuanto me deprima e inquieta, es falso.

Me lo aseguras en el nombre de las leyes de la vida
y de tus promesas.

Por eso, cuando me sienta decaída y triste,
ayúdame a ESPERAR Y CONFIAR

(Adaptación “Adora y confía” de Teilhard de Chardin)

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedenciaPuedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

Espiritualidad

8.12.23 Inmaculada: Dogma de libertad personal y liberación social (con Visi)

Viernes, 8 de diciembre de 2023
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Full title: The Immaculate Conception.Artist: Diego Velazquez.Date made: 1618-19.Source: http://www.nationalgalleryimages.co.uk/.Contact: picture.library@nationalgallery.co.uk..Copyright © The National Gallery, LondonLa Inmaculada Concepción, de Diego Velazquez.

Del blog de Xabier Pikaza:

Ha sido un dogma importante para la piedad católica a partir del siglo XVII, definido de un modo oficial el 1854.

Es un dogma pro-sexual, centrado en la concepción de María, por unión carnal de sus padres (según tradición: Ana y Joaquín). Es dogma pro.feminista, pues Mt 1, 18-25 Lc 1, 26-38 (evangelio el día) insisten en la autonomía personal de María, que no es sierva/esclava de un varón a quien debe someterse, sino mujer independiente ante Dios y ante la vida (es decir), ante los hombres.

Es un dogma que actualmente no dice lo que quiere decir a no ser que se reformule en perspectiva bíblica y actual

Preámbulo con Visi Amundarain: María no le pedía permiso a su marido

  Un día, hacia el año 1995, vino a verme   Visi Amundarain, gran mujer y amiga, sobrina “carnal” de Antonio Amundarain (1885-1954), fundador de las Aliadas de Jesús y María, a quien estaban por entonces incoando el proceso de beatificación. Venía enfadada con el modo de incoar el proceso y con las preguntas que le habían hecho. Venía también con deseo de comentar un trabajo sobre María mujer-libre, que yo había escrito para el Diccionario de Mariología.

El padre de Visi era hermano del pro-beato, y vivía en el caserío familiar de Elduayen, con su mujer y sus hijos (entre ellos nuestra Visi). Cuando tenía algún problema o necesidad, el tío cura venía al caserío familiar, pidiendo ayuda a su hermano, y haciéndose dueño de la casa… Y por si fuera poco llevaba después a su cuñada a la casa parroquial (durante tres o cuatro semanas), para que resolviera todos los problemas y trabajos que por entonces (entre el 1920-1940) solía haber en las casas de los curas, mientras su hermano (el padre de Visi) quedaba sólo en el basherri o caserío con muchos hijos y mucha labor, de limpieza, comida, labranza y pastoreo.

Estas y otras cosas me contaba Visi, añadiendo que había dicho a los del proceso de beatificación que su tío era santo, pero antxiñeko, de los de antes, de esos que hoy no se pueden beatificar… Y me decía después:

Tu dices en el diccionario que la Virgen María era una mujer autónoma, que no estaba sometida a su marido, ni a sus parientes curas, mientras que mi madre (la de Visi) tenía que someterse a su cuñado cura por el amor que tenía a su marido. Por eso, me seguía diciendo, mi amá (=madre) nos enseñó a todos sus hijos a ser independientes… Por eso, añadía, yo no me hice de las aliadas de mi tío, sino de la misioneras seculares de Rufino Aldabalde (Quizá por eso mismo mi madre, que andaba en la órbita de las aliadas tampoco se hizo aliada).

 Aquellas conversaciones con Visi (q.e.p.d.), sobrina del beato cura, me han ayudado mucho a pensar y crecer como cristiano

Inmaculada, Un dogma católico, definido por el Papa

El dogma de la Inmaculada es de tipo antropológico y pascual y sólo ha podido expresarse a lo largo de una historia compleja de la iglesia. Es un dogma que tal como fue definido por el Papa Pio IX el año 1854 no puede ser admitido ni por los cristianos ortodoxos ni por los protestantes (aunque puedan admitir su contenido profundo)

 Por otra parte, los temas eugenesia, con todo lo que implican sobre la posible manipulación del origen humano (fecundación partenogenética e implantación in vitro, clonación y gestación extrauterina…), han cambiado de forma radical las formas anteriores de relacionar sexo, generación vida humana. La iglesia sabe que sigue habiendo un tipo de «pecado original», un poder histórico del mal que nos precede y amenaza, vinculado a nuestra violencia y a las estructuras sociales de muerte que dominan sobre el mundo, pero no al sexo en sentido estrecho. En ese contexto de pecado, en apertura a la gracia del amor  y de la vida se sitúa nuestro dogma

Un dogma abierto al diálogo

 Este es un dogma sobre la concepción, es decir, sobre el surgimiento humano de María. Se trata, por principio, de una concepción normal, dentro de la historia israelita (y universal). A partir del Proto-evangelio de Santiago, la tradición litúrgica cristiana ha dado un nombre a los padres de María: Ana y Joaquín. Ellos se unieron un día al modo acostumbrado y concibieron a una hija, a la que llamaron María.

Pues bien, en contra de tendencias normales de una piedad y teología  obsesionadas por el pecado del origen (engendramiento) humana, el Papa afirmó que la concepción de María (realizada, de un modo sexual y personal, por la unión de varón y mujer) estuvo libre de todo pecado o, mejor dicho, fue un acto de purísima gracia. Al decir eso, la iglesia realizó una opción antropológica de grandes consecuencias, que aún no ha sido suficientemente valorada, superando una visión negativa del surgimiento humano, que se solía unir con el pecado.

Este dogma tiene un carácter pro-sexual.

 La cohabitación fecunda de Joaquín y Ana queda integrada en la providencia de Dios, es un gesto de gracia. La misma carne, espacio y momento de encuentro humano del que surge un niño (María) aparece así como ‘santa’, es decir, como revelación de Dios. Este dogma tiene un carácter genético y natal: el origen del hombre, con todo lo que implica de fecundación y cuidado de la vida que se gesta, viene a presentarse como revelación de Dios. En este contexto, la santidad está vinculada a la misma vinculación genética de los padres (a su amor total) y, de un modo especial, al surgimiento personal del niño (en este caso de la niña) que nace por cuidado y presencia especial de Dios.

Este «dogma» es inclusivo, no excluyente: lo que se dice de María puede y debe afirmarse de cualquier vida que nace. Toda historia humana es sagrada, presencia de Dios (es inmaculada, por utilizar el lenguaje del dogma), pero no por algún tipo de racionalidad abstracta, sino «en atención de los méritos de Cristo». Cada vida que nace es, según eso, una revelación del misterio mesiánico, abierto a la promesa de la Vida que es Dios.

Un dogma es anti-helenista (antiespiritualista)

pues va contra aquellos que, en línea de espiritualismo o gnosis, suponen que «el mayor pecado del hombre es haber nacido» (Calderón de la Barca) en un mundo dominado por la culpa, condenado a muerte. Este dogma ha sido y sigue siendo causa de gran consuelo para muchísimos cristianos, que asumen como propio este misterio del origen de María: lo que en ella ha sucedido no se puede interpretar de una manera aislada, como simple excepción, sino que es garantía del valor más hondo de la fecundidad humana, en clave familiar, social, cultural. Desde ese fondo, sólo podemos hablar de Inmaculada Concepción si hablamos de Inmaculado nacimiento e Inmaculada educación, pues ambas cosas van incluidas en el surgimiento personal humano.

María es Inmaculada de manera personal, acogiendo la vida y cariño, la presencia y palabra que le ofrece los padres, y es Inmaculada de manera activa, respondiendo de forma personal al don de la vida que le ofrecen otros. De esta forma, la Inmaculada Concepción es signo de providencia histórica de Dios, que se expresa a través de los padres de María, a quienes la tradición ha concebido como plenitud de la historia israelita, y como signo de providencia personal de María, que a lo largo de su vida ha respondido a la gracia de su nacimiento.

ANEJO: Pikaza, Libertad en Diccionario de Mariología, Paulinas, Madrid 1988, 1062-1084, reproducción parcial)

María creyente: libertad desde Dios

Dios se desvela ante María como palabra, por medio del Espíritu Santo. No es necesidad cósmica, ni es imposición biológica, ni siquiera es el destino de la vida. Dios es la palabra que saluda, le invita a responder en libertad y, al mismo tiempo, le sosiega; es la palabra que promete, explica y pide colaboración (/Lc/01/28-36); por eso habla sin imponerse, ilumina sin deslumbrar, actúa sin doblegar la voluntad del que le acoge. En el fondo, podemos definir a Dios como aquel principio personal de vida (Padre) que nos capacita para decidirnos y realizarnos como libres. En el fondo, lo que llamamos Dios es la experiencia radical de nuestra propia libertad potenciada, habitada, por el amor, en relación con los demás.

Dios actúa en el hombre como Espíritu, no como un poder o destino biológico que pueda situarse en el nivel de los agentes materiales o aun humanos que determina la concepción y gravidez de una mujer. Precisamente como Espíritu, vida  creadora influye Dios y actúa por medio de María (Lc 1,35; Mt 1,18-21). Pues bien, como Pablo ha descubierto, “allí donde está el Espíritu del Señor está la libertad” (/2Co/03/17): Dios actúa liberando al hombre, Dios le capacita para realizarse libremente sin imposiciones exteriores de carácter opresor.

María es, desde esta perspectiva, la mujer que libremente acepta su condición de persona, la mujer que no está al servició de ningún varón, ni siquiera de unos hijos y que, sin embargo, precisamente por eso, porque es libre, puede dialogar con un varón, con otros seres humanos, poniéndose libremente al servicio de unos hijos… La mujer que puede decirle a Dios (y decirse a sí misma) que quiere y puede concebir (ser madre), pero en libertad, en comunicación de vida, siendo ella misma. Es mujer “empoderada” por Dios, en sí misma, no es sierva de nadie (en el sentido normal de ese término).

En esta perspectiva se sitúa la respuesta de María.

 Cuando dice que ” sierva del Señor” no toma el término en sentido sociológico o jurídico; tampoco lo interpreta como signo de un sometimiento religioso, como causa de una destrucción o negación de su persona. Es todo lo contrario. María se dice sierva porque ha escuchado la palabra de la libertad, porque se ha descubierto fundamentada y potenciada por un Dios que la respeta en forma plena. Sólo por eso ella se entrega, en gesto de amor, en actitud de alianza. Porque sabe que Dios ha enriquecido gratuitamente su vida, ella le puede responder en actitud de gracia, ofreciéndole su vida.

Sierva, significa aquí servidora libre, “persona responsable”, capaz de responder, de compartir, de dialogar… En ese sentido, en todo el AT, “siervo” tiene el sentido de “ministro”, el que “realiza un ministerio”, sea “ministro del rey” (de un gobierno) o ministro de una Iglesia (papa, obispo…etc.). Aquel que tiene capacidad de actuar, de realizar una obra, de realizarse a sí mismo, en medio de un mundo complejo, como el que aparece, por ejemplo, en los poemas del 2º Isaías.

Leer más…

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Bendito sea Dios… Bendita eres tú.

Viernes, 8 de diciembre de 2023
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anuncio-a-mariaDel blog de José Luis Sicre El Evangelio del Domingo:

Si el próximo domingo se leyeran las lecturas normales del Ciclo A, aparecería Juan Bautista predicando la conversión y el perdón de los pecados. Y, al terminar los cuatro domingos de Adviento, el ciclo A no habría dedicado ni un solo pasaje a María (salvo la mención del ángel a José en el cuarto domingo). Cosa rara, porque, cuando va a nacer un niño, la gran protagonista es la madre. Afortunadamente, este año 2019, el segundo domingo cae el 8 de diciembre, día de la Inmaculada, y cede el puesto a esta fiesta (al menos en algunos países).

María inmaculada no significa que sea virgen

El dogma católico no está pensado para gente sencilla, y es fácil que la gente termine confundiendo los términos. Muchos relacionan “inmaculada” con “virgen antes del parto, en el parto y después del parto”. No tienen nada que ver. Inmaculada significa “sin mancha del pecado original”. Como dice la oración después de la comunión: María fue preservada, en el momento de su concepción, de los efectos del primer pecado (el de Adán y Eva), con los que nacemos todos los demás.

Este Hijo se merece la mejor madre

La idea que impulsó este dogma se encuentra en la oración inicial: “Oh Dios, que preparaste a tu Hijo una digna morada”. Idea que se desarrolla ampliamente en el Prefacio: “Libraste a la Virgen María de toda mancha de pecado original, para que en la plenitud de la gracia fuese digna madrede tu Hijo… Purísima había de ser, Señor, la Virgen que nos diera el Cordero inocente que quita el pecado del mundo…”.

El problema

Aunque lo anterior parezca lógico, a los teólogos les planteaba un gran problema: ¿cómo podía alguien estar libre de pecado antes de que Cristo muriese, si es él quien nos redime del pecado con su muerte? Así se explica que, en la Edad Media, grandes teólogos como San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, estuviesen en contra de la idea de que María nació sin la mancha del pecado original. En siglos posteriores hubo grandes debates y enfrentamiento sobre el tema, aunque cada vez fue mayor el número de sus partidarios, especialmente en España.

La solución

Curiosamente, en la declaración del dogma influirá, al menos indirectamente, la rebelión de los romanos en 1849, deseosos de instaurar la República. Pío IX se vio obligado a huir de los Estados Pontificios, refugiándose en Gaeta. Según el historiador Louis Baunard, fue el cardenal Luigi Lambruschini quien lo animó a proclamar el dogma: “Beatísimo Padre, Usted no podrá curar el mundo sino con la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Sólo esta definición dogmática podrá restablecer el sentido de las verdades cristianas y retraer las inteligencias de las sendas del naturalismo en las que se pierden”. Pío IX estuvo de acuerdo, pero antes quiso recabar la opinión del episcopado universal, que me manifestó de acuerdo. El dogma fue proclamado en 1854.

Buscando una base bíblica

Un dogma debe fundamentarse en la Escritura. Y los dos textos que se adujeron son los que tenemos en la primera lectura y el evangelio. En el texto del Génesis, después de maldecir a la serpiente, Dios dice: “Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón”. El texto hebreo original no habla de ella, sino del él, que se refiere a la enemistad atávica entre el campesino y la serpiente (y que podría aplicarse a Jesús). Pero la traducción latina de la Vulgata cambió él por ella, facilitando la identificación de la mujer con María, la nueva Eva que aplasta la cabeza de la serpiente. El argumento no es muy fuerte, como reconoció Juan Pablo II, porque tergiversa el texto original.

El segundo argumento se encontró en el saludo de Gabriel a María cuando la llama “llena de gracia” (kejaritomene). Esa plenitud excluiría cualquier tipo de pecado, incluido el original.

Solucionando el problema teológico

Suponiendo que los textos anteriores probasen suficientemente, ¿cómo pudo estar libre de pecado María cuando la concibió su madre, si Jesús todavía no había muerto? Los teólogos encontraron la respuesta: Dios la libró “en previsión de la muerte de su Hijo”.

Pensando en el pobre cristiano que va a misa

Lo anterior le resultará a muchos un galimatías teológico y no creo que le aumente su devoción a María. Por eso añado unas reflexiones sencillas.

En el 2º domingo de adviento del ciclo A, Juan Bautista exhorta a la conversión, que consiste en volver a Dios y cambiar de vida. María es el mejor ejemplo de esta conversión. En realidad, no es ella quien vuelve a Dios, es Dios quien se dirige a ella a través de Gabriel. Pero la relación que se establecerá entre Dios y María será la más fuerte que se puede imaginar, mediante la acción del Espíritu Santo y el nacimiento de Jesús. Y si Juan Bautista exige abandonar los proyectos propios y cambiar de forma de actuar, María renuncia a todos sus planes y se pone en manos de Dios: “Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”.

¿Se imaginaba María lo que estaba aceptando? Gabriel la engañó, al menos de entrada, al decirle que su hijo iba a ser grande, heredaría el trono de Dios y reinaría en la casa de Jacob para siempre. No le dijo que su hijo iba a ser criticado, que lo iban a considerar endemoniado y blasfemo, mucho menos que terminarían condenándolo a muerte. Pero, aunque se lo hubiera dicho, María habría respondido del mismo modo: “He aquí la esclava del Señor”.

María libre de todo pecado no significa que fuera impasible, que asistiera como una estatua a la pasión de su hijo. Significa que el odio, el espíritu de venganza, el rencor, el desánimo, nunca la dominaron. Gabriel le dijo: “has encontrado gracia ante Dios”. Gracia y mucho sufrimiento. Pero, a pesar de sus mentiras piadosas, Gabriel lleva razón. María encontró gracia ante Dios y ante nosotros, que la proclamamos bienaventurada.

En estos momentos en que el odio y el rencor se difunden por tantos ambientes y países con fuerte tradición cristiana, es bueno pedirle que su intercesión “repare en nosotros los efectos de aquel primer pecado”.

Bendita ella, bendito Dios, benditos nosotros

La segunda lectura no menciona a María, subraya el protagonismo de Dios Padre y de Jesús. No solo ella es la gran beneficiada en esta fiesta. También nosotros hemos recibido “toda clase de bienes espirituales y celestiales”. Hemos sido elegidos; hemos sido destinados a ser sus hijos; y, con ello, también a ser sus herederos.

Que María nos ayude a vencer las más diversas inclinaciones al mal y a agradecer a Dios por tanto bien recibido.

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María Inmaculada. 8 diciembre, 2023

Viernes, 8 de diciembre de 2023
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“Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús.”

(Lc 1, 26-38)

En mitad de nuestro tiempo de adviento irrumpe esta fiesta importante de María. Hoy celebramos la Inmaculada Concepción de María, un dogma de fe. Algo muy importante para la teología pero difícil de explicar y de entender, como sucede con la mayoría de las cosas importantes.

Pero como en este espacio no tratamos de hacer teología sino de acercarnos, de una manera orante, a la Palabra de Dios, podemos dejar el dogma y quedarnos con María.

María, una mujer sencilla de Nazaret que recibe la visita de un ángel que le pone la vida del revés. “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo…” Y nos podemos quedar con la capacidad que tuvo María de pasar de la turbación (“Ella se turbó ante estas palabras…”) a la decisión (“…hágase…”).

María, con toda su libertad (y eso significa con miedos, con dudas y vacilaciones) acepta la misión que Dios le propone. Acoge su invitación y lo hace con todas las consecuencias.

Las representaciones artísticas del momento de la anunciación suelen ser todas ellas en lugares idílicos y nos presentan una bella escena que transmite alegría y serenidad. De hecho “La anunciación” es uno de los misterios de gozo del rosario. Y está bien que sea así, Pero no olvidemos que María con su “hágase” a los planes de Dios está dando un salto al vacío.

Eso de que una joven soltera se quedase embarazada no era en el tiempo ni en la cultura de María (ni ahora en muchas culturas) algo trivial, podía llegar a significar, en el peor de los casos, la pena de muerte de esa mujer.

Por eso, el “hágase” de María está lleno de compromiso y de confianza, de abandono en las manos de Dios.

Oración

Acompáñanos, María de Nazaret, en este itinerario de adviento. Se nuestro modelo de compromiso y fidelidad, de audacia y de coraje.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El Señor está contigo.

Viernes, 8 de diciembre de 2023
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anuncio-a-mariaLc 1,26-38

El evangelista Lucas sostiene su narración de la infancia de Jesús en la figura de María.  Más allá de las interpretaciones que en los siglos posteriores se han ido haciendo de ella Lucas describe a la madre de Jesús como discípula y profeta. A lo largo de su relato sobre los orígenes del Mesías el autor del Evangelio va a invitar a sus lectores/as a reflexionar sobre la fe y el modo de actuar de María de Nazaret para que puedan incorporarla como referente en sus vidas.

Compañera en el camino de liberación

La escena de la anunciación, que aparece después del anuncio del nacimiento de Juan el Bautista, presenta a María, con tintes panegíricos, como alguien que escucha y pone en práctica la palabra de Dios. El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una joven pobre de Nazaret, un pueblo campesino insignificante de Galilea. La joven estaba desposada con un hombre de nombre José, pero, de acuerdo con los usos matrimoniales judíos, todavía no se ha. mudado a la casa de él para vivir juntos. El mensajero celestial anuncia la voluntad de Dios de que María tenga un niño que será grande, el Mesías, el Hijo santo de Dios. Segura de que el Espíritu le dará la fuerza y la protegerá, ella da su libre consentimiento, asumiendo su parte en la gran obra salvadora de Dios confiando, con la certeza profunda de que nada es imposible para Dios.

Para construir la escena de la anunciación Lucas va a combinar dos formas literarias frecuentes en la Escritura: El anuncio de un nacimiento (Jue 13, 2-23; Gn 16; Gn 18, 1-16) y la vocación de un profeta (Ex 3, 1-14; Jue 6, 11-24; Jr 1, 4-10). Ambos tipos de relato tienen una estructura similar en la que se destaca el proceso vivido por quien recibe el mensaje que pasa de la incredulidad a la confianza a lo largo del diálogo que entabla con el mensajero divino.

El evangelista en su relato une el anuncio del nacimiento de Jesús con la llamada de María como mujer a quien Dios encarga una misión. El anuncio de su maternidad es a la vez una llamada profética para actuar en la tarea de liberación que Dios promueve. Su libre aceptación la embarca en una aventura con un horizonte incierto que ella asume confiada porque se sabe sostenida en el Dios que desde siempre había acompañado a su pueblo.

Dios le promete su presencia

El enviado divino asegura a María el éxito de la su misión: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te volverá en su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios” (Lc 1, 35). Sus palabras no buscan predecir el milagro de una gestación irregular sino asegurar a la joven galilea la presencia cálida y constante de Dios ante el gran desafío de su vida.

Del mismo modo que, después de la resurrección, Jesús asegura a sus discípulos/as que vendrá sobre ellos/as la fuerza del Espíritu Santo (Hech 1,8) y ellos y ellas experimentarán esa fuerza para anunciar la Buena Noticia hasta los confines de la tierra, María se siente fortalecida para acoger el nuevo camino al que Dios la invita.

Por otro lado, la expresión “envolver en su sombra”, que se recoge en las palabras del mensajero, se hace eco de aquella nube que cubría la tienda del encuentro que Moisés había levantado en el desierto (Ex 40, 33ss). Una nube que visibilizaba para el pueblo la presencia de Yavé. Un presencia que protegía, refrescaba y guiaba. María, quizás, al escuchar la expresión evocó su tradición creyente, la esperanza compartida con su pueblo y sintió que el Dios que acompañó al pueblo en el éxodo también la acompañaría a ella haciéndose misericordia y fidelidad en todo momento.

Encuentro con el Dios vivo

Lo que le anuncia el mensajero no es que Dios la dejará embarazada, sino que Dios actuará en ella con su poder creador, señalando la relevancia de la misión a la que está siendo invitada. Por eso, ante la duda de María, el mensajero no le explica como va a suceder su embarazo, sino que la invita a confiar porque Dios hará posibles los caminos como los ha hecho para su prima Isabel (Lc 1, 36-37).

Como recuerda Elizabeth Johnson: “No tenemos acceso a la experiencia religiosa de María, pero sí podemos decir sencillamente que por el poder del Espíritu ella se encontró con el misterio del Dios vivo, el Dios gracioso de su vida, la sabiduría salvadora de su pueblo. En ese encuentro quedó echada la suerte para la llegada del Mesías” (Verdadera hermana nuestra, 295).

María en el misterio íntimo de este encuentro responde con valentía, escuchando y cumpliendo la Palabra de Dios que sobre ella pronuncia el mensajero. Ella no responde de forma sumisa sino libre. Ella sabe que aceptando la propuesta divina se hace servidora no sirviente. Ella responde desde la fe que la libera del miedo y la impulsa a poder lo mejor de sí misma en la misión incierta que asume.

María de Nazaret se convierte así para nosotras/os en un referente poderoso de libertad y creatividad, de fe y compromiso, de fidelidad y valentía, de promesa y esperanza. Con ella acogemos a ese Dios que libera, empodera y salva y que también nos invita al seguimiento y a la profecía generación tras generación.

 

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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¿Manchados o inmaculados?

Viernes, 8 de diciembre de 2023
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captura-de-pantalla-2017-04-03-a-las-17-06-23Fiesta de la Inmaculada Concepción

8 diciembre 2022

Lc 1, 26-38

Habitualmente se ha entendido el “pecado”como una “mancha”, refiriéndose incluso al llamado “pecado original”, por el que todo ser humano nacería ya “manchado” con aquella culpa primera. Se confundió lo que era un mito con un supuesto hecho histórico, acaecido en un tiempo y lugar determinados.

De aquella “mancha” primera quedaría excluida, según la definición dogmática de 1854, María la madre de Jesús, razón por la cual se la empezó a designar bajo la advocación de “Inmaculada Concepción”. Es decir, al revés de lo que sucedería en el resto de los humanos, María fue “concebida sin pecado original”.

Más allá de los mitos y los dogmas, la comprensión transpersonal nos hace ver que todos somos “inmaculados” en nuestra identidad última, aunque luego nuestro funcionamiento cotidiano esté lleno de “manchas” o de actitudes y comportamientos inadecuados. Pero una cosa no niega la otra.

Y eso nos lleva a replantear el tema del “pecado”, tal como también habitualmente se ha entendido. En la enseñanza religiosa, el pecado era (es) considerado como una “mancha” que rompe la comunión con Dios y hunde a quien lo comete en la culpa.

Sin embargo, el sentido del término que aparece en el evangelio no es ese. El término griego que aparece en el Nuevo Testamento es hamartia, que significa “errar el tiro”, es decir, equivocarse. Con ello, más que “mancha”el pecado es ignorancia. Y ahí aparece una convergencia entre todas las grandes tradiciones sapienciales: el mal es fruto de la ignorancia, es decir, del desconocimiento de lo que realmente somos. Debido a esa ignorancia –al tomarnos por lo que no somos–, “erramos el tiro”, sosteniendo actitudes y comportamientos que hacen daño.

No se niega nuestra capacidad de hacer daño, pero tampoco se olvida que, en todo momento, cada persona hace lo mejor que sabe y puede. Por ello, puede comprenderse todo comportamiento, si bien comprender no equivale en absoluto a justificar.

En el plano de las formas, cada persona será “responsable” de lo que hace. Pero, en el nivel profundo, todos somos “inmaculados”. Lo que somos es Verdad, Bondad y Belleza –por nombrarlo con los “transcendentales” de la filosofía escolástica–, Plenitud de Presencia, puro Ser.

Desde esta comprensión, celebrar a “María Inmaculada” es celebrar nuestra identidad profunda. Aunque nuestro pequeño yo –personalidad– funcione en la limitación y la ignorancia, apareciendo incluso “manchado” en algunas ocasiones, nuestra identidad es pura luz. La sabiduría consiste en hacer posible que la Luz que somos ilumine toda nuestra existencia.

¿Me veo “manchado/a” o “inmaculado/a”?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Adviento: un canto de esperanza I

Jueves, 7 de diciembre de 2023
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Adviento-2Vivir desde el gozo y la paz,

Carmen Herrero Martínez
ZARAGOZA

ECLESALIA, 27/11/23.- Con el Adviento, amanece la esperanza en el horizonte, en el corazón de todo creyente; porque de los cielos llueve el rocío de la justicia, de la paz y el amor. «En Adviento, esperamos un acontecimiento que ocurre en la historia y al mismo tiempo la trasciende» (San Juan Pablo II).

El Adviento es una espera esperanzada en la venida del Hijo de Dios, el Emmanuel. Adviento es un canto de esperanza y de confianza en Aquel que viene. El Señor llega, pero todavía no. Hemos de esperar hasta el día de Navidad, día de su encarnación en el mundo. ¡Él es nuestra esperanza! Pablo nos dice: “Pongamos nuestra esperanza en el Dios vivo” (1Tm 4, 10). El Adviento es un canto maravilloso de esperanza, pero tal vez, primero, tengamos que preguntarnos: ¿qué es la esperanza para mí? Y ¿qué es lo que espero? Y, ¿a quién espero? «Esperar significa e implica un corazón humilde, pobre. Solo un pobre sabe esperar. Quien está lleno de sí y de sus bienes, no sabe poner la confianza en ningún otro sino en sí mismo» (Papa Francisco).

Digamos que la esperanza es algo constitutivo al ser humano, porque sin ella la vida sería difícil y sucumbiríamos en el abismo. Toda persona, tiene un rayo de esperanza en que mañana “será mejor”. La esperanza es vital, todos necesitamos tener el aliento de esperanza que nos anime en nuestro vivir diario, para caminar hacia un futuro mejor, más luminoso y consolador. La esperanza está inscrita en las entrañas del ser humano. Si nos remontamos a los tiempos bíblicos, vemos cómo nuestros Padres en la fe, creyeron, contra toda esperanza en la Promesa de la Alianza. Por esto, se han convertido, para nosotros, en nuestros Padres en la fe, en testigos vivos de la confianza puesta de Aquel que va a venir, el Mesías, el anunciado por los profetas, el esperado de los tiempos. Ellos no alcanzaron a ver lo que nosotros hemos visto y tocado: El Verbo hecho carne. “Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad (Jn 1, 14).

La espera y la esperanza van unidas. Yo espero porque tengo esperanza y tengo esperanza porque soy capaz de seguir esperando contra toda esperanza. Si perdemos la capacidad de esperar, peligra la esperanza. ¿No será este el problema de la sociedad de nuestros días? Se ha perdido la capacidad de espera, y con ello también la esperanza; porque todo se ha de conseguir en seguida, al instante. Actualmente, todo es instantáneo, para ello basta pulsar un botón en una máquina y al momento tienes lo que has pedido, ¡ya estás servido! En nuestra sociedad, la capacidad de espera no se ejercita, pues ante la espera en seguida viene la protesta, la impaciencia. Nadie puede esperar a nadie. Sin embargo, la espera es muy necesaria, ella va unida a la paciencia, otra virtud ausente y, a su vez, tan necesaria en la vida. “La paciencia todo lo alcanza” dirá Teresa de Jesús. De esta falta de paciencia se deduce la poca capacidad de espera que, en general, tenemos. Si se pierde la espera y esperanza, tanto a nivel personal como social, se corre el riesgo de romperse, de hacerse añicos. Y una vez “rotos”, hechos “trizas”, resulta difícil reconstruir la persona y caminar unificados para afrontar la realidad de nuestra vida diaria con las dificultades que, en general, conlleva. La escucha de la Palabra, la celebración litúrgica y la oración personal, a lo largo de las cuatro semanas de Adviento, pueden ayudarnos a reavivar y renovar en nosotros la esperanza cristiana, así como la paciencia y unidad interior.

La falta de esperanza es una de las causas por la que nuestra sociedad sufre tanto desencanto, viviendo sumergida en tantos sucedáneos que no provocan sino desequilibrios psicológicos y adicciones, buscando recompensas efímeras de todo tipo; sin encontrar razones fundamentales que le den sentido para vivir desde el gozo y la paz que dan la fe y la esperanza en Dios. “Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse” (Is 11,30)

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedenciaPuedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

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Llegó el Adviento…

Martes, 5 de diciembre de 2023
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Del blog de los Amigos de Thomas Merton:

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La liturgia es la gran escuela de vida cristiana y la fuerza transformadora que vuelve a dar forma a nuestras vidas y a nuestros caracteres en la semejanza de Cristo…

La liturgia hace que el mismo paso del tiempo santifique nuestras vidas…

Cada nueva fiesta nos llama la atención hacia la gran verdad de Su presencia en medio de nosotros…”

*

Thomas Merton

Tiempos de celebración

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“Adviento: tiempo de reavivar nuestra esperanza”, por Consuelo Vélez

Martes, 5 de diciembre de 2023
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Comenzamos el tiempo de adviento, tiempo de reavivar la esperanza porque en un Niño frágil, pequeño, pobre, nos llega la salvación de nuestro Dios. Así lo anuncia el ángel a los pastores: “no teman porque les anuncio una gran alegría que será para todo el pueblo: ha nacido hoy, en la ciudad de David, el Salvador que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: hallarán al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre” (Lc 2, 10-12). Ya sabemos que los pastores creen en el anuncio del ángel y se dirigen a Belén para encontrar al Niño.

Adviento nos invita, llevados por la esperanza inquebrantable en nuestro Dios, a salir de los negativismos, escepticismos, incredulidades y decepciones, y encontrar el Niño del pesebre, la vida que Él nos trae, las transformaciones que su presencia produce.

El Niño Jesús nos trae la esperanza de la paz. Nos invita a seguir apostando por ella. A pesar de las guerras declaradas que hay en nuestro mundo, de la violencia de tantos grupos armados y de la delincuencia organizada, el Niño del pesebre nos fortalece para no renunciar a buscar el diálogo y encontrar una salida a tanta violencia y muerte. Sabemos que todo diálogo entre partes opuestas corre el riesgo de dilatarse, de traicionarse, de no cumplir las condiciones. Sin embargo, ¿hay otras salidas que respeten la vida -incluso de los enemigos- como lo propone el evangelio? ¿si no somos los cristianos los que apostamos por la paz -ya que seguimos al ‘príncipe de la paz’ (Is 9,5)- de quiénes otros hemos de esperarlo? A veces,algunos que ni se dicen creyentes creen más en la posibilidad de dialogar y lograr consensos que los que alardean de su fe. La paz no es una falacia. Es una tarea que tenemos entre manos porque sabemos que la esperanza no muere.

El Niño Jesús nos trae la esperanza de la justicia. Nuestros países siguen con esa deuda histórica de justicia con todas las personas por el solo hecho de ser persona. A nadie se le debería negar su derecho a la vivienda, a la salud, a la educación, a la alimentación y, a tantas otras necesidades básicas, de las que no gozan inmensas mayorías. No es fácil construir políticas sociales que acaben con la injusticia. Nos vemos abocados a idas y vueltas en los gobiernos de turno, muchos desaciertos y algunos aciertos, pero también el enfrentamiento real entre los que no quieren renunciar a sus privilegios y no aceptan ningún cambio que podría favorecer a muchos. A nivel de los cristianos la falta de dimensión política de la fe, es inmensa. Países tradicionalmente católicos sostienen injusticias estructurales inmensas. ¿Cómo entender esa contradicción? Muchas veces resulta imposible de entender. No parece que el bien común fuera el horizonte de los creyentes sino el individualismo, la acumulación y el propio bienestar. Pero el Niño del pesebre confronta nuestra inconsciencia social. Desde ese lugar de los últimos, alimenta la esperanza en un mundo donde nadie pase necesidad, donde todos tengan un solo corazón y una sola alma (Hc 2, 43-47).

El Niño Jesús nos trae la esperanza de recuperar la armonía con la creación, el redescubrirla como casa común, lugar de comunión y alabanza al Creador; comprometiéndonos con afrontar el cambio climático para que no siga causando los actuales deterioros. La encíclica Laudato si (2015) y la exhortación Laudato Deum (2023) del Papa Francisco son documentos que han traído toma de conciencia al interior de la Iglesia de la responsabilidad ecológica inherente a nuestra fe. A veces sentimos que ya es demasiado tarde para frenar esa irresponsable carrera de explotación de la creación, sin embargo, el Niño del pesebre aviva la esperanza de una conversión ecológica que no admite más aplazamientos.

El Niño Jesús nos trae la esperanza de una iglesia sinodal, misionera, en salida, que incluye a todos y se compromete con los últimos de cada tiempo, buscando transformar las situaciones que los afectan. No en vano se lleva trabajando dos años en el sínodo de la sinodalidad, apoyado por una porción de Iglesia y rechazado por otra porción, no pequeña. Pero estos esfuerzos no se pierden porque el sínodo ha dado la oportunidad de escuchar, proponer, pensar, reflexionar, discernir. Confiamos que la esperanza en una Iglesia capaz de caminar al ritmo de los tiempos no quede defraudada.

Y ¿qué otras actitudes de esperanza son necesarias alimentar, proponer, desarrollar, impulsar? Cada persona tendrá sus preocupaciones más acuciantes que sería muy importante explicitar en este tiempo de adviento. Lo que es seguro es la presencia de nuestro Dios, ese Dios Niño, acompañando nuestras esperanzas más hondas y asegurándonos que no quedarán defraudadas.

Entremos, pues en este tiempo de adviento, con la confianza inquebrantable de que el Niño viene para quedarse entre nosotros y con su presencia todo lo que anhela nuestro corazón se verá realmente colmado. No nos referimos a la actitud mágica de creer que todo se transformara por intervenciones directas de nuestro Dios. Por el contrario, se refiere a tomarnos en serio la encarnación del Hijo de Dios quien en su vida histórica hizo presente la bondad de Dios en medio de su pueblo y hoy cuenta con nuestra vida para seguir manifestándola. ¡Ven Señor Jesús! (Ap 22, 20)

 (Foto tomada de: https://www.diocesispalencia.org/index.php/el-obispo/cartas-y-articulos/1267-adviento-y-caminos-de-esperanza)

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Programa para adviento.

Lunes, 4 de diciembre de 2023
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Salir
con los ojos bien abiertos,
ligero de peso y erguido,
libre y dispuesto.
Andar por las calles sin miedo,
otear el horizonte serenamente,
saludar y tocar a la gente.
Escuchar el rumor de la vida,
dejarse empapar por ella
y regalar cántaros de esperanza todos los días.
No dormirse en los laureles,
vigilar todo lo que acontece
y esperar día y noche al que viene.

Volver
con los pies polvorientos,
el corazón enternecido
y preñadas las entrañas.
Entrar alegre en su casa,
dejarse lavar y curar las llagas
y sentarse a comer en compañía.
Contar lo que me ha sucedido,
escuchar a todos como amigo
y cantar con voz humana sus alabanzas.
Permanecer largo tiempo en silencio
contemplando el misterio
y cuidando la vida que está floreciendo.

Eso es Adviento.
Esto es Adviento.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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“Lista o no, aquí voy!”

Lunes, 4 de diciembre de 2023
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IMG_1671La reflexión de hoy es de Michael Sennett, colaborador de Bondings 2.0.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el Primer Domingo de Adviento se pueden encontrar aquí.

“¡Listo o no, ahí voy!”

El escondite es un placer para “A”, el hijo de cinco años de mi prometido. Cubrirme los ojos y contar hasta diez se ha convertido en una parte habitual de mi rutina con él. Meditar en la anticipación y la alegría del Adviento me llevaba constantemente de vuelta a la anticipación y la alegría de A. por jugar al escondite.

En el Evangelio de hoy, Jesús insta a sus discípulos a “estar alerta” y “estar alerta”, enfatizando la incertidumbre de cuándo vendrá el Señor. Al igual que el Adviento, el escondite requiere que estemos alerta y vigilantes. Ya sea que seamos el que esconde o el que busca, existe incertidumbre sobre cuándo y dónde se producirá el hallazgo. Eventualmente seremos encontrados o haremos el hallazgo, pero el momento exacto de la revelación sigue siendo un misterio.

A., como la mayoría de los niños pequeños, tiene la habilidad de esconderse en lugares visibles. En un esfuerzo por prolongar el juego, me acercaré a donde se esconde y luego daré la vuelta antes de encontrarlo “oficialmente“. Durante un juego reciente, ver a A. escondido a plena vista me pareció una imagen de mis propios intentos de ocultarme como un hombre trans católico. Sin embargo, por más que lo intentemos, no podemos escondernos de Dios.

Para los católicos LGBTQ+, ocultar nuestras identidades no es un juego. A menudo es necesario evitar el juicio, la discriminación y, en ocasiones, la violencia. No todos los católicos queer tienen el privilegio de una parroquia o comunidad de fe acogedora. Pero así como A. no siempre es tan invisible como cree, nosotros nunca estamos escondidos de la mirada de Dios, incluso cuando creemos que estamos bien escondidos. Una comprensión tan poderosa habla del corazón de nuestra existencia: Dios nos creó en amor, exactamente como somos. Nuestro yo auténtico nunca está oculto a Ella, que ve más allá de la superficie, más allá de las máscaras y en las profundidades de nuestra verdadera identidad.

Despertar a esta verdad permite a los católicos LGBTQ+ estar atentos a la presencia duradera de Dios en nuestras vidas y nos ayuda a cultivar la disposición para encontrarnos con el Espíritu. Dios es un buscador vigilante que está ansioso por encontrarnos pero no revela cuándo sucederá ese momento. Mantenernos alerta abre nuestros corazones a Su amor, una relación que afrontamos con anticipación y alegría.

Mi propio despertar ha tenido sus raíces en el enfoque ignaciano de encontrar a Dios en todas las cosas. Dios no es sólo el buscador; Ella también está presente en lo ordinario, esperando ser descubierta en los momentos cotidianos de nuestras vidas. Pero, al igual que mi estrategia con mi compañero de escondite, ¿con qué frecuencia pretendemos no notar a Dios en nuestras vidas, dando vueltas alrededor de Su presencia, tanto visible como oculta? Podemos acercarnos a los escondites pero dudar en reconocer plenamente la existencia de Dios. Ya sea que lo evitemos por miedo, ira, tristeza, confusión u otra emoción, Dios todavía permanece cerca de nosotros, esperando pacientemente a ser encontrado.

Permanecer despierto al encuentro con Dios es un acto de presencia consciente. Significa reconocer Su presencia en los altibajos, en las alegrías y las tristezas, en lo ordinario y extraordinario de nuestras vidas como católicos LGBTQ+. Nuestro viaje de Adviento es una oportunidad para encontrar a Dios, abrir nuestros corazones a Su amor y regocijarnos juntos.

Las palabras de Jesús resuenan no como una orden severa sino como una invitación. El buscador divino grita: “¡Mirad!” no para tomarnos desprevenidos sino para participar en una danza de revelación y respuesta. El desafío es estar plenamente presente, deshacernos de las capas que nos ocultan y despertar a la verdad de que, a los ojos de Dios, somos vistos, conocidos y profundamente amados.

Entonces, listo o no, aquí viene el Amor Encarnado, incondicional y siempre presente. En el amor de Jesús está la alegría de ser encontrado, de encontrar lo divino en los momentos ordinarios de nuestra vida. Que aceptemos la invitación a estar atentos, alertas y abiertos a las infinitas posibilidades de encontrar el amor de Dios en todas las cosas durante el tiempo de Adviento.

—Michael Sennett, 3 de diciembre de 2023

Fuente New Ways Ministry

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Velad

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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La espera no es una actitud muy común. No se suele pensar con mucha simpatía en la espera. De hecho, la mayor parte de la gente piensa que la espera es una pérdida de tiempo…; quizás porque la cultura que nos ha tocado vivir dice “¡Venga!, ¡haz algo! ¡Demuestra que eres capaz de actuar! ¡No te quedes sentado esperando!”

Sin embargo, esperar es una actitud enormemente radical en la vida. Es confiar en que sucederá algo que supera con mucho nuestra imaginación. Es abandonar el control de nuestro futuro y dejar que sea Dios quien determine nuestra vida. Es vivir con la convicción de que Dios nos va formando con su amor divino y no con nuestros temores. La vida espiritual es una vida en la que esperamos, estamos a la espera, activamente presentes en el momento actual, esperando la novedad que acontecerá, novedad que va más allá de nuestra propia imaginación o previsión. Esta actitud, ciertamente, es muy radical en la vida en este mundo preocupado en controlar los acontecimientos .

*

H. J. M. Nouwen,
The Patn of Waiting, Nueva York 1995.

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En aquel tiempo, dijo Jesús sus discípulos

“Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!”

*

Marcos 13,33-37

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“Cuando el horizonte se vuelve sombrío”. 1 Adviento – B (Marcos 13,33-37)

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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IMG_1544La falta de esperanza está generando entre nosotros cambios profundos que no siempre sabemos captar. Casi sin darnos cuenta van desapareciendo del horizonte políticas orientadas hacia una vida más humana. Cada vez se habla menos de programas de liberación o de proyectos que busquen mayor justicia y solidaridad entre los pueblos.

Cuando el futuro se vuelve sombrío, todos buscamos seguridad. Que nada cambie, a nosotros nos va bien. Que nadie ponga en peligro nuestro bienestar. No es el momento de pensar en grandes ideales de justicia para todos, sino de defender el orden y la tranquilidad.

Al parecer no sabemos ir más allá de esta reacción casi instintiva. Los expertos nos dicen que los graves problemas medioambientales, el fenómeno del terrorismo desesperado o el acoso creciente de los hambrientos penetrando en las sociedades del bienestar no están provocando, al parecer, ningún cambio profundo en la vida personal de los individuos. Solo miedo y búsqueda de seguridad. Cada uno trata de disfrutar al máximo de su pequeño bienestar.

Sin duda, muchos sentimos una extraña sensación de culpa, vergüenza y tristeza. Sentimos, además, una especie de complicidad por nuestra indiferencia y nuestra incapacidad de reacción. En el fondo no queremos saber nada de un mundo nuevo, solo pensamos en nuestra seguridad.

Las fuentes cristianas han conservado una llamada de Jesús para momentos catastróficos: «Despertad, vivid vigilantes». ¿Qué significan hoy estas palabras? ¿Despertar de una vida que discurre suavemente en el egoísmo? ¿Despertar de la frivolidad que nos rodea en todo instante impidiéndonos escuchar la voz de la conciencia? ¿Liberarnos de la indiferencia y la resignación?

¿No deberían ser las comunidades cristianas un lugar privilegiado para aprender a vivir despiertos, sin cerrar los ojos, sin escapar del mundo, sin pretender amar a Dios de espaldas a los que sufren?

José Antonio Pagola

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” Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa”. Domingo 03 de diciembre de 2023. Domingo 1º de Adviento.

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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01advientoB1cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 63,16b-17.19b;64,2b-7: ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!.
Salmo responsorial: 79: Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
1Corintios 1,3-9: Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
Marcos 13,33-37: Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa.

La comunidad judía que retorna del exilio enfrenta un gran desafío: reconstruir los fundamentos de la nación, la ciudad y el Templo. No era una tarea fácil. La mayoría de los exiliados ya se habían organizado en Babilonia y en otras regiones del imperio caldeo. La mayor parte de los que habían llegado desde Judea cincuenta años antes ya habían muerto y los descendientes no sentían gran nostalgia por la tierra de sus padres. Los profetas los habían invitado continuamente a reconocer los errores que habían conducido a la ruina, pero la mayor parte de los exiliados ignoraban a los mediadores de Yahvé.

Algunos tomaron entre sus manos el proyecto de reconstruir la identidad, las instituciones y la vida de la nación. Sin embargo, no contaron inicialmente con mucho apoyo, Parecía una idea loca e innecesaria: para qué volver a Jerusalén si ya no haía remedio… Lo mismo nos ocurre a veces a nosotros, vivimos de la nostalgia del pasado pero no nos comprometemos a transformar la realidad del presente. Añoramos otros tiempos en que se vivía mejor, pero no rescatamos los valores que hacen posible una convivencia humana justa y equitativa.

Jesús hace a sus discípulos una recomendación que hoy nos sorprenden: mantenerse despiertos. ¡Todo lo contrario de lo que nosotros haríamos! Pero él tiene sus razones. Si cada día estamos embargados por las preocupaciones más superfluas, lo más seguro es que se nos pase la hora apropiada para realizar la misión que Jesús nos encomienda. Jesús, en el evangelio, nos enseña a estar en guardia contra los que creen que las enseñanzas cristianas son algo superfluo. El evangelio debe ser proclamado donde sea necesario, deber ser colocado donde se vea, debe ponerse al alcance de todos. Nuestra misión es hacer del evangelio una lámpara que ilumine el camino de la vida y nos mantenga en actitud vigilante.

 La interpretación que se daba a estos textos del evangelio que apuntan hacia el futuro o hacia la escatología estuvo casi siempre revestida de un tinte apocalíptico y de temor: el Señor había establecido un plazo, que se nos podría acabar en cualquier momento, imprevisiblemente, por lo cual necesitábamos estar preparados para un juicio sorpresivo y castigador que el Señor podría abrir en cualquier momento contra nosotros. «Que la muerte nos sorprenda confesados». Este miedo funcionó durante mucho tiempo, durante tantos siglos como duró una imagen mítica de Dios, excesivamente calcada de la imagen del señor soberano feudal que dispone despóticamente sobre sus súbditos. El miedo a la condenación eterna, tan impregnado en la sociedad cristiana medieval y barroca, hizo que la «huelga de confesonarios» pudo ser en determinados momentos un arma esgrimida por el clero contra las clases altas, por ejemplo por parte de los misioneros defensores del pueblo contra los conquistadores españoles dueños de esclavos (recuérdese el film La misión). Causa sonrisas pensar en la eficacia que una tal «huelga de confesionarios» pudiera tener hoy día… Y es que la estrella de la «vida eterna», el dilema de la salvación/condenación eternas, brillaba con su potencia indiscutible en el firmamento de la cosmovisión del hombre y la mujer premodernos… Pero son tiempos idos. Sería un error enfocar el comentario a evangelios como el que hoy leemos en esa misma perspectiva, pensando que nuestros contemporáneos son todavía premodernos…

El estado de alerta, la mirada atenta al futuro que evita el adocenamiento o la rutina… sí que es una categoría y una dimensión del hombre y de la mujer modernos. Si lo interpretamos como «esperanza», la pertinencia del mensaje aún es más vigente.

¿Qué puede significar «Adviento» para la sociedad actual? Como nombre de un tiempo litúrgico significa bien poco, y no habría que lamentarse mucho ni gastar pólvora inútilmente, pues cualquier día –tal vez más pronto que tarde- la Iglesia cambiará el esquema de los ciclos de la liturgia, que clama a gritos por una renovación. Lo que importa no es el tiempo litúrgico, sino el Adviento mismo, el «Advenimiento» –que eso significa la palabra–, el «noch nicht Sein» como diría Ernst Bloch, aquello cuya forma de ser consiste en «no ser todavía pero tratando de llegar a ser»… Ateo como era, Bloch construyó toda su poderoso edificio filosófico sobre la base de la utopía y la esperanza, y presentó en bellas páginas inolvidables la grandeza heroica del santo y del mártir ateo, capaz de dar la vida en aras de su esperanza… Ebeling, en la misma línea decía: «lo más real de lo real, no es la realidad misma, sino sus posibilidades»… Lo real más real no es sin más lo real, sino las posibilidades de ser que lo que hoy es lleva consigo.

Después de los años 90 del siglo pasado, estamos en un tiempo en el que se dice que se ha dado un «desfallecimiento utópico». Con el triunfo del neoliberalismo y la derrota de las utopías (no «de las ideologías», alguna de las cuales siguen muy vivas), la cultura moderna –o mejor posmoderna- castiga al pensamiento esperanzado y utopista. El ser humano moderno-posmoderno está escarmentado. Ya no cree en «grandes relatos». Se nos ha impuesto una cultura anti-utópica, antimesiánica, a-escatológica, ¿sin esperanza?, a pesar de la brillantez de que hacen gala los productos de la industria mundial del entretenimiento; detrás del atractivo seductor de ese entretenimiento, la imagen de ser humano que queda está ayuna de toda esperanza que trascienda siquiera mínimamente el «carpe diem» o el «disfruta la vida». ¿Qué advenimiento («adviento») espera el hombre y la mujer contemporáneos? ¿Cómo vivir el adviento en una sociedad que no espera ningún «advenimiento»? Desde luego, no reduciendo el adviento a un «tiempo litúrgico», o a un tiempo pre-navidad… ¿Cómo pues?

El Advenimiento que esperamos los cristianos no es la Navidad… Ni siquiera es «el cielo»… ¡Es el Reino! No es otro mundo… es este mismo mundo… ¡pero «totalmente otro»! Se puede ser cristiano sin celebrar el adviento, ¡pero no sin preparar el Advenimiento! Ser cristiano es hacer propia en el corazón la nostalgia de Aquel que decía: «fuego he venido a traer a la tierra, y ¡cómo deseo que arda…!». Los cristianos no pueden inculturarse del todo en esta cultura anti-utópica y sin «grandes relatos», porque somos hijos de la gran Utopía de la Causa de Jesús, y tenemos el «gran relato» del Proyecto de Dios… Podríamos no celebrar el adviento, pero no podemos dejar de darnos la mano con los santos y mártires ateos (quedan pocos) y con todos los hombres y mujeres de la tierra, de cualquier religión del planeta, para trabajar denodadamente por el Advenimiento del Nuevo Mundo.

Cada vez se perfila mejor: crear un Mundo Nuevo, fraterno-sororal y solidario, sin imperios ni instituciones transnacionales o mundiales explotadoras de los pobres, lo que Jesús llamó «malkuta Yahvé» en su boca aramea, Reino de Dios, pero dicho con palabras y hechos de este ya tercer milenio, ése es el Advenimiento que esperamos, el sueño que nos quita el sueño, lo que nos hace estar en «alerta». Leer más…

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3.12.23. Dom 1 Adviento: Ni el Hijo (=Cristo) sabe cuándo ni cómo, pero Dios es Padre: Velad en la noche

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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IMG_1649Del blog de Xabier Pikaza:

No hay evangelio más fuerte y esperanzado que éste: Ni los ángeles, ni el Hijo (=Cristo) saben; pero lo sabe Dios y es Padre (Mc 13, 32; cf. Mt 24, 36) que  deja en manos de los hombres su futuro, la responsabilidad de la historia.

Un tipo de teología y piedad ha olvidado este texto. Por eso quiero destacarlo, en este tiempo de guerras “justicieras” (Ucrania, Gaza), en los días del COB 28, que parece celebrarse de un modo suicida  sobre barriles encendidos de petróleo … Ni el Hijo/Cristo sabe cómo, pero Dios es Padre y Cristo nos pide que confiemos y vivamos en vela/vigilancia, de Adviento, según Mc 13, 32. 

Lectura extendida:  Mc 13, 27-39 La lectura del domingo es sólo la parte final (Mc 13, 33-37)  pero quiero situarla en su contexto para entenderla mejor. Tiene tres partes:

 (a. Parábola de la higuera: Mc 13, 27-32: A la higuera seca de la humanidad un tallo verde le ha salido) 28 Aprended la parábola de la higuera. Cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, conocéis que se acerca el verano. 29 Pues lo mismo vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que ya está cerca, a las puertas.

(b. Declaración: ni el Hijo (=Cristo) sabe, sino sólo el Padre. Mc 12, 20-32:)30 Os aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda. 31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 32 En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre.

(c. Vigilancia: Mc 13, 33-37: Estad atentos en medio de la noche) 33 ¡Cuidado! Estad alerta, porque no sabéis cuándo llegará el momento. 34 Entones sucederá lo mismo que con aquel que se ausentó de su casa, encomendó a cada uno de los siervos su tarea y encargó al portero que velase. 35 Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a media noche, al canto del gallo o al amanecer. 36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros os digo, lo digo a todos: ¡Velad!

1. Parábola: A la higuera seca unos brotes verdes le han nacido (13, 28-29).

Jesús ha declarado ya el signo de higuera estéril que no da fruto… (Mc 11, 12-26). Pues bien, Marcos vuelve a presentar el signo de la higuera: Este es el signo de un adviento amenazados por grandes persecuciones y derrumbamientos sin remedio, pero un adviento que nos  evangelio nos sitúa ante el signo de la higuera, que no es ya una señal del templo estéril, sino expresión y signo de un tiempo de esperanza, de Adviento de Dios.

Adviento es primavera en plano invierno, anticipo y adelanto de una cosecha de vida, como indican los nuevos brotes de la higuera, que se ablandan, de forma que por ellas se expanda la blanca y fuerte savia de la vida, y brotan de nuevo las hojas, pues va a llegar pronto la cosecha. ¿Cuándo? Muy pronto. Faltan sólo unos meses, el tiempo en que madure la cosecha dulce de los higos.

2. Declaración: Ni el Hijo (Cristo) sabe, ni puede asegurar cuándo será (13, 30-32)… Pero hay Dios (=existe el Padre).Este pasaje dice dos cosas inseparables.

(a) Por un lado asegura que todas estas cosas han de suceder en esta generación(13, 30), conforme a una palabra que se puede atribuir al Jesús histórico (en la línea de 9, 1, donde se dice algo semejante), pues estamos en los últimos tiempos: ahora, cuando se proclama esta palabra, sucederán estas cosas, en el tiempo que tardan en madurar los hijos de la higuera.

(b) Por otro afirma que del día y hora nadie sabe nada,ni siquiera Cristo (el Hijo) a quien mataban echándole de la viña (parábola de los viñadores: (Mc 12, 6). Le matan, en un sentido no entiende, pero confía en el Padre.  que aquí aparece en sentido absoluto, no como un hijo, sino como el Hijo.

El Hijo/Cristo no sabe cómo ni cuándo, pero confía  en  Padre, en (Mc 13, 32). El Hijo (Cristo, la humanidad) sabe que es Padre y confía en la noche (como enseña siempre Juan de la Cruz).  El Hijo/Cristo confía, se deja matar,  confiando  en el Padre/Dios en medio de la noche, sin saber cuando llegará la aurora, eso es Adviento.

  El tiempo de Dios es Camino en la noche… Una apuesta de vida en medio de la gran tiniebla Ni el Hijo querido sabe,  ni en Mesías/Cristo conoce cómo… Pero confía en el padre… Dios viene porque es Dios; pero, al mismo tiempo, viene porque se ha encarnado en la vida de los hombres que son (somos) Adviento de Dios.  Viene, pero no sabemos cómo…

 3. Vigilancia (13, 33-37). Vivir alerta en Dios, estamos en vela, ante la hora de Dios…

No sabemos  cuándo, cómo vendrá (no los sabe Cristo, no lo sabe el Hijo, tampoco lo saben los ángeles…?. ¿Qué se puede hacer en estas circunstancias? La respuesta normal es comamos y bebamos, que mañana (no sabemos cuándo) moriremos (Is 22, 13; 1 Cor 15, 32). Esta es la respuesta, que est está tomando el COP 288 de Dubai, que se celebra hoy mismo, bailando con fuego sobre barriles de petróleo (como dice desde la ONU el secretario General Antonio Guterres,  como dice desde el Vaticano el   Papa Francisco). Frente a esa respuesta  comamos, bebamos  el evangelio de Marcos responde: Velad, estar atentos, de la noche a l mañana. No sabemos cuándo, ni cómo y, sin embargo debemos  “velar” (tener cuidado, actuar siempre a favor de la vida y del futuro del amor de Dios, en forma de amor interhumano).  La responsabilidad, la respuesta, la tiene el hombre que confía en Dios Padre.

Aquí se centra el mensaje de Mc 13, ésta es la palabra central del Adviento:

  1. Ni Cristo/Hijo sabe… Dios no le ha dicho cuándo, ni como (¡ni los ángeles saben)
  2. Por eso velad… Pero Dios es Padre…Podemos confiar en él, podemos y debemos velar.

Estamos en los días finales (no pasará esta generación: Mc 13,30), pero al mismo tiempo descubrimos que el adviento de Dios nos trasciende, y así tenemos que dejarlo en manos de Dios (sólo el Padre conoce la hora: 13,32).

Sobre ese fondo puede y debe repetirse la palabra “vigilad”, como último sentido y exigencia del mensaje escatológico (13,37). Limitado y sujeto a la muerte es el mundo, como ha recordado Jesús cuando nos habla de caída del sol y terremotos. Violento y destructivo es el mismo ser humano que introduce el miedo de la guerra universal sobre el tortuoso camino de este cosmos. Pues bien, superando ese riesgo de fragilidad y muerte, los discípulos de Jesús podrán anunciar el evangelio, como una vela o vigilia de Dios.

¿Cuándo? No lo saben ni los ángeles, ni tampoco el Hijo (cf. 1, 11; 9, 7) ¡Sólo el Padre! Será cuando él lo quiera (13, 32).  No hay por tanto revelaciones de cuando/cómo, no las ha tenido ni el Hijo Cristo…  Pero hay algo más grande, Dios es Padre. Hay algo más grande: Podemos mantenernos en vela en el tiempo del adviento de Dios.

De esta forma ratifica Marcos la experiencia radical de la transcendencia de Dios, marcada en los lugares clave de su texto (cf. 8, 33; 10, 18.40). Al servicio de Dios ha realizado Jesús su tarea. No puede usurpar sus funciones. No hay un tiempo limitado de venida de Dios. El Adviento es “siempre”, hasta que culmine Dios y sea todo en todos por Cristo (1 Cor 15, 28)

¿Dónde? Tampoco lo dice. Pero es claro que Marcos rechaza un tipo idea judeocristiana de la venida y cumplimiento mesiánico en el templo. Jesús ha pedido a los discípulos que huyan de la ciudad que no esperen allí la victoria del mesías (cf. 13, 14). Jerusalén ha matado a Jesús y sólo tiene un sepulcro vacío. El Adviento de Dios se realiza en todo el mundo, en los cuatro ángulos o “vientos” de la tierra, en el cosmos entero.

REFLEXIÓN. PODEMOS DESTRUIR EL ADVIENTO DE DIOS

‒ Velar es superar la bomba, superar de la guerra universal (tarea de Isaías 2,2-4: De las espadas forjarán arados…). Esto le dice Isaías a Israel (pueblo de bombas), esto nos dice todos nosotros. Leer más…

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Súplica, admiración, vigilancia. Domingo 1º de Adviento. Ciclo B

Domingo, 3 de diciembre de 2023
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 IMG_1629Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

¿Cuatro semanas para prepararnos a recordar el nacimiento de Jesús? No. El Adviento es más que eso. No se trata de recordar románticamente un hecho pasado, sino de comprender a fondo lo ocurrido y prepararnos para el encuentro definitivo con el Señor. Para ello, la liturgia nos sugiere tres actitudes: súplica (1ª lectura), admiración ante los bienes recibidos (2ª lectura) y vigilancia (evangelio).

            Suplica (Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7)

            La primera lectura nos sitúa unos cinco siglos antes de la venida de Jesús, cuando la situación en Jerusalén y Judá dejaba mucho que desear desde todos los puntos de vista: político, social, religioso. El pueblo de Israel se ve como un trapo sucio, un árbol de ramas secas y hojas marchitas. La situación no sería muy distinta de la nuestra. Pero el pueblo, en vez de culpar a los políticos, a los independentistas, a los banqueros, al FMI, a los Presidentes de las grandes potencias, se reúne en asamblea litúrgica y entona una lamentación.

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es Nuestro redentor. Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste, y los montes se derritieron con tu presencia. Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en e1. Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas airado, y nosotros fracasamos: aparta nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.

            Las palabras del pueblo ofrecen un curioso contraste al hablar de Dios. A veces destaca sus rasgos positivos: es «nuestro padre», «nuestro redentor», «sales al encuentro del que practica la justicia», «somos todos obra de tu mano». Otras se queja de que «nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón», «estabas airado y nosotros fracasamos», «nos ocultabas tu rostro». Pero el pueblo reconoce que la culpa no es de Dios, sino suya: «todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado, nuestras culpas nos arrebataban como el viento, nadie invocaba tu nombre, ni se esforzaba por aferrarse a ti».

            ¿Cuál es la solución? Sorprendentemente, que Dios se convierta: «vuelve por amor a tus siervos», «ojalá rasgases el cielo y bajases», «aparta nuestras culpas». Los profetas anteriores (Amós, Isaías, Jeremías…) habían concedido gran importancia a la conversión, al hecho de que el pueblo volviese a Dios y cambiase su forma de actuar. Quienes rezan esta lamentación no confían en ellos mismos. Debe ser Dios mismo quien vuelva y, como buen alfarero, moldee una nueva vasija.

            En el contexto del Adviento, la frase que más llama la atención y ha motivado la inclusión de este texto en la liturgia es: «¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!». Aunque el profeta piensa en una venida de Dios, la liturgia nos hace pensar en la venida de Jesús. Pero ese recuerdo debe ir acompañado del reconocimiento de nuestra debilidad y la necesidad de ser salvados.

            Admiración (1 Corintios 1,3-9)

            La respuesta de Dios supera con creces lo que pedía el pueblo en la lectura de Isaías, aunque de modo distinto. Dios Padre no rasga el cielo, no sale a nuestro encuentro personalmente. Envía a Jesús, y desde el momento en el que lo aceptamos, nuestra vida cambia por completo.

            Hermanos: La gracia y la Paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado, el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de que acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!

            Pablo habla de nuestro pasado, nuestro futuro y nuestro presente.

            En el pasado, Dios nos ha enriquecido en todo; nos ha llamado a participar de la vida de su Hijo, Jesucristo. La imagen es potente y extraña. Recuerda a la experiencia de un hijo con su madre, de la que recibe la vida. Pero esa relación vital no termina cuando se corta el cordón umbilical, perdura siempre.

            Con respecto al futuro, aguardamos la manifestación de Jesucristo, la segunda y definitiva venida del Señor, tema esencial para los primeros cristianos y que debería serlo para nosotros en este tiempo de Adviento.

            En el presente, «no carecemos de nada». Cuando tanta gente se lamenta, a veces con razón, de las muchas cosas de que carece, estas palabras pueden resultar casi hirientes: «No carecéis de ningún don». Buen momento, este del Adviento, para pensar en qué cosas valoramos: si las materiales, que a menudo faltan, o la riqueza espiritual que proporciona Jesús.

            Esta enseñanza de Pablo no se produce en un contexto de fría reflexión teológica, sino de oración y acción de gracias al pensar en sus cristianos de Corinto, la más complicada y problemática de sus comunidades.

            Vigilancia (Marcos 13, 33-37)

            No deja de ser irónico que precisamente el evangelio no hable de Dios Padre ni de Jesús. Se centra en nosotros, en la actitud que debemos tener: «vigilad», «velad», «velad». Tres veces la misma orden en pocas líneas. Porque el Adviento no solo pretende recordar la venida del Señor, sino también prepararnos para el encuentro final con Él.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejo su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

            La actividad pública de Jesús termina con un discurso sobre el fin del mundo y su segunda venida, que no está dirigido a todos los discípulos, como sugiere la introducción del evangelio de hoy, sino solo a los cuatro primeros llamados por Jesús: Pedro, Santiago, Juan y Andrés (Mc 13,3-37). Jesús ha dicho poco antes que de los grandes edificios del templo no quedará piedra sobre piedra. Para estos cuatro, el fin del templo de Jerusalén equivale al fin del mundo, y desean saber cuándo ocurrirá y qué señales lo precederán. Un tema que a nosotros nos parece más propio de los Testigos de Jehová, pero que creaba enorme preocupación en las primeras comunidades cristianas. El discurso responde a estas cuestiones, pero termina con esta exhortación a la vigilancia, que la liturgia, con pleno sentido, aplica a todos los discípulos y a todos nosotros.

            ¿En qué consiste la vigilancia? Se sugiere con muy pocas palabras: «dio a cada uno de sus criados su tarea». Esa es, en parte, la misión del Adviento: reflexionar sobre la propia tarea recibida de Dios y examinar si la cumplimos debidamente.

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