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13.8.23. Dom 19 TO. Tras la JMJ: Echar lastre por la borda o hundirse en el agua (Mt 14, 22-33)

Domingo, 13 de agosto de 2023

IMG_0200Del blog de Xabier Pikaza: 

Este domingo, tras alimentar a los suyos con pan multiplicado y peces de mar, Jesús hace que Pedro y su gente monten en barca, mientras él sube a la montaña para orar.  Se desata la tormenta, brama el mar, Jesús parece un fantasma y Pedro va hundiéndose entre las olas.

Este es el tema, que expongo en secciones. (a) Una exégesis breve del texto, según Comentario Mt. (b) Una lista de lastres para aligerar. Que suba Jesús a la barca.

 (a) EXÉGESIS BREVE:  IGLESIA EMBRAVECIDA, PEDRO SE HUNDE (14, 22-33).

 Acabada la “alimentación” (JMJ, Lisboa) Jesús manda a sus discípulos  que vuelvan en barca al otro lado (cf. texto paralelo de Mc 6, 45-53):

14 22 Y de pronto obligó a sus discípulos para a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. 23 Y, después de despedir a la gente, subió a la montaña a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo.

24 Mientras tanto, la barca que se había alejado ya muchos estadios de la tierra, se hallaba sacudida (sufriendo mucho) por las olas, porque el viento era contrario. 24 Y a la cuarta vigilia de la noche se les acercó Jesús, andando sobre el agua. 26 Pero los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se aterrorizaron, diciendo que era un fantasma, y gritaron de miedo. 27 Pero Jesús les habló en seguida: ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!

28 Y Pedro, contestándole, le dijo: “Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.” 29 Él le dijo: “Ven”. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; 30 pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor, sálvame. 31 En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado? 32 En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. 33 Los de la barca se postraron ante él, diciendo: “Realmente eres Hijo de Dios [1].

       Éste es  un signo pascual: Los discípulos navegan por la noche sobre el lago, en medio de un mar movido por vientos contrarios, mientras Jesús ha quedado orando en la montaña (altura de Dios), para venir después tras ellos, caminando como un fantasma sobre el agua:

Una presencia en la noche (14, 22-23).Conforme a una tradición común al Nuevo Testamento (cf. Jn 17; Hebr 10), el Jesús pascual sigue orando (cf. 14, 23), sobre la montaña de su entrega y promesa mesiánica, intercediendo por los que han comido y de un modo especial por los discípulos en la noche. En ese contexto de misión eclesial arriesgada ha desplegado Mateo, partiendo del texto precedente de Mc 6, 45-52, su más alta visión de Jesús y de la Iglesia, pasando del desierto, donde amenazaba el hambre, al mar donde sigue dominando el miedo, con motivos que vienen del Éxodo (paso del Mar Rojo). En ese fondo, Jesús parece un fantasma   o aparición en la noche, sobre los terrores del mar. Así han imaginado a Jesús muchos cristianos, así le han presentado, sin duda, muchos adversarios de la iglesia.

Yo soy, palabra de Dios (14, 24-27).Los discípulos se asustan, como fuera de sí, y en ese contexto se entiende la respuesta de Jesús que dice, Yo Soy, asumiendo la más honda palabra y definición de Yahvé  Dios israelita (Ex 3, 14), a quien él representa. Éste es, sin duda, un “yo soy” pregnante, como en Mc 6, 50 (cf. 22, 32, como palabra de Dios). Este Yo soy da fuerza a sus discípulos para que sigan remando en la barca de la iglesia, en la que destaca la confianza y miedo de Pedro, que quiere caminar sobre las aguas. Esta presencia divina de Jesús, que es asistencia y acción pascual en el camino de la iglesia, hace que podamos llamarle Señor  (kyrie) adorarle con los primeros discípulos, sabiendo que él es Hijo de Dios, como terminará diciendo la escena.

‒ Atrevimiento y miedo de Pedro (14, 28-31).Mateo añade sobre Marcos, este motivo de Pedro que quiere caminar sobre las aguas. Esta “aventura” de Pedro que sale de la barca, para caminar como el Jesús glorioso, pero que se hunde en su miedo y grita, es una escena simbólica, que evoca la fe y terror de Pedro en la primera etapa de la misión cristiana, su deseo de arrojarse como Jesús y con Jesús en el duro mar del mundo (misión universal), y su falta de seguridad en algunos momentos decisivos. Conforme a este relato, Pedro ha pedido a Jesús que le mande caminar sobre las aguas, mostrando así su atrevimiento, y Jesús le ha respondido “ven”; pero Pedro tiene miedo y es incapaz de seguir, y así vacila, y corre el riesgo de perecer, pero Jesús le toma de la mano y le lleva de nuevo a la barca, con el resto de los discípulos.

‒ Una rica tradición. Esta imagen de Pedro caminando con recelo sobre el agua, con miedo de hundirse, pero ayudado por Jesús, forma parte de una intensa experiencia de la Iglesia antigua, que ha reconocido a Pedro, con los otros tres discípulos del principio (Mt 4, 18-22) como pescador de hombres, hombre experto en la tarea misionera vinculada con la “pesca milagrosa”, que tiene sin duda un sentido de apertura a la misión universal de la Iglesia, tal como han puesto de relieve, de formas distintas pero complementarias Lc 5, 1-11 y Jn 22

Realmente eres Hijo de Dios. Jesús les ha dicho “Yo soy”, no tengáis miedo (14, 37), él ha tomado a Pedro por la mano y le ha sostenido en medio de la tormenta del mar, de manera que cuando han subido ambos (Pedro y Jesús, estando ya los dos en la barca) pudo amainar y amainó el viento. Este es el momento de la confesión de los discípulos, que adoran a Jesús y dicen: “En verdad, tú eres Hijo de Dios” (theou huis ei) Éste es el principio de la confesión cristiana, proclamada ahora por todos (no sólo por Pedro, como en 16, 16), en este contexto pascual de epifanía en la gran tormenta del mar. Ésta es la confesión que el mismo Pedro retomará y proclamara en nombre de todos los discípulos en el entorno de Cesarea de Felipe, pasando del plano de una epifanía cósmica al paso del camino eclesial.

       En El mensaje del evangelio ha culminado de algún modo y se condensa en las escenas anteriores, vinculadas entre sí, desde el miedo de Herodes que confunde a Jesús con el Bautista a quien mató, hasta el gesto de los discípulos que le adoran como Señor pascual desde el mar airado.

(B) 13 LASTRES  PARA ALIGERAR LA BARCA, QUE PUEDA SUBIR ENTRAR JESÚS EN ELLA

               Jesús ora sobre la montaña (parece no ocuparse de los suyos) mientras la barca de la Iglesia corre el riesgohundirse  en el temporal del siglo XXI, a pesar de todo lo que Francisco ha dicho en Lisboa, como “calentón” o fervorín de un momento, para que estemos tranquilos, pensando que todo va bien, mientras la barca se hunde.   En ese contexto, Jesús aparece como un fantasma, caminando sobre el abismo de las aguas… y Pedro le dice que él también quiere caminar y así empieza, queriendo sostenerse en el mar, pero no puede, tiene tiene miedo, grita, grita. Jesús le agarra de la mano y le lleva de nuevo a la barca, para que se encuentre allí seguro, con el resto de la Iglesia. Esta “escapada” de Pedro que ha querido salir de la barca, para andar como el Jesús glorioso, pero que se hunde en su miedo y grita… ha sido estudiada con rigor por los exegetas de turno. La mayor parte piensa que se trata de una escena simbólica, que evoca el deseo de mando y el terror de Pedro que quiere andar solo… Pero Jesús le ha tomado de la mano y le ha llevado de nuevo a la barca de la Iglesia, con el resto de los discípulos, para retomar de esa manera la navegación del conjunto de la comunidad.

En las reflexiones que siguen he querido aplicar este pasaje a la situación del Papa, que también parece aventurarse a salir fuera de la barca, para estar a solas con Jesús sobre el mar airado, resolviendo los problemas de la Iglesia (a solas con Jesús), mientras el resto de los discípulos siguen reunidos en la Barca y se mantienen en ella con gran miedo (o la abandonan buscando a nado la orilla).

Ésta es una interpretación quizá un poco sesgada, pero sirve para destacar   los poderes de un Papa que tiene más poder que el que tuvo Jesús, un poder que tiene sus aspectos buenos pero que, en este momento, pueden convertirse en “lastre”, peso muerto que hay que arrojar por la borda, para que suba y entre Jesús, única autoridad de la Iglesia.

   Jesús puede caminar y camina entre el viejo y las olas, porque va sin lastres, ligero de equipaje, sin más autoridad que el amor, en libertad….

            Pedro ve a Jesús caminando sobre el agua  y quiere imitarle pero no puede, pues lleva en sus espaldas y en su tiara todo el peso de una iglesia hecha de pesos y cargas. Mientras no eche todo su lastre, y quede así desnudo, en amor y humanidad, como Jesús, no podrá caminar sobre las olas.  Un dicho castellano  afirma que sólo podemos caminar de verdad desnudos y con las manos en los bolsillos, bailando de amor…

   Quizá soy algo exagerado al presentar los trece  poderes del lastre papal, que he desarrollado en un libro antiguo y actual sobre el Papa.  Vaya a ese libro quien quiera encontrar el fundamento de lo que aquí digo. Éstos son los poderes sobre los que el Papa Francisco está reflexionando en Roma, tras haber vuelto de las JMJ, Lisboa 2023.

1. Poder político, diplomacia Vaticanaa. Retomando una historia que había comenzado el año 756, los pactos de Letrán (1929) crearon el Estado de la Ciudad del Vaticano, con fines espirituales (no económicos, ni militares), pero con gran peso político, pues ellos convierten al Papa en Jefe de Estado, reconocido por casi todos los gobiernos. De esa forma, el Papa se sitúa entre los césares del mundo a quienes dice su palabra desde una situación de autoridad, como hizo León III con Carlomagno. b.Muchos pensamos que el primer mensaje de la Iglesia Católica hade situarse en otro plano y que ella que ella debería renunciar unilateralmente a su estructura política como Estado, para así expresar y realizar mejor su misión cristiana, pues las condiciones políticas y sociales son hoy radicalmente distintas de lo que eran el año 756 (cuando se crearon los Estados Pontificios). En esa línea deberían suprimirse las nunciaturas (embajadas) permanentes del Papa ante los estados, lo mismo que los obispados y capellanías castrenses, que ratifican el pacto de la iglesia con los poderes militares.

2. Magisterio supremo, una palabra vivaa. El Papa, ayudado por sínodos, congregaciones y comisiones, siguiendo, en última instancia, su voluntad (motu proprio), promulga documentos oficiales (encíclicas, cartas pastorales, exhortaciones apostólicas) para todos los católicos, viniendo a presentarse de esa forma como el único Magisterio real de la Iglesia, creando un círculo de verdades que parecen cerrarse en sí  mismas, sin diálogo efectivo con el mundo externo, como dicen que pasó en el Catecismo de la Iglesia Católica (1992), que no ha sido “derogado” todavía. b. Ciertamente, es necesaria la unidad del Magisterio, pero no en su forma actual, piramidal, de arriba abajo, sino en clave de comunión (comunidad de comunidades, sinodalidad, diálogo constante de cristianos, como quiere Francisco, pero sin quizá lograrlo). Conforme a esa visión, el Papa no debería ser alguien que habla desde arriba (como Uno sobre todos), sino que ha de hallarse en la misma comunión, recogiendo y formulando así la múltiple voz de las iglesias.

3. Poder misionero, nuevas iglesiasa.La acción misionera (evangelizadora) pertenece al conjunto de la Iglesias, y ha sido realizada en la Edad Moderna por los reinos cristianos, pero en los últimos siglos ha quedado centrada en la Curia Vaticana, que es la única que puede crear nuevas iglesias, prelaturas y obispados, organizando desde arriba el despliegue de todas las comunidades cristinas. Conforme a esa visión, las comunidades nacen desde el vértice superior de la iglesia única, aceptando su modelo de unidad, sin verdadera autonomía. De esa forma, el centro papal quiere mantener todo el control sobre las iglesias. Conforme a la visión actual, hubiera sido imposible la misión de Pablo, lo mismo que los grandes desarrollos misioneros de las comunidades celtas, por poner dos ejemplos. b. Ciertamente es buena y necesaria la conciencia de unidad, pero a modo de comunión sinodal, no de imposición del Uno. Nos hallamos además en un tiempo privilegiado de comunicaciones, de forma que es fácil mantener el contacto entre todas las iglesias, a modo de red, sin un único centro dirigente superior. Eso significa que las mismas iglesias particulares pueden y deben abrir caminos de evangelio, como sucedió al principio de la cristiandad. No es que el agua del Vaticano (del Papa de Roma) se haya secado, pero ella debe manar de otra manera, no desde arriba, ni como centro dirigente que todo lo decide, sino como referencia de unidad (retomando así las tareas que el NT atribuye a Pedro).

4. Poder teológico, interpretación de la Escritura a. En principio, la teología tiene una función autónoma: no es un comentario de las declaraciones del magisterio,sino una actividad propia de las comunidades, llamadas a repensar el evangelio, con libertad creadora, en contacto con las fuentes (Escritura, Tradición), desde el mismo pueblo cristiano, en comunicación entre ellos (como dice Pablo en 1 Cor 12-14 al hablar de los doctores de la iglesia, en comunión con los apóstoles y profetas

La teología es tarea de todos los creyentes, sin distinción de clero y laicado. Pues bien, desde hace varios siglos, el Vaticano ha querido dirigir e incluso controlar toda la teología católica, en vez de alegrarse de que surjan experiencias y formulaciones nuevas de evangelio, desde la misma vida de las comunidades, como había sido al comienzo de la Iglesia.   b. Es necesario que los cristianos (y de un modo especial las iglesias) recuperen su libertad teológica, desde el evangelio, en comunión con la Iglesia universal, recordando que los teólogos no son simples delegados del magisterio vaticano. Muchos afirman que, en este momento, para elaborar una teología de base cristiana, en libertad, es preferible situarse fuera de las instituciones oficiales, pues la curia romana significaría un estorbo (impedimento) más que una ayuda para el desarrollo del pensamiento cristiano.. Pienso que esa acusación resulta exagerada. No se trata de situarse fuera, como pura oposición, sino de estar dentro, pero de otra manera, en comunión creadora con todas las iglesias, aceptando un Magisterio Papal de búsqueda evangélica.

5. Poder sacramental, comunión de mesa.a. Los católicos saben que los sacramentos provienen de Jesús: son signos de su acción y presencia poderosa (liberadora, sanadora). Pero, de hecho, los sacramentos oficiales parecen estar ritualizados, en sentido negativo y muchos piensan que el Vaticano, que regula todas las ceremonias, está más atento a la letra externa que al despliegue de la vida mesiánica de Cristo. Con la ayuda de la Sagrada Congregación para los Ritos, el Papa define y organiza la liturgia católica romana, fijando las formas, gestos y palabras básicas de todas las celebraciones del mundo de una forman que algunos juzgan reactiva (la Curia Vaticana estaría limitando de hecho la libertad que el Vaticano II ofreció a las iglesias). Muchos hablan de un retroceso litúrgico, con celebraciones bellas, pero fosilizadas (a pesar de las libertades y avances que parece ofrecer el Papa Francisco) b. Éste es un reto esencial para la iglesia, llamada a celebrar la fiesta mesiánica de Jesús, que se expresa a modo de renacimiento y perdón (bautismo, reconciliación) y, sobre todo, de comida compartida (eucaristía). En este contexto se juega gran parte del futuro de la Iglesia, llamada a expresar la palabra de Jesús en forma de pan y vino, es decir, de comunión de mesa y vida. No se trata de realizar pequeños cambios o de permitir unas ligeras variantes retóricas (misas en latín, de espalda al pueblo), sino de recuperar y desarrollar la libertad evangélica y la comunión de vida en la celebración de los signos del Reino. No se trata de empezar pidiendo permisos, sino de asumir la libertad cristiana, propia de todos aquellos que acogen el evangelio y quieren celebrar (actualizar) el misterio y tarea de Jesús en el pan compartido.

6. Poder ministerial, servidores de Jesús y de la comunidad.a. En principio, los ministerios surgieron de la palabra de Jesús y de la vida de cada iglesia, capaz de nombrar a sus representantes (que terminaron siendo obispos y presbíteros). Pero, a través de una larga historia, cuyos rasgos más salientes se vinculan con la crisis del constantinismo y la reforma gregoriana del siglo XI, el Papa ha tomado el poder de nombrar, dirigir y remover a todos los obispos de iglesia romana (y por ellos a todos sus presbíteros), imponiendo el celibato sobre el conjunto del clero. De esa forma, los obispos se han vuelto delegados del único obispo real, que es el de Roma que, a través de la Congregación de los Obispos, dirige la estructura y funcionamiento de todas las iglesias.   b. También en este campo es necesario que las comunidades recuperen la libertad original del evangelio. No se trata de “romper con Roma”, sino todo lo contrario: de crear comunidades que pueden vivir en comunión con Roma, , en unidad y en libertad de amor. En otro tiempo era imposible un cambio radical, pues obispos y presbíteros eran no sólo representantes de la iglesia, sino también dirigentes políticos, como se vio en la disputa de las investiduras (siglo XII-XIII) y en la misma Constitución Civil del Clero (de la Revolución Francesa). Pero ahora que aquella situación ha terminado los ministros pueden y deben ser nombrados por cada comunidad, en comunión con la Iglesia universal.

7. Poder legislativo, más allá de la ley está la graciaa.Ciertamente, como destacó san Pablo, el evangelio no es ley, sino gracia y libertad, por eso es difícil convertir el cristianismo en Derecho. Pero, siguiendo una lógica imperial, contraria al evangelio la mayor parte de la legislación canónica proviene de otras fuentes, que pueden ser valiosas, pero no cristianas desde el derecho romano y Justiniano (siglo VI) hasta la reforma gregoriana (siglo XI). Pues bien, en esa línea de Derecho, el Papa tiene todo el poder legislativo, y así puede regular todos los espacios de la vida cristiana. El Vaticano II (1962-1965) quiso beber de las fuentes del Nuevo Testamento, abriendo un camino de renovación cristiana, pero su inspiración quedó sofocada por el Código de 1982, que retoma y ratifica los principios legalistas de la Reforma Gregoriana. b. Por eso es necesario volver a los principios de la Iglesia,como quiso Lutero en el siglo XVI, aunque su Reforma no pudo culminar (quedó en gran parte fracasada), retomando la inspiración de Jesús de Nazaret, tal como ha sido formulada en el Nuevo Testamento, de maneras distintas y convergentes por Pablo y Mateo, por Lucas y Juan (por citar cuatro testigos importantes), para actualizar desde esa base la “ley fundamental” de la iglesia, el diálogo con la tradición ortodoxa de oriente y con las tradiciones protestantes. No se trata de fijar un Código más preciso que los anteriores (de 1917 y de 1983), sino de superar el espíritu del Código, de no empezar legislando sino ofreciendo marcos de inspiración y vida, para que las comunidades exploren los caminos de Jesús y actúen en línea de evangelio. Al principio está la Vida, no la Ley (que ha de venir siempre después, poniéndose al servicio de la Vida, que es lo que ahora importa).

8. Poder ejecutivo: potestad del papa y las iglesiasa.La Iglesia católica actual no separa los (legislativo, ejecutivo, judicial) pues pone todos en manos del mismo Papa. De esa forma, el Papa (curia romana) ejerce un control directo sobre el conjunto de la iglesia, utilizando las Congregaciones y Secretarías del Vaticano, con métodos de «secreto reverencial».  Eso va en contra del evangelio de Jesús y de la inspiración de Pablo, que distinguió, al menos, tres “autoridades” complementarias (apóstoles, profetas, doctores…), para situar después, casi al final de la lista a los “kybernetes” o pilotos que tienen el don y tarea de coordinar las autoridades eclesiales. En contra de la doctrina de Pablo, el Papa (Vaticano) tiende a resolver todos los problemas y a llenar todos los huecos, como si tuviera la responsabilidad de todas las iglesia, como si los clérigos menores y los simples fieles no supieran pensar según el  evangelio.

Ciertamente, la división ilustrada de los tres poderes (legislativo, ejecutivo, judicial) no se puede aplicar de un modo mecánico a la Iglesia, pues su estructura y finalidad no es la misma del Estado. Pero no parece lógico, en plano de evangelio, que el Papa tenga la potestad suprema) en el conjunto de la Iglesia (cf. CIC 360-361), pues lo que importa es la la vida, el carisma, la gracia las comunidades.

La tarea del Papa y del Vaticano no es la de sustituir, sino la de aceptar y potenciar la vida de las Iglesias, ofreciendo a todas un espacio unitario de diálogo (unidad de comunión). En la línea de Mt 16, 17-19, el Papa no posee una potestad distinta (sólo suya), sino la del conjunto de las iglesias (representadas por los once de Mt 28, 16-20) y la de las comunidades concretas (cf. Mt 18, 15-20). En esa línea ha de cambiarse el organigrama del Derecho Canónico, aceptando y desarrollando primero la potestad de las iglesias (de todos los cristianos),-

9. Poder judicial, el juicio cristianoa. Según el Derecho Canónico, el mismo papa que promulga y hace ejecutar tiene el poder de sancionarlas, como un Dios autócrata, que no es el Dios del evangelio. Conforme a un principio que se adujo ya en el siglo VI (Falsificaciones de Símaco) y que se expandió en las falsas Decretales isidorianas (siglo IX) y en el Dictatus Papae de Gregorio VII (siglo XI) la prima sedes (romana) a nemine iudicatur (no puede ser juzgada por nadie), mientras ella puede juzgar a todas las restantes sedes y agrupaciones de cristianos. En esa línea, apelando al genio legal de la antigua Roma pagana (no al evangelio de Jesús), el Papa y su Curia, han venido a convertirse en norma judicial suprema, que actúa muchas veces en secreto, desde arriba, sin tener que dar razones de su actuación y sin apelación posible. b. Ciertamente, los teólogos de la Curia Vaticana dicen, y con razón, que la iglesia no es una simple democracia (poder de demos o pueblo poderoso), sino signo de la gracia de Dios. Pero eso no implica que el Papa tenga el poder de jugar a los demás (sin que él no puede ser juzgado por nadie).  Si la iglesia no es demo-cracia (en línea de poder del pueblo) mucho menos puede ser auto-cracia (en línea del poder de uno).

  Sin duda alguna, que como organización social, la Iglesia necesita “normas” e instancias de vida  que permitan diriman sus problemas (en comunión de todos, en dialogo, cf. Mt 18, 15-20; Hech 15), sabiendo que cada comunidad es instancia decisiva, pues sólo  en diálogo pueden resolverse los problemas. Recuperar ese “espíritu” resulta esencial es las iglesias. No se trata de descentralizar algo que nunca se debería haber centralizado, sino de lograr que las comunidades sean aquello que han ser: especio de comunicación directa de los creyentes,

10 Poder espiritual, impulsos carismáticos a.El Papa ha reservado también el control simbólico de la santidad, organizando procesos canónicos que pueden conducir a la beatificación y/o canonización de ciertas personas (como Santa Teresa de Calcuta, San Josemaría Escrivá o San Juanpablo II). En esos procesos, que pretenden marcar las líneas de santidad de la Iglesia, la Curia sigue empleando como «prueba» unos posibles milagros de los candidatos. En ese contexto se sitúa también el control doctrinal y organizativo del Vaticano sobre los movimientos espirituales de la iglesia, como han destacado algunos documentos “normativos” fe (cf. Orationis formas, del 1989, y Dominus Jesus, del 2000), impulsados y firmados hace  un tiempo  J. Ratzinger. b. Ciertamente, como sabía San Pablo (1 Cor 12-14), la Iglesia tiene el deber de discernir (no controlar) los espíritus, a fin de que el impulso (inspiración) de algunos no vaya en contra de la comunión y amor de todos. Pero no parece conveniente (ni lógico) que la Curia Vaticana tenga un control universal en este campo. Las iglesias deben recuperar su creatividad carismática, proponiendo sus propios ejemplos de santidad, como parece indicar ya el Vaticano al dejar que los “procesos de beatificación” se realicen y culminen en cada diócesis, reservando sólo para Roma los de canonización. Pero más urgente que la creación formal de santos y beatos es el surgimiento de unas formas de piedad y experiencia que respondan a la inspiración del evangelio de nuestro tiempo. Las mismas iglesias deben exploren caminos de oración y experiencia cristiana desde sus propios contexto culturales y antropológicos, en África o América Latina, en la India o China, por poner unos ejemplos. Ésta es quizá la tarea más urgen de la Iglesia del siglo XXI.

11. Potenciar los movimientos eclesiales. Nuevas formas de vida religiosa. Las diversas formas vida religiosa han sido un signo de presencia y compromiso de evangelio, desde los anacoretas de Siria y de Egipto, pasando por los monjes bizantinos y latinos, hasta los franciscanos y mendicantes del siglo XIII. En ese contexto ha sido y sigue importante  (aunque no esencial) la vocación al celibato comunitario, con lo que implica de comunicación personal y libertad para la misión de la Iglesia. Pues bien, a partir de la reforma gregoriana del siglo XI, en un proceso que ha desembocado en el centralismo del siglo XX, las órdenes religiosas de la Iglesia Occidental se han «romanizado», a través de una «exención», que las hace independientes respecto a los obispos, poniéndolas bajo el mandato directo del Papa.

Eso les ha dado libertad y autonomía, pero ha podido limitar su creatividad. De diversas formas, las órdenes tradicionales (benedictinos, franciscanos, jesuitas, hermanas de la caridad…) reflejaban experiencias autónomas de vida cristiana que se han ido desarrollando a lo largo de tiempos. Pero a finales del siglo XIX y principios del XX han surgido nuevos movimientos, que no son ya de vida religiosa estricta, sino de acción institucional y presencia misionera, prelaturas personales, movimientos de vida fraterna, o renovación catequética (Opus Dei, Comunión y Liberación, Focolares y Neocatecúmenos). Éstos movimientos han tenido y tienen valores, pero es muy significativo el hecho de que el Papa Francisco esté limitando e incluso cortando (en estos días de ferragosto 2023)  algunos de sus “poderes” y formas de vida que parece poco evangélicas, y menos eclesiales   b. Tanto las órdenes y congregaciones antiguas (sobre todo de mujeres) como los nuevos movimientos surgidos a lo largo del siglo XX representan un valor para la iglesia y deben aceptarse con gozo, potenciando aquellos que responden mejor a la dinámica del evangelio, desde nuestro tiempo. Pero algunos, especialmente en los últimos tiempos, parecen potenciar aspectos de organización autoritaria que concuerdan menos con el mesianismo de Jesús. Nos hallamos ante una historia demasiado reciente como para interpretarla de un modo imparcial, pero es posible que esos nuevos movimientos y otros semejantes (a los que se llama con palabra ambigua neoconservadores) resulten menos adecuados para descubrir y potenciar un tipo de transformación evangélica de la Iglesia.

12 Poder patriarcal, supremacía de género.  a.El poder del papado y de esta iglesia católica va unido con el patriarcalismo, como muestra el hecho de que sólo los varones puedan ser obispos y presbíteros, y de que el Vaticano sea un Estado de poderes masculinos. Nos hallamos ante un problema de fondo, que no se resuelve con la simple ordenación presbiteral o episcopal de mujeres (cosa que podría hacerse ya, como en otras iglesias episcopales, luteranas y anglicanas), sino que parece necesario un cambio más profundo en la organización de la iglesia y de sus actividades (ministerios), no para “ordenar mujeres” en el estilo clerical de este tiempo, sino para superar unas “ordenaciones” de poder que no son evangélicas. Algunos teólogos inventan argumentos (de  ontología confusa, quizá antievangélica) para mantener la situación actual, diciendo que sólo los varones pueden ser sacerdotes ministeriales, porque Cristo fue varón y no mujer; pero ese argumento resulta bíblica y teológicamente difícil de mantener, por no decir contrario al evangelio. b.  La superación del patriarcalismo no es el único problema de de la Iglesia, pero es importante, pues nos sitúa de nuevo en las raíces del movimiento de Jesús. No se arregla todo con la ordenación ministerial de las mujeres. Pero sin volver a la raíz de la autoridad creadora de todos los creyentes (cf Gal 3, 28) no se puede hablar de reforma de la iglesia ni tampoco de apertura hacia un futuro de transformación mesiánica. No se trata de pequeños cambios en el organigrama, como han hecho en varias iglesias luteranas y episcopalianas, sino de una transformación de fondo en la visión de los ministerios y de la jerarquía de la Iglesia católica. Los cambios que esa transformación exige pueden ser fuertes (e incluso traumáticos, para algunos), pero son necesarios, si se quiere promover el evangelio, en este tiempo de tormenta de la iglesia, tormenta que no viene de fuera (de poderes satánicos, contrario al evangelio), sino del mismo evangelio,   La tormenta que ahora padecemos viene del mismo Jesús, él la ha suscitado, bendito sea.

13. Poder económico a. El problema del “dinero” del Vaticano es complejo y tiene matices que deben distinguirse con cuidado, pero es evidente que, en plano eclesial, debe resolverse apelando a principios evangélicos. Ciertamente, la organización de la Curia y el mantenimiento del Estado Vaticano necesitan un soporte económico, que no es grande, en comparación con las grandes corporaciones multinacionales, pero que resulta considerable. Además, en esa línea, parte del control directo o indirecto que la Curia Romana (y otros organismos oficiales) ejercen sobre los ministros de la iglesia tiene un componente económico, que varía entre los diversos países, pero que sigue siendo considerable. b. Jesús no necesitó dinero para promover su mensaje (cf. Mc 10, 17-31), pero la administración de una Iglesia como la romana lo necesita, cosa que plantea problemas de fondo. Se trata además de un problema añadido, que se relaciona con la constitución del Estado de la Ciudad del Vaticano, que hemos presentado como primero de los poderes del papado. Ciertamente, con la supresión del Estado Vaticano no se soluciona la economía de la Iglesia, pues también otras diócesis del mundo tienen problemas de ese tipo. Pero si el Vaticano se “aligera” y abandona parte de sus funciones actuales muchos de esos problemas cambian de sentido. Por otra parte, el asunto central no es el Vaticano, ni la diócesis de Roma, sino del conjunto de las iglesias, que han de volver (con las enseñanzas de la historia) a la raíz del evangelio. La Iglesia de occidente tiene una riqueza incontable en bienes patrimoniales y artísticos (templos, obras de arte), pero la mayoría de esos bienes se están convirtiendo en museos, gestionados por la sociedad (o por los estados), de manera que el problema puede resolverse con más cierta facilidad. Quedan, sin duda, otros problemas pendientes, pero sólo a medida que se vaya haciendo camino podrán plantearse y resolverse.

CONCLUSIÓN. QUE PEDRO SUELTE LASTRE, QUE ENTRE JESUS EN LA BARCA

Esos trece problemas nos sitúan en el centro de las grandes tareas de la Iglesia, pendiente de una reforma, que ha de ir en la línea de la sinodalidad y el evangelio que promueve el Papa Francisco

En JMJ Lisboa 2023. Pero ahora, volviendo a Roma, se ha encontrado de lleno con los 13 problemas de la tormenta eclesial, que no vienen de fuera, como he dicho, sino del mismo “soplo” del Espíritu de Jesús.

            Resulta necesario soltar lastre de siglos.  Nos hallamos ante la necesidad de una renovación radical, más allá de la reforma gregoriana del XI, del constantinismo del IV y de la helenización anterior. Es un momento de soltar lastre, para recuperar la autoridad del evangelio,  para que el Papa pueda volver a la barca de la Iglesia, para que Jesús entre al mismo tiempo en ella. Ésta no tareas para pequeños retoques estéticos (cambiar un poco para que todo siga igual nada) sino de una meta-noia radical, como la que propuso Jesús al principio de su evangelio (cf. Mc 1, 14-15),

[1] Cf. P. J. Achtemeier, Person and DeedJesusand theStorm Tossed Sea:Inter. 16 (1962) 169-176; J. D. M. Derrett, Why and How Jesus Walkedon the Sea: NovT 23 (1981) 330-48; J. P. Heil, Jesus Walking on the Sea, AnBib 87, Roma 1981; R. G. KratzRettungswunderLangFrankfurt1979 GBraumann,Der sinkende Petrus. Matth. 14,28-31: TZ 22 (1966), 403-414.

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