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No os quedéis plantados mirando al cielo, pero mirad al cielo. La Ascensión

Domingo, 2 de junio de 2019

3101A04D-0A69-4AE3-998A-FB9F2D5E69A4Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

La Ascensión dice el libro de los Hechos que “aconteció” a los cuarenta días de la Resurrección.

“Cuarenta” es uno de esos números que tienen un carácter simbólico.[1]

En la cultura bíblica (judía) “Cuarenta” se utilizaba para indiciar todo el tiempo necesario para que una tarea se realizara:

La cuestión no es, pues, si JesuCristo concluyó en Dios el viernes santo a primera hora de la tarde, el domingo de Pascua o a los cuarenta días. No es un tiempo material, cronológico, sino teológico expresado en un lenguaje simbólico. Se trata del recorrido, del proceso de cuarenta días o “cuarenta años”, el “tiempo necesario” que necesitaron aquellos primeros seguidores de Jesús para llegar a la fe en el Señor resucitado y a la esperanza en la vida definitiva.

No tengamos prisas ni precipitaciones históricas. Muchos de nuestros amigos y familiares, mucha gente en la sociedad no ha llegado a la fe y nosotros “andamos como podemos”. Calma. No saquemos el “séptimo de caballería” ni atronemos o excomulguemos al personal para nada.

Por cierto, a mis “cuarenta” años, ¿disfruto de la fe y de la alegría del Señor?

        el cielo no es un lugar espacial

La Ascensión de Jesús no fue un marcharse de Jesús desde “cabo Cañaveral” a alguna zona lejana del cosmos, a alguna parte en algún astro lejano, sino que la Ascensión significa que Jesús, todo el asunto JesuCristo, es decir: él y nosotros hemos sido asumidos en el ser mismo de Dios. La Ascensión de Jesús no fue un viaje a las estrellas, sino un entrar en el misterio de Dios.

        Como en tantas realidades humano-cristianas, nos falta, no podemos poner imagen a estas cosas: cómo será la resurrección, la Ascensión, cómo es Dios, cómo viven nuestros mayores. No sabemos, nos faltan datos concretos (“fenomenología”). No sabemos pero creemos y esperamos, que es otro modo de conocer y entender la vida. Nos quedamos en una “sabia ignorancia, (docta ignorantia).

Decía Francisco en la audiencia del 26 de noviembre de 2014 que el cielo no es un lugar, sino un estado del alma en Dios.

        ¿Por qué no imaginar que la Ascensión es la profundidad de la serenidad, de la igualdad, de la felicidad? Siempre hay un nivel mayor de profundidad. Y al final de lo último es Dios.

Esta fiesta es de gran esperanza e impregna de esperanza toda nuestra existencia y nuestra historia.

        En la vida caminamos hacia nuestra finalización en Dios.

Vivir mirando la meta infunde ánimo, espíritu y coraje, pues en el fondo este es el sentido de la vida humana

        Caminamos hacia el punto final, hacia el horizonte, que es Cristo. Escrutar el horizonte es una actitud que llena la vida de sentido y esperanza.

La esperanza cristiana libera al ser humano de todo totalitarismo ideológico o religioso de hombres que pretendan construir por sí mismos el futuro. (G. Greshake)

Quien espera en el más allá, quien espera en el futuro de Dios, no es totalitario, sino que confía en el final que es el futuro de Dios y no tiene la presunción de construirlo por sí solo.

En situaciones de angustias y hundimientos personales es sano y sanante mirar esperanzadamente el futuro absoluto de Dios. En contextos totalitarios de tipo eclesiástico es liberador otear esperanzadamente la Ascensión, el cielo.

        La esperanza en el futuro es la alegría y el sentido del presente. Lo que esperamos ilumina el momento presente. Y el futuro absoluto no lo posee ni confiere nadie humano: ni político, ni obispo, ni banquero, porque el futuro absoluto es Dios. El lugar del hombre es Dios.

Creemos y esperamos en la Ascensión y por eso, “miramos al cielo” con nostalgia infinita, con ojos limpios por la esperanza y sin intereses. Y porque miramos al cielo y al futuro absoluto, no nos quedamos en las mediaciones políticas ni eclesiásticas, ni vivimos en “babia”, alelados en espiritualismos eclesiásticos, prepotencias políticas, dominios económicos.

Porque creemos en la Ascensión, esperamos firmemente el futuro, el futuro de Dios, y trabajamos en esta historia. Porque miramos al cielo, vivimos y luchamos en la tierra. Porque esperamos el futuro, trabajamos por cambiar este presente.

        Una hermosa coincidencia (no pura casualidad):

        Bendecir significa decir bien en la vida, lo cual no significa meramente decir palabras y más palabras con ritos y más ritos, sino “estar bien y decir bien”. En la vida todo existe y existimos desde la Palabra creadora “bien dicha” por Dios, lo cual es bueno y hace bien. Cuando Dios habla, crea amablemente, dice bien y su Palabra es amable y valiosa.

Estamos llenos de maldiciones, de decir mal, de descalificaciones, de linchamientos personales, morales, de acepción de personas. Yeso no es bueno, ni hace bien a nadie.

La Ascensión nos habla de una creación originaria y de futuro “bien concluido” por JesuCristo para toda la humanidad.

Tal vez la fiesta de la Ascensión de este año entre nosotros pueda tener un color de encuentro, de sensatez, de respeto, de decir bien y libremente la fe, la vida,

Jesús se marchó.-como había vivido- Bendiciendo. Diciendo y haciendo bien.

Es un noble programa de vida: pasar por la vida diciendo bien y marcharnos dejando algo de bien.

Vosotros sois testigos de todo esto

[1] (Utilizamos también nosotros los números simbólicamente: “Te he dicho “mil” veces”/: en “tercera” y última convocatoria; / “4+3=1”, eres un “hamalau”; / 666: antiCristo, etc.)

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