Archivo

Archivo para Domingo, 9 de junio de 2019

Espíritu Santo, ven…

Domingo, 9 de junio de 2019
Comentarios desactivados en Espíritu Santo, ven…

hiver_13

 

“Sin el Espíritu Santo, Dios es lejano, Cristo queda en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple organización, la autoridad un dominio, la misión proselitismo, el culto una evocación, la praxis humana una moral de esclavos…

Pero en el Espíritu Santo el cosmos es elevado a gemidos de parto del Reino, Cristo resucitado está presente, el Evangelio es potencia de vida, la Iglesia significa comunión, la autoridad un servicio, la misión es un pentecostés, la liturgia un memorial y una anticipación, la praxis humana queda divinizada”

*

Ignacio IV,
patriarca de Antioquía

***

Pentecost-fire

***

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros.

El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.

El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.”

*

Juan 14, 15-16. 23b-26

***

Jesús nos envía al Espíritu para que pueda llevarnos a conocer del todo la verdad sobre la vida divina. La verdad no es una idea, un concepto o una doctrina, sino una relación. Ser guiados hacia la verdad significa ser insertados en la misma relación que tiene Jesús con el Padre; significa llegar a ser partner en un noviazgo divino. Esa es la razón por la que Pentecostés es el complemento de la misión de Jesús. Con Pentecostés, el ministerio de Jesús se hace visible en plenitud. Cuando el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos y habita en ellos, su vida queda «cristificada», esto es, transformada en una vida marcada por el mismo amor que existe entre el Padre y el Hijo. La vida espiritual, en efecto, es una vida en la que somos elevados a ser partícipes de la vida divina.

Ser elevados a la participación de la vida divina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo no significa, sin embargo, ser echados fuera del mundo. Al contrario, los que entran a formar parte de la vida espiritual son precisamente los que son enviados al mundo para continuar y llevar a término la obra iniciada por Jesús. La vida espiritual no nos aleja del mundo, sino que nos inserta de manera más profunda en su realidad. Jesús dice a su Padre: «Yo los he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí» (Jn 17,18). Con ello nos aclara que, precisamente porque sus discípulos no pertenecen ya al mundo, pueden vivir en el mundo como lo ha hecho él (cf. Jn 17,15s). La vida en el Espíritu de Jesús es, pues, una vida en la cual la venida de Jesús al mundo -es decir, su encarnación, muerte y resurrección- es compartida externamente por los que han entrado en la misma relación de obediencia al Padre que marcó la vida personal de Jesús. Si nos hemos convertido en hijos e hijas como Jesús era Hijo, nuestra vida se convierte en la prosecución de la misión de Jesús.

*

H. J. M. Nouwen,
Tú eres mi amado: la vida espiritual en un mundo secular,
PPC, Madrid 2000.

***

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , ,

“El Espíritu es de todos”. Pentecostés – C (Jn 20,19-23)

Domingo, 9 de junio de 2019
Comentarios desactivados en “El Espíritu es de todos”. Pentecostés – C (Jn 20,19-23)

08-PENTEC-CNuestra vida está hecha de múltiples experiencias. Gozos y sinsabores, logros y fracasos, luces y sombras van entretejiendo nuestro vivir diario llenándonos de vida o agobiando nuestro corazón.

Pero con frecuencia no somos capaces de percibir todo lo que hay en nosotros mismos. Lo que captamos con nuestra conciencia es solo una pequeña isla en el mar mucho más amplio y profundo de nuestra vida. A veces, se nos escapa, incluso, lo más esencial y decisivo.

En su precioso libro Experiencia espiritual, K. Rahner nos ha recordado con vigor esa «experiencia» radicalmente diferente que se da siempre en nosotros, aunque pase muchas veces desapercibida: la presencia viva del Espíritu de Dios que trabaja desde dentro nuestro ser.

Una experiencia que queda, casi siempre, como encubierta por otras muchas que ocupan nuestro tiempo y nuestra atención. Una presencia que queda como reprimida y oculta bajo otras impresiones y preocupaciones que se apoderan de nuestro corazón.

Casi siempre nos parece que lo grande y gratuito tiene que ser siempre algo poco frecuente, pero, cuando se trata de Dios, no es así. Ha habido en ciertos sectores del cristianismo una tendencia a considerar esa presencia viva del Espíritu como algo reservado más bien a personas elegidas y selectas. Una experiencia propia de creyentes privilegiados.

Rahner nos ha recordado que el Espíritu de Dios está siempre vivo en el corazón del ser humano pues el Espíritu es sencillamente la comunicación del mismo Dios en lo más íntimo de nuestra existencia. Ese Espíritu de Dios se comunica y regala, incluso, allí donde aparentemente no pasa nada. Allí donde se acepta la vida y se cumple con sencillez la obligación pesada de cada día.

El Espíritu de Dios sigue trabajando silenciosamente en el corazón de la gente normal y sencilla, en contraste con el orgullo y las pretensiones de quienes se sienten en posesión del Espíritu.

La fiesta de Pentecostés es una invitación a buscar esa presencia del Espíritu de Dios en todos nosotros, no para presentarla como un trofeo que poseemos frente a otros que no han sido elegidos, sino para acoger a ese Dios que está en la fuente de toda vida, por muy pequeña y pobre que nos pueda parecer a nosotros.

El Espíritu de Dios es de todos, porque el Amor inmenso de Dios no puede olvidar ninguna lágrima, ningún gemido ni anhelo que brota del corazón de sus hijos e hijas.

José Antonio Pagola

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

“El Espíritu Santo os lo enseñará todo”. Domingo 09 de junio de 2019. Pentecostés

Domingo, 9 de junio de 2019
Comentarios desactivados en “El Espíritu Santo os lo enseñará todo”. Domingo 09 de junio de 2019. Pentecostés

33-pentecostesC cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 2,1-11:  Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar.
Salmo responsorial: 103:  Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
1Corintios 12,3b-7.12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo.
Juan 20,19-23:  Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo

En el presente ciclo C pueden utilizarse tambien las siguientes lecturas:

Romanos 8, 8-17: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios.
Juan 14, 15-16. 23b-26: El Espíritu Santo os lo enseñará todo

Nota 1: Este año, como ciclo C, hay otras lecturas posibles este día; consúltese esta fecha en el calendario litúrgico (http://www.servicioskoinonia.org/biblico/calendario), o directamente aquí:

http://servicioskoinonia.org/biblico/calendario/texto.php?codigo=20100523&cicloactivo=2010&cepif=0&cascen=0&ccorpus=0

Nota 2: Como casi todas, Pentecostés no es una fiesta originariamente cristiana (propuesta por Jesús) ni siquiera israelita (decidida por Israel), sino una celebración que es parte de una cultura religiosa que siempre está en evolución, y se acomoda y se enriquece con el transcurso del tiempo y la sucesión de las distintas vivencias del pueblo. Como «Fiesta de las Semanas» o «de la Cincuentena», en Israel fue una fiesta netamente agraria, que celebraba el inicio de la cosecha. Se celebraba siete semanas (cincuenta días) a partir de la Pascua, para dar gracias a Dios por la nueva cosecha (cf. Ex 23,16;34,22; Lv 23,15-21; Dt 16,9-12). En el judaísmo tardío se transformó en festividad plenamente religiosa: pasó a ser memoria del don de la Ley en el Sinaí al pueblo liberado de Egipto. Para recordar o estudiar la interesante «prehistoria» de las festividades cristianas, casi desconocida, y muy iluminadora, recomendamos el clásico libro de Thierry MAERTENS, «Fiesta en honor de Yahvé». (Puede ser recogido en la biblioteca de Koinonía: servicioskoinonia.org/biblioteca).

Sugerencias para la homilía (Escritas para el Diario Bíblico Latinoamericano en un ciclo anterior por el biblista Silvio Báez, recientemente nombrado obispo auxiliar de Managua, a quien agradecemos).

El Espíritu es la misma vida de Dios. En la Biblia es sinónimo de vitalidad, de dinamismo y novedad. El Espíritu animó la misión de Jesús y se encuentra también a la raíz de la misión de la Iglesia. El evento de Pentecostés nos remonta al corazón mismo de la experiencia cristiana y eclesial: una experiencia de vida nueva con dimensiones universales.

La primera lectura (Hch 2,1-11) es el relato del evento de Pentecostés. En ella se narra el cumplimiento de la promesa hecha por Jesús al final del evangelio de Lucas y al inicio del libro de los Hechos (Lc 24,49: “Por mi parte, les voy a enviar el don prometido por mi Padre… quédense en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de lo alto”; Hch 1,5.8: “Ustedes serán bautizados con Espíritu Santo dentro de pocos días… ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo”).

Con esta narración Lucas profundiza un aspecto fundamental del misterio pascual: Jesús resucitado ha enviado el Espíritu Santo a la naciente comunidad, capacitándola para una misión con horizonte universal. El relato inicia dando algunas indicaciones relativas al tiempo, al lugar y a las personas implicadas en el evento. Todo ocurre “al llegar el día de Pentecostés” (Hch 2,1). Pentecostés es una fiesta judía conocida como “fiesta de las semanas” (Ex 34,22; Num 28,26; Dt 16,10.16; etc.) o “fiesta de la cosecha” (Ex 23,16; Num 28,26; etc.), que se celebraba siete semanas después de la pascua.

Parece ser que en algunos ambientes judíos en época tardía, en esta fiesta se celebraban las grandes alianzas de Dios con su pueblo, particularmente la del Sinaí que estaba directamente relacionada con el don de la Ley. Aunque Lucas no desarrolla esta temática en el relato de Pentecostés, seguramente conocía esta tradición y es probable que haya querido asociar el don del Espíritu, enviado por Cristo resucitado, al don de la Ley recibido en el Sinaí. En la comunidad de Qumrán, contemporánea a Jesús, Pentecostés había llegado a ser la fiesta de la Nueva Alianza que aseguraba la efusión del Espíritu de Dios al nuevo pueblo purificado (cf. Jer 31,31-34; Ez 36).

El texto de los Hechos da otra indicación: “estaban todos juntos en un mismo lugar” (Hch 2,1). Con estas palabras se quiere sugerir que los presentes estaban unidos, no sólo en un mismo sitio, sino con el corazón. Aunque no se habla de una reunión cultual, no sería extraño que Lucas imaginara a los creyentes en oración, esperando la venida del Espíritu, de la misma forma que Jesús estaba orando cuando el Espíritu bajó sobre él en el bautismo (Lc 3,21: “Mientras Jesús oraba… el Espíritu Santo bajó sobre él”; Hch 1,14: “Solían reunirse de común acuerdo para orar en compañía de algunas mujeres, de María la madre de Jesús y de los hermanos de éste”).

Lucas utiliza en primer lugar el símbolo del viento para hablar del don del Espíritu: “De repente vino del cielo un ruido, semejante a una ráfaga de viento impetuoso y llenó la casa donde se encontraban” (Hch 2,2). Aunque los discípulos estaban a la espera del cumplimiento de la promesa del Señor resucitado, el evento ocurre “de repente” y, por tanto, en forma imprevisible. Es una forma de decir que se trata de una manifestación divina, ya que el actuar de Dios no puede ser calculado ni previsto por el ser humano. El ruido llega “del cielo”, es decir, del lugar de la trascendencia, desde Dios. Su origen es divino. Y es como el rumor de una ráfaga de viento impetuoso.

El evangelista quería describir el descenso del Espíritu Santo como poder, como potencia y dinamismo y, por tanto, el viento era un elemento cósmico adecuado para expresarlo. Además, tanto en hebreo como en griego, espíritu y viento se expresan con una misma palabra (hebreo: ruah; griego: pneuma). No es extraño, por tanto, que el viento sea uno de los símbolos bíblicos del Espíritu. Recordemos el gesto de Jesús en el evangelio, cuando “sopla” sobre los discípulos y les dice: “Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,22), o la visión de los esqueletos calcinados narrada en Ezequiel 37, donde el viento–espíritu de Dios hace que aquellos huesos se revistan de tendones y de carne, recreando el nuevo pueblo de Dios.

“Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos” (Hch 2,3). Lucas se sirve luego de otro elemento cósmico que era utilizado frecuentemente para describir las manifestaciones divinas en el Antiguo Testamento: el fuego, que es símbolo de Dios como fuerza irresistible y trascendente. La Biblia habla de Dios como un “fuego devorador” (Dt 4,24; Is 30,27; 33,14); “una hoguera perpetua” (Is 33,14). Todo lo que entra en contacto con él, como sucede con el fuego, queda transformado. El fuego es también expresión del misterio de la trascendencia divina. En efecto, el ser humano no puede retener el fuego entre sus manos, siempre se le escapa; y, sin embargo, el fuego lo envuelve con su luz y lo conforta con su calor. Así es el Espíritu: poderoso, irresistible, trascendente.

El evento extraordinario expresado simbólicamente en los vv. 2-3 se explicita en el v. 4: “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. Dios mismo llena con su poder a todos los presentes. No se les comunica un auxilio cualquiera, sino la plenitud del poder divino que se identifica en la Biblia con esa realidad que se llama: el Espíritu. Se trata de un evento único que marca la llegada de los tiempos mesiánicos y que permanecerá para siempre en el corazón mismo de la Iglesia. Desde este momento el Espíritu será una presencia dinámica y visible en la vida y la misión de la comunidad cristiana.

La fuerza interior y transformadora del Espíritu, descrita antes con los símbolos del viento y del fuego, se vuelve ahora capacidad de comunicación que inaugura la eliminación de la antigua división entre los seres humanos a causa de la confusión de lenguas en Babel (Gen 11). “Y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo les concedía expresarse” (v. 4). En Jerusalén, no en la casa donde están los discípulos, ni en el espacio cerrado de unos pocos elegidos, sino en el espacio abierto donde hay gente de todos las naciones (v. 5), en la plaza y en la calle, el Espíritu reconstruye la unidad de la humanidad entera e inaugura la misión universal de la Iglesia.

El pecado condenado en el relato de la torre de Babel es la preocupación egoísta de los seres humanos que se cierran y no aceptan la existencia de otros grupos y otras sociedades, sino que desean permanecer unidos alrededor de una gran ciudad cuya torre toque el cielo. El Espíritu debe venir continuamente para perdonar y renovar a los seres humanos para que no se repitan más las tragedias causadas por el racismo, la cerrazón étnica y los integrismos religiosos.

El Espíritu de Pentecostés inaugura una nueva experiencia religiosa en la historia de la humanidad: la misión universal de la Iglesia. La palabra de Dios, gracias a la fuerza del Espíritu, será pronunciada una y otra vez a lo largo de la historia en diversas lenguas y será encarnada en todas las culturas. El día de Pentecostés, la gente venida de todas las partes de la tierra “les oía hablar en su propia lengua” (Hch 2,6.8). El don del Espíritu que recibe la Iglesia, al inicio de su misión, la capacita para hablar de forma inteligible a todos los pueblos de la tierra.

En el evangelio se narra la aparición del Señor Resucitado a los discípulos el día de pascua. Todo el relato está determinado por una indicación temporal (es el primer día de la semana) y una indicación espacial (las puertas del lugar donde están los discípulos están cerradas).

La referencia al primer día de la semana, es decir, el día siguiente al sábado (el domingo), evoca las celebraciones dominicales de la comunidad primitiva y nuestra propia experiencia pascual que se renueva cada domingo. La indicación de las puertas cerradas quiere recordar el miedo de los discípulos que todavía no creen, y al mismo tiempo quiere ser un testimonio de la nueva condición corporal de Jesús que se hará presente en el lugar. Jesús atravesará ambas barreras: las puertas exteriores cerradas y el miedo interior de los discípulos. A pesar de todo, están juntos, reunidos, lo que parece ser en la narración una condición necesaria para el encuentro con el Resucitado; de hecho Tomás sólo podrá llegar a la fe cuando está con el resto del grupo.

Jesús “se presentó en medio de ellos” (v.19). El texto habla de “resurrección” como venida del Señor. Cristo Resucitado no se va, sino que viene de forma nueva y plena a los suyos (cf. Jn 14,28: “me voy y volveré a vosotros”; Jn 16,16-17) y les comunica cuatro dones fundamentales: la paz, el gozo, la misión, y el Espíritu Santo.

Los dones pascuales por excelencia son la paz (el shalom bíblico) y el gozo (la járis bíblica), que no son dados para el goce egoísta y exclusivo, sino para que se traduzcan en misión universal. La misión que el Hijo ha recibido del Padre ahora se vuelve misión de la Iglesia: el perdón de los pecados y la destrucción de las fuerzas del mal que oprimen al ser humano. Para esto Jesús dona el Espíritu a los discípulos. En el texto, en efecto, sobresale el tema de la nueva creación: Jesús “sopló sobre ellos”, como Yahvé cuando creó al ser humano en Gen 2,7 o como Ezequiel que invoca el viento de vida sobre los huesos secos (Ez 37). Leer más…

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

Hechos 1-2: Ante la Iglesia del Tercer Milenio:Vigilia y fiesta de Pentecostés

Domingo, 9 de junio de 2019
Comentarios desactivados en Hechos 1-2: Ante la Iglesia del Tercer Milenio:Vigilia y fiesta de Pentecostés

5EFBBD05-C59B-451C-83CE-53AC6594442EDel blog de Xabier Pikaza:

Ante la iglesia 2000

 Faltan aún 10 años para que empiece la iglesia 2000, es decir, los 2000 años de una Iglesia del Espíritu Santo que, según la cronología oficial, empezó el año 30. Ante la próxima llegada del año 2030 ofrezco esta reflexiones y tareas dramáticas de la Iglesia de Pentecostés.

Comenzábamos hace 20 años (año 1999) la celebración del segundo jubileo del Nacimiento de Jesús. Fue hace muy poco  (¿qué son 20 años?) con el Papa Juan Pablo II, con una ilusión mezclada de nostalgia y miedo.

Dentro de 10 años (el 2030) celebraremos el segundo jubileo de la Iglesia, con el papa Francisco… o con aquel que le suceda. Será un jubileo bien distinto; han pasado y seguirán pasando muchas cosas desde el 1999. Tenemos que volver de nuevo al año 30 (el año 0), al comienzo de la Iglesia…

En ese contexto quiero ofrecer una reflexión de comienzo de la nueva Iglesia, desde el fuego de Dios de Pentecostés... Pondré de fondo la pascua de Jesús, con las narraciones y experiencias de María Magdalena y de María, la madre de Jesús, de Pedro y de Pablo, del Discípulo amado. Pero insistiré en el testimonio de Luchas en en libro de los Hechos (Hch 1-2). Quiero que sea una vigilia de alabanza y preparación para el tercer milenio de la Iglesia.

Preparación. Ante el fuego de Dios.

– ¿Cómo prepararnos para el fuego del Dios de Jesús que es el Espíritu, si ese fuego se enciende y arde cuando quiere, no cuando nosotros lo mandemos? ¡No podemos, y sin embargo, debemos hacerlo: Uno a uno, juntos, en familia o comunión cristiana!

‒ ¿Cómo hacerlo nosotros, si es el mismo Dios que debe alentar en nuestra vida,abriendo caminos, tendiendo puentes, curando enfermedades, perdonando pecados, llenando todo de amor y de justicia?

‒ ¿Cómo estar dispuestos a escuchar la voz, abriendo el pecho para el fuego, los ojos para la luz, los oídos para la voz, la mano para el trabajo y el abrazo…? ¿Cómo, cómo, cómo…?

Con esas y otras preguntas he redactado esta catequesis, que ha de empezar con la lectura y la oración compartida en torno al principio del libro de los Hechos (Hch 1-2). También tú empieza leyendo ese pasaje, para traducirlo así en tu vida. Quizá te baste y puedas seguir por ti mismo. Por si te ayudan te ofrezco las siguientes reflexiones.

— En el primer Pentecostés del año 30 comenzó la Iglesia de Jesús, retomando la gran inspiración del judaísmo antiguo, pero abriendo un camino de fuego y palabra para todas la naciones, y así lo ha puesto de relieve este pasaje del libro de Hechos (Hch 1-2).

— En este Pentecostés 2019 debe recomenzar tu camino por el fuego y la palabra de Dios. Toma un tiempo de reposo, para abrir así tu “alma”, con aquellos con quienes compartes tu andadura de estudio y práctica cristiana, en línea de catequesis, desde tu pasado cristiano, buscando un futuro más lleno de Dios y justicia, con todos los hermanos.

Que  toda la Iglesia avive tu fuego, impulse tu camino, con María de Pentecostés. Buena Vigilia y Pascua del Fuego de Dios, este año 2015, con todos y para todos.

COMIENZO, Hch 1-2. LUGARES Y GENTES

Al comienzo de esta catequesis será leer cuidadosamente el texto de Hch 1, la Ascensión del Señor (Monte de los Olivos) y la reunión de los primeros cristianos en la Iglesia (en el Cenáculo, habitación alta de una casa, posiblemente la sala de la Última Cena, donde se alojaban, Hch 1, 13).

Después se pasa del Cenáculo a la calle, en Hch 2, donde empieza la misión. Este comienzo es muy significativo y merece la pena que nos fijemos bien en algunos detalles. Éstos son los que yo destacaría. Vosotros, los lectores, podéis destacar otros.

Comencemos por los lugares:

‒ Monte de los Olivos (Hch 1, 1-12; cf. 1, 12). Éste es el monte de la última oración de Jesús (en el huerto de ese monte). Era el monte donde muchos judíos esperaban que llegara el Reino de Dios, según el libro de Zacarías (Zac 14, 4). Dios mismo dividiría ese monte en dos, y vendría con gloria, para imponer su reinado… Pero Jesús resucitado lleva a sus discípulos a ese monte…para decirles que el Reino no llega de esa forma por ahora… Más aún, en vez de traer el Reino de esa forma “se va” (sube al cielo…), y confía su tarea a sus discípulos: ¡que reciban el Espíritu Santo y que vayan al mundo entero como discípulos suyo (Hch 1, 8).

‒ Cenáculo (Hch 1, 12-26). Una sala amplia (la sala superior, para reuniones)… en una casa amplia, de las que había en Jerusalén para celebrar la pascua y las grandes fiestas, cuando venían los peregrinos… Ésta es la casa de la reflexión (oración…, diálogo, estudio). Será una casa para nueve días, la primera gran “novena” de la iglesia, desde la Ascensión a Pentecostés. Ése tiempo de la casa (del retiro de grupo, de la búsqueda común) es fundamental… Éste es un tiempo fundamental, no a solas, sino en grupo… para ver juntos, para recordar, para planear, para compartir…

‒ La calle (Hech 2). Pero los discípulos no pueden quedarse en el cenáculo, en clausura miedosa, en nostalgia dolorida, esperando que llegue Jesús y que resuelve él nuestra tarea. Nos ha dejado una misión, tenemos que afrontarla, recibiendo el Espíritu, saliendo a la calle, empezando por Pedro (hoy el Papa Francisco), todos… Ésta es la misión, la gran tarea. Salir a la calle de Jerusalén, a la plaza, a los mercados y escuelas, a los lugares de marginación, diciendo que Jesús ha tocado nuestra vida con su Espíritu.

Jesús nos ha dejado su tarea:

Ha culminado su camino, ha realizado su obra: Ha proclamado el mensaje, ha muerto y ha resucitado. Ciertamente, el sigue con nosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos, como sabe y dice Mt 28, 16-20, pero está de otra manera, no como antes. Está de un modo más honda, dejándonos su tarea, para que nosotros la continuemos.

Es bueno que Jesús  se haya ido, como dice el texto de la Ascensión (Hch 1, 1-11). Se ha ido, se han cubierto las “nubes” de Dios, en la altura, donde está “sentado” (culminada su obra) y “de pie” caminando con nosotros. Nos ha dejado con pena, no podemos tocarle como antes (como le quería tocar María Magdalena)… Pero es bueno que Jesús se haya ido, de una forma externa, para darnos su Espíritu (como dice él mismo en su discurso de despedida: Jn 13-17). Leer más…

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

Domingo de Pentecostés. Ciclo C.

Domingo, 9 de junio de 2019
Comentarios desactivados en Domingo de Pentecostés. Ciclo C.

pentecostes1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles que Pablo encontró cierta vez en Éfeso un grupo de cristianos desconocidos. Algo debió de resultarle raro porque les preguntó: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando comenzasteis a creer?” La respuesta fue rotunda: “Ni siquiera hemos oído que hay un Espíritu Santo”. Si Pablo nos hiciera hoy la misma pregunta, muchos cristianos deberían responder: “Sé desde niño que existe el Espíritu Santo. Pero no sé para qué sirve, no influye nada en mi vida. A mí me basta con Dios y con Jesús”. Esta respuesta sería sincera, pero equivocada. Las palabras que acaba de pronunciar las ha dicho impulsado por el Espíritu Santo. Tiene más influjo en su vida de lo que él imagina. Y esto lo sabemos gracias a las discusiones y peleas entre los cristianos de Corinto.

La importancia del Espíritu (1 Corintios 12,3b-7.12-13)

Los corintios eran especialistas en crear conflictos. Una suerte para nosotros, porque gracias a sus discusiones tenemos las dos cartas que Pablo les escribió. La disputa que originó la lectura de hoy no queda clara, porque el texto, para no perder la costumbre, ha sido mutilado. Quien se toma la pequeña molestia de leer el capítulo 12 de la 1ª carta a los Corintios, advierte cuál es el problema: algunos se consideran superiores a los demás y no valoran lo que hacen los otros. Como si un arquitecto despreciase, y considerase inútiles, al delineante que elabora los planos, al informático que trabaja en el ordenador, al capataz que dirige la obra y, sobre todo, a los obreros que se juegan a veces la vida en lo alto del andamio.

La sección suprimida en la lectura (versículos 8-11) describe la situación en Corinto. Unos se precian de hablar muy bien en las asambleas; otros, de saber todo lo importante; algunos destacan por su fe; otros consiguen realizar curaciones, y hay quien incluso hace milagros; los más conflictivos son los que presumen de hablar con Dios en lenguas extrañas, que nadie entiende, y los que se consideran capaces de interpretar lo que dicen.

Pablo comienza por la base. Hay algo que los une a todos ellos: la fe en Jesús, confesarlo como Señor, aunque el César romano reivindique para sí este título. Y eso lo hacen gracias al Espíritu Santo.

Esta unidad no excluye diversidad de dones espirituales, actividades y funciones. Pero en la diversidad deben ver la acción del Espíritu, de Jesús y de Dios Padre. A continuación de esta fórmula casi trinitaria, insiste en que es el Espíritu quien se manifiesta en esos dones, actividades y funciones, que concede a cada uno con vistas al bien común.

Además, el Espíritu no solo entrega sus dones, también une a los cristianos. Gracias al él, en la comunidad no hay diferencias motivadas por el origen (judíos – griegos) ni por las clases sociales (esclavos – libres). En la carta a los Gálatas dirá Pablo que también elimina las diferencias basadas en el género (varones – mujeres). Hoy día somos especialmente sensibles a la diferencia de género. No podemos imaginar lo que suponía en el siglo I las diferencias entre un esclavo (por más cultura que tuviese) y un ciudadano libre, ni entre un cristiano de origen judío (algunos se consideraban lo mejor de lo mejor) y un cristiano de origen pagano, recién bautizado (para algunos, un advenedizo). [Solo hay un tema en el que ha fracasado el Espíritu: en unir a independentistas y nacionalistas].

En definitiva, todo lo que somos y tenemos es fruto del Espíritu, porque es la forma en que Jesús resucitado sigue presente entre nosotros.

Hermanos: Os manifiesto que nadie puede decir: «Jesús es el Señor», si no es movido por el Espíritu. Hay diversidad de dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de funciones, pero el mismo Señor; diversidad de actividades, pero el mismo Dios, que lo hace todo en todos. A cada cual se le da la manifestación del Espíritu para el bien común. Del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, con ser muchos, forman un cuerpo, así también Cristo. Porque todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, fuimos bautizados en un solo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido del mismo Espíritu.

¿Cómo comenzó la historia? Dos versiones muy distintas.

            Si a un cristiano con mediana formación religiosa le preguntan cómo y cuándo vino por vez primera el Espíritu Santo, lo más probable es que haga referencia al día de Pentecostés. Y si tiene cierta cultura artística, recordará el cuadro de El Greco, aunque quizá no haya advertido que, junto a la Virgen, está María Magdalena, representando al resto de la comunidad cristiana (ciento veinte personas, según Lucas). Pero hay otra versión muy distinta: la del evangelio de Juan.

            La versión de Lucas (Hechos de los apóstoles 2,1-11)

            Lucas es un entusiasta del Espíritu Santo. Ha estudiado la difusión del cristianismo desde Jerusalén hasta Roma, pasando por Siria, la actual Turquía y Grecia. Conoce los sacrificios y esfuerzos de los misioneros, que se han expuesto a bandidos, animales feroces, viajes interminables, naufragios, enemistades de los judíos y de los paganos, para propagar el evangelio. ¿De dónde han sacado fuerza y luz? ¿Quién les ha enseñado a expresarse en lenguas tan diversas? Para Lucas, la respuesta es clara: todo es don del Espíritu.

            Por eso, cuando escribe el libro de los Hechos, desea inculcar que su venida no es solo una experiencia personal y privada, sino de toda la comunidad. Algo que se prepara con un largo período de oración (¡cincuenta días!), y que acontecerá en un momento solemne, en la segunda de las tres grandes fiestas judías: Pentecostés. Lo curioso es que esta fiesta se celebra para dar gracias a Dios por la cosecha del trigo, inculcando al mismo tiempo la obligación de compartir los frutos de la tierra con los más débiles (esclavos, esclavas, levitas, emigrantes, huérfanos y viudas).

            En este caso, quien empieza a compartir es Dios, que envía el mayor regalo posible: su Espíritu. Y lo envía no solo a los apóstoles (los obispos) sino a toda la comunidad, «unas ciento veinte personas».

            El relato de Lucas contiene dos escenas (dentro y fuera de la casa), relacionadas por el ruido de una especie de viento impetuoso[1].

            Dentro de la casa, el ruido va acompañado de la aparición de unas lenguas de fuego que se sitúan sobre cada uno de los presentes. Sigue la venida del Espíritu y el don de hablar en distintas lenguas. ¿Qué dicen? Lo sabremos al final.

            Fuera de la casa, el ruido (o la voz de la comunidad) hace que se congregue una multitud de judíos de todas partes del mundo. Aunque Lucas no lo dice expresamente, se supone que la comunidad ha salido de la casa y todos los oyen hablar en su propia lengua. Desde un punto de vista histórico, la escena es irreal. ¿Cómo puede saber un elamita que un parto o un medo está escuchando cada uno su idioma? Pero la escena simboliza una realidad histórica: el evangelio se ha extendido por regiones tan distintas como Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, Libia y Cirene, y sus habitantes han escuchado su proclamación en su propia lengua. Este “milagro” lo han repetido miles de misioneros a lo largo de siglos, también con la ayuda del Espíritu. Porque él no viene solo a cohesionar a la comunidad internamente, también la lanza hacia fuera para que proclame «las maravillas de Dios».

            Al llegar el día de pentecostés, estaban todos los discípulos juntos en el mismo lugar. De repente un ruido del cielo, como de viento impetuoso, llenó toda la casa donde estaban. Se les aparecieron como lenguas de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo les movía a expresarse.

            Había en Jerusalén judíos piadosos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al oír el ruido, la multitud se reunió y se quedó estupefacta, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Fuera de sí todos por aquella maravilla, decían: «¿No son galileos todos los que hablan? Pues, ¿cómo nosotros los oímos cada uno en nuestra lengua materna? Partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea y Capadocia, el Ponto y el Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y las regiones de Libia y de Cirene, forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, los oímos hablar en nuestras lenguas las grandezas de Dios».

La versión de Juan 20, 19-23

            Muy distinta es la versión que ofrece el cuarto evangelio. En este breve pasaje podemos distinguir cuatro momentos: el saludo, la confirmación de que es Jesús quien se aparece, el envío y el don del Espíritu.

El saludo es el habitual entre los judíos: “La paz esté con vosotros”. Pero en este caso no se trata de pura fórmula, porque los discípulos, muertos de miedo a los judíos, están muy necesitados de paz.

Ese paz se la concede la presencia de Jesús, algo que parece imposible, porque las puertas están cerradas. Al mostrarles las manos y los pies, confirma que es realmente él. Los signos del sufrimiento y la muerte, los pies y manos atravesados por los clavos, se convierten en signo de salvación, y los discípulos se llenan de alegría.

Todo podría haber terminado aquí, con la paz y la alegría que sustituyen al miedo. Sin embargo, en los relatos de apariciones nunca falta un elemento esencial: la misión. Una misión que culmina el plan de Dios: el Padre envió a Jesús, Jesús envía a los apóstoles. [Dada la escasez actual de vocaciones sacerdotales y religiosas, no es mal momento para recordar otro pasaje de Juan, donde Jesús dice: “Rogad al Señor de la mies que envíe operarios a su mies”].

El final lo constituye una acción sorprendente: Jesús sopla sobre los discípulos. No dice el evangelistas si lo hace sobre todos en conjunto o lo hace uno a uno. Ese detalle carece de importancia. Lo importante es el simbolismo. En hebreo, la palabra ruaj puede significar “viento” y “espíritu”. Jesús, al soplar (que recuerda al viento) infunde el Espíritu Santo. Este don está estrechamente vinculado con la misión que acaban de encomendarles. A lo largo de su actividad, los apóstoles entrarán en contacto con numerosas personas; entre las que deseen hacerse cristianas habrá que distinguir entre quiénes pueden ser aceptadas en la comunidad (perdonándoles los pecados) y quiénes no, al menos temporalmente (reteniéndoles los pecados).

En la tarde de aquel día, el primero de la semana, y estando los discípulos con las puertas cerradas por miedo a los judíos, llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: «¡La paz esté con vosotros!».

            Y les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.

            Él repitió: «¡La paz esté con vosotros! Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros».

            Después sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos».

Reflexión final

            Los textos dejan clara la importancia esencial del Espíritu en la vida de cada cristiano y de la Iglesia. El lenguaje posterior de la teología, con el deseo de profundizar en el misterio, ha contribuido a alejar al pueblo cristiano de esta experiencia fundamental. En cambio, la preciosa Secuencia de la misa ayuda a rescatarla. Hoy es buen momento para pensar en lo que hemos recibido del Espíritu y lo que podemos pedirle que más necesitemos.

El don de lenguas

«Y empezaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse». El primer problema consiste en saber si se trata de lenguas habladas en otras partes del mundo, o de lenguas extrañas, misteriosas, que nadie conoce. En este relato es claro que se trata de lenguas habladas en otros sitios. Los judíos presentes dicen que «cada uno los oye hablar en su lengua nativa». Pero esta interpretación no es válida para los casos posteriores del centurión Cornelio y de los discípulos de Éfeso. Aunque algunos autores se niegan a distinguir dos fenómenos, parece que nos encontramos ante dos hechos distintos: hablar idiomas extranjeros y hablar «lenguas extrañas» (lo que Pablo llamará «las lenguas de los ángeles»).

El primero es fácil de racionalizar. Los primeros misioneros cristianos debieron enfrentarse al mismo problema que tantos otros misioneros a lo largo de la historia: aprender lenguas desconocidas para transmitir el mensaje de Jesús. Este hecho, siempre difícil, sobre todo cuando no existen gramáticas ni escuelas de idiomas, es algo que parece impresionar a Lucas y que desea recoger como un don especial del Espíritu, presentando como un milagro inicial lo que sería fruto de mucho esfuerzo.

El segundo fenómeno es más complejo. Lo conocemos a través de la primera carta de Pablo a los Corintios. En aquella comunidad, que era la más exótica de las fundadas por él, algunos tenían este don, que consideraban superior a cualquier otro. En la base de este fenómeno podría estar la conciencia de que cualquier idioma es pobrísimo a la hora de hablar de Dios y de alabarlo. Faltan las palabras. Y se recurre a sonidos extraños, incomprensibles para los demás, que intentan expresar los sentimientos más hondos, en una línea de experiencia mística. Por eso hace falta alguien que traduzca el contenido, como ocurría en Corinto. (Creo que este fenómeno, curiosamente atestiguado en Grecia, podría ponerse en relación con la tradición del oráculo de Delfos, donde la Pitia habla un lenguaje ininteligible que es interpretado por el “profeta”).

Sin embargo, no es claro que esta interpretación tan teológica y profunda sea la única posible. En ciertos grupos carismáticos actuales hay personas que siguen «hablando en lenguas»; un observador imparcial me comunica que lo interpretan como pura emisión de sonidos extraños, sin ningún contenido. Esto se presta a convertirse en un auténtico galimatías, como indica Pablo a los Corintios. No sirve de nada a los presentes, y si viene algún no creyente, pensará que todos están locos.

[1] Es lo que sugiere el texto litúrgico, que traduce ruido en los dos casos. El texto griego usa dos palabras distintas: “ruido” (h=coj) y “voz” (fwnh,). Cabe pensar que el ruido del viento se escucha solo en la casa, y lo que hace que la gente se reúna es la voz de la comunidad cristiana que alaba a Dios.

 

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

Domingo de Pentecostés. 09 junio, 2019

Domingo, 9 de junio de 2019
Comentarios desactivados en Domingo de Pentecostés. 09 junio, 2019

7E1FB6B2-A374-4D1E-81BC-F3C88F55C3BA

“…el Espíritu Santo, (…),

será quien os lo enseñe todo

y os vaya recordando todo lo que os he dicho.”

(Jn 14, 25-26)

 

¡Bienvenida, Santa Ruah!

Año tras año te espero impaciente, esta noche es como la noche de Reyes, vienes tú con tus siete dones y yo te espero entre ilusionada y nerviosa.

¿Qué me regalarás este año? Y sea el año que sea, y me encuentre como me encuentre, ¡aciertas! Me das justo lo que necesito.

Fortaleza, Piedad, Temor de Dios, Ciencia, Sabiduría, Entendimiento y Consejo ¡SIETE! Y aunque con los años ya me han ido tocando todos, y alguno más de una vez, la verdad es que siempre son nuevos.

Pero te diré algo: es verdad que me ilusiona recibir algo de ti, pero sobre todo me ilusiona recibirTE a ti, Espíritu Santo, como esa hermosa persona de la Trinidad que eres, conversar contigo, dejar que seas tú quien me lo enseñe todo y me vayas recordando las palabras y los gestos de Jesús.

Sí, me gusta descubrirte como presencia cercana, viva. Como presencia amiga. Más, mucho más que un fuego, una paloma… También tú, Santa Ruah, eres Trinidad, eres Dios como lo son el Padre y el Hijo. Y es así, cercana como una mano amiga, como te descubro yo en mi vida. Y me alegra inmensamente tenerte de nuevo entre mis cosas, en mi cotidianidad en este tiempo especial, en este nuevo pentecostés.

¡Bienvenida Santa Ruah! ¡Entra!, y ponlo todo a tu gusto, ¡estás en tu casa!

Entra en nuestra Iglesia y en nuestras iglesias, en nuestras comunidades y en nuestros corazones y haz lo que tú sabes: ¡descolócanos!

¡Haz sonar la música del Reino! ¡Y sácanos a bailar! a danzar, que nada ni nadie se quede quieto.

Y para terminar oremos con esa oración que resuena a través de los siglos:

Ven, Espíritu Divino
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.

 

 

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

***

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

No podemos pensar un Dios que no sea Espíritu

Domingo, 9 de junio de 2019
Comentarios desactivados en No podemos pensar un Dios que no sea Espíritu

07278g-entender-espiritualidadJn 20,19-23

Rematamos el tiempo pascual con tres fiestas. Pentecostés, Trinidad y Corpus. Las tres hablan de Dios. Pero no desde el punto de vista filosófico o científico sino en cuanto se relaciona con cada uno de nosotros. De la realidad de Dios en sí mismo no sabemos nada; pero podemos experimentar su presencia como realidad que fundamenta y sostiene nuestra realidad, no desde fuera, sino desde lo hondo del ser. Pentecostés propone la relación con Dios que es Espíritu y hasta qué punto podemos descubrirlo y vivirlo.

Pentecostés, es una fiesta eminentemente pascual. Sin la presencia del Espíritu, la experiencia pascual no hubiera sido posible. La totalidad de nuestro ser está empapada de Dios ESPÍRITU. Es curioso que se presente la fiesta de Pentecostés, en los Hechos, como la otra cara del episodio de la torre de Babel. Allí el pecado dividió a los hombres, aquí el Espíritu los congrega y une. Siempre es el Espíritu el que nos lleva a la unidad y por lo tanto el que nos invita a superar la diversidad que es fruto de nuestro falso yo.

El relato de los Hechos, que hemos leído es demasiado conocido, pero no es tan fácil de interpretar. Pensar en un espectáculo de luz y sonido nos aleja del mensaje que quiere trasmitir. Lc nos está hablando de la experiencia de la primera comunidad; no está haciendo una crónica periodística. En el relato utiliza los símbolos que había utilizado ya el AT. Fuego, ruido, viento. Los efectos de esa presencia no quedan reducidos al círculo de los reunidos, sino que sale a las calles, donde estaban hombres de todos los países.

El Espíritu está viniendo siempre. Mejor dicho, no tiene que venir de ninguna parte. (Lc narra en los Hch, cinco venidas del Espíritu). Las lecturas que hemos leído nos dan suficientes pistas para no despistarnos. En la primera se habla de una venida espectacular (viento, ruido, fuego), haciendo referencia a la teofanía del Sinaí. Coloca el evento en la fiesta judía de Pentecostés, convertida en la fiesta de la renovación de la alianza. La Ley ha sido sustituida por el Espíritu. En Jn, Jesús les comunica el Espíritu el mismo día de Pascua.

No es fácil superar errores. No es un personaje distinto del Padre y del Hijo, que anda por ahí haciendo de las suyas. Se trata del Dios UNO más allá de toda imagen antropomórfica. No es un don que nos regala el Padre o el Hijo sino Dios como DON absoluto que hace posible todo lo que podemos llegar a ser. No es una realidad que tenemos que conseguir a fuerza de oraciones y ruegos, sino el fundamento de mi ser, del que surge todo lo que soy.

Es difícil interpretar la palabra “Espíritu” en la Biblia. Tanto el “ruah” hebreo como el “pneuma” griego, tienen una gama tan amplia de significados que es imposible precisar a qué se refieren en cada caso. El significado predominante es una fuerza invisible pero eficaz que se identifica con Dios y que capacita al ser humano para realizar tareas que sobrepasan sus posibilidades. El significado primero era el espacio entre el cielo y la tierra de donde los animales sorben la vida y nos abre una perspectiva muy interesante.

En los evangelios se deja muy claro que todo lo que es Jesús, se debe a la acción del Espíritu: “concebido por el Espíritu Santo.” “Nacido del Espíritu.” “Desciende sobre él el Espíritu.” “Ungido con la fuerza del Espíritu.” “Como era hombre lo mataron, como poseía el Espíritu fue devuelto a la vida”. Está claro que la figura de Jesús no podría entenderse si no fuera por la acción del Espíritu. Pero no es menos cierto que no podríamos descubrir lo que es realmente el Espíritu si no fuera por lo que Jesús, desde su experiencia, nos ha revelado.

En esta fiesta se quiere resaltar que gracias al Espíritu, algo nuevo comienza. De la misma manera que al comienzo de la vida pública, Jesús fue ungido por el Espíritu en el bautismo y con ello queda capacitado para llevar a cabo su misión, ahora la tarea encomendada a los discípulos será posible gracias a la presencia del mismo Espíritu. De esa fuerza, nace la comunidad, constituida por personas que se dejan guiar por el Espíritu para llevar a cabo la misma tarea. No se puede hablar del Espíritu sin hablar de unidad e integración y amor.

La experiencia inmediata, que nos llega a través de los sentidos, es que somos materia, por lo tanto, limitación, contingencia, inconsistencia, etc. Con esta perspectiva nos sentiremos siempre inseguros, temerosos, tristes. La Experiencia mística nos lleva a una manera distinta de ver la realidad. Descubrimos en nosotros algo absoluto, sólido, definitivo… que es más que nosotros, pero es también parte de nosotros mismos. Esa vivencia nos traería la verdadera seguridad, libertad, alegría, paz, ausencia de miedo.

No se trata de entrar en un mundo diferente, acotado para un reducido número de personas, a las que se premia con el don del Espíritu. Es una realidad que se ofrece a todos como la más alta posibilidad de ser, de alcanzar una plenitud humana que todos debíamos proponernos como meta. Cercenamos nuestras posibilidades de ser cuando reducimos nuestras expectativas a los logros puramente biológicos, psicológicos e incluso intelectuales. Si nuestro verdadero ser es espiritual, y nos quedamos en la exclusiva valoración de la materia, devaluamos nuestra trayectoria humana y reducimos el campo de posibilidades.

La experiencia del Espíritu es de la persona concreta, pero empuja siempre a la construcción de la comunidad, porque, una vez descubierta en uno mismo, en todos se descubre esa presencia. El Espíritu se otorga siempre “para el bien común”. Fijaros que, en contra de lo que se cuenta, no se da el Espíritu a los apóstoles, sino a los discípulos, es decir a todos los seguidores de Jesús. La trampa de asignar la exclusividad del Espíritu a la jerarquía se ha utilizado para justificar privilegios y poder.

El Espíritu no produce personas uniformes como si fuesen fruto de una clonación. Es esta otra trampa para justificar toda clase de controles y sometimientos. El Espíritu es una fuerza vital y enriquecedora que potencia en cada uno las diferentes cualidades y aptitudes. La pretendida uniformidad no es más que la consecuencia de nuestro miedo, o del afán de confiar en el control de las personas y no en la fuerza del mismo Espíritu.

En la celebración de la eucaristía debíamos poner más atención a esa presencia del Espíritu. Un dato puede hacer comprender como hemos ido devaluando la presencia del Espíritu en la celebración de la eucaristía: Durante muchos siglos el momento más importante de la celebración fue la epíclesis, es decir, la invocación del Espíritu que el sacerdote hace sobre el pan y el vino. Solo mucho más tarde se confirió un poder especial, que ha llegado a ser mágico, a las palabras que hoy llamamos “consagración”.

La primera lectura de hoy nos obliga a una reflexión muy simple: ¿hablamos los cristianos, un lenguaje que puedan entender todos los hombres de hoy? Mucho me temo que seguimos hablando un lenguaje que nadie entiende, porque no nos dejamos llevar por el Espíritu, sino por nuestras programaciones ideológicas. Solo hay un lenguaje que pueden entender todos los seres humanos, el lenguaje del amor.

Meditación

Toda vida espiritual es obra del Espíritu.
Que esa obra se lleve a cabo en mí, depende de mí mismo.
Yo necesito a Dios para ser.
Él me necesita para manifestarse.
No debo manipularlo, sino dejar que me cambie.
No soy yo el que amo, sino Dios que ama en mí.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

Paz con vostros

Domingo, 9 de junio de 2019
Comentarios desactivados en Paz con vostros

36244E4A-285A-4918-83FC-34692789685CLa paz no es la ausencia de la guerra, es una virtud, un estado mental, una disposición en pro de la benevolencia, la confianza, la justicia (Baruch Spinoza)

9 de junio. FESTIVIDAD DE PENTECOSTÉS

Hch 2, 1-11

De repente vino del cielo un ruido -¿pero es que puede haber ruido en el cielo?- como de viento huracanado, que llenó toda la casa donde se alojaban (v 2)

Los discípulos, como es natural, estaban todos asustados, y su temor necesitaba que los ruidos de la tierra se calmaran. Los ecos de las voces del entorno son trompetas estridentes que nos impiden escuchar al Espíritu, que sin cesar nos habla.

Jn 20, 19-23.

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio de ellos y les dice: Paz con vosotros (v19)

Shalom: Paz a vosotros. Quiere decir: “Que Dios os conceda todo lo necesario para vivir en amistad con Él, en fraternidad con el prójimo, y calma dentro de vosotros mismos”. Con y en vosotros.

San Pablo dijo a los Filipenses: Lo que también habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, esto practicad, y el Dios de paz estará con vosotros.

Pentecostés es la fiesta de la Nueva Alianza, con la Ley no escrita en tablas de piedra sino en el corazón de los creyentes. Un cuerpo místico de Cristo, dado a luz espiritualmente por la Virgen María, y no en un establo de pastores con vacas y con bueyes, sino en una sala de palacio en el Reino de los cielos con ángeles y trompetas.

“Que haya paz en todos los tiempos”, dicen los Vedas, los libros más antiguos de la India. Y Confucio dice en el primer capítulo de La gran sabiduría:

“Cuando se alcanza el verdadero conocimiento, entonces la voluntad se hace sincera; cuando la voluntad es sincera, entonces se corrige el corazón […]; cuando se corrige el corazón, entonces se cultiva la vida personal; cuando se cultiva la vida personal, entonces se regula la vida familiar; cuando se regula la vida familiar, entonces la vida nacional tiene orden; y cuando la vida nacional tiene orden, entonces hay paz en este mundo. Desde el emperador hasta los hombres comunes, todos deben considerar el cultivo de la vida personal como la raíz o fundamento”

“Valor es lo que se necesita para levantarse y hablar; pero también es lo que se requiere para sentarse y escuchar” (Winston Churchill). Una tierra abonada que nos hace crecer como personas, sorteando el peligro de quedarnos siendo perennemente enanos, no sólo físicamente, que sería lo menos importante, sino moral y espiritualmente. Cuando un hombre no puede progresar, deja de ser un hombre.

Baruch Spinoza, un judío bíblico del siglo XVII, se acordó del Pentecostés evangélico y dijo: La paz no es la ausencia de la guerra, es una virtud, un estado mental, una disposición en pro de la benevolencia, la confianza, la justicia.

Con frecuencia llama Jesús a nuestra mente y nos pide posada. Abrirle el corazón es lo sensato.

ÉL, YO Y MI CASA

Una noche de amores llamó a mi puerta.

………………………..

Yo le esperaba.

……………………….

Y al abrirla me dijo:

Paz a esta casa”.

Nos hicimos Uno, nos hicimos dioses.

Él, yo, la puerta y ¿cómo no? … ¡la casa!

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

El soplo del Espíritu: Osadía y lucidez

Domingo, 9 de junio de 2019
Comentarios desactivados en El soplo del Espíritu: Osadía y lucidez

pentecostes-8Jn 20, 19-23

Con la fiesta de Pentecostés terminamos el tiempo de Pascua. Este acontecimiento cierra un ciclo que revela la identidad trascendente de Jesús y de todo ser humano en su dimensión más profunda, dando pleno sentido a nuestra fe cristiana. En este texto del evangelio de Juan, simbólicamente narrado, la consciencia de la resurrección ocurre en el primer día de la semana. Nace una nueva interpretación del tiempo que parece haber superado la percepción judía. La resurrección ocurre al amanecer, el soplo del Espíritu al atardecer. El día queda completado como un movimiento que integra toda la realidad de la vida.

Para comprender este texto, sería interesante mirar cómo se va desarrollando el proceso de transformación de los discípulos(as) tan tremendamente importante. Se dan tres posiciones conectadas entre sí, pero al mismo tiempo reveladoras de lo que ocurre en todo camino humano y creyente. La primera posición nos habla de cómo estaban situados los discípulos tras la muerte de Jesús: con miedo y las puertas bien cerradas. Esta posición es lógica tras la experiencia de fracaso que habían vivido. Cuando la frustración vital nos viene se despierta toda una gama de sensaciones paralizantes, la desconfianza se convierte en un obstáculo para ver con lucidez lo que ocurre. Ellos están cerrados al cambio; el perímetro de sus vivencias bordea la vida de Jesús que había terminado en tragedia. Sin expectativas y sin perspectiva.

Necesitaban, realmente, una experiencia que rompiera esta espiral de desesperanza. Y es esta desesperanza la que se convierte en roca de fe para una nueva visión del ser humano. Son capaces de percibir a Jesús en medio de ellos y comprender la dimensión humana y divina del resucitado. Jesús es historia viva y se convierte en el espejo de toda la humanidad: vivimos en este mundo, pero existe una realidad trascendente, atemporal y eterna que nos abre a una nueva dimensión de sentido. Y se genera la segunda posición: todos miran al centro, perciben a Jesús en medio de ellos y se llenan de alegría. Esta alegría no es una euforia que les evade de la realidad sino una vivencia muy profunda como fruto de haber descubierto el “centro” y todo lo que brota de ese lugar; el centro personal pero también el centro comunitario.

En una perspectiva diferente de esta escena podemos ver a todos alrededor y Jesús como foco central. En la raíz de esta experiencia nace la Iglesia, la comunidad cristiana querida por Jesús. Todos los miembros equidistantes con respecto al centro, ocupando la misma órbita, pero en responsabilidades diferentes. Nos recuerda al texto de Marcos 3 31-35 cuando María de Nazaret va a buscar a su hijo porque ya estaba en conflicto evidente con el judaísmo. Es la escena más limpia y completa de la Iglesia naciente: María, los hermanos y hermanas alrededor y vinculándose a Jesús a través de su Palabra. ¿Y qué nos ha pasado? ¿Por qué nos cuesta tanto sentirnos cómodos e identificados con esta imagen de la Iglesia? Una escena que vuelve a repetirse en Pentecostés, pero con una nueva presencia: el Espíritu de Jesús.  Es este el parto de la Comunidad cristiana que ha cambiado el miedo por la alegría y la confianza, la cerrazón por la apertura, la verticalidad jerárquica por la circularidad de los seguidores y seguidoras. Es el parto del discipulado de iguales, una posición creyente en la que la referencia de esta Comunidad no es un cargo, un ministerio patriarcal, un liderazgo, una doctrina o una moral dogmatizada, sino Jesús vivo como Espíritu en medio de los creyentes, insuflando, fuerza, libertad, unidad, energía de amor, diversidad de carismas y moviendo hacia la plenitud.

Arraigados ya en esta experiencia, aparece la tercera posición movida por el soplo del Espíritu con la invitación a recibirle en cada momento de la vida. Una nueva posición de osadía y lucidez para percibir aquello que hay que transformar. Jesús cede toda la responsabilidad al discipulado y los acompaña desde el centro, empodera su presencia en la historia como cocreadores(as) de una nueva humanidad; no estamos ante un envío para anunciar un mensaje que repite frases mecánicamente sino para discernir lúcidamente aquello que debe ser integrado, perdonado según el texto bíblico y lo que debe ser denunciado, pecados retenidos como apunta Juan.

Hagamos de esta fiesta de Pentecostés una oportunidad para renovar nuestra fe, nuestro sentido de pertenencia a la Iglesia de iguales que Jesús quería, nuestro vínculo con su Espíritu y nuestra identidad trascendente inseparable de Dios.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

9 de junio de 2019

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

El Espíritu es paz y dinamismo.

Domingo, 9 de junio de 2019
Comentarios desactivados en El Espíritu es paz y dinamismo.

08mayopentecostesFestividad de Pentecostés

9 junio 2019

Jn 20, 19-23

Los relatos de apariciones asocian la experiencia del Resucitado a realidades específicas y fundamentales para el creyente: la paz, la misión, el perdón y el Espíritu.

La paz (shalom) es el saludo del Resucitado, como había sido el saludo de los ángeles en el relato mítico del nacimiento: “Paz a los hombres, amados de Dios” (Lc 2,14). Si lo único que nos quita la paz es la mente no observada –las cavilaciones mentales–, es claro que la Presencia es sinónimo de aquella paz “que supera todo lo que podemos pensar” (Filp 4,7). No es extraño que en el Nuevo Testamento se llame a Jesús “nuestra paz” (Ef 2,14) y que Pablo hable reiteradamente del “Dios de la paz” (1Tes 5,23; Rom 15,33; Filp 4,9).

La misión se presenta totalmente en línea con la del propio Jesús, tal como la entiende el cuarto evangelio: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. El eje de la misma no podrá ser otro que el de comunicar y favorecer la vida, ya que él ha venido “para que tengan vida, y vida en plenitud” (10,10).

La misión no tiene nada que ver con el proselitismo ni nace porque alguien se crea en posesión de la verdad. Es algo mucho más hondo, gratuito y desapropiado. Sentirse “enviado” es, sencillamente, reconocerse como “cauce” a través del cual la Vida se expresa. Por eso mismo, no hay apropiación ni expectativas; se deja que la Vida sea. Por eso, en este sentido en el que lo estamos planteando, únicamente puede sentirse “enviado” quien ha dejado de identificarse con su yo, se ha desprendido del ego. El yo no puede nunca vivir como “enviado”, aunque lo proclame, porque su característica es vivir egocentrado, justo lo opuesto a ser cauce.

El lector del evangelio sabe ya que una de las grandes promesas de Jesús fue el don del Espíritu. Promesa que ahora el autor explicita: “Exhalando su aliento sobre ellos” –las mismas palabras con que se narra la creación del primer hombre: “El Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, exhaló en sus narices un aliento de vida y el hombre se convirtió en un ser viviente”: Gn 2,7)–, los “despierta” para que se hagan conscientes del Dinamismo y del Gozo, el Espíritu o Anhelo que nos constituye.

El Espíritu nos capacita para ser “jueces” del mundo. El “perdonar y retener los pecados” se halla vinculado a la tradición sinóptica de “atar y desatar”. Los teólogos están de acuerdo en que la lectura que hizo el concilio de Trento, que vio en estas palabras la institución del sacramento de la penitencia, parece una interpretación dogmática, que va más allá de lo que el texto quiere expresar.

El significado más ajustado parece ser otro: en línea con el llamado “testamento espiritual” de Jesús (Jn 13-17), en el que se habla del “Espíritu de verdad” que desenmascara el engaño del mundo, aquí también se reconoce a los discípulos, en cuanto habitados por aquel mismo Espíritu de verdad, la capacidad de discernir lo verdadero de lo falso.

¿Reconozco el Espíritu como el Fondo de lo que somos? ¿Qué experimento cuando me vivo desde ahí?

Enrique Martínez Lozano

 Fuente Fe Adulta

General , , , , ,

Espíritu, espera, esperanza, expectativa.

Domingo, 9 de junio de 2019
Comentarios desactivados en Espíritu, espera, esperanza, expectativa.

9F195DDB-FED9-425A-9B1C-EEBA577894C4Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Somos seres espirituales

         En todas las culturas (y filosofías) el ser humano es considerado como a dos tiempos: materia y espíritu, cuerpo y alma, materia y forma, etc. El ser humano tiene una dimensión corpórea, material y, al mismo tiempo, es también espiritual, transcendente. Somos y tenemos un universo espiritual de apertura “más allá” de la pura materialidad.

Ser espiritual significa que somos abiertos a todo lo que “se produce o se pueda dar en la historia”.[1]

En las lenguas románicas (provenientes del latín), las palabras que llevan la componente “sp” ó “xpc” hacen referencia al futuro, a la apertura del ser humano hacia el futuro: espera, esperanza, expectativa, expectación, espectáculo, etc. miran hacia el futuro.

         Somos seres siempre en búsqueda, en camino, nuestro corazón y nuestra mente están siempre abiertas.

Que los humanos seamos espirituales no significa que tengamos un temperamento algo melifluo y dado a ciertas prácticas religiosas, cuando no mágicas o supersticiosas. Ser espiritual tampoco significa que una persona milite en una religión.

Se puede ser muy religioso, pero muy poco o nada espiritual y se puede ser poco religioso pero de gran hondura espiritual.

Estamos viendo y padeciendo fundamentalismos religiosos dentro y fuera del mundo eclesiástico. Eso no es ser espiritual, sino fanáticos de unos ritos, dogmas o costumbres religiosas.

         Todo ser humano es espiritual del mismo modo que todo ser humano es inteligente, libre, histórico, secuado, etc.

Uno puedo ser ateo o increyente: es una opción válida en la vida. Una sociedad, un estado puede optar por ser laico o aconfesional. Son elecciones legítimas en la organización de los pueblos.

Pero que una persona o un pueblo sean aconfesionales no significa que dejen de ser personas y sociedades espirituales. Toda persona y grupo humano habrá de cuidar siempre su dimensión espiritual. Cultivar la dimensión espiritual del ser humano no significa una serie de prácticas religiosas, sino valorar y cuidar la esperanza y el sentido de la vida, la paz y la libertad, la ética, el arte, la delicadeza personal, las tradiciones de un pueblo, etc…

Que una persona o una sociedad sea atea o aconfesional no es un “cheque en blanco” para la vida, mucho menos para la zafiedad.

No se puede zanjar de un plumazo la dimensión espiritual del ser humano y de la sociedad. Habríamos perdido el humanismo

         De todos modos todos tenemos y vivimos en una espiritualidad. También las sociedades, ideologías políticas, sistemas religiosos tienen un espíritu, un tono, un modo de pensar y de vivir:

+ En el plano eclesial es evidente que el espíritu de los años conciliares (Vaticano II) ha sido dinamitado y hoy, el espíritu que estamos viviendo en nuestra -y otras- diócesis es muy diferente al del Concilio Vaticano II. El sistema eclesiástico actual es acartonado y alcanforado el espíritu y la espiritualidad. ¿A qué se debe, si no, el enfrentamiento que sufre el papa Francisco?

+ En otros tiempos no lejanos, vivimos bajo el espíritu de dictadura política. Hoy vivimos bajo el espíritu de la dictadura de la seducción económico-tecnológica: vivimos bajo la esclavitud de un supuesto bienestar, de la informática, de un progreso ansioso. Le llamamos libertad a una dependencia absoluta del consumismo.

Jesús tenía y tiene un buen espíritu, un Espíritu santo, bueno. Jesús tenía y vivía (vive) de un ideal, que es el Reino de los cielos: “Reino de justicia de amor y de paz”. ¿Qué otra cosa es el Reino de Dios sino libertad, justicia, perdón y paz? Y ¿qué otra cosa es el espíritu cristiano sino libertad, bondad, misericordia y acogida?

El espíritu de Jesús y de Dios Padre es bueno, porque entre ellos brota la bondad, que anima, consuela, hace comprender la vida…

El evangelio de hoy nos habla de la presencia del Espíritu de Jesús resucitado en la iglesia naciente. Tal espíritu confiere alegría, paz y perdón.

Un texto muy significativo

Jesús no hizo nunca una campaña electoral, pero sí que en su discurso programático de Jesús, cuando comienza su tarea en Nazaret podemos ver que:

El Espíritu del Señor esta sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año de gracia de Dios. (Lucas 4,18-19)

         El espíritu cristiano, el espíritu de Jesús es buena noticia (Evangelio), libertad, luz, bondad, gratuidad, alegría, paz y perdón. entendimiento y comprensión

Vivir en tal estilo de Jesús es bueno, hace bien, construye nuestra vida.

         “Exhalar el aliento” es la misma expresión que emplea el Génesis cuando Dios inspira su hálito vital sobre el barro humano.

Entonces Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente. (Gn 2,7).

         Los humanos por nosotros mismos somos un puñado de barro. Muchas veces en la vida andamos, como los primeros discípulos, tristes, decepcionados por las mil circunstancias que nos pueden sobrevenir.

         Somos vivientes, humanos cuando tenemos espíritu, el espíritu de Dios.

         Jesús “exhaló su aliento”, su bondad y misericordia sobre nosotros

Nos hace bien vivir del espíritu, tener tono vital, “consuelo”, bondad. Necesitamos también unos ideales nobles y sanos, un espíritu bueno para llegar a ser vivientes, humanistas, creativos. Algo de todo eso es el espíritu que Dios y Cristo nos infunden. Vivimos cuando estamos impregnados de respeto, convivencia, libertad, paz

recibid espíritu santo

[1] Decía K, Rahner que ser espíritu-espiritual significa que el hombre es absoluta apertura hacia toda “palabra” que se produce en la historia, (Oyente de la palabra, 73

 

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

Recordatorio

Las imágenes, fotografías y artículos presentadas en este blog son propiedad de sus respectivos autores o titulares de derechos de autor y se reproducen solamente para efectos informativos, ilustrativos y sin fines de lucro. Yo, por supuesto, a petición de los autores, eliminaré el contenido en cuestión inmediatamente o añadiré un enlace. Este sitio es gratuito y no genera ingresos.

El propietario del blog no garantiza la solidez y la fiabilidad de su contenido. Este blog es un lugar de entretenimiento. La información puede contener errores e imprecisiones.

Este blog no tiene ningún control sobre el contenido de los sitios a los que se proporciona un vínculo. Su dueño no puede ser considerado responsable.