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Dichosos…

Domingo, 29 de enero de 2017
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© Carmelo Blazquez 2013

Te seguiré donde quiera que Tú vayas
y tu Palabra siempre escucharé.
Serás mi luz, mi vida, mi esperanza,
serás el agua viva de mi fe.
Yo creo en ti, en tu sueño de fraternidad
porque el amor el mundo cambiará,
voy a sembrar contigo la felicidad
en casa, en el trabajo, en mi ciudad.
Será Jesús manantial en el camino
y su Palabra el agua de verdad,
será su amor la fuerza y la alegría,
la luz que nuestros pasos guiará.
Y se unirán a nosotros mil amigos,
compartiremos agua, vida y pan
y viviremos juntos como hermanos,

seremos mensajeros de la paz.

***

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

“Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.

Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.”

*

Mateo 5,1-12a

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Foto Carmelo Blazquez 2013

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“Una Iglesia más evangélica”. 4 Tiempo ordinario – A (Mateo 5,1-12)

Domingo, 29 de enero de 2017
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11-04-to-a-600x798Al formular las bienaventuranzas, Mateo, a diferencia de Lucas, se preocupa de trazar los rasgos que han de caracterizar a los seguidores de Jesús. De ahí la importancia que tienen para nosotros en estos tiempos en que la Iglesia ha de ir encontrando su propio estilo de vida en medio de una sociedad secularizada.

No es posible proponer la Buena Noticia de Jesús de cualquier forma. El Evangelio solo se difunde desde actitudes evangélicas. Las bienaventuranzas nos indican el espíritu que ha de inspirar la actuación de la Iglesia mientras peregrina hacia el Padre. Las hemos de escuchar en actitud de conversión personal y comunitaria. Solo así hemos de caminar hacia el futuro.

Dichosa la Iglesia «pobre de espíritu» y de corazón sencillo, que actúa sin prepotencia ni arrogancia, sin riquezas ni esplendor, sostenida por la autoridad humilde de Jesús. De ella es el reino de Dios.

Dichosa la Iglesia que «llora» con los que lloran y sufre al ser despojada de privilegios y poder, pues podrá compartir mejor la suerte de los perdedores y también el destino de Jesús. Un día será consolada por Dios.

Dichosa la Iglesia que renuncia a imponerse por la fuerza, la coacción o el sometimiento, practicando siempre la mansedumbre de su Maestro y Señor. Heredará un día la tierra prometida.

Dichosa la Iglesia que tiene «hambre y sed de justicia» dentro de sí misma y para el mundo entero, pues buscará su propia conversión y trabajará por una vida más justa y digna para todos, empezando por los últimos. Su anhelo será saciado por Dios.

Dichosa la Iglesia compasiva que renuncia al rigorismo y prefiere la misericordia antes que los sacrificios, pues acogerá a los pecadores y no les ocultará la Buena Noticia de Jesús. Ella alcanzará de Dios misericordia.

Dichosa la Iglesia de «corazón limpio» y conducta transparente, que no encubre sus pecados ni promueve el secretismo o la ambigüedad, pues caminará en la verdad de Jesús. Un día verá a Dios.

Dichosa la Iglesia que «trabaja por la paz» y lucha contra las guerras, que aúna los corazones y siembra concordia, pues contagiará la paz de Jesús que el mundo no puede dar. Ella será hija de Dios.

Dichosa la Iglesia que sufre hostilidad y persecución a causa de la justicia sin rehuir el martirio, pues sabrá llorar con las víctimas y conocerá la cruz de Jesús. De ella es el reino de Dios.

La sociedad actual necesita conocer comunidades cristianas marcadas por este espíritu de las bienaventuranzas. Solo una Iglesia evangélica tiene autoridad y credibilidad para mostrar el rostro de Jesús a los hombres y mujeres de hoy.

José Antonio Pagola

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“Dichosos los pobres en el espíritu”. Domingo 29 de enero de 2017. Domingo 4º ordinario

Domingo, 29 de enero de 2017
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12-ordinarioa4Leído en Koinonia:

Sofonías 2,3;3,12-13: Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde.
Salmo responsorial: 145: Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
1Corintios 1,26-31Dios ha escogido lo débil del mundo.
Mateo 5,1-12a: Dichosos los pobres en el espíritu.

 El “Sermón de la Montaña” es uno de los sermones más famosos y recordados de Jesús. Aquí nos detenemos en su introducción, más conocida como “Las Bienaventuranzas”, pues el sermón es mucho más largo, va hasta 7,29 donde concluye diciendo que la gente quedó asombrada de su doctrina “porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”.

¿Por qué puede causar asombro esta enseñanza de Jesús? Veamos de cerca las Bienaventuranzas e intentemos una respuesta.

1. “…de ellos es el reino de los cielos

El reino de Dios (“de los cielos” es el ya conocido circunloquio para evitar “pronunciar el nombre de Dios en vano”) es de los pobres en espíritu y de los perseguidos por causa de la justicia. Quienes no ponen su fe, su confianza y su esperanza en los bienes materiales pero que a la vez son perseguidos porque luchan por la justicia. Ambas condiciones indispensables para que Dios reine. La primera condición es renunciar a la riqueza y a la ambición de riqueza. Esta condición es la puerta de entrada al reino de Dios, pues elimina la raíz de la injusticia, de la acumulación, del éxito individual, de la insolidaridad y del dominio sobre otras personas y sobre la naturaleza. La segunda condición favorece la construcción de nuevas relaciones entre los seres humanos capaces de hacerles más sencillos y más felices, pero a la vez, suficiente motivo de persecución por parte de quienes se sienten amenazados por tal transformación.

2. “…poseerán en herencia la tierra, serán consolados, serán saciados”

Tres promesas de Dios para pasar de una situación negativa a otra positiva: de la opresión a la liberación, del sufrimiento al consuelo, de la injusticia a la justicia. El reino de Dios abre un horizonte de vida y de esperanza para la humanidad pobre y oprimida. Enciende una luz en medio de la oscuridad. Insiste en la posibilidad de una vida digna y agradable a ser alcanzada por quienes no disfrutan hoy de ella. Vale la pena, en medio de las adversidades, atreverse a soñar en “otro mundo posible”. Salir de la opresión es posible. Salir del sometimiento es posible. Alcanzar la justicia anhelada es posible. Abrir este horizonte de posibilidades, constituye una buena nueva cuando precisamente todo horizonte para la justicia ha sido cerrado. Ver una alternativa de vida digna para todas y para todos, abre caminos de superación y de lucha.

3. “…los misericordiosos, los limpios de corazón, los que buscan la paz

Son las actitudes y los objetivos los que mueven el trabajo para hacer realidad una nueva humanidad. Son los rasgos propios de la comunidad de seguidoras y seguidores de Jesús. Sólo que estas actitudes y rasgos vienen como consecuencia de haber renunciado a la riqueza y a la ambición de riqueza, y de poner toda a la vida en el trabajo por la justicia. Al mismo tiempo son los rasgos de la humanidad nueva que tanto anhelamos y que ya podemos ver en las personas y las comunidades que se esfuerzan por ser misericordiosas, por tener limpios los corazones y por buscar incansablemente la paz. Este es el principal programa de vida de la comunidad discipular: contribuir con la creación de un mundo justo, solidario y feliz. Quienes viven la misericordia, experimentan la misericordia de Dios. Quienes alcanzan la limpieza del corazón ya tienen a Dios en sus vidas. Quienes trabajan por la paz experimentan a Dios como Madre y como Padre. Esta manera de ser, de sentir y de actuar es condición necesaria para testimoniar.

4. “…de la misma manera persiguieron a los profetas

La comunidad cristiana que asume el estilo de vida que propone las bienaventuranzas choca con la sociedad que vive otro estilo de vida. La comunidad discipular a la que se refiere las bienaventuranzas se convierte en molestia y amenaza para la sociedad. Su testimonio de vida, sus actividades, su espiritualidad mina los cimientos en donde la sociedad injusta se edifica. No es de extrañar entonces las injurias, las persecuciones, las calumnias que buscan debilitar, confundir y destruir a la comunidad fiel. En medio de las hostilidades la comunidad está llamada a resistir, a vencer la angustia y la desesperanza. La alegría y el regocijo en Dios será la fuente del coraje, de la resistencia y de la esperanza. Es el testimonio de los profetas presente en las comunidades que viven intensamente el discipulado.

5. “…bienaventuradas, bienaventurados

¿A qué “bienaventuranzas” se oponen estas bienaventuranzas? ¿Por qué esta insistencia de Jesús en afirmar las bienaventuranzas? Frente a las bienaventuranzas (o más bien el “éxito”) que promete la sociedad injusta e insolidaria, Jesús proclama ocho veces en donde se encuentra y cuáles son las bienaventuranzas del reino de Dios. La verdadera felicidad se encuentra en una sociedad justa, misericordiosa, pacífica. La sociedad injusta ofrece felicidad en el egoísmo, el éxito personal, la acumulación. El reino de Dios ofrece felicidad en el amor, en la sinceridad, en la sencillez. La sociedad injusta a costa de la infelicidad de la mayoría, crea la felicidad de la minoría. La propuesta de Jesús en el sermón de la montaña es la de eliminar toda opresión y toda injusticia procurando la felicidad y la vida en abundancia para todas y para todos.

La misma lógica propuesta por Mateo, es la que recuerda Pablo a la comunidad de Corinto, donde la fuerza de Dios se concreta en personas que no son fuertes ni sabias en la consideración de la opinión común pero que saben concretar la presencia de Cristo, fuerza y sabiduría de Dios, para que el “que está orgulloso, esté orgulloso en el Señor”. Leer más…

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Dom 29.1.17. Bienaventuranzas: felicidad y supervivencia

Domingo, 29 de enero de 2017
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16195520_1312009265554026_4502314938859061572_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 4, ciclo A. Mt 5, 3-10. La bienaventuranzas, carta magna y principio fundamental del cristianismo, ofrecen un programa de felicidad y supervivencia humana:

— Programa de felicidad. Ellas nos enseñan a ser dichosos, en desprendimiento y solidaridad, en limpieza de espíritu y de vida, en libertad radical, en esperanza, uno a uno y en grupo (en familia).

A veces, la Iglesia ha olvidado que ella es un proyecto de felicidad, y ha venido a convertirse en un rebaño de “sufridores” (¡en este valle de lágrimas!), bajo la guía de expertos pastores del dolor con un lema como éste: Por la obediencia y sufrimiento hacia Dios… Pero Jesús ha sido un experto en felicidad, y así aparece con un pan en la mano, con un grupo de amigos (Imagen 1, tomada de fb de mi amigo Tomás García MM).

images— Programa de supervivencia (o mejor dicho, de esperanza de resurrección). Algunos pastores cristianos han apelando al miedo del fin de los tiempos y al juicio, incluso para tener más sometidos a los fieles. Ahora hablan de ese fin cercano los meteorólogos y biólogos, los economistas y políticos…

Pues bien, ha llegado el momento en que los cristianos recuperen su evangelio de felicidad, en la línea de las bienaventuranzas, como hace la misa de este domingo. Por eso, ellos han de empezar ofreciendo una esperanza y camino de pan a los hambrientos y excluidos (imagen 2)

El Dios de Jesús (es decir, el principio de la Vida) está comprometido positivamente a favor de los hombres, ofreciendo un camino de felicidad para todos, empezando por los pobres. Es un Dios parcial,que ama a los pequeños y perdidos, asumiendo con y para los hombres un proyecto de felicidad y supervivencia.

95bdfc_bienaventurados-jpgCiertamente, los evangelios contienen malaventuranzas, como los ayes que Lc 6, 20-26, y las amenazas de juicio de Mt 13, 24-43 y 25, 31-46). Pero el principio del evangelio es la buena noticia de la felicidad. En esa línea, aquí, al principio del mensaje de Jesús, el Evangelio de Mateo ha querido ofrecer este “retablo” de bienaventuranzas, como programa de felicidad, esperanza de vida y resurrección (en este mundo), un programa exigente (de malaventuranza para aquellos que son peores que cuervos, pues quieren medrar sobre la tristeza y opresión de los oros).

Buen domingo a todos. Que seáis felices.

Texto (Mt 5, 3-10):

5 3 Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4 Dichosos los que sufren, porque ellos serán consolados.
5 Dichosos los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
6 Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
7 Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
9 Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
10 Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Estas bienaventuranzas se dirigen de un modo especial a dos tipos de personas:

(a) Los más pobres, los que sufren hambre y opresión.
(b) Los que ayudan a los pobres (cf. 25, 31-46).

Ellas no son confesionales, en un sentido estrecho, sino que ofrecen un mensaje universal, que vale para todos, sin nada específico de la iglesia: bautismo, eucaristía, encarnación o Trinidad… Pero, en otro sentido, ellas son el corazón del evangelio cristiano, un programa de vida integral de la Iglesia. Desde ese fondo se entienden como siete peldaños de una Escala de Paz o Via Pacis (5, 3-9), que se condensan o desembocan en la bienaventuranza de los perseguidos por la justicia .

1. Dichosos los pobres de Espíritu
porque de ellos es el Reino de los cielos (Mt 5, 3)

Estos pobres son los ptojoi (ptojoi). A diferencia de penês, que es un hombre de pocos recursos, pero que puede mantenerse con su esfuerzo y trabajo, ptojos es aquel que no tiene nada, el pordiosero o mendigo, que sólo puede vivir de limosna (cf. Lc 14,13.21; 16, 20, 22). A menudo, los ptojoi suelen ser de mala fama, de manera que no se puede empezar hablando sin más de pobres espirituales, llenos de riquezas interiores (como en el caso de algunos anawim del judaísmo tardío). Estos pobres carecen de todo, de manera que sólo pueden vivir de la ayuda o sostén de los demás, es decir, como mendigos.

Lc 6, 20 les llamaba simplemente pobres, prometiéndoles la dicha del evangelio. Mateo, en cambio, añade de espíritu (tw/| pneu,mati), no para negar la bienaventuranza “material”, sino para matizarla desde una perspectiva cristiana, en dos líneas posibles:

‒ Por voluntad. Pobres por espíritu o decisión personal (con dativo de opción) no son simplemente los que se limitan a sufrir una suerte que les viene dada desde fuera sino los que, pudiendo ser ricos, asumen voluntariamente un camino de pobreza, por solidaridad, al servicio de los demás (cf. 2 Cor 8, 9; Flp 2, 6-11). Jesús no ha querido alimentar a los hombres de manera mágica o diabólica, como indicaba la primera tentación (4, 1-4), sino desde la situación en que se encuentran, encarnándose en su historia, haciendo que unos hombres ayuden a los otros.

Jesús aparece así como siervo que no grita, no se eleva sobre otros, no esclaviza, sino que desde la misma pequeñez del mundo, ayuda a los pobres (cf. Mt 12, 15-21), poniendo así en marcha un camino en el que los que tienen han de ayudar y alimentar a quienes no poseen bienes de ese tipo. En esa línea se sitúa nuestro texto, que no ha negado la bienaventuranza de los pobres como tales (a quienes en 25, 31-46 llama sus “hermanos más pequeños”), sino que ha querido destacar la opción de los creyentes a favor de los pobres, dentro de la Iglesia, pues en ella sólo pueden construir activamente el Reino y ser pacificadores aquellos que se hacen hermanos de los pobres y cumplen con ellos la justicia del Reino.

‒ En espíritu. En esa línea de Espíritu puede ser un dativo de relación. Estos pobres no lo son sólo en sentido material (porque no tienen cosas), sino y sobre todo en un plano del espíritu, en decir de conocimiento o riqueza interior. En ese sentido son pobres los que no saben, no entienden, no logran penetrar en los “secretos” de la interpretación rabínica de la ley, siendo así como mendigos espirituales. De ordinario, éstos son pobres “materiales” (mendigos, sin posesiones ni trabajo), pero, al mismo tiempo, en parte a consecuencia de lo anterior, son pobres de mente y de conocimiento.

Así podemos hablar de los pobres de espíritu en sentido activo, en una línea parecida a la anterior (pobres por voluntad), aunque en un plano más personal. Son pobres los despreciados por falta de cultura, los indigentes, aquellos que no tienen dignidad, los más pequeños, aquellos que no pueden elevarse sobre e imponerles su derecho. Éstos son la masa de los marginados, derrotados, expulsados, sin entendimiento o voluntad para cambiar la historia, sometidos a un destino de desprecio y muerte. Pues bien, Jesús ha venido a elevarles, no para hacerles orgullosos, capaces de triunfar con violencia sobre los demás, sino para crear con él una humanidad distinta, fundada en la confianza y en la solidaridad. Desde ese fondo han de entenderse las bienaventuranzas que siguen: No habrá justicia ni paz si no se empieza por un camino de pobreza (Mt 6, 19).

2. Dichosos los que sufren
porque ellos serán consolados (Mt 5, 4).

Lc 6, 21 dice los que en este tiempo lloran , destacando quizá más el llanto como tal, por cualquier causa que sea, el llanto que se expresa en forma de lamentación amarga (cf. Mt 2, 18; 26, 75) o grito fuerte (en la línea de la pobreza material). Mateo, en cambio, dice hoi penthountes, término que podría referirse más en concreto a los que saben sufrir o, mejor aún, a los que aceptan el dolor como una forma de maduración (purificación), en la línea del ayuno (cf. 9, 15). En esa perspectiva, se referirá Mc 16, 10 a los que hacían luto y lloraban en llanto funerario por la muerte de Jesús.

Ciertamente, podemos y debemos decir con el texto de Lucas, que son bienaventurados todos los que lloran, por la razón que fuere, sin distinguir la forma o razón de su dolor. Mateo en cambio parece haber resaltado el carácter de maduración e incluso de purificación que tiene ese dolor, sobre todo en línea de apertura a los demás: Sólo aquellos que aceptan de algún modo el sufrimiento pueden ayudar a los que sufren, abriendo con y para ellos un camino de solidaridad y ayuda mutua, desde el padecimiento real de la humanidad.

De todas formas, quizá debamos decir que esos que lloran no son sólo los que lloran de un modo catártico, aceptando el dolor como principio de purificación, sino todos los que se lamentan y gimen, por la razón que fuere (como los klai,ontej de Lucas). No se trataría, pues, de un llanto piadoso, como a veces se ha dicho, como un don de lágrimas, sino del llanto que brota de la necesidad humana, en sus diversas formas.

‒ Saber sufrir. Quien no sabe sufrir termina siendo un dictador; quien hace sufrir a los demás (por hambre o terror, guerra o dictadura) no será jamás hombre de paz. Sólo aquellos que saben aceptar el sufrimiento, acompañando a los que sufren y sufriendo con ellos, pueden iniciar el camino del Reino de Dios, con la paz del evangelio. De la incapacidad de sufrir nace la violencia. Sólo los que saben sufrir pueden madurar, actuando como pacificadores. La tradición bíblica recuerda el clamor y llanto de los hebreos oprimidos en Egipto, a quienes Dios escuchó, disponiéndose a liberarles, de un modo que no fue simplemente espiritual, sino integral, sacándoles de Egipto (Ex 2, 23-25).

‒ Serán consolados. En esa línea se sitúa la respuesta en pasivo de esta bienaventuranza “porque ellos serán consolados”, un verbo de la misma raíz que Paráclito el Espíritu Santo “consolador” (cf Jn 14,16.26; 15,26; 16,7) conforme a un tema que aparece en Mt 10, 19-20 donde se supone que el Espíritu Santo consolará a los perseguidos. Se tratará, sin duda, de un consuelo no sólo espiritual, sino integral, como el de Ex 2. Aquí se afirma que Dios consolará a los que lloran (y que los que sufren serán consolados por otros, en una sociedad centrada en la confesión); pero el texto supone, al mismo tiempo, que los tristes serán consolados por otros hombres y mujeres.

3. Dichosos los mansos
porque ellos heredarán la tierra (Mt 5, 5).

Ésta es una bienaventuranza nueva (sin paralelo en Lucas), creada por Mateo o por su iglesia, fijándose de un modo especial en Jesús, pobre y manso (sin poder económico o social), pero que ha sabido elevar y enriquecer a los pequeños, convirtiendo su pobreza en fuente de gracia y vida para muchos. En esa línea, son mansos los que actúan sin imponerse, y así ayudan a otros desde su pobreza, como dirá Jesús: «Acercaos a mí todos los que estáis rendidos y abrumamos, que yo os daré respiro. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde…» (Mt 11, 28-29).

Así aparecerá Jesús, expresamente, como “manso” cuando entró en Jerusalén, montado en un asno, de manera, no violenta, para tomar la ciudad y extender en ella su mesianismo. Pero, al mismo tiempo, esta bienaventuranza, expresa una experiencia radical, de tipo político, pues los mansos heredarán la tierra, cf. Sal 37, 1) no por violencia, sino al modo de Dios: por herencia de gracia. Esta palabra (los mansos heredarán la tierra) abre una utopía de pacificación, que va en contra de los principios y métodos de guerra utilizados para dominar el mundo.

‒ Bienaventuranza ecológica. Éste es un programa espiritual y social, como ha puesto de relieve el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si, Alabado seas… (2015). El hombre prepotente, conquistador, violento acaba destruyendo la misma tierra. Sólo los mansos, los que renuncian al deseo de tenerlo todo y a la imposición militar podrán heredar la tierra como don de Dios, pues ella no se conquista, sino que se recibe de aquellos que nos han precedido, para regalarla y compartirla con los que nos sigan o están a nuestro lado. La tierra que se domina y somete por fuerza se vuelve un infierno de guerra y destrucción: cuanto más la dominemos más la estropeamos. Sólo los mansos podrán heredar y compartir la tierra. Los otros, los violentos, la destruyen y se destruyen a sí mismos. Leer más…

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“Auditorio de ocho puertas, es facil colarse”. Domingo cuarto Tiempo Ordinario. Ciclo A

Domingo, 29 de enero de 2017
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bienaventuranzas-basilicaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado, el evangelio de Mateo nos presentaba a Jesús recorriendo Galilea y anunciado la buena noticia del Reinado de Dios. A partir de hoy, hace que los oyentes se reúnan en un gran auditorio al aire libre, se sienten en torno a Jesús, y escuchen el programa de ese reino de Dios: el “Sermón del monte”.

La selección del auditorio

Jesús no es un político que quiere ganar votos a todo precio, engañando y haciendo promesas que no cumplirá. Desea dejar claro quiénes sintonizarán con su proyecto y quiénes no. Para que no se llamen a engaño. Y eso lo expone, al principio de todo, en las bienaventuranzas.

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

Las bienaventuranzas proponen valores desconcertantes

Si Jesús dijera: “Dichoso el que tiene buena salud, el que gana lo suficiente para  vivir, el que disfruta con su familia…” no habría necesitado justificar esas afirmaciones. Cualquier persona habría estado de acuerdo. Sin embargo, Jesús proclama dichosa a gente que sufre, llora, es perseguida… Por eso, cada bienaventuranza va seguida de una justificación: «porque de ellos es el reino de los cielos», «porque ellos serán consolados», etc. El premio prometido en la primera y última es «el Reino de los cielos». En realidad, todas las otras se refieren también a ese Reino de Dios, sólo que fijándose en determinados aspectos concretos. Este premio no podemos interpretarlo solo como algo de la otra vida. Comienza a realizarse en esta. Dicho en palabras sencillas, todas esas personas son dichosas porque pueden formar parte de la comunidad cristiana (Reino inicial de los cielos) y, más tarde, del Reino definitivo de Dios.

Las bienaventuranzas no son una carrera de obstáculos

La mención de los pobres, los que lloran, los sufridos… puede crear una sensación de malestar, como si tuviéramos que pasar por todas esas situaciones para formar parte del reinado de Dios. Las bienaventuranzas se nos convierten en una terrible carrera de obstáculos, donde tras cada valla nos espera la siguiente. Sin embargo, las bienaventuranzas son algo muy distinto.

Las bienaventuranzas, ocho puertas para entrar al Reino de Dios

Antonio Barluzzi, el arquitecto italiano que diseñó la Basílica de las bienaventuranzas en 1939, tuvo la bella idea de una planta octogonal, y en cada lado una gran ventana por la que se puede contemplar el paisaje exterior. Sin embargo, las bienaventuranzas no son ventanas para mirar lo que ocurre fuera, sino puertas abiertas por las que se puede entrar a escuchar y seguir a Jesús.

Encima de cada puerta hay una inscripción con la bienaventuranza correspondiente. A veces el sentido del texto resulta discutible (Jesús habló en arameo, luego se tradujo al griego, y ahora lo retraducimos a nuestras lenguas). Hace falta un guía turístico que nos aclare las dudas, dentro de lo posible.

Al final, el guía te dejará solo delante del edificio. Da una vuelta en torno a él y elige la puerta que más se adecue a tu situación. Quizá encuentres varias. Si no encuentras ninguna, cuélate a escuchar lo que dirá Jesús los próximos días. Seguro que te convence.

Resumen

Las bienaventuranzas nos dicen qué personas pueden entender y aceptar el mensaje de Jesús, incorporándose a la comunidad cristiana.

Por consiguiente, las bienaventuranzas no son, ante todo, un código de conducta moral que dice: «así tienes que actuar si quieres ser cristiano». Es más bien una exposición de situaciones y de actitudes ante la vida que permi­ten entender el evangelio y entusiasmarse con las palabras de Jesús.

La bienaventuranza no dice: «Sufre, para poder entrar en el Reino de Dios».

Dice: «Si sufres, no pienses que tu sufrimiento es absurdo; te permite entender el evangelio y seguir a Jesús».

No dice: «Procura que te desposean de tus bienes para actuar de forma no violenta».

Dice: «Si respondes a la violencia con la no violencia, no pienses que eres estúpido, considérate dichoso porque actúas igual que Jesús».

No dice: «Procura que te persigan por ser fiel a Dios».

Dice: «Si te persiguen por ser fiel a Dios, dichoso tú, porque estás dentro del Reino de Dios».

Pero, al tratarse de los valores que estima Jesús, no cabe duda de que las bienaventuranzas se convierten también en un modelo de vida que debemos esforzarnos por imitar. Después de lo que dice Jesús, no podemos permanecer indiferentes ante actitudes como la de prestar ayuda, no violencia, trabajo por la paz, lucha por la justicia, etc. El cristiano debe fomentar esa conducta. Y el resto del Sermón del Monte le enseñará a hacerlo en distintas circunstancias.

COMPLEMENTOS

Ofrezco dos enlaces sobre las bienaventuranzas: una conferencia (con una introducción al Sermón del Monte) y una presentación de PowerPoint.

https://www.dropbox.com/s/wcr838xy274e2tn/Bienaventuranzas.m4a?dl=0

https://www.dropbox.com/s/31rq8xiss39s5sq/BIENAVENTURANZAS.ppt?dl=0

José Luis Sicre

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Domingo IV del Tiempo Ordinario. 29 enero, 2017

Domingo, 29 de enero de 2017
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domingo-iv

“En aquel tiempo, al ver Jesús al gentío subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos, y él se puso a hablar enseñándoles: Dichosos…”

(Mt 5, 1-12)

Al principio a Jesús le fue bien. Cuando empieza a predicar mucha gente se le acerca, le escucha. Quieren aprender o buscan el alivio para sus enfermedades. Y Jesús recorre Galilea junto con sus primeros discípulos, anunciando y curando.

Con aquellos que dieron una respuesta tan plena e inmediata como la llamada que había recibido. A los mismos que el domingo pasado veíamos dejando inmediatamente las redes (la barca y a su padre) y siguiendo a Jesús.

A ellos se dirige hoy Jesús. Está viendo el gentío que se ha movilizado en torno a él. Y en lugar de dejarse impresionar, o dejar que la fama “se le suba a la cabeza”, lo que hace es tomar una cierta distancia y sentarse.

Se retira un poco y el círculo más íntimo se le acerca, entonces aprovecha para enseñarles. Bien sabe él que el reconocimiento, la fama, el éxito… pueden también confundir a sus discípulos.

Las bienaventuranzas nos enseñan, a las discípulas y discípulos de todos los tiempos, a no confundir la felicidad con el éxito, con una vida fácil o con la ausencia de problemas y dificultades.

Porque, si bien el anuncio de Jesús es una Buena Noticia que trae consigo la felicidad. Esta felicidad es tan honda y plena que ya nada la puede sacar del corazón que la recibe.

Es una felicidad capaz de convivir con la pobreza, el sufrimiento, el llanto, el hambre, las injusticias y hasta la persecución. La felicidad por el Reino de Dios atraviesa toda dificultad, toda oscuridad. No es algo que sucederá después, sino que comienza a suceder precisamente en esas circunstancias donde jamás iríamos a buscarla.

La dicha de la que hablan las bienaventuranzas nos es un bien privado y exclusivo. Como un club de alto renombre, no. Todo lo contrario, es un tesoro para compartir. Que crece en la medida en que más y más gente se une y comparte.

Es la alegría de quienes trabajan juntas por la justicia, el amor, la paz o la dignidad humana de cualquier pequeño grupo oprimido. Y precisamente esa lucha llena de dificultades se convierte en fuente de felicidad.

Oración

Trinidad Santa, condúcenos hasta ese íntimo rincón donde ya germina la felicidad que tú has sembrado en nosotras.

 

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Dichoso el que es humano y no deshumaniza a los demás

Domingo, 29 de enero de 2017
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sermon-monteMt 5, 1-12

Para entender las bienaventuranzas, debemos recordar lo que dijimos el domingo pasado. Para todo el que no haya tenido esa experiencia interior, las bienaventuranzas son un sarcasmo. Es completamente absurdo decirle al pobre, al que pasa hambre, al que llora, al perseguido, ¡Enhorabuena! Intentar explicarlas racionalmente es una quimera, pues están más allá de la lógica. Es el mensaje más provocativo del evangelio.

Sobre las bienaventuranzas se ha dicho de todo. Para Gandhi eran la quintaesencia del cristianismo. Para Nietzsche son una maldición, ya que atentan contra la dignidad del hombre. ¿A qué se debe esta abismal diferencia? Muy sencillo. Uno habla desde la mística (no cristiana). El otro pretende comprenderlas desde la racionalidad: y desde la razón, aunque sea la más preclara de los últimos siglos, es imposible entenderlas.

Sería un verdadero milagro hablar de las bienaventuranzas y no caer, en demagogia barata para arremeter contra los ricos, o en un espiritualismo que las deja completamente descafeinadas. Se trata del texto que mejor expresa la radicalidad del evangelio. La formulación, un tanto arcaica, nos impide descubrir su importancia. En realidad lo que quiere decir Jesús es que seríamos todos mucho más felices si tratáramos de desarrollar lo humano en vez de obsesionarnos con las necesidades materiales.

Mt las coloca en el primer discurso programático de Jesús. No es verosímil que Jesús haya comenzado su predicación con un discurso tan solemne y radical. El escenario del sermón nos indica hasta qué punto lo considera importante. El “monte” está haciendo clara referencia al Sinaí. Jesús, el nuevo Moisés, que promulga la “nueva Ley”. Pero hay una gran diferencia. Las bienaventuranzas no son mandamientos o preceptos. Son simples proclamaciones que invitan a seguir un camino inusitado hacia la plenitud humana.

No tiene importancia que Lc proponga cuatro y Mt nueve. Se podrían proponer cientos, pero bastaría con una, para romper los esquemas de cualquier ser humano. Se trata del ser humano que sufre limitaciones materiales o espirituales por caprichos de la naturaleza o por causa de otro, y que unas veces se manifiestan por el hambre y otras por las lágrimas. La circunstancia concreta de cada uno no es lo esencial. Por eso no tiene mayor importancia explicar cada una de ellas por separado. Todas dicen exactamente lo mismo.

La inmensa mayoría de los exegetas están de acuerdo en que las tres primeras bienaventuranzas de Lc, recogidas también en Mt, son las originales e incluso se puede afirmar con cierta probabilidad que se remontan al mismo Jesús. Parece que Mt las espiritualiza, no sólo porque dice pobre de espíritu, y hambre y sed de justicia, sino porque añade: bienaventurados los pacíficos, los limpios de corazón etc.

La diferencia entre Mt y Lc desaparece si descubrimos qué significaba en la Biblia, “pobres” (anawim). Sin este trasfondo bíblico, no podemos entenderlos. Con su despiadada crítica a la sociedad injusta, los profetas Amos, Isaías, Miqueas, denuncian una situación que clama al cielo. Los poderosos se enriquecen a costa de los pobres. No es una crítica social, sino religiosa. Pertenecen todos al mismo pueblo cuyo único Señor es Dios; pero los ricos, al esclavizar a los demás, no reconocen su soberanía.

Después del destierro se habla del resto de Israel, un resto pobre y humilde. Los pobres bíblicos son aquellas personas que, por no tener nada ni nadie en quien confiar, su única escapatoria es confiar en Dios, pero confían. El “resto” bíblico es siempre el oprimido, el marginado, el excluido de la sociedad. Incluía a los que llamaríamos socialmente pobres: a pobres, enfermos, poseídos, impuros, marginados, etc.

La diferencia entre pobre sociológico y pobre teológico no tiene sentido, cuando nos referimos a los evangelios. En tiempo de Jesús no había separación posible entre lo religioso y lo social. Las bienaventuranzas no están hablando de la pobreza voluntaria aceptada por los religiosos a través de un voto. Está hablando de la pobreza impuesta por la injusticia de los poderosos. Los que quisieran salir de su pobreza y no pueden. Serán bienaventurados si descubren que nada les puede impedir ser plenamente humanos.

Otra trampa que debemos evitar al tratar este tema es la de proyectar la felicidad prometida para el más allá. Así se ha interpretado muchas veces en el pasado y aún hoy lo he visto en algunas homilías. No, Jesús está proponiendo una felicidad para el más acá. Aquí, puede todo ser humano encontrar la paz y la armonía interior que es el paso a una verdadera felicidad, que no puede consistir en el tener y consumir más que los demás.

Esta reflexión nos abre una perspectiva nueva. Ni el pobre ni el rico se puede considerar aisladamente. La riqueza y la pobreza son dos términos correlativos, no existiría una sin la otra. Es más, la pobreza es mayor cuanto mayor es la riqueza, y viceversa. Si desaparece la pobreza, desaparecerá la riqueza. Tal vez la irracionalidad de los ricos es que queremos que desaparezca la pobreza manteniendo nosotros nuestra riqueza. Es imposible. La predicación de hoy está abocada al fracaso.

Las bienaventuranzas quieren decir: es preferible ser pobre, que ser rico opresor; es preferible llorar a hacer llorar al otro. Es preferible pasar hambre a ser la causa de que otros pasen hambre. Dichosos no por ser pobres, sino por no empobrecer a otro. Dichosos, no por ser oprimidos, sino por no ser opresores. El valor supremo no está en lo externo sino dentro. Hay que elegir entre la confianza en el placer o la confianza en Dios.

Ahora bien, si el ser pobre es motivo de dicha, por qué ese empeño en sacar al pobre de la pobreza. Y si la pobreza es una desgracia, por qué la disfrazamos de bienaventuranza. Ahí tenemos la contradicción más radical al intentar explicar racionalmente las bienaventuranzas. Pero por paradójico que pueda parecer, la exaltación de la pobreza que hace Jesús, tiene como objetivo el que deje de haber pobres. El enemigo del Reino de Dios es la ambición, el afán de poder. Recordad: “no podéis servir a Dios y al dinero”.

Las bienaventuranzas nos están diciendo que otro mundo es posible. Un mundo que no esté basado en el egoísmo sino en el amor. ¿Puede ser justo que yo esté pensando en vivir cada vez mejor (entiéndase consumir más), mientras millones de personas están muriendo, por no tener un puñado de arroz que llevarse a la boca? Si no quieres ser cómplice de la injusticia, escoge la pobreza, entendida como gastar lo imprescindible. Piensa cada día lo que puedes hacer por los que te necesitan aunque te cueste algo.

Meditación

Dichosos los que se conforman con poco, porque en ellos reina Dios.
Si en vez de acaparar, reparto, entro en el ámbito de lo divino.
Si pongo mi felicidad en el consumir, olvido mi verdadero ser.
Acaparar lo que otros necesitan para vivir, es negarles la vida.
Pero es también impedir la verdadera Vida.
Compartir lo que tengo con el que lo necesita, me hace más humano.
Pero es también dar al otro la posibilidad de hacerse más humano.
Solo hay un camino hacia la plenitud: el servicio.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Trabajadores de la Paz

Domingo, 29 de enero de 2017
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untitledHasta que no haya paz entre las religiones no podrá haber paz en el mundo (Hans Küng).

29 de enero, IV domingo del TO

Mt 5, 1-12

Dichosos los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios

La paz es un tema recurrente a la Biblia. En el AT es un concepto que pertenece al orden familiar, social, político y religiosos. No solo dice ausencia de guerra sino que incluye, de algún modo, la prosperidad, plenitud, bendición de Dios. Hay una paz cósmica (Oseas 2, 20 “Aquel día haré en su favor una alianza con los animales salvajes, con las aves del cielo y los reptiles de la tierra”, y una paz histórica Lev 26, 6: “Pondré paz en el país y dormiréis sin alarmas”); el reino mesiánico será reino de paz (Is 9, 5): “Príncipe de la paz”, dice Isaías. Hay una paz falsa, que es la injusticia establecida Ez 13, 10-12, dice de los falsos profetas y profetisas: “Habéis extraviado a mi pueblo, anunciando paz cuando no había paz, y mientras ellos construían la tapia, vosotros la ibais enluciendo”; porque la verdadera paz está ligada a la justicia (Sal 85, 11: “Bondad y Lealtad se encuentran, Justicia y Paz se besan”; Is 60, 17: “Te daré por magistrado la paz y por gobernador la justicia”). La paloma de la paz en el diluvio.

En el NT es un saludo hebreo –Shalom–, cristiano y apostólico; es eficaz (Mt 10, 13: “Cuando entréis en una ciudad o aldea, preguntad por alguna persona respetable y hospedaos con él hasta que os marchéis. Al entrar en la casa, saludadla con la paz”Se anuncia en el nacimiento (Lc 2, 14: “Al instante se juntó al ángel una multitud del ejército celeste, que alababa a Dios diciendo: “¡Gloria a Dios en lo alto, y en la tierra paz a los hombres que él ama!”), se canta en la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (Lc 19-38: “Y decían: Bendito sea el rey que viene en nombre del Señor: Paz en el cielo, gloria al Altísimo”es saludo del resucitado (Lc 24, 36: “Estaban hablando de esto, cuando se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotrosdon del Espíritu (Rom 8, 6: “El instinto tiende a la muerte, el Espíritu tiende a la vida y la paz”. Consecuencia de la nueva justicia: Incluye la paz con Dios (Rom 5, 1 “Pues bien, ahora que hemos sido justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de Jesucristo nuestro Señor”En la Iglesia (Ef 2, 14): “Él es nuestra paz, el que de dos hizo uno, derribando con su cuerpo el muro divisorio”. Heb 12, 14: “Buscad la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie puede ver a Dios”.

El sacerdote despide a sus fieles de la misa diciendo: “La paz está –esté, dice fray Marcos- con vosotros”.

En su obra El milagro de Mindfulness, Thich Nhat Hanh (5 Libros) dice: “Hablamos de ayudar a la sociedad, a las personas, a la humanidad, a los que están lejos, a llevar la paz al mundo, pero solemos olvidar que sobre todo debemos vivir para las personas que hay a nuestro alrededor”Hans Küng extiende este deber a todos y, principalmente, a las religiones, que tanto dolor y muerte han desencadenado en la historia: “Hasta que no haya paz entre las religiones no podrá haber paz en el mundo”.

Como el Monje deThich Nhat Hanh, os deseamos que en el corazón de todos, la flor de la paz florezca hermosamente.

EL MONJE

El novicio recitaba melodiosamente los poéticos versos que acompañaban el repicar de la campana:
Al oír la campana siento cómo las aflicciones en mi interior
empiezan a disolverse.
Mi mente alcanza la calma, mi cuerpo se relaja y
una sonrisa brota en mis labios.
Siguiendo el sonido de la campana, mi respiración me guía
de regreso a la isla segura de la atención plena.
En el jardín de mi corazón, la flor de la paz
florece hermosamente”.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Seréis bienaventurados si…

Domingo, 29 de enero de 2017
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0_ac2010_044_32dom_comum_071110“Las bienaventuranzas son el carnet de identidad del cristiano, que lo identifica como el seguidor de Jesús” (Papa Francisco, en Suecia, el día de Todos los Santos 2016). Si quieres saber lo que Jesús te propone para ser feliz aquí y ahora; si quieres cumplir el plan que Dios Padremadre tuvo al crearte, en las Bienaventuranzas tienes el manual de instrucciones. Si las sigues serás dichoso, bendito y te irás acercando a tu plenitud humana y divina. Te invito a que lo intentes. Pronto verás los frutos.

El domingo pasado el texto evangélico terminaba así: “Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando las enfermedades y dolencias de la gente”. Es un resumen perfecto de la actividad de Jesús en los inicios de su vida pública: predicar y sanar. El texto continúa: …. “y le siguió una gran muchedumbre de Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea y del otro lado del Jordán”.

A continuación de la primera parte narrativa, Mateo coloca el primer discurso de Jesús, el Discurso Evangélico: Las Bienaventuranzas. Y lo primero que hace Mateo es describir con detalle el escenario donde se ubica este discurso. Lo que pretende con ello es prepararnos para escuchar algo muy solemne, algo muy importante. La audiencia numerosa, subida al monte, sentado como maestro, los discípulos se acercan para no perderse nada y Jesús empieza la lección del primer día de curso. Como buen maestro Jesús introduce el programa que va a desarrollar a lo largo de toda su vida.

El discurso de las bienaventuranzas es el preludio, el resumen del estilo de vida que Jesús, el Salvador, proponen a toda la humanidad. Es la síntesis de la propuesta vital que Jesús ofrece a la humanidad sedienta de sentido y necesitada de modelos para orientar sus anhelos existenciales y el logro de la felicidad (plenitud) que busca. Lo que se le ofrece es un programa para ser feliz. Justo lo que la humanidad, en toda época y lugar desea.

Jesús es para nosotros el revelador de Dios. Y Jesús en las Bienaventuranzas nos revela el plan de salvación (liberación, felicidad, plenitud) que Dios ha pensado para la humanidad de todo tiempo y lugar. Dios nos ha creado para que seamos felices. Jesús en las Bienaventuranzas nos muestra el camino para lograrlo.

El camino hacia la felicidad es, a veces, escabroso. El protocolo del proceso a seguir nos recomienda en primer lugar conocer de cerca la vida de Jesús para prepararnos a seguir sus pasos. En los catecismos que estudiábamos en nuestra infancia nos enseñaron que Jesús había venido al mundo para darnos ejemplo de vida. Para conocer bien una vida por dentro hay que imitarla. Hacer lo mismo que él hizo. Ser como Él.

Las Bienaventuranzas son un retrato, un perfil del estilo de vida que Jesús llevó y quiere que nosotros imitemos. Como perfil nos concretiza las características de ese estilo de vida: austeridad, mansedumbre, compasión, justicia, misericordia, sinceridad, humildad, coherencia, apertura, cercanía… En suma, las Bienaventuranzas nos describen el perfil de una “buena persona”, de una persona “muy humana” (honrada, bondadosa y solidaria). El que cumple este perfil es feliz, dichoso. Y la razón de esta felicidad es: porque en ello encuentras a Dios formas parte de su Reino. Las Bienaventuranzas son el camino para descubrir a Dios en ti mismo (tu bondad, tu parte divina) y en los hermanos con quien Dios se identifica y encarna, “a mí me lo hiciste”. Las Bienaventuranzas y el Reino de Dios se dan la mano. En la formulación de cada bienaventuranza hay dos partes: Lo que exige y lo que promete. Exige: imitar el estilo de vida de Jesús, llevar una vida austera (pobre), renunciar a la violencia, com-padecerse con los otros, autenticidad de entrega y disponibilidad, misericordia, justicia etc…Promete: tu plenitud humana y divina (humanidad divina), es decir, el Reinado de Dios en ti. Esto te hace feliz porque has encontrado el tesoro escondido, Dios en ti; porque te pareces a Dios; porque tu vida tiene sentido; porque has hallado razones para vivir.

Aviso para principiantes: Como ves el programa de Jesús es exigente, radical. Pero te puedo asegurar que merece la pena que hagas un esfuerzo, pongas en juego todas tus capacidades y perseveres en la tarea hasta lograrlo. Ten en cuenta estas consejas de vieja: “No se regala nada en la vida”. “La felicidad para quien la trabaja”. Por eso me gusta formular las Bienaventuranzas en condicional: Si quieres ser feliz… Seréis felices si… Si cumples la condición obtendrás lo condicionado. Por último: Al llevarlo a la práctica no te olvides de que no estás solo en el empeño, contigo va el Señor. Dios te ha creado para que seas feliz y te ha dado todo lo que necesitas para serlo. Sólo te falta experimentarlo.

África de la Cruz

Fuente Fe Adulta

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Los obispos de México y Estados Unidos, unidos contra la construcción de muro en la frontera

Domingo, 29 de enero de 2017
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la-ruta-por-el-desierto-de-arizonaJoe Vásquez, obispo de Austin: “Pondrá innecesariamente en peligro las vidas de inmigrantes”.

Anuncian que seguirán “apoyando cercana y solidariamente” a los migrantes a ambos lados

(Jesús Bastante/Agencias).- Los obispos mexicanos y estadounidenses se han unido en contra del muro con el que Donald Trump quiere “proteger” a su país de la inmigración. En dos comunicados, los prelados del norte y el sur del Río Grande mostraron su profundo dolor” por el anuncio del presidente de EE.UU., que “pondrá innecesariamente en peligro las vidas de inmigrantes”.

En su nota, la Conferencia del Episcopado Mexicano calificó el muro de “inhumana interferencia” en la vida de millones de personas. Al tiempo, advierte a Trump que la Iglesia, en México o en EE.UU. “seguirá apoyando cercana y solidariamente a los migrantes a ambos lados de la frontera, como llevan haciéndolo desde hace más de dos décadas.

la-frontera-que-separa-mexico-de-arizonaExpresamos nuestro dolor y rechazo a la construcción de este muro, e invitamos respetuosamente a hacer una reflexión más profunda acerca de los modos como puede procurarse la seguridad, el desarrollo, la activación del empleo y otras medidas, necesarias y justas, sin provocar más daños de los que ya sufren los más pobres y vulnerables”, afirma el comunicado de la CEM.

“Seguiremos apoyando cercana y solidariamente a tantos hermanos nuestros que provienen de Centro y Sudamérica, y que van en tránsito a través de nuestro país hacia Estados Unidos”, recalca el episcopado mexicano, que concluye pidiendo a las autoridades del país que continúen “en la búsqueda de acuerdos” que el país vecino para que “se salvaguarde la dignidad y el respeto” de los migrantes, quienes sólo buscan “mejores oportunidades de vida”.

Por su parte, los obispos de Estados Unidos señalaron que la construcción del muro prometido por Trump en la frontera con México “aumentará significativamente la detención y deportación de inmigrantes” y hará “caso omiso de la sentencia de cumplimiento de la ley estatal y local sobre la mejor manera de proteger a sus comunidades”.

misa-en-la-frontera-de-arizonaEl obispo Joe Vásquez, presidente del Comité de Migración y Obispo de la Diócesis de Austin, declaró: “Estoy descorazonado porque el presidente ha dado prioridad a construir un muro en nuestra frontera con México y porque “esta acción pondrá innecesariamente en peligro las vidas de inmigrantes”.

“La construcción de ese muro solo hará que los migrantes, especialmente las mujeres y niños, sean más vulnerables a los traficantes y a los contrabandistas” dijo. Y añadió que “la construcción de un muro de tales dimensiones desestabiliza a muchas comunidades vivas y muy bien conectadas entre ellas que viven en paz a lo largo de la frontera”.

“En lugar construir ahora muros, mis hermanos obispos y yo continuaremos a seguir el ejemplo de Francisco. Nosotros buscaremos construir puentes entre las personas, los puentes que nos permiten romper las barreras de la exclusión y la explotación“, indicó.

Consideró además que “el anunciado incremento de espacio de detención para inmigrantes y las actividades de control de la inmigración es alarmante”, porque desgarrará a familias y provocará miedo y pánico en las comunidades”.

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“Respetamos el derecho de nuestro gobierno federal de controlar nuestras fronteras y garantizar la seguridad para todos los estadounidenses, pero no creemos que una acción en gran escala para la detención de inmigrantes y el creciente intensivo uso de control en comunidades inmigrantes sea el camino para obtener esas metas”, afirma el obispo.

“Seguiremos -concluye el comunicado- apoyando y solidarizándonos con las familias inmigrantes. Recordamos a nuestras comunidades y a nuestra nación, que estas familias tienen un valor intrínseco como hijos de Dios. Y a todos los afectados por la decisión de hoy, de que estamos aquí para caminar con ellos y acompañarlos en esta ocasión”.

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Mensaje de los obispos mexicanos:

Con profundo dolor, a través de los medios de comunicación recibimos la noticia sobre la orden ejecutiva que el Presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, firmó para dar inicio a la construcción del muro fronterizo.

Los Obispos de la frontera norte de México y la frontera sur de Estados Unidos hemos venido trabajando, desde hace más de veinte años, por la mejor atención a los fieles que habitan dos países hermanos, enmarcados propiamente en una sola ciudad; comunidades de fe atendidas por dos Diócesis (como Matamoros y Brownsville o Laredo y Nuevo Laredo, por ejemplo).

Lo primero que nos duele es que muchas personas que viven su relación de familia, fe, trabajo o amistad, quedarán bloqueadas aún más por esta inhumana interferencia.

Unimos nuestro pensar y sentir a lo expresado por el Obispo Joe Vasquez, Presidente del Comité de Migración de la Conferencia del Episcopado Americano (USCCB) y Obispo de la Diócesis de Austin, quien declaró:

“Estoy desalentado porque el Presidente (Donald Trump) ha priorizado la construcción de un muro en nuestra frontera con México. Esta acción pondrá las vidas de inmigrantes innecesariamente en peligro. La construcción de ese muro sólo hará que los migrantes, especialmente las mujeres y los niños vulnerables, sean más susceptibles a los traficantes y contrabandistas. Además, la construcción de tal muro desestabiliza a muchas comunidades llenas de vida y bellamente interconectadas que habitan pacíficamente a lo largo de la frontera. En vez de construir muros, en este momento, mis hermanos obispos y yo seguiremos actuando a ejemplo del Papa Francisco. Queremos construir puentes entre personas, puentes que nos permitan romper los muros de la exclusión y de la explotación”.

Como Iglesia que camina en México seguiremos apoyando cercana y solidariamente a tantos hermanos nuestros que provienen de Centro y Sudamérica y que van en tránsito a través de nuestro país hacia los Estados Unidos. Expresamos nuestro dolor y rechazo a la construcción de este muro, e invitamos respetuosamente a hacer una reflexión más profunda acerca de los modos como puede procurarse la seguridad, el desarrollo, la activación del empleo y otras medidas, necesarias y justas, sin provocar más daños de los que ya sufren los más pobres y vulnerables.

Pedimos a nuestras autoridades que en los diálogos y búsqueda de acuerdos con los Estados Unidos, aboguen por caminos justos, que salvaguarden la dignidad y el respeto a las personas, sin importar su nacionalidad, credo y, sobre todo, apreciado la riqueza que aportan en su búsqueda de mejores oportunidades de vida. Cada persona tiene un valor intrínseco e invaluable como hijo de Dios.

Respetamos el derecho del gobierno de los Estados Unidos de cuidar sus fronteras y sus ciudadanos, pero no creemos que una aplicación rigurosa e intensiva de la ley, sea la manera de alcanzar sus objetivos, y que por el contrario estas acciones son generadoras de alarma y temor entre los inmigrantes, desintegrando muchas familias sin mayor consideración.

Que nuestra Madre de Guadalupe, Emperatriz de toda América, acompañe a quienes tienen la responsabilidad de las negociaciones en ambos países, y que Ella, “la que está mirando bien a todas las naciones” (Nican Mopohua), brinde consuelo y protección a nuestros hermanos migrantes.

+ Guillermo Ortiz Mondragón
Presidente de la Dimensión Episcopal de Movilidad Humana de la CEM
y Obispo de Cuautitlán.

+Alfonso G. Miranda Guardiola
Secretario General de la CEM
y Obispo Auxiliar de Monterrey.

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